Зайти за четверть часа до заката В весенний лес и терпеливо ждать, Непроизвольно ежась – сыровато, Но все равно, какая благодать! Темнеет быстро внутренность лесная, И свет зари, скользящий по стволам Деревьев вековых, незримо тает В верхушках сонных. Слышно, где-то там Кричит протяжно иволга. И трели Весенних соловьев робкИ пока. Взлетевший вет

El Secreto De La Dominante

El Secreto De La Dominante Diego Minoia Cuando un brillante pianista y su curiosa compa?era se entrometen en los asuntos de los dem?s, las consecuencias pueden ser imprevisibles... Max (pianista de bar) y Fabienne (pintora) pasan su vida en hoteles de lujo, en los lugares m?s prestigiosos frecuentados por clientes internacionales, entre c?cteles y men?s refinados. El encuentro fortuito con el director de orquesta chino Wang Shi, de gira por Europa y temporalmente en Roma, los involucra en un asunto que comenz? como un juego en el que Fabienne improvisa de detective, los ver?s cada vez m?s inmersos en un peligroso cruce de esp?as. Entre las notas de un est?ndar de jazz y un ?xito pop, se suceden giros, agentes secretos, intrusiones inexplicables y un secuestro ins?lito. Al final, la m?sica tambi?n ser? la clave para resolver el caso: ?no se dice siempre que la m?sica es un lenguaje universal? En el nuevo libro de Diego Minoia una historia convincente y original de espionaje musical, ambientada entre un lujoso hotel romano y los lugares m?s caracter?sticos de la Ciudad Eterna. Dos protagonistas simp?ticos y entra?ables, Max Minelli (pianista de barra) y Fabienne Bouvier (pintora, su pareja), se encuentran en medio de una intriga internacional en la que supuestos esp?as y verdaderos agentes secretos buscan los planos de los misiles robados a Corea del Norte. La m?sica es el fil rouge o, para mantenernos en el ?mbito musical, el leitmotiv que recorre toda la historia. Entre giros y momentos divertidos e ir?nicos, famosas canciones de jazz y pop interpretadas al piano por Max son la banda sonora virtual de la historia. El secreto de la Dominante, una historia de espionaje musical de Diego Minoia, est? disponible en Amazon y en las principales librer?as online, en versi?n papel o ebook. El secreto de la Dominante ofrece una lectura agradable y emocionante, en escenarios originales y con protagonistas frescos y nuevos, ayudados por divertidos y caracter?sticos personajes secundarios: el director de orquesta chino Wang Shi y su extra?a secretaria Chen, el recepcionista pol?glota del Trastevere Romolo, el antiguo jefe de personal Giovanni y su limoncello sorrentino, el barman ingl?s Gordon al que le encanta escuchar Yesterday y muchos otros. Entre c?cteles y platos refinados, Max y Fabienne se encuentran como protagonistas de una historia que, comenzando por la curiosidad de un presunto esp?a ruso amante de la danza cl?sica, se desenvuelve entre una misteriosa intrusi?n en la suite del director de orquesta Wang, su inexplicable desaparici?n durante los ensayos en el Auditorium della Musica y la progresiva implicaci?n de nuestros h?roes en una trama de espionaje internacional. Diego Minoia El secreto de la Dominante Spy-story musical Traducci?n: Vanesa Gomez Paniza Copyright © Diego Minoia 2020 Todos los derechos reservados Ninguna parte de este libro puede ser reproducida sin el consentimiento escrito del autor A mi esposa Fabiana, que ha pasado muchas tardes junto a mi piano Cap?tulo 1 - "?Qu? te parece si jugamos a nuestro juego habitual?" - le digo, sonriendo con un gui?o mientras toco "Summertime" de Gershwin. Mis palabras se dirigen a Fabienne, que est? sentada en la mesita junto a mi piano de cola, como es su costumbre desde hace unos dos a?os, desde que estamos juntos. Llevamos un par de semanas en Roma y, despu?s de pasar la temporada de verano en Cerde?a, en el Sporting de Porto Rotondo, me alegro de volver a tocar en el jard?n de la azotea del hotel Marco Aurelio Palace, un maravilloso hotel de 5 estrellas, refinado y acogedor. Soy Max Minelli, pianista (pianista de barra para ser exactos) y desde hace quince a?os mi casa es uno de los mejores hoteles del mundo. Cada temporada una mudanza, siguiendo los flujos que empujan a la clientela hacia la monta?a en invierno, el mar en verano y los lagos o ciudades de arte en primavera y oto?o. Miro a Fabienne. Su bello rostro ovalado y su larga melena casta?a tienen como tel?n de fondo la incre?ble vista de los tejados y monumentos de Roma iluminados en esta c?lida noche de septiembre. En estas condiciones de luz no puedo ver sus hermosos ojos verde-azulados, pero cuando se pone de perfil, me gusta mirar su nariz respingona t?picamente francesa. Y ella, que se da cuenta, me env?a una de sus brillantes sonrisas de veintea?era feliz y llena de vida. Yo no estoy tan mal: 1,80 de altura, pelo y ojos negros, un f?sico que, a pesar de las horas que paso sentado al piano, se mantiene bastante en forma gracias a largas caminatas que se alternan con ba?os igualmente largos en la piscina o, si es posible, en el mar. Yo, que por mi trabajo he llegado a los treinta y cinco a?os, pasando de una aventura amorosa a otra sin pensar nunca en un futuro con mis parejas del momento, esta vez me sorprendo imaginando una vida junto a Fabienne. Todav?a no hemos hablado seriamente de matrimonio, pero en los hoteles donde trabajo, Fabienne es "la mujer del pianista". Esta noche, durante la cena, mientras esper?bamos los sabrosos platos que Sergio (el maitre) nos hab?a propuesto, dijo que el v?nculo entre dos personas debe ser el sentimiento mutuo y no la obligaci?n religiosa o legal. Por supuesto, yo tambi?n pienso lo mismo, pero creo que cuando la situaci?n madure trataremos el tema de forma pragm?tica. - "?Muy bien! Hasta ahora siempre has ganado, pero en comparaci?n con las primeras veces estoy mucho mejor. Ver?s que esta vez podr? ganarte" - las palabras de Fabienne me devuelven a la realidad y al inocente juego que a veces practicamos. Se trata de identificar a los clientes del piano-bar que "entienden" de m?sica y predecir cu?les de ellos vendr?n a felicitarme o a mostrarme su agradecimiento ofreci?ndome una copa durante la velada. Por principios, no acepto propinas en efectivo. Me pagan por hacer mi trabajo y considero que la costumbre de dar propinas es degradante: pone a los que ofrecen dinero en una posici?n de superioridad injustificada y a los que lo aceptan en una condici?n de sumisi?n servil. Soy m?sico, he estudiado mucho y en mi trabajo me considero un profesional. ?Has visto alguna vez a alguien dando una propina a un profesional, por ejemplo a un m?dico o a un abogado? Quiz? sea un exceso de orgullo por mi parte, pero me refiero a Ludwig van Beethoven, el gran compositor de la era cl?sica. Fue el primer m?sico de su tiempo que vivi? de su arte, sin ponerse al servicio de alg?n arist?crata que le hubiera tratado como a uno de sus criados. Para ser sincero, s?lo una vez romp? mi norma de no aceptar gratificaciones monetarias. Estaba al principio de mi carrera y ten?a un contrato de cuatro meses para el verano en el Grand Hotel Elba International de Capoliveri, en la isla de Elba. Era un hermoso hotel, con una playa privada, servida por un peque?o funicular que permit?a a los hu?spedes llegar al mar sin cansarse. Desde la playa, hab?a una encantadora vista de la ciudad de Porto Azzurro, en el lado opuesto de la peque?a bah?a. Lleg? esa semana un grupo de escoceses que todas las noches, despu?s de la cena, sub?an a la habitaci?n y luego volv?an al piano-bar vestidos al perfecto estilo "escoc?s", con falda con los colores del clan y tocado. Una noche, al final de mi turno, uno de ellos se acerc? al piano-bar para felicitarme y darme una propina en dinero. Tras mi cort?s negativa, y su insistencia, temiendo ofenderle, y apreciando, al fin y al cabo, semejante gesto de un miembro de un pueblo un?nimemente considerado como el m?s taca?o del mundo, acept? la moneda de una libra, que deposit? sobre el atril. Todav?a lo conservo como recuerdo. Esta noche el piano-bar no est? muy lleno, al menos por ahora, as? que Fabienne y yo podemos observar tranquilamente a los presentes. A mi derecha, a pocos metros, est? el elegante mostrador de madera pulida que es el reino de Gordon, el camarero ingl?s que conozco desde hace unos diez a?os y que suele seguir los mismos itinerarios laborales que yo de hotel en hotel. Interceptando mi mirada me indica que est? preparando alg?n brebaje para Fabienne y para m?. En las tardes tranquilas, de hecho, pasa el tiempo experimentando con algunos c?cteles nuevos que luego nos somete a juicio. A cambio, s? que de vez en cuando tengo que tocar "Yesterday", la canci?n de los Beatles que para Gordon tiene un significado especial ligado a un asunto sentimental de su juventud. Aqu? est? cruzando la habitaci?n para llegar al piano. Con pasos ?giles, llevando la bandeja con las dos copas con despreocupaci?n, hace "slalom" entre las sillas y las mesas siguiendo el ritmo de mi m?sica con la gracia y la ligereza de un campe?n de patinaje art?stico. El experimento consiste en un delicioso brebaje de zumo de pi?a y naranja, con ron agr?cola de Martinica para dar cuerpo y un toque final de curacao azul para dar un toque crom?tico que recuerda los colores del ex?tico verano. Una rodaja de pi?a y una cereza roja confitada, ensartada en una brocheta, completan la presentaci?n. - "Si te gusta, lo llamar? Fabienne" - anuncia Gordon a mi novia, visiblemente regodeada por este homenaje. - "Y t? c?llate" - me detiene antes de que pueda pronunciar una palabra - "?No seas el t?pico italiano celoso! Si te portas bien, tarde o temprano, crear? un c?ctel para ti tambi?n". Le sigo con la mirada mientras vuelve a su reino habitado por botellas multicolores y, sin dejar de tocar, dejo que mi mirada se pierda. Los c?modos sof?s de cuero blanco y los sillones a juego que amueblan el piano-bar dan al lugar un aspecto confortable y, al mismo tiempo, muy "fashion" (como dir?an los amantes de la moda). Entre el piano y el bar de Gordon hay algunas "islas" con otros peque?os sof?s y sillones dispuestos como zonas de estar. En el mismo lado de la sala, despu?s del mostrador del barman, hay una zona para los que quieren un poco de intimidad. Si te sientas en esa zona puedes escuchar la m?sica y participar en el ambiente del piano-bar sin que se note demasiado. Esos sof?s han acogido los "lomos nobles" de VIPs (o presuntos VIPs) de todo tipo, desde las estrellas del firmamento cinematogr?fico mundial hasta las de la m?sica pop-rock, desde las celebridades televisivas de larga duraci?n hasta los "meteoritos" que surcan las ondas durante una sola temporada y luego son inevitablemente olvidados. En el lado opuesto al mostrador de Gordon, frente a mi piano, otros sillones y sof?s ocupan el espacio que llega a la entrada del piano-bar, m?s all? del cual hay una elegante antesala conectada al resto del hotel por escaleras y ascensores. La pared de mi izquierda est? formada por un inmenso ventanal a trav?s del cual se abren unas puertas correderas que dan al jard?n de la azotea, salpicado tambi?n de salones para los hu?spedes a los que les gusta disfrutar de la m?sica "en plein air". Las vistas, tanto desde el interior como desde el jard?n, son impresionantes. Los tejados de la "ciudad eterna", las famosas terrazas y ?ticos, las c?pulas y los campanarios que destacan en un horizonte creado por siglos de esplendor y miseria que han hecho de Roma lo que es hoy: un lugar ?nico e irrepetible en el mundo. Los estadounidenses de Las Vegas pueden copiar los elementos arquitect?nicos t?picos de esta ciudad, pero el resultado siempre ser? similar a los escenarios de cart?n piedra de los colosales hist?ricos de Hollywood: falsos entornos de centros comerciales aptos para paladares acostumbrados m?s a la comida r?pida que a los restaurantes. Concluyo mi ejecuci?n de "Summertime" y, mientras sorbo el nuevo c?ctel de Gordon, observo de nuevo a los clientes presentes. Es un ejercicio que, hecho con discreci?n, te ayuda a entender mucho sobre las personas que observas y me ha resultado ?til muchas veces en mi trabajo. Identificar qu? oyentes aman la m?sica permite establecer una relaci?n especial con ellos, y la forma m?s inmediata de descubrirlo es observar si siguen el ritmo con el cuerpo, moviendo las manos o los pies, y cu?ndo lo hacen. Aquellos que rinden "fuera de tiempo" son claramente causas perdidas. Luego est?n los matices particulares que indican diferentes niveles superiores de competencia musical. Por ejemplo: si, mientras estoy tocando una pieza de jazz swing, un oyente bate el tiempo acentuando los tiempos d?biles, ya s? que escucha habitualmente ese tipo de m?sica y la aprecia (en otros g?neros musicales, de hecho, el ritmo se bate acentuando los tiempos fuertes). Mientras me entretengo en estas reflexiones entra John, el directivo italiano de una conocida multinacional americana, que suele terminar sus tardes aqu? en el piano-bar con sus colaboradores o clientes. - "Hola Max, esta tarde tengo como invitado a un gran importador. ?chame una mano con tu m?sica para que se relaje, as? podr? hacer el contrato y para este mes el presupuesto est? asegurado" me dice en su italiano con un inconfundible acento yanqui. - "De acuerdo, pero entonces tenemos que hablar de mi porcentaje del trato. En d?lares y en una cuenta en las Islas Caim?n... por supuesto" - respondo fingiendo seriedad. - "Menos mal que no tengo que hacer negocios contigo... ?eres un hueso duro de roer en las negociaciones!" - y se acerca a la mesa, donde un camarero ya ha sentado a su invitado. Adem?s de los habituales externos, como John, esta noche hay algunos hu?spedes del hotel en los salones, a los que reconozco de haberlos visto en el vest?bulo o en el comedor, pero tambi?n gente que no ha venido nunca. - "?Qu? dices?" - le pregunto a Fabienne sobre nuestro peque?o juego. Me llaman especialmente la atenci?n los clientes sentados en una isla de sillones a poca distancia del piano. Son un grupo mixto de dos asi?ticos y tres americanos. Los primeros son peque?os, con el pelo corto y negro, liso y brillante. Uno de ellos, el que parece ser el centro de atenci?n del grupo, es de complexi?n delgada y lleva un elegante traje oscuro de buen corte... yo dir?a que de un dise?ador italiano. El otro, decididamente m?s atl?tico a pesar de su menor tama?o, lleva un traje de factura m?s anticuada, decente pero vagamente demod?. Incluso entre los americanos, reconocibles como tales por varios detalles, como la gabardina estilo Bogart de uno y las botas tejanas de otro, parece haber una diversidad jer?rquica. Uno de los tres, un hombre de sesenta y tantos a?os, bastante desprovisto de producci?n capilar y de m?s de cien kilos, habla con rotundidad mientras blande un cigarro cubano sin encender entre sus dedos. Los otros dos, silenciosos y aparentemente inc?modos en un lugar donde no pueden beber sus cervezas directamente de la botella, son en cambio treinta?eros y f?sicamente bien dotados. Armarios de dos puertas, dir?a Fabienne, que en cambio se centra en un par de caballeros de mediana edad, con rasgos f?sicos t?picamente eslavos que han tomado asiento en una mesa apartada cerca de la entrada del piano-bar. El local tiene luces tenues que crean un ambiente discreto, pero la zona cercana a la entrada est? a?n m?s en la penumbra, por lo que s?lo se nota que los dos van vestidos de negro, tienen la tez muy blanca y el pelo rubio. - "En mi opini?n, los primeros en felicitarte ser?n los eslavos" - me susurra Fabienne tras unos minutos de observaci?n. - "Est?n disfrutando de canap?s de caviar mientras beben vodka como si fuera agua. El alcohol pronto les pondr? sentimentales y seguro que querr?n pedir alguna melod?a de su tradici?n". - "Yo tambi?n he observado a los dos eslavos" -- replico - "pero doy poca importancia a su sentimentalismo, sabiendo lo bien que aguantan el licor si est?n acostumbrados a beberlo... y lo est?n". - "Adem?s, observo que los dos son bastante reservados, no parecen querer llamar la atenci?n" -- a?ado - "Se han colocado en una mesita cerca de la entrada, poco iluminada". - No", concluyo, "me inclino definitivamente por el asi?tico de la mesa mixta, el que est? sentado en el centro del sof?. Ciertamente aprecia la m?sica, pero tengo la impresi?n de que es algo m?s que un simple mel?mano... Hace un rato, durante la interpretaci?n de "Night and Day", cuando introduje un original pasaje musical entre el final de la estrofa y la reanudaci?n de la siguiente, interrumpi? la conversaci?n para escuchar. Es este detalle en particular el que me hace elegirlo". Aprovechando el momento de pausa que me tomo para sorber el c?ctel preparado por Gordon, de la mesa asi?tico-americana uno de los dos orientales se levanta y se acerca al piano. Fabienne no pierde la oportunidad de burlarse de m? y me susurra: - Aunque no has acertado al cien por cien. Hab?as apostado por el otro asi?tico, el del medio". - "As? es. ?No lo entiendo! Este nunca escuch? atentamente la m?sica en toda la noche y ahora viene... Bueno, estoy perdiendo mi toque...". - "Buenas noches", comenz?, acompa?ando las palabras con una leve inclinaci?n de cabeza, "Me llamo Tze Chen. Soy el secretario del maestro Wang Shi" - continua, se?alando la mesa de la que ven?a - "Estamos en Roma para una etapa de su gira de conciertos" - "Un placer, Max Minelli... y la joven es Fabienne Bouvier, mi prometida". - "El Maestro se sentir?a honrado de tenerle en nuestra mesa para felicitarle personalmente. Por supuesto, la invitaci?n se extiende tambi?n a la joven". - "Agradece al Maestro e informa que aceptamos con gusto la invitaci?n. Vendremos a su mesa en unos minutos... despu?s de la siguiente canci?n me tomar? un peque?o descanso". Mientras Tze Chen vuelve a informar, no puedo evitar se?alar a Fabienne que, en realidad, no me equivoqu? en la predicci?n: los cumplidos vinieron de la persona que yo hab?a indicado. Y ella concede magn?nimamente. Cap?tulo 2 Durante el intervalo, Fabienne y yo llegamos a la mesa de Wang Shi, y las subsiguientes presentaciones revelan que los dos asi?ticos, el maestro Wang y la secretaria Chen, son chinos, mientras que el gran estadounidense con el puro es David Sherman, el empresario que organiz? la gira en colaboraci?n con el Ministerio de Cultura chino. Los otros dos son sus guardaespaldas, Dave y Ted, que le acompa?an desde que se intensificaron las amenazas terroristas contra los estadounidenses. La entrevista tiene lugar, por supuesto, en ingl?s, el ?nico idioma que permite el di?logo entre personas de tres continentes diferentes. - "El maestro Wang se encuentra en su primera serie de conciertos fuera de China" - dice Sherman - "y estoy muy orgulloso de ser el creador. Antes de llegar a Roma, segunda parada de la gira, el maestro Wang ya actu? en Pyongyang, la capital de Corea del Norte. Dada la tensa situaci?n generada por los lanzamientos de misiles norcoreanos en el Mar de Jap?n, tal vez la m?sica pueda servir tambi?n para hacer pol?tica... y llegar donde la diplomacia no puede llegar". - "Se?or Minelli" - le interrumpe, quiz? un poco bruscamente, Wang, que es evidentemente t?mido y no aprecia las palabras un tanto enf?ticas del empresario. Expres?ndose inesperadamente en italiano, me dice: "Tocas con gran sensibilidad y con una excelente t?cnica pian?stica. ?Estudiaste aqu? en Roma?" - "Gracias" - respondo con una sonrisa - "No, estudi? en el Conservatorio de Mil?n, donde me gradu? en piano y composici?n" - "Pas? dos a?os en Italia asistiendo a clases magistrales" - retoma Wang Shi, volviendo al ingl?s, por cortes?a hacia los dem?s presentes - "Debo decir que los m?sicos italianos tienen, en general, una relaci?n tan "natural" con la m?sica como para justificar la idea de que Italia es en realidad la cuna del arte de Euterpe". - "Y Signorina..." - dirigi?ndose a Fabienne - "tambi?n es una artista, creo. La vi por la tarde pintando en la terraza exterior del hotel". - "Bueno, quiz?s el t?rmino artista es exagerado. Pinto acuarelas y decoro sobre porcelana, una t?cnica que tiene una antigua e importante tradici?n en Francia. Seguro que conoces las famosas manufacturas de Limoges y Sevres, que han engalanado todas las Cortes europeas en los ?ltimos siglos". - "Mi prometida, como buena francesa, es un poco nacionalista. Como si hubieran inventado la porcelana..." - intervengo con un tono ir?nico que hace que la mirada de Fabienne se oscurezca ligeramente. - En realidad" - comenta Wang Shi sin querer hundir demasiado el golpe - "incluso en China tenemos cierta tradici?n en este campo". Despu?s de este intercambio de p?as de orgullo nacional, la conversaci?n cambi? sabiamente a un terreno menos dif?cil y Tze Chen, el secretario, nos dijo que en tres d?as comenzar?n los ensayos con la orquesta de la Accademia di S. Cecilia para preparar el programa de conciertos que se celebrar? en el Auditorium Parco della Musica. - "Espero que mi equipaje y mis partituras, bloqueadas en Pyongyang por los estrictos controles aduaneros, me sean devueltas pronto. Al menos eso es lo que me prometieron los funcionarios de la Embajada de Corea en Roma" - a?ade Wang. A estas alturas el intervalo se hace demasiado largo y, tras una r?pida despedida, vuelvo a mi trabajo, mientras mi compa?era se entretiene un poco m?s con sus nuevos conocidos. Al final de la velada, Fabienne sube a su habitaci?n para prepararse para la noche mientras yo, como de costumbre, voy a visitar a mi amigo Giovanni, un simp?tico napolitano de la Costa Amalfitana que es la "memoria hist?rica" de este hotel. Ha trabajado aqu? durante cuarenta a?os, empezando como conserje y terminando como director de todo el personal de las plantas. Hace dos a?os, cuando Giovanni cumpli? los requisitos para jubilarse, le asalt? una crisis existencial. No ten?a parientes y su familia eran los conserjes del hotel, a los que conoc?a uno por uno, habi?ndolos formado personalmente y, a menudo, habiendo actuado como "padre putativo" de muchos en momentos de dificultad. Dada la situaci?n, a la direcci?n no le apetec?a despedirle, tambi?n por agradecimiento al trabajo que hab?a realizado con total dedicaci?n durante cuarenta a?os. De acuerdo con Renzo Faustini, el nuevo Director de Personal (anteriormente adjunto de Giovanni), el reci?n jubilado fue nombrado asesor de gesti?n. Es una funci?n honor?fica, pero a?n operativa, que le permite sentirse activo y ?til. Como efecto secundario pero no insignificante, el nuevo puesto le permite seguir utilizando la habitaci?n del hotel que ha ocupado durante d?cadas. Giovanni, de hecho, sigue manteniendo la situaci?n bajo control y el nuevo Director, lejos de estar molesto, est? muy contento de poder compartir sus responsabilidades con su amigo. Cuando no est? de servicio, a Giovanni le gusta leer y preparar su famoso limoncello, elaborado con c?tricos que le env?an desde S. Agata dei due golfi, un agradable pueblo con vistas a la pen?nsula de Sorrento. Casi todas las noches, al final de mi turno, le visito en su habitaci?n para charlar y beber "manzanilla". As? es como llamamos a su limoncello que, al igual que la infusi?n floral, es de color amarillo y favorece el sue?o (al menos seg?n las creencias de Giovanni). - "Pasa, Max, te estaba esperando" - me insin?a sin casi darme tiempo a llamar a su puerta. - "Ciao, Giov?. Ti trovo bene assai, sei 'na favola" (Hola, Giovanni. Est?s muy bien, eres una mu?eca). - le digo imitando su cadencia napolitana. - Ya sabes cu?les son mis secretos" - me repite por en?sima vez - "La pasi?n por mi trabajo y... una copa de mi limoncello antes de dormir." - "Bueno, si ese es el caso, ?yo tambi?n tengo algo de esperanza!" - Le sigo la corriente: "No me falta pasi?n por mi trabajo. En cuanto al limoncello... t? te encargas de eso". - Mientras S. Gennaro me proteja, est? bien. Cuando quieren que suba... siempre estoy listo". - "Todav?a hay tiempo para eso, Giov?. ?Qu? puede decirme hoy? Ponme al d?a". - "Un d?a bastante tranquilo. S?lo un par de situaciones que requirieron mi intervenci?n. Un cliente suizo quer?a cambiar la posici?n de la cama de su suite para alinearla con el eje norte-sur de la tierra. Dice que as? no le llegan los magnetismos negativos... ?Hay gente rara! El hecho es que tuve que mover todos los muebles de la habitaci?n para acomodarlo. Y cuando se vaya en dos semanas, tendremos que reorganizar todo como antes... a menos que dejemos una suite para los seguidores de las teor?as sobre el magnetismo. ?Qu? dices? ?Deber?a hablar con el Director al respecto?". - "Hmm... mejor que no, a menos que quieras que te lleve de urgencia a alguna sala de locos. Sabes que no aprecia nada demasiado "alternativo"". - "Tienes raz?n. El otro caso, sin embargo, es m?s normal, si se puede llamar as?. La pobre Consuelo, la conserje venezolana de la segunda planta, se llev? una bronca del cliente del 212 porque, al sustituir las flores viejas por otras frescas, puso violetas por toda la suite. ?Ella nunca hab?a hecho eso! La clienta, Irina Leskova... ya saben, la primera bailarina del Teatro Bolshoi de Mosc? que actualmente representa "El lago de los cisnes" en la ?pera... empez? a gritar "chi? de 'na pescivendola dei Quartieri Spagnoli di Napoli" ("m?s que una pescader?a del Barrio Espa?ol de N?poles"). - "?Y eso por qu?? Ahh... ?por el color p?rpura?" - "?Por supuesto! ?Y qu? iba a saber la pobre Consuelo de la superstici?n de los teatreros que creen que el color morado trae mala suerte! Tuve que emplear toda mi paciencia y diplomacia para solucionarlo sin perjudicar a Consuelo. Imag?nate que Leskova quer?a hablar con el director inmediatamente para que la despidieran. - "Es bueno que siempre consigas arreglar las cosas. Los conserjes deber?an hacerte un peque?o altar, abajo en los vestuarios, y encenderte una vela como se hace en N?poles con los santos patronos. T? eres su S. Gennaro, les proteges y les ayudas en sus dificultades" - le digo en tono ir?nico. - "Oye, no hables mal de S. Gennaro. Si te escucha, puede echarte una maldici?n. Si los tratas mal los santos son un poco sensibles, ?sabes...? Hablando de susceptibilidad... ?recuerdas a Saretto? S?... ?Rosario! Ese siciliano de guardia de la 5? planta tan peque?o que incluso el diminuto de Saro est? sobredimensionado en comparaci?n con su metro cincuenta y cinco. "Apposta lo chiamiamo Saretto" (Por eso le llamamos Saretto). ?Pues atrae las bromas de sus compa?eros! En parte es culpa suya, con el car?cter tan susceptible que tiene, parece hecho a prop?sito para convertirse en el blanco de sus bromas. Por supuesto, incluso sus compa?eros "so' dei bei fetentoni" (son una panda de apestados). Le quieren, pero a veces se burlan de ?l... Esta tarde, mientras se duchaba al final de su turno, le hicieron desaparecer la chaqueta del uniforme, que hab?a colocado en la puerta de su taquilla. - Algunos sicilianos tienen un car?cter como el Suave Alfio o el Suave Turiddu, ya sabes... los personajes de Cavalleria Rusticana de Mascagni, que resuelven las cuestiones de honor con un cuchillo" - digo. - "Afortunadamente, Saretto es m?s razonable" - responde Giovanni -- "Lo tranquilic? dici?ndole que el uniforme reaparecer?a al d?a siguiente. A estas alturas el autor de la broma ha conseguido su objetivo, hacerle enfadar delante de todos sus compa?eros, y por tanto el cuerpo del delito ser? devuelto en breve." - "Como siempre, has sido muy diplom?tico" - le reconozco. - "S?, le tranquilic? por la broma, pero enseguida pas? a quejarse de la puerta cerrada de una de las dos duchas, lo que le oblig? a esperar su turno..." - "Uh, se hace tarde" - exclamo tras echar un vistazo al reloj - "Adi?s Giov?, me voy ahora, si no Fabienne har? un moh?n si la dejo sola mucho tiempo." Cuando vuelvo a mi habitaci?n, afortunadamente, Fabienne sigue luchando con peines y cremas varias. - No entiendo por qu? necesitas embadurnarte de cremas y ung?entos," - le digo - "para m? eres hermosa incluso al natural." - Y sin embargo, sabes que por tradici?n familiar, los perfumes y las cremas siempre han formado parte de mi vida" - responde con una carita divertida. Me acuesto en la cama y la observo hasta donde el reflejo parcial del espejo me devuelve su rostro. Su expresi?n es absorta y casi so?adora. Luego, de repente, reanuda su discurso como si nunca lo hubiera interrumpido, atrapada en la emoci?n de alg?n flashback evocado por mi comentario inicial. - "Mis primeros recuerdos, deb?a tener dos o tres a?os, se refieren al d?a m?gico en que mi padre me llev? por primera vez a nuestro taller de perfumer?a en Grasse. Desde ese d?a he pasado mucho tiempo en ese laboratorio y he adquirido una sensibilidad especial para las fragancias". Luego, cambiando bruscamente de tono, como una ni?a que presume de alguna habilidad especial suya: - "?Sabes que si no me hubiera apasionado el arte y la pintura, seguramente me habr?a convertido en una muy buena "nariz"?" - "Prefiero que te hayas convertido en una mujer completa. No me habr?a conformado con una simple nariz, por muy bonita que sea" - respondo, riendo. - "?Vamos! Las "narices" son los especialistas que reconocen las esencias y ayudan a mezclarlas para crear nuevas fragancias. Hay menos de una docena de ellos en Francia. A mi padre le habr?a gustado que me quedara con ?l para continuar la tradici?n familiar, que ya se remonta a dos siglos atr?s." Llegados a este punto, para evitar que me cuente de nuevo toda la historia secular de su familia de perfumistas, para cambiar de tema le dejar? de lado por la noticia que me cont? Giovanni. Evidentemente, el hecho que m?s le llam? la atenci?n a Fabienne fue la desaparici?n de la chaqueta de Saretto, porque, tras unos minutos de melanc?lico silencio, puntuado por numerosos y vigorosos cepillados de su larga cabellera casta?a, retom? en voz alta el hilo de sus anteriores pensamientos: - "Hoy en d?a las cosas desaparecen muy f?cilmente. La gente est? distra?da y la vida es m?s complicada que antes. Cuando env?as una carta, nunca sabes con certeza si se entregar?, por no hablar del equipaje en el aeropuerto... ?cada vez m?s a menudo te la env?an desde el lado opuesto del mundo en el que te encuentras!" - "?Lo s?! ?Recuerdas que el a?o pasado, al volver de la temporada en Santo Domingo, nos enviaron accidentalmente nuestro equipaje a Shanghai? Por suerte, parte de nuestro armario se hab?a enviado a nuestro destino unos d?as antes, de lo contrario nos habr?amos quedado sin ropa adecuada y habr?amos tenido que comprar todo de nuevo." - "Bueno, habr?a sido una buena oportunidad para renovar dr?sticamente nuestro armario" - se burla Fabienne sabiendo el poco inter?s que tengo en seguir la moda. - "Hablando de equipaje" -- contin?a - "El maestro Wang Shi tambi?n est? muy preocupado por el suyo. Tiene que recibirlos de Corea del Norte y est? ansioso por sus resultados. A los estadounidenses que pidieron noticias, los dos chinos respondieron que esperan que no haya contratiempos". - "Bien, pero ya basta de ch?chara" - le susurro - "Ahora que te has peinado bien, qu? tal si te acercas a m? y me dejas despeinarte. La sonrisa de complicidad de Fabienne me da la respuesta que quer?a. Cap?tulo 3 - "?Despierta, perezosa!" - le susurro a Fabienne en cuanto me doy cuenta de que ya son las 8:30. Esta ma?ana hemos dormido un poco m?s, quiz? porque nos hemos acostado m?s tarde de lo habitual. Como los dos trabajamos por las tardes (yo compongo y ella pinta), no nos gusta despertarnos muy tarde para hacer cosas juntos durante las horas de la ma?ana. El desayuno, para empezar. - "?Aqu? o en el sal?n?" - le pregunto, aunque rara vez nos traen el desayuno a la habitaci?n. - "Vamos abajo, lo prefiero" - me responde Fabienne sin dudar expresando lo que tambi?n es mi pensamiento. El desayuno en la habitaci?n, de hecho, nos permite hacer nuestro recorrido "ritual": salida a la terraza para evaluar las condiciones meteorol?gicas y de temperatura, intercambio de bromas con los hu?spedes que conocemos, parada en los sillones del vest?bulo para hojear los peri?dicos. A continuaci?n, la parada obligatoria en la recepci?n para saludar y charlar con Romolo Costantini, el jefe de recepci?n del hotel, que es amigo m?o desde hace muchos a?os. Alto, distinguido y siempre perfectamente vestido, con el pelo corto y una cuidada barba "sal y pimienta", muestra en su ancha mand?bula y en su "importante" nariz su ascendencia de alg?n centuri?n imperial. R?mulo es un caprichoso nativo de pura sangre, un "romano de Roma" como ?l mismo se llama, nacido en el Trastevere en el seno de una familia de clase trabajadora que quer?a declarar su "romanidad" en los nombres de sus hijos. El primer hijo R?mulo y el segundo Remo, como los hermanos que fundaron la ciudad seg?n el mito. Afortunadamente, las relaciones entre los hom?nimos modernos son mejores que las de sus antiguos predecesores. R?mulo habla con fluidez cuatro idiomas, pero, con los amigos y cuando no est? de servicio, luce un vistoso dialecto romano que dar?a envidia a los protagonistas de las pel?culas neorrealistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. - "?Explorador Max, informe de la situaci?n!" - me dice en tono militar en cuanto me acerco a la recepci?n. Le sigo el juego y respondo: - "?Situaci?n controlada, comandante! Excelente d?a, temperatura agradable. Conoc? a un par de clientes y recib? cumplidos por mi interpretaci?n de "Summertime" anoche en el piano-bar". Todos nos echamos a re?r. - "Certo che n'amo fatte de esplorazioni, vero Max?" (Seguro que me encanta explorar, ?no es as?, Max?") - me recuerda a Romolo en perfecto estilo Trastevere. - "Oh, s?," - admito - "a lo largo de los a?os nos hemos recorrido la ciudad en busca de las mejores trattorias, las que suelen ser desconocidas para los turistas y no aparecen en las gu?as". "Hasta que Fabienne apareci? a mi lado por primera vez, hace dos a?os. Enseguida le cogiste cari?o y, lejos de temer que mi relaci?n con ella repercutiera negativamente en nuestra amistad, enseguida la incluiste en nuestras rutas gastron?micas." - "Todav?a recuerdo nuestra primera salida los tres juntos" - interviene Fabienne. "Se consagr? con una cena en casa de Oreste, ese amigo tuyo que tiene una trattoria en un callej?n detr?s de la iglesia de S. Mar?a en Trastevere. El men? era un concentrado de gastronom?a romana: tagliatelle 'cacio e pepe' y alcachofas 'alla giudea', todo ello regado con vino blanco de los Castelli Romani producido por una prima de Bianca, la mujer de Oreste". - "Ammazzate oh (Oh, me matas), qu? memoria la de la chica" - se?ala Romolo. "Comimos bien esa noche. Al fin y al cabo, Oreste's es una trattoria familiar, en el verdadero sentido de la palabra: su mujer cocina y ?l sirve en la mesa". Tras la parada en Romolo's, un desayuno ligero con zumo de frutas, tostadas con mantequilla y mermelada y un adelanto del men? de mediod?a ofrecido amablemente por Marzio, el camarero abruzo que atiende el "rango" que incluye nuestra mesa. Marzio es un joven de familia campesina, m?s bien bajito pero de fuerte estado f?sico, con el pelo negro con rizos siempre rebeldes a pesar de sus intentos de domarlos en un peinado adecuado para el exterior. El bigote y las cejas pobladas lo hacen aparentemente hura?o, pero en realidad tiene un car?cter sociable y sincero. Fabienne y yo le llamamos "Fisch o Fleisch" (pescado o carne, en alem?n) por la frase que repite invariablemente en todas las mesas, despu?s de haber comido el primer plato de la comida o la cena. Gracias a su informaci?n siempre podemos saber qu? de delicioso ha llegado a la cocina, cu?ndo est? fresco el pescado, cu?les son los platos que mejor le salen al chef de turno. Despu?s del desayuno, un relajante descanso en la piscina y luego las treinta vueltas diarias de nataci?n. Fabienne intent?, en las primeras veces, alterar la cuenta de las vueltas pero luego decidi? no vivir en una mentira y me confes? la verdad: a la d?cima piscina su cuerpo se pone en huelga, racionando el ox?geno, y empieza a tener visiones parecidas a los espejismos en el desierto, completadas con cama solar, bebida fresca y el suscrito que le masajea los m?sculos doloridos. Ante tan detallados espejismos no pude evitar acceder, tambi?n porque no es tan desagradable acariciar sus bien formadas piernas con la excusa de un masaje. Pasamos el resto de la ma?ana leyendo o paseando por Roma, entre galer?as de arte y museos, pero siempre tomando rutas diferentes para descubrir cada vez algo nuevo e inesperado de esta magn?fica ciudad. La tarde la dedicamos a trabajar, si no tenemos ning?n compromiso particular. Me encierro en mi habitaci?n con mi equipo: teclado musical conectado al ordenador y todo el software m?s moderno para producir y editar m?sica. Desde mis tiempos de conservador, siempre me he dedicado a componer m?sica, sobre todo bandas sonoras para teatro y documentales, pero tambi?n escribo m?sica para amigos concertistas que me la piden. A lo largo de los a?os se han consolidado mis colaboraciones con compa??as de teatro y estudios de producci?n de v?deo y ahora, gracias tambi?n a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnolog?as, puedo mantener el contacto con mis clientes incluso cuando est?n de viaje por el mundo. Hacemos videollamadas, intercambiamos archivos de audio y v?deo... en definitiva, podemos trabajar como si estuvi?ramos en la misma ciudad. Fabienne, por su parte, se sienta en una mesa esquinera en la terraza exterior y pinta, si el tiempo lo permite. En caso de mal tiempo, se refugia en uno de los salones interiores del hotel. Es una actividad que, adem?s de darle muchas satisfacciones, le permite ser econ?micamente autosuficiente. No es que necesite ese dinero, su familia est? bien y seguramente no le faltar?a apoyo econ?mico si lo necesitara. Pero Fabienne est? orgullosa y ha hecho de su independencia econ?mica una cuesti?n de honor. Y este aspecto de su car?cter me gust? enseguida. En estas dos primeras semanas despu?s de nuestra llegada, Fabienne se dedic? a la decoraci?n de porcelana, ya que en las tiendas del hotel, donde se expon?an sus obras, se vendi? todo lo que hab?a dejado almacenado al final de nuestra anterior estancia en Roma. - "Desde esta tarde me dedico a la acuarela" - me informa -- "Ayer llam? a Guido Mazzanti, mi amigo que tiene la galer?a de arte en via Margutta, y acordamos la entrega de una decena de vistas romanas para finales de mes. Tendr? que trabajar mucho, Guido aprecia mi trabajo pero es muy selectivo a la hora de elegir las obras que se exponen en su galer?a". Despu?s de trabajar toda la tarde, cada uno por su lado, volvemos a la habitaci?n y nos preparamos para la cena. Esta noche, linguini con langosta y rodajas de mero sobre un lecho de arroz "pilaf", todo ello rocia-do con un excelente Vermentino di Sardegna. A las 9 de la noche, puntualmente, empiezo mi turno en el piano-bar del jard?n de la azotea en el ?ltimo piso del hotel. Al comenzar la velada con "Blue dream", una de mis composiciones que utilizo como tema de apertura, un r?pido flashback visual me lleva a mi primera experiencia como pianista en el hotel. - "?Te he contado alguna vez c?mo surgi? la idea del primer tema musical, el que utilic? al principio de mi carrera?" - digo dirigi?ndome a Fabienne que, esta vez sentada en uno de los taburetes altos colocados a un lado del piano, mueve la cabeza en se?al negativa. - "Trabajaba en un hotel junto al mar frecuentado por clientes individuales pero tambi?n por grupos de ingleses que llegaban semanalmente en avi?n ch?rter. En aquella ?poca tocaba media hora incluso antes de la cena, para el aperitivo. El piano-bar estaba situado justo a la entrada del comedor, por lo que los "fletadores" hac?an cola para cenar al menos diez minutos antes de la hora de apertura. - "Qui?n sabe" - comenta Fabienne - "tal vez pensaron que no hab?a suficiente comida para todos, as? que era mejor hacer cola y entrar primero..." - "S?, pero podr?a ser que esta cola tambi?n estuviera influenciada por la tradici?n del hotel (un poco kitsch, lo admito) de hacer salir a un camarero y golpear un tri?ngulo de metal para anunciar la apertura del comedor al estilo mar?timo." - "Como se hac?a en los viejos barcos" - se r?e mi chica francesa. - "S?, como en los barcos de los piratas del Caribe" - alzo la voz con expresi?n de lobo de mar - "S?lo nos faltaba un loro en el hombro". As? que, al ver a todos estos clientes alineados como soldados, la primera noche se me ocurri? poner una m?sica r?tmica para acompa?ar su entrada, y toqu? "The Entertainer" de Scott Joplin. - "Lo conozco, es el que se utiliza en la pel?cula "The Sting", con Robert Redford y Paul Newman" - se?ala Fabienne. - "Exactamente. La idea le gust? al director, que obviamente era un hombre de ingenio, quien me pidi? que usara siempre esa canci?n para se?alar el comienzo de la cena. Durante unos a?os ese fue el tema de apertura, antes de sustituirlo por el actual que, adem?s de ser m?s adecuado, al ser de mi propia composici?n, me garantiza ingresos adicionales por derechos de autor. Mientras comparto estos recuerdos con Fabienne, miro a mi alrededor para darme cuenta de la situaci?n en la sala. La pareja de eslavos de la noche anterior ya est? sentada en la misma mesa, engullendo sus habitua-les canap?s de caviar alternados con amplios sorbos de vodka con bastante esfuerzo. - "Quiz? est?n entrenando para alguna competici?n t?pica" - digo sonriendo a Fabienne se?al?ndoles con un ligero movimiento de la cara - "Como en esas absurdas competiciones americanas en las que gana quien se atiborra de m?s perritos calientes en cinco minutos". - "Siempre consigues ver las cosas desde un ?ngulo original" - me canta. Hacia las 10 de la noche, mientras Gordon describe la nueva versi?n de su c?ctel dedicado a Fabienne que acaba de traerle (un poco m?s de ron y un poco menos de zumo de naranja), llegan los dos chinos, el maestro Wang y su secretario Chen. Les saludo con la cabeza, sin dejar de tocar, y comento con Fabienne: - "Esta noche no hay americanos". - "Bueno", dice ella - "como los ensayos comenzar?n en unos d?as, Sherman probablemente tendr? sus propios asuntos que atender. Si es tan importante como para organizar una gira en colaboraci?n con el Ministerio de Cultura chino, me imagino que tendr? un mont?n de artistas en su agenda para gestionar por todo el mundo". - "S?," - replico - "pero tambi?n debe haber hecho algunos enemigos, ya que trae dos "?ngeles de la guarda" con ?l." - "Mira, hasta los dos eslavos intercambian comentarios sobre los chinos" - se?ala Fabienne. - "?No te parece extra?o que esos dos, que nunca antes se les hab?a visto aqu? en el hotel, hayan aparecido al mismo tiempo que la llegada de los chinos y no les quiten los ojos de encima? Quiz? sean esp?as del KGB." - "Parece que est?s leyendo demasiadas novelas de esp?as ?ltimamente" - le digo con sorna - "La era de la Guerra Fr?a ha terminado. Y de todos modos, el espionaje en estos d?as supongo que se hace con la tecnolog?a vanguardista que est? disponible hoy en d?a. La figura del esp?a que acecha y vigila al objetivo me parece un poco anticuada." "Adem?s, si los dos eslavos eran realmente esp?as, ?te imaginas la cara del controlador de la lista de gastos de estos dos? Con lo que gastan en caviar y vodka se podr?a pagar a un agente doble del bando contrario." La velada transcurre sin detalles destacables hasta que, a mitad de la interpretaci?n de "My Way", Fabienne me susurra: - "Mira, uno de los eslavos hab?a salido y acaba de volver caminando cerca de la ventana, donde hay menos luz. No quer?a llamar la atenci?n. Luego se sent? y empez? a hablar animadamente con el otro. ?Te dije que eran esp?as! ?Sin duda est?n en una misi?n secreta!" - "De acuerdo" - le digo fingiendo seriedad - "Entonces hagamos esto: mientras yo dejo de tocar para hacer un peque?o descanso y me voy al bar a tomar algo, t? te quedas aqu? y ojeas tus revistas fingiendo que no te preocupas. Pero aseg?rate de no perder de vista a tus esp?as". - "Siempre me est?s tomando el pelo," - responde haciendo un moh?n - "pero si entran en acci?n y te encuentras en medio de un tiroteo, ?no me digas que no te avis?!". - "Si eso ocurre, que sepas que te he querido con locura"- le digo bes?ndola, y luego me dirijo al mostrador, donde me espera Gordon con la coctelera en la mano. - "?Me preparas una caipirinha especial?" - le digo - "Mi recomendaci?n: hielo bien picado, cal machacada con un mortero y una doble dosis de az?car moreno, para que algunos de los gr?nulos queden en la superficie y se mezclen en el primer sorbo. - "Max, ?me tomas por un novato? Aprend? a hacer c?cteles "machacados" cuando ten?a diecis?is a?os, en los bares m?s duros del Caribe." - "Lo s?, Gordon, pero me gusta burlarme un poco de ti de vez en cuando. Vamos, no te sientas mal." - "Me parece que no eres el ?nico en estos d?as que encuentra placer en tomar el pelo a los dem?s" - me dice interrumpiendo el machaqueo de los ingredientes en el mortero y se?alando con ?l los peri?dicos que descansan sobre la encimera. Leo los titulares: "Otro lanzamiento provocador de un misil bal?stico en el Mar de Jap?n por parte de Corea del Norte", "Condena internacional un?nime", "La diplomacia estadounidense mantiene la l?nea de di?logo incluso sobre la evoluci?n del programa at?mico de Corea del Norte", "China, aliada hist?rica de Corea del Norte, se desmarca diplom?ticamente de las provocaciones del r?gimen de Pyongyang". - "Est?n armando un buen l?o en el mundo" - comento - "Ciertamente no ser? f?cil para la administraci?n americana mantener la estrategia de di?logo, si los interlocutores no tienen la misma actitud". La verdadera novedad me parece la posici?n de China. En el pasado fue un firme defensor de Corea del Norte a nivel internacional y ahora, quiz? tambi?n por el nuevo papel que quiere desempe?ar en el mundo a nivel pol?tico y econ?mico, parece distanciarse de las ?ltimas provocaciones. - "Tienes raz?n" - replica Gordon - "los brit?nicos apoyamos la estrategia de la "guerra preventiva" en la ?poca del presidente Bush, en Irak y Afganist?n, pero personalmente prefiero la v?a del di?logo. La situaci?n en esa zona es bastante peligrosa, con India y Pakist?n ya nuclearizados. Ahora se suman Corea del Norte e Ir?n..." Tras volver a sentarme al piano, la velada contin?a de forma agradable. Desde una mesa de clientes espa?oles recibo un emisario con la petici?n de una dedicatoria especial para una amiga que celebra su cumplea?os. Dada la nacionalidad de los invitados, toco el famoso tema principal del "Concierto de Aranjuez", del compositor espa?ol Joaqu?n Rodrigo. La elecci?n, quiz? un poco nacional-popular, lo reconozco, es sin embargo apreciada y los espa?oles lo demuestran con un caluroso aplauso. Pero no son los ?nicos. De hecho, al final de la pieza, Wang Shi se dirige hacia el piano llevando en sus manos tres copas con champ?n. Tras entregar la primera copa a Fabienne, coloca la segunda en el atril a mi derecha. Luego, sentado en uno de los taburetes altos con vistas a la "C?pula" de San Pedro iluminada, levantando su copa como pre?mbulo al brindis, me dice: - "?Por un pianista que sabe pasar con agilidad entre todos los g?neros musicales!" - "Muchas gracias" -- respond? - "los cumplidos siempre son bienvenidos, especialmente cuando vienen de una persona competente como usted." - "Tengo mucha curiosidad por usted, Max. ?C?mo lleg? a ser pianista en los hoteles? Tiene una t?cnica excelente y tambi?n sabe improvisar y armonizar de forma original. Con su talento podr?a, imagino, haber tomado otros caminos en su carrera musical. - "Bueno," -- reanudo -- "la elecci?n se debi? en parte al azar, como suele ocurrir en la vida. Para poder pagar mis estudios sin agobiar demasiado a mi familia, tuve la oportunidad de tocar en un bar durante la temporada de verano cuando ten?a dieciocho a?os. Esa experiencia fue fundamental y me hizo comprender lo que quer?a de la m?sica y de la vida: libertad, creatividad, viajes, contacto con gente y lugares diferentes". - "Podr?a haber alcanzado estos objetivos tambi?n con otras actividades en el ?mbito musical" - dice el director - "por ejemplo siendo concertista, de m?sica cl?sica o de jazz, ya que parece que le gusta mucho ese tipo de m?sica." - "Es cierto. Al principio, de hecho, pens? en empezar mi carrera de concertista como pianista, pero, cuando junt? los estudios de piano con los de la composici?n, me di cuenta de repente de que la creatividad era mi camino. La actividad concert?stica requiere una preparaci?n mani?tica sobre las piezas del repertorio y la repetici?n de los gestos t?cnicos que sea lo m?s normalizada posible, una vez alcanzado el nivel deseado, concierto tras concierto. No digo que sea una actividad poco agradecida, al contrario, es un camino lleno de sacrificios. Simplemente est? lejos de mi forma de ser." - "Te entiendo, yo mismo me enfrent? a los mismos problemas," -- confiesa - "y los resolv? eligiendo el camino en direcci?n a la orquesta en lugar del de concertista. Como ves, no somos tan diferentes, despu?s de todo." - "En cuanto a la variedad de experiencias musicales, tambi?n es importante para m?. En los conciertos que dar? aqu? en Roma, por ejemplo, tocar? la Quinta Sinfon?a de Beethoven, pero tambi?n las Variaciones para orquesta op. 31 de Arnold Schoenberg, las Danzas de Transilvania de Bartok y un par de adaptaciones para orquesta de melod?as tradicionales chinas realizadas por compositores contempor?neos de mi pa?s." Despu?s de echar un vistazo al reloj: - "Ser? mejor que me vaya a la cama. Son m?s de las 11 de la noche y ma?ana tengo una inspecci?n del Auditorio, una reuni?n con los organizadores y el director art?stico de la temporada de conciertos, una rueda de prensa con los periodistas..." - "?Uh, no te envidio!" -- digo yo - "Buenas noches entonces." - "Buenas noches Fabienne. Buenas noches Max" - nos desea, mientras que con un movimiento de cabeza invita a su secretaria a acompa?arle. El resto del tiempo, de aqu? a la medianoche, fluye agradablemente con la belleza intemporal de algunas canciones cl?sicas americanas, lo que en la jerga musical se llaman "est?ndar", bien recibidas por el p?blico. Despu?s de arreglar mis partituras, le pregunto a Fabienne: - "?Quieres salir? Mi amigo baterista Stefano Carli y su cuarteto tocan en la Casa del Jazz toda la semana. Si quieres podemos pasarnos a saludar y quiz?s podamos escuchar los ?ltimos temas." - "Me siento bastante cansada esta noche. He trabajado mucho esta tarde" -- responde - "Si quieres, ve solo. O iremos juntos una de las pr?ximas noches." - "Iremos otra noche juntos, no puedo disfrutar m?s si salgo sin ti" - le digo d?ndole un beso en la nariz. Nos despedimos de Gordon y salimos del club. Cuando llegamos al vest?bulo, acompa?o a Fabienne hasta el ascensor y le digo: - "Pasar? por la habitual despedida de Giovanni y luego me reunir? contigo en tu habitaci?n. Mi amigo me esperaba, aunque mis visitas sean regulares pero no necesariamente diarias. Dos copas de licor vac?as est?n ya preparadas en la peque?a mesa, colocada entre los dos sillones situados cerca de la ventana que da al jard?n. Cuando llego, Giovanni va a buscar la botella de su limoncello a la nevera y me la sirve, diciendo la frase habitual: - "Un poco de manzanilla relaja los nervios y favorece el sue?o." - "?Por ti, Giov?! - le digo, empezando a sorber el licor amarillento. A?n no hemos terminado el brindis, cuando llaman a la puerta emocionados. Un recadero, todo fren?tico, anuncia que se requiere urgentemente la presencia de Giovanni en la Direcci?n. Volvi?ndose hacia el joven, mi amigo, preocupado, le pregunta: - "?Che ? successo (Qu? ha pasado) quaglio', que me llaman a esta hora?" - "Acaban de informar en recepci?n de una intrusi?n en la suite 508" - dice el botones, comi?ndose sus palabras por la tensi?n nerviosa - "Ya han llamado al director." - "?Uh, 'cchista ? grossa '(Esto es grande)! ?Pero es la suite del m?sico chino! Es grave, tengo que llamar inmediatamente a los camilleros de la quinta planta" - gime Giovanni. Bajemos al despacho del director" - le dice con decisi?n al botones. Luego, volvi?ndose hacia m?: - "T? tambi?n vienes, Max. Ya que conoces al m?sico chino, tal vez puedas echarnos una mano para arreglar el asunto sin demasiadas complicaciones. Cap?tulo 4 La reuni?n de urgencia se celebra en el despacho del director, Paolo Manfredi, un hombre de mediana edad, con modales algo remilgados y cierto cansancio debido a su estilo de vida sedentario y su gusto por la buena comida. Manfredi est? claramente molesto, no s? si porque le han echado de la cama o por el desafortunado suceso ocurrido, que mancha la tradici?n de hospitalidad de alto nivel de "su" hotel. El primero en hablar es el jefe de seguridad del hotel, Luciano Terenzi, un ex polic?a de complexi?n cuadrada y muy competente en su campo. S? que formaba parte del n?cleo de investigaci?n de la Jefatura de Polic?a de Roma hasta que acept? la tentadora oferta del grupo hotelero internacional que tambi?n gestiona este hotel. - "Ya he hecho una primera inspecci?n en la 508" - dice en tono profesional consultando un cuaderno que lleva en la mano - "La puerta de entrada no presenta signos de robo y las ventanas, as? como la ventana francesa que da acceso a la terraza, est?n cerradas por dentro. Se ha hurgado en todos los rincones de la suite met?dicamente, pero de forma evidentemente apresurada. Cuando los hu?spedes regresaron, hacia las 23:40 horas, se dieron cuenta inmediatamente de los signos de intrusi?n, pero no avisaron a la recepci?n hasta cerca de la medianoche". Luego a?ade, para beneficio de todos los que no tenemos su experiencia en sucesos criminales, que "en esas situaciones a veces las v?ctimas est?n tan conmocionadas que no reaccionan inmediatamente". - "?Los clientes han podido notar si falta algo en la suite? Dinero, objetos de valor... - pregunta preocupado el Director. "?Han forzado la peque?a caja fuerte de la suite?" - "Cuando sub? a la suite, los clientes no se quejaron de ning?n robo" - responde Terenzi - "En cuanto a la caja fuerte, no la hab?an activado y por eso estaba vac?a." - S?, pasa mucho" - coment? Manfredi, retomando uno de sus latiguillos favoritos: "Muchos clientes no utilizan la caja fuerte de todas las suites. Sobre todo a las mujeres les cuesta desprenderse de sus joyas y quieren tenerlas a mano para poder lucirlas en todo momento. Al hacerlo, se exponen al riesgo de robo, lo cual implica inevitablemente mis responsabilidades y socava el buen nombre de nuestro hotel." - "Afortunadamente, los casos de robo en este hotel han sido muy raros en el pasado" - subraya el investigador - "y, desde que activamos el sistema de tarjetas magn?ticas para el acceso a las habitaciones, ?ste es el primer caso de intrusi?n. Sin embargo, no parece faltar nada" - se apresura a repetir - "El maestro Wang hab?a dejado un anillo muy valioso y un par de gemelos de diamantes en un caj?n, pero no se los llevaron. Tal vez los ladrones no los vieron, o fueron interrumpidos antes de encontrarlos y se vieron obligados a huir." - "Hay una cosa que me preocupa" - intervino John por primera vez - "Si la puerta no estaba forzada y las ventanas estaban cerradas por dentro, ?c?mo entr? el ladr?n? Los ?nicos que tienen la llave electr?nica son los conserjes y el personal de recepci?n... pero yo soy personalmente responsable de la honestidad de mis chicos." - "Debemos actuar con rapidez y resolver esta desafortunada situaci?n sin que se corra la voz" - se lamenta el director - "Nos perder?amos de ver esta noticia en los peri?dicos". Luego, con voz m?s segura, a?ade: - "Ahora voy a ir personalmente a pedir disculpas a los clientes por el desafortunado incidente... y espero que no quieran darle publicidad". - "S?, yo tambi?n voy a subir" - a?adi? Terenzi - "Les he pedido que no toquen nada hasta que vuelva y no quiero que se impacienten." - Ser?a mejor que llevaras a Max contigo, ?l conoce a los dos chinos y podr? ayudarte a resolver la situaci?n sin demasiadas complicaciones... los m?sicos se entienden. - sugiere Giovanni y luego concluye con tono firme -- "Mientras tanto voy a hablar con los chicos de guardia de la quinta planta para preguntarles si han notado algo extra?o durante la noche." Al llegar a la suite 508 encontramos a Wang Shi en un estado de agitaci?n comprensible en una persona en tal situaci?n. Saber que unos desconocidos han entrado en tu alojamiento y han saqueado todos los lugares te produce una sensaci?n de inseguridad y un sentimiento de impotencia y rabia. Nos acercamos a los dos chinos, que est?n de pie en medio del sal?n de la suite. Tras expresar mi pesar por el incidente, les presento al director del hotel. - "Me gustar?a pedir disculpas a la propiedad y a los m?os por lo ocurri-do. Son cosas que no suelen ocurrir en nuestro hotel" - comienza con una voz que tiembla vagamente de verg?enza. - "Les aseguro que estamos haciendo todo lo posible para encontrar al responsable y evitar que vuelvan a ocurrir cosas similares en el futuro". Como la gesti?n del asunto ha pasado a manos del Director, aprovecho para mirar a mi alrededor y sus voces se mezclan con mis observaciones mentales. - "Si lo desea, puedo poner a su disposici?n otra suite y hacer que trasladen su equipaje inmediatamente" - propone Manfredi. - "Eso no ser? necesario, gracias" - responde inesperadamente Tze Chen, el secretario de Wang, que hasta ahora se hab?a mantenido al margen. Luego, como para justificar su intervenci?n: - "Dada la hora tard?a, el traslado s?lo nos permitir?a irnos a la cama al amanecer, y el maestro Wang Shi tiene importantes compromisos profesionales ma?ana. Me encargar? de que nadie le moleste esta noche" - a?ade con un tono vagamente amenazador que me sorprende en labios de un secretario de aspecto apacible y tranquilo. - "En todo caso" - concluye Manfredi con la intenci?n de protegerse de cualquier posible sorpresa desagradable adicional - "Terenzi, nuestro responsable de seguridad, pondr? a uno de sus hombres en el pasillo hasta que hayamos aclarado este asunto". - "Exactamente" - confirma el sabueso - "Dar? inmediatamente instrucciones para la vigilancia de la suite." Una vez dichas estas palabras, Manfredi y Terenzi se despiden y, mientras se van, me fijo en sus expresiones: la del polic?a est? concentrada y la de Manfredi, aliviada. Teniendo en cuenta la razonable reacci?n de los dos hu?spedes chinos, que no se quejaron ni formularon acusaciones contra la organizaci?n del hotel, imagino que Manfredi volver? a su habitaci?n para retomar su sue?o interrumpido. Ahora Wang Shi y Chen hablan entre s? en voz baja en chino. Aunque no conozco su idioma, puedo detectar un tono de agitaci?n en su conversaci?n. Les dejo confabular y contin?o mi exploraci?n visual de la habitaci?n. El armario est? abierto, las cajoneras tienen los cajones sacados y dejados con aberturas aleatorias seguramente por la premura de la b?squeda. Casi parece que el armario y los cajones se han quedado, inm?viles y asombrados, con la boca abierta, fijos en esas extra?as expresiones que la gente asume cuando se encuentra en situaciones imprevisibles e inusuales. Parte del contenido de los cajones est? desparramado por el suelo. No me parece que haya nada en particular, las cosas habituales que uno se lleva de viaje: ropa, ropa interior, algunos libros.... Sobre el escritorio est?n dispersas, en desorden y abiertas con el respaldo, algunas partituras musicales. Algunas han acabado en el suelo, abiertas. Reconozco por los t?tulos de las portadas que son las composiciones que se interpretar?n en los conciertos del Auditorio y que unas horas antes me hab?a comentado el maestro Wang al hablar del set list que hab?a preparado. El hecho de que las partituras que quedan sobre el escritorio est?n todas de espaldas, apoyadas sobre el piano como techos de dos aguas puestos por un ni?o con ganas de jugar, me deja una sensaci?n extra?a... como algo ya visto. ?Por supuesto! La imagen me llega de repente, como un flashback cinematogr?fico. Veo a Fabienne en uno de los gestos que hace a menudo: busca algo en su bolso y, al no encontrarlo, se impacienta y le da la vuelta al bolso, sacudi?ndolo para sacar el contenido. Siempre me ha parecido misterioso que las mujeres se las arreglen para meter todas las cosas imaginables en sus bolsos (sobre todo si son in?tiles para usos pr?cticos comunes a otros seres vivos masculinos). Igualmente misterioso, si no m?s, es el hecho de que regularmente esos "agujeros negros" de dise?o se lo tragan todo, neg?ndose a devolver lo que los leg?timos propietarios han puesto en ellos. Evidentemente, los dise?adores de moda van por delante de los cient?ficos, ya que han descubierto c?mo desmaterializar los objetos. ?Qui?n sabe d?nde van a parar todas las cosas que se introducen en los bolsos de las mujeres y no vuelven a aparecer en la tierra? Dejo estas reflexiones para la posteridad y env?o un beso virtual a Fabienne porque gracias a ella he intuido un elemento importante. Los libros estaban revueltos como hace ella con su bolso cuando busca alg?n objeto y pierde la paciencia. As? que quien entr? no buscaba objetos preciosos, como el desorden y la exploraci?n de los cajones podr?an sugerir a primera vista. Los objetos preciosos no se esconden entre las p?ginas de un libro, y menos a?n entre las de una partitura de orquesta. Adem?s, la intuici?n se ve confirmada por el hecho de que no le hayan quitado a Wang ni el precioso anillo ni los gemelos de diamante que forman parte de su "uniforme de trabajo" cuando dirige (me fij? en ellos en las fotos publicadas en los peri?dicos, que le mostraban con el brazo levantado en un cl?sico gesto de direcci?n). Entonces, si no buscaban objetos de valor... ?qu? quer?an los intrusos? A estas alturas, estoy convencido de que las partituras juegan alg?n papel en la historia, si no, ?qu? sentido tendr?a hojearlas y sacudirlas al rev?s? Mientras Wang Shi y Chen siguen intercambiando frases agitadas, o eso me parece (quiz? los chinos siempre hablan as?), me acerco a las partituras para observarlas mejor. Me he dado cuenta de que tienen muchos s?mbolos y escritos hechos con rotuladores de colores. Esta es una pr?ctica habitual entre los directores y es signo de una cuidadosa preparaci?n de Wang que, antes de enfrentarse a la direcci?n de esas obras maestras, las ha estudiado profundamente se?alando los puntos cruciales para dar indicaciones precisas y meditadas a los instrumentistas durante los ensayos. Sin embargo, hay una partitura que es nueva y que carece por completo de marcas y observaciones a?adidas. Lo cojo con mi mano. Se trata de la Quinta Sinfon?a de Beethoven, la que comienza con una de las ideas musicales m?s simples y a la vez m?s poderosas jam?s concebidas por una mente humana: Ta Ta Ta Taaaan, Ta Ta Ta Taaaan. Esas cuatro sencillas pero poderosas notas tocadas al un?sono por la orquesta (Sol, Sol, Sol, Mi bemol) y luego repetidas un tono m?s abajo (Fa, Fa, Fa, Re) que han sido comparadas por el mismo autor con el "Destino llamando a la puerta". Es extraordinario pensar que este mismo ritmo, tres cortos y uno largo, en el alfabeto Morse indica la letra V. Esto explica que el incipit de Beethoven se utilizara como tema musical de Radio Londres durante la II Guerra Mundial: representaba musicalmente el s?mbolo que Churchill hac?a con los dedos en se?al de victoria. Si pienso que toda la vida de Beethoven fue una enorme lucha contra las convenciones sociales, contra la enfermedad que le dej? progresivamente sordo, contra las convenciones musicales que le enjaulaban... me estremezco. Al final tuvo su victoria y fue la historia la que se la adjudic?, como ocurre con todos los grandes. Wang, que me ve con la partitura en las manos, se acerca a m? diciendo: - "Estupendo, ?verdad?"- y me la quita de las manos con suavidad pero con determinaci?n. - "Definitivamente," -- respondo - "el primer movimiento de la 5? es una de las p?ginas que he analizado m?s profundamente en el curso de mis estudios. Contiene secretos, en mi opini?n, de valor universal." - "?Secretos?" - me pregunta Wang Shi con una sombra de inquietud que parece cruzar su mirada. - "S?, el secreto del genio beethoveniano. La capacidad de tomar una c?lula r?tmica formada por s?lo dos notas diferentes y construir con ella todo un movimiento sinf?nico. Una verdadera catedral del sonido elevada a la fuerza del pensamiento, a la raz?n, a la fatiga de la b?squeda de una perfecci?n que Beethoven persigui? en todas sus obras. Quien haya le?do los cuadernos de Beethoven no puede dejar de conmoverse por la inmensa lucha de este hombre por conquistar la perfecci?n. Cu?ntas notas, cu?ntas reflexiones, cu?ntas tachaduras antes de fijar la idea definitiva en la partitura. Todo lo contrario que Mozart, un genio del mismo nivel, pero que ten?a el don de escribir m?sica de forma inmediata, sin agitaci?n interior ni segundas intenciones". - "Dices la verdad, Max" - me sonr?e, y ahora parece m?s relajado - "Tus an?lisis son dignos de un verdadero amante de la m?sica, incluso de un verdadero conocedor." - "Perm?teme entonces resolver una peque?a curiosidad que me surgi? observando tus partituras" - digo aprovechando el piropo que me acaban de dirigir - "?C?mo es que todas tienen las marcas de colores que pusiste en la fase de preparaci?n de los conciertos, excepto esta que en cambio es nueva?" - "Eres muy observador" -- responde - "Conmigo tengo las partituras de las composiciones que dirigir? aqu? en Roma y que no puse en el programa en el anterior concierto en Pyongyang, en Corea del Norte. Se las di a Sherman, mi gerente, antes de salir de Pek?n. Ayer, cuando nos encontramos aqu? en el hotel, vino a devolv?rmelas. En cambio, la nueva partitura, la Quinta Sinfon?a de Beethoven, es una copia de repuesto. Me la trajeron porque la original, la que ten?a mis instrucciones escritas a mano, se utiliz? para el concierto en Pyongyang y se qued? en la aduana norcoreana, junto con el resto de mi equipaje, para su inspecci?n". - "Por suerte para ti, el resto de la gira se desarrolla en Europa y seguro que no tendr?s m?s problemas de este tipo" - le tranquilizo. - "Por supuesto, siempre y cuando me devuelvan mis partituras" - Wang suspira - "Deber?an devolv?rmelas pronto a trav?s de la embajada de Corea del Norte en Italia, al menos eso espero, de lo contrario tendr? que reescribir mis instrucciones de direcci?n en las nuevas partituras de repuesto a toda prisa". Mientras hablamos de m?sica, Tze Chen, el secretario, parece m?s preocupado por averiguar c?mo pudieron entrar los intrusos en la suite. Tal vez por desconfianza en la profesionalidad de nuestro responsable de seguridad, o tal vez simplemente porque es una persona extremadamente meticulosa, est? revisando una a una las ventanas y la puerta francesa que dan a la terraza de la suite. Tras comprobar que est?n cerradas por dentro, intactas y sin signos de robo, las inspeccion? de todos modos abri?ndolas y observ?ndolas meticulosamente. A continuaci?n, la terraza corre la misma suerte, pero aparentemente sin progreso, ya que su rostro se vuelve sombr?o a medida que avanza la inspecci?n. Desde luego, ?se parece m?s a un sabueso que a un secretario! Finalmente, mientras Wang Shi me explica las nuevas partituras y su funci?n, Chen se dirige a la puerta principal de la suite. ?Por supuesto! Si no hay signos de haber forzado las ventanas, los intrusos deben haber entrado por la puerta. Wang y yo, que hab?amos notado mi inter?s por los movimientos de Chen, observamos su desaf?o con la cerradura electr?nica de la puerta. Tras intentar varias veces forzar la cerradura desde dentro, el secretario sali?, cerrando la puerta tras de s?. Pero el terco chino no se ha rendido. Ahora, evidentemente, intenta forzar la cerradura desde el exterior, pero sus esfuerzos son vanos: sin la tarjeta magn?tica personalizada, la cerradura no se abre. Wang, en ese momento, casi como para justificar el comportamiento de su secretario, me dice: - "No le hagas caso, Max. A pesar de las apariencias, Chen es un excelente colaborador, leal y preciso. Me lo asign? el Ministerio de Cultura, pero antes trabaj? para no s? qu? instituci?n de seguridad nacional. Se siente obligado a ser mi guardaespaldas tambi?n". En ese momento se oye un t?mido golpe en la puerta. Wang Shi se apresura a abrirla y nos encontramos con el pobre Chen delante, con el rostro contrito por el resultado negativo de su investigaci?n, volviendo a su suite "con el rabo entre las piernas". No estoy seguro de si en China tienen un refr?n correspondiente, pero ?ste parece encajar perfectamente en la situaci?n. Pero al entrar, la expresi?n del rostro de Chen cambia repentinamente de berreta a triunfante. Siempre he le?do sobre la famosa imperturbabilidad de los asi?ticos ante las situaciones m?s imprevisibles, pero es evidente que Chen es un tipo especialmente expresivo, o bien esa imagen no es m?s que un clich? literario retomado y replicado innumerables veces incluso por el cine. - "?Ese! " - nos dice Chen, casi gritando, se?alando la peque?a mesa a la izquierda de la entrada. Wang y yo miramos en la direcci?n que se?ala para ver qu? ha desencadenado la energ?a de la secretaria, pero lo ?nico que vemos es una elegante mesa con una bandeja que sostiene una botella de agua mineral sin abrir que refleja vanamente su silueta y su etiqueta en el espejo de la pared. Ambos giramos la cabeza hacia Chen al mismo tiempo, haciendo el movimiento contrario al anterior. Al notar esta sincronizaci?n de movimientos, sonr?o, pensando que debemos parecer el p?blico de un partido de tenis, siguiendo la trayectoria de la pelota de una pista a otra. Mi sonrisa, apenas perceptible, debi? de ser percibida por Chen, quien, pensando quiz? que se refer?a a su comportamiento anterior, me repite con una nota de desaprobaci?n en la voz: - "Eso. La botella de agua". - "?Y bien?" - le pregunto, teniendo mucho cuidado de no asumir expresiones faciales que puedan ser malinterpretadas por los susceptibles chinos. - "Eso no estaba cuando salimos para venir al piano-bar. Y no lo trajimos al volver." - "?Es cierto!" - Wang exclama - "No estaba all? cuando nos fuimos." - "Y tampoco lo pedimos al servicio de habitaciones" - reitera Chen. La situaci?n es absurda: los intrusos no s?lo no se llevaron nada, sino que incluso dejaron algo en la suite que no estaba all?. - "Ir? inmediatamente a informar de las novedades a Terenzi" - digo apresur?ndome hacia la salida - "Mientras tanto intenta descansar, ma?ana tendr?s un d?a muy ocupado." Mientras estoy en el umbral, veo a uno de los hombres de seguridad interna al final del pasillo, sentado en un peque?o sill?n bajo la ventana. Se lo se?al? a Wang Shi y a?ad?: - "No te preocupes, tienes un "?ngel de la guarda" que velar? por tu sue?o." Tras dejar a los dos chinos, bajo inmediatamente a la recepci?n y le cuento a Terenzi el "descubrimiento" de Chen. Le dejo reflexionando sobre la noticia y me apresuro a subir a mi habitaci?n, donde Fabienne probablemente ya est? durmiendo a estas horas. Cuando entro en la habitaci?n, con la luz apagada y sin hacer ruido para no despertarla, su voz en su versi?n m?s aguda me pregunta: - "?Estaba buena la manzanilla de Giovanni? Evidentemente es m?s dulce que yo, ya que has preferido disfrutar dej?ndome aqu? sola." - "?Vamos, cari?o, no te pongas celosa!" - le digo con mi mejor sonrisa. - "No hay nada en el mundo m?s dulce que tus labios" - susurro bes?ndola. Responde apasionadamente al beso, pero luego recuerda que es una mujer... y quiere tener la ?ltima palabra: - "El caso es que me dejaste sola durante mucho tiempo... Ya me preocupaba que te hubiera pasado algo o, peor a?n, que te hubiera pillado una de esas "monas" demasiado maquilladas que siempre te hacen ojitos. Esos d?as se acabaron. Deber?an entenderlo, ?ya que todas las noches estoy junto al piano!" - "Tranquila, amor" - le digo - "Sabes que no tienes nada que temer en ese sentido. S?lo te quiero a ti y no te cambiar?a por nadie en el mundo. ?D?nde puedo encontrar a otra con una nariz tan bonita y respingona como la tuya?." El cumplido da en el blanco y Fabienne, que afortunadamente no es de las que se enfurru?an demasiado tiempo (tambi?n me gusta por esto), deja el camino de la guerra para fumar la pipa de la paz. Tras la reconciliaci?n le cuento los acontecimientos de la noche que han provocado mi retraso y ella, contrita, se disculpa por haber pensado mal de m?. Nos damos las buenas noches y apagamos la luz, pero al cabo de unos instantes Fabienne salta sobre la cama y dice emocionada: - "?Claro, lo sab?a!" - "?Qu? te pasa ahora?" - le pregunto - "Casi me da un infarto... ya estaba a punto de dormirme." - "Pero s?, el eslavo, era ?l, ?estoy segura!" - "?Qu? eslavo? ?Qu? tiene que ver el eslavo con esto ahora?" - le pregunto con curiosidad. - "?Recuerdas que esta noche en el piano-bar te burlaste de m? cuando te dije que los dos eslavos eran esp?as del KGB y que estaban espiando a los dos chinos? Eso es exactamente lo que pas?." - "?A qu? hora tuvo lugar la intrusi?n en la suite de Wang Shi?" - me pregunta. - "Entre las 10 de la noche, cuando salieron para subir al jard?n de la azotea, y las 11.40 de la noche, cuando volvieron a dormir" - le respondo. - "Uno de los dos eslavos sali? hacia las 22.15 horas del piano-bar y volvi? m?s de media hora despu?s de forma furtiva, caminando cerca de la ventana donde hab?a menos luz. Incluso te lo se?al?... ?pero te burlaste diciendo que le?a demasiadas novelas de esp?as! - "?Hombre! Es verdad" - le digo impresionado por esta revelaci?n - "Pero yo no me apresurar?a a sacar conclusiones. Podr?a ser una coincidencia. Ma?ana por la ma?ana, despu?s del desayuno, intentaremos investigar m?s esta historia." - "De acuerdo" - me dice - "Pero si resolvemos el caso, tendr?s que decirle a Manfredi que todo es gracias a m?... adem?s me invitar?s a cenar en ese rom?ntico restaurante del T?ber, donde nos alojamos para celebrar nuestro primer aniversario." - "Trato hecho" - confirmo con un apret?n de manos - "?Palabra de m?sico!" Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=65495117&lfrom=688855901) на ЛитРес. Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.
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