Цапля чахла, Цапля сохла, Цапля сдохла... Туманный день – опаловая капля тоски осенней. Вздыхает тень – нахохленная цапля вне настроений. Не до веселья: трясина – келья негромко чавкнет. И цапля чахнет… Журавль ослеп в безудержном полете за лучшей долей. Гляжу вослед: не лучше бы, в болоте, родной неволе, в своем обличье? Хоть горе птичье не боль

El Viaje De Los H?roes

El Viaje De Los H?roes Cristian Taiani La Oscura Profec?a es la continuaci?n de la aventura fant?stica El Viaje de los H?roes, El Juramento. Este ya est? traducido al ingl?s y al espa?ol. Ado, Rhevi y Talun se reunir?n diez a?os despu?s del final de la primera novela para enfrentarse a la amenaza m?s antigua del mundo de Inglor, el Sin Nombre ha llegado finalmente. Viajar?n con nuevos y viejos amigos para triunfar sobre la oscura profec?a. Giros, batallas impresionantes y actos de sacrificio ser?n la clave de esta nueva aventura. El mundo de Inglor nunca ha vivido una ?poca tan esplendorosa, todos los pueblos est?n unidos por el pacto de las Siete Tierras, pero en la luz se ocultan las sombras y la que est? a punto de envolver las Siete Tierras es la m?s oscura. Han pasado diez a?os desde la Guerra Ancestral y la ca?da de la Muralla M?stica ha liberado un mal que no tiene nombre, una oscuridad que no conoce la compasi?n. Los h?roes ser?n convocados por un destino que les reserva la mayor prueba jam?s enfrentada. Talun es ahora un maestro establecido de la Academia Unida de Magia, pero secretamente ha llegado al final de su experimento, la creaci?n del reloj de arena que le dar? la oportunidad de viajar por el tiempo ha concluido, su vida entera est? a punto de cambiar. Rhevi ha dejado atr?s su viejo mundo, ha terminado el entrenamiento que la ha convertido en la guerrera que siempre ha querido ser, el ardiente deseo de encontrar su amor perdido a?n late en ella, no se dar? por vencida hasta que lo encuentre de nuevo. Adalomonte, el misterioso hombre sin pasado, ha llegado finalmente a su tierra original, m?s all? de los p?ramos conocidos, un mundo que guarda secretos y poderosas criaturas at?vicas lo proyectar?n ante la verdad de su existencia, se le revelar? el misterio de su nacimiento y aquello ser? tremendamente doloroso. Los tres estar?n conectados por la oscura profec?a de la cual no pueden escapar, se enfrentar?n a un viaje sin precedentes. Desde las profundidades de la ciudad hundida de Merope hasta las parcelas m?s escondidas del tiempo. La amistad y el amor ser?n la clave que los convertir? en la ?nica esperanza para Inglor. El Viaje de los H?roes: La Oscura Profec?a es la secuela de El Viaje de los H?roes: El Juramento, novelas ambas de Cristian Taiani. Cristian Taiani T?tulo | El viaje de los h?roes. La profec?a oscura. Autor | Cristian Taiani Ilustraci?n de la portada: Isabella Manara Proyecto grafico: Giuseppe Cuscito P?gina de Facebook: htt ps://www.fa (http://www.facebook.com/GCDigitalArt/)c ebook.com/GCDigitalArt/ (http://www.facebook.com/GCDigitalArt/) Edici?n y configuraci?n a cargo de Miriam Mastrovito. Primera edici?n © 2018 Cristian Taiani Todos los derechos reservados. La reproducci?n total o parcial est? prohibida por la ley. Esta es una historia ficticia. Los nombres de los personajes y las situaciones son el resultado de la imaginaci?n del autor. Cualquier referencia a hechos o personas existentes es puramente aleatoria. Transformar? lo que es imposible, inevitable. CAP?TULO 1 La ?ltima visi?n Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Cascada de las visiones El cielo estaba despejado de nubes, invadido por una mir?ada de estrellas distantes. Su luz eterna iluminaba el insuperable dolor del coraz?n de Hour Oronar; nadie lo borrar?a nunca, ni siquiera el mismo rey, su sufrimiento le ayudar?a a cumplir la promesa que hab?a hecho nueve a?os antes a su reina. Lo record? una vez m?s: No volver? hasta que el mal sea erradicado del mundo de Inglor. Su ej?rcito y sus generales hab?an vuelto a An?rion, hab?an abrazado a sus hijos, a sus esposas, pero no ?l. Oronar ten?a que ser fuerte para todos, ten?a que esperar con la esperanza de poder hacerlo. Hab?an celebrado la derrota del dios lobo, creyendo que no hab?a regresado porque no hab?a aceptado la muerte del pr?ncipe. S?lo la Reina Thessara y su confiable consejero Variel estaban seguros: los elfos de la luz buscaban una forma de destruir el mal. La profunda oscuridad que amenazar?a la serenidad y la paz lograda despu?s de la Guerra Ancestral. El agua de la cascada ca?a abrumadoramente sobre el cuerpo desnudo del soberano, su resistencia iba m?s all? de todos los l?mites. A pesar de la fuerte presi?n del chorro, sus c?lidos ojos verdes estaban abiertos y miraba las estrellas con fervor y coraje. Melidor apreciar?a ese cielo, se perder?an en su estudio. Ahora el rey estaba perdido s?lo en sus visiones; hab?a tenido muchas, demasiadas, y todas ellas hab?an predicho una ?ltima cosa: el regreso del Sin Nombre, Zetroc, era s?lo una parte de la aventura. La Peste Negra ya hab?a golpeado a pueblos enteros; muchos curanderos atribu?an las muertes a una enfermedad incurable, pero no era as?, el Emperador Negro estaba entre ellos de nuevo. En aquellos a?os Hour Oronar hab?a sido un alma errante, su investigaci?n lo hab?a llevado a muchos lugares, y siempre hab?a obtenido la misma respuesta: el d?a en que los h?roes de Inglor hab?an derribado al dios lobo, el mal se hab?a levantado, y todas las muertes, incluyendo la del rey enano Torag, fueron obra suya. S?lo ahora entend?a el significado de la profec?a, pero no hab?a terminado, todav?a hab?a esperanza, en una de sus visiones hab?a contemplado perfectamente bien que la predicci?n no estaba completa. La visi?n se materializ? de manera violenta en su mente. El hombre estaba de espaldas, lejos y rodeado de luci?rnagas que zumbaban a su alrededor, el ambiente circundante no estaba claro, el rey ve?a todo distorsionado como si estuviera inmerso en el agua, ten?a que hacer un esfuerzo para concentrarse. Mir? a su alrededor, era una ciudad, pero su arquitectura era algo que nunca hab?a visto antes: grandes tubos transparentes conectaban los altos edificios con las calles, el cielo era rojo, hac?a un calor insoportable; ten?a una c?pula de diamante que la proteg?a. Huor Oronar dio unos pasos hacia el misterioso hombre por detr?s, se encontr? detr?s de ?l sin explicar c?mo hab?a cubierto esa distancia, su mano estaba firme, lo agarr? por el brazo y se volvi? hacia ?l. Reconoci? al mago que esperaba ver en su coraz?n. Talun era la clave para encontrar la verdad, detr?s de ?l hab?a una enorme sombra sobre ?l. ?Qui?n fue? ?O qu? era?? El rey no lo vio, pero ahora sab?a que Talun era la figura de todas las observaciones anteriores, el cuadro estaba completo. Ten?a que encontrarlo. Entonces ser?a el turno de los dem?s. Oronar volver?a a los h?roes de Inglor, Rhevi Talun y Adalomonte, y los invertir?a una vez m?s con una pesada carga. S?lo pod?a arrepentirse de la idea, pero s?lo ellos pose?an la salvaci?n, s?lo ellos eran parte de la revelaci?n. Se levant? y cruz? el agua fr?a, que se abri? al pasar. Desde la roca desnuda, gris como su cabello, se sumergi? en el arroyo, nadando hacia la orilla. Resurgi? regenerado en cuerpo y esp?ritu, sus pies mojados pisaban la suave hierba, el contacto con la naturaleza le daba una sensaci?n de libertad. Se abri? paso bajo el roble centenario donde hab?a puesto su armadura. Admir? cada detalle de ella, se la habr?a heredado a su hijo si las cosas hubieran ocurrido de otra manera. Ante tal pensamiento, no pudo contener las l?grimas, entonces cerr? los ojos y se puso en marcha de nuevo. Se puso su brillante armadura y mir? fijamente a su cimitarra: estaba listo. Sab?a que hab?a tenido su ?ltima visi?n. Uni? sus manos a la manera del saludo elfo y se teletransport?. CAP?TULO 2 El Mercado Oscuro Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Tierras ?mbar del sur El sol del verano, amarillo y caliente, iluminaba las tierras de ?mbar. Entre las dunas del desierto de Azir, quienes sab?an buscar pod?an encontrar la ?ltima ciudad de los mercaderes, Khan Kaili, tambi?n conocida como el Mercado Oscuro. Cualquier objeto, secreto, joya o artefacto raro pod?a ser encontrado con los mercaderes de aquella ciudad bazar. Las calles estrechas estaban abarrotadas de puestos de todo tipo, desde alimentos apilados hasta objetos llamativos y libros perdidos, muchos de los cuales eran solo copias falsificadas. Los vendedores eran asediados por innumerables razas, la vida coloreaba cada cent?metro de Khan Kaili. La cegadora luz del sol se filtraba a trav?s de las tiendas de los colores del arco iris colocadas entre los techos de las casas. Los gritos se superpon?an entre s? creando un caos sin igual, en el cual los pobres ladronzuelos encontraban un terreno f?rtil para sus golpes contra los desafortunados. En su mayor?a eran ni?os que buscaban oro para comer, o para entreg?rselo a sus amos sedientos de dinero. En aquellos meandros la vida era muy dura y pocos sobreviv?an a las duras leyes de la naturaleza. "?No puede ser! ?Soy acaso un ladr?n?" grit? un comerciante a la cara del improvisado hombre de negocios. "??Cien monedas de oro?! ?Vale menos de diez!", respondi? este, tratando en vano de agarrar una olla de oro. Mientras estaba all?, una sombra llam? su atenci?n y rebot? en la cortina; el hombre levant? su dedo y se?al? la masa negra que estaba a punto de chocar contra ellos. "No voy a caer en eso, ?crees que soy un tonto?" El mercader se aferraba al jarr?n sin prestar atenci?n a la advertencia, y en ese mismo momento un ni?o tropez? y cay? sobre el puesto, destrozando toda la mercanc?a. Un turbante color marr?n cubr?a su rostro, s?lo sus brillantes ojos estaban descubiertos, su cuerpo estaba envuelto en una t?nica blanca de seda, de la cual sobresal?a un segundo atuendo de color azul oscuro. "Lo siento, no era mi intenci?n, qu?dese con esto como compensaci?n". Le arroj? una bolsa al comerciante. Brillantes monedas salieron lanzadas por todas partes, atrayendo la mirada de los curiosos, quienes inmediatamente corrieron hacia el mostrador como buitres hambrientos. No hab?a rastro del joven del turbante. Hab?a huido, empujando a todos en su camino, dando la vuelta en busca de algo. Si su cara hubiera estado descubierta, todos habr?an visto su sonrisa burlona. Finalmente, entr? en un callej?n disminuyendo la velocidad de su loco viaje, toc? su bolso y sinti? que todo estaba bien. Su r?pida mano se desliz? dentro, sacando un frasco de arena, se detuvo para mirarlo bien, la gradaci?n del color iba de naranja a rosa. Complacido con el golpe, lo admir? una vez m?s, echando una ?ltima y alegre mirada detr?s de ?l, para asegurarse de que nadie lo hab?a alcanzado. "Deja lo que has robado, ladr?n, y te perdonar? las manos". La c?lida voz con el fuerte acento sure?o de las Tierras ?mbar congel? la sangre del chico. Delante de ?l se alzaba un hombre completamente vestido de negro, y con su rostro cubierto con un turbante rojo; dos ojos orientales le miraban fijamente y no presagiaban nada bueno, mucho menos la espada que empu?aba. El chico dio unos pasos atr?s, y estaba listo para salir corriendo cuando not? que otro hombre, vestido como el primero, se hab?a acercado por detr?s de ?l, sosteniendo una vara de acero con ambas manos, y, a diferencia de su amigo, era un gigante. Ahora estaba realmente preocupado. "Ustedes, los merodeadores, no saben cu?ndo es el momento de retirarse, ?verdad?" Su tono estaba lleno de sarcasmo y desaf?o. El gigante se abalanz? sobre el chico mientras que el otro le lanz? una daga que se clav? en el cu?driceps del pobre chico, el cual grit? de dolor y luego colaps?. El coloso carg? la vara con todo su poder, listo para estrellarla en la cabeza del ladr?n, pero el arma golpe? con fuerza una energ?a invisible. Un hombre apareci? frente al joven de espaldas a ?l. La capa p?rpura todav?a ondeaba, d?ndole el encanto que solo ten?an los h?roes. "Gracias, maestro, pero ?podr?a al menos haber evitado el cuchillo?" ?Qu?malos hasta que mueran, maldita sea!" "Taven, podr?as haberme escuchado y no huir", respondi? Talun, acariciando los gruesos rizos de carb?n con su mano libre, mientras la otra estaba ocupada sosteniendo el escudo invisible. El mago se volvi? hacia el atacante, que intentaba en vano entre gru?idos romper la barrera. "Es suficiente". Con un chasquido de sus dedos envi? volando al gigante varios metros en el aire, nunca sobrevivir?a al aterrizaje. El merodeador rojo, en un temerario acto de valent?a, se acerc? a los dos, blandiendo y agitando su sable en el aire, la hoja sac? hermosas y r?pidas lanzas al aire. La habilidad del hombre, sin embargo, era evidente, los ojos almendrados se cruzaron con los de Talun y fue lo ?ltimo que vio. Su carrera se ralentiz?, dej? caer su espada al suelo y se quit? el turbante en busca de aire, probablemente ni siquiera se dio cuenta de que la muerte le hab?a llegado, su cuerpo se pulveriz? al instante. Taven se quit? el turbante y mostr? una amplia sonrisa, su afinidad con Talun se hab?a vuelto a?n m?s marcada con el paso del tiempo. Ambos ten?an la cara llena de lentigos. "Fue superlativo. Maestro, la arena de Taleshi es nuestra, eres t?, ?no?" pregunt? el chico, entregando la ampolla al mago, s?lo hab?a admiraci?n en sus ojos. El otro le sonri? y, arrojando una luz p?rpura, cur? la herida de su pierna. Tom? el recipiente de vidrio y lo mir? de cerca, sus ojos se volvieron blancos como si fuera ciego: el segundo ingrediente estaba en sus manos, ten?a el vidrio negro y la arena, faltaba uno. "?Por el gran Eurotovar! Debes escucharme cuando hablo, Taven, de lo contrario no te llevar? m?s conmigo y te dejar? en la academia con el Maestro Gregor. A?n tienes mucho que aprender, y como puedes ver, no has hecho nada, ni magia, est?s atrapado en el peligro. No es bueno, tienes que dejar ir la magia como cuando est?s estudiando, tus habilidades lo permiten. Ten fe en ti mismo, seguramente la frase inicial habr?a hecho que Brady se sintiera orgulloso de ti, pero ya no eres actor", dijo el mago al joven. Los dos salieron del callej?n y se perdieron en el r?o de gente que vagaba por el oscuro mercado, sin darse cuenta de que alguien los estaba observando desde un tejado. M?s tarde, comenzaron a saltar de casa en casa, sin perderse de vista. El sol se pondr?a poco despu?s, trayendo la fr?a noche al desierto de Azir. Con un doble salto mortal, la misteriosa figura se pos? en el peque?o balc?n de la posada de Balagan. Su mano toc? la cerradura de la ventana y esta se abri? de par en par, como si hubiera sido azotada por una r?faga de viento. La oscuridad hab?a llegado, y esto ayudar?a a que el intruso pasara desapercibido. La habitaci?n estaba en orden, hab?a algunos tomos en un escritorio y viejos mapas en los que se marcaban varios lugares. "El amo Gregor ciertamente apreciar?a la comida de aqu?". Las palabras vinieron de fuera. La sombra se camufl? en la oscuridad. *** Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Tierras ?mbar del sur El sol del verano, amarillo y caliente, iluminaba las tierras de ?mbar. Entre las dunas del desierto de Azir, quienes sab?an buscar pod?an encontrar la ?ltima ciudad de los mercaderes, Khan Kaili, tambi?n conocida como el Mercado Oscuro. Cualquier objeto, secreto, joya o artefacto raro pod?a ser encontrado con los mercaderes de aquella ciudad bazar. Las calles estrechas estaban abarrotadas de puestos de todo tipo, desde alimentos apilados hasta objetos llamativos y libros perdidos, muchos de los cuales eran solo copias falsificadas. Los vendedores eran asediados por innumerables razas, la vida coloreaba cada cent?metro de Khan Kaili. La cegadora luz del sol se filtraba a trav?s de las tiendas de los colores del arco iris colocadas entre los techos de las casas. Los gritos se superpon?an entre s? creando un caos sin igual, en el cual los pobres ladronzuelos encontraban un terreno f?rtil para sus golpes contra los desafortunados. En su mayor?a eran ni?os que buscaban oro para comer, o para entreg?rselo a sus amos sedientos de dinero. En aquellos meandros la vida era muy dura y pocos sobreviv?an a las duras leyes de la naturaleza. "?No puede ser! ?Soy acaso un ladr?n?" grit? un comerciante a la cara del improvisado hombre de negocios. "??Cien monedas de oro?! ?Vale menos de diez!", respondi? este, tratando en vano de agarrar una olla de oro. Mientras estaba all?, una sombra llam? su atenci?n y rebot? en la cortina; el hombre levant? su dedo y se?al? la masa negra que estaba a punto de chocar contra ellos. "No voy a caer en eso, ?crees que soy un tonto?" El mercader se aferraba al jarr?n sin prestar atenci?n a la advertencia, y en ese mismo momento un ni?o tropez? y cay? sobre el puesto, destrozando toda la mercanc?a. Un turbante color marr?n cubr?a su rostro, s?lo sus brillantes ojos estaban descubiertos, su cuerpo estaba envuelto en una t?nica blanca de seda, de la cual sobresal?a un segundo atuendo de color azul oscuro. "Lo siento, no era mi intenci?n, qu?dese con esto como compensaci?n". Le arroj? una bolsa al comerciante. Brillantes monedas salieron lanzadas por todas partes, atrayendo la mirada de los curiosos, quienes inmediatamente corrieron hacia el mostrador como buitres hambrientos. No hab?a rastro del joven del turbante. Hab?a huido, empujando a todos en su camino, dando la vuelta en busca de algo. Si su cara hubiera estado descubierta, todos habr?an visto su sonrisa burlona. Finalmente, entr? en un callej?n disminuyendo la velocidad de su loco viaje, toc? su bolso y sinti? que todo estaba bien. Su r?pida mano se desliz? dentro, sacando un frasco de arena, se detuvo para mirarlo bien, la gradaci?n del color iba de naranja a rosa. Complacido con el golpe, lo admir? una vez m?s, echando una ?ltima y alegre mirada detr?s de ?l, para asegurarse de que nadie lo hab?a alcanzado. "Deja lo que has robado, ladr?n, y te perdonar? las manos". La c?lida voz con el fuerte acento sure?o de las Tierras ?mbar congel? la sangre del chico. Delante de ?l se alzaba un hombre completamente vestido de negro, y con su rostro cubierto con un turbante rojo; dos ojos orientales le miraban fijamente y no presagiaban nada bueno, mucho menos la espada que empu?aba. El chico dio unos pasos atr?s, y estaba listo para salir corriendo cuando not? que otro hombre, vestido como el primero, se hab?a acercado por detr?s de ?l, sosteniendo una vara de acero con ambas manos, y, a diferencia de su amigo, era un gigante. Ahora estaba realmente preocupado. "Ustedes, los merodeadores, no saben cu?ndo es el momento de retirarse, ?verdad?" Su tono estaba lleno de sarcasmo y desaf?o. El gigante se abalanz? sobre el chico mientras que el otro le lanz? una daga que se clav? en el cu?driceps del pobre chico, el cual grit? de dolor y luego colaps?. El coloso carg? la vara con todo su poder, listo para estrellarla en la cabeza del ladr?n, pero el arma golpe? con fuerza una energ?a invisible. Un hombre apareci? frente al joven de espaldas a ?l. La capa p?rpura todav?a ondeaba, d?ndole el encanto que solo ten?an los h?roes. "Gracias, maestro, pero ?podr?a al menos haber evitado el cuchillo?" ?Qu?malos hasta que mueran, maldita sea!" "Taven, podr?as haberme escuchado y no huir", respondi? Talun, acariciando los gruesos rizos de carb?n con su mano libre, mientras la otra estaba ocupada sosteniendo el escudo invisible. El mago se volvi? hacia el atacante, que intentaba en vano entre gru?idos romper la barrera. "Es suficiente". Con un chasquido de sus dedos envi? volando al gigante varios metros en el aire, nunca sobrevivir?a al aterrizaje. El merodeador rojo, en un temerario acto de valent?a, se acerc? a los dos, blandiendo y agitando su sable en el aire, la hoja sac? hermosas y r?pidas lanzas al aire. La habilidad del hombre, sin embargo, era evidente, los ojos almendrados se cruzaron con los de Talun y fue lo ?ltimo que vio. Su carrera se ralentiz?, dej? caer su espada al suelo y se quit? el turbante en busca de aire, probablemente ni siquiera se dio cuenta de que la muerte le hab?a llegado, su cuerpo se pulveriz? al instante. Taven se quit? el turbante y mostr? una amplia sonrisa, su afinidad con Talun se hab?a vuelto a?n m?s marcada con el paso del tiempo. Ambos ten?an la cara llena de lentigos. "Fue superlativo. Maestro, la arena de Taleshi es nuestra, eres t?, ?no?" pregunt? el chico, entregando la ampolla al mago, s?lo hab?a admiraci?n en sus ojos. El otro le sonri? y, arrojando una luz p?rpura, cur? la herida de su pierna. Tom? el recipiente de vidrio y lo mir? de cerca, sus ojos se volvieron blancos como si fuera ciego: el segundo ingrediente estaba en sus manos, ten?a el vidrio negro y la arena, faltaba uno. "?Por el gran Eurotovar! Debes escucharme cuando hablo, Taven, de lo contrario no te llevar? m?s conmigo y te dejar? en la academia con el Maestro Gregor. A?n tienes mucho que aprender, y como puedes ver, no has hecho nada, ni magia, est?s atrapado en el peligro. No es bueno, tienes que dejar ir la magia como cuando est?s estudiando, tus habilidades lo permiten. Ten fe en ti mismo, seguramente la frase inicial habr?a hecho que Brady se sintiera orgulloso de ti, pero ya no eres actor", dijo el mago al joven. Los dos salieron del callej?n y se perdieron en el r?o de gente que vagaba por el oscuro mercado, sin darse cuenta de que alguien los estaba observando desde un tejado. M?s tarde, comenzaron a saltar de casa en casa, sin perderse de vista. El sol se pondr?a poco despu?s, trayendo la fr?a noche al desierto de Azir. Con un doble salto mortal, la misteriosa figura se pos? en el peque?o balc?n de la posada de Balagan. Su mano toc? la cerradura de la ventana y esta se abri? de par en par, como si hubiera sido azotada por una r?faga de viento. La oscuridad hab?a llegado, y esto ayudar?a a que el intruso pasara desapercibido. La habitaci?n estaba en orden, hab?a algunos tomos en un escritorio y viejos mapas en los que se marcaban varios lugares. "El amo Gregor ciertamente apreciar?a la comida de aqu?". Las palabras vinieron de fuera. La sombra se camufl? en la oscuridad. *** Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Tierras ?mbar Taven abri? la habitaci?n e inmediatamente not? que la ventana estaba abierta, la cortina blanca era sacudida suavemente por el viento, la misma brisa bes? su rostro bronceado. En unos segundos, sus ojos buscaron por toda la habitaci?n, podr?a haber jurado que las persianas se hab?an cerrado al salir, se volvi? para decirle algo a su amo, pero se contuvo. Talun le ilumin? los ojos, puso su mano suavemente en el hombro del chico y pas?. "Nada puede esconderse de la vista del Guardi?n del Conocimiento, mu?strate". Su tono era autoritario. Como si fuera humo, una figura encapuchada se materializ?, no se pod?a distinguir nada a trav?s de la gran t?nica oscura que la cubr?a, pero el mago not? inmediatamente sus manos descubiertas y antes de que bajara la capucha ya hab?a entendido. El rostro era el de Elanor, era tan hermoso como aquella noche nueve a?os antes, tanto hab?a cambiado desde entonces, especialmente ?l. Se parec?a a Rhevi, excepto por el color de su cabello, pero sus perfectos labios le sonre?an. Talun no se molest?, su visita, por lo que en la noche de repente, y en aquel lugar, ciertamente no era por cortes?a. "Sabio guardi?n, por fin has adoptado este nombre, y este es el momento adecuado". Los ojos de la elfa se cruzaron con los de Taven, quien estaba petrificado. ?Qui?n era esa mujer? ?Por qu? sent?a miedo? Le temblaban las piernas y sab?a por qu?. Ella lo sinti?. "?Por qu? est?s aqu??" La pregunta fue casi grosera. "Para advertirte, el mal est? m?s presente que nunca, y est? casi listo. ?Hasta d?nde ha llegado tu experimento? Es muy importante". Talun se le acerc?, los dos estaban cara a cara y pudo ver los ojos brillantes de la elfa, algo inexplicable toc? su coraz?n, era como si estuviera feliz de volver a verla, como si hubiera sido una amiga de toda la vida, y no pod?a explicar por qu?. Entonces algo comenz? a entrar en su mente, las notas, el t?tulo, la cronometr?a, su pregunta, el experimento... ?c?mo lo supo? Esta vez no perder?a el tiempo. "?C?mo sabes de mi experimento? Espera, yo responder? a eso. S?lo me falta el metal con venas rojas". Exhal? un profundo suspiro, no pod?a creer lo que estaba escuchando, el viejo cronomante ya lo sab?a, estaba a punto de contarle el secreto para crear el reloj de arena, y al hacerlo el complejo mecanismo de viaje se pondr?a en marcha. El pensamiento fue m?s r?pido que un flash: ?y si todo hubiera sido escrito en el destino de Inglor? El tiempo parec?a una densa red de pasajes y elecciones, pero si lo pensaba, estaba all?, en un pasado que ahora parec?a el presente. Ten?a un deseo irresistible de cambiarlo todo. Pero carec?a del valor. "Ahora no puedo responder a tu pregunta, pero puedo decirte d?nde puedes buscar el metal rojo, su ubicaci?n se encuentra en el antiguo tomo de la tierra. ?Lo conoces?" Elanor parec?a triste cuando respondi?, pero Talun no tuvo tiempo de preguntar por qu?. ?Lo conozco, Maestro!" Taven habl? euf?rico. "Lo vi en la biblioteca del director Jimben". Talun lo fulmin? con la mirada, estaba prohibido entrar en la biblioteca del director, ya hablar?a con ?l m?s tarde. "?Cu?l es el da?o? Zetroc, el dios lobo, fue derrotado hace a?os", pregunt?, sentado detr?s del escritorio, mir? fijamente la gastada vela por un momento y se encendi?, iluminando el rostro de Elanor. "El Sin Nombre es as? conocido en esta ?poca; el mal oscuro, Zetroc no era m?s que su sirviente". El mago sab?a muy bien qui?n era, despu?s de la Guerra Ancestral, hab?a le?do todo lo que hab?a encontrado sobre la Guerra Sangrienta, no hab?a mucho sobre los Sin Nombre, pero hab?a mucho sobre qui?n hab?a reportado esas cr?nicas, un tal Efilas Levi, conocido como el supremo alquimista. El hombre hab?a formado parte del ej?rcito que le hab?a combatido en la antigua guerra, era quien hab?a transcrito todas las cr?nicas m?s importantes de Inglor, y presum?a de haber dejado otros secretos, como las profec?as perdidas; de ?l se dec?a que era inmoral, pero hab?a desaparecido durante muchos, muchos a?os. La de Ephilas Levi era una b?squeda inconclusa, y la habr?a puesto en espera en cuanto hubiera podido. "Tan pronto como encuentres el metal rojo y termines tu experimento, encontrar? a Rhevi y Adalomonte, te los traer?, s?lo t? puedes detener al oscuro". Las manos de Elanor se unieron en el saludo ?lfico, estaba a punto de irse cuando Talun se r?o. ?"Rhevi"? ?Adalomonte? Tu hija desapareci? hace tres a?os para ir en busca de ese pat?n, esper? seis a?os, seis largos a?os antes de decidirse, ?l la abandon?, nos abandon?; s?lo cuando su abuelo Otan muri?, ella renunci?. Cada d?a esper?bamos el regreso de Adalomonte, yo mismo lo busqu? para dar alivio al coraz?n de Rhevi, pero hab?a desaparecido como si nunca hubiera existido. A veces pienso que no era real, por eso no ten?a memoria. No s?lo perd? mi amor, tambi?n perd? a mi mejor amigo en ese viaje, sin mencionar a Searmon, le di todo a este mundo. Ahora est?s aqu? de pie delante de m? pidi?ndome ayuda. Otra vez. Ya no soy ese tipo". La elfa lo mir? intensamente, sinti? una tristeza infinita, sab?a del dolor oculto de Talun, pero nunca lo hab?a visto as?. No respondi?, simplemente desapareci?. "?Qu? est? pasando, Maestro Talun?" pregunt? Taven confundido. El mago se pas? las manos por el cabello, el aprendiz nunca lo hab?a visto tan agitado. "Volvamos a la academia". CAP?TULO 3 La Academia de Magia Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Radigast, la academia El Mar Profundo luc?a tranquilo, hermoso, brillante, como la capital de las Siete Tierras, los barcos pesqueros que se dirig?an al puerto arrastraban las redes desbordantes de peces entre las peque?as olas, el canto de las gaviotas acompa?aba a los estibadores en sus laboriosas tareas. Muchos barcos estaban atracados all?, para el comercio o los asuntos internos. Despu?s de la Guerra Ancestral, la vida hab?a sido tranquila, toda la gente se sent?a a?n m?s unida, incluso se pod?an encontrar enanos en las calles de la capital, por supuesto nunca se sub?an a un barco porque odiaban el mar, pensaban que su creaci?n era la dedicaci?n de su pueblo. Las murallas de la ciudad hab?an sido reforzadas con madera de aleaci?n, un regalo de los elfos de la luz. La brisa marina, aunque c?lida, desde las primeras horas de la ma?ana, hac?a que la corona de siete puntas, s?mbolo de la dinast?a Vesto, ondeara entre la infinidad de banderas y estandartes. En las calles se pod?a oler el aroma del pan caliente reci?n horneado, una multitud de puestos llenos de verduras y frutas serpenteando a lo largo de la calle principal del primer nivel. Los ampimatrones de cal gris estaban coloreados por los p?talos de las begonias y el agapanthus, la flor del amor, cultivada a prop?sito en las calles de Radigast. M?s all? de los tres niveles, se alzaba otro en el lado este de la ciudad, un inmenso y hermoso puente que conectaba el centro de la ciudad con la nueva Academia de Magia. La escuela se apoyaba en una plataforma voladora suspendida en el aire, con grandes cascadas de agua que sal?an a chorros por los lados. La alta torre fue fijada al suelo por enormes cadenas, se dec?a que si los magos hubieran querido que el edificio se construyera, podr?a haberse suspendido y convertirse en una peque?a y pintoresca ciudad. Adon Vesto, los elfos de la luz y las casas de los enanos hab?an mantenido su palabra, redescubriendo la m?s bella y m?s grande escuela de magia de Inglor, ahora la ?nica, todas las peque?as escuelas, de hecho, se hab?an fusionado en un instituto, los directores se hab?an convertido en siete, pero a Jimben se le concedi? el t?tulo de Prelado Absoluto. Talun y Taven caminaban a gran velocidad por el pasillo del jard?n, a la sombra de los ?rboles: glicinias gigantes, cerezos rosados, dracenas, llamadas setas, y ?rboles arco iris con troncos multicolores; al final de la avenida se encontraban los robles cuyas ramas abrazaban toda la entrada, inund?ndola con el aroma del musgo mezclado con la madera. El arco de la entrada estaba sostenido por dos enormes estatuas encapuchadas, en el centro sobresal?a la rosa de los vientos surcada por profundas grietas, sufrida durante el ascenso de Cort?s, se hab?a dejado all? como advertencia. Los dos magos pasaron el arco y se encontraron en el centro de un enorme c?rculo, donde estaba la maravillosa estatua dorada del decano Searmon Tamarak, el mago sosten?a su brazo extendido hacia el horizonte, en el miembro hab?a una enorme ?guila, tambi?n de oro s?lido. El jard?n estaba rodeado por un solo edificio circular, desde all? se pod?a escuchar el estruendoso sonido de las cascadas. A Taven le gustaba estudiar con su rugido de fondo. El chico era t?mido y no ten?a amigos en la escuela, por lo que pasaba todos los d?as solo, pero esto no le molestaba, al contrario, estaba convencido de que era bueno. El manto p?rpura con los bordados dorados de Talun vol? a un lado y descubri? la t?nica maestra, blanca con bordados rojos. El maestro absoluto Jimben y el mago Gregor hab?an aparecido ante ellos. Jimben llevaba una larga t?nica color azul el?ctrico, con bordados negros, se hab?a dejado crecer una larga barba que, para asombro de todos, era muy negra, a pesar de su avanzada edad, y hac?a que su calvicie destacara a?n m?s; Mientras Gregor estaba vestido de gris, su pelo, que ahora s?lo crec?a a los lados de sus sienes, ten?a reflejos del mismo color que su t?nica, y una barba manchada cubr?a su gordo rostro, el tiempo no hab?a sido amable con ?l, ni le hab?a reducido la barriga, esta parec?a a punto de explotar bajo su abrigo. "Bienvenido de nuevo", comenz? Jimben. El mago absoluto abraz? a Talun y Taven con afecto. "Las clases se reanudar?n pronto, espero que todav?a quieras unirte a la facultad", dijo mientras se dirig?an a la torre. Talun parec?a pensar en ello, pero era s?lo una apariencia porque ya hab?a decidido, s?lo ten?a que encontrar las palabras adecuadas. "No lo creo, amo, me gustar?a pedir permiso para dejar mi puesto. Hay una buena raz?n para todo esto". Gregor se asombr? y mir? a Jimben. "No dejar? que el m?s grande maestro de las Siete Tierras se vaya as?. Esta noche en la cena me dir?s tu buena raz?n." Parec?a m?s una orden que una petici?n del Director Absoluto. Talun se acarici? su perilla negra y roja y acept?. "Taven, vuelve a tus estudios, te ver? esta noche", dijo. No le digas a nadie sobre el duende y lo que escuchaste. El mensaje mental lleg? a la cabeza del aprendiz como una lanza, pero no dijo nada, seg?n el juego, su maestro sab?a que lo hab?a recibido. Jimben y Taven se fueron, dejando a Gregor y a su viejo amigo solos. "?Qu? pasa, Talun?" el maestro estaba preocupado, se pod?a leer en su cara, tal vez pod?a ocultarlo a los dem?s pero no a ?l, lo conoc?a como la palma de su mano. Los dos viejos amigos comenzaron a caminar, asumiendo su t?pica postura, con las manos escondidas en los anchos pliegues de sus t?nicas. "Acomp??ame a cenar esta noche y lo sabr?s todo. Al final del d?a, incluso el Director Absoluto reconocer? mi inmensa habilidad", se r?o; el rostro de su amigo, por otra parte, no estaba nada relajado. CAP?TULO 4 El Tomo de la Terra Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Academia de Magia El sol se hab?a puesto detr?s del vasto acantilado, desapareci? lentamente y lleg? la noche. Los rel?mpagos que tronaban a kil?metros y kil?metros de la playa presagiaban una tormenta el?ctrica, de las de verano, violentas, las nubes de plomo eran iluminadas por los rel?mpagos. Qu? energ?a tan magn?fica, divina e incontrolable, pens? Taven, estaba fascinado por ella, le hubiera gustado ser tan libre como esos rayos, pero no pod?a, estaba encadenado a algo que lo hac?a ?nico y, a pesar de ?l, incomprensible para cualquiera. Sus ojos azul celeste estaban fijos en el espect?culo que la naturaleza le estaba brindando en ese momento. Sus manos se hundieron en la arena, suaves y h?medas. La arena... La arena de Taleshi, su maestro no le hab?a dicho qu? har?a con ella, s?lo lo hab?a acompa?ado, pero sab?a que era un secreto, uno de los muchos que guardaba dentro de s?. Ahora era el momento de volver a entrar, si se hubieran enterado, habr?an estado en problemas, pero antes de volver a su habitaci?n todav?a ten?a una cosa que hacer: leer el Tomo de la Tierra en la biblioteca del Director Absoluto. Se concentr? y se teleprogram? a s? mismo en la habitaci?n sin ning?n error. Ten?a el raro talento de gobernar la magia como le parec?a, pero se lo guardaba para s? mismo, siempre un paso por detr?s de los dem?s. S?lo el maestro Talun era consciente de sus posibilidades, pero era un actor polifac?tico, Brady el Maravilloso a?n no hab?a digerido su decisi?n de dejar el escenario por la magia. Pero su escenario era la vida, el mundo. Sus objetivos eran mucho m?s ambiciosos, lo hab?a prometido muchos a?os antes en esa maldita noche. Aunque hab?an pasado casi diez a?os, el actor no hab?a olvidado su misi?n. Taven era demasiado viejo para entrar a la academia, normalmente los estudiantes ingresaban cuando a?n eran ni?os, pero para ?l se hab?a hecho una excepci?n gracias a Talun. Fue durante uno de los espect?culos de la Ilustraci?n que le habl? detr?s de la cortina y le confi? su deseo de estudiar las artes m?gicas. Al principio Talun no ten?a dudas y su respuesta fue no, pero cuando Taven le mostr? un hechizo que hab?a copiado, se dio cuenta de que ten?a un raro talento. Se despert? de sus pensamientos, no deb?a perder el tiempo, s?lo las gaviotas del cielo oyeron el rugido de la teletransportaci?n. La biblioteca era hermosa, el techo estaba lleno de im?genes de colores deslumbrantes, si uno las miraba fijamente por unos momentos parec?an cobrar vida, quienes hab?an tenido el honor de asistir a la exposici?n juraban que incluso hab?an escuchado los sonidos de las pinturas. En su mayor?a representaban la creaci?n de las Siete Tierras, un bello relato hist?rico, las distintas coronas de reyes, la elecci?n de las guarniciones, e incluso el ataque que hab?a destruido la antigua academia, con una figura negra suspendida en el cielo. Zetroc, el dios lobo. Taven no sab?a por qu?, pero amaba a esa figura, tan poderosa, tan solitaria, buscando el poder contra todos. Lo ve?a m?s como un h?roe que como un tirano, sab?a que su maestro hab?a participado en la Guerra Ancestral y muchas veces trat? de que le hablara de ello, pero Talun nunca hab?a querido tocar aquel tema. Decenas de estanter?as llenas de libros lo rodeaban, muchos ven?an de la biblioteca del infinito, hab?a sido as? despu?s de que los ej?rcitos pasaran por las puertas de los pisos. Taven hab?a o?do a algunos maestros decir que la biblioteca y su conocimiento se hab?an consumido y extinguido, otros dec?an que, tras el regreso del Rey Vesto, se hab?a quemado, pero la verdad segu?a siendo un misterio. Los libros que sobrevivieron fueron colocados en la biblioteca del hechicero y otros fueron entregados a los directores por el bien de Jimben. Taven sab?a exactamente d?nde buscar. Ya hab?a visto el libro. Se dirigi? r?pidamente a la estructura de aleaci?n de madera: estaba cerrada por una pesada reja, dentro estaban las investigaciones de los decanos y muchos otros libros importantes, pero s?lo necesitaba uno. Reconoci? el tomo, el volumen estaba hecho de barro y daba la impresi?n de que si la tocaba se desmoronar?a. Sus manos acariciaron la reja y su grueso tejido se ilumin? con una luz blanca, casi plateada; cuando estuvo seguro del hechizo, lo abri? de par en par. La protecci?n se rompi?, y varias astillas de oro vinieron hacia ?l. Con extrema precauci?n, lo tom?, estaba en sus manos y era pesado, tuvo que ponerlo en el suelo. Empez? a hojearlo, buscando con sus ojos de investigador, lo encontr?: el metal rojo, su descripci?n y su ubicaci?n estaban ah?. Con un sinuoso movimiento de su mano materializ? un pergamino de la nada, lo puso sobre la p?gina y copi? cada palabra, ahora el secreto era tambi?n suyo. *** Jimben estaba dando los ?ltimos toques a la mesa, y la cuberter?a de oro ten?a un precio impecable, y los platos de la vajilla estaban listos para ser inundados con su magn?fica sopa de remolacha de jengibre elfo, una receta que le hab?a dado su amiga Agata, y que ?l hab?a perfeccionado. Ella y Breno llevaban unos meses viajando, su marido despotricaba sobre un sue?o que hab?a tenido, y si ella no hubiera ido con ?l se habr?a vuelto loca. Eran un grupo maravilloso, desde su juventud, hab?an pasado por mucho juntos, ahora que todos se hab?an reunido, la ausencia de Searmon era mucho m?s pesada. "Bueno, ah? estamos, tarde como siempre esos dos", dijo el maestro absoluto. Se dirigi? a la ventana abierta, el calor era insoportable, el mes de julio no habr?a dejado ninguna salida, llegar?a en pocos d?as, trayendo consigo el Masharkar al rojo vivo, el viento del desierto de Azir, que golpeaba a Radigast cada cinco eras. A lo lejos vio los rel?mpagos y esper? que la lluvia que se avecinaba hiciera bajar la temperatura, al menos para poder dormir unas horas. Al darse la vuelta, not? un gran mueble en el que, iluminado por el canario, destacaba la foto del director Searmon. El hombre estaba parado, con aspecto orgulloso y poderoso, envuelto en su t?nica con colores brillantes como su cabello color berenjena, su mirada revelaba su brillante perspicacia, incluso lo exaltaba. En parte, pero s?lo en apariencia, Searmon hab?a sido un hombre de gran coraz?n y coraje sin igual. Jimben tom? el marco dorado. "Eh, viejo, si todav?a estuvieras aqu?, cuidar?as de tu alumno favorito." C?mo extra?aba a Searmon, c?mo extra?aba sus abrazos y su afecto, hab?an sido m?s que amigos, y nunca lo olvidar?a. Record? su primer beso. Fue durante el torneo de juegos de la academia. Searmon acababa de sobrevivir al encuentro con un Ghiralon, el depredador del bosque, si no hubiera sido por una ayuda inesperada, lo habr?a perdido mucho antes. El recuerdo se hab?a desvanecido con los a?os, ahora que lo pensaba, ya no recordaba el rostro del heroico salvador, pero todo lo dem?s estaba vivo en su coraz?n. Eran s?lo dos adolescentes, pero su amor ya era adulto, hab?an descubierto la atracci?n, hab?an compartido la cama y sus corazones. Jimben lo amaba, su muerte lo hab?a marcado para siempre. Pero lo ver?a de nuevo al final de su viaje por la tierra, entonces emprender?an uno juntos por la eternidad. Alguien golpe? la puerta con fuerza, el inesperado ruido trajo al maestro de vuelta a la realidad, deb?an ser Talun, sus modales no hab?an cambiado con el tiempo. Jimben enjug? una l?grima y, con una sonrisa que s?lo un viejo sabio podr?a dar, se dirigi? a la puerta, abri?ndola. Talun y Gregor entraron a saludar al director. "Qu? maravilloso olor a sopa". Gregor olisque? el aire y su est?mago refunfu?? tan fuerte que se avergonz?. "Disculpe, maestro Jimben, no he comido desde esta ma?ana". Se despej?, tosiendo y ocultando cierta verg?enza. "?Qu? hay del pollo con patatas del Oso Blanco?" lo fulmin? Talun. "Vamos, sent?monos. Eres bienvenido a sentarte. Sin embargo, el pollo de Bimpotin es envidiado por los mejores cocineros de las Siete Tierras". Despu?s de que Rhevi se fue, los hermanos Boddybock y Bimpotin hab?an adquirido la posada, convirti?ndola en una de las m?s prestigiosas de Inglor. Los magos se sentaron en la mesa, que era de forma rectangular una vez posicionados, y toda la posici?n estudiada por Jimben se asent? perfectamente. "Pido disculpas por ello, no estaba planeado, debo a?adir que yo tampoco lo hubiera querido, Maestro Jimben", dijo Talun mientras se sentaba, un gorgoteo humeante sali? de los platos vac?os, y de la nada se llenaron de sopa caliente. Gregor tom? un pa?uelo y se lo coloc? alrededor de su cuello para no ensuciarse. no esper? ninguna se?al y comenz? a atiborrarse, sumergiendo una hogaza de pan reci?n horneado en el caldo. Jimben y Talun no parec?an darse cuenta. "El viaje que me llev? a Azir result? ser mucho m?s desafiante de lo que pensaba. Y mi pr?ximo itinerario me llevar?a demasiados d?as, me perder?a por lo menos los tres primeros meses y los estudiantes no pueden permit?rselo, sobre todo porque el Maestro Gregor quiere traer de vuelta los viejos juegos de magia. Eso no se ha realizado desde hace al menos treinta a?os y pronto celebraremos el d?cimo a?o de la nueva academia. Esa ser?a una buena manera de celebrar", Talun se llev? la cuchara a la boca, la sopa estaba tibia, deliciosa, y la combinaci?n perfecta con jengibre lo dej? at?nito. El candelabro adornado con velas iluminaba toda la habitaci?n, la luz se reflejaba en la nuca de Jimben, que parec?a una estatua de cera mientras miraba al mago. "Talun, no has respondido a mi pregunta, sino que intentas distraerme, en vano debo a?adir. ?Qu? es lo que te alejar?a de la academia al menos durante el primer trimestre? ?As? est? mejor?", dijo Jimben con voz pausada. El mago estaba en un aprieto, y sab?a muy bien que hasta que no respondiera, el director no le dar?a tregua. "Un viejo amigo me ha pedido un favor y no puedo decir que no". Ante aquella afirmaci?n, Gregor dej? caer su cuchara en la sopa haciendo volar trozos de pan que ensuciaron su t?nica. "Maldita sea", maldijo, visiblemente molesto. "Si est?s pensando en Rhevi, te digo que la media elfa ha desaparecido, no es ella. Maestro Jimben, esc?cheme y conf?e en lo que voy a decirle. Hace a?os, comet? el error de pedir ayuda al director Searmon, y muri?. No volver? a ocurrir. Se trata de m?, y s?lo de m?. Por favor, no me pregunte nada. Si necesito su ayuda, no dudar? en ped?rsela". El rostro de Talun era una m?scara de seriedad. Jimben se limpi? la boca, puso los cubiertos en su sitio, se sirvi? un poco de vino tinto y se lo bebi? mientras lo disfrutaba. "Muy bien, Talun, te respeto y conf?o en ti, pero debes saber que no est?s solo, y que adem?s del dios lobo otras fuerzas oscuras rondan estas tierras" El mago se levant? de la mesa y Gregor con ?l. "Gracias Maestro, una ?ltima cosa, necesitar? acceso a su biblioteca y a la biblioteca del infinto" Jimben introdujo una mano en la manga de su t?nica y sac? una llave de diamante. "En lo que respecta a mi colecci?n personal, no hay problema, pues la biblioteca del infinito..." Hubo una pausa demasiado larga, y Talun sinti? que su coraz?n se paralizaba: su miedo era real, durante a?os hab?a esperado que los rumores fueran falsos, pero no lo eran. Antes de que el director continuara, ya hab?a entendido por qu? no hab?a habido m?s ex?menes, el acceso a la biblioteca s?lo se hab?a reducido para el Director Absoluto y los Directores Unidos, ahora la raz?n estaba clara. "Despu?s del ataque de Zetroc, fue destruido. Al principio, esperaba en vano que los da?os no hubieran sido tan graves. Todos los grimorios fueron destruidos. La especie de los magos podr?a extinguirse. El ?nico n?cleo que podr?a revivir la magia est? enterrado en la capital de Taleshi, rezo a Erymus para que el que queda no se agote. Hab?a tres n?cleos, uno estaba en la capital enterrada, otro aqu? en Radigast, y el ?ltimo m?s all? de las Tierras Ancestrales, donde es imposible llegar". Gregor dio un respingo y se recost? en su silla. Talun se qued? sin palabras. Era evidente para todos que la cena hab?a tomado un cariz diferente. "?Cu?ndo pensabas dec?rnoslo? ?Lo saben los dem?s directores? ?Qu? son esas tierras a las que no podemos llegar?" El tono de Talun era casi amenazante, nunca permitir?a que los magos se extinguieran. En ese delicado momento, todo fue m?s claro para ?l, Elanor hab?a vuelto, le hab?a advertido del mal que estaba a punto de surgir de nuevo, m?s oscuro, m?s violento, m?s destructivo que Zetroc. Ahora esta horrible revelaci?n. Si la elfa ten?a raz?n, y con la magia en peligro, esta vez no habr?a guerra, ni victoria, s?lo dolor y muerte. Hab?a anhelado ser un h?roe y ahora lo era, hab?a anhelado ser el m?s poderoso de los magos y quiz?s lo lograr?a porque despu?s de ?l no habr?a otro. "M?s all? de las Tierras Ancestrales, en el lejano norte, donde incluso los dioses se han olvidado de mirar, hay un profundo y oscuro oc?ano, el Mar Helado, m?s all? est?n las Nuevas Tierras, nadie ha llegado nunca all? y ninguno de sus habitantes ha caminado entre nosotros. Su tierra hace imposible el teletransporte, no funciona, se dice que su magia no es curativa ni regenerativa, no pueden crear ni salvar la vida, s?lo destruirla". El Director Absoluto palideci? ante sus propias palabras. Toc? la llave y la lanz? a la mano de Talun. "Con esto podr?s acceder a mi biblioteca" "Me apresurar?, todo est? interconectado, estoy seguro. Me ir? esta misma noche. Encontrar? una manera de evitar la extinci?n de los magos, lo prometo". Talun sali? de la habitaci?n sin a?adir nada m?s, dejando a Jimben en su silencio, Gregor lo sigui? r?pidamente. El Guardi?n Sabio no habl?, se dirig?a sin ninguna indicaci?n hacia la biblioteca del director, su fiel amigo le segu?a a una distancia adecuada, s?lo pod?a ver sus hombros cubiertos por su capa p?rpura. No tuvo el valor de decir nada. De repente se encontr? frente a la enorme puerta de piedra de la biblioteca: estaba cerrada. La piedra blanca y pulida, sin imperfecciones, parec?a indestructible, pero aquella noche el mago hab?a comprendido que nada era verdaderamente indestructible, los dioses pod?an morir al igual que los hombres, las ciudades pod?an caer y la magia pod?a desaparecer. Sus huesudos dedos se apoyaron en la puerta, estaba fr?a, la empuj? con fuerza y se dirigi? al edificio de aleaci?n de madera, utiliz? la llave de diamante para abrirla puerta y cogi? el Tomo de la Tierra. Al principio le pareci? muy pesado, luego desterr? los pensamientos negativos y se volvi? tan ligero como una pluma, all? estaba escrito el lugar donde ir?a a buscar el ?ltimo ingrediente para su experimento; quiz?s su ?ltima oportunidad. Se dio la vuelta y not? que Gregor lo miraba, en su mirada hab?a algo diferente a lo habitual. "Esta vez ir? contigo, no podr?s decir que no, a menos que t?, el Guardi?n Sabio, quieras desafiar a Gregor, el Maestro". Se puso serio al pronunciar su apodo. Talun le agradeci?. Al principio no respondi?, hoje? las gastadas p?ginas del Tomo de la Tierra y encontr? lo que buscaba. Entonces dijo: "Muy bien, amigo m?o, vendr?s conmigo, afrontaremos juntos este viaje. Los Jardines de Piedra nos esperan. Pero primero debo visitar a Taven". Salieron de la biblioteca a altas horas de la noche, la lluvia torrencial y los rel?mpagos que iluminaban los grandes ventanales de la academia s?lo pod?an devolver a Talun al momento en que, diez a?os atr?s, hab?a partido con Rhevi en busca de un hogar fuera de la ciudad, donde todo hab?a comenzado. Casi sinti? nostalgia por esos momentos, despu?s de todo, no ten?a ni idea de lo que iba a pasar. Ahora que estaba ah?, se detuvo un momento frente a la ventana. "Gregor, te ver? en la puerta principal". Su amigo no hizo ninguna pregunta, s?lo asinti? y fue a prepararse. El rostro de Talun ya no era el de un ni?o, ahora era un hombre. Le hubiera gustado llevar a Taven con ?l, pero hubiera sido demasiado peligroso para ?l, ten?a miedo de perderlo, como hab?a perdido a su amor Mira. Entonces pens? en su experimento y un nuevo vigor surgi? en su interior, sin embargo, aunque estaba seguro de su ?xito, no pod?a arriesgarse. Con el flash proyectado a trav?s de la ventana, desapareci?, para aparecer ante Taven. El chico dorm?a felizmente en su cama, estaba rodeado de mapas, libros de estudio y pociones. Talun estaba orgulloso. "Chico, ?puedes o?rme?" Parpade? como si hubiera visto un fantasma. "Maestro Talun, ?qu? est? haciendo aqu??" Retir? la s?bana de seda blanca y se sent? en la cama. "Tengo que salir a un viaje muy largo, no s? cu?ndo volver?, pase lo que pase, escr?beme. Tranquilo, estudia para hacer realidad tu deseo, convi?rtete en mago". Le sonri? como lo habr?a hecho un hermano mayor. "Pero, ?a d?nde vas? ?Puedo ir contigo?" Talun dud?, ?c?mo le hubiera gustado tenerlo a su lado! "No, muchacho. No puedo. Tendr?s tus aventuras, estoy seguro, pero no ser? esta". Hizo un gesto que el alumno no esperaba: lo abraz?, estrech?ndolo contra ?l. Taven no sinti? nada, correspondi? como si estuviera actuando, pero a su coraz?n no lleg? nada. Talun se levant? de la cama, le dio la espalda y desapareci?. Inmediatamente, el muchacho se lanz? a la ventana, que afortunadamente daba a la entrada principal, y vio c?mo el maestro Gregor y Talun se dec?an algo, y entonces la lluvia se retorci?, adoptando extra?as formas alrededor de los dos magos, que desaparecieron aturdidos acompa?ados de un rugido. El chico se dirigi? a un gran ba?l, lo abri? con circunspecci?n, dentro hab?a una vinagrera con una poca arena de Taleshi y un trocito de cristal de Tenebra, le faltaba el ?ltimo ingrediente: el metal rojo. CAP?TULO 5 La sombra danzante Primera Era Despu?s de la Guerra Ancestral, Isla Naut El aire en el peque?o desfiladero rocoso era agradable, fresco; el sonido del mar, la espuma blanca, rompiendo en las rocas como los reflejos del sol naciente de verano, le dio algo de paz, de serenidad. En la roca erosionada se hab?an formado peque?os estanques de agua de mar, tan claros como los del Oc?ano Olvidado; su rostro pod?a reflejarse en ellos. Era hermosa, de hecho mucho m?s hermosa de lo que sus ojos recordaban, su largo cabello azul con reflejos verdes parec?a m?s brillante, seguramente era gracias a la luz que se filtraba por la cala. Se lo recogi? en una larga cola y la dej? caer sobre su hombro. Rhevi se qued? mirando a la mujer en la que se hab?a convertido y, como cada d?a despu?s de aquel beso, s?lo pod?a pensar en sus labios, en sus manos c?lidas y callosas y en unos hombros tan anchos y fuertes como su determinaci?n. La semielfa no hab?a olvidado a Ado, ni un solo d?a en nueve a?os. El guerrero hab?a prometido que volver?a cuando hubiera encontrado su verdad; ese d?a a?n no hab?a llegado, pero nada hab?a cambiado desde su promesa. Te esperar?. Ella sab?a que estaba bien, sab?a que no estaba muerto. Despu?s de a?os y a?os hab?a descubierto para qu? serv?an los objetos que hab?a recibido como regalo de Hora Oronar, el suyo era una diadema, el de Talun una pulsera y el de Adalomonte un colgante. Los objetos m?gicos eran su conexi?n, mientras su poseedor gozara de buena salud, permanecer?an intactos. Hab?a intentado encontrarlo tras la muerte del abuelo Otan, el dulce anciano hab?a fallecido en su cama rodeado de todo el grupo, s?lo faltaba el guerrero. Afortunadamente no hab?a sufrido, se hab?a dormido felizmente y ya no despert?. Tras unas semanas de luto, Rhevi se hab?a dado cuenta de que ya no hab?a lugar para ella en la posada, su mejor amigo Talun se hab?a despedido de ella y hab?an mantenido el contacto, intercambiando cartas, durante los primeros a?os. Le hab?a prometido varias veces que en cuanto volviera a ver al pat?n le dar?a una paliza. Nunca hab?a llamado a su madre Elanor. El viaje la hab?a endurecido, ahora estaba segura de s? misma y ya no necesitaba respuestas. Pero ahora se hab?a unido a la Cofrad?a de los Secretos, y de vez en cuando aparec?a alguien en nombre de la elfa pelirroja para compartir secretos y no ser la ?nica poseedora en caso de muerte. Rhevi, en casi diez a?os, hab?a descubierto muchos pero nunca los hab?a compartido, algunos la hab?an dejado boquiabierta, otros la hab?an sacudido tremendamente, lo ?nico que quer?a era conservarlos. Cuando sali? el sol por completo, tuvo la certeza de que aquel ser?a el ?ltimo d?a en la isla Naut; no sab?a por qu?, pero lo sent?a. Algo se movi? fugazmente, demasiado r?pido para cualquier ojo, pero no para sus sentidos. Agarr? a Elwing Numen, la cimitarra estaba all? a su lado, su hoja brillante y afilada, esperando que la tomara. Lo agarr? con tanta fuerza que sus nudillos se blanquearon. El m?sculo de su brazo estirado como una cuerda hizo un movimiento amplio y circular, la hoja roz? casi imperceptiblemente contra el agua. El cuerpo esbelto y nervioso gir? tan r?pidamente que las suelas de sus botas negras levantaron la arena de abajo como si fuera polvo; detr?s de ella el agua se elev? hasta tocar el alto techo de la caverna; ahora la hoja de la cimitarra estaba hecha del mismo elemento. Frente a la semielfa, una figura negra como el carb?n apareci? de entre las sombras y la atac? de inmediato, sin hacer ning?n ruido, el brazo del humanoide se convirti? en una lanza que Rhevi vio venir como si el golpe hubiera sido disparado a c?mara lenta. Esper? hasta el ?ltimo momento y se inclin? hacia atr?s, con las piernas abiertas y su musculosa espalda rozando el suelo, esquivando el golpe y dejando a su oponente perdido. El muro de agua se estrell? contra las sombras sin golpear a su invocador, la lanza se convirti? en un gran escudo que se clav? en el suelo, creando un dique, consigui? desviar el curso del agua haciendo que se dispersara en el mar. Rhevi se erigi? en una danza sinuosa y hermosa, y desapareci? de la vista del negro humanoide, fundi?ndose con la sombra de la caverna; como una serpiente negra, rode? el escudo, para volver a plasmarse en una nube oscura y viscosa frente a su enemigo, le apunt? con su arma a la garganta, luego retom? su forma y la hoja volvi? a cambiar convirti?ndose en una pinza de l?quido claro. "Podr?a imprimir la presi?n del oc?ano si quisiera. R?ndete". La voz de la semielfa era tranquila, no ment?a y su victoria era evidente. La criatura se rindi? y la lanza retom? su forma, con sus manos hizo una serie de gestos. Rhevi sonri? y lo abraz?. "Gracias, Sombra, tu entrenamiento me ha sido muy ?til", respondi? la chica, acompa?ando su voz con gestos de las manos. Se hab?an conocido hace a?os; en aquella ?poca, La Sombra hab?a formado parte de una tripulaci?n de piratas dirigida por un tal Frasso; les hab?a ayudado a llegar desde Cortez. Fue m?s tarde cuando la semielfa se top? de nuevo con ella, la mujer negra ten?a la intenci?n de robar. Rhevi comprendi? que ella robaba comida por necesidad, entonces la invit? a su posada. La humanoide negra entrenaba duro todos los d?as, hubiera o no batallas que librar, esto hab?a reavivado su esp?ritu, observaba cada uno de sus entrenamientos, los movimientos fluidos y efectivos la convert?an en una m?quina mortal, a sus ojos; desde peque?a le hab?an atra?do las peleas y por su diversidad hab?a tenido que aprender pronto a defenderse, quer?a moverse como ella, luchar como ella. Aquella noche hab?a pedido que la entrenaran; La Sombra hab?a accedido por deferencia. La entren? en el uso de m?ltiples armas y de la magia de las sombras; gracias a ella ahora, la semielfa pod?a controlarla y darle forma. S?lo m?s tarde hab?a aprendido el linaje mudo y esto los hab?a unido a?n m?s. Se hab?an confiado mutuamente; Rhevi le hab?a hablado de su viaje y de Ado; La Sombra le hab?a confiado sus pecados; hab?a sido miembro de un gremio de temibles asesinos. As?, despu?s de mucho tiempo, la chica hab?a descubierto el verdadero significado del s?mbolo de su cimitarra. El grabado mostraba tres cuchillos cruzados con un reloj de arena; La Sombra no sab?a nada del reloj de arena, pero s? de los cuchillos: eran el s?mbolo de su gremio, un ej?rcito disperso por todo Inglor, con un l?der, un hombre que no conoc?a la piedad, la amistad o el amor, un tirano del que nadie sab?a nada, pero al que todos conoc?an por su crueldad. La Sombra no hab?a preguntado a Rhevi c?mo hab?a llegado a tener un arma que pertenec?a al gremio, pero sus revelaciones hab?an despertado nuevas preguntas en la chica. ?C?mo hab?a llegado Elanor, su madre, a tener esa espada? Quiz? alg?n d?a lo sabr?a. La Sombra, que no estaba orgullosa de su vida, hab?a huido y encontrado refugio en la tripulaci?n del capit?n Frasso. Salieron del acantilado y se encontraron en la playa blanca, desde all? pod?an divisar la inmensa Isla Alqu?mica. Rhevi nunca la hab?a visitado, se dec?a que estaba desierta, y que s?lo albergaba un mont?n de ruinas y vegetaci?n. En el centro de la isla hab?a una gran monta?a, en cuya cima se alzaba un palacio en ruinas, que descansaba sobre un enorme pe?asco tambi?n suspendido en el aire, se pod?an ver unos enormes engranajes dentro de las paredes destruidas de la casa, en el techo estaba montado un extra?o artilugio. Era redonda y plana y ten?a tres lanzas largas, dos casi del mismo tama?o y otra un poco m?s peque?a. Estaban inm?viles sobre un fondo que representaba doce s?mbolos. Nadie sab?a qu? era o qu? representaba. En todos esos a?os nadie hab?a confiado ese secreto a Rhevi. "Me voy hoy, he estado aqu? demasiado tiempo. Nuestro entrenamiento ha terminado, no hay nada que me ate a este lugar. No quiero parar, quiero ir en busca de Adalomonte, esta vez lo encontrar?. Pero primero pasar? por Talun, ?l vendr? conmigo, lo s?. ?Quieres venir t? tambi?n?" La Sombra nunca hab?a esperado una petici?n as?, pareci? pensarlo y luego asinti? d?bilmente, cerr? el pu?o y levant? el dedo me?ique. Aquello significaba que s?. La Guerra Ancestral, el juramento y todo el dolor que hab?a experimentado no hab?an cambiado la sensibilidad de Rhevi. Abraz? a su amiga, agradecida por su decisi?n. "Antes de irme, quiero visitar ese lugar", dijo la semielfa, se?alando la Isla Alqu?mica. Peligroso, respondi? la Sombra. "Entonces me esperar?s aqu?, porque de cualquier modo ir?". Era testaruda, y nada en el mundo la detendr?a. Se dirigi? a grandes zancadas hacia la orilla; La Sombra no pudo hacer m?s que seguirla. En cuanto las botas entraron en el agua, Rhevi sac? una bolsa negra de su cintur?n. Lanz? un peque?o objeto de madera, que al contacto con el mar se convirti? en un peque?o velero, regalo de sus amigos halfling. "Por la tarde habremos llegado", dijo, saltando. La vela se hinch? de aire y la peque?a embarcaci?n inici? su traves?a hacia la isla. CAP?TULO 6 La Isla Alqu?mica y el secreto de la ruina Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Isla Alqu?mica La peque?a embarcaci?n se mec?a, arrullada por las olas del oc?ano, de vez en cuando Rhevi pod?a ver algunos peces revoloteando por la orilla del agua para luego sumergirse de nuevo. Los peces Ar eran hermosas criaturas acu?ticas que eran tan r?pidas en el mar como en el aire, sus alas eran de un azul intenso, ten?an picos dorados y cuerpos delgados. Su estructura les permit?a permanecer durante largos per?odos fuera de su h?bitat natural. La semielfa se sent? cerca de la orilla y acarici? el agua con los dedos, mientras el viento acariciaba su piel, uno de los secretos que guardaba ten?a que ver con esas mismas aguas. En las profundidades exist?a una civilizaci?n de hombres pez que hab?a construido un reino submarino hac?a eones. Su nombre era Merope. Seguramente, alg?n d?a, ella tambi?n ir?a all?. El viento favorable impuls? el barco con rapidez; ella y La Sombra pudieron distinguir la orilla de la Isla Alqu?mica. Los islotes que formaban el archipi?lago formaban una extra?a figura; s?lo desde arriba pod?a verse, y se dec?a que era el enorme esqueleto del m?s antiguo y temible drag?n. El rey de todos los depredadores conocido por el nombre de Bahamut el negro. El cielo sin nubes dejaba su inmensidad al sol, que lo iluminaba radiantemente; estaba a punto de terminar su carrera tras la l?nea imaginaria del horizonte; atracar?an al atardecer. La Sombra despert? a Rhevi de su descanso; estaba so?ando, pero ?qu?? Ella no pod?a recordar. El golpe la hizo sobresaltarse: hab?an llegado. Las altas y verdes palmeras y la arena blanca les dieron la bienvenida. Juntos empujaron el transbordador de vuelta a tierra firme para que no sufriera da?os a su regreso. La luz anaranjada del atardecer no brindaba ninguna sensaci?n de seguridad. El mar se volvi? de repente agitado, el viento m?s fuerte y los sonidos de la selva se convirtieron en una letan?a. Desde la playa s?lo se pod?a distinguir el gran arn?s situado encima de la villa. La densa vegetaci?n no dejaba espacio para nada m?s, la humedad era asfixiante. Era casi como si la Isla Alqu?mica no quisiera ning?n visitante. "S?gueme", fueron las ?nicas palabras de Rhevi mientras se adentraba en el interior. Corr?an, saltaban, trepaban a los ?rboles y se dejaban caer desde grandes alturas, utilizando lianas como cuerdas, eran imparables. De vez en cuando, ambas se adentraban en zonas mucho m?s oscuras, donde ni siquiera llegaba la luz de la luna, ahora reina del cielo. El entrenamiento de la Sombra hab?a servido, y Rhevi hab?a aprendido cada uno de sus movimientos, cada secuencia. Ahora no ten?a nada m?s que aprender. Su carrera termin? al pie de la gran monta?a, desde la cual ahora se pod?a vislumbrar la gran mansi?n en ruinas. Era sombr?a, visto desde all?. No sab?an qui?n hab?a vivido all? en el pasado, pero sin duda ahora estaba abandonada. La flora se hab?a adue?ado de ella, era como si todas las plantas trepadoras de la isla la abrazaran para no dejarla escapar. Algo muy r?pido y grande llam? la atenci?n de las dos aventureras. Su volumen pod?a arrancar los altos ?rboles, uno a uno los vieron caer como ramitas tras enormes rugidos. La Sombra adopt? su t?pica pose de combate, su brazo se convirti? en su lanza, y bajo sus pies hab?a un disco negro gelatinoso que le permit?a flotar; Rhevi sac? de su vaina la reluciente cimitarra: estaban listas. De la selva sali? un monstruo de tama?o tit?nico; no hab?an reparado en ?l antes por su forma de arrastrarse, pero cuando se alz?, se levant? con toda su estatura, era aterrador. Era un Ciempi?s Abominable. Una criatura con un cuerpo verde oscuro, perfecto para camuflarse en ese territorio, ten?a unas largas patas parecidas a las de una ara?a con espinas afiladas y venenosas, y su espalda se retorc?a haciendo que las larvas podridas cayeran al suelo. Sus cuatro ojos estudiaban a sus presas, ten?a una boca ancha y ovalada erizada de dientes para los m?s grandes, y una m?s peque?a por encima para los humanos o los animales de tama?o medio. Su baba roja goteaba al suelo, estaba hambriento, pero el Ciempi?s Abominable envenenaba a sus v?ctimas antes de llevarlas a su guarida para poder alimentarse de ellas mientras estaban vivas. La Sombra y Rhevi se miraron en un momento fugaz y atacaron a la criatura. La semielfa grit? con todo el aliento de sus pulmones para llamar su atenci?n, pero s?lo dos de los cuatro ojos la miraron. La Sombra hizo surgir un disco de debajo de sus pies, negro como la noche, pareci? fundirse y reformarse al mismo tiempo, se desprendi? del suelo para quedar suspendida, ella salt? sobre ?l y ?ste se lanz? hacia adelante, con velocidad el brazo tom? la forma de una lanza bien estirada hacia el monstruo como un caballero en un torneo. Este no fue tomado por sorpresa y contraatac? r?pidamente. Sus patas venosas golpearon en direcci?n al enemigo volador; La Sombra desvi? el golpe usando su lanza, y con un giro giratorio evit? los otros, zigzagueando r?pidamente entre sus patas. Mientras atacaba la dura armadura sin causar ning?n rasgu?o, sus extremidades golpeaban el suelo por debajo, su piel arrojaba larvas sobre La Sombra; algunas logr? evitarlas, otras no. Se aferraron a ella como sanguijuelas, haci?ndole perder el control del disco gelatinoso y envi?ndola a estrellarse contra una enorme palmera. Rhevi esquiv? todos y cada uno de los ataques y vio por encima de ella la mir?ada de larvas que llov?an sobre ella. Elwing Numen brill? ante la orden mental de la semielfa, el suelo bajo ella se elev?, creando un t?nel que la proteg?a. Cuando volvi? a salir al aire libre, Rhevi golpe? con fuerza las grandes patas del ser, la hoja se volvi? dura como la roca y afilada como el diamante, cort? una pata como si fuera aire, el monstruo lanz? un grito ensordecedor, dando vueltas con su cuerpo articulado y escupiendo una savia roja como la sangre. A Rhevi le pill? desprevenida, era demasiado tarde y estaba demasiado cerca para esquivar, sin embargo, alguien se materializ? delante de ella protegi?ndola del l?quido envenenado. Su escudo estaba corro?do y la brillante figura lo tir? antes de que llegara a su brazo. De repente, volvi? a desaparecer entre destellos azules, para reaparecer sobre la cabeza del monstruo. El Ciempi?s Abominable abri? su boca y el reci?n llegado cay? en ella. El invertebrado gru??, luego grit? de dolor con el hocico vuelto hacia el cielo, y finalmente se desplom? en el suelo, la figura engullida lo desgarr? por dentro, mat?ndolo. Hour Oronar sali? completamente embadurnado pero victorioso. La cara del elfo observaba a Rhevi, no hab?a cambiado nada. Sus ojos color esmeralda eran tan orgullosos como s?lo el rey de los elfos de la luz de Vesve pod?a serlo. Su destreza f?sica y su bello rostro le hac?an a?n m?s guapo de lo que la chica recordaba. El elfo entrecerr? los ojos por un momento, su armadura comenz? a palpitar con luz blanca, toda la sangre y las v?sceras del ciempi?s se evaporaron al instante. "Rhevi, me alegro de volver a verte, te pareces a?n m?s a tu madre. Estoy aqu? para hablar contigo de asuntos muy importantes". Su voz era suave, clara, afinada. La chica no perdi? el tiempo y pas? bruscamente de largo; La Sombra estaba all? y la necesitaba. Estaba completamente inmersa en las larvas. "?Puedes o?rme?", pregunt? preocupada. Oronar se arrodill? y con el guantelete de su armadura toc? una larva, cerr? los ojos y cuando los volvi? a abrir aquellos se escabulleron entrando en la tierra. "?Ahora tengo su atenci?n?" El rey se qued? mirando. Rhevi le abraz? con fuerza. La Sombra, en cuanto recuper? la conciencia, se levant? y agradeci? a su salvador. Oronar contest? en su propia lengua, el viento que corr?a movi? las palmeras, agitando las anchas hojas, provocando un intenso crujido. El mismo viento parec?a agitar el alma de la semielfa, estaba de nuevo en presencia del rey de los elfos; despu?s de nueve a?os estaba all?, no por casualidad, ten?a un prop?sito que pronto descubrir?a, s?lo esperaba que Talun y Ado estuvieran bien. "Rey Oronar, ?por qu? est?s aqu??" Rhevi hizo la pregunta con miedo a descubrir la respuesta. "Ciertamente no por placer, aunque s? por volver a verte. Tu fuerza ha crecido contigo, tu valor seguir? sirviendo a estas tierras. Despu?s de la Guerra Ancestral nunca volv? a casa, ten?a una promesa que cumplir. Lo vi, Rhevi, lo vi con mis propios ojos, ya desde ese d?a est? entre nosotros de nuevo, ha matado a muchos elfos, humanos y enanos, llev?ndose a Torag con ?l. El rey enano no muri? en combate, fue el Innombrable quien lo mat?". Rhevi lo sab?a, siempre lo hab?a sentido, no eran la salvaci?n de Inglor, eran la maldici?n de ese mundo. Una vez m?s se sinti? mortificada y autora del dolor. Su coraz?n no hab?a olvidado ni se hab?a acostumbrado a todas esas muertes, no pod?a ver todas las vidas que hab?an salvado, no se sent?a como la hero?na que todos describ?an. "Al pie del ?rbol de la vida, el cuerpo poderoso, la mente sabia y el alma impura se unir?n. S?lo cuando sus corazones parezcan uno, acoger?n al desterrado, en el enga?o lo despertar?n. Al amanecer volver? la oscuridad y se perder? el mundo en el abismo. Esta es la profec?a, y se hizo realidad, cuando destruiste a Zetroc, el dios-lobo. El Innombrable ha vuelto, misterioso es el camino. Pero hoy m?s que ayer te necesitamos". El rey se quit? el casco con forma de grifo, con su cabello plateado cayendo por encima de los hombros. Su figura ahora no s?lo parec?a imponente, sino que esa larga cabellera plateada le daba un aire muy sabio. Rhevi lo sab?a, Oronar nunca se habr?a aventurado, nunca se habr?a autoexiliado de su reino si no estuviera convencido de la verdad. "No quiero, seguro que hay quienes son mejores que yo, o nosotros. Deja a Talun con su vida, con su escuela". La chica hizo una pausa lo suficientemente larga como para recuperar el aliento y devolver el nudo de tristeza que se hab?a detenido en su garganta. "Ado se ha ido, no somos lo que ?ramos". El rey de Vesve se quit? el pesado guantelete de armas, en el que destacaban hermosos grabados dorados en ?lfico, cuyas letras continuaban por su antebrazo satinado, perdi?ndose en las ondulaciones del acero trabajado. Su mano, fuerte pero aterciopelada, toc? la mejilla enrojecida de la chica, el dorso limpi? su l?grima, y as?, de la nada, a?adi? la ?ltima pieza a su predicci?n. "La profec?a no est? completa, hay una segunda parte repartida por el mundo de Inglor, t? eres parte de ella. Lo siento, Rhevi, pero no tienes elecci?n, no hay escapatoria. Las profec?as, una vez activadas, siguen su curso, incluso cuando crees que tienes una opci?n. Y es cierto, ya no son lo que eran, ahora son los h?roes". Su voz firme invadi? el coraz?n de Rhevi d?ndole una fuerza, una esperanza y un valor inesperados. Fue como un despertar. Sinti? que no pod?a escapar de ese destino, lo acogi? y respondi? con determinaci?n: "Rey Oronar, que as? sea". No fue una rendici?n, sino una nueva toma de conciencia. "Estoy orgulloso de ti. He seguido la sombra de las tinieblas, a?n no ha tomado una forma, ni ha elegido una. Se mueve aparentemente al azar, golpeando peque?as aldeas, matando con un dolor insoportable a ancianos, ni?os, mujeres y hombres. Indistintamente. Su ?nico prop?sito parece ser dejar un rastro de desesperaci?n. Muchos creen que es una enfermedad y tratan en vano de curarla. No sabemos cu?ndo adoptar? su forma definitiva. As? que tendremos que luchar contra el tiempo para encontrar el resto. En mi visi?n, era Talun quien lo sosten?a, no estaba solo, hab?a una figura oscura sobre ?l, no pude verlo, as? que empezaremos con ?l". Rhevi no pudo evitar preguntar. "?Ado estaba all? con ?l?" El rey sonri?, sab?a lo mucho que la chica le quer?a y lo mucho que deseaba volver a abrazarle. "S?, estaba all?". Se quit? un gran peso del coraz?n, ahora estaba convencida de que volver?a a verlo. "?Vamos a ir a Radigast ahora!", exult? el rey. "Un momento, mi rey, debo ver qu? hay en esa casa, me parece importante", dijo Rhevi mirando alrededor de la mansi?n. Oronar se concentr? por un momento y los tres comenzaron a volar. La sensaci?n atra?a a la semielfa, a?os atr?s hab?a volado sobre la Muralla M?stica con la ayuda de su amigo Talun, ahora estaba dispuesta a hacerlo ella misma. Corri? hacia la cima, encontr?ndose cara a cara con la estructura en ruinas. Parec?a como si el edificio formara parte de otra arquitectura, pero hubiera sido arrancado de ella y colocado all?. Algunas partes de los cimientos eran claramente visibles. El techo inclinado ten?a grandes agujeros; evidentemente, el interior tambi?n hab?a sufrido los estragos de la isla. Los alquimistas de Taleshi que hab?an escapado de la cat?strofe que hab?a asolado su ciudad hab?an habitado la isla, por lo que todos la conoc?an como Isla Alqu?mica. Era muy probable que hubiera habido otras viviendas en la impenetrable selva, pero no era as?. Rhevi, Oronar y La Sombra aterrizaron. Se encontraron en la entrada de la vivienda, entre los helechos y los l?quenes; a la luz de la luna, todo parec?a sombr?o, y quiz?s lo era. El gran artilugio de la parte superior de la casa daba miedo, como si estuviera a punto de caer en cualquier momento. Incluso el rey An?rion de Elros estaba asombrado; nunca hab?a visto nada parecido. En su larga vida nunca hab?a visitado aquellas islas, pero hab?a visto fotos en sus libros, no hab?a rastro de aquel extra?o artilugio. "Rhevi, ?qu? quieres averiguar? ?Por qu? te sientes atra?da por este lugar?", pregunt? frunciendo el ce?o. La media elfa emiti? un susurro. "Talun". Como en un espejismo, se?al? una ventana, todos miraron en esa direcci?n, pero no hab?a rastro del mago. "Est? dentro, tenemos que ir-" La chica comenz? a correr hacia la entrada principal, seguida por la sombra y el rey. "?Espera!", grit? este ?ltimo en vano. Lleg? al gran p?rtico de la villa. Abri? las pesadas puertas: el interior estaba destrozado, agrietado, los ladrillos levantados, era como si hubiera habido un terremoto. Ante sus ojos, una enorme escalera se bifurcaba en dos pisos separados, en medio de los cuales pod?an admirar lo que quedaba de un tapiz ahora quemado. Rhevi se apresur? a subir las escaleras, estaba feliz de volver a ver a Talun, apenas pod?a controlar su emoci?n, no lo hab?a visto en al menos tres a?os. Abri? una puerta y se encontr? en un amplio y lujoso estudio. Un hermoso globo terr?queo se encontraba en el centro de la sala, cerca hab?a un candelabro para iluminarlo, pero estaba sin luz al igual que la gran ara?a que se arremolinaba con el viento, peque?as gotas de agua comenzaron a caer de los agujeros del techo. En las islas era f?cil que te pillara un chaparr?n repentino. Hab?a muchos libros dispersos, ahora desgastados y destruidos por el tiempo y la intemperie. No hab?a duda, la villa hab?a estado deshabitada durante muchos, muchos a?os, pero ?d?nde estaba Talun? Rhevi estaba convencida de haberlo visto, pero no hab?a rastro del mago. La media elfa se pase? por todo el estudio, observando cada detalle, pero nada. El polvo imped?a mirar de cerca. La ventana estaba all?, a un palmo de distancia de ella, extendi? la mano y vio la isla alqu?mica bajo sus pies, una extra?a sensaci?n la invadi?, hab?a estado all? antes, pero no recordaba cu?ndo. "?Rhevi!" La chica se volvi? bruscamente hacia la puerta, Oronar estaba all?. El rey tuvo que agacharse para pasar, luego se movi? con elegancia hasta llegar a ella. "Estaba convencida de haber visto a Talun..." se lamentaba de haberlos llevado all? para nada, s?lo para ver una vieja ruina, incluso hab?an arriesgado sus vidas. "Vamos, mi rey, me equivoqu?, aqu? no hay nada", dijo con pesar. Oronar se acerc? a las dos chicas; estaba a punto de teletransportarse cuando un rel?mpago ilumin? la habitaci?n. La Sombra adopt? su pose guerrera, mientras Rhevi y Oronar permanec?an inm?viles y asombrados: ante ellos estaba Elanor en toda su belleza, con su cabello rojo ondulado por la humedad del lugar. Ten?a una sonrisa sesgada y sus ojos miraban fijamente a su hija. Rhevi no perdi? tiempo y corri? a abrazarla, sinti? que su corpi?o de cuero se pegaba al de su madre, el suave terciopelo verde de la camisa que llevaba la elfa estaba mojado. Ten?a un olor agradable, ol?a a almizcle blanco. "Madre, ?qu? pasa?" La Sombra se relaj? y Hour Oronar se acerc? a las dos mujeres. "Est?s aqu?, lo hiciste antes que yo, pero eso no me sorprende". Elanor mir? al rey como si fueran iguales. Le dio un beso en la frente y ese gesto asombr? a Rhevi, se pregunt? qu? confianza escond?an. "Ya le he dicho a tu hija todo lo que necesita saber. Ella est? lista para el viaje, iremos a Radigast de Talun, una vez que lo tengamos, tambi?n iremos a encontrarnos con Adalomonte". Rhevi sospech? que el rey no le hab?a contado todo, sino s?lo lo que necesitaba saber en ese momento, sin embargo, lo acept?; volver a ver a Ado era lo ?nico que le importaba. "Madre, me siento atra?da por este lugar, no s? por qu?..." La muchacha mir? a su alrededor el equipo que asomaba por los agujeros. "Te atrae porque esta vivienda te pertenece, Rhevi. Durante un tiempo indeterminado en el futuro ser? tu hogar". Otro secreto estaba a punto de ser revelado, Rhevi mir? a La Sombra y descubri? que estaba tan quieta como el rey, el tiempo se deten?a, la confirmaci?n ven?a de las gotas suspendidas en el aire. "C?mo es posible", se pregunt?. "Soy capaz de viajar en el tiempo, no soy la ?nica que puede hacerlo. Ahora mismo creo que somos cuatro, uno de ellos es un demonio malvado que conoces como Creep". La menci?n de aquel nombre hel? a Rhevi hasta los huesos, record? al gnomo rojo, a?n estaba vivo, y estaba ah? fuera. El terror que el gnomo hab?a impreso en el alma de Rhevi estaba tan arraigado en ella que al escuchar el nombre sus piernas comenzaron a temblar. "Tranquila, ahora estamos solas t? y yo, ?l no sabe que estoy aqu?. Pero tendremos que tener cuidado. No te preocupes, esta vez lo mataremos para siempre". Rhevi se toc? la cara como si estuviera en medio de una pesadilla, recordaba muy bien esas rendijas amarillas que la miraban, esa risa malvada que le recorr?a el alma. "Me dijo que es inmortal", respondi? ella con des?nimo. "Los demonios mienten, son muy buenos en eso, cr?eme". "No iremos contigo a Radigast, ni yo ni Oronar, otras facetas requieren nuestra presencia, encuentra a Talun". "?Qui?nes son los otros capaces de viajar en el tiempo?" "No puedo decir sus nombres, interferir?a demasiado con las l?neas de tiempo. Nos hemos dado cuenta, en detrimento nuestro, de lo peligroso que es cambiar las cosas. Pero en cuanto se manifieste el primero, ay?dale Rhevi, ay?dale a no equivocarse, por favor". No insisti?; comprendi? que lo reconocer?a, y eso le bast?. "Debemos ir a Elros An?rion Oronar, nuestro lugar est? all? ahora. Tessara te necesita". El rey se volvi? hacia Elanor, sus ojos verdes ya brillaban con l?grimas. "?Qu? ha pasado?" "Debemos advertirles, antes de que la oscuridad sin nombre los golpee, Rhevi estar? bien por su cuenta, s? que puede manejarlo". Oronar no estaba seguro, pero era cierto, su pueblo necesitaba ser advertido y protegido. Se despidi? de Rhevi a la manera ?lfica y se acerc? a Elanor. "Recuerda la perla, hija m?a, no conoce fronteras de tiempo ni de espacio, ll?mame y te responder?". Ambos desaparecieron bajo la mirada de la media elfa y de la Sombra. "Est? en casa", dijo Rhevi en voz baja. CAP?TULO 7 El metal rojo de los Jardines de Piedra Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Jardines de piedra El amanecer asomaba por las planas colinas de hierba, el aire era fresco, la niebla era baja y se arremolinaba blanca como un velo de novia. Toda la zona estaba impregnada del olor a tierra mojada. M?s al sur se pod?an ver amplias praderas. Una sensaci?n de soledad y paz abraz? el coraz?n de Talun. De buena gana se habr?a detenido a meditar, pero no pudo, ten?a la sensaci?n de que hab?a algo a sus espaldas y se lo transmiti? tambi?n a su amigo de viaje Gregor. Los dos se detuvieron y miraron hacia el norte, donde los bancos de niebla eran m?s espesos, pronto se diluir?an, el sol los har?a disolver y descubrir?a sus secretos. "Ya casi llegamos, m?s all? del banco de niebla est?n los jardines. Tendremos que proceder con precauci?n", dijo el mago, luego sac? un catalejo de su bolsa de mano. El objeto era negro y marr?n con ribetes plateados, el ojo de Talun se dirigi? a la lente mientras el otro se cerraba. Comenz? su b?squeda. "Vamos a ver". Entonces se congel? de repente. "?Ah! ?Ah? est?, lo veo perfectamente! El jard?n est? a pocos kil?metros de nosotros". Cerr? el telescopio y lo guard? dentro de la bolsa, reemprendiendo la marcha. Gregor estaba fatigado, las empinadas colinas y subidas le estaban poniendo a prueba. "?Es tan largo, Talun? Tal vez deber?a haberme quedado en la academia", dijo sin aliento, mientras se limpiaba la frente con un pa?uelo blanco. El mago se lanz? a?n m?s r?pido, sin prestar atenci?n a las quejas de su amigo. No pod?a esperar a tener en sus manos el metal rojo y comenzar su experimento. Al cabo de unos minutos, acompa?ados por los sonidos de la naturaleza, realizaron la ?ltima subida de la colina cubierta de hierba, ayud?ndose mutuamente con las manos; Gregor se arriesg? varias veces a caerse por la pendiente, seguramente habr?a ca?do de no ser por la magia. Hab?a cedido al cansancio y creado una nube de humo que lo arrastr?. Una vez en la cima, quedaron maravillados con el lugar. Los Jardines de Piedra estaban frente a ellos, grandes rocas de cuarzo con colores brillantes y la forma de los cristales les recordaban a los ?rboles, las rocas eran arbustos, el c?sped estaba hecho de peque?os zafiros. El sol, que ya hab?a salido, iluminaba todo el paisaje. Los magos no pod?an admirar la belleza del lugar durante demasiado tiempo, para no quedar deslumbrados. As? que continuaron su viaje sobre la sal de roca, pasaron por un gran arco, dos columnas de malaquita verde con vetas p?rpura sosten?an una estructura plana y lisa de aragonito naranja. "Presta atenci?n Gregor, no dejes que las piedras te distraigan". Mir? a su amigo que le se?alaba el centro del jard?n, hab?a un hombre sentado en una piedra gris que les observaba, una docena de lobos de colores le rodeaban, sus pelajes eran suaves y gruesos, y eran capaces de reflejar todos los colores. Eran mucho m?s grandes que sus hermanos naturales, un hombre podr?a haberlos montado, sus cuerpos eran fuertes y musculosos; los largos hocicos puntiagudos con fuertes mand?bulas daban la impresi?n de que pod?an aplastar hasta las rocas m?s duras con su mordida; las grandes orejas eran rectas, las patas eran largas y les permit?an moverse m?s r?pido que otros mam?feros. Los lobos del prisma, en cuanto vieron a los dos humanos, comenzaron a rodear al hombre para protegerlo. Detr?s de ?l hab?a tres peque?as cascadas, una era de un azul intenso, gracias al fondo de zafiros azules, la otra era rosa, por los ?palos, mientras que la central, la m?s grande, era de un azul brillante que tend?a al blanco, brindado por las piedras lunares. Gregor se recompuso y se cubri? con su capa gris, Talun se envolvi? en la capa roja. Una vez que llegaron frente al hombre, los lobos del prisma se congelaron y pudieron observarlo mejor. Estaba meditando, no parec?a respirar, y sus largas rastas blancas volaban como en la ingravidez; su rostro era el de un esqueleto, y sus gruesas cejas negras le daban un aspecto severo. Estaba sin camiseta, su cuerpo estaba cubierto de espeso pelo blanco, a diferencia de su cara, era musculoso. Sus piernas estaban cubiertas por una maltrecha t?nica verde. Talun y Gregor se quedaron en silencio esperando a que el hombre dijera algo. Dos lobos abrieron un hueco, el mago lo tom? como una invitaci?n y pas? junto a ellos, se sent? frente a ?l cerrando los ojos mientras Gregor los observaba de pie. Hab?a escuchado muchas historias sobre Talun, el regreso de la Guerra Ancestral lo hab?a transformado, en los a?os siguientes ?l mismo hab?a sido testigo del gran avance, de hecho se hab?a convertido en el m?s h?bil de los magos de Inglor; nadie pod?a dominar la magia como ?l, sus conocimientos no ten?an l?mites a pesar de su edad. A ese ritmo suceder?a a Jimben. Talun y el hombre abrieron los ojos simult?neamente. "?Qu? quieres?" La voz era profunda, a veces animal, y sus ojos eran completamente blancos, una clara se?al de que era ciego. "Me llamo Talun y vengo de lejos. Soy un mago, este es Gregor, un amigo m?o. Estoy aqu? por el metal rojo. No causar? ning?n da?o, te pido permiso" El hombre se levant?, era de complexi?n robusta y m?s alto que Talun. Las hojas se materializaron en su cuerpo, cubri?ndolo con un manto verde apagado. "Soy Rakasha, el druida. ?Por qu? quieres el metal rojo?" Su pregunta parec?a una prueba, como si de su respuesta dependiera si obtendr?a o no el permiso. "Mi prop?sito es crear algo que a?n no existe, esto me permitir? subvertir las leyes del tiempo. Utilizar? el poder que se me ha concedido exclusivamente al servicio del bien". Gregor no se cre?a lo que acababa de o?r. ?Subvertir las leyes del tiempo? Era imposible, ning?n encantamiento era capaz de eso, ni siquiera la magia perversa, la m?s oscura de todas. El druida se r?o, y detr?s de ?l aparecieron cinco druidas m?s, todos vestidos con harapos. "Hemos estado aqu? desde tiempos inmemoriales, repitiendo este c?rculo una y otra vez. El tiempo tiene sus propias reglas, y no hay nada que puedas hacer para cambiarlas. Por mucho que lo intentes, siempre volver?s aqu? a mi presencia. Pero no temas, hijo de Taleshi". Esta vez fue Talun quien sinti? que le faltaba, el suelo bajo sus pies. "?Qu? quieres decir con hijo de Taleshi?" Los druidas los rodearon, Gregor sac? las manos de sus amplias mangas. "En tu sangre fluye su sangre, su conocimiento. Tendr?s tu metal forjado por los dioses, este es capaz de juntar las energ?as de los universos, tendr?s el poder de aprovechar las fuerzas metaf?sicas y viajar a trav?s de ellas. Despu?s descubrir?s tus or?genes". El druida de ojos blancos le miraba fijamente como si pudiera verle, infund?a cierto temor, era siniestro, como los dem?s: todos ciegos pero todos atentos a observar. Todos a la vez levantaron las manos, el sol estaba ahora en lo alto, los lobos se volvieron todos negros y aullaron al cielo. Gregor se estremeci?, hab?a tenido tiempo de verlos mejor, las poderosas patas podr?an haberlo decapitado de una sola embestida. Sin ning?n esfuerzo aparente, los druidas, utilizando la telequinesis, arrancaron un terr?n de tierra del tama?o de un barco, las ra?ces incrustadas en el suelo fueron rotas por una fuerza invisible, en el suelo hab?a varios trozos de metal rojo. Talun sab?a que a los druidas se les daban bien los acertijos, y no iba a resolver ninguna pregunta que le plantearan. Meti? la mano en la tierra y sac? un fragmento, parec?a la hoja de un cuchillo de col, era de color carmes?, brillante como el oro de los enanos, pero no era en absoluto pesado, "Gracias, Rakasha". Los druidas se sentaron todos en c?rculo, volviendo a entrar en un estado catat?nico. Gregor tom? r?pidamente la palabra. "?Qu? vas a hacer Talun? No se te ocurrir?a usar un poder as? sin que te corrompa", les grit? en la cara, sin prestar atenci?n a los druidas, que no se movieron. "No te preocupes, te lo explicar? todo cuando lleguemos a casa". Gregor estaba visiblemente enfadado, ten?a miedo y ten?a motivos para estarlo. Los dos magos comenzaron su descenso al valle sumidos en un silencio religioso. *** Por mucho que se escondiera detr?s de su m?scara, siempre iba un paso por delante. Lo hab?a visto todo desde un brazo de distancia, no hab?a podido escuchar lo que el druida le hab?a dicho a Talun, pero poco le importaba. Sab?a muy bien que su camino estaba destinado a otra cosa, y desde luego no era al lado de su maestro. Taven corri? por la pendiente como un loco, era joven y estaba lleno de energ?a. Todas esas piedras brillantes casi le molestaban, no le importaba una higa su valor o lo que representaban. Ten?a un calor insoportable, odiaba el verano, demasiados colores, demasiada alegr?a. Lleg? frente a los druidas, los lobos gru?eron al un?sono, moviendo sus dientes amarillos y curvos. "?Qui?n eres, muchacho?", pregunt? Rakasha. Lo mir? fijamente durante un largo momento y luego respondi?: "Soy Taven, estoy aqu? por el metal rojo, con su permiso o sin ?l, me lo llevar?". Los druidas se levantaron acerc?ndose al aprendiz, seguidos por los lobos del prisma. Grandes ra?ces surgieron de la tierra, enred?ndolo en un agarre mortal. Unas cuantas espinas se clavaron en la carne de su cuello, haci?ndole sangrar. "Ya otros antes que t? han pedido el metal y no han usado tus modales". Rakasha estaba tan cerca del chico que pod?a sentir su aliento caliente. Le record? el olor de la lavanda. "T?, sin embargo, eres parte del dise?o de la naturaleza para este mundo, no frustraremos su voluntad, ni hoy, ni nunca". Las plantas trepadoras que lo manten?an cautivo lo liberaron. Taven cay? de rodillas, y justo en el suelo h?medo vio un destello rojizo; un peque?o trozo de metal rojo le miraba, haci?ndole se?as para que se apoderara de ?l, era como si el mundo entero se hubiera callado. Lo arranc? con fuerza, junto con algunos peque?os trozos de hierba, lo apret? en su pu?o. Las hiedras que lo hab?an atrapado hab?an despertado en ?l un viejo terror. Record? cuando era peque?o, quiz?s de cinco o seis a?os, hac?a tanto calor como ese d?a, en realidad m?s, el sol brillaba sobre algo que no pod?a distinguir. Quer?a salir de la cama para acercarse a la ventana, pero estaba atado de pies y manos, ahora estaba desesperado. No quer?a que ese viejo malvado volviera a ?l. Quer?a a su pap?. Sus ojos se fijaron en el metal rojo, luego los levant? lentamente, mirando a los druidas. "Volver? y los matar? a todos por esto". Con eso, desapareci?. CAP?TULO 8 El reloj de arena del tiempo Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Radigast El v?rtice que se cre? en el interior del estudio de Talun fue tan fuerte que hizo volar muchos pergaminos hacia el techo, el chasquido provocado por el teletransporte no le hab?a hecho escuchar la advertencia que sali? de la boca de Gregor. Inmediatamente, Talun se dirigi? al laboratorio adyacente a su estudio. Las cortinas se cerraron como filas de soldados al paso de su general, ahora la sala estaba completamente a oscuras, nadie pod?a espiarlos, gracias a varios hechizos lanzados para ocultarse. La gran sala ovalada estaba llena hasta los topes de utensilios, vinagreras, bancos de trabajo con grandes lentes, muchas cosas estaban cubiertas por grandes s?banas marrones, pero una cosa por encima de todo llam? la atenci?n de Gregor: algo met?lico, parec?a un caballo, pero la pesada manta se mov?a sobre el objeto por s? sola ocult?ndolo de su vista. En el centro hab?a un tanque de almacenamiento, lleno de un l?quido salobre claro con algunos brillos en su interior. La gran ara?a adosada al techo, completamente forrada de rejillas, ten?a una forma extra?a, era cuadrada y en cuanto Talun pas? por debajo de ella se encendi? sola, la tenue luz se volvi? blanca y est?ril como el hielo, convirtiendo todo el laboratorio en un color que tend?a al azul claro. Estaba agitado y buscaba febrilmente algo, su mente no estaba clara, pod?a ver a su amigo enfadado despotricando y todo le daba vueltas. Despu?s de casi diez a?os, ten?a todos los elementos. No pudo escuchar ni una sola palabra. Finalmente record? d?nde estaba todo. Cogi? un libro titulado "Estrellas y planetas". Investigaci?n de Guildor. Algo bajo los pesados ladrillos hizo clic, una peque?a parte de su estanter?a se abri? para revelar una caja de cristal, varios objetos estaban guardados dentro como reliquias: hab?a trozos de cristal negro, arena de Taleshi e instrucciones para construir un reloj de arena. "?Est?s loco! Est?s intentando cambiar el curso del tiempo". Gregor ya no era ?l mismo. Talun abri? la vitrina, a punto de tomar su tesoro, cuando sinti? que lo jalaban violentamente. "?Esc?chame inconsciente! ?Tienes el valor de llamarte a ti mismo h?roe! ?Eres un maldito trastornado que ha perdido todo y con ello su cordura! ?Qu? es lo que pretendes hacer? ?Regresar en el tiempo y cambiarlo? Incluso la magia lo proh?be, ?quieres usar magia retorcida?" Gregor se encontr? en el suelo, el suelo se hab?a fundido con ?l, atrap?ndolo y dejando s?lo sus brazos a?n unidos a la t?nica de Talun y su cabeza libre para moverse. Un orbe de fuego estaba en las manos del mago y estaba muy cerca de su cara. No pod?a sentir el calor, pero no pod?a mantener los ojos abiertos por la luz que emanaba del peque?o n?cleo de su interior. Pens? que hab?a terminado y llor?. Hab?a perdido a su amigo, Talun ya no era el mismo. El Sabio Guardi?n se detuvo, la bola de fuego se extingui? en sus manos. "?Qu? estoy haciendo?", pregunt? en voz alta. "Has perdido la cabeza, amigo, me estabas matando". Gregor grit?, pero de repente se encontr? libre. Le cost? levantarse cojeando, la ca?da le hab?a provocado un fuerte esguince en el pie derecho. "Lo siento". Gregor mir? a Talun con infinita tristeza. "Te quiero, pero te est?s equivocando, siempre te he cubierto, siempre te he ayudado, he venido hasta las Tierras Ancestrales por ti. Pero esto va m?s all?, detente mientras puedas", dijo mientras sal?a del laboratorio. Talun se qued? con la cabeza entre las manos, en silencio en medio de la luz blanca. Sinti? que se le formaban l?grimas en los ojos, pero no quer?a llorar, lo hab?a prometido. Su amor por Mira segu?a vivo dentro de ?l, la ve?a cada d?a a su lado, ?qu? podr?an hacer juntos? Seguramente se casar?an, tendr?an hijos, todo ser?a diferente, mejor. Tendr?a su propia familia, el linaje de Taleshi continuar?a... ?En qu? estaba pensando? Las palabras del druida. ?Qu? quer?an decir? La decisi?n estaba tomada, desde hac?a tiempo, y ni Gregor ni nadie se interpondr?a en su camino. Ten?a que construir el reloj de arena, en su grimorio estaban todas las instrucciones para poder hacerlo, y no era casualidad. Era su manera, una vez que todo estuviera cambiado, Gregor no recordar?a nada. Era como un hermano para ?l, la culpa de lo que hab?a hecho le hac?a estar a?n m?s decidido, ese tiempo estaba mal, todo estaba mal: Searmon estaba muerto, Mira estaba muerta, Rhevi y Ado desaparecidos, el Innombrable resucitado. Se puso en pie como un poseso, se acerc? al banco de trabajo y con un gesto de barrido de su brazo despej? la superficie, los elementos que necesitaba para el experimento volaron hacia ?l. Cayeron suavemente sobre la mesa, abri? su grimorio, la p?gina era la correcta, la de Cronomancia. Estir? la gran lente fijada a la viga met?lica montada en el techo, sus ojos pod?an ver ahora el metal rojo en todas sus facetas. En las venas rojas hab?a algo que se mov?a como si fuera sangre, en la parte dorada observ? muchos glifos de origen secreto. Sus manos se volvieron tan incandescentes como las forjas de los enanos de Morgrym, tom? el metal y copi? minuciosamente cada paso en el grimorio. La aleaci?n de metal se molde? con el calor, construy? dos bases, parec?an dos grandes engranajes, los cubri? con el metal restante y grab? en ellos la runa del tiempo tal y como estaba escrita en la gu?a. Ahora era el turno del cristal de Tenebra, no pod?a utilizar la misma t?cnica, la alt?sima temperatura lo fundir?a. As? que lo cogi?, los trocitos no reflejaban nada, eran oscuros. Lo recordaba como si fuera el d?a anterior, fue Adalomonte quien le hab?a dado ese regalo, estaban en el barco de Frasso, s?lo le hab?a dicho que lo necesitar?a. ?C?mo lo sab?a? Por supuesto, siempre hab?a utilizado la forma grosera habitual, a?adiendo su caracter?stico "tsk". Al fin y al cabo la echaba de menos, habr?a querido que estuviera con ?l en sus momentos oscuros, en su dureza Talun hab?a aprendido a reconocer su alma. Las palabras salieron de su boca, un susurro que se convirti? en un aliento c?lido y anaranjado; el vaso empez? a tomar forma, y finalmente el reloj de arena estuvo en sus manos. El vaso de Tenebra estaba preparado para contener la fina y preciosa arena de Taleshi. Con la imposici?n de sus manos la arena se desprendi? de la mesa y grano a grano se sumergi? en el recipiente, quedando suspendida en su interior, el mago tom? las dos tapas de metal rojo y lo sell?. El reloj de arena estaba listo, y all? estaba ante ?l. La arena se arremolinaba con furia en su interior, el cristal negro se hab?a vuelto del color del humo. La arena hab?a cambiado de color, al mirarla de cerca, incluso su densidad hab?a cambiado. Conten?a peque?as galaxias en su interior. Ahora el artefacto estaba conectado al tiempo. A Talun le hab?a llevado mucho tiempo estudiarlo todo. El cap?tulo Cronomancia era largo, explicando con todo detalle el viaje de ida y vuelta, y las reglas que el cronomante deb?a seguir. Era peligroso salir del v?rtice del tiempo antes de llegar, las repercusiones que habr?a tenido en el viajero eran casi imposibles de predecir, el reloj de arena permit?a algunos viajes, pero de duraci?n infinita. Era posible permanecer en el lugar del pasado o del futuro todo el tiempo que se quisiera, eso era lo que le interesaba a Talun. Quer?a cambiar todo lo que necesitaba para alcanzar su felicidad. Ahora la elecci?n fat?dica era sobre qu? momento ir, aunque su coraz?n ya hab?a elegido: quer?a volver a ver a Mira y salvarla. Luego ir?a a su pasado para averiguar c?mo la sangre de sus antepasados estaba conectada con Taleshi. No ten?a que apresurarse, para ?l el tiempo ya no existir?a, ahora pod?a controlarlo. Sab?a c?mo construir el reloj de arena y, si lo necesitaba, lo har?a una y otra vez. Lo cogi? por los dos extremos, coloc?ndolo en horizontal, con un movimiento brusco lo puso boca abajo y lo gir? en sentido contrario a las agujas del reloj. El objeto comenz? a vibrar a una velocidad incontrolada, no pudo sujetarlo, se le cay? de las manos. Justo antes de tocar el suelo, se detuvo en el aire, Talun ya no pod?a o?r ning?n ruido del exterior. Se acerc? a la ventana, apartando ligeramente la cortina para asomarse, todo el mundo estaba quieto, su mirada subi?, incluso los p?jaros estaban suspendidos en el cielo. La escena era singularmente magn?fica, pero absolutamente aterradora. ?Qu? ha hecho? Sinti? una sensaci?n de p?nico, corri? hacia el reloj de arena suspendido, estuvo a punto de agarrarlo, pero al impactar con su piel se hizo lo suficientemente grande como para contenerlo. El cristal oscuro se convirti? en agua quieta, ya no era s?lido, pod?a atravesarlo. Con un acto de valent?a se sumergi? en ?l, el reloj de arena comenz? a girar en m?ltiples direcciones con el mago dentro, tuvo que taparse los o?dos, pod?a escuchar un ruido muy fuerte de engranajes. Luego, cada vez m?s peque?o, desapareci?. *** Hab?a cristales negros muy peque?os esparcidos por el suelo. ?Por qu? no reflejaban nada? Nunca hab?a podido explicarlo; hac?a alg?n tiempo, los hab?a encontrado por casualidad en su escritorio. Acababa de volver de clase, y se hab?a fijado inmediatamente en las piezas, y en la carta que hab?a junto a ellas. Cons?rvalos como si fueran un tesoro, ampl?a tu enfoque, puedes marcar la diferencia, eres diferente. En poco tiempo, acompa?ar?s a tu maestro en la b?squeda de la antigua arena de Taleshi, una vez que la tengas, s?lo necesitar?s un pu?ado de granos. Luego toma el antiguo Tomo de la Tierra y usa el hechizo de copia con respecto al metal rojo. Estos tres elementos te convertir?n en uno de los seres m?s temidos de Inglor. En cuanto lo tengas todo, ir? personalmente a verte y te ayudar? a cumplir tu destino. Estudia detenidamente el pergamino que se encuentra junto a tu regalo. Hab?an pasado dos a?os, cada d?a hab?a esperado la llamada de su amo, cuando estaba a punto de perder la esperanza fue llamado por Talun para ir con ?l al Mercado Oscuro. La carta no estaba firmada, no sab?a qui?n la hab?a dejado y nunca se lo hab?a dicho a nadie, Taven era bueno guardando sus secretos. Pero ahora hab?a llegado el momento, sab?a que en cualquier momento llegar?a su autor y todo cambiar?a finalmente. Dispuso todo en su escritorio con un orden mani?tico, tom? la copia de la p?gina del Tomo de la Tierra y la ley? para revisar las ?ltimas nociones. El polvo de las tablas de madera de la habitaci?n comenz? a levantarse como si fuera impulsado por una suave brisa, se form? una figura completamente hecha de arena. All?, frente a ?l, hab?a un hombre encapuchado, era imposible verle la cara, sin duda era viejo, la espesa y blanca barba era una muestra de ello. Su sotana era de alguna academia de magia, muy parecida a la que llevaba Talun, pero de diferente color; ?sta era de un azul oscuro con bordados dorados. La figura acarici? suavemente la empu?adura de su espada. La empu?adura y el pomo estaban rodeados de gruesas cadenas que se extend?an hasta la empu?adura, y Taven se pregunt? si tambi?n llegaban a la hoja. "Encantado de conocerte, mi nombre es Taven". El chico parec?a una estatua de cera, esperando que la misteriosa figura hiciera su primer movimiento. "S? perfectamente qui?n eres, ?tienes todos los ingredientes?" Hab?a algo intimidante en la pregunta, sonaba como una amenaza, la respuesta si era negativa podr?a haber desencadenado algo irreparable, pero afortunadamente eso no sucedi?. "S?, estoy aqu?, pero ?qui?n eres t?? ?Qu? quieres exactamente de m??" "No importa quien soy, ahora ponte a trabajar, voy a convertirte en uno de los seres m?s poderosos que hayan existido. S? que quieres esto, conozco tu venganza, conozco tu vac?o. No tienes nada que perder y mucho que ganar". Al chico le hubiera gustado continuar el discurso, pero se dio cuenta de que no era as?, la inquietante figura no le tranquilizaba. Comenz? a fabricar el reloj de arena, bajo la mirada del hombre que segu?a todos sus movimientos. Cuando lleg? el momento de instalar la arena, el mago vestido de azul se acerc?, deteni?ndolo; le entreg? un peque?o grano luminiscente, cuya luz no le permit?a ver lo que era. "Ponle esto". Era cegador, Taven lo introdujo h?bilmente en el reloj de arena que comenz? a vibrar muy r?pido. "Ahora tendr?s que hacer algo por m?, tu trabajo no ha terminado, las Tierras Oscuras nos esperan con tu regalo, entonces ser?s libre". CAP?TULO 9 La niebla negra Primera Era despu?s de la Guerra Ancestral, Siete Tierras, Reino de Goras Goras estaba en el lejano oeste, era el ?ltimo puesto de avanzada de la humanidad, despu?s estaban las Tierras de la Oscuridad, el reino de los elfos oscuros y las bestias. El reino de Goras era el segundo m?s grande, justo despu?s de Radigast. Hab?a sido construida como primera capital, luego, con el paso de los siglos y con el nacimiento de Radigast, hab?a sido degradada, muchos de sus pol?ticos no hab?an aceptado el trato hecho con la ciudad y la familia Ducun. Tras la Guerra Sangrienta, se hab?an retirado al Valle de Goras, poniendo fin a todas las negociaciones con Radigast, convirti?ndose en un reino aislado y ajeno a las leyes impuestas por la nueva capital. La Casa Vesto no hab?a tomado ninguna medida contra ellos y hab?a respetado su elecci?n, evitando as? nuevos enfrentamientos in?tiles. Otras casas se hab?an disuelto, creando peque?os feudos o reinos, pero permaneciendo dispuestas a unirse en caso de necesidad. As? nacieron las Siete Tierras. Goras era el ?nico que no hab?a participado en la Guerra Ancestral. La ciudad era ahora una sombra de su glorioso pasado, tambi?n famosa por el nacimiento de uno de los magos m?s poderosos: Utrech el mal?volo; hab?a sido director de la Academia de Magia de Radigast. El pueblo, haci?ndolo todo por su cuenta, se hab?a reducido a un estado de pobreza, a pesar de ello, los reyes nunca hab?an querido volver sobre sus pasos, pidiendo ayuda. Todos estaban consumidos por el odio a otras tierras, y so?aban con conquistas que nunca har?an. Las murallas del per?metro eran muy altas, pero estaban muy reducidas por diversos ataques a lo largo del tiempo, especialmente por los elfos de la Oscuridad en la frontera, otra raz?n por la que la ciudad no hab?a sido considerada adecuada como capital. El centro estaba habitado y construido todo en un mismo nivel, un laberinto de calles y edificios; en el promontorio del norte se alzaba el castillo de Ducun, sobre el que ondeaba el estandarte que representaba una mant?cora, una especie de quimera, ten?a cabeza de hombre con melena y cuerpo de le?n y cola de escorpi?n. El sol acababa de ponerse cuando una espesa y negra niebla surgi? de la tierra, iniciando su avance hacia las murallas centrales de la ciudad. Los guardias, vestidos con armadura completa y cascos con pinchos, no tuvieron tiempo de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. En poco tiempo, diez se redujeron r?pidamente a uno. El ?nico soldado superviviente vio con sus propios ojos una figura humana de cabello largo caminando entre la niebla, imposible de distinguir si era hombre o mujer. La niebla fue r?pida, procediendo seguida por la misteriosa figura, arrastr?ndose por las grietas, por las cerraduras de las casas, golpeando a mujeres y ni?os, viejos y j?venes, hombres robustos o delgados, sin miedo ni compasi?n. La poblaci?n de Goras fue diezmada en una noche. La manta negra subi? por el promontorio, densa como la tinta, encontr?ndose con las puertas del castillo, que cedieron a su presi?n, fueron arrojadas como si hubieran sido derribadas por un ariete en marcha. Nadie se salv? a su paso, los aterradores gritos despertaron al rey Iro de su sue?o. El hombre de mediana edad se levant? desnudo de su cama, despertando a su reina, al menos veinte a?os m?s joven. Su cuerpo ciertamente no pertenec?a a la clase guerrera, era peludo como un oso y ten?a un vientre fl?cido, sus piernas estaban secas, a diferencia de su torso. Su rostro picado de viruelas estaba cubierto por una barba rojiza. Recogi? una daga colocada en el escritorio cubierta de oro. La reina se cubri? los pechos con la s?bana y se qued? mirando la entrada. La puerta se abri? suavemente, y la niebla oscura entr?, dejando su rastro de muerte tras de s?, luego fue el turno de la figura. Su rostro no era tan visible como el resto de su cuerpo. "?C?gela! O t?... todo el o... ro que hay", tartamude? el rey. El intruso estudi? la habitaci?n y luego se materializ? frente al gobernante, con la cabeza vuelta hacia la reina, que no lloraba ni gritaba, estaba inm?vil. La mir? por un momento. "No quiero ni tu oro ni esa criatura", dijo con una voz suave y aterradora a la vez. "T?malo todo, por favor, ?te gustan los ni?os? Ah? est? mi hijo, t?malo, es tuyo, puedo hacer m?s", gimi? el rey desesperado. La figura se arrastr? hacia la cuna, el beb? estaba ahora en pleno llanto. El rostro oculto en la oscuridad se acerc? al ser envuelto. Ese grit? a?n m?s, hasta que se ahog? en su propio grito, su muerte fue insoportable. Iro no habl? m?s, ?qu? ser hab?a irrumpido en su castillo? "?Algo m?s?", pregunt? con una media sonrisa. La criatura se acerc? y la habitaci?n se sumi? en el hedor de las heces. El gobernante no pudo contenerse m?s y estall? en un llanto hist?rico, retrocediendo cada vez m?s, pareciendo rejuvenecer con cada grito, de hombre a ni?o a feto. La figura lo aplast?, manchando de sangre todo el suelo. "Tu hijo era un d?bil, como su padre, la justicia ha llegado y juzgar? el mundo de Inglor", le dijo a la joven que lloraba asustada sin poder mirar el cuerpecito sin vida de su hijo. Se levant? y sali? de la habitaci?n vestida s?lo con la s?bana de seda blanca. La niebla desapareci? m?s all? de la ventana. Goras hab?a sido juzgado. Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=64891676&lfrom=688855901) на ЛитРес. 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