Как часто я вижу картинку такую Воочию, или она только снится: Две девочки-гейши о чём-то толкуют, Забыв, что давно им пора расходиться. На улице тёмной все двери закрыты. Ленивое пламя в фонарике сонном… А девочки-гейши как будто забыты Двумя огоньками в пространстве бездонном. Ну что вам не спится, прекрасные гейши? Ведь даже сверчки неумолчны

Arena Uno. Tratantes De Esclavos

Arena Uno. Tratantes De Esclavos Morgan Rice Trilog?a De Supervivencia #1 Si le gust? LOS JUEGOS DEL HAMBRE, le encantar? ARENA UNO. --Allegra Skye, autora del Bestseller SavedDe Morgan Rice, escritora de DIARIO DE UN VAMPIRO, n?mero uno en ventas, llega el primer libro de una nueva trilog?a de ficci?n dist?pica. Nueva York. 2120. Estados Unidos ha sido diezmado, exterminado por la Segunda Guerra Civil. En este mundo post apocal?ptico, los sobrevivientes son escasos. Y la mayor?a de ellos son miembros de una pandilla violenta de predadores que vive en las grandes ciudades. Ellos patrullan la campi?a buscando esclavos, nuevas v?ctimas para llevar a la ciudad, para su deporte mortal favorito: la Arena Uno. El estadio de la muerte, donde los adversarios son obligados a pelear hasta la muerte, de manera salvaje. S?lo hay una regla en la Arena: nadie sobrevive. Nunca. En lo m?s profundo del desierto, en las Monta?as Catskill, Brooke Moore, de 17 a?os, logra sobrevivir, escondi?ndose con su hermana menor, Bree. Ellas tienen el cuidado de evitar las pandillas de tratantes de esclavos que patrullan la campi?a. Pero un d?a, Brooke no es tan cuidadosa como siempre, y atrapan a Bree. Los tratantes de esclavos se la llevan, rumbo a la ciudad, a lo que ser? una muerte segura. ARENA UNO TRATANTES DE ESCLAVOS (LIBRO #1 DE LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA) MORGAN RICE ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LAS OBRAS DE MORGAN RICE "Me llam? la atenci?n desde el principio y no dej? de leerlo… Esta historia es una aventura incre?ble, de ritmo r?pido y llena de acci?n desde su inicio. No hay un momento aburrido". --Paranormal Romance Guild {con respecto a Turned} "Tiene una trama estupenda y es un libro que le costar? trabajo dejar de leer en la noche. El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querr? comprar el siguiente libro, solamente para ver qu? sigue". --The Dallas Examiner {referente a Loved} "Es un libro equiparable a Twilight y The Vampire Diaries, (Diario de un Vampiro), y har? que quiera seguir leyendo ?hasta la ?ltima p?gina! Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ?este libro es para usted!" --vampirebooksite.com {con respecto a Turned} "Es una historia ideal para los lectores j?venes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante a lo que pudo haber sido un t?pico cuento de vampiros. Innovador y singular, tiene los elementos cl?sicos que se encuentran en muchas historias paranormales para adultos j?venes". --Rese?a de The Romance {referente a Turned} "Rice hace un gran trabajo para captar su atenci?n desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va m?s all? de la simple descripci?n de la ambientaci?n… Bien escrito y sumamente r?pido de leer, es un buen comienzo para una nueva serie sobre vampiros, que seguramente ser? un ?xito entre los lectores que buscan una historia ligera pero entretenida". --Rese?a de Black Lagoon {respecto a Turned} "Lleno de acci?n, romance, aventura y suspenso. Este libro es una maravillosa adici?n a esta serie y lo dejar? deseando m?s de Morgan Rice". --vampirebooksite.com {respecto a Loved} "Morgan Rice se demuestra a s? misma una vez m?s, que es una narradora de gran talento… Esto atraer? a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados m?s j?venes, del g?nero de los vampiros y de la fantas?a. El final de suspenso inesperado lo dejar? estupefacto". --RESE?AS DE THE ROMANCE {respecto a Loved} Acerca de Morgan Rice Morgan es la escritora n?mero uno de bestsellers de las series para adultos j?venes de THE VAMPIRE JOURNALS, (DIARIO DE UN VAMPIRO) que comprende ocho libros, que han sido traducidos a seis idiomas. Morgan tambi?n es autora del libro bestseller #1: ARENA UNO y ARENA DOS, que son los primeros dos libros de la TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA, una novela de suspenso, de acci?n apocal?ptica, ambientada en el futuro. Morgan tambi?n es autora de la serie de fantas?a, bestseller # 1 de THE SORCERER’S RING, (EL ANILLO DEL HECHICERO), que comprende seis libros, y siguen sum?ndose. A Morgan le encantar?a tener comunicaci?n con usted, as? que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com) para mantenerse en contacto. Libros de Morgan Rice THE SORCERER’S RING (EL ANILLO DEL HECHICERO) A QUEST OF HEROES (Libro #1 del Anillo del Hechicero) A MARCH OF KINGS (Libro #2 del Anillo del Hechicero) A FEAST OF DRAGONS (Libro #3 del Anillo del Hechicero) A CLASH OF HONOR (Libro #4 del Anillo del Hechicero) A VOW OF GLORY (Libro #5 del Anillo del Hechicero) A CHARGE OF VALOR (Libro #6 del Anillo del Hechicero) A RITE OF SWORDS (Libro #7 del Anillo del Hechicero) A GRANT OF ARMS (Libro #8 del Anillo del Hechicero) A SKY OF SPELLS (Libro #9 del Anillo del Hechicero) A SEA OF SHIELDS (Libro #10 del Anillo del Hechicero) A REIGN OF STEEL (Libro #11 del Anillo del Hechicero) THE SURVIVAL TRILOGY (LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA) ARENA ONE (ARENA UNO): SLAVERUNNERS (TRATANTES DE ESCLAVOS) (Libro #1 de la Trilog?a de Supervivencia) ARENA TWO (ARENA DOS) (Libro #2 de la Trilog?a de Supervivencia) THE VAMPIRE JOURNALS (DIARIO DE UN VAMPIRO) TURNED (Libro #1 del Diario de un Vampiro) LOVED (Libro #2 del Diario de un Vampiro) BETRAYED (Libro #3 del Diario de un Vampiro) DESTINED (Libro #4 del Diario de un Vampiro) DESIRED (Libro #5 del Diario de un Vampiro) BETROTHED (Libro #6 del Diario de un Vampiro) VOWED (Libro #7 del Diario de un Vampiro) FOUND (Libro #8 del Diario de un Vampiro) RESURRECTED (Libro #9 del Legado de un Vampira) CRAVED (Libro #10 of del Legado de un Vampiro) Derechos Reservados © 2012 por Morgan Rice Todos los derechos reservados. A excepci?n de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en un sistema de base de datos o de recuperaci?n de informaci?n, sin la autorizaci?n previa de la autora. Este libro electr?nico est? disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electr?nico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si usted desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir una copia adicional para cada beneficiario. Si usted est? leyendo este libro y no lo compr? o no se compr? solamente para su uso, por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaci?n de la autora o son usados ficticiamente. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia. ?NDICE U N O (#uc89b4a16-e90e-53c7-8fc1-8721415583cf) D O S (#ubac83f96-8568-52b2-906f-b81579666a55) T R E S C U A T R O (#u7bfa1bf3-c46e-5805-9489-16835fda135c) C I N C O S E I S (#litres_trial_promo) S I E T E (#litres_trial_promo) O C H O N U E V E D I E Z O N C E D O C E T R E C E (#litres_trial_promo) C A T O R C E Q U I N C E D I E C I S ? I S D I E C I S I E T E D I E C I O C H O (#litres_trial_promo) D I E C I N U E V E V E I N T E V E I N T I U N O V E I N T I D O S V E I N T I T R ? S V E I N T I C U A T R O V E I N T I C I N C O V E I N T I S ? I S V E I N T I S I E T E V E I N T I O C H O V E I N T I N U E V E T R E I N T A T R E I N T A Y U N O T R E I N T A Y D O S "Si yo hubiese muerto una hora antes, Hubiera vivido una existencia feliz; pues desde este instante, Nada que sea mortal es digno de atenci?n". --Shakespeare, Macbeth P A R T E I U N O Hoy el clima es menos indulgente que los otros d?as. El viento azota sin descanso, rozando los c?mulos de nieve del pesado pino, que caen justo sobre mi rostro, mientras asciendo por la cara de la monta?a. Mis pies, embutidos en las botas de monta?a, de talla menor a la que calzo, desaparecen en los quince cent?metros de nieve. Me deslizo y resbalo, luchando por encontrar mi equilibrio. El viento viene en r?fagas tan fr?as, que me quitan el aliento. Siento como si estuviera caminando sobre una esfera de nieve. Bree me dice que es diciembre. A ella le gusta contar los d?as que faltan para que sea Navidad, tach?ndolos en un viejo calendario que encontr?. Lo hace con tanto entusiasmo, que no me atrevo a decirle que estamos muy lejos de diciembre. No voy a decirle que su calendario es de hace tres a?os o que nunca volveremos a tener uno nuevo, ya que dejaron de hacerlos el d?a en que el mundo acab?. No voy a quitarle su fantas?a. Para eso estamos las hermanas mayores. De todos modos, Bree se aferra a sus creencias, y ella siempre ha pensado que la nieve significa diciembre y aunque se lo dijera, dudo que cambiar?a su manera de pensar. Es como si fuera un ni?o de diez a?os. Lo que Bree se niega a aceptar es que el invierno llega pronto a este lugar. Estamos en lo alto de las monta?as de Catskill y aqu? hay un sentido del tiempo diferente, un giro de las estaciones distinto. Aqu?, a tres horas al norte de lo que fue la ciudad de Nueva York, las hojas caen a finales de agosto, dispers?ndose a trav?s de las cadenas monta?osas que se extienden hasta donde alcanza la vista. Nuestro calendario estuvo actualizado alguna vez. Cuando acab?bamos de llegar hace tres a?os, recuerdo haber visto la primera nevada y observado con incredulidad. No pod?a entender por qu? la p?gina dec?a: Octubre. Supuse que esa nevada temprana era un caso raro. Pero pronto supe que no era as?. Estas monta?as son lo suficientemente altas, lo suficientemente fr?as, para que el invierno tome prestado el oto?o. Si Bree diera vuelta hacia atr?s al calendario, se dar?a cuenta enseguida del a?o, en letras grandes y horteras: 2117. Obviamente, era de tres a?os atr?s. Pienso que est? tan absorta en su entusiasmo, que no se da cuenta. Eso es lo que espero. Pero ?ltimamente, una parte de m? est? empezando a sospechar que ella realmente s? lo sabe, que solamente ha elegido perderse en su fantas?a. No la culpo. Por supuesto, no hemos tenido un calendario laboral desde hace a?os. Ni tel?fono celular, ni computadora, ni televisi?n, ni radio, ni internet, ni tecnolog?a de tipo alguno – y ni qu? decir de la electricidad, o agua corriente. Pero de alguna manera, hemos podido salir adelante as?, las dos solas, durante tres a?os. Los veranos han sido tolerables, pasando algunos d?as de hambre. Al menos podemos pescar, y los arroyos de la monta?a parecen traer siempre salm?n. Tambi?n hay bayas e incluso algunos manzanos y perales silvestres que todav?a, despu?s de tanto tiempo, siguen dando frutos. Incluso, de vez en cuando logramos atrapar un conejo. Pero los inviernos son intolerables. Todo est? congelado o muerto, y cada a?o estoy segura de que no sobreviviremos. Y este invierno ha sido el peor de todos. Me sigo diciendo a m? misma que las cosas van a mejorar, pero ya llevamos d?as sin tener una comida decente y el invierno apenas comienza. Las dos tenemos poca fuerza por el hambre, y ahora Bree tambi?n est? enferma. Esto no es un buen presagio para el futuro. Mientras subo fatigosamente la cara de la monta?a, volviendo a andar los mismos pasos desafortunados que di ayer en busca de nuestra pr?xima comida, estoy empezando a sentir que nuestra suerte se ha acabado. S?lo de pensar que Bree est? acostada all?, esper?ndome en casa, me insta a seguir adelante. Dejo de sentir l?stima por m? misma, y en su lugar mantengo su rostro en mi mente. S? que no puedo conseguir medicamentos, pero espero que sea solamente una fiebre pasajera, y que una buena comida y un poco de calor sean todo lo que ella necesita. Lo que ella necesita verdaderamente es una fogata. Pero ya nunca enciendo la chimenea, no puedo arriesgarme a que el humo y el olor, pongan sobre aviso a un tratante de esclavos sobre cu?l es nuestra ubicaci?n. Pero esta noche voy a darle una sorpresa, correr? el riesgo, solo por poco tiempo. A Bree le encantan las fogatas y le va a levantar el ?nimo Y si tambi?n puedo encontrar comida -- incluso algo tan peque?o como un conejo – eso ayudar? a su recuperaci?n. No s?lo f?sicamente. Me he dado cuenta de que ha empezado a perder la esperanza en estos ?ltimos d?as – puedo verlo en sus ojos -- y necesito que se mantenga fuerte. Me niego a sentarme y verla apagarse como lo hizo mam?. Una nueva r?faga de viento me da una bofetada en la cara y es tan larga y tan cruel que necesito bajar mi cabeza y esperar a que pase. El viento ruge en mis o?dos, y yo har?a lo que fuera por tener un buen abrigo de invierno. Llevo solamente una sudadera desgastada, con capucha, que encontr? hace a?os a un lado de la carretera. Creo que era de hombre, pero eso es bueno porque las mangas son lo suficientemente largas para cubrir las manos y casi el doble de tama?o de los guantes. Mido 1.70, no soy precisamente baja de estatura, as? que quien haya sido due?o de esto, debe haber sido alto. A veces me pregunto si le molestar?a que est? usando su ropa. Pero luego me doy cuenta de que probablemente haya muerto. Al igual que los dem?s. Mis pantalones no son mucho mejores. Sigo usando el mismo par de pantalones vaqueros; me averg?enza darme cuenta de que los traigo desde que escapamos de la ciudad hace tantos a?os. Si hay una cosa que lamento es haber salido tan apresuradamente. Supongo que deb? haber pensado que iba a encontrar algo de ropa aqu?, que quiz? alguna tienda estar?a abierta en alguna parte o que incluso estar?a el Ej?rcito de Salvaci?n. Eso fue tonto de mi parte, por supuesto, ya que todas las tiendas de ropa hab?an sido saqueadas desde hac?a mucho tiempo. Era como si durante la noche el mundo hubiera dejado de ser un lugar de abundancia para ser uno de escasez. Me las hab?a arreglado para encontrar unas cuantas piezas de ropa esparcidos en los cajones de la casa de mi pap?. Esas se las di a Bree. Yo estaba feliz de que al menos algunas de sus ropas, como la t?rmica y sus calcetines, pudieran mantenerla caliente. El viento finalmente se detiene y yo levanto mi cabeza y me apresuro a seguir subiendo antes de que pueda repuntar de nuevo, oblig?ndome a ir al doble de velocidad hasta llegar a la meseta. Llego a la cima, respirando con dificultad, con las piernas ardiendo, y poco a poco miro alrededor. Los ?rboles son m?s escasos aqu? y a lo lejos hay un peque?o lago de monta?a. Se congel?, como todos los dem?s, y el sol deslumbra con la intensidad suficiente para hacerme entrecerrar los ojos. Miro inmediatamente mi ca?a de pescar, la que yo hab?a dejado el d?a anterior, calzada entre dos rocas. Se proyecta sobre el lago un largo trozo de cuerda que cuelga de ella en un peque?o agujero en el hielo. Si la ca?a de pescar se dobla, significar? que Bree y yo tendremos algo para cenar esta noche. Si no es as?, sabr? que no funcion? -- de nuevo. Me acerco apresuradamente entre un grupo de ?rboles, a trav?s de la nieve, y miro con atenci?n. Est? recta. Por supuesto. Me siento descorazonada. Debato entre caminar sobre el hielo, usando mi peque?a hacha para hacer un agujero en otro lugar. Pero ya s? que no habr? diferencia. El problema no es su posici?n, el problema es este lago. El suelo est? demasiado congelado para desenterrar gusanos, y ni siquiera s? d?nde buscarlos. Yo no estoy hecha para la cacer?a ni soy trampera. Si hubiera sabido que iba a terminar aqu?, habr?a dedicado toda mi infancia a las Destrezas de Supervivencia, a las t?cnicas de supervivencia. Pero ahora siento que soy una in?til para casi todo. No s? c?mo poner trampas y mis sedales raramente atrapan algo. Siendo la hija de mi padre, la hija de un infante de marina, la ?nica cosa para la que soy buena es para luchar, que no sirve de nada aqu?. Si soy una in?til contra el reino animal, por lo menos puedo defenderme de los de dos patas. Desde que era joven, me gustara o no, pap? insisti? en que yo fuera su hija, la hija de un infante de marina, y sentir orgullo de serlo. ?l tambi?n quer?a que yo fuera el hijo que nunca tuvo. Me inscribi? en el boxeo, la lucha libre, las artes marciales mixtas... tomaba incontables lecciones sobre c?mo usar un cuchillo, c?mo disparar un arma, c?mo encontrar puntos de presi?n, c?mo pelear sucio. Por encima de todo, insisti? en que yo fuera ruda, que nunca demostrara miedo, y que nunca llorara. Ir?nicamente, nunca he tenido la oportunidad de utilizar una sola cosa de las que me ense?? y nada podr?a ser m?s in?til aqu?, no hay otra persona a la vista. Lo que realmente necesito saber es c?mo encontrar comida, no c?mo patear a alguien. Y si alguna vez encuentro a alguien, no voy a jalarlo de un tir?n, sino que voy a pedir ayuda. Pienso con detenimiento y recuerdo que hay otro lago aqu?, en alguna parte, uno m?s peque?o; lo vi un verano, cuando yo era aventurera y escal? m?s arriba de la monta?a. Es un cuarto de milla empinado y desde entonces no he tratado de ir hasta all?. Veo hacia arriba y suspiro. El sol ya se est? ocultando, un atardecer taciturno de invierno tiene una tonalidad rojiza y ya me siento d?bil, cansada y congelada. Necesito m?s energ?a de la que tengo para bajar la monta?a. La ?ltima cosa que quiero hacer es escalar m?s arriba. Sin embargo, una peque?a voz dentro de m?, me impulsa a seguir subiendo. Cuanto m?s tiempo paso sola en estos d?as, la voz de pap? resuena m?s fuerte en mi cabeza. Me siento agraviada y quiero bloquearla, pero no s? por qu? no me es posible hacerlo. ?Deja de quejarte y sigue adelante, Moore! A pap? siempre le gustaba llamarme por mi apellido: Moore. Me molestaba, pero a ?l no le importaba. Si regreso ahora, Bree no tendr? nada que comer esta noche. El lago que est? all? arriba es lo mejor que se me ocurre intentar, nuestra ?nica fuente de alimento. Tambi?n quiero que Bree tenga una hoguera, y toda la madera que hay aqu? est? empapada. All? arriba, donde el viento es m?s fuerte, tal vez podr?a encontrar madera lo suficientemente seca para usar como le?a. Vuelvo a mirar hacia arriba de la monta?a, y decido ir a por ella. Bajo la cabeza y comienzo la caminata, llevando mi ca?a conmigo. Cada paso es doloroso, un mill?n de afiladas agujas pulsan en mis muslos, el aire helado perfora mis pulmones. El viento repunta y la nieve azota como papel de lija en mi cara. Un p?jaro grazna muy arriba, como si quisiera burlarse de m?. Justo cuando siento que no puedo dar un paso m?s, llego a la siguiente meseta. Estando tan arriba, es diferente a todas las dem?s: abundan los pinos, lo que dificulta ver m?s de tres metros. El cielo se oculta bajo su enorme follaje, y la nieve se llena de agujas de pino verdes. Los enormes troncos de los ?rboles tambi?n evitan el paso del viento. Siento como si hubiera entrado en un peque?o reino privado, oculto al resto del mundo. Me detengo y giro para observar el paisaje; el panorama es incre?ble. Yo siempre hab?a pensado que ten?amos un paisaje hermoso en la casa de pap?, a medio camino de la monta?a, pero desde aqu?, estando hasta arriba, es espectacular. Las cimas de las monta?as se disparan en todas direcciones, y m?s all? de ellas, a lo lejos, puedo incluso ver el r?o Hudson, chispeante. Tambi?n veo las sinuosas carreteras que atraviesan su camino a trav?s de la monta?a, sorprendentemente intacta. Probablemente debido a que pocas personas vienen aqu?. De hecho, yo nunca hab?a visto un auto o cualquier otro veh?culo. A pesar de la nieve, los caminos no est?n obstruidos; los caminos escarpados, angulares, disfrutando el sol, se prestan perfectamente al desag?e, y sorprendentemente, gran parte de la nieve se ha derretido. Siento una punzada de preocupaci?n. Prefiero que los caminos est?n cubiertos de nieve y hielo, cuando son intransitables para los veh?culos, ya que las ?nicas personas que tienen autom?viles y combustible en estos d?as son los tratantes de esclavos - despiadados cazadores de recompensas que trabajan para alimentar a la Arena Uno. Ellos andan por todas partes, en busca de alg?n sobreviviente, para secuestrarlo y llevarlo a la arena como esclavos. All?, seg?n me han dicho, les hacen luchar hasta morir, como diversi?n. Bree y yo hemos tenido suerte. No hemos visto a ning?n tratante de esclavos en los a?os que hemos estado aqu? arriba, pero creo que eso es s?lo porque vivimos en una zona muy alta, en un lugar tan lejano. S?lo una vez o? el gemido agudo del motor de un tratante de esclavos, a lo lejos, al otro lado del r?o. S? que est?n ah? abajo, en alg?n lugar, patrullando. Y no me arriesgo -- me aseguro de mantener un perfil bajo, rara vez encendemos la le?a, a menos que sea absolutamente necesario, y mantengo en estrecha vigilancia a Bree, en todo momento. La mayor?a de las veces la llevo de cacer?a conmigo – hoy lo habr?a hecho si no estuviera tan enferma. Me dirijo hacia la meseta y observo un peque?o lago. Congelado, brillando a la luz de la tarde, est? ah? como una joya perdida, escondi?ndose detr?s de un bosquecillo de ?rboles. Me acerco a ?l, dando unos pasos vacilantes en el hielo, para asegurarme de que no se agriete. Una vez que siento que est? firme, doy unos cuantos pasos m?s. Encuentro un lugar, retiro la peque?a hacha de mi cintur?n y corto hacia abajo con fuerza, varias veces. Aparece una grieta. Me quito el cuchillo, me arrodillo y golpeo con fuerza, justo en el centro de la grieta. Meto ah? la punta del cuchillo y hago un peque?o agujero, lo suficientemente grande para extraer un pez. Regreso apresuradamente a la orilla, resbalando y desliz?ndome, a continuaci?n pongo la ca?a de pescar entre dos ramas de los ?rboles, desenrollo el hilo, vuelvo corriendo, dej?ndolo caer en el agujero. Tiro un par de veces, con la esperanza de que el destello del anzuelo de metal atraiga a algunos seres vivientes bajo el hielo. Pero no puedo dejar de sentir que es un esfuerzo in?til, no puedo evitar la sospecha de que todo aquello que ha vivido en estos lagos de monta?a, murieron tiempo atr?s. Aqu? arriba hace m?s fr?o, y no puedo quedarme aqu?, mirando la ca?a. Tengo que seguir en movimiento. Me doy vuelta y me alejo del lago, la parte supersticiosa de m? me dice que podr?a atrapar un pez si no me quedo ah?, mirando. Camino en peque?os c?rculos alrededor de los ?rboles, frot?ndome las manos, tratando de mantener el calor. De poco sirve. Es entonces cuando me acuerdo de la madera seca. Miro hacia abajo y busco le?a, pero es una tarea in?til. El suelo est? cubierto de nieve. Levanto la vista hacia los ?rboles, y veo que los troncos y las ramas tambi?n est?n cubiertas de nieve, en su mayor?a. Pero all?, a lo lejos, veo algunos ?rboles azotados por el viento, que no tienen nieve. Me dirijo a ellos e inspecciono la corteza, pasando la mano sobre ellos. Me siento aliviada al ver que algunas de las ramas est?n secas. Saco mi hacha y corto algunas de las ramas m?s grandes. Todo lo que necesito es una brazada de le?a, y esta rama grande servir? a la perfecci?n. La atrapo conforme cae, no queriendo dejar que toque la nieve, luego la apoyo contra el tronco y corto de nuevo, a la mitad. Hago esto una y otra vez hasta tener una peque?a pila de le?a, suficiente para llevar en mis brazos. La dejo en la esquina de una rama, segura y sin mojarse con la nieve que est? abajo. Miro a mi alrededor, inspeccionando los otros troncos, y al mirar m?s de cerca, algo me hace vacilar. Me acerco a uno de los ?rboles, mirando con detenimiento, y me doy cuenta de que su corteza es diferente a las dem?s. Miro hacia arriba, y me doy cuenta de que no es un pino, es un arce. Estoy sorprendida de ver un arce tan alto aqu?, y a?n m?s sorprendida de que pueda reconocerlo. De hecho, el arce es probablemente la ?nica cosa de la naturaleza que reconocer?a. Sin propon?rmelo, me inundaron los recuerdos. Una vez, cuando yo era m?s joven, a mi pap? se le meti? en la cabeza llevarme de excursi?n a la naturaleza. Qui?n sabe por qu?, pero me llev? a extraer savia de los arces. Condujo durante horas hasta un lugar alejado de la mano de Dios, y yo llevaba un cubo de metal, ?l llevaba un pitorro, y luego pasamos por el bosque con un gu?a, buscando los arces perfectos. Recuerdo la mirada de decepci?n en su cara despu?s de extraer savia de su primer ?rbol y cayendo un l?quido claro rezumado en nuestro cubo. Hab?a esperado que saliera jarabe. Nuestro gu?a se rio de ?l, le dijo que los arces no produc?an jarabe -- produc?an savia. La savia tiene que ser reducida a jarabe. Era un proceso que tomaba horas, dijo. Se necesitan 80 galones de savia para hacer solo un cuarto de gal?n de jarabe. Pap? mir? el cubo rebosante de savia y se ruboriz?, como si alguien le hubiera dado gato por liebre. ?l era el hombre m?s orgulloso que yo hab?a conocido, y si hab?a algo que ?l odiaba m?s que sentirse tonto, era que alguien se burlara de ?l. Cuando el hombre se ech? a re?r, ?l le lanz? su cubo, y estuvo a punto de pegarle, me tom? de la mano, y nos fuimos, ?l echando humo por las orejas. Despu?s de eso, nunca me volvi? a llevar a pasear a la naturaleza. Pero a m? no me import?, y en realidad disfrut? la excursi?n, a pesar de que ?l iba enfurecido en silencio en el auto, durante todo el trayecto a casa. Me las hab?a arreglado para recoger una peque?a taza de la savia, antes de que me hubiera retirado, y recuerdo que en secreto beb? un poco en el auto yendo camino a casa, cuando ?l no me estaba mirando. Me encant?. El sabor era como de agua azucarada. Estando aqu? parada ante este ?rbol, lo reconozco como lo har?a con un hermano. Este esp?cimen, tan alto, es delgado y escu?lido y me sorprender?a si tiene savia. Pero no tengo nada que perder. Saqu? mi cuchillo y lo clav? en el ?rbol, una y otra vez, en el mismo lugar. Despu?s met? el cuchillo en el agujero, empujando m?s y m?s profundo, serpenteando. Realmente no esperaba que sucediera nada. Me sorprend? cuando sali? una gota de savia. Y a?n m?s cuando, momentos m?s tarde, se convirti? en un peque?o chorro. Extend? mi dedo, lo toqu?, y lo puse en mi lengua. Sent? el subid?n de az?car, y reconoc? el sabor de inmediato. Justo como lo recordaba. No pod?a creerlo. La savia empez? a salir m?s r?pidamente, y empec? a perder gran parte de ella al gotear por el tronco. Mir? a mi alrededor desesperadamente buscando algo d?nde ponerlo, en alguna cubeta, pero por supuesto, no hab?a ninguna. Y entonces record? que tra?a mi termo. Tom? mi termo de pl?stico que ten?a en la cintura, lo volte? vaciando el agua. Puedo conseguir agua dulce en cualquier lugar, especialmente con toda esta nieve, pero esta savia era valiosa. Sostuve el termo vac?o contra el ?rbol, deseando tener un pico adecuado. Api?? el termo lo m?s que pude contra el tronco, y logr? atrapar gran parte de ella. Se llenaba con m?s lentitud de lo que quer?a, pero en cuesti?n de minutos, logr? llenar la mitad del termo. La savia dej? de brotar. Esper? algunos segundos, pregunt?ndome si volver?a a salir nuevamente, pero no fue as?. Mir? a mi alrededor y descubr? otro arce, a unos tres metros de distancia. Voy corriendo hacia ?l, levanto mi cuchillo con entusiasmo y esta vez lo clavo con fuerza, imagin?ndome llenando el termo, imaginando la cara de sorpresa en la cara de Bree cuando lo pruebe. Puede que no sea nutritiva, pero seguramente la har? feliz. Pero esta vez, cuando mi cuchillo entr? al tronco, se oy? un ruido fuerte de agrietamiento que no esperaba escuchar, seguido por el crujido de la madera. Levanto la vista y veo la inclinaci?n del ?rbol, y me doy cuenta demasiado tarde, de que este ?rbol, congelado por una capa de hielo, estaba muerto. Hundir mi cuchillo era todo lo que necesitaba para inclinarse sobre el borde. Un momento despu?s, el ?rbol completo, de por lo menos seis metros, cay?, estrell?ndose contra el suelo. Eso provoc? una enorme nube de nieve y agujas de pino. Me agach?, nerviosa porque podr?a haber alertado a alguien de mi presencia. Estoy furiosa conmigo misma. Fue un descuido. Fue una tonter?a. Primero deb? haber examinado el ?rbol con m?s cuidado. Pero despu?s de unos minutos mi pulso se normaliz?, al darme cuenta de que no hab?a nadie m?s aqu?. Vuelvo a ser sensata, me doy cuenta de que los ?rboles caen por s? solos en el bosque todo el tiempo, y su ca?da no necesariamente delatar?a la presencia de una persona. Y cuando veo el lugar donde estuvo el ?rbol, miro de nuevo. Me encuentro a m? misma mirando con incredulidad. All?, a lo lejos, escondi?ndose detr?s de una arboleda, a un lado de la monta?a, hay una peque?a casa de piedra. Es una estructura peque?a, un cuadrado perfecto, de unos 4.5 metros de ancho y de profundidad, como de 3.5 metros de altura, con paredes hechas con antiguos bloques de piedra. Una peque?a chimenea se eleva desde el techo, y tiene peque?as ventanas en las paredes. La puerta principal de madera, en forma de arco, est? entreabierta. Esta peque?a casa rural est? muy bien camuflada y combina perfectamente con su entorno, que incluso mientras la miraba, apenas pod?a distinguir. Su techo y las paredes estaban cubiertas de nieve, y la piedra se integra perfectamente al paisaje. La casa parece antigua, como si hubiera sido construida cientos de a?os atr?s. No puedo entender lo que est? haciendo aqu?, qui?n la habr?a construido o por qu?. Tal vez fue construida para el vigilante de alg?n parque estatal. Tal vez fue el hogar de un recluso. O de un loco sobreviviente. Parece que no se ha tocado en a?os. Exploro con cuidado el suelo del bosque, en busca de pisadas o huellas de animales, entrando o saliendo. Pero no hay ninguna. Pienso en cuando la nieve comenz? a caer, hace varios d?as, y hago los c?lculos en mi cabeza. Nadie ha salido o entrado aqu? por lo menos en tres d?as. Mi coraz?n se acelera al pensar en lo que podr?a haber en el interior. Alimentos, ropa, medicamentos, armas, materiales, cualquier cosa ser?a un regalo del Cielo. Me muevo con cautela a trav?s del claro, mirando por encima de mi hombro al caminar, para asegurarme de que nadie me est? observando. Me muevo r?pidamente, dejando grandes pisadas visibles en la nieve. Al llegar a la puerta principal, me vuelvo y miro una vez m?s, y a continuaci?n, me quedo ah? parada y espero varios segundos, escuchando. No hay ruido alguno m?s que el del viento y un arroyo cercano, que se extiende a pocos metros de la casa. Alcanzo mi hacha y con el mango de ?sta golpeo fuerte la puerta, con un sonido reverberante y fuerte, para dar una advertencia final a alg?n animal que pudiera estar escondido en el interior. No hay respuesta. Abro r?pidamente la puerta, empujando hacia atr?s la nieve, y entro. Est? oscuro aqu? adentro, iluminada s?lo por la ?ltima luz del d?a que entraba por las peque?as ventanas, y le toma a mis ojos unos momentos ajustar la visi?n. Espero, de pie, con la espalda contra la puerta, en guardia por si alg?n animal pudiera estar utilizando este espacio como refugio. Pero despu?s de varios segundos de espera, mi vista se ajusta plenamente a la luz tenue y es obvio que estoy sola. La primera cosa que not? acerca de esta peque?a casa es su calidez. Tal vez sea porque es muy peque?a, con un techo bajo, y est? construida junto a la monta?a de piedra; o tal vez porque est? protegida contra el viento. A pesar de que las ventanas est?n abiertas a los elementos, a pesar de que la puerta sigue abierta, debe estar por lo menos quince grados m?s caliente aqu?; mucho m?s caliente de lo que ha estado la casa de pap?, es decir, incluso con una chimenea encendida. La casa de pap? fue construida con poco presupuesto, para empezar, con paredes delgadas y revestimiento vin?lico, en la esquina de una colina que siempre parece estar en la ruta directa del viento. Pero este lugar es diferente. Las paredes de piedra son gruesas y bien construidas, me siento c?moda y segura aqu?. Imagino lo c?lido que ser?a este lugar si cierro la puerta, pongo tablas en las ventanas, y enciendo la chimenea, la que parece estar en buenas condiciones. El interior consta de una gran sala, y entrecierro los ojos en la oscuridad mientras escudri?o el suelo, en busca de algo, cualquier cosa, que pueda rescatar. Sorprendentemente, parece que a este lugar nunca ha entrado nadie desde la guerra. Todas las otras casas que he visto ten?an ventanas rotas, escombros esparcidos por todo el lugar, y era obvio que hab?an sacado cualquier cosa ?til, hasta el cableado. Pero ?sta, no. Estaba pr?stina, limpia y ordenada, como si su propietario se hubiera levantado un d?a y se hubiera ido. Me pregunto si fue antes de que empezara la guerra. A juzgar por las telara?as en el techo, y su incre?ble ubicaci?n, muy bien escondida detr?s de los ?rboles, supongo que as? fue. Que nadie ha estado aqu? en varias d?cadas. Veo la silueta de un objeto contra la pared del fondo, y me dirijo hacia ella, con las manos al frente, a tientas en la oscuridad. Cuando mis manos lo tocan, me doy cuenta de que es un mueble con cajones. Paso los dedos por su superficie lisa, de madera, y siento que est? cubierto de polvo. Paso los dedos por las peque?as manijas – las perillas de los cajones. Jalo delicadamente, abri?ndolos uno por uno. Est? demasiado oscuro para ver, as? que toco cada caj?n con mi mano, peinando la superficie. El primer caj?n no tiene nada. Tampoco el segundo. Abro todos ellos, de forma r?pida, mis esperanzas decaen -- cuando de repente, en el quinto caj?n, me detengo. All?, en la parte de atr?s, siento algo. Lo saco poco a poco. Lo acerco a la luz, y al principio no puedo descubrir lo que es, pero luego siento el papel de aluminio delator, y me doy cuenta que es una barra de chocolate. Le dieron algunas mordidas, pero todav?a tiene su envoltura original, y est? bien conservado. Lo desenvuelvo un poco y lo pongo frente a mi nariz y lo huelo. No puedo creerlo: es chocolate de verdad. No hemos comido chocolate desde la guerra. El olor me causa una punzada de hambre aguda, y necesito de toda mi fuerza de voluntad para no abrirlo y devorarlo. Me obligo a permanecer fuerte, volviendo a envolverlo cuidadosamente y guard?ndolo en mi bolsillo. Voy a esperar hasta estar con Bree para disfrutarlo. Sonr?o imaginando la expresi?n de su cara cuando ella le d? su primer bocado. Ser? invaluable. Reviso r?pidamente los cajones restantes, con la esperanza de encontrar todo tipo de tesoros. Pero todos los dem?s est?n vac?os. Regreso a la habitaci?n y la recorro a lo largo y ancho, por las paredes, en las cuatro esquinas, en busca de cualquier cosa. Pero no hay nada en la casa. De repente, piso algo suave. Me arrodillo y lo recojo, sujet?ndolo hacia la luz. Estoy sorprendida: es un oso de peluche. Est? usado y le falta un ojo, pero aun as?, a Bree le encantan los osos de peluche y extra?a el que dej?. Se sentir? euf?rica al ver esto. Parece que este es su d?a de suerte. Pongo el oso en mi cintur?n, y al levantarme, siento que mi mano toca algo suave en el suelo. Lo agarro y la sostengo, y me encanta darme cuenta de que es un pa?uelo. Es negro y est? cubierto de polvo, as? que no pod?a verlo en la oscuridad, y al ponerlo en mi cuello y pecho, puedo sentir su calor. Lo saco por la ventana y agito con fuerza, quitando todo el polvo. Lo veo a la luz: es largo y grueso, no tiene ni siquiera un agujero. Es como oro puro. Inmediatamente lo pongo alrededor de mi cuello y lo meto debajo de mi blusa, y ya me siento mucho m?s abrigada. Estornudo. El sol se oculta, y como parece que ya he encontrado todo lo que puedo, comienzo a salir. Al dirigirme a la puerta, de repente, golpeo el dedo de mi pie con algo duro, de metal. Me detengo y me arrodillo, toc?ndolo en caso de que sea un arma. No lo es. Es una redonda manija de hierro, pegada al suelo de madera. Parecida a una aldaba. O un mango. Tiro de ?ste hacia la izquierda y hacia la derecha. No ocurre nada. Intento hacerlo girar. Nada. Entonces me arriesgo y me paro a un lado y tiro de ?l con fuerza, hacia arriba. Se abre una trampilla, levantando una nube de polvo. Miro hacia abajo y descubro un espacio de acceso, a unos cuatro pies de altura, con piso de tierra. Mi coraz?n se alegra ante las posibilidades. Si vivimos aqu? y hay alg?n problemas, podr?a ocultar a Bree aqu? abajo. Esta peque?a casa de campo se vuelve a?n m?s valiosa ante mis ojos. Y no s?lo eso. Al mirar hacia abajo, veo algo brillante. Empujo la puerta de madera por completo y r?pidamente bajo por la escalera. Est? muy oscuro aqu? abajo, y pongo las manos delante de m?, andando a tientas. Al dar un paso hacia adelante, siento algo. Vidrio. Los estantes est?n integrados en la pared, y alineados en ellos hay frascos de vidrio. Frascos de conservas. Saco uno y lo sostengo frente a la luz. Su contenido es de color rojo y blando. Parece mermelada. Desenrosco r?pidamente la tapa de esta?o, lo acerco a mi nariz y lo huelo. El olor acre de las frambuesas me golpea como una ola. Meto el dedo, lo saco y lo pongo con indecisi?n en mi lengua. No puedo creerlo: es mermelada de frambuesa. Y su sabor es tan fresco como si la hubieran hecho ayer. Aprieto r?pidamente la tapa, pongo el frasco en mi bolsillo, vuelvo r?pidamente a las estanter?as. Extiendo la mano y siento docenas m?s en la oscuridad. Agarro la m?s cercana, corro de nuevo hacia la luz, y lo miro. Parecen ser pepinillos encurtidos. Estoy asombrada. Este lugar es una mina de oro. Me gustar?a poder llevarme todo, pero mis manos est?n heladas, no tengo nada para cargarlos y est? oscureciendo. As? que pongo el frasco de encurtidos donde lo encontr?, subo por la escalera, y al regresar a la planta principal, cierro la trampilla firmemente detr?s de m?. Me gustar?a tener una cerradura; me pone nerviosa dejar todo eso all? abajo, sin protecci?n. Pero luego me recuerdo a m? misma que este lugar no se ha tocado en a?os, y que probablemente nunca lo hab?a visto nadie, si no se hubiera ca?do ese ?rbol. Al salir, cierro la puerta completamente, sinti?ndome protectora, con la sensaci?n de que ?sta es nuestra casa. Con los bolsillos llenos, me apresuro a ir hacia el lago, pero de repente me quedo pasmada al escuchar un ruido. Al principio me preocupa que alguien me haya seguido, pero al girar poco a poco veo otra cosa. Un ciervo est? all?, a tres metros de distancia, mir?ndome. Es el primer ciervo que he visto en a?os. Sus grandes ojos negros mir?ndome, y de repente gira y se va corriendo. No tengo palabras. He pasado mes tras mes buscando un ciervo, con la esperanza de poder acercarme lo suficiente para lanzarle mi cuchillo. Pero nunca hab?a sido capaz de encontrar uno en ning?n lugar. Tal vez no estaba cazando lo suficientemente arriba. Tal vez siempre han vivido aqu?. Decido volver a primera hora de la ma?ana, y esperar todo el d?a si es necesario. Si estuvo aqu? una vez, tal vez regrese. La pr?xima vez que lo vea, lo matar?. Ese ciervo nos dar?a de comer durante varias semanas. Estoy llena de nuevas esperanzas mientras me apresuro hacia el lago. Cuando me acerco y reviso mi ca?a, mi coraz?n se emociona al ver que se ha doblado casi a la mitad. Temblando de emoci?n, me apresuro a trav?s del hielo, resbalando y desliz?ndome. Tomo la ca?a, que se sacude violentamente, y rezo para que se sostenga. Extiendo mi mano y la sujeto firmemente. Puedo sentir la fuerza de un gran pez tirando hacia atr?s, y en silencio aflojo la cuerda para que no se rompa, para que el anzuelo no se rompa. Le doy un tir?n final, y el pez sale volando del agujero. Se trata de un enorme salm?n, del tama?o de mi brazo. Aterriza en el hielo y da giros de 180 grados en todas direcciones, desliz?ndose. Corro y me agacho para atraparlo, pero resbala de mis manos y vuelve a caer en el hielo. Mis manos est?n demasiado babosas para sujetarlo, as? que bajo mis mangas, meto la mano y lo sujeto con mayor firmeza esta vez. Se desploma y se retuerce en mis manos durante unos treinta segundos, hasta que finalmente, se tranquiliza y muere. Estoy sorprendida. Es mi primera captura en meses. Estoy euf?rica mientras me deslizo por el hielo y lo dejo en la orilla, meti?ndolo en la nieve, con temor de que de alguna manera resucite y salte de nuevo al lago. Tomo la ca?a de pescar y la cuerda, y las sostengo con una mano, luego sostengo el pescado con la otra. Puedo sentir el frasco de mermelada en un bolsillo, y el termo de savia en la otra, junto con la barra de chocolate y el oso de peluche en mi cintura. Bree va a tener una abundancia de riquezas esta noche. S?lo me falta tomar una cosa. Me acerco a la pila de le?a seca, nivelo la ca?a de pescar en mi brazo y con la mano libre recojo la mayor cantidad de le?a que puedo cargar. Dejo caer un poco, y no puedo llevar todo lo que me gustar?a, pero no me quejo. Puedo volver por el resto en la ma?ana. Con las manos, brazos y bolsillos llenos, me resbalo y deslizo por la cara de la empinada monta?a en la ?ltima luz del d?a, teniendo cuidado de no dejar caer nada de mi tesoro. Mientras, no puedo dejar de pensar en la caba?a. Es perfecta, y mi coraz?n late m?s r?pido ante las posibilidades. Esto es exactamente lo que necesitamos. La casa de nuestro pap? es demasiado visible, est? construida en una calle principal. He estado preocupada desde hace meses, porque estar ah? nos hace demasiado vulnerables. Con solo un tratante de esclavos inesperado que pase por ah?, estar?amos en problemas. He estado queriendo mudarnos desde hace mucho tiempo, pero no ten?a ni idea de ad?nde ir. No hay otras casas aqu? arriba. Esa peque?a casa de campo est? tan arriba, tan lejos de cualquier carretera y construida literalmente en la monta?a - est? tan bien camuflada, que es casi como si hubiera sido construida s?lo para nosotras. Nadie podr?a encontrarnos all?. E incluso si lo hicieran, no pod?an acercarse a nosotros con un veh?culo. Tendr?an que subir a pie, y desde ese punto de vista, yo los detectar?a a una milla de distancia. La casa tambi?n cuenta con una fuente de agua dulce, un arroyo que pasa justo por delante de su puerta; yo no tendr?a que dejar sola a Bree cada vez que haga senderismo para ba?arme y lavar nuestra ropa. Y ya no tendr?a que cargar baldes de agua de uno en uno, desde el lago, cada vez que preparo la comida. Am?n de que con el enorme follaje de los ?rboles, estar?amos lo suficientemente ocultas para encender fuego en la chimenea cada noche. Estar?amos m?s seguras, m?s c?lidas, en un lugar lleno de peces y caza -- y equipada con un s?tano lleno de comida. Mi decisi?n est? tomada: Nos mudaremos all? ma?ana. Es como si me hubieran quitado un peso de encima. Me siento renacer. Por primera vez desde que recuerdo, no siento el hambre que me carcome, no siento el fr?o lacerando mis dedos. Incluso el viento, mientras voy bajando, parece estar en mi espalda, ayud?ndome en el trayecto, y s? que las cosas finalmente han cambiado. Por primera vez desde que recuerdo, s? que ahora podremos salir adelante. Ahora podemos sobrevivir. . D O S Cuando llegu? a la casa de pap? era el ocaso, la temperatura bajaba, la nieve empezaba a endurecerse y cruj?a bajo mis pies. Salgo del bosque y veo ah? nuestra casa, visiblemente ubicada al lado de la carretera, y me siento aliviada de saber que todo se ve tranquilo, tal y como lo dej?. De inmediato busco en la nieve cualquier pisada -- o huellas de animales – saliendo o entrando y no encuentro ninguna. No hay luces en el interior de la casa, pero eso es normal. Me preocupar?a si las hubiera. No tenemos electricidad, y las luces s?lo significar?an que Bree ha encendido velas - y ella no lo har?a si no estoy yo ah?. Me detengo y escucho durante varios segundos, y todo est? quieto. No hay ruidos de lucha, ni gritos de auxilio, no hay quejidos por enfermedad. Doy un suspiro de alivio. Una parte de m? siempre tiene miedo de que al regresar encuentre la puerta abierta, la ventana destrozada, huellas de pisadas hacia la casa, a Bree secuestrada. He tenido esta pesadilla varias veces, y siempre despierto sudando, y camino a la otra habitaci?n para asegurarme de que Bree est? ah?. Ella siempre est? ah?, sana y salva, y me reprendo a m? misma. S? que deber?a dejar de preocuparme, despu?s de todos estos a?os. Pero por alguna raz?n, simplemente no puedo evitarlo; cada vez que tengo que dejar sola a Bree, es como si me clavaran un cuchillito en mi coraz?n. A?n en estado de alerta, detectando todo lo que me rodea, examino nuestra casa a la luz del d?a, que se consume. Honestamente, nunca fue buena, para empezar. Un rancho t?pico de monta?a, que parece una caja rectangular sin car?cter, adornado con revestimiento de vinil aguamarina barato, que parec?a viejo desde el principio, y que ahora se ve deteriorado. Las ventanas son peque?as y escasas y est?n hechas de un pl?stico barato. Parecen de las que hay en un complejo de casas rodantes. Tal vez de 4.5 metros de ancho por unos nueve de profundidad, que deb?a ser de un dormitorio, pero el que la construy?, en su sabidur?a, la hizo de dos peque?as habitaciones y una sala de estar a?n m?s peque?a. Recuerdo haberla visitado cuando era ni?a, antes de la guerra, cuando el mundo era todav?a normal. Cuando pap? estaba en casa, nos tra?a hasta aqu? los fines de semana, para escapar de la ciudad. Yo no quer?a ser desagradecida, y siempre le puse una buena cara, pero secretamente, nunca me gust?; siempre me pareci? oscura y estrecha, y hab?a un olor a humedad. Cuando era ni?a, recuerdo que no pod?a esperar a que el fin de semana terminara para alejarme de este lugar. Recuerdo secretamente que promet? que cuando fuera mayor nunca volver?a aqu?. Ahora, ir?nicamente, estoy agradecida por tener este lugar. Esta casa me salv? la vida -- y la de Bree. Cuando la guerra estall? y tuvimos que huir de la ciudad, no ten?amos opciones. Si no fuera por este lugar, no s? ad?nde nos habr?amos ido. Y si este lugar no estuviera tan lejos y en lo alto como est?, entonces probablemente habr?amos sido capturadas por los tratantes de esclavos hace mucho tiempo. Es curioso c?mo se puede odiar tanto a las cosas cuando somos infantes y que terminamos apreciando siendo adultos. Bueno, casi adultos. A los 17 a?os, me considero una persona adulta, de todos modos. Probablemente he envejecido m?s que la mayor?a, en los ?ltimos a?os. Si esta casa no se hubiera construido en la carretera, y estuviera tan expuesta, si fuera s?lo un poco m?s peque?a, estuviera m?s protegida, m?s adentro del bosque, no creo que me preocupar?a tanto. Por supuesto, tendr?amos que aguantar las delgadas paredes, el techo con goteras, y las ventanas que dejan pasar el viento. Jam?s llegar? a ser una casa c?moda ni c?lida. Pero al menos ser?a segura. Ahora, cada vez que la miro, y veo el amplio panorama all? afuera, no puedo evitar pensar que es un blanco f?cil. Mis pies crujen en la nieve cuando me acerco a la puerta de vinilo, y se escuchan ladridos desde el interior. Es Sasha, haciendo lo que le ense?? a hacer: proteger a Bree. Estoy muy agradecida de tenerla. Cuida a Bree con tanto esmero, ladra al menor ruido; me da suficiente tranquilidad cuando salgo a cazar. Aunque al mismo tiempo, me preocupa tambi?n que su ladrido nos delate; despu?s de todo, un perro que ladra, generalmente significa que hay seres humanos. Y eso es exactamente lo que un tratante de esclavos quiere escuchar. Me apresuro a entrar en la casa y r?pidamente la hago callar. Cierro la puerta tras de m?, haciendo malabares con los le?os que traigo en la mano, y entro en la oscura sala. Sasha se calma, moviendo la cola y saltando sobre m?. Es una perra labrador color chocolate, de seis a?os; Sasha es la perra m?s leal que jam?s podr?a imaginar -- y la mejor compa??a. Si no fuera por ella, creo que Bree habr?a ca?do en una depresi?n desde hace mucho tiempo. Yo tambi?n podr?a estarlo. Sasha me lame la cara, lloriqueando, y parece m?s emocionada que de costumbre; olfatea mi cintura, mis bolsillos, detectando que he tra?do a casa algo especial. Dejo los le?os para poder acariciarla, y al hacerlo, puedo sentir sus costillas. Est? demasiado flaca. Me siento culpable. Por otra parte, Bree y yo tambi?n lo estamos. Siempre compartimos con ella lo que encontramos para comer, as? que las tres estamos en las mismas condiciones. Aun as?, me gustar?a poder darle m?s. Ella acerca la nariz al pescado, y al hacerlo, vuela de la mano y cae en el suelo. Sasha se lanza inmediatamente sobre ?l, sus garras hacen que se deslice por el suelo Ella salta sobre el pescado de nuevo, esta vez mordi?ndolo. Pero a ella no debe gustarle el sabor del pescado crudo, as? que lo deja. Pero juega con ?l, salt?ndole encima una y otra vez, mientras se desliza por el suelo. "?Sasha, detente!", le digo en voz baja, para no despertar a Bree. Tambi?n temo que si juega con ?l demasiado tiempo, podr?a abrirlo y perder parte de la carne valiosa. Obediente, Sasha se detiene. Sin embargo, puedo ver lo emocionada que est?, y quiero darle algo. Meto la mano en el bolsillo, abro la tapa de lata del frasco de conservas, saco un poco de la mermelada de frambuesa con el dedo, y se la doy. Sin perder el ritmo, lame mi dedo, y de tres grandes lamidas, se ha comido todo lo que le serv?. Se lame los labios y me mira con los ojos bien abiertos, con ganas de que le d? m?s. Le acaricio la cabeza, le doy un beso, y vuelvo a levantarme. Ahora me pregunto si estuvo bien darle un poco, o si fui cruel por darle tan poco. La casa est? a oscuras como siempre est? en la noche, mientras trastabilleo. Rara vez encender? una hoguera. Por mucho que necesitemos el calor, no quiero correr el riesgo de llamar la atenci?n. Pero esta noche es diferente: Bree tiene que ponerse bien, tanto f?sica como emocionalmente, y s? que una hoguera har? que lo logre. Tambi?n me siento m?s abierta a ser audaz, teniendo en cuenta que vamos a mudarnos de aqu? ma?ana. Cruzo la habitaci?n hasta el armario y saco una vela y un encendedor. Una de las mejores cosas de este lugar era su enorme alijo de velas, una de las pocas buenas consecuencias de que mi padre fuera un infante de marina, por ser un fan?tico de la supervivencia. Cuando de ni?as ven?amos de visita, la electricidad se iba durante cada tormenta, por lo que ?l hab?a almacenado velas, decidido a vencer a los elementos. Recuerdo que sol?a burlarme de ?l, por eso lo llamaba: "acumulador" cuando descubr? todo su armario lleno de velas. Ahora que me quedan pocas, desear?a que hubiese guardado m?s. He mantenido con vida nuestro ?nico encendedor, us?ndolo con moderaci?n, y sacando un poco de gasolina de la motocicleta una vez cada pocas semanas. Doy gracias a Dios todos los d?as por la moto de pap?, y tambi?n estoy agradecida por haberle puesto combustible una ?ltima vez; es la ?nica cosa que tenemos que me hace pensar que todav?a tenemos una ventaja, que tenemos algo realmente valioso, una manera de sobrevivir, si las cosas se van al infierno. Pap? siempre ten?a la moto en el peque?o garaje adjunto a la casa, pero cuando llegamos por primera vez, despu?s de la guerra, lo primero que hice fue sacar a darle una vuelta por la colina, hacia el bosque, escondi?ndola debajo de arbustos y ramas y espinas tan gruesas que posiblemente nadie podr?a encontrarla. Pens? que si descubr?an nuestra casa, lo primero que har?an es revisar el garaje. Tambi?n estoy agradecida de que mi padre me ense?ara a conducirla cuando yo era m?s joven, a pesar de las protestas de mam?. Fue m?s dif?cil aprender a conducirla que la mayor?a de las motos, por el sidecar que trae. Recuerdo que cuando ten?a doce a?os, aterrorizada, aprend? a conducirla mientras pap? estaba sentado en el sidecar, d?ndome ?rdenes cada vez que el motor se me apagaba. Aprend? sobre estas empinadas e implacables carreteras de monta?a, y recuerdo haber tenido la sensaci?n de que ?bamos a morir. Recuerdo estar mirando por encima del acantilado, viendo la ca?da, y llorando, insistiendo en que ?l condujera. Pero ?l se negaba. Se quedaba all? sentado obstinadamente durante m?s de una hora, hasta que por fin yo dejaba de llorar y lo intentaba de nuevo. Y de alguna manera, aprend? a manejarla. En resumen, esa fue mi crianza. No he tocado la moto desde el d?a en que la escond?, y ni siquiera me arriesgo a ir a verla, excepto cuando tengo que sacarle el combustible, e incluso s?lo voy a hacerlo por la noche. Me imagino que si alguna vez nos vemos en problemas y necesitamos salir de aqu? r?pido, pondr? a Bree y a Sasha en el sidecar y nos iremos a un lugar seguro. Pero, en realidad, no tengo idea acerca del lugar al que podr?amos ir. De todo lo que he visto y escuchado, el resto del mundo es un p?ramo, lleno de criminales violentos, pandillas y pocos sobrevivientes. Los pocos violentos que han logrado sobrevivir se han congregado en las ciudades, secuestrando y esclavizando a quienquiera que encuentren, ya sea para sus propios fines, o para participar en los enfrentamientos a muerte en los estadios. Supongo que Bree y yo somos de las pocas sobrevivientes que a?n viven libremente, por nuestra cuenta, fuera de las ciudades. Y entre los pocos que a?n no han muerto de hambre. Enciendo la vela, y Sasha me sigue mientras camino lentamente a trav?s de la casa a oscuras. Supongo que Bree est? dormida, y eso me preocupa: normalmente no duerme tanto. Me detengo ante su puerta, indecisa acerca de despertarla. Al estar ah? parada, miro hacia arriba y me asombro de ver mi propio reflejo en el peque?o espejo. Me veo mucho mayor, como cada vez que me veo en el espejo. Mi rostro, delgado y anguloso, est? sonrojado por el fr?o, mi cabello casta?o claro me llega a los hombros, enmarcando mi cara, y mis ojos gris acero me miran como si pertenecieran a alguien que no reconozco. Son ojos severos y penetrantes. Pap? siempre dec?a que ten?a ojos de lobo. Mam? siempre dec?a que eran hermosos. No estaba segura de a qui?n creer. R?pidamente alejo la mirada, no quer?a verme a m? misma. Extiendo la mano y volteo el espejo para que eso no vuelva a suceder. Poco a poco abro la puerta de Bree. En cuanto lo hago, Sasha entra y corre al lado de Bree, acost?ndose y apoyando su barbilla sobre su pecho, mientras le lame la cara. Nunca deja de sorprenderme lo unidas que son ellas dos; a veces siento que est?n m?s unidas que nosotras. Bree abre lentamente los ojos y los entrecierra en la oscuridad. "?Brooke?", pregunta. "Soy yo", le digo en voz baja. "Estoy en casa". Ella se sienta y sonr?e mientras sus ojos se iluminan con aprecio. Ella se encuentra en un colch?n barato en el suelo y se despoja de su delgada manta y comienza a salir de la cama, todav?a en piyama. Se mueve m?s lentamente de lo habitual. Me agacho y le doy un abrazo. "Tengo una sorpresa para ti", le digo, apenas capaz de contener mi emoci?n. Ella mira hacia arriba con los ojos bien abiertos, y luego los cierra y extiende sus manos, esperando. Ella es tan cr?dula, tan confiada, que me sorprende. Estoy indecisa sobre qu? darle primero, y le doy el chocolate. Meto la mano en el bolsillo, saco la barra, y poco a poco la coloco en la palma de su mano. Ella abre los ojos y mira sus manos, entrecerrando los ojos en la luz; indecisa, acerco la vela. "?Qu? es?", pregunta. "Un chocolate”, respondo. Ella levanta la vista como si yo le estuviera jugando una mala pasada. "Es en serio", dije. "Pero, ?de d?nde lo has sacado?" Pregunta ella, sin comprender. Ella mira hacia abajo como si un asteroide acabara de aterrizar en su mano. No la culpo: ya no hay tiendas, no hay gente alrededor, y no hay ning?n lugar a menos de ciento sesenta kil?metros, donde yo pudiera encontrar una cosa as?. Le sonr?o. "Santa Claus me lo dio para ti. Es un regalo de Navidad anticipado". Ella frunce el ce?o. "No, en serio", insiste. Respiro profundamente, al darme cuenta de que es hora de decirle lo de nuestra nueva casa, lo de mudarnos de aqu? ma?ana. Trato de pensar en la mejor manera de expresarlo. Espero que se emocione tanto como yo, pero con los ni?os, nunca se sabe. Una parte de m?, se preocupa acerca de que ella pudiera sentirse apegada a este lugar, y que no quiera dejarlo. "Bree, tengo grandes noticias", le digo, mientras me inclino hacia abajo y la tomo de los hombros. "Hoy descubr? el lugar m?s incre?ble, all? arriba. Es una peque?a casa de piedra, y es perfecta para nosotras. Es acogedora, c?lida y segura, y tiene la m?s hermosa chimenea, que podemos encender todas las noches. Y lo mejor de todo es que tiene todo tipo de comida. Al igual que este chocolate". Bree vuelve a mirar el chocolate, analiz?ndolo, y abre los ojos a?n m?s cuando se da cuenta de que es de verdad. Ella quita suavemente la envoltura y lo huele. Cierra los ojos y sonr?e, luego se inclina para darle una mordida, pero de repente se detiene. Ella me mira con preocupaci?n. "?Y para ti?" pregunta" ?S?lo hay una barra?" As? es Bree, siempre tan considerada, aunque se est? muriendo de hambre. "Mu?rdelo t? primero", le digo. "No hay problema". Ella jala la envoltura hacia atr?s, y le da una gran mordida. Su rostro, ahuecado de hambre, se llena de euforia. "Mastica lentamente", le advierto. "No quiere que tengas un dolor de est?mago". Ella se desacelera, saboreando cada bocado. Corta un gran pedazo y lo pone en mi mano. "Es tu turno", dice ella. Poco a poco lo pongo en mi boca, d?ndole una peque?a mordida, dej?ndolo en la punta de mi lengua. Lo chupo y a continuaci?n lo mastico lentamente, saboreando cada momento. El sabor y el olor del chocolate llenan mis sentidos. Posiblemente es la mejor cosa que he probado. Sasha lloriquea, acercando su nariz al chocolate, y Bree corta un trozo y se lo ofrece. Sasha lo quita de sus dedos y lo traga de un bocado. Bree se r?e, encantada con ella, como siempre. Luego, en una sorprendente muestra de autocontrol, Bree envuelve la mitad restante de la barra, estira la mano y sabiamente lo pone en lo alto de la c?moda, fuera del alcance de Sasha. Bree todav?a se ve d?bil, pero puedo ver que empieza a reanimarse. "?Qu? es eso?" me pregunta, se?alando mi cintura. Por un momento no me di cuenta de qu? estaba hablando, y baj? la mirada y vi el oso de peluche. Con toda la emoci?n, casi lo hab?a olvidado. Estir? la mano y se lo entregu?. "Lo encontr? en nuestra nueva casa", le dije. “Es para ti". Bree abre los ojos llena de emoci?n mientras sujeta al oso, envolvi?ndolo en su pecho y meci?ndose hacia atr?s y adelante. "?Me encanta!", exclama Bree, sus ojos brillan". ?Cu?ndo podemos mudarnos? ?No puedo esperar!" Me siento aliviada. Antes de que pueda responder, Sasha se inclina y pega la nariz contra el nuevo oso de peluche de Bree, olfate?ndolo; Bree lo frota juguetonamente en su cara, y Sasha se lo arrebata y sale corriendo de la habitaci?n. "?Oye!", grita Bree, estallando en un ataque de risa, mientras la persigue. Ambas corren hacia la sala de estar, enfrascadas en una lucha por el oso. No estoy segura de qui?n lo disfruta m?s. Voy tras ella, ahuecando la vela con cuidado para que no se apague y para llevarla directamente a mi pila de le?a. Puse algunas de las ramas m?s peque?as en la chimenea, y luego arranqu? un pu?ado de hojas secas de una cesta que estaba junto a la chimenea. Me alegro de haberlas recogido el oto?o pasado para que sirvan para encender el fuego. Funcionan de maravilla. Pongo las hojas secas bajo las ramas, las enciendo y la llama no tarda en subir y lamer la madera. Sigo poniendo hojas en la chimenea, hasta que finalmente, las ramas est?n totalmente prendidas. Soplo la vela, guard?ndola para otra ocasi?n. "?Estamos teniendo una hoguera?", Bree grita emocionada. "S?", le digo. "Esta noche vamos a celebrar. Es nuestra ?ltima noche aqu?". "?Viva!" grita Bree, dando saltos, y Sasha ladra junto a ella, uni?ndose a la emoci?n. Bree corre y agarra algo de la le?a, ayud?ndome mientras la coloco sobre el fuego. La ponemos con cuidado, dejando espacio para el aire, y Bree sopla sobre ella, avivando las llamas. Una vez que la le?a se enciende, coloco un tronco m?s grueso en la parte superior. Sigo apilando troncos m?s grandes, hasta que por fin tenemos una hoguera. En momentos, la habitaci?n est? encendida, y ya se puede sentir el calor. Estamos junto al fuego, y yo extiendo mis manos, frot?ndolas, dejando que el calor penetre en mis dedos. Poco a poco, la sensaci?n comienza a regresar. Me descongelo gradualmente por el largo d?a al aire libre, y empiezo a sentirme yo misma de nuevo. "?Qu? es eso?", pregunta Bree, se?alando el piso. "?Parece un pescado!". Ella corre hacia ?l y lo agarra, recogi?ndolo, y resbala de sus manos. Ella se r?e, y Sasha, sin perder el ritmo, se abalanza sobre ?l con sus patas, haciendo que se deslice por el suelo, "?D?nde lo atrapaste?", grita Bree. Lo recojo antes de que Sasha pueda hacer m?s da?o, abro la puerta, y lo echo fuera, en la nieve, donde se conservar? mejor y fuera de peligro, antes de cerrar la puerta detr?s de m?. "Esa era mi otra sorpresa", le digo. "?Vamos a cenar esta noche!" Bree corre y me da un gran abrazo. Sasha ladra, como si comprendiera. La abrazo. "Tengo dos sorpresas m?s para ti", anuncio con una sonrisa. "Son para el postre. ?Quieres que espere hasta despu?s de la cena? ?O las quieres ahora?" "?Ahora!", grita emocionada. Sonr?o, emocionada tambi?n. Al menos eso la tendr? controlada durante la cena. Meto la mano en mi bolsillo y extraigo el tarro de mermelada. Bree lo mira divertida, dudando notoriamente, y desenrosco la tapa y la coloco debajo de su nariz. "Cierra los ojos", le digo. Ella lo hace. "Ahora, inhala". Ella respira profundamente, y se asoma una sonrisa en su rostro. Abre sus ojos. "?Huele como a frambuesa!" exclama. "Es mermelada. Adelante. Pru?bala". Bree mete dos dedos, saca una gran bola y se la come. Sus ojos se iluminan. "Qu? rico", dice ella, mientras vuelve a meter los dedos, toma otra bola y la acerca a Sasha, quien se acerca corriendo y sin dudarlo se lo traga. A Bree le da un ataque de risa y yo aprieto la tapa y pongo el tarro en la repisa, lejos de Sasha. "?Esto es tambi?n de nuestra nueva casa?" me pregunta. Asiento con la cabeza, aliviada al o?r que ella ya lo considera nuestro nuevo hogar. "Y hay una ?ltima sorpresa", le digo. "Pero la voy a dejar para la cena". Quito el termo de mi cintur?n y lo pongo arriba en la repisa, fuera de su vista, para que no vea de qu? se trata. Puedo verla estirando el cuello, pero lo oculto bien. "Conf?a en m?", le digo. "Ser? algo bueno". * No quiero que la casa apeste a pescado, as? que decido desafiar al fr?o y preparar el salm?n afuera. Llevo mi cuchillo y me dispongo a prepararlo, apoy?ndolo en un toc?n de ?rbol mientras me arrodillo junto a ?l en la nieve. Realmente no s? lo que estoy haciendo, pero s? lo suficiente para darme cuenta de que uno no se come ni la cabeza ni la cola. As? que empiezo por quitar esas partes. Tambi?n supongo que no vamos a comer las aletas, as? que las corto; tampoco las escamas, as? que se las quito lo mejor que puedo. Entonces me imagino que se tiene que abrir para comer, as? que corto lo que queda de ?l por la mitad. Deja al descubierto las entra?as gruesas y rosadas y tiene un mont?n de espinas. No s? qu? m?s hacer, as? que me imagino que est? listo para ser cocinado. Antes de entrar, siento la necesidad de lavarme las manos. Me agacho, agarro un pu?ado de nieve, y me enjuago las manos con ella, agradecida por la nieve -- por lo general, tengo que caminar hasta el arroyo m?s cercano, ya que no tenemos agua corriente. Me levanto, y antes de entrar, me detengo un segundo y disfruto de mi entorno. Al principio, estoy escuchando, como siempre lo hago, para detectar cualquier signo de ruido, de peligro. Despu?s de varios segundos, me doy cuenta de que el mundo est? de lo m?s tranquilo posible. Finalmente, poco a poco, me relajo, respiro profundo, siento los copos de nieve sobre mis mejillas, disfruto de esta gran tranquilidad, y me doy cuenta de lo absolutamente hermoso que es mi entorno. Los altos pinos est?n cubiertos de blanco, la nieve cae sin cesar de un cielo p?rpura, y el mundo parece perfecto, como un cuento de hadas. La chimenea resplandece a trav?s de la ventana, y desde aqu?, nuestra casa parece el lugar m?s acogedor del mundo. Regreso a la casa con el pescado, cerrando la puerta detr?s de m?, y se siente bien entrar en un lugar mucho m?s c?lido, con la suave luz del fuego reflejando todo. Bree se ha ocupado bien del fuego, como siempre lo hace, agregando le?os de manera experta, y ahora llega a una altura mayor. Ella est? poniendo los cubiertos en el suelo, junto a la chimenea, con cuchillos y tenedores de la cocina. Sasha se sienta a su lado con atenci?n, observando cada movimiento. Yo acerco el pescado al fuego. Realmente no s? c?mo cocinarlo, as? que me imagino que voy a ponerlo en el fuego durante un rato, dejarlo asar, darle la vuelta un par de veces, y espero que eso funcione. Bree lee mi mente: ella se dirige inmediatamente a la cocina y vuelve con un cuchillo afilado y dos pinchos largos. Ella ensarta cada trozo de pescado, luego toma su porci?n y la sostiene sobre la llama. Yo sigo su ejemplo. El instinto dom?stico de Bree siempre ha sido superior al m?o, y estoy agradecida por su ayuda. Siempre hemos sido un buen equipo. Las dos nos quedamos ah?, mirando las llamas, paralizadas, sosteniendo nuestro pescado en el fuego hasta que nuestros brazos se tornan pesados. El olor a pescado llena la habitaci?n, y despu?s de unos diez minutos siento dolor en el est?mago y me impaciento de hambre. Decido que mi pescado ya est? cocido, despu?s de todo, supongo que la gente come pescado crudo a veces, as? que no podr?a ser tan malo. Bree parece estar de acuerdo, as? que cada una puso su parte en el plato y nos sentamos en el suelo, una al lado de la otra, de espaldas al sof? y con los pies hacia la hoguera. "Ten cuidado", le advierto. “Todav?a hay un mont?n de espinas en su interior". Saco las espinas, y Bree hace lo mismo. Una vez que se las quito, tomo un peque?o trozo de la carne de pescado de color rosa, que est? caliente al tacto, y me alisto para comerlo. En realidad, tiene buen sabor. No estar?a mal ponerle un poco de sal o alg?n condimento, pero al menos su sabor es de algo frito y es de lo m?s fresco posible. Puedo sentir que la prote?na que tanto necesito entra en mi cuerpo. Bree tambi?n devora el suyo, y noto el alivio en su rostro. Sasha se sienta a su lado, mirando fijamente, lami?ndose el hocico, y Bree elige un pedazo grande, cuidadosamente le quita las espinas y se lo da de comer a Sasha. Sasha lo mastica y se lo traga, entonces lame sus morros y vuelve a mirar, deseando comer m?s. "Ven, Sasha", le digo. Viene corriendo y tomo un pedazo de mi pescado, le quito las espinas, y se lo doy; ella lo traga en segundos. Sin darme cuenta, mi pescado se acab? – tambi?n el de Bree -- y me sorprende sentir que mi est?mago gru?e de nuevo. Desear?a haber atrapado otros m?s. Aun as?, esta fue una cena con m?s comida de la que hab?amos tenido en semanas, y trato de esforzarme para estar conforme con lo que tenemos. Entonces recuerdo la savia. Me levanto de un salto, retiro el termo de su escondite y se lo doy a Bree. "Anda", le sonr?o, "dale el primer sorbo". "?Qu? es?" pregunta, desenrosc?ndolo y acerc?ndolo a su nariz. "No huele a nada". "Es la savia del arce", le digo. "Es como agua con az?car. Pero mejor". Ella sorbe vacilantemente, y luego me mira, con los ojos bien abiertos de alegr?a. "?Es deliciosa!”, dice alborotada. Toma varios sorbos grandes, luego se detiene y me lo da. No me resisto a tomar varios sorbos grandes. Siento el subid?n de az?car. Me inclino y con cuidado, vierto un poco en el taz?n de Sasha, ella lame todo y parece que tambi?n le gusta. Pero todav?a me estoy muriendo de hambre. En un raro momento de debilidad, pienso en el tarro de mermelada y digo: ?por qu? no? Despu?s de todo, supongo que hay muchos m?s en esa caba?a en la cima de la monta?a, y si esta noche no es motivo para celebrar, ?entonces cu?ndo? Bajo el frasco de conservas, lo desenrosco, meto mi dedo, y saco un gran mont?n. Lo pongo en mi lengua y lo dejo reposar en la boca todo el tiempo que puedo antes de tragarlo. Es celestial. Extiendo la mano con el resto del frasco, todav?a medio lleno, y se lo doy a Bree. "Adelante", le digo, term?natelo. "Hay m?s en nuestra nueva casa". Bree abre bien los ojos y extiende la mano. "?Est?s segura?" pregunta. "?No deber?amos guardarlo?". Niego con la cabeza. "Es hora de darnos un gusto". Bree no necesita mucho convencimiento. En cuesti?n de minutos se lo come todo, dejando solo un poco m?s para Sasha. Nos tumbamos all?, apoyadas en el sof?, con los pies en direcci?n al fuego, y finalmente, siento que mi cuerpo empieza a relajarse. Entre el pescado, la savia y la mermelada, por fin, poco a poco, siento que regresa mi fuerza. Miro a Bree, que est? dormitando; la cabeza de Sasha est? en su regazo, y aunque todav?a se ve enferma, por primera vez en mucho tiempo, detecto esperanza en sus ojos. "Te amo, Brooke", dice en voz baja. "Yo tambi?n te amo", le respondo. Pero cuando echo un vistazo me doy cuenta que ya est? profundamente dormida. Bree est? acostada en el sof?, frente al fuego, mientras que yo me siento en la silla al lado de ella; es un h?bito al que nos hemos acostumbrado a lo largo de los meses. Todas las noches antes de acostarnos, se acurruca en el sof?, pues le da mucho miedo dormir sola en su cuarto. Yo le hago compa??a, a la espera de que se quede dormida, despu?s de lo cual la llevo cargando a la cama. La mayor?a de las noches no tenemos una hoguera, pero nos sentamos all? de todos modos. Bree siempre tiene pesadillas. Antes no las ten?a; recuerdo que, antes de la guerra, se quedaba dormida f?cilmente. De hecho, incluso me burlaba de ella por eso, la llamaba Bree, "hora de dormir", ya que se quedaba dormida en el coche, en un sof?, leyendo un libro en una silla -- en cualquier lugar. Pero ya no, ahora se queda despierta durante horas, y cuando duerme, est? intranquila. La mayor?a de las noches oigo sus gemidos o gritos a trav?s de las delgadas paredes. ?Qui?n puede culparla? Con el horror que hemos visto, es incre?ble que no haya enloquecido por completo. Hay demasiadas noches en las que apenas puedo dormir. Lo ?nico que le ayuda es cuando le leo. Afortunadamente, cuando escapamos, Bree tuvo la entereza de tomar su libro favorito. The Giving Tree (El ?rbol Generoso). Todas las noches se lo leo. Ya me lo s? de memoria, y cuando estoy cansada, a veces cierro los ojos y lo recito de memoria. Por suerte, es corto. Me recuesto en la silla, sinti?ndome tambi?n con sue?o, volteo la cubierta gastada y empiezo a leer. Sasha est? acostada en el sof? junto a Bree, con las orejas hacia arriba, y a veces me pregunto si tambi?n estar? escuchando. "Hab?a una vez un ?rbol que amaba a un peque?o ni?o. Y todos los d?as el ni?o iba y recog?a sus hojas y las convert?a en coronas y jugaba al Rey de la Selva". Echo un vistazo y Bree est? en el sof?, profundamente dormida. Me siento aliviada. Quiz? fue gracias al fuego, o tal vez por la comida. Dormir es lo que m?s necesita ahora para recuperarse. Me quito mi nueva bufanda, envuelta de manera ce?ida alrededor de mi cuello, y suavemente la extiendo sobre su pecho. Finalmente, su peque?o cuerpo deja de temblar. Pongo un ?ltimo le?o en el fuego, me siento en mi silla, y giro, mirando las llamas. Veo c?mo se consume lentamente y desear?a haber transportado m?s troncos. Es mejor as?. Ser? m?s seguro de esta manera. Un le?o chisporrotea mientras me pongo c?moda, sinti?ndome m?s relajada de lo que he estado en a?os. A veces, despu?s de que Bree se queda dormida, traigo mi libro y lo leo. Lo veo ah?, en el suelo: El Se?or de las Moscas. Es el ?nico libro que me queda y est? tan gastado por el uso, que parece que tuviera cien a?os de antig?edad. Es una experiencia extra?a, que quede s?lo un libro en el mundo. Hace que me d? cuenta de todo lo que subestim?, me hace extra?ar la ?poca en que hab?a bibliotecas. Esta noche me siento muy emocionada para leer. Mi mente vuela, est? llena de pensamientos para un ma?ana, sobre nuestra nueva vida en lo alto de la monta?a. Sigo pensando en todas las cosas que voy a necesitar para mudarnos all?, y c?mo lo voy a hacer. Est?n nuestros utensilios b?sicos, los f?sforos, lo que queda de nuestras velas, mantas y colchones. Fuera de eso, ninguna de nosotras tenemos mucha ropa, y aparte de nuestros libros, no tenemos posesiones. Esta casa era bastante austera cuando llegamos, as? que no tenemos recuerdos. Me gustar?a llevar este sof? y una silla, aunque voy a necesitar la ayuda de Bree para eso, y voy a tener que esperar hasta que ella se sienta lo suficientemente bien. Vamos a tener que hacerlo por etapas, llevando primero lo esencial, y dejando los muebles para el final. Eso est? bien, siempre y cuando estemos all? arriba, seguras y protegidas. Eso es lo que m?s importa. Me pongo a pensar en todas las maneras para hacer que esa peque?a caba?a sea a?n m?s segura de lo que es. Definitivamente voy a tener que encontrar la manera de hacer unas persianas para las ventanas abiertas, para que pueda cerrarlas cuando lo necesite. Miro a mi alrededor, buscando en nuestra casa algo que pueda usar. Necesitar?a bisagras para que las persianas funcionen, y veo las bisagras en la puerta de la sala de estar. Tal vez pueda quitarlas. Y ya que estoy en ello, tal vez pueda usar la puerta de madera tambi?n, y cortarla en pedazos. Cuanto m?s miro a mi alrededor, m?s empiezo a darme cuenta de lo mucho que puedo rescatar. Recuerdo que mi padre dej? una caja de herramientas en el garaje, con una sierra, martillo, destornillador, incluso una caja de clavos. Es una de las cosas m?s valiosas que tenemos, y hago una nota mental para llevar eso en primer lugar. Despu?s por supuesto, la motocicleta. Eso es imperante en mi mente: cu?ndo transportarla, y de qu? manera. No puedo soportar la idea de dejarla, ni siquiera por un minuto. As? que en nuestro primer viaje all? arriba, la llevar?. No puedo arriesgarme a ponerla en marcha y llamar la atenci?n - y adem?s, la cara de la monta?a es demasiado empinada para conducir hacia arriba. Voy a tener que subirla caminando hasta la monta?a. Presupongo lo agotador que ser?, sobre todo en la nieve. Pero no veo otra manera. Si Bree no estuviera enferma, ella podr?a ayudarme, pero en su estado actual, no llevar? nada - sospecho que incluso tendr? que cargarla. Me doy cuenta de que no tenemos m?s remedio que esperar hasta ma?ana por la noche, al amparo de la oscuridad, antes de que nos mudemos. Tal vez estoy siendo paranoica - las posibilidades de que alguien nos est? vigilando son remotas, pero aun as?, es mejor ser cautelosas. Sobre todo porque s? que hay otros sobrevivientes aqu? arriba. De eso estoy segura. Recuerdo el primer d?a que llegamos. Las dos est?bamos aterrorizadas, solas, y agotadas. Esa primera noche, ambas fuimos a la cama con hambre, y me preguntaba c?mo ?bamos a sobrevivir. ?Hab?a sido un error dejar Manhattan, abandonar a nuestra madre, dejar atr?s todo lo que conoc?amos? Y entonces en nuestra primera ma?ana, despert?, abr? la puerta y me sorprendi? descubrirlo ah? sentado: el cad?ver de un ciervo muerto. Al principio, yo estaba aterrorizada. Lo tom? como una amenaza, una advertencia, suponiendo que alguien nos estaba diciendo que nos fu?ramos, que no ?ramos bienvenidas ah?. Pero despu?s de que super? mi sorpresa inicial, me di cuenta de que ?se no era el caso: en realidad era un regalo. Alguien, otro sobreviviente, debe habernos estado observando... Debe haber visto lo desesperadas que est?bamos, y en un acto de generosidad suprema, decidi? darnos su presa, nuestra primera comida, carne suficiente para que durara varias semanas. No puedo imaginar lo valiosa que debe haber sido para ?l. Recuerdo haber caminado afuera, mirando a todas partes, arriba y abajo de la monta?a, mirando en todos los ?rboles, esperando que alguna persona apareciera y me saludara. Pero nadie lo hizo. Todo lo que vi fueron ?rboles, y a pesar de que esper? varios minutos, todo lo que escuch? fue el silencio. Pero sab?a, yo sab?a que estaba siendo vigilada. Supe entonces que hab?a otras personas que estaban aqu?, sobreviviendo como nosotras. Desde entonces, he sentido una especie de orgullo, sent? que ?ramos parte de una comunidad silenciosa de supervivientes aislados que viven en estas monta?as, prefiriendo estar solos, que nunca se comunican entre s? por temor a ser vistos, por temor a ser visibles para un tratante de esclavos. Supongo que as? es como los otros han sobrevivido tanto tiempo: no dejando nada al azar. Al principio, yo no lo entend?a. Pero ahora lo agradezco. Y desde entonces, aunque nunca veo a nadie, nunca me he sentido sola. Pero tambi?n me hizo m?s justiciera; estos otros sobrevivientes, si todav?a est?n vivos, sin duda alguna, a estas alturas deben estar tan hambrientos y desesperados como nosotras. Especialmente en los meses de invierno. Qui?n sabe si el hambre, si la necesidad de defender a sus familias, los ha llevado al extremo de la desesperaci?n, si su car?cter caritativo ha sido reemplazado por un puro instinto de conservaci?n. S? que el pensar en Bree, Sasha, y yo muertas de hambre, a veces me ha llevado a tener algunos pensamientos bastante desesperados. As? que no voy a dejar nada al azar. Nos mudaremos por la noche. De todos modos, funciona a la perfecci?n. Tengo que aprovechar la ma?ana para volver a subir hasta all?, sola, para explorar primero, para asegurarme una vez m?s que nadie ha entrado o salido. Tambi?n tengo que volver a ese lugar donde encontr? el ciervo y esperarlo. S? que es una posibilidad remota, pero si me lo encuentro de nuevo, y acabo con ?l, nos puede alimentar durante varias semanas. Perd? a ese primer ciervo que nos fue dado, hace a?os, porque yo no sab?a c?mo despellejarlo ni c?mo cortarlo en pedazos ni c?mo conservarlo. Lo arruin? y s?lo logr? hacer una comida con ?l antes de que el cad?ver se descompusiera. Fue un terrible desperdicio de comida, y estoy decidida a no hacerlo de nuevo. Esta vez, sobre todo con la nieve, voy a encontrar una manera de preservarlo. Meto la mano en mi bolsillo y saco la navaja de bolsillo que pap? me dio antes de irse, froto la empu?adura gastada, con sus iniciales grabadas y el logotipo de la Infanter?a de Marina estampada en ella, como lo he hecho todas las noches desde que llegamos aqu?. Me digo a m? misma que ?l todav?a est? vivo. Incluso despu?s de todos estos a?os, a pesar de que s? que las posibilidades de verlo de nuevo son casi nulas, no puedo evitar pensarlo. Todas las noches deseo que mi pap? nunca se hubiera ido, que nunca se hubiera ofrecido como voluntario para la guerra. Fue una guerra est?pida, para empezar. Nunca he entendido realmente c?mo comenz?, y a la fecha no lo s?. Pap? me lo explic? varias veces, y todav?a no lo entiendo. Tal vez fue s?lo a causa de mi edad. Tal vez yo no ten?a edad suficiente para darme cuenta de lo absurdo que son las cosas que los adultos pueden hacerse unos a otros. La forma en que pap? me lo explic?, fue que se trat? de una segunda guerra civil estadounidense, esta vez, no fue entre el Norte y el Sur, sino entre partidos pol?ticos. Entre los dem?cratas y los republicanos. Dijo que era una guerra que hac?a tiempo que se ve?a venir. Durante los ?ltimos cien a?os, dijo, Estados Unidos hab?a estado a la deriva en una tierra de dos naciones: los de la extrema derecha y los de la extrema izquierda. Con el tiempo, las posiciones se endurecieron tan profundamente, que se convirti? en una naci?n de ideolog?as opuestas. Pap? dijo que las personas de la izquierda, los dem?cratas, quer?an una naci?n dirigida por un gobierno m?s y m?s grande, que aumentara los impuestos al 70%, y que pudiera estar involucrado en todos los aspectos de la vida de las personas. Dijo que la gente de la derecha, los republicanos, quer?an seguir teniendo un gobierno m?s y m?s peque?o, uno que eliminara los impuestos por completo, no molestar a la gente, y que les permitiera valerse por s? mismos. Dijo que con el tiempo, estas dos ideolog?as diferentes, en lugar de comprometerse, s?lo segu?an distanci?ndose, llevando las cosas al extremo -- hasta que llegaron a un punto en el que ya no estaban de acuerdo en nada. Para empeorar las cosas, dijo, Estados Unidos hab?a llegado a estar tan poblado, que era m?s dif?cil para cualquier pol?tico conseguir la atenci?n de la gente a nivel nacional, y los pol?ticos de ambos partidos comenzaron a darse cuenta de que la toma de posiciones extremas era la ?nica forma de obtener tiempo de emisi?n nacional, que era lo que necesitaban para su ambici?n personal. Como resultado de esto, las personas m?s prominentes de ambos partidos eran los que estaban en la posici?n extrema, cada uno tratando de superar al otro, tomando posiciones en las que ni siquiera cre?an realmente, pero que se ve?an forzados a tomar. Naturalmente, cuando las dos partes debat?an, s?lo pod?an chocar entre ellos --- y lo hac?an con palabras cada vez m?s duras. Al principio eran s?lo insultos y ataques personales. Pero con el tiempo, la guerra verbal se intensific?. Y un d?a, llegaron a un punto sin retorno. Un d?a, hace unos diez a?os, un momento cr?tico lleg? cuando un l?der pol?tico amenaz? al otro con una palabra prof?tica: "Secesi?n". Si los dem?cratas trataban de aumentar los impuestos aunque fuese un centavo m?s, su partido se separar?a del sindicato y cada pueblo, cada ciudad, cada estado, se dividir?a en dos. No por la tierra, sino por la ideolog?a. No pudo haber sido un peor momento, en ese entonces, la naci?n estaba en una depresi?n econ?mica, y hab?a suficiente descontento, hartos con la p?rdida de puestos de trabajo, para que ?l ganara popularidad. A los medios de comunicaci?n les encantaron los niveles de audiencia que obtuvo, y le dieron m?s y m?s tiempo en el aire. Pronto, su popularidad creci?. Con el tiempo, sin nadie para detenerlo, con los dem?cratas no dispuestos a transigir, y aprovechando el impulso que llevaba, su idea se fortaleci?. Su partido propuso su propia bandera de la naci?n e incluso su propia moneda. Ese fue el primer momento cr?tico. Si alguien se hubiera levantado y lo hubiera evitado, todo se pudo haber detenido. Pero nadie lo hizo. Entonces fue m?s lejos. Envalentonado, este pol?tico propuso que el nuevo sindicato tuviera su propia polic?a, sus tribunales, sus propios soldados y su propio estado de guerra. Ese fue el segundo momento cr?tico. Si el presidente dem?crata que estaba en ese momento hubiera sido un buen l?der, podr?a haber detenido las cosas. Pero ?l agrav? la situaci?n al hacer una mala decisi?n tras otra. En lugar de tratar de calmar las cosas, de atender las necesidades b?sicas que condujeron a tal descontento, en lugar de eso decidi? que la ?nica forma de anular lo que ?l llam? "la rebeli?n" era tomar una actitud dura: acus? a todo el mando republicano de sedici?n. Declar? la ley marcial, y durante la mitad de la noche, los arrest? a todos. Eso empeor? las cosas, y congreg? a todo su partido. Tambi?n reuni? a la mitad de los militares. Las personas se dividieron, en cada casa, cada pueblo, cada cuartel militar; lentamente, la tensi?n se acumul? en las calles, y unos a otros se odiaban. Incluso se dividieron las familias. Una noche, los de la c?pula militar leal a los republicanos siguieron ?rdenes secretas y organizaron un golpe, sac?ndolos de la c?rcel. Hubo un enfrentamiento. Y en la escalinata del Capitolio, el primer tiro fat?dico fue disparado. Un joven soldado crey? ver a un oficial tomar un arma y disparar primero. Una vez que el primer soldado cay?, no hab?a vuelta atr?s. Se hab?a cruzado la ?ltima l?nea. Un estadounidense hab?a matado a otro estadounidense. Se produjo un tiroteo, resultando en docenas de oficiales muertos. El mando republicano fue llevado a un lugar secreto. Y a partir de ese momento, el ej?rcito se dividi? en dos. El gobierno se dividi? en dos. Las ciudades, los pueblos, los condados y estados, todos se dividieron en dos. Esto se conoci? como la Primera Ola. Durante los primeros d?as, los asesores de crisis y las facciones gubernamentales trataron desesperadamente de que hubiera paz. Pero fue demasiado poco y demasiado tarde. Nada pudo detener la tormenta que se avecinaba. Una facci?n de militaristas de l?nea dura tom? el asunto en sus manos, deseando la gloria, deseando ser los primeros en la guerra, queriendo tener la ventaja de la velocidad y la sorpresa. Pensaron que el aplastamiento inmediato de la oposici?n era la mejor manera de poner fin a todo esto. La guerra comenz?. Sobrevinieron las batallas en suelo americano. Pittsburgh se convirti? en el nuevo Gettysburg, teniendo doscientos mil muertos en una semana. Los tanques iban contra los tanques. Los aviones contra los aviones. Cada d?a, cada semana, hab?a una escalada de violencia. Se marcaron l?mites en la arena, se dividieron los recursos militares y de la polic?a, y las batallas se extendieron a todos los estados de la naci?n. En todas partes, todos peleaban contra todos, amigos contra amigos, hermano contra hermano. Lleg? a un punto en que ya nadie sab?a por qu? estaban peleando. En el pa?s entero hubo derramamiento de sangre, y parec?a que nadie era capaz de detenerlo. Esto se conoce como la Segunda Ola. Hasta ese momento, tan sangrienta como era, segu?a siendo una guerra convencional. Pero luego vino la Tercera Ola, la peor de todas. El Presidente, en su desesperaci?n, que operaba desde un refugio subterr?neo secreto, decidi? que s?lo hab?a una manera de acabar con lo que ?l todav?a insist?a en llamar” la Rebeli?n". Reuni? a sus mejores oficiales militares, quienes le aconsejaron utilizar los recursos m?s fuertes que ?l ten?a para sofocar la rebeli?n de una vez por todas: los misiles nucleares locales dirigidos. ?l estuvo de acuerdo. Al d?a siguiente, las cargas nucleares fueron lanzadas en fortificaciones estrat?gicas republicanas en todo Estados Unidos. Cientos de miles de personas murieron ese d?a, en lugares como Nevada, Texas, Misisipi. Millones murieron en un segundo. Los republicanos respondieron. Consiguieron sus propios recursos, emboscaron a NORAD (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial), y lanzaron sus propias cargas nucleares contra las fortalezas dem?cratas. Estados como Maine y Nuevo Hampshire fueron aniquilados en su mayor?a. Dentro de los siguientes diez d?as, casi todo Estados Unidos fue destruido, una ciudad tras otra. Fue una oleada tras otra de pura devastaci?n, y los que no fueron muertos por ataque directo, fallecieron poco despu?s a causa del aire t?xico y el agua. En cuesti?n de un mes, ya no quedaba nadie para pelear. Las calles y edificios se vaciaron de uno en uno, ya que la gente se march? a luchar contra sus ex vecinos. Pero pap? ni siquiera esper? a ser reclutado -- y por eso lo odio. Se fue mucho antes. ?l hab?a sido oficial de la Infanter?a de Marina veinte a?os antes de que esto se desatara, y lo hab?a visto venir antes que la mayor?a. Cada vez que miraba las noticias, cada vez que ve?a a dos pol?ticos grit?ndose uno al otro de la manera m?s irrespetuosa, siempre subiendo la apuesta, pap? sacud?a la cabeza y dec?a: "Esto va a llevar a la guerra. Cr?anme". Y ten?a raz?n. Ir?nicamente, pap? ya hab?a cumplido su tiempo y se hab?a retirado de la Infanter?a a?os antes de que esto sucediera, pero cuando lleg? ese primer disparo, ese d?a, ?l volvi? a enlistarse. Incluso antes de que se hubiera hablado de una guerra completa. Fue probablemente la primera persona que se ofreci? como voluntario, para una guerra que no hab?a comenzado a?n. Y es por eso que todav?a estoy enojada con ?l. ?Por qu? tuvo que hacer esto? ?Por qu? no pod?a simplemente haber dejado que los dem?s se mataran unos a otros? ?Por qu? no pod?a haberse quedado en casa a protegernos? ?Por qu? se preocup? m?s por su pa?s que por su familia? Todav?a recuerdo v?vidamente el d?a que nos dej?. Llegu? a casa de la escuela ese d?a, y antes de que yo abriera la puerta, escuch? gritos procedentes del interior. Me prepar?. Odiaba cuando mam? y pap? peleaban, que parec?a ser todo el tiempo, y pens? que s?lo era otra de sus discusiones. Abr? la puerta y supe de inmediato que esto era diferente. Ese algo era muy, muy malo. Pap? estaba ah? parado utilizando el uniforme. No ten?a ning?n sentido. ?l no se hab?a puesto su uniforme en a?os. ?Por qu? lo llevaba puesto ahora? "?T? no eres un hombre!", mam? le grit? "?Eres un cobarde! Dejando a su familia. ?Para qu?? ?Para ir a matar a gente inocente?". El rostro de pap? se sonroj?, como siempre lo hac?a cuando se enfadaba. "?No sabes de lo que est?s hablando!", contest? gritando.” Estoy cumpliendo con mi deber para mi pa?s. Es lo correcto". "?Lo correcto para qui?n?" argument? ella.” Ni siquiera sabes por lo que est?s luchando. ?Por un pu?ado de pol?ticos est?pidos?" "S? exactamente por lo que estoy luchando: para unir a nuestra naci?n". "?Ay, bueno, perd?n, M?ster Estados Unidos!", le grit?. "Puedes justificarlo en tu mente tantas veces como quieras, pero la verdad es que te vas porque no puedes soportarme. Debido a que nunca sabes c?mo manejar la vida dom?stica. Porque eres demasiado tonto para hacer algo con tu vida que no sea la Infanter?a. As? que te levantas y sales corriendo a la primera oportunidad". Pap? la call? con una bofetada en la cara. Todav?a puedo o?r el ruido en mi cabeza. Me qued? muy sorprendida, nunca lo hab?a visto levantarle la mano antes. Sent? que me qued? sin aire, como si me hubieran dado una bofetada a m? tambi?n. Lo mir?, y casi no lo reconoc?. ?Era realmente mi padre? Estaba tan aturdida que se me cay? el libro y aterriz? con un golpe seco. Los dos se volvieron y me miraron. Avergonzada, me di la vuelta y corr? por el pasillo a mi habitaci?n y cerr? la puerta detr?s de m?. No sab?a c?mo reaccionar ante todo eso y simplemente ten?a que alejarme de ellos. Momentos m?s tarde, tocaron suavemente en mi puerta. "Brooke, soy yo", dijo pap? con una voz suave, lleno de remordimientos. "Siento que hayas tenido que ver eso. Por favor, d?jame entrar". "?Vete!", le grit?. Sigui? un largo silencio. Pero no se fue. "Brooke, ya tengo que irme. Me gustar?a verte una ?ltima vez antes de irme. Por favor. Sal a decirme adi?s". Me puse a llorar. "?Vete!", dije nuevamente. Estaba tan abrumada, tan enojada con ?l por golpear a mam?, y a?n m?s enfadada con ?l por habernos dejado. Y en el fondo, me daba miedo que nunca regresara. "Ya me voy, Brooke", dijo. "No tienes que abrir la puerta. Pero quiero que sepas lo mucho que te amo. Y que siempre estar? contigo. Recuerda, Brooke, t? eres la fuerte. Cuida a esta familia. Cuento contigo. Cu?dalas". Y entonces o? los pasos de mi padre, alej?ndose. Se oyeron cada vez m?s y m?s suaves. Instantes despu?s o? que la puerta principal se abr?a y se cerraba. Y luego, nada. Minutos m?s tarde – que parec?an d?as – abr? lentamente mi puerta. Yo ya lo present?a. ?l se hab?a ido. Y me arrepent?, me hubiera gustado despedirme de ?l. Porque yo intu?a en el fondo, que nunca iba a volver. Mam? se sent? a la mesa de la cocina, con la cabeza entre las manos, llorando suavemente. Yo sab?a que las cosas hab?an cambiado para siempre ese d?a, que nunca ser?a igual - que ella nunca volver?a a ser la misma. Y que ni yo tampoco lo ser?a. Y tuve raz?n. Mientras estoy aqu? sentada, mirando fijamente las brasas del fuego moribundo, sintiendo mis ojos pesados, me doy cuenta de que, desde ese d?a, nunca nada ha sido igual. * Estoy de pie en nuestro viejo apartamento de Manhattan. No s? lo que estoy haciendo aqu?, o c?mo llegu?. Nada parece tener sentido, ya que el apartamento no se parece en nada a como lo recuerdo. Est? completamente vac?o de mobiliario, como si nunca hubi?ramos vivido en ?l. Soy la ?nica que est? aqu?. Repentinamente alguien toca a la puerta, y entra pap?, con el uniforme completo, sosteniendo un malet?n. ?l tiene una mirada hueca en sus ojos, como si hubiera ido al infierno y estuviera de regreso. "?Pap?!", trato de gritar. Pero las palabras no me salen. Miro hacia abajo y me doy cuenta de que estoy pegada al suelo, escondida detr?s de una pared, y que ?l no me puede ver. Por mucho que me esfuerzo por liberarme, de correr hacia ?l, de decir su nombre, no puedo. Me veo obligada a ver con impotencia, c?mo entra en el apartamento vac?o, mirando a su alrededor. "?Brooke?", grita. "?Est?s aqu?? ?Hay alguien en casa?" Trato de contestar de nuevo, pero no me sale la voz. ?l va de una habitaci?n a otra. "Dije que iba a regresar", dice ?l. "?Por qu? nadie me esper??" Entonces, rompe a llorar. Me siento desconsolada e intento llamarlo, con toda mi fuerza. Pero no importa cu?nto lo intente, no me sale la voz. Finalmente, se da vuelta y sale del apartamento, cerrando suavemente la puerta tras ?l. El chasquido de la manija resuena en el vac?o. "?PAP?!", grit?, finalmente recupero mi voz. Pero es demasiado tarde. S? que ?l se ha ido para siempre, y de alguna manera, es culpa m?a. Parpadeo, y de pronto estoy de vuelta en la monta?a, en la casa de mi pap?, sentada en su sill?n favorito junto a la chimenea. Pap? se sienta en el sof?, inclinado hacia adelante, agachando la cabeza, jugando con el cuchillo del Cuerpo de Infanter?a. Estoy horrorizada al darme cuenta de que la mitad de su rostro se derriti? hasta el hueso; realmente puedo ver la mitad de su cr?neo. ?l me mira, y yo siento miedo. "No puedes ocultarte aqu? por siempre, Brooke", dice, en un tono mesurado. "Crees que est?n a salvo aqu?. Pero ellos vendr?n por ustedes. Vete con Bree y esc?ndanse". ?l se pone de pie, se me acerca, me agarra por los hombros y me sacude, sus ojos ardiendo con intensidad. "?ENTENDISTE, SOLDADO?", grita. Desaparece, y al hacerlo, todas las puertas y ventanas se abren al mismo tiempo, en una cacofon?a de cristales rotos. Entran corriendo en nuestra una docena de tratantes de esclavos, con las armas en la mano. Visten sus uniformes distintivos, todo negro de la cabeza a los pies, con m?scaras negras, y corren a cada esquina de la casa. Uno de ellos quita a Bree del sof? y se la lleva, gritando, mientras que el otro corre hasta m?, pone sus dedos en mi brazo y apunta con su pistola a mi cara. Dispara. Me despierto gritando, desorientada. Siento dedos clav?ndose en mi brazo, y confundida entre mi estado de sue?o y la realidad, estoy lista para atacar. Miro y me doy cuenta que es Bree, est? ah? parada, agitando mi brazo. Todav?a estoy sentada en la silla de mi pap?, y ahora la sala se inunda con la luz del sol. Bree llora desconsolada. Parpadeo varias veces mientras trato de enderezarme, intentando orientarme. ?Todo fue un sue?o? Me hab?a parecido tan real. "?Tuve una terrible pesadilla!”, Bree llora, sin soltar mi brazo. Miro y veo que el fuego se extingui? hace mucho tiempo. Veo la luz del sol, y me doy cuenta de que debe ser ya media ma?ana. No puedo creer que me he quedado dormida en la silla -- nunca he hecho eso antes. Muevo la cabeza, tratando de quitar las telara?as. Ese sue?o parec?a tan real, es dif?cil creer que no sucedi?. He so?ado antes con pap?, muchas veces, pero nunca nada con tanta inmediatez. Me resulta dif?cil aceptar que ?l no est? todav?a en la habitaci?n conmigo, y miro de nuevo alrededor, para asegurarme. Bree tira de mi brazo, inconsolable. Tampoco la hab?a visto as? antes. Me arrodillo y le doy un abrazo. Ella se aferra a m?. "?So?? que esos hombres malos ven?an y me llevaban! ?Y t? no estabas aqu? para salvarme!" Bree llora sobre mi hombro. "?No te vayas!" suplica, hist?rica. "Por favor, no te vayas. ?No me dejes!". "No ir? a ninguna parte", le digo, abraz?ndola con fuerza. "Shhh.... Tranquila.... No hay nada de qu? preocuparse. Todo est? bien". Pero en el fondo, no puedo evitar la sensaci?n de que todo no est? bien. Por el contrario. Mi sue?o realmente me inquieta, y el que Bree tambi?n haya tenido una pesadilla -- y sobre lo mismo -- no me da mucho consuelo. No creo mucho en los presagios, pero no puedo dejar de preguntarme si todo esto es una se?al. Pero no oigo ning?n tipo de ruido o alboroto, y si hab?a alguien a una milla de aqu?, seguramente lo sabr?a. Levanto la barbilla de Bree, sec?ndole las l?grimas. "Respira profundo", le digo. Bree me escucha, recuperando poco a poco el aliento. Me obligo a sonre?r. "Mira", le digo. "Estoy aqu?. No pasa nada. Fue s?lo una pesadilla. ?De acuerdo?". Bree asiente lentamente. "Solamente est?s muy cansada", dije. "Y tienes fiebre. As? que tuviste pesadillas. Todo va a estar bien”. Mientras estoy ah? arrodillada, abrazando a Bree, me doy cuenta de que necesito ponerme en marcha, para subir a la monta?a, explorar nuestra nueva casa, y encontrar comida. Siento un nudo en el est?mago solo de pensar en darle la noticia a Bree, y c?mo va a reaccionar. Claramente, no pude elegir el peor momento. ?C?mo voy a decirle que necesito dejarla ahora? Incluso aunque s?lo sea por una hora o dos. Una parte de m? quiere quedarse aqu?, para cuidar de ella durante todo el d?a, sin embargo, tambi?n s? que tengo que ir, y mientras m?s pronto lo haga, m?s seguras estaremos. No puedo sentarme aqu? todo el d?a sin hacer nada, esperando a que caiga la noche. Y no puedo correr el riesgo de cambiar el plan y mudarnos a la luz del d?a s?lo por culpa de nuestras tontas pesadillas. Suelto a Bree, quit?ndole el cabello de su cara, sonriendo tan dulcemente como puedo. Me armo de valor y hago la voz m?s fuerte y de adulto que puedo. "Bree, necesito que me escuches", le digo. "Tengo que salir ahora, s?lo por poco tiempo…" "?NO!", grita. "?LO SAB?A! ?Es como mi pesadilla! ?Vas a dejarme! ?Y nunca vas a volver!". La tomo de los hombros con firmeza, tratando de consolarla. "No es as?", le digo con firmeza". S?lo tengo que salir una o dos horas. Tengo que asegurarme de que nuestra nueva casa es segura para mudarnos esta noche. Y tengo que buscar comida. Por favor, Bree, entiende. Yo te llevar?a conmigo, pero est?s demasiado enferma en este momento, y tienes que descansar. Estar? de vuelta en s?lo unas horas. Te lo prometo. Y esta noche, subiremos juntas. ?Y sabes cu?l es la mejor parte?". Ella me mira lentamente, sin dejar de llorar, y, finalmente, asienta con la cabeza. "A partir de esta noche, vamos a estar ah? arriba juntas, sanas y salvas, y encenderemos la chimenea todas las noches y tendremos toda la comida que quieras. Y puedo cazar y pescar y hacer todo lo que necesito, enfrente de la caba?a. Nunca voy a tener que dejarte otra vez". "?Y Sasha tambi?n puede venir?" pregunta, mientras llora. "Y Sasha, tambi?n", le digo. "Lo prometo. Por favor, conf?a en m?. Volver? por ti. Yo nunca te dejar?a". "?Me lo prometes?", pregunta. Re?no toda la solemnidad que puedo, y la veo directamente a los ojos. "Te lo prometo", le respondo. Bree deja de llorar lentamente y finalmente, ella asiente con la cabeza, pareciendo satisfecha. Me rompe el coraz?n, pero me inclino r?pidamente, le planto un beso en la frente y luego me levanto, cruzo la habitaci?n, y salgo por la puerta. Yo s? que si me quedo tan solo un segundo m?s, nunca voy a tomar la decisi?n de irme. Y como la puerta resuena detr?s de m?, no puedo evitar tener la sensaci?n repugnante de que nunca voy a ver a mi hermana otra vez. T R E S Subo la monta?a en la luz brillante de la ma?ana, una intensa luz que brilla en la nieve. Es un universo blanco. El sol brilla con tanta fuerza, que apenas puedo ver con el resplandor. Har?a lo que fuera por un par de gafas de sol, o una gorra de b?isbol. Afortunadamente hoy no hay viento, es m?s c?lido que ayer, y mientras camino, oigo la nieve derriti?ndose a mi alrededor, goteando en peque?os arroyos colina abajo y cayendo en grandes pu?ados de las ramas de los pinos. Tambi?n, la nieve es m?s suave, y es m?s f?cil caminar. Miro por encima del hombro, inspecciono el valle que se extiendo abajo y veo que las carreteras son parcialmente visibles de nuevo en el sol de la ma?ana. Esto me preocupa, pero luego me reprendo a m? misma, molesta por permitirme ser alterada por los presagios. Deber?a ser m?s dura. M?s racional, como pap?. Tengo puesta la capucha, pero conforme bajo la cabeza al viento, que se hace m?s fuerte mientras voy m?s arriba, desear?a haber llevado mi nueva bufanda. Junto mis manos y las froto, deseando tener guantes tambi?n, y acelero mi velocidad al doble. Estoy resuelta a llegar all? r?pidamente, inspeccionar la caba?a, buscar a ese ciervo, y regresar r?pidamente con Bree. Tal vez voy a obtener tambi?n m?s frascos de mermelada, que animar?n a Bree. Sigo mis huellas de ayer, todav?a visibles en la nieve que se derrite, y esta vez, la caminata es m?s f?cil. En aproximadamente veinte minutos, estoy de vuelta a donde estaba el d?a anterior, alrededor de la meseta m?s alta. Estoy segura de que estoy en el mismo lugar que ayer, pero cuando busco la caba?a, no la encuentro. Est? tan bien escondida que, aunque s? d?nde buscar, todav?a no puedo verla. Empiezo a preguntarme si estoy en el lugar correcto. Sigo adelante, siguiendo mis huellas, hasta que llego al punto exacto donde estuve el d?a anterior. Estiro el cuello, y finalmente la veo. Estoy sorprendida de lo bien oculta que est?, y estoy a?n m?s animada a vivir aqu?. Me detengo y escucho. Todo est? en silencio, salvo por el sonido del goteo del arroyo. Inspecciono la nieve cuidadosamente, buscando cualquier se?al de huellas entrando o saliendo (adem?s de las m?as) desde ayer. No encuentro ninguna. Me acerco a la puerta, me paro delante de la casa y giro 360 grados, explorando los bosques en todas direcciones, inspeccionando los ?rboles, en busca de cualquier se?al de alteraci?n, cualquier evidencia de que alguien m?s ha estado aqu?. Me detengo durante al menos un minuto, escuchando. No hay nada. Absolutamente nada. Finalmente, estoy satisfecha, aliviada de que este lugar sea verdaderamente nuestro, y s?lo nuestro. Abro la pesada puerta, atascada por la nieve, y una luz brillante inunda el interior. Agacho la cabeza y entro, me siento como si la viera por vez primera a la luz. Es tan peque?a y acogedora como la recuerdo. Veo que el piso tiene tablones anchos de madera originales, que parecen tener al menos cien a?os de antig?edad. Es tranquilo aqu?. Las peque?as ventanas abiertas a cada lado, tambi?n dejan entrar mucha luz. Exploro la habitaci?n a la luz, en busca de cualquier cosa que podr?a haber pasado por alto, pero no encuentro nada. Miro hacia abajo y encuentro la manija de la puerta de la trampilla, me arrodillo y la abro de un golpe. Se abre con un remolino de polvo, que nada en la luz del sol. Trepo por la escalera, y esta vez, con toda la luz reflejada, tengo una visi?n mucho mejor del alijo que hay aqu? abajo. Debe haber cientos de frascos. Veo varios frascos m?s de mermelada de frambuesa, y tomo dos de ellos, metiendo uno en cada bolsillo. A Bree le va a encantar esto. Lo mismo ocurrir? con Sasha. Hago una revisi?n somera de los otros frascos, y veo todo tipo de alimentos: pepinillos, tomates, aceitunas, chucrut. Tambi?n veo varios sabores diferentes de mermeladas, con al menos una docena de frascos cada uno. Hay a?n m?s en la parte de atr?s, pero no tengo tiempo para revisar con detenimiento. Tengo a Bree constantemente en mi mente. Subo la escalera, cierro la puerta de la trampilla y salgo r?pidamente de la caba?a, cerrando la puerta firmemente detr?s de m?. Me quedo parada y contemplo mi entorno nuevamente, prepar?ndome por si cualquier persona pudo haber estado mirando. Todav?a tengo miedo de que todo esto sea demasiado bueno para ser verdad. Pero una vez m?s, no hay nada. Tal vez s?lo me he vuelto muy nerviosa. Me dirijo a la direcci?n donde vi a los ciervos, a unos treinta metros de distancia. Cuando lo encuentro, saco el cuchillo de caza de pap? y lo mantengo a mi lado. S? que es dif?cil que lo vea de nuevo, pero tal vez este animal, como yo, es un animal de costumbres. No hay manera de que yo sea lo suficientemente r?pida como para perseguirlo, ni tengo la suficiente velocidad para abalanzarme -- ni tengo una pistola o cualquier arma de caza. Pero tengo una oportunidad, y me refiero a mi cuchillo. Siempre he estado orgullosa de mi capacidad de dar en el banco a veintisiete metros de distancia. Lanzar el cuchillo era una de mis habilidades, de las que mi pap? siempre parec?a estar asombrado -- por lo menos lo suficientemente impresionado como para no tratar de corregirme ni de mejorarme. En cambio, se adjudicaba el cr?dito, diciendo que mi talento era gracias a ?l. Pero, en realidad, ?l no pod?a lanzar ni medio cuchillo tan bien como yo. Me arrodillo en el lugar en el que estuve antes, escondi?ndome detr?s de un ?rbol, mirando la meseta, con el cuchillo en la mano, esperando. Rezando. Todo lo que oigo es el sonido del viento. Imagino lo que voy a hacer si veo al ciervo: me voy a levantar poco a poco, apuntar?, y lanzar? el cuchillo. Creo que la primera vez voy a apuntar a su ojo, pero luego decidir? apuntar a su garganta: si fallo por algunos cent?metros, entonces todav?a habr? una oportunidad de clavarlo en alg?n otro lugar. Si mis manos no est?n demasiado congeladas, y si tengo tino, imagino que tal vez, s?lo tal vez, podr? herirlo. Pero me doy cuenta de que todo es un gran "tal vez". Los minutos pasan. Me parecen diez, veinte, treinta... El viento cesa, a continuaci?n, vuelve a haber r?fagas, y mientras eso sucede, siento los finos copos de nieve que soplan en los ?rboles y caen en mi cara. A medida que pasa m?s tiempo, siento m?s fr?o, estoy m?s entumecida, y empiezo a preguntarme si esto es una mala idea. Pero siento otro dolor agudo por hambre, y s? que tengo que intentarlo. Voy a necesitar toda la prote?na que pueda obtener para poder hacer esta mudanza, sobre todo si voy a empujar esa motocicleta cuesta arriba. Despu?s de casi una hora de espera, estoy completamente congelada. Me pregunto si debo darme por vencida y bajar la monta?a. Tal vez deber?a mejor tratar de pescar. Decido levantarme y caminar, hacer circular mis extremidades y mantener mis manos ?giles; si tuviera que usarlas ahora, probablemente no ser?an ?tiles. Cuando me levanto, me duelen mis rodillas y espalda por la rigidez. Empiezo a caminar en la nieve, dando peque?os pasos. Me levanto y doblo mis rodillas, tuerzo la espalda a la izquierda y a la derecha. Vuelvo a meter el cuchillo en el cintur?n, y luego froto mis manos una sobre otra, soplando sobre ellas una y otra vez, tratando de recuperar la sensaci?n. De repente, me congelo. A lo lejos, una ramita se quiebra y presiento que hay movimiento. Me vuelvo lentamente. All?, sobre la cima de la colina, aparece un ciervo. Da unos pasos lentamente, con vacilaci?n, en la nieve, levantando suavemente sus cascos y baj?ndolos. Baja la cabeza, mastica una hoja, y despu?s, cuidadosamente da otro paso hacia adelante. Mi coraz?n late con emoci?n. Rara vez siento que mi pap? est? conmigo, pero hoy s?. Puedo o?r su voz en mi mente: Tranquila. Respira lentamente. No dejes que sepa que est?s aqu?. Conc?ntrate. Si puedo abatir a este animal, ser? la comida – comida de verdad -- para Bree, Sasha y para m? - durante al menos una semana. Necesitamos esto. Necesito dar unos cuantos pasos m?s en el claro y para tener una mejor visi?n de ?l: es un gran ciervo, que est? como a unos veintisiete metros de distancia. Me sentir?a mucho m?s segura si estuviera parada a unos nueve metros o incluso dieciocho. No s? si puedo pegarle a esta distancia. Si hiciera m?s calor, y si no se moviera, entonces s?. Pero mis manos est?n adormecidas, el ciervo se mueve, y hay muchos ?rboles estorbando. No lo s?. Lo que s? es que si fallo, nunca va a volver aqu? otra vez. Espero, analiz?ndolo, con miedo de asustarlo. Desear?a que se acercara m?s. Pero no parece querer hacerlo. Me pregunto qu? debo hacer. Puedo atacarla, acerc?ndome lo m?s que pueda, luego tirarle. Pero eso ser?a una estupidez: despu?s de apenas noventa cent?metros, seguramente se ir?a corriendo. Me pregunto si deber?a tratar de acercarme sigilosamente. Pero dudo que va a funcionar. Con el menor ruido, se habr? ido. As? que me quedo all? parada, indecisa. Doy un peque?o paso hacia adelante, me posiciono para lanzar el cuchillo, en caso de que sea necesario. Y ese peque?o paso fue un error. Una ramita se quiebra bajo mis pies, y el ciervo levanta de inmediato su cabeza y se vuelve hacia m?. Nos miramos fijamente. S? que me ve, y que est? a punto de irse corriendo. Mi coraz?n late con fuerza, ya que s? que es mi ?nica oportunidad. Mi mente queda petrificada. Entonces me lanzo a la acci?n. Me agacho, agarro el cuchillo, doy un gran paso hacia adelante, y haciendo uso de todas mis habilidades, me estiro hacia atr?s y lo lanzo, apuntando a su garganta. El pesado cuchillo de la Infanter?a de Marina de pap?, da vueltas en el aire repetidamente y rezo para que no choque antes contra un ?rbol. Verlo dar vueltas, reflejando la luz, es una cosa hermosa. En ese mismo momento, veo al ciervo girar y comenzar a correr. Est? demasiado lejos para que yo vea exactamente lo que sucede, pero un momento m?s tarde, juro que escuch? el sonido del cuchillo entrando en la carne. Pero ?l huye, y no puedo saber si est? herido. Salgo detr?s de ?l. Llego al lugar donde estaba, y me sorprende ver la sangre de color rojo brillante en la nieve. Mi coraz?n palpita, me siento animada. Sigo el rastro de sangre, corriendo, corriendo, saltando sobre las rocas, y como a unos cuarenta y cinco metros lo encuentro, ah? est?, derrumbado en la nieve, acostado de lado, con las patas teniendo espasmos. Veo el cuchillo clavado sobre su cuello. Exactamente en el lugar al que yo le apunt?. El ciervo est? vivo todav?a, y yo no s? c?mo acabar con su dolor. Puedo sentir su sufrimiento, y me siento terrible. Quiero darle una muerte r?pida y sin dolor, pero no s? c?mo hacerlo. Me arrodillo y extraigo el cuchillo, luego me inclino, y con un r?pido movimiento, lo deslizo profundamente en su cuello, con la esperanza de que funcione. Momentos m?s tarde, la sangre sale a borbotones, y unos diez segundos despu?s, finalmente, las patas del ciervo se quedan quietas. Sus ojos dejan de moverse, tambi?n, y por ?ltimo, s? que est? muerto. Me levanto, miro hacia abajo, con el cuchillo en la mano, y me siento abrumada por la culpa. Me siento salvaje despu?s de haber matado a una hermosa criatura, tan indefensa. En este momento, me es dif?cil pensar en cu?nto necesit?bamos este alimento, en la suerte que tuve de atraparlo. Todo lo que puedo pensar es que, tan s?lo unos minutos antes, estaba tan vivo como yo. Y ahora est? muerto. Miro hacia ?l ciervo que est? perfectamente inm?vil en la nieve, y no puedo evitar sentirme avergonzada. Ese fue el momento cuando lo escuch? por vez primera. Primero hice caso omiso, supuse que deb? estar escuchando cosas, porque simplemente no es posible. Pero despu?s de unos momentos, se escuch? un poco m?s fuerte, m?s claro, y supe que era real. Mi coraz?n comienza a latir como loco cuando reconoc? el ruido. Se trata de un ruido que he o?do aqu? antes, s?lo una vez. Es el zumbido de un motor. El motor de un auto. Me quedo ah? parada, con asombro, paralizada como para moverme siquiera. El motor se hace m?s fuerte, m?s claro, y s? que s?lo puede significar una cosa. Son los tratantes de esclavos. Nadie m?s se atrever?a a conducir hasta lo alto, ni tendr?a alg?n motivo para hacerlo. Corro a toda velocidad, dejando el ciervo, salgo volando por los bosques, m?s all? de la caba?a, colina abajo. No puedo ir lo suficientemente r?pido. Pienso en Bree, sentada all?, sola en la casa, mientras los motores se hacen m?s y m?s fuertes. Trato de aumentar mi velocidad, corriendo hacia abajo de la nevada pendiente, tropez?ndome, con mi coraz?n latiendo con fuerza en la garganta. Corro tan r?pido que caigo de bruces, rasp?ndome la rodilla y el codo, y haciendo que el viento me dejara sin aire. Lucho por volver a levantarme, notando la sangre en mi rodilla y brazo, pero no hago caso. Me obligo a correr de nuevo, y hago un esfuerzo m?ximo. Resbalando y desliz?ndome, llego por fin a una meseta, y desde aqu?, puedo ver todo el camino de la monta?a a nuestra casa. Mi coraz?n salta en mi garganta: hay huellas claras de un auto en la nieve, que van directamente a nuestra casa. Nuestra puerta de entrada est? abierta. Y lo m?s inquietante de todo, es que yo no oigo los ladridos de Sasha. Corro, m?s y m?s abajo, y al hacerlo, echo un buen vistazo a los dos veh?culos estacionados afuera de nuestra casa: son los coches de los tratantes de esclavos. Todo en negro, achaparrados, parecen muscle cars (coches m?sculo) que consumen esteroides, con enormes neum?ticos y rejas en todas las ventanas. Estampado en el cap? est? el emblema de Arena Uno, evidente, incluso desde aqu? – es un diamante con un chacal al centro. Ellos est?n aqu? para alimentar al estadio. Corro m?s abajo de la colina. Necesito ser m?s ligera. Meto la mano en mi bolsillo, saco los tarros de mermelada y les tiro al suelo. Oigo que el vidrio se rompe detr?s de m?, pero no me importa. Ya nada importa m?s ahora. Estoy apenas a unos noventa metros de distancia cuando veo que encienden los veh?culos, comienzan a salir de mi casa. Se dirigen hacia el sinuoso camino rural. Quiero echar a llorar cuando me doy cuenta lo que ha sucedido. Treinta segundos m?s tarde llego a la casa, y corro por delante de ella, hacia la carretera, con la esperanza de atraparlos. Ya s? que la casa est? vac?a. Llego demasiado tarde. Las huellas de los neum?ticos lo dicen todo. Cuando miro hacia abajo de la monta?a, puedo verlos, a media milla de distancia y van ganando velocidad. No hay manera de que pueda atraparlos a pie. Corro de nuevo a la casa, por si acaso, por si hay alguna remota posibilidad, de que Bree haya logrado ocultarse o por si la dejaron. Aparezco en la puerta principal abierta, y al hacerlo, me horroriza lo que veo frente a m?: hay sangre por todas partes. En el suelo est? un tratante de esclavos muerto, vestido con su uniforme negro, la sangre brota de su garganta. Junto a ?l se encuentra Sasha, a su lado, muerta. La sangre sale de su costado, por lo que parece ser una herida de bala. Sus dientes a?n est?n incrustados en la garganta del cad?ver. Est? claro lo que pas?: Sasha debi? haber tratado de proteger a Bree, arremetiendo contra el hombre al entrar en la casa y alojando sus dientes en el cuello. Los otros deben haberle disparado a ella. Pero aun as?, ella no lo solt?. Corro por la casa, habitaci?n tras habitaci?n, gritando el nombre de Bree, escuchando mi voz desesperada. Ya no es una voz que reconozco: es la voz de una persona loca. Pero cada puerta est? abierta, y todo est? vac?o. Los tratantes de esclavos se han llevado a mi hermana. C U A T R O Me quedo ah?, en la sala de estar de la casa de mi padre, petrificada. Por un lado, siempre hab?a temido que este d?a llegara, sin embargo ahora, me cuesta trabajo creerlo. Me siento abrumada por la culpa. ?Acaso haber encendido la chimenea anoche nos delat?? ?Vieron el humo? ?Por qu? no pude haber sido m?s cautelosa? Tambi?n me odio a m? misma por dejar sola a Bree esta ma?ana -- sobre todo despu?s de que las dos hab?amos tenido tanto esas pesadillas. Veo su cara, llorando, rog?ndome no abandonarla. ?Por qu? no la escuch?? ?Confi? en mis propios instintos? En retrospectiva, no puedo evitar sentir que pap? realmente me lo advirti?. ?Por qu? no le hice caso? Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697223&lfrom=688855901) на ЛитРес. 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