Òâîåé ÿ íå óìåë ñáåðå÷ü ìå÷òû. Àêêîðäû óòåêëè ñ âîäîþ òàëîé. Íå ñóæäåíî. È ýòîé ìûñëüþ ìàëîé ß óòåøàëñÿ, - ÷òî ñî ìíîé íå òû. Ñóäüáà ñæèãàëà çà ñïèíîé ìîñòû, Òðåâîæèëî ïå÷àëüþ çàïîçäàëîé, À âðåìÿ ïðîøèâàëî íèòüþ àëîé Ðàçëóê è âñòðå÷ ñëó÷àéíûå ëèñòû. Îòðèíóòü áû äåñÿòèëåòèé ïëåí! Ñìàõíóòü ñ ÷åëà ïðåäñìåðòíóþ óñòàëîñòü! Òðÿõíóòü... Íà êîí ïîñòàâèòü

Un Reino de Sombras

Un Reino de Sombras Morgan Rice Reyes y Hechiceros #5 Una fantas?a llena de acci?n que le encantar? a los fans de las otras novelas de Morgan Rice, igual que a los fans de obras como The Inheritance Cycle de Christopher Paolini… Los fans de Ficci?n para J?venes Adultos devorar?n este ?ltimo trabajo de Rice y rogar?n por m?s. The Wanderer, A Literary Journal (sobre El Despertar de los Dragones) ?Las series Bestselling #1, con m?s de 400 calificaciones de cinco estrellas en Amazon! UN REINO DE SOMBRAS es el libro #5 en la serie de fantas?a ?pica bestselling de Morgan Rice REYES Y HECHICEROS (que inicia con EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES como descarga gratuita) En UN REINO DE SOMBRAS, Kyra se encuentra en medio de la capital en llamas siendo atacada por una manada de dragones y luchando por su vida. Con su amada tierra natal destruida, sin la protecci?n de Las Flamas y con los troles invadiendo el pa?s, Kyra debe ir de manera urgente a Marda para recuperar un arma m?gica antes de que sea demasiado tarde; incluso si tiene que llegar hasta el coraz?n de la oscuridad. Duncan est? atrapado junto con los otros en la capital en llamas y utiliza todas sus fuerzas para encontrar a sus hombres, planear un escape y reagrupar a sus fuerzas para atacar a Pandesia. Del otro lado del reino, Merk navega junto con la hija del Rey Tarnis por la Bah?a de la Muerte, abandonando la Torre de Kos y dirigi?ndose hacia la isla guerrera de Knossos. Perseguidos por Vesuvius y su ej?rcito de troles y cruzando las aguas m?s peligrosas del mundo, saben que tienen pocas posibilidades de llegar a la isla y menos posibilidades de escapar. Dierdre y Marco sobreviven a la marejada que destruy? Ur solo para descubrir que su preciada ciudad est? bajo el agua. Con todos sus seres queridos muertos o perdidos, deber?n recuperar las fuerzas y viajar hacia la ?nica persona que saben sigue con vida: Kyra. Mientras tanto, Alec navega de regreso a Escalon junto con la gente de las Islas Perdidas, sosteniendo la preciosa espada que puede cambiarlo todo. Pero nadie espera encontrar una tierra destruida, una tierra llena de dragones. Con su fuerte atm?sfera y complejos personajes, UN REINO DE SOMBRAS es una dram?tica saga de caballeros y guerreros, de reyes y se?ores, de honor y valor, de magia, destino, monstruos y dragones. Es una historia de amor y corazones rotos, de decepci?n, ambici?n y traici?n. Es una excelente fantas?a que nos invita a un mundo que vivir? en nosotros para siempre, uno que encantar? a todas las edades y g?neros. El libro #6 de REYES Y HECHICEROS se publicar? pronto. Si pensaste que ya no hab?a raz?n para vivir despu?s de terminar de leer la serie El Anillo del Hechicero, te equivocaste. Morgan Rice nos presenta lo que promete ser otra brillante serie, sumergi?ndonos en una fantas?a de troles y dragones, de valor, honor, intrepidez, magia y fe en tu destino. Morgan ha logrado producir otro fuerte conjunto de personajes que nos hacen animarlos en cada p?gina. … Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que aman la fantas?a bien escrita. Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre El Despertar de los Dragones) Morgan Rice UN REINO DE SOMBRAS REYES Y HECHICEROS—lIBRO 5 Morgan Rice Morgan Rice tiene el #1 en ?xito en ventas como el autor m?s exitoso de USA Today con la serie de fantas?a ?pica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de once libros (y contando); de la serie #1 en ventas LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA, novela de suspenso post-apocal?ptica compuesta de dos libros (y contando); y de la nueva serie de fantas?a ?pica REYES Y HECHICEROS, compuesta de cuatro libros (y contando). Los libros de Morgan est?n disponibles en audio y ediciones impresas, y las traducciones est?n disponibles en m?s de 25 idiomas. ?TRANSFORMACI?N (Libro #1 en El Diario del Vampiro), ARENA UNO (Libro #1 de la Trilog?a de Supervivencia), LA SENDA DE LOS H?ROES (Libro #1 en el Anillo del Hechicero) y EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Reyes y Hechiceros—Libro #1)  est?n todos disponibles como descarga gratuita! A Morgan le encanta escucharte, as? que por favor visita www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirte a la lista de email, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar el app gratuito, conocer las ?ltimas noticias, conectarte con Facebook y Twitter, ?y seguirla de cerca! Elogios Dirigidos a Morgan Rice “Si pensaste que ya no hab?a raz?n para vivir despu?s de terminar de leer la serie El Anillo del Hechicero, te equivocaste. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice nos presenta lo que promete ser otra brillante serie, sumergi?ndonos en una fantas?a de troles y dragones, de valor, honor, intrepidez, magia y fe en tu destino. Morgan ha logrado producir otro fuerte conjunto de personajes que nos hacen animarlos en cada p?gina.… Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que aman la fantas?a bien escrita.” –-Books and Movie Reviews Roberto Mattos “EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES funciona desde el principio…. Una fantas?a superior…Inicia, como debe, con los problemas de una protagonista y se mueve de manera natural hacia un m?s amplio circulo de caballeros, dragones, magia y monstruos, y destino.… Todo lo que hace a una buena fantas?a est? aqu?, desde soldados y batallas hasta confrontaciones con uno mismo….Un campe?n recomendado para los que disfrutan de libros de fantas?a ?pica llenos de poderosos y cre?bles protagonistas j?venes adultos.” –-Midwest Book Review D. Donovan, Comentarista de eBooks “Una fantas?a llena de acci?n que satisfar? a los fans de las novelas anteriores de Morgan Rice, junto con fans de trabajos tales como THE INHERITANCE CYCLE de Christopher Paolini…. Los fans de Ficci?n para J?venes Adultos devorar?n este trabajo m?s reciente de Rice y pedir?n a?n m?s.” –-The Wanderer, A Literary Journal (sobre El Despertar de los Dragones) “Una fantas?a con esp?ritu que une elementos de misterio e intriga en su historia. A Quest of Heroes se trata del desarrollo de la valent?a y sobre tener un prop?sito en la vida que llega al crecimiento, madurez, y excelencia… Para los que buscan aventuras fant?sticas sustanciosas, los protagonistas, dispositivos y acciones proporcionan un vigoroso conjunto de encuentros que se enfocan bien en la evoluci?n de Thor de un ni?o so?ador a un joven adulto enfrent?ndose a probabilidades imposibles de sobrevivir….S?lo el inicio de lo que promete ser una serie ?pica para j?venes adultos.” --Midwest Book Review (D. Donovan, Comentarista de eBooks) “EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para un ?xito instant?neo: tramas, contratramas, misterio, valientes caballeros, y relaciones crecientes llenas de corazones rotos, decepci?n y traiciones. Te mantendr? entretenido por horas, y satisfar? a todas las edades. Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores de fantas?a.” –-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos “En este primer libro lleno de acci?n en la serie de fantas?a ?pica el Anillo del Hechicero (que ya cuenta con 14 libros), Rice les presenta a los lectores a un joven de 14 a?os llamado Thorgrin "Thor" McLeod, cuyo sue?o es unirse a la Legi?n de Plata, los caballeros de ?lite que sirven al Rey…. La escritura de Rice es s?lida y la premisa intrigante.” --Publishers Weekly Libros de Morgan Rice REYES Y HECHICEROS EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1) EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2) El PESO DEL HONOR (Libro #3) UNA FORJA DE VALOR (Libro #4) UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5) LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6) EL ANILLO DEL HECHICERO LA SENDA DE LOS H?ROES (Libro #1) UNA MARCHA DE REYES (Libro #2) UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3) UN GRITO DE HONOR (Libro #4) UN VOTO DE GLORIA (Libro #5) UNA POSICI?N DE VALOR (Libro #6) UN RITO DE ESPADAS (Libro #7) UNA CONCESI?N DE ARMAS (Libro #8) UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9) UN MAR DE ESCUDOS (Libro #10) UN REINO DE ACERO (Libro #11) UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12) UN MANDATO DE REINAS (Libro #13) UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14) UN SUE?O DE MORTALES (Libro #15) UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16) EL DON DE LA BATALLA (Libro #17) LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA ARENA UNO: SLAVERSUNNERS (Libro #1) ARENA DOS (Libro #2) EL DIARIO DEL VAMPIRO TRANSFORMACI?N (Libro # 1) AMORES (Libro # 2) TRAICIONADA (Libro # 3) DESTINADA (Libro # 4) DESEADA (Libro # 5) COMPROMETIDA (Libro # 6) JURADA (Libro # 7) ENCONTRADA (Libro # 8) RESUCITADA (Libro # 9) ANSIADA (Libro # 10) CONDENADA (Libro # 11) ?Escucha REYES Y HECHICEROS en su versi?n de Audiolibro! ?Quieres libros gratis? ?Suscr?bete a la lista de emails de Morgan Rice y recibe 4 libros gratis, 3 mapas gratis, 1 app gratuito, 1 juego gratis, 1 novela gr?fica gratis, y regalos exclusivos! Para suscribirte, visita: www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) Derechos de autor © 2015 por Morgan Rice Todos los derechos reservados. Excepto como permitido bajo el Acta de 1976 de EU de Derechos de Autor, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma o medio, o guardada en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin el permiso previo del autor. Este ebook otorga licencia s?lo para uso personal. Este ebook no puede ser revendido o pasado a otras personas. Si deseas compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si est?s leyendo este libro pero no lo compraste, o si no fue comprado s?lo para tu uso, por favor regr?salo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos, e incidentes son o producto de la imaginaci?n del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es completa coincidencia. Jacket image Copyright Algol, usado bajo licencia de Shutterstock.com. “La vida no es m?s que una sombra andante, un pobre actor, Que baila y se pavonea sobre el escenario, Y despu?s ya no se escucha m?s.”     --William Shakespeare, Macbeth CAP?TULO UNO El capit?n de la Guardia Real estaba apostado en su torre de vigilancia y miraba hacia los cientos de Guardianes debajo de ?l, hacia todos los soldados j?venes bajo su mando que patrullaban Las Flamas, y suspir? con resentimiento. Siendo un hombre digno de liderar batallones, el capit?n sinti? que era un insulto para ?l el estar posicionado en este lugar, en el lugar m?s rec?ndito de Escalon y vigilando un grupo de criminales rebeldes a los que les dec?an soldados. Estos no eran soldados; eran esclavos, criminales, muchachos, ancianos, los indeseables de la sociedad, todos enlistados para cuidar un muro de llamas que no hab?a cambiado en mil a?os. No era m?s que una celda glorificada, y ?l merec?a algo mejor. Merec?a estar en cualquier parte menos aqu?, quiz? custodiando las puertas reales de Andros. El capit?n mir? hacia abajo de manera desinteresada mientras se desataba otra pelea, la tercera del d?a. Esta parec?a desarrollarse entre dos muchachos crecidos que peleaban por un pedazo de carne. Un grupo de muchachos gritando y anim?ndolos r?pidamente se puso alrededor de ellos. Esta era su ?nica fuente de diversi?n en este lugar. Estaban totalmente aburridos de pie mirando Las Flamas d?a tras d?a y con sed de sangre; y ?l les permit?a divertirse. Si se mataban entre ellos, mucho mejor; esos ser?an dos muchachos menos que vigilar. Se escuch? un grito mientras uno de los muchachos venc?a al otro, encaj?ndole una daga en el coraz?n. El muchacho se desplom? mientras los otros vitoreaban su muerte y se lanzaban sobre su cuerpo para ver qu? pod?an encontrar. Esta al menos era una muerte r?pida y misericordiosa, mucho mejor que las muertes lentas que les esperaban a los otros. El victorioso se acerc?, empuj? a los dem?s, se agach? y tom? el pedazo de pan del bolsillo del muerto y lo puso en el suyo de nuevo. Tan solo era un d?a m?s en Las Flamas, y el capit?n ard?a con indignidad. ?l no se merec?a esto. Hab?a cometido un error desobedeciendo en una ocasi?n una orden directa, y como castigo lo hab?an mandado a este lugar. Era injusto. Lo dar?a todo por poder regresar y cambiar ese momento de su pasado. La vida, pens?, pod?a ser demasiado exigente, demasiado absoluta, demasiado cruel. El capit?n, aceptando su suerte, se dio la vuelta y observ? de nuevo Las Flamas. Hab?a algo en su constante crujir, incluso despu?s de todos estos a?os, que le parec?a atrayente y hasta hipn?tico. Era como ver el rostro de Dios mismo. Mientras se perd?a en el resplandor, pens? en la naturaleza de la vida. Todo parec?a tan insignificante. Su puesto aqu?—los puestos de todos estos muchachos—parec?a tan insignificante. Las Flamas hab?an existido por miles de a?os y nunca morir?an, y mientras siguieran ardiendo, la naci?n de troles nunca podr?a invadir. Era como si Marda estuviera al otro lado del oc?ano. Si dependiera de ?l, tomar?a a los mejores de estos muchachos y los pondr?a en otra parte de Escalon, en las costas, en donde realmente se les necesitaba, y les dar?a muerte a todos los criminales entre ellos. El capit?n perdi? la noci?n del tiempo como le pasaba a menudo, perdi?ndose en el resplandor de Las Flamas, y no fue sino hasta muy tarde en el d?a cuando se sobresalt? poni?ndose en alerta. Hab?a visto algo, algo que no pod?a procesar, y se frotaba los ojos pensando que era una alucinaci?n. Pero mientras miraba, lentamente se dio cuenta de que esto no era una ilusi?n. El mundo estaba cambiando delante de sus ojos. Lentamente, el constante crujir por el que hab?a vivido cada momento desde que lleg? aqu?, se detuvo. El calor que emanaba desde Las Flamas desapareci? de repente haci?ndole sentir un escalofr?o, su primer escalofr?o real desde que hab?a llegado a este lugar. Y entonces, al mirar, la columna de flamas brillantes rojas y naranjas, las que le hab?an hecho arder los ojos iluminando d?a y noche sin cesar, hab?an desaparecido por primera vez. Desaparecieron. El capit?n se frot? los ojos de nuevo en confusi?n. ?Estaba so?ando? Delante de ?l Las Flamas estaban bajando hacia el suelo como una cortina que ca?a. Y un segundo despu?s, no qued? nada en absoluto. Nada. El capit?n dej? de respirar y el p?nico y la incredulidad empezaron a crecer dentro de ?l. Por primera vez se encontr? mirando hacia lo que hab?a del otro lado: Marda. Era una visi?n clara y sin obstrucciones. Era una tierra llena de negro; monta?as negras y desiertas, escarpadas rocas negras, tierra negra, y ?rboles negros y muertos. Era una tierra que nunca debi? ver; una tierra que nunca nadie en Escalon debi? ver. Hubo un silencio aterrante mientras los muchachos debajo por primera vez dejaron de pelear entre ellos. Todos ellos, impactados, se voltearon boquiabiertos. El muro de flamas se hab?a extinguido y, del otro lado de pie y mir?ndolos con avaricia, estaba un ej?rcito de troles que llenaba la tierra hasta el horizonte. Una naci?n. El coraz?n del capit?n se desplom?. Ah?, a unos pies de distancia, estaba una naci?n de las bestias m?s desagradables, gigantescas, grotescas y deformes que hab?a visto, todas blandiendo enormes alabardas y todas esperando pacientemente este momento. Millones de ellos los miraban pareciendo igual de impactados al darse cuenta de que nada los separaba de Escalon. Las dos naciones se encararon mir?ndose entre ellos, los troles con una mirada de victoria y los humanos en p?nico. Despu?s de todo, eran unos cientos de humanos contra un mill?n de troles. Se escuch? un grito que rompi? el silencio. Este vino del lado de los troles, un grito de triunfo, y este fue seguido por un gran estruendo mientras los troles avanzaban. Se abalanzaron como una manada de b?falos, levantando sus alabardas y cortando las cabezas de muchachos congelados en p?nico que ni siquiera pudieron correr. Fue una oleada de muerte, una oleada de destrucci?n. El capit?n mismo se qued? inm?vil en su torre, muy aterrado como para sacar su espada mientras los troles ya iban hacia ?l. Un momento despu?s sinti? c?mo ca?a mientras la furiosa multitud derribaba su torre. Cay? sobre los brazos de los torres y grit? al sentir que lo tomaban con sus garras y lo hac?an pedazos. Y al encontrarse ah? muriendo y sabiendo lo que se avecinaba sobre Escalon, un pensamiento final cruz? por su mente: el muchacho que hab?a sido apu?alado, que hab?a muerto por un pedazo de pan, era el m?s afortunado de todos. CAP?TULO DOS Dierdre sent?a que sus pulmones eran aplastados mientras daba vueltas en la profundidad y desesperada por aire. Trat? de estabilizarse pero sin poder lograrlo debido a las masivas olas de agua que la hac?an girar una y otra vez. Deseaba respirar m?s que cualquier otra cosa en el mundo y su cuerpo gritaba por ox?geno, pero sab?a que tratar de respirar ahora significar?a su muerte. Cerr? los ojos y llor?, mezclando sus l?grimas con el agua y pregunt?ndose cu?ndo terminar?a este infierno. Su ?nico consuelo fue el pensar en Marco. Lo hab?a visto caer al agua junto con ella, lo hab?a sentido tomarla de la mano y ahora lo buscaba por todas partes. Pero no encontr? nada m?s que negrura y olas de espuma en la aplastante agua. Pens? que Marco ya deber?a estar muerto. Dierdre deseaba llorar, pero el dolor derrib? cualquier pensamiento de autocompasi?n de su mente y la hizo pensar solo en sobrevivir. Pero justo cuando pens? que la ola no podr?a cobrar m?s fuerza, esta la empuj? contra el suelo una y otra vez atrap?ndola con tal fuerza que sinti? que el peso del mundo entero estaba sobre ella. Sab?a que no sobrevivir?a. Pens? que el morir aqu? en su ciudad natal y aplastada por una ola gigante creada por los ca?ones de los Pandesianos era ir?nico. Hubiera elegido morir de cualquier otra forma. Pens? que podr?a arregl?rselas con cualquier clase de muerte; excepto ahogarse. No pod?a soportar el dolor extremo, la agitaci?n, el no poder abrir la boca y tomar una bocanada de aire que cada parte de su cuerpo deseaba con desesperaci?n. Sinti? que se volv?a m?s d?bil y que sucumb?a ante el dolor. Pero entonces y justo cuando sent?a sus ojos cerrarse, justo cuando sab?a que no podr?a soportar un segundo m?s, sinti? que daba la vuelta y giraba r?pidamente hacia arriba arrojada por la ola con la misma fuerza con la que la hab?a aplastado. Se dirigi? r?pidamente hacia la superficie con el impulso de una catapulta, alcanzando a ver la luz solar y con la presi?n lastim?ndole los o?dos. Para su sorpresa, un momento despu?s sali? a la superficie. Jade? tomando grandes bocanadas de aire y m?s agradecida de lo que nunca hab?a estado en su vida. Abri? la boca tratando de respirar y, un momento despu?s y para su terror, fue succionada debajo del agua de nuevo. Pero esta vez tuvo suficiente ox?geno para resistir un poco m?s y el agua no la empuj? tan profundo. Pronto sali? a la superficie de nuevo tomando otra bocanada de agua y antes de ser sumergida de nuevo. Era diferente en cada ocasi?n, la ola se debilitaba y, al subir, sinti? que la ola estaba llegando al final de la ciudad y se dilu?a. Dierdre pronto se encontr? en los l?mites de la ciudad, pasando los grandes edificios que ahora estaban bajo el agua. Fue empujada bajo el agua una vez m?s pero esta vez fue capaz de abrir los ojos y ver todos los grandes edificios que una vez hab?an estado erguidos. Vio montones de cuerpos flotando en el agua delante de ella como peces, cuerpos cuyas expresiones de muerte ella ya trataba de eliminar de su mente. Finalmente y sin saber cu?nto tiempo hab?a pasado, Dierdre sali? a la superficie de una vez por todas. Fue lo suficientemente fuerte para pelear contra la ?ltima ola que trat? de sumergirla, y con una ?ltima patada pudo mantenerse a flote. El agua del puerto hab?a viajado demasiado lejos tierra adentro y no quedaba un lugar a d?nde ir, y Dierdre pronto sinti? que llegaba a un campo de c?sped mientras las aguas bajaban dirigi?ndose otra vez al mar y dej?ndola sola. Dierdre se qued? boca abajo con el rostro sobre el h?medo c?sped y gimiendo por el dolor. Segu?a jadeando por el dolor en sus pulmones y disfrutando cada respiro profundo. D?bilmente logr? voltear su cabeza para mirar por sobre su hombro, y se horroriz? al ver que lo que hab?a sido una gran ciudad ahora no era m?s que mar. Solo alcanzaba a mirar la punta de la torre de la campana que se elevaba unos cuantos pies, y se qued? pasmada al recordar que sol?a elevarse a cientos de pies en el aire. Completamente exhausta, Dierdre por fin se rindi?. Dej? caer su rostro en el suelo dejando que el dolor de lo que hab?a sucedido ah? la sobrecogiera. No pod?a moverse. Momentos despu?s se qued? profundamente dormida, apenas viva en un campo remoto en una esquina del mundo. Pero de alguna manera, hab?a sobrevivido. * “Dierdre,” dijo una voz acompa?ada de un gentil empuj?n. Dierdre abri? los ojos y se sorprendi? al ver que ya bajaba el sol. Helada y con su ropa todav?a mojada, trat? de recuperarse pregunt?ndose cu?nto tiempo llevaba ah?, pregunt?ndose si estaba viva o muerta. Pero entonces sinti? la mano de nuevo toc?ndole la espalda. Dierdre mir? hacia arriba y, con un gran alivio, vio que se trataba de Marco. Sinti? una gran alegr?a al saber que estaba vivo. Se miraba golpeado, demacrado y muy p?lido, y parec?a como si hubiera envejecido cien a?os. Pero segu?a vivo. De alguna manera hab?a logrado sobrevivir. Marco se arrodill? a su lado, sonri?ndole pero mir?ndola con ojos tristes, ojos que no brillaban con la vida que alguna vez hab?an tenido. “Marco,” le respondi? ella d?bilmente y sorprendida por lo grave que estaba su voz. Ella le mir? una cortada en el rostro y, preocupada, estir? la mano para tocarla. “Te vez tan mal como yo me siento,” dijo ella. ?l la ayud? a levantarse y ella se puso de pie, con su cuerpo adolorido por todos los golpes, magulladuras, rasgu?os y cortadas por todos sus brazos y piernas. Pero al menos pudo comprobar que no ten?a nada roto. Dierdre respir? profundo y se llen? de valor para ver detr?s de ella. Tal como lo tem?a, era una pesadilla: su amada ciudad hab?a desaparecido en el mar y lo ?nico que quedaba era una peque?a parte de la torre de la campana. En el horizonte vio una flota de barcos negros Pandesianos que iban m?s y m?s profundo tierra adentro. “No podemos quedarnos aqu?,” dijo Marco con urgencia. “Ya vienen.” “?A d?nde podemos ir?” pregunt? ella sinti?ndose desesperanzada. Marco la mir? con una expresi?n en blanco claramente sin saber. Dierdre mir? hacia la puesta de sol tratando de pensar y con la sangre palpit?ndole en los o?dos. Todos a los que conoc?a y amaba estaban muertos. Sinti? que no le quedaba nada por qu? vivir; ning?n lugar a d?nde ir. ?A d?nde pod?as ir cuando tu ciudad natal hab?a sido destruida, cuando todo el peso del mundo estaba cayendo sobre ti? Dierdre cerr? los ojos y sacudi? la cabeza en desconsuelo deseando que todo desapareciera. Sab?a que su padre estaba ah? atr?s, muerto. Sus soldados estaba todos muertos. Personas a la que hab?a conocido y amado toda su vida estaba todas muertas gracias a estos monstruos Pandesianos. Ahora no quedaba nadie que pudiera detenerlos. ?Cu?l era el sentido de continuar? Dierdre, aunque quiso evitarlo, se ech? a llorar. Pensando en su padre, cay? de rodillas sinti?ndose devastada. Llor? y llor? deseando morir tambi?n, deseando haber muerto, maldiciendo al cielo por permitirle seguir con vida. ?Por qu? no simplemente muri? en esa ola? ?Por qu? no pudo simplemente ser asesinada junto con los dem?s? ?Por qu? hab?a recibido la maldici?n de la vida? Sinti? una mano consoladora en el hombro. “Est? bien, Dierdre,” dijo Marco suavemente. Dierdre se sobresalt?, avergonzada. “Lo siento,” dijo ella mientras lloraba. “Es solo que… mi padre… Ahora no tengo nada.” “Lo has perdido todo,” dijo Marco tambi?n con voz pesada. “Y yo tambi?n. Tampoco deseo continuar. Pero tenemos que hacerlo. No podemos quedarnos aqu? a morir. Esto los deshonrar?a. Deshonrar?a a todo por lo que vivieron y pelearon.” En el largo silencio que le sigui?, Dierdre lentamente se puso erguida al darse cuenta de que ?l ten?a raz?n. Adem?s, al ver los ojos caf?s de Marco que la miraban con compasi?n, se dio cuenta de que s? ten?a a alguien; ten?a a Marco. Tambi?n ten?a el esp?ritu de su padre que la miraba desde arriba deseando que fuera fuerte. Se oblig? a recuperar la confianza. Ten?a que ser fuerte. Su padre hubiera querido que fuera fuerte. Se dio cuenta de que la autocompasi?n no le ayudar?a en nada; y tampoco su muerte. Mir? a Marco y pudo descubrir m?s que compasi?n; tambi?n pudo ver el amor por ella en sus ojos. Sin estar completamente consciente de lo que hac?a, Dierdre, con el coraz?n acelerado, se acerc? encontrando los labios de Marco en un beso inesperado. Por un momento sinti? que era llevaba a otro mundo y que todas sus preocupaciones desaparec?an. Sorprendida, se hizo para atr?s lentamente sin dejarlo de mirar. Marco se miraba igual de sorprendido. La tom? de la mano. Al hacerlo, ella se sinti? llena de ?nimo y esperanza y pudo pensar con claridad de nuevo; entonces tuvo una idea. Hab?a alguien m?s, un lugar a d?nde ir, una persona a qui?n buscar. Kyra. Dierdre sinti? una repentina oleada de esperanza. “S? a d?nde debemos ir,” dijo emocionada y precipitadamente. Marco la mir?, confundido. “Kyra,” dijo ella. “Podemos encontrarla. Ella nos ayudar?. En donde sea que est?, est? peleando. Podemos ayudarle.” “?Pero c?mo sabes que sigue con vida?” pregunt? ?l. Dierdre neg? con la cabeza. “No lo s?,” respondi?. “Pero Kyra siempre sobrevive. Es la persona m?s fuerte que jam?s he conocido.” “?En d?nde est??” le pregunt?. Dierdre pens? y record? que la ?ltima vez que hab?a visto a Kyra se dirig?a hacia el norte, hacia la Torre. “La Torre de Ur,” dijo ella. Marco parec?a sorprendido; despu?s un rayo de optimismo pas? por sus ojos. “Ah? est?n los Observadores,” dijo ?l. “Al igual que otros guerreros. Estos hombres pueden pelear con nosotros.” Ella asinti? con emoci?n. “Una buena opci?n,” a?adi? ?l. “Estaremos seguros en esa torre. Y si tu amiga est? ah?, entonces mucho mejor. Est? a un d?a de caminata desde aqu?. V?monos. Debemos movernos con rapidez.” ?l la tom? de la mano y, sin decir otra palabra, empezaron a avanzar. Dierdre se llen? con un nuevo sentido de optimismo mientras se dirig?an hacia el bosque y, en alguna parte en el horizonte, hacia la Torre de Ur. CAP?TULO TRES Kyra se prepar? mientras se adentraba en un campo de fuego. Las flamas se elevaron en el cielo y bajaron con la misma rapidez, todas de diferentes colores y acarici?ndola mientras caminaba con los brazos a los lados. Sinti? que su intensidad la abrazaba y envolv?a completamente. Sab?a que caminaba hacia la muerte, pero no hab?a otro camino. Pero de alguna incre?ble manera no sent?a ning?n dolor. Ten?a una sensaci?n de paz, la sensaci?n de llegar al final de su vida. Mir? hacia adelante y, entre las flamas, vio a su madre que la esperaba en el otro extremo, en el lado opuesto del campo. Se sinti? en paz al pensar que al fin estar?a en los brazos de su madre. Aqu? estoy, Kyra, la llam?. Ven a m?. Kyra observ? entre las llamas y apenas pudo distinguir el rostro de su madre, casi transl?cido, parcialmente oculto entre un muro de llamas que se elevaba. Se adentr? m?s en las crujientes flamas y sin poder detenerse hasta que estuvo rodeada por todos lados. Un rugido atraves? el aire incluso elev?ndose sobre el sonido del fuego, y mir? hacia arriba impresionada al ver el cielo lleno de dragones. Volaban en c?rculo y chillaban y, mientras observaba, un inmenso drag?n rugi? y se dirigi? justo hacia ella. Kyra sinti? que era la muerte viniendo por ella. Mientras el drag?n se acercaba extendiendo sus garras, de repente el suelo se abri? debajo de ella y empez? a caer dentro de la tierra, una tierra envuelta en llamas, un lugar del que ella sab?a nunca podr?a escapar. Kyra abri? los ojos con un sobresalto y respirando agitadamente. Mir? hacia los lados pregunt?ndose en d?nde estaba y sintiendo dolor en todo su cuerpo. Sinti? dolor en su rostro y sus mejillas estaban palpitantes e hinchadas, y mientras levantaba la cabeza respirando con dificultad, descubri? que su rostro estaba cubierto de lodo. Se dio cuenta de que estaba boca abajo sobre el lodo, y mientras se levantaba lentamente empujando con sus manos, se limpi? el lodo del rostro y se pregunt? qu? hab?a pasado. De repente un rugido atraves? el aire, y Kyra sinti? una oleada de terror al ver algo en el cielo que era muy real. El aire estaba lleno de dragones de todas formas y tama?os y colores, todos dando vueltas, chillando, respirando fuego y enfurecidos. Mientras observaba, uno de ellos baj? y arroj? una columna de fuego directamente hacia el suelo. Kyra mir? hacia los lados tratando de reconocer el lugar y su coraz?n se detuvo al ver en d?nde estaba: Andros. Su memoria regres? en un instante. Hab?a estado volando encima de Theon en direcci?n a Andros para salvar a su padre cuando fueron atacados en el cielo por una manada de dragones. Aparecieron repentinamente en el cielo, mordieron a Theon, y los hab?an arrojado al suelo. Kyra descubri? que hab?a perdido la consciencia. Ahora era despertada por una oleada de calor, espeluznantes chillidos, una capital en caos, y por una capital que estaba cubierta en llamas. Las personas corr?an por sus vidas en todas direcciones mientras una tormenta de fuego ca?a sobre ellos. Parec?a como si el fin del mundo hubiera llegado. Kyra escuch? una respiraci?n agitada y su coraz?n se desplom? al ver que Theon estaba derribado cerca de ella, herido y con sangre sali?ndole por entre las escamas. Sus ojos estaban cerrados, su lengua estaba fuera de su boca y parec?a estar a punto de morir. La ?nica raz?n por la que segu?an vivos era que estaban cubiertos por una monta?a de escombros. Debieron haber sido lanzados contra un edificio que se colaps? encima de ellos. Al menos esto les hab?a dado protecci?n escondi?ndolos de los dragones en el cielo. Kyra sab?a que ten?a que tomar a Theon y salir de all? cuanto antes. No les quedaba mucho tiempo antes de ser descubiertos. “?Theon!” le grit?. Se dio la vuelta haciendo un gran esfuerzo y al fin fue capaz de quitarse un pedazo de escombro que estaba sobre su espalda para liberarse. Entonces se dirigi? con rapidez hacia Theon y empez? a arrojar fren?ticamente el escombro que estaba sobre ?l. Fue capaz de arrojar la mayor?a de las rocas, pero al empujar la roca m?s grande que lo manten?a atrapado, no fue capaz de moverla. Empuj? una y otra vez pero, sin importar cuanto lo intentaba, no pudo hacer que cediera. Kyra corri? hacia el rostro de Theon desesperada por despertarlo. Le acarici? las escamas y lentamente, para su alivio, Theon abri? los ojos. Pero volvi? a cerrar los ojos mientras ella lo sacud?a con m?s fuerza. “?Despierta!” demand? Kyra. “?Te necesito!” Los ojos de Theon se abrieron un poco otra vez y voltearon a verla. El dolor y furia en su mirada se suaviz? cuando pudo conocerla. Trat? de moverse, de levantarse, pero estaba claramente muy d?bil; la roca lo ten?a atrapado. Kyra empuj? la roca con desesperaci?n pero finalmente se ech? a llorar al ver que no podr?an moverla. Theon estaba atrapado. Morir?a aqu? al igual que ella. Kyra, escuchando un rugido, mir? hacia arriba y vio que un inmenso drag?n con afiladas escamas verdes los hab?a descubierto. Rugi? con furia y empez? a bajar sobre ellos. D?jame. Kyra escuch? una voz resonando en su interior. Era la voz de Theon. Esc?ndete. Vete lejos de aqu? mientras haya tiempo. “?No!” dijo ella estremeci?ndose y rehus?ndose a dejarlo. Vete, insisti? ?l. O ambos moriremos aqu?. “?Entonces moriremos los dos!” grit? ella dejando que una valiente determinaci?n la dominara. No abandonar?a a su amigo. Nunca lo har?a. El cielo se oscureci? y Kyra vio que el drag?n estaba sobre ellos con las garras extendidas. Abri? su boca mostrando filas de dientes afilados y ella supo que no sobrevivir?an. Pero no le import?. No abandonar?a a Theon. La muerte pod?a vencerla pero no la cobard?a. No tem?a morir. A lo ?nico que le tem?a era a no vivir correctamente. CAP?TULO CUATRO Duncan corri? junto con los otros por las calles de Andros, cojeando pero haciendo su mejor esfuerzo por seguirle el paso a Aidan, Motley y a la joven que iba con ellos, Cassandra, mientras que el perro de Aidan, Blanco, lo animaba empujando sus talones. Tom?ndolo del brazo estaba su antiguo y leal comandante, Anvin, con Septin, su nuevo escudero a su lado, tratando de ayudarlo a seguir avanzando pero claramente estando tambi?n en mal estado. Duncan pudo ver que su amigo estaba muy herido, y se conmovi? al pensar que hab?a venido en tal estado desde tan lejos para liberarlo. El desorganizado grupo corr?a por las calles destrozadas de Andros, con caos levant?ndose en todos lados y teniendo las probabilidades de sobrevivir en contra. Por un lado, Duncan se sent?a aliviado por estar libre, feliz por volver a ver a su hijo otra vez, y agradecido de estar con todos ellos. Pero al mirar al cielo, sent?a que hab?a dejado una celda para caer en una muerte segura. El cielo estaba lleno de dragones que volaban en c?rculos, que ca?an sobre los edificios y pasaban sobre la ciudad arrojando sus terribles muros de fuego. Calles completas estaban cubiertas en fuego limitando el avance del grupo. Mientras perd?an una ruta tras otra, escapar de la ciudad parec?a cada vez menos probable. Motley claramente conoc?a estas calles muy bien y los guiaba con habilidad pasando por un callej?n tras otro, encontrando atajos en todas partes y logrando esquivar a los grupos de soldados Pandesianos que eran la otra amenaza en su escape. Pero sin importar lo habilidoso que era, Motley no pod?a evitar a los dragones, y mientras entraban en otro callej?n se encontraron con que ya estaba en llamas. Se detuvieron al sentir el calor en sus rostros y retrocedieron. Duncan, cubierto en sudor mientras retroced?a, mir? hacia Motley, pero no encontr? consuelo al ver que, esta vez, Motley volteaba hacia todos lados con el rostro lleno de p?nico. “?Por aqu?!” dijo finalmente Motley. Se dio la vuelta y los guio por otro callej?n apenas escapando de otro drag?n que cubr?a el lugar en el que hab?an estado con una nueva oleada de fuego. Mientras corr?an, Duncan sent?a el dolor de ver su ciudad siendo destrozada, el lugar al que tanto hab?a amado y defendido. No pudo evitar sentir que Escalon nunca recuperar?a su antigua gloria; que su tierra natal estaba arruinada para siempre. Se escuch? un grito y Duncan vio sobre su hombro que una docena de soldados Pandesianos los hab?an descubierto. Los persegu?an por el callej?n acerc?ndose cada vez m?s, y Duncan supo que no podr?an pelear contra ellos ni mucho menos huir. La salida de la ciudad a?n estaba muy lejos y se les hab?a acabado el tiempo. Pero entonces se escuch? un inmenso impacto, y Duncan vio c?mo un drag?n derribaba la torre de la campana del castillo con sus garras. “?Cuidado!” grit?. Se arroj? hacia adelante quitando a Aidan y a los otros del camino antes de que los restos de la torre cayeran sobre ellos. Un gran pedazo de piedra cay? detr?s de ?l con una explosi?n ensordecedora levantando una gran nube de polvo. Aidan mir? hacia su padre con sorpresa y gratitud en sus ojos, y Duncan sinti? una gran satisfacci?n al ver que al menos hab?a salvado la vida de su hijo. Duncan escuch? gritos apagados y se dio cuenta con gratitud de que la roca hab?a bloqueado el camino de los soldados que los persegu?an. Siguieron corriendo mientras Duncan trataba de seguir el paso, con su debilidad y heridas por el encarcelamiento limitando sus esfuerzos; estaba desnutrido, magullado y golpeado, y cada paso representaba un doloroso esfuerzo. Pero aun as? se oblig? a continuar, al menos hasta lograr que su hijo y los dem?s estuvieran a salvo. No pod?a decepcionarlos. Pasaron por una esquina angosta y llegaron a una bifurcaci?n en el camino. Se detuvieron y todos miraban a Motley. “?Tenemos que salir de esta ciudad!” le grit? Cassandra a Motley claramente frustrada. “?Y t? no sabes hacia d?nde vas!” Motley mir? hacia izquierda y derecha claramente confundido. “Sol?a haber un burdel en este callej?n,” dijo mirando hacia la derecha. “Lleva hacia la parte posterior de la ciudad.” “?Un burdel?” replic? Cassandra. “Ya veo que tienes buenas compa??as.” “No importa las compa??as que tenga,” a?adi? Anvin, “mientras podamos salir de aqu?.” “Tan solo esperemos que no est? bloqueado,” a?adi? Aidan. “?Vamos!” grit? Duncan. Motley empez? a correr de nuevo girando hacia la derecha, sin condici?n y respirando con dificultad. Los dem?s giraron y lo siguieron, todos poniendo sus esperanzas en Motley mientras avanzaban por los callejones traseros de la capital. Giraron una y otra vez hasta que finalmente llegaron hasta un peque?o arco de piedra. Se agacharon corriendo debajo de ?l y, al pasar al otro lado, Duncan sinti? alivio al ver que ve?a el campo abierto. Se emocion? al ver en la distancia la puerta trasera de Andros y las llanuras y desierto detr?s de ella. Justo del otro lado de la puerta estaban una docena de caballos Pandesianos atados, claramente abandonados por sus jinetes muertos. Motley sonri?. “Se los dije,” dijo ?l. Duncan corri? junto con los otros aumentando la velocidad, sintiendo que era ?l mismo otra vez y sintiendo una nueva oleada de esperanza; cuando de repente escuch? un grito que le atraves? el alma. Se detuvo inmediatamente, escuchando. “?Esperen!” les grit? a los otros. Todos se detuvieron y voltearon a verlo como si hubiera perdido la cabeza. Duncan se qued? de pie, esperando. ?Podr?a ser? Pod?a jurar que hab?a escuchado la voz de su hija, Kyra. ?Hab?a sido una alucinaci?n? Por supuesto que debi? hab?rselo imaginado. ?C?mo ser?a posible que estuviera aqu? en Andros? Ella estaba del otro lado de Escalon, sana y salva en la Torre de Ur. Pero aun as? no pudo seguir avanzando despu?s de escucharlo. Se qued? inm?vil, esperando; y entonces lo escuch? de nuevo. Sinti? un escalofr?o en todo su cuerpo. Esta vez estaba seguro. Era Kyra. “?Kyra!” grit? ?l abriendo los ojos. Sin pensarlo, les dio la espalda a los dem?s y a la salida y regres? hacia la ciudad en llamas. “??A d?nde vas!?” grit? Motley detr?s de ?l. “?Kyra est? aqu?!” dijo mientras corr?a. “?Y est? en peligro!” “?Est?s loco?” dijo Motley alcanz?ndolo y tom?ndolo del hombro. “?Te diriges a una muerte segura!” Pero Duncan, determinado, se quit? la mano de Motley y sigui? corriendo. “Una muerte segura,” respondi?, “ser?a el darle la espalda a la hija que amo.” Duncan no se detuvo mientras pasaba solo por un callej?n, corriendo hacia la muerte y hacia la ciudad en llamas. Sab?a que significar?a su muerte. No le importaba. Lo ?nico que importaba era ver a Kyra de nuevo. Kyra, pens?. Esp?rame. CAP?TULO CINCO El Sant?simo y Supremo Ra estaba sentado en su trono dorado en la capital, en el centro de Andros, y miraba hacia la c?mara llena con sus generales, esclavos, y suplicantes, mientras frotaba sus manos en los respaldos del trono ardiendo con insatisfacci?n. Sab?a que deb?a sentirse satisfecho y victorioso despu?s de todo lo que hab?a conseguido. Despu?s de todo, Escalon hab?a sido el ?ltimo basti?n de libertad en el mundo, el ?ltimo lugar en su imperio que no estaba en completa subyugaci?n, y en los ?ltimos d?as hab?a logrado que sus fuerzas pasaran por una de las rutas m?s famosas de todos los tiempos. Cerr? los ojos y sonri? al recordar pasar por la Puerta del Sur sin ning?n impedimento, arrasar con las ciudades del sur de Escalon, y crear un trayecto al norte hasta llegar a la capital. Sonri? al pensar que este pa?s, que en alguna ocasi?n hab?a sido fruct?fero, ahora no era m?s que un gigantesco cementerio. Sab?a que el norte de Escalon hab?a tenido una suerte similar. Sus flotas hab?an logrado inundar la gran ciudad de Ur haciendo que ahora solo quedara la memoria. En la costa este sus flotas hab?an tomado el Mar de las L?grimas y hab?an destrozado todas las ciudades portuarias de la costa, empezando con Esephus. Casi todo rinc?n de Escalon ya estaba en sus manos. Pero m?s que nada, el comandante rebelde que hab?a empezado todo esto, Duncan, ahora estaba en una celda como prisionero de Ra. Ahora, mientras Ra ve?a el sol elevarse por la ventana, se llen? de emoci?n con la idea de llevar personalmente a Duncan a la horca. ?l mismo jalar?a la cuerda y lo ver?a morir. Sonri? al pensarlo. Este ser?a un excelente d?a. La victoria de Ra estaba completa en todos los frentes; pero aun as? no se sent?a satisfecho. Ra trataba de ver dentro de s? mismo para entender este sentimiento de insatisfacci?n. Ten?a todo lo que deseaba. ?Qu? era lo que lo molestaba? Ra nunca se hab?a sentido satisfecho, ni en ninguna de sus campa?as ni en toda su vida. Siempre hab?a algo que ard?a en su interior, un deseo de tener m?s y m?s. Incluso ahora pod?a sentirlo. ?Qu? m?s pod?a hacer para satisfacer sus deseos? se preguntaba. ?Qu? hacer para que su victoria se sintiera m?s completa? Lentamente pens? en un plan. Pod?a matar a cada hombre, mujer y ni?o que quedara en Escalon. Podr?a primero violar a las mujeres y torturar a los hombres. Sonri? a?n m?s. S?, eso ayudar?a. De hecho, pod?a empezar justo ahora. Ra mir? hacia sus consejeros, cientos de sus mejores hombres que se inclinaban ante el con las cabezas bajas y sin atreverse a verlo a los ojos. Todos miraban hacia el suelo en silencio como era debido. Despu?s de todo, eran afortunados de estar en la presencia de un dios. Ra se aclar? la garganta. “Tr?iganme a las diez mujeres m?s hermosas que queden en Escalon cuanto antes,” orden? con una voz profunda que hizo eco en la c?mara. Uno de sus sirvientes bajo la cabeza hasta que casi toc? el piso de m?rmol. “?S?, mi se?or!” dijo mientras daba la vuelta y sal?a corriendo. Pero mientras el sirviente iba hacia la puerta esta se abri? primero y otro sirviente entr? en la c?mara, fren?tico, corriendo directamente hacia el trono de Ra. Todos los dem?s en la sala se quedaron sin aliento, horrorizados por la afrenta. Nunca nadie se atrev?a a entrar en la habitaci?n y mucho menos acercarse a Ra sin una invitaci?n formal. Hacerlo significaba una muerte segura. El sirviente se arroj? boca abajo al suelo y Ra lo mir? con disgusto. “M?tenlo,” orden?. Inmediatamente varios de sus soldados se acercaron y tomaron al hombre. Lo arrastraban y mientras lo hac?an este se retorci? y grit?: “?Espera, mi grandioso Se?or! ?Traigo noticias urgentes, noticias que debes escuchar cuanto antes!” Ra dej? que arrastraran al hombre sin importarle las noticias. El hombre se sacudi? todo el camino y cuando estaba a punto de pasar por la puerta, grit?: “?Duncan ha escapado!” Ra, sintiendo un repentino impacto, levant? su palma derecha. Sus hombres se detuvieron sosteniendo al mensajero en la puerta. Frunciendo el ce?o, Ra lentamente proces? la noticia. Se levant? y respir? profundo. Baj? por los escalones de marfil uno a la vez mientras sus botas doradas hac?an eco al atravesar toda la c?mara. Hab?a un silencio lleno de tensi?n en la habitaci?n hasta que finalmente se detuvo frente al mensajero. Ra pudo sentir la furia creciendo dentro de ?l con cada paso que daba. “D?melo de nuevo,” orden? Ra con voz oscura y siniestra. El mensajero se estremeci?. “Lo siento mucho, mi grande y sagrado Supremo Se?or,” dijo con voz temblorosa, “pero Duncan ha escapado. Alguien lo ha rescatado de los calabozos. ?Nuestros hombres lo persiguen por la capital mientras hablamos!” Ra sinti? que su rostro se enrojeci? sintiendo un fuego dentro de ?l. Apret? los pu?os. No lo permitir?a. No permitir?a que le robaran la ?ltima pieza de su satisfacci?n. “Gracias por traerme estas noticias,” dijo Ra. Ra sonri? y por un momento el mensajero pareci? relajado e incluso empez? a sonre?r y llenarse de orgullo. Ra s? lo recompens?. Dio un paso hacia adelante y lentamente puso sus manos alrededor del cuello del hombre y empez? a apretar. Los ojos del hombre se le hinchaban en la cabeza mientras tomaba las mu?ecas de Ra; pero no fue capaz de escapar. Ra sab?a que no lo lograr?a. Despu?s de todo, ?l solo era un hombre, y Ra era el grande y sagrado Ra, el Hombre Que Una Vez Fue Dios. El hombre cay? al suelo, muerto. Pero esto le dio a Ra muy poca satisfacci?n. “?Hombres!” grit? Ra. Sus comandantes prestaron atenci?n y lo miraron con miedo. “?Sellen cada salida de la ciudad! Manden a todos los soldados que tenemos a encontrar a Duncan. Y mientras lo hacen, maten a cada hombre, mujer y ni?o que quede en esta ciudad de Escalon. ?VAYAN!” “?S?, Supremo Se?or!” respondieron los hombres al mismo tiempo. Todos salieron corriendo de la habitaci?n tropezando uno con otro, todos tratando de seguir las ?rdenes de su amo m?s r?pido que los dem?s. Ra se dio la vuelta, hirviendo, mientras cruzaba solo la ahora vac?a habitaci?n. Sali? hacia un ancho balc?n que permit?a ver toda la ciudad. Ra sali? y sinti? el aire fresco mientras ve?a la ciudad en caos debajo. Vio con alegr?a que sus soldados ocupaban la mayor parte de ella. Se pregunt? en d?nde estar?a Duncan. Ten?a que reconocer que lo admiraba; tal vez incluso hasta ve?a algo de ?l mismo en ?l. Pero aun as? Duncan sabr?a lo que significaba desafiar al grandioso Ra. Aprender?a a aceptar con gracia la muerte. Aprender?a a someterse como el resto del mundo. Se empezaron a escuchar gritos y Ra vio que sus soldados empezaban a apu?alar con espadas y lanzas a hombres, mujeres y ni?os por la espalda. Siguiendo sus ?rdenes, las calles empezaron a llenarse de sangre. Ra suspir? consol?ndose con esto y obteniendo un poco de satisfacci?n. Todos estos Escalonianos aprender?an. Era lo mismo en cualquier lugar a donde iba, en cualquier pa?s que conquistaba. Pagar?an por los pecados de su comandante. Pero un sonido repentino cruz? por el aire incluso por encima de los gritos, y esto sac? a Ra de su ensimismamiento. No pod?a comprender de qu? se trataba o por qu? lo hab?a perturbado tanto. Fue un sonido grave y bajo semejante a un trueno. Justo cuando se preguntaba si en realidad lo hab?a escuchado, se escuch? de nuevo con m?s fuerza y se dio cuenta de que no ven?a del suelo, sino del cielo. Ra mir? hacia arriba perplejo, examinando las nubes en confusi?n. El sonido vino una y otra vez y entonces supo que no eran truenos. Era algo mucho m?s tenebroso. Mientras examinaba las nubes grises, Ra de repente vio algo que nunca olvidar?a. Parpade? al creer que lo hab?a imaginado. Pero sin importar las veces que cerraba los ojos, eso segu?a all?. Dragones. Una manada entera. Bajaron sobre Escalon extendiendo alas y garras y respirando llamas de fuego. Volaban directamente hacia ?l. Antes de que pudiera procesarlo, cientos de sus soldados ya estaban siendo quemados debajo, gritando al quedar atrapados en las columnas de fuego. Cientos m?s gimieron mientras los dragones los despedazaban. Mientras se qued? inm?vil por el p?nico y la incredulidad, un enorme drag?n se dirigi? hacia ?l. Apunt? hacia su balc?n levantando las garras y baj?. Un momento despu?s ya estaba cortando la piedra en dos y errando por solo un poco gracias a que se agach?. Ra, en p?nico, sinti? que la piedra empezaba a derrumbarse debajo de ?l. Momentos despu?s sinti? que ca?a retorci?ndose y gritando hacia los pisos de abajo. Hab?a pensado que era intocable, m?s grande que cualquier otra cosa. Pero despu?s de todo, la muerte lo hab?a encontrado. CAP?TULO SEIS Kyle gir? su bast?n con todas sus fuerzas, exhalaba por el cansancio mientras golpeaba tanto a soldados Pandesianos como a troles que se le acercaban por todos lados. Derribaba a hombres y troles a diestra y siniestra mientras espadas y alabardas chocaban con su bast?n haciendo que chispas volaran en todas direcciones. Aunque los estaba venciendo, ya pod?a sentir un dolor profundo en sus hombros. Ya hab?a estado peleando por horas, y ahora que estaba rodeado, sab?a que su situaci?n era alarmante. Al principio, los Pandesianos y los troles peleaban entre ellos dej?ndolo pelear con quien ?l quisiera, pero al ver que Kyle derribaba a todos a su alrededor, se dieron cuenta de que lo mejor era unirse para pelear contra ?l. Por un momento los Pandesianos y los troles dejaron de tratar de matarse entre ellos y se enfocaron en matarlo a ?l. Mientras Kyle atacaba y derribaba a tres troles, un Pandesiano se escabull? por detr?s y cort? el est?mago de Kyle con su espada. Kyle grit? y se retorci? por el dolor tratando de evitar que fuera grave, pero aun as? sangraba. Al mismo tiempo y antes de que pudiera contraatacar, un trol levant? su mazo y golpe? a Kyle en el hombro, derribando el bast?n de su mano y haci?ndolo caer de rodillas y manos. Kyle se arrodill? sintiendo un dolor intenso en su hombro y tratando de recuperar el aliento. Antes de que pudiera recuperarse, un trol m?s se acerc? y lo pate? en el rostro arroj?ndolo de espaldas al suelo. Un Pandesiano entonces dio un paso tomando su lanza, la levant? en lo alto con ambas manos, y la baj? hacia la cabeza de Kyle. Kyle, no estando listo para morir, gir? quit?ndose del camino y la lanza cay? sobre el suelo justo a un lado de su rostro. Sigui? rodando, se puso de pie y, mientras dos troles m?s lo atacaban, tom? una espada del suelo y los apu?al? al darse la vuelta. Mientras varios m?s empezaron a rodearlo, Kyle r?pidamente tom? su bast?n y los derrib? a todos, peleando como un animal acorralado mientras se formaba un c?rculo a su alrededor. Se qued? inm?vil respirando agitadamente y con sangre sali?ndole del labio mientras sus enemigos lo rodeaban m?s y m?s con sangre en sus ojos. El dolor en su est?mago y hombro era insoportable. Kyle trat? de ignorarlo para poder concentrarse. Sab?a que se enfrentaba a una muerte inminente, pero se consol? con el hecho de que hab?a rescatado a Kyra. Eso hab?a hecho que todo valiera la pena y estaba dispuesto a pagar el precio. Mir? hacia el horizonte y se consol? al ver que hab?a logrado escapar de todo esto cabalgando en Andor. Se pregunt? si estaba a salvo y or? por que lo estuviera. Kyle hab?a peleado valientemente por horas, un hombre contra dos ej?rcitos, y hab?a matado a miles de ellos. Pero ahora sab?a que estaba muy d?bil para continuar. Simplemente hab?a demasiados de ellos y sus n?meros parec?an nunca acabar. Se hab?a colocado en medio de una guerra; los troles invad?an la tierra desde el norte mientras los Pandesianos aparec?an desde el sur, y ya no pod?a seguir peleando con ambos. Kyle sinti? un dolor repentino en las costillas cuando un trol se acerc? por detr?s y lo golpe? en la espalda con el mango de su hacha. Kyle gir? su bast?n cortando al trol en la garganta y derrib?ndolo; pero al mismo tiempo dos soldados Pandesianos avanzaron y lo golpearon con sus escudos. El dolor en su cabeza era agobiante y Kyle cay? al suelo esta vez sabiendo que no podr?a levantarse. Estaba muy d?bil para continuar. Kyle cerr? los ojos y por su mente pasaron im?genes de su vida. Vio a todos los Observadores, personas con las que hab?a servido por d?as, y vio a todos los que hab?a conocido y amado. M?s que nada, vio el rostro de Kyra. Lo ?nico que lamentaba era que no podr?a volver a verla antes de morir. Kyle mir? hacia arriba y vio que tres horribles troles se acercaban levantando sus alabardas. Sab?a que era el final. Mientras las bajaban hacia ?l, pudo enfocarse en todo. Fue capaz de escuchar el sonido del viento, de oler el aire fresco. Por primera vez en siglos, se sinti? realmente vivo. Se pregunt? por qu? nunca antes hab?a podido realmente apreciar la vida hasta ahora que estaba a punto de morir. Mientras Kyle cerraba los ojos y se preparaba para recibir la muerte, de repente un rugido atraves? el cielo. Lo despert? de su ensimismamiento. Parpade? y mir? hacia arriba para ver algo que sal?a por entre las nubes. Al principio Kyle pens? que eran ?ngeles que ven?an a llevarse su cuerpo muerto. Pero entonces vio que los troles estaban congelados en confusi?n examinando el cielo; Kyle supo que era real. Era algo diferente. Y entonces, al alcanzar a ver de lo que se trataba, su coraz?n se detuvo. Dragones. Una manada de dragones bajaban en c?rculos, furiosos y respirando fuego. Descendieron r?pidamente extendiendo los talones y arrojando llamas y, sin avisar, matando a cientos de soldados y troles a la vez. Una oleada de fuego cay? extendi?ndose y, en solo segundos, los troles encima de Kyle se convirtieron en cenizas. Kyle, al ver que se acercaban las llamas, tom? un gran escudo de cobre que estaba a su lado y se escondi? debajo de este. El calor fue tan intenso al pasar sobre ?l que casi le quem? las manos; pero no lo solt?. Los troles y soldados muertos cayeron encima de ?l, y sus armaduras lo protegieron todav?a m?s mientras llegaba otra oleada de fuego m?s poderosa. De manera ir?nica, ahora estos soldados y troles lo salvaban de la muerte. ?l se aferr?, sudando y apenas resistiendo el calor mientras los dragones bajaban una y otra vez. Sin poder resistirlo m?s, se desmay? rogando por que no fuera quemado vivo. CAP?TULO SIETE Vesuvius estaba en la orilla del desfiladero junto a la Torre de Kos, mirando las olas romperse del Mar de los Lamentos y el vapor que se elevaba desde donde la Espada de Fuego hab?a sido hundida; ten?a una gran sonrisa. Lo hab?a logrado. La Espada de Fuego ya no era m?s. Les hab?a robado a la Torre de Kos y a Escalon su artefacto m?s apreciado. Hab?a acabado con Las Flamas de una vez por todas. Vesuvius estaba radiante de emoci?n. Su palma a?n le dol?a despu?s de haber tocado la Espada de Fuego y, al observarla, vio que la insignia le hab?a quedado marcada. Pas? uno de sus dedos por las cicatrices frescas sabiendo que las tendr?a para siempre como prueba de su ?xito. El dolor era sobrecogedor, pero se oblig? a sacarlo de su mente y a no dejar que lo molestara. De hecho, hab?a aprendido a disfrutar el dolor. Finalmente y despu?s de varios siglos, su pueblo por fin tendr?a lo que merec?a. Ahora ya no estar?an relegados a Marda, a las orillas al norte del imperio y a una tierra inf?rtil. Ahora tendr?an su venganza despu?s de estar atrapados tras el muro de fuego, inundar?an Escalon y lo har?an pedazos. Su coraz?n se aceler? con tan solo pensarlo. Ya estaba ansioso por darse la vuelta, cruzar el Dedo del Diablo, regresar al continente y encontrarse con su pueblo en medio de Escalon. La naci?n entera de troles se reunir?a en Andros, y juntos destruir?an para siempre cada rinc?n de Escalon. Se convertir?a en el nuevo pa?s de los troles. Pero mientras Vesuvius estaba de pie mirando las olas y el lugar en el que se hab?a hundido la espada, algo le molestaba. Mir? hacia el horizonte examinando las aguas negras de la Bah?a de la Muerte y sent?a que faltaba algo, algo que hac?a que su satisfacci?n fuera incompleta. Al mirar hacia el horizonte, en la distancia, vio un peque?o barco de velas blancas que navegaba en la Bah?a de la Muerte. Navegaba hacia el oeste alej?ndose del Dedo del Diablo. Al verlo avanzar, supo que algo no estaba bien. Vesuvius se dio la vuelta y mir? hacia arriba hacia la Torre. Estaba vac?a. Sus puertas estaban abiertas. La Espada lo hab?a estado esperando. Los guardas la hab?an abandonado. Hab?a sido muy sencillo. ?Por qu?? Vesuvius sab?a que Merk el asesino hab?a estado tras la Espada; lo hab?a estado siguiendo por el Dedo del Diablo. ?Por qu? la abandonar?a? ?Por qu? se alejaba navegando a trav?s de la Bah?a de la Muerte? ?Qui?n era esa mujer que viajaba con ?l? ?Hab?a estado ella cuidando la torre? ?Qu? secretos escond?a? ?Y a d?nde iban? Vesuvius volte? hacia el vapor que sal?a del oc?ano y despu?s de nuevo hacia el horizonte; sinti? un ardor en la venas. No pudo evitar sentir que de alguna manera hab?a sido enga?ado, que le hab?an robado su victoria completa. Mientras Vesuvius m?s pensaba en ello, m?s se daba cuenta de que algo estaba mal. Todo hab?a sido muy conveniente. Examin? las violentas aguas debajo, las olas rompiendo contra las rocas, y el vapor que se elevaba, y entonces se dio cuenta de que nunca sabr?a la verdad. Nunca sabr?a si la Espada de Fuego en realidad se hab?a hundido hasta el fondo; si hab?a algo que no hab?a descubierto; si en realidad hab?a sido la espada correcta; y si Las Flamas realmente hab?an sido bajadas para siempre. Vesuvius, ardiendo en indignaci?n, tom? una decisi?n: ten?a que perseguirlos. Nunca sabr?a la verdad hasta que los alcanzara. ?Hab?a otra torre secreta en otra parte? ?Hab?a otra espada? Incluso si no la hab?a, incluso si hab?a hecho todo lo que necesitaba, Vesuvius era famoso por no dejar v?ctimas vivas; nunca. ?l siempre continuaba hasta darle muerte al ?ltimo hombre, y el ver a estos dos escapar de sus garras no le sentaba bien. Sab?a que no pod?a simplemente dejarlos ir. Vesuvius mir? las docenas de barcos que segu?an atados en la costa, abandonados, meci?ndose en las violentas aguas y casi como si lo esperaran. Tom? una decisi?n inmediata. “?A los barcos!” le orden? a su ej?rcito de troles. Todos al mismo tiempo empezaron a seguir sus ?rdenes, bajando por la orilla rocosa y abordando los barcos. Vesuvius los sigui? subi?ndose a la popa del ?ltimo barco. Se dio la vuelta, levant? su alabarda y cort? la cuerda. Un momento despu?s ya avanzaba junto con sus troles, todos ellos apretados en los barcos y  navegando por la legendaria Bah?a de la Muerte. En alguna parte en el horizonte avanzaban Merk y la chica. Y Vesuvius no se detendr?a, sin importar lo lejos que tuviera que ir, hasta que ambos estuvieran muertos. CAP?TULO OCHO Merk se aferraba a la barandilla de la proa del peque?o barco, con la hija del antiguo Rey Tarnis a su lado, y cada uno estaba perdido en su propio mundo mientras eran golpeados por las salvajes aguas de la Bah?a de la Muerte. Merk miraba hacia las aguas negras espumosas y movidas por el viento y no pudo evitar preguntarse sobre la mujer que estaba a su lado. El misterio alrededor de ella solamente hab?a crecido desde que dejaron la Torre de Kos y subieron a este barco hacia un lugar misterioso. Su mente estaba llena de preguntas para ella. La hija de Tarnis. Era dif?cil de creer para Merk. ?Qu? hab?a estado haciendo aqu? al final del Dedo del Diablo y viviendo en la Torre de Kos? ?Se escond?a? ?Estaba exiliada? ?Estaba siendo protegida? ?De qui?n? Merk sinti? que ella, con sus ojos transl?cidos, tez muy p?lida y aplomo imperturbable, era de otra raza. Pero si era verdad, ?entonces qui?n era su madre? ?Por qu? hab?a sido dejada sola para cuidar la Espada de Fuego en la Torre de Kos? ?A d?nde hab?an ido todos los dem?s? Pero m?s importante a?n, ?a d?nde lo llevaba? Con una mano en el tim?n, ella dirig?a la nave hacia el horizonte y hacia un destino que Merk ni se pod?a imaginar. “Todav?a no me has dicho hacia d?nde vamos,” dijo ?l levantando la voz para que se escuchara sobre el viento. A esto le sigui? un silencio tan largo que ?l se pregunt? si recibir?a respuesta. “Al menos dime tu nombre,” a?adi? ?l al darse cuenta que no se hab?an presentado. “Lorna,” respondi? ella. Lorna. Le agrad? escucharlo. “Las Tres Dagas,” a?adi? ella volteando hacia ?l. “Ese es nuestro destino.” Merk frunci? el ce?o. “?Las Tres Dagas?” pregunt? con sorpresa. Ella simplemente mir? hacia adelante. Pero Merk se qued? perplejo por la noticia. Las islas m?s remotas de todo Escalon, Las Tres Dagas, estaban tan profundo en la Bah?a de la Muerte que ?l no conoc?a a nadie que hubiera viajado hasta ese lugar. Knossos, la legendaria isla y fortaleza, estaba en la ?ltima de ellas, y la leyenda dec?a que ah? se encontraban los guerreros m?s feroces de Escalon. Eran hombres que viv?an en una isla desolada de una pen?nsula desolada, en la masa de agua m?s peligrosa que exist?a. Los rumores dec?an que los hombres eran tan rudos como el mar que los rodeaba. Merk nunca hab?a conocido a ninguno en persona. Nadie lo hab?a hecho. Eran m?s leyenda que reales. “?Ah? es a d?nde fueron los Observadores?” pregunt? ?l. Lorna asinti?. “Esperan nuestra llegada,” dijo ella. Merk se dio la vuelta esperando ver por ?ltima vez la Torre de Kos y, al hacerlo, su coraz?n de repente se detuvo con lo que vio: en el horizonte hab?a docenas de barcos persigui?ndolos a toda velocidad. “Tenemos compa??a,” dijo ?l. Pero para su sorpresa, Lorna simplemente asinti? sin siquiera darse la vuelta. “Nos perseguir?n hasta el fin del mundo,” dijo ella calmadamente. Merk estaba confundido. “?Incluso despu?s de hallar la Espada de Fuego?” “En realidad no era la Espada lo que estaban buscando,” corrigi? ella. “Era la destrucci?n; la destrucci?n de todos nosotros.” “?Y cuando nos alcancen?” pregunt? Merk. “No podremos pelear solos contra un ej?rcito de troles. Tampoco una peque?a isla de guerreros, sin importar lo fuertes que sean.” Ella asinti? a?n sin perturbarse. “Puede que muramos,” respondi? ella. “Pero moriremos junto con nuestros compa?eros Observadores, peleando por lo que es correcto. Quedan muchos secretos qu? guardar.” “?Secretos?” pregunt? ?l. Pero ella guard? silencio observando las aguas. Estaba a punto de hacerle m?s preguntas cuando de repente una r?faga de viento casi vuelca el barco. Merk cay? boca abajo chocando contra un costado del casco y resbalando hasta la orilla. Colgando, se aferr? a la barandilla con las piernas hundidas en el agua, agua tan helada que sinti? que morir?a congelado. Colgaba con una sola mano casi sumergido, y al mirar hacia atr?s sobre su hombro, su coraz?n se aceler? al ver a un grupo de tiburones rojos acerc?ndose. Sinti? un terrible dolor mientras dientes se le sumerg?an en la pantorrilla y mientras ve?a sangre en el agua que sab?a era la suya. Un momento despu?s Lorna se acerc? y golpe? las aguas con su bast?n; al hacerlo, una luz blanca y brillante se extendi? por la superficie y los tiburones se dispersaron. En el mismo movimiento, lo tom? de la mano y lo subi? de nuevo al barco. El barco se estabiliz? al pasar el viento y Merk se sent? en la cubierta, mojado, fr?o, respirando agitadamente y con un terrible dolor en la pantorrilla. Lorna le examin? la herida, arranc? un pedazo de tela de su propia vestidura, y le envolvi? la pierna cubriendo la hemorragia. “Me salvaste la vida,” dijo ?l lleno de gratitud. “Hab?a docenas de esas cosas ah?. Me habr?an matado.” Ella lo mir? con sus grandes e hipnotizantes ojos azul claro. “Esas criaturas son la menor de tus preocupaciones aqu?,” le dijo. Siguieron navegando en silencio. Merk se puso de pie lentamente y mir? hacia el horizonte, esta vez aferr?ndose con ambas manos de la barandilla. Examin? el horizonte pero, sin importar cuanto lo intentaba, no ve?a se?al de Las Tres Dagas. Mir? hacia abajo y estudi? las aguas de la Bah?a de la Muerte con un nuevo respeto y miedo. Mir? con cuidado y vio enjambres de peque?os tiburones rojos bajo la superficie, apenas visibles y ocultos solo por las olas. Ahora sab?a que entrar en esas aguas significaba la muerte; y no pudo evitar pensar en qu? otras criaturas vivir?an en esta masa de agua. El silencio creci?, interrumpido solo por el silbido del viento, y despu?s de que pasaron varias horas Merk, sinti?ndose desolado, necesitaba hablar. “Lo que hiciste con ese bast?n,” dijo Merk mirando a Lorna. “Nunca he visto nada parecido.” Lorna no mostr? expresi?n alguna y sigui? mirando hacia el horizonte. “H?blame de ti,” presion? ?l. Ella le dio una mirada, pero despu?s mir? de nuevo hacia el horizonte. “?Qu? te gustar?a saber?” le pregunt?. “Cualquier cosa,” respondi?. “Todo.” Ella guard? silencio por un largo rato hasta que finalmente dijo: “T? empieza.” Merk la mir?, sorprendido. “?Yo?” le pregunt?. “?Qu? quieres saber?” “H?blame de tu vida,” dijo ella. “Lo que sea que quieras decirme.” Merk respir? profundo mientras se daba la vuelta y miraba hacia el horizonte. No ten?a ning?n deseo de hablar acerca de su vida. Finalmente y al darse cuenta de que ten?an un largo camino por delante, suspir?. Sab?a que tendr?a que enfrentarse a s? mismo tarde o temprano, incluso si no era placentero. “He sido un asesino la mayor parte de mi vida,” dijo con arrepentimiento y mirando hacia el horizonte, con voz grave y llena de odio a s? mismo. “No me enorgullece. Pero era el mejor de todos. Era solicitado por reyes y reinas. Mis habilidades no ten?an comparaci?n.” Merk guard? silencio quedando atrapado en memorias de las que se arrepent?a, memorias que prefer?a no recordar. “?Y ahora?” pregunt? ella suavemente. Merk se sinti? agradecido al no detectar juicio en su voz como le pasaba al escuchar a otros. Suspir?. “Ahora,” dijo ?l, “ya dej? de serlo. Ya no soy esa persona. He jurado renunciar a la violencia, poner mis servicios en una buena causa. Pero aunque lo intento, no logro alejarme por completo. La violencia parece hallarme. Siempre parece haber una causa m?s.” “?Y cu?l es tu causa?” pregunt? ella. Lo pens?. “Mi causa, al principio, era convertirme en Observador,” respondi?. “Poner mi devoci?n a ese servicio; Proteger la Torre de Ur y proteger la Espada de Fuego. Cuando esta cay?, sent? que mi causa era llegar hasta la Torre de Kos y salvar la Espada.” Suspir?. “Y ahora aqu? estamos, navegando por la Bah?a de la Muerte, con la Espada perdida, los troles persigui?ndonos y dirigi?ndonos hacia una cadena de islas desiertas,” respondi? Lorna con una sonrisa. Merk frunci? el ce?o sin parecerle divertido. “He perdido mi causa,” dijo. “He perdido el prop?sito de mi vida. Ya no s? qui?n soy. Ya no s? a d?nde voy.” Lorna asinti?. “Ese es un buen lugar en el cual estar,” dijo ella. “La incertidumbre tambi?n significa posibilidades.” Merk la mir?, confundido. Estaba conmovido al ver que no lo condenaba. Cualquier otra persona que escuchara su historia lo pondr?a como el villano. “Veo que no me juzgas,” observ? ?l, sorprendido, “por quien soy.” Lorna lo mir? con ojos tan intensos que parec?a que estaba mirando hacia la luna. “Eso era lo que t? eras,” lo corrigi?. “No quien eres ahora. ?C?mo puedo juzgarte por quien fuiste en el pasado? Yo solo juzgo al hombre que est? frente a m?.” Merk se sinti? restaurado por su respuesta. “?Y qui?n soy yo ahora?” pregunt? ?l, queriendo saber la respuesta y sin conocerla ?l mismo. Ella lo mir?. “Veo a un buen guerrero,” respondi?. “Un hombre desinteresado. Un hombre que quiere ayudar a otros. Y un hombre lleno de deseos. Veo a un hombre que est? perdido. Un hombre que nunca ha llegado a conocerse.” Merk pens? en sus palabras y estas resonaron muy profundo en ?l. Sinti? que todas eran verdad. Muy ciertas. Hubo un largo silencio entre ellos mientras el bote se mec?a en las aguas, lentamente dirigi?ndose hacia el oeste. Merk mir? hacia atr?s y vio que la flota de troles segu?a en el horizonte, a?n a buena distancia. “?Y t??” pregunt? ?l finalmente. “T? eres la hija de Tarnis, ?verdad?” Ella mir? hacia el horizonte con ojos brillantes y, finalmente, asinti?. “Lo soy,” respondi? ella. Merk se qued? perplejo al o?rlo. “?Entonces por qu? est?s aqu??” le pregunt?. Ella suspir?. “He estado escondida aqu? desde que era muy joven.” “?Pero por qu??” presion? ?l. Ella se encogi? de hombros. “Supongo que era muy peligroso mantenerme en la capital. Las personas no deb?an saber que yo era la hija ileg?tima del Rey. Era m?s seguro aqu?.” “?M?s seguro?” pregunt? ?l. “?En el fin del mundo?” “Me dieron un secreto para guardar,” explic? ella. “M?s importante incluso que el reino de Escalon.” Su coraz?n se aceler? al preguntarse qu? podr?a ser. “?Me lo dir?as?” pregunt? ?l. Pero Lorna se dio la vuelta lentamente y apunt? hacia adelante. Merk sigui? su mirada y ah?, en el horizonte, el sol brillaba sobre tres islas desiertas que emerg?an del oc?ano, la ?ltima siendo una fortaleza de roca s?lida. Era el lugar m?s desolado pero al mismo tiempo hermoso que Merk jam?s hab?a visto. Este era un lugar lo suficientemente alejado como para mantener todos los secretos de la magia y el poder. “Bienvenido,” dijo Lorna, “a Knossos.” CAP?TULO NUEVE Duncan corr?a solo por las calles de Andros tratando de ignorar el dolor en sus tobillos y mu?ecas, impulsado por la adrenalina al pensar solo en una cosa: salvar a Kyra. Su grito por ayuda le hac?a eco en su cabeza, en su alma, y le hac?a olvidar sus heridas mientras corr?a sudando por las calles hacia el origen del sonido. Duncan giraba y pasaba por los angostos callejones de Andros sabiendo que Kyra estaba justo detr?s de ese grueso muro de piedra. Los dragones volaban todo en derredor incendiando calle tras calle, con un calor emanando de las paredes tan tremendo que Duncan pod?a sentirlo hasta en el otro extremo del muro. Esperaba y rogaba por que no bajaran hacia su callej?n o entonces estar?a perdido. Pero a pesar del dolor, Duncan no se detuvo. Tampoco se dio la vuelta. No pod?a. Impulsado por su instinto paternal, f?sicamente no pod?a ir a ninguna otra parte m?s que hacia el sonido de su hija. Le pas? por la mente que se estaba dirigiendo hacia su muerte y que perder?a cualquier oportunidad de escapar; pero no se detuvo. Su hija estaba atrapada, y esto era todo lo que le importaba ahora. “?NO!” escuch? el grito. Duncan sinti? un escalofr?o. Ah? estaba de nuevo, su grito, y su coraz?n dio un sobresalto al escucharlo. Corri? m?s r?pido y con todas sus fuerzas al dar vuelta en otro callej?n. Finalmente y dando vuelta de nuevo, pas? por un peque?o y bajo arco de piedra y el cielo se abri? delante de ?l. Duncan lleg? a una explanada, y estando en el borde, se qued? impactado con lo que vio frente a ?l. Las llamas llenaban el otro lado del patio mientras los dragones volaban por encima de ?l y, debajo de una saliente de piedra y apenas protegida de todo el fuego, estaba su hija. Kyra. Ah? estaba y segu?a con vida. Pero incluso m?s impactante que verla con vida fue el ver al beb? drag?n a su lado. Duncan lo miraba sin entender. Al principio asumi? que Kyra estaba tratando de matar a un drag?n que hab?a ca?do del cielo. Pero entonces vio que el drag?n estaba atrapado por una roca. Se confundi? m?s al ver que Kyra trataba de empujarla. Se pregunt? qu? es lo que intentaba hacer. ?Liberar a un drag?? ?Por qu?? “?Kyra!” grit?. Duncan corri? por el patio abierto esquivando las columnas de fuego, esquivando las garras de un drag?n, y avanzando hasta que lleg? al lado de su hija. Mientras lo hac?a, Kyra mir? hacia arriba y se qued? impactada. Despu?s regocijada. “?Padre!” grit?. Corri? hacia sus brazos y Duncan la tom? regres?ndole el abrazo. Mientras la abrazaba, se sinti? restaurado y como si parte de ?l hubiera regresado. L?grimas de alegr?a cayeron por sus mejillas. Apenas pod?a creer que Kyra estaba aqu? y viva. Se abrazaron fuertemente y ?l se sinti? aliviado al ver que, aunque temblaba, su hija estaba bien. Recordando, la hizo hacia un lado, sac? su espada, la levant?, y se prepar? para cortar la cabeza del drag?n para proteger a su hija. “?No!” grit? Kyra. Duncan se sorprendi? al ver que se acercaba y lo tomaba de la mu?eca con una fuerza sorprendente y evitando que terminara su golpe. Esta no era la hija d?cil que hab?a dejado atr?s en Volis; ahora claramente era una guerrera. Duncan la mir?, desconcertado. “No lo lastimes,” le orden? ella con voz confiada, voz de guerrero. “Theon es mi amigo.” Duncan la mir?, perplejo. “?Tu amigo?” le pregunt?. “?Un drag?n?” “Por favor, Padre,” dijo ella, “no hay tiempo para explicar. Ay?danos. Est? atrapado y no puedo mover esta piedra sola.” Duncan, tan impactado como estaba, confi? en ella. Guard? su espada, se puso a su lado, y empuj? la piedra con todas sus fuerzas. Pero sin importar cu?nto lo intentaba, no pod?a moverla. “Es muy pesada,” dijo ?l. “No puedo. Lo siento.” De repente, escuch? el sonido de armaduras detr?s de ?l y se emocion? al darse la vuelta y ver a Aidan, Anvin, Cassandra, y Blanco acerc?ndose. Hab?an regresado por ?l y de nuevo estaban arriesgando sus vidas. Sin dudar, corrieron juntos hacia la piedra y empezaron a empujar. Se movi? un poco, pero a?n no pudieron quitarla. Se escuch? una respiraci?n agitada y Duncan vio que llegaba Motley detr?s de ellos tratando de recuperar el aliento. Se les uni? poniendo todo su peso en la piedra; y esta vez empez? a rodar. Motley, el actor, el tonto con sobrepeso, del que nadie esperaba nada, hizo la diferencia en poder quitar la piedra de encima del drag?n. Con un ?ltimo esfuerzo, la piedra cay? al suelo levantando una nube de polvo y el drag?n qued? libre. Theon se puso de pie y rugi? arqueando la espalda y extendiendo sus garras. Furioso, mir? hacia el cielo. Un gran drag?n morado los hab?a visto y se dirig?a hacia ellos, y Theon, sin detenerse, salt? en el aire abriendo su mand?bula y vol? directamente hacia arriba, mordiendo la suave yugular del desprevenido drag?n. Theon se aferr? con toda su fuerza. El inmenso drag?n chill? furioso al haber sido tomado con la guardia baja, claramente no esperando mucho del beb? drag?n, y los dos juntos chocaron contra un muro de piedra del otro lado del patio. Duncan y los otros se quedaron estupefactos mientras Theon peleaba con el drag?n, rehus?ndose a soltarlo y atrap?ndolo al extremo del patio. Theon se retorc?a y gru??a con ferocidad, y no se solt? hasta que el drag?n m?s grande finalmente dej? de moverse. Por un momento todos respiraron aliviados. “?Kyra!” grit? Aidan. Kyra mir? hacia abajo y vio a su peque?o hermano, y Duncan mir? con alegr?a mientras Aidan corr?a hacia los brazos de Kyra. Ella lo abraz? mientras Blanco saltaba junto a ellos claramente emocionado. “Mi hermano,” dijo Kyra con los ojos llenos de l?grimas. “Est?s vivo.” Duncan pudo escuchar el alivio en su voz. Los ojos de Aidan de repente se llenaron de tristeza. “Brandon y Braxton est?n muertos,” le inform? a Kyra. Kyra se puso p?lida. Se dio la vuelta y mir? hacia Duncan, y ?l asinti? de manera solemne. De repente, Theon vol? y se pos? junto a ellos, agitando sus alas e indic?ndole a Kyra que se subiera a su espalda. Duncan escuch? los rugidos en las alturas y vio que ya todos volaban en c?rculos prepar?ndose para bajar. Para la sorpresa de Duncan, Kyra se mont? en Theon. Ah? estaba, sentada en un drag?n, fuerte, feroz, con el porte de un gran guerrero. Ya no exist?a la chica que hab?a conocido; hab?a sido reemplazada por una orgullosa guerrera, una mujer que podr?a comandar a legiones. Nunca antes se hab?a sentido tan orgulloso. “No tenemos tiempo. Vengan conmigo,” les dijo ella. “Todos. Ahora.” Se miraron entre ellos con sorpresa y Duncan sinti? un hueco en el est?mago con la idea de montar un drag?n, especialmente uno que les estaba gru?endo. “?Apres?rense!” dijo ella. Duncan, viendo que la manada de dragones bajaba y no teniendo otra opci?n, actu? inmediatamente. Se apresur? junto con Aidan, Anvin, Motley, Cassandra, Septin y Blanco subiendo en la espalda del drag?n. Se aferr? a las pesadas y ancestrales escamas, maravill?ndose al ver que realmente estaba sobre un drag?n. Era como un sue?o. Se sostuvo con todas sus fuerzas mientras el drag?n se elevaba. Su est?mago se sinti? ligero y apenas pudo creer lo que sent?a. Estaba volando por primera vez en su vida, por encima de las calles y con una velocidad que nunca hab?a experimentado. Theon, m?s r?pido que los dem?s, vol? dando vueltas tan r?pido que los dem?s dragones no pudieron alcanzarlo en medio de la confusi?n y el humo de la ciudad. Duncan se sorprendi? al ver la ciudad desde arriba, al ver los techos de los edificios y las calles que se asemejaban a un laberinto. Kyra dirig?a a Theon de manera asombrosa, y Duncan se sinti? orgulloso de su hija y sorprendido de que pudiera manejar a una bestia como esta. En solo unos momentos ya estaban libres en cielo abierto, m?s all? de los muros de la capital y volando por el campo. “?Debemos ir al sur!” grit? Anvin. “Ah? hay formaciones rocosas m?s all? del per?metro de la capital. ?Nuestros hombres nos esperan! Se han retirado hacia ese lugar.” Kyra guiaba a Theon y pronto ya se dirig?an al sur hacia una gran saliente rocosa en el horizonte. Duncan vio los cientos de enormes rocas marcadas por peque?as cuevas en el interior al sur de las murallas de la capital. Al acercarse, Duncan vio las armaduras y armas dentro de las cuevas brillando con la luz del desierto, y su coraz?n se anim? al ver a cientos de sus hombres esper?ndolo en las cuevas en este punto de encuentro. Mientras Kyra guiaba a Theon hacia abajo, aterrizaron en la entrada de una inmensa cueva. Duncan pudo ver el temor en los rostros de los hombres abajo y c?mo se preparaban para el ataque al ver que el drag?n se acercaba. Pero entonces pudieron ver a Kyra y a los otros en su espalda, y sus expresiones cambiaron a asombro. Bajaron la guardia. Duncan desmont? y corri? para recibir a sus hombres, feliz de ver que segu?an con vida. Ah? estaban Kavos y Bramthos, Seavig y Arthfael, hombres que hab?an arriesgado sus vidas por ?l y hombres que pens? no volver?a a ver. Duncan volte?  hacia Kyra y se sorprendi? al ver que no hab?a desmontado como los dem?s. “?Por qu? sigues sentada ah??” le pregunt?. “?No vienes con nosotros?” Pero Kyra se qued? sentada, con su espalda erguida y orgullosa, y neg? solemnemente. “No puedo, Padre. Tengo un asunto solemne en otra parte. Lo hago por Escalon.” Duncan le devolvi? la mirada, desconcertado, maravillado por la fuerte guerrera en que se hab?a convertido su hija. “?Pero d?nde?” pregunt? Duncan. “?Qu? es m?s importante que estar a nuestro lado?” Ella dud?. “Marda,” respondi?. Duncan sinti? un escalofr?o al escuchar esa palabra. “?Marda?” Dijo casi sin aliento. “?T?? ?Sola? ?Nunca regresar?s!” Ella asinti? y ?l pudo ver en sus ojos que ella ya lo sab?a. “Jur? que ir?a,” respondi?, “y no puedo abandonar mi misi?n. Ahora que est?s seguro, el deber me llama. Padre, ?no me has ense?ado siempre que el deber es primero?” Duncan sinti? que su coraz?n se hincho de orgullo al escucharla. Dio un paso hacia adelante, estir? los brazos y la abraz? fuertemente mientras los hombres se acercaban. “Kyra, mi hija. T? eres la mejor parte de mi alma.” ?l vio que sus ojos se le llenaron de l?grimas y que asent?a, m?s fuerte y m?s poderosa y sin los sentimientos que sol?a tener. Ella le dio una peque?a patada a Theon y este le elev? en el aire. Kyra ella vol? orgullosa en su espalda m?s y m?s alto en el cielo. El coraz?n de Duncan se parti? al verla partir hacia el norte, pregunt?ndose si alguna vez la volver?a a ver mientras ella volaba hacia la negrura de Marda. CAP?TULO DIEZ Kyra se inclinaba hacia adelante aferr?ndose de las escamas de Theon mientras volaban, sosteni?ndose firmemente y sintiendo el viento en su cabello. Entraban y sal?an de las nubes y sus manos le temblaban por la humedad y el fr?o, pero Kyra lo ignoraba mientras atravesaban Escalon en su camino a Marda. Nada la detendr?a ahora. La mente de Kyra estaba llena de todo lo que acababa de pasar y a?n trataba de procesarlo. Record? a su padre y estaba feliz al pensar que estaba seguro con sus hombres a las afueras de Andros. Sinti? una gran satisfacci?n. Ya hab?a estado a punto de morir varias veces por tratar de llegar hasta ?l, y le hab?an advertido que morir?a si lo intentaba. Pero no se hab?a rendido ya que pod?a sentir en su coraz?n que ?l la necesitaba. Hab?a aprendido una valiosa lecci?n: siempre confiar en sus instintos sin importar cu?ntas personas le dijeran que no lo hiciera. Al reflexionar en ello, se dio cuenta de que esto era precisamente por lo que Alva le hab?a dicho que no fuera: era una prueba. Hab?a sido claro al decirle que morir?a si regresaba por su padre ya que ?l quer?a ver su resoluci?n y probar su valent?a. Todo el tiempo hab?a sabido que ella sobrevivir?a. Quer?a saber si ella ir?a a la batalla aun sabiendo que iba a morir. Pero al mismo tiempo, su padre la hab?a salvado; si no hubiera llegado en ese preciso momento, Theon seguir?a atrapado bajo esa piedra y ella seguramente estar?a muerta. El pensar que su padre hab?a sacrificado todo por ella le levant? el ?nimo. No pudo evitar las l?grimas en sus ojos al pensar que ?l se hab?a enfrentado a las llamas, los dragones y la muerte; todo por ella. Kyra sonri? al pensar en su hermano, Aidan, feliz de saber que tambi?n estaba sano y salvo. Pens? en sus dos hermanos muertos, y a pesar de los problemas y rivalidades que hab?an tenido, sinti? dolor. Deseaba haber podido estar ah? para protegerlos. Kyra pens? en Andros, la que una vez hab?a sido una gran capital ahora convertida en una caldera, y su coraz?n se desplom?. ?Volver?a a tener Escalon su antigua gloria? Hab?an pasado tantas cosas al mismo tiempo que Kyra apenas pod?a procesarlo. Era como si el mundo estuviera girando debajo de ella, como si la ?nica constante fuera el cambio. Kyra trat? de sacarlo todo de su mente y enfocarse en el viaje por delante: Marda. Kyra se llen? de un nuevo sentido de prop?sito mientras volaba, ansiosa por llegar y encontrar el Bast?n de la Verdad. Baj? por entre las nubes y trat? de ver terrenos familiares, tratando de ver qu? tan cerca estaba de la frontera y de Las Flamas. Al analizar el paisaje, su coraz?n decay? al ver lo que le hab?a sucedido a su pa?s: vio una tierra destrozada, llena de cicatrices y quemada por las llamas. Vio fortalezas completas destrozadas, aunque no sab?a si hab?an sido soldados Pandesianos, o troles merodeadores, o furiosos dragones. Vio una tierra tan arrasada que no se parec?a al lugar que una vez hab?a conocido y amado. Era dif?cil creerlo. El Escalon que ella conoc?a ya no exist?a. Para ella todo fue surreal y era dif?cil de imaginar que tal cambio hubiera llegado tan dr?stica y r?pidamente. La hizo pensar. ?Qu? habr?a pasado si en esa noche nevada nunca se hubiera encontrado al herido Theos? ?Habr?a sido diferente el destino de Escalon? ?O hab?a sido todo predestinado? ?Era ella la responsable de todo esto, de todo lo que miraba ah? abajo? ?O hab?a sido ella solo el medio? ?Habr?a todo esto pasado de alguna otra forma? Kyra deseaba con desesperaci?n el poder bajar y quedarse en Escalon y pelear en la guerra contra los Pandesianos, contra los troles, y ayudar a arreglar todo lo que pudiera. Pero, a pesar de un sentimiento de temor por lo que se avecinaba, se oblig? a mirar hacia adelante y mantenerse enfocada en su misi?n, en volar hacia el norte y en alg?n lugar hacia la oscuridad de Marda. Kyra se estremeci?. Sab?a que este era un viaje hacia la mism?sima esencia de la oscuridad. Para ella, Marda siempre hab?a sido un lugar de leyenda, un lugar de maldad, fuera de los l?mites, un lugar al que nadie se atrev?a a visitar. Por el contrario, era un lugar que deb?a mantenerse alejado del mundo, encerrado, un lugar que hac?a que las personas le agradecieran todos los d?as al universo por tener Las Llamas. Ahora, incre?blemente, era un lugar al que ella se dirig?a. Por un lado, esto era una locura. Pero por el otro, la madre de Kyra la hab?a enviado all?, y muy en su interior sent?a que su misi?n era importante. Sent?a que Marda era el lugar en el que deb?a estar; en donde estaba su prueba final. Ah? estaba el Bast?n de la Verdad y solo ella pod?a recuperarlo. Era una locura, pero ella ya pod?a sentir que el bast?n la invocaba y llamaba como a un viejo amigo. Aun as? Kyra, por primera vez desde que pod?a recordar, sinti? una oleada de dudas que la abrum?. ?Era lo suficientemente fuerte para esto? ?Sobrevivir?a en Marda, un lugar al que ni los hombres de su padre se atrev?an a ir? Sinti? una batalla desarrollarse dentro de su alma. Todo en su interior le dec?a que el ir a Marda era igual que ir hacia su muerte. Y ella no deseaba morir. Kyra trat? de obligarse a ser fuerte y a no desviarse de su camino. Sab?a que este era un viaje que ten?a que realizar, y sab?a que no deb?a acobardarse ahora que era necesitada. Trat? de no pensar en los horrores que le esperaban del otro lado de Las Flamas. Una naci?n de troles. Volcanes, lava, ceniza. Una naci?n de maldad y hechicer?a. Criaturas inimaginables y monstruos. Trat? de no recordar las historias que hab?a escuchado cuando era ni?a. Un lugar en el que las personas se destrozaban por diversi?n y gobernado por su l?der demon?aco, Vesuvius. Una naci?n que viv?a para ver sangre y crueldad. Bajaron por entre las nubes por un momento y Kyra pudo ver que pasaban sobre la esquina noreste de Escalon. Su coraz?n se aceler? al empezar a reconocer el paisaje: Volis. Vio las colinas de su pueblo natal, una vez hermosas, ahora una costra de lo que antes eran. Su coraz?n decay? con la imagen. En la distancia estaba la fortaleza de su padre ahora en ruinas. Era un gran mont?n de escombros en los que se ve?an cad?veres en posiciones no naturales, visibles incluso desde ah? arriba, y que miraban hacia el cielo como pregunt?ndole a Kyra por qu? hab?a permitido que les pasara esto. Kyra cerr? los ojos y trat? de alejar la imagen de su mente; pero no pudo hacerlo. Fue muy dif?cil el volar sobre este lugar que hab?a significado tanto para ella. Mir? hacia adelante, hacia Marda, y sab?a que deb?a continuar su viaje. Pero algo dentro de ella le dec?a que deb?a visitar su antiguo hogar. Tend?a que detenerse y verlo por s? misma antes de dejar Escalon en lo que podr?a ser su ?ltimo viaje. Kyra le indic? a Theon que bajara y pudo sentir que este se resist?a; como si ?l tambi?n sintiera que deb?a continuar su misi?n hacia Marda. Pero al final cedi?. Bajaron y aterrizaron en lo que antes era Volis, lo que antes hab?a sido una fortaleza llena de vida: ni?os, baile, canciones, el olor de la comida, y los orgullosos guerreros de su padre marchando de un lado a otro. Kyra sinti? que perd?a el aliento al empezar a caminar. Dej? salir un grito involuntario. No quedaba nada. Solo quedaban escombros y un silencio opresivo solamente interrumpido por la respiraci?n agitada de Theon, de sus garras ara?ando el suelo como si ?l tambi?n estuviera molesto y deseoso de irse. No pod?a culparlo; este pueblo era una tumba. La grava cruj?a bajo las botas de Kyra mientras caminaba por el lugar, con r?fagas de viento provenientes de las desoladas planicies que rodeaban la fortaleza. Volte? hacia todos lados, necesitando ver pero al mismo tiempo queriendo apartar la mirada: era como una pesadilla. Ah? estaba la calle de los comerciantes, ahora nada m?s que una pila de escombros carbonizados. Del otro lado estaba la armer?a, ahora completamente destruida y convertida en un mont?n de piedras y con la puerta principal derrumbada. Delante de ella estaba el inmenso fuerte en el que su padre hab?a tenido tantos banquetes, el que hab?a sido su hogar, pero ahora convertido en ruinas y con solo algunas murallas en pie. La puerta estaba abierta como invitando al mundo a entrar a ver lo que alguna vez hab?a sido. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697183&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.