Êàê ÷àñòî ÿ âèæó êàðòèíêó òàêóþ Âîî÷èþ, èëè îíà òîëüêî ñíèòñÿ: Äâå äåâî÷êè-ãåéøè î ÷¸ì-òî òîëêóþò, Çàáûâ, ÷òî äàâíî èì ïîðà ðàñõîäèòüñÿ. Íà óëèöå ò¸ìíîé âñå äâåðè çàêðûòû. Ëåíèâîå ïëàìÿ â ôîíàðèêå ñîííîì… À äåâî÷êè-ãåéøè êàê áóäòî çàáûòû Äâóìÿ îãîíüêàìè â ïðîñòðàíñòâå áåçäîííîì. Íó ÷òî âàì íå ñïèòñÿ, ïðåêðàñíûå ãåéøè? Âåäü äàæå ñâåð÷êè íåóìîë÷íû

El Tipo Perfecto

El Tipo Perfecto Blake Pierce Un Thriller de Suspense Psicol?gico con Jessie Hunt #2 En EL TIPO PERFECTO (Libro #2), la perfiladora criminal novata Jessie Hunt, de 29 a?os, recoge los pedazos de su vida trastocada y sale de los suburbios para empezar una nueva vida en el centro de Los ?ngeles. Sin embargo, cuando asesinan a uno de los ricos y famosos, Jessie, a quien han asignado el caso, se ve de nuevo en el mundo de los suburbios de imagen impoluta, a la caza de un asesino demente entre falsas fachadas de normalidad y mujeres soci?patas. Jessie, disfrutando de la vida de nuevo en el centro de Los ?ngeles, est? convencida de que ha dejado atr?s su pesadilla suburbana. Dispuesta a dejar atr?s su matrimonio fallido, consigue un puesto con el departamento local de polic?a, posponiendo su entrada a la academia del FBI. Le encargan de un simple asesinato en un vecindario de lujo, un caso sencillo con el que dar los primeros pasos en su profesi?n. Sin embargo, sus jefes no tienen ni idea de que hay m?s detr?s de este caso de lo que nadie pudiera sospechar. No hay nada que le prepare para su primer caso, que le forzar? a escudri?ar las mentes de unas parejas acomodadas, suburbanas, que pensaba haber dejado atr?s. Por detr?s de sus cuidadas fotos familiares y sus setos bien cuidados, Jessie se da cuenta de que esta perfecci?n no lo es tanto como parece. Un thriller de suspense psicol?gico de ritmo trepidante con personajes inolvidables y suspense palpitante, EL TIPO PERFECTO es el libro #2 de una nueva serie fascinante que le har? pasar p?ginas hasta altas horas de la noche. El Libro #3 de la serie Jessie Hunt – LA CASA PERFECTA – est? ahora disponible a la preventa. e l t i p o p e r f e c t o (un thriller de suspense psicol?gico con jessie hunt—libro 2) b l a k e p i e r c e Traducido al espa?ol por Asunci?n Henares Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com/) para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto por lo que permite la Ley de Copyright de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico tiene licencia para su disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede volver a ser vendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si est? leyendo este libro y no lo compr?, o no lo compr? solamente para su uso, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares, los acontecimientos y los incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright lassedesignen, utilizada con licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) Resumen del Libro 1 de la serie Jessie Hunt En “La Esposa Perfecta,” la aspirante al master de psicolog?a forense Jessie Hunt y su marido empleado en la banca de inversiones, Kyle Voss, dejan su apartamento en el centro de Los ?ngeles para vivir en una ostentosa mansi?n de esas producidas en masa en la comunidad de Westport Beach en Orange County cuando a ?l le dan un ascenso y un traslado. Mientras que Kyle est? encantado con su nueva vida, Jessie tiene sus dudas y se siente inc?moda entre la ?lite privilegiada. A pesar de ello, trata de adaptarse a su nueva vida, haciendo amigas en el vecindario y uni?ndose al club de yates local con sus rituales secretos, y aparentemente siniestros. En clase, Jessie impresiona al detective del L.A.P.D. Ryan Hern?ndez, que viene como ponente invitado, al resolver un complicado caso pr?ctico que les plantea. Para completar su trabajo de campo, se las arregla para que le asignen a un hospital mental estatal cercano donde est? encarcelado el c?lebre asesino en serie Bolton Crutchfield. Los cr?menes de Crutchfield le recuerdan a un hombre llamado el Ejecutador de los Ozarks, que secuestr? y asesin? a docenas de personas cuando ella era una ni?a en Missouri. Entre los secuestrados estuvieron Jessie y su madre, que fue asesinada delante de ella. Jessie visita con regularidad a la doctora Janice Lemmon para tratar el trauma. En entrevistas, Crutchfield revela que es un admirador del Ejecutador de los Ozarks, que nunca ha sido atrapado, y que se han comunicado de alguna manera. Tambi?n sugiere, bas?ndose meramente en la observaci?n y en sus charlas con Jessie, que sus sospechas respecto a su nuevo estilo adinerado de vida son leg?timas. A medida que sus habilidades como crimin?loga mejoran, la ahora embarazada Jessie descubre que el club de yates sirve como fachada para una red de prostituci?n de lujo. Tambi?n desvela la verdad oculta sobre su marido: Kyle es un soci?pata que ha matado a una empleada del club con la que se ha estado acostando y ha tratado de inculpar a Jessie por ello. Jessie pierde su beb?, como resultado de las drogas que le da Kyle sin su conocimiento. Gracias a la rapidez mental de Jessie, Kyle no consigue matarla ni a ella ni a sus dos vecinos. Resulta herida, pero arrestan a Kyle. Jessie regresa a su viejo vecindario en el centro de Los ?ngeles para reconstruir su vida. Poco tiempo despu?s, la jefa de seguridad del hospital mental, Kat Gentry, visita a Jessie y le transmite un mensaje de Crutchfield: El Ejecutador de los Ozarks la est? buscando. Jessie revela a Kat su secreto m?s guardado: la raz?n de que El Ejecutador de los Ozarks le est? buscando es porque es su padre. Jessie Hunt es una aspirante a crimin?loga a punto de divorciarse. Kyle Voss es el que fuera su marido, y soci?pata, ahora en la c?rcel. Bolton Crutchfield es un asesino en serie muy inteligente que idolatra al padre asesino de Jessie. Kat Gentry es la jefa de seguridad del hospital mental donde est? encarcelado Crutchfield. La doctora Janice Lemmon es la psiquiatra de Jessie, tambi?n antigua crimin?loga. Lacy Cartwright es la compa?era de universidad de Jessie, con quien est? viviendo por el momento. Ryan Hern?ndez es el detective del L.A.P.D. que dio una clase a Jessie. El Ejecutador de los Ozarks es un c?lebre asesino, al que no han atrapado jam?s—y el padre de Jessie. CONTENIDOS CAP?TULO UNO (#u01b7fca0-eb6b-5a2f-b90c-418be5e968ab) CAP?TULO DOS (#u0c37fd74-993b-576a-a6ae-01835b7a0ba3) CAP?TULO TRES (#u43675928-4e81-514a-b438-491b3cb08a88) CAP?TULO CUATRO (#u00f31d6a-ff06-5e7b-a139-23415b6b673c) CAP?TULO CINCO (#u7ad29857-c79d-5733-ac50-7f0a3f76bd8a) CAP?TULO SEIS (#u219448b8-8556-5655-9d38-a505b07c5bcc) CAP?TULO SIETE (#u8c8caf3f-2244-56fa-9f9e-bed6e5ed9e42) CAP?TULO OCHO (#ud91533d1-0776-5e91-b02f-96c47de20bec) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO UNO Unas astillas procedentes de los reposabrazos de madera de la silla se le clavaban a Jessica Thurman en los antebrazos, que estaban atados a la silla con una soga ?spera. La piel de sus brazos estaba al rojo vivo y le sangraba en algunos puntos debido a sus intentos constantes de librarse de sus ataduras. Jessica era fuerte para ser una ni?a de seis a?os, pero no lo bastante como para liberarse de las sogas con las que le hab?a maniatado su captor. No pod?a hacer otra cosa m?s que sentarse all? con los p?rpados abiertos a la fuerza con cinta adhesiva mientras observaba a su propia madre de pie delante de ella, con los brazos esposados a las vigas de madera de la aislada caba?a en los Ozarks donde las ten?an a ambas en cautiverio. Pod?a escuchar los susurros de su secuestrador, de pie detr?s suyo, instruy?ndola a que mirara, llam?ndole “bicho de verano” en voz bajita. Conoc?a muy bien esa voz. Al fin y al cabo, pertenec?a a su padre. De pronto, con una fuerza inesperada que no cre?a posible, la peque?a Jessica se arroj? con todo su cuerpo hacia un lado, tirando la silla—y a s? misma con ella—al suelo. No escuch? el golpe de la silla cay?ndose el suelo, lo que le result? extra?o. Elev? la vista y vio que ya no estaba tumbada en la caba?a. En vez de eso, estaba en el suelo del pasillo de una mansi?n impresionante y contempor?nea. Y ya no era la Jessica Thurman de seis a?os. Ahora era Jessie Hunt, de veintiocho a?os, tumbada en el suelo de su propia casa, mirando fijamente al hombre que bland?a un atizador de chimenea por encima de su cabeza, y que estaba a punto de golpearla con ?l. Sin embargo, ese hombre ya no era su padre. En vez de ello, en esta ocasi?n era su marido, Kyle. Sus ojos centelleaban con una intensidad fren?tica mientras lanzaba el atizador hacia el rostro de Jessie. Levant? los brazos para defenderse, pero sab?a que era demasiado tarde. * Jessie se despert? con un grito ahogado. Todav?a ten?a las manos por encima de su cabeza como dispuesta a bloquear un ataque. Pero estaba sola en el dormitorio del apartamento. Se dio un empuj?n para incorporarse y sentarse sobre la cama. Tanto su cuerpo como las s?banas estaban cubiertas de sudor. Y su coraz?n estaba a punto de sal?rsele del pecho. Sac? las piernas de la cama y puso los pies en el suelo al tiempo que se doblaba hacia delante, colocando sus codos sobre sus muslos y su cabeza entre las palmas de las manos. Tras darle unos cuantos segundos a su cuerpo para que se aclimatara a su entorno real—el apartamento en el centro de Los ?ngeles de su amiga Lacy—le ech? una ojeada al reloj que hab?a sobre la mesita de noche. Eran las 3:54 de la madrugada. Mientras sent?a c?mo se empezaba a secar el sudor en su piel, se reconfort? a s? misma. Ya no estoy en esa caba?a. Ya no estoy en esa casa. Estoy a salvo. No son m?s que pesadillas. Esos hombres ya no me pueden hacer ning?n da?o. Claro que solo la mitad de esas palabras era cierta. Aunque el que iba a convertirse pronto en su exmarido, Kyle, estaba encerrado en la c?rcel esperando a su juicio por varios delitos, que inclu?an el intento de asesinarla, jam?s hab?an capturado a su padre. Y segu?a acos?ndola en sus sue?os con regularidad. Peor a?n, se hab?a enterado recientemente de que, a pesar de que le hubieran metido al programa de Protecci?n de Testigos de ni?a, d?ndole un nuevo hogar y un nuevo nombre, ?l todav?a segu?a busc?ndola. Jessie se puso de pie para irse a la ducha. No ten?a sentido intentar volver a quedarse dormida. Sab?a de sobra que ser?a in?til. Adem?s, hab?a una idea d?ndole vueltas en la cabeza, una que quer?a cultivar. Quiz? hab?a llegado el momento de dejar de resignarse a que estas pesadillas fueran inevitables. Quiz? deb?a dejar de tener miedo al d?a en que su padre le encontrara. Quiz? fuera la hora de ir a cazarle. CAP?TULO DOS Cuando su antigua compa?era de universidad y actual compa?era de piso Lacy Cartwright sali? a la sala del desayuno, Jessie ya llevaba despierta m?s de tres horas. Hab?a hecho caf? fresco y le sirvi? una taza a Lacy, que se acerc? y la tom? con agradecimiento al tiempo que le ofrec?a una sonrisa comprensiva. “?Otro mal sue?o?”, le pregunt? Jessie asinti? con la cabeza. Durante las seis semanas que Jessie llevaba viviendo en el apartamento de Lacy, intentando reconstruir su vida, su amiga se hab?a acostumbrado a los gritos medio habituales en medio de la noche y a que se despertara de madrugada. Hab?a sucedido ocasionalmente en la universidad, por lo que no le pillaba del todo de sorpresa. Sin embargo, la frecuencia de esos sue?os hab?a aumentado dram?ticamente desde que su marido intentara matarla. “?Hice mucho ruido?”, pregunt? Jessie, disculp?ndose. “Un poco”, reconoci? Lacy. “Pero dejaste de gritar en unos segundos. Me volv? a quedar dormida.” “Lo siento de veras, Lace. Quiz? deber?a comprarte otros tapones para los o?dos hasta que me mude, o una m?quina que cancele el sonido mucho m?s potente. Te juro que no voy a tardar mucho m?s”. “No te preocupes por ello. Est?s manejando las cosas mucho mejor de lo que yo lo har?a”, insisti? Lacy mientras se ataba su pelo largo en una cola de caballo. “Eso es muy amable por tu parte”. “No solo estoy siendo educada, chica. Piensa en ello. En los ?ltimos dos meses, tu marido ha asesinado a una mujer, ha tratado de inculparte a ti por ello, y despu?s ha intentado matarte cuando lo averiguaste. Eso no incluye tu aborto”. Jessie asinti?, pero no dijo nada. La lista de Lacy de todas las cosas horribles ni siquiera inclu?a a su padre, el asesino en serie, porque Lacy no sab?a nada sobre ?l, casi nadie lo sab?a. Jessie lo prefer?a as?—tanto por su seguridad como por la de los dem?s. Lacy continu?. “Si fuera yo, todav?a seguir?a enroscada en posici?n fetal. El hecho de que casi hayas terminado con la terapia f?sica y que est?s a punto de entrar al programa especial de formaci?n del FBI hace que me pregunte si eres un ciborg o algo as?”. Jessie deb?a admitir que, cuando se planteaban las cosas de esa manera, resultaba bastante impresionante que fuera tan efectiva. Su mano se movi? involuntariamente al punto en el lado izquierdo de su abdomen donde Kyle le hab?a clavado el atizador. Los m?dicos le hab?an dicho que hab?a tenido mucha suerte de que no hubiera tocado ninguno de sus ?rganos internos. Ten?a una cicatriz fea. Supon?a una adici?n antiest?tica a la que ya ten?a desde ni?a y que le recorr?a la clav?cula. De vez en cuando, todav?a sent?a un pinchazo agudo en sus tripas, pero en general, se sent?a bien. Le hab?an dado permiso para librarse del bast?n para caminar hac?a una semana y su fisioterapeuta solo hab?a programado otra sesi?n m?s de rehabilitaci?n, que era hoy. Despu?s de eso, se supon?a que deb?a hacer los ejercicios necesarios por su cuenta. Por lo que se refer?a a la rehabilitaci?n mental y emocional que necesitaba despu?s de enterarse de que su marido era un asesino soci?pata, estaba todav?a lejos de la recuperaci?n total. “Supongo que las cosas no est?n tan mal”, respondi? finalmente con poca convicci?n, mientras observaba c?mo su amiga se terminaba de vestir. Lacy se puso sus tacones de tres pulgadas, que la convert?an en toda una amazona, en vez de en una mujer simplemente alta. Todo piernas largas y p?mulos, se parec?a m?s bien a una modelo de pasarela que a una aspirante a dise?adora de modas. Llevaba el pelo atado en una cola de caballo que revelaba su cuello. Iba meticulosamente vestida con un traje que ella misma hab?a dise?ado. Pod?a ser ya una compradora para alguna boutique de lujo, pero ten?a planes de poseer su propia marca de dise?o antes de los treinta a?os y de ser la dise?adora de modas afroamericana y lesbiana m?s conocida de todo el pa?s poco despu?s. “No te entiendo, Jessie”, dijo mientras se pon?a el abrigo. “Te aceptan en un prestigioso programa del FBI en Qu?ntico para crimin?logos prometedores y parece que la idea no te emocione mucho. Pensaba que te lanzar?as a la oportunidad de cambiar de ambiente durante un tiempo. Adem?s, son solo diez semanas. No es que tengas que irte a vivir all?”. “Tienes raz?n”, asinti? Jessie mientras se tomaba lo que quedaba de su tercera taza de caf?. “Es solo que tengo tantas cosas en la cabeza ahora mismo, que no estoy segura de que sea el momento adecuado. El divorcio de Kyle todav?a no est? finalizado. Todav?a tengo que terminar de vender la casa en Westport Beach. F?sicamente, no estoy al cien por cien. Y me despierto gritando la mayor?a de las noches. No s? si a?n estoy preparada para los rigores del programa de formaci?n de an?lisis del comportamiento del FBI”. “Bueno, pues ser? mejor que decidas r?pido”, dijo Lacy caminando hacia la puerta principal. “?No tienes que darles una respuesta antes de que termine la semana?”. “As? es”. “Pues bien, dime lo que decidas. Adem?s, ?puedes abrir la ventana de tu habitaci?n antes de salir? No te ofendas, pero huele como si hubiera un gimnasio all? dentro”. Ya se hab?a ido antes de que Jessie pudiera responderle, aunque no estaba segura de qu? pod?a decirle al respecto. Lacy era una gran amiga con la que siempre se pod?a contar para que te diera una opini?n honesta. Pero el tacto no era su punto fuerte. Jessie se levant? y fue a cambiarse a su habitaci?n. Percibi? un reflejo de s? misma en el espejo de cuerpo entero en la parte de atr?s de la puerta y no se reconoci? de inmediato. En la superficie, todav?a ten?a el mismo aspecto, con su cabello casta?o a la altura de los hombros, sus ojos verdes, su complexi?n elevada, de un metro ochenta. Pero ten?a los ojos enrojecidos de cansancio, y el pelo grasiento y revuelto, por lo que decidi? hacerse una cola de caballo y ponerse una gorra. Y sent?a que estaba constantemente encogida de hombros, como consecuencia de la preocupaci?n omnipresente de que pudiera sentir pinchazos en su abdomen. ?Alguna vez volver? a ser la de siempre? ?Acaso existe esa persona todav?a? Se quit? ese pensamiento de la cabeza, forzando a la autocompasi?n a tomar el asiento de atr?s, al menos durante un rato. Estaba demasiado ocupada como para atender a eso en este momento. Ya era hora de prepararse para su sesi?n de fisioterapia, su reuni?n con la agente de bienes ra?ces, su cita con su psiquiatra, y despu?s con su ginec?logo. Ten?a todo un d?a por delante en el que aparentar que era un ser humano funcional. * La agente de bienes ra?ces, un peque?o torbellino que revoloteaba por todas partes vestido de traje y que se llamaba Bridget, le estaba mostrando el tercer apartamento de la ma?ana cuando Jessie empez? a sentir deseos de tirarse por el balc?n. Todo iba bien al principio. Estaba un tanto euf?rica despu?s de su sesi?n final de fisioterapia, que hab?a concluido con la sentencia de que estaba “razonablemente equipada para las tareas de la vida diaria.” Bridget hab?a mantenido las cosas en marcha mientras miraban los dos primeros apartamentos, enfoc?ndose en los detalles de la unidad, los precios, y las amenidades. No fue hasta que llegaron a la tercera unidad, la ?nica que le intrigaba a Jessie por el momento, que las preguntas se pusieron un tanto personales. “?Est?s segura de que solo te interesan apartamentos de un dormitorio?”, pregunt? Bridget. “Puedo asegurar que este te gusta. Pero hay uno de dos dormitorios un piso m?s arriba que tiene virtualmente la misma distribuci?n. Solo son treinta mil d?lares m?s y tendr?a mayor potencial de reventa. Adem?s, nunca sabes c?mo puede cambiar tu situaci?n en un par de a?os”. “Eso es cierto”, reconoci? Jessie, pensando mentalmente que solo hace dos meses estaba casada, embarazada, y viviendo en una mansi?n en Orange County. Ahora estaba separada de un asesino que hab?a confesado su crimen, hab?a perdido a su hijo nonnato, y estaba viviendo con una amiga de la universidad. “Pero un dormitorio me va bien”. “Por supuesto”, dijo Bridget en un tono que indicaba que todav?a no se iba a rendir. “?Te importa si te pregunto cu?les son tus circunstancias? Me puede ayudar a enfocarme mejor en tus preferencias. No puedo evitar notar que tienes la piel m?s p?lida en el dedo anular donde hasta hace poco hab?a un anillo de bodas. “Podr?a adaptar la selecci?n de ubicaciones dependiendo de si est?s pensando en tirar hacia adelante con todas tus fuerzas o en… acomodarte”. “Estamos en la zona adecuada”, dijo Jessie, mientras su voz se tensaba involuntariamente. “Solo quiero ver apartamentos de un dormitorio por aqu?. Esa es toda la informaci?n que necesitas ahora mismo, Bridget”. “Por supuesto. Lo siento”, dijo Bridget, escarmentada. “Tengo que tomar prestado el cuarto de ba?o un momento”, dijo Jessie, sintiendo como la tensi?n que hab?a en su garganta se expand?a hacia su pecho. No estaba segura de lo que le estaba pasando. “?Est? bien?”. “Por supuesto”, dijo Bridget. “?Recuerdas d?nde estaba, al final del pasillo?”. Jessie asinti? y se dirigi? hacia all? lo m?s deprisa que pudo sin echarse a correr. Para cuando lleg? y cerr? la puerta, ten?a miedo de que se fuera a desmayar. Parec?a como si estuviera a punto de tener un ataque de p?nico. ?Qu? diablos me est? pasando? Se refresc? la cara con agua fr?a, y despu?s repos? las palmas sobre el mostrador mientras se guiaba a s? misma a trav?s de unas respiraciones lentas, y profundas. Las im?genes se suced?an a trav?s de su mente sin ritmo o raz?n de ser: estar acurrucada en el sof? con Kyle, temblando en una caba?a desolada al fondo de la cordillera Ozark, mirando el ultrasonido de su beb? por nacer y que nunca lo har?a, leyendo una historia para irse a dormir con su padre adoptivo en una mecedora, viendo c?mo su marido arrojaba un cad?ver desde un yate en las aguas costeras, el sonido de su padre susurr?ndole “bicho de verano” al o?do. Jessie no sab?a por qu? le hab?a alterado la pregunta b?sicamente inocua que hab?a hecho Bridget sobre sus circunstancias. Lo cierto es que lo hab?a hecho y ahora sent?a un sudor fr?o, temblaba involuntariamente, y miraba de vuelta al espejo a una persona que apenas reconoc?a. No estaba del todo mal que su pr?xima parada fuera para ver a su terapeuta. El pensamiento calm? ligeramente a Jessie que tom? unas cuantas respiraciones profundas antes de salir del cuarto de ba?o y dirigirse al fondo del pasillo hasta la puerta principal. “Ya te llamar?”, le grit? a Bridget al tiempo que cerraba la puerta despu?s de salir. Pero no estaba segura de que lo har?a. Ahora mismo, no estaba segura de nada. CAP?TULO TRES La consulta de la doctora Janice Lemmon solo estaba a unas cuantas manzanas del apartamento del que Jessie estaba saliendo y se alegr? por la oportunidad de caminar y aclararse la mente. Mientras descend?a por Figueroa, casi se alegr? de sentir el viento punzante, cortante, que hac?a que se le humedecieran los ojos antes de secarse de inmediato. El fr?o sobrecogedor empuj? la mayor?a de los pensamientos hacia un lado, excepto el de moverse deprisa. Cerr? la cremallera del abrigo hasta el cuello y baj? la cabeza mientras pasaba junto a una cafeter?a, y despu?s un restaurante que estaba casi a rebosar. Eran mediados de diciembre en Los ?ngeles y los negocios locales hac?an lo que pod?an para que sus fachadas resultaran festivas en una ciudad donde la nieve era casi un concepto abstracto. Sin embargo, en los t?neles de viento que creaban los rascacielos del centro urbano, el fr?o siempre estaba presente. Eran casi las 11 de la ma?ana, el cielo estaba gris y la temperatura rondaba los diez grados. Hoy iba a bajar hasta los cuatro grados cent?grados. Para Los ?ngeles, eso era fr?o siberiano. Por supuesto, Jessie ya hab?a pasado por inviernos mucho m?s fr?os. De ni?a en su Missouri rural, antes de que todo se fuera al carajo, jugaba en el peque?o patio de la casa m?vil de su madre en el parque de caravanas, con los dedos y la cara medio entumecidos, montando mu?ecos de nieve no demasiado impresionantes, pero de rostro alegre, mientras su madre la observaba con atenci?n desde la ventana. Jessie recordaba preguntarse por qu? su madre nunca le quitaba los ojos de encima. En retrospectiva, ahora estaba claro. Unos cuantos a?os m?s tarde, en los suburbios de Las Cruces, Nuevo M?xico, donde vivi? con su familia adoptiva despu?s de que la metieran en el programa de Protecci?n de Testigos, iba a esquiar en las laderas de las monta?as cercanas con su segundo padre, un agente del FBI que proyectaba un profesionalismo sereno, sin que importara la situaci?n de que se tratara. Siempre estaba ah? para ayudarle cuando se ca?a. Y generalmente, pod?a contar con una taza de chocolate caliente cuando descend?an de las colinas des?rticas, peladas y regresaban al albergue. Esos recuerdos del fr?o le calentaban mientras doblaba la esquina de la ?ltima manzana para ir a la consulta de la doctora Lemmon. Con mucho cuidado, eligi? no pensar en los recuerdos menos agradables que, inevitablemente, se entrelazaban con los buenos. Se present? en recepci?n y se quit? las capas de ropa mientras esperaba a que le llamaran para entrar a la consulta de la doctora. No tardaron mucho. A las 11 en punto, su terapeuta abri? la puerta y le invit? a pasar adentro. La doctora Janice Lemmon ten?a unos sesenta y tantos a?os, aunque no los aparentaba. Estaba en excelente forma y sus ojos, detr?s de unas gafas gruesas, eran agudos y enfocados. Sus tirabuzones rubios brincaban cuando caminaba y pose?a una intensidad contenida que no pod?a enmascarar. Se sentaron en unos sillones de felpa la una frente a la otra. La doctora Lemmon le concedi? unos momentos para que se asentara antes de hablar. “?C?mo est?s?”, le pregunt? de esa manera abierta que siempre hac?a que Jessie se planteara la pregunta con m?s seriedad de lo que era habitual en su vida diaria. “He estado mejor”, admiti?. “?Y por qu? es eso?”. Jessie le cont? lo de su ataque de p?nico en el apartamento y los recuerdos del pasado que le asaltaron a continuaci?n. “No s? qu? es lo que me alter?”, dijo a modo de conclusi?n. “Creo que s? lo sabes”, le insisti? la doctora Lemmon. “?Te importar?a darme una pista?”, respondi? Jessie. “Bueno, me pregunto si perdiste la calma en presencia de una persona casi desconocida porque no te parece que tengas ning?n otro sitio donde liberar tu ansiedad. Deja que te pregunte esto—?tienes alg?n acontecimiento o decisi?n estresante en el futuro cercano?”. “?Quieres decir alguna cosa que no sea la cita con mi ginec?logo en dos horas para ver si me he recuperado del aborto, finalizar el divorcio con el hombre que intent? asesinarme, vender la casa que compartimos, procesar el hecho de que mi padre el asesino en serie me est? buscando, decidir si voy a Virginia o no durante dos meses y medio para que los instructores del FBI se r?an de m?, y tener que mudarme del apartamento de una amiga para que pueda dormir bien una noche? Excepto por estas cosas, dir?a que estoy bien”. “Eso suena a bastante”, respondi? la doctora Lemmon, ignorando el tono sarc?stico de Jessie. “?Por qu? no empezamos con las preocupaciones inmediatas y trabajamos hacia fuera desde all?, te parece?”. “T? mandas”, murmur? Jessie. “La verdad es que no, pero dime algo sobre la cita que tienes ahora. ?Por qu? te tiene eso preocupada?”. “No es tanto que est? preocupada”, dijo Jessie. “El m?dico ya me dijo que no parece que tenga ning?n da?o permanente y que podr? volver a concebir en el futuro. Es m?s bien por el hecho de que ir all? me va a recordar lo que he perdido y c?mo lo perd?”. “?Est?s hablando de c?mo te drog? tu marido para poder inculparte por el asesinato de Natalia Urgova? ?Y c?mo la droga que utiliz? te provoc? el aborto?”. “S?”, dijo Jessie con sequedad. “A eso es a lo que me refiero”. “En fin, me sorprender?a que alguien sacara eso a colaci?n”, dijo la doctora Lemmon, con una amable sonrisa jugueteando en sus labios. “?As? que me est?s diciendo que estoy creando estr?s para m? misma sobre una situaci?n que no tiene por qu? ser estresante?”. “Lo que digo es que, si manejas las emociones por anticipado, puede que no te resulten tan abrumadoras cuando est?s en la consulta”. “Eso es muy f?cil de decir”, dijo Jessie. “Todo es m?s f?cil de decir que de hacer”, respondi? la doctora Lemmon. “Dejemos eso a un lado por ahora y continuemos con el divorcio que tienes pendiente. ?C?mo van las cosas por ese frente?”. “La casa est? en dep?sito de seguridad. As? que espero que eso se concluya sin complicaciones. Mi abogado dice que aprobaron mi solicitud de un divorcio urgente y que deber?a estar todo finalizado antes de que acabe el a?o. Hay un bonus por ese lado—como California es un estado de propiedad comunitaria, me quedo con la mitad de los activos de mi pareja asesina. ?l tambi?n se queda con la mitad de lo m?o, a pesar de ir a juicio por nueve delitos mayores a principios de a?o. Pero, considerando que he sido una estudiante hasta hace unas cuantas semanas, no supone gran cosa”. “Y bien, ?c?mo te sientes respecto a eso?”. “Me siento bien por lo del dinero. Dir?a que me lo he ganado de sobra. ?Sabes que utilic? el seguro sanitario de su trabajo para pagar por la herida que me hizo al apu?alarme con el atizador? Eso tiene algo de justicia po?tica. Por lo dem?s, me alegrar? cuando haya terminado todo. Lo que m?s quiero es dejar esto atr?s y olvidarme de que pas? casi una d?cada de mi vida con un soci?pata sin percatarme de ello”. “?Crees que deber?as haberte dado cuenta?”, pregunt? la doctora Lemmon. “Estoy intentando convertirme en crimin?loga profesional, doctora. ?C?mo puedo ser buena si no me di cuenta del comportamiento criminal de mi propio marido?”. “Ya hemos hablado de esto, Jessie. Con frecuencia, hasta a los mejores crimin?logos les resulta dif?cil identificar los comportamientos il?citos de los que tienen m?s cerca. A menudo, se requiere de una distancia profesional para ver lo que realmente est? pasando”. “?Creo entender que hablas por experiencia propia?”, pregunt? Jessie. Janice Lemmon, adem?s de ser una terapeuta del comportamiento, era una experta criminal muy bien considerada que sol?a trabajar a tiempo completo para el Departamento de Polic?a de Los ?ngeles. Todav?a les ofrec?a sus servicios de vez en cuando. Lemmon hab?a utilizado su considerable influencia y conexiones para conseguir a Jessie el permiso para visitar el hospital estatal en Norwalk y que pudiera entrevistar al asesino en serie Bolton Crutchfield como parte de su trabajo de graduaci?n. Y Jessie tambi?n sospechaba que la doctora hab?a desempe?ado un papel crucial en que la aceptaran en el ostentoso programa de la Academia Nacional del FBI, que generalmente solo aceptaba a investigadores locales con mucha experiencia, y no a reci?n graduados que carec?an de experiencia alguna. “As? es”, dijo la doctora Lemmon. “Pero podemos dejar eso para otro momento. ?Te gustar?a hablar de c?mo te sientes por haberte dejado enga?ar por tu marido?”. “No dir?a que me enga?aron completamente. Despu?s de todo, gracias a m?, est? en la c?rcel y tres personas que hubieran acabado muertas de no ser por m?, entre ellas yo misma, est?n vivitas y coleando. ?No recibo ning?n cr?dito por ello? Porque lo cierto es que acab? por darme cuenta. No creo que la polic?a se hubiera dado cuenta jam?s”. “Eso parece justo. Por tu tono, asumo que prefieres continuar con otro tema. ?Qu? te parece que hablemos de tu padre?”. “?En serio?”, pregunt? Jessie, incr?dula. “?Tenemos que hablar de eso a continuaci?n? ?No podemos hablar de mis problemas para encontrar apartamento?”. “Creo entender que est?n relacionados. Despu?s de todo, ?no es esa la raz?n de que tu compa?era de piso no pueda dormir por las pesadillas que te despiertan a gritos?”. “No est?s siendo justa, doctora”. “Solo estoy trabajando con las cosas que me dices, Jessie. Si no quisieras que yo las supiera, no las hubieras mencionado. ?Puedo asumir que los sue?os tienen que ver con el asesinato de tu madre por parte de tu padre?”. “S?”, respondi? Jessie, con un tono que segu?a siendo demasiado jactancioso. “Puede que el Ejecutador de los Ozarks se haya metido bajo tierra, pero todav?a tiene a una v?ctima en sus garras”. “?Han empeorado las pesadillas desde que nos vimos por ?ltima vez?”, pregunt? la doctora Lemmon. “No dir?a que son peores”, corrigi? Jessie. “Se han mantenido b?sicamente al mismo nivel de espantosa horripilancia”. “Pero se han hecho dram?ticamente m?s frecuentes e intensas desde que recibiste el mensaje, ?correcto?”. “Asumo que estamos hablando del mensaje que me pas? Bolton Crutchfield para desvelar que ha estado en contacto con mi padre, a quien le gustar?a mucho encontrarme”. “De ese mensaje es del que estamos hablando”. “Entonces s?, ese fue el momento en que empeoraron”, respondi? Jessie. “Dejando los sue?os de lado por un momento”, dijo la doctora Lemmon, “quer?a reiterar lo que te dije previamente”. “S?, doctora, no lo he olvidado. En tu capacidad como consultora del Departamento de Hospitales del Estado, Divisi?n No-Rehabilitadora, has hablado con el equipo de seguridad del hospital para garantizar que Bolton Crutchfield no tenga acceso a ning?n personal externo no autorizado. No hay manera de que se pueda comunicar con mi padre para hablarle de mi nueva identidad”. “?Cu?ntas veces he dicho eso?”, pregunt? la doctora Lemmon. “Deben haber sido unas cuantas para que lo hayas memorizado”. “Digamos que m?s de una vez. Adem?s, me he hecho amiga de la jefa de seguridad de las instalaciones del DNR, Kat Gentry, y me dijo b?sicamente lo mismo—han actualizado sus procedimientos para garantizar que Crutchfield no tenga ninguna comunicaci?n con el mundo exterior”. “Y a?n as?, no suenas convencida”, indic? la doctora Lemmon. “?Lo estar?as t??”, le contrapuso Jessie. “Si tu padre fuera un asesino en serie conocido por el mundo entero como el Ejecutador de los Ozarks y hubieras visto con tus propios ojos c?mo les sacaba las v?sceras a sus v?ctimas y nunca le hubieran atrapado, ?te quedar?as tranquila por unas meras formalidades triviales?”. “Admito que, seguramente, ser?a algo esc?ptica. Pero no s? qu? tiene de productivo concentrarte en algo que no puedes controlar”. “Ten?a pensando sacar eso a colaci?n, doctora Lemmon”, dijo Jessie, abandonando el tono sarc?stico ahora que ten?a una petici?n genuina que hacer. “?Estamos seguras de que no tenemos ning?n control de la situaci?n? Parece que Bolton Crutchfield sabe bastante sobre lo que ha estado haciendo mi padre en los ?ltimos a?os. Y a Bolton… le gusta mi compa??a. Estaba pensando que puede que sea hora de hacerle otra visita para charlar con ?l. ?Qui?n sabe lo que puede revelar?”. La doctora Lemmon aspir? profundamente mientras consideraba la propuesta. “No estoy segura de que meterte en juegos mentales con un c?lebre asesino en serie sea el mejor paso para tu bienestar emocional, Jessie”. “?Sabes lo que ser?a estupendo para mi bienestar emocional, doctora?”, dijo Jessie, sintiendo c?mo se elevaba su frustraci?n a pesar de sus esfuerzos. “Dejar de sentir miedo a que el psic?pata de mi padre pueda aparecer en cualquier esquina y ponerse a acuchillarme”. “Jessie, si solo con hablar de esto te alteras de esta manera, ?qu? va a suceder cuando Crutchfield empiece a tocarte tus puntos flacos?”. “No es lo mismo. Contigo no tengo que censurarme. Con ?l, soy una persona diferente. Soy profesional”, dijo Jessie, asegur?ndose de que su tono sonara m?s sobrio. “Estoy harta de ser una v?ctima y esto es algo tangible que puedo hacer para cambiar la din?mica. ?Podr?as considerarlo? S? que tu recomendaci?n es algo as? como la llave de oro en esta ciudad”. La doctora Lemmon se la qued? mirando fijamente durante unos segundos desde detr?s de sus gruesas gafas, con mirada escrutadora. “Ver? qu? puedo hacer”, dijo finalmente. “Hablando de llaves de oro, ?ya has aceptado formalmente la invitaci?n de la Academia Nacional del FBI?”. “Todav?a no. Todav?a estoy pensando en las opciones que tengo”. “Creo que podr?as aprender much?simo all?, Jessie. Y no te har?a ning?n mal tenerlo en tu curr?culum vitae cuando te pongas a buscar trabajo por aqu?. Me preocupa que dejar pasar esto por alto pueda ser una forma de autosabotaje”. “No es eso”, le asegur? Jessie. “Ya s? que es una gran oportunidad. Es solo que no estoy segura de que sea el momento ideal para largarme al otro lado del pa?s durante casi tres meses. Todo mi mundo est? en transici?n ahora mismo”. Intent? alejar la agitaci?n de su voz, pero pod?a sentir c?mo hac?a su aparici?n sigilosamente. Obviamente, la doctora Lemmon tambi?n se dio cuenta porque decidi? cambiar de tema. “Muy bien. Ahora que nos hemos hecho una imagen m?s clara de c?mo van las cosas, me gustar?a profundizar un poco m?s en algunas cuestiones. Si recuerdo bien, tu padre adoptivo vino hace poco hasta aqu? para ayudarte a recomponerte. Quiero hablar un momento sobre c?mo fue eso. Pero primero, hablemos de c?mo te est?s recuperando f?sicamente. Entiendo que acabas de tener tu ?ltima sesi?n de fisioterapia. ?C?mo fue eso?”. Los siguientes cuarenta y cinco minutos le hicieron sentir a Jessie como si fuera un tronco al que le estuvieran pelando la cubierta. Cuando se termin?, se alegr? de marcharse, a pesar de que eso significara que su pr?xima parada era para reconfirmar que podr?a concebir hijos en el futuro. Despu?s de casi una hora en que la doctora Lemmon le estuvo escudri?ando su mente, imagin? que dejar que escudri?aran su cuerpo ser?a cosa de ni?os. Pero se equivocaba. * No era el toqueteo lo que le hab?a provocado. Eran las consecuencias. La cita con el m?dico hab?a sido de lo m?s normal. El m?dico le hab?a confirmado que no hab?a sufrido ning?n da?o permanente y le hab?a asegurado que podr?a volver a concebir en el futuro. Tambi?n le hab?a dado luz verde para retomar la actividad sexual, una noci?n que sinceramente ni se le hab?a pasado por la mente a Jessie desde que Kyle le atacara. El m?dico le dijo que, a no ser que surgiera algo inesperado, deber?a volver a la consulta para hacer un seguimiento en seis meses. Fue cuando se encontraba en el ascensor de camino al aparcamiento, que perdi? el control. No estaba del todo segura de por qu?, pero sinti? como si se estuviera cayendo dentro de un agujero oscuro en el suelo. Corri? hasta su coche y se sent? al volante, dejando que los violentos sollozos le sacudieran el cuerpo. Y entonces, en medio de sus l?grimas, lo entendi?. Hab?a algo en lo definitivo de esta cita que le hab?a impactado de lleno. No ten?a que regresar en otros seis meses. Ser?a una visita normal. El estadio del embarazo de su vida hab?a terminado, al menos para el futuro previsible. Casi pod?a sentir c?mo la puerta emocional le daba en las narices con un ruido estridente. Adem?s de que su matrimonio hubiera terminado de la manera m?s sorprendente posible y de enterarse de que su padre el asesino, al que pensaba que hab?a dejado atr?s, estaba de vuelta en su presente, caer en la cuenta de que hab?a tenido a un ser vivo dentro de ella y que ya no lo ten?a resultaba demasiado que soportar. Sali? a toda pastilla del aparcamiento, con la visi?n borrosa por las l?grimas que le inundaban los ojos. Le daba igual. Le pis? fuerte al acelerador mientras conduc?a disparada por Robertson. Era media tarde y no hab?a demasiado tr?fico. Aun as?, se met?a de un carril a otro con salvaje despreocupaci?n. Por delante de ella, en un sem?foro, vio un cami?n de mudanzas. Se puso a conducir a todo gas, y sinti? c?mo el cuello se le echaba hacia atr?s al acelerar. El l?mite de velocidad eran treinta y cinco millas por hora, pero ella iba a cuarenta y cinco, despu?s cincuenta y cinco, a m?s de sesenta. Estaba convencida de que, si le golpeaba al cami?n con bastante fuerza, todo su dolor se desvanecer?a en un instante. Mir? hacia su izquierda y mientras pasaba como un rayo, vio a una madre caminando por el pavimento con su beb?. La idea de que ese chiquit?n fuera testigo de una masa de metal retorcido, fuego y ruido ensordecedor, y restos chamuscados le convenci? en un instante de abandonar su misi?n. Jessie pis? a fondo los frenos, deteni?ndose de repente a un par de metros de la parte trasera del cami?n. Se meti? al aparcamiento de la gasolinera que hab?a a su derecha, aparc?, y apag? el motor del coche. Respiraba con dificultad y la adrenalina le recorr?a todo el cuerpo, haciendo que le temblaran los dedos de las manos y los pies hasta el punto de que le resultara inc?modo. Despu?s de unos cinco minutos sentada all? sin moverse con los ojos cerrados, su pecho dej? de retumbar y su respiraci?n volvi? a la normalidad. Escuch? un zumbido y abri? los ojos. Era su tel?fono. La identificaci?n del remitente dec?a que se trataba del detective Ryan Hern?ndez del L.A.P.D. Hab?a hablado con ella durante su clase de criminolog?a el semestre pasado, en la que ella le hab?a impresionado con la manera de resolver un caso de estudio que ?l hab?a presentado a la clase. Tambi?n le hab?a visitado en el hospital despu?s de que Kyle tratara de matarla. “Hola, hola”, se dijo Jessie en voz alta para s? misma, asegur?ndose de que su voz sonara normal. Bastante normal. Respondi? a la llamada. “Al habla Jessie”. “Hola, se?orita Hunt. Soy el Detective Ryan Hern?ndez. ?Te acuerdas de m??”. “Por supuesto”, dijo ella, encantada de sonar como su ser habitual. “?Qu? pasa?”. “S? que hace poco que te has graduado”, dijo ?l, con una voz que sonaba m?s dubitativa de lo que ella recordaba. “?Ya tienes alg?n puesto asegurado?”. “Todav?a no”, respondi? Jessie. “En este momento, estoy considerando mis opciones”. “En ese caso, me gustar?a hablarte sobre un trabajo”. CAP?TULO CUATRO Una hora despu?s, Jessie estaba sentada en la zona de recepci?n de la Comisar?a de Polic?a de la Comunidad Central del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles, o como se le conoc?a habitualmente, la Divisi?n del Centro, esperando a que saliera el detective Hern?ndez a reunirse con ella. Se neg? rotundamente volver a pensar en el incidente que casi le hab?a llevado a chocar con un cami?n. Era demasiado como para procesarlo en este momento. En vez de ello, se enfoc? en lo que estaba a punto de suceder. Hern?ndez hab?a sido cauteloso durante la llamada, y le hab?a dicho que no pod?a entrar en detalles—solo le dijo que se hab?a abierto una vacante para un agente junior y que hab?a pensado en ella. Le hab?a pedido que viniera a hablarlo en persona ya que quer?a calibrar su inter?s antes de mencion?rselo a los de arriba. Mientras Jessie esperaba, intent? recordar lo que sab?a sobre Hern?ndez. Le hab?a conocido ese oto?o cuando ?l hab?a visitado su programa de master en psicolog?a forense para hablar de las aplicaciones pr?cticas de la criminolog?a. Y resulta que, cuando era polic?a de uniforme, hab?a contribuido de manera importante a atrapar a Bolton Crutchfield. Durante la clase, hab?a presentado un complicado caso de asesinato a los alumnos y les hab?a preguntado si alguno de ellos pod?a determinar al perpetrador y su motivo. Solamente Jessie se lo hab?a figurado. De hecho, Hern?ndez hab?a dicho que era la segunda alumna que hab?a resuelto el caso. La siguiente vez que le vio fue en el hospital donde estaba recuper?ndose del ataque de Kyle. Todav?a estaba bajo la influencia de los medicamentos, por lo que sus recuerdos eran algo vagos. Solo hab?a venido hasta all? porque ella le hab?a hecho una llamada, sospechando de los antecedentes de Kyle antes de conocerle a los dieciocho a?os, con la esperanza de que le pudiera ofrecer alguna pista que seguir. Le hab?a dejado un mensaje de voz y cuando ?l no pudo dar con ella despu?s de varios intentos—b?sicamente porque su marido la hab?a maniatado en su casa—?l hab?a rastreado su celular para caer en la cuenta de que se encontraba en el hospital. Cuando le visit?, hab?a sido amable, y le hab?a repasado el estado del caso pendiente contra Kyle. Sin embargo, tambi?n hab?a mostrado claras sospechas (con raz?n de sobra) de que Jessie no hab?a hecho todo lo posible para aclarar las cosas despu?s de que Kyle matara a Natalia Urgova. Era cierto. Despu?s de que Kyle persuadiera a Jessie de que ella hab?a matado a Natalia en medio de un furor fomentado por el alcohol del que no se acordaba, Kyle le hab?a ofrecido encubrir el crimen arrojando el cad?ver de Natalia al mar. A pesar de las dudas que hab?a sentido en ese momento, Jessie no hab?a insistido en presentarse a la polic?a para confesar. Era algo de lo que se segu?a arrepintiendo hasta el d?a de hoy. Hern?ndez hab?a guardado eso en secreto y, por lo que ella sab?a, no le hab?a dicho nada respecto a ello a nadie m?s. Una peque?a parte de ella se tem?a que esa fuera la verdadera raz?n para decirle que viniera hoy y que lo del trabajo no era m?s que una patra?a para hacerle venir a comisar?a. Se imagin? que, si le llevaba a la sala de interrogatorios, sabr?a por d?nde iban las cosas. Tras unos pocos minutos, ?l sali? a recibirla. Era el mismo que ella recordaba, de unos treinta a?os, de complexi?n fuerte pero no excesivamente imponente. Con un metro ochenta, y algo menos de noventa kilos de peso, era obvio que estaba en una forma excelente. Solo cuando se le acerc? m?s, record? lo musculoso que era. Ten?a el pelo negro y corto, ojos casta?os, y una sonrisa amplia y c?lida que seguramente hac?a que los sospechosos se sintieran a salvo. Se pregunt? si la cultivaba por esa misma raz?n. Vio el anillo de bodas en su mano izquierda y se acord? de que estaba casado, aunque no ten?a hijos. “Gracias por venir, se?orita Hunt”, le dijo, extendi?ndole la mano. “Ll?mame Jessie, por favor”, dijo ella. “Muy bien, Jessie. Vamos a mi escritorio y te pondr? al tanto de lo que tengo en mente”. Jessie sinti? una r?faga de alivio m?s intensa de lo esperada cuando no le sugiri? ir a la sala de interrogatorios, pero consigui? que no fuera demasiado obvio. Mientras le segu?a hasta la zona de oficina, ?l le habl? en voz baja. “He estado al tanto de tu caso”, admiti?. “O, mejor dicho, el caso de tu exmarido”. “Pronto exmarido”, anot? ella. “Correcto. Tambi?n me enter? de eso. No hay planes de seguir junto al tipo que intent? inculparte por asesinato y matarte a ti despu?s, ?eh? Ya no hay lealtad hoy en d?a”. Le sonri? para indicarle que estaba bromeando. Jessie no pudo evitar sentirse impresionada por un hombre que estaba dispuesto a gastar una broma sobre un asesinato ante la persona que casi acaba siendo asesinada. “La culpabilidad me tiene frita”, dijo ella, sigui?ndole la broma. “Apuesto a que s?. Tengo que decir que no tiene buena pinta para el que pronto ser? tu exmarido. Incluso si los fiscales no van a por la pena de muerte, dudo de que salga alg?n d?a de la c?rcel”. “De tus labios…”, murmur? Jessie, sin necesidad de terminar la frase. “Cambiemos de tema a algo m?s alegre, ?te parece?”, sugiri? Hern?ndez. “Como puede que recuerdes o no de mi visita a tu clase, trabajo para una unidad especial en Robos-Homicidios. Se llama la Secci?n Especial de Homicidios, o SEH abreviando. Nos especializamos en casos de gente famosa, de esos que generan un mont?n de inter?s medi?tico o escrutinio p?blico. Puede incluir incendios provocados, asesinatos con m?ltiples v?ctimas, asesinatos de individuos notables, y por supuesto, asesinos en serie”. “Como Bolton Crutchfield, el tipo al que ayudaste a capturar”. “Exactamente”, dijo ?l. “Nuestra unidad tambi?n emplea a crimin?logos. No son exclusivamente nuestros. Todo el departamento tiene acceso a ellos, pero nosotros tenemos prioridad. Puede que hayas o?do hablar de nuestro crimin?logo m?s experimentado, Garland Moses”. Jessie asinti?. Moses era una leyenda en la comunidad de crimin?logos. Antiguo miembro del FBI, se hab?a mudado a la costa oeste para retirarse a finales de los a?os 90 tras pasarse d?cadas dando tumbos por el pa?s a la caza de asesinos en serie. Le pagaba el departamento, pero no era un empleado oficial, as? que pod?a ir y venir como le daba la gana. Ya ten?a m?s de setenta a?os, pero todav?a aparec?a por el trabajo casi cada d?a. Y al menos tres o cuatro veces al a?o, Jessie le?a alguna historia sobre c?mo hab?a resuelto otro caso que nadie m?s pod?a descifrar. Se supon?a que ten?a un despacho en el segundo piso de este edificio en lo que se rumoreaba era un armario de limpieza reconvertido. “?Voy a conocerle?”, pregunt? Jessie, tratando de controlar su entusiasmo. “No hoy”, dijo Hern?ndez. “Quiz? si aceptas el trabajo y cuando lleves alg?n tiempo por aqu?, te lo presentar?. Es algo dif?cil de tratar”. Jessie sab?a que Hern?ndez estaba siendo diplom?tico. Garland Moses ten?a reputaci?n de ser un tipo desagradable y taciturno, con muy mal genio. Si no fuera porque se le daba de maravilla atrapar a asesinos, seguramente no habr?a manera de conseguirle un trabajo. “As? que Moses es algo as? como el crimin?logo em?rito del departamento”, continu? Hern?ndez. “Solo aparece por aqu? para los casos realmente importantes. El departamento tiene unos cuantos crimin?logos aut?nomos y otro personal que emplea para casos menos c?lebres. Por desgracia, nuestro crimin?logo junior, Josh Caster, present? su dimisi?n ayer”. “?Por qu??”. “?Oficialmente?”, dijo Hern?ndez. “Quer?a mudarse a una zona m?s apropiada para la vida en familia. Tiene una mujer y dos hijos a los que no ve nuca. As? que acept? un puesto en Santa B?rbara”. “?Y extraoficialmente?”. “Ya no pod?a m?s con el trabajo. Trabaj? en robos-homicidios media docena de a?os, entonces fue al programa de formaci?n del FBI, regres? con fuerza y trabaj? muy duro como crimin?logo durante dos a?os despu?s de eso. Entonces, se dio con un muro”. “?Qu? quieres decir?”, pregunt? Jessie. “Este es un negocio bastante feo, Jessie. Creo que no he de dec?rtelo, despu?s de lo que pas? con tu marido. Pero una cosa es tener un encuentro fortuito con la violencia o la muerte. Y otra cosa es tener que enfrentarse a ello cada d?a, ver las cosas horribles que los seres humanos pueden hacerse entre ellos. Es dif?cil mantener tu humanidad bajo el peso de todo eso. Te deprime. Si no tienes alg?n sitio donde dejarlo al final del d?a, puede alterarte de verdad. Eso es algo en lo que pensar mientras consideras mi propuesta”. Jessie decidi? que este no era el momento de decirle al detective Hern?ndez que su experiencia con Kyle no era la primera ocasi?n en la que se hab?a enfrentado a la muerte de cerca. No estaba segura de que haber sido testigo de c?mo su padre asesinaba a varias personas cuando ella era una ni?a, incluyendo a su propia madre, pudiera da?ar sus posibilidades laborales. “?Cu?l es exactamente tu propuesta?”, le pregunt?, alej?ndose del tema por completo. Hab?an llegado al escritorio de Hern?ndez. Le hizo un gesto para que se sentara al otro lado de la mesa, frente a ?l, mientras continuaba. “Que sustituyas a Caster, al menos en calidad de interinidad. El departamento no est? preparado para contratar a un crimin?logo a tiempo completo por el momento. Invirtieron un mont?n de recursos en Caster y se sienten quemados. Quieren hacer una gran b?squeda de candidatos antes de contratar a su reemplazo permanente. Entretanto, est?n buscando a alguien junior, a quien no le importe no tener un contrato a tiempo completo ni que le paguen por debajo de lo habitual”. “Seguro que con eso atraer?n solicitudes de los mejores”, dijo Jessie. “Totalmente de acuerdo. Eso me temo—que, con la excusa de mantener los costes bajos, se decidan por alguien que no tenga lo que hace falta. ?Qu? pienso yo? Prefiero probar con alguien que puede que sea novato pero que tenga talento antes de un in?til que no sirva para nada en absoluto”. “?Crees que tengo talento?”, pregunt? Jessie, esperando no sonar como si estuviera buscando que le echaran un cumplido. “Creo que tienes potencial. Lo demostraste en el caso que present? a la clase. Respeto mucho a tu profesor de esa clase, Warren Hosta. Y me dice que tienes talento de verdad. No entr? en detalles, pero indic? que te hab?an concedido permiso para entrevistar a un preso de alto calibre y que hab?as establecido una relaci?n que podr?a acabar siendo de utilidad en el futuro. El hecho de que no pudiera contarme todo lo que est? haciendo alguien que se acaba de graduar del master sugiere que no est?s tan verde como pueda parecer. Adem?s, te las arreglaste para deshilvanar la complicada trama del asesinato que cometi? tu marido y conseguiste que no te matara. Eso no es moco de pavo. Tambi?n s? que te han aceptado en el programa de la Academia Nacional del FBI sin ninguna experiencia previa en las fuerzas de seguridad. Eso no sucede casi nunca. As? que estoy dispuesto a apostar por ti y mencionar tu nombre en las negociaciones, asumiendo que est?s interesada. ?Est?s interesada?”. CAP?TULO CINCO “Entonces, ?no vas a hacer lo del FBI?”, pregunt? Lacy con incredulidad mientras tomaba otro sorbito de vino. Estaban sentadas en el sof?, ya se hab?an bebido la mitad de una botella de vino tinto y estaban devorando la comida china que les acababan de traer a casa. Eran m?s de las 8 de la tarde y Jessie estaba agotada despu?s de vivir el d?a m?s largo que recordaba en muchos meses. “Claro que lo voy a hacer, pero no ahora. Me concedieron una pr?rroga. Puedo unirme a otra clase de la Academia, siempre y cuando lo haga en los pr?ximos seis meses. De lo contrario, tengo que volver a presentar mi aplicaci?n. Como tuve suerte de que me aceptaran en esta ocasi?n, pr?cticamente eso garantiza que ir? muy pronto”. “?Y te rajas para hacer trabajo de despacho para el L.A.P.D.?”, pregunt? Lacy, incr?dula. “Otra vez, no me estoy rajando”, se?al? Jessie, d?ndole un buen trago a su copa, “solo lo estoy retrasando. Ya estaba indecisa por todo lo que tengo entre manos con la venta de la casa y mi recuperaci?n f?sica. Esto no fue m?s que el factor decisivo. Adem?s, ?suena genial!”. “No, para nada”, dijo Lacy. “Suena completamente aburrido. Hasta tu amigo el detective dijo que estar?as haciendo tareas rutinarias y manejando casos de poca monta en los que nadie m?s quiera trabajar”. “Al principio, pero cuando tenga un poco de experiencia, estoy segura de que me asignar?n a algo m?s interesante. Estamos en Los ?ngeles, Lace. No van a ser capaces de mantener a los locos muy lejos de m?”. * Dos semanas m?s tarde, mientras el coche patrulla dejaba a Jessie a una manzana de la escena del crimen, les dio las gracias a los agentes y se dirigi? al callej?n donde vio la cinta de acordonamiento de la polic?a en su lugar. Mientras cruzaba la calle, evitando a los conductores que parec?an tener m?s intenciones de chocarse con ella que de evitarla, se le ocurri? que este iba a ser su primer caso de asesinato. Echando la vista atr?s a su breve periodo en la comisar?a central, se daba cuenta de que se hab?a equivocado al pensar que no iban a poder mantener a los locos alejados de ella. De alguna manera, hasta el momento, lo hab?an conseguido. De hecho, la mayor parte del tiempo en estos d?as se lo hab?a pasado en comisar?a, repasando casos abiertos para asegurarse de que el papeleo que hab?a rellenado Josh Carter antes de largarse estaba al d?a. Era pura rutina. No ayudaba el hecho de que la Comisar?a Central pareciera una terminal de autobuses transitada. La zona del recinto principal era masiva. La gente revoloteaba a su alrededor todo el tiempo y nunca estaba del todo segura de si se trataba de personal, civiles, o sospechosos. Tuvo que moverse en varias ocasiones a otro escritorio cada vez que los crimin?logos sin la etiqueta de “interinidad” utilizaban su experiencia para reclamar las estaciones de trabajo que prefer?an. Y daba igual donde terminara, parec?a que Jessie siempre estaba situada justo debajo de una luz fluorescente titilante. Pero hoy no. Al entrar al callej?n a las afueras de la Cuarta Este, vio al detective Hern?ndez al otro extremo y esper? que este caso fuera diferente a los otros que le hab?an asignado hasta el momento. En cada uno de ellos, hab?a acompa?ado a los detectives, pero no le hab?an pedido su opini?n. No hab?a gran necesidad de ello de todos modos. De los tres casos en que hab?a hecho de acompa?ante, dos hab?an sido robos y el otro un incendio provocado. En cada uno de ellos, el sospechoso hab?a confesado a los pocos minutos de que le arrestaran, en una ocasi?n sin que le tuvieran que interrogar. El detective hab?a tenido que leerle sus derechos Miranda y pedirle que confesara de nuevo. Pero hoy puede que por fin fuera diferente. Era el lunes despu?s de Navidad, y Jessie esperaba que el esp?ritu de las fiestas pudiera hacer que Hern?ndez se sintiera m?s generoso que sus colegas. Se uni? a ?l y a su compa?ero por el d?a, un hombre con gafas de unos cuarenta y tantos a?os llamado Callum Reid, durante su investigaci?n de la muerte de un adicto que hab?an encontrado al final del callej?n. Todav?a ten?a una aguja pinchada en su brazo izquierdo y el agente de uniforme solo hab?a llamado a los detectives como mera formalidad. Mientras Hern?ndez y Reid hablaban con el agente, Jessie se meti? por debajo de la cinta de acordonamiento y se acerc? al cad?ver, asegur?ndose de que no pisaba en ning?n lugar importante. Mir? al joven, que no parec?a ser mayor que ella. Era afroamericano, con un corte de pelo difuminado. Hasta tumbado y descalzo, pod?a asegurar que era alto. Algo sobre ?l le resultaba familiar. “?Deber?a saber qui?n es este tipo?”, le grit? a Hern?ndez. “Me da la impresi?n de que le he visto antes en alguna parte”. “Probablemente”, le grit? Hern?ndez de vuelta. “Fuiste a la USC, ?verdad?”. “As? es”, dijo ella. “Seguramente coincidi? contigo uno o dos a?os. Se llamaba Lionel Little. Jug? al baloncesto all? durante un par de a?os antes de hacerse profesional”. “Vale, ahora creo que me acuerdo de ?l”, dijo Jessie. “Ten?a un incre?ble tiro con la mano izquierda en que volteaba los dedos”, record? el detective Reid. “Me recordaba un poco a George Gervin. Fue un novato muy solicitado, pero acab? desvaneci?ndose en unos pocos a?os. No pod?a jugar como defensa, y no supo c?mo manejar todo ese dinero ni el estilo de vida de la NBA. Solo dur? tres temporadas antes de que le sacaran por completo de la liga. Para entonces, las drogas se lo llevaron por delante. En alg?n momento, acab? viviendo en la calle”. “Le ve?a de vez en cuando”, a?adi? Hern?ndez. “Era un chico muy agradable—nunca le detuvieron por otra cosa que vagabundear o mearse en p?blico”. Jessie se inclin? y mir? m?s de cerca a Lionel. Trat? de imaginarse a s? misma en su posici?n, un chico perdido, adicto a las drogas, pero no problem?tico, vagabundeando por los callejones de atr?s del centro de L.A. durante los ?ltimos a?os. De alg?n modo, se las arregl? para mantener su h?bito sin llegar a la sobredosis o terminar en prisi?n. Y, aun as?, all? estaba, tumbado en un callej?n, con una aguja en el brazo, descalzo. Algo no encajaba del todo. Se arrodill? para echarle una mirada de cerca donde la aguja sobresal?a de su piel. Estaba metida hasta el fondo en su piel b?sicamente limpia. Su piel limpia…. “Detective Reid, ?dijiste que Lionel ten?a un giro de dedos de la mano izquierda que estaba muy bien, ?verdad?”. “Algo realmente hermoso”, respondi? con entusiasmo. “?Entonces podemos asumir que era zurdo?”. “Oh claro que s?, era completamente zurdo. Ten?a problemas para pasarse a su derecha. Los defensas le hac?an pasarse a ese lado y as? terminaban con ?l. Fue otra de las razones de que nunca triunfara como profesional”. “Eso es extra?o”, murmur? ella. “?Qu? pasa?”, pregunt? Hern?ndez. “Es solo que… ?pod?is venir aqu?, chicos? Hay algo que no me parece que tenga mucho sentido en esta escena del crimen”. Los detectives se acercaron y se detuvieron justo detr?s de donde estaba arrodillada. Se?al? al brazo izquierdo de Lionel. “Parece que esa aguja est? metida hasta la mitad de su brazo, pero no est? ni siquiera cerca de una vena”. “?Quiz? tuviera mala punter?a?”, sugiri? Reid. “Quiz?”, concedi? Jessie. “Pero mira su brazo derecho. Hay una l?nea n?tida de rastros que siguen sus venas. Es bastante meticuloso para un drogadicto. Y tiene sentido, porque era zurdo. Naturalmente, se inyectar?a el brazo derecho con su mano dominante”. “Eso tiene sentido”, asinti? Hern?ndez. “Entonces pens? que quiz? es que era m?s torpe cuando utilizaba su mano derecha”, continu? Jessie. “Como dijiste, detective Reid, quiz? tuviera mala punter?a”. “Exactamente”. dijo Reid. “Pero mira”, dijo Jessie se?alando al brazo. “Excepto por el punto donde est? la aguja ahora mismo, su brazo izquierdo est? limpio—no hay rastros de marcas en absoluto”. “?Qu? te indica eso?”, pregunt? Hern?ndez, que empezaba a ver lo que quer?a decir. “Me indica que no se pinchaba en su brazo izquierdo en absoluto. Por lo que puedo decir, este tampoco es la clase de hombre que dejar?a que otra persona le pinchara en su brazo. Ten?a un sistema. Era muy met?dico. Mira la parte superior de su mano derecha. Tambi?n tiene marcas all?. Prefer?a pincharse en la mano antes que confiar en otra persona. Apuesto a que, si le quitamos los calcetines, tambi?n encontraremos marcas entre los dedos de su pie derecho”. “Entonces, ?est?s sugiriendo que no fue una sobredosis?”, pregunt? Reid con escepticismo. “Sugiero que alguien quer?a que pareciera una sobredosis, pero hizo un trabajo chapucero y simplemente le clav? la aguja en alguna parte de su brazo izquierdo, el que la gente diestra utilizar?a normalmente”. “?Por qu??”, pregunt? Reid. “Bueno”, dijo Jessie con cautela. “Empec? a pensar en el hecho de que su calzado haya desaparecido. El resto de su ropa est? aqu?. Me pregunto si, como ha sido un jugador profesional, a lo mejor su calzado era de los caros. ?No hay algunas de esas deportivas que se venden por cientos de d?lares?”. “As? es”, dijo Hern?ndez, que sonaba excitado. “De hecho, cuando se uni? a la liga al principio y todo el mundo pens? que se iba a convertir en alguien grande, firm? un contrato de calzado con una compa??a que estaba empezando llamada Hardwood. La mayor?a de los chicos firmaron contratos con alguna de las grandes compa??as—Nike, Adidas, Reebok. Sin embargo, Lionel se decidi? por esta gente. Se les consideraba atrevidos. Quiz? demasiado porque declararon la bancarrota hace unos cuantos a?os”. “Entonces las deportivas no ser?an tan valiosas”, dijo Reid. “La verdad es que m?s bien lo contrario es cierto”, corrigi? Hern?ndez. “Como se fueron a quiebra, sus deportivas se convirtieron en un art?culo muy valorado. Solo hay unas cuantas en circulaci?n, as? que son bastante valiosas para los coleccionistas. Como embajador de la compa??a, seguro que Lionel recibi? toneladas de ellas cuando firm? el contrato. Y estoy dispuesto a apostar que llevaba unas puestas esta noche”. “As? que”, continu? Jessie, “alguien le vio con esas deportivas. Quiz? estaban desesperados por hacer algo de dinero. Lionel no tiene aspecto de ser un tipo duro. Es un objetivo f?cil. As? que esta persona derriba a Lionel, le roba el calzado, y le mete la aguja en el brazo, con la esperanza de que lo veamos como otra sobredosis m?s”. “No es una teor?a descabellada”, dijo Hern?ndez. “Veamos si podemos poner en marcha una b?squeda de cualquiera que lleve puestas un par de Hardwoods”. “Si Lionel no muri? de sobredosis, ?c?mo le mat? el perpetrador?”, observ? Reid. “No veo nada de sangre”. “Creo que esa es una pregunta excelente… para el m?dico forense”, dijo Hern?ndez, sonriendo mientras pasaba al otro lado de la cinta de acordonamiento. “?Por qu? no llamamos a alguno y vamos a tomar el almuerzo?”. “Tengo que pasarme por el banco”, dijo Reid. “Quiz? mejor os veo de nuevo en comisar?a”. “Muy bien, parece que estamos solo t? y yo, Jessie”, dijo Hern?ndez. “?Qu? te parece si vamos a por un perrito caliente de un puesto callejero? Antes vi a un chico al otro lado de la calle”. “Creo que me voy a arrepentir, pero lo har? de todos modos porque no quiero parecer una gallina”. “Sabes qu?”, se?al? ?l, “si dices que lo vas a hacer para no parecer una gallina, todo el mundo sabr? que solo vas a com?rtelo para ganar puntos. Y eso es bastante gallina. No es m?s que un consejo profesional”. “Gracias, Hern?ndez”, contest? Jessie. “Hoy estoy aprendiendo todo tipo de cosas”. “Se le llama formaci?n pr?ctica”, dijo ?l, y continu? meti?ndose con ella mientras bajaban por el callej?n hasta la calle. “Claro que, si pones tanto cebollas como pimientos en el perrito, puede que ganes algunos puntos en la calle”. “Guau”, dijo Jessie, sonriendo. “?Qu? le parece a tu mujer cuando est? tumbada a tu lado y t? apestas a todo eso?”. “No supone un gran problema”, dijo Hern?ndez, que entonces se dio la vuelta para pedir su comida al vendedor. Hab?a algo en la respuesta de Hern?ndez que le result? peculiar. Quiz? a su mujer le diera igual el olor a cebollas y pimientos en la cama. Pero su tono suger?a que a lo mejor no era un gran problema porque ?l y su mujer no compart?an la cama en este momento. A pesar de la curiosidad que sent?a, Jessie lo dej? estar. Apenas conoc?a a este hombre. No se iba a poner a interrogarle sobre el estado de su matrimonio, pero deseaba poder averiguar si su instinto se equivocaba o si sus sospechas eran correctas. Hablando de instinto, el vendedor le estaba mirando con expectaci?n, esperando a que hiciera su pedido. Jessie mir? el perrito de Hern?ndez, que rebosaba de cebollas, pimientos, y lo que parec?a ser salsa. El detective la estaba observando, claramente dispuesto a burlarse de ella. “Tomar? lo que ?l est? comiendo”, dijo ella. “Exactamente lo mismo”. * De vuelta a comisar?a unas cuantas horas despu?s, estaba saliendo del ba?o para mujeres por tercera vez cuando Hern?ndez se le acerc? con una enorme sonrisa en el rostro. Se forz? a parecer casual, ignorando el inc?modo revoltijo que sent?a en las tripas. “Buenas noticias”, dijo ?l, que por suerte parec?a no ser consciente de su incomodidad. “Nos han dicho que han encontrado a alguien hace unos minutos con unas Hardwood que encajan con la talla del pie de Lionel, una diecis?is. La persona que llevaba las deportivas tiene una nueve. Y eso es—en fin—un tanto sospechoso. Buen trabajo”. “Gracias”, dijo Jessie, intentando aparentar que no supon?a gran cosa. “?Alguna noticia del examinador m?dico sobre la posible causa de la muerte?”. “Nada oficial por el momento, pero cuando le dieron la vuelta a Lionel, encontraron un morat?n gigante en su nuca. As? que no es descabellado pensar en la hip?tesis de un hematoma subcut?neo. Eso explicar?a la ausencia de sangre”. “Genial”, dijo Jessie, contenta de que su teor?a hubiera resultado cierta. “S?, claro, aunque no sea tan genial para su familia. Su madre estuvo aqu? para identificar el cuerpo y por lo visto, est? devastada. Es una madre soltera. Recuerdo leer en alg?n art?culo sobre ?l que trabajaba en tres sitios distintos cuando Lionel era un cr?o. Seguro que pens? que podr?a reducir sus horas cuando ?l triunf?, pero supongo que no fue as?”. Jessie no supo qu? decir como respuesta as? que simplemente asinti? y guard? silencio. “Voy a dejarlo por hoy”, dijo Hern?ndez con brusquedad. “Unos cuantos vamos a ir tomar un trago, por si quieres unirte. Sin duda, te has ganado una a mi cuenta”. “Lo har?a, pero se supone que voy a ir a un club esta noche con mi compa?era de piso. Cree que ya es hora de que regrese al mundo de las citas”. “?Y t? crees que ya es hora?”, pregunt? Hern?ndez, arqueando las cejas. “Creo que ella es imparable y no va dejar esto de lado hasta que salga al menos una vez, a pesar de que sea lunes por la noche. Con eso, deber?a obtener unas cuantas semanas de gracia antes de que empiece con ello de nuevo”. “En fin, p?salo bien”, dijo ?l, tratando de sonar optimista. “Gracias, estoy segura de que no ser? as?”. CAP?TULO SEIS El club estaba oscuro y con la m?sica muy alta, y Jessie pod?a ver c?mo se avecinaba un dolor de cabeza. Una hora antes, cuando Lacy y ella se estaban preparando, la cosa parec?a mucho m?s prometedora. El entusiasmo de su compa?era de piso era contagioso y Jessie casi se sent?a ansiosa de pasar la noche fuera mientras se pon?an sus vestidos y se acicalaban el pelo. Cuando salieron del apartamento, no pod?a negar que estaba de acuerdo con el comentario que hab?a hecho Lacy dici?ndole que estaba “reluciente”. Llevaba su falda roja con el corte que ascend?a hasta su muslo derecho, la que nunca acab? poni?ndose en su breve y tumultuosa existencia en los suburbios de Orange County. Tambi?n llevaba un top negro sin mangas que acentuaba el tono muscular que hab?a conseguido durante su fisioterapia. Hasta se atrevi? a ponerse sus tacones de tres pulgadas que la hac?an medir oficialmente m?s de uno ochenta y cinco y que la met?an en el club de las amazonas del que formaba parte Lacy. Originalmente, se hab?a atado su pelo casta?o en un mo?o, pero su compa?era de piso y empresaria de la moda le hab?a convencido para que se lo dejara suelto, por lo que le ca?a como una cascada por la espalda. Al mirarse en el espejo, no le resultaba totalmente rid?culo que Lacy dijera que parec?an un par de modelos que sal?an a pasear sus palmitos por la noche. Sin embargo, una hora despu?s, su estado de ?nimo se hab?a apagado. Lacy se lo estaba pasando en grande, flirteando l?dicamente con los chicos que no le interesaban y flirteando seriamente con las chicas que s? lo hac?an. Jessie se encontraba junto al bar charlando con el barman, que obviamente ten?a mucha pr?ctica en el arte de entretener a las chicas que no estaba acostumbradas al ambiente. No estaba segura de cu?ndo se hab?a vuelto tan sosa, aunque era cierto que no hab?a estado soltera en casi una d?cada. Sin embargo, Kyle y ella hab?an salido por este mismo tipo de sitios cuando viv?an aqu?, antes de mudarse a Westport Beach. Y ella nunca se hab?a sentido fuera de lugar. De hecho, le sol?a encantar pasarse a conocer los nuevos clubs, bares y restaurantes nocturnos del centro de L.A.—o D.T.L.A. para los habitantes locales—, algunos de los cuales parec?an abrir cada semana. Ellos dos entraban como una r?faga de viento y se hac?an con todo el lugar, probaban el art?culo o bebida menos convencional del men?, bailando con toda despreocupaci?n en el centro del club, ignorando las miradas cr?ticas que pudieran atraer. No echaba en falta a Kyle, pero ten?a que reconocer que a?oraba la vida que hab?a compartido antes de que todo se torciera. Un chico joven, probablemente de menos de veinticinco a?os, se acerc? a ella y se acomod? en un taburete vac?o que hab?a a su izquierda. Le ech? una mirada r?pida en el espejo del bar, estudi?ndole en silencio. Era parte de un juego privado al que le gustaba jugar consigo misma. De manera informal, lo llamaba “predicci?n humana”. En el juego, intentaba adivinar cuanto m?s le fuera posible sobre una persona, en base a su aspecto, su manera de actuar y de hablar. Mientras le echaba una ojeada a escondidas al chico en cuesti?n, se sinti? encantada de darse cuenta de que ahora ese juego le proporcionaba beneficios profesionales. Despu?s de todo, era una crimin?loga interina, novata. Esto era trabajo de campo. El chico era moderadamente atractivo, con el pelo rubio oscuro y desgre?ado que le ca?a por encima del lado derecho de la frente. Estaba bronceado, pero no era un moreno de playa. Era demasiado uniforme y perfecto. Jessie sospech? que visitaba una sala de sol?rium peri?dicamente. Estaba en buena forma, pero parec?a delgado de un modo que no resultaba natural, como un lobo que no ha comido en mucho tiempo. Era obvio que ven?a de su trabajo, ya que todav?a llevaba “su uniforme”—un traje, zapatos abrillantados, y la corbata ligeramente aflojada como para indicar que estaba relaj?ndose. Eran casi las 10 de la noche, y si acababa de salir del trabajo, eso suger?a que su trabajo requer?a de largas horas en la oficina. Quiz? trabajaba en finanzas, aunque por lo general, eso requer?a m?s bien empezar temprano y no salir muy tarde. Era m?s probable que se tratara de un abogado, aunque no para el gobierno; quiz? era un asociado que estaba en su primer a?o en alguna compa??a de alto nivel donde le estaban exprimiendo. Le pagaban bien, como demostraba el traje de sastre, pero no ten?a mucho tiempo para disfrutar de los frutos de su labor. Parec?a estar decidiendo la entrada que iba a utilizar para hablar con ella. No pod?a ofrecerle un trago porque ya ten?a uno que estaba medio lleno. Jessie decidi? echarle una mano. “?Qu? compa??a?”, le pregunt?, volvi?ndose hacia ?l. “?Qu??”. “?Con qu? compa??a legal trabajas?”, repiti?, casi gritando para que le oyera por encima de la m?sica que les envolv?a. “Benson & Aguirre”, respondi? con un acento de la costa este que Jessie no pudo identificar del todo. “?C?mo supiste que soy abogado?”. “Pura suerte; parece que te est?n haciendo trabajar de lo lindo. ?Acabas de salir?”. “Hace como media hora”, dijo ?l, con una voz que mostraba un tono m?s bien del Atl?ntico medio que de New York. “Llevo tres horas deseando tomarme un trago. Podr?a tomarme un agua con hielo, pero tendr? que conformarme con esto”. Le dio un trago a su cerveza. “?C?mo se compara Los ?ngeles con Filadelfia?”, pregunt? Jessie. “Ya s? que han pasado menos de seis meses, pero ?te parece que te est?s adaptando bien?”. “Pero bueno, ?qu? diablos es esto? ?Eres algo as? como un detective privado? ?C?mo sabes que soy de Filadelfia y que me mud? aqu? el pasado agosto?”. “Es una especie de talento que tengo. Me llamo Jessie, por cierto”, dijo, extendi?ndole la mano. “Doyle”, dijo ?l, estrech?ndosela. “?Me vas a contar c?mo haces ese truco de sal?n? Porque me est?s asustando un poco”. “No quiero desvelar el misterio. El misterio es muy importante. Deja que te haga otra pregunta, solo para completar la imagen. ?Fuiste a Temple o a Villanova para estudiar leyes?”. ?l se la qued? mirando con la boca abierta de par en par. Tras pesta?ear unas cuantas veces, se recompuso. “?C?mo sabes que no fui a Penn?”, le pregunt?, fingiendo sentirse insultado. “De ning?n modo, no ped?as aguas heladas en Penn. ?Cu?l de ellas es?”. “?Guau, guau, y m?s guau, chica!”, le grit?. “?Vamos Wildcats!”. Jessie asinti? con entusiasmo. “Soy una chica troyana tambi?n”, dijo ella. “Oh, vaya. ?Fuiste a USC? ?Te enteraste de lo de eso chico Lionel Little—que sol?a jugar a baloncesto all?? Le han matado hoy”. “Algo escuch?”, dijo Jessie. “Qu? historia tan triste”. “Escuch? que le mataron por sus deportivas”, dijo Doyle, sacudiendo la cabeza. “?Puedes creerlo?”. “Deber?as cuidar de tus zapatos, Doyle. Tampoco parecen baratos”. Doyle baj? la mirada, y despu?s se inclin? y le susurr? al o?do. “Ochocientos d?lares”. Jessie silb? fingiendo admiraci?n. Estaba perdiendo r?pidamente todo el inter?s en Doyle, cuya juvenil exuberancia se ve?a superada por su juvenil autocomplacencia. “?Y cu?l es tu historia?”, le pregunt?. “?No quieres intentar adivinarla?”. “Oh bueno, no soy tan bueno con esas cosas”. “Haz un intento, Doyle”, le exhort? ella. “Puede que te sorprendas a ti mismo. Adem?s, un abogado tiene que ser perspicaz, ?no es cierto?”. “Eso es cierto. Muy bien, lo intentar?. Dir?a que eres una actriz. Eres lo bastante bonita como para serlo. Aunque el centro de Los ?ngeles no sea el territorio habitual de las actrices. Es m?s bien Hollywood y apunta hacia el oeste. ?Modelo quiz?s? Podr?as serlo, pero pareces demasiado inteligente como para que eso sea tu actividad principal, tu profesi?n. Quiz? hiciste algo de modelaje de adolescente, pero ahora te has metido en algo m?s profesional. Ah, ya lo s?, eres relaciones p?blicas. Por eso eres tan buena en leer a las personas. ?He acertado? S? que lo he hecho”. “Te has quedado muy cerca, Doyle, pero no del todo”. “?Entonces, a qu? te dedicas?”, le pregunt? con exigencia. “Soy crimin?loga para el L.A.P.D.”. Le sent? bien decirlo en voz alta, sobre todo mientras ve?a c?mo se le abr?an los ojos de sorpresa. “?Como en esa serie Mindhunter?”. “S?, algo as?. Ayudo a la polic?a a meterse en las mentes de los criminales para que tengan m?s posibilidades de atraparles”. “Vaya, vaya. ?As? que atrapas a asesinos en serie y cosas as??”. “Lo llevo haciendo un tiempo”, dijo Jessie, sin mencionar que su b?squeda se reduc?a a un asesino en serie en particular y que no ten?a nada que ver con el trabajo. “Eso es fascinante. Qu? trabajo tan interesante”. “Gracias”, dijo Jessie, presintiendo que por fin hab?a reunido el valor para preguntarle lo que ten?a en mente desde hace un rato. “?Y entonces cu?l es tu situaci?n actual? ?Est?s soltera?”. “Divorciada”. “?De verdad?”, dijo ?l. “Pareces demasiado joven para estar divorciada”. “Ya lo s?. Circunstancias inusuales. No acab? funcionando”. “No quiero ser grosero, pero ?puedo preguntarte qu? fue tan inusual? Quiero decir, eres todo un trofeo. ?Eres una psic?pata o algo as??”. Jessie sab?a que no ten?a intenci?n alguna de herirla con la pregunta. Estaba genuinamente interesado tanto en la respuesta como en ella y acababa de estropearlo todo de un modo terrible. Aun as?, pod?a percibir c?mo todo el inter?s que le quedaba por Doyle desaparec?a en ese momento. En el mismo instante, la pesadez del d?a y sus tacones altos empezaron a asomar sus feas cabezas. Decidi? concluir la noche con una explosi?n. “No dir?a que soy una psic?pata, Doyle. No cabe duda de que tengo mis problemas, hasta el punto de que me despierto gritando la mayor?a de las noches. ?Pero psic?pata? No dir?a eso. La verdad es que nos divorciamos porque mi marido era un soci?pata que asesin? a una mujer con la que se estaba acostando, intent? inculparme por ello, y al final intent? matarme a m? a y a dos de nuestros vecinos. Realmente se tom? en serio eso de “hasta que la muerte nos separe”. Doyle se la qued? mirando, con la mand?bula tan abierta que podr?an haberle entrado hasta moscas. Esper? a que se recuperara, sintiendo curiosidad por ver la maestr?a con la que se iba a librar del asunto. No mucha, por lo que pudo comprobar. “Oh, eso es realmente terrible. Te preguntar?a m?s sobre ello, pero acabo de acordarme de que tengo que presentar una deposici?n a primera hora de la ma?ana. Seguramente, deber?a irme a casa. Espero verte por aqu? en alg?n momento”. Se levant? del taburete y ya estaba a mitad de camino de la entrada antes de que Jessie pudiera pronunciar un “Adi?s, Doyle”. * Jessica Thurman tir? de la manta para cubrir su cuerpecito medio congelado. Ya llevaba sola en la caba?a con su madre muerta tres d?as. Estaba tan delirante por la falta de agua, calor, e interacci?n humana que a veces cre?a que su madre le estaba hablando, a pesar de que su cad?ver segu?a tirado, inm?vil, con los brazos en lo alto sujetos por los grilletes que colgaban de las vigas de madera. De repente, dieron unos golpes a la puerta. Hab?a alguien fuera de la caba?a. No pod?a tratarse de su padre. No ten?a ninguna raz?n para llamar. Entraba en cualquier parte siempre que le daba la gana. Los golpes se repitieron, solo que esta vez sonaban diferentes. Hab?a un zumbido mezclado con ellos. Eso no ten?a ning?n sentido. La caba?a no ten?a timbre en la puerta. El zumbido volvi? a sonar, esta vez sin que hubiera sonido de golpes en absoluto. De repente, los ojos de Jessie se abrieron de par en par. Estaba tumbada en la cama, concedi?ndole un segundo a su cerebro para que procesara que el zumbido que estaba escuchando proven?a de su celular. Se inclin? para cogerlo, notando que, aunque le lat?a el coraz?n a toda velocidad y su respiraci?n era jadeante, no estaba tan sudorosa como era costumbre despu?s de una pesadilla. Era el detective Ryan Hern?ndez. Al responder a la llamada, ech? un vistazo a la hora: las 2:13 de la madrugada. “Hola”, dijo Jessie, sin apenas sonar somnolienta. “Jessie. Soy Ryan Hern?ndez. Disculpa que te llame a esta hora, pero he recibido una llamada para investigar una muerte sospechosa en Hancock Park. Garland Moses ya no atiende llamadas en medio de la noche y todos los dem?s est?n ocupados. ?Te apetece unirte?”. “Claro”, respondi? Jessie. “Si te env?o la direcci?n por mensaje de texto, ?puedes estar aqu? en treinta minutos?”, le pregunt?. “Puedo estar all? en quince”. CAP?TULO SIETE Cuando Jessie aparc? delante de la mansi?n en Lucerne Boulevard. a las 2:29 de la madrugada, ya hab?a all? delante varios coches patrulla, una ambulancia, y el veh?culo del examinador m?dico. Se baj? del coche y camin? hacia la entrada, intentando parecer lo m?s profesional posible, dadas las circunstancias. Hab?a vecinos apostados en el pavimento, muchos de ellos envueltos en albornoces para protegerse del fresco de la noche. Este tipo de cosas no era lo habitual en un vecindario acomodado como Hancock Park. Acurrucado entre Hollywood al norte y el distrito de Mid-Wilshire al sur, era un enclave de las familias de dinero de tradici?n de Los ?ngeles, o al menos de tanta tradici?n como pod?a darse en una ciudad tan indiferente a la historia como esta. La gente que viv?a aqu? no eran las estrellas del celuloide o los gigantes de Hollywood que uno se pod?a encontrar en Beverly Hills o en Malib?. Estas eran las residencias de los que llevaban generaciones siendo ricos, que pod?an elegir si trabajaban o no. Si lo hac?an, sol?a ser meramente para evitar el tedio. Pero esta noche no ten?an que preocuparse de estar aburridos. Despu?s de todo, uno de los suyos hab?a muerto y todos sent?an curiosidad por saber de qui?n se trataba. Jessie sinti? cierta excitaci?n mientras sub?a por la escalinata que llevaba a la puerta principal, que estaba marcada con cinta policial amarilla. Esta era la primera vez que llegaba a una escena del crimen sin la compa??a de un detective. Y eso quer?a decir que era la primera vez que iba a tener que mostrar sus credenciales para acceder a una zona restringida. Record? que hab?a sentido la misma emoci?n cuando se las dieron por primera vez. Hasta hab?a practicado con Lacy el gesto de presentarlas unas cuantas veces en el apartamento. Pero ahora, mientras las rebuscaba en el bolsillo de su chaqueta, tratando de localizarlas, se sent?a sorprendentemente nerviosa. No ten?a necesidad de estarlo. El agente que hab?a en la parte superior de las escaleras apenas las mir? mientras retiraba la cinta policial para dejarle pasar. Jessie encontr? a Hern?ndez con otro detective de pie justo en la recepci?n de la casa. Parec?a como si al hombre m?s joven le hubiera tocado el palito m?s corto. La mayor experiencia del detective Reid le hab?a debido permitir pasar por alto esta llamada. Jessie se pregunt? por qu? Hern?ndez no hab?a aprovechado su rango para hacer lo propio. La vio y le hizo un gesto para que entrara. “Jessie Hunt, no s? si ya has conocido al detective Alan Trembley. Era el detective de guardia esta noche y va a trabajar en este caso conmigo”. Cuando Jessie le estrech? la mano, no pudo evitar notar que, con su cabello rubio descuidado y las gafas que le llegaban hasta la mitad del puente de la nariz, parec?a estar tan disperso como ella misma se sent?a. “Nuestra v?ctima est? en la zona de la piscina”, dijo Hern?ndez mientras comenzaba a caminar, guiando sus pasos. “Se llama Victoria Missinger. Treinta y cuatro a?os de edad. Casada, sin hijos. Est? en un peque?o cub?culo oculto en la sala principal, que puede ayudar a explicar por qu? se tard? tanto en encontrarla. Su marido llam? esta tarde, diciendo que no hab?a podido dar con ella durante unas horas. Hab?a cierta preocupaci?n de que pudiera darse una situaci?n de petici?n de rescate, as? que no se llev? a cabo un barrido completo de la casa hasta hace unas horas. Encontraron su cuerpo gracias al perro entrenado para encontrar cad?veres”. “Jes?s”, murmur? Trembley en voz baja, haciendo que Jessie se preguntara qu? clase de experiencia ten?a para que le alterara la noci?n de un perro busca-cad?veres. “?C?mo muri??”, pregunt? Jessie. “El examinador m?dico sigue aqu? y todav?a no se ha analizado la sangre. Pero la teor?a inicial es que se trata de una sobredosis de insulina. Se encontr? una aguja cerca de su cuerpo. Era diab?tica”. “?Puedes morir de una sobredosis de insulina?”, pregunt? Trembley. “Sin duda, si no se trata a tiempo”, dijo Hern?ndez mientras bajaban por el largo pasillo de la residencia principal hacia la puerta de atr?s. “Y parece que estuvo sola en la habitaci?n durante horas”. “Parece que ?ltimamente estamos tratando un mont?n de incidentes relacionados con agujas, detective Hern?ndez”, apunt? Jessie. “Sabes, estoy dispuesta a manejar alg?n tiroteo de vez en cuando”. “Pura coincidencia, te lo aseguro”, le respondi?, sonriendo. Salieron afuera y Jessie se dio cuenta de que la enorme mansi?n delantera ocultaba un jard?n trasero incluso m?s grande. Una piscina enorme llenaba la mitad del espacio. Detr?s de ella, estaba la casa de la piscina. Hern?ndez se dirigi? hacia all? y los otros dos le siguieron. “?Qu? te hace sospechar que no fue simplemente un accidente?”, le pregunt? Jessie. “Todav?a no he sacado ninguna conclusi?n”, le respondi?. “El examinador m?dico podr? darnos m?s datos por la ma?ana. Pero la se?ora Missinger ha tenido diabetes toda la vida y, seg?n su marido, nunca ha tenido un accidente como este con anterioridad. Suena como que sab?a cuidar bien de s? misma”. “?Ya has hablado con ?l?”, le pregunt? Jessie. “No”, respondi? Hern?ndez. “Un agente uniformado tom? su declaraci?n inicial. En este momento, le est?n atendiendo en la sala de los desayunos. Hablaremos con ?l despu?s de que te muestre la escena”. “?Qu? sabemos acerca de ?l?”, pregunt? Jessie. “Michael Missinger, treinta y siete a?os. Heredero de la fortuna del petr?leo de los Missinger. Vendi? sus activos hace unos a?os y comenz? un fondo de inversi?n que invierte exclusivamente en tecnolog?as sostenibles y ecol?gicas. Trabaja en el centro en la pent-house de uno de esos edificios que te hacen doblar el cuello hacia atr?s para mirar el tejado”. “?Alg?n antecedente?”, pregunt? Trembley. “?Est?s de broma?”, espet? Hern?ndez. “Oficialmente, este tipo es m?s perfecto que nadie. Ning?n esc?ndalo personal. Ning?n problema financiero. Si tiene secretos, est?n bien ocultos”. Hab?an llegado a la casa de la piscina. Un agente uniformado retir? la cinta policial para que pudieran pasar a su interior. Jessie sigui? a Hern?ndez, que lider? el camino. Trembley se puso a la cola. Cuando pas? adentro, Jessie intent? librar su mente de todo pensamiento adicional. Este era su primer caso de asesinato potencial de alguien importante y no quer?a tener ninguna distracci?n que le sacara de la tarea que ten?a entre manos. Quer?a concentrarse exclusivamente en su entorno. La casa de la piscina rezumaba una elegancia sutil como de otra ?poca. Le recordaba a esas caba?as para tomar el sol que se imaginaba utilizaban las estrellas de cine de los a?os 20 cuando visitaban la playa. El sof? alargado al final de la sala principal ten?a un marco de madera, pero estaba cubierto por unos cojines despampanantes que parec?an invitarle a una a echar una siesta. La mesita de caf? daba la impresi?n de haber sido construida a mano con maderas recicladas, algunas de ellas parec?an ser partes antiguas de cascos de barcos. El arte que colgaba de las paredes parec?a ser de origen polinesio. En la esquina opuesta de la habitaci?n hab?a una mesa de billar. La televisi?n de pantalla plana estaba escondida detr?s de una cortina gruesa, de un beige sedoso que Jessie sospechaba hab?a costado m?s que el Mini Cooper que hab?a aparcado en la puerta. No hab?a ni rastro de que aqu? hubiera pasado nada de menci?n. “?D?nde est? el cub?culo oculto?”, pregunt?. Hern?ndez hizo de gu?a a lo largo del bar que hab?a junto a la pared m?s cercana. Jessie vio m?s cinta policial delante de lo que parec?a ser un armario para s?banas. Hern?ndez la retir? y abri? la puerta del armario con una mano cubierta por un guante. Entonces pas? al interior y dio la impresi?n de que hab?a desaparecido. Jessie le sigui? y vio que el armario s? que conten?a unas baldas con toallas y algunos productos de limpieza, pero a medida que se acercaba m?s, vio una apertura estrecha a la derecha entre la puerta y las baldas. Parec?a que hab?a all? una puerta deslizante que se met?a dentro de la pared. Jessie se puso un par de guantes y cerr? la puerta. Para una mirada inexperta, simplemente parec?a ser otro panel en la pared. La desliz? para abrirla de nuevo y pas? al interior de una peque?a habitaci?n donde estaba Hern?ndez esper?ndola. No es que hubiera gran cosa dentro—un silloncito y una mesita de madera al lado. Sobre el suelo hab?a una l?mpara que, por lo visto, hab?an derribado de un golpe. Hab?an saltado algunas esquirlas que hab?an acabado sobre la lujosa moqueta blanca. Tirada sobre el silloncito en una postura relajada que f?cilmente pod?a dar la impresi?n de que estaba dormida, estaba Victoria Missinger. Hab?a una aguja sobre el coj?n junto a ella. Incluso muerta, Victoria Missinger era una mujer bell?sima. Era dif?cil adivinar su estatura, pero estaba delgada, con aspecto de ser una mujer que se reun?a habitualmente con su entrenador. Jessie tom? una nota mental para hacer lo propio. Ten?a la piel cremosa y vibrante, incluso mientras aparec?a el rigor mortis. Jessie solo pod?a imaginarse c?mo hab?a sido en vida. Ten?a el cabello rubio y largo que le cubr?a parte del rostro, pero no lo bastante como para ocultar su perfecta estructura ?sea. “Era bonita”, dijo Trembley, qued?ndose corto. “?Crees que hubo una pelea?”, le pregunt? Jessie a Hern?ndez, haciendo un gesto a la l?mpara rota sobre la moqueta. “Es dif?cil decirlo con certeza. Puede que ella le diera un empuj?n al intentar levantarse. O podr?a significar que hubo un forcejeo de alg?n tipo”. “Creo que tienes una opini?n, pero te la est?s guardando”, presion? Jessie. “Bueno, como dije, odio llegar a conclusiones prematuras, pero esto me pareci? algo peculiar”, dijo, se?alando a la moqueta. “?El qu??”, pregunt? ella, incapaz de discernir nada notorio excepto lo gruesa que era la moqueta. “?Ves lo profundas que son las marcas en la moqueta debido a nuestras pisadas?”. Jessie y el detective Trembley asintieron. “Cuando vinimos al principio despu?s de que la encontrara el perro, no hab?a ninguna huella en absoluto.” “?Ni siquiera las suyas?”, pregunt? Jessie, empezando a entenderlo. “No”, respondi? Hern?ndez. “?Qu? quiere decir eso?”, pregunt? Trembley, que todav?a no lo captaba. Hern?ndez se lo explic?. “Quiere decir que, o esta lujosa moqueta tiene una capacidad sin precedentes para volver a su estado natural o alguien pas? la aspiradora despu?s de los hechos para ocultar la existencia de otras huellas que no fueran las de Victoria”. “Eso es interesante”, dijo Jessie, impresionada por la atenci?n al detalle del detective Hern?ndez. Ella estaba orgullosa de saber leer a la gente, pero jam?s hubiera captado un detalle f?sico como este. Eso le record? que este era el hombre que hab?a contribuido de manera importante a la captura de Bolton Crutchfield y de que no deb?a menospreciar sus habilidades. Pod?a aprender mucho de ?l. “?Encontraste una aspiradora?”, pregunt? Trembley. “No por aqu? cerca”, dijo Hern?ndez. “Pero los agentes la est?n buscando en la casa principal”. “Es dif?cil de imaginar que alguno de los Missinger realizara mucho trabajo de limpieza”, dedujo Jessie. “Me pregunto si saben siquiera donde se guarda la aspiradora. ?Puedo asumir que tienen una asistenta?”. “Sin duda, as? es”, dijo Hern?ndez. “Se llama Marisol M?ndez. Por desgracia, est? fuera de la ciudad toda la semana, aparentemente de vacaciones en Palm Springs”. “As? que la asistenta est? descartada”, dijo Trembley. “?Hay alguien m?s que trabaje por aqu?? Deben de tener un mont?n de empleados”. “No tantos como puedas creer”, dijo Hern?ndez. “Su jard?n es mayormente resistente a la sequ?a, as? que solo tienen a un jardinero que viene un par de veces al mes para su mantenimiento. Tienen una compa??a de mantenimiento de piscinas y Missinger dice que viene alguien una vez por semana, los jueves”. “Entonces, ?con qui?n nos deja eso?”, pregunt? Trembley, temeroso de decir la respuesta obvia en voz alta por miedo a ser demasiado obvio. “Nos deja con la misma persona con la que empezamos”, dijo Hern?ndez, sin miedo a decir lo que estaba pensando. “El marido”. “?Tiene coartada?”, pregunt? Jessie. “Eso es exactamente lo que vamos a averiguar”, respondi? Hern?ndez al tiempo que sacaba su radio y hablaba por el aparato. “Nettles, haz que lleven a Missinger a comisar?a para interrogarle. No quiero que nadie m?s le haga ninguna pregunta hasta que le tengamos en la sala de interrogatorios”. “Lo siento, detective”, respondi? una voz t?mida y aprensiva por la radio. “Pero ya lo ha hecho alguien m?s. Est? de camino ahora mismo”. “Maldita sea”, jur? Hern?ndez mientras apagaba la radio. “Tenemos que irnos ahora mismo”. “?Cu?l es el problema?”, pregunt? Jessie. “Quer?a estar all? esperando cuando Missinger llegara a comisar?a—para ser el polic?a amable, su salvavidas, su confidente. Pero si llega all? primero y ve todos esos uniformes azules, las armas, y las luces fluorescentes, se va a asustar y a exigir ver a su abogado antes de que pueda hacerle ninguna pregunta. Cuando eso suceda, no sacaremos nada ?til de ?l”. “Entonces ser? mejor que nos demos prisa”, dijo Jessie, pas?ndole de largo y saliendo por la puerta. CAP?TULO OCHO Cuando llegaron a la estaci?n, Missinger ya llevaba all? diez minutos. Hern?ndez hab?a llamado por adelantado y le hab?a ordenado al sargento de guardia que le pusiera en la sala para familias, que estaba destinada para las v?ctimas de delitos y las familias de los fallecidos. Era un poco menos cl?nica que el resto de la comisar?a, con un par de viejos sof?s, algunas cortinas en las ventanas, y unas cuantas revistas de meses anteriores sobre la mesa del caf?. Jessie, Hern?ndez, y Trembley se apresuraron hasta llegar a la puerta de la sala para familias, donde hab?a un agente muy alto montando la guardia afuera. “?C?mo est? ?l?”, pregunt? Hern?ndez. “Est? bien. Desgraciadamente, exigi? ver a su abogado en el segundo que entr? por la puerta”. “Genial”, espet? Hern?ndez. “?Cu?nto tiempo lleva esperando para hacer la llamada?”. “Ya la ha hecho, se?or”, dijo el agente, movi?ndose con incomodidad. “?Qu?? ?Qui?n le dej? hacer eso?”. “Yo lo hice, se?or. ?No se supone que deb?a hacerlo?”. “?Cu?nto tiempo llevas en el cuerpo, agente… Beatty?”, pregunt? Hern?ndez, mirando la placa con su nombre sobre la camisa del agente. “Casi un mes, se?or”. “Muy bien, Beatty”, dijo Hern?ndez, tratando obviamente de controlar su frustraci?n. “No hay nada que hacer al respecto ahora. Pero, en el futuro, no tienes por qu? darle un tel?fono de inmediato a un potencial sospechoso en el segundo que te lo pida. Le puedes poner en una sala y decirle que vas a encargarte de ello. ‘Encargarte de ello’ puede llevarte unos minutos, quiz? hasta una hora o dos. Es una t?ctica para darnos tiempo a preparar una estrategia y mantener al sospechoso desconcertado. ?Puedes intentar recordar eso en el futuro?”. “S?, se?or”, dijo Beatty t?midamente. “De acuerdo. Por ahora, ll?valo a una sala abierta de interrogatorios. Seguramente no tenemos mucho tiempo antes de que llegue aqu? su abogado, pero me gustar?a utilizar lo que tenemos para al menos conocer un poco al tipo. Y Beatty, cuando le traslades, no respondas a ninguna de sus preguntas. Simplemente ponle en la sala y l?rgate, ?entendido?”. “S?, se?or”. Mientras Beatty iba a la sala para familias para recoger a Missinger, Hern?ndez llev? a Jessie y Trembley a la sala de descanso. “Vamos a darle un minuto para que se acomode”, dijo Hern?ndez. “Vamos a entrar Trembley y yo. Jessie, deber?as observar desde detr?s del espejo. Es demasiado tarde para hacerle preguntas de peso, pero podemos intentar establecer alg?n tipo de conexi?n con ?l. No tiene que decirnos nada, pero nosotros podemos decir mucho. Y eso puede surtir un efecto en ?l. Necesitamos que se sienta lo m?s inseguro posible antes de que llegue su abogado y empiece a hacerle sentir c?modo. Necesitamos meter esas dudas persistentes en su cabeza, para que se pregunte si somos mejores aliados que el abogado de su firma de lujo. No tenemos mucho tiempo para hacerlo, as? que vamos a entrar”. Jessie se fue a la sala de observaci?n y tom? asiento. Era su primera oportunidad de echarle un vistazo a Michael Missinger, que estaba de pie en una postura algo inc?moda en una esquina. Si acaso, era todav?a m?s atractivo de lo que lo hab?a sido su mujer. Hasta a las 3 de la madrugada, vestido con vaqueros y una sudadera que deb?a haberse puesto en el ?ltimo minuto, parec?a que acabara de salir de una sesi?n de fotos. Su cabello corto, aclarado por el sol, estaba lo bastante desgre?ado como para no resultar pretencioso, pero no tanto como para parecer desali?ado. Ten?a la piel bronceada a trozos, pero blanca en otros, el s?ntoma de un surfista habitual. Era alto y delgado, con el aspecto de alguien que no ten?a que esforzarse mucho para ser as?. El enrojecimiento y la hinchaz?n de sus ojos azules—seguramente debidos al llanto—no los hac?a menos hermosos. Jessie deb?a admitir, en contra de su mejor juicio, que, si se le hubiera acercado este tipo en el bar anoche, no hubiera sido tan arrogante con ?l. Hasta su movimiento nervioso de un pie al otro resultaba extremadamente cautivador. Tras unos cuantos segundos, entraron Hern?ndez y Trembley. Ellos parec?an menos impresionados. “Tome asiento, se?or Missinger”, dijo Hern?ndez, en un tono que hizo que la instrucci?n sonara hasta c?lida. “Ya sabemos que ha pedido que venga su abogado, y est? bien. Por lo que tengo entendido, ya est? de camino. Entretanto, quer?amos informarle sobre d?nde estamos con nuestra investigaci?n. Deje que empiece ofreci?ndole mi p?same por su p?rdida”. “Gracias”, dijo Missinger con una voz ligeramente cascada que Jessie no supo decidir si era permanente o el resultado de los sustos de la noche. “Todav?a no sabemos si se cometi? alg?n delito”, continu? Hern?ndez, sent?ndose delante de ?l. “Pero creo tener entendido que le dijo a uno de nuestros agentes que Victoria era extremadamente experta a la hora de regular su enfermedad y que no puede recordar ning?n incidente de este tipo en el pasado”. “Yo…”, comenz? Missinger. “No tiene por qu? responder, se?or Missinger”, le interrumpi? Hern?ndez. “No quiero que me acusen de violar sus derechos Miranda, que entiendo le han sido le?dos, ?correcto?”. “S?”. “Por supuesto, todo eso es lo habitual. Y aunque lo cierto es que no le consideramos un sospechoso, est? en todo su derecho de solicitar un abogado. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, estamos tratando de movernos lo m?s r?pido posible para llegar al fondo de este asunto. Es algo urgente, as? que cuantos m?s detalles podamos confirmar, como el que ha contado sobre la experiencia de Victoria con la automedicaci?n, menos posibilidades tenemos de seguir pistas vac?as. ?Tiene sentido eso?”. Missinger asinti?. Trembley se qued? de pie en silencio a un lado, como si no estuviera seguro de si deb?a intervenir o cu?ndo hacerlo. “Entonces”, continu? Hern?ndez, “tambi?n sencillamente como confirmaci?n, dijo que su asistenta, Marisol, est? de vacaciones esta semana en Palm Springs. Le dio su n?mero de celular a un agente y creo que estamos intentando ponernos en contacto con ella. A prop?sito, sin responder formalmente, si le parece que estoy diciendo algo inexacto, quiz? pod?a hac?rmelo saber. No hay necesidad de responder a ninguna pregunta, por supuesto. Solo p?ngame en la direcci?n correcta si me desv?o del camino. ?Le parece justo?”. “S?”, acord? Missinger. “Estupendo. Estamos haciendo progresos. Sabemos que intent? contactar con Victoria varias veces en el transcurso de la tarde y que ella no le respondi?. Por lo que tengo entendido fue ayer a ?ltima hora de la tarde, cuando vino a casa para recogerla para una cena que hab?an reservado y encontr? all? su coche pero no a ella, cuando se preocup? lo suficiente como para llamar a la polic?a. Si me estoy equivocando con algo de esto, simplemente toque la mesa con su dedo o algo as? para hac?rmelo saber”. Hern?ndez continu? repasando el resto de los hechos, pero Jessie solo estaba escuchando a medias. Hab?a percibido algo durante el ?ltimo intercambio y se preguntaba si lo que hab?a visto era real o imaginario. Justo en el momento que Hern?ndez hab?a dicho “en el transcurso de la tarde,” Michael Missinger hab?a temblado ligeramente, casi como un reflejo. No cuando Hern?ndez hab?a dicho “intent? contactar con ella”. Ni cuando dijo “ella no le contest?”. Solamente al o?r las palabras “en el transcurso de la tarde”. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693919&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.