Скатилась слеза и от боли Сжимается сердце в груди, Немного ещё и я взвою О,Боже,меня отведи От мыслей греховных,запретных. Могу умереть от любви. Бежать я готова за ветром По самому краю земли. Бежать от себя-безнадёга, Бежать от него...Впереди Покой,впрочем шансов немного, Прошу лишь,меня отведи От мыслей греховных,запретных, А всё остальное,п

El Secreto Oculto De Los Sumerios

El Secreto Oculto De Los Sumerios Juan Mois?s De La Serna Una exposici?n de las antiguas civilizaciones de la humanidad dar? inicio a una de las m?s intrigantes y trepidantes aventuras por las calles de New York, en donde las persecuciones se suceder?n con los m?s misteriosos encuentros con personajes misteriosos. Una exposici?n de las antiguas civilizaciones de la humanidad dar? inicio a una de las m?s intrigantes y trepidantes aventuras por las calles de New York, en donde las persecuciones se suceder?n con los m?s misteriosos encuentros con personajes misteriosos. Una b?squeda incesante de lo que puede suponer el mayor hallazgo de la civilizaci?n occidental, descubrir de d?nde procede el conocimiento que le hizo dar el salto cualitativo que convirti? a un pueblo pesquero en el que se consider? cuna de la cultura y el desarrollo del mundo conocido hasta escasos siglos. Una intriga que te mantendr? en suspense hasta el final, en donde las m?s avanzadas t?cnicas de espionaje se ver?n enfrentadas a los m?s secretos conocimientos antiguos, todo ello ambientado en la actual New York, ciudad siempre cosmopolita, que encierra entre sus barriadas y calles, una gran diversidad cultural. Juan Mois?s de la Serna El Secreto Oculto de Los Sumerios El Secreto Oculto de los Sumerios Juan Mois?s de la Serna Editorial Tektime 2019 “El Secreto Oculto de los Sumerios” Escrito por Juan Mois?s de la Serna 1? edici?n: febrero 2019 © Juan Mois?s de la Serna, 2019 © Ediciones Tektime, 2019 Todos los derechos reservados Distribuido por Tektime https://www.traduzionelibri.it No se permite la reproducci?n total o parcial de este libro, ni su incorporaci?n a un sistema inform?tico, ni su transmisi?n en cualquier forma o por cualquier medio, sea ?ste electr?nico, mec?nico, por fotocopia, por grabaci?n u otros medios, sin el permiso previo y por escrito del editor. 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Una intriga que te mantendr? en suspense hasta el final, en donde las m?s avanzadas t?cnicas de espionaje se ver?n enfrentadas a los m?s secretos conocimientos antiguos, todo ello ambientado en la actual New York, ciudad siempre cosmopolita, que encierra entre sus barriadas y calles, una gran diversidad cultural. Dedicado a mis padres CAP?TULO 1. LA BIBLIOTECA Estaba nervioso por lo que iba a ser mi estreno en sociedad, mi puesta de largo. Invert? tantos a?os de estudios realizado en distintos pa?ses a lo largo del mundo. Hab?a dedicado cuantiosas horas de trabajo en solitario en las bibliotecas para poder culminar mi carrera en este momento. A decir verdad, tuve mucha suerte de poder contar con tanta colaboraci?n, otros a pesar de sus posibilidades quedaron retrasados por ese peque?o pero imprescindible detalla de la financiaci?n. Gracias a que mi antiguo director de tesis conoc?a a las personas adecuadas y que estos estuvieron interesados en mi proyecto he podido realizar mi sue?o. Aparte del coste econ?mico, esto ha supuesto una gran inversi?n de recursos humanos, pero sobre todo de colaboraci?n con otras instituciones, museos y universidades adem?s de con coleccionistas privados que generosamente hab?an cedido sus obras para ser apreciadas por otros. Creo que ha sido la primera vez en la historia y por supuesto en mi vida que se consigue reunir tantos restos arqueol?gicos de esta civilizaci?n bajo el mismo techo, aunque han existido otros precedentes, el n?mero de piezas exhibidas era muy inferior al que hab?a logrado acaparar para este evento. Igualmente me considero privilegiado al tener la oportunidad de utilizar para este evento un lugar tan privilegiado como el New York Public Library (la Biblioteca de Nueva York). Un edificio rodeado de rascacielos de m?rmol blanco y estilo neocl?sico, conocido como la Library Lion (la Biblioteca Le?n) debido a dos leones de m?rmol rosado que custodian la entrada llamados Patience (Paciencia) y Fortitude (Fortaleza); con dos fuentes a ambos lados de la escalinata que simbolizan La Verdad y La Belleza. Una suntuosa construcci?n ubicada en la famosa Fifth Avenue (la Quinta Avenida), siendo considerada como una de las bibliotecas m?s importantes del mundo y de las m?s grandes de Estados Unidos. Una escalinata que conduce a un p?rtico de triple arcada que da acceso al edificio, iniciando el recorrido por el Astor Hall con su espectacular b?veda de m?rmol blanco y de ah? a la sala donde se realiza la exposici?n, la Gottesman Hall. Menos mal que en este momento estaba de remodelaci?n pues de otra forma no podr?a haberlo realizado, debido al ajetreo diario de estudiantes y curiosos que consultan sus bases bibliogr?ficas con uno de los archivos digitales m?s desarrollados del mundo. Me hab?a tenido que desplazar a distintos pa?ses, todav?a recuerdo mis discusiones en Jordania por trasladar aquellas peque?as pero valiosas joyas, ese ha sido un problema recurrente que al que no me hab?a enfrentado hasta ese momento. Como comisario de la exposici?n, sab?a todo lo que hac?a falta sobre la organizaci?n de espacios, la selecci?n de piezas, la clasificaci?n de tem?ticas, las asignaciones de tiempo, pero de seguridad no conoc?a nada. Ha tenido que ser el propio ayuntamiento el que se ha ofrecido para asesorarme, o mejor dicho decidir en cada caso qu? hacer, pues la exposici?n se realizaba en un edificio p?blico en la ciudad. Nunca he visto tantas c?maras, sensores ni detectores de movimiento, humos o calor en un solo sitio. Hab?a escuchado de la seguridad invisible, aquella que se encarga de la vigilancia y detecci?n de problemas sin que el ciudadano de a pie se d? cuenta, pero cientos de c?maras instaladas en aquel recinto me daban una idea de a lo que puede llegar la seguridad. Necesitaron habilitar una de las salas que ya ten?a proyectado como parte de la exposici?n, ?nicamente como sala de seguridad para el control de todas las c?maras, as? como la coordinaci?n del personal de seguridad. Para m? era exagerado tener tanta vigilancia, ?nicamente con haber asignado a una persona en la puerta encargada de fijarse de que nadie se llevase ninguna pieza era suficiente, pero desde la alcald?a advirtieron que o se cumpl?an sus condiciones de seguridad o no se realizaba la exposici?n. Al final hab?a tenido que ceder, aunque no de buena gana, los que trabaj?bamos ah? en la organizaci?n, los transportistas y los de seguridad e incluso del personal de limpieza ?ramos escrupulosamente examinados en una antesala para evitar que entrase cualquier tipo de sustancia sospechosa, gracias a esa nariz electr?nica. Se acabaron los arcos de seguridad, ahora era todo a base de control de aires, como lo llamaba yo; todav?a no entend?a muy bien c?mo funcionaba, a pesar de que me lo explicaron en varias ocasiones. Se trataba de un proceso en cuatro bloques, el primero y m?s complejo para m?, el de transducci?n, conformado por sensores qu?micos o de gas; el de adquisici?n de se?al y conversi?n a formato digital; el de procesado y el cuarto y ?ltimo de presentaci?n de resultados. Por mi parte lo ?nico que ve?a es que ten?a que situarme delante de un fondo de color verde, esperar unos segundos a que me echase un chorro de aire y listo; se supone que aquel es especial y que expande las mol?culas de olor de mi cuerpo y si se detecta alguna sustancia potencialmente peligrosa suenan las alarmas. As? sucedi? m?s de una vez con los montadores de vitrinas, que alguno que otro, trabajaba por las tardes en la construcci?n y cuando quer?a al d?a siguiente entrar sonaban todas las alarmas, por haber estado cerca de donde se soldaba con productos como acetileno, propano o butano. Todo un espect?culo sonoro y visual de alarmas que boqueaban a la persona y la asilaban hasta que comprobasen todas sus pertenencias y su identificaci?n ocular y dactilar. Un derroche de ingenio y concienzudo trabajo para algo tan inocente como una exposici?n de “cacharos antiguos” como les defini? el jefe de polic?a de la ciudad cuando vio el cat?logo de piezas a presentar en la exposici?n. Personalmente estaba muy orgulloso de presentar mi primera exposici?n como comisario, a pesar de haber tenido algunas propuestas previas en varios museos de pueblos alejados, prefer? estrenarme a lo grande y para ello trat? por todos los medios a mi alcance de impresionar al p?blico, transport?ndolo literalmente al mundo antiguo. Lo m?s dif?cil fue realizar una maqueta en mitad de la sala de exposici?n, r?plica del zigurat de Ur, pr?ximo a Nasiriyah (Iraq), santuario del Dios de la luna, Nanna. Una antigua edificaci?n de Mesopotamia, construida con base rectangular, con superposiciones de plataformas que van estrech?ndose desde la base hasta la cima, la cual es plana y donde se ubicaba un peque?o templo. Una estructura a modo de torre o pir?mide escalonada, formada por varias terrazas conectadas entre s? mediante rampas. Aunque exist?an otros ejemplos m?s fidedignos de la construcci?n primitiva, como el caso del ziguart de Dur-Untash ubicado en Susa (Ir?n). El abandono, la erosi?n del desierto y el paso del tiempo, ha desdibujado la majestuosidad del edificio quedando apenas algunas muestras de tan colosal construcci?n. Un intento por mostrar uno de los pilares de la cultura sumeria, el culto a sus deidades, y la relaci?n entre la religi?n y el pueblo. Ya que estos monumentos se erig?an como veh?culo para aproximarse a sus dioses, lugares que ?nicamente pod?an pisar los sacerdotes, pero que al estar construidos en lo alto de las explanadas eran visibles desde largas distancias. Pero aquello me acarre? muchos problemas pues algunas comunidades religiosas dec?an que aquello era una provocaci?n en contra de su propia historia como pueblo, tal fue el revuelo que se form? que al final me tuve que desistir. Conform?ndome con recrearlo, fotografiarlo y desmontarlo, dejando ?nicamente una gran fotograf?a de la maqueta recreada en una de las paredes de la sala de exposiciones con un peque?o cartel indicativo del modo de construcci?n de la antig?edad sin entrar en mayores detalles. Eran muchas las piezas que hab?a conseguido reunir en aquella exposici?n sobre el mundo sumerio, cuna de la humanidad, a pesar de lo cual mi predilecta era la Estela de Hammurabi pues refleja lo actual de aquella cultura. Un largo repaso de piezas de lo que es para algunos la m?s inquietante civilizaci?n perdida, a un paso entre la realidad y la ficci?n, lleg?ndose a comparar con la m?tica Atl?ntida por sus extraordinarios avances en relativamente poco tiempo y por haber dejado una huella indeleble en la historia de la humanidad. Para los amantes de lo extraordinario, de las leyendas y las conjeturas, aquellos eran los restos de una civilizaci?n que hab?an mantenido contacto directo con sus dioses y que gracias a estos pudieron establecerse como civilizaci?n extendiendo su cultura a las poblaciones colindantes. Un hecho cuando menos sorprendente que en este lugar, Mesopotamia, ubicado entre los r?os ?ufrates y Tigris, es que se concentr? tanto poder y conocimiento, cuando a su alrededor todav?a no se daban las condiciones para que surgiesen tales avances. A pesar de que algunos grupos cient?ficos me criticaron mi visi?n parcial sobre la historia del mundo olvidando otros lugares que por estar alejados no por ello menos importantes como la China, la India o la Am?rica precolombina. Con lo que la historia se deber?a de rescribir para incorporar a la olvidada por occidente civilizaci?n China, que en mi opini?n ha sido la ?nica que ha tenido una cierta continuidad en el tiempo, siendo las occidentales de unos cientos de a?os escasos, a pesar de que se daba una gran sucesi?n de pueblos dominantes seg?n la ?poca. A muchos les pareci? raro que escogiese a este pueblo y no a los egipcios, como era habitual hacer. Personalmente a pesar de que admiraba esa cultura, entend?a que ya estaba casi todo dicho, aunque todav?a guardaba incontables secretos y preguntas por responder como ?Qui?n fue el que construy? las pir?mides?, ?De d?nde procede la esfinge?, o ?C?mo lleg? a formarse un pueblo aparentemente disperso en el desierto como civilizaci?n? A pesar de lo poco que sabemos, d?a a d?a se producen nuevos descubrimientos sobre ese mundo que ha cautivado a tantos. Eclipsando con ello a otros lugares de inter?s en la zona como pueden ser las pir?mides de Sud?n, que a pesar de ser de menor tama?o no por ello dejan de conservar cierta similitud y sobre todo mantener el halo de misterio. Otros me criticaron que la exposici?n no la hiciese sobre Grecia, cuna de la civilizaci?n occidental. Por lo menos as? se proclamaba, ya que fueron los art?fices de la escritura actual, pero sobre todo de la forma de pensar, gracias a los eruditos como S?crates, Plat?n o Arist?teles que dejaron sus pensamientos plasmados para posteriores generaciones y que ha sido materia de obligado estudio desde entonces. Sin disgustarme del todo la idea me parec?a un poco pretencioso, querer asignar a un pueblo como el griego el calificativo de cuna de la cultura, cuando ellos ?nicamente tuvieron una influencia parcial. Es cierto que marc? el curso de la cultura del mundo conocido, por lo menos a nuestros ojos occidentales, pero en la Tierra de exist?an otras civilizaciones que se desarrollaban a la vez en otras latitudes, por eso considero que tuvo un impacto parcial. Igualmente, los menos me instaron a honrar tambi?n a los primeros pobladores de Iberoam?rica, cuya civilizaci?n se desarroll? en paralelo a?n en la evidente distancia y separaci?n f?sica, cuando no exist?a ning?n contacto entre culturas de tan alejados lugares. Pero mi inter?s era m?s ambicioso quer?a dar una visi?n a?n m?s global, revelar la naturaleza del hombre actual desde los or?genes de la civilizaci?n, compartiendo mis inquietudes sobre una esencia que se mantiene a lo largo del tiempo, permitiendo que el pasado nos sirva para explicar lo que somos y por ende de lo que seremos. Algunos me han criticado el intentar cambiar la forma de concebir la historia con la exposici?n, pero aquello m?s que una cr?tica me parece una abalanza a mi trabajo. Mostrar los hallazgos de una civilizaci?n milenaria con los descubrimientos actuales ha suscitado que unos pocos detractores me hayan tachado de ilusionista, por querer crear una ficci?n de la realidad en vez de presentar s?lo los datos y todo eso lo han dicho sin siquiera haber visto la exposici?n, pues no se ha inaugurado. Aparte de lo que iba a ser la exposici?n durante m?s de un mes de las obras m?s representativas, unido a los tablones explicativos, fotograf?as, reconstrucciones de momentos de su vida cotidiana, pol?tica, comercial y religiosa, de las explicaciones auditivas, paneles interactivos y proyecciones. Adem?s de lo que conforma la exposici?n ten?a programado una serie de jornadas de puertas abiertas para poder escuchar a los conferenciantes m?s renombrados en la materia para exponer su punto de vista sobre aquella civilizaci?n casi desconocida para el gran p?blico. Eso que al principio pod?a ser f?cil, me result? una tarea realmente complicada, pues los estudios principalmente se desarrollaron durante los a?os sesenta y de entonces quedan pocos investigadores vivos, unido a que exist?a un gran descontento en la comunidad cient?fica sobre mi enfoque de la exposici?n, que me dificultaba a?n m?s la labor de encontrar a expertos dispuesto a colaborar. Pero despu?s de incontables llamadas y gestiones, consegu? lo que quer?a, a pesar de que tuve que aceptar algunos invitados casi impuestos, como fue el director del Museo de Arte Fara?nico del Cairo (Cairo, Egipto) o del Museo Nacional Chino, en la m?tica plaza Tian’anmen, la m?s grande del mundo (Beijing, China). Estos quer?an dar sus respectivos puntos de vista, contextualizando seg?n ellos la importancia de la muestra a la idea global de humanidad. Una imposici?n por los fondos que nos iban a ceder temporalmente, un cambio justo, aunque tem?a que llegase el d?a en que tuviesen que hablar, pues podr?a ser cuando menos desmotivador desolador escuchar a un ponente tan renombrado deshacerse en elogios en sus propios descubrimientos pormenorizando el trabajo de la muestra. Pero el riesgo era aceptable, logrando hacerles un hueco, en donde entend?a que no iba a ir demasiada gente, pues coincid?a con un evento deportivo en la ciudad, por lo que sin ellos saberlo se iban a encontrar con un p?blico reducido, con lo que el efecto de sus quejas sobre mi exposici?n iba a ser poco efectivo. Para la muestra me tuve que desplazar varias veces a la zona, yendo museo por museo pidiendo piezas que presentar en la muestra. Habr? recorrido tantos museos grandes y peque?os que me es imposible recordar el n?mero. Lo que m?s me ha sorprendido es saber que la gran mayor?a de las piezas de esta civilizaci?n se encuentran en manos privadas y s?lo las m?s grandes est?n en los museos. Esto me llev? a un atolladero, pues ning?n gran coleccionista quer?a dejar su tesoro ni por un momento y menos a un desconocido. Pero ah? es donde volvi? a entrar en juego quien fuera mi director de tesis, ?l es un reputado investigador en su campo y gracias a su renombre me hicieron caso y me prestaron piezas que nunca hab?an visto la luz. Tanto es as? que para nosotros nos result? sorprendente ver algunas piezas pues no ten?amos ni la dataci?n, ni siquiera idea de lo que se trataba ni significaba. Tuvimos que llamar a algunos de esos conferenciantes para que nos ayudasen en la tarea de organizar aquellas piezas aparentemente inconexas y sin sentido; poco a poco formamos aquel puzle que me llev? tanto tiempo desde que se fragu? la idea hasta que tuvo forma. Un nutrido grupo de expertos a ?ltima hora quiso colaborar para conseguir as? que sus nombres apareciesen en los cr?ditos de agradecimiento. Pero al final no fueron admitidos, primero por motivos de seguridad, pues seg?n dec?a la polic?a cuantos menos fu?semos, m?s f?cil ser?a su tarea de control y segundo por una cuesti?n de principios. Sab?a que no pod?a contentar a todos, pero aquello era un asunto personal y por ello el ?xito o fracaso de la muestra me lo quer?a atribuir exclusivamente a m? y a los pocos amigos que desde un principio creyeron en el proyecto. A pesar de las muchas discusiones que he tenido que mantener con todo tipo de personas que ostentaban cargos p?blicos y privados, aquella colosal obra parec?a que iba a dar sus frutos, ya solamente quedaban tres d?as para la inauguraci?n. Los carteles anunciando el evento se llevaban puesto por toda la ciudad semanas, igualmente se acometi? una campa?a publicitaria difundiendo el evento mediante prensa y radio para estimular el inter?s del p?blico en general, al cual no le quedaba muy claro a priori de qu? civilizaci?n se trataba. Eso fue mi mayor desconcierto al conocer la opini?n de la calle cuando un taxista me coment? que aquello hubiese atra?do m?s p?blico si hubiese llevado las palabras “Egipto” o simplemente “Oriente Medio”. Estaba tan ilusionado en mostrar al mundo lo que fueron sus or?genes, un dato tan fundamental para su propia historia y lo ?nico que quer?an era ver momias, sarc?fagos y dioses antiguos con cabeza de chacal. Aquello me irrit? bastante, pero no me hab?a hecho flaquear, por el contrario, me motiv? para ser a?n m?s tenaz en mi intento de dar un poco de luz a una poblaci?n neoyorquina, que por lo menos a ellos les suenen los primeros padres de la humanidad. Los pendones colgantes ondeaban desde hac?a semanas en los tres arcos de la puerta de entrada. El de en medio en que se anunciaba el nombre de la exposici?n y la fecha de la misma. A ambos lados de esta se mostraban las im?genes de las piezas m?s significativas de la muestra, el c?dice de Hammurabi y la estela en que se conmemora la victoria de Naram-Sin. Cada una de ellas tiene su particularidad y encanto. El c?dice de Hammurabi, un bloque de basalto negro de cerca de dos metros y medio es uno de los primeros conjuntos de leyes descubiertos y de los mejores conservados inscritos en caracteres cuneiformes acadios. Leyes inmutables de procedencia divina, tal y como lo indica su cabecera donde se muestra c?mo el Dios de la justicia le entrega estas leyes al rey Hammurabi. Una pieza arqueol?gica que, a pesar de ser de origen Babil?nico, una civilizaci?n posterior asentada en el mismo lugar geogr?fico, es una recopilaci?n de leyes Sumerias. En este c?dice como en otros similares se establecen las normas de vida del pueblo, destacando entre otros asuntos los derechos de la mujer, de los menores, un salario justo y d?as de descanso al mes para los obreros, as? como el castigo para cada una de las normas infringidas, condenas que pod?an llegar hasta la pena de muerte. ?ste constituye un claro ejemplo de la Ley del Tali?n, “ojo por ojo, diente por diente”, o como se dice modernamente “Ley de la acci?n y reacci?n”, siendo las consecuencias proporcionales a los hechos, pero con la particularidad de que el castigo se identificaba con el crimen cometido. Algunos estudiosos defienden que ?ste es el origen de algunas de las leyes recogidas en la Ley de Mois?s por la que se rigen los jud?os. Estos mismos investigadores apuntan que fueron adoptadas durante el cautiverio de este pueblo en tierras de Babilonia, cuando estuvieron recluidos fuera de sus tierras por espacio de casi cincuenta a?os en el siglo VI antes de nuestra era. Un ?xodo de buena parte del pueblo jud?o tras la destrucci?n del primer Beit Hamikdash (Templo de Jerusal?n) situado en el monte Moria o Moriah por Nabucodonosor II. La estela sobre la victoria de Naram-Sin realizada en arenisca rosada representaba el ?xito de la campa?a de este rey sobre sus enemigos. Lo que ha dado tanto que hablar ha sido que sobre la cabeza de este rey se representa nuestro sistema solar, con el sol en el centro y diez planetas en su ?rbita, con la luna alrededor de la Tierra. Seg?n algunos investigadores los antiguos Sumerios conoc?an la cosmolog?a tan bien que fueron capaces de identificar los nueve planetas actuales y de registrar un d?cimo planeta en nuestro sistema solar al que se denomin? Niburi. Hay que tener en cuenta que lo que nos puede parecer una obviedad, que cualquier ni?o desde peque?o es capaz de identificar correctamente al conocer que nuestro sistema solar est? formado por nueve planetas, no ha sido igualmente conocido a lo largo de la historia. Desde la Grecia Cl?sica se cre?a que la Tierra era el centro del Universo y todos los astros incluido el sol giraba a su alrededor, postura formulada por Arist?teles y conocida como teor?a geoc?ntrica, la cual que estuvo en vigor hasta el siglo XVI. Hasta hace un poco m?s de setenta a?os no se llegaron a conocer todos los planetas que conforman nuestro sistema solar, de ellos los tres ?ltimos en descubrirse fueron Urano en 1.781, Neptuno en 1.846 y Plut?n en 1.930. Alcanzando la cifra de nueve planetas, eso por supuesto antes de que la comunidad cient?fica en el a?o 2006 eliminase de la lista de planetas a Plut?n, creando una nueva categor?a espec?fica para denominarlo llamado plutoide o planeta enano. Sobre el d?cimo planeta, llamado Niburi, este estar?a a?n m?s alejado que Plut?n, con una ?rbita alrededor del sol de unos 3.600 a?os; algunos investigadores han intentado identificarlo, aunque con escaso ?xito, pues si el resto de sus c?lculos han sido correctos ?C?mo se iban a equivocar en ?ste? Por esto se ha convertido un icono de los misterios todav?a sin resolver de esta civilizaci?n tan adelantada a su tiempo; igualmente aquella imagen es la prueba en la que se basan algunos para preconizar la existencia de un meteorito alrededor del sol que chocar? pr?ximamente con la Tierra, al parecer esto est? relacionado con una antigua profec?a Maya. Aunque las fotograf?as expon?an las dos caras de la muestra, la del significado de lo antiguo y de lo actual, todav?a quedaba una sorpresa para el visitante que no quise desvelar en la publicidad emitida y presentada. Para aquellos que por fin se decidiesen a entrar, podr?an gozar de una secci?n de la muestra donde se presentaban obras in?ditas y cuyo simbolismo y significado nos son todav?a desconocidos, a pesar de las innumerables conjeturas que se hayan podido plantear. Piezas provenientes sobre todo de las colecciones privadas que han sido escasamente estudiadas por los cient?ficos y por lo tanto dejan volar la imaginaci?n de los visitantes hacia sus posibles significados, otorg?ndoles por un d?a el papel de eminentes investigadores para poder realizar sus propias conjeturas sobre su sentido y significado. Pero por si acaso no se les ocurre nada, en un panel interactivo se muestran piezas similares de otros emplazamientos y el significado que ten?an, invitando con ello a que se pongan en la piel de los antrop?logos y traten de dar coherencia y sentido a piezas de las cuales carecemos de toda informaci?n, salvo su dataci?n y la localizaci?n geogr?fica. En ning?n momento se les quiere dar la soluci?n, la pista definitiva que les conduzca a la resoluci?n de misterio, primero porque ni siquiera nosotros mismos est?bamos seguros de su significado, sino que se le quiere hacer part?cipe de la tarea de descubrir el sentido de las piezas al visitante. A pesar del considerable tama?o de la sala de la exposici?n, se nos hab?a quedado peque?o el recinto por la cantidad de piezas que llegaron, por lo que al final bastantes permanecieron en una sala contigua sin poderse presentar a los asistentes, envueltas en grandes arcones debidamente embaladas y conservadas a baja temperatura para evitar que alguna se deteriorase. Todav?a no ten?a decidido qu? hacer con aquel excedente que tan generosamente hab?amos recibido. Ten?a varias posibilidades, devolverlas adjuntando carta de agradecimiento o esperar a ver c?mo funcionaba la muestra y si era de inter?s, realizarlas en otras ciudades e incluso en otros pa?ses. Lo hab?a visto hacer a otros colegas, en vez de hacer ostentaci?n de todo el repertorio de piezas que conformaban las colecciones del museo en el que trabajaban, realizaban exposiciones tem?ticas y parciales para mostrar los restos m?s significativos. Pod?a siguiendo su ejemplo, crear una exposici?n itinerante en que la que fuese variando la tem?tica, dando de este modo salida a todos aquellos ba?les que como los antiguos cofres de los corsarios conservaban en su interior de reliquias y joyas de la historia de incalculable valor. Sea como fuera, la seguridad de aquellas cajas de madera era m?xima, estando prohibido a nadie acercarse a ellas salvo que yo estuviese presente. De momento no me hab?a descartado por ninguna de las dos opciones, aunque la segunda era la que m?s me agradaba, pues as? daba la oportunidad a conocer distintos matices de aquella civilizaci?n tan amplia, y que nos hab?a dejado un legado tan amplio dif?cil de conocer en una sola visita. Mientras llegaba el momento de adoptar la decisi?n oportuna, quise que aquellas piezas no expuestas permaneciesen en la biblioteca. Para m? aquel era el lugar m?s seguro de toda la ciudad, adem?s teni?ndolas cerca me sent?a m?s tranquilo, pues si por alg?n motivo tuviese que sufragar de mi bolsillo el coste originado por el desperfecto o extrav?o de tal solo una de las miles de piezas, no tendr?a suficientes a?os de mi vida para pagarlo. Lo m?s dif?cil de aquella colosal gesti?n fue el conseguir a una compa??a aseguradora que respaldase aquella exposici?n, requisito impuesto por la direcci?n de la biblioteca, aunque particularmente cre?a que era una p?rdida de tiempo y sobre todo de dinero, ?Qui?n iba a querer una pieza as?? Adem?s, con el cat?logo que hab?amos realizado, ahora digitalizado, cualquier polic?a del mundo podr?a en segundos identificar la procedencia legal de las obras y evitando con ello su compraventa. A pesar de lo cual, y para evitar males mayores hab?a tenido que contratar un seguro multimillonario de acuerdo con el valor de las piezas, que gentilmente me pag? la alcald?a de la ciudad, con la condici?n de que a su inauguraci?n asistiese el alcalde para decir unas breves palabras y sobre todo para salir en las fotos. “Un gran acontecimiento, requiere una gran ceremonia de apertura y ?sta por supuesto, precisa de un gran anfitri?n” me comentaba el asistente personal del alcalde cuando supervisaba los preparativos de la ceremonia. No sab?a si el p?blico, iba a querer acercase all? para admirar las piezas, pero para la noche de la inauguraci?n ya ten?a confirmada m?s de cien personas, entre celebridades, cantantes y otros artistas de la ciudad. Todo para poder realizar ese peque?o paseo casi de pasarela para que los cientos de periodistas acreditados desplieguen sus flashes en busca de la foto de portada de las revistas del coraz?n. Pocos eran los medios que hab?an solicitado su presencian en la inauguraci?n que perteneciese a alguna cadena medio seria, que estuviese realmente interesada en propagar la cultura y el conocimiento. A m? eso, a pesar de saber que era un mal necesario de aquella ciudad, el lidiar con ricos y famosos para que tu sitio sea conocido, no me dejaba de parecer banal y superficial, propio de galas ben?ficas, de presentaciones de nuevas funciones de teatro o del estreno de pel?culas, pero no tanto de una muestra. Mi director me hab?a tenido que consolar vi?ndome en algunos momentos desesperado por organizar algo memorable, que fuese tan sublime que se quedase en la retina de los presentes, m?s all? de averiguar si el ?ltimo famoso de moda se hab?a separado o no de su mujer. “No compitas con la prensa, ella es tu aliada, deja que haga su trabajo. Cada foto que aparezca en la revista ser? una publicidad para ti, pues el marco en donde se produce, este evento, es lo que contar?n a todos y m?s de uno vendr? simplemente para ver el lugar por donde acaba de pasar su ?dolo” me aconsejaba con paciencia mi director. A m? aquella parafernalia me parec?a innecesaria e impropia de un lugar como aquel; seguro que ninguno de los asistentes de la inauguraci?n terminar?a el d?a sin recordar el nombre o, la ?poca o alg?n otro dato relevante de la exposici?n. Adem?s, y para colmo, me asignaron una asesora de imagen para que yo mismo fuese quien guiase a las personalidades del mundo de la pol?tica y de los deportes por las piezas m?s importantes. Aun cuando hab?a estado preparando a un equipo de personas que ser?a las encargadas de guiar a los turistas en grupos de diez entre las distintas colecciones, me ten?a que presentar para un puesto algo tedioso para mi gusto, m?s propio de un estudiante de tercero de facultad que de un profesional de carrera. Hab?a tenido que escoger, para esta breve pero medi?tica visita, las obras m?s relevantes que les iba a mostrar y explicar, dej?ndoles el resto del tiempo para que admirasen por s? mismos las restantes obras. Tres eran las de mayor importancia para m?, por su claridad en la explicaci?n y por ser muestra del esp?ritu que impregnaba toda la exposici?n. Las dos primeras eran las exhibidas en los pendones colgantes de la portada y que inundaban la ciudad en peri?dicos y pastines repartidos a lo largo de la ciudad. La tercera era de esa parte inesperada y enigm?tica en la que quer?a que el espectador se recrease intentando adivinar cu?l era el significado y sentido de las piezas m?s llamativas e inexplicables de la cultura sumeria. Era una peque?a secci?n donde se exhib?an figuras representando de humanos, animales y dioses, ornamentaci?n con decoraci?n caprichosa y tablillas con inscripciones que no hab?amos conseguido descifrar, pero que como ten?a una simbolog?a agradable a la vista lo que convert?a en una pieza ideal para que aquellos visitantes especulasen e intentasen dar alguna teor?a que seguro dejar?an boquiabiertos a todos. Hac?a d?as que no consegu?a dormir pl?cidamente debido a la presi?n de pensar que podr?a faltar algo en la muestra por muy insignificante que fuese, aunque hab?a repasado una y otra vez toda la organizaci?n tanto de las piezas como del personal que deb?a de conducir a los grupos y no me hab?a dejado ni un solo detalle al azar. Ten?a a mi disposici?n, aparte del cuerpo de seguridad de la biblioteca y el especial que me hab?a designado el ayuntamiento, dos patrullas que vigilar?an desde el exterior durante todo el d?a para controlar la afluencia de espectadores si ?sta se produc?a. Igualmente estaban alertados los cuerpos de bomberos y un helic?ptero de rescate por si surgiese alg?n imprevisto desafortunado. No ser?a la primera vez que en una muestra un visitante sufre un ataque cardiaco o que alguno por descuido deja una colilla mal apagada donde no debe; todas las medidas de seguridad ser?an pocas para evitar cualquier accidente, que por min?sculo que fuese podr?a provocar tanto da?o en este patrimonio de incalculable e inestimable valor. Todav?a recuerdo los bochornosos resultados de algunos colegas que intentaron realizar una exposici?n por todo lo alto y que, por un problema por falta de cuidado en el traslado de alguna pieza, esta se cay? rompi?ndose en miles de fragmentos, finiquit?ndose as? su carrera p?blica tan r?pido como lo que tard? en enterarse el due?o de la pieza. Por alg?n desconocido y afortunado motivo no he tenido que lamentar ning?n problema desde que empezaron a llegar las piezas; la seguridad y el cuidado a las piezas, ha sido m?ximo en todo momento, lo que me ha permitido trabajar con cierta holgura. Mi equipo, ha aumentado de los dos becarios, asignados por el departamento para las tareas de dataci?n de las piezas, a casi veinte personas de distintas partes del mundo que han participado en la clasificaci?n de las piezas y la elaboraci?n del cat?logo. Fruto de ese trabajo conjunto hab?a resultado un producto del que estaba especialmente orgulloso, un tr?ptico de tama?o folio por el cual todos los que concurrieran a la muestra sin tener ning?n conocimiento previo pod?a hacerse una idea muy clara de d?nde, c?mo y cu?l hab?a sido la evoluci?n pol?tica, militar, cultural y religiosa del pueblo de Sumeria. Todo ello planteado mediante un cronograma en donde quedan reflejadas las distintas piezas que se presentan en la colecci?n, de forma que les sea f?cil identificar la procedencia y la ?poca en donde estas se realizaron. Toda una labor art?stica combinada con mucho de conjeturas e intuici?n, pues de numerosas piezas, a pesar de conocerse que eran de ese pueblo por la zona geogr?fica donde fueron halladas, era dif?cil determinar a qu? momento hist?rico pertenec?an. Y luego, lo que esperaba llamase m?s la atenci?n al visitante, la parte de los descubridores, como yo lo llamaba, en donde, con el precedente y la informaci?n previa, deb?an de intentar adivinar a qu? se correspond?a cada pieza. Uno de mis colaboradores me hab?a propuesto que para dinamizar esta secci?n crease una especie de concurso creativo, en que cada visitante escribiese en media hoja de papel lo que cre?a que era, al menos de una de las obras de esta secci?n. Igualmente sugiri? que de entre todas las presentadas al final de cada d?a se escogiese la que era m?s curiosa o acertada, pero claro, para concederle alg?n tipo de premio, deber?amos de tener nosotros la soluci?n de cada una de las piezas, aspecto que desconoc?amos por completo. Tras numerosas horas de estudio logramos identificar la mayor?a correctamente, a pesar de lo cual en contados casos ?nicamente pudimos determinar que pertenec?an a la cultura sumeria por tener s?mbolos y signos comunes a otras piezas bien datadas, pero poco m?s. El resto pertenec?an a la m?s absoluta interpretaci?n de cada cual, por lo que el relato de los participantes no se valorar?a en funci?n de ning?n criterio objetivo sino en el agrado que le provocase al evaluador en cada momento, por lo que desech? la idea. Otro de mis colaboradores me hab?a sugerido realizar una especie de encuesta de calidad, para que el p?blico tuviese la posibilidad de opinar sobre lo que m?s le hab?a gustado de cada obra, o de la exposici?n en general, indicando las sugerencias o recomendaciones que estimasen oportuna. Aquello si me hab?a parecido una buena idea, as? en la entrada se le daba la oportunidad de recoger una hoja de respuesta junto con un l?piz peque?o para rellenarlo y a la salida exist?a una gran urna de pl?stico redonda donde depositarlo. En este caso no hab?a ning?n tipo de premio, ni diario, ni final de la exposici?n. A decir verdad, no estaba muy seguro de que fuese a designar a nadie a la labor de leer cada visitante de esas notas, primero porque la letra de cada visitante har?a muy dif?cil estar seguro de lo que pon?a y segundo porque una vez terminada la exposici?n ?De qu? me iba a servir lo que anotasen? De momento iba a mantener la apariencia de estar interesado en la opini?n del gran p?blico sobre aquello, aunque no tengo la intenci?n de perder mi tiempo en saber lo que un cr?o de cuatro a?os opina sobre mi obra. Ten?a que dejarlo todo bien preparado, pues cuando comenzase la exposici?n tendr?a poco tiempo para atenderla, ya que tendr?a que atender otras labores m?s de tipo social. Como sab?a que les hab?a sucedido a otros compa?eros y as? me lo hab?a recordado mi director, en cuanto empezase iba a estar muy ocupado recibiendo y atendiendo directamente a las personalidades. Estas poco a poco se van a ir acercando tras la inauguraci?n, esta vez m?s por una cuesti?n de presencia que por un verdadero inter?s en la historia antigua, buscando que se sepa que han asistido a un acto cultural, como forma de reforzar su imagen de fil?ntropo o defensor del arte y las ciencias. A m? esa parafernalia me segu?a pareciendo banal e innecesaria, pero en la ciudad del ne?n, esa que nunca duerme, todo deb?a de ser un espect?culo que deleitase hasta al p?blico m?s exigente. Para ello era imprescindible la presencia de juegos pirot?cnicos, brillantes luces destellantes y llamativos coloridos, todo un requisito a cumplir si quer?a triunfar con esta presentaci?n. Era tanto lo que hab?a invertido y no me refiero s?lo a este ?ltimo a?o de trabajo empleado para dejarlo todo preparado, ahora estoy pensando en los a?os de estudio, la cantidad de museos visitados por el mundo, para ir aprendiendo a c?mo lo hac?an los dem?s, tanto en las exposiciones itinerantes como permanentes y todo para este momento. Ten?a pensado unas buenas vacaciones para cuando acabase la exposici?n, todav?a no me hab?a decidido a donde, si a una gran urbe con abundantes actividades culturales para poder escoger entre el cine, teatro y ?pera, o algo m?s tranquilo alejado de la ciudad, quiz?s un lugar con sol y mar para descansar. Esa idea a pesar de ser muy agradable, me recordaba mi experiencia en Egipto. Un recuerdo agridulce, con momentos buenos y otros que no lo fueron tanto. Fue hace ya tiempo, en que iba como turista, hasta llegar all? todo muy bien, iba en una excursi?n organizada, con lo que me mov?a con el autob?s de la compa??a, llegamos al Cairo y all? estuvimos por espacio de tres d?as, tiempo suficiente para poder visitar el museo, las pir?mides e incluso la Esfinge. Todo id?lico, aunque, a decir verdad, para m? me supo a poco, pues apenas tuvimos tiempo de ver el museo, a pesar de casi las tres horas que estuvimos all?, pero hab?a tanto que ver… Desde las pir?mides nos dirigimos a una loma alejada desde donde se pod?a divisar el conjunto all? para mi desgracia conoc? a una persona muy simp?tica que se acerc? y me ofreci? dar una vuelta en camello. Un emocionante viaje que emular?a el realizado por los grandes hombres de la historia como Napole?n o Lawrence de Arabia, en el que experimentar la intensidad de acercarse lentamente a las pir?mides al paso del animal. Aquello al principio no me interesaba demasiado, pero como era muy insistente acab? cediendo, m?s porque se callease que por estar verdaderamente interesado. Sub? con dificultades sobre un camello y todo iba bien, baj? muy despacio desde la explanada en donde nos encontr?bamos hacia una la larga llanura de arena que se extend?a enfrente. El vaiv?n de aquel animal era lo ?nico que me sacaba de aquella sobrecogedora experiencia de irme acercando poco a poco a aquellos colosales monumentos muestra del dominio de las matem?ticas unido con un profundo conocimiento astrol?gico y todo ello subyugado al poder pol?tico que obedec?a cual fiel cordero al religioso del momento. Segu?a deleit?ndome con las imponentes pir?mides, que a medida que me iba acercando se iban a haciendo m?s y m?s grandes algo extra?ado que durante el paseo el camellero no me hab?a dirigido la palabra a pesar de su insistencia inicial. Creo que habr?amos llegado como a la mitad del camino cuando detuvo al camello y le hizo sentarse. Aquello no lo entend?a y le comuniqu?, el hombre de mal humor me concret? que era todo lo que le hab?a pagado y que se volv?a a su sitio. Me asombr? y me indign?, le hab?a pagado lo que hab?a sido acordado al salir, que inclu?a llegar hasta las pir?mides y volver a la explanada en lo alto, desde donde hab?amos salido, y en cambio no hab?amos ni realizado un cuarto del trayecto y ya se quer?a ir. Como pude intent? hacerle entrar en raz?n, pero parec?a que no ced?a, hasta que en un momento me revel? que quer?a m?s dinero; aquello era el colmo, c?mo m?s dinero, si le hab?a dado lo que pidi?, sin siquiera regatear y eso que conoc?a que en aquellas tierras se ten?a esa costumbre. Me negu? y me baj? del animal, y ?l hizo por irse y dejarme all? en medio de las arenas; ve?a al animal alejarse y el sol que estaba en su cenit me recordaba que era una mala idea, cuando grit? a aquel hombre aceptando su abuso; le pagu? el resto y me devolvi? a la explanada del comienzo. Por supuesto el viaje de vuelta no fue en absoluto placentero, aquel vaiv?n que momentos antes, me hab?a parec?a casi hipn?tico acompa?ando a la suave brisa que mec?an las nubes, me molestaba ahora bastante, mientras que el camellero iba igual de callado que en la ida y yo ten?a un mal cuerpo, sinti?ndome enga?ado y estafado. Cuando llegu? a la explanada desde donde salimos me acerqu? al gu?a que dirig?a nuestro grupo y le reclam? para que hablase con la polic?a para que detuviese a aquel hombre por estafa. Este me inform? de que si al final hab?amos llegado a un acuerdo y le hab?a pagado no ten?a nada que reclamar, pues era un contrato verbal y sin pruebas, y que yo hab?a conseguido lo que quer?a. Pero ?C?mo iba a ser si ni siquiera hab?a podido llegar ni a estar bajo la sombra de las pir?mides?, aquello me indign? m?s a?n, saber que no s?lo me hab?an enga?ado, sino que adem?s hab?a salido impune y sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Quiz?s de todo ese viaje aquella fue la an?cdota m?s desagradable de un impresionante viaje que se vio impregnado por la amargura de ese momento, siendo r?pidamente relegado por las nuevas maravillas que encontr? en el Museo de Arte Fara?nico del Cairo. CAP?TULO 2. TRES D?AS DESPU?S Por fin hab?a pasado lo peor, todo hab?a salido al dedillo, las autoridades hab?an acudido para la inauguraci?n junto con todo tipo de famosos del celuloide o de la televisi?n. A pesar de mis m?ltiples intentos por explicarle la importancia de aquella exposici?n y de tratar de que se llevasen una idea m?nimamente clara de lo que conten?a, no consegu?a nada m?s que mirasen alguna que otra obra durante unos breves segundos. El resto del tiempo estuvieron atendiendo a los periodistas que no quer?an perder ninguna instant?nea del personaje en cuesti?n. Aquello hab?a sido un mar de desconcierto, ver moverse a tantas personas a la vez en la exposici?n sin ning?n tipo de inter?s. Por suerte la seguridad era m?xima y nunca hubo ning?n problema, porque todas las piezas ten?an una cuerda se?alizando la distancia a mantenerse con respecto de la pieza. Estas s?lo hab?an sido traspasadas en alguna ocasi?n por los periodistas a los cuales se les tuvo que sacar de all? mientras ellos se quejaban de no dejarles hacer su trabajo, aduciendo que lo que buscaba era tener un mejor ?ngulo para poder captar una imagen m?s favorecedora del famoso de turno. Hab?an empezado en paralelo el ciclo de conferencias que ilustraba al mundo acad?mico y a los que estuviesen interesados todo lo relativo en esta civilizaci?n, con ponencias de los mayores expertos en la materia invitados de todas partes del mundo. En este ciclo se presentaban comunicaciones que iban desde las pruebas m?s evidentes hasta las suposiciones m?s inveros?miles, con ello hab?a tratado de que fuese un foro abierto de opini?n, donde no se limitasen a dar datos y cifras, sino que el asistente tuviese mucho m?s, una visi?n global y porque no decirlo hasta imaginativa. Para mi sorpresa las conferencias a las que m?s personas hab?an decidido inscribirse eran precisamente en las que estaban planteadas desde en un punto de vista menos cient?fico basadas en suposiciones, misterios sin resolver y civilizaciones perdidas. Un ponente incluso relacionaba aquella civilizaci?n con los Atlantes; algo que a m? personalmente no me sonaba demasiado bien, sobre todo cuando cre?a aquello no era m?s un mito fruto de unos cuantos alimentado por el deseo de encontrar alg?n d?a un gran tesoro escondido, pero sorprendentemente era la conferencia a la que m?s p?blico iba a asistir. Todo transcurr?a con tranquilidad, seg?n lo programado, intentaba estar en todo, unas veces iba a la exposici?n a dar una vuelta viendo la reacci?n del p?blico ante algunas piezas, sobre todo fij?ndome en los ancianos y los ni?os, porque son estos los que si no les gusta una pieza lo dicen sin el pudor social de los j?venes y adultos. Tambi?n ten?a que estar all? cuando se acercaba alguna personalidad para acompa?arle en el recorrido personalmente entre las piezas m?s destacas intentando dar una coherencia bastante simple y cre?ble para que la escasa media hora que estuviesen all? les fuese por lo menos entretenida. Igualmente estaba en las conferencias, por supuesto me hab?a tocado presentar la de la inauguraci?n y tendr?a que darle cierre. De vez en cuando me gustaba acercarme para ver cu?nto estaba de lleno el auditorio a pesar de que conoc?a con exactitud el n?mero de participantes inscritos en cada caso, y me gustaba pasarme media hora despu?s de haber comenzado, para ver cu?ntos de todos los que hab?an entrado se quedaban, y as? apreciar qu? de interesante o cu?n bien explicaba aquello que dec?a el conferenciante. Por ?ltimo, y no por ello menos importante, me dedicaba buena parte de mi tiempo estando en contacto con los medios p?blicos de seguridad y revisando el trabajo de las personas que ten?a a mi cargo. De todo el equipo de preparaci?n de las piezas, catalogaci?n y creaci?n del itinerario de la exposici?n, ahora s?lo quedaba un par de personas, los becarios que ten?a desde un primer momento. Ellos eran los encargados de ver que todas las piezas estuviesen en su estado ?ptimo, como para preparar cat?logos alternativos para pr?ximas exposiciones, con el resto de piezas que no se hab?an presentado en esta ocasi?n. De los dem?s colaboradores, montadores, no quedaba nadie y ?nicamente se hab?an mantenido los de seguridad. A m? todo aquel despliegue de vigilancia del ayuntamiento e incluso una persona enviada por la compa??a de seguros, para comprobar que las medidas adoptadas de seguridad fueran eficaces, me parec?a innecesario. Nadie se iba a arriesgar a robar una pieza, adem?s hab?a tantas medidas de seguridad que ser?a imposible hacerlo; cada una de las piezas estaba detr?s de una vitrina antibala, con sensor de calor y de movimiento. En el caso de que se rompiese el cristal si alguien introduc?a la mano o cualquier otro artilugio para sacarlo sonar?an todas las alarmas. Una p?rdida de tiempo y de recursos para mi gusto, pero necesario para que el ayuntamiento, la polic?a y la compa??a de seguros se quedasen tranquilos. Con respecto a la urna de consultas o sugerencias, para mi sorpresa en aquellos tres d?as se hab?a llenado, no s? exactamente el ?xito por qu? hab?a sido, si al final no se iba a dar ning?n premio, pero creo que el que le regalasen un l?piz, aunque fuese peque?o hab?a animado a los curiosos a dejar impresas sus inquietudes. Adem?s, con las visitas de las escuelas hab?an hecho que se hubiese completado r?pidamente. Para sorpresa de todos tuvimos que vaciar aquella gran bola de pl?stico que hac?a las veces de hucha de sugerencias, y no sab?amos d?nde colocarlo ni qu? hacer con todo aquello. Aunque era partidario de tirarlo, pues no ten?a ning?n valor ni sentido, pero uno de mis becarios me sugiri? que seleccion?semos algunos, en el que hubiese alg?n comentario favorable de alg?n ni?o y lo pusi?semos en la entrada, como aliciente para otros visitantes, pues as? lo hab?a visto hacer en otras exposiciones. A m? aquello me parec?a bastante sin sentido, un lugar serio como era la Biblioteca P?blica de Nueva York llenando su fachada con opiniones de cr?os ?Qu? imagen iba a dar sobre la seriedad el lugar? Me opuse en redondo, pero despu?s de pensarlo un momento, estuve de acuerdo, y as? en las columnas pusimos unas pocas opiniones. Para mi sorpresa, era aquello lo primero a que se paraban a mirar los visitantes antes de entrar, y parece que luego lo hac?an con mejor ?nimo y que las opiniones crec?an en aquella urna redonda. Eso me sorprendi? ver c?mo las personas parec?an estar interesadas en la exposici?n y en compartir sus opiniones. Quiz?s es esa generaci?n que ha nacido con un ordenador bajo el brazo, y que a trav?s de mensajer?as, chats y redes sociales se comparten opiniones de sobre lo que les gustaba o no, para animar a los dem?s a visitarlo. Visto el ?xito de la idea, escogimos unos cuantos m?s para pegarlos en otros lugares de la exposici?n, en las puertas, o cerca de cada obra, para que supusiesen lo que hab?a opinado otros que la hab?an visto antes. A pesar del entusiasmo de los becarios por esta labor, menos tedioso que la de seleccionar piezas para las nuevas exposiciones, yo era el que ten?a la ?ltima palabra y decid?a sobre si se pon?a cada uno de los comentarios. Incluso estuve ayudando a leerlos y clasificarlos entre interesante y no v?lido. Cuando ya estaba algo cansado de ir de un sitio a otro, me entr? en la sala donde estaban los becarios a echarles una mano, y sent?ndome vi el mont?n de hojas de respuesta que hab?an volcado sobre la gran mesa. Arm?ndome de paciencia, tras inspirar y expirar lentamente, me puse a leer aquellas opiniones. Lo m?s costoso de aquello era entender la letra, sobre todo de los ni?os, pues la de las ni?as parec?a bastante clara, a pesar de las faltas de ortograf?a o de tener una redacci?n incorrecta. Una a una iba ley?ndolas, hasta que me encontr? con una que ten?a un dibujo, era uno de los innumerables s?mbolos de aquella civilizaci?n, que seguro habr?a copiado. Algunos ni?os lo hab?an hecho antes tambi?n, copiaban un dibujo o alguna figura que les gustaba y lo comentaban. Le? lo que dec?a, “este s?mbolo representa a los maestros de nuestros padres, que vinieron de lo alto a traer pan y fuego”. A aquello no le di m?s importancia y puse aquella hoja de comentario en el mont?n de no aptos, pues si no estaba claro para m? lo que quer?a decir dif?cilmente lo estar?a para el resto del p?blico. Tras esto cog? la siguiente hoja para leerlo, y luego la siguiente, as? estuve buena parte de la ma?ana hasta que me fui a comer. Esa tarde ten?a una de esas conferencias multitudinarias de uno de esos cient?ficos alejados del dogmatismo de su profesi?n, alguien que si no fuese por su extenso curr?culum podr?a creerse que era un charlat?n. Como en otras ocasiones me acerqu? transcurrida media hora del inicio, para ver el p?blico que hab?a y para mi sorpresa, estaban todas las plazas ocupadas y no hab?a ni un hueco, incluso hab?a personas por los pasillos sentados escuchando. Yo me iba a ir, entre otras cosas porque no hab?a donde sentarme, cuando me enganch? una cuesti?n que realiz? al auditorio, como guante arrojado en buscando la reacci?n del p?blico, – ?De d?nde vienen los Sumerios? Se da la paradoja de que existen excesivas opiniones, aunque todav?a no se ha logrado un consenso al respecto. Algunos afirman que su origen est? en la raza negra, otros que tienen una procedencia cauc?sica. La mayor?a opta por una postura intermedia indicando que son una mezcla de varias razas que llegaron y se establecieron en aquella regi?n desde el Neol?tico. Como les anunciaba esta es una cuesti?n no resuelta por la ciencia y tal es as?, que hasta se le ha denominado como el “problema sumerio”. Pero ?Qu? es lo que tiene este pueblo de importante?, ?Por qu? estamos hablando de ellos?, pues por dos elementos importantes y fundamentales que cambiar?an la faz de la Tierra, que dar?a al hombre una nueva dimensi?n, un salto en la concepci?n de la humanidad. La agricultura y el control de los metales. Nadie sabe a ciencia cierta c?mo se produjo aquello. El que el hombre dejase de ser un cazador estacional y se afincase en un territorio, que lo cultivase y del fruto de su esfuerzo consiguiese su alimentaci?n, hizo que este dejase de ser un recurso escaso a obtener excedentes. Esto permiti? a sus habitantes que se pudiesen dedicar a otras labores. Garantizando que todos tuviesen pan para comer permiti? que los hombres dejasen de estar d?as enteros rastreando y siguiendo a sus presas intentando atraparlas, para luego una vez cazada, limpiarla y prepararla por parte de las mujeres. Ahora pod?an dedicarse a una vida m?s sedentaria y pendientes ?nicamente del crecimiento del cultivo, empezando a tener en cuenta los ciclos de lluvias para plantar y recoger los frutos de su trabajo. El uso de la fundici?n de metales, les permiti? avanzar en la construcci?n y en la guerra, ya no estaban a expensas de rocas y palos para combatir con lo que r?pidamente ampliaron su territorio. El empleo del fuego les permiti? tambi?n cocinar la comida, prepararla e incluso ahumarla, obteniendo con ello un nuevo producto con el que poder comercializar con otros pueblos, dando un mayor poder a aquella civilizaci?n frente al resto. Pan y fuego han sido los primeros ?xitos de esta civilizaci?n, cuna de las restantes y en donde, como ya todos saben, surgi? el primer lenguaje escrito, la escritura cuneiforme mucho antes de la escritura jerogl?fica egipcia. Esta innovaci?n va a marcar el final de la ?poca prehist?rica, inaugurando con ello la historia, tal y como la conocemos, donde queda constancia escrita de los acontecimientos que se van sucediendo. Un pueblo que se caracteriz? por el desarrollo de la cultura y la conservaci?n del conocimiento, creando bibliotecas que se iban engrosando con nuevos tomos sobre las materias m?s diversas desde la medicina hasta la astronom?a, adem?s de recoger multitud de mapas, cartas, cronolog?as y listas de leyes entre otras. A diferencia de otros pueblos posteriores, que emplearon los pergaminos y el papiro como modo de recoger su conocimiento, haci?ndolo vulnerable al paso del tiempo por las humedades e incluso ante los incendios, al haber escrito sobre arcilla ha permitido que su conocimiento llegue intacto hasta nuestros d?as. Aquello me sorprendi?, parec?a que a pesar de que segu?a hablando no le escuchaba, me repet?a una y otra vez esas palabras “pan y fuego”, sab?a que me sonaba de algo que hab?a visto u o?do en otro momento durante ese d?a. A pesar de que intentaba recordar no consegu? recordar d?nde hab?a sido que lo hab?a visto u o?do, cuando consegu? encontrar un lugar tranquilo me sent? y respir? profundamente lentamente. Ya estaba en condiciones para utilizar una t?cnica que hab?a desarrollado durante mis a?os de excavaci?n, que consist?a en cerrar los ojos y concentrarme en un punto blanco imaginario en mitad de mi frente, eso me permit?a tranquilizarme y relajarme a?n m?s. A partir de ah? empezaba a revivir mentalmente visionando los hechos acontecidos durante el d?a como si de una pel?cula se tratase, avanzando a mayor o menor velocidad entre aquellos para dar con el recuerdo que quer?a. Esto me hab?a sido muy ?til para rellenar mis anotaciones de campo despu?s de haber estado excavando y extrayendo piezas de distintos lugares. En mi trabajo es muy importante saber exactamente en qu? lugar, a qu? profundidad se hallan las piezas, para poderlas relacionar con todas las halladas en la misma zona y as? poder determinar a qu? ?poca y civilizaci?n pertenecen. Es por lo que ten?a esta especie de memoria visual para que no se me escapase ning?n detalle. Por la noche antes de acostarme revisaba mis cuadernos de anotaciones y los rellenaba con la informaci?n que se me hubiese pasado anotar. Una memoria que perd?a por la noche, con lo que a la ma?ana siguiente amanec?a sin esa memoria visual, con lo que me permit?a llenarla de nuevo durante esas intensas horas de trabajo diario. Fui avanzando por mi recuerdo visionando lo que hab?a hecho, hasta que llegu? a aquel texto, recordaba d?nde lo hab?a visto y aproximadamente la hora, lo que ten?a a cada lado e incluso record? que era una letra clara, probablemente de una ni?a que a pesar de tener pocas palabras ten?a una expresi?n correcta por lo que supongo que tendr?a m?s de siete a?os. Emocionado por creer haber encontrado algo sal? de la conferencia sin esperar a que esta terminase y me dirig? con el coraz?n acelerado a la biblioteca. Al llegar a la escalera los agentes que hab?a en la puerta vi?ndome con tanta premura se aprestaron a detenerme para averiguar si hab?a alg?n problema, despu?s de tranquilizarme les aclar? que no suced?a nada, que siguiesen en su puesto mientras acced? al edificio. Pas? los controles de seguridad preceptivos, a pesar de que todos me conoc?an no me dejaban saltarme la cola, por lo que con mucha paciencia tuve que esperar antes de dirigirme a un apartado donde estaban los becarios trabajando. Esta es una sala dise?ada dentro de la exposici?n, cerrada con paredes de metacrilato opaco, en cuyo exterior se proyectaban im?genes sobre las piezas m?s importantes de la muestra, con lo que se consegu?a disimular aquel espacio de forma que los visitantes no se percatasen. Por dentro era un lugar peque?o escasamente iluminado, con tres puestos de trabajo cada uno con su ordenador, en donde se guardaban la informaci?n de las piezas y se realizaban los trabajos de dise?o de espacios, desde donde dise?amos la presentaci?n de la exposici?n. Una gran mesa ocupaba el centro de la sala en donde plane?bamos y discut?amos los aspectos a mejorar, resolv?amos los problemas que iban surgiendo y plane?bamos las pr?ximas exposiciones. En un armario guard?bamos enrollados copia de los mapas sobre la arquitectura del edificio, las instalaciones el?ctricas y del agua, material necesario por si en alg?n momento lo necesitaban los bomberos ante cualquier imprevisto. Otros tantos conten?an la distribuci?n de las vitrinas por las distintas secciones, en estos se se?alizaba por separado el cableado de la luz y de las alarmas. Todo dise?ado al mil?metro para sacar el mayor provecho del espacio que nos hab?an cedido para la exposici?n. Ellos que al parecer estaban haciendo algo diferente de lo que deb?an pues se asustaron al verme llegar y cerraron con celeridad la tapa del port?til para que no pudiese ver a qu? se dedicaban. – ?No pasa nada! -afirm? con tono conciliador pues no estaba interesado en saber a qu? ven?a tanto misterio- quiero que me ayud?is a buscar una de las hojas de respuesta de la muestra. – ?De qu? habla? -articul? uno de los becarios con voz nerviosa mientras se levantaba con rapidez del sitio y se dirig?a hacia m?. ?l era un chico de estatura media algo rechoncho, a pesar de que vest?a siempre bata blanca tal y como les hab?a rogado repetidamente se dejaba todav?a entrever varios de sus tatuajes tanto en sus mu?ecas como en el cuello. – Las sugerencias, las que he le?do, hay una que me interesa localizar, quiero que las saqu?is todas y que me ayud?is a buscarla -pronunci? con apresuradamente mientras llegaba a la mesa y empezaba a remover los papeles que hab?a encima. – No creo que sea necesario, s?lo d?ganos lo que est? buscando -objet? el becario que estaba a mi lado con cara de satisfacci?n, pero sin hacer nada por ayudarme con aquellos papeles. – ?C?mo que no importa? -inquir? confundido ante aquella falta de inter?s que mostraban por lo que les requer?a sabiendo que como becarios deb?an de colaborar en todas las tareas que precisase. – Hemos estado escaneando todas y cada una de las opiniones que recogimos y las hemos guardado en el ordenador… – As? es, ha sido un trabajo minucioso y met?dico, pero eso nos ha permitido poder dar voz a los visitantes en la red -repuso interrumpiendo el otro becario, con actitud inquieta, mientras me requer?a con la mano repetidamente para que me acercase a ver lo que hab?a en la pantalla de su ordenador. ?l era un chico alto y delgado, igualmente vest?a bata blanca todo el tiempo, pero siempre llevaba los bolsillos llenos de cachivaches electr?nicos y a todas horas se le ve?a mascando chicle. – ?El qu?? -profer? desconcertado sin saber a qu? se refer?a. Me acerqu? al puesto de trabajo del segundo becario para ver qu? quer?a, mientras que el primer becario se acercaba y se colocaba al otro lado. – Excedi?ndonos de nuestro cometido, hemos escaneado cada uno de los dibujos y la hemos subido junto con su comentario a la red, de forma que cualquier persona pueda ver el trabajo realizado. Es como los que seleccionamos para ponerlos en las columnas exteriores de la Biblioteca, pero estaba vez volcado en la red. Aclar? el segundo becario euf?rico realizando muchas gesticulaciones con sus manos. Mientras el primer becario cogi? el teclado e introdujo una direcci?n de internet y tras pulsar la tecla “enter” se abri? una p?gina web en cuya cabecera se mostraba el nombre de la exposici?n junto con el horario de visitas y la direcci?n de la Biblioteca. Debajo de ?sta, en la parte de la izquierda se presentaba el ?ndice de las obras presentadas. Al pulsar sobre cualquiera de ellas, se abr?a un recuadro en el ?rea central donde se explicaban las caracter?sticas m?s relevantes de la pieza y se describ?an los pormenores de la misma, quedando reservada el ?rea de la derecha para las opiniones de cada uno sobre esa obra. El segundo becario con el rat?n puls? sobre una de las opciones y se cambi? de pantalla a una en la que en la parte superior aparec?a el nombre y la foto de la pieza en cuesti?n, y debajo de ella un listado de opiniones de los participantes. – ?Y eso para qu?? -cuestion? indiferente ante aquello que se escapaba de mi entendimiento. – Se trata de compartir, es la filosof?a de las redes sociales en internet. No se puede hacer idea de la gran cantidad de visitas que hemos tenido desde que subimos el primero de estas hojas de respuesta. De los que todav?a no han pasado por aqu? no s? si vendr?, pero ahora conocen el evento y saben la opini?n de los que lo han visitado -expuso el primer becario euf?rico mientras iba a buscar la silla de su puesto de trabajo. Estaba apabullado con aquello, en verdad que lo del internet no lo ten?a del todo claro que fuese ?til para una exposici?n tan seria como la que hab?a conseguido realizar. Pero bueno, hab?a sido iniciativa de los becarios los cuales parec?an estar m?s pr?ximos a un auditorio distinto al que yo estaba acostumbrado, el p?blico juvenil del que yo ten?a poca fe que tuviese ning?n inter?s por la historia y menos por el mundo antiguo. Aunque la realidad parec?a ir en contra de mis convicciones sobre el p?blico que estar?a interesado en acudir a la muestra. En el breve periodo que hab?a permanecido abierto se hab?a llenado de alumnos de escuelas e institutos, bien acompa?ados por sus profesores o como parte de alguna tarea de clase. Esto hab?a provocado algunas quejas por parte del personal de la muestra, no porque fuesen irrespetuosos o molestasen, sino porque les realizaban consultas tan dif?ciles a la vez que inocentes que dejaban a los gu?as sin saber qu? responder. Toda una revoluci?n para mi concepci?n de un p?blico selecto de nivel socioecon?mico alto, fil?ntropo con un inter?s en la cultura en general y en la historia en particular, que acud?an en contestaci?n a invitaciones personales. En cambio, ahora ven?an porque lo hab?an visto en internet o conoc?an a alguien que le hab?a gustado. Hab?a o?do comentar que en algunas ciudades se daba el fen?meno de Flashmob (Multitud Instant?nea) en que una muchedumbre de j?venes, que entre ellos no tienen ninguna relaci?n ni se conocen, acude en respuesta a una convocatoria multitudinaria. Para este reclamo emplean todo tipo de medios, ya sean mediante mensajes de m?vil, redes sociales o correos electr?nicos, para hacer acto de presencia e incluso participar de alguna actividad l?dica masiva concreta, para en pocos minutos disolverse y volver cada uno por donde ha venido como si nada hubiese sucedido. El primero de estos eventos aconteci? en esta misma ciudad en la tienda de Macy?s en el 2003, en que un centenar de personas se reunieron alrededor de una alfombra de la tienda, pasando por las caminatas de zombis y desfiles de espont?neos que andaban por la pasarela improvisada como si fueran modelos. Luego se ha ido extendido a las ciudades europeas como en Madrid (Espa?a) con su congelaci?n masiva en la estaci?n del tren, en que los participantes permanec?an inm?viles durante unos minutos o Roma (Italia) donde una multitud acudi? a las librer?as preguntando por unos libros que no exist?an. Y poco a poco al resto del mundo, como en Buenos Aires (Argentina) con las guerras de almohadas o Lima (Per?) con la reuni?n para hacer pompas de jab?n. Pero me sorprend?a que, sin llegar a tanto, esa comunicaci?n impersonal de los ordenadores pudiera despertar en los m?s j?venes alg?n inter?s por el arte antiguo. Aunque puede que sea as? como se han llenado las sesiones de las conferencias m?s pol?micas a la vez que especulativas, en el que tratan de plantear diferentes acercamientos a los hechos desconocidos del mundo sumerio desde las distintas disciplinas cient?ficas, pasando por las filos?ficas, hasta llegar a las m?s imaginativas sin ning?n fundamento. – Bueno, d?ganos, ?Qu? est? buscando? -proclam? el segundo becario animado como si de un reto personal se tratase poniendo sus manos sobre el teclado, agitando los dedos prepar?ndolos para escribir. – Ah, s?, a ver que recuerdo…, son dos palabras…, la primera era algo parecido a “comida” … y la segunda…, ten?a relaci?n con el “fuego”. Mira a ver si puedes encontrar el comentario que contenga alguna de esas dos palabras -apunt? sin saber muy bien c?mo funcionaba el programa y si con esos pocos datos se pod?a localizar el comentario que hab?a le?do. – A ver, con “fuego” hay tres, y de estos… -y present? r?pidamente en la pantalla la imagen de tres de las hojas de respuesta escaneadas- vamos a leerlos a ver si dicen algo de comida. – No importa, es ?ste -afirm? se?alando a la imagen que conten?a el dibujo que recordaba haber visto junto con el texto que buscaba- ?Me lo pod?is imprimir? – ?S?, claro!, va a salir por esa impresora en tres, dos, uno, listo -repuso el segundo becario mientras se reclinaba la silla hacia atr?s estirando los brazos en alto con cara de satisfacci?n. A esto que se incorpor? el primer becario que tra?a arrastrando su silla de oficina para sentarse a ver qu? hac?amos y pregunt?, – ?Nos puede comentar de qu? va todo esto?, pues hasta ahora no hab?a mostrado demasiado inter?s en estos comentarios de los visitantes, quitando cuando nos ayud? a leer unas pocas el resto ni las mir? y en cambio ahora nos pide que le busquemos esto -solicit? el primer becario con cierto inter?s. – Cuando lo sepa os lo cuento, de momento no os puedo contar nada al respecto, solamente agradeceros vuestra iniciativa y sobre todo vuestra eficacia -manifest? con satisfacci?n intentando eludir la pregunta. Los becarios se miraron entre s? y compartieron gesto de no entender la situaci?n, mientras yo aprovechaba para escrutar la hoja impresa que me hab?an dado con la imagen y el comentario que buscaba. Tras examinarla detenidamente me qued? un momento traspuesto, pensando en el siguiente paso que tendr?a que dar para descubrir aquel misterio. Despu?s de mucho cavilar y ante la imposibilidad de encontrar una soluci?n satisfactoria les plante? mis dudas para intentar averiguar si a ellos se les ocurr?a algo, – ?Es posible saber de qui?n es?, ?Hay alguna forma de averiguar los datos del autor de este comentario? – ?C?mo dice? -pregunt? con asombro el segundo becario, poniendo cara de desconcierto- ?Quiere que averig?emos quien lo escribi?? – ?S?, as? es!, ?Es posible que os lo d? el ordenador? -volv? a insistir ansioso sin saber si aquella m?quina podr?a darme la informaci?n que solicitaba. – ?No lo creo! -afirm? con contundencia el primer becario sonriendo entre dientes y negando con la cabeza, con cara de escepticismo. – Podr?amos saberlo analizando el papel sobre el que se escribi? para ver si hay huellas dactilares y luego pasar estas por la base de datos del F.B.I. para conocer su identidad -se?al? el segundo becario con tono de mofa mientras echaba el brazo sobre el primer becario y le gui?aba un ojo. – ?S?, claro!, si quien lo ha escribo ha cometido un delito nos saldr?, no s?lo su identidad, sino su perfil criminol?gico -confirm? el primer becario siguiendo con el mismo tono de guasa. – Vale chicos, lo he captado, no hace falta que hag?is m?s chistes al respecto. Es un callej?n sin salida, s?lo quer?a saber si lo pod?ais averiguar -repuse con tono molesto intentando retirar aquella absurda cuesti?n, concluyendo as? ese peque?o momento de relax. – Bueno hay una forma -apunt? pensativo el primer becario mientras se tocaba repetidamente la barbilla con una mano mientras con la otra daba suaves golpecitos con un lapicero sobre la mesa. – Anda d?jalo ya -repuso el segundo becario con tono de que la broma hab?a durado demasiado. – No, lo digo en serio, mire, esta urna est? cerca de la salida, es un lugar por donde han de pasar todos los visitantes y por tanto tiene que estar vigilado por c?maras de seguridad… -indic? el primer becario con tono reflexivo mientras me gui?aba un ojo. – ?T? crees que si yo les llevo este papel a los de seguridad ellos podr?n averiguarlo? -le consult? con sorpresa intentando completar en aquella propuesta. – Por probar no se pierde nada -coment? el primer becario con regocijo. – Por si le sirve de algo le puedo decir que la nota pertenece a una ni?a, por la letra que tiene, se parece un poco a la de mi hermana -repuso segundo becario mientras miraba interesado en la pantalla la hoja de respuesta que me hab?an imprimido. – S?, eso mismo es lo que hab?a pensado, gracias por vuestro tiempo chicos, seguir as? -agradec? mientras me iba de la sala. Sal? en direcci?n a la sala de control, dej?ndoles con su peque?a celebraci?n por haber acertado al meter las hojas de respuesta de los visitantes de la muestra en una base de datos que me hab?a resultado muy ?til, pudi?ndome con ello ayudar, a la vez que se relajaban. Tras atravesar un pasillo controlado por v?deo vigilancia llegu? frente a una puerta la cual ten?a guarda apostado delante que me impidi? la entrada, argumentando que no estaba autorizado a estar all?. Tras protestar en?rgicamente consegu? que llamase a su jefe, el cual me autoriz? a pasar a aquel centro de control para el que se hab?an tra?do un peque?o cerebro electr?nico como lo hab?an llamado los t?cnicos que acudieron a instalarlo. – Buenas, soy el comisario de la exposici?n, quisiera que me ayudasen -expres? en?rgicamente con tono firme para captar la atenci?n de alguno de los operarios de la sala los cuales parec?an absortos en su tarea de mirar a los monitores. – No s? qui?n le ha dejado entrar, pero entender? que estamos muy ocupados -declar? disconforme uno de los operarios sin separar la vista de las pantallas mientras segu?a escrutando que todo estuviese en orden. – Creo que son los ?nicos que me pueden ayudar -manifest? desanimado tratando de justificar mi presencia all? dentro a la vez que mostraba la hoja impresa con el dibujo y las palabras de la que supon?a ser?a una ni?a. – D?ganos a qu? ha venido y acabemos pronto -sugiri? una mujer desde el final de la sala mientras se levantaba y dirig?a hacia donde me encontraba. Era una mujer menuda, de unos cuarenta a?os, de piel clara que, con numerosas pecas, y una melena corta rizada y pelirroja. Vistiendo blusa blanca de manga larga y pantalones azules, calzando zapatos con tacones altos de aguja. Le ense?? la hoja impresa, con el dibujo y aquellas pocas palabras, y le expliqu? que quer?a localizar al autor de la nota, pues era de vital importancia para m?. Ella recapacit? un momento y me indic? en tono de bajo casi murmurando, – Lo que va a ver aqu? no se lo puede decir a nadie, se trata de tecnolog?a que no existe oficialmente lo que nos facilita el poder atrapar a los ladrones. Por tanto, debe permanecer en secreto pues de otra forma dejar? de sernos ?til para nuestro trabajo. – Bueno, no creo que sea una ladrona, ni que est? en ninguna base de datos del gobierno de personas en b?squeda y captura -rebat? con tono de mofa- seg?n creo es la letra de una ni?a, tan inocente como eso. – No creo que sepa de lo que est? hablando, probablemente lo que dice lo ha visto en alguna pel?cula o serie de televisi?n, nosotros somos profesionales de la seguridad y ni se hace una idea de lo avanzada que est? la tecnolog?a hoy -precis? chulescamente- observe y calle. Diciendo esto pas? la imagen a otro compa?ero, el cual la escane? y lo introdujo en un ordenador, hecho esto y tras tocar unas teclas, pusieron en la pantalla todas las c?maras de seguridad que hab?a, que para mi sorpresa deb?an de ser m?s de cien. Un cuadro rojo fue pasando muy r?pidamente por cada una de ellas borr?ndose algunas a su paso, hasta que quedaron seis encendidas. Tras esto, ella reparti? el trabajo entre los otros operarios, y cada uno de ellos examin? el contenido de una de las pantallas, hasta que uno vocifer?, – Ya la tengo. – P?sale el perfil a los dem?s y enviarme a este monitor los resultados -orden? la mujer al resto sin perder tiempo, gir?ndose hacia m? para mostrarme una sonrisa burlona. No habr?an pasado m?s de dos minutos, desde que le di el papel con el dibujo y la frase, cuando me indic? la mujer con tono de satisfacci?n, – Ya est?, la tenemos grabada en v?deo desde que entr? a la Biblioteca hasta que sali? ella, adem?s de todo el recorrido que realiz? ?Quiere verlo? – S?lo estoy interesado en saber su identidad a ser posible quisiera conocer su nombre si no es demasiado pedir -apunt? pasmado por la eficiencia y velocidad de trabajo de aquellos operarios. – Bueno, ese dato no se lo podemos dar, pues es una ni?a peque?a, pero s? le puedo afirmar que entr? junto con su grupo de escolares, si le parece bien le digo el nombre de la instituci?n en donde estudia, as? como el de la profesora a cargo de su grupo -repuso mientras escrib?a los datos en un papel. – Perfecto, yo me encargo del resto, muchas gracias a todos -voce? a todo el equipo levantando la voz despu?s de recibir el papel. – Ahora le agradecer?a que abandonase este lugar y nos dejase seguir haciendo nuestro trabajo; recuerde, no puede contarle a nadie lo que aqu? ha visto -indic? la mujer con gesto serio, mientras con la mano me se?alaba la puerta por la que hab?a entrado. Sal? contento, todav?a no ten?a muy claro de qu? me iba a servir todo aquello, pero ya sab?a por d?nde seguir la pista de aquella ni?a, de la cual me hab?an dado hasta una foto. Era una ni?a de piel cobriza, con nariz fina y ojos grandes, el resto estaba oculto tras un bonito velo de dos tonos de color azul, siguiendo el hiyab (c?digo de vestimenta femenina de la mujer isl?mica) por el que la mujer debe de cubrirse la mayor parte del cuerpo. Aquello me dio pistas de que deb?a de ser de familia tradicional isl?mica, aspecto que era bastante corriente ver en una ciudad tan cosmopolita como Nueva York, donde est?n representadas todas las religiones con mayor o menor n?mero de fieles. Una convivencia multi?tnica, multicultural y multireligiosa basada en el respeto mutuo que no ha tenido problemas de convivencia en una tierra de acogida de inmigrantes de cualquier procedencia, asumiendo para s? la idiosincrasia de los dem?s; adapt?ndose en las sucesivas generaciones al modo de vida del pa?s, con sus libertades y oportunidades por igual para todos. Me dirig? en metro a la escuela de primaria, tras presentarme al director, e intentar explicarle el motivo de mi inter?s por entrevistarme con una de sus alumnas, accedi? a ello con la condici?n de que fuese en el horario del recreo y que estuviese delante su tutor. Aquello me pareci? bien y as? se lo hice saber, tras finalizar la entrevista tuve que estar aguardando en el pasillo que daba a la direcci?n a que fuese la hora del recreo, cuando son? la campana salieron de todas las aulas los ni?os corriendo y chillando, con ganas de despejarse y divertirse. Sali? el director de su despacho y me indic? que le acompa?ase. Los dos anduvimos por un pasillo hasta una clase en donde hab?a un adulto y dos ni?as. Una de ellas sin duda era la de la foto y estaba vestida con la misma ropa que hab?a visto en la foto. Llevaba un velo sobre la cabeza, esta vez de color blanco, una blusa interior de color azul oscuro y sobre esta de color verde pistacho adornado con flores, por debajo del vestido se pod?a ver que llevaba vaqueros, calzando modernas deportivas azules. La otra ni?a no sab?a qui?n era, pero parec?a de su edad pues ten?a su misma altura y adem?s ambas asist?an a la misma clase. Lo que estaba claro es que no era musulmana o al menos no practicante, pues llevaba una indumentaria diferente a la primera. Era de color, con el pelo rizado negro, llevando la cabeza sin cubrir y vistiendo un ch?ndal de color rosa, llevando tambi?n deportivas, aunque en este caso eran tambi?n rosas a juego con el resto de su atuendo. Tras presentarme a su tutor, se fue el director y me dej? all? por espacio de media hora m?ximo para poderme entrevistar con la ni?a a la cual la salud?, – Hola, ?C?mo te llamas? – Se llama F?tima -me repuso la otra ni?a adelant?ndose a contestar. Aquello me extra??, pero no le di m?s importancia, sacando del bolsillo el papel impreso donde estaba su dibujo y las pocas palabras que hab?a escrito, se lo mostr? y le interrogu?, – ?Lo reconoces? Ella lo tom? entre sus manos y con una gran sonrisa le susurr? algo a su amiga al o?do y esta me aclar?, – S?, es suyo, lo hizo hace unos d?as en la muestra de la biblioteca. Con gesto de sorpresa y desconcertado, recrimin? a la ni?a que hab?a vuelto a hablar, – ?Por qu? no dejas que hable ella?, si quieres puedes irte al recreo. El tutor carraspe? para que le mirase, cuando lo hice vi que me estaba haciendo un gesto de desaprobaci?n con la cabeza movi?ndola de izquierda a derecha repetidamente, indic?ndome con la mano que me acercase a un rinc?n de la habitaci?n y all? a media voz me aclar?, – Es usted un hombre, un desconocido, no le puede responder directamente F?tima. Aquello me choc?, no entend?a a lo que se refer?a as? que le repuse algo contrariado por su falta de cooperaci?n, – Como sabr? he hablado con el director y me ha dado permiso para entrevistarla y no tengo demasiado tiempo. – Haga por entender, ella es una ni?a musulmana que ha de cumplir con unas normas sociales diferentes de las nuestras, a pesar de su integraci?n hay que respetar sus costumbres. No puede hablar con hombres desconocidos sin que un familiar est? presente, y como no es el caso, ella le est? contestando a trav?s de su amiga para as? no faltar a sus costumbres -apostill? su tutor con elocuencia. Entend? a lo que se refer?a, aunque desconoc?a que tal pr?ctica existiese, lo respet? y asent?. Me volv? hacia las dos ni?as y ahora me dirig? a su amiga para pedirla perd?n y as? se lo expres?, tras esto volv? a dirigir a F?tima sabiendo que ella no me responder?a directamente, – ?Por qu? has pintado este s?mbolo y has escrito esto? – La profesora que nos acompa?? a la Biblioteca indic? que pusi?semos lo que m?s nos hab?a gustado de la exposici?n y yo as? lo hice -coment? su amiga tras escuchar a F?tima lo que la dec?a en voz baja. – Pero ?Por qu? precisamente esto? -la cuestion? tratando de indagar un poco m?s en aquello que era de mi inter?s. – Es que el dibujo la suena a algo que conoce de su pueblo -refiri? la ni?a con cara de ignorar a qu? se refer?a. – ?Qu? pueblo?, ?A qu? te refieres? -intent? sonsacarla obcecado sin darme cuenta de que el tutor se estaba acercando por detr?s. – Est? bien, ya es todo por el momento, la est? asustando -coment? el tutor poni?ndose delante de m? para que no inquietase a aquellas ni?as. – ?Es posible que pueda hablar con sus padres? -reclam? al tutor algo angustiado al ver que se me escapaba la posibilidad de encontrar respuestas. – ?No lo creo!, recuerde que esta conversaci?n no la ha tenido, usted no ha hablado con la menor, no queremos tener problemas en el colegio, le hemos consentido todo lo que hemos podido, pero nada m?s -explic? con tono severo mientras indicaba a las ni?as que pod?an irse al patio a jugar. – S?lo una consulta m?s, tengo que saber de d?nde son sus padres -demand? con algo de desesperaci?n al tutor que ya se dirig?a hacia la puerta con las ni?as. – Eso se lo puedo contestar yo, ellos son de Ir?n. Ahora le pido que salga de la clase -me reclam? mientras sujetaba la puerta para cerrarla cuando saliese. – Gracias a las dos y a usted, ha sido un placer -repuse con una sonrisa forzada mientras me dirig?a hacia la salida pasando por delante del tutor y de las dos ni?as. Terminada le entrevista sal? del colegio turbado por lo que acababa de descubrir, Ir?n era el nombre actual del pa?s que ocupaba el territorio de lo que fue en su momento Persia, tierra de paso de numerosos pueblos que quisieron adue?arse de su localizaci?n privilegiada, paso obligado del comercio entre oriente y occidente, y previo a esto fue parte de Sumeria. ?Es posible que aquella ni?a fuese descendiente directo de aquel antiqu?simo pueblo?, y lo m?s inquietante, ?Es posible que de alguna forma se mantenga entre ese pueblo an?cdotas y conocimientos que no han trascendido al ?mbito acad?mico? Parec?a claro que aquella ni?a sab?a m?s de lo que dec?a, pero ten?a restringido el acceso tanto a ella como a su familia; tendr?a que buscar otra forma de acercarme a ese colectivo desconocido para m? hasta ese momento como eran la comunidad iran? en Nueva York. Supongo que al igual que sufrieron bastantes musulmanes en los a?os previos, en que exist?a un fuerte sentimiento en contra de los ciudadanos de Oriente Medio, en especial los iraqu?es. Ellos habr?n tenido que soportar el rechazado social, las miradas acusativas de los familiares de los soldados que regresaban del campo de batalla envueltos en aquellas bolsas negras y del recelo de la ciudadan?a en general. Una guerra que hab?a dividido a la opini?n p?blica. Entre la mayor?a que consideraban que no se deb?an mantener dentro de nuestras fronteras a un potencial peligro dando con ello prioridad a la seguridad de la poblaci?n general. Y los menos que entend?an que se trataba de una postura exagerada, alegando que siempre deben de prevalecer los derechos individuales, pudiendo vivir all? donde prefiriera. Como si todos y cada uno de los musulmanes, hombres, mujeres, ancianos y ni?os de este pa?s fuesen capaces de atentar contra el resto de la ciudadan?a, a?n a costa de exponer su propia vida en ello. Una postura que ha provocado un sentimiento tan dispar, que incluso algunos se han convertido al isl?n como forma de protestar ante la pol?tica de su gobierno. Un momento especialmente delicado para las peque?as comunidades que se ve?an excluidas, susceptible de habladur?as y desconfianza, alimentado adem?s por el oscurantismo que rodea a los peque?os grupos que en muchos casos se encierran en guetos que a unas causas razonadas y razonables. A pesar de que por parte de las autoridades y de los propios grupos han querido dar una apariencia de calma, realizando celebraciones de fiestas abiertas a todo el que se quiera acercar para aproximarse un poco a su cultura y forma de sentir, y con ello suplir el miedo a lo que se ignora, a pesar de ello eran pocos los que aprovechaban para acercarse. Por mi parte como comisario de la exposici?n hab?a tenido que hablar con m?ltiples representantes de las distintas minor?as que pod?an tener algo que ver con la tem?tica de la muestra a mi entender, para invitarles a participar o simplemente a asistir, con suerte desigual. Por lo tanto, no me resultar?a dif?cil intentar ver si en mi agenda hab?a el n?mero de alguien que me pudiese ayudar a averiguar c?mo una ni?a tan peque?a pod?a saber sobre los misterios de una civilizaci?n extinta. Ya no era tanto por el contenido de su sugerencia, eso del pan y del fuego, sino por la familiaridad con la que hablaba de hechos del pasado como si fuese una tradici?n viva dentro de su pueblo. Aquello me intrigaba, ?Y si no estaba del todo extinguido aquel pueblo?, si por alg?n extra?o capricho del destino de forma clandestina y secreta se hab?a salvado parte o todo el conocimiento del primer pueblo de la humanidad. A medida que me hac?a aquellos planteamientos un extra?o calor me inundaba el cuerpo, era como cuando a un ni?o se le dice que le van a dar un premio, es una emoci?n de deseo e incertidumbre juntas, unido al ansia por desvelar aquella sorpresa. No me pod?a ni imaginar la de multitud de cuestiones que la hubiese hecho a aquella ni?a si me hubiesen dejado, o a sus padres si los pudiese conocer. Ser?a como indagar los restos p?treos, las ruinas de las ciudades y templos, las estelas o las figuras de aquel pueblo, para que estos desvelasen el mayor secreto que puede tener un pueblo, su conocimiento. La tecnolog?a que en aquel tiempo era lo m?s avanzado que exist?a y que le permiti? extenderse y florecer como civilizaci?n hab?a sido superada ya desde tiempo de los romanos, pero el saber c?mo un humilde pueblo se hab?a convertido en cuna de civilizaciones, era todo un misterio para m?. Conoc?a las teor?as m?s variopintas, pero ninguna era concluyente, simplemente se trataba de una posibilidad, pero sin que nadie tuviese la verdad definitiva ?Y si esta ni?a lo ten?a o su familia?, ?Y si en secreto lo hab?an transmitido de generaci?n en generaci?n hasta nuestros d?as? Ser?a un tesoro de incalculable valor para la ciencia, podr?a cambiar nuestra concepci?n de nuestra forma de ser y pensar desde los cimientos, dar?a todos mis a?os de estudios por conocer esos secretos de existir. Se trataba de la cuna de la nuestra historia, un hecho olvidado extensivamente por la comunidad cient?fica m?s centrada en rescatar los viejos misterios de la civilizaci?n griega o romana m?s pr?ximos a nuestros d?as que en aventurarse a descubrir nuestros or?genes. Incluso los egipt?logos eran vistos con recelo por los dem?s, como si de unos rom?nticos empe?ados en desencantar los secretos de las arenas se tratasen. Supongo que cada uno investiga seg?n le llega la inspiraci?n o por modas, como suele ser m?s corriente, ya es justamente a esos ?ltimos a los que les llega m?s f?cilmente la financiaci?n pues tienen mejor prensa en ese momento. Querer descubrir de d?nde venimos, ha sido uno de los grandes asuntos que siempre nos hemos planteado, a los que demasiados han intentado dar fantasiosas explicaciones en vez de centrarse en realizar nuevas averiguaciones arqueol?gicas o tratar de aprender de pueblo que viven todav?a casi sin contacto con el mundo civilizado. Me asombr? enterarme por un noticiario que un colega afirmaba haber descubierto nuevos pueblos humanos que hab?an permanecido sin contacto con el hombre blanco y para ello aportaba im?genes recogidas desde una avioneta bimotor en donde se pod?a observar a algunos de sus miembros en actitud agresiva ante la presencia de aquel extra?o y ruidoso objeto volador. Hoy en d?a parece impensable que un mundo cartografiado por sat?lites, en el que est?n continuamente surcando aviones por encima de nuestras cabezas, pueda haber sitios v?rgenes donde la especie humana se ha desarrollado sin los rudimentos de nuestra civilizaci?n, la electricidad, el petr?leo o la penicilina. Para m? esa ser?a nuestra definici?n de desarrollo que hemos adoptado, supongo que habr? otros, aunque lo ignoro, pero si por alg?n motivo nos faltase alguno de estos tres elementos se acabar?a la civilizaci?n como la conocemos. Todos los aparatos el?ctricos por definici?n necesitan electricidad, y sin esta no son m?s que un mont?n de cacharos llenos de circuitos inservibles e in?tiles. Igualmente, nuestro sistema productivo y nuestros medios de transporte est?n basados en los subproductos procedentes del petr?leo, junto con los envases en los que conservamos la comida, en las botellas y los envases de nuestros l?quidos, incluso en la ropa. Si nos faltase provocar?a tal caos que retrasar?amos como civilizaci?n cientos de a?os, todav?a recuerdo hace unos pocos a?os cuando hubo una escalada de precios del crudo y empez? a subir como la espuma el combustible de las gasolineras, as? como el de los alimentos en los supermercados. En unas pocas semanas en algunos pueblos, m?s alejados del centro se vieron sin suministro, teniendo que hacer largas colas en las pocas gasolineras que todav?a distribu?an algo para lo cual deb?an de recorrer inmensas distancias. Igualmente, la comida de los supermercados desapareci? literalmente porque los m?s precavidos, y sobre todo fruto de un cierto contagio de p?nico en la poblaci?n, hizo que todos quisieran tener provisiones con las que subsistir ante una eventual falta de provisi?n en los comercios. Los m?s incautos que confiaron en la informaci?n que a trav?s de la radio y la televisi?n se emit?a intentando reducir el p?nico, cuando fueron a comprar apenas encontraron productos, y alguno hasta tuvo que pelearse para conseguir llev?rselo. No me imagino c?mo hubiese acabado todo si los gobiernos no hubiesen sacado sus reservas para paliar la escasez, a pesar de que corr?an el peligro de agotar sus propias reservas en poco tiempo haci?ndoles vulnerables ante la creciente especulaci?n econ?mica que se hab?a formado alrededor de este escaso recurso. Ahora a pocos a?os vista de aquello, vivimos sin preocuparnos por lo que podr? suceder en un futuro cada vez m?s pr?ximo en que acabar? esta materia prima fruto de la sobreexplotaci?n de los pozos petrol?feros. Conoci?ndolo y visto sus efectos devastadores sobre la sociedad tal y como la conocemos, varios gobiernos han empezado a dar prioridad a los proyectos de energ?a llamada alternativas, como la solar (procedente de la luz del sol) o la e?lica (de la fuerza del viento). Dejando todav?a sin considerar suficientemente otras de igual o mejor rendimiento como la energ?a undimotriz y la mareomotriz (generada por las olas y las mareas respectivamente) o la geot?rmica (procedente del aprovechamiento del calor interior de la Tierra). Por ?ltimo, y no por ello menos importante, si careci?semos de los medicamentos, ese gran invento resultado del descubrimiento de la penicilina por Fleming en 1929, se acabar?a la civilizaci?n tal y como la conocemos. Esto lejos de ser una posibilidad remota; ya lo hab?an padecido numerosos pueblos cuando se tuvieron que enfrentar a enfermedades para las que no ten?an remedio en que vieron su poblaci?n diezmada y en algunos casos hasta desaparecieron como pueblo. Un hallazgo casual, al encontrar en una de sus placas de microscopio un hongo bautizado como “Penicillium Notatum” que hab?a frenado el crecimiento del estafilococo, que cambi? la vida, reduciendo la mortalidad infantil, posibilitando la recuperaci?n de enfermedades que de otra forma se convertir?an en pandemias y permitiendo una mayor calidad de vida hasta una edad muy avanzada. Hoy en d?a se sigue utilizando como antibi?tico empleado para tratar m?ltiples enfermedades infecciosas como la s?filis, la gonorrea, el t?tanos o la escarlatina, adem?s de la faringoamigdalitis estreptoc?cica y la profilaxis de la fiebre reum?tica entre otras enfermedades. Sin medicamentos, cualquier peque?a gripe estacional ser?a decisoria en la merma en los miembros de la poblaci?n ya que no habr?a forma de combatir sus efectos por leves que fuesen. Y no s?lo me refiero al peligro de las pandemias actuales de las cuales desconocemos su origen o cura, sino al contagio de enfermedades comunes a las que estamos expuestos diariamente y que gracias a un medicamento gen?rico como son los antibi?ticos de amplio espectro tiene un efecto quimioterap?utico a la vez que mitiga el dolor, reduce la fiebre y la inflamaci?n. ?Qu? ser?a de todos esos enfermos que deben de tomar religiosamente su medicamento para evitar que la enfermedad se extienda?, ?Cu?ntos millones y millones est?n siguen viviendo en el mundo gracias a estos peque?os remedios encapsulados? Incluso los pa?ses m?s cerrados en cuanto a su cultura, recelosos de la influencia del imperialismo colonial, aceptan toda la ayuda que puedan recibir de los m?dicos cuando se enferma alguno de sus miembros, sobre todo si estos pertenecen a un estatus elevado dentro de la sociedad. No me imagino las devastadoras secuelas de una huelga por parte del sector farmac?utico, provocar?a al d?a siguiente un colapso en las farmacias y dispensarios, cientos de personas rivalizando entre s? por aprovisionase de cualquier tipo de medicamento como si les fuera la vida en ello. Creo que de los tres ?ste provocar?a m?s siniestralidad, ya no s?lo el n?mero de personas que fallecer?an a causa de la falta de su medicamento, sino por los efectos perniciosos sobre la propia sociedad, los individuos luchar?an y se matar?an por conseguir un remedio, una simple pastilla que puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Nada m?s que para evitar la desesperaci?n de no tenerlo cuando le hace falta, o porque haya alg?n familiar necesitado nos convertir?a en lobos al acecho de cualquier infeliz del que se supiese que tiene alguna reserva de medicamentos. Una civilizaci?n a mi gusto sustentada en pilares demasiado d?biles, pero es la que nos ha tocado vivir. CAP?TULO 3. HISTORIA DE IR?N Estoy convencido de que algo importante se ocultaba en aquel pueblo sucesor de otros que estuvieron antes que ellos, descendientes del primer gran pueblo de la historia, los Sumerios. Ten?a claro que no me pod?a acercar a la ni?a ni a su familia sin que me invitasen y para ello tendr?a que dar algunas explicaciones, como decir de d?nde saqu? la foto de la peque?a o quien me autoriz? a entrevistarla. Pero cre?a que ten?a la soluci?n para adentrarme en aquel pueblo tan estigmatizado que frecuentemente se confunde con su vecino Iraq y por lo tanto los tratan a veces con desprecio sobre todo por las fuerzas del orden cuando se van a trasladar de un estado a otro por tren o por avi?n, y m?s cuando salen o llegan del extranjero. Saqu? mi agenda y empec? a buscar hasta que di con un arque?logo que me hab?a ayudado a dar una dataci?n aproximada a aquellas piezas sin catalogar pertenecientes a las colecciones privadas. Le llam? pues trataba de averiguar si ?l me pod?a informar algo m?s sobre esas tradiciones de aquel pueblo. Tras los saludos iniciales le coment? mi inter?s por entrevistarnos y ?l estuvo de acuerdo, as? nos citamos para esa misma tarde en un caf? pr?ximo a la biblioteca. No me ser?a dif?cil de reconocer, era una persona oronda, que vest?a siempre traje, camisa y pantalones blancos, sobre la cabeza luc?a un sombrero de Panam? del mismo color. Adem?s, daba la peculiaridad de que era una persona que sudaba mucho por lo que continuamente estaba sec?ndose el rosto con un pa?uelo que luego guardaba empapado en el bolsillo superior del traje. Form?ndose a su alrededor una extra?a y simp?tica mancha de humedad con forma de coraz?n. Aquella tarde cuando estaba terminando de tomar el caf? que hab?a pedido mientras esperaba, lleg? y tras disculparse por el retraso me intent? sonsacar por el motivo de mi consulta. – Mira esta foto -le solicit? mientras le ense?aba la imagen que F?tima copi? en la hoja de respuesta de la muestra junto con esas pocas palabras, mientras terminaba de vaciar mi vaso. – S?, ya veo ?Qu? pasa con ello? -articul? con cara de extra?eza mientras esperaba que la camarera le trajese lo que hab?a ordenado al entrar. – ?No te suena de nada? -insist? intentando ver su reacci?n por si ocultaba algo pues me extra?aba en sobremanera que una ni?a peque?a lo hubiese visto tan claro y a ?l no se le ocurriese nada. – No s?, quiz?s es el dibujo algo infantil de una de las piezas que catalogamos ?Qu? pasa con esto? -volvi? a insistir mientras reclamaba expectante a mis explicaciones mientas echaba un azucarillo sobre su caf? y lo empezaba a agitar lentamente. No sab?a si dec?rselo, no pod?a ser que una ni?a tan peque?a lo hubiese reconocido sin problemas y ?l, que era una eminencia en su campo, no tuviese ni idea. – Bueno, ?De qu? va esto? -demand? con insistencia y algo de impaciencia ante mi silencio prolongado, mientras dejaba su vaso tras tomar un interminable sorbo. – S?lo que me gustar?a saber m?s de su significado, tengo entendido que existe una peque?a comunidad iran? en la ciudad ?Podr?as ponerme en contacto con alguien de ah? que me pueda ayudar? -termin? por demandar viendo que no iba a sacar nada de informaci?n. – No lo s?, d?jame pensar, ellos son muy celosos con sus costumbres, deber?as de aprender bastante antes de poder acceder, empezando por tu forma de vestir -declar? con una sonrisa mientras levantaba el vaso para volver a beber. – ?Qu? le pasa a mi chaqueta?, ?Es que no estoy bien? -formul? pasmado con su comentario. – Si quieres ir a una boda s?, mira que aparte de las normas propias de su cultura deber?s de respetar la del islam, aunque t? no seas creyente de las palabras del Profeta vas a un lugar donde la fe es parte importante, eje de la vida civil y pol?tica. Si no conoces el Cor?n es dif?cil que puedas entender lo suficiente de lo que vas a ver y o?r. – Bueno ?Por qu? no me acompa?as? -pregunt? intranquilo por lo que me dec?a. – Esto es cosa tuya, s?lo te pongo en sobre aviso, incluso a gente como yo estoy mal considerado por haber dado la espalda a mis creencias simplemente por no ser practicante. Nunca me podr?a casar con una mujer de su comunidad sin traer la verg?enza sobre su familia. Aquello no me desanim? a pesar de las dificultades que supondr?a entrar all? me sent?a motivado para averiguar si exist?a un misterio escondido entre aquel pueblo. La situaci?n me recordaba algo que me sucedi? durante mi ?poca de estudiante en que estuve recorriendo buena parte de M?xico tratando de hallar algo que no estuviese ya catalogado. Intentaba emular a los primeros exploradores que desde el principio se han adentrado en la aventura de descubrir nuevos lugares, zonas inh?spitas en busca de civilizaciones inmaculadas sin que hayan entrado en contacto con el hombre blanco o al menos encontrar sus restos. Un innegable legado de civilizaciones grandiosas que desaparecieron llev?ndose con ellos inconmensurables conocimientos, dej?ndonos construcciones, esculturas y hasta utensilios de la vida cotidiana como testigos de su apogeo, creando a su alrededor un halo de misterio con numerosos secretos a desenterrar. Sab?a que ya no quedaba terreno por descubrir y que hoy en d?a casi nada nuevo sale a la luz, salvo los tesoros ocultos bajo la superficie del mar que esperan su momento de ser reflotados para compartir las maravillas que quedaron olvidados por el tiempo sin m?s compa??a que el de los crust?ceos y moluscos. Aunque de vez en cuando un golpe de suerte convert?a a entregados investigadores o a aficionados a hallar un gran tesoro, ya no s?lo porque est? compuesto de oro o piedras preciosas que eso es lo de menos, sino que sea algo totalmente desconocido, una cultura nueva, que despierte el inter?s y la imaginaci?n de los arque?logos. No me refiero a esas piezas que parecen no pertenecer a su tiempo por estar fabricadas con t?cnicas que se supone no exist?an en ese per?odo, los denominados Oopart (objetos fuera de su tiempo), adelant?ndose a su ?poca cientos de a?os antes de que se avanzase la ciencia lo suficiente. Ni a esas otras que ponen en evidencia nuestras creencias con respecto a la cronolog?a de la historia denominados objetos imposibles, que para poder dormir los investigadores y cient?ficos ignoran esos hallazgos permaneciendo con sus antiguas creencias a sabiendas de que algunas son falsas. A m? me gustar?a descubrir una dinast?a desconocida, un reinado sobre el que no se tuviesen noticias, que se haga un hueco dentro de la historia oficial, complement?ndola y complet?ndola, pero sin competir con ella. Un ejemplo de ello ser?a el caso del hallazgo de Pianki tambi?n conocido por Piye, el primer fara?n negro de Egipto que inaugurar?a la Dinast?a XXV, por el que todo el territorio estar?a gobernado por descendientes del pueblo nubio durante tres cuartos de siglo. Hasta hace poco este per?odo era ignorado, oculto a la creencia actual que figuraba a los pueblos negros en Egipto como esclavos dedicados al arte de la guerra o como mano de obra barata empleada en la construcci?n de palacios, templos y hasta las colosales de las Pir?mides. Quisiera inscribir mi nombre en los libros de la historia como ya lo hicieran los grandes descubridores de ciudades perdidas o de tumbas milenarias que dieron buena muestra de valent?a y determinaci?n. Es lo que trat? de hacer en mi juventud, tener un solo objetivo, y tratar por todos los medios de conseguirlo, pues sab?a que con peque?os pasos es como se construye un gran futuro. Para ello empec? a estudiar aquellas civilizaciones que marcaron el devenir de esas tierras, buscando los restos arqueol?gicos que dejaron tras de s?, ya fuesen edificaciones o piezas en los museos. Luego cuando ten?a una idea m?s exacta de qu? era lo que se conoc?a de un determinado pueblo y qu? a?n estaba por descubrir me adentr? en lo que fue el territorio de ese pueblo, recorriendo caminos, escalando montes y atravesando praderas en busca de alg?n resto no descubierto con la esperanza de que fuese algo importante. Quiz?s fue mi inocencia o mi ?mpetu, pero consegu?, tras mucho esfuerzo, rescatar del fondo de un barranco unas piezas que parec?an de cer?mica, adornadas con pinturas de distintos colores que todav?a se pod?an reconocer. Ilusionado por mi descubrimiento, anot? todos los datos con respecto a su localizaci?n geogr?fica y de profundidad haciendo multitud de fotos al lugar exacto y a sus alrededores, para documentar mi hallazgo. Despu?s y para que un experto me corroborase la autenticidad de las piezas, as? como me ayudase a calcular su antig?edad, me puse en contacto con un responsable del Museo Nacional de Antropolog?a de M?xico, situado en la capital del pa?s, el Distrito Federal. Una amplia construcci?n a cuya entrada est? expuesta la colosal estatua de doscientas toneladas del Dios del Agua Tl?loc, y en cuyo interior se recogen en sus salas miles de piezas referidas a los pobladores de Am?rica desde tiempos prehist?ricos hasta los mexicas. Entre las obras m?s destacadas del lugar se encuentra el tesoro de la tumba del rey Pakal, la m?tica Piedra del Sol con representaci?n la cosmolog?a mexica y el colosal Atlante Tolteca. Una vez me recibi? le ense?? aquel fragmento al responsable del centro junto las fotograf?as de lugar y todas mis anotaciones y el hombre con una sonrisa declar?, – Felicidades, has encontrado una buena obra, esta se usaba para realizar ofrendas a los dioses, por eso de sus llamativos colores, lo malo es que es una tradici?n tan antigua y que a?n hoy se practica que existe una extensa documentaci?n al respecto, pudi?ndose contemplar la evoluci?n del rito a lo largo de los a?os, esta pieza en concreto vendr?a a ser de aqu?. Y me se?al? a una mampara de cristal, sin darme cuenta me hab?a conducido por aquel museo hasta donde nos encontr?bamos justo frente a m? exist?a un cuenco completo con los dibujos en perfecto estado, si me lo hubiesen contado no me lo hubiese cre?do. Lo m?o parec?a ahora m?s el desecho de un alfarero que una buena pieza, y ante mi desilusi?n me reconfort? el encargado indic?ndome, – No te preocupes, los grandes hechos de la historia se han preparado con cuidado y realizado poco a poco; pero lo m?s importante lo tienes, tu arrojo e ?mpetu. Sigue con ?l y no lo pierdas y ver?s c?mo alg?n d?a aquello que hagas dar? su fruto. Me dijo con una leve sonrisa aquel hombre menudo que vest?a tan formalmente, pero que su piel y sus arrugas denotaban que hab?a sido duramente castigado por la exposici?n a los elementos, el sol y el aire. Si no supiese su profesi?n podr?a llegar a la err?nea conclusi?n de que se trataba de un labriego. Uno de esos trabajadores que se levantan antes de que cante el gallo y se acuestan al retirarse el sol, dedicando su jornada al duro trabajo del cuidado del campo, ar?ndolo, sembrando, reg?ndolo y quit?ndole las malas hierbas. Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». 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