Как часто я вижу картинку такую Воочию, или она только снится: Две девочки-гейши о чём-то толкуют, Забыв, что давно им пора расходиться. На улице тёмной все двери закрыты. Ленивое пламя в фонарике сонном… А девочки-гейши как будто забыты Двумя огоньками в пространстве бездонном. Ну что вам не спится, прекрасные гейши? Ведь даже сверчки неумолчны

El Destino De Los Dragones

El Destino De Los Dragones Morgan Rice El Anillo del Hechicero #3 EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro #3 de El Anillo del Hechicero) nos lleva m?s profundamente al viaje ?pico de Thor, para convertirse en un guerrero, en su viaje a trav?s del Mar de Fuego a la Isla de la Niebla del drag?n. Un lugar implacable, hogar de los guerreros de mayor ?lite del mundo, los poderes y habilidades de Thor se profundiza mientras entrena. Tambi?n sus amistades se hacen m?s s?lidas, ya que se enfrentan juntos a las adversidades, m?s all? de lo que pod?an imaginar. Pero al encontrarse frente a monstruos inimaginables, Los Cien pasan r?pidamente de una sesi?n de entrenamiento a un asunto de vida o muerte. No todos sobrevivir?n. En el camino, los sue?os de Thor, junto con sus misteriosos encuentros con Argon, seguir?n persigui?ndolo, para presionarlo para tratar de aprender m?s acerca de qui?n es, qui?n es su madre, y cu?l es la fuente de sus poderes. ?Cu?l es su destino? De regreso al Anillo, las cosas se est?n poniendo mucho peor. Mientras Kendrick es enviado a prisi?n, Gwendolyn se encuentra en la posici?n de tratar de salvarlo, para salvar al Anillo mediante el derrocamiento de su hermano Gareth. Ella busca pistas del asesino de su padre junto con su hermano Godfrey, y en el camino, los dos se hacen m?s unidos para lograr su causa. Pero Gwendolyn se encuentra en peligro de muerte al presionar demasiado, y puede estar descontrol?ndose. Gareth intenta blandir la Espada de la Dinast?a y aprende lo que significa ser rey, embriagarse con el abuso de poder. Morgan Rice EL  DESTINO  DE   LOS  DRAGONES (Libro #3 de El Anillo del Hechicero) Acerca de Morgan Rice Morgan Rice es la escritora del bestseller #1: DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), una saga que comprende once libros (y siguen llegando); la saga del bestseller #1: TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY), thriller pos apocal?ptico que comprende dos libros (y siguen llegando); y la saga de fantas?a ?pica, bestseller #1: EL ANILLO DEL HECHICERO, que comprende trece libros (y contando). Los libros de Morgan est?n disponibles en audio y edici?n impresa, y la traducci?n de los libros est? disponible en alem?n, franc?s, italiano, espa?ol, portugu?s, japon?s, chino, sueco, holand?s, turco, h?ngaro, checo y eslovaco (pr?ximamente en otros idiomas). A Morgan le encantar?a tener comunicaci?n con usted, as? que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirse a la lista de correo electr?nico, recibir un libro gratuito, recibir regalos gratuitos, descargar una aplicaci?n gratuita, obtener las ?ltimas noticias exclusivas, conectarse a Facebook y Twitter, y ?mantenerse en contacto! Algunas Opiniones Acerca de las Obras de Morgan Rice “EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SOURCERER’S RING) tiene todos los ingredientes para ser un ?xito inmediato: tramas, tramas secundarias, misterio, caballeros aguerridos y relaciones que florecen, llenos de corazones heridos, decepciones y traiciones. Lo mantendr? entretenido durante horas y satisfar? a las personas de cualquier edad.   Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores de fantas?a”. –-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos “Rice hace un gran trabajo para captar su atenci?n desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va m?s all? de la simple descripci?n de la ambientaci?n… Bien escrito y sumamente r?pido de leer”. –-Black Lagoon Reviews (acerca de Turned) “Es una historia ideal para lectores j?venes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante… Innovador y singular. La saga se centra alrededor de una chica… ?una chica extraordinaria!  Es f?cil de leer, pero con un ritmo sumamente r?pido…  Clasificaci?n PG (Gu?a Paternal)”. –-The Romance Reviews (acerca de Turned) “Me llam? la atenci?n desde el principio y no dej? de leerlo… Esta historia es una aventura incre?ble, de ritmo r?pido y llena de acci?n desde su inicio.   No hay un momento aburrido”. –-Paranormal Romance Guild (con respecto a Turned) “Lleno de acci?n, romance, aventura y suspenso.   Ponga sus manos en ?l y vuelva a enamorarse”. –-vampirebooksite.com (con respecto a Turned) “Tiene una trama estupenda y este libro en particular, le costar? dejar de leer en la noche.  El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querr? comprar el siguiente libro, solamente para ver qu? sigue”. –-The Dallas Examiner (referente a Loved) “Es un libro equiparable a TWILIGHT y DIARIO DE UN VAMPIRO (VAMPIRE DIARIES), y har? que quiera seguir leyendo ?hasta la ?ltima p?gina!  Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ?este libro es para usted!”. –-Vampirebooksite.com (con respecto a Turned) “Morgan Rice se demuestra a s? misma una vez m?s que es una narradora de gran talento… Esto atraer? a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados m?s j?venes, del g?nero de los vampiros y de la fantas?a.   El final de suspenso inesperado lo dejar? estupefacto”. –-Rese?as de The Romance Reviews (con respecto a Loved) "Una fantas?a animada que entreteje elementos de misterio e intriga en la historia. La Senda de los H?roes trata acerca del valor y sobre la realizaci?n de un prop?sito de vida que conduce al crecimiento, la madurez y la excelencia… Para los que buscan aventuras de ficci?n sustanciosa, los protagonistas, los mecanismos y la acci?n proporcionan un conjunto vigoroso de encuentros que se centran en la evoluci?n de Thor de ser un ni?o so?ador a un adulto joven que enfrenta a situaciones imposibles para sobrevivir… Es s?lo el comienzo de lo que promete ser una saga ?pica para adultos j?venes". – Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer) Libros de Morgan Rice EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING) LA SENDA DE LOS H?ROES (A QUEST OF HEROES) – (Libro #1) LA MARCHA DE LOS REYES (A MARCH OF KINGS) – (Libro #2) EL DESTINO DE LOS DRAGONES (A FATE OF DRAGONS) (Libro #3) EL GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) (Libro #4) UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) (Libro #5) UN DEBER DE VALOR (A CHARGE OF VALOR)  (Libro #6) UN GRITO DE ESPADAS (A RITE OF SWORDS) (Libro #7) UNA SUBVENCI?N DE ARMAS (A GRANT OF ARMS)  (Libro #8) UN CIELO DE HECHIZOS (A SKY OF SPELLS)  (Libro #9) UN MAR DE ESCUDOS (A SEA OF SHIELDS) (Libro #10) UN REINADO DE HIERRO (A REIGN OF STEEL) (Libro #11) UNA TIERRA DE FUEGO (A LAND OF FIRE) –  (Libro #12) EL DECRETO DE LAS REINAS (A RULE OF QUEENS) –  (Libro #13) LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY) ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (SLAVERSUNNERS) –  (Libro #1) ARENA DOS (ARENA TWO) – (Libro #2) DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS) TRANSFORMACI?N (TURNED) (Libro #1) AMORES (LOVED)  (Libro #2) TRAICI?N (BETRAYED) – (Libro #3) DESTINADO (DESTINED) (Libro #4) DESEO (DESIRED) (Libro #5) PROMETIDO (BETROTHED) (Libro #6) PROMESA (VOWED) (Libro #7) ENCUENTRO (FOUND) (Libro #8) RESURRECCI?N (RESURRECTED) (Libro #9) ANSIAS (CRAVED) (Libro #10) DESTINO (FATED) (Libro #11) Escuche (http://www.amazon.es/s/ref=nb_sb_noss_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&url=search-alias=aps&field-keywords=morgan%20rice&sprefix=morga,aps&rh=i:aps,k:morgan%20rice)la saga de “EL ANILLO DEL HECHICERO) THE SORCERER’S RING en formato de ?audio libro! 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Este libro electr?nico no puede ser revendido ni regalado a otras personas.   Si usted desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir una copia adicional para cada beneficiario.   Si usted est? leyendo este libro y no lo compr? o no se compr? solamente para su uso, por favor devu?lvalo y compre su propia copia.   Gracias por respetar el trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaci?n de la autora o son usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia. Imagen de la cubierta Derechos Reservados Bob Orsillo, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com. "No te interpongas entre el drag?n y su ira".     – William Shakespeare     Rey Lear CAP?TULO UNO El Rey McCloud baj? por la pendiente, corriendo por el altiplano, en el lado del Anillo de los MacGil, con cientos de sus hombres detr?s de ?l, aferr?ndose con todas las fuerzas, mientras su caballo galopaba monta?a abajo. Puso la mano hacia atr?s, levant? su l?tigo y lo dej? caer con fuerza sobre la piel del caballo: ?ste no necesitaba ser arreado, pero a ?l le gustaba azotarlo de todos modos. Disfrutaba de infligir dolor a los animales. McCloud casi salivaba mientras ve?a el paisaje delante de ?l: un id?lico pueblo de los MacGil, con sus hombres en los campos, desarmados, con sus mujeres en la casa, tendiendo la ropa en las cuerdas, apenas vestidas con el clima de verano. Las puertas de las casas estaban abiertas, las gallinas deambulaban libremente; los calderos ya estaban hirviendo con la cena. ?l pens? en el da?o que iba a hacer, el bot?n que podr?a obtener, las mujeres que arruinar?a—y su sonrisa se ampli?. Casi pod?a saborear la sangre que estaba a punto de derramar. Cabalgaron y cabalgaron; sus caballos retumbaban como un trueno, esparcidos sobre el campo, y finalmente, alguien se dio cuenta: el guardia de la aldea, una excusa pat?tica de soldado, un adolescente, sosten?a una lanza, estaba parado y se dio vuelta al escuchar que se acercaban. McCloud, observ? bien al blanco de sus ojos, vio el miedo y el p?nico en su rostro; en este puesto so?ado, este muchacho probablemente nunca hab?a visto una batalla en su vida. Estaba totalmente desprevenido. McCloud no perdi? tiempo: quer?a matar al primero, como siempre hab?a hecho en las batallas. Sus hombres lo sab?an bien, como para dej?rselo a ?l. Volvi? a dar un latigazo al caballo hasta que ?se gimi?, y gan? velocidad, yendo m?s adelante que los dem?s. Alz? la lanza de su ancestro, una cosa pesada de hierro, se inclin? hacia atr?s y la avent?. Como siempre, su objetivo era certero: el chico apenas acababa de girar cuando la lanza cay? en su espalda, atraves?ndolo y sujet?ndolo a un ?rbol, con un ruido silbante. La sangre brotaba de su espalda, y fue suficiente para hacer el d?a de McCloud. McCloud solt? un grito corto de alegr?a, mientras continuaban avanzando a trav?s de la tierra elegida de los MacGil, por los tallos del ma?z amarillos meci?ndose en el viento, hasta los muslos de su caballo y hacia la entrada de la aldea. Era un d?a demasiado hermoso, un cuadro muy hermoso, para la devastaci?n que estaban a punto de crear. Pasaron por la puerta sin protecci?n de la aldea, este lugar estaba tontamente situado en las afueras del Anillo, cerca de las tierras altas. Deber?an haberlo sabido, pens? McCloud con desd?n, mientras sacaba un hacha y cortaba la se?al de madera anunciando el lugar. Pronto podr?a ponerle otro nombre. Sus hombres entraron en el lugar, y alrededor estallaron los gritos de mujeres, ni?os, hombres mayores, o quien sea que estuviera en su casa en este lugar desolado. Hab?a probablemente cien almas desafortunadas y McCloud estaba decidido a hacer que cada uno de ellos pagara. ?l levant? su hacha sobre su cabeza mientras se centraba en una mujer en particular, corriendo de espaldas a ?l, tratando por su vida de volver a la seguridad de su hogar. No iba a suceder. El hacha de McCloud le peg? en la parte trasera de su pantorrilla, como era su intenci?n y ella cay? con un grito. ?l no hab?a querido matarla: s?lo mutilarla. Despu?s de todo, ?l la quer?a viva para el placer que tendr?a con ella despu?s. Hab?a elegido bien: una mujer con larga, salvaje y rubia cabellera y caderas estrechas, de escasos dieciocho a?os. Ella ser?a suya. Y cuando terminara con ella, tal vez la matar?a. O tal vez no; tal vez la mantendr?a como su esclava. Grit? de alegr?a cuando cabalg? cerca de ella y baj? de su caballo a medio paso, cayendo encima de ella y la tir? al suelo. Rod? con ella en la tierra, sintiendo el impacto del camino y sonri? mientras ?l disfrutaba de algo que parec?a estar vivo. Por fin, la vida ten?a significado otra vez. CAP?TULO DOS Kendrick estaba en el ojo de la tormenta, en la Sala de Armas, flanqueado por docenas de sus hermanos, todos ellos miembros de Los Plateadas y mir? con calma a Darloc, el comandante de la guardia real enviado a una misi?n desafortunada. ?En qu? hab?a estado pensando Darloc? ?Realmente pens? que ?l podr?a entrar en el Sal?n de Armas e intentar arrestar a Kendrick, el ser m?s querido de la familia real, delante de todos sus hermanos de armas? ?Crey? realmente que los dem?s se quedar?an parados y lo permitir?an? Hab?a subestimado enormemente la lealtad de Los Plateados hacia Kendrick. Aunque Darloc hubiera llegado con cargos leg?timos para su detenci?n —y ciertamente estos no lo eran— Kendrick dudaba mucho que sus hermanos permitieran que se lo llevaran. Eran leales para toda la vida y leales hasta la muerte. Ese era el credo de Los Plateados. ?l habr?a reaccionado del mismo modo, si alguno de sus hermanos era amenazado. Despu?s de todo, ellos hab?an entrenado juntos, luchado juntos, durante todas sus vidas. Kendrick pod?a sentir la tensi?n que hab?a en el espeso silencio, mientras Los Plateados sosten?an sus armas desenfundadas ante la docena de guardias reales, quienes se mov?an donde estaban, luciendo m?s inc?modos por el momento. Deben haber sabido que ser?a una masacre si alguno de ellos sacaba su espada—y sabiamente, ninguno lo hizo. Todos se quedaron ah? y esperaron la orden de su comandante, Darloc. Darloc trag? saliva, pareciendo muy nervioso. Se dio cuenta de que su causa era in?til. "Parece que no has venido con suficientes hombres", respondi? Kendrick con calma, sonriendo. "Una docena de los guardias del rey contra un centenar de Los Plateados. La tuya es una causa perdida". Darloc se sonroj?, se ve?a muy p?lido. Se aclar? la garganta. "Mi se?or, todos servimos al mismo reino. No quiero pelear con usted. Tiene raz?n: ?sta es una lucha que no podemos ganar. Si nos lo ordena, saldremos de este lugar y volveremos con el rey. "Pero sabe que Gareth s?lo enviar?a a m?s hombres a buscarlo. A otros hombres. Y ya sabe c?mo acabar? todo esto. Usted podr?a matarlos a todos—pero, ?realmente quiere la sangre de sus hermanos en sus manos? ?Quiere realmente provocar una guerra civil? Por usted, sus hombres arriesgar?an sus vidas, matar?an a quien fuera. ?Pero eso es justo para ellos?". Kendrick lo mir? y se qued? pensando. Darloc ten?a raz?n. No quer?a que ninguno de sus hombres saliera herido por culpa suya. Sent?a un irrefrenable deseo de protegerlos de cualquier derramamiento de sangre, sin importar lo que eso significara para ?l. Y por horrible que fuera su hermano Gareth, y por mal gobernante que fuera, Kendrick no quer?a una guerra civil – por lo menos, no por culpa suya. Hab?a otras maneras; la confrontaci?n directa, hab?a aprendido ?l, no siempre era la m?s efectiva. Kendrick alz? la mano y lentamente baj? la espada de su amigo Atme. Se volvi? y se puso frente a los otros Plateados. Sent?a una enorme gratitud hacia ellos por haberlo defendido. "Mis amigos Plateados", anunci?. "Me siento muy honrado por haberme defendido, y les aseguro que no es en vano. Como todos ustedes saben, no tuve nada que ver con la muerte de mi padre, nuestro antiguo rey. Y cuando encuentre a su verdadero asesino, a quien sospecho que ya he encontrado por la naturaleza de estas ?rdenes, ser? el primero en tomar venganza. Fui acusado injustamente. Dicho esto, no quiero ser el que cause una guerra civil. As? que por favor, bajen las armas. Voy a permitir que me lleven pac?ficamente, porque un miembros del Anillo nunca debe luchar contra otro. Si la justicia existe, entonces la verdad saldr? a relucir—y me devolver?n con ustedes inmediatamente". El grupo de Los Plateados lentamente, a rega?adientes, baj? sus brazos mientras Kendrick se volv?a hacia Darloc. Kendrick se adelant? y camin? con Darloc hacia la puerta, con la guardia del rey rode?ndolo. Kendrick camin? con orgullo, al centro, erguido. Darloc no intent? encadenarlo—quiz?s por respeto o por temor, o porque Darloc sab?a que era inocente. Kendrick ir?a voluntariamente a su nueva prisi?n. Pero no se rendir?a tan f?cilmente. De alguna manera limpiar?a su nombre y se liberar?a de la mazmorra—y matar?a al asesino de su padre. Aunque fuera su propio hermano. CAP?TULO TRES Gwendolyn estaba en las entra?as del castillo, su hermano Godfrey junto a ella, y mir? a Steffen mientras ?l estaba parado ah?, vacilante, doblando sus manos. Era un personaje extra?o— no s?lo porque era deforme, con la espalda torcida y encorvado, sino que tambi?n porque parec?a estar lleno de una energ?a nerviosa. Sus ojos nunca dejaron de moverse, y apret? sus manos entre s?, como si le corroyera la culpa. Se mov?a en su lugar mientras estaba parado, cambiando de un pie a otro y tarareaba para s? mismo con una voz ronca. Todos esos a?os de estar ah? abajo, pens? Gwen, todos esos a?os de aislamiento lo hab?an convertido claramente, en un personaje extra?o. Gwen esperaba que ?l se abriera, que revelara lo que le hab?a sucedido a su padre. Pero los segundos se convirtieron en minutos, y el sudor aumentaba en la frente de Steffen, mientras ?l se balanceaba cada vez m?s dram?ticamente, pero no dec?a nada.  Continuaba habiendo un espeso y pesado silencio, interrumpido por su tarareo. Gwen tambi?n estaba comenzando a sudar aqu? abajo, el fuego rugiente de los pozos estaba muy cerca en este d?a de verano. Quer?a acabar con esto, dejar ese lugar – y nunca volver ah? otra vez. Vigilaba detenidamente a Steffen, tratando de descifrar su expresi?n, de averiguar qu? pasaba por su mente. Hab?a prometido decirles algo, pero ahora ?l hab?a enmudecido. Mientras lo examinaba, parec?a que estaba dudando. Se notaba que ?l ten?a miedo; que ten?a algo que ocultar. Finalmente, Steffen aclar? su garganta. "Algo cay? por la rampa esa noche, lo reconozco", comenz? a decir, sin hacer contacto visual, buscando alg?n lugar en el piso, "pero no estoy seguro de lo que era. Era algo met?lico. Sacamos el orinal esa noche, y o? que cay? en el r?o.  Era algo diferente. Entonces”, dijo, carraspeando su garganta varias veces mientras retorc?a las manos, "ver?n, sea lo que sea, ya se fue a las mareas". "?Est?s seguro?", pregunt? Godfrey. Steffen afirm? con su cabeza vigorosamente. Gwen y Godfrey intercambiaron una mirada. "?Al menos viste lo que era?", Godfrey pregunt? presionando. Steffen neg? con la cabeza. "Pero t? mencionaste una daga. ?C?mo sab?as que era un pu?al si no lo viste?", pregunt? Gwen. Ella sab?a que ?l estaba mintiendo; pero simplemente no sab?a por qu?. Steffen aclar? su garganta. "Yo dije eso porque cre? que era una daga", respondi?. "Era peque?a y de metal. ?Qu? otra cosa podr?a ser?". "Pero ?te fijaste en el fondo de la olla?", pregunt? Godfrey. "?Despu?s de que lo tiraste? Tal vez est? a?n en la olla, en la parte inferior". Steffen neg? con su cabeza. "Revis? el fondo", dijo. "Siempre lo hago. No hab?a nada. Estaba vac?o. No importa qu? haya sido, ya se fue. Lo vi flotando". "Si era de metal, ?c?mo iba a flotar?", pregunt? Gwen. Steffen aclar? su garganta, y luego se encogi? de hombros. "El r?o es misterioso", respondi?.  "Las mareas son fuertes". Gwen intercambi? una mirada de escepticismo con Godfrey, y pod?a decir por la expresi?n de ?l, que tampoco le cre?a a Steffen. Gwen se fue impacientando cada vez m?s.  Ahora, tambi?n estaba desconcertada. Momentos antes, Steffen iba a contarles todo, como hab?a prometido. Pero parec?a como si de repente hubiese cambiado de opini?n. Gwen se acerc? m?s a ?l y frunci? el ce?o, sintiendo que este hombre ten?a algo que ocultar. Ella puso su cara m?s dura, y al hacerlo, sinti? la fuerza de su padre emanando a trav?s de ella. Estaba decidida a descubrir lo que fuera que ?l sab?a—especialmente si le ayudaba a encontrar al asesino de su padre. "Est?s mintiendo", dijo, con gran frialdad, la fuerza que sal?a de ella incluso la sorprendi?. "?Sabes cu?l es el castigo por mentir a un miembro de la familia real?". Steffen retorci? las manos y casi rebot? en su lugar, mir?ndola hacia arriba, por un momento y luego apart? la mirada r?pidamente. "Lo siento", dijo ?l. "Lo siento. Por favor, no s? nada m?s". "Antes nos preguntaste si te librar?as de la c?rcel si nos dec?as lo que sab?as", dijo ella.  "Pero no nos has dicho nada. ?Por qu? preguntaste eso si no ten?as nada que decirnos?". Steffen lami? sus labios, mirando hacia el piso. "Yo… yo… "comenz? a decir y se detuvo.  "Yo estaba preocupado… de que me meter?a en problemas por no informar que un objeto cay? del conducto.  Eso es todo. "Lo siento. No s? lo que era. Se ha ido". Gwen entrecerr? sus ojos, mir?ndolo, tratando de llegar al fondo de este extra?o personaje. "?Qu? fue exactamente lo que le sucedi? a tu amo?", pregunt? ella, no dejando que se librara de la culpa.  "Nos dijeron que desapareci?. Y que t? ten?as algo que ver con ello". Steffen neg? con su cabeza una y otra vez.  "Se fue", respondi? Steffen. “Eso es todo lo que s?. "Lo siento. No s? nada que les pueda ayudar". De repente lleg? un ruido silbante por toda la habitaci?n, y todos se volvieron para ver los residuos volando por el conducto, y cayendo con un ruido en el enorme orinal. Steffen se dio la vuelta y corri? por la habitaci?n, hacia a la olla. Se qued? parado junto a ella, observando c?mo se llenaba de los residuos de las habitaciones superiores. Gwen se volvi? y mir? a Godfrey, quien tambi?n la miraba. Ten?a una expresi?n de desconcierto. "Lo que sea que est? escondiendo", dijo ella, "no va a decirlo". "Podemos hacer que lo encarcelen", dijo Godfrey.  "Eso podr?a hacerle hablar". Gwen mene? la cabeza.  "No lo creo. No con ?ste. Obviamente est? muy asustado. Creo que tiene que ver con su maestro. Es claro que se siente mal por algo y no creo que tenga que ver con la muerte de nuestro padre. Creo que ?l sabe algo que podr?a ayudarnos—pero tengo la sensaci?n de que arrinconarlo, s?lo le har? callar". "?Qu? debemos hacer?", pregunt? Godfrey. Gwen se qued? all?, pensando. Record? a una amiga suya, cuando ella era ni?a, que una vez hab?a sido descubierta mintiendo. Record? que sus padres le hab?an presionado de todas las maneras posibles para que dijera la verdad, pero que ella no hablaba. Fue s?lo semanas despu?s, cuando todo el mundo finalmente la hab?a dejado en paz, que se hab?a ofrecido voluntariamente a revelar todo. Gwen sinti? la misma energ?a saliendo de Steffen, de que arrinconarlo lo har?a callar, que necesitaba hablar voluntariamente. "Vamos a darle tiempo", dijo.  "Vamos a buscar en otra parte. Vamos a ver qu? podemos averiguar y lo abordaremos otra vez cuando sepamos algo m?s. Creo que se abrir?. ?l no est? listo". Gwen se volvi? y lo vio, a trav?s de la habitaci?n, examinando los residuos que llenaban la olla.  Ella estaba segura de que ?l les llevar?a hacia al asesino de su padre.  Ella simplemente no sab?a c?mo. Se pregunt? qu? secretos se escond?an en las profundidades de su mente. Era un personaje muy extra?o, pens? Gwen.  Era muy raro, sin duda. CAP?TULO CUATRO Thor trat? de respirar mientras pesta?eaba para quitarse el agua que cubr?a sus ojos, su nariz, su boca, derramando todo a su alrededor.  Despu?s de deslizarse a trav?s de la embarcaci?n, hab?a logrado finalmente asirse a la barandilla de madera, y se aferr? a ella con toda su alma mientras el agua implacable trataba de hacer que se soltara. Todos los m?sculos de su cuerpo estaban temblando, y no sab?a cu?nto m?s podr?a aguantar. Alrededor de ?l, sus hermanos hac?an lo mismo, aferr?ndose con todo su ser, por lo que pudieran encontrar, mientras el agua intentaba tirarlos del barco. De alguna manera, se manten?an dentro. El ruido era ensordecedor, y era dif?cil ver m?s de unos pocos metros delante de ?l. A pesar de ser un d?a de verano, la lluvia era fr?a y el agua envi? un escalofr?o por su cuerpo que no pod?a evitar. Kolk estaba ah? parado, ce?udo, con las manos sobre sus caderas, como si fuera inmune a la lluvia y vociferando a todos a su alrededor. "?REGRESEN A SUS ASIENTOS!", grit?. "?REMEN!". El mismo Kolk tom? asiento y comenz? a remar, y en pocos momentos los chicos se deslizaron y se arrastraron a trav?s de la cubierta hacia las bancas. El coraz?n de Thor lat?a aceleradamente mientras se soltaba y luchaba para atravesar la cubierta. Krohn, dentro de su camisa, se quej?, mientras Thor se deslizaba y ca?a, aterrizando con fuerza en la cubierta. Se arrastr? el resto del camino y pronto se encontr? en su asiento. "?AM?RRENSE!", grit? Kolk. Thor mir? hacia abajo y vio las cuerdas con nudos debajo de su banca y finalmente se dio cuenta para qu? serv?an: se agach? y at? una alrededor de su mu?eca, encaden?ndose a la banca y al remo. Funcion?. Dej? de deslizarse. Y pronto fue capaz de remar. A su alrededor los chicos siguieron remando; Reece tom? asiento frente a ?l, y Thor pudo sentir que el barco se mov?a. En pocos minutos, la pared de lluvia se aliger? adelante. Rem? y rem?, su piel ardiendo por esa extra?a lluvia, todos los m?sculos de su cuerpo le dol?an, finalmente comenz? a disminuir el sonido de la lluvia, y Thor comenz? a sentir menos agua caer sobre su cabeza. En unos momentos m?s, entraron en un cielo soleado. Thor mir?, sorprendido: estaba completamente seco, brillante. Fue la cosa m?s extra?a que hab?a experimentado: la mitad del barco estaba en un lugar seco, con el sol brillando, mientras que la otra mitad estaba mojada al terminar de pasar a trav?s de la pared de lluvia. Finalmente, todo el barco estaba bajo un cielo azul claro y amarillo, con el calor del sol sobre ellos. Ahora hab?a silencio, la pared de lluvia desaparec?a r?pidamente y todos sus hermanos de armas se miraban unos a otros, aturdidos. Era como si hubieran pasado por una cortina, hacia otro reino. "?ALTO!", grit? Kolk. Todo los chicos alrededor de Thor bajaron sus remos con un gemido colectivo, jadeando, recuperando el aliento. Thor hizo lo mismo, sintiendo que cada m?sculo de su cuerpo temblaba y agradec?a tener un descanso. Se desplom?, jalando aire y trat? de relajar sus m?sculos doloridos mientras su barco se deslizaba en estas aguas nuevas. Thor finalmente se recuper? y se qued? parado mirando a su alrededor. Mir? hacia el agua y vio que hab?a cambiado de color: era de un ligero color rojo brillante. Hab?an entrado en un mar diferente. "Es el Mar de los Dragones", dijo Reece, que estaba junto a ?l, mirando tambi?n con asombro. "Dicen que es rojo por la sangre de sus v?ctimas". Thor mir? hacia abajo. Hac?a burbujas en ciertos lugares y a lo lejos, emerg?an del agua, moment?neamente, extra?as bestias y despu?s se sumerg?an. Ninguna se quedaba el tiempo suficiente para que ?l pudiera verla bien, pero no quer?a arriesgarse e inclinarse m?s cerca. Thor dio vuelta y mir? todo, desorientado. Todo aqu?, en este lado de la pared de lluvia, parec?a tan raro, tan diferente. Incluso hubo una ligera niebla roja en el aire, volando bajo sobre el agua. ?l examin? el horizonte y vio docenas de peque?as islas, dispersas, como piedras rodantes en el horizonte. Hubo una fuerte brisa y Kolk dio un paso adelante y vocifer?: “?LEVANTEN LAS VELAS!”. Thor salt? a la acci?n con todos los chicos alrededor de ?l, agarrando las cuerdas y elev?ndolas para atrapar la brisa. Las velas se elevaron y una r?faga de viento las movi?. Thor sinti? que el barco se mov?a m?s r?pido que nunca debajo de ellos y se dirigieron a las islas.  El barco se sacudi? sobre las olas enormes, ondulantes, que se levantaban de la nada, movi?ndose suavemente hacia arriba y hacia abajo. Thor logr? abrirse paso hacia la proa, se inclin? contra la borda y se asom?. Reece apareci? junto a ?l, y O’Connor lleg? del otro lado. Todos estaban uno junto al otro, y Thor observaba c?mo la cadena de islas se acercaba r?pidamente. All? permanecieron en silencio durante mucho tiempo; Thor saboreaba la brisa h?meda mientras su cuerpo se relajaba. Finalmente, Thor se dio cuenta de que se dirig?an a una isla en particular. Se hizo m?s grande, y Thor sinti? un escalofr?o al darse cuenta de que hab?an llegado a su destino. "Es la Isla de la Niebla", dijo Reece, sorprendido. Thor la examin?, maravillado. Empez? a tomar forma – era rocosa y escarpada, est?ril y se extend?a varios kil?metros en cada direcci?n, larga y estrecha, en forma de herradura. Enormes olas se estrellaban contra sus orillas, rugiendo incluso desde aqu?, creando enormes roc?os de espuma mientras se encontraban con grandes rocas. All? estaba una franja peque?ita de tierra, m?s all? de las rocas y despu?s un muro de acantilados que se disparaba hacia el cielo. Thor no ve?a c?mo su barco podr?a atracar con seguridad. Adem?s de lo extra?o de este lugar, una niebla roja permanec?a en la isla, como un roc?o, brillando en el sol. Sinti? un presagio. Thor pudo sentir algo inhumano, sobrenatural, en este lugar. "Dicen que ha sobrevivido millones de a?os", agreg? O’Connor. "Es m?s viejo que el Anillo. Mayor, incluso, que el Imperio". "Pertenece a los dragones", agreg? Elden, acerc?ndose a Reece. Mientras Thor miraba, de repente, el segundo sol se desplom? en el cielo; en momentos el d?a iba de brillante y soleado a casi el atardecer, el cielo estaba pintado de rojos y p?rpuras.  No lo pod?a creer: nunca hab?a visto el sol moverse tan r?pido. Se preguntaba qu? otra cosa era diferente en esta parte del mundo. "?Un drag?n vive en esta isla?, pregunt? Thor. Elden mene? la cabeza. "No, dicen que vive cerca. Dicen que la niebla roja se debe al aliento de un drag?n. Respira por la noche en una isla vecina, y el viento lo lleva y cubre la isla durante el d?a". Thor oy? un ruido repentino; al principio parec?a un retumbo, un trueno, largo y bastante fuerte como para sacudir el bote. Krohn, a?n en su camisa, agach? la cabeza y gimi?. Todos los dem?s se giraron y Thor se volvi? tambi?n y observ?; en alg?n lugar del horizonte pens? que pod?a ver el contorno d?bil de las llamas lamiendo la puesta del sol, despu?s desapareciendo en un humo negro, como un peque?o volc?n en erupci?n. "Es el drag?n", dijo Reece. "Ahora estamos en su territorio". Thor trag? saliva, asombrado. "Pero entonces, ?c?mo podemos estar seguros aqu??", pregunt? O' Connor. "No estar?n seguros en ning?n lugar", reson? una voz. Thor gir? para ver a Kolk all? parado, con las manos en la cadera, mirando el horizonte sobre sus hombros. "Ese es el motivo de Los Cien, vivir con el riesgo de la muerte cada d?a. Esto no es un ejercicio. El drag?n vive cerca, y no hay nada que le impida atacar. Es probable que no lo haga, porque ?l cuida celosamente su tesoro en su propia isla, y a los dragones no les gusta dejar su tesoro desprotegido. Pero escuchar?n sus rugidos y ver?n sus llamas por la noche. Y si lo hacemos enojar de alguna manera, no saben lo que podr?a suceder". Thor escuch? otro retumbo, observ? otra r?faga de fuego en el horizonte y vio c?mo se acercaban m?s y m?s a la isla, con las olas estrell?ndose contra ella. ?l mir? los empinados acantilados, una pared de roca y se pregunt? c?mo ser?a si alguna vez llegaran a la cima, a tierra plana y seca. "Pero no veo un muelle d?nde atracar un barco", dijo Thor. "Eso ser?a demasiado f?cil", dijo Kolk. "?Entonces c?mo llegaremos a la isla?", pregunt? O’Connor. Kolk sonr?o, con una sonrisa malvada. "Nadando", dijo. Por un momento, Thor se preguntaba si estaba bromeando; pero luego se dio cuenta, por la mirada en su cara que no era as?. Thor trag? saliva. "?Nadando?", Reece repiti?, incr?dulo. "?Esas aguas est?n repletas de criaturas!", dijo Elden. "Oh, eso es lo de menos", continu? diciendo Kolk. "Las mareas son traicioneras; los remolinos los jalar?n hacia abajo; las olas los estrellar?n en esas piedras escarpadas; el agua estar? caliente; y si logran ir m?s all? de las rocas, tendr?n que encontrar una forma de escalar los acantilados, para llegar a tierra firme. Si las criaturas marinas no los atrapan primero. Bienvenidos a su nuevo hogar". Thor se qued? ah? parado, con los dem?s, cerca de la borda, mirando hacia al mar de espuma debajo de ?l. El agua se arremolinaba debajo de ?l como un ser viviente, la marea se volv?a m?s fuerte a cada segundo, moviendo el barco, haciendo m?s dif?cil mantener su equilibrio. Abajo, las aguas enfurecidas, se agitaban, en un rojo brillante que parec?a contener la sangre del mismo infierno. Lo peor de todo, como Thor observ? de cerca, es que las aguas estaban agitadas cada pocos metros hacia la superficie de otro monstruo del mar, elev?ndose, chasqueando sus dientes largos, luego sumergi?ndose. Su barco repentinamente baj? el ancla, lejos de la orilla, y Thor trag? saliva. ?l mir? las rocas que enmarcaban la isla y se preguntaba c?mo le har?an para ir de aqu? para all?. El choque de las olas se hac?a m?s fuerte a cada segundo, haciendo que los dem?s tuvieran que gritar para ser escuchados. Al mirar, bajaron varios botes peque?os al agua, luego fueron guiados por los comandantes, lejos del barco, a unos 27 metros. No lograr?an llegar tan f?cilmente, tendr?an que nadar para llegar a ellos. De solo pensarlo, Thor sinti? n?useas. "?SALTEN!", grit? Kolk. Por primera vez, Thor sinti? miedo. Se pregunt? si eso lo hac?a menos miembro de la Legi?n, menos guerrero. ?l sab?a que los guerreros deber?an ser valientes en todo momento, pero tuvo que reconocer a s? mismo que ahora sent?a miedo. Odiaba el hecho de temer, y deseaba que pudiera ser de otra manera. Pero tem?a. Pero cuando Thor mir? a su alrededor y vio los rostros aterrados de los otros chicos; se sinti? mejor. A su alrededor, los chicos estaban parados cerca de la borda, congelados de miedo, mirando las aguas. Un chico en particular estaba tan asustado que temblaba. Era el chico del d?a de los escudos, el que hab?a tenido miedo, que hab?a sido obligado a dar vueltas. Kolk debe haberlo intuido, porque cruz? el barco hacia ?l. Kolk parec?a espont?neo mientras el viento echaba hacia atr?s su cabello, haciendo muecas mientras caminaba, pareciendo listo para conquistar la propia naturaleza. Se acerc? a su lado y frunci? m?s el ce?o. "?SALTA!”, grit? Kolk. "?No!" respondi? el muchacho. "?No puedo! ?No voy a hacerlo! ?Yo no s? nadar! ?Ll?veme a casa! Kolk se acerc? al muchacho, ya que empezaba a alejarse de la borda, lo agarr? por la parte trasera de su camisa y lo levant? del suelo. "?Entonces aprender?s a nadar!", Kolk gru??, y luego, ante la incredulidad de Thor, lanz? al muchacho por la borda. El muchacho sali? volando por el aire, gritando, mientras se desplomaba unos 4.5 metros hacia el mar con espuma. Aterriz? con un chapoteo, despu?s flot? hacia la superficie, agit?ndose, tratando de respirar. "?AUXILIO!", grit? ?l. "?Cu?l es la ley primera de la Legi?n?", grit? Kolk, volteando a ver a los dem?s chicos en el barco, ignorando al muchacho que estaba en el agua. Thor estaba poco consciente de la respuesta correcta, pero tambi?n estaba muy distra?do por la visi?n del muchacho, ahog?ndose por debajo, para responder. "?Para ayudar a un miembro de la Legi?n en necesidad!", Elden grit?. "?Y est? necesitado?" Kolk grit?, se?alando al muchacho. El chico levant? sus brazos, subiendo y bajando del agua y los otros chicos estaban parados en cubierta, mirando, todos estaban demasiado asustados para lanzarse al agua. En ese momento, algo raro le pas? a Thor. Al centrarse en el muchacho que se ahogaba, todo lo dem?s qued? atr?s. Thor ya no pensaba en s? mismo. El hecho de que podr?a morir nunca pas? por su mente. El mar, los monstruos, las mareas… todo se desvanec?a. En lo ?nico que pod?a pensar era en rescatar a alguien. Thor se acerc? a la amplia borda, dobl? sus rodillas y sin pensarlo, salt? alto en el aire, de cara hacia el rojo burbujeante de las aguas que estaban abajo. CAP?TULO CINCO Gareth se sent? en el trono de su padre en el Gran Sal?n, frot?ndose las manos a lo largo de sus brazos suaves, de madera y mirando la escena ante ?l: miles de s?bditos estaban atiborrados en la sala, la gente se reun?a desde todos los rincones de El Anillo para ver este evento una vez en la vida, para ver si ?l podr?a esgrimir la Espada de la Dinast?a. A ver si ?l era El Elegido. Desde que su padre era joven, la gente no hab?a tenido la oportunidad de presenciar que se blandiera – y nadie parec?a querer perd?rselo. La emoci?n estaba en el aire, como una nube. Gareth estaba entumecido, ante la expectativa. Mientras ve?a que la sala continuaba llen?ndose, m?s y m?s personas estaban adentro, atiborradas, comenz? a preguntarse si los asesores de su padre hab?an tenido raz?n, si en efecto, hab?a sido una mala idea blandirla en el Gran Sal?n y permitir la entrada al p?blico. Le hab?an instado a intentarlo en la peque?a y privada C?mara de la Espada; le hab?an dicho que si fracasaba, pocas personas lo presenciar?an. Pero Gareth no confiaba en la gente de su padre; sent?a m?s confianza en s? mismo que en la vieja guardia de su padre, y quer?a que todo el reino presenciara su logro, para que fueran testigos de que ?l era El Elegido, en cuanto ocurriera. ?l hab?a querido que el momento quedara grabado en el tiempo. El momento en que su destino hab?a llegado. Gareth hab?a entrado en la habitaci?n, con estilo, se pavoneaba acompa?ado por sus asesores, llevaba su corona y su manto, empu?ando su cetro—?l quer?a que todos supieran que ?l, no su padre, era el verdadero rey, el verdadero MacGil. Como esperaba, no le hab?a tomado mucho tiempo sentir que este era su castillo, que estos eran sus s?bditos. Quer?a que su pueblo lo sintiera ahora, que esta demostraci?n de poder fuera vista por todos. Despu?s de hoy, todos sabr?an con certeza que era el ?nico y verdadero rey. Pero ahora que Gareth estaba ah? sentado, solo, en el trono, mirando a las clavijas de hierro vac?as, al centro de la habitaci?n en la que se colocar?a la espada, iluminado por un rayo de luz del sol que proven?a del techo, no estaba tan seguro. La gravedad de lo que estaba a punto de hacer le pes?; ser?a un paso irreversible, y no hab?a marcha atr?s. ?Qu? pasar?a si, en efecto, fracasaba? Intent? borrarlo de su mente. La enorme puerta se abri? con un crujido en el otro extremo de la habitaci?n, y con un silencio de emoci?n, todos en la sala callaron, ante la expectativa. Entraron marchando una docena de las manos m?s fuertes de la corte, sosteniendo la espada entre ellos, todos haciendo un esfuerzo con su peso. Seis hombres estaban parados a cada lado, marchando lentamente, dando un paso a la vez, llevando la espada hacia su lugar de reposo. El coraz?n de Gareth se aceler? al verla acercarse. Por un breve momento, vacil? su confianza—si estos doce hombres, m?s grandes que cualquiera que hubiera visto, apenas pod?an sostenerla, ?qu? oportunidad hab?a para ?l? Pero trat? de borrar esos pensamientos de su mente—despu?s de todo, la espada se trataba del destino, no de fuerza. Y se oblig? a recordar que era su destino estar aqu?, ser el primog?nito de los MacGil, que ser?a rey. Busc? a Argon entre la multitud; por alguna raz?n tuvo un repentino e intenso deseo de buscar su consejo. Este era el momento en que m?s lo necesitaba. Por alguna raz?n, no pod?a pensar en nadie m?s. Pero por supuesto, ?l no se encontraba. Finalmente, la docena de hombres lleg? al centro de la sala, llevando la espada hacia la luz del sol, y la colocaron en las puntas de hierro. Cay? con un ruido met?lico reverberante, el sonido viajaba en ondas por toda la habitaci?n. El cuarto qued? totalmente en silencio. La gente instintivamente se separ?, abriendo paso para que Gareth caminara e intentara izarla. Gareth lentamente se levant? de su trono, saboreando el momento, saboreando toda la atenci?n. Pod?a sentir todos los ojos sobre ?l. Sab?a que este momento nunca se repetir?a, cuando el reino entero lo observara completamente, intensamente, analizando cada movimiento que hac?a. Hab?a vivido este momento tantas veces en su mente desde que ?l era ni?o, y ahora hab?a llegado. Quer?a ir despacio. Baj? los escalones del trono, uno a uno, saboreando cada paso. Caminaba por la alfombra roja, sintiendo la suavidad debajo de sus pies, acerc?ndose m?s y m?s hacia el remiendo de luz del sol, hacia la espada. Mientras caminaba, era como entrar en un sue?o. Se sent?a fuera de s? mismo. Una parte de ?l sent?a como si hubiera caminado por esta alfombra muchas veces antes, habiendo izado la espada un mill?n de veces en sus sue?os. Lo hac?a sentir que estaba destinado a levantarla, que caminaba hacia su destino. Vio c?mo suceder?a en su mente: caminar?a con audacia, y estirar?a una sola mano y mientras sus s?bditos se inclinaban, ?l repentina y dram?ticamente la levantar?a sobre su cabeza. Todos jadear?an y se arrodillar?an bajando la cabeza y lo declarar?an El Elegido, el rey m?s importante de los MacGil que alguna vez hab?a gobernado, el que gobernar?a para siempre. Todos llorar?an de gusto al verlo. Se encoger?an de miedo ante ?l. Agradecer?an a Dios haber vivido en esta vida para presenciarlo. Lo adorar?an como a un dios. Gareth se acerc? a la espada, a pocos cent?metros y sinti? que temblaba por dentro. Al entrar hacia la luz del sol, aunque hab?a visto la espada muchas veces antes, se sinti? sorprendido por su belleza. A ?l nunca se le hab?a permitido acercarse tanto, y lo sorprendi?. Fue intenso. Con una cuchilla larga brillante, hecha de un material que nadie hab?a descifrado, ten?a la empu?adura m?s adornada que alguna vez hab?a visto, envuelta en un pa?o fino, de seda, con incrustaciones de joyas de todo tipo y blasonada con el escudo del halc?n. Cuando dio un paso m?s, pasando sobre ella, sinti? la poderosa energ?a que ?sta irradiaba. Parec?a palpitar. Apenas pod?a respirar. En un momento estar?a en la palma de su mano. Muy por encima de su cabeza. Brillando en la luz del sol para que todo el mundo lo viera. ?l, Gareth, El Grandioso. Gareth extendi? la mano derecha y la coloc? en la empu?adura, cerrando lentamente sus dedos alrededor de ella, sintiendo cada joya, cada contorno al asirla, electrificado. Una intensa energ?a irradiaba a trav?s de la palma de su mano, su brazo, a trav?s de su cuerpo. Fue muy distinto a todo lo que hab?a sentido en su vida. ?ste era su momento. Su momento para toda la vida. Gareth no se arriesgar?a: estir? el brazo y tambi?n puso la otra mano en la empu?adura. Cerr? sus ojos, respiraba con dificultad. Si agrada a los dioses, por favor, perm?tanme levantar esto. Denme una se?al. Mu?strenme que soy el rey. Mu?strenme que estoy destinado a gobernar. Gareth or? en silencio, esperando una respuesta, una se?al, de cu?ndo era el momento perfecto. Pero pasaron los segundos, un total de diez segundos, todo el reino observaba y no escuch? nada. Entonces, de repente, vio el rostro de su padre, frunciendo el ce?o hacia ?l. Gareth abri? los ojos lleno de terror, queriendo borrar la imagen de su mente. Su coraz?n lat?a aceleradamente, y sinti? que era un terrible presagio. Era ahora o nunca. Gareth se inclin?, y con todas sus fuerzas, intent? levantar la espada. Luch? con todo lo que ten?a, hasta que su cuerpo entero se estremeci?, convulsionado. La espada no se movi?. Era como intentar mover los cimientos de la tierra. Gareth lo intent? con m?s y m?s fuerza. Finalmente, estaba gimiendo y gritando visiblemente. Momentos m?s tarde, se desplom?. La hoja no se hab?a movido un cent?metro. Un jadeo de sorpresa se extendi? por toda la sala, mientras ?l ca?a al suelo. Varios asesores corrieron en su ayuda, comprobando si estaba bien, y violentamente los empuj?. Avergonzado, se detuvo tratando de levantarse por s? mismo. Humillado, Gareth mir? alrededor hacia sus s?bditos, a ver c?mo lo ver?an ahora. Ya se hab?an dado la vuelta, se estaban yendo de la habitaci?n. Gareth pod?a ver la decepci?n en sus rostros, pod?a ver que ?l era s?lo otro fallido espect?culo ante sus ojos. Ahora todos sab?an, todos y cada uno de ellos, que no era su verdadero rey. No era el MacGil destinado y escogido. No era nada. Un pr?ncipe que hab?a usurpado el trono. Gareth sinti? que ard?a de verg?enza. Nunca se hab?a sentido m?s solo que en ese momento. Todo lo que hab?a imaginado, desde que era ni?o, hab?a sido una mentira. Un delirio. ?l hab?a cre?do en su propia f?bula. Y ?sta lo hab?a aplastado. CAP?TULO SEIS Gareth caminaba en su habitaci?n, con su mente aturdida, sorprendi? por su incapacidad para izar la espada, tratando de procesar las consecuencias. Se sent?a entumecido. No pod?a creer c?mo hab?a sido tan tonto para intentar levantar la espada, la Espada de la Dinast?a, que ning?n MacGil hab?a podido izar durante siete generaciones. ?Por qu? pens? que pod?a ser mejor que sus antepasados? ?Por qu? hab?a supuesto que ?l ser?a diferente? ?l debi? haberlo sabido. Debi? ser cauteloso, nunca deber?a haberse sobreestimado. Deber?a haber estado contento con simplemente tener el trono de su padre. ?Por qu? tuvo que presionar? Ahora todos sus s?bditos sab?an que no era El Elegido; ahora su gubernatura podr?a verse estropeada por esto; ahora tendr?an m?s motivos para sospechar que ?l era el causante de la muerte de su padre. Vio que todo el mundo lo miraba diferente, como si fuera un fantasma andando, como si ya se estuvieran preparando para el siguiente rey. Peor que eso, por primera vez en su vida, Gareth se sent?a inseguro de s? mismo. Toda su vida, hab?a visto claramente su destino. Estaba seguro de que ?l estaba destinado a tomar el lugar de su padre para gobernar y para empu?ar la espada. Su confianza hab?a sido sacudida hasta la m?dula. Ahora no estaba seguro de nada. Lo peor de todo, no pod?a evitar ver esa imagen del rostro de su padre, justo antes de que ?l la levantara. ?Esa hab?a sido su venganza? "Bravo", dijo una voz lenta y sarc?stica. Gareth se dio la vuelta, sorprendido de que alguien estuviera con ?l en esa habitaci?n. Reconoci? la voz al instante; era una voz con la que estaba muy familiarizado desde hac?a a?os, y a quien hab?a llegado a despreciar. Era la voz de su esposa. Helena. All? estaba ella, en un rinc?n de la habitaci?n, observ?ndolo mientras ella fumaba su pipa de opio. Inhalaba profundamente, sosten?a, y lentamente exhalaba. Sus ojos estaban inyectados de sangre, y ?l pudo ver que hab?a estado fumando demasiado tiempo. "?Qu? haces aqu??" pregunt? ?l. "Esta es mi habitaci?n nupcial despu?s de todo", respondi? ella. "Puedo hacer lo que quiera aqu?. Yo soy tu esposa y tu reina. No lo olvides. Yo gobierno este reino tanto como t?. Y despu?s de tu debacle de hoy, yo usar?a el t?rmino gobernar, libremente, sin duda”. La cara de Gareth se sonroj?. Helena hab?a tenido siempre una forma de darle un golpe bajo, y en el momento m?s inoportuno. ?l la detestaba m?s que a cualquier mujer en su vida. Dif?cilmente podr?a concebir que ?l hubiera accedido a casarse con ella. "?Eso crees?", espet? Gareth, girando y dirigi?ndose hacia ella, echando humo. "Olvidas que soy el rey, desgraciada, y que podr?a encarcelarte, como a cualquiera en mi reino, seas mi esposa o no". Se ri? de ?l, con un resoplido burl?n. "?Y luego qu??", espet? ella. "?Tus nuevos s?bditos saben acerca de tu sexualidad? No, lo dudo mucho. No en el mundo intrigante de Gareth. No en la mente del hombre que se preocupa m?s que nadie de c?mo la gente lo percibe". Gareth se detuvo delante de ella, al darse cuenta de que ten?a una forma de ver a trav?s de ?l, que le molestaba hasta decir basta. ?l entendi? su amenaza y se dio cuenta de que discutir con ella no servir?a de nada. As? que se qued? ah?, en silencio, esperando, con sus pu?os apretados. "?Qu? es lo que quieres?" dijo lentamente, tratando de controlarse a s? mismo para no hacer algo precipitado. "No habr?as venido, a menos que quisieras algo". Ella ri?, con una risa burlona. "Voy a tomar lo que se me antoje. No he venido a pedirte nada. M?s bien vine a decirte una cosa: todo tu reino ha sido testigo de tu inhabilidad para levantar la espada. ?D?nde quedamos con eso?". "?Quedamos?" pregunt? ?l, intrigado de hacia d?nde se dirig?a ella con eso. "La gente sabe ahora lo que yo siempre he sabido: que eres un fracasado. Que no eres El Elegido. Felicitaciones. Al menos ahora es oficial". ?l frunci? el ce?o nuevamente. "Mi padre no pudo blandir la espada. Eso no le impidi? gobernar efectivamente como rey". "Pero afect? su reinado", espet? ella. "Cada momento de ?l". "Si" eres tan infeliz con mis inhabilidades”, dijo Gareth furioso, "?por qu? no te vas de este lugar? ?D?jame! Deja nuestra parodia de matrimonio. Ahora yo soy el rey. Ya no te necesito". "Me alegro de que plantearas ese punto", dijo ella, "porque esa es precisamente la raz?n por la que vine.  Quiero terminar nuestro matrimonio oficialmente. Quiero el divorcio. Hay un hombre al que amo. Un hombre de verdad. De hecho, es uno de sus caballeros. Es un guerrero. Estamos enamorados, es un amor verdadero. Diferente a cualquier amor que haya tenido. Div?rciate de m?, para que pueda dejar de mantener esto en secreto. Quiero que nuestro amor sea p?blico. Quiero casarme con ?l”. Gareth la mir? fijamente, sorprendido, sinti?ndose hueco, como si una daga hubiera sido sumida en su pecho. ?Por qu? Helena ten?a que salir a la superficie? ?Por qu? ahora, de todos los tiempos? Era demasiado para ?l. Sent?a como si el mundo entero le diera de patadas mientras estaba en el suelo. A pesar de s? mismo, Gareth se sorprendi? al darse cuenta de que sent?a algo por Helena, porque cuando ?l oy? las palabras exactas de ella, pidi?ndole el divorcio, algo lo movi? por dentro. Le molest?. A pesar de s? mismo, le hizo darse cuenta de que no quer?a divorciarse de ella. Si ?l lo dijera, era una cosa; pero viniendo de ella, era distinto. No quer?a que ella se saliera con la suya, y no tan f?cilmente. Sobre todo, se preguntaba c?mo un divorcio influir?a en su reinado. Un rey divorciado levantar?a demasiadas preguntas. Y a pesar de s? mismo, se hallaba celoso de ese caballero. Y resentido de que ella le embarrara en la cara su falta de hombr?a. Quer?a vengarse. De los dos. "No puedes tenerlo", dijo ?l. "Est?s atada a m?. Ser?s mi esposa para siempre. Nunca te dejar? libre. Y si alguna vez me encuentro con ese caballero con el que me est?s enga?ando, voy a hacer que lo torturen y ejecuten”. Helena lo vio con cara amenazante. "?Yo no soy tu esposa! T? no eres mi esposo. T? no eres un hombre. La nuestra es una uni?n imp?a. As? ha sido desde el primer d?a. Era una sociedad arreglada por el poder. Todo esto me da asco – siempre ha sido as?. Y ha arruinado mi ?nica oportunidad de realmente estar casada". Respiraba, aumentando su furia. "Me dar?s el divorcio, o voy a revelar a todo el reino el tipo de hombre que eres. T? decides". Con eso Helena le dio la espalda, atraves? la habitaci?n y sali? por puerta abierta, sin molestarse en cerrarla detr?s de ella. Gareth estaba solo en la c?mara de piedra, escuchando el eco de sus pasos y sintiendo un escalofr?o en cuerpo que no pod?a quitarse. ?Hab?a algo estable a lo que se pod?a sostener? Mientras Gareth estaba ah? parado, temblando, viendo la puerta abierta, se sorprendi? al ver a alguien entrar por ella. Apenas hab?a tenido tiempo para registrar su conversaci?n con Helena, para procesar todas sus amenazas, cuando lleg? un rostro familiar. Firth. El rebote habitual de su caminar hab?a desaparecido cuando entr? en el cuarto con vacilaci?n, con una mirada de culpa en su rostro. "?Gareth?" pregunt? pareciendo inseguro. Firth lo mir?, con los ojos bien abiertos, y Gareth pudo ver lo mal que sent?a. Deber?a sentirse mal, pens? Gareth.  Despu?s de todo, era Firth quien le hizo empu?ar la espada, quien finalmente lo convenci?, quien le hab?a hecho pensar que val?a m?s de lo que era. Sin el susurro de Firth, ?qui?n lo sab?a? Tal vez Gareth ni siquiera habr?a intentado empu?arla. Gareth se volvi? hacia ?l, echando humo. En Firth finalmente encontr? un objeto al cual dirigir toda su ira. Despu?s de todo, Firth hab?a sido quien mat? a su padre. Era Firth, ese est?pido mozo de cuadra, quien le meti? en este l?o para empezar. Ahora era s?lo otro fallido sucesor al linaje MacGil. "Te odio", dijo Gareth furioso. "?Qu? hay de tus promesas ahora? ?Qu? hay de la seguridad que ten?a que yo podr?a blandir la espada?". Firth trag? saliva, pareciendo muy nervioso. Se qued? sin habla. Obviamente, no ten?a nada que decir. "Lo siento, mi se?or", dijo ?l. "Me equivoqu?". "Te equivocaste sobre un mont?n de cosas", Gareth espet?. Sin duda, mientras Gareth m?s pensaba en ello, m?s se daba cuenta de lo mal que hab?a estado Firth. De hecho, si no fuera por Firth, su padre a?n estar?a vivo hoy—y Gareth no estar?a en ninguno de estos desastres. El peso de la realeza no estar?a en su cabeza, todas estas cosas no ir?an mal. Gareth anhelaba los d?as sencillos, cuando no era rey, cuando su padre estaba vivo. Sinti? un repentino deseo de regresar a esos d?as, a la manera como eran las cosas antes. Pero no pod?a. Y Firth ten?a la culpa de todo esto. "?Qu? haces aqu??", presion? Gareth. Firth aclar? su garganta, evidentemente nervioso. "He o?do… rumores… susurros de los sirvientes que hablan. Dicen que tu hermano y tu hermana est?n haciendo preguntas. Los han visto en donde trabajan los sirvientes. Examinando el conducto de residuos buscando el arma homicida. La daga que utilic? para matar a tu padre". Gareth sinti? un escalofr?o al escuchar sus palabras. Estaba paralizado de asombro y de temor. ?Podr?a empeorar el d?a? Aclar? su garganta. "?Y qu? encontraron?", pregunt? ?l, sintiendo su garganta seca, las palabras apenas escapaban. Steffen mene? la cabeza. "No s?, mi se?or. Todo lo que s? es que sospechan algo". Gareth sent?a un odio renovado hacia Firth, que no sab?a que era capaz de sentir. Si no fuera por su torpeza, si hubiera desechado el arma correctamente, no estar?a en esta posici?n. Firth le hab?a dejado vulnerable. "S?lo voy a decirlo una vez", dijo Gareth, acerc?ndose a Firth, con la mirada m?s firme que pudo tener. "No quiero verte nunca m?s. ?Me entiendes? Al?jate de mi presencia y nunca regreses. Te voy a relegar a una posici?n muy lejos de aqu?. Y si alguna vez vuelves a poner un pie en los muros de este castillo, te aseguro que har? que te arresten. "?AHORA, VETE!", grit? Gareth. Firth, con los ojos llenos de l?grimas, se dio vuelta y sali? corriendo de la habitaci?n; sus pasos resonaban mucho despu?s de haberse alejado del pasillo. Gareth regres? a pensar en la espada, en su intento fallido. No podr?a evitar sentir que hab?a puesto en marcha una gran calamidad para s? mismo. Sent?a como si se hubiera lanzado desde un acantilado, y que de ahora en adelante, s?lo enfrentar?a su descenso. Se qued? all?, arraigado al suelo, en el silencio reverberante, en la habitaci?n de su padre, temblando, preguntando qu? hab?a puesto en marcha. Nunca se hab?a sentido tan solo, tan inseguro de s? mismo. ?Esto era lo que significaba ser rey? * Gareth corri? por la escalera espiral de piedra, piso tras piso, apresur?ndose hacia los parapetos superiores del castillo. Necesitaba aire fresco. Necesitaba tiempo y espacio para pensar. Necesitaba un sitio con vista privilegiada de su reino, una oportunidad para ver su corte, a su pueblo y para recordar que todo esto era suyo. Que, a pesar de todos los eventos del d?a que parec?an una pesadilla, ?l, despu?s de todo, todav?a era el rey. Gareth hab?a despedido a sus asistentes y corri? solo, piso tras piso, respirando con dificultad. Se detuvo en uno de los pisos, inclinado para recuperar el aliento. Las l?grimas ca?an por sus mejillas. Ve?a la cara de su padre, rega??ndolo a cada paso. "?Te odio!", grit? al vac?o. Podr?a haber jurado que escuch? una risa burlona. La risa de su padre. Gareth necesitaba alejarse de ah?. Se volvi? y sigui? corriendo, corriendo, hasta que finalmente lleg? a la cima. Sali? intempestivamente por la puerta, y el aire fresco le golpe? en la cara. Respir? profundo, recuperando su aliento, deleit?ndose con el sol, en la brisa c?lida. Se quit? su manto, el manto de su padre y lo lanz? hacia el suelo. Hab?a demasiado calor, y no quer?a usarlo ya. ?l corri? hasta el borde del parapeto, poniendo las manos sobre la pared de piedra, jadeando, mirando hacia abajo de su corte. Pod?a ver a la multitud interminable, saliendo del castillo. Sal?an de la ceremonia. Su ceremonia. Casi pod?a sentir su decepci?n desde ah?. Se ve?an tan peque?os. Se maravill? que todos estuvieran bajo su control. Pero ?por cu?nto tiempo? “Los reinados son algo graciosos”, dijo la voz de un anciano. Gareth gir? y vio parado, para su sorpresa, a Argon, a unos metros de ?l, usando un manto blanco y una capucha y sosteniendo su vara. Lo mir? con una sonrisa en la comisura de sus labios—sin embargo, sus ojos no sonre?an. Brillaban, lo miraba con firmeza, y pusieron de nervios a Gareth. Vieron demasiado. Hab?a tantas cosas que Gareth hab?a querido decirle a Argon, qu? preguntarle. Pero ahora que ya hab?a fallado en blandir la espada, no pod?a recordar una sola. “?Por qu? no me dijiste?”, le dijo Gareth, con desesperaci?n en su voz. "Debiste haberme dicho que no iba a blandirla. Podr?as haberme ahorrado la verg?enza". "?Y por qu? habr?a de hacerlo?", pregunt? Argon. Gareth frunci? el ce?o "No eres un verdadero consejero del rey", dijo ?l. "Habr?as aconsejado a mi padre con la verdad. Pero no a m?". "Quiz?s ?l merec?a un consejo honesto", respondi? Argon. La furia de Gareth se hizo mayor. Odiaba a este hombre. Y lo culp?. "No te quiero a mi alrededor", dijo Gareth. "No s? por qu? mi padre te contrat?, pero no te quiero que en la corte del rey". Argon ri?, con un sonido hueco, que daba miedo. "Tu padre no me contrat?, tonto", dijo ?l. "Ni el padre ?l. Yo ten?a que estar aqu?. De hecho, podr?a decirse que yo los contrat? a ellos". Argon de repente dio un paso hacia adelante y parec?a como si ?l estuviera mirando el alma de Gareth. "?Se puede decir lo mismo de ti?", pregunt? Argon. “?Ten?as que estar aqu??” Sus palabras tocaron una fibra sensible en Gareth, y sinti? un escalofr?o. Era lo mismo que Gareth se hab?a estado preguntando a s? mismo. Gareth se preguntaba si era una amenaza. "El que reina por sangre gobernar? por sangre", proclam? Argon, y con esas palabras, r?pidamente le dio la espalda y comenz? a alejarse. "?Espera!", grit? Gareth, ya no queriendo que se fuera, pues necesitaba respuestas. "?Qu? quisiste decir con eso?". Gareth no pudo evitar sentir que Argon le estaba dando un mensaje; que no gobernar?a por mucho tiempo. Necesitaba saber si eso era lo que ?l hab?a querido decir. Gareth corri? tras ?l, pero al acercarse, ante sus ojos, Argon desapareci?. Gareth se dio la vuelta, mir? a su alrededor, pero no vio nada. S?lo escuch? una risa hueca, en alg?n lugar en el aire. "?Argon!", grit? Gareth. Se volvi? de nuevo, entonces mir? al cielo, hinc?ndose en una rodilla y echando atr?s la cabeza. ?l grit?: "?ARGON!". CAP?TULO SIETE Erec marchaba junto con el Duque, Brandt y docenas de personas del s?quito del Duque, a trav?s de las callejuelas de Savaria, crec?a la multitud a medida que caminaban hacia la casa de la sirvienta. Erec hab?a insistido en conocerla sin demora, y el Duque quer?a llevarlo personalmente. Y a donde el duque iba, iban todos. Erec mir? a su alrededor al enorme y creciente s?quito y se sinti? avergonzado, al darse cuenta de que llegar?a a la morada de esa chica con docenas de personas. Desde que la hab?a visto por primera vez, Erec no hab?a podido pensar en otra cosa. ?Qui?n era esa chica?, se preguntaba. Parec?a tan noble, ?pero trabajaba como funcionario en la corte del duque? ?Por qu? ella huy? de ?l tan apresuradamente? ?Por qu?, en todos sus a?os, con todas las mujeres reales que hab?a conocido, era la ?nica que hab?a conquistado su coraz?n? Estar cerca de la realeza toda su vida, siendo hijo de un rey, Erec pudo detectar la realeza en un instante – y sinti? desde el momento en que le vio, que era de una posici?n mucho m?s alta que la que estaba ocupando. Estaba ardiendo de curiosidad por saber qui?n era, de d?nde era, qu? estaba haciendo ah?. Necesitaba otra oportunidad para poner sus ojos en ella, para ver si ?l lo hab?a estado imaginando o si todav?a sent?a lo mismo que antes. "Mis siervos dicen que vive en las afueras de la ciudad", explic? el Duque, hablando mientras caminaban. Cuando entraron, la gente por todos lados de las calles abr?a sus persianas y miraban hacia abajo, sorprendidos por la presencia del duque y su s?quito, en las calles. "Al parecer, ella fue criada por un tabernero. Nadie sabe su origen, de d?nde vino. Lo ?nico que sab?an era que lleg? un d?a a nuestra ciudad y se convirti? en una esclava de ese tabernero. Su pasado, al parecer, es un misterio". Todos dieron vuelta en otra calle; el adoqu?n debajo de ellos se torc?a m?s cada vez; las peque?as viviendas estaban m?s cerca una de la otra y m?s destartaladas, conforme iban pasando. El duque aclar? su garganta. "La llev? como criada a mi corte en ocasiones especiales. Ella es callada, reservada. No se sabe mucho sobre ella. Erec", dijo el Duque, volteando finalmente hacia ?l, poniendo una mano en su mu?eca, "?est?s seguro de esto? Esta mujer, quienquiera que sea, es una plebeya. Podr?as elegir a cualquier mujer del reino". Erec lo mir? con igual intensidad. "Debo ver a esta chica otra vez. No me importa qui?n sea". El duque mene? su cabeza en desaprobaci?n, y todos continuaron caminando, dando vuelta calle tras calle, pasando por callejuelas serpenteantes y estrechas. Al ir pasando, el barrio de Savaria llegaba a ser incluso m?s s?rdido; las calles estaban llenas de borrachos, repletas de suciedad, gallinas y perros salvajes. Pasaron taberna tras taberna; los gritos de los clientes se escuchaban en las calles. Varios borrachos tropezaron ante ellos, y mientras la noche comenzaba a caer, las calles comenzaron a ser iluminadas por antorchas. “?Abran paso al Duque!”, grit? su asistente principal, corriendo hacia adelante y empujando a los borrachos fuera del camino. Calles arriba y abajo, los tipos desagradables se separaban y observaban, asombrados, mientras pasaba el Duque, y Erec junto a ?l. Finalmente, llegaron a un peque?o y humilde hostal, construido de estuco, con un techo de tejas, de dos aguas. Parec?a como si hubiera unos cincuenta clientes en su taberna inferior, con unas habitaciones arriba para los hu?spedes. La puerta estaba torcida, una ventana estaba rota y su l?mpara de entrada colgaba torcida, con su antorcha parpadeante, la vela demasiado baja. Se escuchaban afuera de las ventanas los gritos de los borrachos, mientras se deten?an ante la puerta. ?C?mo pod?a trabajar una chica tan bonita en un lugar como ?ste? Erec se preguntaba, horrorizado, cuando escuch? los gritos y abucheos dentro. Se le rompi? el coraz?n al pensar en ello, mientras imaginaba la indignidad que ella deb?a estar sufriendo en ese lugar. No es justo, pens?. Estaba decidido a rescatarla de ?l. "?Por qu? vienes al peor lugar posible para elegir a una novia?", pregunt? el Duque, dirigi?ndose a Erec. Brandt tambi?n volte? a verlo. "Es tu ?ltima oportunidad, amigo m?o", dijo Brandt. “Hay un castillo lleno de mujeres reales esperando a que regreses ah?”. Pero Erec mene? la cabeza, decidido. "Abran la puerta", orden?. Uno de los hombres del duque se abalanz? y la abri?. El olor a cerveza rancia sali? en ondas, haci?ndolo retroceder, Adentro, los borrachos estaban encorvados el bar, sentados en mesas de madera, gritando demasiado fuerte, riendo, abucheando y empuj?ndose unos a otros. Eran tipos ordinarios, como pudo ver Erec, con vientres demasiado grandes, las mejillas sin afeitar, con la ropa sucia. Ninguno era guerrero. Erec se acerc? varios pasos, busc?ndola en ese lugar. No pod?a imaginar que una mujer como ella pudiera trabajar en un sitio as?. Se pregunt? si tal vez hab?a ido al lugar equivocado. "Disculpe, se?or, estoy buscando a una mujer", dijo Erec al hombre de pie junto a ?l: alto y robusto, con una gran barriga, sin afeitar. "?En verdad?", grit? el hombre, burl?ndose. "Bueno, ?viniste al lugar equivocado! Esto no es un burdel. Aunque hay uno al otro lado de la calle—y dicen que las mujeres son lindas y regordetas!". El hombre empez? a re?r, muy fuerte, en la cara de Erec, y varios de sus compa?eros hicieron lo mismo. "No busco un burdel", respondi? Erec, sin re?r, "sino a una sola mujer, que trabaja aqu?”. "Debe referirse entonces a la sirvienta del tabernero", grit? alguien, otro hombre robusto y borracho. "Probablemente est? atr?s, fregando los pisos. L?stima – ?ojal? estuviera aqu?, en mi regazo!". Todos los hombres gritaban y re?an, abrumados por sus propios chistes y Erec enrojeci? de solo imaginarlo. Se sinti? avergonzado por ella. Tener que servir a todos esos tipos—era demasiado indignante para verlo. “?Y t? qui?n eres?”, dijo otra voz. Un hombre se acerc?, m?s robusto que los dem?s, con barba y ojos oscuros, con el ce?o fruncido, la mand?bula ancha, acompa?ado de varios hombres s?rdidos. Ten?a m?s m?sculo que grasa, y se acerc? a Erec amenazadoramente, visiblemente territorial. "?Est?s intentando robar a mi sirvienta?", pregunt?. "?Entonces vete!". ?l se acerc? y sujet? a Erec. Pero Erec, endurecido por a?os de entrenamiento, siendo el caballero m?s grande del reino, ten?a mejores reflejos de lo que este hombre imaginaba. En el momento en que puso sus manos sobre Erec, entr? en acci?n, agarrando su mu?eca e inmoviliz?ndola, girando al hombre con la velocidad del rayo, sujet?ndolo por la parte trasera de su camisa y empuj?ndolo en la habitaci?n. El hombre robusto sali? volando como bala de ca??n y sac? a otros tantos con ?l, estrell?ndose todos en el piso del peque?o lugar, como bolos de boliche. Todos guardaron silencio, y se detuvieron para observar. "?LUCHEN! ?LUCHEN!", corearon los hombres. El tabernero, aturdido, tropez? y arremeti? contra Erec con un grito. Esta vez Erec no esper?. Dio un paso adelante para recibir a su atacante, levant? un brazo y baj? su codo hacia la cara del hombre, rompiendo su nariz. El tabernero tropez? hacia atr?s, y luego se derrumb?, aterrizando en el piso, de espaldas. Erec dio un paso adelante, lo levant?, y a pesar de su tama?o, lo alz? por encima de su cabeza. Dio varios pasos hacia adelante y lanz? al hombre, y sali? volando por el aire, derribando la mitad del sal?n con ?l. Todos los hombres en la sala quedaron congelados, parando sus c?nticos, guardando silencio, d?ndose cuenta de que alguien especial estaba entre ellos. El cantinero, sin embargo, de repente lleg? corriendo, con una botella de vidrio sobre su cabeza, apuntando hacia Erec. Erec lo vio venir y ya ten?a su mano sobre su espada—pero antes de que Erec pudiera sacarla, su amigo Brandt dio un paso adelante, al lado de ?l, sac? un pu?al de su cintur?n y sostuvo la punta en la garganta del cantinero. El cantinero corri? hacia ?l y se detuvo de repente, la hoja estaba a punto de perforarle la piel.  Se qued? all?, con los ojos bien abiertos de miedo, sudando, paralizado, con la botella en el aire.  En el sal?n hubo tanto silencio que se podr?a haber o?do c?mo ca?a un alfiler. "T?rala", orden? Brandt. El cantinero obedeci?, y la botella se rompi? en el piso. Erec sac? su espada con un retumbo de metal y se acerc? al tabernero, quien yac?a gimiendo en el piso y la apunt? en su garganta. "S?lo dir? esto una vez", anunci? Erec.  "Saca de esta habitaci?n a toda esta gentuza. Ahora. Exijo una audiencia con la se?orita. "A solas". “?El Duque!”, grit? alguien. Todos voltearon a ver y finalmente reconocieron al duque ah? parado, en la entrada, flanqueado por sus hombres. Todos ellos se apresuraron a quitarse sus gorras y bajar sus cabezas. "Si el sal?n no est? despejado para cuando termine de hablar", anunci? el Duque, "cada uno de ustedes ser? encarcelado de inmediato". La sala entr? en un frenes?, mientras todos los hombres se las arreglaban para salir, alej?ndose r?pidamente del duque, hacia la fuerte principal, dejando sus botellas de cerveza sin terminar donde estaban. "Y vete t? tambi?n", dijo Brandt al cantinero, bajando su daga, sujet?ndolo del cabello y empuj?ndolo hacia la puerta. La sala, que hab?a sido tan escandalosa momentos antes, ahora estaba vac?a, en silencio, salvo por Erec, Brandt, el duque y una docena de sus hombres m?s cercanos. Cerraron la puerta detr?s de ellos con un rotundo golpe. Erec volte? a ver al tabernero, sentado en el suelo, todav?a aturdido, limpiando la sangre de su nariz. Erec lo agarr? por la camisa, lo iz? con ambas manos y lo sent? en uno de los bancos vac?os. "Has arruinado mi negocio de esta noche", se quej? el tabernero. "Pagar?s por esto". El duque se adelant? y le dio una bofetada. “Puedo hacer que te maten por intentar poner una mano sobre este hombre", lo rega?? el duque. "?No sabes qui?n es?“.  Es Erec, el mejor caballero del rey, el campe?n de Los Plateados. Si quiere, puede matarte ahora". El tabernero mir? Erec, y por primera vez, un miedo verdadero cruz? por su rostro. Casi temblaba en su asiento. "No lo sab?a.  Usted no dijo qui?n era". "?D?nde est? ella?". Erec exigi?, impaciente. “Ella est? atr?s, fregando la cocina. ?Qu? es lo que quiere con ella? ?Le rob? algo? Ella es s?lo otra chica obligada a trabajar de sirvienta". Erec sac? su daga y la sostuvo en la garganta del hombre. "Si vuelves a llamarla 'sirvienta' otra vez", le advirti? Erec, puedes estar seguro de que te cortar? el cuello.  ?Entiendes?", pregunt? con firmeza mientras sosten?a la cuchilla contra la piel del hombre. Los ojos del hombre se inundaron de l?grimas, mientras asent?a lentamente. "Tr?ela aqu? y r?pido", orden? Erec y lo levant? de un tir?n y lo empuj?, envi?ndolo volando por toda la habitaci?n, hacia la puerta de atr?s. En cuanto se fue el tabernero, hubo un ruido de cacerolas detr?s de la puerta, gritos apagados y luego, momentos despu?s, la puerta se abri? y salieron varias mujeres, vestidas con harapos, delantales y gorros, cubiertos de la grasa de la cocina. Hab?a tres mujeres mayores, como de sesenta a?os, y Erec se pregunt? por un momento si el tabernero sab?a de qui?n le hab?a estaba hablando. Y luego, ella sali?—y el coraz?n de Erec se detuvo. Apenas pod?a respirar.  Era ella. Llevaba un delantal, cubierto de manchas de grasa y mantuvo la cabeza baja, avergonzada para mirar hacia arriba. Su cabello estaba atado, cubierto con un pa?o, sus mejillas estaban cubiertas de mugre—y aun as?, Erec estaba enamorado de ella. Su piel era tan joven, tan perfecta. Ten?a los p?mulos altos, cincelados y mand?bula, una peque?a nariz cubierta de pecas y labios carnosos. Ten?a una frente amplia, majestuosa y su hermoso cabello rubio ca?a por debajo del gorro. Ella lo mir?, solo por un momento, y sus grandes y maravillosos ojos verdes almendrados, cambiaban a un azul cristalino con la luz y despu?s, otra vez, lo mantuvo en su lugar sin moverse. Se sorprendi? al darse cuenta de que ?l estaba a?n m?s fascinado por ella, de lo que hab?a estado cuando la acababa de conocer. Detr?s de ella, sali? el tabernero, con el ce?o fruncido, limpiando a?n la sangre de su nariz. La chica camin? hacia adelante, de manera vacilante, rodeada de todas esas mujeres mayores, hacia Erec e hizo una reverencia al acercarse. Erec se puso de pie ante ella, as? como varios del s?quito del duque. "Mi se?or", dijo ella, con su voz suave, dulce, haciendo feliz a Erec. "Por favor, d?game lo que he hecho para ofenderlo. No s? lo que sea, pero lamento lo que haya hecho para justificar la presencia de la corte del Duque". Erec sonri?. Sus palabras, su lenguaje, el sonido de su voz – todo lo hizo sentir como nuevo. No quer?a que ella dejara de hablar. Erec estir? la mano y toc? su barbilla, levant?ndola hasta que sus ojos se encontraron con los de ?l. Su coraz?n se aceler? al mirarla a los ojos.  Parec?a perderse en un mar de color azul. "Mi se?ora, no ha hecho nada para ofenderme. No creo que jam?s sea capaz de ofenderme. He venido aqu? no por ira, sino por amor. Desde que la vi, no he podido pensar en nada m?s". La chica parec?a nerviosa y de inmediato baj? la mirada al suelo, parpadeando varias veces. Torci? sus manos, se ve?a nerviosa, abrumada. Obviamente, ella no estaba acostumbrada a esto. “Por favor, mi se?ora, d?game. ?Cu?l es su nombre?". "Alistair", respondi?, humildemente. "Alistair", repiti? Erec, abrumado. Era el nombre m?s bonito que hab?a escuchado. “Pero no s? de qu? le sirve saberlo”, a?adi? ella, suavemente, mirando todav?a al suelo. “Usted es un Lord. Yo solo soy una sirvienta”. “Ella es mi sirvienta, para ser exactos”, dijo el tabernero, acerc?ndose, molesto.  “Ella est? obligada a trabajar para m?. Firm? un contrato, hace a?os. Ella prometi? siete a?os. A cambio, le dar?a comida y cuarto. Lleva tres a?os. As? que como ver?, esto es una p?rdida de tiempo. Ella es m?a. Soy su due?o. No se la va a llevar. Ella es m?a. ?Entiende?“. Erec sinti? un odio por el tabernero, m?s all? de lo que jam?s hab?a sentido por un hombre. Estaba entre sacar su espada y apu?alarlo en el coraz?n y acabar con ?l. Pero por mucho que el hombre pudiera merecerlo, Erec no quer?a romper la ley del rey. Despu?s de todo, sus acciones se reflejaban en el rey. “La ley del rey es la ley del rey”, dijo Erec al hombre, con firmeza. “No es mi intenci?n romperla.  Habiendo dicho eso, ma?ana empiezan los torneos. Y tengo derecho, como cualquier hombre, a elegir a mi esposa. Y que se sepa aqu? y ahora que elijo a Alistair”. Un jadeo se extendi? por el sal?n, mientras todos se ve?an unos a otros, sorprendidos. “Eso”, a?adi? Erec, “si ella est? de acuerdo”. Erec mir? a Alistair, con el coraz?n acelerado, mientras ella segu?a con el rostro hacia el suelo. ?l se dio cuenta de que ella se sonrojaba. “?Est? de acuerdo, mi se?ora?”, pregunt? ?l. La sala qued? en silencio. “Mi se?or”, dijo ella suavemente, “usted no sabe qui?n soy, de d?nde soy ni por qu? estoy aqu?. Y temo que no puedo decirle esas cosas”. Erec la mir?, perplejo. “?Por qu? no puede dec?rmelo?” “Nunca se lo he dicho a nadie, desde que llegu?”. Hice una promesa“. “?Pero por qu??”, dijo ?l presionando, con mucha curiosidad. Pero Alistair solo mantuvo su cara hacia abajo, en silencio. “Es cierto”, dijo una de las sirvientas. “Ella nunca nos ha dicho qui?n es. Ni por qu? est? aqu?. Se niega a decirlo. Lo hemos intentado durante a?os”. Erec se sent?a muy desconcertado por ella—pero eso solo le a?ad?a misterio. “Si no puedo saber qui?n es usted, entonces no lo sabr?”, dijo Erec. “Respeto su voto. Pero eso no cambiar? mi afecto por usted. Mi se?ora, no importa qui?n sea usted, si gano esos torneos, entonces la elegir? como mi premio. Usted, de todas las mujeres de todo este reino. Le pregunto otra vez, ?da su consentimiento?”. Alistair mantuvo sus ojos fijos en el suelo, y mientras Erec miraba, vio que rodaban l?grimas de sus mejillas. De repente, ella se dio la vuelta y sali? corriendo del sal?n, cerrando la puerta detr?s de ella. Erec se qued? ah? parado, con los otros, en un silencio asombroso.  Casi no sab?a c?mo interpretar su respuesta. “?Lo ve? Est? perdiendo su tiempo y el m?o”, dijo el tabernero. “Ella dijo que no. V?yase, entonces”. Erec frunci? el ce?o. “Ella no dijo que no”, interrumpi? Brandt. “Ella no contest?”. “Ella tiene derecho a tomarse su tiempo”, dijo Erec, en defensa de ella. “Despu?s de todo, tiene mucho que pensar. Ella tampoco me conoce”. Erec se qued? ah? parado, pensando qu? hacer. “Me quedar? aqu? esta noche”, anunci? Erec finalmente. “Me dar? una habitaci?n aqu?, al fondo del pasillo junto al de ella. Por la ma?ana, antes de que empiecen los torneos, volver? a preguntarle a ella. Si ella lo aprueba, y si gano, ella ser? mi esposa. Si es as?, comprar? el contrato que tiene con usted, y se ir? de aqu?, conmigo”. Claramente, el tabernero no quer?a a Erec bajo su techo, pero no se atrev?a a decir nada, as? que se dio la vuelta y sali? del sal?n, furioso, azotando la puerta tras de ?l. “?Est?s seguro de que quisieras quedarte aqu??”, pregunt? el duque. ”Regresa al castillo con nosotros”. Erec neg?, con seriedad. “Nunca hab?a estado m?s seguro de algo en mi vida”. CAP?TULO OCHO Thor se desplom? por el aire, buceando, cayendo de cabeza hacia las agitadas aguas del Mar de Fuego. Entr? en ellas y se hundi?, se sumergi? y se sorprendi? al sentir que el agua estaba caliente. Debajo de la superficie, Thor abri? brevemente sus ojos—y dese? no haberlo hecho. Alcanz? a ver todo tipo de extra?as y horribles criaturas de mar, peque?as y grandes, con caras poco comunes y grotescas.  El mar estaba repleto. ?l rez? para que no lo atacaran antes de que pudiera llegar a salvo al bote de remos. Thor sali? a la superficie con un jadeo, y busc? de inmediato al muchacho que se ahogaba. ?l lo vio y justo a tiempo: ?l se agitaba, se hund?a, y en unos segundos m?s, seguramente se habr?a ahogado. Thor lleg? a su alrededor, lo agarr? por atr?s de su clav?cula, y empez? a nadar con ?l, manteniendo ambos la cabeza arriba del agua. Thor oy? el sonido de un cachorro y un gemido, y cuando se volvi?, se sorprendi? al ver a Krohn: debe haber saltado tras ?l. El leopardo nad? junto a ?l, chapoteando hacia Thor, lloriqueando. Thor se sinti? terrible de que Krohn estuviera en peligro de esa manera—pero sus manos estaban ocupadas y no pod?a hacer gran cosa. Thor intent? no ver alrededor, al agua, color roja, a las extra?as criaturas que aparec?an y desaparec?an alrededor de ?l.  Una criatura de fea apariencia, p?rpura, con cuatro patas y dos cabezas, emergi? cerca, le silb?, y se sumergi?, haciendo que Thor se estremeciera. Thor se dio vuelta y vio el bote a remos, a unos dieciocho metros y nad? hacia ?l fren?ticamente, usando su brazo y las piernas mientras arrastraba al muchacho. El chico se agit? y grit?, resistiendo, y Thor tem?a que podr?a hundirse con ?l. "?No te muevas!". Thor grit? duramente, esperando que el chico escuchara. Finalmente, lo hizo. Thor se sinti? aliviado moment?neamente—hasta que oy? un chapoteo y gir? su cabeza hacia otro lado: justo junto a ?l, otra criatura emergi?, peque?a, con una cabeza amarilla y cuatro tent?culos. Ten?a una cabeza cuadrada, y nad? hacia ?l, gru?endo y temblando.  Parec?a una serpiente de cascabel que viv?a en el mar, excepto porque la cabeza era demasiado cuadrada.  Thor se prepar? mientras se acercaba, prepar?ndose para ser mordido— pero de repente abri? su boca ampliamente y lanz? agua de mar en ?l. Thor parpade?, tratando de quitarla de sus ojos. La criatura nadaba alrededor de ellos, en c?rculo, y Thor redobl? esfuerzos nadando m?s r?pido, tratando de escapar. Thor estaba avanzando, acerc?ndose al barco, cuando de repente otra criatura apareci? del otro lado. Era larga, estrecha y naranja, con dos garras en su boca y docenas de peque?as patas. Tambi?n ten?a una cola larga, que mov?a en todas direcciones. Parec?a una langosta, de pie. Rodeaba la orilla del agua, como chinche de agua y apret? el paso para acercarse a Thor, girando hacia un lado y azotando su cola. La cola dio un latigazo en el brazo de Thor y grit? de dolor por la picadura. La criatura zumb? atr?s y adelante, dando latigazos.  Thor deseaba pod?a desenvainar su espada y atacarlo, pero s?lo ten?a una mano libre, y la necesitaba para nadar. Krohn, nadando a su lado, dio vuelta y gru?? a la criatura, con un ruido espeluznante, y mientras Krohn nadaba sin temor, asust? a la bestia, haci?ndola desaparecer bajo las aguas. Thor suspir? con alivio – hasta que la criatura repentinamente reapareci? del otro lado y le azot? otra vez. Krohn dio vuelta y lo persigui? por todos lados tratando de atraparlo, abriendo bruscamente sus mand?bulas hacia ?l y siempre fallando. Thor nad? con todas sus ganas, d?ndose cuenta de que era la ?nica manera de salir de ese mar. Despu?s de lo que pareci? una eternidad, nadando con m?s fuerza que nunca, se acerc? al bote de remos, que se mov?a violentamente en las olas. Al hacerlo, dos miembros de la Legi?n, muchachos mayores que nunca hablaban con Thor y sus compa?eros, lo estaban esperando para ayudarle. A su favor, se inclinaron y le extendieron una mano. Thor ayud? al muchacho en primer lugar, sujet?ndolo y elev?ndolo hacia el barco. Los chicos mayores agarraron al muchacho de los brazos y lo arrastraron. Thor entonces levant? el brazo, agarr? a Krohn del est?mago y lo sac? del agua hacia el barco. Krohn clamaba con las cuatro patas mientras ara?aba y se deslizaba en el barco de madera, chorreando agua, temblando. Se desliz? a trav?s del fondo h?medo, hacia el bote. Entonces inmediatamente subi?, se dio vuelta y regres? corriendo a la orilla, buscando a Thor. Se qued? all?, mirando hacia el agua y chillando. Thor se acerc? y agarr? la mano de uno de los chicos, y se estaba empujando hacia el bote cuando de repente sinti? algo fuerte y musculoso que se envolvi? alrededor de su tobillo y muslo. Se volvi? y mir? hacia abajo, y su coraz?n se congel? cuando vio una criatura parecida a un calamar verde lima, envolviendo un tent?culo alrededor de su pierna. Se volvi? y mir? hacia abajo, y su coraz?n se congel? cuando vio una criatura de calamar como verde lima, envolver un tent?culo alrededor de la pierna. Thor grit? de dolor al sentir sus aguijones perforar su carne. Thor se dio cuenta de que si ?l no hac?a algo r?pido, estar?a terminado. Con su mano libre, puso la mano en su cintur?n, extrajo un pu?al corto, se inclin? y lo cort?. Pero el tent?culo era tan grueso, que la daga no pod?a pincharlo. Lo hizo enojar. La cabeza de la criatura apareci? de repente—verde, sin ojos y dos mand?bulas en su largo cuello, uno encima del otro—abri? sus filas de dientes afilados y se acerc? hacia Thor. Thor sent?a que la sangre se cortaba de su pierna y sab?a que ten?a que actuar con rapidez. A pesar de los esfuerzos del muchacho mayor para aferrarse a ?l, apret?n de Thor estaba decayendo, y se estaba hundiendo en el agua. Krohn chillaba y chillaba, con los pelos parados en su espalda, se inclinaba como si se estuviera preparando para saltar en el agua. Pero incluso Krohn debe haber sabido que ser?a in?til atacar a esta cosa. Uno de los chicos mayores se adelant? y grit?: "?AG?CHENSE!". Thor baj? la cabeza, mientras que el muchacho aventaba una lanza. Zumb? a trav?s del aire, pero fall?, vol? inofensivamente y se hundi? en el agua. La criatura era demasiado flaca y demasiado r?pida. De repente, Krohn salt? del barco y regres? so al agua, aterrizando con sus mand?bulas abiertas y sus dientes afilados extendidos en la parte posterior del cuello de la criatura. Krohn sujet? y movi? a la criatura de izquierda a derecha, no solt?ndolo. Pero era una batalla perdida: la piel de la criatura era muy gruesa, y era muy musculosa. La criatura lanz? a Krohn a un lado y finalmente lo envi? volando hacia el agua. Mientras tanto, la criatura apret? la pierna de Thor; era como un vicio, y Thor sinti? que perd?a el ox?geno. Los tent?culos quemaban tanto, que Thor sent?a como si su pierna estuviera a punto de ser arrancada de su cuerpo. En un ?ltimo y desesperado intento, Thor solt? la mano del muchacho y con el mismo movimiento gir? y alcanz? la espada corta que tra?a en su cintur?n. Pero no pudo agarrarlo a tiempo; resbal? y gir? y cay? de cara en el agua. Thor se sinti? arrastrado, lejos de la embarcaci?n, la criatura tirando de ?l hacia el mar. Fue arrastrado hacia atr?s, m?s y m?s r?pido, y al estirar el brazo con impotencia, vio el bote a remos desaparecer delante de ?l. Lo siguiente que supo, es que se sinti? arrastrado hacia abajo, debajo de la superficie del agua, hacia las profundidades del Mar de Fuego. CAP?TULO NUEVE Gwendolyn corri? en el campo abierto; su padre, el rey MacGil, al lado de ella. Ella era joven, tendr?a unos diez a?os y su padre era mucho m?s joven, tambi?n. Su barba era corta, no mostraba ning?n tono del gris que tendr?a posteriormente en la vida, y su piel no ten?a arrugas, era joven, brillante. Estaba feliz, despreocupado y se re?a con abandono mientras tomaba la mano de ella y corr?a junto con ella a trav?s de los campos. Este era el padre que ella recordaba, el padre que conoc?a. ?l la levant? y la puso encima de su hombro, d?ndole vueltas una y otra vez, riendo m?s y m?s fuerte, y ella re?a salvajemente. Se sent?a tan segura en sus brazos, y quer?a este tiempo juntos nunca terminara. Pero cuando su padre la baj?, algo extra?o sucedi?. De repente, el d?a cambi? de ser una tarde soleada al crep?sculo. Cuando los pies de Gwen tocaron el suelo, ya no estaban en las flores del campo, sino atrapadas en el barro, hasta los tobillos. Su padre ahora estaba en el barro, sobre su espalda, a pocos cent?metros de ella—era mayor, mucho mayor, era demasiado viejo—y estaba atascado. Todav?a m?s lejos, tirada en el barro, estaba su corona, brillando. "Gwendolyn", dijo ?l. "Hija m?a. Ay?dame". ?l levant? una mano que estaba sobre el barro, tratando de alcanzarla, desesperado. Ella sinti? una urgencia de ayudarlo, y trat? de ir hasta ?l, de tomar su mano. Pero sus pies no se mov?an. Ella mir? hacia abajo y vio que el barro endurec?a a su alrededor, sec?ndose, agriet?ndose. Ella se movi? y se movi?, tratando de liberarse. Gwen parpade? y se encontr? de pie en los parapetos del castillo, mirando hacia abajo en la corte del rey. Algo estaba mal: al mirar hacia abajo, no vio el esplendor de siempre y las festividades, sino un vasto cementerio. Donde una vez estaba el brillante esplendor de la corte del rey, ahora hab?a tumbas recientes hasta donde alcanzaba la vista. Oy? ruidos de pies, y su coraz?n se detuvo cuando volte? para ver a un asesino, vestido con un manto negro y capucha, que se acercaba a ella. ?l corri? hacia ella, tirando hacia atr?s la capucha, revelando una cara grotesca, le faltaba un ojo, ten?a una cicatriz gruesa, irregular sobre la cuenca. Gru??, levant? una mano que sosten?a una daga reluciente, con la empu?adora roja brillante. ?l se estaba moviendo muy r?pido y ella no pudo reaccionar a tiempo. Se prepar?, sabiendo que iba a ser asesinada cuando ?l baj? la daga con toda su fuerza. Se detuvo de repente, a s?lo cent?metros de ella, y abri? los ojos para ver a su padre, ah? parado, siendo un cad?ver, sujetando la mu?eca del hombre en el aire. Apret? la mano del hombre hasta que la tir?, y luego iz? al hombre sobre sus hombros y lo lanz? desde el parapeto. Gwen escuch? sus gritos mientras ?l ca?a sobre el borde. Su padre se volvi? y la mir?; la agarr? de sus hombros firmemente con sus manos en descomposici?n; ten?a una expresi?n severa. “No es seguro que est?s aqu?”, le advirti? ?l. "?No es seguro!" grit?, sus manos la sujetaban con demasiada firmeza, haciendo que ella gritara. Gwen despert? gritando. Se sent? erguida en la cama, mirando alrededor de su habitaci?n, esperando al atacante. Pero se encontr? solamente con el silencio – el grueso y quieto silencio que precede a la madrugada. Sudando, jadeando con fuerza, salt? de la cama, vestida con su camis?n de encaje, y sali? de su habitaci?n. Corri? hacia una cuenca peque?a de piedra y salpic? agua en su cara, una y otra vez. Ella se apoy? contra la pared, sinti? la piedra fr?a en sus pies desnudos en una ma?ana calurosa de verano y trat? de tranquilizarse. El sue?o se hab?a sentido demasiado real. Ella sinti? que era m?s que un sue?o—una advertencia genuina de su padre, un mensaje. Sent?a la urgencia de dejar la corte del rey, ahora mismo y nunca volver. Sab?a que era algo que no pod?a hacer. Ella tuvo que calmarse, recuperar su sensatez. Pero cada vez que ella parpadeaba, ve?a el rostro de su padre, sent?a su advertencia. Ten?a que hacer algo para sacudirse la pesadilla. Gwen mir? y vio el primer sol empezaba a salir, y pens? en el ?nico lugar que le ayudar?a a tranquilizarse: El R?o del Rey. S?, ella ten?a que irse. * Gwendolyn se sumergi? una y otra vez en los manantiales helados del R?o del Rey, sosteniendo su nariz y metiendo la cabeza bajo el agua. Se sent? en el estanque peque?o y natural tallado en roca, escondido en los manantiales superiores, que hab?a encontrado y frecuentado desde que era una ni?a. Ella meti? su cabeza bajo el agua y ah? se qued?, sintiendo las fr?as corrientes que pasaban por su cabello, sobre su cuero cabelludo, sintiendo que lavaba y limpiaba su cuerpo desnudo. Ella hab?a encontrado ese lugar aislado un d?a, escondido en medio de un bosquecillo de ?rboles, arriba en la monta?a, en una peque?a meseta donde la corriente del r?o bajaba y creaba un estanque profundo y tranquilo. Por encima de ella, el r?o goteaba por debajo de ella, y continuaba bajando— sin embargo aqu?, en esta meseta, las aguas apenas sosten?an una corriente m?nima. El estanque era profundo, las rocas suaves y el lugar estaba tan bien oculto, que pod?a ba?arse desnuda sin problemas. Ella iba ah? casi todas las ma?anas en el verano, cuando el sol estaba saliendo, para despejar su mente. Especialmente en d?as como hoy, cuando las pesadillas la persegu?an, como a menudo ocurr?a; era un lugar donde pod?a refugiarse. Fue muy duro para Gwen saber si fue s?lo una pesadilla, o algo m?s. ?C?mo iba a saber si un sue?o tra?a un mensaje, un presagio? ?Saber si era s?lo su mente jugando con ella o si le estaban dando una oportunidad para actuar? Gwendolyn subi? buscando aire, respirando en la ma?ana calurosa de verano, escuchando los p?jaros chirriar alrededor de ella en los ?rboles. Ella se inclin? contra la roca, su cuerpo sumergido hasta el cuello, sentada en una cornisa natural en el agua, pensando. Ella estir? la mano y salpic? su cara con agua, luego corri? sus manos por su pelo largo, rojizo. Mir? hacia la superficie cristalina del agua, que reflejaba el cielo, el segundo sol, que ya empezaba a subir, los ?rboles arqueados sobre el agua y su propia cara. Sus ojos azules almendrados, mir?ndola desde el reflejo ondulante. Pod?a ver algo de su padre en ellos. Se alej?, pensando otra vez en su sue?o. Ella sab?a que era peligroso permanecer en la corte del rey con el asesinato de su padre, con todos los esp?as, todas las tramas—y sobre todo, con Gareth como rey. Su hermano era impredecible. Vengativo. Paranoico. Y muy, muy celoso. Ve?a a todo el mundo como una amenaza—especialmente a ella. Cualquier cosa podr?a suceder. Ella sab?a que no era seguro estar aqu?. Nadie lo estaba. Pero ella no era de las que hu?an. Necesitaba saber con certeza qui?n fue el asesino de su padre, y si era Gareth, ella no pod?a no hasta llevarlo a la justicia. Ella sab?a que el esp?ritu de su padre no descansar?a hasta que quien lo hubiera matado fuera capturado. La justicia hab?a sido su grito de guerra toda su vida, y, de todas las personas, merec?a tenerlo para ?l mismo en la muerte. Gwen pens? otra vez el encuentro de ella y de Godfrey con Steffen. Ella estaba segura de que Steffen escond?a algo, y se preguntaba qu? ser?a. Una parte de ella sent?a que ?l podr?a abrirse en su momento. Pero ?qu? pasaba si no lo hac?a? Sinti? una urgencia por encontrar al asesino de su padre—pero no sab?a d?nde buscar. Gwendolyn finalmente se levant? de su asiento bajo el agua, subi? a tierra desnuda, temblando con el aire de la ma?ana, se escondi? detr?s de un ?rbol grueso y subi? la mano para tomar su toalla de una rama, como hac?a siempre. Pero al acercarse, se sorprendi? al descubrir que su toalla no estaba all?. Ella se qued? all?, desnuda, mojada y no pod?a entender qu? pasaba. Estaba segura de que la hab?a colgado all?, como hac?a siempre. Se qued? ah?, desconcertado, temblando, tratando de entender lo que hab?a sucedido, cuando de repente, sinti? movimiento detr?s de ella. Todo pas? tan r?pido—borroso—y un instante despu?s, su coraz?n se detuvo, al darse cuenta de un hombre estaba parado detr?s de ella. Pas? muy r?pido. En segundos, el hombre, vestido con un manto negro y una capucha, como en su pesadilla, estaba detr?s de ella. La agarr? por detr?s, subi? su mano huesuda y la puso sobre su boca, silenciando sus gritos mientras la sosten?a firmemente. Alarg? su otra mano y la sujet? por la cintura, acerc?ndola a ?l y levant?ndola del suelo. Ella dio patadas en el aire, tratando de gritar, hasta que ?l la puso abajo, todav?a agarr?ndola firmemente. Ella trat? de liberarse de su sujeci?n, pero era demasiado fuerte. La rode? y Gwen vio que empu?aba una daga con un brillante rojo—el mismo de su sue?o. Hab?a sido una advertencia, despu?s de todo. Sinti? la hoja pegada a la garganta, y ?l la sujetaba tan fuerte que si ella se mov?a en cualquier direcci?n, podr?a cortarse la garganta. Las l?grimas rodaron por sus mejillas mientras luchaba por respirar. Estaba tan enojada con ella misma. Hab?a sido tan est?pida. Ella deber?a haber sido m?s cuidadosa. "?Reconoces mi cara?", pregunt? ?l. Se inclin? hacia adelante y ella sent?a su aliento horrible y caliente en su mejilla y vio su perfil. Su coraz?n se detuvo—era el mismo rostro de su sue?o, el hombre al que le faltaba un ojo y ten?a una cicatriz. "S?", contest? ella, con su voz temblorosa. Era una cara que ella conoc?a muy bien. Ella no sab?a su nombre, pero sab?a que era un "ejecutor". Una tipo de clase baja, uno de los que andaban alrededor de Gareth desde que era ni?o. Era mensajero de Gareth. Gareth le enviaba a quien quer?a asustar—o torturar o matar. "Eres el perro de mi hermano", dijo ella desafiante. ?l sonri?, mostrando los dientes perdidos. "Yo soy su mensajero", dijo ?l. "Y mi mensaje viene con un arma especial para ayudarte a recordarlo. Su mensaje de hoy es que dejes de hacer preguntas. La llegar?s a conocer, porque cuando acabe contigo, la cicatriz que dejar? en esa cara bonita, te har? recordarlo para toda la vida". ?l aspir?, luego levant? el cuchillo alto y comenz? a bajarlo en su cara. "?NO!" grit? Gwen. Ella se prepar? para la cortada que cambiar? su vida. Pero cuando la hoja baj?, algo sucedi?. De repente, un ave chirri?, vol? hacia abajo desde el cielo, y baj? justo hacia el hombre. Ella mir? para arriba y lo reconoci? en el ?ltimo segundo: Estopheles. Vol? hacia abajo, con sus garras hacia fuera y ara?? el rostro del hombre mientras derribaba la daga. La hoja acababa de comenzar a cortar la mejilla de Gwen, haci?ndola sentir dolor, cuando de repente cambi? de direcci?n; el hombre grit?, bajando la cuchilla y levantando sus manos. Gwen vio un destello de luz en el cielo, el sol brillando detr?s de las ramas, y mientras Estopheles se iba volando, ella sab?a, lo sab?a, que su padre hab?a enviado al halc?n. Ella no perdi? el tiempo. Gir?, se inclin? de nuevo y, como sus entrenadores le hab?an ense?ado a hacer, pate? al hombre con fuerza en el plexo solar, con una punter?a perfecta con su pie desnudo. ?l se desplom?, sintiendo la fuerza de las piernas de ella mientras le daba la patada. Ella sab?a hacerlo desde que era joven, que no necesitaba ser fuerte para defenderse de un atacante. S?lo ten?a que utilizar sus m?sculos m?s fuertes, sus muslos. Y apuntar con precisi?n. Mientras el hombre estaba parado all?, tumbado, ella avanz?, lo sujet? de la parte posterior de su cabello y levant? su rodilla—una vez m?s, con precisi?n milim?trica—y lo golpe? perfectamente en el puente de la nariz. Ella escuch? un crujido y sinti? su sangre caliente chorrear hacia afuera, sobre su pierna, manch?ndola, mientras ?l se desplomaba al suelo, ella sab?a que le hab?a roto la nariz. Ella sab?a que deb?a acabar con ?l para siempre, tomar ese pu?al y sumergirlo en su coraz?n. Pero se qued? all?, desnuda, y su instinto era vestirse y salir de ah?. No quer?a su sangre en sus manos, aunque se lo mereciera. En lugar de eso se inclin?, cogi? su espada, la tir? al r?o y envolvi? su ropa alrededor de s? misma. Se preparaba para huir, pero antes de hacerlo, ella se volvi?, y le dio una patada lo m?s fuerte que pudo en la ingle. ?l grit? de dolor y se acurruc? en ovillo, como un animal herido. Interiormente ella temblaba, sintiendo lo cerca que hab?a estado de ser asesinada o al menos mutilada. Sent?a el ardor del corte en su mejilla y se dio cuenta de que probablemente le quedar?a alguna cicatriz, aunque fuera ligera. Se sinti? traumatizada. Pero no permitir?a que ?l lo notara.  Porque al mismo tiempo, tambi?n sinti? una nueva fuerza brotar en ella, la fuerza de su padre, de siete generaciones de reyes MacGil. Y por primera vez se dio cuenta de que ella tambi?n era fuerte. Tan fuerte como sus hermanos. Tan fuerte como cualquiera de ellos. Antes de que ella se diera vuelta, se agach? tan cerca para que ?l pudiera escucharla entre sus gemidos. "Si vuelve a acercarse a m? otra vez", gru?? al hombre, "yo misma lo matar?". CAP?TULO DIEZ Thor se sinti? absorbido por debajo del agua y sab?a que en pocos momentos se sumir?a en las profundidades y se ahogar?a—si antes no era devorado vivo. ?l or? con todas sus fuerzas. Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/morgan-rice/el-destino-de-los-dragones/?lfrom=688855901) на ЛитРес. Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.
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