Мой город - старые часы. Когда в большом небесном чане созреет полулунный сыр, от сквозняка твоих молчаний качнется сумрак - я иду по золотому циферблату, чеканя шаг - тик-так, в ладу сама с собой. Ума палата - кукушка: тающее «ку…» тревожит. Что-нибудь случится: квадрат забот, сомнений куб. Глаза в эмалевых ресницах следят насме

El ?ltimo Asiento En El Hindenburg

El ?ltimo Asiento En El Hindenburg Charley Brindley Un n?mero de tel?fono mal marcado lleva a Donovan a la puerta de Sandia. ?l pensaba que deb?a ense?arle Braille a una persona ciega, mientras que ella pensaba que el era un abogado de caos de discapacidad. Cuando Donovan se entera de las terribles circunstancias de Sandia y su abuelo, la lecci?n de Braille se olvida y se embarca en una misi?n para ayudar a Sandia a resolver los diversos dilemas que amenazan con abrumarla. El ?ltimo Asiento en el Hindenburg Por Charley Brindley [email protected] www.charleybrindley.com Traducido por Enrique Laurentin Arte de portadaycontra portada © 2019 por Charley Brindley - Todos los derechos reservados © 2019 por Charley Brindley Todos los derechos reservados Impreso enlosEstados Unidosde Am?rica Primera Edici?n Marzo 2019 Este libro est? dedicado a Rhett House Otros libros de Charley Brindley 1. El pozo de Oxana 2. La ?ltima misi?n de la S?ptima Caballer?a 3. Raji Libro Uno: Octavia Pompeya 4. Raji Libro Dos: La Academia 5. Libro tres de Raji: Dire Kawa 6. Libro cuatro de Raji: La casa del viento occidental 7. La ni?a elefante de Hannibal, libro uno 8. La ni?a elefante de Hannibal, libro dos 9. Cian 10. Ariion XXIII 11. Lib?lula vs Monarca: Libro uno 12. Lib?lula vs Monarca: Libro uno 13. El Mar de la tranquilidad 2.0 Libro uno 14. El Mar de la Tranquilidad 2.0 Libro Dos 15. El Mar de la tranquilidad 2.0 Libro tres 16. El Mar de la tranquilidad 2.0 Libro cuatro 17. La Vara de Dios, libro uno 18. Mar de Pesares, libro dos de La Vara de Dios 19. No Resucitar 20. Enrique IX 21. Incubadora de Qubit Pr?ximamente 22. Lib?lula vs Monarca: Libro Tres 23. El viaje a Valdacia 24. Aguas Quietas Corren Profundo 25. Sra. Maquiavelo 26. Ariion XXIX 27. La ?ltima misi?n del S?ptimo Caballer?a Libro 2 Consulte el final de este libro para obtener detalles sobre los dem?s. Contenidos Cap?tulo Uno (#ulink_b42d405c-9362-57ea-889f-60fe4097cf30) Cap?tulo Dos (#ulink_79269a55-6f47-5161-a363-2befd8191e80) Cap?tulo Tres (#ulink_cb500e09-0809-5afd-9a27-d80401cfbe7f) Cap?tulo Cuatro (#ulink_2fdd259b-bb3c-569f-8526-f4d4f695a513) Cap?tulo Cinco (#ulink_9e7c95a7-7c55-56d8-872f-56e0aa38f322) Cap?tulo Seis (#ulink_248afa64-5106-534e-9dd0-dc173730fd58) Cap?tulo Siete (#ulink_659b1c40-2233-5da6-a345-e9d982eb97bf) Cap?tulo Ocho (#ulink_73b3b431-c6d4-5626-9796-53727f6a62ac) Cap?tulo Nueve (#ulink_5139146a-d9f6-5b62-9e8c-fa4ed072b254) Cap?tulo Diez (#ulink_d9428ae6-15e7-52cb-a59e-72d9c761ad77) Cap?tulo Once (#ulink_dc7aa401-6dcb-5e01-bdbe-0f6f7af0ab9c) Cap?tulo Doce (#ulink_7b5b2941-f787-5a83-ab97-c17da481f0b5) Cap?tulo Trece (#ulink_6cb5193d-a3ba-5a1f-b83f-34e3190e700e) Cap?tulo Catorce (#ulink_7a0e5b4e-5edf-5b8f-984a-46b9ae71f8af) Cap?tulo Quince (#ulink_e8ec32e1-a29a-53b8-be2d-91e239c0dc3b) Cap?tulo Diecis?is (#ulink_d3842163-613d-5673-9659-8229760fa0d1) Cap?tulo Diecisiete (#ulink_5be4da15-6d92-53a6-bbe3-aaca4561b249) Cap?tulo Dieciocho (#ulink_b1be7092-105e-5975-939b-b57997066a9c) Cap?tulo Diecinueve (#ulink_be4f648c-5c72-5999-9332-c2b123105d47) Cap?tulo Veinte (#ulink_aa6f2fe5-fdab-5ea9-b798-337dec9de8ac) Cap?tulo Veintiuno (#ulink_e0c2ca23-bd78-5c23-8a61-749cf4fde911) Cap?tulo Veintidos (#ulink_82bee75a-022c-5c94-89c1-4981c91527c1) Cap?tulo Veintitr?s (#ulink_fc47de63-aaff-5c0f-8278-e93aafe624a3) Cap?tulo Veinticuatro (#ulink_25ab7dbb-8651-52ba-acc8-9c99389256fe) Cap?tulo Veinticinco (#ulink_4e3ec51d-eafd-56f0-b344-67791909047f) Cap?tulo Veintiseis (#ulink_9cc13acd-779a-56d4-b3d7-42a9b08ff536) Cap?tulo Veintisiete (#ulink_e77b611c-a228-5283-8692-a3b80d704cb7) Cap?tulo Veintiocho (#ulink_834ce4e4-fa90-5b3a-9920-a8fdfdb08b36) Cap?tulo Veintinueve (#ulink_5ee012d3-812d-5b58-986d-77a4a1176cf7) Cap?tulo Treinta (#ulink_8a3f37d5-9bf6-53f2-b608-eca4b3478805) Cap?tulo Treinta y uno (#ulink_28680c0a-1e83-5386-b78d-28aa807cee80) Cap?tulo Treinta y Dos (#ulink_a3330a4c-9308-56ac-ac29-a066564d0f0b) Cap?tulo Treinta y Tres (#ulink_23bf8bf1-7bd6-5374-b452-62fb624592fa) Cap?tulo Treinta y Cuatro (#ulink_20bbff0a-4f2a-5e59-9e30-a8abd1130217) Cap?tulo Treinta y Cinco (#ulink_a7ab9cc7-8ede-5313-a85d-c8ff8b2790d4) Cap?tulo Treinta y Seis (#ulink_98fd603a-ec6e-540a-80e7-d1dac3b7bee1) Cap?tulo Treinta y Siete (#ulink_27a26d4c-f022-56b2-ab67-8f578ef0bf4d) Cap?tulo Treinta y Ocho (#ulink_70809905-e576-51f7-8e97-211be9e09fcb) Cap?tulo Treinta y Nueve (#ulink_d37ab966-4eaa-5d5f-b358-f56a3f5363bf) Cap?tulo Cuarenta (#ulink_07cc7672-7d61-5296-b7ec-28a7d0147935) Cap?tulo Cuarenta y Uno (#ulink_e6aac6e9-3838-5c6f-a832-e945b06c218c) Cap?tulo Cuarenta y Dos (#ulink_24297b52-69a2-5d77-92f6-672755675b80) Cap?tulo Uno Periodo de tiempo: hoy en d?a, en un peque?o pa?s de Asia Central Ella rod? de su litera y mir? hacia la puerta, sintiendo el cemento helado debajo de sus pies descalzos. "Cinco... cuatro..." susurr?, "tres... dos... uno". La puerta se abri? y ella sali?. "Buenos d?as, Lurch". El guardia gru??. Eso fue todo lo que ella recibi? de ?l. Ella no sab?a su nombre, pero pens? que se parec?a a "Lurch" de la familia Addams; alto, corpulento, cabeza cuadrada, cuencas de ojos sombreadas. Cuando la pesada puerta se cerr? de golpe, Lurch se dirigi? hacia las escaleras. Ella lo sigui? unos pasos detr?s. El guardia llevaba un antiguo uniforme de granadero azul y rojo. Con los pu?os deshilachados y el cuello hecho jirones, necesitaba un buen lavado y un poco de reparaci?n. En el hueco de la escalera, descendieron tres tramos y salieron al patio de ejercicios. Estaba desierta, como siempre, durante su turno a las 10 a.m. Por qu? estaba vac?a de otros reclusos, ella no lo sab?a. ?Era por su seguridad... o la de ellos? La cerradura hizo clic detr?s de ella, luego cerr? los ojos, levant? la cara e inhal? profundamente, como si respirara la c?lida luz del sol. Despu?s de veintitr?s horas encerrada en su miserable celda, se sinti? como el primer aliento de la primavera. Despu?s de un momento tranquilo, ella abri? los ojos. Una estela se extendi? por encima como una marca de tiza perfecta en el cielo azul. Un avi?n volando tan alto que ni siquiera puedo escuchar los motores a reacci?n. Lleno de borrachos felices, yendo a una playa ex?tica. Cientos de personas sin cuidado. Tan alto que no pod?an ver esta horrible jaula de roca y acero, y mucho menos una mota de mujer atrapada dentro. Ella suspir?, gir? a la derecha y camin? r?pidamente por el costado del edificio. Cuando lleg? a una pared, se fue a su izquierda y camin? unos metros. All?, se arrodill? para recoger una piedra de su lugar de descanso en la base de la pared. Era una roca de r?o del tama?o de una manada de camellos. Lisa y redondeada, con una peque?a secci?n lateral descascarada en un borde. Escondi?ndola en su mano, continu? hacia la pared exterior, elev?ndose cuatro metros por encima de su cabeza. Se detuvo y mir? catorce pies hacia el alambre de p?as en espiral en la parte superior. Estaba colgado sobre una doble hilera de vidrios rotos: restos verdes y marrones de las botellas de vino reventadas por los trabajadores evadidos. Incrustadas en el mont?culo de mortero, los fragmentos irregulares captaban la luz del sol de la ma?ana y la cortaron en mil diamantes congelados. Incluso si tuviera una forma de escalar la pared, ser?a imposible pasar por el alambre de p?as y los cristales rotos. Con un par de cortadores de alambre de alta resistencia, ella podr?a cortar el cable y usar los cortadores de alambre para rastrillar los vidrios rotos. Pero peque?as puntas de vidrio a?n sobresaldr?an del mortero. Tal vez una manta gruesa para extenderla sobre el cristal... pero ella tampoco ten?a eso. Incluso si ella se sub?a a la pared, ?entonces qu?? Una ca?da de catorce pies en el otro lado, tal vez m?s. Quiz?s mucho m?s. Ella sab?a que el lugar estaba construido en la ladera de una monta?a, porque los picos nevados se alzaban detr?s de la estructura de granito gris. Un acantilado podr?a incluso estar debajo de la pared. Ella camin? hacia adelante, luego mir? hacia la pared. Se qued? mirando la fila de Xs por un momento. Usando el borde de su piedra, rasc? un trazo de una nueva X al final de la l?nea. Ella sab?a que ?l completar?a la X cuando saliera por la tarde. Hab?a decidido hace mucho tiempo que si dos X seguidas estaban incompletas y la chispa desaparec?a de su ventana, acabar?a con su vida. Ser?a bastante f?cil. Parar de comer. Tirar la comida por el inodoro. Los carceleros nunca lo sabr?an hasta que fuera demasiado tarde para salvarla del hambre. O podr?a atacar a Lurch en el momento del ejercicio, oblig?ndolo a abrir fuego. Un final r?pido podr?a ser preferible a diez d?as para morir de hambre. Si intentaba morir de hambre, podr?an llevar su cuerpo inconsciente a la enfermer?a y revivirla con alimentaci?n intravenosa. No. Mejor dejar que Lurch la cortara con su Kalashnikov. Ella cont? las X; diecinueve. La fila de arriba ten?a veinte, y la de arriba de esa. Dio un paso atr?s y mir? las filas y filas de Xs. Las X en la secci?n izquierda de la pared hab?an comenzado a desvanecerse. Tres mil setecientos diecinueve Xs. Una por cada d?a de su cautiverio. Se enfrent? al edificio. Al levantar la vista, vio el tercer piso; su piso Luego m?s lejos al sexto piso; su piso Cont? ventanas enrejadas a la derecha... siete... ocho... nueve. All?. Su ventana. Ella miraba atentamente. Entonces lo vio: un destello r?pido de luz. C?mo lo hizo, ella no lo sab?a, pero incluso en d?as nublados, ?l le dio esta sutil se?al. No era mucho, solo una chispa corta, pero toda su existencia se centraba en este momento, esta fracci?n de segundo de los miles cada d?a que le dec?a a la vez que todav?a estaba vivo, que la amaba y que de alguna manera aguantar?an Esta prueba juntos. Levant? la piedra hacia sus labios, manteniendo los ojos en la ventana, sabiendo que ?l estaba mirando, tal como ella lo miraba por la tarde cuando realizaba el mismo ritual. No se atrevi? a hacer otra se?al que tocar la piedra en sus labios, para que alguien la viera y supiera que se estaban comunicando. Muchos otros prisioneros estaban all?. Cu?ntos, ella no sab?a, pero sinti? cientos de ojos sobre ella. Todos eran hombres, excepto uno. Al menos le gustaba pensar que otra mujer estaba en alg?n lugar de esta inmensa y terrible prisi?n conocida como Kauen Bogdanovka. Hab?a algo inquietante en ser una mujer sola con cientos de hombres, incluso aislada. Solo ella y su esposo usaban este patio en particular. Dos patios m?s grandes estaban a izquierda y derecha, donde los otros prisioneros eran enviados en grupos. No pod?a verlos, pero escuchaba sus gritos mientras jugaban deportes o peleaban entre ellos. Por qu? estaban aislados, ella no lo sab?a. Quiz?s eran demasiado valiosos para exponerlos a la violencia de los otros prisioneros. Ciertamente no se sent?a valiosa. Las celdas estaban empotradas y mantenidas en la oscuridad durante el d?a, por lo que no pod?a verlas desde el patio de ejercicios. Matar?a por una conversaci?n de cinco minutos con una mujer, o con Lurch, para el caso, incluso si ?l no habla ingl?s, lo cual probablemente no habla. Tal vez su idioma es turco o ruso. Camin? por la pared exterior hasta llegar al final. Girando a la izquierda, camin? hacia el edificio, donde gir? a la izquierda y pas? por la puerta. A la izquierda de nuevo por unos pasos. All?, volvi? a colocar la piedra en su lugar de descanso. Su camiseta gastada, con su imagen roja deste?ida del Che Guevara, no ten?a mangas, pero hizo un gesto de levantarse una manga real. Repiti? el mismo gesto peculiar en su otro brazo, como si se estuviera preparando para ponerse a trabajar. Dio un paso a medio paso a su izquierda, luego, siguiendo su camino anterior, camin? hacia adelante, medio paso dentro de su ?ltimo trayecto. Todo el camino alrededor del patio de ejercicios y de regreso a la piedra del r?o, esquiv?, y continu? alrededor y alrededor del per?metro encogido hasta que lleg? al centro exacto del patio. All? se enfrent? a la puerta de metal gris, a seis metros de distancia. Despu?s de una r?pida mirada al sexto piso, march? hacia la puerta. Como si fuera una se?al, se abri?. * * * * * De vuelta en su celda, se par? cerca del pie de su litera, de espaldas a la pared. Mir? fijamente la pared opuesta. Le hab?a tomado cuatro meses aprender el truco. Hace a?os, cuando ten?a diecisiete a?os, hab?a visto bailarines callejeros en la ciudad de Nueva York realizar la misma rutina, por lo que sab?a que se pod?a hacer. Se requiere concentraci?n, velocidad y fuerza en la parte inferior de las piernas. Las primeras veces que lo intent?, cay? con fuerza sobre el concreto, lastim?ndose los codos y los hombros. Se concentr? en las dos marcas de desgaste en la pared, luego se agach? y corri? hacia ellas. Ella salt?, aterrizando su pie izquierdo en la primera marca de desgaste, a dos pies y medio del piso. Usando su impulso, acerc? su pie derecho a la segunda marca y se alej?. Se dio la vuelta en el aire, y con los brazos extendidos, aterriz? de pie, de cara a la pared donde las dos marcas de rasgu?os ten?an la huella polvorienta de sus pies descalzos. Ella se inclin? e hizo una pirueta para su audiencia invisible. Retrocediendo, se par? en la pared junto a su cama. Despu?s de una respiraci?n profunda, corri? hacia la pared opuesta nuevamente. Sab?a que era un truco rid?culo, pero era solo una de las muchas rutinas in?tiles que realizaba todos los d?as. Ten?a que llenar su tiempo con actividad, cualquier actividad; de lo contrario, el silencio y el aislamiento la volver?an loca. Despu?s de tres escaladas m?s en la pared, cay? al suelo para realizar flexiones con una sola mano. Este ejercicio tambi?n hab?a tardado meses en perfeccionarlo. Cuando fueron encarcelados por primera vez, ella y su esposo hab?an estado en buena condici?n f?sica; ten?an que estar en su l?nea de trabajo. Hab?a podido hacer cuarenta flexiones est?ndar antes de ser encarcelados. Despu?s de cuatro meses, hab?a trabajado hasta setenta. Luego decidi? hacerlas con una mano. Al principio no pudo hacer ni una, pero eventualmente pudo sostenerse en su mano derecha. Ahora, con una mano detr?s de la espalda, pod?a realizar veinte flexiones con una sola mano en menos de cuarenta y cinco segundos. Despu?s de las flexiones, fue al fregadero para lavarse la cara. Hab?a una c?moda al lado del lavabo y un espejo de metal pulido encima. El metal no proporcionaba un muy buen reflejo, pero fue suficiente para arreglar su cabello. Se ech? el pelo casta?o sobre un hombro. Ella quer?a cortarlo correctamente, pero no le permitieron ning?n objeto afilado. Sin embargo, ella hab?a aprendido a quitarse el cabello frotando mechones contra las barras oxidadas de su ventana. Mantuvo el cabello que hab?a cortado de esta manera y trenz? los mechones irregulares en un largo mech?n. Tal vez alg?n d?a ella enredar?a la soga alrededor del cuello de Lurch y lo estrangular?a. Sonriendo, se sec? la cara con la ?nica toalla que ten?a y la colg? en una clavija en la pared. En la ventana, cruz? los brazos y contempl? el cielo azul persa de oto?o, donde un vuelo de ondulantes c?mulos flotaba sobre el viento del oeste. Su ventana no ten?a cristal; solo siete barras de acero oxidadas. En verano, la ventana permit?a una ligera brisa, pero en invierno el viento fr?o del norte silbaba a trav?s de los barrotes. Durante los meses fr?os, sus carceleros le proporcionaban dos mantas de lana ?spera. Colgaba una sobre los barrotes para bloquear el viento y la nieve. Extend?a el segundo sobre su delgada colcha de muselina. Se dio la vuelta y dio un paso hacia el centro de su celda. Aminor? la respiraci?n, se enfrent? a la puerta remachada y comenz? un ejercicio de tai chi a c?mara lenta llamado "Pisoteando la cola del tigre". Treinta minutos despu?s, cay? en su litera y mir? el techo manchado de agua, donde las grietas en zigzag serpenteaban a trav?s de las sombras nubladas hacia las paredes. Ella figuraba ?rboles y monta?as dentro de los remolinos al azar. Formas borrosas e im?genes fantasmales se transformaron en una figura infantil con una cara preocupada. Los recuerdos se inundaron, abrum?ndola con oleadas de pesar. Se dio la vuelta para mirar hacia la pared, apret? las rodillas contra sus senos y solloz?. Cap?tulo Dos Periodo de tiempo: hoy en d?a, Filadelfia, EE. UU. Donovan llam? y esper? a que alguien abriera la puerta. Cambi? su malet?n a la otra mano y mir? a la casa de al lado. Su madre lo habr?a llamado un bungalow. Su porche era casi id?ntico al que estaba parado. Al otro lado de la calle hab?a otra casa similar pero ligeramente diferente, donde una se?ora mayor, delgada con buena postura y cabello plateado, regaba sus begonias mientras se sombreaba los ojos para mirar a Donovan. Construido en la d?cada de 1930, todo este vecindario de Filadelfia consist?a en peque?as casas que se alineaban a ambos lados de las sinuosas calles donde los arces de az?car sombrean las aceras. Todas las casas, excepto esta, estaban limpias y ordenadas, con c?sped bien cuidado. Levant? la vista hacia las alcantarillas en ruinas, sacudiendo la cabeza. ?C?mo pod?a alguien dejar que las cosas se desmoronaran as?? La puerta se abri? con un chirrido y apareci? una joven. Donovan sinti? como si hubiera sido golpeado por una suave brisa tropical que flotaba en el azul del Caribe. El maquillaje y el peinado no hac?an ninguna diferencia para una mujer como ella. Aunque no usaba maquillaje y su cabello casta?o estaba recogido y asegurado con una banda de goma roja, en una escala que iba de lo atractivo a lo lindo, bonito, preciosos, hermoso e impresionante, era al menos hermosa y media. Ella mir? desde su rostro a la tarjeta de identificaci?n que colgaba de un cord?n. Realmente no necesitaba la identificaci?n, pero la usaba para parecer oficial. El soporte de pl?stico transparente conten?a su foto, con PRENSA en negritas encima. Debajo de su foto hab?a algunas frases descriptivas en letra muy peque?a. Incluso ten?a una tira de c?digo de barras a lo largo del lado izquierdo. Se llam? a s? mismo periodista independiente, entre otras cosas. Un nuevo y brillante Canon estaba guardado en su malet?n, por si acaso lo necesitaba. ?l la mir? a los ojos por un momento. "Yo-yo soy..." Su voz, normalmente firme y segura de s? misma, vacil? y se quebr?. ?l comenz? de nuevo. "Soy D-Donovan". La mujer mir? su mano extendida y se hizo a un lado, indic?ndole que entrara. Altivo, pens?. Esa actitud le vali? el doble de mi tarifa habitual. ?l hab?a tratado con su tipo antes, arrogante y engre?da porque ella es una de las personas m?s hermosas. Muy malo. Dentro de la habitaci?n delantera, mir? a su alrededor los muebles espartanos. La mujer, que ten?a unos veinte a?os, estaba parada frente a ?l, con los brazos cruzados. "?Comenzamos?" pregunt?. Ella asinti? y camin? hacia un pasillo, a su izquierda. ?l se encogi? de hombros y la sigui?. Llegaron a una habitaci?n con una puerta abierta. En el interior estaba sentado un anciano en un ala ra?da que parec?a de la d?cada de 1930, como la casa y el hombre mismo. Ten?a unos pocos cabellos grises tenues que le cubr?an las orejas, y sus ojos eran del color de los jeans gastados. Tirantes verdes p?lidos sobre una camisa blanca de manga larga estaban sujetos a la cintura de sus pantalones caqui. El viejo observ? a Donovan caminar hacia un lado de la silla. "Soy Donovan". Le ofreci? su mano. El hombre mir? la mano de Donovan, luego mir? a la joven con una expresi?n burlona. No me digas que ?l tambi?n est? engre?do. ?Qu? les pasa a estas personas? Puso su malet?n en el suelo. Los ojos del hombre siguieron sus movimientos. "No es ciego", dijo Donovan a la mujer. Ella mir? del anciano hacia ?l. "No es ciego". "No eres ciego", dijo Donovan. Ella parec?a desconcertada. "No eres ciego". "Est? bien", dijo Donovan, "nadie est? ciego". "Nadie es ciego". Siento que estoy hablando con un loro. Un intento m?s, luego me voy de este manicomio. "Me llamaste", le dijo a la joven. Ella asinti?. "Porque…" Fue hacia un antiguo escritorio enrollable, recogi? una pila de papeles y los trajo de vuelta. Se los tendi? a Donovan. Los tom? y mir? al de arriba. Era una copia fotost?tica desva?da de un Cuerpo de Marines de los Estados Unidos DD-214, una baja militar. Ten?a "William S. Martin" y su n?mero de unidad militar. Donovan pas? a la p?gina siguiente y escane?. Un art?culo llam? su atenci?n, Fecha de nacimiento: 13 de agosto de 1925. "?Guau!" Donovan susurr?. "Se?or", ley? el nombre en la parte superior de la p?gina, "Martin, ?cu?ntos a?os tienes?" El Sr. Martin enderez? sus delgados hombros y cruz? los brazos sobre su pecho. "William S. Martin, Cabo Primero, uno ocho cinco seis nueve cuatro ocho ocho". “Esto dice que naciste el 13 de agosto de mil novecientos veinticinco. ?Puede ser eso correcto? El viejo mir? a Donovan por un momento. "William S. Martin, Cabo Primero, uno ocho cinco seis nueve cuatro ocho ocho". “S?”, dijo Donovan, “nombre, rango y n?mero de serie. Lo tengo. Si esta fecha de nacimiento es correcta, tienes noventa y tres a?os". El Sr. Martin solo lo fulmin? con la mirada. Esta baja est? fechada el primero de diciembre de mil novecientos cuarenta y cinco. ?As? que sirvi? en la Segunda Guerra Mundial? "William S. Martin, Cabo Primero, uno ocho cinco seis nueve cuatro ocho ocho". Donovan le habl? a la mujer. "?Por qu? sigue dando su nombre, rango y n?mero de serie?" “?l me hace lo mismo. Incluso cuando le pregunto si tiene un poco de hambre, dice ese nombre por dos semanas o m?s. Nada m?s que decir." Donovan estaba casi tan sorprendido por el discurso de la mujer como por el viejo que repet?a la misma informaci?n una y otra vez. Hablaba mal ingl?s, pero no era como si su lengua materna fuera otro idioma, porque no ten?a acento extranjero. Solo parec?a que no sab?a c?mo organizar sus palabras correctamente. Entonces, ella no es perfecta despu?s de todo. La joven alcanz? la pila de papeles, hoje? unas p?ginas, sac? una carta y la coloc? encima de la pila. Donovan ley? en voz alta: Departamento de Asuntos de Veteranos 5000 Woodland Ave Filadelfia, PA 19144 24 de marzo de 2014 Sr. William S. Martin 1267 Calle Bradley Avondale PA 19311 Estimado se?or Martin: Hemos sido informados de su estado de fallecido con fecha del 4 de junio de 1988. Por medio de la presente, descontinuamos sus pagos de compensaci?n por discapacidad vigentes en esta fecha y exigimos el reembolso de la compensaci?n pasada desde el 5 de junio de 1988 hasta la fecha actual por un monto de $ 745,108.54 a pagar al Departamento de Asuntos de Veteranos. Si este monto no se paga de inmediato, retendremos de su compensaci?n mensual por discapacidad por un monto de $ 20,780.80 por mes hasta que se reembolse el monto total. Sinceramente tuyo, Sr. Andrew J. Tankers, Asistente Administrativa del Director, Sra. Karen Crabtree. ?l VA sirve a aquellos que han servido a nuestro pa?s. Donovan gir? la carta para captar la luz de una ventana cercana. Entrecerr? los ojos ante la firma. S?, en realidad estaba firmado con tinta, no preimpresa. Bueno, Sr. Andrew J. Tankers, ?c?mo piensa retener $ 20,780.80 de los "pagos de compensaci?n mensual descontinuados" del Sr. Martin? ?Especialmente desde que piensa que muri? en 1988? Donovan mir? a la joven. "?Estas personas nunca leen las cartas que firman?" Ella se encogi? de hombros. "?Qu? es lo que quiere que haga?" Donovan pregunt?. "No podemos obtener ese dinero ahora solo durante los ?ltimos dos meses". "S?, veo que te han detenido... ?Es ?l tu abuelo?" "Excelente." "Han detenido los pagos de su bisabuelo porque piensan que ?l falleci?". "?l no muri?". "Puedo ver eso, pero una vez que una computadora del gobierno cree que est?s muerto, es casi imposible convencerla de lo contrario". "?Pero c?mo hacer eso?" "Tienes que llevar al se?or Martin... ?tienes una silla de ruedas?" Ella sacudi? su cabeza. "Tendr?s que conseguir una silla de ruedas y llevar al se?or Martin... ?tienes un autom?vil?" Ella sacudi? su cabeza. "Entonces tendr?s que llamar a un taxi y llevar al Sr. Martin a las oficinas de VA, y ?l pueda darles su nombre, rango—" "?D?nde est? esa cosa de la rueda?" Donovan mir? hacia la puerta. "?Est? tu madre aqu??" "No madre." "?Tu padre?" "Ambos fallecieron, no solo uno, solo el abuelo y Sandia". "?D?nde est? Sandia?" Ella arrug? la frente. "Estoy aqu?." "?Eres Sandia?" Ella asinti?. “Hasta hace dos semanas, el abuelo hac?a esto, lo otro, tra?a comida a casa, pagaba la luz, pagaba el agua, cuidaba de m? tambi?n. Pero ahora solo puedo esforzarme por cuidar al abuelo y todas las dem?s cosas sin dinero”. Donovan guard? silencio por un momento. ?En qu? me he metido esta vez? "?Por qu? me llamaste?" "Te encontr? en lasp?ginas amarillas". "D?jame ver." Sali? de la habitaci?n y regres? con las P?ginas Amarillas. Abri? el libro en una p?gina con la esquina doblada hacia abajo. "Aqu? tienes tu n?mero". Mir? el anuncio. ‘Abogado de Compensaci?n por Incapacidad. Milton S. McGuire. Podemos resolver sus dif?ciles desacuerdos por discapacidad. 555-2116". "Hum..." Donovan tom? el libro y pas? algunas p?ginas. "Aqu? est? mi anuncio; ‘Traducci?n Braille para ciegos. Donovan O’Fallon. 555-2161."Se lo mostr?. "Invertiste los dos ?ltimos d?gitos y me conseguiste a m? en lugar del abogado". Sandia mir? el anuncio y pudo ver que no entend?a lo que hab?a sucedido. "Traduzco texto impreso al Braille y tambi?n hago otras cosas". Sandia lo mir? y sostuvo sus ojos por un largo momento. "?Entonces no me ayudar?s?" El color de sus ojos era algo entre el azul de un lago alpino y el cielo cer?leo en una dulce ma?ana de verano. "Lo siento", dijo Donovan. "No hay nada que pueda hacer." Esper? un segundo, como si tratara de entender algo. "De acuerdo entonces." Ella abri? el camino hacia la puerta principal. En el porche, la mir? a los ojos preocupados por un momento. "Adi?s, Sandia". "Adi?s, Donovan O’Fallon". Dio un paso atr?s, dejando que la puerta se cerrara en c?mara lenta, aparentemente por su propia voluntad, terminando con un suave eclipse de visi?n. Donovan mir? la pintura desconchada y el ?xido escamoso donde hab?a estado su imagen. Una vaga sensaci?n de p?rdida tir? de algo en el fondo de su mente. Despu?s de un momento, comenz? a caminar. Una se?ora estaba trabajando en su cantero de al lado. "Hola", dijo mientras cruzaba el patio cubierto hacia ella. Ella lo mir? cr?ticamente y mir? la casa que acababa de dejar. "Hola." "?Conoces a las personas que viven aqu??" ?Te refieres ala retrasada y al vejestorio? "No creo que sea retrasada". "?Oh? ?Has hablado con ella? "Si." "?Y no crees que le faltan unos cuantos palos?" "Ella tiene alg?n tipo de impedimento del habla". ?Es as? como lo llaman hoy en d?a? ?Sigue vivo el viejo? "S?, ?l est? bien". "Nadie lo ha visto en meses. Pensamos que hab?a muerto y la retrasada lo hab?a metido en el congelador. Ella se ri? como una hiena. Alguien m?s se ech? a re?r: un anciano que apareci? detr?s de una hilera de azaleas, como un gato encajonado. Tal vez ?l era el esposo de la mujer. "?En el congelador!" ?l rebuzno como un imb?cil. Quiz?s alguien deber?a meterlos a los dos en un zool?gico. Donovan se dio la vuelta y fue a su auto. Arranc? el motor de su brillante Buick rojo y crema y se puso el cintur?n de seguridad en el regazo, presion?ndolo en la hebilla. Mir? por el espejo retrovisor y vio a dos ni?as saltando por la acera. Hab?an marcado con tiza cuadrados torcidos en el cemento y ahora brincaban con risas de emoci?n. Delante de ?l, un hombre enorme, sudoroso, sin camisa y pantalones muy ajustados cortaba el c?sped. Donovan mir? hacia la casa de Sand?a, donde la hierba alta crec?a y los rosales delgados ca?an al suelo. "Maldita sea", susurr? y apag? el motor. Cap?tulo Tres Periodo de tiempo: 1623 a. C., en el mar en el Pac?fico Sur Akela yac?a boca abajo en el aparejo entre los cascos de su canoa doble de cincuenta y cinco pies. Sus dedos rozaron el agua mientras observaba las olas del Pac?fico Sur. Dos canoas dobles m?s formaban este convoy de migraci?n. El segundo era pilotado por el amigo de Akela, Lolani, mientras que el tercero fue comandado por Kalei. Los tres hombres fueron elegidos deliberadamente por los jefes de Babatana porque no estaban emparentados entre s?. Tampoco sus esposas. A trav?s de innumerables generaciones, los polinesios hab?an aprendido que las nuevas colonias probablemente morir?an si los adultos estuvieran estrechamente relacionados entre s?. Tambi?n sab?an que una pareja soltera no podr?a producir una poblaci?n sostenible. Con dos o tres parejas, todav?a era dudoso, por lo que siempre enviaban al menos cuarenta personas en ese viaje, para garantizar el ?xito de una nueva colonia. "Tevita", dijo Karika a su hija de cinco a?os, "lleva esta kahala a tu pap?". La ni?a se ri?, tom? el corte fresco de pescado y corri? sobre la plataforma y a lo largo de la canoa hacia la proa. No ten?a miedo de caer al mar. Y si llegara a caerse, nadar?a hasta una cuerda que se arrastraba para salirse o buscar?a a alguien que la alcanzara para sacarla del agua. "Pap?", dijo Tevita, "tengo algo para ti". "Ah", dijo Akela, "?c?mo sab?as que ten?a tanta hambre?" Tom? el filete de kahala crudo, lo sumergi? en el mar y lo parti? en dos, entreg?ndole la mitad a su hija. Masticaron en silencio mientras miraban las aguas por delante. Akela hab?a sido elegido jefe de la expedici?n debido a sus habilidades de navegaci?n. Ya se hab?a probado a s? mismo en varios viajes largos. Las tres canoas fueron excavadas de los ?rboles kauri encontrados en su isla natal de Lauru. Cada embarcaci?n llevaba dos velas triangulares hechas de hojas tejidas de pandanus. Los cascos dobles de las canoas fueron azotados junto con un par de vigas de quince pies cubiertas con tablas de teca. Llevaban cincuenta y cuatro adultos y ni?os, adem?s de perros, cerdos y gallinas, junto con macetas de pana pen, coco, taro, manzana rosa, ca?a de az?car y plantas de pandanus. Adem?s de las personas y los animales, tambi?n estaba presente y enjaulada, un ave fragata. En una de las canoas, cinco mujeres se sentaron con de piernas cruzadas bajo un techo de hojas de palma con techo de paja. Charlaron sobre el viaje y c?mo ser?a su nuevo hogar mientras limpiaban el pescado que hab?an capturado. El pescado crudo no solo les proporcionaba sustento, sino que proporcionaba el l?quido que sus cuerpos ansiaban. Usaban las cabezas y las entra?as como cebo para atrapar m?s peces, y tal vez una sabrosa tortuga marina. Llevaban anzuelos hechos de hueso de perro y sedal tejido con la fibra de coco. Complementaron su dieta de pescado crudo con carne seca, fruta de pan, coco y taro. "Karika", dijo Hiwa Lani mientras cortaba a la mitad una fruta de pan con su cuchillo de piedra, "si hay gente en la nueva isla, ?nos querr?n?" El filo descascarado de su cuchillo negro de basalto era lo suficientemente afilado como para cortar la c?scara de un coco o cuartos traseros de un cerdo reci?n muerto. Karika mir? a la adolescente. "Probablemente no. Todas las islas est?n superpobladas. Si encontramos gente all?, Akela cambiar? por alimentos frescos y nos guiar? a otra isla”. En la proa de la canoa, Akela estudi? su tabla de palo, que parec?a el juguete de un ni?o; astillas de madera atadas juntas con trozos de fibra para formar un rect?ngulo rugoso. Sin embargo, en realidad era una carta n?utica que mostraba los cuatro tipos de olas oce?nicas que se encontraban en el Pac?fico Sur. Peque?as conchas marinas atadas a la carta marcaban las ubicaciones de las islas conocidas. Usando su conocimiento de las olas del oc?ano, los vientos estacionales y las posiciones de las estrellas, los polinesios hab?an cruzado gran parte del vasto oc?ano. Akela mir? por encima del hombro a Metoa, que estaba sentada en la popa del casco izquierdo, sosteniendo su remo en el agua. Akela se?al? hacia el noreste, ligeramente a la derecha de su direcci?n actual. Metoa asinti? y movi? la paleta para ajustar su rumbo. Los otros dos botes, detr?s ya la izquierda y derecha de la estela de la canoa l?der, cambiaron de rumbo para seguir a Akela. "Si la nueva isla no est? abarrotada", dijo Hiwa Lani, "podr?an recibirnos con ahima'a". Karika cort? la cabeza de un pargo rojo. "?Una fiesta?" Ella ri?. "S?, y servirnos para el plato principal". Las otras mujeres tambi?n se rieron, pero Hiwa Lani no lo hizo. “?Can?bales? ?C?mo esos salvajes de Nuku Hiva? "Quiz?." Karika destrip? el pargo y arroj? las entra?as en una media calabaza. "Qui?n sabe qu? mal acecha en algunas de esas islas remotas". Hiwa Lani cort? rodajas de fruta de pan. "Espero que algunos j?venes amigables puedan acechar all?". "Hiwa Lani", dijo Karika, "tenemos cuatro j?venes solteros aqu? en nuestros barcos". Hiwa Lani volte? su largo cabello negro sobre su hombro desnudo. "Todos son muy inmaduros. Prefiero casarme con un can?bal. "Mira all?." Karika apunt? su cuchillo hacia el oeste, donde una l?nea de truenos se alzaba sobre el mar azul. "Bueno", dijo Hiwa Lani, "al menos tendremos agua fresca esta noche". Se puso de pie y arroj? la fruta del pan a los cerdos hambrientos. "Si." Karika mir? hacia el aparejo delantero, donde su esposo y su hija hab?an estado unos minutos antes. "Creo que lo haremos". Akela se par? en la proa del casco izquierdo, cubri?ndose los ojos con la mano y observando las tormentas. La peque?a Tevita, a su lado, imitaba a su padre. Durante las lluvias ocasionales, las mujeres moldearon la paja de su techo en un embudo para canalizar el agua de lluvia hacia los cascos de coco. Cuando estaban llenos, los taparon con tapones de madera y los guardaron en el fondo de las canoas. Antes de que comenzara el viaje, las mujeres hab?an perforado un agujero en cada uno de los cincuenta cocos frescos, hab?an escurrido el l?quido que se guardar?a para cocinar y colocaron los cocos en varios hormigueros. En unos pocos d?as, las hormigas hab?an hecho su trabajo de limpiar el grano del interior de los cocos, dejando recipientes limpios y resistentes para el almacenamiento de agua potable. Una vez que todos los cocos se llenaron con la escorrent?a de agua fresca desde el techo, las mujeres hicieron salir a los ni?os para enjuagar la sal de sus cuerpos. Tevita ten?a el importante trabajo de alimentar y cuidar a la fragata. La gran fragata, como lo llamaban, ten?a una envergadura de casi siete pies, y era uno de los miembros m?s importantes de la tripulaci?n. Cuando Akela pensaba que una isla podr?a estar cerca, soltar?a a la fragata, y todos lo mirar?an mientras giraba en el aire para deslizarse hacia el horizonte. La fragata nunca cae al agua, porque no tiene patas palm?pedas y sus plumas no son impermeables. Si no puede encontrar tierra, regresar? a las canoas. Si no regresa, es una buena noticia, porque significa que hay una isla cerca. Akela luego establecer? su rumbo para seguir la direcci?n que hab?a tomado la fragata. * * * * * Hab?an observado la l?nea de tormentas el?ctricas toda la tarde, y cuando cay? la noche, los rel?mpagos iluminaban la oscuridad cada pocos segundos, mientras los truenos sacud?an las tres embarcaciones fr?giles, haciendo que todos los animales agitados emitieran sus sonidos. Akela hab?a cambiado de rumbo hacia el este, tratando de esquivar el final de la l?nea tormentosa, pero la tormenta creci? y se extendi? en esa direcci?n, como si hubiera anticipado su intento de escapar. Pod?a girar y correr antes del viento, pero la tormenta los alcanzar?a. Ataron a los animales y aseguraron todo lo que no estaba ya sujeto a las tablas. Los ni?os se acurrucaron juntos en la cubierta, agarrados de los animales y cuerdas de amarre. Una tormenta en el mar siempre era atemorizante, pero por la noche puede ser aterradora. Cap?tulo Cuatro Periodo de tiempo: 31 de enero de 1944. Invasi?n estadounidense de la isla Kwajalein en el Pac?fico Sur William Martin mir? a su amigo. "?Est?s bien, Keesler?" El soldado Keesler agach? la cabeza cuando otra ronda japonesa golpe? el costado de su bote Higgins. "S?, claro, estoy genial". Martin se levant? para mirar por encima del borde de la nave de desembarco. Fue disparada una ametralladora japonesa y cuatro balas rebotaron en la barandilla de acero del bote. "?Soldado!" El teniente Bradley grit? desde el frente de la nave de desembarco. "?Baja la cabeza!" "S? se?or." Martin se dej? caer al lado de Keesler. El timonel del bote balance? su ametralladora calibre treinta para disparar contra los artilleros japoneses en la cima de la playa. "Solo faltan cincuenta yardas, Keesler", dijo Martin. "Estar? enfermo", dijo Keesler. "No. C?lmate." Le dio unas palmaditas a Keesler en el hombro. "?Muy bien, muchachos!" Grit? Bradley. "Compruebensus armas y prep?rense para llegar a la playa". Martin apret? la correa de la barbilla mientras hablaba con Keesler. "El Capit?n Rosenthal nos dijo que Kwajalein ser? una fiesta de t? en comparaci?n con Tarawa". "Tarawa". Keesler resopl?. "Los japoneses mataron a nuestros muchachos en la playa de Betio". "S?, pero los derrotamos, ?no?" “Despu?s de perder mil seiscientos hombres, los derrotamos. ?Y cu?nto tiempo estuviste en ese hospital de Nueva Zelanda? "No s?", dijo Martin, "quiz?s seis semanas. Pero los m?dicos me arreglaron bien". “Deber?an haberte enviado de regreso a los Estados Unidos. Cualquiera que reciba una bala en el intestino y sea alcanzado por la metralla debe irse a casa". "No quise irme a casa. Me ofrec? voluntario para esto". "Est?s jodidamente loco, sabes" "?Treinta segundos, infantes de marina!" El teniente Bradley agarr? su .45. "?Prep?rense para patear algunos traseros japoneses!" Los treinta y seis soldados de la Cuarta Divisi?n de Marines gritaron sus gritos de batalla cuando la nave de desembarco se estrell? en la playa y dej? caer la rampa delantera sobre la arena. Bradley corri? por la rampa seguido de sus hombres. Los soldados Martin y Keesler agarraron dos camillas y subieron por la parte trasera. Sus brazaletes blancos ten?an cruces rojas cosidas en el material, y una cruz roja estaba pintada en la parte delantera y trasera de sus cascos. Como portadores de basura, se los consideraba no combatientes, pero portaban pistolas autom?ticas .45 para defenderse. Cuando bajaron la rampa, tres soldados yac?an sobre la arena. Corrieron hacia el primer hombre y lo dieron la vuelta. Estaba muerto. "?Vamos!" Martin grit? mientras corr?a hacia el segundo soldado herido. ?l y Keesler dejaron caer sus camillas y cayeron de rodillas en la arena junto al soldado. ?Teniente Bradley! Martin no vio sangre, pero se vio una gran abolladura en el costado del casco del oficial. Martin se desabroch? la correa de la barbilla y le quit? cuidadosamente el casco; Todav?a no hay sangre. Pas? los dedos por el costado de la cabeza de Bradley. El fuego del rifle levant? arena a dos pies de distancia. Keesler cay? al suelo, con los brazos sobre la cabeza. "?Estasherido?" Grit? Martin. "No." Keesler todav?a se encogi? en la arena. Martin se volvi? hacia el teniente. "Conmoci?n cerebral", susurr? y mir? al tercer hombre que yac?a cerca. La sangre empap? elfrente de su camisa. El soldado se retorci? de dolor y se agarr? el pecho. "Keesler, ve a ver McDermott". Keesler observ? a McDermott mientras el resto de los marines avanzaban por la playa bajo una lluvia de rifles y fuego de artiller?a. Otros dos soldados cayeron. "?Vamos!" Grit? Martin. Keesler se levant? de un salto. "?Malditos hijos de puta!" Corri? hacia McDermott. "?D?nde...?", dijo el teniente Bradley. "T?melo con calma, teniente", dijo Martin, "le han dado un golpe en la cabeza". "?D?nde est?n... mis hombres?" Trat? de levantarse. Martin lo ayud? a sentarse. "Te llevaremos de vuelta a la nave de desembarco". "?Qu?? ?No!" Los ojos del teniente Bradley se pusieron en blanco. Agarr? la camisa de Martin, fall? e intent? de nuevo. Luego agarr? las solapas de Martin con ambas manos. "No me voy. ?Entiendes algo de eso? "Tiene una lesi?n en la cabeza, se?or. Tengo que llevarlo al barco de Higgins para que puedan llevarlo a los m?dicos del barco. “?Est?pido hijo de puta! Todav?a no he disparado ni un tiro. ?D?nde est? mi cuarenta y cinco? Martin vio la pistola tirada en la arena. La alcanz?, sacudi? la arena del barril y la puso en la mano temblorosa de Bradley. "Ay?dame." Martin se levant? y lo ayud? a levantarse. "Mi casco". Martin recuper? su casco. “Espere, se?or. D?jeme ver sus ojos." Bradley mir? a Martin. Sus ojos ya no estaban rodando y parec?a capaz de concentrarse. “Puedo ver bien, soldado. Si mantuvieras la cabeza quieta, podr?a verte a?n mejor". Martin sonri? “Muy bien, teniente. Dales infierno." "Pretendo hacerlo." Bradley se puso el casco. "Ahora, ve a cuidar a los hombres heridos que realmente te necesitan". Bradley corri? para alcanzar a sus hombres. Estaba desequilibrado y figuraba un poco a su izquierda, pero estaba decidido a volver a la batalla. Martin agarr? una camilla y corri? hacia Keesler, donde estaba colocando un ap?sito en el pecho de McDermott. Martin cay? de rodillas. "Sargento McDermott". "?Si?" "Lo vamos a subir a la camilla y lo llevaremos al bote. ?Est? listo?" McDermott asinti? con la cabeza. "Agarra sus pies, Keesler". McDermott grit? cuando lo levantaron. "Estar? bien", dijo Martin mientras asent?a con la cabeza a Keesler y ellos levantaron la camilla y trotaron por la playa. Tan pronto como colocaron a McDermott en la cubierta del bote, un miembro de la marina se hizo cargo y comenz? a limpiar la herida en el pecho de McDermott. Martin agarr? otra camilla y corri? hacia la rampa mientras Keesler lo segu?a. Otros cinco hombres heridos estaban cerca de la marca de la marea alta. El primer hombre estaba sentado en la arena, fumando un Lucky Strike. Ten?a una herida de bala en la pantorrilla derecha. Mientras Keesler cubr?a la herida, Martin corri? hacia el siguiente hombre; Ten?a dos heridas de bala en el pecho y ya estaba muerto. El tercero ten?a una herida en la cabeza, pero estaba vivo. Una bala atrap? el borde interior de su casco, zumb? por dentro y sali? por la sien izquierda del soldado, dejando una herida de cuatro pulgadas. "?C?mo te llamas, soldado?" Martin lo conoc?a, pero quer?a que el hombre hablara. "Sofoca". "Bueno." Martin se quit? el casco. "?Rango?" "PFC". "?Atuendo?" Sac? un vendaje enrollado de su mochila m?dica. "Cuarto Marine". Martin envolvi? el vendaje alrededor de la cabeza de Smothers. "Acabas de comprarte un boleto a casa, Smothers". Cuando Martin at? las colas del vendaje, escuch? el inconfundible gemido de un proyectil entrante. Salt? sobre el cuerpo de Smothers y envolvi? su brazo izquierdo alrededor de su cabeza. Un segundo despu?s, un mortero explot? a quince metros de distancia. La conmoci?n cerebral sacudi? el cerebro de Martin, pero ?l se sacudi?. "Smothers, ?est?s bien?" "?Qu? demonios fue eso?" "Mortero. Tenemos que sacarte de aqu?. ?Puedes caminar?" "No lo s?." Cay? otro mortero que al estallar abri? un cr?ter en la arena a treinta metros de distancia. Martin se puso de pie, haciendo que Smothers se pusiera de pie. "Ap?yate en m?. Es todo cuesta abajo desde aqu?." Detr?s de ellos, y m?s all? de la playa, dispararon varias ametralladoras. Morteros y artiller?a japoneses bombardearon a los estadounidenses mientras avanzaban hacia el centro de la isla. Unas nubes negras y grasosas se alzaban sobre el campo de batalla como el humo de un centenar de pozos de petr?leo en llamas. Estaban a mitad de camino de la playa cuando tres aviones de combate Hellcat llegaron rugiendo desde el mar, a solo treinta pies sobre las olas. Martin y Smothers se agacharon cuando los aviones rugieron por encima de ellos. Sacudieron la cabeza para ver a los luchadores detenerse sobre las copas de los ?rboles y el banco que quedaba en formaci?n para sumergirse en los tanques japoneses y los nidos de ametralladoras, abriendo fuego con sus ca?ones de 20 mm. Cuando llegaron al bote, Martin ayud? alsoldadoSmothers a sentarse en la parte de atr?s, luego corri? por la playa para ayudar a Keesler a cargar al hombre con la herida en la pierna. Dentro del bote, agarraron otra camilla y se apresuraron a regresar a la playa. M?dicos de los otros barcos trabajaron en los heridos cerca de la l?nea de ?rboles. "Vamos, Keesler", dijo Martin, "tenemos que ponernos al d?a con nuestra unidad". En lo alto de la playa, saltaron sobre una palmera humeante y corrieron hacia el sonido de los disparos. Esquivaron alrededor de los cr?teres de las municiones y se apresuraron a alcanzar al cuarto marine. A veinte metros de la playa, encontraron a un soldado boca abajo detr?s de una palmera ca?da. Martin dej? caer la camilla y se arrodill? para darle la vuelta al hombre. Su brazo izquierdo estaba gravemente herido, y el lado de su cara estaba ensangrentado. Cuatro granadas de mano colgaban de las correas sobre su pecho. Una mochila con "Carga de mochila" estampada en el lienzo yac?a en el suelo junto al hombre herido. Martin levant? gentilmente la cabeza del hombre y empuj? los explosivos debajo de su cabeza como una almohada. "Hola, Duffy", dijo Martin. "?Puedes escucharme?" El soldado Duffy abri? los ojos, que pasaron de la cara de Martin a Keesler y regresaron. ?l sonri?. "?Qu? te tom? tanto tiempo?" "Se supone que debes levantar la mano cuando quieres un camarero". Martin sac? su cuchillo y abri? la manga ensangrentada. Duffy se rio entre dientes. "Voy a... tener el hueso-T y..." Una bala rebot? en una roca detr?s de ellos. Tanto Martin como Keesler se agacharon. Dos disparos m?s levantaron la tierra. "?Oigan!" Grit? Keesler. "Est?pidos imb?ciles, ?No ven las cruces rojas pintadas en todo nuestro..." Una bala golpe? a Keesler y lo hizo girar. Grit? cuando cay? al suelo. Martin se arrastr? hacia su amigo. "?Te dieron?" "No... no..." El fuego de las ametralladoras arras? el terrapl?n detr?s de ellos. Martin acerc? a Keesler al tronco del ?rbol. Agarr? su .45 y mir? por encima del tronco. Dos balas astillaron la corteza. Martin se agach?. "?Es un maldito tanque!" Cap?tulo Cinco Periodo de tiempo: hoy en d?a, Filadelfia, EE. UU. Donovan llam? a la puerta. Despu?s de un momento, Sandia lleg? a la puerta, con las p?ginas amarillas abiertas en la mano. Ella lo mir? fijamente. "?Te importa si vuelvo a mirar esos papeles?" pregunt?. Ella no respondi? de inmediato. La observ? tocar su sien derecha y apretar los ojos con fuerza. Le duele, pens?. Quiz?s un dolor de cabeza. "Yo..." Parec?a perder su pensamiento. Donovan llen? los espacios en blanco. A ella le gustar?a que volviera a mirar los papeles. "Bueno." Se dio la vuelta para regresar a la habitaci?n de su abuelo. Donovan entr? en la casa, luego la sigui?, cerrando la puerta detr?s de ?l. Esta vez prest? m?s atenci?n a la casa. Todos los pisos eran de lin?leo, con cada habitaci?n en un color y patr?n diferente. En lugares donde se hab?a desgastado y se hab?a desprendido, alguien lo hab?a clavado con clavos para techos. Vio ocasionalmente alfombras, y las cortinas de las ventanas parec?an como si alguien las hubiera lavado y planchado recientemente. Cuando entraron en la habitaci?n, su abuelo se enderez? y asumi? su actitud desafiante. "Descanse, soldado", dijo Donovan, intentando un poco de humor para aligerar las cosas. Sorprendentemente, el abuelo Martin se llev? una mano nudosa a la frente en un saludo, luego se relaj? un poco. "Si?ntate all?, si..." Sandia hizo un gesto hacia un sof? cubierto con una colcha marr?n y amarilla. Donovan se sent? en el sof? y dej? el malet?n en el suelo a sus pies. Sandia trajo la pila de papeles, los coloc? a su lado y luego se sent? al otro lado. Llevaba una larga falda ra?da de azul deste?ido. Podr?a haber sido la ?ltima moda o una pr?ctica. Su blusa era blanca como c?scara de huevo, con botones azules de pl?stico en la parte delantera. Estudi? sus ojos por un momento. "?Te duele la cabeza?" Se toc? el centro de la frente. "A veces, en la ma?ana". Se pas? los dedos temblorosos por la frente hasta la sien izquierda, presionando con fuerza. "Este, todo el d?a". "?Has tomado algo por ello?" Ella entrecerr? los ojos sobre ?l, obviamente tratando de entender. "Analg?sico, ibuprofeno, aspirina..." Sandia se encogi? de hombros y se mir? las manos, ahora apretadas en su regazo. "?Pastillas?" "No tenemos ninguno de esos". Donovan abri? su malet?n y sac? una botella de Excedrin. Le entreg? dos pastillas en la mano y se las tendi?. Se meti? las pastillas en la boca y comenz? a masticar. "?No! No... Sandia hizo una mueca y pens? que iba a escupir la aspirina. Cogi? una botella de agua de su malet?n. "Tienes que beberlas con agua". Tom? la botella y trag? el agua. "Ugh". Sac? la lengua y bebi? m?s. "Sabe a…" "Si lo s?. Pero al menos deber?an actuar bastante r?pido de esa manera". "Gracias..." Le devolvi? la botella, luego se pas? los dedos temblorosos por el labio inferior. "Gracias." Donovan recogi? los documentos de descarga del Sr. Martin y ech? un vistazo a la informaci?n. Fecha de inducci?n: 2 de marzo de 1942. Ocupaci?n militar: camillero. Batallas y Campa?as: Batalla de Tarawa, 20 de noviembre de 1943. Batalla de Kwajalein el 1 de febrero de 1944. Prisionero de Guerra 1 de febrero de 1944 a 3 de febrero de 1944. Premios y citas: "?Santo cielo!" Donovan mir? fijamente la casilla marcada "Premios y citas". Mir? al Sr. Martin, que mir? desde Donovan a su nieta. "Tres medallas del Coraz?n P?rpura", ley? Donovan. "Tres estrellas de batalla de bronce y dos estrellas de plata". Mir? a Sandia. "?Has le?do esto?" "Solo puedo con..." Se puso de pie, sali? de la habitaci?n y pronto regres? con un grueso libro. Ella se lo entreg?. "Diccionario. ?Tienes que buscar las palabras mientras lees? Ella asinti?. "D?jame explicarte esto. Se otorga un Coraz?n P?rpura a un soldado herido en la batalla. Tu abuelo recibi? tres Corazones P?rpuras". ?l la mir?. “Una estrella de batalla de bronce significa que hizo algo heroico en el campo de batalla, probablemente fue herido esas tres veces porque recibi? tres estrellas de bronce. Y dos estrellas de plata. No dan estas cosas a la ligera. Una estrella de plata est? solo tres pelda?os debajo de la Medalla de Honor del Congreso. Hizo algo m?s que heroico, y lo hizo dos veces, probablemente salv? las vidas de los soldados bajo fuego o sac? un nido de ametralladoras sin ayuda, algo as?". Sandia tom? la mano de su abuelo. "Nunca habla de estas cosas, pero siempre s? que es mi h?roe". El viejo sonri? mientras sus ojos se humedec?an. "S?", dijo Donovan. “Aquellos soldados que regresaron de la guerra alardeando de sus haza?as generalmente resultaron ser empleados de suministros o cocineros. Los verdaderos luchadores nunca hablan de lo que sucedi? en el campo de batalla". Ley? m?s del viejo documento. “Cerca del fondo, dice que fue dado de baja en 1945 bajo la Secci?n Ocho y enviado a Byberry. ?Qu? demonios? El hombre atraves? el infierno, en dos grandes batallas en el Pac?fico, sirvi? m?s all? del cumplimiento del deber, y recibi? un disparo bastante malo. Adem?s de todo eso, fue un prisionero de guerra. Deber?a haber recibido un desfile de boletos por Broadway en la ciudad de Nueva York. Pero, en cambio, lo enviaron a Byberry, sea lo que sea. Pas? la p?gina, pero el reverso estaba en blanco. Mir? a Sandia. ?Sabes qu? es Byberry? Ella sacudi? su cabeza. "Lo siento." Donovan mir? al se?or Martin. El viejo ten?a una delgada sonrisa en su rostro. ?l entiende todo lo que digo, pero est? a punto de desaparecer. Donovan se volvi? hacia Sandia. "?Cu?ndo fue la ?ltima vez que recibi? un cheque por discapacidad?" Fue al escritorio y regres? con una declaraci?n impresa. "Ah", dijo Donovan. “Esto vino con su cheque. Tiene fecha hace casi tres meses". "S?, alrededor de eso". "?Qu? sol?a hacer cuando recib?a sus cheques?" "?l va al banco, luego al supermercado". Sandia estaba un poco menos tensa, y su frente se hab?a alisado. "?C?mo est? tu cabeza?" Ella sonri? por primera vez. "Bien." "?Tu abuelo sufri? un derrame cerebral cuando se detuvieron los cheques?" “Cuando lleg? esa carta, dice malas palabras, comienza a temblar y cae de rodillas. Lo ayude a acostarse. "S?, eso tuvo que ser un shock". Ella asinti?. "?Te importa si veo tu cocina?" Sandia parec?a perpleja pero luego sacudi? la cabeza. Se puso de pie y condujo a la cocina. Donovan vio una media jarra de mantequilla de man? Skippy en el mostrador, junto con unas rebanadas de pan y una jarra de aceitunas. El refrigerador no conten?a nada m?s que media cuadra de queso Limburger. Estaba horrorizado pero contuvo la lengua... por el momento. Las encimeras, la mesa y la estufa estaban impecablemente limpias. Abri? la puerta de un armario y encontr? un juego de platos cuidadosamente apilados. En el siguiente gabinete, donde uno podr?a esperar encontrar az?car, sal, frijoles y otros alimentos b?sicos, hab?a una peque?a lata de pimienta negra. "Tengo que ir a ocuparme de algo", dijo Donovan a Sandia. "Volver? en media hora. ?Est? bien?” Ella tom? su mano. "Que las pastillas mejoran mucho el dolor de cabeza". "Bueno. Las dejar? contigo, pero no tomes m?s de cuatro al d?a. ?Lo entiendes?" Sandia sonri?. "Si." "Y no las mastiques". * * * * * Donovan regres? en veinte minutos, con tres comidas Big Mac y tres Coca-Cola de gran tama?o. Cuando Sandia abri? la puerta, ten?a el pelo suelto y cepillado. Enmarc? su cara en remolinos ondulados y cay? casi sobre sus hombros. Ella sonri?, mostrando un conjunto de dientes blancos y parejos. La aspirina, la droga maravillosa. "?A tu abuelo le gustan las hamburguesas?" "Oh s?." Movieron la mesa de caf? frente al Sr. Martin y extendieron la comida. Sandia y Donovan se sentaron en el suelo frente al viejo. "McDonalds hace las mejores papas fritas del mundo", dijo Donovan mientras sumerg?a una en un charco de salsa de tomate. "Mmmm..." Sandia dijo alrededor de un bocado de hamburguesa. "Tan bueno." Su abuelo sonri? y asinti? con la cabeza. Aunque le faltaban algunos dientes, no tuvo problemas con la hamburguesa y las papas fritas. Sandia dijo: "Cuando el abuelo sol?a ir a la tienda de comestibles" “?C?mo lleg? all??” Pregunt? Donovan mientras tomaba un sorbo de su Coca-Cola. “Tiene auto en ese garaje”. "Cuando te pregunt? sobre eso antes, dijiste que no ten?a uno". "Usted pregunta autom?vil". "Oh s?. Supongo que lo hice. Entonces, ?el abuelo condujo a la tienda y recogi? v?veres? "A veces tambi?n viajo con ?l". "Eso es asombroso, que todav?a conduce". Media hora despu?s, Donovan se despidi? de Sandia y su abuelo. * * * * * Cuando entr? en su Buick, llam? a su amigo en el hospital. "Camel", dijo Donovan en su tel?fono, "Necesito un diagn?stico". "Est? bien, dispara". "Ella habla en un ingl?s quebrado, pero no arrastrado o ininteligible, y no hay acento extranjero. Es solo que faltan algunas palabras y otras no est?n ordenadas en el orden correcto. Tiene fuertes dolores de cabeza, tal vez como una migra?a. "Uh-huh", dijo Camel. “?Tiene n?useas? ?Y tiene visi?n borrosa? Donovan encendi? el auto y sali? a la calle. "No lo s?. Le preguntar? a ella." "Si lostiene, podr?a tener un hematoma subdural, que es un co?gulo de sangre en el cerebro, o podr?a ser un tumor en el ?rea de Broca del l?bulo frontal de su cerebro". De ah? viene la pronunciaci?n". "?Mierda!" "Si. Esperemos el hematoma; es un poco m?s f?cil de tratar. Ella necesita una tomograf?a computarizada, pronto. Estas cosas solo pueden empeorar". "?Puedes hacer la tomograf?a?" "Donovan, soy un interno de primer a?o. No puedo hacer nada m?s que seguir a los m?dicos y tomar notas. ?Qu? tipo de seguro tiene ella? "Sin seguro, sin dinero". “Bueno, entonces ll?vala a la sala de emergencias. No pueden rechazar a nadie, incluso si est?n en quiebra. Estoy en urgencias ma?ana por la noche, segundo turno. Tr?igala despu?s de la medianoche, y si los m?dicos de verdad est?n de acuerdo con mi diagn?stico, tal vez pueda ayudarlo a hacer algo”. "Gracias, amigo..." Su tel?fono son? dos veces. "Tengo otra llamada entrante, Camel. Estaremos all? ma?ana por la noche". "Est? bien te veo despu?s. No te olvides de GFDW este fin de semana". "Derecha." Donovan colg?, y luego atendi? la otra llamada. "?Hola?" "Dios m?o, es dif?cil conseguirlo". ?Maldita sea! ?Por qu? no verifiqu? el identificador de llamadas? "Hola, Chyler". ?Por qu? no me deja tranquila? "?Qu? est?s haciendo?" "Camino a un trabajo". "?Qu? trabajo?" "Un trabajo al que llego tarde. ?Qu? deseas?" "Solo quiero hablar." "No tenemos nada de qu? hablar". "?Qu? pas? con los dos a?os que te di?" "?Me diste dos a?os?" "S?, lo hice. ?Por qu? no podemos intentarlo de nuevo? Sabes que siempre te am?. Chyler hizo una pausa por un momento. "Y todav?a lo hago". "Me dejaste. ?Recuerdas?" "Eso podr?a haber sido un error de mi parte". "?Podr?a haber sido?" “Solo quiero salir a tomar algo. Eso es todo." "?Te dije que llego tarde a un trabajo?" "No ahora. Quiz?s ma?ana por la noche. Podr?amos ir al ?ltimo asiento en el Hindenburg. "Odio ese est?pido lugar, y de todos modos, estoy ocupado ma?ana por la noche", dijo Donovan. "?Con qui?n?" "No es asunto tuyo." "Es esa chica de arbitraje, ?no?" "No." "?Cu?l es su nombre?" "Lo olvid?." "Lo averiguar?". "Adi?s, Chyler". "?Qu? tal GFDW este fin de semana?" Donovan apag? su tel?fono y lo arroj? al asiento del pasajero. Todav?a estaba furioso diez minutos despu?s, cuando lleg? a la calle Wilbert, camino a casa para buscar su camioneta. Tuvo que calmarse e ir a terminar el proyecto Wickersham antes del anochecer. Cap?tulo Seis Periodo de tiempo: 1623 a. C., en el mar en el Pac?fico Sur La atm?sfera era pesada y opresiva, el aire casi l?quido. La baja presi?n puso nerviosos a todos. Las nubes de tormenta hirvieron m?s alto, trayendo una oscuridad temprana. Fue un alivio cuando las primeras gotas de lluvia golpearon las canoas, rompiendo la tensi?n. Cuando el viento y las olas comenzaron a levantarse, Akela y Lolani arrojaron cuerdas largas a las otras canoas. Aseguraron las cuerdas entre los tres barcos, pero los mantuvieron lo suficientemente separados para que no chocaran y se causaran da?os. Bajaron las velas, las guardaron en el fondo de las canoas y se aseguraron de que todo lo dem?s estuviera atado. Colocaron a los ni?os en los centros de las tres plataformas debajo de los techos de palma, con una mujer qued?ndose con cada grupo. El resto de los adultos atendieron las paletas. Ten?an que mantener los arcos de las canoas apuntando hacia las olas que se aproximaban; de lo contrario, corr?an el riesgo de volcar. Como sus canoas no ten?an timones, los remos eran el ?nico medio para controlar los botes. A medianoche, las olas estaban subiendo m?s que la parte superior de los m?stiles, mientras que el viento alejaba las espumosas capas blancas. Las olas agitaban un fuerte olor a seres vivos, y mezclado con este olor estaba el ocasional olor a aire fresco, enrarecido por los constantes rayos. Las peque?as embarcaciones subieron por los lados delanteros de las enormes olas, se tambalearon en la parte superior, donde el viento las azotaba, y se deslizaban por la parte trasera hacia el profundo canal entre las olas donde el viento giraba y se arremolinaba. El rel?mpago saltaba de nube en nube y golpeaba el mar a su alrededor, mientras el trueno ensordecedor los asaltaba por todos lados. Los hombres y las mujeres lucharon durante horas con sus remos para mantener los botes apuntando hacia las olas. Nunca tuvieron un descanso para comer o beber. Por turnos, achicaron el agua de mar que constantemente amenazaba con inundar sus fr?giles embarcaciones. Todos estaban exhaustos; les dol?a el cuerpo por la fatiga, pero ni siquiera hubo un momento de descanso. Un rel?mpago serpente? por debajo de las nubes de tormenta, provocando un trueno instant?neo. Como golpeada por el rayo, la canoa del medio se dispar? hacia arriba desde la cresta de una ola imponente y rod? cuando golpe? el agua. Las personas y los animales fueron arrojados al mar agitado, mientras que algunos se hundieron con el bote volcado. Las dos cuerdas se tensaron cuando la canoa cay?, tirando de los otros dos botes hacia ella. Akela agarr? su cuchillo, e incluso cuando hombres y mujeres con ni?os agarrados de sus brazos se arrastraban a lo largo de la cuerda hacia ?l, comenz? a cortarla. Si no la soltaba, la canoa del medio los derribar?a a todos. Kalei, en la tercera canoa, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo cuando su bote fue arrastrado hacia el bote del medio que se hund?a. Intent? desatar la cuerda, pero el nudo mojado estaba demasiado apretado. Cogi? su cuchillo y comenz? a cortar la cuerda. La gente que se aferraba a la cuerda le grit? a Akela cuando su cuchillo de piedra cort? las fibras mojadas. Finalmente, se abri? paso, y la cuerda apretada se solt?, dejando a la gente nadando fren?ticamente, tratando de llegar a los dos botes restantes. Akela se qued? parada por un momento, congelada por el terror por lo que hab?a hecho. Hiwa Lani se zambull? en el agua y nad? hacia una mujer que intentaba nadar hacia el bote mientras sosten?a la cabeza de dos ni?os sobre el agua. Akela dej? caer su cuchillo y se zambull? en el mar embravecido. Juntos, Hiwa Lani y la mujer llevaron a los dos ni?os a la canoa. La madre se subi? al bote y Hiwa Lani empuj? a los ni?os hacia ella. Hiwa Lani busc? a otros en el agua. Akela agarr? a un ni?o de los brazos de la madre y lo coloc? de espaldas. "?Ag?rrate fuerte, Mikola!" Akela grit? mientras nadaba hacia su canoa. Mikola envolvi? sus brazos alrededor del cuello de Akela y se sostuvo. La gente en las dos canoas remaba de lado, acerc?ndolas a las del agua. Akela empuj? al ni?o a los brazos que esperaban de una mujer en la canoa y sintoniz? para nadar hacia una ni?a mientras luchaba contra el fuerte viento y las olas. Las dos canoas ahora estaban juntas sobre la canoa hundida. Con la tormenta todav?a furiosa, era imposible saber cu?ntos de los dieciocho adultos y ni?os del bote del medio hab?an sido sacados del agua. Akela pase? el agua y mir? a su alrededor, buscando a alguien que a?n estuviera en el agua. Hiwa Lani nad? hacia ?l. "No veo m?s gente", grit? a trav?s del viento aullante. "Tampoco yo." Mientras los dos sub?an a la cresta de la pr?xima ola, continuaron buscando en las aguas a otras v?ctimas. Con cada destello de un rayo, exploraban el remolino del mar. Fue entonces cuando Akela vio a una mujer en su canoa, gritando y agitando los brazos. El sonido de su voz fue arrancado por el viento, pero ?l pudo ver que ella estaba agitada por algo. Se?al? el agua y grit? fren?ticamente. Los otros en el bote gritaron y se?alaron el agua. "?Hay alguien ah? abajo!" Grit? Hiwa Lani. Ambos respiraron profundo y se lanzaron bajo las olas. El constante rel?mpago de arriba proyectaba un misterioso resplandor verdoso en el agua. En esa luz fantasmal y pulsante, Akela vio la canoa volcada a tres metros debajo de ellos, hundi?ndose lentamente. Hizo un gesto a Hiwa Lani, y ella asinti?. Nadaron hacia la canoa y fueron debajo de ella. Debajo del bote, Akela vio las piernas de una ni?a sacudiendo el agua. Pod?a ver que estaba enredada en las cuerdas. Nad? hacia ella y luego a su lado. Su cabeza apareci? en una peque?a bolsa de aire atrapada por la canoa volcada. En el parpadeante resplandor verde, pudo ver el terror en sus ojos, as? como en los ojos del lech?n que sosten?a en sus brazos. La ni?a agarr? a Akela por el cuello. "Akela, sab?a que vendr?as a salvarme". Hiwa Lani se acerc? a ellos. Ella trag? aire y mir? de uno a otro, con los ojos muy abiertos. Ella sonri?. "Lekia Moi", tom? otro aliento, "?qu? te he dicho acerca de jugar con tu cerdo debajo de los barcos?" La ni?a de ocho a?os se ri? y liber? un brazo para abrazarla. "Te amo, Hiwa Lani". La canoa gimi? y se movi? hacia un lado. El lech?n chill?, y los dem?s miraron hacia la parte inferior del bote mientras se mov?a de lado; su burbuja de aire pronto escapar?a por el costado del bote basculante. "Si vamos al fondo del mar", dijo Hiwa Lani, "no me amar?s tanto". "Toma tres respiraciones profundas, Lekia Moi", dijo Akela, "entonces debemos regresar a la tormenta". Lekia Moi comenz? a respirar profundamente. Hiwa Lani liber? a la ni?a de las cuerdas y ech? agua en la cara del cerdo para que sostuviera el aliento. Empuj? al cerdo hacia abajo y m?s all? del borde del bote. "?Listo?" Akela pregunt?. "S?", dijo la chica, y se agacharon. Con Akela y Hiwa Lani pastoreando a la ni?a entre ellos, pronto aparecieron entre el viento aullante y la lluvia. Estaban a veinte yardas de las dos canoas restantes, que ahora estaban atadas juntas. Akela vio al cochinito que avanzaba furiosamente hacia las canoas y m?s all? del cerdo, pudo ver a la madre de la ni?a agitando los brazos y gritando de alegr?a al ver a su hija. Uno de los j?venes en el bote agarr? el extremo de una cuerda y se zambull? en el agua. Se acerc? al lech?n. Meti? el cerdo debajo de su brazo mientras los otros los llevaban de vuelta al bote. Akela movi? a Lekia Moi a su espalda y avanz? hacia las canoas, con Hiwa Lani nadando a su lado. Cap?tulo Siete Periodo de tiempo: 31 de enero de 1944. Invasi?n estadounidense de la isla Kwajalein, en el Pac?fico Sur El fuego de las ametralladoras japonesas astill? la parte superior del tronco, enviando astillas y corteza volando. Martin se arrastr? hasta el final del tronco, se quit? el casco y ech? un r?pido vistazo. Ech? la cabeza hacia atr?s. "?Tres tanques!" Se arrastr? hacia Duffy y Keesler. "Hay tres de esos hijos de puta que vienen a por nosotros". Se puso el casco y se abroch? la correa debajo de la barbilla. El ruido r?tmico de las orugas del tanque se acercaba. Martin ech? otro vistazo y se agach?. "Veinte yardas", susurr?. Mir? salvajemente a su alrededor, pero no ten?an a d?nde ir. Ech? un vistazo por encima del tronco de nuevo. Los tanques estaban tan cerca ahora que estaba debajo de la l?nea de visi?n de los artilleros. Los tanques de izquierda y derecha perder?an su ubicaci?n, pero el tanque central se dirigi? directamente hacia ellos. "?Mierda!" Mir? a los otros dos hombres. Duffy estaba acostado a su lado, y Keesler estaba al otro lado de Duffy, sosteni?ndole el costado, donde la sangre empapaba su camisa. "?Qu? vamos a hacer?" Pregunt? Duffy. Martin alcanz? el hombro de Keesler y lo atrajo hacia s?. Mir? el tanque, luego se desliz? un poco a su izquierda. Atrajo a los dos hombres hacia ?l. "Baja la cabeza". Un momento despu?s, las orugas del tanque crujieron sobre el tronco y se detuvieron. El conductor adentro aceler? el motor, y el tanque se tambale? hacia adelante, sobre la ubicaci?n. Keesler grit? cuando el tanque se alz? sobre ellos. El tronco comenz? a astillarse cuando los tres hombres se apretaron juntos, presion?ndose contra la tierra. De repente, el tanque se inclin? hacia adelante, y miraron hacia el vientre grasiento de la bestia met?lica, a solo cent?metros de sus cabezas. El tronco gimi? cuando el pesado tanque presion? y continu? arrastr?ndose hacia adelante, a horcajadas sobre los tres hombres. Finalmente, el tanque pas? y los dej? en una nube de maloliente escape de diesel. "?Dios m?o!" Dijo Duffy. "?Acabamos de ser atropellados por un tanque?" "S?", dijo Martin. Observaron c?mo los tanques avanzaban hacia un peque?o barranco y luego daban media vuelta a la derecha. "?A d?nde van ellos?" Martin susurr?. "?A qui?n le importa?" Dijo Keesler. "Mientras no vuelvan de esta manera". Los tanques se alinearon y se detuvieron a unos cincuenta metros de distancia. Balancearon sus torretas ligeramente a la derecha. Aparentemente, estaban en contacto por radio entre s?, porque sus movimientos estaban coordinados. "Nuestros muchachos est?n all? abajo en alguna parte", dijo Martin. Un momento despu?s, los tanques abrieron fuego con sus ca?ones de setenta y cinco mm. Los tres hombres vieron c?mo los proyectiles golpeaban un b?nker de concreto a cien metros de distancia. Oyeron un grito, luego un soldado sali? corriendo del b?nker. "Hey", dijo Duffy, "?es uno de los nuestros!" Un artillero en uno de los tanques derrib? al soldado. "?Hijo de puta!" Grit? Keesler. Los tanques se abrieron de nuevo con sus setenta y cinco. "Han atrapado a nuestros muchachos all?", dijo Duffy. "Y los est?n haciendo pedazos", dijo Keesler. Martin agarr? las granadas de mano que colgaban de las correas de los hombros de Duffy. "?Qu? demonios est?s haciendo?" Pregunt? Duffy. "Voy a ver si puedo frenarlos". "Te cortar?n en pedazos", dijo Keesler. "Si lo s?." "Aqu?." Duffy sac? la mochila de debajo de su cabeza. "Necesitar?s esto". "?Qu? es?" Martin pregunt?. "Carga de mochila." "?C?mo funciona?" Martin tom? el paquete y lo examin?. "Emp?jalo en un lugar apretado debajo del tanque, extiende este cable mientras te alejas de ?l". "?Cu?n lejos?" “Al menos a veinte yardas de distancia, o detr?s de uno de los otros tanques. Luego tira del cord?n y ella volar? por las nubes". "?Qu? hay adentro?" "Dos libras de TNT". "Muy bien." Martin meti? las cuatro granadas en su mochila m?dica, desliz? la correa de la mochila sobre su hombro y corri? hacia los tanques. Se dej? caer al suelo junto al primer tanque, esperando que disparara su ca??n. Tan pronto como se dispar? el arma, Martin salt? al tanque, sac? laanilla de una de sus granadas y laarroj? dentro del ca??n del arma. Salt? al suelo y corri? hacia la parte trasera del segundo tanque. La granada explot?, partiendo el ca??n del arma del primer tanque. Martin se arrastr? debajo del segundo tanque, introdujo la carga de la mochila en el espacio por encima de la banda de rodamiento y sali?, atando el cord?n del detonador en el suelo. Un soldado japon?s en el primer tanque abri? la escotilla y se par? en la abertura, mirando a su alrededor. "?l va a ver a Martin", dijo Keesler. Duffy busc? su rifle. Lo vio, a diez metros de distancia, pero uno de los tanques lo hab?a atropellado. Tom? la .45 de Keesler de la funda. "?Qu? est?s haciendo?" Grit? Keesler. El soldado japon?s vio a Martin y levant? su pistola. "Voy a llamar su atenci?n", dijo Duffy. "?Entonces nos disparar?!" "Bueno, supongo que es mejor que encuentres algo de cobertura". Duffy dispar? al soldado japon?s. Su bala son? en la torreta. El soldado japon?s se dio la vuelta, disparando mientras giraba. Martin gir? la cabeza hacia el sonido de los disparos. Vio a Keesler arrastrarse sobre el tronco y luego alcanzar a Duffy para ayudarle a subir. Martin desenroll? el cord?n del detonador mientras se arrastraba detr?s del tercer tanque. El soldado japon?s salt? al suelo, buscando a Martin. Cuando tir? del cord?n del detonador, la explosi?n sacudi? la tierra, levant? el tanque del suelo y lo incendi?. La conmoci?n cerebral hizo volar al soldado japon?s a trav?s del claro y al costado de una roca. Martin escuch? que el tanque se abri? por encima de ?l. Sac? las anillas de las tres granadas restantes y las hizo rodar debajo del tanque. Ten?a cinco segundos para escapar. Dio un salto para correr, pero el soldado en la parte superior del tanque dispar?, hiriendo a Martin en la pierna derecha. Se cay?, se puso de pie, pero volvi? a caer. Intent? arrastrarse lejos. Lo ?ltimo que escuch? fueron las tres granadas explotando en r?pida sucesi?n. Cap?tulo Ocho Estaba casi oscuro cuando Donovan termin? y guard? sus herramientas. Los Wickersham salieron a revisar su trabajo y quedaron bastante satisfechos. La Sra. Wickersham le envi? un cheque a Donovan por $ 1,500. "Muchas gracias." Donovan guard? el cheque en su billetera. Sac? algunas tarjetas de visita. No, las equivocadas. Las guard? y tom? seis de una tarjeta diferente y se la dio al Sr. Wickersham. "Por favor, h?blame de tus amigos". "Estar? feliz de hacerlo". El se?or Wickersham extendi? la mano para estrecharle la mano. La se?ora Wickersham baj? el tel?fono y le estrech? la mano a Donovan. "Acabo de darte cinco estrellas felices en Facebook". "Gracias, se?ora Wickersham, y no se olvide, tiene una garant?a de por vida. Si algo sale mal, solo ll?mame". Cuando regres? a su camioneta, sac? su iPhone para llamar a Sandia. "Hola." "?Sandia?" "Donovan O'Fallon. Me gusta escucharte. "?De Verdad?" "Si. Tuve dos Excedrin hace muy poco tiempo. No masticados. ?l ri?. "Bueno. Y no m?s de cuatro al d?a. "S?, dijiste esto". "Um, ?crees que podr?a llevar a tu abuelo a cenar esta noche?" "?Abuelo?" "Si." La l?nea estaba en silencio. "?Sandia? ?Est?s ah??" "Podr?a ir, solo por ayuda con el abuelo". "Hummm, no lo s?". "No como demasiado". "Bueno, en ese caso, est? bien". Cuando Donovan condujo a su casa para buscar su Buick, silb?, En alg?n lugar sobre el Arco Iris. * * * * * El Caf? Sabrina, cerca del Museo de Arte en la calle Callowhill en el centro de Filadelfia, era un restaurante familiar con precios razonables. Encontraron una cabina junto a las grandes ventanas delanteras, luego una alegre camarera les entreg? los men?s. "Nancy" estaba escrito a mano en su etiqueta, seguido de una cara sonriente con bigotes de gatito. "Ya vuelvo". Era una joven robusta con el pelo rojo y unas mil pecas. El abuelo y Sandia se sentaron en el lado opuesto de la mesa de Donovan. Ambos estudiaron sus men?s, pero ?l ya sab?a lo que quer?a. Nancy regres? y se par? al final de la mesa, sonriendo. Donovan pudo ver que Sandia estaba teniendo problemas con el men? y la camarera la estaba poniendo nerviosa. No era que Nancy fuera agresiva, era solo que Sandia no sab?a c?mo manejar la situaci?n. Donovan mir? de Sandia al abuelo Martin. Probablemente no le importa lo que le sirvan, siempre que sea comida caliente. Despu?s de un momento, Donovan dijo: "Creo que tomar? el pollo con miel". "Eso para m? tambi?n". Sandia le entreg? su men? a la camarera. El se?or Martin le entreg? su men?. "Prepara esos tres pollos con miel", dijo Donovan. La camarera tom? notas en su cuaderno. "?Quieres pur? de papas o al horno?" Ella mir? a Sandia. "Te gusta el pur? de papas, ?verdad?" Donovan le pregunt? a Sandia. Ella asinti?. "Lo mismo para los tres", dijo Donovan. "?Ma?z, br?coli o guisantes?" Nancy le pregunt? a Donovan. "Ch?charos." "?Y qu? para beber?" "?A ti y a tu abuelo les gusta el t? helado?" Donovan pregunt?. "Si." "Est? bien, dulce t? helado", dijo Donovan a la camarera. "Est? bien", dijo Nancy. "Traer? algunos aperitivos para ustedes". Cuando la camarera los dej?, Sandia susurr?: "Gracias". Nancy regres? con sus bebidas, y una canasta cubierta llena de tartaletas de queso de tocino crecientes calientes junto con un plato de palmaditas de mantequilla fr?a. Donovan le tendi? la canasta a Sandia para que ella tomara una tartaleta, luego hizo lo mismo por el abuelo Martin. Despu?s de que el viejo tom? uno, Donovan tom? uno para s? mismo, luego tom? su t? helado. "Mantequilla." Donovan casi tira el t? en su regazo. Mir? con los ojos muy abiertos al abuelo. "?Dijiste" mantequilla"?" El viejo asinti?. "Mantequilla." Apunt? su cuchillo al plato de mantequilla. Sandia sonri? y le pas? la mantequilla al abuelo. "Estoy muy contento de o?rte decir algo". Donovan unt? con mantequilla su tartaleta. "Quiero hablar con ustedes dos sobre los dolores de cabeza de Sandia". "Est? bien", dijo el abuelo mientras masticaba un bocado. "Sandia, ?cu?nto tiempo has tenido estos dolores de cabeza?" Ella arrug? la frente. "Siempre." "?Y han empeorado ?ltimamente, tal vez en los ?ltimos a?os?" "Si." "Tengo un amigo" Nancy trajo su comida y se reclinaron para que ella pudiera colocar los platos delante de ellos. "Veamos", dijo, "va a ser muy dif?cil recordar qui?n recibe qu?". Donovan se ech? a re?r, y Sandia tambi?n. "Est? bien", dijo Nancy, "?m?s t? o pan?" "Creo que tenemos suficiente por ahora, Nancy", dijo Donovan. "Muy bien, si me necesitan, solo silba". Con una sonrisa, Nancy se apresur? a la mesa de al lado. Todos estuvieron en silencio por un rato mientras com?an. “Muy bien”, dijo el abuelo. "S?", dijo Sandia, "tan bueno". “Tengo un amigo”, dijo Donovan, “que es m?dico. Lo llam? hoy y describ? los s?ntomas de Sandia". Mir? de uno a otro. Esperaron a que continuara. "?l piensa que deber?as someterte a algunas pruebas". "Sin dinero", dijo Sandia. Dijo que deber?amos ir a la sala de emergencias del hospital ma?ana por la noche. Ah? es cuando est? de servicio. No pueden rechazar a nadie, incluso si no tienen dinero o seguro". "?Qu? son las pruebas?" ella pregunt?. "Probablemente una tomograf?a computarizada". Sandia tom? un bocado de pollo y mastic? por un momento. "?Crees que esta es una buena idea para m??" "S?." "Abuelo", dijo, "?t? tambi?n piensas?" "Si." Tom? un bocado de pur? de papas. "Est? bien", dijo Sandia. Despu?s de la comida, comieron tarta de fresa para el postre. "?Puedo hablar con el gerente?" Donovan le pregunt? a Nancy mientras ella limpiaba sus platos. Ella se detuvo y lo mir? fijamente. "?Hice algo malo?" Sacudi? la cabeza. "Ya vuelvo". Pronto, un hombre bajo y rojizo con una cabeza afeitada en forma de bala se dirigi? hacia su mesa con Nancy detr?s de ?l. "?Qu? pasa?" pregunt?. "Nada", dijo Donovan. "La comida, el servicio, el ambiente... todo es excelente". El gerente se encogi? de hombros y extendi? las manos, con las palmas hacia arriba. "?Gracias?" Obviamente no sab?a a d?nde iba esto, pero estaba en guardia. Fue entonces cuando not? la tarjeta de identificaci?n en la correa para el cuello de Donovan. "Eres un reportero". “Escribo una columna en l?nea donde reviso las empresas de la ciudad. Tengo m?s de diez mil seguidores. Con su permiso, me gustar?a tomar algunas fotos y escribir un art?culo para la columna de ma?ana". El gerente todav?a parec?a un poco dudoso. "Ser? una cr?tica positiva, cuatro campanas al menos". Nancy trat? de sofocar una risa nerviosa, pero sali? como una risa inc?moda. Ella presion? sus dedos contra sus labios. "Lo siento." "Bueno, entonces", dijo el gerente, "s?, por supuesto". "Si a Nancy no le importa, me gustar?a una foto de ella, siendo ella misma alegre mientras sirve a los clientes. Una camarera amable hace toda la diferencia en la experiencia gastron?mica". El gerente mir? a Nancy por un momento, con el ce?o arrugado. "?Si puedo ir a arreglar mi cabello?" Nancy se coloc? un rizo rojo sobre la oreja y mir? de su jefe a Donovan. Donovan recogi? su malet?n para sacar su Canon. * * * * * Cuando Donovan se llev? a Sandia y a su abuelo a casa a las diez, se sinti? perturbado o en conflicto. Algo le molestaba, pero no pod?a se?alar qu? estaba mal. Sandia abri? la puerta principal y el abuelo entr?. Se detuvo en el escal?n sobre Donovan, sonriendo. "Bueno", dijo, "creo que deber?a..." "?Quieres entrar?" Oh, dios, s?. Quiero entrar, sentarme a tus pies y mirar esos hermosos ojos azules por el resto de mi vida. "Ya es tarde." Sab?a que no hab?a nada en su casa para el desayuno. Sab?a que su dolor de cabeza volver?a. El abuelo parec?a racional en ese momento, pero si algo le suced?a a Sandia, ?era capaz de cuidarla? El viejo podr?a volver a estar en estado de shock, como lo hizo cuando recibi? esa carta del Vice Almirante. Solo hab?an pasado once horas desde que ella le abri? la puerta esa ma?ana, y ?l ya estaba tan envuelto en su vida que le result? dif?cil alejarse. Ella esper? en silencio, sonriendo. Si entraba ahora, sab?a que pasar?a la noche, probablemente durmiendo en el sof? o hablando con ella por el resto de la noche. O tal vez hacer algo impulsivo y est?pido. No, ten?a que ser fuerte. "Realmente debo irme". "Gracias, Donovan". "Traer? el desayuno por la ma?ana, si est? bien". Ella asinti? Se apresur? por el camino hacia su Buick, luego mir? hacia atr?s y vio que ella lo miraba. Cap?tulo Nueve Per?odo de Tiempo: 1623 a. C., en el mar en el Pac?fico Sur No hab?a amanecer, solo la apagada aparici?n gris plomo de nubes bajas que se arrastraban ante un fuerte viento del oeste. Una lluvia fr?a golpe? a la gente de Babatana mientras continuaban luchando contra el tormentoso mar. El coraz?n de la tormenta se hab?a alejado hacia el este, pero a?n pod?an escuchar los gru?idos distantes del trueno. Tom? toda su fuerza para mantener las proas de sus barcos enfrentada a las olas que se aproximaban de entre quince y veinte pies de altura. Hiwa Lani se sent? con los ni?os y los animales en el centro de una de las plataformas mientras las otras mujeres y hombres tripulaban los remos para mantener las canoas de frente en las espumosas olas. Su techo de hojas de palma con techo de paja se hab?a volado durante la noche, pero Hiwa Lani mantuvo a los ni?os juntos en un c?rculo alrededor de los animales. "Ag?rrense firmemente de las cuerdas y entre s?", dijo Hiwa Lani, "la tormenta pronto terminar?". Ella trat? de mantener su voz firme y tranquilizadora, pero estaba tan aterrorizada como los ni?os. Las dos canoas ahora estaban atadas juntas, evitando que fuesenarrancadas una de la otra. Lentamente, durante un per?odo de horas, las olas disminuyeron y, a media tarde, el sol atraves? las nubes para iluminar la peque?a flotilla y darle a Akela la oportunidad de inventariar el da?o. Hab?an perdido una canoa junto con todas las plantas y la mayor?a de los animales en ese bote. El m?stil del barco de Kalei, los techos de ambos barcos y gran parte de los aparejos hab?an desaparecido. Sin embargo, la p?rdida de vidas de las dos canoas restantes se limitaba a un cerdo llamado Cachu, que hab?a sido arrastrado por la borda durante la noche de tormenta. Estaban exhaustos, pero al menos todos hab?an sobrevivido. Fregata, el ave fragata, aunque empapada de agua de mar y luciendo miserable en su jaula, todav?a estaba viva. Agradecieron a Tangaroa, dios del mar, por mantener a salvo a toda la gente de Babatana durante la larga noche de tormenta. El viento los hab?a llevado muy lejos al este de su curso y hasta que el mar se estabilizara a su ritmo normal, Akela no pod?a leer los bajos y las olas para orientarse. Despu?s de hacer las reparaciones y de haber comido bien, Akela solt? al ave fragata, y todos la vieron en espiral en lo alto mientras cabalgaba el viento del oeste. Cuando era poco m?s que una mota marr?n contra el cielo azul, se dirigi? hacia el norte y vol? hacia el horizonte. Akela estableci? una ruta hacia el norte, siguiendo a Fregata. La fragata pronto estar?a fuera de la vista, pero Akela podr?a usar la posici?n del sol para mantener su rumbo. Al caer la noche, el p?jaro no hab?a regresado, por lo que Akela continu? hacia el norte. Al anochecer y durante toda la noche, observ? a las estrellas mantener una l?nea recta. El p?jaro a?n no hab?a regresado al amanecer. Los esp?ritus de todos se levantaron cuando se hizo evidente que la fragata hab?a encontrado un lugar para aterrizar. Poco despu?s del mediod?a, Akela le grit? a su esposa: "?Karika, mira esas nubes!" Ella sombre? sus ojos y mir? hacia el norte, donde ?l se?al?. "Um, esas son nubes muy bonitas, Akela". ?Ves c?mo los fondos de las nubes son de color claro? Est?n sobre aguas poco profundas, tal vez cerca de una playa". “Ah, s?, Akela. Ahora veo eso.” "De esa manera, Metoa", grit? Akela al hombre en la popa. “Gu?anos de esa manera. Todos los dem?s, tomen sus remos.” Akela agarr? su propia pala y comenz? a tirar con fuerza contra el agua. La peque?a Tevita trep? a la mitad del m?stil para tener una mejor vista del mar que ten?a por delante. "??rboles, pap?!" ella grit?: "Veo ?rboles". Akela se puso de pie. "?Si! Los veo, Tevita. Se sent? de nuevo y acarici? su remo a?n m?s fuerte que antes. No pas? mucho tiempo antes de que una isla apareciera a la vista. Al principio, parec?a ser solo un peque?o atol?n, pero a medida que se acercaban, pod?an ver que se curvaba hacia el este y el oeste, y solo ve?an un promontorio de una gran isla. Cuando estaban a cien yardas de la costa, Akela levant? la mano para evitar que los dem?s remaran. "Ahora veamos si otras personas viven aqu?". Permanecieron sentados durante un rato, lentamente a la deriva paralela a la playa de arena donde enormes palmeras proyectaban una sombra acogedora a lo largo de la l?nea de la marea alta. La joven doncella, Hiwa Lani, se levant? y se cubri? los ojos mientras ella tambi?n escaneaba la playa, en busca de cualquier signo de movimiento. Akela sab?a que su gente estaba ansiosa por desembarcar y caminar por tierra firme por primera vez en dos meses, pero no quer?a que se encontraran con una tribu hostil que no aceptar?a amablemente a cuarenta reci?n llegados que invad?an su isla. Akela y Metoa desataron los dos botes el uno del otro mientras vigilaban la orilla. Despu?s de veinte minutos y sin se?ales de movimiento en la playa, Akela les indic? que entraran. Pod?an ver los interruptores delante de ellos y sab?an que iban a dar un paseo duro, pero nada como la tormenta de la noche anterior. Manteniendo sus arcos apuntando hacia la orilla, surfearon a trav?s de los rompeolas y se deslizaron hacia una peque?a cala tallada en la playa. Ten?a tal vez cien yardas de ancho y se formaba en un semic?rculo casi perfecto. Aterrizaron en arena blanca y fina en polvo. “Pap?, mira all?”, dijo Tevita, “hermosos ?rboles de flores. Necesitamos elegir algunos para nuestro lei de bienvenida. "Qu?date cerca." Akela segu?a vigilando la hilera de ?rboles. No hubo protestas de Tevita o de los otros ni?os, ya que ellos tambi?n miraban los ?rboles. Akela los condujo por la playa y les dijo que se mantuvieran alertas y que estuvieran listos para defenderse. Despu?s de un rato caminaron hacia los ?rboles, buscando senderos. Dentro de la gruesa l?nea de palmeras, se detuvieron, escuchando sonidos inusuales y buscando cualquier tipo de estructura hecha por el hombre. Al no encontrar rastros, se adentraron en el bosque. Vieron muchas especies de p?jaros y mariposas, pero no hay se?ales de personas ni de nada hecho por el hombre. Cuando llegaron al otro lado de la isla, pudieron ver que estaba formada en forma de boomerang roto que encerraba una gran laguna de agua azul p?lido. Entremezclados con las palmeras de coco y esparcidos a lo largo de los bordes de la laguna hab?a m?s ?rboles en flor con flores de cuatro p?talos blancos como la nieve. Caminando por la playa de arena de la laguna, pronto llegaron a una gran roca de coral que se hab?a lavado en tierra en una tormenta antigua. En lo alto de la roca, vieron a su fragata, tomando el sol y acicalando sus plumas. "?Mira all?!" Tevita se?al? el borde del bosque. De pie en la hierba, masticando despreocupadamente una rama de flores blancas estaba Cachu, el cerdo que se hab?a lavado por la borda durante la tormenta. ?l ignor? intencionadamente a la gente mientras mord?a otra ramita. "Esta es una buena se?al", dijo Akela mientras los dem?s se reun?an a su alrededor. “Los dioses nos han llevado a nuestro nuevo hogar. Llamaremos a este lugar Kwajalein, el Lugar del ?rbol de la Flor Blanca. Hiwa Lani y los ni?os recogieron flores de los ?rboles de flores blancas, luego las ensartaron en leis de bienvenida para toda la gente, y tambi?n una para Cachu. Todos se arrodillaron en la arena y dieron gracias a Tangaroa, dios del mar, Tawhiri, dios del viento y las tormentas, y Pel?, diosa del fuego. La gente de Babatana hab?a dejado a los otros animales atados en los botes mientras exploraban la isla. Despu?s de estar seguros de que no hab?a animales depredadores o personas en la isla, descargaron los cerdos, los perros y las gallinas para dejarlos correr libremente. No encontraron ninguna fuente de agua dulce, por lo que tendr?an que recolectar agua de lluvia, pero estaban acostumbrados a eso. Cientos de cocoteros y robles cubr?an la isla, pero Akela sab?a que ten?an que cuidar celosamente los ?rboles, asegur?ndose de no cortar m?s de lo que la isla pod?a reproducir. Una isla est?ril pronto se convertir?a en una desolada. La gran laguna estaba casi completamente cerrada por la isla. Las tranquilas aguas cer?leas conten?an muchos tipos de peces comestibles, incluidos los corredores del arco iris, los peces mariposa y las espinas. Tambi?n hab?a abundancia de cangrejos, ostras, almejas y langostas. Esa primera noche, Akela encendi? fuego con sus pedernales y prepararon una comida caliente por primera vez en m?s de dos meses. Todos estaban hartos de pescado crudo, pero eran reacios a matar a cualquiera de los cerdos hasta que aumentaran su n?mero. Entonces las mujeres asaron cuatro pargos rojos grandes en planchas sobre el fuego mientras los ni?os recog?an una canasta tejida llena de almejas para hornear en las brasas. Tambi?n hornearon fruta del pan y taro. Mientras las mujeres cocinaban, los hombres construyeron refugios temporales para pasar la noche. Mientras se sentaban alrededor del fuego comiendo y hablando, consideraron d?nde podr?an construir sus chozas permanentes y plantar la fruta del pan y el taro. Tambi?n hablaron de construir dos docenas de canoas m?s. Estas se colocar?an a lo largo de la playa sobre la l?nea de la marea alta. Cualquier migrante que pasara ver?a todas las canoas y pensar?a que la isla ya estaba muy poblada, y pasar?an para encontrar otra isla para vivir. * * * * * A la ma?ana siguiente se despertaron con el sonido de los tr?picos cantando en los robles y las gaviotas marrones que trabajan en la costa en busca de peque?os peces y crust?ceos. Despu?s del desayuno, caminaron a lo largo de la isla y en el extremo occidental, vieron otra isla a poca distancia. M?s tarde, cuando se estableci? el pueblo, tomar?an las canoas y explorar?an la otra isla. Hab?an perdido varios animales cuando la canoa del medio se hundi? durante la tormenta, pero todav?a ten?an catorce cerdos m?s veintitr?s gallinas y dos perros. No encontraron serpientes u otros depredadores en la isla, por lo que los pollos se multiplicar?an r?pidamente y pronto proporcionar?an un suministro de carne y huevos. Los cerdos tardar?an m?s en aumentar su n?mero. A partir del tama?o de Kwajalein y los abundantes ?rboles y otras plantas, Akela calcul? que la isla podr?a soportar hasta cuatrocientas personas. "Eso significa", dijo Akela a su esposa, Karika, mientras yac?an juntos en sus colchonetas para dormir, "nuestros nietos tendr?n que planear enviar personas para encontrar nuevas islas para la creciente poblaci?n". Karika se volvi? y apoy? la cabeza en su mano. "Y eso significa que tendr?s que ense?arle a tu nieto a navegar por el mar". Ella le sonri? a su esposo. "Para entonces ser? demasiado viejo para caminar hasta el mar". "Entonces quiz?s deber?as ense?arle las habilidades de navegaci?n a tu hijo". "Pero no tengo un" Ella detuvo sus palabras con un beso y se acurruc? m?s cerca de ?l. Cap?tulo Diez A la medianoche, Donovan, Sandia y el abuelo Martin se sentaron en la concurrida sala de espera de emergencias en el Centro M?dico Einstein en Old York Road. Donovan alquil? una silla de ruedas m?s temprano en el d?a y Sandia hab?a empujado al abuelo al hospital. Esperaron casi una hora antes de ver a la enfermera de triaje. Cuando la enfermera le pregunt? al Sr. Martin si ?l era la parte responsable, ?l le dio su nombre, rango y n?mero de serie. "Es un veterano de la Segunda Guerra Mundial", dijo Donovan, "y tiene un problema temporal con las comunicaciones verbales". "Est? bien", dijo ella, "obtengamos la informaci?n de Sandia, luego volveremos a la parte financiera". Despu?s de que la enfermera escuch? todos los detalles de la condici?n de Sandia, le asign? a Sandia una prioridad emergente de nivel dos. Durante este proceso, Donovan supo que se llamaba Sandia Ebadon McAllister, ten?a veinti?n a?os, nunca se hab?a casado, no ten?a hijos y su educaci?n se hab?a detenido a los ocho a?os. La desaparici?n de sus padres parece haber coincidido con el final de sus estudios. "?Qu? tan pronto ver? a un m?dico?" Pregunt? Donovan. "Muy pronto. No tenemos ning?n nivel uno o dos en la sala de espera. Ahora, necesito obtener la informaci?n de su seguro". "Ella no tiene seguro". "?Situaci?n financiera?" "Su familia no tiene dinero". “?Se ha inscrito para recibir atenci?n m?dica asequible?” "?Obamacare?" Donovan mir? a Sandia. Ella se encogi? de hombros y sacudi? la cabeza. "No", dijo Donovan. “Vaya a la oficina de finanzas, justo al final del pasillo. Maggie comenzar? su inscripci?n en Affordable Health Care y Medicaid. La llamaremos por el parlante cuando el m?dico est? listo para verla". * * * * * Maggie acababa de comenzar a ingresar la informaci?n en el sitio web de Affordable Health Care cuando se llam? a Sandia por el parlante. "Si vuelves aqu?", dijo Maggie, "terminaremos esto despu?s del examen de Sandia". "Est? bien", dijo Donovan. “Solo ve por el pasillo a tu derecha. Sala de examen cuatro. * * * * * Donovan mir? alrededor de la sala de examen est?ril, luego estacion? la silla de ruedas del Sr. Martin al lado de un fregadero de porcelana brillante con palancas en lugar de grifos. Una mujer joven con una chaqueta blanca de laboratorio entr? en la habitaci?n. Donovan la observ? estudiar el formulario en su portapapeles. Sin reconocer la presencia de nadie, pas? a la segunda p?gina. Ella era delgada y encantadora. Su cabello color caramelo estaba muy corto y peinado como el de un ni?o. Era atractiva en una especie de secretaria de oficina con ojos de azul celeste que podr?an haber sido cincelados desde el glaciar Mendenhall. Un estetoscopio sobresal?a del bolsillo de su chaqueta de laboratorio. Donovan pens? que parec?a una ni?a de secundaria. Mir? a Donovan y al se?or Martin, luego su mirada se pos? en Sandia. Donovan no pod?a estar seguro, pero parec?a que los ojos glaciales de la mujer se calentaron al azul mediterr?neo. La mujer se dio la vuelta, coloc? el portapapeles sobre la encimera y pis? la palanca de agua caliente. Se lav? las manos durante lo que pareci? un tiempo excesivo usando aproximadamente dos cucharadas de jab?n antibacteriano. Despu?s de sacudirse el agua de las manos, las agit? debajo de una caja de metal gris montada en la pared. La caja chirri? como asustada y escupi? una larga toalla de papel marr?n. Despu?s de secarse las manos, fue a Sandia, donde se par? junto a su abuelo. "Soy Grace". Ella extendi? la mano. Sandia mir? la mano extendida. Espero que entienda que Sandia no est? siendo esnob. Es solo que ella no tiene habilidades sociales. Me pregunto ?por qu? es as?? Despu?s de no obtener una respuesta, Grace tom? el brazo de Sandia, justo por encima de su codo, y la gui? hacia la mesa de examen. "Si?ntate aqu?, por favor". Sandia se sent? en la mesa, se ech? hacia atr?s y se ajust? la falda marr?n sobre las rodillas. Cuando Grace sac? el estetoscopio del bolsillo de su chaqueta, Donovan vio que miraba la mano izquierda de Sandia y luego la suya. "?D?nde duele?" Grace le habl? a Sandia mientras escuchaba su coraz?n con el estetoscopio. "Aqu?." Sandia toc? el centro de su frente y movi? los dedos hacia la sien izquierda. Grace se quit? el estetoscopio de las orejas y lo dej? colgar de su cuello. "?Qu? tal aqu??" Toc? la parte superior de la cabeza de Sandia. "Algunas veces." "?Tienes n?useas por las ma?anas?" Sandia mir? a Donovan. "Enferma del est?mago", dijo. Ella asinti? y Grace escribi? en su portapapeles. "Disculpe, Grace", dijo Donovan. Ella levant? una ceja. "?Cu?ndo estar? el doctor aqu??" "Se?or. Mart?n" "No soy el Sr. Martin". "?No eres el hermano de Sandia?" "No." "?T?o?" "No." "?Un pariente de alg?n tipo?" "No." Ech? un vistazo a la identificaci?n de prensa que colgaba de la correa azul y roja alrededor de su cuello. "?Qui?n eres t??" "Soy Donovan O’Fallon". El portapapeles reson? en la encimera. "Entonces tendr?s que esperar afuera". "Pero" Ella se?al? la puerta. Antes de salir de la habitaci?n, mir? a Sandia para ver una expresi?n de aprensi?n. Trat? de tranquilizarla con una sonrisa. Cuando abri? la puerta, Grace lo detuvo. "Se?or. O?Fallon". "?Si?" "Soy neurocirujano". "Oh..." Abra la boca, inserte el pie. "E-est? bien, lo siento. Estar? en la sala de espera si me necesita". "Correcto." Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=63375868&lfrom=688855901) на ЛитРес. Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.
Наш литературный журнал Лучшее место для размещения своих произведений молодыми авторами, поэтами; для реализации своих творческих идей и для того, чтобы ваши произведения стали популярными и читаемыми. Если вы, неизвестный современный поэт или заинтересованный читатель - Вас ждёт наш литературный журнал.