У Есенина – береза! У меня их – рощица! Пробудились ото сна Милые притворщицы. Тонкостволые подружки – Девы говорливые. Водят в белых сарафанах Хороводы дивные. Задевают веточками Всех, кто с ними шепчется. На ветру их ленточки Да сережки треплются. Терпкие, смолистые Почки зреют в косоньках. В островках-проталинках Ножки стынут босоньки. Вдр

Puercos En El Para?so

Puercos En El Para?so Roger Maxson Puercos en el Para?so Un cuento de hadas de lo m?s absurdo Roger Maxson 8-4-2021 Traducido por Enrique Laurentin Derechos de autor T?tulo: “Puercos en el Para?so” Sub t?tulo: Un cuento de hadas de lo m?s absurdo Autor: Roger Maxson Primera edici?n A?o de publicaci?n: 2021 ISBNs EPUB: 9788835433798 PRINT: 9788835433804 Nombre de la Editorial: PublishDrive Artista de portada, Adam Hay Studios Cl?usulas Todos los derechos reservados Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, almacenada o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electr?nico, mec?nico, de fotocopia, de grabaci?n, de escaneo o de otro tipo, sin el permiso escrito del editor. Es ilegal copiar este libro, publicarlo en un sitio web o distribuirlo por cualquier otro medio sin autorizaci?n. Ficci?n Esta novela es totalmente una obra de ficci?n. Los nombres, personajes e incidentes descritos en ella son obra de la imaginaci?n del autor. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, sucesos o localidades es mera coincidencia. Derechos Morales Roger Maxson hace valer el derecho moral a ser identificado como autor de esta obra. Contenido externo Roger Maxson no se responsabiliza de la persistencia o exactitud de los enlaces de los sitios web externos o de terceros a los que se hace referencia en esta publicaci?n y no garantiza que el contenido de dichos sitios web sea, o siga siendo, exacto o adecuado. Denominaciones Las denominaciones utilizadas por las empresas para distinguir sus productos suelen reclamarse como marcas comerciales. Todos los nombres de marcas y productos utilizados en este libro y en su portada son nombres comerciales, marcas de servicio, marcas comerciales y marcas registradas de sus respectivos propietarios. 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Considero que la canci?n anterior es un regalo. Para Chloe ?Qu? hay de malo en incitar a una intensa aversi?n a una religi?n si las actividades o ense?anzas de esa religi?n son tan escandalosas, irracionales o abusivas de los derechos humanos que merecen una intensa aversi?n? Rowan Atkinson Prefacio Despu?s de pasar nueve a?os escribiendo Puercos en el Para?so, tras cuatro a?os de investigaci?n, trepidaci?n y miedo al fracaso, decid? auto publicar porque no quer?a retrasar m?s la gratificaci?n instant?nea y el ?xito de la noche a la ma?ana. Otra raz?n para auto publicar fue que quer?a publicar mi libro, el que yo escrib?. Puercos en el Para?so, una historia de hadas de lo m?s absurda, es una s?tira pol?tica, literaria y divertida tambi?n, digo yo. Si la novela parece un poco larga, hay una raz?n para ello. Es un ejercicio de libertad de expresi?n, y de libertad religiosa, una cr?tica a la religi?n en la pol?tica, concretamente al evangelismo estadounidense. La idea de la novela empez? a tomar forma en 2007. Influido por “Rebeli?n en la granja” de George Orwell, encontr? mi misi?n, o ella me encontr? a m?. Ser religioso es una condici?n que elige por el individuo que nace en uno antes de que el ni?o tenga una posibilidad de opci?n o elecci?n. No ridiculizo a las personas religiosas, per se. Sin embargo, hago a los l?deres religiosos lo mismo que ellos hacen a los dem?s, y me divierto haci?ndolo. La etiqueta religiosa de alguien es elegida seg?n algunas caracter?sticas del individuo. A menudo, la etiqueta religiosa depende del lugar de nacimiento. Si alguien nace en la India, es razonable suponer que esa persona ser? hind?. Del mismo modo, si alguien nace en Pakist?n, usted tendr? otro gentilicio. En el Occidente infiel, hay un abanico de opciones religiosas. En los Estados Unidos, existen las corrientes protestantes, las congregaciones bautistas del norte o del sur, los presbiterianos, los luteranos, los metodistas y los episcopales. Hay una prima cercana, la iglesia cat?lica, y no olvidemos a los mormones de la Iglesia de los Santos de los ?ltimos D?as de Jes?s. La competencia es buena, y cada corriente o persuasi?n odia a la otra. Hoy en d?a, una cuesti?n acuciante recorre la arquidi?cesis de la Iglesia cat?lica estadounidense. Los obispos se preguntan si el presidente cat?lico estadounidense deber?a comulgar como consecuencia directa sobre su posici?n sobre el aborto. Como si a alguien le importara lo que piensan estos ped?filos. Se han convertido en algo obsoleto, desgastado, irrelevante, al estilo de todas las religiones actuales. Hoy, gracias a Dios, nacen m?s "nones" que monjas o renacidos. M?s "nones" en m?s hogares no religiosos significa esperanza, una promesa de cosas buenas por venir. A medida que un mayor n?mero de estos j?venes "nones" asciendan en el escalaf?n y lleguen a puestos de poder pol?tico, salvar?n al mundo de su curso de autodestrucci?n por las armas, la codicia, el cambio clim?tico, una promesa y una oraci?n de una vida mejor all? arriba. Hasta ese momento, sin embargo, tenemos lo que tenemos y debemos hacer lo que podamos para alejar el mal que hacen los religiosos o, mejor dicho, los rid?culos. Espero haber aportado mi granito de arena, aunque s?lo sea en una peque?a porci?n. ?Qu? es un cuento de hadas? Animales que hablan. ?Qu? es lo absurdo? Los animales parlantes llevaron a la religi?n. Roger Maxson Libro Uno 1 En la autopista 61 En una granja israel? localizada en la frontera con Egipto, una vaca Jersey dio a luz a lo que parec?a ser un ternero rojo de proporciones b?blicas. Los musulmanes del pueblo que daba a la granja israel? gritaron y se?alaron con gran consternaci?n. Varios hombres se agarraban la cabeza mientras otros se retorc?an las manos y gem?an y se escurr?an de un lado a otro. Se llam? a la oraci?n de la tarde. Mientras tanto, en el lado israel?, se hizo un silencio sobre la tierra, se di? un respiro colectivo, seguido de la afluencia de gente que acud?a a la granja situada justo al sur de Kerem Shalom para presenciar lo que posiblemente podr?a ser el milagro que seguramente dar?a paso al Mes?as y con ?l al fin del mundo. Tanto jud?os como cristianos se reunieron alrededor de la valla de la propiedad en sus respectivos lugares, dependiendo de qui?nes fueran. E independientemente de qui?nes fueran, cristianos o jud?os, todos estaban fuera de s? por la emoci?n. Un jud?o ortodoxo salt? de alegr?a. "?Estamos salvados! El mundo se acaba", cant? un poco de manera imp?dica. Se revis? a s? mismo y a su sombrero. Stanley, el semental belga negro, sali? trotando del establo. Se preguntaba a qu? se deb?a tanto revuelo. Vio a toda la gente reunida en la valla de la propiedad, hombres y mujeres, incluso ni?os esta vez. "?Qu? es todo esto?", dijo. "Si creen que voy a montar otro espect?culo, se equivocan". "No est?n aqu? por ti, Stanley", dijo Praline, la l?der de la raza Luzein. Ella y Molly intentaban pastar mientras sus corderos se amamantaban de ellas, ambas madres primerizas con Molly, la Border Leicester, la orgullosa madre de gemelos. "Qu? m?s da", dijo y sali? trotando a pastar bajo los olivos. En medio del pasto, bajo el sol y Dios y el cielo, la Jersey amamantaba a su ternera reci?n nacida. No se trataba de una ternera cualquiera, sino de una verdadera ternera roja que mamaba de las tetas de una simple Jersey. "Es un milagro", grit? alguien. "Que alguien llame a un rabino". "Por favor, alguien, cualquiera, llame al rabino Ratzinger para que verifique este milagro de nacimiento". Con toda la atenci?n puesta en la reci?n nacida de Blaise, se volvi? hacia Mel. "Mel, ?qu? es todo esto? ?Por qu? est? toda esta gente aqu? y se presta tanta atenci?n a Lizzy? No me siento c?moda con esto, Mel. Mel, ?qu? significa todo esto?" Mel, la mula que fung?a como cura, asegur? a Blaise, la vaca Jersey, que no hab?a nada de qu? preocuparse. Su ternera reci?n nacida era muy especial. Un regalo de Dios, que siempre ser? tratada como la realeza. "Mientras tu ternerita viva, seguir? siendo especial y ser? tratada como tal por los pueblos jud?os y cristianos de todo el mundo, y todos los pueblos del mundo llegar?n un d?a a conocer y experimentar su presencia". Los medios de comunicaci?n de todo el mundo llegaron en masa para documentar el acontecimiento, instalando equipos de c?mara para lo que iba a ser, una vez verificado por un rabino o un comit? del mismo, el anuncio oficial y la declaraci?n de la autenticidad del ternero. Fox News de Estados Unidos estaba en el lugar listo para informar en directo. Julius, el loro residente, junto con los dos cuervos, Ezequiel y Dave, observaban el desarrollo de los acontecimientos desde la sombra del gran olivo situado en el centro del prado. Molly y Praline pastaban cerca de los bancales, con sus corderos reci?n nacidos permaneciendo a su lado. "Imagino que Molly est? especialmente hambrienta ahora que mantiene a tres", le dijo Billy St. Cyr, una cabra de Angora, a Billy Kidd, una magra cabra Boer de color marr?n y fuego. "S?, supongo que s?", respondi? Billy Kidd como si le importara mientras ro?a la hierba amarilla de los arbustos. "Julius", dijo Dave, "?qu? est? pasando aqu?? ?Qu? es todo esto?" "Perm?tanme explicarles c?mo se desarrollan los acontecimientos ante nuestros ojos. Me temo que no se lo van a creer, pero ah? va. Es un cuento de hadas de lo m?s absurdo. La buena noticia es que tenemos tres a?os antes de tener que hacer las maletas por el Armaged?n. La mala noticia es que no tendremos d?nde ir porque el Armaged?n trae consigo el fin del mundo tal y como lo conocemos. Ese es el plan de todos modos". "Lo siento", dijo Ezequiel. "?Qu? dijo?" "Algo sobre un cuento de hadas", le dijo Dave. "Me gustan los cuentos de hadas". "Dudo mucho que este te guste", dijo Dave. "Antes de llegar al feliz fin de la vida tal y como la conocemos", continu? Julius, "tendremos que esperar a ver si es digna de un sacrificio ritual deportivo de derramamiento de sangre. Mientras tanto, sin embargo, nadie debe hacer de esa bestia una carga. Sin embargo, si yo fuera t?, no le dir?a a Blaise lo de cortarle el cuello a la pobre". Blaise llev? a su ternera al santuario del granero, lejos de la multitud de curiosos. Cuando el rabino Ratzinger y los miembros de su congregaci?n llegaron, esta vez estaban preparados, armados con paraguas. Muchos pensaron que se trataba de una medida de precauci?n para protegerse del sol. Sin embargo, Julius y los cuervos lo sab?an muy bien. Un miembro de la congregaci?n sostuvo un paraguas sobre el rabino cuando entraron en el aparcamiento del granero. El rabino Ratzinger asinti?, reconociendo a Bruce, y se detuvo. Dijo: "Ha hecho usted un gran sacrificio por la humanidad y se le ha dado una oportunidad para hacerlo bien. Gracias, Sr. Bull". Un miembro de su grupo susurr? al o?do del rabino. "Oh, s?, por supuesto. Gracias, Sr. Steer. Usted hizo algo muy bueno antes de hacer algo muy malo. El Se?or obra de maneras misteriosas". Los cuervos ten?an a Julius. Para todos los dem?s, estaba el rabino Ratzinger. As? el rabino expres?, "Aseg?rate de darle a esta ternera la vida de Riley. No la pongas bajo el yugo o ya no ser? digna. Pule sus u?as. Dale un lecho de plum?n para que descanse su hermosa e inmaculada cabeza y un campo de tr?boles. Hay que protegerla y cuidarla. Examinar? a la cr?a ahora, y dentro de tres a?os, volver? a examinarla. Si en ese momento, ha permanecido sin ser molestada e impoluta, ella ser? realmente digna de los rituales de purificaci?n necesarios para allanar el camino para el Mes?as. No debe haber tres pelos blancos, negros o marrones en el cuerpo o la cola de esta vaquilla. Recuerde, ella tiene que permanecer como una ternera roja pura para que los rituales de purificaci?n funcionen, para que seamos considerados dignos de subir una vez m?s las escaleras del Monte Santo y entrar en el templo del Santo de los Santos. Esto es, por supuesto, una vez que destruyamos la mezquita y reconstruyamos el templo sagrado. "En tres a?os, encontraremos al ni?o puro de coraz?n. Ya lo tenemos, viviendo en una burbuja bajo el cristal, un ni?o puro de coraz?n, impoluto. All? permanecer? virgen. No s?lo eso, sino que el ni?o no desperdiciar? su semilla en la tierra. Porque cuando el muchacho tenga la edad de mancharse, se le colocar? un par de guantes dise?ados para que el muchacho puro de coraz?n permanezca as?. En cualquier momento que el muchacho intente profanarse, recibir? una descarga de electricidad como se?al de Di-s, como si fuera un rayo. Sin embargo, no hay que temer, ya que nuestra descarga el?ctrica es mucho menos severa que el rayo de Di-s. Una vez que el muchacho haya completado la misi?n que Di-s le ha encomendado de degollar al ternero rojo, le haremos un gran Bar Mitzvah". Desde las ramas del olivo, Julius y los cuervos deseaban que el rabino y compa??a estuvieran sin esos paraguas. El rabino entr? en el granero, y toda la multitud contuvo colectivamente la respiraci?n. Cuando reapareci?, el rabino dijo que era digna de la vigilia de tres a?os, y las multitudes suspiraron, y luego vitorearon y aplaudieron. Algunos se desmayaron, mientras otros lloraban de alegr?a. Cuando se preparaba para abandonar el cebadero y, por tanto, la granja, el rabino Ratzinger se acerc? al antiguo toro Simbrah. El rabino volvi? a decir para que todos lo escucharan: "Ha hecho un gran sacrificio, y ha sufrido mucho por el pueblo de Israel, y por todos los pueblos de la humanidad. Ahora, dentro de tres a?os, e impoluto, este becerro rojo ser? sacrificado por la mano del muchacho puro de coraz?n cuando le corte el cuello y nos haga dignos de reconstruir el tercer templo que dar? paso al Mes?as y destruir? toda la tierra para que volvamos a vivir como antes, como en un cuento de hadas de felices para siempre". Mientras la multitud rug?a, algunos se desmayaron debido a toda la excitaci?n y el calor. "Eso s? que tiene sentido l?gico para m?", dijo Julius. "Yo mismo no podr?a haberlo dicho mejor". Mel entr? en el establo y encontr? a Blaise con su reci?n nacida. "Es imperativo que entiendas que mientras tu vaquilla viva, no se le har? ning?n da?o". "A ella", dijo Blaise. "Ella no es un 'eso'". "Por supuesto, no quise faltar al respeto, querida", dijo Mel. "Ella no es un 'eso', como t? dices. Sin embargo, es la ternera roja y, por tanto, la nueva ella-eso del mundo civilizado". 2 Una carretera le atraviesa Los dos cuervos volaron desde el desv?n del granero de dos pisos de bloques de hormig?n y se posaron en las ramas del gran olivo situado en el centro del pasto. El pasto formaba parte de un moshav de 48 hect?reas en Israel que limitaba con Egipto y el desierto del Sina?. A pocos kil?metros al sur de Kerem Shalom, no estaba lejos del paso fronterizo de Rafal entre la Franja de Gaza y Egipto. El moshav de 48 hect?reas, o granja de 118 acres, se erig?a como un oasis en el ?rido desierto, con olivos y algarrobos, limoneros, pastos de color verde pardo y cultivos utilizados como forraje para el ganado. En los pastizales, los puercos salpicaban el paisaje, pastando en la hierba marr?n y verde, y descansaban en las orillas de arcilla h?meda de un estanque alimentado por un sistema de filtros acu?ticos subterr?neos que suministraba agua a ?ste y otros moshavim de los alrededores. Ezequiel y Dave estaban encaramados, ocultos entre las ramas del gran olivo. Ezequiel dijo: "En un d?a como hoy se puede ver eternamente". "Piedra arenisca, hasta donde alcanza la vista", dijo Dave y eriz? sus brillantes plumas negras. "Oh, mira, un escorpi?n. ?Quieres uno?" Dijo Ezequiel. "No, gracias, ya he comido. Adem?s, dudo que al escorpi?n le importe mucho ser mi comida de la tarde". "Tienes tanta empat?a por las formas menores de las criaturas entre nosotros". "Puedo permitirme la empat?a cuando estoy lleno", dijo Dave. "Cuando estoy vac?o, no tanto". "Siempre eres generoso con los animales de la granja". "S?, bueno, empat?a con las criaturas menores entre nosotros". Mientras los animales dom?sticos de la granja, dos razas de ovejas, cabras, una vaca Jersey y una yegua alazana pastaban en los pastos, otros, en su mayor?a puercos, se refugiaban del sol del mediod?a, lejos de los reba?os, manadas y manadas enloquecidas, descansando en las orillas del estanque en relativa paz. Una carretera corr?a de norte a sur, dividiendo el moshav por la mitad, y en este lado de la carretera, a los musulmanes de la cercana aldea egipcia no les gustaba el espect?culo de los sucios puercos tomando el sol. Mel, la mula sacerdotal, serpenteaba a lo largo de la l?nea de la valla, con cuidado de no perder de vista a dos jud?os ortodoxos que atravesaban el moshav por el camino de arena, como hac?an a menudo en sus paseos diarios. El camino iba en paralelo entre el pasto principal de un lado y la explotaci?n lechera del otro. "Jud?o, puerco, ?qu? diferencia hay?" "Bueno, mientras mantengan el kosher". "Recuerda mi palabra, un d?a esos puercos ser?n nuestra ruina". "Tonter?as", respondi? el que se llamaba Levy. "De todos los lugares de la tierra para criar puercos, Perelman eligi? este lugar con Egipto al oeste y la Franja de Gaza al norte. Este lugar es un polvor?n", dijo Ed, el amigo de Levy. "El dinero que Perelman gana con las exportaciones a Chipre y Grecia, por no hablar del Palacio del Puerco Tirado de Harvey en Tel Aviv, hace que el moshav sea rentable". "Los musulmanes no est?n contentos con que los puercos se revuelquen en el lodo", dijo Ed. "Dicen que los puercos son una afrenta a Al?". "Pens? que ?ramos una afrenta a Al?". "Somos una abominaci?n". "Shalom, pastores de puercos", llam? alguien. Los dos jud?os se detuvieron en el camino, al igual que la mula, que pastaban justo dentro de la valla. Un egipcio se acerc?. Llevaba un pa?uelo sencillo en la cabeza y ropas blancas de algod?n. "Esos puercos", se?al?, "esos asquerosos puercos van a ser vuestra ruina. Son una afrenta a Al?; un insulto a Mahoma; en definitiva, ofenden nuestra sensibilidad". "S?, estamos de acuerdo. Son un problema". "?Problema?", dijo el egipcio. "S?lo hay que ver lo que son los problemas". A lo largo de las orillas de barro del estanque, un Gran Blanco, o jabal? de Yorkshire, vert?a agua fangosa sobre las cabezas de otros puercos que se revolcaban en el barro. "?Qu? es eso?" "Eso es algo que no hemos visto nosotros". "No son puercos ni animales de granja, estos animales. Son esp?ritus malignos, djinns, del desierto. Ellos traer?n la destrucci?n de este lugar alrededor de ustedes. Son una abominaci?n. Maten a las bestias. Quemen su hedor de la tierra o Al? lo har?. Porque es la voluntad de Al?, la que prevalecer?". "S?, bueno, me temo que no podemos ayudarte", dijo Levy. "Ver?, este no es nuestro moshav". "Somos meros transe?ntes", dijo Ed. "?Allahu Akhbar!" El egipcio se dio la vuelta y se dirigi? hacia la ladera soleada que separaba los dos pa?ses. S?lo una valla separaba la granja israel? de 48 hect?reas del escarpado desierto del Sina?, azotado por el viento. Una vez que el egipcio lleg? a la cresta de la colina, desapareci? en su pueblo. "Condenados", dijo Ed. "Tiene raz?n. Todos estamos condenados. De todos los lugares de la tierra para criar puercos, este porquero, este moshavnik Perelman, eligi? este lugar". "Mira", dijo Levy. "?Qu? se cree que es, Juan el Bautista?" "Eso es un problema, me temo", dijo Ed. "Es una abominaci?n". Afuera, bajo el sol de la tarde, delante de Dios y de todos, el Gran Blanco se puso de pie, y desde el estanque dej? caer una porci?n de barro h?medo sobre la cabeza de una gallina de plumas amarillas: "?Bog! Bog!", grit? la gallina, enterrada como estaba con barro hasta el pico. Para los animales de la granja, el Gran Blanco era conocido como Howard el Bautista, un perfecto, y casi que en todos los sentidos. Mientras los dos hombres continuaban m?s all? del l?mite de la granja, la mula se volvi? hacia el olivo que se alzaba en medio del pasto principal. Las ovejas Border Leicester y Luzein pastaban entre los algarrobos y olivos m?s peque?os mientras las cabras ro?an la hierba de matorral que crec?a a lo largo de las laderas superiores en terrazas que ayudaban a conservar el agua. En el centro del pasto pastaban Blaise, la Jersey, y Beatrice, la yegua alazana. "Dios m?o, Beatrice", dijo Blaise. "Desde luego, Stanley se ha fijado en ti". "Es un fanfarr?n", dijo Beatrice. "No hay que verle m?s". En el terreno vallado detr?s del granero blanco de bloques de cemento, el semental belga negro resoplaba y relinchaba y se pavoneaba en toda su gloria y fanfarroner?a. Era un caballo grande con hombros anchos que med?a 17 manos o, como prefer?an los sacerdotes de las iglesias locales, 17 pulgadas. "?Supones que sabe que la puerta ha sido abierta?" dijo Blaise. "No importa. Basta con mirar a todos esos humanos. ?Qui?n dijo que los hombres eran piadosos?" Desde la cresta de la colina de arenisca marr?n, los hombres y ni?os musulmanes observaban con expectaci?n c?mo las mujeres de la aldea ahuyentaban a las j?venes. Mientras que, en el lado israel?, los jud?os y los cristianos, y entre ellos los monjes de los monasterios cercanos, adoraban un desfile. Stanley no decepcion?. Se encabrit? sobre sus musculosas patas traseras y pate? el aire, mostrando su destreza y su enorme miembro, empapado como estaba, sembrando su semilla en el suelo bajo ?l para todos los que lo vieran, y eran muchos. La multitud lo aclam? mientras Stanley resoplaba y se pavoneaba por el establo. "Si Manly Stanley quiere desfilar y hacer el rid?culo, lo har? sin m?". "Manly Stanley", se ri? Blaise. "?De verdad, de todas las cosas?" "S?, querida, ya ves", sonri? Beatrice, "cuando Stanley est? conmigo, suele estar a dos velas". Blaise y Beatrice siguieron pastando, y mientras lo hac?an, se distanciaron. Stanley, fuera de la puerta, encontr? su camino hacia el o?do de Beatrice. Relinch? y llorique?; relinch? y protest?, pero no importaba lo que hiciera o lo bonito que pidiera, nada parec?a funcionar. Para consternaci?n de los espectadores, la yegua alazana rechaz? los avances del semental belga negro. Sin que ellos lo supieran, era por su presencia que no permit?a que el belga la cubriera, y as? entretenerlos. Por mucho que Stanley se pavoneara, hiciera cabriolas, se balanceara o balanceara su miembro, Beatrice no ced?a a sus deseos ni a sus bravatas. Varios hombres segu?an apoyados en la valla, observando y esperando. "Empiezo a pensar que te gusta esto, el tormento", dijo Beatrice. "Si tuviera un par de manos, no te necesitar?a", resopl?. "Ojal? las tuviera, entonces me dejar?a en paz. M?ralos, muy contentos de que los dejen a su aire. Tal vez, si lo pides amablemente, uno te preste dos de los suyas, o dos de ellos, y lo conviertas en una fiesta". Beatrice volvi? a pastar junto a Blaise en el prado. El granero principal blanco de dos pisos de bloques de hormig?n, con el cebadero, y el toldo que se extend?a en la parte trasera, y dos pastos constitu?an la mayor parte de la mitad de la granja que limitaba con Egipto y el desierto del Sina?. Al otro lado de la carretera se encontraban la casa principal y las dependencias de los hu?spedes, ambas revestidas de estuco, las dependencias de los trabajadores, la explotaci?n lechera y el granero m?s peque?o. Un camino de arena para tractores sal?a de la carretera y discurr?a por detr?s del establo entre un limonar y un peque?o prado donde pastaban 12 ““holsteins”” israel?es. Mientras Blaise y Beatrice segu?an pastando en el prado principal junto a las dos razas de ovejas, la Border Leicester y la Luzein, un peque?o n?mero de cabras Angora y Boer pastaban a lo largo de los bancales. En otro pasto, separado por una valla y una puerta de madera, pastaba un singular y musculoso toro Simbrah de pelaje rojizo, una combinaci?n del ceb? o brahm?n por su tolerancia al calor y su resistencia a los insectos y el d?cil Simmental. Stanley, todo negro excepto por una delgada mancha blanca en forma de diamante que le recorr?a la nariz, estaba de vuelta en el lote del establo y segu?a haciendo cabriolas, presumiendo. La poblaci?n de puercos no era s?lo un problema geopol?tico, sino tambi?n num?rico. Porque proliferaban y produc?an un gran n?mero de cr?as, a menudo desbordando los l?mites y los recursos naturales del moshav, donde la cr?a de animales era un arte practicado. Entre la poblaci?n general, tambi?n viv?a el loro guacamayo azul y dorado, bastante grande y muy ruidoso, que era distante y viv?a en lo alto de las vigas con Ezequiel y Dave, los dos cuervos con sus lustrosas y relucientes plumas negras. Completaban la poblaci?n de la granja, adem?s de la vieja mula negra y gris, dos rottweilers de la casa de campo que pasaban la mayor parte del tiempo atendiendo a la mula, y las bandadas y manadas de gallinas, patos y gansos. Blaise sali? al estanque. Howard el Bautista estaba ahora descansando entre los otros puercos, cuando se encontraba en el momento m?s caluroso del d?a. Se puso de pie cuando vio a Blaise acercarse. "Blaise, t? que est?s libre de pecado, ?has venido a bautizarte?" "No, tonto. Pero hace un calor horrible, ?no est?s de acuerdo?" "Estoy de acuerdo en que te unas a m? y te conviertas en una sacerdotisa de los verdaderos creyentes de Dios, aquellos que conocen la verdad de que cada uno de nosotros tiene el poder de saber que Dios vive dentro de todos nosotros; por lo tanto, todo es bueno y puro de coraz?n. La nuestra es una batalla entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Conmigo, eres una sacerdotisa, una Perfecta, una igual. Blaise, los dem?s ya te aman, te escuchan y te siguen. Este es tu lugar en el sol". "Oh, Howard, eres muy amable, pero no tengo seguidores". "Los tendr?s. Ven, este es tu momento de brillar. Aqu?, la hembra es aceptada como un igual y comparte el servicio de nuestros compa?eros animales, grandes y peque?os, hembras y machos por igual. Todos son buenos e iguales en la verdadera fe". Howard verti? agua turbia sobre Blaise, y ?sta corri? por su cuello. "No discriminamos, ni necesitamos edificios construidos de ladrillo y mortero para adorar, ni buscamos un mediador para hablar con Dios". "Howard, he salido a beber agua". Blaise baj? la cabeza y, en una zona despejada del estanque, bebi? mientras el barro de su cuello resbalaba y enturbiaba el agua limpia. "Recuerda mi palabra, Blaise, su santuario se derrumbar? alrededor de ti y de todos los animales que lo sigan a un abismo oscuro". "Es un granero, Howard. Tengo un puesto en el granero, al igual que Beatrice. Es donde tus divagaciones nos hacen dormir a Beatrice y a m?". "Blaise", llam? Howard tras ella. "Alguien viene, Blaise. Un puerco, un secuaz, para causar la destrucci?n de la mula". "Te bautiz?", dijo Beatrice cuando Blaise volvi? al pasto. "Lo vi verter agua sobre ti". "Barro principalmente, si quieres saberlo. A los puercos les encanta. Debo decir que es bastante relajante en un d?a tan caluroso en el que la sombra, en el mejor de los casos, es ef?mera". Se dirigieron al olivo donde los dem?s, sobre todo los animales m?s grandes, estaban a su sombra. Se detuvieron al ver que la mula se acercaba, sin querer que los oyera. "Tengo que decir que lo que dice Howard sobre la verdad y la luz y tener el conocimiento de Dios en nuestros corazones suena m?s atractivo que el alarmismo de ?l", dijo Blaise. "No s? de qu? habla esa vieja mula la mitad del tiempo. Es todo un adormecimiento de la mente". El pollo amarillo, goteando de barro y agua, pas? corriendo. "?Nos persiguen! M?s vale que pongan sus casas en orden. El fin est? sobre nosotros". "Est? tan lleno de amenaza y presagio, perdici?n y desesperaci?n". "Beatrice, ?est? tu casa en orden?" "No tengo ninguna", se ri? ella. "Ese es el p?blico de Mel, una presa f?cil", dijo Blaise, se?alando con la cabeza al pollo que se retiraba. "Oh, ?qu? sabe ?l? Es una mula vieja y gastada. No le encuentro sentido a nada de esto". "Julius, en cambio, es un buen p?jaro y un querido amigo. Es inofensivo". "Descuidado es m?s bien, si me lo preguntas". Blaise le dio un codazo a Beatrice con la nariz mientras la mula se acercaba para unirse a las dem?s a la sombra del gran olivo. M?s all? de los animales, en el lado egipcio de la frontera, el musulm?n que hab?a advertido a los dos jud?os del problema de la poblaci?n de puercos, era ahora perseguido por sus vecinos a trav?s del pueblo. Los hombres lanzaban piedras y los ni?os disparaban rocas con hondas hasta que cay? y desapareci?, para no volver a ser visto ni o?do. "?Has visto eso?" Dijo Dave. "?Ver qu??" Dijo Ezequiel. "No puedo ver nada por las hojas del ?rbol". Julius sali? volando y se pos? en las ramas del ?rbol por encima de los otros animales que estaban a la sombra. Grande, de treinta y cuatro pulgadas, con una larga cola, sus plumas de color azul brillante se mezclaban muy bien con las hojas del olivo. Ten?a el pico negro, la barbilla azul oscuro y la frente verde. Meti? las plumas doradas de la parte inferior de sus alas dentro de las azules exteriores y no se qued? quieto. En cambio, se mov?a continuamente de un lado a otro de las ramas. "Qu? grupo tan variopinto es ?ste". "?Santo guacamayo! Es Julius". "Hola Blaise, ?c?mo est?s?" "Estoy bien, gracias. ?D?nde has estado, p?jaro tonto?" "He estado aqu? todo el tiempo, vaca tonta." "No, no lo has hecho." "Bueno, si quieres saberlo, he estado defendiendo tu honor y no ha sido f?cil. Tuve que luchar para salir de Kerem Shalom, y luego volar hasta aqu?. Chica, mis alas est?n cansadas". "No me creo ni una palabra", se ri?. "Blaise, me has herido. ?Qu? no te crees, la lucha o la huida?" "Bueno, obviamente volaste". "?Me has echado de menos?" "?Qu? travesuras has hecho ahora?" "Pens? en salir y unirme a la intelectualidad de los animales superiores - ?oh, Mel, vieja mula! No te hab?a visto". Blaise y Beatrice se miraron y se contuvieron de querer re?rse. "Blaise", dijo Julius, "hermoso d?a para un reba?o, ?no crees?" A Julius le encantaba el p?blico. La gallina cubierta de barro hasta el pico y las plumas corri? hacia ellos. "Nos persiguen", grit? mientras corr?a entre ellos bajo el olivo. "?El fin est? cerca! ?El fin est? cerca! Poned vuestras casas en orden". "?D?nde he o?do eso antes?" dijo Julius. "Ah? tienes, Julius. Podr?a soportar un buen reba?o". "Una buena rebati?a ser?a m?s bien. Estoy buscando un p?jaro de otra pluma, aunque he o?do que le gusta cacarear y es bastante buena en ello". "Oh, Julius, eres incorregible". "Adem?s, ?qu? pensar?an mis padres? Bueno, no mucho, son loros, pero ?qu? dir?an? Mi padre era un idiota balbuceante que repet?a cualquier cosa que le dijeran. No lo recuerdo muy bien. Vol? del gallinero antes de que yo tuviera alas para continuar. Recuerdo, sin embargo, el d?a que se fue, dejando un rastro de mierda de p?jaro mientras volaba". "?Cu?nto ha pasado esta vez, Julius, tres d?as?" "?Por qu?, Blaise, lo recuerdas, pero ?qui?n lleva la cuenta? Quiero decir, ?en serio? ?Qui?n puede o recuerda desde hace tanto tiempo?" "No parece mucho tiempo en absoluto", dijo Mel. "Parece que fue ayer". "?Mel? Mel, ?eres t?? Todo el mundo, en caso de que te lo hayas perdido. Mel hizo una gracia". Julius se movi? en las ramas por encima de Blaise. "S?, querida, he estado fuera tres d?as, no muy lejos en realidad, y divirti?ndome todo lo que se puede mientras se est? tan cerca de casa. Me encontr? con una bandada de palomas mensajeras. Son una bandada muy luchadora, esas chicas, y mantienen un nido limpio. Oh, claro, no son tan cari?osas como las t?rtolas, pero puedes salirte con la tuya y siguen volviendo". "Eso no suena muy a loro de tu parte, Julius". "?Qu? puede hacer un loro? Quiero decir, ?cu?ntas especies de Ara ararauna ves en el monte?" "En cualquier caso, se supone que se emparejan de por vida, ?no?" "S?, bueno, si recuerdas, mi primer amor fue un gris africano". "S?, ?recuerdo que era de otra pluma?" dijo Blaise. "Mi Ara ararauna favorita, y no me importaba un ?pice lo que pensaran pap? y mam?". "Como debe ser", dijo Blaise. "?Qu? fue de ella?" dijo Beatrice. "?No lo recuerdo?" "La robaron, me la quitaron y la enviaron al oscuro continente americano. Era una belleza tan llamativa, con sus c?lidas plumas grises y sus ojos oscuros y atrayentes. Esa chica era un verdadero chasquido, y sab?a silbar", silb? Julius. "Lamento su p?rdida", dijo Beatrice. "Yo tambi?n lo siento, pero somos animales, ?no?, algunos mascotas, otros ganado. Va con el territorio". Blaise dijo: "Entonces, ?qu? te trae a esta hora, Julius?" "Soy un loro, Blaise. No soy una lechuza. Tengo amigos que ver y lugares a los que ir". "S?, bueno, despu?s de estar fuera tres d?as, me imaginaba que estar?as en las vigas descansando, o pintando algo. No fuera con este calor". "Resulta que hoy salgo a ver un gris africano del barrio". Julius se dej? caer en una rama m?s baja, sus plumas azules se mezclaban con las hojas verdes. "As? que la visita de hoy ser? algo sentimental para m?, y qui?n sabe, posiblemente el comienzo de una relaci?n a largo plazo. Sin embargo, no quiero hacerme ilusiones, no todav?a. Puede que ya se haya apareado con otro, lo que me servir?a para mis juergas nocturnas. S?lo digo". "Tu presencia se echar? mucho de menos", dijo Mel. Su iron?a no se perdi?. "Vaya, gracias, Mel, pero no hay que preocuparse. Pienso volver al viejo granero a tiempo para la fiesta, as? que reserva un baile para m?". "?Hay baile?" Ezequiel pregunt? a Dave. "Blaise, a veces pienso que somos un viejo matrimonio". "?Porque pensamos igual?" "Porque no reba?amos". "Yo soy una vaca". "Y ?l es una mula", dijo Julius, "y el ?nico verdadero no reba?o entre nosotros. Es bastante grosero por nuestra parte hablar de reba?o delante de su Santidad, teniendo en cuenta que ?l no puede". "P?jaro jud?o". "Ah? va de nuevo tratando de confundir el tema. No puede argumentar los hechos, as? que ataca al mensajero. En este caso, y en la mayor?a de los casos, debo a?adir, soy yo. No me culpes de tu situaci?n. Yo no le present? tu madre a tu padre, “Donkey Kong”. Oh, fue amor a primera vista cuando ella conoci? a ese tipo. Ella era una verdadera Mollie, su madre". "?Qu??" Molly, la Leicester de la Frontera, levant? la vista. "T? no, querida", asegur? Blaise a Molly. "Cuando mueras, no ser?s una m?rtir para nadie", dijo Mel. "Cuando muera, pienso estar muerta. No dirigiendo el coro". "Ateo, jud?o-p?jaro". "Mel, Mel, Mel, una mula con cualquier otro nombre, digamos burro, sigue siendo una mula". Mel se dio la vuelta y rompi? el viento mientras se alejaba hacia la l?nea de la valla a lo largo de la frontera egipcia. "T? tambi?n te pareces a tu madre, sobre todo por detr?s... ?las dos llev?is el mismo perfume! Como una mula vieja y testaruda, siempre tiene que tener el ?ltimo viento. Lo que dar?a por un cigarro de cinco centavos. Vete, culo de caballo, o medio culo de caballo. La otra mitad, no s? c?mo se llamar?a ese trasero, pero es lindo. Hablando de su vieja grupa negra, tengo un negro Proyecto de ley. Uso la m?a para transmitir conocimiento y no miedo o gas natural. Utilizo mi precioso pico negro para hacer el bien en el mundo, como escalar, romper c?scaras de nuez y sus nueces, mientras que su grupa..." "Ciertamente lo hace", dijo Beatrice, sin gracia. "Habla, pero no tan incesantemente como t?". "S?, saca su negra grupa, pero no puede hacer las dos cosas a la vez, caminar y hablar. Es donde fuimos a la escuela". Julius dio una vuelta sobre una rama m?s peque?a, haci?ndola oscilar con su peso, su pico cortando la corteza. "Menos mal que no ten?a ese cigarro, despu?s de todo. Encendido contra su corriente de aire, habr?a provocado una peque?a explosi?n y los vecinos se habr?an mareado, y luego los c?nticos, los c?nticos". Justo en ese momento se llam? a las oraciones de la tarde. "Oh, ?acabar? alguna vez? No tenemos ninguna posibilidad". Mel se pase? por la l?nea de la valla perimetral que bordeaba el desierto del Sina?. "Julius, parece que nunca tienes mucha reverencia por los ancianos, los l?deres, nuestros padres", dijo Beatrice. "?Est? escrito en alguna parte que debemos hacerlo? Puede que sea un animal, un loro, pero en serio, algunos de nuestros mayores nos llevar?an a los precipicios o al matadero por nuestra santa reverencia hacia ellos." "?Es cierto lo que has dicho sobre su filiaci?n paternal?" "?Qu? diferencia hay?" dijo Julius. "Su madre era un caballo; su padre, un asno, y juntos tuvieron un bichito encantador que creci? tom?ndose demasiado en serio a s? mismo, y ahora es una vieja mula, pero por detr?s, un verdadero culo de caballo. Ahora que lo pienso, para ser una mula que no reba?a, s? que intenta reba?ar a todo el que puede". Mel se detuvo en la esquina posterior de la valla perimetral cuando un hombre con t?nicas marrones polvorientas sali? de una grieta en las rocas del desierto. Parec?a hambriento, desgastado por la intemperie, y sinuoso. "?Oh, mirad todos! Es Tony, el monje ermita?o del desierto del Sina?". Mel se par? en la valla mientras el monje se acercaba a ?l. "Son un buen par, idiotas afines". El monje alcanz? la valla y le dio a Mel una zanahoria y se frot? la nariz. "Ah, qu? dulce", dijo Julius, "como dos guisantes en una vaina". Julius agit? las ramas de olivo, inspirado. Su cara se sonroj? por la emoci?n. "Blaise, esos dos me recuerdan a un par de ?nades reales". "?Por qu?, Julius, porque son ?nades reales?" * * * La historia de Mel seg?n Julius "Antes de este moshav, ac? era bastante ?rido y sin riego. Un d?a, un ?rabe beduino atraves? el desierto en camello, conduciendo una peque?a caravana con un caballo, un burro y un asno como animales de carga, Mel, su madre y su padre. Aunque Mel era bastante joven y peque?o, llevaba una cantidad considerable de mercanc?as. El ?rabe vendi? las mercanc?as a los egipcios y, cuando se agotaron y ya no necesitaba animales de carga, vendi? a la madre y al padre de Mel a sus compa?eros ?rabes. Curiosamente, nadie quer?a a la joven y fuerte mula. Era fuerte, demasiado fuerte, como result?. As?, un djinn sali? del desierto. Como era un peque?o esp?ritu djinn maligno, un ni?o-mula pose?do por el demonio, nadie estaba dispuesto a pagar el precio que el beduino quer?a por la musculosa mula negra. El beduino no vio otra opci?n. Quit? la mochila y, cuando estaba a punto de disparar, sali? del desierto San Antonio, "?Alto!". "Cuando el monje se ofreci? a llevar la endemoniada mula malvada para un exorcismo, el beduino baj? el arma. Creo que San Antonio, el monje ermita?o del desierto del Sina?, quer?a hablar con alguien. El beduino don? la mula, mont? en el camello y se adentr? en el desierto, sin ser visto desde entonces. El monje ermita?o cogi? al peque?o bajo su polvorienta t?nica y lo llev? al desierto, donde a partir de ese d?a nunca m?s se les vio ni se supo de ellos. Vale, esa parte me la he inventado. Se llev? a Mel para criarlo, protegerlo y ense?arlo, ?y vaya si lo hizo! Cuando los jud?os se asentaron y empezaron a hacer moshavim en la zona, este moshav se puso en marcha. Un d?a, la valla y los postes aparecieron desde un extremo de la granja hasta el otro, y desde la frontera hasta la carretera. Al d?a siguiente, cuando la valla se levant? de poste a poste, abarcando estos pastos, Mel se coloc? en medio de todo, donde ha estado desde entonces, en medio de todo". "De verdad", dijo Beatrice. "?Es algo de esto cierto?" "Todo lo que s? es lo que oigo. Pues rep?telo. Soy como mi padre en ese sentido. Somos loros y grandes chismosos que nunca podemos guardar secretos. Por supuesto, es verdad. Ves al monje ermita?o de la leyenda, y a su protegido, el papa mula de la leyenda tambi?n, ?no?" "?D?nde estabas t?? ?Estabas aqu? tambi?n en ese momento?" "Oh, por favor, no se trata de m?, pero ya que lo preguntas. No era m?s que un pollito en ese momento, todav?a en mi jaula, balance?ndome en mi percha, cantando, aprendiendo arte, filosof?a, feliz como una alondra, viviendo all? arriba en la casa grande, cuando de repente. Lo dejar? para otro momento. Baste decir que ten?a algo que ver con mi canto. Yo tambi?n s? cantar. Tengo talento y creatividad. Soy de izquierdas. Jes?s, menos mal que eran jud?os no ortodoxos comunistas o estar?a cantando una melod?a diferente. Aqu? est? una de mis favoritas, 'Nadie me quiere, pero mi madre, y ella tambi?n podr?a estar bromeando... (Narrado) Lo que quiero saber ahora es qu? vamos a hacer'. "A diferencia del Maravilloso Mel el Magn?fico, yo no puedo responder a eso. El futuro no se vislumbra en peque?as revelaciones repartidas en profec?as personales". Un peque?o grupo de musulmanes, en su mayor?a chicos, de la aldea cercana, juntaron piedras. "?Pero esperen! ?Me atrevo a decir que creo que s? lo que viene ahora?" Empezaron a perseguir al monje cuando ?ste se dio la vuelta y desapareci? entre las paredes del desierto del Sina?. "?No son encantadores los mam?feros?", dijo Julius. "Alg?n d?a pienso tener uno como mascota". Mel se alej? de la frontera para pastar entre las ovejas y los carneros en la base de las laderas en terrazas. "Alguien tiene que mantener a raya a esa mula. Lo que intenta hacer con los animales es muy peligroso, aprovechando su ignorancia y sus miedos. Una vez que se arraigue ser? casi imposible deshacer y revertir el da?o causado". "En serio, Julius", dijo Beatrice, "?qu? importa?". "En nombre de Jes?s o de alguna otra tonter?a, La Santa Sede se encargar? de matarnos". "?Qui?n es ese?", pregunt? uno de los animales m?s j?venes, un ni?o. "No es nada", dijo Blaise. "?Qui?n es Jes?s?", pregunt? un corderito. "No importa", dijo Blaise. "En serio, no es nada". 3 La Llegada del Rabino Antes de la llegada del ternero rojo, Mel, el sacerdote de las mulas, revel? la profec?a de lo que vendr?a, es decir, un salvador. Un salvador para salvar a los animales de este mundo de esclavitud humana. "Mel sigue hablando de un mes?as que nos salvar? de nuestra miseria", dijo Blaise. Ella y Beatrice caminaron a trav?s del pasto por la pendiente hacia la sombra del gran olivo. "Nos elevar? de nuestro sufrimiento". "No s? t?, Blaise. A m? tampoco me va tan mal", dijo Beatrice, "teniendo en cuenta nuestras condiciones actuales". Tanto ella como Blaise estaban cargadas de embarazos. "Bueno, eso espero", dijo Blaise, "Como he dicho, nadie se mete contigo, ni con una silla de montar, ni con Stanley". "S?, pues obviamente esta vez lo hizo". "S?, esta vez", ri? Blaise, "pero s?lo porque t? lo quer?as". "?Y ahora m?rame! Sin embargo, fue agradable, como estoy segura de que lo fue para ti y Bruce". "Por favor, Beatrice, prefiero no insistir sobre el pobre y maravilloso Bruce. Es muy triste lo que pas?, lo siento". Bruce, una c?scara de su antiguo ser, estaba de pie cerca del tanque de agua en el corral de alimentaci?n detr?s del granero. "S?, por supuesto. Pero aparte de eso, pareces estar bien". "S?, bueno, te tengo como amiga, ?no?", dijo Blaise. "S?, ?qui?n dijo que s?lo los p?jaros de una pluma se juntan?" "El fin est? cerca", grit? la gallina amarilla mientras se escabull?a entre ellas. "M?s vale que tengan sus casas en orden, porque el fin est? cerca". "Es bueno que no seamos p?jaros entonces, ?no crees?" "Creo que Julius est? empezando a contagiarse de ti". "Hay cosas peores, supongo". "Blaise, est?s todo el rato con chocolate con leche, y adem?s cremoso". "Los peones me alivian el peso extra y la presi?n de la leche tan dulcemente. No s?lo eso, sino que es casi un masaje la forma en que se siente. Me hace cosquillas la forma tan suave en que me orde?an". "No sabr?a decirte", dijo Beatrice. "Imagino que es una molestia que no me importar?a tener, pero como caballo, como yegua, no molestan". Las dos amigas se detuvieron cerca de la sombra que ofrec?a el olivo. En medio del pasto se encontraba un gran animal desconocido en la ladera cercana a la valla trasera. Cuando sus ojos se enfocaron, ajust?ndose a la distancia y a la brillante luz del sol, vieron un jabal? de aspecto extra?o y posiblemente asilvestrado. Aunque era un Berkshire y t?picamente negro, con un anillo blanco alrededor del cuello, este jabal? era delgado, de unos 250 kilos, con una piel rojiza y blanqueada por el sol. Tambi?n ten?a un par de colmillos blancos que sobresal?an de su espumosa papada. Julius vol? y se pos? en las ramas del olivo. "Estamos salvados", grit? y se movi? entre las ramas. "?Mirad todos, estamos salvados, os digo! Estamos salvados. Ese cerdo tiene un plan y est? escrito en piedra". Mel sali? trotando del granero para saludar al jabal?. "?Esa mula est? trotando? R?pido, que alguien traiga una c?mara para que podamos ser testigos de la historia o de una teor?a de la conspiraci?n". Mel se encontr? con el jabal? en medio del pasto, no muy lejos de donde ?l hab?a estado una vez que la valla fue levantada a su alrededor. En el lado egipcio, el monje ermita?o del desierto del Sina?, San Antonio, miraba por encima de su hombro mientras desaparec?a entre la tela de los muros del desierto, sin ser detectado por sus vecinos musulmanes. "Blaise, creo que esos colmillos son un desperdicio". "No sabr?a decirte, Julius. Nunca he estado all?". "?Qu? eres, sabio?" "Bueno, yo creo que s?", dijo Blaise. "?No te casar?s conmigo, Blaise, o vivir?s conmigo en el pecado? Lo que trato de decir es que me gustar?a un poco de leche con chocolate, por favor". "Enseguida, se?or", dijo Blaise. "?Qu? te parece si nos cargamos a este antro y nos vamos volando juntos?" "Julius, est?s pasando por alto el hecho de que soy una vaca y una muy embarazada". "?Perd?n? No, no lo he hecho. La suerte ha querido que tengamos nuestro propio trabajador milagroso que acaba de caer en nuestro patio trasero. Ser?a negligente si no se lo llevamos a ?l. Quiero decir, si no puede parir un ternero y hacer que a una vaca le crezcan alas y vuele, ?qu? clase de hacedor de milagros es? Blaise, si t? no vuelas, yo tampoco. Pero si lo haces, te encontrar? en el otro lado de la luna. ?Qu? te parece eso, una luna de miel sobre la luna?" "Tengo miedo, Julius. Tengo miedo a las alturas". "?Dios m?o, yo tambi?n! Blaise, tenemos tanto en com?n. ?Te gustan las manzanas?" "S?, me gustan las manzanas y prefiero tener los pies en el suelo. Sin embargo, si alguna vez te cansas de volar, te cargar?". "Oh, t?, ni?a traviesa", dijo mientras presenciaban un milagro en marcha. "Bueno, ser? el t?o de un mono. Mira eso". En medio del pasto, Mel se hinc? sobre una rodilla y el jabal? se subi? a su espalda. Mel se enderez? para iniciar el viaje por la pendiente hacia el estanque. "Esa bestia ha soportado la carga de ese jabal?. Creo que lo que estamos presenciando aqu? es un milagro de proporciones b?blicas. Oiga, espere un momento. Esa mula se ha puesto detr?s del carro. ?Qu? diferencia hay? Ya conocemos esa vieja, repetida y gastada historia de todos modos. Bueno, al menos ahora podemos ir al grano y en 12 horas dar por terminado el d?a". Mel se dirigi? al estanque. Se inclin? y el jabal? se desliz?. "Bueno, Julius", dijo Blaise, "dijiste que Mel era fuerte para su edad y tama?o". "S?, lo dije, pero ahora para ser una mula de su edad y tama?o, es simplemente testarudo". Howard sali? de su chiquero y se meti? en el estanque para refrescarse al sol de la tarde. Mel dej? a los dos jabal?es y se dirigi? al pasto para pastar mientras permanec?a al alcance del o?do. "Mira", dijo alguien, "?est? caminando sobre el agua!". El jabal? de Berkshire se meti? en la parte poco profunda. "Oh, por favor", dijo Julius. "Nunca oiremos el final de esto". "?Supongo que tambi?n crees que es un milagro?" dijo Beatrice. Julius neg? con la cabeza. "Es un milagro que puedas pensar y hablar", dijo y mir? a Blaise. "Bueno, hablar de todos modos". Molly, la Leicester de la Frontera, mientras amamantaba a sus corderos gemelos, dijo: "?Quiz? devuelva a Bruce su antigua gloria?". "Puede que haga trucos y se saque un conejo del culo porque no tiene sombrero, y que haga caminar a los cojos, hablar a Beatriz y ver a los ciegos, pero devolver a Bruce a su antiguo esplendor, me temo que eso ocurrir? cuando los cerdos vuelen". "Seg?n el jabal? del granero, Jos?, los cerdos vuelan", habl? Beatrice. "Bueno, dah", dijo Julius. "Todo el mundo lo sabe. Joseph, que resulta ser el padre de nuestro reci?n llegado salvador Boris, tiene raz?n. Todo lo que tienes que hacer es morir. Y luego ir al cielo. Y, luego, para ganarse las alas, lo ?nico que hay que hacer es silbar una melod?a alegre y arrastrarse". "Bueno, entonces, tal vez pueda ayudar", habl? de nuevo Beatrice. "Es un milagro", dijo Julius y bati? las alas. "Vamos a preguntarle", a?adi? Beatrice. "No puede hacer da?o". "S?, claro, seguro que lo har? por la gloria de su padre que est? en el cielo". "?Pens? que Jos? era su padre?" "Es adoptado". El Gran Blanco se acerc? al intruso, con su hocico a una pulgada del hocico del Berkshire, casi toc?ndose a veces. "Primo", dijo Howard el Bautista. "No me beses", respondi? el jabal?. "Me pregunto si es completamente salvaje o s?lo la mitad". reflexion? Beatrice. "Me temo que la mitad que piensa", dijo Julius. "As? que eres t? quien ha vuelto", dijo Howard, "el s?ptimo cerdito del s?ptimo litro de Sal la Cerda, Boris, el enano del litro". "Soy quien dicen que soy". Howard bautiz? al cerdo, vertiendo agua turbia sobre la cabeza y los hombros de Boris, el Jabal? de Berkshire. "Protesto". "Creo que protestas demasiado". "Estoy libre de pecado". "Sigues siendo un cerdo. Adem?s, si piensas dejarte llevar de los colmillos por la mula, necesitar?s toda la ayuda posible. ?l es una mala noticia, pero dejar? que descubras por ti mismo lo estrecho que es el camino. Pero presta atenci?n a mi advertencia, no es hermano ni amigo del cerdo ni de ning?n animal". "Olvidas, amigo, que soy Aquel que fue enviado por mi Padre para salvar a todos los animales de granja domesticados del pecado y de una vida en cautiverio". "?A d?nde piensas llevar a tus pecadores, mes?as?" "A la libertad, al para?so que se encuentra entre las monta?as del Sina? y lejos de este lugar, la corrupci?n de la civilizaci?n". "Oh, por supuesto, el jard?n", dijo Howard incr?dulo. "Qu?date aqu? conmigo bajo las estrellas. No sigas a la mula ni al monje ermita?o, porque son ellos los que te llevar?n por el camino de la destrucci?n." "Es por ellos que estoy aqu?", dijo Boris, "para librarnos del mal". "?Qui?n te librar? del mal?" Cuando Mel se acerc? al estanque, Boris se coloc? a su lado. "Eres bueno y puro", dijo Mel, "m?s all? del pecado. Har?s bien tu trabajo". Mel mir? al Bautista. Luego se apart? para unirse a los dem?s. "Y la voluntad de tu padre", resopl? Howard. * * * Los dem?s animales, incluido Mel a estas alturas, se situaron bajo las ramas del gran olivo, al abrigo del sol, y observaron asombrados c?mo los dos jabal?es se embest?an, se empujaban, se daban cabezazos, se empujaban mutuamente, hasta que finalmente los reci?n bautizados se hartaron, se retiraron del estanque y se alejaron. Esa noche, por razones que s?lo conoce el moshavnik Perelman, separ? a la jersey de las dem?s y la coloc? en el establo con el jabal? reci?n llegado. Sin embargo, entre los jornaleros corr?a el rumor de que Perelman quer?a que los dos, la Jersey y el jabal? de Berkshire, se apareasen a pesar de que ella era una vaca ya fresca con un ternero, y ?l un cerdo, algo as? como que quer?a que la piel rojiza se le pegase a ella. "Oh, no me gusta que me llamen cerdo. Quiero decir, soy lo que soy, y me gusta lo que soy. Soy Boris el jabal?, el gran jabal?, salvador de todos los animales, grandes y peque?os. O al menos lo ser?. Por ahora, sin embargo, me conformar? con el Gran Jabal? del Oeste. Sin embargo, es el nombre del cerdo, y en lo que respecta a los cerdos, somos aborrecidos por muchos de la especie humana. La culpa de esto la tienen los humanos, por supuesto, y un hombre en particular por todo este asunto de los nombres. Oh, c?mo me gustar?a que nuestra especie en la tierra tuviera otro nombre, como b?falo. Siempre me ha gustado el nombre de b?falo o bisonte. Me imagino que la vida para nosotros ser?a muy diferente si fu?ramos b?falos. O gacela. ?No te parece un nombre precioso, gacela? Cerdos gacela, delgados, musculosos y fuertes, por supuesto, y capaces de salir al mundo con orgullo, sin miedo a levantar la cabeza". "Entonces Mahoma ya no ser?a amigo del cerdo". "S?, habr?a compensaciones. No deber?a quejarme, en realidad. Ll?menos como quiera, seguir?amos siendo cerdos a los ojos de muchos y odiados sin importar c?mo nos llamen. Podr?a haber sido peor, supongo. Podr?an haberle llamado cucarachas". "?Por qu? se peleaban t? y Howard?" Dijo Blaise. "No mucho despu?s de que te bautizara, los dos os peleabais, discutiendo". "?l dijo que era perfecto, y el cerdo m?s grande, pero yo, siendo quien soy, me defend?, porque soy el jabal? m?s grande". Si no se hubiera quedado dormida, Blaise habr?a estado de acuerdo. 4 Cuando caen los fetos del trasero de las vacas Mel camin? a lo largo de la valla, manteni?ndose al alcance del o?do de Levy y su amigo Ed, los dos jud?os ortodoxos de antes. Levy escuchaba un iPod con auriculares inal?mbricos mientras atravesaban el moshav. "?Vienen los americanos!" dijo Ed. "?Estamos salvados!" Levy respondi? con el iPod y los auriculares en la oreja. "Parece que Perelman podr?a estarlo". "?Qu? significa eso?" Levy se quit? el iPod. "Est? buscando vender el moshav". "?Vender el moshav? No puede hacer eso". "El ganado, quiero decir", dijo Ed. "Est? buscando vender el ganado, los cerdos, las cabras, las gallinas de todos modos". "?Los americanos vienen a Israel a comprar cerdos?" "Est?n en el mercado, s?, pero su verdadero inter?s es el ternero rojo. As? que, ya que est?n aqu?, por una cosa, tambi?n podr?an estar aqu? por la otra". "Ya veo. Los evang?licos de nuevo en su camino para salvarnos de nosotros mismos". "Son buena gente de campo", dijo Ed. "Por supuesto", dijo Levy, "fundamentalistas cristianos. ?Por qu? si no estar?an interesados en el ternero rojo?" "?Buena comida?" Dijo Ed. "?Perelman est? vendiendo la Jersey y su ternero?" "Creo que s?. Les interesa su resultado para nosotros y para ellos". Levy volvi? a colocarse los auriculares en los o?dos. Esa gente, o como se dice, 'esa gente'". Mel se detuvo al final del l?mite de la propiedad, donde las dos vallas llegaban a un punto en las esquinas de los postes. Los dos jud?os continuaron su camino m?s all? de la granja, siguiendo el camino hacia el norte. Esa noche Mel comparti? con el resto una visi?n que hab?a tenido de un sue?o y era una profec?a. "Veo hombres que llegan a la granja. Nos ofrecer?n la salvaci?n y el para?so en la tierra, pero lo que quieren es esclavizarnos de nuevo al yugo y cosas peores. Por lo tanto, debemos seguir a nuestro reci?n llegado salvador, Boris el Jabal?. ?l ofrece un curso de acci?n diferente, un nuevo futuro, y una direcci?n para nosotros. Debemos escuchar a Boris porque significar? la diferencia entre nuestra supervivencia o nuestra desaparici?n. Escuchad atentamente, oraremos sobre esto, pero seguiremos al gran jabal?, que es nuestro Se?or y Salvador". "Muy bien, Julius", dijo Dave desde el olivo al d?a siguiente. "?De qu? se trata todo esto?" "?Recuerdas a nuestro h?roe, ?Bruce, y las 12 “holstein” israel?es? Pues mira", dijo Julius y se?al? una amplia ala azul y dorada. En el prado, las “holstein” estaban soltando terneros, un ternero tras otro. "Bruce los conoc?a a todos", explic? Julius. "Como los fetos caen de los traseros de las vacas, el duod?cimo im?n, seg?n nuestros vecinos de la pen?nsula ar?biga o de la franja de Gaza, al norte, aparecer? o reaparecer? seg?n el miembro de la familia que sigan. No s?lo eso, sino que tambi?n veremos el regreso del propio Gran J. Pocos se dan cuenta de lo cerca que estuvieron. As? es, Jes?s acompa?ar? a su amigo el 12? Im?n, el Mahdi, cuando salga de un pozo. Sabremos la diferencia entre ambos porque, aunque los dos tendr?n narices prominentes, Jes?s ser? el tipo de pelo rubio, ojos azules y bronceado (los cristianos americanos han aterrizado, gui?o, gui?o)." Las “holstein” israel?es estaban a la vista de los regocijados musulmanes en la frontera egipcia, y de los americanos, parados en la carretera de la granja israel?. "Cuando los fetos caen de los traseros de las vacas", continu? Julius su cauteloso cuento, "en esta historia de hadas como en la del ternero rojo, se producir? el fin de la tierra". El problema, sin embargo, para los musulmanes, es que estos fetos respiran y dan patadas". Los evang?licos estadounidenses, al menos dos de ellos, hab?an llegado al lugar a tiempo de presenciar el espect?culo de los fetos que ca?an del trasero de las vacas, y luego el regocijo y los c?nticos emitidos por los extranjeros en una colina. El m?s joven de los dos era delgado y estaba en forma a sus 27 a?os y ten?a el cabello rubio y los ojos azules. El otro ministro ten?a 50 a?os, con el cabello casta?o de f?rmula griega, seco y enjuto, y ojos grises y secos. De 1,70 metros y fornido, nunca hab?a pasado hambre. Ambos llevaban camisas blancas de manga larga, abiertas por el cuello, pantalones oscuros y zapatos negros. Los israel?es que escoltaban a los dos ministros explicaron que se supon?a que era una se?al de la llegada, o del regreso, del duod?cimo im?n, el Mahdi, seg?n el bando al que pertenecieran. Sin embargo, estos fetos estaban vivos, y los estadounidenses fueron testigos del repentino fin del regocijo para ser sustituido por c?nticos mon?tonos antes de que los extranjeros de la colina desaparecieran en su pueblo. "Oh, bueno, mejor suerte la pr?xima vez, siempre digo", dijo Julius. "La buena noticia es que vivimos otro d?a- ?Fuiu!" "No entiendo", dijo Ezequiel. "Los fetos est?n cayendo. ?Por qu? este presagio no es una buena se?al?" "Oh, s? es un presagio, y una muy buena se?al para los que estamos vivos. Se supone que los fetos que caen del trasero de las vacas est?n muertos cuando caen al suelo. Cuando 12 de ellos lo hacen, por cierto, 12 de ellos caen muertos; as?, viene el Se?or, de la mano del Mahdi para patear el trasero de los infieles como los superh?roes sobrenaturales que son. Desgraciadamente, para nuestros fieles musulmanes, esos fetos se dan de bruces contra el suelo. Bien hecho, Bruce. Puros para todos". Antes de que los cabizbajos musulmanes se dieran la vuelta, presenciaron c?mo los infieles cristianos, como si estuvieran en el camino de Damasco, experimentaban convulsiones, rodando por el suelo de la risa. Los musulmanes maldijeron el suelo sobre el que convulsionaban los infieles. Una vez terminada la diversi?n, y cuando los estadounidenses recuperaron la compostura, vieron a dos jud?os ortodoxos que se dirig?an hacia ellos fuera de la granja para lo que ser?a un breve primer encuentro entre amigos con intereses comunes. "Shalom Rabinos, venimos en son de paz". "No somos rabinos", dijo Levy, con el iPod y los auriculares. "Soy el reverendo Hershel Beam", dijo el ministro mayor. "Este es mi joven protegido y ministro de la juventud de nuestra megaiglesia en Estados Unidos, el reverendo Randy Lynn. Somos cristianos". "Hola, soy Randy. ?Qu? est?s escuchando, 'The Yahweh Hill Song'? Es sobre Jes?s, ?sabes?" Ed, el amigo de Levy, mir? a su amigo Levy. Levy se sac? los auriculares. "Chopin", dijo. "Polonesa op. 53 en la bemol mayor, heroica". Una obra que compuso en la cima de su capacidad creativa, y durante su relaci?n amorosa con la novelista francesa George Sand". "Me alegro de haberte conocido", dijo Ed. Levy y ?l asintieron, se quitaron el sombrero y se despidieron. Volvieron a la carretera y continuaron su camino. "?Dijo George Sand?", pregunt? un confundido ministro de la juventud. "?Chopin era gay?" "No, no", se ri? el reverendo Beam. "No empieces a morderte la mano, Randy. George Sand era una mujer". "Uf, eso espero", dijo el reverendo Randy Lynn. "Aunque es un nombre curioso para una mujer. Pero espere, ?pens? que hab?a dicho que George Sand era una novelista?" "Randy, ella era una novelista francesa". "Oh, claro, una de esas personas. D?jame ver si lo he entendido bien. ?Est? escuchando a Chopin, un pianista polaco que estaba enamorado de una novelista francesa, una mujer llamada George?" "Hasta ahora, todo bien", dijo el reverendo Hershel Beam. Bienvenido a Israel". Habr?a pensado en 'El violinista en el tejado' tal vez, algo m?s cercano a casa". "S?, se podr?a pensar", estuvo de acuerdo el reverendo Beam. 5 Reglas para vivir seg?n los catorce pilares de la sabidur?a Con la llegada de la maquinaria agr?cola moderna y sin estar ya esclavizados al yugo y obligados a tirar del arado o de la trilladora, los animales del valle, en esta franja de tierra empujada contra la frontera egipcia, vivieron tranquilamente durante todo el tiempo que se puede recordar, incluso c?modamente como podr?a hacerlo cualquier animal, teniendo en cuenta sus circunstancias. Hicieron lo que la mayor?a de los animales domesticados hab?an hecho siempre, que era esperar. Un d?a, mientras esperaban, porque segu?an siendo el alimento de los humanos, y temerosos de lo desconocido y de la oscuridad, y de los rel?mpagos que brillaban misteriosamente en un cielo que, por lo dem?s, era oscuro, cuando los truenos estallaban y hac?an temblar el suelo sobre el que estaban congelados por el miedo, los animales empezaron a hacerse preguntas. "?De d?nde venimos?" "?Ad?nde vamos cuando morimos?" "?De qu? se trata todo esto?" A lo que uno u otro animal, siempre de inteligencia superior, intentaba explicar los or?genes de la vida, de c?mo hab?an llegado a estar donde estaban ahora y a d?nde iban. Era una historia que se desarrollaba con reglas que deb?an cumplirse si un animal quer?a ser recompensado con una vida despu?s de la muerte en un campo de tr?boles, un jard?n por as? decirlo. As? que, a lo largo de los a?os, varios ancianos, normalmente los cerdos, se encargaron de responder a estas preguntas y empezaron a contar historias y a crear reglas que transmitieron a los animales que vinieron despu?s, creando leyes que todos deb?an seguir. Una de estas colecciones de sabidur?a animal transmitida a trav?s de las generaciones fue Reglas para vivir, los Trece Pilares de la Sabidur?a. Mel entr? en el granero, que era el santuario, con los dos Rottweiler, Spotter y Trooper de la granja. Mel anunci?: "Os traigo buenas noticias. Jugad, retozad y holgazanead en las orillas del estanque, el mismo estanque del que bebemos. Especialmente los cerdos entre nosotros, porque esta es su tierra, y Mahoma es nuestro amigo". "Puede que sea vuestro amigo, pero no es nuestro amigo", dijo Billy St. Cyr, la cabra de Angora. "Si los cerdos no fuesen tenidos en tan alta estima, tal vez el Profeta y sus seguidores nos prestar?an menos atenci?n al resto", dijo Billy Kidd, la delgada cabra boer marr?n y fuego. "Este es el plan del Se?or, y nuestro Mes?as, Boris, que est? descansando, ha salido de las monta?as del Sina? para liberarnos de nuestro actual estado de existencia". "?Pero no es grande el hombre porque est? hecho a imagen y semejanza de Dios?" "La belleza est? en el ojo del que mira; por lo tanto, el hombre es bello, hecho a imagen de Dios. Por lo tanto, el hombre es piadoso". "Entonces, ?por qu? hemos de ser liberados de nuestro estado actual?" "Estamos retenidos por aquellos que no tienen el favor de Dios ni est?n hechos a su imagen". Julius grit? desde las vigas: "Siento discrepar y encuentro que la premisa de tu argumento es err?nea. ?Qu? es la imagen de Dios? ?Qu? prueba emp?rica tenemos de que Dios no est? hecho a imagen y semejanza del hombre? Ning?n hombre o bestia entre nosotros reconocer?a al escurridizo Dios del cielo y de la tierra si estuviera a su lado o en una rueda de reconocimiento." "La tierra es plana y punto", cant? una manada de gansos. "Oye", dijo Julius, "?qui?n ha dejado entrar a esos perros aqu??". Spotter y Trooper gru?eron ense?ando los dientes. Julius los mir? con sus ojos negros. "?Y esa mula cochambrosa?" "Somos animales. Todos los d?as somos tentados por Satan?s para abandonar nuestra relaci?n con el hombre, y por lo tanto, con Dios. No nos corresponde cuestionar el camino del Se?or. Al hacerlo, debes ser un portavoz de la desesperaci?n, pose?do por el mal entregado en nombre de Satan?s", as? habl? Mel. "Eso es conveniente", replic? Julius. "Eres el mal personificado", dijo Mel. "Lo s?", dijo Julius, modestamente. "Me lo dicen mucho". "No eres uno de nosotros", dijo Mel en beneficio de los dem?s animales reunidos para la oraci?n de la tarde. "Eres una mascota de la casa liberada de una guarida de pecado, soltada sobre los inocentes para atormentarlos y burlarse de ellos hasta la desesperaci?n, pero no escuchan ni siguen". "Oh, caramba, no ten?a ni idea de que tuviera tanta influencia sobre vosotros". "No puedes obligarnos, porque estamos revestidos de justicia, protegidos de los males de Satan?s, y de ti, as? que ay?danos, Dios". "No puedo llevarme todo el m?rito. Quiero decir, ?d?nde estar?a yo sin ti, t? con tu miedo y tu aversi?n, y yo, yo con mi alegre disposici?n?" "No nos corromper?s ni nos enga?ar?s", dijo Mel. "No somos ovejas, despu?s de todo. No te ofendas". "No nos ofende", balaron tres ovejas al un?sono. "Bueno, ?no est?is llorando? No dej?is que os detenga". Mel dijo a los reunidos que los cerdos entre ellos eran vistos como sagrados por sus vecinos musulmanes, y que recordaran, y repiti?, que Mahoma era su amigo. En la pared del fondo, y a lo largo de toda la pared, hab?a garabatos en tiza sobre tablones de madera que dec?an "Reglas para vivir", los Trece Pilares de la Sabidur?a. Mel dirigi? el recital de los Trece Pilares de la Sabidur?a, como hac?a cada noche, mientras los dem?s animales lo segu?an. "1: El hombre est? hecho a imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, el hombre es santo, piadoso.” "No se puede discutir este hecho", afirm? Mel. Todos los animales presentes parec?an estar de acuerdo. Stanley dijo como todas las noches: "Los humanos s?lo tienen 10, ?pero nosotros tenemos 13? No puedo recordar tantos. Ni siquiera puedo contar hasta ese n?mero". Mel, como cada noche, ignor? al caballo. Julius dijo: "Desgraciadamente, esta mula no se asust? y dej? caer una o tres tabletas al bajar de la monta?a. Ni siquiera cuando un arbusto ardiente pronunci? su nombre, ?qu? descaro!". Mel tambi?n ignor? al loro y reanud?. 2: “Nos humillaremos ante el hombre". Stanley resopl? y dio un pisot?n. Levant? la cola para arrojar un mont?n de esti?rcol. Algunos se horrorizaron, pero como hab?a ocurrido en su caseta, y no en el santuario, no era un pecado. Al d?a siguiente, los jornaleros tailandeses y chinos, al ser s?bado, limpiaban los establos de todos modos y pon?an el esti?rcol en la pila de abono detr?s del establo. Independientemente del d?a que fuera, la mayor?a de los jornaleros extranjeros cuidaban de los moshavim y de los animales de granja de los alrededores, como hac?an con los animales de este moshav. 3: “El granero es tierra sagrada, un santuario, donde ning?n animal orina o defeca; donde todo es sagrado;” 4: “El hombre es nuestro creador y nuestra salvaci?n. El hombre es bueno". "Creo que sabemos qui?n escribi? su material", dijo Julius, sacando un pincel de su pico mientras sosten?a otro en su garra izquierda. 5: “No comeremos donde defecamos;” 6: “No defecaremos donde recemos;” 7: “No comeremos nuestras heces ni nuestras cr?as". Una gallina cacare? a sus hermanas: "Estas reglas son imposibles". 8: “Servimos al hombre con gusto para nuestra supervivencia". "S?, lo hacemos", graznaron tres patos. "?l regatea nuestros precios", dijo un cerdo, "?y qu??" "A m? me parece una mierda", dijo otro cerdo, y los cerdos j?venes se rieron. 9: “Porque sin el hombre, estamos perdidos". Mel mir? fijamente al alborotador. Mel lo conoc?a a ?l y a su familia, una panda de cerdos. Mel continu?, 10: “Gracias a Dios por el hombre; agradecemos al hombre por el animal, grande y peque?o, m?s alto y m?s bajo de nosotros;” 11: “Ning?n animal comer? la carne de otro animal, grande o peque?o, superior o inferior entre nosotros". "Ning?n cerdo puede vivir s?lo de bazofia", dijo una cerda. Mel mir? a la cerda. No quiso detener el recital. Era una cerda. "El hombre preciado come la carne animal," dijo otro cerdo, un porker, y no con mucho tiempo en este lugar, pero listo para un boleto de ida a Chipre. Mel detuvo el recital. "Usted es un profeta, mi amigo". Record? a la congregaci?n que el grano se a?ad?a para complementar la bazofia nutritiva ya enriquecida con vitaminas con la que el moshavnik Perelman alimentaba a los cerdos y que conten?a suficientes prote?nas para satisfacer las necesidades de los animales. "Est?n bien alimentados, mucho mejor que cualquier otro cerdo de la regi?n". "Somos los ?nicos cerdos de la regi?n". "Por lo tanto, sois unos privilegiados, y Mahoma es vuestro amigo". "Qu? vida tan maravillosa llevamos", dijo la cerda. "Cierto", dijo el cerdo, "como en el para?so". "?Y nosotros?" se quejaron Trooper y Spotter. "?No os cuidan y os alimentan generosamente?" "S?, padre", dijeron y se inclinaron. "Para todo hay una estaci?n. Para cada perro un hueso. As? que girad, girad y haced piruetas por vuestro hueso". Los perros se volvieron, giraron e hicieron piruetas por un hueso. "No me cuestionen ni mis motivaciones". Mel no dio a los perros un hueso. En su lugar, Mel reanud? el recital con, 12: “No permitiremos que nos cubran de barro.” La gallina de plumas amarillas cacare? y se escondi? detr?s de las otras gallinas entre las ovejas. 13: “Honraremos a nuestros santos y m?rtires". Mel termin? el recital; sin embargo, continu? con su serm?n. "Cuando estamos fuera, se nos impone", sermone?, "cubrir nuestros desechos, para no llevar excrementos a nuestra casa de culto. Se nos deja nutrir la tierra que cultiva el grano, y la hierba que a su vez nos nutre a nosotros". Los animales estuvieron de acuerdo, s?, s?, por supuesto, eso ten?a sentido. "Marcaremos nuestras peque?as y cortas vidas en esta tierra, y respetaremos y honraremos a aquellos que nos gu?an a trav?s de la oscuridad de este mundo, y del reino animal en general, m?s all? de nuestra granja, para que entremos en el reino de Dios para ser pastoreados por ?l". "S?, s?", cantaron alegremente los animales. Mel continu? su serm?n: "Y los que se revuelcan en el barro morir?n en ?l". La gallina levant? la cabeza: "Barro". Se escondi? en la c?lida lana de las ovejas. A los cerdos j?venes no pareci? importarles. "Cualquier animal que se vea cubierto de barro ser? considerado un hereje". "Es tan mulato", dijo Julius, "qu? alboroto". "No te dejes ver con el cerdo hereje de la gran herej?a ni permitas que la bestia te eche barro y agua sobre la cabeza o t? tambi?n ser?s un hereje. Os traigo la buena noticia de que todos somos elegidos como hijos de Dios en compa??a de los humanos que nos protegen y alimentan. Entonces alim?ntate de nosotros, porque este es el camino del Se?or, el camino de la vida, nuestra vida, tal como est? escrito y se ha transmitido a trav?s de los tiempos. En una visi?n, vi c?mo nos conduc?an desde nuestra condici?n actual hacia la libertad". "S?, es la parte en la que se alimentan de nosotros la que asusta a todos los animales de la granja para que acudan al gran Mel, el Mulo", dijo Julius. "Funciona siempre". "Arder?s en el infierno". "As?, dice la mula". "Anarquista ateo", dijo Mel. "Anarquista malvado", dijo Julius y se dirigi? a los animales de abajo en el santuario del granero. "Usad vuestros cerebros. Pensad por vosotros mismos. S?, somos animales, pero por favor, seguro que podemos pensar por nosotros mismos, y forjar un camino en la vida." "Ustedes no est?n entre nosotros". "Escucha", dijo Julius, "la mula predica el miedo, el odio y la superstici?n". "?Qu? significa, aborrecimiento?" Dijo uno de los animales. "No eres uno de nosotros". "S?, sois animales domesticados, pero eso no significa que teng?is que ser un reba?o". Mel dijo: "?No hay nada sagrado?" "S?, nada", afirm? Julius. "No hay nada sagrado". Aqu? lleg? el Ratoncito Lengua, correteando por una de las vigas sobre el santuario del granero con el cerdo capitalista, Ratoncito en estrecha persecuci?n. Ratoncito Lengua era un comunista que cre?a que todo deb?a distribuirse equitativamente siempre que todo pasara primero por ?l. Ten?a una voz aguda y chillona, y nadie pod?a entender nada de lo que dec?a. Al cerdo capitalista, Ratonero, no pod?a importarle menos la filosof?a pol?tica del Ratoncito Lengua sobre la econom?a. S?lo quer?a comerse al peque?o bastardo. "L?rgate, peque?a rata", dijo Julius mientras ?l y los cuervos se posaban en otra viga. "No soy una rata", grit? el Ratoncito Lengua. "Soy un rat?n". "?Qu? ha dicho?" dijo Dave. "Chillido, chillido, algo as?", dijo Ezequiel. "No s? rata". "No soy una rata", chill? Lengua de Rat?n al pasar por delante de ellos. "Bueno", dijo Ezequiel, asintiendo hacia el rat?n, "?antes de que el gato se lleve al lengua?". "Oh, no, gracias", dijo Dave. "No podr?a comer otra cosa". El Rat?n Lengua era tambi?n un ateo que, cuando no era perseguido por las vigas por el cerdo capitalista, en ocasiones defecaba sobre las vigas y se complac?a haciendo rodar sus peque?os excrementos por el borde, dej?ndolos caer donde pod?a en el suelo consagrado de abajo, donde nadie se enteraba, excepto las gallinas que no se lo dec?an a nadie. Estaban felices de limpiar en la casa. Por lo que Mel sab?a, estaban siguiendo las reglas n?mero 5: "No comeremos donde defecamos"; y n?mero 6: "No defecaremos donde rezamos". Cuando Mel llam? a todos a la oraci?n, las gallinas y los patos se colocaron en posici?n y las ovejas se colocaron detr?s de ellos. Los cerdos se dispersaron por el santuario y cayeron postrados sobre la paja, qued?ndose muchos de ellos dormidos donde estaban. "Bueno, al menos esos cerditos no son una piara", dijo Julius. Blaise y Beatrice observaron en silencio desde la seguridad de sus establos, al igual que Stanley, masticando su bolo alimenticio. Las ovejas apretaron sus hocicos entre s?, y de lado a lado, de adelante a atr?s, se abrieron en abanico detr?s de las gallinas y los patos del santuario. Mientras Mel dirig?a a la congregaci?n en la oraci?n, los Luzein y los Border Leicester doblaron sus patas delanteras y se arrodillaron, pero sus patas traseras permanecieron erguidas mientras rezaban a Dios para que los librara del mal. "?Saben lo que estoy pensando?" Julius dijo a Ezequiel y Dave. "?Hora de dormir?" Dijo Ezequiel. "Pastel de pastor", dijo Julius mientras las colitas blancas de las ovejas se mov?an felices. "No s? por qu?. Hac?a mucho tiempo que no com?a pastel de pastor. ?Has comido alguna vez pastel de pastor?" "Hemos comido pastel de carne", dijo Dave. "S?", dijo Ezequiel, "y bud?n de ciruelas". "Mm, el ma?z, el pur? de patatas, eran mis favoritos, pur? de patatas que puedes chupar a trav?s de una pajita. A veces se a?ad?an guisantes y zanahorias, y esas cebollitas perladas. Sin embargo, nunca me gust? el cordero o la vaca molida. Tengo amigos". "Que el Se?or est? contigo", concluy? Mel. "Y contigo", respondieron los animales dom?sticos. Todos los corderitos y los cerditos, los patitos y los pollitos, se reunieron a los pies de Mel. Quer?an escuchar la historia de c?mo hab?an llegado al lugar del mundo en el que se encontraban. "En el principio, el hombre estaba erguido en el Jard?n del Ed?n. Se despert? y se encontr? en un mont?n de esti?rcol y sali? a saludar el d?a. Se llamaba Ad?n. A medida que pasaba el tiempo, se aburr?a cada vez m?s, se sent?a solo en el para?so. Pidi? a Dios que le enviara un amigo, un compa?ero, alguien con quien pudiera jugar. As?, Dios, siendo el generoso y ben?volo Padre amoroso de todas las criaturas, grandes y peque?as, cort? de la caja de costillas de Ad?n, una mujer cuyo nombre era Eva. Una vez sobre sus pies, se aplic? barro y esti?rcol a la herida abierta de Ad?n para detener la hemorragia. Como Ad?n era mayor, el primog?nito, y pesaba m?s, gobernaba todo el Ed?n. Ad?n era un hombre bueno, un hombre sabio, el padre de todos nosotros, que un d?a, al ser preguntado por Dios, nombr? a cada uno de nosotros mientras nos pinchaban y desfilaban". "?Vaya, eso es incre?ble! ?La cebra?" "S?, la cebra". "?Y el escarabajo tambi?n?" "Bueno, el escarabajo es un insecto, pero s?". "?Y la comadreja?" "Debes referirte al loro", dijo Mel, pero nadie se ri?. "?Y el dingo australiano?", resopl? uno de los cerdos m?s j?venes. Mel sab?a que se trataba de una intenci?n maliciosa. Se acordar?a de este cerdo. "?Y la oveja?", dijo un Border Leicester. "?Y tambi?n le puso nombre a la oveja?", dijo su amiga de Suiza, una Luzein, y algo de raza rara. "S?", dijo Mel con lo que era lo m?s parecido a una sonrisa que pod?a hacer, teniendo en cuenta que era una mula. "Y Adam tambi?n le puso nombre a la oveja". Mel sab?a que esto era bueno, con toda la buena intenci?n, ya que se trataba de ovejas. Eran de diferentes razas, sin embargo, las dos razas dominantes en el moshav eran la Luzein y la Border Leicester. La Border Leicester ten?a una cabeza lisa y sin pelo, de color rosado, con orejas erectas y una larga nariz romana, con una lana larga, rizada y lustrosa que era un producto muy codiciado, utilizado sobre todo para hilar a mano y otras artesan?as. Aunque las Border Leicester eran una raza de lana larga y pesada, el reba?o se adaptaba bien al entorno ?rido y al paisaje escarpado de los alrededores. Aunque de tama?o similar, las Luzein, llamadas as? por la peque?a ciudad donde se origin? la raza en Suiza, sus orejas, aunque puntiagudas, colgaban a ambos lados de la larga cabeza. Las Luzein se ergu?an sobre sus patas y eran muy vivaces. Tambi?n ten?an rasgos finos, con una cabeza larga y sin vell?n y un vientre sin vell?n. Las Luzein eran muy apreciadas por su fuerte instinto maternal, una importante cualidad para cuidar y proteger a sus cr?as. Mel continu? la historia de la ca?da en desgracia del hombre cuando fue tentado por la hechicera Eva, que le dio de comer la manzana del ?rbol del Conocimiento, que no pod?an conocer. Pero Dios sab?a, conociendo que era una mujer, que no aceptar?a un no por respuesta. As?, ella guio a Ad?n, y comieron las deliciosas manzanas del ?rbol del Conocimiento. Dios les llam? y les hizo responder por sus indiscreciones prohibi?ndoles la entrada al jard?n para siempre. "En ese momento se les oblig? a esconder su verg?enza en pieles de animales y ya no pudieron vivir ?nicamente de los frutos y las plantas. Ahora estaban hechos para matar o ser matados y alimentarse de la carne de los animales". "Oh, qu? terrible", gritaron los animales y escondieron la cabeza. "Esta es la sabidur?a de Dios, porque ?l es sabio", dijo Mel. "Esto ha hecho que los animales de todo tipo florezcan y vivan entre la humanidad sobre la faz de la tierra. Donde est?n los humanos, estamos nosotros. Nuestra relaci?n con el hombre y el hecho de que el hombre nos alimente y se alimente de nosotros es lo que hace que el mundo gire. Es el plan de Dios y estamos en sus manos". "?Por qu??", pregunt? un mequetrefe, un cerdito. "?La tierra es plana y ya est?!", gesticul? la gansa. "Era para ver si se pod?a confiar en el hombre y alejarlo de la tentaci?n, pero fracas?. As?, el hombre y la mujer fueron expulsados del para?so y se les hizo sangrar y sentir dolor y hambre, y desde ese d?a hasta este, desde entonces a cazar y comer carne de animales." Los animales m?s j?venes corrieron y se escondieron mientras las gallinas volaban hacia las vigas. "Oh, pero agradecemos al hombre su ca?da en desgracia porque nos ha permitido florecer y multiplicarnos y ser cuidados y mantenidos a salvo y alimentados por el hombre hecho a imagen de Dios". As? termina la palabra de Dios. Salid ahora y multiplicaos porque es vuestro deber servir a Dios y al hombre". "Si no suena como el loro de alguien, no s? qui?n lo hace". dijo Julio a los cuervos, pero ?stos no respondieron. Estaban dormidos. Cuando termin? el servicio, tanto Blaise como Beatrice estaban dormidas de pie, con Beatrice roncando ligeramente. En un corral cercano, Molly y su amiga Praline, ambas l?deres de sus respectivos reba?os, y no propensas a tal fervor religioso, tambi?n estaban dormidas, acurrucadas c?lidamente juntas en su parte del establo, donde, una vez que la euforia desapareciera para permitirles dormir, las otras ovejas acabar?an encontrando su camino. Praline sent?a curiosidad por la mayor?a de las cosas que la rodeaban. En ciertos momentos como ?ste, cuando estaba presente, a menudo ten?a preguntas, pero siempre pensaba lo contrario y no preguntaba. Si Adam nombraba a las ovejas, ?no nombraba tambi?n a todas las razas de las que ella conoc?a al menos cuatro, incluidas las cabras Boer y Angora de la granja? La pregunta era sencilla y ella supon?a que la respuesta era igual de sencilla. ?Ad?n nombraba todas las razas de animales? Alg?n d?a supo que sabr?a la respuesta. Alg?n d?a supo que har?a la pregunta. Joseph, el anciano jabal? del establo, de 12 a?os y 900 libras, estaba postrado en una esquina del santuario con un peque?o grupo de cerditos. "Y 100 cerditos vuelan y se posan en la cabeza de un alfiler". "?Qu??", dijo uno de los cerditos, "?100 bolas de mierda? ?Dijo que se pod?an enrollar 100 bolas de mierda? ?De qu? est?s hablando, viejo jabal? loco?" "?ngeles, mi querido muchacho, ?ngeles", respir? el mayor. "Peque?os ?ngeles-cerditos vuelan alrededor de la cabeza de un alfiler mientras cientos, incluso miles, se posan en la cabeza del alfiler. Esto es el cielo". "No, esto es una locura", dijo otro joven cerdo. "Eres un viejo jabal? loco". ?l y sus amigos se rieron y se alejaron. Las orejas de Mel se agitaron. No le gust? el tono que los cerdos j?venes hab?an adoptado con Jos?, el mayor. Al d?a siguiente hab?a Catorce Pilares de la Sabidur?a, con lo siguiente garabateado con tiza en la parte inferior de los tablones de madera, "14: Honra a tus mayores, porque han luchado mucho para sobrevivir al plato de comida hasta la vejez". 6 El Duelo de Banjos Boris era una especie de novedad, una curiosidad, y dondequiera que Boris fuera los otros animales se aseguraban de seguirlo. Un d?a lo siguieron hasta el corral de engorde, detr?s del granero, donde se encontraba Bruce, apoyado en un poste de la valla, cerca del dep?sito de agua. Howard el Bautista estaba a la sombra de la higuera junto al estanque y advert?a a los animales que estuvieran atentos a la posibilidad de merodeadores en la noche. "Ignoren al blasfemo", dijo Mel desde el santuario del granero. "Es el hereje de la gran herej?a. S?guelo y seguramente lo seguir?s directo al infierno". La gallina amarilla sali? corriendo del granero agitando sus plumas amarillas. Corri? hacia el corral gritando: "?El fin est? cerca! ?El fin est? cerca! M?s vale que tengan sus casas en orden. Buenos d?as, rabino", cant? junto a Boris en la pila de abono al otro lado de la valla. Pronto la seguir?a un ?xodo masivo del granero. Era s?bado y no se ve?a a ning?n jud?o, ni siquiera al moshavnik Perelman. Juan e Isabella Perelman no siempre observaban el Shabat, sino que sol?an viajar o, al menos, no sal?an a trabajar en la granja. Los jornaleros sol?an aprovechar la paz y la tranquilidad del s?bado, pero sab?an que, independientemente de la ocasi?n, cuando hab?a que trabajar, les correspond?a hacerlo. Hoy no fue una excepci?n. Revoltosos como siempre, una docena de cerdos de diez meses estaban separados, recluidos en un corral con una rampa de carga junto al granero. M?s ansiosos y nerviosos que de costumbre, teniendo en cuenta que era el s?bado, los cerdos se agitaban bajo la valla, chillando todo el tiempo que algo estaba terriblemente mal, que algo horrible estaba a punto de suceder, pero no sab?an qu? ni cu?ndo. Tampoco se ve?a a los jornaleros y esto tambi?n asust? a los cerdos acorralados, y a todos los animales de la granja. Asustados, acudieron a Boris, el jabal? de Berkshire, y al Mes?as. Cuando Boris vio que las multitudes ven?an corriendo hacia ?l, se sent? junto a la pila de abono y supo de d?nde vendr?a su pr?xima comida. Se reunieron a su alrededor en un semic?rculo. Separado como estaba de las masas por una valla de tierra, las masas no pudieron besar sus patas de cerdo. En su lugar, gritaron: "?Oh, querido Se?or! ?Qu? significa todo esto, rabino? Ens??anoslo". Mientras los dem?s se reun?an, los cerditos, y hab?a muchos, con tres camadas recientes que se un?an a la poblaci?n general de cerdos, porque los cerdos cada tres meses, tres semanas y tres d?as produc?an nuevas cr?as, se postraron a los pies del gran jabal?. A continuaci?n, cayeron los cabritos, las cabras de Angora y Boer. Muchos de los corderitos reci?n nacidos estaban con sus madres mientras pastaban por las laderas a la sombra de los olivos o en el granero, donde la mayor?a de las aves pasaban las tardes lejos de los cerdos y otros animales de la granja. Excepto Stanley. Estaba en el granero comiendo grano del comedero de su caseta. Boris abri? la boca para ense?ar, y esto fue lo que el sabio instruy?: "Benditos sean los animales de la granja, altos y bajos, grandes y peque?os, porque son pobres, y los pobres ser?n recompensados en el cielo". Sally, la Cerda, apareci? de entre la multitud de animales con su ancho de lechones nuevos bajo la pezu?a de su m?s reciente camada para hablar con su hijo, Boris, el enano de su s?ptima camada. "T?, hijo m?o, has hecho bien en sobrevivir y prosperar. Te lo agradezco. Al principio, no quer?a que te llevaran, tan lejos y en esa direcci?n". "Soy el hijo de Aquel que no ves ni conoces, pero que yo conozco. No es m?s que una cerda", dijo a los animales reunidos. "Yo soy el hijo del cielo. Vete, cerda, y no camines m?s". Ezequiel y Dave se posaron en las ramas de la higuera que daba sombra a Howard cerca del estanque. "Bienaventurados los que lloran, porque ser?n consolados, porque en el para?so, que est? en el cielo, no se corta jam?s la carne de ning?n animal para alimentar a las criaturas celestiales". Los animales se alegraron y todos estaban contentos. No as? los musulmanes, que se encaramaron en la cresta de la aldea con vistas a la granja israel? y a los animales de abajo. "Porque este es el regalo de Dios a los que sufren por la justicia", dijo Boris. "Recuerda que nadie come en el cielo; por tanto, nadie defeca". "Rabino, ?debemos esperar al cielo para ser recompensados?" "No nos corresponde cuestionar el camino del Se?or", reproch? otro. "Y hasta que los pobres entren en el reino de los cielos, primero heredar?n la tierra". "?Ni ellos, dec?s, rabino, fornican? Quiero decir, ?procrear en el cielo?" "No hay pecado de la carne en el cielo. En el reino de los cielos, vivimos en paz, el cordero junto al le?n, la cabra junto al lobo." "?Qu??", dijo Billy St. Cyr, la cabra de Angora, a la que hab?a que esquilar pronto, sobre todo ahora, en pleno verano. "Y el p?jaro anidar? con el caim?n". Los animales corrieron hacia Howard el Bautista. "Bueno, ah? lo tienen", dijo Dave. "Supongo que estamos bendecidos porque mencion? animales de la naturaleza". "?Quieres acostarte junto al cocodrilo?" "No, gracias. Tampoco quiero abrazar a una serpiente", dijo Dave. "No, gracias, Boris", dijo Ezequiel. "Tampoco quiero acostarme con el jabal?, no sea que ronque". "Se rumorea que lo hace, seg?n Blaise". Howard dijo: "Esto no es nada. Nada m?s que el mal, propiedad de Satan?s y operado por ?l, y nuestras vidas en este plano maligno deben terminar lo m?s r?pido posible, para que podamos entrar en el mundo de Dios. El mundo de Dios es el verdadero mundo y el dominio de nuestro Dios Creador. Todo lo dem?s pertenece a Satan?s, incluido el granero en el que muchos de vosotros ador?is". Boris dijo: "Tan cierto como que camin?is sobre cuatro patas, yo soy el camino. En la casa de mi padre hay muchas pocilgas. Por m? entrar?is en el cielo, porque yo soy el camino, la luz, la verdad". El Bautista dijo: "Una verdad". Boris dijo: "La verdad". El Bautista dijo: "Sem?ntica". Boris dijo: "La ?nica verdad que necesitar?s. As? como los r?os sangran en la primavera, yo soy la calma en la tormenta, el faro para iluminar tu camino a trav?s de la oscuridad de este mundo." "Te refieres al tocino, ?no?", dijo una cerda y sonri?. Boris la ignor?. En el estanque, Howard el Bautista verti? agua sobre el hocico de una cerda. Dijo a los presentes: "Sois animales. Sois inocentes. No necesit?is un granero para adorar. Llev?is la verdadera religi?n dentro de vosotros. No est? en este mundo ni en este lugar ni entre las paredes del granero. La ?nica estructura digna de albergar el conocimiento de la verdadera religi?n eres t? mismo, porque se encuentra dentro de ti. La verdad es tu contrapeso contra estas otras tonter?as y los males de este mundo que nos esclavizan para la matanza y la alimentaci?n del amo de los esclavos. La verdadera religi?n est? en tu coraz?n. Te prepara para entrar a trav?s de m?, tu Prefecto, en el reino del cielo que fue hecho por nuestro ?nico y verdadero Dios para nosotros, el bien." Howard el Perfecto de la ?nica y verdadera religi?n recit? entonces el Padre Nuestro. Cuando dijo: "Gracias, Se?or, por nuestro pan de cada d?a", los cerdos, omn?voros todos ellos, se lanzaron y comenzaron una estampida de vuelta a Boris, su ?nico y verdadero Mes?as, seg?n Mel, su l?der espiritual en la tierra o en esta granja, y lejos de Howard el hereje, seg?n Mel. Mel, de pie en las sombras del toldo del granero, se alegr?. "El puro de coraz?n se menea en el barro", dijo Mel a sus dos secuaces, los Rottweilers Spotter y Trooper. Observaban desde el suelo del granero c?mo Howard segu?a bautizando a los lechones, las cabras y algunas aves en el barro y el agua del estanque. "Cerdos testarudos", dijo Mel. "Son unos ilusos. Creen que est?n haciendo la voluntad de Dios. Elige, dos idiotas hablando de un buen juego. Tontos los dos, pero uno habla mi juego mientras que el otro no tiene importancia. Podemos soportar el uso de un cerdo mascota". El cerdo mascota de Mel continu? su ense?anza: "Bienaventurados el cordero manso y el cabrito, la hija y el hijo de la oveja y la cabra, porque ellos heredar?n la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de verdad y de justicia, porque ellos ser?n colmados de justicia y de verdad. Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendr?n misericordia y ser?n abundantes en el cielo. Bienaventurados los puros de coraz?n, porque ellos ver?n a Dios al entrar en el reino del para?so, que est? en el cielo. "Bienaventurados los que son pastoreados por el hombre justo, el cristiano, porque son genuinamente los verdaderos hijos de Dios, y ser?n llamados como tales, y sus pastores piadosos. Bienaventurados los que son perseguidos, se?alados para la matanza por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Por causa de la justicia, dejaos ingerir, digerir y descansar bien, porque la vida eterna en el cielo se os da por el tracto digestivo del hombre justo, el cristiano. Porque, as? como el buen pastor deja esta tierra al morir y entra en la vida eterna en el cielo, vosotros tambi?n entrar?is en el cielo a trav?s del intestino del cristiano justo." Corrieron hacia Howard. "Cuidado con los dem?s", llam? Boris tras ellos. "Los jud?os, los musulmanes, los falsos profetas, porque no pod?is entrar en el para?so por las entra?as del infiel". "Dios m?o, ?me est?s tomando el pelo?", dijo Dave, en lo alto de las vigas. "No", exclam? Ezequiel. "?Te est? cagando!" Howard advirti? a los animales reunidos en el estanque que la festividad musulmana del Ramad?n estaba a punto de llegar y que si quer?an sobrevivir a las Altas Fiestas jud?as, deb?an prestar atenci?n y prepararse para una posible incursi?n procedente del desierto en un futuro pr?ximo. "Mira c?mo salivan sobre nuestros ni?os y corderitos". Los egipcios se encaramaron a lo largo del borde de la aldea que daba al moshav israel?, mientras observaban a los animales de granja pastar en los campos de abajo. Howard continu? su serm?n, predicando que deb?an dejar de procrear. Era un pecado contra la naturaleza. A medida que la poblaci?n animal disminuyera, razon?, los seres humanos ya no los procurar?an o procesar?an para obtener carne, y por lo tanto los dejar?an en paz mientras se desvanec?an de la tierra, que de todos modos fue creada por Satan?s. Los animales corrieron hacia el santuario para buscar el perd?n y la tranquilidad de Mel. "Ignoren al hereje. Es el hereje de la gran herej?a", les asegur?. "No hag?is caso de todo lo que salga de sus fauces. Seguid a Boris, vuestro verdadero Mes?as". "Benditos sean los cristianos, porque gracias a su bondad nosotros tambi?n entraremos en el cielo", continu? Boris su serm?n junto a la pila de abono. Las ovejas se acomodaron en torno a las pezu?as hendidas de cuatro dedos de Boris en busca de consuelo. "Bienaventurados los mansos porque heredar?n la tierra". "El vis?n... qu?... no quiero que ning?n vis?n apestoso herede la tierra". "No, no, amigo, vis?n no, manso", dijo un jabal? de 6 a?os y 250 libras. "Los mansos entre nosotros heredar?n la tierra". "Amigo, no hay visones entre nosotros". El pandem?nium se desat? en la pocilga cuando un cami?n de caja cerrada de 26 pies apareci? y retrocedi? contra la rampa de carga. En el lateral del cami?n, de color naranja y con letras negras, se pod?a leer: "Palacio del Puerco Tirado de Harvey de Tel Aviv, m?sica de Blues en vivo los viernes y domingos por la noche". En medio de todos los chillidos de protesta y el caos, dos hombres empujaron los cerdos por la rampa de carga hasta el cami?n y, en poco tiempo, cargaron la docena de cerdos y se fueron, para no volver a ser vistos. En cuanto a los dos hombres, volver?an. Boris se puso en pie y predic? a los fieles: "Amigos m?os, esos cerdos fueron convertidos en eunucos en beneficio del hombre, y siendo como son cerdos, pod?is estar seguros de que est?n destinados al placer gastron?mico del hombre cristiano. P?nganse en el tajo y tambi?n tendr?n asegurado un lugar en la mesa de Dios". Los fieles chillaron por Howard. Howard predic? sobre las fuerzas del bien y del mal, el dualismo entre Dios y Satan?s, un juego re?ido en el mejor de los casos, los males de la carne y de la sangre, la trampa del cuerpo y de la tierra, de la luz y de las tinieblas, los pecados de los humanos en general. "Dejen de procrear", aconsej?. "Los humanos dejar?n de comer carne animal cuando nuestra poblaci?n se reduzca a la nada". Se dirigieron a Boris, quien les dijo: "Dichosos vosotros cuando la gente os reproche, os persiga y diga todo tipo de mal contra vosotros falsamente, por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el cielo. Porque as? persiguieron a los profetas porcinos que vinieron y fueron antes que vosotros". Julius sali? volando y se pos? en el hombro derecho de Bruce. "?Qui?n va ganando?" "Empatados, dos a cero, la parte inferior de la quinta, con dos outs y una cabra en segunda", dijo Bruce y sacudi? la cabeza. "Mmm, la parte inferior de la quinta", dijo Julius. Se acerc? al poste de la valla temiendo que su peso se convirtiera en una carga demasiado pesada para Bruce y lo agotara. "Me temo que este partido est? demasiado lento como para que me quede hasta el final. ?Y si se pusiera a hacer finales extra? Oh, Dios m?o, ?podr?a no terminar nunca!" Bruce cerr? los ojos contra las moscas. * * * "?Pato!" grazn? un pato en el granero cuando un obrero chino apareci? de la nada. El caos se desat? cuando gallinas, patos y gansos corrieron en todas direcciones para esconderse en todos los rincones del granero. El obrero se agach? y agarr? a un ganso por el cuello y desapareci? tan r?pido como hab?a llegado. Dos patos se aventuraron a salir y se encontraron en medio del santuario. Miraron a su alrededor, inspeccionando la zona mientras las gallinas, otros patos y los gansos restantes sal?an de su escondite. "Dios m?o", dijo el pato que hab?a avisado a todos. "Eso estuvo cerca". Mir? a su amiga. Su amiga le dijo: "No lo digas. No lo digas". "Su ganso est? cocinado". "La pr?xima vez puede que no tengamos tanta suerte. La pr?xima vez puede que se les antoje pato pekin?s". "?Bueno, gracias a Boris que ninguno de nosotros es de all?!" "Benditos sean los cristianos, porque con su maravillosa sabidur?a nos alimentan", continu? Boris desde la pila de abono. "Si llamas a la bazofia que nos dan, comida, eres m?s cerdo de lo que pensaba". "Benditos sean los cristianos que nos comen". "?Nos comen? ?Y los bendices por eso?" "No se entra en el cielo por las entra?as de un musulm?n", explic? Boris. "Sin embargo, debido a nuestra asociaci?n con Jes?s, entramos en el Reino de Dios a trav?s del tracto digestivo del cristiano. Y bendito sea el Dios jud?o, Yahv?, porque tambi?n concedi? asilo a los cerdos porque al jud?o no le gustaba el sonido de los chillidos de los cerdos. Le recuerda a los gritos de los beb?s. Los rabinos, para siempre, concedieron que los cerdos eran sucios, y est?pidos, y nos dejaron en paz para retozar, y reba?ar, y multiplicarnos". "S?, bueno, no estoy tan seguro de eso", dijo un jabal? joven, y afortunado de ser un jabal?. "Ha cambiado de opini?n porque ahora algunos jud?os ponen tocino en sus platos". "No son kosher ni devotos como sus vecinos musulmanes. Independientemente de lo que dijo Mahoma, o de lo que dijo que no escucharon, los musulmanes juraron no comer cerdo." * * * "As? que, ?cu?ndo vas a salir de este antro?" dijo Julius. Bruce dijo: "Cuando suba la marea". "No sab?a que supieras nadar". "Me llevar?s a un lugar seguro. Cualquier cosa ser?a mejor que esta mierda". "No estoy seguro, pero podr?a depender de hacia d?nde sople el viento. No mires ahora, pero se rumorea que el bloque de celdas n?mero 9 est? haciendo una escapada esta noche. Tienen un t?nel excavado, pero no soporto decirles que sale por debajo de la Franja de Gaza y no del centro comercial Kerem Shalom". Julius se tap? el pico con un ala mientras giraba la cabeza para fingir una risa. "?La mula va por delante?" "?Est?s bromeando? Est? poniendo sus esperanzas en la espalda del Bore de Berkshire, igual que el Jabal? tiene la cola puesta en el burro". "H?blanos, oh Se?or, de Jes?s y del Demonio Cerdo". "Oh, s?, por favor, Se?or", gritaron los cerditos. "Cu?ntanos la historia de c?mo los demonios fueron arrojados a los cerdos". Y Boris no defraud?. Cont? la historia de c?mo Jes?s ech? los demonios en una piara de cerdos, pero con un resultado diferente, que fue alegre y beneficioso, sobre todo para los cerditos de la granja. "Cuando Jes?s lleg? al campo, fue recibido por dos personas pose?das por demonios. Le salieron al encuentro en el camino, saliendo de los sepulcros, y con tanta furia que no permit?an que nadie pasara por all?, ni siquiera Jes?s. 'Mirad', le gritaron. 'Qu? sab?is, es Jes?s. ?Qu? tenemos que ver contigo, Jes?s, Hijo de Dios? ?Has venido a atormentarnos antes de tiempo?' Jes?s respondi?: 'No, en absoluto. S?lo pasaba por aqu? de camino a Galilea, amigos, seguid adelante'. Pero los demonios le suplicaron: 'Si nos echas, querido Se?or, perm?tenos ir a esa piara de cerdos que est? all? aliment?ndose, ya que est?n muy lejos de nosotros'. Y el Se?or dijo a los demonios: 'Id'. Salieron y se metieron en la piara de cerdos, y he aqu? que toda la piara se precipit? por los acantilados al mar y muri? contra las rocas." "?Oh, qu? horror!", gritaron los cerditos. Boris les asegur? diciendo: "Familia m?a, manada m?a, no dej?is que vuestros corazones se turben. Este no es el final de la historia. El Se?or del Hombre, nuestro Dios, ech? a los demonios en la piara de cerdos, pero ?stos no se precipitaron al mar para morir. Por el contrario, se precipitaron al mar para retozar en la arena, el sol y el oleaje. No murieron contra las rocas, sino que retozaron en el roc?o del mar, porque los demonios no eran m?s que almas que entraron en los cerdos, y eran juguetones, llenos de alegr?a y risas". Las almas reunidas lanzaron v?tores. "Y los que los alimentaron huyeron, y se fueron a la ciudad, y contaron todo, incluso lo que pas? con los que estaban pose?dos por los demonios. Y los cerdos fueron abandonados a su suerte. As?, pues, y as?, hoy somos abundantes". Los cerdos del corral y sus lechones chillaron de alegr?a. "Oh, cu?ntanos, rabino, cu?ntanos el resto de la historia del porquero demon?aco". "M?s tarde, despu?s de echar los demonios al porquero, Jes?s, para demostrar que era un buen tipo, baj? al mar entre ellos, y mientras caminaba sobre el agua, bendijo a los cerdos porque eran humildes, y los absolvi? de sus pecados. Cuando el profeta Mahoma apareci? en la cresta, fue testigo de c?mo la piara de cerdos jugaba en la arena y en la mierda, se revolcaba en las olas, hac?a orines de arena y pasteles de barro, chillaba y chillaba de risa. Dijo a los suyos: "A partir de hoy, desde la cola movediza hasta el hocico, esto es lo que hay que dejar de hacer". Pero su voz fue ahogada por el bullicio del mar y no se entendi? del todo. Por lo tanto, lo que se hizo su voluntad, fue desconocido. Al no estar seguros de qu? era y qu? no era kosher hablar, los musulmanes, devotos como son, y al no saber del todo, desde la cola movediza hasta el hocico, lo que hab?a que dejar fuera, juraron todo lo que hab?a en medio. Por eso ahora se sientan en la colina como lo hacen, salivando sobre nuestros hermanos y hermanas, las ovejas y las cabras entre nosotros, y sus j?venes corderos y cabritos, porque pronto llegar? el Ramad?n. Aunque a Jes?s se le conoce como amigo del cordero, est? muy visto que era m?s amigo del cerdo. Por lo tanto, es por el amor de Jes?s mostrado al cerdo que el Profeta Muhammad es nuestro amigo. A excepci?n de esas pobres almas a lo largo del T?mesis o del Rin o del Danubio o a lo largo de las orillas del poderoso Mississippi o de las orillas del lago Pontchartrain, los cerdos est?n agradecidos a Jes?s y a Mahoma." "No es nuestro amigo", dijo Billy Kidd, la cabra boer. "S?, Mahoma es amigo del cerdo, aunque no lo demuestre, al igual que Jes?s es amigo del cordero, y como el buen pastor que ninguno quiere, lo demuestra. Esto, como sabemos, no es tan afortunado para nuestros hermanos y hermanas, las ovejas y las cabras. Tener a Jes?s como amigo no evita los males de cortar la carne de los huesos". "En otras palabras", dijo Howard desde el estanque, "Jes?s no protege al cordero de los hombres que comen carne, y en cuanto a los cerdos, cualquier cosa desde la cola hasta la nariz es juego limpio. Los hombres incluso utilizan la piel de cordero para cubrir el jarrete, para poder fornicar y no procrear". Las ovejas estaban desgarradas y confundidas. Corrieron de un serm?n a otro, de Howard a Boris, y de nuevo hasta que Mel afirm? que el hereje predicaba la exclusi?n. La inclusi?n era s?lo para los cerdos, como en "Mahoma es nuestro amigo". Las ovejas acudieron a Boris, su salvador. "Bienaventurados los desdichados. Bienaventurados los pobres, porque entrar?n en el reino animal del cielo", predicaba Boris. "Aunque el camino es estrecho hacia el valle del tr?bol, al otro lado del para?so, creed en esto, creed tambi?n en m?, y confesad a vuestro confesor, el santo prelado Mel, y recibir?is la salvaci?n y vivir?is para siempre en el reino animal de Dios, donde ning?n animal se alimenta de otro. Y acu?rdate de Yahv?, porque tambi?n ?l es nuestro amigo. Al o?r los chillidos de los cerdos, chill? y los declar? vulgares e impuros. A continuaci?n, las tribus de Israel salieron de Egipto por el Mar Rojo. S?, es de Egipto de d?nde venimos, y es de Egipto, nuestro para?so en la tierra, a donde regresaremos". Boris dijo: "Yo ilumino el camino al para?so en la tierra, y s?lo a trav?s de m? al cielo m?s all?. S?gueme y recibir?s, porque es a trav?s de m? que seguramente entrar?s en las puertas del para?so, y aunque el camino es ancho, el sendero es estrecho, y a trav?s de estas estrecheces est?n las monta?as del desierto, y el valle de la vida en la tierra. Es nuestro lugar de descanso en nuestro viaje hacia el reino animal del cielo". Este d?a en que Boris sermone? a todos los animales ser?a conocido un d?a como el serm?n de la pila de abono, donde Boris pronunci? las Beatitudes. Boris a?adi? que, poco despu?s de que su amigo y benefactor, Mahoma, concediera a los cerdos un respiro para vivir en Egipto, se elev? a lomos de su corcel favorito hacia el para?so. "Es curioso", dijo Julius a Bruce en el tanque de agua. "Todos estos a?os, y yo pensaba que era un unicornio. El gran profeta Mahoma fue el ?nico tipo de toda la humanidad que pudo domar a ese unicornio rebelde y astuto. Y cuando el ?ltimo unicornio se elev? a los cielos, tambi?n lo hizo Mahoma, cabalgando hacia las nubes sobre su cuerno. Te muestra lo que s?. Lo que s? de estas historias reales es qui?n es el mayor profeta, ?Jes?s o Mahoma? Jes?s, por supuesto. No s?lo es Jes?s el regalo de Dios para el hombre, ?pero Jes?s! Incluso despu?s de estar clavado en la cruz todo el d?a, Jes?s ascendi? por su propia voluntad. Mientras que Mahoma, ya sea a lomos de su corcel favorito o en el cuerno de ese unicornio revoltoso, tuvo que hacer autostop. Esa es toda la prueba que necesito para demostrar que Jes?s es genial. "Bruce, cuando muera, espero tener un ala y una oraci?n, para que yo tambi?n pueda hacer mi camino hacia las nubes de arriba. Pero si no, tomar? un ascensor. ?Qu? dices t?, mi viejo amigo?" "Volar?", dijo Bruce. "Oh, de verdad", dijo Julius, agitando sus enormes alas. "?No sab?a que ten?as alas?" "Me crecer? un par". Julius, que rara vez se quedaba sin palabras, no dijo nada. Cuando el sol de la tarde brill? en los blancos colmillos de Boris, asust? a los reba?os, que acudieron a Howard, aunque a estas alturas ya sab?an que era el hereje de la gran herej?a. "Alto", dijo Mel desde el granero. "?De qu? tienen miedo? El sol de Dios se posa en los colmillos del Jabal?, ?y no sabes que esto es algo glorioso? Volved al redil al que pertenec?is, y se os promete la vida eterna". Algunos se volvieron, pero otros no. Los animales que se volvieron hacia Boris no fueron suficientes para complacer a Mel. Howard dijo: "No hay fornicaci?n que lleve a procrear. Si te dedicas a esas actividades pecaminosas, fornicas protegido. Sin embargo, sigue siendo un pecado contra la naturaleza, una maldici?n de los lomos de Satan?s". Mel sali? del granero al sol. Howard dijo: "A medida que nuestros n?meros se desvanecen de la tierra, el hombre perder? el inter?s en nosotros como fuente de alimento, y eventualmente nos dejar? tranquilos como ?l, tambi?n, se desvanece de la tierra." "S?, como si eso fuese a suceder", resopl? un cerdo. Los animales dom?sticos de la granja se dieron la vuelta y corrieron hacia Boris. "?Has o?do alguna de las mierdas que salen de la boca de ese cerdo?" dijo Bruce. "?Te refieres a Howard? Me gusta Howard", dijo Julius. "Tiene buenas intenciones. Si tienen que seguir a alguien, al menos no los va a llevar por un precipicio". "?Te gusta algo?" Dijo Mel mientras se acercaba al tanque de agua. "No cre? que te gustara nada". "Me gustan muchas cosas", dijo Julius, "pero el culo de una mula en mi cara no es una de ellas". Mel bebi? un largo trago. Cuando termin?, sacudi? la cabeza, escupiendo agua sobre los hombros y el trasero mientras se alejaba trotando hacia el establo. "Bueno, eso fue bastante beligerante, ?no crees?" "Intento no hacerlo", dijo Bruce. "Qu? beligerante", dijo Julius. "Es muy beligerante". "Tiene a Dios de su lado". "He o?do que son mejores amigos, como nosotros". "Estos cerdos est?n locos", resopl? Bruce. "Argumentan diferentes caras de la misma moneda". "Supongo que tienes raz?n", dijo Julius. "Me temo que nada va a cambiar mucho con estos tontos, y los tontos que seguir?n hasta el fin del mundo". "?Qui?n te ha cortado las alas?" "Voy a tener que dar una lecci?n a estos animales de granja". "?Y qu? ser?a eso que no has hecho ya?" "Les ense?ar? una canci?n". "Oh, una canci?n. Eso les ense?ar?". "Una canci?n que aprend? de Pete Seeger cuando viv?a en la casa grande con los bastardos jud?os comunistas. Quiz? les sirva alg?n d?a". "?A qui?n?" Dijo Bruce. "?Los bastardos jud?os comunistas?" "Demasiado tarde para ellos", dijo Julius. "Ahora son ortodoxos. No, me refiero a los animales de granja. Sol?a cantar mucho cuando ten?a una casa y una habitaci?n con vistas. Un d?a vi esa vista y quise mi espacio, el aire fresco, la libertad. Sal? volando por la ventana de la oportunidad y aterric? en el limonar. Le di un mordisco a un lim?n y eso fue suficiente libertad para m?. Me volv? hacia casa s?lo para descubrir que la ventana se hab?a cerrado cuando me golpe? contra el cristal". "Ouch". "Fue inteligente. Me deslic? hasta el suelo y casi me comieron vivo mientras un Rottweiler atacaba por aqu?, y su gemelo malvado por all?, y el gato Ratonero se abalanzaba por otro flanco. Sal? volando justo cuando chocaron y qued? con un enorme mont?n de pelo y algunas de mis plumas bajo la ventana. Desde entonces no he tocado el suelo, golpeando la corteza. Supongo que mi canto puede haber acabado conmigo. Echo de menos la casa grande y la familia". Julius se detuvo un momento, reflexionando sobre los recuerdos lejanos. "No he vuelto a cantar 'Noventa y nueve botellas de cerveza en la pared'". Bruce se apart? de la valla y defec?, depositando un gran mont?n de esti?rcol. "Ah, mira, Bruce, has hecho nuevos amigos", dijo Julius mientras las moscas revoloteaban sobre la vaina fresca y caliente de la vaca. "Nunca se tienen demasiados amigos", dijo Bruce y se apoy? en el poste de la valla. "Hablando de amigos, parece que tienes un par que vienen a verte. Bueno, me tengo que ir. Hasta la pr?xima". Julius sali? volando mientras Blaise y su cr?a roja sal?an del establo. "A ver si puedes animarlo, ?quieres? Lo he intentado". Blaise apret? a la joven ternera entre ella y Bruce, frot?ndose contra ?l mientras pasaban. "?Tag, eres t?! Lizzy quer?a pasar a saludar". Una delgada raya marr?n se form? a lo largo de la parte inferior del vientre de la ternera roja, pero pas? desapercibida mientras una multitud de personas sal?a de los autobuses tur?sticos y de los campistas, que pululaban por la granja y se reun?an a lo largo de la l?nea de la valla para vislumbrar a la ternera roja que un d?a cercano provocar?a la destrucci?n de la tierra. Lizzy se ri? mientras ella y su madre trotaban hacia el pasto. Los medios de comunicaci?n aparecieron desde furgonetas ocultas tras las antenas parab?licas para presenciar el avance de la ternera roja como si fuera a impartir sabidur?a a las masas. Las masas vitorearon y lloraron de alegr?a al ver su salvaci?n, pero nada m?s vislumbrar la promesa del fin, su madre la apart?. Bajo la angustia de las luces y las c?maras, Blaise y Lizzy desaparecieron en el santuario del granero. Bruce sacudi? la cabeza. Le pareci? o?r que alguien le llamaba por su nombre. Volvi? a o?rlo y sali? a lo largo de la valla que corr?a paralela a la carretera, pasando por delante del granero. Al otro lado de la carretera, un grupo de cuatro “holstein” israel?es quer?a que viera su magia. Entre ellos desfilaban 12 terneros “holstein”. "Mira, Bruce", dijo la joven “holstein” que, antes de Bruce, nunca hab?a experimentado la alegr?a de la compa??a de un toro. "Son todos tuyos. Quer?amos que vieras lo hermosos que son y lo mucho que se parecen a ti". Uno tras otro, saltaron y mugieron de entre las madres “holstein”, y pasaron a lo largo de la valla para que Bruce pudiera ver a cada uno de ellos. "?No son adorables, Bruce?", mugi? la “holstein” m?s vieja y amiga ?ntima de Bruce. Las otras “holstein” se acercaron a la valla, cada una de ellas asintiendo con su aprobaci?n y cari?o hacia Bruce. Cuando se despidieron, Bruce se qued? en el pasto a pastar. Los otros animales estaban confundidos, arrancando y parando, corriendo de un lado a otro como lo hab?an hecho durante todo el d?a entre el Bautista en el estanque y el Mes?as en la pila de abono dentro del lote de la valla dividida. Finalmente, Mel exasperado, llam? desde el granero que el hereje se paseaba por el barro. Una manada de gansos miraba desconcertada mientras Boris se adentraba en el estanque. "?El Gran Blanco, asquerosos tontos!" "S?, lo somos", ri? un pato mientras se deslizaba en el agua, seguido por sus patos y gansos hermanos. Nadaron hasta el centro del estanque entre los cerdos bajo el sol de la tarde. Bruce hac?a tiempo que no sal?a a la dehesa. Tambi?n ten?a apetito, pero com?a a un ritmo lento y met?dico, con cuidado de no ponerse enfermo o anudado por comer demasiada hierba demasiado r?pido y no poder digerirla. Hab?a pasado mucho tiempo y no quer?a eso. Hubo un tiempo en que las cosas eran diferentes cuando Bruce era diferente. 7 Temporada de Apareamiento Bruce observ? a Blaise mientras sub?a la pendiente. Le gustaba su forma de caminar, el movimiento de sus caderas hacia delante y hacia atr?s, el movimiento de su cola hacia un lado y hacia otro. Amaba a Blaise, pero tambi?n sab?a que, al otro lado de la carretera y a dos pastos de distancia, el moshavnik Perelman escond?a a las “holstein” israel?es en un prado detr?s del establo y el limonar. La vio cambiar y caminar. La observ? caminar y cambiar, con su cola movi?ndose hacia ?l mientras pastoreaba en el siguiente prado. Ella y Beatrice estaban cerca de los bancales, donde pastaban las ovejas y las cabras. Bajo el sol de las primeras horas de la ma?ana, Bruce observ? a Blaise mientras se mov?a por el pasto marr?n y verde, agitando la cola mientras se pavoneaba hacia el estanque. Bruce era una combinaci?n de Simmental, paciente, ceb? o brahm?n, y tolerante al calor. Y aunque era tolerante, tambi?n era caliente e impaciente. Sin embargo, destacaba por su tranquilidad y su car?cter razonable. Ten?a unos cuernos peque?os y gruesos que se dirig?an hacia el interior de las sienes y una cara roja y con manchas blancas. A pesar de su temperamento d?cil, su gran tama?o escrotal lo convert?a en un premio en el moshav para la cr?a, y en un gran esp?cimen de toro Simbrah de pelaje rojizo y gruesa musculatura. Blaise, aunque algo temperamental por otra parte, una Jersey de la Isla (en contraposici?n al Jersey americano) y 800 libras, era un objeto de refinamiento y belleza, y su afecto. Ten?a un patr?n de color chocolate suave e ininterrumpido en su cuerpo, pero era una mousse de chocolate m?s oscura en las caderas, sobre la cabeza, las orejas y los hombros. Tambi?n ten?a una ubre bien adherida con peque?os pezones, y Bruce sab?a que en cuesti?n de meses Blaise estar?a fresca, con la ubre y los pezones cargados de leche gracias a su encanto, paciencia y agallas. Stanley sali? trotando del establo con la cola al aire y el olor de Beatrice en sus fosas nasales. Desfil? a lo largo de la valla junto a Bruce, que lo ignor?, de pie junto al dep?sito de agua del otro lado. "?C?mo que ahora, vaca de bolas azules?" relinch?. "Vete a la mierda". Stanley proced?a de una larga estirpe de caballos de tiro belgas que en su d?a llevaron a los caballeros a la batalla y luego trabajaron en la tierra encadenados al arado. Antes eran desgarbados y robustos, con los hombros cuadrados para tirar del peso y llevar la carga, pero ahora, gracias a los a?os de cr?a, se hab?an vuelto suaves, m?s redondeados en los hombros, m?s atl?ticos y vistosos. Y Stanley era atl?tico y vistoso, un semental belga negro con s?lo una delgada mancha de diamante blanco que bajaba por su larga nariz. "Ahora, ahora, vaca-toro, puede que tengas un par colgante m?s bajo que yo, pero cuando se trata del resto, nada como esto". Stanley se encabrit? sobre sus musculosas patas traseras y salt?. Cuando su enorme miembro rebot?, la multitud enloqueci?. Una vez m?s, los espectadores se hab?an reunido alrededor de las cuatro esquinas del pasto, los hombres en su respectivo lugar basado en la fe religiosa, las creencias y las fronteras, todos ellos all? para ver al semental negro montar a la yegua baya, ninguno de ellos consciente de que la yegua baya podr?a tener algo que decir al respecto. "Yo tendr?a cuidado -" Julius alert? mientras volaba, con sus plumas inferiores amarillas al sol, y aterriz? en el poste de la puerta. "No puedo volar y hablar al mismo tiempo - si yo fuera t?". Stanley resopl?: "Hasta sus cuernos son peque?os". "?Notas algo diferente hoy, Stanley?" Julius se acerc? al poste de la valla hasta la puerta abierta. "Yo en tu lugar no querr?a sacudirle la caspa. No hay nada que lo aleje de Blaise, Beatrice, o de ti, en todo caso". Julius se pos? sobre los cuartos traseros de Bruce. Agitando sus alas azules, pleg? sus plumas inferiores doradas detr?s de ?l en un largo plumaje de cola. "Si Bruce quiere, Bruce recibe. Si quiere, vendr? y te quitar? a Beatrice. Si ?l quiere, vendr? all? y te tomar? a ti". "Puede intentarlo", resopl? Stanley, "pero de todos modos yo ser?a demasiado r?pido para ?l. Fin de la historia". Bruce ignor? a Stanley en su mayor?a, observ?ndolo por el lado derecho de su cabeza. "Ser? mejor que te muevas, perrito", dijo. "Stanley, t? y Bruce ten?is ahora pleno acceso y vuestra elecci?n de cohabitantes. Eso significa que nada os aleja de Beatrice, excepto Beatrice". "Lo s?." "Vete, caballito, antes de que te desgastes." "Oh, podr?a agotarte". Stanley se fue trotando con un resoplido. "?Desgastar, ?eh? Agotarte, querr?s decir", dijo Stanley desde una distancia segura. Vio a Beatrice cerca del estanque. Estaba en el mismo pasto que ?l. Corri? junto a ella. "?Por qu? no dejas a la pobre bestia en paz?", dijo Beatrice. "?Qu?? Ah, eso, una tonter?a. Somos amigos, s?lo una peque?a rivalidad masculina". Julius se estir?, batiendo sus alas azules y doradas sobre los cuartos traseros de Bruce. "Este tiene que ser el mejor asado de cuadril que he visto. Yo tendr?a cuidado con d?nde agitas esa cosa. Los vecinos podr?an codiciarlo". Stanley y Beatrice pastaban en el mismo campo. Beatrice pastoreaba. Stanley desfil?, mostrando su destreza ante el rugido de la multitud. "Mira, Beatrice, el moshavnik ha abierto la puerta para que podamos estar juntos. As? que vamos a estar juntos. Es algo natural. Es algo que debemos hacer. Escucha, cari?o, mira lo que me has hecho. No puedo caminar ni pensar bien con este pie de palo. Me duele cuando hago esto". Se encabrit? sobre sus enormes patas traseras en medio de un salvaje aplauso. "T?, caballo tonto", dijo y se alej?. "Cari?o, por favor, no lo entiendes. Tenemos un p?blico, unos fans a los que no podemos defraudar. Est?n aqu? por m?, por ti, por nosotros". Beatrice, exasperada, se detuvo. "?Me har?as un favor?" "?Qu? ser?? Cualquier cosa por ti, cari?o". "?Podr?as, por favor, dejar de hablar?" "Alguien podr?a tener una c?mara para este tipo de cosas, ya sabes. Sabes, podr?as ser famosa, una estrella. Vamos, Beatrice, no seas t?mida, por favor. Por favor, Beatrice, espera". Beatrice se detuvo. "?Qu?? ?Qu? he dicho?" "Estoy segura de que quien tiene la c?mara te conseguir?a con gusto una chica tambi?n. Tengo entendido que, en ciertas comunidades, probablemente ?ste incluida, a algunas personas les gusta ese tipo de cosas." "Bueno, s?, si tiene la costumbre". Beatrice se dio la vuelta y se alej?. "Sin embargo, esta gente no est? aqu? para eso. Est?n aqu? por m?, por ti, por nosotros, quiero decir". Entr? en el siguiente pasto para pastar junto a Blaise. Blaise dijo: "?C?mo est?s?" "Estoy bien. Gracias por preguntar". Julius se pos? en las ramas del gran olivo donde estaban los cuervos Ezequiel y Dave. A lo largo de la ladera, un reba?o de animales menores y m?s j?venes pastaban en la segunda pendiente del paisaje en terrazas. Blaise y Beatrice pastaban cerca, mientras los patos y gansos nadaban y se ba?aban en el estanque cercano a la parcela del granero y los cerdos holgazaneaban a lo largo de sus fangosas orillas bajo el sol de media ma?ana. Julius se movi? por el olivo a lo largo de una de las ramas colgantes m?s bajas. "Interrumpo este programa para traerles el siguiente anuncio". "Espera", grit? un lech?n. "?Qu? es esta vez, la tierra es redonda?". Se ech? a re?r y se revolc? en la tierra. Una manada de gansos cacare? como siempre: "La tierra es plana y ya est?". Y con eso, las gallinas conocedoras se dieron la vuelta y se alejaron, con la cabeza erguida sobre sus esbeltos cuellos. "Siempre rompo los huevos". "Lo s?", dijo una oveja joven, un cordero. "?La tierra es redonda y tiene m?s de 6000 a?os!" Los corderos se unieron a los cerdos entre risas. "Para ser un cordero tan peque?o ese lobo tiene dientes". Sin Molly y Praline para mantener a las j?venes ovejas en el curso correcto de la investigaci?n, esto era lo que hab?a, ovejas influenciadas por cerdos. "?El sol es el centro del universo y la gran y redonda tierra gira alrededor del sol! ?Es eso?", grazn? un pato. "Bueno, ya que lo pones as?, s?". A Dave se le erizaron las plumas. Sacudi? la cabeza. Se volvi? hacia Ezequiel y le dijo: "Dales algo con lo que pensar y esto es lo que consigues". "Ignora a estos animales, Julius", dijo Blaise. "?Cu?l es el anuncio que quieres hacer?" "Pete Seeger es mi h?roe. De donde vengo, era el h?roe de todos hasta que se volvieron ortodoxos y emigraron a Brooklyn". "?Y supongo que quieres un martillo?" "Y, s?, supongo que me gustar?a". "Eres un p?jaro", dijo Beatrice, "un loro. ?Qu? puedes hacer con un martillo?" "Tengo garras y no me da miedo usarlas. Uso pinceles, ?no?". "?C?mo va a saber alguien lo que haces con ellos? Nadie ha visto nada de lo que haces". "Soy t?mido, un trabajo en progreso". "Julius, ?qu? har?as si tuvieras un martillo, un martillo peque?o si lo deseas?" "Blaise, si tuviera un martillo, martillar?a por la ma?ana. Martillar?a por la tarde, por toda esta tierra. Martillar?a la advertencia. Martillar?a el peligro. Martillar?a el amor entre mis hermanos y mis hermanas, por toda esta tierra". Si s?lo tuviera un martillo..." "Bueno, ?podr?a alguien conseguirle un martillo a este guacamayo ocupado?" "Somos animales. ?C?mo podemos conseguirle un martillo?" "?D?nde est?n esos cuervos cuando los necesitas?" dijo Julius. "Oh, ah? est?n. No importa, no necesito un martillo". Julius dej? la rama del ?rbol y se pos? en el hombro izquierdo de Blaise, cerca de su oreja. "Aunque no lo demuestre, al menos no como Stanley, Bruce tiene un gran deseo. Se encari?a contigo. Ya ver?s", dijo Julius y le gui?? un ojo. Blaise fue incapaz de verle gui?ar el ojo. No le hizo falta. Lo supo por la inflexi?n de su voz. "?Qu? eres, Julius, su agente, supongo?" "Es un amigo. Adem?s, todo el mundo necesita amor. Todo el mundo necesita un amigo". "S?, bueno, Julius, soy bastante consciente de las proclividades de Bruce, muchas gracias". "Proclividades", dijo Julius a los cuervos del olivo. "Ella es de Inglaterra, ya sabes. Incluso tiene una isla con su nombre. Se llama Blaise". "S?, bueno, tambi?n hay una Guernesey en alg?n lugar con una isla que lleva su nombre, as? que no te lo pienses mucho. Y no es Blaise, p?jaro tonto". "Modesto tambi?n, ?no crees?" "Menos mal que Bruce no es un fanfarr?n como Manly Stanley", dijo Beatrice. "S?, se parece m?s a m? en ese aspecto", dijo Julius. "Somos m?s reservados y menos ostentosos". "M?s como t?, menos vistoso, ?no dices?". "Eso no quiere decir que no tengamos algo que cacarear, s?lo que preferimos no hacerlo". Beatrice le dio un codazo a Blaise y se rieron. Julius bati? sus grandes alas y sali? volando para reunirse con Bruce, que estaba pastando en medio del pastizal detr?s del granero. Aterriz? en el lomo de la gran bestia y se dirigi? a su hombro derecho. "Cuidado con esas garras, y sea lo que sea lo que tengas que decir, habla en voz baja si vas a estar ah? todo el d?a, soltando pestes". "S?, tampoco querr?amos que los esp?as de la mula escucharan nada de lo que pudi?ramos decir". "Es un imb?cil". "S?, estoy de acuerdo, y todo el mundo tiene uno. Yo tengo uno. T? tienes uno. La gente tambi?n los tiene, todo el mundo, gilipollas. Lo que ellos", dijo Julius, "los hechos a imagen y semejanza de Dios, prefieren llamar alma". "Lo llames como lo llames, sigue siendo un gilipollas y est? lleno de mierda". "Voy a tener que subir el tono con la mula. Tengo que hacer de esa vieja mula una mula". "?Por qu? molestarse?" "Si s?lo un animal me escucha y ve a trav?s de esta tonter?a, bueno, entonces, sentir? que he hecho algo bueno". "Son animales, animales de granja domesticados. Necesitan creer en algo y seguir a alguien". "Bueno, entonces, ?por qu? no t??" dijo Julius. "Me gusta Howard", dijo Bruce. "Es una alternativa mejor que la mula, pero el cerebro pierde ante la carne de pecado y mierda". "A m? tambi?n me gusta, pero al igual que su mulato rival, es c?libe. No hay reba?o para ese jabal?, lo que lo hace bastante aburrido, y as? como la vieja mula no puede, ese jabal? no quiere. Todo por una buena causa, claro, nada -dijo Julius. Bruce se inclin? para pastar y Julius casi se cae. "Cuidado, ojal? me advirtieras la pr?xima vez que hagas eso, el descaro". Julius subi? a lo largo del trasero de Bruce, no fuera a ser que perdiera el equilibrio y tuviera que salir volando, pero Julius no iba a ninguna parte. "Por lo que he visto, est?s perdiendo la batalla por los gilipollas". "Son j?venes. Son impresionables", dijo Julius, "pero si no soy yo, ?qui?n?". Bruce se dio la vuelta, levant? la cola y defec?, un gran mont?culo caliente de mierda se form? detr?s de ?l mientras se alejaba. "Un centavo por tus pensamientos", dijo Julius. "Oye, amigo, eso es una mierda profunda, hombre. Pero, en serio, tu sincronizaci?n es impecable. ?Qu? econom?a de palabras! ?Qu? claridad! Sin duda has dado la raz?n a Edward De Ver?, que escribi?: 'La brevedad es el alma del ingenio'". Bruce estaba masticando su bolo alimenticio, "?Qui?n?" "Edward De Ver?, el 17? conde de Oxford". "Lo que sea". "Y por el tama?o de ese mont?culo, Gran Ingenio". Julius recorri? la columna vertebral de Bruce hasta sus hombros. "?Sabes por qu? Dios le dio pulgares al hombre? Para que pudiera recoger nuestra mierda". "No creo que creas en Dios". "No creo que la broma hubiera funcionado tan bien". "?Qu? broma?" * * * Aquella noche, mientras la mayor?a de la gente estaba metida en sus camas durmiendo, la yegua baya, en cambio, se acurruc? contra el semental belga negro en el establo, recorriendo su nariz a lo largo de su gran cuello. Stanley relinch?, sacudi? las crines y dio un pisot?n. Beatrice se puso delante de Stanley y se apret? contra ?l, empujando su suave y redondeado pecho de barril. Sin p?blico, el varonil Stanley resopl?, se encabrit? sobre sus musculosas patas traseras y cubri? a Beatrice a la luz de la luna. 8 Un Hoy maravilloso Stanley y Beatrice pastaban juntos mientras el sol sal?a a su alrededor. Bruce y Blaise pastaban cerca. Los cuatro animales demostraron un apetito voraz para consternaci?n de los que se hab?an reunido para ver el espect?culo en vivo de la temporada de apareamiento. Descorazonados, tanto los musulmanes como los jud?os y los cristianos se fueron por caminos distintos, en diferentes direcciones hacia sus casas y lugares. "Bueno, hola, Beatrice, ?c?mo est?s?" "Hola, Blaise de Jersey, estoy bien, gracias. Aunque es muy amable de tu parte preguntar". Beatrice sonri?, "Y, ?c?mo est?s?" "Estoy bien, gracias. Estoy maravillosamente bien". "S?, el sol te ha dado un color tan bonito". "Gracias por notarlo", dijo Blaise, y sonri? a su amiga. "?No es un d?a gloriosamente hermoso?" "S?, lo es", dijo Beatrice. "No podr?a estar m?s de acuerdo contigo, hoy es maravilloso". Mientras se alejaban juntos, Blaise dijo: "Querida Beatrice, nadie te molesta, ?verdad?". Se rieron alegremente. "Ni siquiera una silla de montar". "Ni siquiera Manly Stanley". "Bueno, a menos que yo lo quiera. Hay una diferencia", dijo Beatrice y las dos amigas se rieron. Sab?an que hab?a grano en el granero, as? que se dirigieron a ?l. "Hola", dijo Stanley cuando vio a Bruce. Bruce asinti? con la cabeza. Los dos grandes machos del moshav, el brillante semental belga negro y el toro Simbrah de pelaje rojizo, segu?an pastando juntos en el prado principal bajo el sol de la ma?ana, entre las ovejas y las cabras. 9 La BBC o ?Por qu? Cruz? el Toro la Carretera? Bruce se encontr? de nuevo en su peque?o pasto del mundo. El corral de engorde detr?s del granero. Sacudi? su gran cabeza y sus enormes hombros. Sab?a d?nde estaban las “holstein” israel?es. Bruce levant? la cabeza cuando una ligera brisa sopl? desde la direcci?n de las “holstein”. Las locales, un reba?o de 12, y Bruce amaba la BBC, grandes y hermosas vacas. Mientras contemplaba las “holstein”, un par de ellas se hab?a aventurado hasta la valla que cruzaba la carretera. Pastoreaban un poco a lo largo de la valla, pero se hab?an acercado a la carretera sobre todo para molestar y burlarse de Bruce. De pie dentro de la valla, una de las vaquillas grit?: "Oh, m?, Brucee, ?est?s ah?? ?Cu?ndo vas a volver a vernos, grandull?n? Dios m?o, ?cu?nto tiempo ha pasado, a?os al menos si no m?s?" "Puede que esto sea cierto para ti, pero si los sue?os se hacen realidad, esta ser? mi primera vez", dijo la vaquilla m?s joven. "Quiero decir, viva y caliente de todos modos. Estoy un poco nerviosa. La primera vez fue por inseminaci?n artificial y eso no fue divertido". "Oh, mi, mi, mi, Bruce no decepciona. Querida, te espera un placer, y no te preocupes. Bruce es suave y divertido al mismo tiempo tambi?n". "Pero hay un granero de nosotros. ?Puede arregl?rselas con todas nosotras en una noche?" "Oh, s?, querida. Es la ?nica especie masculina que puede fecundarnos a todas en el transcurso de una noche, y adem?s satisfacer. Se tomar? su tiempo, ya ver?s". "Gracias a Dios. Cualquier cosa tiene que ser mejor que un instrumento fr?o y est?ril". "S?lo necesitamos un toro, querida, y s?lo hay un Bruce, y es nuestro". Las dos vaquillas compartieron una carcajada y se frotaron los hombros mientras se alejaban por el interior del camino hacia el prado, pasando por el limonar. Las “holstein” israel?es eran m?s grandes que Blaise. Eran de una estatura parecida a la de Bruce, casi todos de 300 kilos. Una mezcla de blanco y negro, siendo el negro el color dominante; cada una de las 12 vacas ten?a una ubre grande, llena y de poca altura y grandes pezones, y todas ellas eran blancas. Aunque su dise?o era similar, cada vaca ten?a su propia y ?nica personalidad. Bruce las quer?a a todas y las conocer?a ?ntimamente una tras otra antes de que terminara la noche. Percibi? su aroma en el aire nocturno y le fue agradable. Camin? a lo largo de la valla hasta la puerta que daba al camino que separaba los dos pastos principales. Respir? profundamente y resopl? por las fosas nasales. Ten?a cuatro tablones de madera. Bruce levant? una pezu?a y pate? el segundo pelda?o de la parte inferior de la puerta. Luego pate? y rompi? por la mitad el tercer tabl?n. Us? su enorme cabeza y empuj? el pelda?o superior para llegar al otro lado. Como no quer?a precipitarse ni hacerse da?o, pas? el cuarto pelda?o con una pezu?a, con cuidado de no rasparse el escroto contra la barandilla inferior. Una vez superado el ?ltimo pelda?o, cruz? el camino hacia el pasto opuesto. Una puerta m?s se interpon?a entre ?l y la felicidad terrenal. Al llegar a la valla, mir? por encima de la alambrada (que estaba colocada tanto para mantener a los musulmanes fuera como para mantener a las vaquillas dentro), pero no pudo ver a las vacas lecheras debido a la hilera de limoneros. Sab?a que estaban all?. Las “holstein” estaban ocultas a la vista por la hilera de limoneros a lo largo de la l?nea de la valla en el prado en la parte trasera de lo que era la explotaci?n lechera de la granja. Pod?a o?rlos y olerlos en el prado. Bruce pate? el pelda?o inferior y levant? una pezu?a y rompi? por la mitad el del medio. A continuaci?n, utiliz? sus cuernos para empujar la barandilla superior. Entr? en el prado y mir? hacia arriba y hacia abajo de la l?nea de la valla. Para su gusto, no vio a nadie. Avanz? por el camino del campo, pasando por el limonar, hacia el prado, siguiendo el rastro de 12 grandes y hermosas vacas en espera. Cuando Bruce se acerc? a las vaquillas, estaba oscuro bajo un cielo claro con la misma luna que la noche anterior. Se sobresaltaron y se dispersaron, pero ninguna se alej? demasiado para no perderse algo importante. "Aqu? estoy, chicas. Aqu? estoy", dijo. "Oigan, miren chicas. ?Es Brucee! Os dije que vendr?a". "?Oh, mi Bruce!", mugi? un “holstein” maduro, feliz de verlo. "Shalom t?, diablo travieso", dijo otro “holstein” israel?, obviamente un viejo amigo. "Ven aqu? t?, viejo amigo", dijo otro mientras se deslizaba contra ?l. "Shush", dijo ?l. "Ahora tranquilas, chicas. No queremos que nos descubran, al menos no todav?a. Acabo de llegar". "Cierto, cielos no, no querr?amos eso", mugieron alegremente, frotando sus hocicos y cuerpos contra ?l a la luz de la luna. "Adem?s, esto no va de acuerdo con el plan. Se desatar?a el infierno si despertamos a los vecinos". 10 Maldiciones En el moshav de Perelman, fue el caos y el caos. El toro se hab?a metido de alguna manera en el pasto con los “holstein” y toda la cr?a y planificaci?n de animales de Juan Perelman hab?a sido abatida en una noche con cada disparo del toro. Bruce estaba fam?lico. "Harah", dijo el moshavnik Juan Perelman. "Mierda", tradujo uno de los jornaleros chinos. "Benzona", dijo Perelman. Era su moshav. "Hijo de puta". "Beitsim", dijo Perelman. "Bolas". "Mamzer". "Maldito bastardo", dijo el obrero chino. "Disculpe", dijo su compatriota, y un caballero. "No ha dicho maldito". "Soy un tao?sta. ?Qu? me importa?" Su compatriota, y caballero, tambi?n era budista, al igual que el obrero tailand?s. Aunque eran budistas, no hab?a un terreno amistoso compartido entre los dos hombres porque el Buda de uno era m?s grande que el Buda del otro. Juan Perelman dijo: "Apuesto a que los egipcios tuvieron algo que ver con esto". "?Qu? vas a hacer?" dijo Isabella Perelman mientras se acercaba a unirse a su marido en la valla. "Estoy pensando". "Deshazte de ellos", dijo ella. "Otros moshavim tienen sus problemas, como nosotros con la tierra y el agua. V?ndelos, a todos". Era atractiva, con ojos oscuros y pelo largo y oscuro. "?No s??" "Env?enlos entonces, o reg?lenlos si es necesario, pero convirtamos por fin la tierra de esta granja en cultivos y ?rboles frutales, higueras, d?tiles, olivos, y campos de grano, trigo y heno. Alimentemos a la gente con algo. No comen cerdo". Los jornaleros chinos y tailandeses intercambiaron miradas. Un momento, pensaron, nosotros tambi?n somos personas. "Ese no es el problema aqu?, Isabella. Es la operaci?n l?ctea la que est? en cuesti?n". "Bueno, ?c?mo sabes que las embaraz? de todos modos? Quiero decir, en serio 12 “holstein” y la Jersey s?lo un d?a antes". "M?ralo. Est? fam?lico. Me imagino que ha perdido cien libras en dos d?as". Bruce cubri? mucho terreno, royendo la hierba bajo la pezu?a donde iba. "Mira c?mo le cuelgan las pelotas. Las tiene todas y hay que hacer algo al respecto". "Aun as?, Juan, ?no queremos que las vacas produzcan leche?" "?S?lo podemos atender a cuatro vacas frescas a la vez, tal vez a cinco, pero no a doce-trece! No tenemos recursos para atender a todas ellas, y a los cerdos, y a todos los dem?s animales." "?Por qu? no podemos vender o trasladar las vacas a otros moshavim?" "No quiero hacerlo. Adem?s, ellos ya tienen problemas y no pueden a?adir los nuestros a los suyos. El agua es un problema para todos, al igual que la tierra". La venganza era suya, o eso dijo Juan Perelman, el moshavnik, cuyo moshav acababa de arruinar el toro. "Quiero que este toro reciba una lecci?n", dijo. "?Entonces qu?, abortar los terneros?" "No, llama al rabino Ratzinger". "Un rabino", dijo, "?por qu? un rabino?" "Esto es lo que somos. Le ense?ar? a meterse conmigo. De todos modos, maldice a este toro. Necesitamos un rabino en un momento como este". "S?, supongo que s?. No soportar? esto". Los jornaleros chinos y tailandeses acorralaron al toro y lo condujeron de vuelta al corral detr?s del granero y lejos de los otros animales. Esperaron la llegada del rabino. Juan Perelman dijo: "Este toro sufrir? la ira de Dios y algo m?s". Isabella se dirigi? a la granja. Juan llam? tras ella: "Pagar? por lo que ha hecho". "Lo que sea", dijo ella, haci?ndole una se?a con la mano. "Esto es una abominaci?n". El rabino Ratzinger lleg? con su s?quito, miembros masculinos de su congregaci?n. Le siguieron al pie de la letra, movi?ndose todos al un?sono desde el coche hasta el campo y el terreno detr?s del granero. El rabino llevaba una barba gris y vest?a un sombrero negro, un abrigo negro, una camisa blanca y unas bermudas. Era un d?a caluroso bajo el sol, un regalo de Dios. Los pantalones cortos eran modestos, y las piernas del rabino muy blancas y delgadas, tambi?n un regalo de D-os. Los miembros de la congregaci?n llevaban fedoras con ropa oscura, pantalones y abrigos con camisas blancas. Sus barbas y rizos eran de varias longitudes y tonos de negro a marr?n a gris. Llevaban zapatos negros sin lustrar y calcetines blancos. El rabino dijo: "Sufrir? de aqu? a la eternidad por lo que ha hecho sin nuestro permiso o bendici?n. Esto es una abominaci?n contra Di-s y no quedar? impune. Esta es una lecci?n que deben aprender los animales de este moshav y los de todos los moshavim". Continu? entonces pronunciando su maldici?n de maldiciones para condenar a este toro de este moshav para toda la eternidad. As?, dice el rabino Ratzinger: "Con mucho ruido y con el juicio de los ?ngeles y de los santos del cielo, nosotros, los del monte del templo, condenamos solemnemente hasta aqu?, y excomulgamos, cortamos, maldecimos, mutilamos, derrotamos, intimidamos y anatematizamos al toro Simbrah del moshav de Perelman y con el consentimiento de los ancianos y de toda la santa congregaci?n, en presencia de los libros sagrados. Que se sepa que no es de este moshav ni de ning?n moshavim sino un proscrito por sus pecados contra el moshavnik Perelman por los 613 preceptos que est?n escritos en ?l con el anatema con el que Josu? maldijo a Jeric?, con la maldici?n que Eliseo puso sobre los ni?os y con todas las maldiciones que est?n escritas en la ley. Maldecimos al toro; maldecimos a tu descendencia, a tu progenie". El rabino Ratzinger fue interrumpido cuando uno de los asistentes de su congregaci?n le susurr? al o?do. "S?, por supuesto". El rabino se aclar? la garganta y reanud? su letan?a. "Dejaremos que la descendencia prospere, crezca y d? leche y carne para alimentar a las multitudes, hasta que llegue ese d?a en que su descendencia ya no exista, pues hace tiempo que se ha consumido y ha perecido de esta tierra. Con esta ?nica excepci?n, maldito sea de d?a y maldito sea de noche. Maldito sea al dormir y maldito sea al caminar, maldito sea al recorrer los campos y maldito sea al entrar en los potreros para alimentarse y beber. El toro no volver? a engendrar su mala semilla sobre la tierra". Bruce estornud? y sacudi? su gran cabeza. "El Se?or no lo perdonar?, la ira y la furia del Se?or se encender?n desde ahora contra este animal, y har? recaer sobre ?l todas las maldiciones que est?n escritas en el libro de la ley. El Se?or destruir? su nombre bajo el sol, su presencia, su semilla, y lo cortar? y lo apartar? para su perdici?n de todos los animales que pastan en este moshav, y de todos los moshavim de Israel, con todas las maldiciones del firmamento que est?n escritas en el libro de la ley." Cuando el rabino termin? su maldici?n de proporciones b?blicas, alguien dijo: "Mire, rabino, ?qu? hay que hacer al respecto?" Cerca del estanque, el jabal? de Yorkshire vert?a gotas de barro y agua sobre las cabezas y los hombros de los corderos y los cabritos. "Nada", dijo el rabino Ratzinger. "Eso tiene poca importancia". Algo golpe? al rabino, salpicando la solapa de su levita. Julius, seguido por los cuervos, vol? y bombarde? al rabino Ratzinger y a su s?quito con mierda de p?jaro. Julius hab?a recibido un golpe directo, salpicando heces amarillentas en la solapa de la bata del rabino. Ezequiel le dio a uno en el ala de su sombrero mientras Dave dejaba volar una mancha blanquecina en la barba oscura de otro hombre. Otras aves de corral, tanto si volaban como los gansos o se paseaban como los patos o simplemente cacareaban, acud?an a defender a Bruce, atacando desde el aire y la tierra, mordiendo, chasqueando, manchando de heces los sombreros, las batas y las botas. Dependiendo de la direcci?n en que atacaran las aves de granja, volaban y corr?an, y defecaban sobre el rabino y su solemne congregaci?n. Alguien abri? un paraguas sobre el rabino, un regalo de Dios, mientras se dispersaban, corriendo para cubrirse en la direcci?n de la que hab?an venido. Sin embargo, era demasiado tarde para Bruce, ya que la maldici?n estaba en marcha. Hab?a sido maldecido a una vida de muerte. Isabella Perelman se acerc? a la valla del corral donde estaba Juan Perelman. "Juan, ?crees sinceramente que algo de esto servir? de algo?" Llevaba el cabello negro recogido. Llevaba una chaqueta y unos pantalones de montar a juego, con botas negras. Llevaba un casco negro bajo el brazo. El jornalero tailand?s llevaba al semental belga por las riendas con una silla de montar inglesa atada a ?l. Stanley no recordaba la ?ltima vez que alguien lo hab?a sometido a tanta angustia con el peso de una montura, y en esa montura, un jinete. ?Hab?a sido ella? Si hab?a sido alguien mejor, mejor ella que cualquier otro. Para asegurarse de que la maldici?n del rabino hab?a cuajado y permanecer?a intacta desde ahora hasta siempre, los jornaleros colocaron un saco de arpillera sobre la gran cabeza del toro. El toro gimi?, empuj? contra ellos y se movi? hacia los lados, pero los obreros lo sujetaron con fuerza mientras le retorc?an el cuello por los cuernos. Bruce gimi? cuando lo tiraron al suelo y sus patas delanteras se doblaron bajo ?l. Los jornaleros lo hicieron rodar por el suelo hasta colocarlo de lado. "Juan, ?es esto necesario? Juan, esto no es necesario". "Es necesario para que la maldici?n funcione", dijo. "No habr? dudas al respecto". Isabella acarici? la frente del caballo, pasando la palma de la mano por su diamante blanco, y susurr?: "Tranquilo, tranquilo, Tevya, no te preocupes. Est? bien, muchacho. T?matelo con calma. Todo va a salir bien". Coloc? el dedo de su bota izquierda en el estribo y se levant? y mont? en el caballo, acomod?ndose en la silla inglesa. Sujet? con fuerza las riendas mientras Stanley, tambi?n conocido como Tevya, relinchaba y retroced?a un par de pasos, adapt?ndose al peso del jinete. "Esto es cruel, Juan. Esto es inhumano". Pero sus protestas llegaron demasiado tarde y cayeron en saco roto. Juan Perelman era un pragm?tico. "Ya no necesitamos un toro, de todos modos", dijo. "Utilizamos la inseminaci?n artificial. Era s?lo para el espect?culo". Tir? de las riendas del semental belga y lo alej? del cebadero. Salieron al trote por el camino que divid?a la granja. Era un caballo alborotado y testarudo, pero ella mantuvo el control y sujet? las riendas con fuerza. Le acarici? el cuello a lo largo de la crin. Al ir en paralelo a la frontera egipcia, los ni?os del pueblo intentaron golpearla con piedras disparadas con hondas. "Tranquilo, Tevya. Nadie va a hacerte da?o". Stanley vio que los proyectiles volaban hacia ?l y se asust?. Isabella Perelman se mantuvo firme y le gui? para que siguiera de frente a las rocas voladoras y a los trozos de barro duro disparados por las hondas, y m?s de uno alcanz? a Stanley. Aunque ?l intent? huir, ella le acarici? el cuello. Sigui? el camino hasta el extremo sur del moshav y lo alej? de la frontera y del alcance de los musulmanes de la colina. Siguieron al galope alej?ndose del moshav y adentr?ndose en la campi?a israel?. Detr?s del establo, en el corral de engorde, uno de los trabajadores chinos, el tao?sta, sac? un bistur? de su estuche y, de un solo golpe, cort? el escroto del toro. Al separar las capas del escroto, los test?culos se deslizaron por el suelo. Los separ? de los vasos sangu?neos y coloc? las g?nadas cortadas en hielo en una nevera para guardarlas. Se aplic? un b?lsamo en el escroto del toro para detener la hemorragia y ayudar a curar la herida. El pe?n cogi? una aguja grande con hilo y cerr? lo que quedaba del escroto del toro. Una vez que todo estaba hecho y guardado, el jornalero tailand?s retir? la bolsa de arpillera de la cabeza de Bruce. ?ste se puso en pie y tropez? al intentar levantarse. Se puso en pie de forma inestable sobre cuatro patas, con la cabeza balance?ndose de un lado a otro. Se detuvo y retrocedi? unos pasos, alej?ndose de sus torturadores. Un vecino de los moshavim, un colega moshavnik, dijo: "Esto no es bueno, Juan. Las castraciones se hacen en pocos d?as, no m?s de un mes o dos despu?s del nacimiento, no as?. Esto es cruel. Esto es un castigo cruel e inusual". "Ha causado mucha consternaci?n". "?C?mo crees que se siente?" "No importa", dijo Perelman. "Es demasiado tarde para salvar algo. Adem?s, un viejo toro de siete a?os, su carne ya est? arruinada por sus pelotas, al igual que mi moshav". "Entonces no tiene sentido". "Lo hecho, hecho est?", dijo Perelman. * * * M?s tarde esa noche, Stanley sali? del granero lleno de inquietud sin saber qu? decir o si deb?a decir algo. Bruce permanec?a inm?vil junto al tanque de agua. "No tienes ni idea", dijo Bruce al ver a Stanley. "Espero no tenerla nunca". "Es el primer paso para convertirse en carne picada". "No lo s?". "No quieres". "No quiero... nunca quiero saberlo. Me da miedo". "Te convertir?n en comida para perros una vez que hayan terminado contigo cuando seas viejo y ya no sirvas". "Lo siento por ti, amigo m?o". Stanley retrocedi? tres pasos y se dio la vuelta para correr tan r?pido y tan lejos en un pasto de una granja de 48 hect?reas como cualquier animal podr?a hacerlo. 11 La Promesa del Fin Llega a su Fin Dos meses despu?s de que Blaise pariera al ternero rojo, Beatrice yac?a en medio del pasto luchando, pataleando en un intento por parir ella misma mientras un autob?s tur?stico Mercedes plateado se deten?a frente a la valla. Un sacerdote cat?lico, al frente de un grupo de chicos y chicas adolescentes, se baj? del autob?s. Estaban all? para presenciar el milagro del ternero rojo que pronto alterar?a el curso de la historia de la humanidad de una vez por todas. Por casualidad, tambi?n llegaron a tiempo para presenciar el milagro del nacimiento de la yegua baya que rodaba por el suelo en el prado. En el establo, Boris atendi? a la gallina amarilla. Le prometi? la vida eterna y la convenci? para que rezara con ?l. Ella lo hizo con gusto. "Conf?a en m?", dijo, con sus colmillos blanqueados por el sol. "Yo soy el camino, la verdad y la luz". "?Bog, Bog!" Se dispers? hasta las vigas cuando el jornalero tailand?s entr? corriendo en el granero con un delantal de cuero, llevando una manta y un cubo de agua que salpicaba. La gallina pens? que hab?a estado cerca mientras bajaba de las vigas. "Por m?, entrar?s en la vida eterna en el reino animal, que est? en el cielo. Yo soy la puerta: por m?, si alguna gallina entra, se salvar?". Cacare? felizmente. "Yo soy el Pastor que no te faltar?". En medio del pasto, Beatrice continuaba con la lucha para parir. Los reverendos Hershel Beam y Randy Lynn hab?an regresado a la granja a tiempo para presenciar el proceso de parto. Observaron desde la carretera c?mo el jornalero tailand?s, con el brazo metido hasta el codo en el canal de parto, desprend?a el cord?n umbilical del cuello del potro a?n no nacido. "No s? t?, Randy, pero a m? me est? entrando hambre", dijo el reverendo Beam. "?Te gusta la comida china?" "?Me gusta la comida china? S?, por supuesto. Sal? con una chica en Tulsa una vez, y sol?amos ir a un buffet chino todo el tiempo, pero no iba a funcionar. Ella era metodista y lo ten?a todo mal. Nunca volv? a ese restaurante chino, sin embargo, despu?s de que rompimos. Ll?menme sentimental, pero todav?a la extra?o a ella y al dim sum". El reverendo Beam se ri?: "S?, bueno, reza para que encontremos un buffet cerca". "Mira", grit? uno de los adolescentes. En el pasto, la yegua estaba de lado mientras el jornalero tailand?s sacaba las patas delanteras y la cabeza del potro de su canal de parto. "No, ni?os", grit? el sacerdote, "?al?jense!". Sus esfuerzos por proteger a los ni?os de los horrores del parto fueron en vano. No iban a ninguna parte cuando la placenta estall? y salpic? el delantal del obrero, que resbal? y cay? mientras el potro se desplomaba en el suelo a su lado. Los adolescentes, normalmente un grupo fr?o e indiferente, aplaudieron y vitorearon la visi?n del potro reci?n nacido. Al principio se puso en pie de forma inc?moda, pero una vez que encontr? el equilibrio, resopl? y pate? la tierra del campo y se acerc? a su madre para amamantarla. Hab?a sido un calvario para todos los implicados. Stanley sali? del establo, resopl? y galop? directamente hacia el potro. No le gustaba su progenie. No le gustaba que el potro mamara de las tetas de Beatrice como lo hac?a ?l. Stanley no era cari?oso ni paternal con el potro. El potro compet?a por el afecto y la atenci?n de las otras yeguas, aunque no hubiera otras yeguas en el moshav. En cuesti?n de semanas, sin embargo, su actitud hacia el potro cambiar?a una vez que los trabajadores convirtieran al joven potro en un castrado. "Mira", grit? uno de los ni?os. El ternero rojo apareci? junto a su madre desde el establo mientras los v?tores surg?an de todas partes. Estos ni?os al cuidado de la iglesia estaban impresionados. Blaise y Lizzy salieron a ver c?mo estaba Beatrice y a conocer a la reci?n llegada. El joven y robusto potro de Beatrice estaba haciendo cabriolas a pleno sol del d?a. Tambi?n, a pleno sol del d?a, la vida continuaba para Molly, la Border Leicester, y sus corderos gemelos mientras jugaban en el pasto junto a Praline, la Luzein, y su joven cordero. Mientras Praline pastoreaba, o lo intentaba, su corderito Boo la persegu?a, queriendo amamantarse de ella. "Oh", dijo una joven, "los corderos son tan bonitos". "S?, lo son", dijo el padre, "pero son ovejas, ni divinas ni un regalo de Dios". "Yo cre?a que todos los animales eran un regalo de Dios", dijo otra. "Pues s?, lo son", convino el sacerdote, "pero a diferencia del ternero rojo, no son divinos". Llevaba una sotana negra con un cord?n blanco alrededor de la cintura y atado con un nudo en la parte delantera. El reverendo padre continu?: "Nadie vio a los dos aparearse. Por lo tanto, se cree que el ternero rojo puede haber sido concebido por el milagro de la Inmaculada Concepci?n". Los adolescentes desconfiaban del consumo conspicuo o de cualquier cosa que les dijera cualquier adulto. Eran esc?pticos y cuestionaban la autoridad, a sus padres, y especialmente a los sacerdotes que promet?an una gloriosa vida despu?s de la muerte junto a Jes?s en el cielo. Estos ni?os, como los de cualquier lugar, quer?an vivir la vida ahora. "De todos modos, ese es el consenso", a?adi? el sacerdote. "Despu?s de todo, el becerro rojo es un regalo de Dios". "Padre", pregunt? un ni?o, "?qu? diferencia hay entre el apareamiento y la Inmaculada Concepci?n?". Los ni?os mayores se rieron. El padre sonri? y le dijo al ni?o: "Te lo ense?ar? m?s tarde". "Hola, Beatrice, ?c?mo est?s?" dijo Blaise. "No lo s?, Blaise. Si no fuera por el granjero, no creo que hubiera sobrevivido..." Beatrice lami? su potro. "Pero lo hizo, Beatrice, y es un muchacho hermoso". "S?, pero sin la fanfarria que recibi? con Lizzy". "Oh, por favor, Beatrice, de verdad. ?Crees que quiero algo de esto?" Adem?s del sacerdote y su docena de cargos, las multitudes hab?an salido de los remolques y los autobuses y las tiendas de campa?a para presenciar una vez m?s al ternero rojo. "Vienen en tropel a ver a Lizzy, pero nadie parece estar interesado en Stefon". Beatrice condujo a su potro reci?n nacido al estanque para lavarse las postrimer?as y recibir la bendici?n de Howard. Lizzy los sigui? hasta el estanque, y Blaise sigui? a Lizzy. Cuando Howard vio a la cr?a roja, se alegr? de verla y quiso bautizar a la joven vaquilla. "?Y la m?a?" Beatrice estamp? sus pezu?as y salpic? de agua la arcilla tostada por el sol que rodeaba el estanque. "S?, por supuesto", dijo Howard. Verti? agua sobre la cabeza y el cuerpo del joven potro, lavando la sangre seca y las secuelas que lo cubr?an. Cuando Howard termin?, mir? hacia Blaise y su cr?a. Blaise dijo: "Adelante, bautiza si es necesario". Y Lizzy entr? en el estanque, chapoteando junto al potro reci?n bautizado. Howard verti? barro y agua sobre la cabeza del ternero y el rojo alrededor de sus orejas y cabeza y nariz se desprendi? en el agua y apareci? un marr?n oscuro alrededor de las orejas y los ojos. Vade? hasta el centro del estanque hasta el cuello, y cuando Lizzy sali? por el otro lado, el pelaje rojo se hab?a desprendido en el agua, revelando el sub-tono marr?n chocolate a lo largo de su cuerpo como el de su madre, con s?lo un ligero toque de rojo de su padre el antiguo toro Simbrah, Bruce. "Mirad", gritaron los ni?os, y vieron otro ejemplo de por qu? no deb?an creer lo que les dec?a ning?n adulto. La ternera roja de la leyenda o del cumplimiento de los deseos hab?a desaparecido y, en su lugar, hab?a una ternera de aspecto bastante agradable, de tono marr?n normal, mayoritariamente chocolate oscuro, medio jersey. "Es marr?n", se deleit? Beatrice con placer. "S?, lo es", suspir? Blaise. "?No es hermosa?" Los gritos surgieron de las multitudes mientras la gente se arrodillaba para llorar, gemir y rezar. En el lado musulm?n de la frontera se escucharon v?tores y a lo lejos se oyeron disparos de fusil, seguidos de llamadas a la oraci?n. La querida vaquilla roja de Blaise se hab?a metido en el estanque, hab?a sido bautizada y hab?a salido del otro lado de un color marr?n tan bonito como ella. Blaise no pod?a estar m?s contenta mientras toda la fanfarria empezaba a decaer y la gente se alejaba en oleadas de nubes de polvo hacia puntos desconocidos, y donde a ella no pod?a importarle menos. Los ministros norteamericanos tambi?n fueron testigos de c?mo la promesa del fin llegaba a su fin. El reverendo Beam dijo: "Hijo, esta es toda la prueba que necesitas para saber que los jud?os est?n malditos". "?Qu? hacemos ahora, Hershel? ?Llevarlo al Pastor Tim?" "Es una tonter?a en primer lugar. Jes?s regresar? antes de que estos jud?os consigan su becerro rojo de todos modos. Adem?s, s?lo queremos que ocurra para que vean de una vez por todas que el ?nico y verdadero Mes?as es Jes?s, y ser? demasiado tarde para ellos." "?Debemos rezar por ello?" "Deber?amos alegrarnos. Los jud?os est?n malditos. Es tan simple como eso y Dios ha hablado y el mundo ha escuchado. El Se?or est? sobre nosotros y se har? su voluntad. S?, ll?vaselo al pastor Tim Hayward, caballero granjero, y reza sobre ?l". Boris estaba bajo el granero, escondido en las sombras de los pilotes. Mel, junto con los Rottweilers Spotter y Trooper, se acerc? al jabal? por detr?s y lo asust?. "Hay que hacer algo con el Gran Blanco". Boris se atragant? y tosi?. Una pluma amarilla sali? disparada de sus fauces. Mel y Boris observaron c?mo la pluma giraba en el aire y flotaba hacia el suelo. Boris eruct?: "Como mes?as, no se puede esperar de m? que viva s?lo del pan de cada d?a". "No pasar?s hambre haciendo el trabajo del Se?or". "Es un trabajo interminable y agotador". Escupi?. "Gracias por tu aguda observaci?n al erradicar a las brujas entrometidas de nuestro entorno. Nos has hecho un buen servicio al librarnos de una molestia". "En realidad no era nada", dijo Boris, "m?s que nada hueso y plumas". "No te preocupes por ella", dijo Mel. "Otra raz?n para eliminar al Bautista de Yorkshire como el hereje que es. ?Por qu? la ternera roja se ha vuelto marr?n despu?s de que ?l la haya bautizado? Amplia prueba de que es un hereje, y como tal debe ser tratado". "Predica la abstinencia, ?por qu? no podemos dejar que se desvanezca?" "Hay que hacer de ?l un ejemplo, una advertencia de lo que le ocurrir? a cualquiera si va en contra de las ense?anzas de nuestro Se?or y Padre del Cielo. Mientras siga en pie, respirando, predicando contra ti y tu reino desde la sombra de la higuera, no tendr?s a los animales bajo tu control ni ser?s reconocido como su ?nico y verdadero salvador y mes?as. Tiene que ser tratado o nunca atraer?s a todos los animales a tu ministerio, o al redil de nuestra ?nica y verdadera iglesia." "Predicamos en extremos opuestos del mismo pasto." "Traiga sus sermones al granero, nuestra iglesia." "Pens? que el granero era su dominio." "Hasta donde puedas ver y m?s all?", dijo Mel mientras sal?a del granero, "todo es mi dominio y t? est?s aqu? fuera de mi gracia". Se puso delante del jabal? Boris, el salvador de los animales. "Ir? con el monje." "T?, cerdo tonto", dijo Mel. "Ve con el monje. ?l vivir? en lo alto del cerdo y t? entrar?s en el cielo a trav?s de su trasero". Los dos perros gru?eron. "Descansen, tendr?n su d?a en el sol". Mel se volvi? hacia el jabal?: "Ve a atender a tu reba?o". "Lo har? despu?s de mi siesta". El sacerdote, indignado, se llev? a los ni?os. "Vamos", dijo, "volved al autob?s. Los jud?os est?n malditos. Joder, todos estamos malditos. Nos vamos todos al infierno en una cesta. Oh, querido Se?or, ?cu?ndo terminar? esto?" El cura y los ni?os subieron al autob?s, y todos los peregrinos se marcharon, descorazonados, tristes por tener que esperar un poco m?s el regreso de Jes?s y el fin de la tierra. Cuando los jornaleros chinos y tailandeses vieron la novillada reci?n parida, fueron a buscar al moshavnik. "El hijo de puta", maldijo Juan Perelman, sin querer que Dios le oyera o, en todo caso, sin querer que Dios le entendiera. El jornalero chino, que tambi?n era un caballero, pregunt? a su compatriota y tao?sta qu? hab?a dicho Perelman. "No soy filipino", respondi?. "No s? espa?ol." 12 Maldiciones Revisadas Cuando el rabino Ratzinger regres?, junto con los miembros de su congregaci?n, estaba preparado. Su congregaci?n abri? paraguas ante la posibilidad de que cayeran objetos o proyectiles. Sin embargo, no tuvieron que preocuparse, ya que ninguna de las aves estaba cerca para impactar. Sab?an que lo hecho, hecho est?. Sin saberlo, el rabino y su compa??a atravesaron cautelosamente, bajo paraguas bien sujetos, el campo minado de vacas del establo y se acercaron al que fuera el gran toro del abrevadero. El rabino pretend?a revertir la maldici?n que hab?a lanzado sobre el toro, ahora novillo, diez meses y tres d?as antes. Deseaba perdonar formalmente al toro, ahora novillo, de sus pecados, y devolverle su antigua gloria con la ayuda de D-os, y un milagro. "Lamentamos, querido se?or, el error cometido contra usted. Por favor, acepte nuestras humildes disculpas, y entr?guese de nuevo a la vaca de Jersey", dijo seriamente el rabino Ratzinger. "Reenviamos la maldici?n lanzada contra usted, y s?lo le deseamos el bien, y que vuelva a su antigua grandeza. Ya no sufrir?s una eternidad como resultado de nuestra insolencia e intolerancia. Por lo tanto, ya no se considera una abominaci?n contra D-os, ni un hecho castigado, pues todo est? perdonado. Volver?s a ocupar el lugar que te corresponde, e ir?s donde te plazca, y con tu orgullo masculino intacto har?s lo que te plazca con quien te plazca, por favor. Por lo tanto, salgan una vez m?s reconocidos en este, el moshav de Perelman, y todos los moshavim de su presencia, y sean fruct?feros y den regalos de descendencia, y ofrezcan esa progenie como una ofrenda al pueblo jud?o, y al mundo. Roguemos por el retorno seguro de los test?culos perdidos a su lugar leg?timo y pidamos a D-os el perd?n de aquellos lo suficientemente miopes como para no haber conocido las consecuencias de sus acciones y maldades anteriores contra esta gran criatura. Oh, querido Se?or, por favor, a este toro le pedimos que deshaga nuestros agravios, y lo perdone, a este gran y poderoso Toro Simbrah que est?, ahora como entonces, sin pecado. Que el Se?or devuelva su nombre bajo el sol, haga que su presencia sea conocida de nuevo, que su semilla sea f?rtil, que repare los cortes m?s crueles, y que lo repare a ?l, y a su perdici?n entre su gente, sus cong?neres, particularmente sus vacas compa?eras. Que lo amen desde este momento hasta la eternidad, as? como revertimos todas las maldiciones del firmamento que est?n escritas en el libro de la ley y le perdonamos sus transgresiones". Los fieles cre?an que, puesto que el toro se hab?a apareado una vez con la jersey, y como resultado de sus labores hab?a dado a luz un ternero rojo, pod?an volver a hacerlo, siempre y cuando se le devolviera su antigua gloria con las g?nadas intactas. Por desgracia, ya era demasiado tarde para eso. Bruce se encontraba entre el tanque de agua y la puerta que una vez hab?a atravesado, y la valla contra la que ahora se apoyaba. Bruce bostez?. Los dos ministros americanos se divirtieron. Se quedaron en la valla cerca de la carretera y, desde la distancia, observaron c?mo se celebraba el servicio de oraci?n de la maldici?n inversa en el terreno del granero. La vieja mula negra y gris pas? por dentro de la valla y past? a lo largo de la misma. Desde el pajar, Julius, mientras agarraba un pincel en la garra izquierda, vio las expresiones que recorr?an los rostros de los tres jornaleros, de las que tom? nota, y que recordar?a para otra ocasi?n, pero para lo que a?n no sab?a. Los obreros, avergonzados, con las cabezas inclinadas, se echaron miradas de reojo unos a otros, advirtiendo la mirada del rabino y la de cada uno, porque sab?an a d?nde hab?an ido a parar esas g?nadas, y por mucho que el rabino rezara con insistencia, o que la congregaci?n masculina se meciera y se lamentara, ning?n milagro iba a devolver esas g?nadas a su leg?timo due?o. No iban a crecer de nuevo, ni volver, ni ser devueltas, pues los tres jornaleros se hab?an dado un fest?n con el rico manjar s?lo unas semanas antes. No dos compartidos entre tres, sino un plato de muchos. Por su trabajo, los jornaleros hab?an acumulado un impresionante surtido de test?culos de oveja, cerdo y vaca. Una vez recogidos, pelados, rebozados en huevo y harina, con sal y pimienta para darles sabor, se fre?an hasta que se doraban. Luego, como aperitivo, como ostras de las Monta?as Rocosas, o como prefer?an los obreros, puntas de ternera oscilantes, junto con una salsa de c?ctel para mojar, servidas antes del plato principal de ganso asado. "Tengo uno para ti, Hershel", dijo el ministro de la juventud. "?Qu? es eso, Randy?" "Un chiste, pero a los cat?licos no les interesa mucho. Se trata de su amada Virgen". "Vamos a tenerlo", se ri? el reverendo Beam. "Cuando el Arc?ngel Gabrielle visit? a la joven virgen con la proposici?n de quedar impregnada por el Esp?ritu Santo, ella pregunt?: '?Doler??'. A lo que el ?ngel respondi?: 'S?, pero s?lo un poco'. 'Est? bien', respondi? Mar?a, la peque?a zorra". En algunas culturas, entre ciertos pueblos del mundo, en particular los que viv?an a lo largo del valle del r?o Ohio y de los Apalaches, en el sureste de los Estados Unidos, se cre?a que ingerir sesos de vaca o nueces de cerdo le har?a a uno inteligente. Tambi?n se cre?a entre los pueblos de los Apalaches y a lo largo del valle del r?o Ohio que eran los elegidos de Dios, y que el cielo era s?lo suyo. * * * Huevos revueltos en Am?rica En la regi?n del valle del r?o Ohio y a lo largo de los Apalaches, un rico manjar de sesos de ternera era muy apreciado y a menudo se serv?a con huevos revueltos. Y tambi?n se com?an a menudo espinazos, sesos y g?nadas de vacuno, junto con nueces de cerdo y oveja, completando los diez primeros platos que se cre?a que hac?an inteligente a una persona, pero con precauci?n, para no comer demasiado. En esta parte del pa?s, independientemente del ?rgano que se sirviera, ya fueran pelotas de vaca o sesos, los platos sol?an llamarse colectivamente "sesos de vaca". Por lo tanto, un plato de huevos revueltos servidos con sesos de vaca era un eufemismo utilizado para proteger a sus cr?as contra las vulgaridades de los frutos secos y las bolas que se serv?an en sus platos. Al igual que mucha gente en toda la faz de la tierra, los tres jornaleros consideraban que un plato de nueces de ternera o de cerdo o de oveja maltratadas era un plato digno para alejar los efectos nocivos de la impotencia. Se cre?a que consumir las g?nadas de un mam?fero macho reparar?a las g?nadas del que las com?a. Los tres obreros comieron mucho. Se dieron un fest?n de puntas de vacuno oscilantes, creyendo que cuanto m?s consumieran, mejor ser?a el afrodis?aco. Por lo tanto, como dicta la realidad, el rabino Ratzinger y su congregaci?n, por mucho que rezaran a D-os, ning?n milagro iba a revertir la maldici?n y devolver esas g?nadas. Los ministros americanos, a diferencia del asi?tico o del n?mada, sab?an que un d?a entrar?an en el reino de los cielos para pasar una vida arrastr?ndose a los pies imaginarios de Jes?s. A diferencia de otros, jud?os, musulmanes o chinos, los ministros sab?an que no s?lo ten?an a Dios de su lado, sino que, en virtud de su parecido con el Se?or, eran sus preciosos elegidos. Estaban contentos, esperando el regreso triunfal de su Se?or y Salvador, Jesucristo. "?C?mo pudo esta gente pensar que se les permitir?a entrar en el cielo?" "?Qui?nes?", dijo Randy, "los jud?os". "Cualquiera de ellos", dijo el reverendo Hershel Beam. "Quiero decir, ?d?nde dice en la biblia cualquiera de estas personas, el cielo?" "No s?, ?el Antiguo Testamento?" "Bueno, no lo dice. Toma mi palabra". "Bueno, entonces, gracias a Dios." "No, Randy, gracias a Dios". El jornalero tailand?s, al igual que su hom?logo estadounidense, no necesitaba educaci?n, pens? mientras cog?a una pala de la estanter?a y comenzaba a palear la mierda de las ovejas de los establos. Sin embargo, a diferencia de sus hom?logos estadounidenses, los jornaleros dispon?an de la mayor?a de sus facultades y sentidos y no se hac?an ilusiones de una vida despu?s de la muerte en otro reino. Ni siquiera eran blancos, as? que ?c?mo podr?an pensar que se les permitir?a entrar en el cielo reservado para la gente buena y cristiana? Cualquier buen cristiano fundamentalista lo sab?a, porque la Biblia se lo dec?a. En las afueras de la aldea, los hombres musulmanes estaban sentados en la colina con vistas a la granja de abajo, con las ovejas y sus corderitos, junto con las cabras, pastando en los campos, los campos de cabras y ovejas y corderitos, y sab?an de d?nde vendr?a su pr?ximo fest?n. Era el final del Ramad?n y la v?spera de la alegre celebraci?n de tres d?as de ruptura del ayuno llamada Eid al-Fitr, lo que significaba problemas para los animales del moshav, ya que los musulmanes estaban de humor caritativo y tambi?n hambrientos. Era el atardecer. Varios hombres encendieron cerillas en las puntas de los cigarrillos. 13 Merodeadores de Medianoche Era una noche sin luna y una brisa fresca soplaba sobre la granja desde el desierto del Sina?. Ezequiel y Dave se posaron en el gran olivo situado en el centro del pasto principal. "S? que est? oscuro", dijo Ezequiel. "S?, bueno, al menos no hay tormenta", respondi? Dave. Se oy? un crujido en la oscuridad, seguido de un rayo sobre la valla. "?Has visto eso?" "?Qu? crees que soy, una lechuza?" dijo Ezequiel. "No puedo ver nada. Est? oscuro". "?O?ste eso?" "?Qu??" Mel corri? al granero y le dijo a Boris: "Si quieres que los animales de la granja te sigan como su salvador, esta es tu oportunidad. Ve a salvar a tu reba?o". Una bandada de gansos cacare? cuando Boris se top? con ellos en la oscuridad y se dispersaron. R?pidamente se reagruparon y salieron caminando entre los ruidos del pasto. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, distinguieron im?genes, rayas de corta duraci?n, seguidas de sonidos y voces que no entend?an. Los animales de la granja, grandes y peque?os, patos, gansos ya mencionados, gallinas, cabras y ovejas atacaban protegiendo a los suyos, mientras los cerdos, los pichones, los jabal?es y las cerdas chillaban y luchaban contra los merodeadores de la noche. Del lado egipcio llegaban ruidos, el sonido de las vallas que ced?an bajo el peso de los hombres que trepaban y ca?an en los pastos. Otros cayeron en suelo egipcio con el bot?n del ataque antes de que nadie pudiera detenerlos. Otros m?s fueron perseguidos a lo largo de la l?nea de la valla y se les impidi? hacer m?s da?o del que ya hab?an causado. Boris, con desenfreno, se adentr? en los campos y se abri? paso a trav?s de docenas de im?genes de t?nicas en la oscuridad. Se encabrit? sobre sus patas traseras y pate?, embisti? y corne? a los asaltantes del moshav. Alguien grit? y chapote? en el estanque, seguido de balidos. Otro grit? en ?rabe y fue seguido por carcajadas. Otros se lanzaron por el pasto, perseguidos por una manada de gansos salvajes. Los patos graznaban, las gallinas cacareaban y los cerdos chillaban en la oscuridad. Y por los gritos que se o?an en la oscuridad, Boris debi? clavar sus colmillos a varios hombres cuando la marea cambi?. Los animales hicieron retroceder a los cuatreros, persigui?ndolos desde el moshav, por encima de la valla perimetral, y cruzando la frontera con Egipto. Las gallinas cacareaban, los cerdos chillaban, y ya no por el dolor sino por el orgullo. Los animales hab?an frustrado la redada. Las aves se sent?an orgullosas de haber frustrado el ataque, y la victoria era suya. Y desde el seguro santuario del establo, Mel declar? a Boris el salvador, pues ?no acababa de salvarlos a todos, grandes y peque?os, sin importar la especie, de los merodeadores y evitar que se llevaran m?s de entre sus reba?os? Los animales de la granja estuvieron de acuerdo y lo aceptaron como un evangelio. "Habr?a habido p?rdidas incalculables y un dolor insondable si no hubiera sido por la atenci?n y el poder divino de Boris, nuestro Se?or y Salvador", proclam? Mel. Despu?s de que Boris fuese proclamado Se?or y Salvador, se hizo una evaluaci?n del n?mero de p?rdidas de Joseph, el anciano jabal? de 12 a?os y 900 libras. Con 12 a?os y 900 libras nunca sali? del establo. En la incursi?n se hab?an perdido siete de los suyos, dos ovejas, dos cabras, incluida Billy St Cyr, la cabra de Angora, y tres corderos, uno de los cuales era Boo, el ?nico cordero de Praline. Molly consol? a Praline. Se acurrucaron en el granero con la nariz pegada a la barandilla de un establo. Al otro lado de la barandilla, Mel le dijo a Praline que creyera y aceptara a Boris como su salvador, y que un d?a volver?a a reunirse con su querido y peque?o Boo. "?De verdad?" Dijo ella, esperanzada. "Praline", dijo Molly. "A Dios pongo por testigo", le asegur? Mel. * * * "Es el costo de hacer negocios", dijo Juan Perelman al d?a siguiente. "Es el precio que pagamos por tener una granja al borde de la civilizaci?n". Estaba de pie contra la valla del camino con los tres trabajadores de la granja mientras evaluaban los da?os causados durante la noche anterior. "?Cu?ntos hemos perdido?" "Seis, creo", dijo el tailand?s". "Bueno, est? bien. Podr?a haber sido mucho peor. ?Qu? hemos perdido?" "Seg?n el ?ltimo recuento, dos ovejas, dos cabras y dos corderos. Una de las cabras, me temo, era el carnero de Angora". "Bueno, joder, al menos tenemos una esquila este a?o y el mohair para demostrarlo". "Hab?a estado enferma ?ltimamente por par?sitos intestinales". "Bien", dijo Perelman. "Espero que les queme el culo". Los hombres se rieron. "Olvid? que era Eid al-Fitr. Los confundo y, bueno, deber?a haberlo sabido. Es lo que viene despu?s del Ramad?n, sea cuando sea. Cambia cada a?o. El a?o que viene espero que alguno se acuerde, as? estaremos preparados para lo que viene". "Aqu? vienen los problemas", dijo el caballero chino. "Oh, ?lo conoces?", pregunt? el tao?sta, ret?ricamente. "No lo he visto en mi vida", respondi? su compatriota. Un egipcio se jug? la vida cuando cruz? la frontera hacia suelo israel? y se acerc? a Perelman y a los obreros. Llevaba una colorida t?nica azul y p?rpura que ondeaba al viento y un tocado. Su identidad estaba oculta por un pa?uelo, y el egipcio habl? bajo condici?n de anonimato. "Estos jud?os tienen en su poder un monstruo, un djinn rojo". Agit? las manos y se?al? la parte del moshav que hac?a frontera con Egipto. "Fue en esta tierra, en este lugar, donde estos jud?os soltaron un esp?ritu maligno contra mis hermanos, que da?a, insulta, ofende a todos los musulmanes y es una abominaci?n para Al?". Mel camin? a lo largo de la valla de aquel malvado moshav para ser testigo de la conversaci?n, y para compartirla con los dem?s si era necesario m?s tarde. Los obreros miraron a Juan Perelman, que no dijo nada. Mientras el egipcio continuaba, Perelman sigui? escuchando. "Alabado sea Al? en toda su gloriosa sabidur?a porque ning?n hermano musulm?n se contamin? con los asquerosos cerdos infieles. S?lo recogemos donaciones para los pobres para que ellos tambi?n puedan tener una comida festiva y participar en la celebraci?n de Sadaqah al-Fitr, la caridad de la ruptura del ayuno." "Yo soy de estos jud?os. No nos corresponde donar animales para vestir su mesa o para alimentar a los pobres". "Este lugar ha sido profanado y convertido en profano", dijo el pastor. "Los jud?os tienen una pila de abono llena de mierda de cerdo que esparcir?n sobre esta tierra como fertilizante, pero traer? muerte y destrucci?n y nada bueno saldr? de ello. Esta tierra bajo nuestros pies ya no es digna de que mi camello orine en ella". Se volvi? hacia la frontera y levant? las manos, ech?ndose las mangas de la t?nica p?rpura y azul por encima de los hombros. "Ahora ya sabemos lo que hace falta para alejarlos de nuestra tierra, mierda de cerdo, mucha, mucha mierda de cerdo". Apenas el buen pastor y ciudadano preocupado cruz? de regreso a Egipto, fue descubierto por sus vecinos, los fieles. Los seguidores del Dios todo misericordioso y justo recogieron piedras y lo apedrearon hasta la muerte antes de que llegara a su pueblo, lo que demostr? que, independientemente de las condiciones de anonimato, el Dios omnisciente y omnipotente, lo sabe todo. "Un d?a pueden ser nuestra ruina", dijo Perelman, "pero hoy somos la suya". "Me temo que el n?mero correcto de p?rdidas es siete", dijo el obrero tailand?s. "Hemos perdido el cordero de Luzein". "El Luzein", dijo Perelman, "mierda, eso es una pena". De pie fuera de la valla, Perelman y los jornaleros observaron c?mo Praline, persegu?a a los corderos gemelos de Border Leicester, corriendo entre ellos, queriendo que uno de ellos se amamantara de ella. 14 Dentro del Rango, pero Fuera de la Raz?n A pesar de lo que hab?a dicho el jud?o, y de la muerte del beduino, los musulmanes a?n no estaban satisfechos, no se hab?a derramado suficiente sangre. La justicia no era suya. La injusticia de todo ello segu?a ardiendo. El peaje de todo ello segu?a sin respuesta. No hubo llamadas para las oraciones de la tarde, ya que la calma se cern?a sobre la aldea y un manto sobre la granja. Mel, que pastoreaba en el prado, levant? la cabeza. Sus orejas se agitaron y sinti? algo a la deriva. Algo iba a romper el silencio y reverberar, derram?ndose sobre la granja, pero a?n no sab?a qu?. Sin embargo, oli? algo que se estaba gestando en el aire, y sopl? sobre el moshav desde la aldea egipcia. No dispuesto a dejar nada al azar y perder una oportunidad, Mel fue al granero para encontrar al Mes?as, resoplando grano en un comedero. Mientras muchos aceptaban a Boris como su salvador, otros segu?an siendo esc?pticos, y con el loro jud?o a?n posado sobre ellos en las vigas, y el Gran Blanco aun bautizando bajo el sol en el estanque, Mel estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para asegurar su leg?tima posici?n entre los animales, todos ellos. Mel percibi? el silencio y sinti? los rumores que ven?an del pueblo. En el granero, anim? a Boris a salir y desfilar por la granja entre su multitud de fieles seguidores. "En un d?a como ?ste, es imperativo que t?, como Mes?as, y t? que deseas seguir si?ndolo, quieras continuar tu reinado como Mes?as saliendo a la calle entre los fieles y desfilando como un pr?ncipe, pues ellos necesitan la pompa. Date prisa, te est?n esperando". Mel sab?a que los musulmanes seguramente disfrutar?an del espect?culo al igual que Boris seguramente disfrutar?a del desfile. Encaramado en una colina, los juerguistas lamieron sus heridas. Todav?a ofendidos, a?n no vengados por el ataque contra ellos, ya que hab?an tratado de recoger carne para los pobres, y su mesa, que alteraba el orden natural de las cosas. Era lo poco caritativo, pues ten?an raz?n en alimentar a los pobres. Era lo m?s caritativo que deb?an ser. Por lo tanto, ahora les tocaba devolver la haza?a y responder a la llamada, reparar el peaje, puesto sobre ellos como pueblo, como dictaba la ley, y como se har?a la voluntad de Al?. Los musulmanes sab?an que el ataque contra ellos hab?a sido dirigido por el gran Sat?n, el djinn rojo del desierto. La venganza ser?a suya. Boris vade? a sus s?bditos mientras se ba?aban al sol junto al estanque, y pastoreaban en el prado, y a lo largo de las laderas que llevaban a los olivos m?s peque?os, donde pastaban sobre todo las cabras. Mel vio el lanzacohetes de hombro sacado de una caja de cart?n ondulado con la etiqueta "made in China". Dos hombres se disputaban el honor, hasta que otro hombre, un macho alfa del mundo musulm?n, un cl?rigo, a las afueras de la aldea musulmana, les arrebat? el lanzacohetes. Lo coloc? contra su hombro, ajust? la mira, apunt? y dispar?. La percusi?n espant? y dispers? a los animales por todos los rincones de la granja, mientras las aves volaban entre los ?rboles y los cerdos correteaban. El cohete de precisi?n del cl?rigo impact? directamente en Bruce, haci?ndolo volar en pedazos mientras la carne, la sangre y los huesos ca?an del cielo como el granizo sobre el pasto. Una gran parte de la carcasa aterriz? en un mont?n, y un trozo s?lido de la caja tor?cica del buey cay? cerca del camino, no muy lejos de donde Bruce hab?a estado parado s?lo un momento antes. Los cerdos pensaron que era un regalo de Dios. Una vez que el cad?ver y el polvo se asentaron, se revolvieron por el pasto para lamer los trozos de hueso y carne que hab?an salpicado la hierba de rojo. Boris, r?pido en sus cascos, recogi? ?l mismo algunos huesos y carne mientras continuaba su ministerio. Los jornaleros salieron para ahuyentar a los dem?s. Se quedaron para evitar que los buitres pulularan por la granja hasta que Perelman les dijo que dejaran en paz a los buitres. Perelman dijo a los jornaleros que los buitres leonados necesitaban toda la ayuda posible para mantener su especie. "Necesitan toda la ayuda posible", dijo Perelman, "y nosotros tambi?n". Los fieles ciegos de Mahoma nos han hecho un servicio". En su infinita sabidur?a, corearon desde la cima de la colina, Al? es misericordioso y justo, por no permitir la profanaci?n de los verdaderos creyentes de ser tocados inapropiadamente en la noche por las manos de los sucios porqueros infieles de Satan?s. Y por sus reacciones de alegr?a al asesinato de Bruce, era evidente para Mel que Bruce hab?a sido su objetivo todo el tiempo. "Idiotas", dijo Mel y se retir? al santuario del granero. Blaise y Beatrice estaban en sus establos protegiendo a los suyos mientras que las ovejas y las cabras estaban plegadas en oraci?n en un rinc?n del santuario. Molly, en su establo, amamantaba a sus corderos gemelos. Mel se uni? a Praline acurrucada en oraci?n, escondida en su establo. "?D?nde est? Julius?" susurr? Beatrice. "Nunca est? donde se le necesita". "En serio, Beatrice, ?qu? podr?a haber hecho Julius?" "Siempre est? volando a alguna parte". "Es libre de ir a donde quiera", dijo Blaise. "Es un p?jaro, despu?s de todo. No es uno de nosotros. No es ganado". "No, no lo es". Para dar consuelo a todos los presentes, Mel dirigi? el servicio de la iglesia y dirigi? a los animales de la granja reunidos en el recital de "Reglas para vivir, los catorce pilares de la sabidur?a", como lo hac?a cada noche, "1: El hombre est? hecho a imagen de Dios; por lo tanto, el hombre es santo, piadoso". Los animales recitaron despu?s de ?l, con la voz de Praline por encima de todas las dem?s. Perelman dijo a los obreros: "Su carne ya estaba arruinada, y de todos modos era in?til para nosotros. Consum?a recursos valiosos". Los cerdos chillaban de placer y corr?an desbocados por la dehesa mientras se peleaban por los restos de carne y sangre en la hierba y la tierra, comiendo lo que encontraban de hueso y bocados de carne. Perelman dijo: "Los cerdos son omn?voros. No podemos esperar que vivan con la bazofia y el grano que les damos de comer". Mientras los dem?s se hab?an puesto a cubierto y se hab?an dispersado por el moshav, los cerdos permanecieron vigilantes y hambrientos, y devoraron todo lo que pudieron esparcir por el pasto. "Independientemente del valor nutricional y de las vitaminas, no les importa. Es un alimento reconfortante". Trooper y Spotter, los dos Rottweiler, se pelearon por el cr?neo y se comieron lo que quedaba de los sesos del novillo. "Juan", dijo Isabella, "no quiero que esos asquerosos perros entren en la casa esta noche, quiz? nunca m?s". Se volvi? hacia la casa sin obtener respuesta. "?Qu??", gimieron, y corrieron hacia el granero y hacia Mel. Juan Perelman les dijo a los tres jornaleros que iba a ampliar la explotaci?n lechera a ambos lados de la carretera. "Vamos a deshacernos de estos animales, a venderlos a los americanos". "?Incluso el ternero rojo?" Pregunt? el tailand?s. "?Qu? diferencia hay? El ternero rojo ya no es rojo. Quieren la vaca y el ternero. Que se los queden, los cerdos tambi?n y las ovejas. Tenemos todo lo que podemos manejar ahora con doce “holstein” y sus terneros. Adem?s, deshacernos de los cerdos nos permitir? tener algo de paz por aqu?. S? qu? har? que Isabella est? m?s tranquila". Despu?s del recital, Mel consol? a los perros. "Ella no dijo nada sobre ellos", se quej? Spotter. "?Por qu? tienen un trato especial?" "Ya est?, ya est?, no pasa nada. Deben recordar que los cerdos son especiales, una raza aparte, superior a las formas animales menores como los perros", dijo Mel, tranquilizando a Spotter y Trooper. "Los cerdos son m?s importantes que nosotros. Se procuran para el consumo humano, mientras que nosotros no". "?Tambi?n son chatarra para nosotros!" "Ya, ya, chicos, recordad que la poblaci?n de cerdos est? protegida, se mira con m?s favoritismo que el resto de nosotros, formas inferiores de animales y ganado". Конец ознакомительного фрагмента. 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