Òàê âðûâàåòñÿ ïîçäíèì èþëüñêèì óòðîì â îêíî Ïîæåëòåâøèé èññîõøèé ëèñò èç íåáåñíîé ïðîñèíè, Êàê ïå÷àëüíûé çâîíîê, êàê ñèãíàë, êàê óäàð â ëîáîâîå ñòåêëî: Memento mori, meus natus. Ïîìíè î ñìåðòè. Ãîòîâüñÿ ê îñåíè.

Visi?n De Amor

Visi?n De Amor Dawn Brower Lady Anya Montomery se encuentra en otra ?poca, no en su propio cuerpo, y comprometida con un hombre detestable. No tiene ni idea de c?mo ha llegado hasta all? ni de c?mo volver a casa, pero a medida que pasa el tiempo se pregunta si est? donde debe estar mientras comienza a enamorarse. Lady Anya Montgomery se despierta un d?a veinte a?os en el pasado, en un cuerpo diferente, con un padre controlador y un prometido no deseado. Cada d?a le depara una nueva sorpresa, pero tiene un objetivo: volver al lugar al que pertenece. Sin embargo, cuando empieza a enamorarse, se pregunta si est? exactamente donde deber?a estar... El peligro se hace inminente y la supervivencia puede no ser posible. Anya tiene que tomar una dif?cil decisi?n para salvar la vida de dos ni?os peque?os, y esa decisi?n conlleva un coste astron?mico. Vivir con las v?ctimas de su decisi?n podr?a ser su perdici?n. Lo ?nico que le queda es la necesidad de entender por qu? fue enviada al pasado y si ha cambiado algo. En su b?squeda conoce a alguien que puede tener las respuestas que busca, y la ayuda a dar sentido a todo. Sin embargo, la confianza no le resulta f?cil, y nada prepara a Anya para los sobresaltos que el destino le tiene preparados. Visi?n de Amor ?ndice Agradecimientos (#uc9c8a336-1fa6-5778-a8f3-b01ed6bcf068) 1. CAPITULO UNO (#u35dbbe3f-0b4d-5bbe-a098-b4905a3e14d3) 2. CAP?TULO DOS (#ub0cfae78-e32a-5746-8cf7-feff9183d729) 3. CAP?TULO TRES (#u354071b9-e061-55e8-b260-6d742d51b513) 4. CAP?TULO CUARTO (#u1493ffd4-72f5-59ca-bdd1-0ec0ca8561c3) 5. CAP?TULO CINCO (#u85876800-98a5-5d22-adf6-2dcdb3aff066) 6. CAP?TULO SEIS (#u1b621c56-09b3-59ea-b718-91226d708db4) 7. CAP?TULO SIETE (#u2b9bca8f-bbf6-5f2e-8262-ddf11c326957) 8. CAP?TULO OCHO (#uaa1d214b-33a9-5a52-bbdb-719860fa87e1) 9. CAP?TULO NUEVE (#u171af7e1-caf1-5271-9b20-b329c8d8f41f) 10. CAP?TULO DIEZ (#ucc709822-08e3-5479-bf7a-66d8dc1b9add) 11. CAP?TULO ONCE (#ud22ba93c-4027-5d86-9d23-75c6bddb60e1) 12. CAP?TULO DOCE (#uc7761c95-efe1-581d-970d-58b704825f24) 13. CAP?TULO TRECE (#u536be3e1-de82-5ca5-b86e-2ca8c5cf1be4) Ep?logo (#uc1bc3c6b-8ea7-5258-9c53-e29cfab8590f) Acerca de la Autora (#ua71320ae-bba4-54ea-86d9-774c72c170ae) Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginaci?n de la autora o se utilizan de forma ficticia y no deben interpretarse como reales. Cualquier parecido con lugares, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Visi?n de Amor Copyright © 2020 Dawn Brower Dise?o de portada y edici?n por Victoria Miller Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser utilizada o reproducida electr?nicamente o en forma impresa sin permiso escrito, excepto en el caso de breves citas plasmadas en rese?as. Para mi Familia, sin ustedes, probablemente se me habr?an acabado las ideas hace mucho tiempo. Puede que me ponga de mal humor de vez en cuando, pero los quiero. Gracias por apoyarme. No hay palabras para decirles lo mucho que los aprecio. Agradecimientos Aqu? es donde agradezco profusamente a mi editora y portadora, Victoria Miller. Ella me ayuda m?s de lo que puedo decir. Aprecio todo lo que hace y que me empuja a ser mejor... a hacerlo mejor. Gracias mil veces. Tambi?n a Elizabeth Evans. Gracias por estar siempre ah? para m? y ser mi amiga. Significas mucho para m?. El agradecimiento no es suficiente, pero es todo lo que tengo, as? que gracias amiga m?a por ser t? misma. CAPITULO UNO 4 de mayo de 1951 El tiempo hab?a sido mucho mejor de lo que Lady Anya Montgomery pod?a esperar. En unas pocas horas, el Festival de Gran Breta?a comenzar?a, y ella ten?a que asegurarse de que todo saliera bien. Su sustento podr?a depender de ello. De acuerdo, eso era quiz?s una exageraci?n. Gracias a su padre, el conde de Parkdale, era rica de forma independiente, pero eso no significaba que no tuviera objetivos o ambiciones. Llevaba casi un a?o trabajando en el Instituto Cinematogr?fico Brit?nico como asistente de una de las responsables. Anya tambi?n hab?a hecho varios cursos en la Instituto Cinematogr?fico Brit?nico (ICB). Un d?a, esperaba dirigir y producir sus propias pel?culas... Se apresur? a entrar en la oficina con una taza de caf? para su jefa. Lady Vivian Kendall estaba al tel?fono, sentada en una esquina de su escritorio. Mir? a Anya y le hizo un gesto para que entrara. Llevaba el cabello oscuro trenzado y recogido en un mo?o a la altura de la nuca. Su vestido jacquard de color cobalto y satinado era exquisito, con una falda circular y unas enaguas negras debajo que le daban un bonito vuelo. Llevaba tambi?n un cintur?n negro, tacones de aguja y guantes. Anya se sent?a desali?ada en comparaci?n con su sencilla falda roja y su blusa blanca, y sus sencillas zapatillas negras. Quer?a estar lo m?s c?moda posible para el largo d?a que le esperaba. Estaba claro que Lady Vivian no conoc?a el significado de la comodidad. Al menos no en el sentido pr?ctico. —Enc?rgate de que se cumpla, —dijo Lady Vivian al tel?fono. “No aceptar? excusas. Sabes lo importante que es este festival, y no podemos permitirnos que nada salga mal. Ya se ha politizado m?s de lo debido. Se supone que es una celebraci?n de todo lo brit?nico”. Suspir?. “Esto es necesario. La guerra fue larga y brutal y algo bueno, como este evento, ser? divertido y beneficiar? a todos”. Anya no quer?a saber con qui?n estaba hablando. Deb?an de haberle dado una noticia horrible, y ella esperaba que no retrasara nada en el festival. Todos hab?an trabajado mucho para que se realizara. Se mir? la mano y el anillo de ?palo que le hab?a regalado su abuela. Un dise?o de hojas florales se hab?a tejido en los lados del metal plateado y rodeaba el ?palo redondo en la parte superior. Cuando su abuela se lo hab?a regalado, le hab?a dicho que siguiera su coraz?n. Hab?a mantenido ese consejo en mente cuando acept? el puesto en el Instituto Cinematogr?fico Brit?nico. —Muy bien, —dijo Lady Vivian. Su voz estaba llena de frustraci?n. “Mant?ngame informado. Pronto estar? en la sede de South Bank”. Coloc? el tel?fono en el auricular y dirigi? su atenci?n a Anya. —Por favor, dime que eso es caf?, —dijo. —Lo es, —respondi? Anya y le entreg? una taza. “Pens? que necesitar?as un poco. Podr?a traer t?...” Lady Vivian neg? con la cabeza. “No, el caf? es perfecto. Mi madre es americana y lo prefiere, as? que he desarrollado un aprecio tanto por el caf? como por el t?”. Sonri?. “?Est?s preparada para un d?a agotador pero emocionante?” —Lo estoy. Anya le sonri?. “Me voy al Telekinema pronto. He terminado todo aqu?. ?Hay algo que necesites que haga antes de que me vaya?” Ella neg? con la cabeza. “No. Me voy despu?s de terminar este caf?. Te ver? all?, y por favor, haz que Ben me encuentre inmediatamente. Quiero discutir la primera serie de pel?culas que vamos a proyectar en el cine. Hay algunos peque?os cambios que hay que hacer”. —De acuerdo. Anya asinti?. ?Qu? cambios? Llevaban meses discutiendo todo en detalle, y los edificios no se levantaron precisamente de la noche a la ma?ana. “Se lo har? saber cu?ndo llegue al Telekinema. Ya deber?a estar montando la primera pel?cula. Conf?o en que no se vaya a cambiar”. —No lo har?, —confirm? Lady Vivian. “Algunos de los ?ltimos de hoy ser?n barajados. Seguiremos teniendo la misma alineaci?n, pero se van a proyectar en un orden diferente y en d?as diferentes. Lamentablemente, los programas ya impresos no se pueden cambiar. Nos aseguraremos de publicarlos en la marquesina para que el p?blico est? al tanto de las modificaciones”. Anya no ten?a mucho que a?adir, as? que asinti? y se dio la vuelta para marcharse. Al llegar a la puerta, Lady Vivian la llam?. “Espere”. —?S?? —pregunt? Anya. —?Terminaste el memor?ndum que te ped? que escribieras? —Por supuesto. ?Quieres revisarlo antes de enviarlo? Deber?a haber considerado que Lady Vivian podr?a querer hacerlo. Su jefa pod?a ser un poco controladora a veces. Ella quer?a examinar todo lo que sal?a en su nombre o ten?a una mano en la ejecuci?n. —S?, —respondi? mientras miraba un documento en su escritorio. “Tr?emelo antes de salir. Si hay alg?n cambio, tomar? notas en ?l. En cualquier caso, me gustar?a que se enviara ma?ana a primera hora a todos los departamentos”. Anya fue a su escritorio y sac? el memor?ndum de una pila de p?ginas mecanografiadas. La mayor?a de ellas deb?an meterse en sobres y enviarse por correo. Sin embargo, a?n requer?an la firma de Lady Vivian, y ella no quer?a ocuparse de ellas hasta estar segura de que el festival se desarrollaba sin problemas. De todas formas, las cartas no eran prioritarias. Con el memor?ndum en la mano, volvi? a la oficina. “Aqu? est?”, le dijo a Lady Vivian. —Fabuloso, —dijo ella. “Ponlo ah? en mi escritorio”. —?Hay algo m?s? —No. Lady Vivian levant? la vista y le sonri?. “Ve a intentar disfrutar y ay?dame a hacer de este d?a el mejor para toda Gran Breta?a”. —Har? lo que pueda, le dijo Anya. Sali? del despacho de Lady Vivian, esta vez para siempre, y se dirigi? al exterior del edificio. El coraz?n le lat?a r?pido dentro del pecho. No sab?a por qu?, pero le parec?a que algo profundo podr?a ocurrirle. Probablemente era una sensaci?n tonta, pero la inquietaba un poco. Se sacudi? la sensaci?n lo mejor que pudo y sali? del edificio. Si se daba prisa, podr?a tomar el siguiente autob?s a South Bank. Anya se apresur? a bajar la calle y se detuvo cerca de una parada de autob?s local. No tuvo que esperar mucho hasta que un autob?s rojo de dos pisos se detuvo frente a ella. Cuando las puertas se abrieron, entr? y se sent?. No tardar?a en llegar al Telekinema y podr?a aprender de primera mano todo lo que implica proyectar pel?culas a cientos de personas a la vez. Anya miraba por la ventana mientras el autob?s atravesaba algunas de las calles m?s importantes de Londres. El trayecto desde el edificio de Lady Vivian hasta la orilla sur del r?o T?mesis era corto. El piso de Anya estaba situado entre ambos. Sus padres habr?an preferido que se quedara en casa, pero viajar desde Mayfair pod?a ser tedioso a veces, y ella no deseaba especialmente comprar un autom?vil todav?a. No cuando pod?a ir a pie a la mayor?a de los lugares o tomar un autob?s para los trayectos m?s largos. Tal vez fuera una extra?a dama de sociedad en el sentido de que no hac?a alarde de su riqueza. Intentaba evitar el uso de su t?tulo siempre que era posible. Lady Vivian sab?a qui?nes eran los padres de Anya, pero respetaba su deseo de prescindir de la parte de dama en su t?tulo. S?lo lo utilizaba cuando asist?a a un acto de la alta sociedad y se esperaba que lo hiciera. El autob?s se detuvo cerca del r?o. Se par? para salir, junto con otras personas. Ya hab?a colas en la puerta. Al menos no ser?a un fracaso total como algunos esperaban. Lady Vivian se alegrar?a de ver a la multitud. El festival deb?a celebrarse en todo el pa?s, pero los festejos principales se celebraban en la sede de South Bank. Algunas ?reas diferentes presentaban arte, m?sica, ciencia y cine. Incluso la arquitectura se dise?? espec?ficamente para el evento. No se hab?a escatimado en gastos. Anya se dirigi? a una entrada trasera para los que trabajaban en el festival. Mostr? sus credenciales al guardia y ?ste la dej? pasar, directamente al orgullo del Instituto Cinematogr?fico Brit?nico. El Telekinema era una sala de cine de ?ltima generaci?n con cuatrocientas butacas, gestionada en su totalidad por el Instituto Cinematogr?fico Brit?nico. Ten?an previsto proyectar pel?culas, programas de televisi?n e incluso pel?culas en tres dimensiones. Era la primera vez que muchos de los visitantes ver?an im?genes televisadas, y Anya estaba entusiasmada con la idea de llevar esto a las masas. Alg?n d?a podr?a convertirse en la norma de un evento a gran escala como el Festival de Gran Breta?a. Se dirigi? a la zona donde se estaba instalando el proyector para proyectar algunas pel?culas. Ben estaba cerca, hablando con uno de los ujieres que trabajar?an durante la proyecci?n. “D?gale al resto de los hombres que se coloquen en la parte de atr?s de la sala cuando empiece la pel?cula. A nadie le gusta que se interrumpa su visi?n innecesariamente. Su trabajo es vigilar al p?blico y asegurarse de que nadie moleste. Cualquier problema y ser?n expulsados de la sala sin pre?mbulos. ?Entiendes?” El joven asinti?. “Transmitir? el mensaje”. —Bien, —dijo Ben. “Abrimos en una hora. Ve a preparar a todo el mundo”. El festival se abrir?a al p?blico en unos minutos. El Telekinema estaba cerrado a cal y canto hasta su apertura oficial. Lady Vivian tendr?a que estar all? para dar sus discursos en la entrada y en la ceremonia de corte de cinta poco despu?s. Entonces el p?blico podr?a comprar la entrada al teatro y ver las pel?culas programadas para ese d?a. Cuando el joven acomodador se alej?, Anya se acerc? a Ben y le puso una mano en el hombro. ?l se sobresalt?. “Dios, Anya, ?intentas que muera joven de un ataque al coraz?n?” —Lo siento, se disculp? ella. “No quer?a asustarte. Lady Vivian me pidi? que te diera un mensaje”. —Est? bien, —dijo ?l. “Hoy estoy nerviosa por naturaleza. ?Qu? ha dicho el jefe?” Anya le transmiti? el mensaje y ?l tom? notas en su libreta. “Muy bien, me encargar? de ello. ?No deber?a estar ya aqu??” “Hab?a algunos asuntos de ?ltima hora que ten?a que ver antes de irse. Estar? aqu? a tiempo para el gran evento”. No parec?a feliz. Tal vez esto lo estaba haciendo envejecer prematuramente. Ben no era mucho mayor que ella. Ten?a al menos cinco a?os por los veintiuno de ella, pero parec?a incluso mayor que Lady Vivian, que celebrar?a su trig?simo cuarto cumplea?os dentro de unos meses. Ben ten?a manchas oscuras bajo los ojos y su piel parec?a m?s p?lida de lo normal. Su cabello rubio probablemente no ayudaba. Era tan claro que casi parec?a blanco. Pas? la mano por esos mechones rubios, dejando un desorden desordenado a su paso. “Esto es un completo caos”. Anya mir? a su alrededor pero no lo vio igual que ?l. “A m? me parece una m?quina bien engrasada. Todo el mundo est? haciendo las tareas que le han sido asignadas, y cuando llegue el momento de abrir las puertas todo ir? sobre ruedas”. “De tus labios a...sus o?dos,” dijo y mir? hacia el techo —Dudo que hoy necesitemos su aprobaci?n. Ella no era particularmente religiosa. Anya no quer?a creer en un poder superior o en el destino. Quer?a hacer su propio camino en el mundo y le gustaba pensar que ella tomaba las decisiones, no una entidad todopoderosa. —Aceptar? cualquier apoyo, —dijo simplemente. “Necesitamos que esto salga bien”. No se equivocaba. “Saldr? bien”. Su tono no era demasiado entusiasta, pero no sab?a qu? m?s decirle. Ella quer?a pasear y explorar todo. Lo ?ltimo que necesitaba era ser su sistema de apoyo de una sola mujer. —Yo... Su voz se interrumpi? cuando algo llam? su atenci?n. “Detente”, le grit?. “?Qu? crees que est?s haciendo?” Su tono se volvi? fren?tico y empez? a agitar las manos. Dio un paso adelante, probablemente para impedir que la persona a la que gritaba hiciera lo que consideraba incorrecto. A Anya no le importaba realmente, pero le interesaba de una manera extra?a. Suspir? y comenz? a alejarse, pero en el ?ltimo momento se volvi? para mirar detr?s de ella. Alguien llevaba una caja de proyecci?n muy grande, y su visi?n parec?a estar obstaculizada por ella. Ben sigui? agitando las manos fren?ticamente. La persona que llevaba la caja tropez? con un cable y la caja sali? volando hacia delante. Anya trat? de agacharse, pero no sirvi? de nada. La caja impact? en ella y la tir? al suelo. Su cabeza rebot? varias veces contra el suelo y la habitaci?n comenz? a girar y luego se volvi? totalmente oscura, y cualquier pensamiento que pudiera tener se desvaneci? en ese vac?o. CAP?TULO DOS A Anya le dol?a la cabeza. Peque?os martillos golpeaban alegremente su cr?neo en miles de lugares diferentes, pero parec?an concentrarse especialmente en su frente, sobre los ojos. Ten?a miedo de abrir los p?rpados por temor a que el dolor empeorara de alguna manera. ?Qu? le hab?a pasado? No recordaba c?mo se hab?a hecho da?o, y no estaba segura de querer hacerlo. Una luz brillante flot? por encima, oblig?ndola a bloquearla con el brazo. Gir? la cabeza hasta que sus ojos, a?n cerrados, se apoyaron en la uni?n de su brazo doblado. “?Qui?n ha encendido las malditas luces?” refunfu??. —Es hora de despertar, se?orita Ana, —dijo una mujer. “El duque y la duquesa bajar?n pronto a desayunar, y su padre espera que se comporte como una correcta dama”. —Soy una dama correcta, la corrigi?. Incluso ten?a eso como parte de su t?tulo formal si decid?a usarlo. “No me siento bien. Por favor, env?ale mis disculpas”. Anya se acurruc? en las mantas y consigui? enterrarse bajo ellas. Una vez all?, las palabras que la mujer hab?a dicho penetraron en su adormecido cerebro. “?Qu? duque y duquesa?” Y lo que es m?s importante, ?qui?n demonios era esa mujer y por qu? se sent?a c?moda irrumpiendo en la alcoba de Anya? Algo no estaba bien. Con cuidado, baj? la manta y abri? cautelosamente un ojo. La mujer llevaba un vestido gris apagado que cubr?a cada cent?metro de ella. Era... arcaico. Anya no pod?a pensar en una palabra mejor para describirla. “?Qui?n es usted?” —Ya, ya, se?orita Ana, la reprendi? mientras mov?a un dedo. “Fingir una enfermedad no te ayudar? a salir de tu situaci?n. Usted conoce sus responsabilidades”. Le tendi? un vestido azul marino, un poco m?s elegante que su aburrido vestido gris, pero anticuado, no obstante. “Este es tu vestido de d?a. Despu?s de desayunar, debes prepararte para viajar al astillero. Te espera un largo viaje y tardar?s en llegar a Alemania”. ?La llam? Ana? De alguna manera, se le hab?a escapado la primera vez. ?Cre?a que Anya era otra persona? Se mordisque? el labio inferior, confundida por todo. La cabeza le segu?a doliendo mucho. S?lo hab?a una manera de manejar la situaci?n: aguantarse por ahora. Lentamente, se puso en posici?n sentada. Incluso su pijama era extra?o. Tendr?a que llamar a sus padres y averiguar por qu? quer?an que visitara a ese duque y esa duquesa. Anya no conoc?a a esa mujer y no pod?a evitar desconfiar de ella. Arrug? la nariz ante el vestido. “?De verdad tengo que llevar eso?” —?Qu? tiene de malo? La mujer la mir? fijamente y frunci? el ce?o. Su cabello era de un casta?o apagado salpicado de blanco, y sus ojos eran de un gris acerado que inquiet? a Anya. “Est? hecho de la mejor seda. T? misma elegiste el estampado”. Ella no hab?a hecho tal cosa, pero no ten?a sentido discutir con la mujer. En su lugar, suspir? y extendi? la mano. “Bien. D?melo y me lo pondr?”. —?No necesitas ayuda? —Puedo arregl?rmelas sola. Hace a?os que me visto sola. Esta mujer era claramente de la vieja escuela. La gente ya no tiene criadas. —Tal vez te sientas mal, —dijo la mujer y se acerc? a su lado. Le puso una mano en la cabeza. “No sientes calor”. —Por favor, no me toques, —dijo Anya con los dientes apretados. Le arrebat? el vestido a la mujer y se puso de pie. “Ahora, tenga la amabilidad de marcharse para que pueda vestirme”. —Aj?, —dijo ella disgustada. “Hoy est?s de buen humor. Tal vez si no estuvieras despierta la mitad de la noche haciendo Dios sabe qu?, estar?as bien descansada en lugar de actuar como una arp?a por la ma?ana. No te entretengas. El duque y la duquesa no esperar?n a que alguien como t? haga acto de presencia”. Con esas palabras, sali? de la habitaci?n dando un pisot?n. ?Qu? hab?a querido decir? Ella era Lady Anya Montgomery, y nunca nadie le hab?a hablado as?. Se quit? el pijama y busc? un sujetador en el armario, pero no encontr? nada m?s que una camiseta de seda. Tendr?a que servir. El vestido no era tan ce?ido y, por el momento, deber?a estar bien. Anya se lo puso y se qued? mirando el vestido azul. Ten?a botones en la espalda. Gimi?. Se desabroch? dos y se lo pas? por la cabeza. Por suerte, la cabeza le cab?a, y luego se esforz? por abrochar los otros dos. Si bajaba aunque fuera medio vestida, aquella horrible mujer tendr?a un motivo para reprenderla. Exhal? un suspiro y suspir?. Anya a?n no ten?a idea de d?nde estaba, pero lo averiguar?a pronto. Se sent? en el tocador y tom? un cepillo. Cuando empez? a pasarlo por su cabello enmara?ado, casi grit?. No por el dolor que a?n le invad?a el cr?neo, sino por el reflejo en el espejo. No era ella. Lentamente, levant? la mano y se toc? la cara. Apret? los dedos contra los p?mulos varias veces. Sus u?as dejaron peque?as hendiduras en forma de media luna a su paso. Sigui? presionando... esperando... rezando para que sus temores no se hicieran realidad. Esto no pod?a ser real. Era una pesadilla... de la que no pudo despertar del todo. La mujer la hab?a llamado Ana, no Anya. El nombre era lo suficientemente parecido como para que ella lo descartara, pero qu? tal si ella ya no era Anya, sino esta persona Ana. Eso explicar?a todo lo que la hab?a confundido. Sin embargo, no explicaba c?mo se hab?a despertado en el cuerpo de otra mujer. Era el argumento de una mala pel?cula, y no le gustaba ni un segundo. Quer?a cerrar los ojos y volver a empezar todo el d?a. Pero eso no era posible. Tal vez fuera... Pod?a volver a tumbarse y cerrar los ojos; entonces, cuando los abriera de nuevo, todo habr?a terminado. No m?s cambios en el cuerpo y una solterona malvada para atormentarla. ?No deber?a al menos intentarlo? Anya se apresur? a ir a la cama y volvi? a meterse en ella. Se ech? las s?banas sobre la cabeza y cerr? los p?rpados. Nada. Su cerebro no dejaba de pensar y el sue?o resultaba imposible. Tuvo que enfrentarse a la realidad: la pesadilla era real. Se qued? tumbada durante varios segundos sin poder creerlo, pero los hechos segu?an siendo los mismos. De alguna manera, tendr?a que abrirse paso en la vida de esta Ana y no meter la pata. Eso ser?a tan imposible como la situaci?n en la que se encontraba... El duque y la duquesa, sean quienes sean, esperaban que alguien llamado Ana bajara. Si no lograba hacerse pasar por esa otra mujer, ?qu? le har?an? Ten?a que averiguar toda la informaci?n posible sin delatarse. Ya hab?a metido la pata echando a la criada de la habitaci?n. Anya respir? hondo y se cepill? el pelo. Luego se hizo una trenza y la enroll? en un mo?o en la nuca. No era elegante, pero al menos hac?a juego con el estilo del vestido, anticuado y bastante desfasado, al menos para Anya... Una vez hecho esto, se coloc? los zapatos y sali? de la habitaci?n, rezando con cada paso que consiguiera localizar el comedor sin incidentes... La suerte estaba de su lado... Estaba familiarizada con el estilo de la casa y localizar el rinc?n del desayuno result? bastante f?cil. Anya entr? en la habitaci?n y se encontr? con lo que supuso que era una familia de cuatro miembros. Un hombre, probablemente el duque, estaba sentado en la cabecera de la mesa, con su esposa a su lado y una joven de unos diecis?is a?os y un chico de la mitad de su edad. La dama, presumiblemente la duquesa, la mir? y dijo: “Se?orita Ana”. Ten?a el cabello casta?o dorado y unos llamativos ojos azules. “Por favor, acomp??enos”. Se?al? un asiento junto al joven. “Mathias”, le reprendi?. “Deja de jugar con tu avena y c?metela”. Anya contuvo una sonrisa y se sent? junto al ni?o. Se inclin? y susurr?: "A m? tampoco me gusta la avena". ?l la mir? y frunci? el ce?o. Ten?a unos ojos azules plateados que le quitaban el aliento. El chico inclin? la cabeza hacia un lado mientras la estudiaba, y luego dijo: “?Qui?n eres?” Ella trag? saliva, desconcertada por su pregunta. ?C?mo pod?a responder a eso? ?Lo dec?a literalmente, y si era as?, significaba que se daba cuenta de que ella no era realmente quien todos cre?an que era? No tuvo la oportunidad de responderle cuando un sirviente le puso delante un plato lleno de huevos revueltos, bacon y tostadas. “Gracias”, dijo. Contuvo un gemido. Todav?a le dol?a la cabeza y, adem?s, ten?a el est?mago revuelto. Levant? la vista y jade? al encontrarse con la mirada de la joven. Al otro lado de la habitaci?n, no se hab?a dado cuenta... “Lady Vivian”, dijo con cuidado. No puede ser... —S?, —dijo Lady Vivian, perpleja. “?Qu? sucede?” La ?ltima vez que Anya recordaba haberla visto fue en la oficina del Instituto Cinematogr?fico Brit?nico. Era mucho mayor que la chica que ten?a delante. No s?lo estaba en el cuerpo de otra, sino que hab?a retrocedido en el tiempo. ?Qu? deb?a decir? No pod?a decir: “Oh, usted no es la Lady Vivian que conozco”. T?cnicamente, era la misma persona, s?lo una versi?n m?s joven. Una, que no hab?a conocido, que nunca debi? conocer... Diablos, Anya ni siquiera hab?a nacido. Al menos eso cre?a ella... No estaba segura de qu? a?o era, y lo adivin? por el aspecto de Lady Vivian. Frunci? el ce?o. —Nada, —murmur?. “Mis disculpas. Tengo el peor dolor de cabeza, y se me hace dif?cil mantener un pensamiento”. —Pobrecita, —dijo la duquesa. “?Por qu? no dijiste algo? Har? que alguien te traiga algo para eso”. Chasque? los dedos a un sirviente cercano, y ?ste se alej?. Volvi? unos instantes despu?s con dos aspirinas, y Anya las tom? de la bandeja. Se las trag? sin pensar, contenta de tener algo para el dolor de cabeza. El duque tom? un papel y lo abri?. Anya quiso volver a jadear, pero se contuvo por pura voluntad. Los titulares la preocupaban y le daban mucho que pensar. Alemania aparec?a en primer plano en el peri?dico. Era septiembre de 1933 y la persecuci?n de la comunidad jud?a ya hab?a comenzado. Trag? con fuerza. Eso respond?a a algunas de sus preguntas... Como que hab?a nacido, pero no ten?a m?s de tres a?os. No sab?a qu? hacer ni c?mo actuar. Nada de eso ten?a alg?n tipo de sentido. —Ida dijo que tiene todas tus maletas hechas, comenz? la duquesa. Anya tuvo que intentar recordar su nombre. Lo sab?a... Si no le doliera tanto la cabeza. “?Est?s preparada para el largo viaje?” Y lo que es m?s importante, ?qui?n era Ida? La respuesta encaj?... la anciana... la criada. “Creo que s?”. Anya no ten?a otra respuesta para... Brianne. La madre de Vivian se llamaba Brianne. Aunque no ser?a correcto usarlo. Deber?a decir Su Excelencia y seguir la etiqueta adecuada. “Ella me inform? cuando me despert?...” Espera... tambi?n hab?a dicho que viajaba a Alemania. Anya maldijo interiormente. Ese era el ?ltimo lugar en el que quer?a estar en 1933. La guerra hab?a sido terrible y no ten?a ning?n deseo de vivir lo peor de ella en primera persona, y en uno de los lugares m?s horrendos de su culminaci?n. —Es eficiente, —dijo la duquesa y sonri?. “Ha sido un placer tenerla aqu?. Su padre tuvo la amabilidad de asistirnos cuando viajamos a Nueva York hace un par de a?os. Como sabes, mi familia vive en Carolina del Sur y tiene una casa en Nueva York”. Ella s? lo sab?a... aunque lo hab?a olvidado. “Vivian...” Le dirigi? a su hija una mirada recelosa. “...se perdi? en Central Park. Sin la ayuda de tu padre, quiz? nunca la hubi?ramos localizado”. Mmm. Eso era interesante. Lady Vivian era un poco infernal. No se parec?a a la mujer que Anya hab?a llegado a conocer. Si alguna vez volv?a a su propio cuerpo y tiempo, tal vez tuviera que preguntarle a Lady Vivian qu? hab?a hecho sola en Central Park a los catorce a?os. “Mi padre estaba feliz de ayudar”. Esperaba que fuera la verdad. Anya no ten?a ni idea de qui?n era su “padre”. —Edward Wegner es un buen hombre. Espero que disfrute de su nuevo puesto con el embajador en Alemania. El duque dobl? su papel y lo dej? a un lado. “Aunque, no estoy seguro de que vaya a estar all? mucho tiempo si el clima actual sirve de algo”. El duque suspir?. “La Gran Guerra fue horrible, y nadie quiere revivirla, pero me temo que nos dirigimos hacia otra guerra”. El duque no sab?a cu?nta raz?n ten?a. Anya trag? con fuerza y trat? de comer. Pinch? los huevos con un tenedor y se meti? un bocado en la boca. Nadie esperaba que dijera mucho mientras masticaba. —No la asustes, Julian, —dijo la duquesa. “Ya est? lidiando con mucho”. Le sonri?. “Sin embargo, has estado en Alemania. ?No es precioso... lo que has visto, al menos?” Hab?a algo inidentificable en la voz de la duquesa. ?Hab?a estado en Alemania? Si Anya recordaba correctamente, el duque hab?a sido esp?a durante la primera guerra mundial. Probablemente hab?a estado en Alemania, pero la duquesa era americana. Sin duda se hab?a quedado a salvo en casa. Anya trag? los huevos, y le doli? cuando bajaron por su garganta. Asinti? con la cabeza. “S?”. Las respuestas de una sola palabra eran buenas, ?no? —Tengo entendido que est?s comprometida, —dijo el duque. —?Lo estoy? Eso no deber?a haber salido como una pregunta. ?Por qu? iba a Alemania entonces? La duquesa se rio. “Puede que quieras considerar replantearte tu relaci?n si no est?s segura. Tu padre dijo que est? en el ej?rcito alem?n... un oficial de alto rango”. ?En qu? estaba pensando esta Ana? ?Cre?a en la causa nazi? “Estoy segura de que es la decisi?n correcta”. Al menos, eso espera ella. Tal vez Ana amaba al hombre. Ella odiar?a arruinar su relaci?n. —Bueno, —dijo la duquesa. “De cualquier manera, tienes toda tu vida por delante. Algunas decisiones no se pueden deshacer tan f?cilmente, y amar al hombre con el que te casas no deber?a ser una decisi?n dif?cil.” —Estoy de acuerdo, —dijo Anya, y lo hizo. Si se casaba, planeaba amar al hombre hasta la distracci?n. “Si me disculpa, me gustar?a refrescarme antes de tener que irme”. —Por supuesto, —dijo la duquesa. “Si no te veo antes de que te vayas, que tengas un buen viaje”. Con esas palabras, Anya sali? de la habitaci?n. Todav?a no sab?a mucho, pero hab?a averiguado lo suficiente como para darle un respiro. Esto no era bueno... en absoluto... CAP?TULO TRES Octubre de 1933 Anya miraba por la ventanilla del coche que la llevaba desde la estaci?n de tren hasta la ubicaci?n de la embajada americana temporal. No ten?a ninguna noci?n del tiempo. Al menos no en el sentido de que definitivamente no estaba donde deb?a estar. Todos cre?an que era Anastasia Wegner, hija de un miembro del personal del embajador William Dodd. Por lo que ella pod?a ver, no ten?a nada en com?n con Anastasia. No ten?a ninguna ambici?n y era una hija obediente. Incluso hab?a aceptado un compromiso con un oficial alem?n. La idea de casarse con un nazi le hizo subir la bilis a la garganta. No pod?a hacerlo. Hab?a una cosa parecida a su ?poca, y s?lo una: el anillo de ?palo que llevaba en el dedo anular. Era id?ntico al que le hab?a regalado su abuela... hasta el dise?o de hojas florales en el metal plateado y el ?palo redondo. Al principio no se hab?a dado cuenta. Con todo lo que hab?a despertado y lo mucho que le dol?a la cabeza, hab?a pasado por alto la ?nica pieza de joyer?a que... Ana llevaba. Podr?a ser una coincidencia, pero no cre?a que lo fuera. Era el anillo de compromiso de Ana. Anya quer?a quit?rselo del dedo y arrojarlo a alg?n lugar donde no pudiera ser localizado. Pero no pod?a hacerlo. La obediente Ana no lo har?a, y por lo tanto Anya tuvo que contener sus impulsos. Exhal? un suspiro y cerr? los ojos. Pronto llegar?an a la embajada y tendr?a que conocer al padre de Ana. Lo poco que hab?a aprendido sobre ?l no le hab?a dejado un buen presentimiento. Puede que haya hecho un buen papel a los duques de Weston, pero parece que gobierna su casa de forma poco amable. Tendr?a que abstenerse de decir lo que pensaba. Decir algo incorrecto podr?a valerle una bofetada. Viajar con Ida le hab?a ense?ado eso. Despu?s de salir de la casa del duque y la duquesa, Ida se hab?a convertido en una mujer diferente. Bueno, eso no era exactamente cierto. Lo que hab?a cambiado era c?mo cre?a que pod?a tratar a Anya. Le record? qui?n mandaba realmente y que nunca la tratara como lo hab?a hecho aquella ma?ana. Sus ?rdenes deb?an ser siempre obedecidas o denunciar?a las acciones de Anya a su padre, y lo lamentar?a. Mir? a Ida, su guardia de la prisi?n. Tendr?a que encontrar la manera de evitarla lo m?s posible. De alguna manera, encontrar?a el camino de vuelta a casa y fuera del cuerpo de Ana, pero no estaba segura de c?mo lograrlo. —Est?s siendo una buena chica, —dijo Ida. “Esto es lo que tienes que hacer. Tu padre tiene expectativas para ti”. Le dio una palmadita en el brazo. “El viaje a Londres era necesario, pero tu lugar est? aqu?. Tu boda ser? dentro de unos meses, y necesitas acostumbrarte a lo que tu marido desear? de ti”. Ella se qued? muda. “S?, Ida”. Anya ya no pod?a soportar ninguno de sus t?picos. “Har? que padre est? orgulloso”. Parec?a algo que deb?a decir, pero era lo ?ltimo que quer?a hacer. Cuanto m?s aprend?a sobre Edward Wegner, m?s lo odiaba. El coche entr? en un largo camino y se detuvo frente a un gran edificio con altas puertas. Esperaron a que se abrieran las puertas y entraron. El coche se detuvo de nuevo en la entrada. Era el momento de enfrentarse a lo que quer?a evitar. Sali? del coche y se detuvo por Ida. Una vez al lado de Anya, entraron juntas en la embajada. En este caso se alegr? por Ida. La criada era una especie de amortiguador. Una vez dentro, un sirviente les dio la bienvenida. “Se?orita Anastasia”, las salud? el hombre. Iba vestido de negro. Su cabello de ?bano era casi del mismo tono que su traje, y sus ojos azul plateado eran llamativos. Era un tono extra?o que a ella le resultaba familiar. No pod?a apartar la mirada, hipnotizada por su belleza. “Me han asignado para ser tu guardia. No debes salir de la embajada sin m?, tu prometido o tu padre”. No ten?a ning?n deseo de salir en compa??a de ninguno de sus hombres. Si quer?a salir, intentar?a que fuera en compa??a de su nueva guardia. Frunci? el ce?o. Genial. Ahora ten?a otra persona que seguir?a todos sus movimientos. Trag? con fuerza y asinti?. “Entiendo... Se?or...” ?Se hab?a presentado? Ella no pod?a recordar en ese momento. —Arthur Jones, —dijo ?l con un tono uniforme y sin rodeos. Mantuvo la cabeza alta y no movi? ni un m?sculo. “Se?ora”. Era un soldado. Eso ten?a sentido en un guardaespaldas. Ella no se lo reproch?. S?lo hac?a su trabajo, pero eso no significaba que tuviera que gustarle. —Sr. Jones, —dijo ella y le sonri?. “No tengo intenci?n de ponerme en peligro. Son tiempos peligrosos en Alemania y no quiero ser una v?ctima de ellos. Gracias por poner de tu parte para mantenerme a salvo”. Guard? silencio un momento antes de hablar. “S?, se?ora”. ?Esperaba que ella armara un esc?ndalo? Anastasia era una dama correcta en todo el sentido de la palabra sin tener realmente el t?tulo. Ana sab?a lo que se esperaba de ella. Ida se hab?a asegurado de que entendiera su lugar en su viaje a Alemania. Fue entonces cuando la severidad de Ida se hizo evidente y Anya aprendi? r?pidamente a guardar sus pensamientos para s? misma. “Ahora”, comenz?. “Si nos disculpas”. Se?al? a Ida. “Ha sido un largo viaje y me gustar?a descansar”. Lo que no dijo fue que necesitaba un tiempo para s? misma. Si iba a su habitaci?n, Ida la dejar?a sola. No se sentir?a como si todos sus movimientos fueran observados. —Por supuesto, —dijo ?l y asinti?. Se apart? para que Anya e Ida pudieran pasar junto a ?l. No era exactamente guapo, pero definitivamente era atractivo. En otra ?poca, ella podr?a haberse interesado por ?l. Ana quiso devolverle la mirada, pero mantuvo su atenci?n en el frente. Si mostraba alg?n inter?s por Arthur Jones, Ida correr?a a delatarla. Adem?s, no pod?a salir nada de eso. Anya no pertenec?a a este lugar, y Ana ten?a un prometido. Anya miraba por la ventana de su habitaci?n. Llevaba una semana en Alemania y no hab?a hecho ning?n progreso en su idea de volver a casa. Quiz? tuviera que resignarse a su situaci?n actual. Tal vez deber?a hacer algo productivo con su tiempo en 1933. Se avecinaba una gran guerra y miles de personas morir?an. Si pudiera, y fuera lo suficientemente valiente, podr?a salvar a algunas de las personas que el gobierno nazi tendr?a como objetivo. ?Y si esa era la raz?n por la que la hab?an enviado aqu?? Suspir?. Si esperaba cambiar las cosas, tendr?a que salir de su habitaci?n. Esconderse no ayudar?a a nadie, especialmente a ella misma. Pod?a buscar a Arthur Jones y hacer que la acompa?ara fuera de la embajada, ya que lo ?nico bueno de tener un prometido nazi era que le daba una especie de cobertura. Nadie deb?a sospechar que ayudaba a los jud?os a escapar de la persecuci?n. El problema era que no ten?a ni idea de c?mo encontrar y ayudar a los necesitados. Si se acercaba a la persona equivocada, la matar?an o algo peor. Hab?a cosas peores que morir... Con un suspiro, se apart? de la ventana, se dirigi? a la puerta y la abri? de un tir?n. Si iba a empezar a vivir, ten?a que dar el primer paso. Camin? por el pasillo y se dirigi? al despacho del padre de Ana. Pensar en ?l en esos t?rminos lo hac?a m?s formal y no real para ella. El hombre le desagradaba intensamente. Era mucho m?s baboso en persona de lo que ella hab?a previsto. Anya a?n no hab?a conocido a su prometido, Dierk Eyrich. Estaba fuera de la ciudad haciendo una inspecci?n en un campo de concentraci?n. No lo hab?an llamado as?, pero Anya sab?a lo que era. Era uno de los peores campos de la historia: Buchenwald. No es que ninguno de los campos fuera bueno. Todos eran horribles, y muchos hab?an muerto. Llam? a la puerta del despacho de Edward Wegner. Al cabo de unos instantes, ?l llam?: “Adelante”. Anya entr? y esper? a que ?l se dirigiera a ella. ?l estaba sentado detr?s de un gran escritorio de caoba, escribiendo. Tras unos inc?modos momentos de silencio, levant? la vista. “?Qu? puedo hacer por ti, Anastasia?” —Me gustar?a tener permiso para asistir a la ?pera esta noche. Se le form? un nudo en la garganta y trag?, tratando de eliminarlo, pero se qued? obstinadamente en su sitio. “El Teatro Estatal de Berl?n ofrece esta noche una repetici?n de Die Meistersinger von N?rnberg, de Richard Wagner”. Hab?a o?do a la mujer del embajador mencionar la representaci?n de la ?pera. El embajador y su esposa hab?an recibido una invitaci?n, pero la hab?an rechazado. Ni siquiera la mir? mientras empezaba a hablar: “Dierk no est? aqu? para acompa?arte, y yo no quiero ver la ?pera. Estoy demasiado ocupado”. Empez? a escribir fren?ticamente de nuevo. "Esto no es importante. Busca otra cosa en la que ocupar tu tiempo. Cuando Dierk vuelva, puede ayudar a entretenerte". Ten?a que convencerle. Ir a la ?pera era el primer paso que pod?a dar para conseguir sus objetivos. Ten?a que congraciarse con la sociedad alemana. ?De qu? otra manera podr?a descubrir los planes relacionados con la captura de jud?os? No ten?a ning?n otro medio para obtener informaci?n. “A?n as?, me interesar?a asistir. ?No puede acompa?arme el Sr. Jones? ?l es mi guardia, ?no? Se encargar? de que me mantengan a salvo y me traten como es debido”. Anya esperaba que a Arthur no le importara ver algo de propaganda alemana. Definitivamente ser?a bastante nauseabundo. Supuso que no era un simpatizante nazi como Edward Wegner. Edward levant? la vista y se encontr? con su mirada. “Realmente debes desear ver esta ?pera. ?Qu? esperas obtener de ella?” —Iluminaci?n, —dijo ella. Era la respuesta m?s sencilla y la que este hombre entender?a. ?l pensar?a que una mujer es incapaz de pensar inteligentemente. Despu?s de todo, hab?a intercambiado a su hija con un nazi para sus propios fines. —?Esperas aprender algo?” Se rio suavemente. “?T??” Edward Wegner sacudi? la cabeza como si la sola idea fuera rid?cula. “Eres una chica sencilla. Dudo que ganes muchos conocimientos en la ?pera. Todo pasar? por encima de tu linda cabecita”. Anya apret? los dientes. Era m?s que horrible. “Me gustar?a ver por m? misma y escuchar cu?l es el mensaje de la ?pera”. En eso, ella no estaba mintiendo. Aunque sab?a que era propaganda nazi, quer?a escucharla. La idea detr?s de ella s?lo la ayudar?a a entenderlos m?s y a aprender c?mo ayudar a aquellos que lo necesitaran. —Si significa tanto para ti, —comenz?, —lo arreglar? con el se?or Jones. Dej? la pluma. “Espero que s?lo asista a la representaci?n. Te ir?s media hora antes y volver?s inmediatamente despu?s”. —Gracias, padre, —dijo ella y mir? al suelo. ?l esperaba un poco de humildad y cobard?a de su hija. Si Anya lo miraba directamente a los ojos, Edward Wegner no reaccionar?a bien. Las instrucciones de Ida hab?an sido exactas. Su padre esperaba que actuara de una manera espec?fica, y si no lo hac?a, la castigar?a. Ida se hab?a complacido en explicar c?mo ser?an esas reprimendas. No ten?a ninguna raz?n para no creer a la criada, as? que hab?a prestado atenci?n a todo lo que dec?a Ida. “Har? lo que me has indicado”. —Procura que lo hagas, —dijo con firmeza. “Ahora vete. Tengo trabajo que hacer y ya me has interrumpido bastante”. No ten?a ning?n respeto por su hija. Cuando termin? con ella, actu? como si ya no estuviera en la habitaci?n. Anya deseaba poder mejorar la situaci?n de Ana de alguna manera. Tal vez ser?a despu?s de que ella comenzara a ayudar a los jud?os en Alemania. Anya asinti? y se dio la vuelta para salir de la habitaci?n, sin que Edward Wegner se diera cuenta. De todos modos, no ten?a nada m?s que decirle, y ten?a que asegurarse de que su plan saliera bien. Ayudaba que su prometido se hubiera ido... aunque le repugnara lo que manten?a ocupado a Dierk Eyrich. Utilizar?a eso a su favor, junto con su conocimiento del campamento, si pod?a lograrlo. Podr?a actuar de forma dulce e inocente para atraerlo a hablar de cosas que no deber?a. Anya no era una actriz, pero ?qu? tan dif?cil pod?a ser? Baj? al pasillo y se dirigi? a su dormitorio. Ahora que ten?a permiso, ten?a que prepararse para la noche. Empezando por su vestido. Despu?s de saber qu? ponerse, se dar?a un ba?o de inmersi?n. No ser?a una noche divertida, pero eso no significaba que no pudiera verse y sentirse bella. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=65164446&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.