Êàê ÷àñòî ÿ âèæó êàðòèíêó òàêóþ Âîî÷èþ, èëè îíà òîëüêî ñíèòñÿ: Äâå äåâî÷êè-ãåéøè î ÷¸ì-òî òîëêóþò, Çàáûâ, ÷òî äàâíî èì ïîðà ðàñõîäèòüñÿ. Íà óëèöå ò¸ìíîé âñå äâåðè çàêðûòû. Ëåíèâîå ïëàìÿ â ôîíàðèêå ñîííîì… À äåâî÷êè-ãåéøè êàê áóäòî çàáûòû Äâóìÿ îãîíüêàìè â ïðîñòðàíñòâå áåçäîííîì. Íó ÷òî âàì íå ñïèòñÿ, ïðåêðàñíûå ãåéøè? Âåäü äàæå ñâåð÷êè íåóìîë÷íû

La Esposa Perfecta

La Esposa Perfecta Blake Pierce Un Thriller de Suspense Psicol?gico con Jessie Hunt #1 La estudiante de perfilado de criminales (y reci?n casada), Jessie Hunt, de 29 a?os, descubre que en su nuevo hogar en los suburbios acechan secretos ocultos; cuando aparece un cad?ver, se ve atrapada entre el punto de mira de sus nuevas amistades, los secretos de su marido, el trabajo con casos de asesinos en serie – y los secretos de su propio pasado tenebroso. En LA ESPOSA PERFECTA (Un Thriller de Suspense Psicol?gico con Jessie Hunt – Libro Uno), la estudiante de perfilado de criminales Jessie Hunt est? convencida de que por fin ha dejado atr?s la oscuridad de su pasado. Su marido Kyle y ella se acaban de mudar de un diminuto apartamento en el centro de Los ?ngeles a una mansi?n en Westport Beach. La promoci?n de Kyle les ha tra?do m?s dinero del que pudieran so?ar, y Jessie est? a punto de concluir satisfactoriamente su Masters en Psicolog?a Forense, el ?ltimo paso para manifestar su sue?o de convertirse en perfiladora de criminales. Sin embargo, poco despu?s de su llegada, Jessie empieza a notar algunas cosas extra?as. Los vecinos – y sus ni?eras – parecen ocultar secretos. El misterioso club de yates al que Kyle est? deseando unirse est? repleto de parejas infieles, y funciona con unas normas que son preocupantes. Y el c?lebre asesino en serie al que custodian en el hospital psiqui?trico donde Jessie est? completando su diploma parece saber m?s sobre su vida de lo que resulta normal – o seguro. A medida que su mundo empieza a resquebrajarse, Jessie empieza a cuestionarse todo lo que le rodea – incluida su propia salud mental. ?Es cierto que ha descubierto una perturbadora conspiraci?n enterrada dentro de una localidad costera del soleado, acomodado sur de California? ?Acaso sabe el asesino en serie al que est? estudiando el origen de sus pesadillas privadas??O es que su pasado tortuoso ha regresado por fin para llev?rsela? Un thriller psicol?gico de ritmo trepidante con caracteres inolvidables y suspense que le tendr? en vilo, LA ESPOSA PERFECTA es el libro #1 de una fascinante nueva serie que le ver? pasando p?ginas hasta altas horas de la madrugada. l a e s p o s a p e r f e c t a (suspense psicol?gico con Jessie Hunt—Libro 1) b l a k e p i e r c e Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie de misterio ?xito de ventas RILEY PAGE, que est? compuesta de trece libros (y sigue creciendo). Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio MACKENZIE WHITE, compuesta de nueve libros (y que sigue creciendo); de la serie de misterio AVERY BLACK, compuesta de seis libros; y de la serie de misterio KERI LOCKE, compuesta por cinco libros; de la serie de misterio THE MAKING OF RILEY PAIGE, compuesta de dos libros (y que sigue creciendo); de la serie de misterio KATE WISE, compuesta de dos libros (y que sigue creciendo); de la serie de suspense psicol?gico CHLOE FINE, compuesta de dos libros (y que sigue creciendo); y de la serie de thriller suspense psicol?gico JESSE HUNT, compuesta de dos libros (y que sigue creciendo); Lector incansable y aficionado desde siempre a los g?neros de misterio y de suspense, a Blake le encanta saber de sus lectores, as? que no dude en visitar www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com) para enterarse de m?s y estar en contacto. Copyright © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto por lo que permite la Ley de Copyright de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico tiene licencia para su disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede volver a ser vendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si est? leyendo este libro y no lo compr?, o no lo compr? solamente para su uso, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares, los acontecimientos y los incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright lassedesignen, utilizada con licencia de Shutterstock.com. LIBROS DE BLAKE PIERCE SERIE DE SUSPENSE PSICOL?GICO JESSIE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Book #1) EL TIPO PERFECTO (Book #2) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ CONGELADO (Libro #8) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) SERIE DE MISTERIO AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) CAUSA PARA CORRER (Libro #2) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) CONTENIDOS CAP?TULO UNO (#ub1d201ea-a7c5-51c5-9f57-2cb3043121b9) CAP?TULO DOS (#ubcca12b8-47a2-5d55-8e11-8e930c790f71) CAP?TULO TRES (#u77569110-6a7d-56d2-96bb-3eacaa97986c) CAP?TULO CUATRO (#u1a0febd6-3b6e-5a25-8914-471f0ead14dc) CAP?TULO CINCO (#u8c6f812f-35d0-51f0-a791-3bbd7223c0b7) CAP?TULO SEIS (#uf5425d97-4909-5d30-bc69-ebf7b2266f0e) CAP?TULO SIETE (#u94c3c357-aa78-5643-86d7-805c1b16730a) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO UNO Jessie Hunt, agotada y sudorosa, coloc? la ?ltima de las cajas de embalaje sobre la moqueta del comedor. Ya pod?a sentir c?mo se le empezaban a tensar los m?sculos y sab?a que al d?a siguiente le iba a doler todo el cuerpo. Sin embargo, cuando mir? a Kyle, no pudo evitar que le saliera una sonrisa. Se hab?an mudado oficialmente. La enorme sonrisa que hab?a en su rostro le hac?a saber que ?l estaba pensando lo mismo. Ten?a la camiseta empapada, pero, cuando se acerc? y le dio un abrazo de lo m?s amoroso, le dio igual. “Ahora vivimos aqu?,” le susurr? al o?do, antes de besarle con gentileza en el cuello. “Creo que nos merecemos un trago para celebrarlo, ?no crees?” “Sin duda alguna,” asinti? ella. “?Champ?n? ?Cerveza?” “Quiz? una cerveza,” sugiri? Jessie, “y un chupito de Gatorade. Tengo la impresi?n de que se me puede agarrotar el cuerpo en cualquier momento.” “Enseguida vuelvo,” dijo Kyle, mientras se dirig?a a la cocina. Jessie se movi? del comedor al estudio y se tir? en el sof?, notando como su camiseta empapada de sudor se pegaba a la s?bana que cubr?a el mobiliario. Estaban a finales de agosto y hasta en la comunidad costera de Westport Beach in Orange County, el clima era t?rrido y pegajoso. La temperatura rondaba f?cilmente los treinta y tantos grados. Por supuesto, eso no era nada en comparaci?n con el centro urbano de Los ?ngeles, donde hab?an vivido hasta esta ma?ana. Rodeada de asfalto y hormig?n y de rascacielos resplandecientes, con frecuencia Jessie sal?a de su apartamento al calor del postrero verano para enfrentarse a temperaturas de m?s de 37 grados. Comparado con eso, esto resultaba un alivio. Se record? a s? misma que este era exactamente el tipo de ventaja que justificaba mudarse de la vida a la que se hab?a acostumbrado en la ciudad. Iba a canjear la agitaci?n de las transitadas calles de Los ?ngeles por las refrescantes brisas marinas. En vez de ir a restaurantes nuevos de moda, visitar?an cafeter?as junto al mar. En vez de tomar el metro o un Uber para ir a la inauguraci?n de una galer?a de arte, iban a presenciar una carrera de yates en el puerto. Y, por supuesto, estaba todo el dinero adicional. Le llevar?a alg?n tiempo acostumbrarse, pero le hab?a prometido a su marido acoger su nueva vida con los brazos abiertos y ten?a la intenci?n de cumplir con su palabra. Kyle entr? a la habitaci?n, con cervezas y Gatorades en la mano. Se hab?a quitado su camiseta mojada. Jessie pretendi? ignorar los impresionantes abdominales y pectorales de su marido. No se explicaba c?mo se las pod?a arreglar para mantener ese f?sico trabajando tantas horas para su compa??a, aunque no se quejaba de ello. ?l se le acerc?, le entreg? las bebidas, y se sent? a su lado. “?Sab?as que hay un frigor?fico para vino en la despensa?” le pregunt?. “S?,” dijo ella, riendo con incredulidad. “?No te diste cuenta de ello cuando vinimos a ver la casa las dos ?ltimas veces?” “Simplemente asum? que se trataba de otro armario as? que nunca lo abr? hasta ahora. Est? bastante bien, ?eh?” “S?, bastante bien, chico guapo,” asinti? ella, maravill?ndose ante la manera en que sus ricitos rubios permanec?an perfectamente colocados, sin que importara lo desali?ado que estuviera el resto de ?l. “T? eres la bonita,” dijo ?l, retirando el pelo casta?o que le llegaba hasta los hombros de sus ojos verdes y mir?ndola con sus penetrantes ojos azules. “Me alegro de haberte sacado de la ciudad. Estaba harto de todos esos modernos con sombreritos de fieltro ech?ndote los tejos.” “No es que los sombreritos fueran un gran reclamo, la verdad. Apenas pod?a verles las caras para decidir si eran mi tipo.” “Eso es porque eres toda una amazona,” dijo ?l, pretendiendo no ponerse celoso al escuchar su leve provocaci?n. “Cualquier chico que mida menos de 1,80 tiene que romperse el cuello para mirar al pedazo de mujer que eres.” “Pero t? no,” murmur? Jessie con dulzura, olvidando de repente sus agujetas y molestias mientras le atra?a hacia ella. “Yo siempre estoy levantando la vista para mirarte a ti, cachalote.” Sus labios empezaban a rozarse con los de ?l, cuando son? el timbre de la puerta principal. “Tiene que ser una broma,” gru?? Jessie. “Por qu? no vas a abrir?” sugiri? Kyle. “Voy a buscar una camiseta limpia que ponerme.” Jessie se acerc? a la puerta principal, con la cerveza en la mano. Esa era su peque?a rebeli?n por el hecho de que le hubieran interrumpido en medio de su juego de seducci?n. Cuando abri? la puerta, le salud? una animada pelirroja que parec?a tener m?s o menos su misma edad. Era bonita, con una nariz peque?a como un bot?n, relucientes dientes blancos, y un vestido veraniego que era lo bastante ajustado como para demostrar que nunca se perd?a una clase de Pilates. Llevaba en las manos una bandeja llena de lo que parec?an ser brownies caseros. Jessie no pudo evitar echarle una ojeada al enorme anillo de bodas que llevaba puesto. Reluc?a al sol de la tarde. Casi sin pensar, Jessie se puso a trazar un perfil de la mujer: treinta y pocos a?os; se cas? pronto; dos, quiz? tres ni?os; ama de casa que ha tenido mucha ayuda; curiosa, pero sin malicia. “Hola,” dijo la mujer con voz alegre. “Soy Kimberly Miner, tu vecina de enfrente. Solo quer?a daros la bienvenida al vecindario. Espero no molestaros.” “Hola, Kimberly,” contest? Jessie con su voz m?s amigable de vecina nueva. “Yo soy Jessie Hunt. Lo cierto es que acabamos de meter la ?ltima caja hace un par de minutos as? que esto es muy oportuno. Y es tan dulce por tu parte, ?literalmente! ?Son brownies?” “As? es,” dijo Kimberly, entreg?ndole la bandeja. Jessie observ? c?mo pretend?a intencionadamente no mirar la cerveza que ten?a en la mano. “Son algo as? como mi especialidad.” “Pues entonces entra y come uno,” le ofreci? Jessie, a pesar de que era lo ?ltimo que quer?a en este instante. “Lamento que la casa est? hecha un l?o, al igual que Kyle y yo. Llevamos todo el d?a sudando. Lo cierto es que ?l est? buscando una camiseta limpia ahora mismo. ?Te gustar?a algo de beber? ?Agua? Gatorade. ?Una cerveza?” “No, gracias. No quiero molestar. Seguramente ni siquiera sabes en qu? caja est?n las copas ahora mismo. Me acuerdo del proceso de la mudanza. Nos llev? meses. ?De d?nde ven?s?” “Oh, est?bamos viviendo en D. T. L. A.,” dijo Jessie, y al ver la expresi?n confusa en la cara de Kimberly, a?adi?: “Oh, eso es el centro urbano de Los ?ngeles. Ten?amos un apartamento en el distrito de South Park.” “Oh, vaya, gente de ciudad,” dijo Kimberly, ri?ndose un poco de su bromita. “?Qu? os ha tra?do a Orange County y a nuestra peque?a comunidad?” “Kyle trabaja para una empresa de gesti?n de patrimonios,” explic? Jessie. “Abrieron una oficina sat?lite aqu? este a?o que se expandi? hace poco. Es algo muy importante para ellos porque PFG es una empresa bastante conservadora. As? que le preguntaron si quer?a encargarse de ella. Supusimos que era buen momento para un cambio porque estamos pensando en comenzar una familia.” “Oh, con el tama?o de esta casa, supuse que ya ten?ais hijos,” dijo Kimberly. “No—solo somos optimistas,” respondi? Jessie, intentando ocultar la repentina verg?enza que le sorprendi? sentir. “?T? tienes hijos?” “Dos. Nuestra hija tiene cuatro a?os y mi hijo tiene dos. Lo cierto es que voy a pasar a recogerles de la guarder?a en unos minutos.” Kyle lleg? y le rode? la cintura a Jessie con el brazo mientras extend?a la otra mano para estrechar la de Kimberly. “Hola,” dijo con calidez. “Hola, bienvenidos,” respondi? ella. “Por favor, entre vosotros dos, vuestros futuros hijos van a ser unos gigantes. Me siento como una chiquilla junto a los dos.” Se dio un breve e inc?modo silencio mientras tanto Jessie como Kyle se preguntaban c?mo responder. “?Gracias?” dijo por fin Kyle. “Lo siento. Eso fue una groser?a por mi parte. Soy Kimberly, vuestra vecina de esa casa,” dijo, se?alando al otro lado de la calle. “Encantado de conocerte, Kimberly. Soy Kyle Voss, el marido de Jessie.” “?Voss? Pens? que era Hunt.” “?l es Voss,” explic? Jessie. “Y yo soy Hunt, al menos por el momento. He estado retrasando hacer el papeleo para cambiarlo.” “Ya veo,” dijo Kimberly. “?Cu?nto tiempo llev?is casados?” “Casi dos a?os,” dijo Jessie t?midamente. “Tengo un aut?ntico problema con la postergaci?n. Puede que eso explique por qu? sigo en la escuela.” “Oh,” dijo Kimberly, obviamente aliviada de dejar atr?s el delicado tema del apellido. “?Qu? estudias?” “Psicolog?a forense.” “Vaya—eso suena emocionante. ?Y cu?nto te falta para ser una psic?loga oficialmente?” “Bueno, me qued? algo rezagada,” dijo Jessie, procediendo a contar la historia obligada de todas las fiestas a las que hab?a ido en los ?ltimos dos a?os. “Empec? con psicolog?a infantil cuando ?ramos estudiantes en la USC—all? es donde nos conocimos. Hasta estaba de becaria para mi Master cuando me di cuenta de que no pod?a con ello. Lidiar con los problemas emocionales de los ni?os supon?a demasiado para m?. As? que cambi? de especialidad.” Intencionadamente, no dijo nada sobre los dem?s detalles de la raz?n por la que hab?a dejado su puesto de becaria. Apenas hab?a alguien que supiera sobre ello y, sin duda alguna, no se lo iba a contar a una vecina que acababa de conocer. “Entonces, ?te resulta menos perturbador tratar con la psicolog?a de criminales que con ni?os?” pregunt? Kimberly, confundida. “Extra?o, ?verdad?” concedi? Jessie. “Te sorprender?as,” intervino Kyle. “Tiene este don para meterse en las mentes de los tipos malos. Con el tiempo, se va a convertir en una perfiladora excelente. Ya pueden andarse con cuidado todos los Hannibal Lecter en potencia.” “De verdad,” dijo Kimberly, sonando realmente impresionada. “?Has tenido que tratar con asesinos en serie y cosas as??” “Todav?a no,” admiti? Jessie. “La mayor?a de mi formaci?n ha sido acad?mica. Y con la mudanza, tuve que cambiar de universidad. As? que voy a hacer mis pr?cticas en UC-Irvine, comenzando este semestre. Este es el ?ltimo as? que me graduar? en diciembre.” “?Pr?cticas?” pregunt? Kimberly. “Es algo as? como un puesto interino, pero con menos trabajo. Me asignar?n a una prisi?n o a un hospital psiqui?trico, donde observar? e interactuar? con presos y pacientes. Es lo que he estado esperando durante mucho tiempo.” “La oportunidad de mirar a los malvados a los ojos y ver lo que hay dentro de sus almas,” a?adi? Kyle. “Puede que eso sea algo exagerado,” dijo Jessie d?ndole un codazo en bromas en el hombro. “Pero con el tiempo, s?.” “Eso es muy emocionante,” dijo Kimberly, sonando genuinamente intrigada. “Estoy segura de que tendr?s historias geniales que contar. A prop?sito, ?dices que os conocisteis en la universidad?” “En el dormitorio de los reci?n llegados,” dijo Kyle. “Oh,” presion? Kimberly. “?Os hicisteis amigos en la lavander?a, o algo as??” Kyle oje? a Jessie y antes de que dijera una sola palabra, ella ya sab?a que iba a meterse de lleno en la historia que acababan contando en todas las fiestas. “Esta es la versi?n abreviada,” comenz? Kyle. “?ramos amigos, pero empezamos a salir a mitad del primer semestre despu?s de que un idiota le dejara plantada. A ?l le echaron de la universidad, supongo que no por el hecho de dejarla tirada. Aun as?, creo que se libr? de un buen l?o. Salimos juntos durante un a?o, y despu?s nos fuimos a vivir juntos. Hicimos eso durante otro a?o antes de comprometernos. Entonces nos casamos diez meses despu?s. Vamos a cumplir dos a?os de ?xtasis matrimonial en octubre.” “As? que sois pareja desde la universidad. Eso es muy rom?ntico.” “S?, ya s? que suena as?,” dijo Kyle. “Pero lo cierto es que me cost? un tiempo ganarme su coraz?n. Y todo ese tiempo estuve tratando a mis competidores a palos. Como te puedes imaginar, pr?cticamente todos los chicos que la ve?an se quedaban embelesados de inmediato con la se?orita Jessica Hunt. Y eso solo con mirarla. Cuando acabas por conocerla, todav?a te embelesa m?s.” “Kyle,” dijo Jessie, sonroj?ndose. “Me est?s dejando en evidencia. Gu?rdate algo de eso para octubre.” “Sab?is una cosa,” dijo Kimberly con una sonrisa. “Me acabo de acordar de que tengo que ir a recoger a mis hijos ahora. Y de repente, me da la impresi?n de que estoy interrumpiendo los planes de una pareja feliz de bautizar su nuevo hogar. As? que me voy a ir, pero prometo presentaros al resto de los vecinos. Tenemos un vecindario de lo m?s amistoso. Todo el mundo se conoce. Organizamos barbacoas en la calle cada semana. Los ni?os se quedan a dormir en las otras casas todo el tiempo. Todo el mundo pertenece al club de yates local, aunque no tengan barco propio. Cuando os acomod?is, os vais a dar cuenta de que este es un lugar estupendo donde vivir.” “Gracias, Kimberly,” dijo Kyle, acompa??ndole a la puerta. “Estaremos encantados de conocer a todo el mundo. Y muchas gracias por los brownies.” Despu?s de que se marchara, cerr? la puerta, haciendo un gesto exagerado al cerrarla. “Parece agradable,” dijo Kyle. “Esperemos que todos sean as?.” “S?, me cay? bien,” asinti? Jessie. “Era un poco curiosa, pero supongo que as? es como es la gente por aqu?. Supongo que deber?a acostumbrarme a la idea de que se ha terminado el anonimato.” “Va a ser un proceso de adaptaci?n,” asinti? Kyle. “Pero creo que, a la larga, vamos a preferir saber los nombres de nuestros vecinos y poder dejar las puertas sin el pestillo cerrado.” “Aunque me di cuenta de que lo acabas de cerrar ahora mismo,” se?al? Jessie. “Eso es porque estaba pensando en lo que dijo Kimberly sobre bautizar nuestro nuevo hogar,” dijo mientras se acercaba a ella, quit?ndose la segunda camiseta en diez minutos. “Y no quiero ninguna interrupci?n mientras la bautizo.” * Jessie yac?a en la cama esa noche, mirando al techo, con una sonrisa en su rostro. “A este ritmo, vamos a llenar esos dormitorios extra en un suspiro,” dijo Kyle, pareciendo leer sus pensamientos. “Dudo que podamos mantener ese ritmo cuando empieces a trabajar en la oficina y comience mi nuevo semestre.” “Estoy dispuesto a probar si t? quieres,” dijo ?l, suspirando profundamente. Jessie pod?a sentir como todo su cuerpo se relajaba junto a ella. “?No est?s nervioso en absoluto?” le pregunt?. “?Por qu??” “Todo esto—mejor salario, nueva ciudad, nueva casa, nuevo estilo de vida, nueva gente, nuevo todo.” “No todo es nuevo,” le record?. “Ya conoces a Teddy y a Melanie.” “He visto a Teddy tres veces y a Melanie una vez. Apenas le conozco. Y a ella solo la recuerdo vagamente. Solo porque tu mejor amigo del instituto viva a unas pocas manzanas, no quiere decir que ya est? integrada en nuestra nueva vida.” Sab?a que estaba provocando una pelea, pero no parec?a que pudiera controlarse. Kyle no pic? el anzuelo. En vez de ello, se dio la vuelta hacia su lado de la cama y le pas? un dedo a lo largo de su hombro derecho, a lo largo de una cicatriz alargada, ros?cea, y en forma de luna que le recorr?a unos doce cent?metros desde la parte superior del brazo hasta la base del cuello. “Ya s? que te sientes aprensiva,” dijo con ternura. “Y tienes todas las razones para estarlo. Todo es nuevo. Y ya s? que eso puede resultar apabullante. No tengo palabras para decirte cu?nto aprecio el sacrificio que est?s haciendo.” “S? que al final ir? bien,” dijo ella, suaviz?ndose. “Pero es que son muchas cosas con las que tratar al mismo tiempo.” “Es por eso que nos va a ayudar vernos ma?ana con Teddy y Melanie. Restableceremos esa conexi?n y despu?s tendremos amigos en el vecindario con los que contar mientras nos situamos. Solo conocer a dos personas puede hacer m?s f?cil la transici?n.” Kyle bostez? profundamente y Jessie pudo afirmar que estaba a punto de quedarse frito. Por lo general, ese enorme bostezo significaba que se quedar?a frito en menos de sesenta segundos. “S? que tienes raz?n,” dijo ella, decidida a terminar la noche de buenas maneras. “Estoy segura de que va a ser estupendo.” “Lo va a ser,” asinti? Kyle con indolencia. “Te quiero.” “Yo tambi?n te quiero,” dijo Jessie, sin saber con certeza si le hab?a escuchado antes de quedarse dormido. Escuch? sus respiraciones profundas y trat? de utilizarlas para quedarse dormida. El silencio era perturbador. Estaba acostumbrada a los sonidos reconfortantes del centro de la ciudad mientras se quedaba dormida. Echaba en falta los pitidos de los coches m?s abajo, los gritos de los hombres de finanzas saliendo medio borrachos de los bares que retumbaban contra los rascacielos, el sonido atronador de los camiones saliendo del aparcamiento. Le hab?an servido de ruido de fondo durante a?os. Ahora todo lo que ten?a para reemplazarles era el leve zumbido del filtrador de aire que hab?a en el rinc?n de la habitaci?n. De vez en cuando, cre?a escuchar un sonido crujiente en la distancia. Como la casa ten?a m?s de treinta a?os, cab?a esperar algunos ruidos de acomodaci?n. Prob? a tomar una serie de respiraciones relajantes profundas, tanto para ahogar los dem?s ruidos como para relajarse. Sin embargo, hab?a una idea que le estaba molestando. ?Realmente crees que va a ser estupendo vivir aqu?? Se pas? la siguiente hora d?ndole vueltas a sus dudas y alej?ndolas con una sensaci?n de culpabilidad antes de caer finalmente rendida de fatiga y entrar en un delicioso sue?o. CAP?TULO DOS A pesar de los gritos interminables, Jessie intentaba reprimir el dolor de cabeza que le mordisqueaba los bordes de su cr?neo. Daughton, el ni?o de tres a?os de car?cter tierno, pero sorprendentemente ruidoso de Edward y Melanie Carlisle, se hab?a pasado los ?ltimos veinte minutos jugando a algo que llamaba Explosi?n y que b?sicamente consist?a en chillar “?boom!” Ni Melanie (“ll?mame Mel”) ni Edward (“Teddy” para los amigos) parec?an sentirse molestos por los chillidos intermitentes as? que Jessie y Kyle tambi?n actuaban como si se tratara de algo normal. Estaban sentados en la sala de estar de los Carlisle, poni?ndose al d?a antes de dar el paseo que hab?an planeado para ir a almorzar al puerto. Los Carlisle viv?an a solamente tres manzanas de all?. Kyle y Teddy hab?an estado charlando afuera durante la ?ltima media hora mientras Jessie se familiarizaba de nuevo con Mel en la cocina. Aunque solo la recordaba de un previo encuentro, despu?s de unos pocos minutos, estaban charlando con toda la cordialidad del mundo. “Le pedir?a a Teddy que hiciera una barbacoa, pero no quiero que os pong?is enfermos durante vuestra primera semana por aqu?,” dijo Mel sarc?sticamente. “Estamos mucho m?s a salvo yendo al malec?n a comer.” “?No es el mejor cocinero del mundo?” pregunt? Jessie con una ligera sonrisa. “Dig?moslo de esta manera. Si alguna vez se ofrece a cocinar, pretended que ten?is algo urgente que atender. Porque si os com?is algo que ?l haya preparado, vais a tener una urgencia de verdad.” “?Qu? pasa, cielo?” pregunt? Teddy mientras Kyle y ?l pasaban al interior. Era un tipo barrig?n, con aspecto pastoso y cabello rubio en retroceso, y una piel p?lida que parec?a que pudiera quemarse con tan solo cinco minutos al sol. Jessie tambi?n percibi? que su personalidad era bastante parecida—pastosa y maleable. Un instinto profundo que no pod?a describir pero en el que hab?a aprendido a confiar con el paso de los a?os le dec?a que Teddy Carlisle era un hombre d?bil. “Nada, cari?o,” dijo ella casualmente mientras le gui?aba el ojo a Jessie. “Solo le estaba dando a Jessie cierta informaci?n esencial para su supervivencia en Westport Beach.” “Muy bien,” dijo ?l. “Aseg?rate de advertirle sobre el tr?fico en Jamboree Road y en la Autopista de la Costa del Pac?fico. Puede ser dura de roer.” “Eso era lo pr?ximo en mi lista,” dijo Mel inocentemente mientras se levantaba de uno de los taburetes de la cocina. Mientras Mel se adentraba en la sala de estar para recoger los juguetes de Daughton del suelo, Jessie no pudo evitar darse cuenta de que, con esa falda de tenis y su camiseta de algod?n, su menuda constituci?n estaba compuesta de m?sculos fibrosos. Sus pantorrillas se abultaban y sus musculados b?ceps se flexionaban de manera impresionante mientras barr?a como una docena de coches de Matchbox con un ?nico movimiento veloz. Todo en ella, incluyendo su pelo corto moreno, su energ?a sin l?mites, y su voz directa y mordiente proyectaban la imagen de una chica dura, de las que no se andan con rodeos de New York, que era exactamente lo que hab?a sido antes de mudarse al oeste. A Jessie le cay? bien de inmediato, aunque no pudiera entender que es lo que le atra?a de un tordo como Teddy. Le reconcom?a ligeramente por dentro. Jessie se enorgullec?a de su habilidad para leer a las personas. Y este hueco en su perfil informal de Mel le resultaba levemente perturbador. “?Estamos listos para marcharnos?” pregunt? Teddy. Tambi?n ?l iba vestido elegantemente con una camisa floja de botones y pantalones blancos de verano. “Solo tienes que recoger a tu hijo y estaremos listos,” dijo Mel con cierta sequedad. Teddy, aparentemente acostumbrado a su tono, se fue a buscar la m?quina de “Explosi?n” sin decir palabra. Unos segundos despu?s, escucharon unos gritos mientras regresaba sujetando a Daughton cabeza abajo por los tobillos, mientras el ni?o se resist?a con todas sus fuerzas. “?Para, pap?!” gritaba el ni?o. “D?jalo en el suelo, Edward,” dijo Mel, siseando. “Me contest?,” dijo Teddy mientras depositaba a su hijo en el suelo. “Solo necesitaba recordarle que ese tipo de cosas no est? bien.” “?Y si se hubiera resbalado y ca?do, y se hubiera abierto la cabeza?” demand? Mel. “Entonces habr?a aprendido una valiosa lecci?n,” contest? Teddy con toda tranquilidad, sin que pareciera preocupado en absoluto por esa posibilidad. Kyle se ech? a re?r con admiraci?n y solo se detuvo cuando Jessie le lanz? unas miradas asesinas. Intent? cambiar la risa por una tos, pero era demasiado tarde y se encogi? de hombros con aspecto arrepentido. A medida que se dirig?an al puerto, por el sendero bien cuidado que iba paralelo a la carretera principal, Jessie observ? c?mo iban vestidos Kyle y ella en comparaci?n con sus amigos. Hasta Daughton, que ten?a la piel p?lida de su padre, pero el cabello oscuro de su madre, llevaba puestos unos pantalones cortos planchados y una camisa de cuello alto. Kyle llevaba unos pantalones cortos y una camiseta y Jessie se hab?a puesto un sencillo vestido de verano en el ?ltimo minuto. “?Est?is seguros de que vamos vestidos adecuadamente para almorzar en vuestro club?” le pregunt? a Mel con aprensi?n. “Oh, no te preocupes de ello. Sois nuestros invitados. Las normas sobre atuendo no os afectan a vosotros. Solamente los miembros reciben azotes por ir vestidos inapropiadamente. Y como Daughton es peque?o, a ?l solo le har?an una marca con un hierro candente.” Seguramente Mel vio la mirada en los ojos de Jessie, porque le puso la mano en la mu?eca de inmediato y a?adi?, “Solo estoy bromeando.” Jessie sonre?a con tensi?n ante su incapacidad para relajarse. Y justo entonces, Daughton pas? corriendo a su lado soltando un impresionante “boom” que le hizo saltar del susto. “Tiene mucha energ?a,” dijo ella, tratando de sonar entusiasta. “Me encantar?a embotellarla.” “S?,” asinti? Mel. “Da mucho trabajo, pero lo adoro. Es extra?o c?mo las cosas que molestan a otra gente te resultan graciosas cuando se trata de tu hijo. Ya ver?s lo que quiero decir cuando te pase a ti. Asumiendo que eso es lo que quieres, claro est?.” “As? es,” dijo Jessie. “Llevamos un tiempo hablando de ello. Ha habido alg?n que otro… contratiempo por el camino, pero esperamos que el cambio de ambiente ayude.” “En fin, deber?a advertirte. Es probable que surja el tema a menudo entre las mujeres que vas a conocer hoy. Les encanta hablar de ni?os y de todo lo que se relacione con ellos. Seguramente te preguntar?n acerca de tus planes, pero no sufras por ello. Esa es la conversaci?n t?pica, que siempre acaba surgiendo por estos lares.” “Gracias por avisarme,” dijo Jessie cuando llegaron al final del sendero. Se detuvo un momento para admirar las vistas. Estaban sobre el borde de un acantilado que daba a la Isla de Balboa y a la Bah?a Promontory. M?s all? estaba la Pen?nsula de Balboa, el ?ltimo pedazo de tierra antes del Oc?ano Pac?fico. El agua azul marino se extend?a hasta donde alcanzaba la vista, y se acababa fundiendo con el cielo de un azul m?s p?lido, punteado con unas cuantas nubes abultadas. Era realmente impresionante. M?s de cerca, vio el animado puerto, con barcos que entraban y sal?an seg?n un sistema t?cito que era mucho m?s organizado y hermoso que el de la autopista. La gente, diminuta como hormigas desde aqu? arriba, merodeaba por el complejo del puerto y su gran cantidad de tiendas y restaurantes. Parec?a que estuvieran en un mercado de agricultores. El sendero hab?a dado paso a una escalera enorme de piedra que descend?a hasta el complejo. A pesar de los pasamanos de madera a ambos lados, era ligeramente sobrecogedor. “El sendero reaparece de nuevo unos cincuenta metros m?s adelante y desciende hasta el puerto,” dijo Mel, sintiendo la reticencia de Jessie. “Podr?amos ir por ese camino en vez de subir las escaleras, pero se tarda veinte minutos m?s y la vista no es tan agradable.” “No, esto est? bien,” le asegur? Jessie. “Es solo que ?ltimamente no me he tomado muy en serio mi rutina en el Stairmaster y de pronto me estoy arrepintiendo.” “Las piernas solo te duelen al principio,” dijo Daughton al saltar delante de ella y tomar la delantera. “No hay nada como tener a un chiquillo que te rete a moverte,” dijo Jessie, tratando de re?rse. Empezaron a descender el largo tramo de escalones, Daughton por delante, seguido de Mel, Jessie, y Kyle, con Teddy a la cola. Despu?s de un minuto, Daughton se les hab?a adelantado bastante y Mel se apresur? a ponerse a su altura. Jessie pod?a escuchar a los chicos hablando por detr?s de ella, aunque no pod?a entender lo que estaban diciendo. Y con estos escalones tan traicioneros, ten?a dudas sobre darse la vuelta para enterarse. Como a mitad de descenso, vio a una chica en edad universitaria subiendo por las escaleras, vestida solamente con un bikini y sandalias de playa, con una bolsa playera colgada del hombro. Todav?a ten?a el pelo mojado del agua y se le derramaban unas gotas de sudor por su piel morena y expuesta. Ten?a unas curvas impresionantes que el ba?ador apenas conten?a. Parec?a que fuera a explotar por varios puntos en cualquier momento. Jessie intent? no mirar al pasarla de largo y se pregunt? si Kyle estar?a haciendo lo mismo. “Vaya culo tan bonito tiene esa,” escuch? decir a Teddy unos pocos segundos despu?s. Jessie se puso tensa sin querer, no ya por la groser?a sino porque lo m?s seguro era que la chica estuviera lo bastante cerca como para haberlo o?do. Sinti? la tentaci?n de darse la vuelta y echarle una mirada de reprobaci?n cuando escuch? la voz de Kyle. “?Verdad que s??” a?adi?, ri?ndose disimuladamente como un colegial. Jessie se detuvo en seco. Cuando Kyle le alcanz?, le agarr? por el antebrazo. Teddy tambi?n se detuvo, con una mirada de sorpresa en la cara. “Contin?a, Teddy,” dijo ella, coloc?ndose una sonrisa de pl?stico en la cara. “Solo necesito hablar con mi hombre un segundo.” Teddy le lanz? a Kyle una mirada de asentimiento antes de seguir adelante sin hacer ning?n comentario. Cuando ella estuvo segura de que ya no les pod?a o?r, mir? a su marido. “Ya s? que es tu amigo del instituto,” susurr?. “Pero, ?crees que pod?as dejar de actuar como si a?n siguieras all??” “?C?mo?” le pregunt? ?l a la defensiva. “Seguramente esa chica escuch? a Teddy y su tono lascivo. ?Y t? vas y le animas? No est? bien.” “No es para tanto, Jess,” insisti? ?l. “Solo estaba haciendo una bromita. Quiz? se sinti? halagada.” “O quiz? le puso los pelos de punta. Sea como fuere, preferir?a que mi marido no apoyara la idea de ‘la mujer como objeto sexual’. ?Es esa una petici?n razonable?” “Vaya… ?as? es como vas a reaccionar cada vez que pase una chica en traje de ba?o?” “No lo s?, Kyle. ?Es as? como t? vas a reaccionar?” “?Ven?s, chicos?” les grit? Teddy desde abajo. Los Carlisle ya estaban como unos cincuenta escalones m?s abajo que ellos. “Ya vamos,” le grit? Kyle de vuelta antes de bajar la voz. “Quiero decir, si todav?a te parece bien.” Kyle sigui? hacia adelante antes de que ella pudiera responder, bajando las escaleras de dos en dos. Jessie se forz? a tomar una respiraci?n larga y lenta antes de seguirle, esperando poder exhalar su frustraci?n junto con el aire en sus pulmones. Ni siquiera nos hemos mudado a?n del todo y ya se est? empezando a convertir en la clase de cabr?n que he tratado de evitar toda mi vida. Jessie intent? recordarse a s? misma que un comentario est?pido mientras se encontraba bajo la influencia de un viejo compa?ero de la escuela no quer?a decir que su marido se hubiera convertido de pronto en un filisteo. Sin embargo, no se pod?a sacudir de encima la inc?moda sensaci?n de que esto no era m?s que el principio. CAP?TULO TRES Cinco minutos despu?s, con Jessie a?n furiosa, entraron al recibidor del Club Deseo, donde recibieron el alivio que necesitaban de un d?a que ya era t?rrido con el aire acondicionado. Jessie ech? un vistazo a su alrededor, observando el lugar. No pudo evitar pensar que el nombre, que, seg?n Teddy significaba “Club de los Deseos”, era un tanto grandilocuente, a juzgar por lo que ten?a delante. Casi pasa por alto la entrada al club, una puerta grande, sin carteles, de roble envejecido, adosada a una estructura de aspecto modesto en el extremo m?s silencioso del puerto. La recepci?n misma no era nada del otro mundo, con un podio sencillo para la recepcionista que estaba ocupada en este momento por una morena atractiva de aspecto diligente que parec?a tener unos veintitantos a?os. Teddy se inclin? para hablarle en voz baja. Ella asinti? e hizo un gesto al grupo para que pasaran a un peque?o pasillo. Solo cuando otra jovencita rubia, igual de bella, le pidi? que depositara su bolso en un canasto, Jessie cay? en la cuenta de que el pasillo tambi?n hac?a las veces de detector de metales, pero con estilo. Cuando atravesaron el pasillo, la joven le devolvi? su bolso y le indic? que deb?a seguir a los dem?s a trav?s de una segunda puerta de paneles de madera que parec?a fundirse con la pared que hab?a a su lado. Si hubiera estado ella sola, puede que se hubiera pasado la puerta totalmente por alto. Una vez atravesaron esa segunda puerta, toda la modestia de la recepci?n del edificio se desvaneci? r?pidamente. La habitaci?n cavernosa y circular que estaba mirando con atenci?n ten?a dos niveles. El superior, donde estaba ella, ten?a mesas en c?rculo y con vistas al nivel inferior, que se acced?a mediante una amplia escalinata. El nivel inferior ten?a una peque?a pista de baile rodeada de multitud de mesas. Parec?a que hubieran dise?ado todo el lugar utilizando madera reciclada de viejos barcos de vela. Hab?a paneles que estaban juntos, de los que estaban hechas las paredes, de diferentes calidades y tonos. Aunque ese revoltijo no deber?a haber funcionado bien, lo cierto es que lo hac?a, d?ndole al espacio un ambiente n?utico que resultaba reverencial, en vez de un truco barato. Al extremo de la sala estaba lo m?s impresionante. Todo el lateral del club que daba al oc?ano estaba compuesto de una ventana de cristal gigantesca, la mitad de ella por encima del nivel del agua, y la otra mitad por debajo. Dependiendo de donde se sentara uno, pod?a tener una vista del horizonte o de bancos de peces nadando bajo la superficie. Era espectacular. Les llevaron hasta una mesa grande en el nivel inferior, donde les esperaba un grupo de unas quince personas. Teddy y Mel hicieron las presentaciones de rigor, pero Jessie ni siquiera trat? de memorizar los nombres. Le dijeron que hab?a cuatro parejas, con unos siete ni?os entre todas ellas. En vez de eso, sonri? y asinti? con cortes?a a medida que cada una de ellas le asaltaba con m?s informaci?n de la que pod?a procesar. “Yo me dedico al marketing en las redes sociales,” le dijo alguien llamado Roger o Richard. Se mov?a con nerviosismo todo el tiempo y se met?a el dedo a la nariz cuando pensaba que no hab?a nadie mir?ndole. “Estamos seleccionando moquetas para la pared en este momento,” dijo la mujer sentada junto a ?l, una morena con mechas rubias en su pelo que a lo mejor era su mujer, pero que, sin duda alguna, le estaba echando miradas de deseo al tipo moreno al otro lado de la mesa. Continu? as?. Mel le presentaba a alguien, Jessie no intentaba memorizar su nombre de verdad, y en vez de eso, trataba de deducir algo sobre su verdadero car?cter bas?ndose en su aspecto, lenguaje corporal, y estilo verbal. Era una especie de juego, uno que utilizaba a menudo en situaciones inc?modas. Despu?s de las presentaciones, entraron otras dos jovencitas muy guapas a recoger a los ni?os, incluido Daughton, para llev?rselos a la Cueva del Pirata, que una de las esposas le dijo era el nombre de la zona de diversi?n infantil. Jessie asumi? que deb?a de estar muy bien porque todos los ni?os se marcharon sin se?al alguna de ansiedad por la separaci?n. Cuando se hubieron ido, la comida procedi? m?s o menos como le hab?a advertido Mel. Dos mujeres que, o eran gemelas o ten?an aspecto tan similar que lo podr?an haber sido, contaron una historia sobre un campamento de verano que principalmente se trataba de la horrible voz de canto del que lideraba las alabanzas. “Sonaba como si estuviera a punto de dar a luz,” dec?a una de ellas mientras la otra se re?a a carcajadas d?ndole la raz?n. En la medida que les prestaba atenci?n, Jessie se perdi? mientras se interrump?an y se impon?an la una a la otra de manera interminable. Un chico con un sorprendente pelo largo y rizado y una pajarita con la que estaba demasiado embelesado relataba los detalles de un partido de hockey al que hab?a ido la primavera pasada. Solo que no hab?a nada memorable sobre ello. La historia entera de cinco minutos solo era sobre qui?n meti? los goles. Jessie segu?a esperando alg?n giro en la historia, como cuando se ha arrojado un pulpo a la pista de hielo o alg?n fan ha saltado la barrera. Pero no hubo ninguno. “De todos modos, fue un partido incre?ble,” concluy? finalmente, momento en el que ella supo que era su turno de sonre?r con admiraci?n. “Mejor. Historia. Del. Mundo,” dijo Mel con sequedad, proporcion?ndole a Jessie el ?nico momento satisfactorio que hab?a disfrutado y algo as? como un soplo de aire fresco. Una gran parte de la conversaci?n se consumi? hablando de varios eventos que iban a tener lugar pr?ximamente en el club, entre ellos el baile de Halloween, la Fiesta para Llevar los Barcos (fuera lo que fuera) y el Baile de las Vacaciones. “Qu? es eso de Llevar los…” comenz? a preguntar antes de ser interrumpida por los gritos de la mujer que estaba sentada dos sitios m?s abajo cuando una camarera tir? un vaso de agua, dejando caer unas gotas sobre ella. “Zorra,” murmur? demasiado alto despu?s de que se fuera la camarera. Poco despu?s, todos los hombres se levantaron, besaron a sus esposas, y se despidieron. Kyle le lanz? a Jessie una mirada de perplejidad, pero les sigui? sin decir nada. “?Supongo que te ver? m?s tarde?” le pregunt? m?s que decirle. Ella asinti? con cortes?a, aunque estaba igual de confundida. Parec?a que estuvieran en esa escena de Titanic, en la que todos los hombres se iban despu?s de la cena para hablar de negocios y pol?tica tomando brandy en la sala de fumar. Jessie observ? c?mo paseaban los hombres entre las mesas hasta llegar a la puerta de madera ornamentada que hab?a al rinc?n de la sala, delante de la que hab?a un hombre muy serio parado. Ten?a el aspecto de un portero de club nocturno, solo que este llevaba puesto un esmoquin. Cuando los chicos de su mesa se acercaron, se ech? a un lado para dejarles pasar. Dio la impresi?n de echarle una mirada esc?ptica a Kyle hasta que Teddy le murmur? algo. El portero asinti? y le sonri? a Kyle. El resto del almuerzo se pas? en un santiam?n. Como hab?a prometido Mel, la conversaci?n se centr? en los ni?os y en los ni?os por llegar, ya que al menos dos de las mujeres en el grupo estaban claramente embarazadas. “Me estoy preparando para darle una bofetada al pr?ximo barista que me eche miraditas mientras estoy d?ndole el pecho,” dijo alguien llamado Katlyn o Kaitlyn. “Fui demasiado tolerante despu?s de que naciera Warner.” “Amenaza con una demanda legal,” dijo la Morena de Mechas Rubias. “Yo lo hice y consegu? un certificado de cien d?lares como disculpa. Lo mejor de todo es que nadie hab?a hecho nada malo. Solamente me quej? de un ‘entorno de incomodidad.’” Jessie era la ?nica que no era madre de toda la mesa, pero intent? unirse a la charla, haciendo preguntas educadas sobre la escuela primaria local (“un basurero”) frente a la privada a la que parec?an ir todos sus hijos. Mientras Jessie escuchaba los desacuerdos sobre la mejor guarder?a o las opciones de preescolar y el consenso general sobre el mejor supermercado, sinti? como su mente divagaba. Se pellizc? por debajo de la mesa unas cuantas veces cuando se enunciaron opiniones sobre las mejores iglesias, el mejor gimnasio local, y d?nde encontrar el mejor vestido para el Baile de Vacaciones. Sin embargo, dej? de intentar seguir qui?n estaba diciendo qu?, o incluso de ofrecer afirmaciones sosas, y se meti? en el papel de observadora pasiva, como si estuviera observando el comportamiento social de alguna especie ex?tica en plena naturaleza. ?Es esta la vida con la que me he comprometido? ?Almuerzos con damas que se enfocan en qu? gimnasio tiene la mejor clase de spin? ?Es este el mundo por el que Kyle ha estado trepando y del que quiere llegar a formar parte? Si es as?, que me maten ahora mismo. En alg?n momento, se dio cuenta de que Mel le estaba dando un golpecito en el hombro para decirle que el almuerzo se hab?a terminado y que ten?a que pasar a recoger a Daughton. Por lo visto, Teddy y Kyle se encontrar?an con ellas en la recepci?n. Jessie asinti?, se despidi? con elegancia de las mujeres cuyos nombres no pod?a recordar, y sigui? sin pensar a Mel hasta la Cueva del Pirata. Se sent?a desorientada y agotada, y solo quer?a regresar a casa, darse un ba?o, tomar una copa de vino, e irse a dormir. Ech? una ojeada a su reloj y le sorprendi? descubrir que no era ni la una del mediod?a. * No consigui? distenderse hasta horas m?s tarde. Despu?s del camino de regreso al hogar de los Carlisle y el rato obligatorio que pasaron all?, acabaron por irse a su casa, aunque no sin pasar antes por Costco para comprar productos b?sicos. Jessie se imagin? las caras de desaprobaci?n que pondr?an sus compa?eras de almuerzo. M?s tarde esa misma noche, mientras ella se refrescaba la cara y Kyle se lavaba los dientes, se hab?an recuperado lo suficiente como para hacer una breve puesta en com?n del d?a. “?Qu? pas? en la sala secreta a la que te fuiste?” le pregunt?. “?Te hicieron quitarte la ropa hasta quedarte en calzoncillos y te dieron diez latigazos?” “La verdad es que estaba un poco preocupado de lo que pudiera haber detr?s de esa puerta,” admiti? Kyle mientras pasaban al dormitorio. “Pero resulta que solo se trataba de un bar para deportes muy bien equipado. Ten?an los partidos en la televisi?n, un camarero dando vueltas y tomando nuestras ?rdenes, y unos cuantos tipos poni?ndose o quit?ndose su ropa de golf.” “Entonces, ?nada de sala para fumar con brandy?” le pregunt? Jessie, cuestion?ndose si pillar?a la referencia. “No que yo sepa, aunque me di cuenta de que Leonardo DiCaprio estaba vagando sin rumbo por el vestidor.” “Bien hecho, marido,” dijo Jessie con admiraci?n mientras se met?a a la cama. “Todav?a est?s en tu punto.” “Gracias, esposa,” le contest?, desliz?ndose debajo del edred?n junto a ella. “De hecho, escuch? que hay una sala para fumar puros por alguna parte, pero no fui en busca de ella. Creo que est? oculta en alg?n rinc?n que est? exento de las normas del club de no fumar. Pero apuesto a que hubiera podido conseguir un brandy si lo hubiera pedido.” “?Conociste a alguien interesante?” le pregunt? con escepticismo mientras apagaba la luz del dormitorio. “Sorprendentemente, s?,” dijo Kyle. “Eran todos bastante agradables. Y como dos de ellos est?n buscando inversiones potenciales, eso les hizo interesantes para m?. Creo que ese club puede ser un aut?ntico fil?n para hacer negocios. ?Y t??” “Todo el mundo era muy agradable,” dijo Jessie titubeante, esperando que la oscuridad de la habitaci?n ocultara su ce?o fruncido. “Muy abiertas con todo tipo de ofertas para ayudarme con cualquier cosa que necesite.” “?Por qu? puedo escuchar un ‘pero’ en alguna parte?” “No. Es solo que ni una vez durante todo el tiempo que estuve a solas con ellas, ninguna de esas mujeres habl? de otra cosa m?s que de ni?os, colegios o familia. Ni una menci?n de trabajos o acontecimientos actuales. Resultaba todo muy provinciano.” “?Quiz? solo quer?an evitar temas pol?micos en un almuerzo con alguien nuevo?” sugiri? Kyle. “?El trabajo es algo pol?mico hoy en d?a?” “No lo s?, Jessie. ?Est?s segura de que no est?s busc?ndole tres pies al gato a esta inocente reuni?n?” “No estoy diciendo que sean como las Esposas de Stepford o algo parecido,” insisti?. “Pero excepto Mel, todas eran compulsivamente narcisistas. No creo que ninguna de ellas le dedique ni un pensamiento pasajero al mundo que hay m?s all? de sus ventanas. Solo digo que despu?s de un rato, empec? a sentirme un tanto… claustrof?bica.” Kyle se sent? sobre la cama. “Esa manera de hablar suena familiar,” dijo, con preocupaci?n en la voz. “No te enojes conmigo, pero la ?ltima vez que hablaste de sentirte claustrof?bica fue cuando—” “Recuerdo la ?ltima vez,” interrumpi? Jessie, disgustada. “Esto no es lo mismo.” “Muy bien,” replic? Kyle delicadamente. “Pero entender?s que te pregunte si te sientes c?moda con tu medicaci?n estos d?as. ?Todav?a funciona la dosis? ?Crees que quiz? sea buena idea organizar una cita con la doctora Lemmon?” “Estoy bien, Kyle,” dijo ella, saliendo de la cama. “No siempre se trata de eso. ?Es que no puedo expresar algunas reservas sin que te apresures a sacar conclusiones?” “Por supuesto,” dijo ?l. “Lo siento. Por favor, vuelve a la cama.” “Es que vamos, de verdad…. t? no estabas all?. Mientras t? estabas relaj?ndote con los chicos, yo ten?a una sonrisa falsa en la cara mientras estas mujeres hablaban de presentar demandas contra cafeter?as. Esto no tiene que ver con la medicaci?n. Tiene que ver con que ‘estas tipas son horribles’.” “Lo siento, Jess,” repiti? Kyle. “No deber?a haber dado por sentado que se trataba de la medicaci?n.” Jessie le mir?, sin poder decidirse entre querer perdonarle o machacarle un poco m?s. Decidi? no hacer ninguna de las dos cosas. “Regresar? en unos minutos,” dijo ella. “Solo necesito distenderme. En caso de que est?s dormido para cuando regrese, te dar? las buenas noches ahora.” “Muy bien,” dijo ?l sin ganas. “Buenas noches, Te quiero.” “Buenas noches,” dijo ella, d?ndole un beso a pesar de su falta de entusiasmo en ese momento. “Yo tambi?n te quiero.” Sali? del dormitorio y se puso a vagabundear por la casa, esperando a que se disipara su frustraci?n mientras pasaba de una habitaci?n a la otra. Intent? sacarse el desd?n de la cabeza, pero segu?a col?ndose dentro de ella, irrit?ndole a pesar de sus mejores intenciones. Se estaba calmando lo bastante como para regresar a la cama cuando escuch? el mismo crujido distante de la otra noche. Solo que esta noche no estaba tan distante. Sigui? el sonido hasta que encontr? el que parec?a ser su origen—el ?tico. Se hab?a detenido en el pasillo de arriba justo debajo de la puerta de acceso al ?tico. Despu?s de un momento de titubeo, agarr? la manivela que hab?a en la puerta y le dio un tir?n hacia abajo. Definitivamente, el crujido sonaba ahora m?s claro. Se encaram? a la escalera de acceso con todo el sigilo que pudo, intentando no pensar en c?mo este tipo de decisi?n siempre acababa terriblemente en las pel?culas de miedo. Cuando subi? las escaleras, sac? su tel?fono y utiliz? la funci?n de linterna para registrar el espacio. Pero, excepto por unas cuantas cajas ra?das y vac?as, no hab?a nada m?s en todo el espacio. Y el crujido se hab?a detenido. Jessie descendi? con cuidado, reemplaz? la escalera y, demasiado excitada como para dormir, reanud? su inquieto vagabundeo. Acab? en el dormitorio que estaban anticipando utilizar para el beb?, cuando y si alguno decid?a unirse a ellos. Ahora estaba vac?o, pero Jessie pod?a imaginarse donde ir?a la cuna. Se la imaginaba contra la pared de atr?s, con un m?vil colgando sobre ella. Apoy? la espalda contra la pared y se desliz? hacia el suelo, con lo que acab? sentada con las rodillas delante de su rostro. Las envolvi? con sus brazos y se abraz? con fuerza, intentando convencerse de que la vida en este nuevo y extra?o lugar ser?a mejor de lo que parec?a por el momento. ?Estoy malinterpretando todo esto? No pod?a evitar preguntarse que a lo mejor su medicaci?n necesitaba un reajuste. No ten?a claro si estaba siendo demasiado dura con Kyle o si estaba juzgando a las mujeres del Club Deseo con demasiada crudeza. ?Era el hecho de que Kyle se estuviera adaptando tan f?cilmente a este lugar mientras que ella no un reflejo de su adaptabilidad, de la fragilidad de ella, o de ambas? Kyle ya parec?a sentirse como en casa, como si llevara viviendo a?os aqu?. Se pregunt? si ella llegar?a alguna vez a ese punto. No estaba segura de si solo estaba nerviosa porque su ?ltimo semestre de clases empezaba al d?a siguiente y tendr?a que volver a sumergirse en el mundo del estudio de los violadores, depredadores infantiles y asesinos. Y no estaba segura de si ese crujido que segu?a escuchando era real o solo estaba en su cabeza. En este momento, no estaba muy segura de nada. Y le asustaba. CAP?TULO CUATRO A Jessie le faltaba el aliento y le palpitaba con fuerza el coraz?n. Llegaba tarde a clase. Esta era la primera vez que pisaba el campus de la Universidad de California en Irvine y hab?a sido toda una tarea encontrar su aula. Despu?s de correr el ?ltimo cuarto de milla a trav?s del campus en medio del calor insoportable del mediod?a, entr? por la puerta. En la frente le brillaban unas gotas de sudor y su camiseta parec?a estar ligeramente h?meda. Se encontr? al profesor Warren Hosta, un hombre alto de ojos rasgados y desconfiados y con un solo y pat?tico mech?n de pelo negro gris?ceo encima de la cabeza, que estaba obviamente en mitad de una frase cuando irrumpi? en el aula a las 10:04 de la ma?ana. Ya hab?a escuchado los rumores sobre su impaciencia y su actitud grosera habitual y no le decepcion?. Se detuvo y esper? a que encontrara su asiento, mir?ndola fijamente todo el tiempo. “?Puedo continuar?” le pregunt? sarc?sticamente. Buen comienzo, Jessie. Vaya manera de causar una primera impresi?n. “Lo lamento, profesor,” dijo Jessie. “Este campus es nuevo para m?. Me hice un l?o.” “Espero que tus capacidades de deducci?n sean m?s potentes que tu sentido de la orientaci?n,” le replic? con sagacidad antes de regresar a su discurso. “Como iba diciendo, para la mayor?a de vosotros, este ser? vuestro ?ltimo curso antes de obtener vuestro Masters en Psicolog?a Forense. No va a ser tarea f?cil.” Jessie desabroch? su mochila con el mayor sigilo posible para sacar un bol?grafo y un cuaderno, pero el sonido de la cremallera pasando por cada diente pareci? resonar en toda el aula. El profesor volvi? la mirada hacia ella por el rabillo del ojo, pero continu? hablando. “Distribuir? el programa en unos momentos,” dijo. “Pero, en general, esto es lo que se espera de vosotros. Adem?s del trabajo habitual del curso y los ex?menes asociados con ello, aquellos entre vosotros que todav?a tengan que completar una entregar?is y defender?is vuestra tesis. Adem?s, todos—ya tengan la tesis completada o no—tendr?is unas pr?cticas. Unos cuantos ser?n asignados a una instalaci?n correccional, ya sea el Instituto California para Hombres en Chino o el Instituto California para Mujeres en Corona, ambos de los cuales albergan un grupo de criminales violentos. Otros visitar?n la unidad de alto riesgo del DSH-Metropolitan, que es un hospital estatal en Norwalk. All? tratan a pacientes a los que se conoce com?nmente como ‘criminales dementes,’ aunque cuestiones relativas a la comunidad local les impidan aceptar pacientes con un historial de asesinato, cr?menes sexuales, o fuga.” Una t?cita corriente de electricidad atraves? el aula mientras los alumnos se miraban entre ellos. Esto era lo que hab?an estado esperando. El resto de la clase fue bastante directo, con una descripci?n del trabajo del curso y detalles para la redacci?n de sus tesis. Por suerte, Jessie hab?a completado y defendido la suya mientras estaba en USC, as? que no le prest? demasiada atenci?n a esta parte. En vez de eso, su mente regres? al extra?o grupo del club de yates y al hecho de que, a pesar de la aparente generosidad y calidez de todas ellas, se sent?a perturbada por ello. Hasta que la charla no regres? a las pr?cticas, no se enfoc? de verdad. Los alumnos estaban haciendo preguntas log?sticas y acad?micas. Jessie ten?a una propia, pero decidi? esperar hasta despu?s de la clase. No quer?a comentarlo delante del grupo. Era evidente que la mayor?a de sus compa?eros de clase quer?a trabajar en una de las prisiones. La menci?n de un veto de la comunidad respecto a criminales violentos en Norwalk parec?a limitar la popularidad de esta opci?n. En cierto momento, el profesor Hosta indic? el final de la clase y la gente empez? a salir de la sala. Jessie se tom? su tiempo colocando de nuevo su cuaderno en su mochila mientras unos cuantos estudiantes le hac?an unas preguntas a Hosta. Hasta que no se fueron y el profesor pareci? empezar a salir del aula, no se le acerc?. “Deje que me disculpe de nuevo por llegar tarde, profesor Hosta,” dijo, intentando no sonar demasiado pelota. Con solo una clase, hab?a tenido la clara impresi?n de que Hosta despreciaba a los que se humillaban excesivamente. Parec?a preferir la curiosidad, incluso aunque rayara en la groser?a, a la deferencia. “No suenas demasiado arrepentida, se?orita…” indic?, levantando el ce?o. “Hunt, Jessie Hunt. Y la verdad es que no lo estoy,” admiti?, decidiendo en ese momento que iba a tener m?s suerte con este tipo si era directa. “Solo imagin? que ser?a mejor ser educada para obtener una respuesta a mi pregunta de verdad.” “Que es…?” le pregunt?, con el ce?o elevado y aspecto de sorpresa intrigada. Ahora ten?a su atenci?n. “Not? que dijo que DSH-Metro no acepta pacientes con un historial de violencia.” “Eso es correcto,” dijo ?l. “Es su normativa. B?sicamente, estaba citando su p?gina web.” “Pero profesor, los dos sabemos que eso no es del todo exacto. El hospital de Norwalk tiene una peque?a secci?n acordonada para tratar a pacientes que han cometido algunos cr?menes horriblemente violentos, entre ellos asesinatos en serie, violaci?n, y una variedad de transgresiones a menores.” ?l le mir? fijamente durante largo rato antes de responder. “Seg?n el Departamento de Hospitales del Estado, es en DSH-Atascadero en San Luis Obispo donde se tratan esos casos,” le replic? con cara de p?ker. “Metro trata con criminales no violentos, as? que no estoy seguro de a qu? te refieres.” “Por supuesto que lo est?,” dijo Jessie con m?s confianza de la que se esperaba. “Se llama la Divisi?n No-Rehabilitadora, o DNR en breve. Claro que ese solo es el vocablo aburrido que utilizan para consumo p?blico. A nivel interno y dentro de los c?rculos de justicia criminal, a DNR se la conoce como la unidad de ‘alto-riesgo’ en DSH-Metro, que casualmente not? que es el t?rmino que utiliz? para describirla en clase.” Hosta no contest?. En vez de eso, la estudi? herm?ticamente durante unos cuantos segundos antes de permitir que su cara esbozara una sonrisa. Era la primera vez que Jessie le hab?a visto algo parecido a una sonrisa. “Camina conmigo,” le dijo, haci?ndole un gesto para que saliera del aula. “Te llevas el premio especial, se?orita Hunt. Han pasado tres semestres desde que alg?n alumno captara mis peque?os trucos verbales. Todo el mundo se siente tan decepcionado por las normas comunitarias que nadie se pregunta de qu? se trata la referencia al ‘alto-riesgo’. Pero est? claro que t? ya estabas familiarizada con el DNR antes de entrar a mi clase. ?Qu? es lo que sabes acerca de ello?” “Bueno,” comenz? con cuidado, “realic? los primeros semestres de mis estudios en USC y el DNR es algo as? como un secreto a voces por all?, por eso de que est? tan cerca.” “Se?orita Hunt, est?s encubriendo algo. No es un secreto a voces. Hasta en las filas de las fuerzas de seguridad y de la comunidad psiqui?trica, es un secreto guardado a cal y canto. Me arriesgo a decir que hay menos de doscientas personas en la regi?n que sean conscientes de su existencia. Menos de la mitad de ellas conoce la naturaleza integral de las instalaciones. Y, aun as?, de alguna manera, t? lo sabes. Haz el favor de explicarte. Y en esta ocasi?n, deja de lado la discreta timidez.” Ahora le tocaba a Jessie decidir si iba a ser sincera. Has llegado hasta aqu?. Quiz? no sea mala idea dar el ?ltimo paso. “Hice mi tesis sobre ello,” le dijo. “Casi consigo que me expulsen del programa.” Hosta dej? de caminar y pareci? brevemente estupefacto antes de recuperar la compostura. “?As? que fuiste t??” le pregunt?, sonando impresionado mientras empezaban a descender por el pasillo. “Esa tesis es legendaria entre los que la han le?do. Si recuerdo bien, el t?tulo era algo as? como ‘El Impacto de la Encarcelaci?n No-Rehabilitadora en los Criminales Dementes.’ Pero nadie pod?a averiguar qui?n era el autor de verdad. Despu?s de todo, no hay registro oficial de nadie que se llame ‘Julia Nona.’” “Tengo que admitir que me sent?a bastante orgullosa de ese nombre, pero utilizar un nombre falso no fue en absoluto mi decisi?n,” admiti? Jessie. “?Qu? quieres decir?” pregunt? Hosta, claramente intrigado. Jessie se preguntaba si estar?a bordeando los l?mites de lo que ten?a permitido desvelar. Entonces record? la raz?n por la que le asignaron a trabajar con Hosta en un principio y decidi? que no hab?a raz?n para ser t?mida. “Mi asesor de la facultad entreg? la tesis al decano,” explic? Jessie. “Enseguida trajo a varios agentes de la ley y a unos m?dicos que no puedo mencionar por ning?n otro nombre que el delicioso t?rmino de ‘El Panel.’ Me interrogaron durante nueve horas seguidas antes de decidir que estaba escribiendo un art?culo acad?mico y que no era una reportera trabajando en secreto o algo peor.” “Eso suena emocionante,” dijo Hosta. Parec?a decirlo en serio. “Suena as?, pero en aquel momento, terror?fico resultaba una palabra m?s apropiada. Despu?s de un tiempo, decidieron no arrestarme. Despu?s de todo, eran ellos quienes ten?an una c?rcel psiqui?trica secreta sin registrar, y no yo. La universidad decidi? que no hab?a hecho nada t?cnicamente equivocado y no me expuls?, aunque todo lo referente a la tesis fue catalogado como confidencial. El departamento decidi? que mi interrogatorio con las autoridades pod?a servir como defensa de mi tesis. Y firm? varios documentos donde promet?a no hablar del asunto con nadie, incluido mi marido, o me enfrentar?a a un posible juicio, aunque nunca dijeron en base a qu? delito.” “Entonces, ?c?mo es posible, se?orita Hunt, que estemos teniendo esta conversaci?n?” “Me concedieron… llam?mosle un permiso especial. Me permitieron seguir adelante con mis estudios y establecieron una condici?n espec?fica. Pero para completarla, mi nuevo asesor de la facultad tendr?a que enterarse al menos superficialmente de lo que hab?a escrito. Los que mandan miraron las facultades de todas las universidades en Orange County y determinaron que solo usted cumpl?a con sus requisitos. La universidad tiene un programa de M?ster en Psicolog?a Criminal, dirigido por usted. Usted tiene relaci?n con DNR y ha realizado trabajo de campo all?. Hasta lo tiene como una opci?n de pr?cticas que ha establecido all? en los pocos casos en que un alumno expresa inter?s y parece prometedor. Usted es mi ?nica opci?n en cincuenta millas a la redonda.” “Supongo que deber?a sentirme halagado. ?Y si declino ser tu asesor de facultad?” le pregunt?. “Deber?a haber recibido una visita de alguien que representa al Panel para abordar todo este tema—y el hecho de que le resultar?a muy conveniente, etc. Me sorprende que no lo hayan hecho. Por lo general, son bastante minuciosos.” Hosta se qued? pensativo un segundo. “Hace poco recib? varios emails y un mensaje de voz de alguien llamado doctor Ranier,” dijo. “Pero el nombre no me resultaba familiar, as? que los ignor?.” “Le recomiendo que devuelva el mensaje, profesor,” sugiri? Jessie. “Es posible que se trate de un seud?nimo, quiz? para alguien a quien ya conoce.” “Lo har?. En cualquier caso, ?entiendo que no voy a tener que pasar por las habituales trabas burocr?ticas para que te autoricen a hacer tus pr?cticas en DNR?” “Hacerlas all? fue la condici?n espec?fica que mencion? con anterioridad. Es la raz?n por la que me mostr? de acuerdo en firmar su NDA sin problemas,” le dijo Jessie, incapaz de evitar que su voz sonara excitada. “Llevo casi dos a?os esperando esto.” “?Dos a?os?” dijo Hosta, sorprendido. “Si completaste tu tesis hace todo ese tiempo, ?no deber?as haberte graduado ya?” “Esa es una larga historia que le tendr? que contar en alg?n otro momento. Pero, por ahora, ?puedo asumir que tengo su autorizaci?n para hacer mis pr?cticas en DSH-Metro, espec?ficamente en el DNR?” “Si tu historia resulta ser cierta, s?,” dijo mientras llegaban hasta la puerta de su despacho. La abri? con su llave, pero no le invit? a pasar. “Aunque tengo que hacer la pregunta que le hago a todos los alumnos que quieren hacer all? su trabajo de campo—?est?s segura de que quieres hacer esto?” “?C?mo puede preguntarme eso, despu?s de lo que le he dicho?” “Porque una cosa es leer sobre la gente que tienen en las instalaciones,” le respondi?. “Es muy diferente interactuar con ellos. Las cosas se ponen dif?ciles muy deprisa. Por las redacciones en tu tesis, ?asumo que sabes algo acerca algunos de los presos que tienen alojados all??” “Sobre unos cuantos; s? que el violador en serie de Bakersfield, Delmond Stokes, est? preso all?. Y el asesino m?ltiple de menores que esa polic?a retirada atrap? el a?o pasado tambi?n est? all?. Y estoy bastante segura de que tambi?n tienen all? a Bolton Crutchfield.” Hosta se le qued? mirando fijamente, como si estuviera indeciso respecto a decirle lo que estaba pensando. Finalmente, pareci? llegar a una decisi?n. “A ?l es a quien quieres observar, ?no es cierto?” “He de admitir, que siento curiosidad,” dijo Jessie. “He escuchado todo tipo de historias sobre ?l. No estoy segura de cu?ntas de ellas son ciertas.” “Una historia que te puedo asegurar es cierta es que asesin? brutalmente a diecinueve personas en un periodo de seis a?os. Puede que otras cosas sean verdades o mitos, pero eso es un hecho. Nunca te olvides de ello.” “?Le conoce?” pregunt? Jessie. “As? es. Le he entrevistado en dos ocasiones.” “?Y c?mo fue?” “Se?orita Hunt, esa es una larga historia que tendr? que compartir en otro momento,” dijo, devolvi?ndole sus propias palabras. “Por ahora, me pondr? en contacto con ese doctor Ranier y comprobar? que lo que dices es cierto. Suponiendo que eso proceda sin incidencias, me pondr? en contacto contigo para preparar tus pr?cticas. S? que querr?s empezar pronto.” “Ir?a ma?ana, si pudiera.” “En fin, ya veremos, puede que tarde un poco m?s que eso. Entretanto, intenta no saltar por las paredes. Que tengas un buen d?a, se?orita Hunt.” Dicho esto, cerr? la puerta de su oficina, dejando a Jessie en el pasillo. Ella se dio la vuelta para marcharse. Echando un vistazo a este pasillo desconocido, se dio cuenta de que hab?a estado tan metida en la conversaci?n que no hab?a prestado atenci?n a nada m?s. No ten?a ni idea de d?nde estaba. Se qued? all? parada un momento, imagin?ndose a s? misma sentada frente a frente con Bolton Crutchfield. La idea le excitaba tanto como le aterrorizaba. Hab?a querido—no, necesitado—hablar con ?l durante alg?n tiempo. La posibilidad de que pudiera suceder pronto le hac?a temblar de anticipaci?n. Necesitaba respuestas a preguntas que nadie incluso sab?a que tuviera. Y ?l era el ?nico que las pod?a proporcionar. Pero no estaba segura de que lo har?a. Y en caso de que estuviera dispuesto, ?qu? pod?a pedirle a cambio? CAP?TULO CINCO Jessie se sent?a tan entusiasmada que le llam? por tel?fono a Kyle de camino entre la universidad y su casa, aunque sab?a de sobra que siempre andaba de cabeza durante el d?a y casi nunca le respond?a. Esta vez no fue diferente, pero no pudo evitar dejarle un mensaje de voz de todas maneras. “Hola, cari?o,” le dijo despu?s del pitido. “Solo era para decirte que me fue extremadamente bien en mi primer d?a de clase. El profesor es todo un personaje, pero creo que puedo trabajar con ?l. Y espero empezar pronto con mis pr?cticas, quiz? esta misma semana si todo sale bien. La verdad es que estoy algo mareada. Espero que tu d?a te est? yendo bien tambi?n. He pensado que pod?a hacer una cena especial para los dos esta noche, sobre todo ahora que por fin hemos encontrado las cajas con todas las cazuelas y sartenes. Dime a qu? hora crees que vas a llegar esta noche y preparo algo rico. Podemos descorchar una de esas botellas de vino que hemos estado guardando y quiz? empezar con eso de expandir nuestra unidad familiar. Bueno, hablamos luego. Te quiero.” Hizo una parada en Bristol Farms de camino a casa y se dio el lujo de comprar unos peces branzino, que pensaba rellenar y cocinar en una pieza. Se encontr? con unos mini br?colis de aspecto estupendo y tambi?n se los llev?. Mientras iba de camino a la caja, vio unas patatas enanas y tambi?n las meti? al carro. Sinti? la tentaci?n de encontrar algo decadente para postre, pero sab?a que Kyle hab?a estado entrenando con todas sus fuerzas y no lo probar?a. Adem?s, ten?an algo de helado italiano en el congelador que servir?a para la ocasi?n. Para cuando sali? de la caja registradora, ya ten?a todo el men? mapeado en su cabeza. * Jessie miraba fijamente a los platos llenos de comida sobre la mesa del comedor, antes de mirar su tel?fono por tercera vez en cinco minutos. Eran las 7:13 y todav?a no ten?a noticias de Kyle. Le hab?a enviado un mensaje de texto despu?s de recibir su mensaje de voz, dici?ndole que le parec?an genial los planes y que esperaba llegar a casa para las 6:30 de la tarde. Pero hab?an pasado m?s de cuarenta y cinco minutos y todav?a no hab?a llegado. Y peor a?n, no se hab?a puesto en contacto con Jessie para nada. Lo hab?a organizado todo para que la cena estuviera reci?n hecha y en la mesa esper?ndole a las 6:45, en caso de que llegara con algo de retraso. Pero no hab?a aparecido. Le hab?a enviado dos mensajes de texto y le hab?a dejado un mensaje de voz en el intervalo entre ellos. Y, aun as?, no hab?a o?do nada de Kyle desde ese primer mensaje de texto. Y ahora el pescado estaba en la mesa, mayormente fr?o, mir?ndole de vuelta con sus ojos inexpresivos. Por fin, a las 7:21, Kyle le llam?. Por el ruido que se o?a de fondo, supo que estaba en un bar antes de que dijera nada. “Hola, Jess,” le grit? para que le oyera por encima de la m?sica. “Disculpa por llamar tarde. ?C?mo est?s?” “Estaba preocupada por ti,” le dijo, tratando de que no se le notara su frustraci?n en la voz. “Oh, lo siento,” dijo, sonando solo levemente arrepentido. “No ten?a intenci?n de preocuparte. Surgi? algo de ?ltima hora. Teddy me llam? sobre las seis y dijo que ten?a m?s clientes potenciales para m?. Me pregunt? si pod?amos vernos con estos tipos en un bar llamado Sharkie’s en el puerto. Supuse que no puedo dejar pasar este tipo de oportunidades cuando soy el chico nuevo de la oficina, ?sabes?” “?Y no pod?as haberme llamado para dec?rmelo?” “Es mi culpa,” chill? Kyle. “Todo fue tan apresurado que se sali? del cauce. No he podido escabullirme hasta ahora para llamarte.” “Prepar? una gran cena, Kyle. Pens?bamos celebrar juntos esta noche, ?recuerdas? Abr? una botella de vino de cien d?lares. Se supon?a que iba a ser una velada rom?ntica.” “Ya lo s?,” le dijo. “Pero no pod?a escaparme de esto. Creo que puedo conseguir a los dos amigos de Teddy como clientes m?os. Y siempre podemos probar con lo de hacer ni?os cuando llegue a casa.” Jessie suspir? largamente para poder mantener la calma en la voz al responder. “Va a ser tarde cuando regreses,” dijo ella. “Estar? cansada y t? medio borracho. No es as? c?mo lo hab?a visualizado.” “Esc?chame, Jessie. Lamento no haber llamado. Pero ?pretendes que deje pasar por alto una oportunidad como esta? No solo estoy tomando chupitos aqu?. Estoy haciendo negocios e intentando hacer unos cuantos amigos mientras estoy en ello. ?Vas a utilizar eso en mi contra?” “Supongo que me estoy enterando de cu?les son tus prioridades,” le respondi?. “Jessica, t? siempre eres mi principal prioridad,” insisti? Kyle. “Solamente estoy intentando balancear todo. Supongo que la he cagado. Te prometo que estar? en casa para las nueve, ?vale? ?Encaja eso con tu horario?” Le hab?a sonado sincero hasta esa ?ltima l?nea, que le sali? llena de sarcasmo y resentimiento. La pared emocional que hab?a erigido Jessie entre ellos se estaba derrumbando poco a poco hasta que escuch? esas palabras. “Haz lo que t? quieras,” le replic? con brusquedad antes de colgar. Se puso de pie y capt? un reflejo de s? misma en el espejo del dormitorio. Llevaba puesto un vestido elegante de sat?n azul con un cuello que se hund?a entre sus senos y una apertura alargada en el costado derecho desde su muslo. Ten?a el pelo atado en un mo?o casual que hab?a pensado deshacer como parte de su seducci?n despu?s de la cena. Los tacones que llevaba le a?ad?an como 12 cent?metros a su altura normal, con lo que parec?a que med?a m?s de uno ochenta. De pronto, le result? todo tan rid?culo. Estaba jugando a un juego pat?tico con eso de ponerse guapa. Pero a la hora de la verdad, solo era otra pat?tica ama de casa esperando a que llegara su hombre a casa para darle un sentido a su vida. Agarr? los platos y se dirigi? a la cocina, donde tir? las dos comidas a la basura, con el pescado entero. Se cambi? de ropa y se puso sus sudaderas. Despu?s, regres? al comedor, agarr? la botella que hab?a abierto de Shiraz, se sirvi? una copa hasta los topes, y le dio un buen trago de camino al comedor. Se tir? sobre el sof?, encendi? la televisi?n, y se acab? conformando con lo que parec?a ser un marat?n de Life Below Zero, una serie de casos reales sobre gente que ha vivido voluntariamente en ciertas partes inh?spitas de Alaska. Lo racionaliz? dici?ndose a s? misma que esto le ayudar?a a apreciar que hab?a gente a la que le iba bastante peor que a ella con su mansi?n elegante al sur de California y su vino de cien d?lares y su pantalla de televisi?n de 70 pulgadas. En alg?n punto del tercer episodio, con la botella medio vac?a, se qued? dormida. Se despert? cuando Kyle le sacudi? suavemente el hombro. A trav?s de sus ojos borrosos, pod?a asegurar que iba medio borracho. “?Qu? hora es?” murmur?. “Poco m?s de las once.” “?Qu? pas? con lo de llegar a casa a las nueve?” le pregunt?. “Me entretuvieron,” le dijo t?midamente. “Mira, cari?o, ya s? que te ten?a que haber llamado antes. No estuvo bien, y lo siento de veras.” “Muy bien,” dijo ella. Ten?a la boca pastosa y le dol?a la cabeza. Kyle le pas? un dedo por el brazo. “Me gustar?a compensarte por ello,” le ofreci? provocativamente. “Esta noche no, Kyle,” le dijo, echando su mano a un lado al tiempo que se incorporaba. “No estoy de humor. Ni siquiera un poco. Quiz? la pr?xima vez puedas tratar de no hacerme sentir como el pobre segundo plato. Me voy a la cama.” Ascendi? por las escaleras y, a pesar de las ganas que ten?a de volver la vista para ver su reacci?n, sigui? caminando sin decir ni una palabra m?s. Kyle no dijo nada. Se meti? en la cama sin tan siquiera apagar las luces. A pesar del dolor de cabeza y de la boca pastosa, se qued? dormida en menos de un minuto. * Jessie notaba c?mo unas ramas llena de pinchos le ara?aban el rostro mientras corr?a a trav?s del bosque. Era invierno y sab?a que incluso descalza, sus pisadas, pateando las hojas ca?das y secas que cubr?an la nieve, se o?an perfectamente; que seguramente ?l las podr?a escuchar. Pero no hab?a elecci?n. Su ?nica esperanza era continuar en movimiento y esperar que ?l no pudiera encontrarla. Pero ella no conoc?a bien el bosque y ?l s?. Estaba corriendo a ciegas, completamente perdida y en busca de alg?n hito familiar. Sus piernecitas eran demasiado cortas. Sab?a que ?l le estaba alcanzando. Pod?a escuchar sus pisadas fuertes y hasta su respiraci?n todav?a m?s sonora. No hab?a lugar d?nde esconderse. CAP?TULO SEIS Jessie se incorpor? de repente en la cama, despert?ndose justo a tiempo de o?r su propio grito. Le llev? unos segundos reorientarse y caer en la cuenta de que estaba en su propia cama en Westport Beach, y que llevaba puesta la ropa en la que se hab?a quedado frita la noche pasada con la embriaguez. Ten?a el cuerpo cubierto de sudor y la respiraci?n agitada. Crey? que realmente pod?a escuchar c?mo le corr?a la sangre por las venas. Levant? la mano y se toc? la mejilla izquierda. La cicatriz causada por la rama todav?a segu?a all?. Se hab?a difuminado y pod?a cubrirla con maquillaje, a diferencia de la otra m?s alargada que ten?a a la derecha del cuello. Aun as?, pod?a sentir d?nde sobresal?a del resto de su piel. Casi pod?a sentir el pincho afilado en este momento. Ech? una mirada a su izquierda y vio que la cama estaba vac?a. Pod?a asegurar que Kyle hab?a dormido all? por el hueco que hab?a en su almohada y el l?o de s?banas, pero ?l no estaba por ninguna parte. Se qued? escuchando a ver si o?a el sonido de la ducha, pero la casa estaba en silencio. De una ojeada a su reloj de sobremesa, vio que eran las 7:45 de la ma?ana. A estas horas, Kyle ya se habr?a ido al trabajo. Sali? de la cama, tratando de ignorar su cabeza pulsante mientras se met?a al cuarto de ba?o. Despu?s de una ducha de quince minutos, de la que se pas? la mitad sentada en las baldosas frescas, se sent?a preparada para vestirse y bajar. En la cocina, vio una nota que hab?an colocado sobre la mesa del desayuno. Dec?a “Lamento de nuevo lo de anoche. Me encantar?a hacerlo de nuevo cuando est?s dispuesta. Te quiero.” Jessie la puso a un lado y se prepar? algo de caf? y avena, lo ?nico que se sent?a capaz de engullir en este momento. Consigui? terminar la mitad del bol, tir? el resto a la basura, y se fue hasta la sala de estar, donde le esperaban una docena de cajas por desembalar. Se acomod? en una butaca con unas tijeras, dej? su caf? sobre la mesa que hab?a al final, y acerc? una caja hacia s?. Mientras revisaba distra?damente las cajas, tachando art?culos a medida que los localizaba, su mente divag? hacia el tema de su tesis en el DNR. De no haberse peleado, seguramente Jessie le hubiera acabado contando a Kyle no solo lo de sus pr?cticas en las instalaciones, sino lo de las terribles consecuencias a las que hab?a tenido que enfrentarse debido a su tesis, entre ellas el interrogatorio. Y eso hubiera sido una violaci?n de su acuerdo de confidencialidad. Obviamente, ?l conoc?a el tema a grandes rasgos, ya que hab?a hablado del proyecto con ?l mientras lo investigaba. Pero el Panel le hab?a obligado a guardar el secreto a posterioridad, incluso de su marido. Le hab?a resultado extra?o ocultarle una parte tan importante de su vida a su compa?ero. Pero le hab?an asegurado que era necesario. Y aparte de algunas preguntas generales sobre c?mo hab?a ido todo el asunto, ?l no le presion? mucho sobre ello. Unas cuantas respuestas vagas le dejaron satisfecho, lo cual hab?a sido todo un alivio en su momento. Pero ayer, con el entusiasmo por lo que hab?a estado haciendo—visitando un hospital mental para asesinos—en su m?ximo cociente, estaba dispuesta a ponerle por fin al d?a, a pesar de la prohibici?n y de sus consecuencias. Si su pelea ten?a alguna consecuencia positiva, era que le hab?a impedido contarle todo a Kyle y poner sus futuros en peligro. Pero, ?qu? clase de futuro es ese si no puedo contarle mis secretos a mi propio marido? ?Y si a ?l parece no importarle que los tenga? Una ligera ola de melancol?a le recorri? el cuerpo ante esa idea. Intent? echarla a un lado, pero no pod?a deshacerse de ella. Le sobresalt? el sonido del timbre. Mirando a su reloj de pulsera, se dio cuenta de que hab?a estado sentada en el mismo lugar, perdida en su tristeza, con las manos sobre una caja de embalaje sin abrir, durante los ?ltimos diez minutos. Se levant? y camin? hacia la puerta, tratando de sacudirse el pesar de su sistema a cada paso que daba. Cuando abri? la puerta, all? estaba Kimberly, la vecina de enfrente, con una sonrisa animada en la cara. Jessie intent? imitarla. “Hola, vecina,” dijo Kimberly con entusiasmo. “?C?mo va el desembalaje?” “Lento,” admiti? Jessie. “Pero gracias por preguntarlo. ?C?mo est?s?” “Estoy bien. Lo cierto es que tengo a unas cuantas mujeres del vecindario en mi casa en este instante para tomar un caf? de media ma?ana y me preguntaba si querr?as unirte a nosotras.” “Claro,” respondi? Jessie, contenta de tener alguna excusa para salir de la casa por un rato. Agarr? sus llaves, cerr? la puerta principal, y camin? junto a Kimberly. Cuando llegaron, cuatro cabezas se giraron en su direcci?n. No le sonaba ninguna de esas caras. Kimberly hizo las presentaciones y se llev? a Jessie a la zona de preparar caf?s. “No esperan que te acuerdes de sus nombres,” le susurr? mientras serv?a dos tazas. “As? que no te sientas presionada. Todas han estado donde t? est?s ahora.” “Tengo tantas cosas d?ndome vueltas a la cabeza, que apenas puedo acordarme de mi propio nombre.” “Es perfectamente comprensible,” dijo Kimberly. “Pero deber?a advertirte, les mencion? todo eso de que eres una creadora de perfiles del FBI as? que puede que te hagan algunas preguntas al respecto.” “Oh, pero no trabajo para el FBI. Ni siquiera tengo todav?a mi diploma.” “Hazme caso—eso da igual. Todas creen que eres una Clarice Starling de carne y hueso. Mis l?mites en referencias de asesinos en serie llegan hasta tres.” Kimberly no hab?a calculado bien. “?Te sientas en la misma habitaci?n que esos tipos?” pregunt? una mujer llamada Caroline con un cabello tan largo que algunos mechones le llegaban hasta el trasero. “Depende de las normas de la instalaci?n,” respondi? Jessie. “Pero nunca he entrevistado a uno sin que haya presente un perfilador o investigador experimentado, llevando la voz cantante.” “?Son todos los asesinos en serie tan listos como parecen en las pel?culas?” le pregunt? titubeante una mujer de aspecto t?mido. “Todav?a no he entrevistado a suficientes como para decirlo con certeza,” le dijo Jessie. “Pero en base a la bibliograf?a, adem?s de mi experiencia personal, dir?a que no. La mayor?a de estos hombres—y casi siempre se trata de hombres—no son m?s listos que t? y que yo. Algunos se salen con la suya durante mucho tiempo debido a investigaciones precarias. Algunos se las arreglan para evadir la captura porque escogen a v?ctimas de las que no preocupa nadie—prostitutas, los sin techo. Lleva un tiempo que la gente note que faltan esos personajes. Y algunas veces, simplemente tienen suerte. Cuando me grad?e, mi trabajo consistir? en hacer que su suerte cambie.” Las mujeres la machacaron a preguntas cort?smente, sin que pareciera importarles que no se hubiera graduado, mucho menos que nunca hubiera trabajo de perfiladora en ning?n caso. “?As? que todav?a no has resuelto un caso?” pregunt? una mujer particularmente inquisitiva llamada Joanne. “Todav?a no. T?cnicamente, solo soy una estudiante. Los profesionales manejan los casos de verdad. Hablando de profesionales, ?a qu? os dedic?is?” pregunt? con la esperanza de redirigir la conversaci?n. “Sol?a trabajar en marketing,” dijo Joanne. “Pero eso fue antes de que naciera Troy. Me tiene bastante ocupada en estos momentos. Es todo un trabajo de jornada completa ?l solito.” “Apuesto a que s?. ?Est? ech?ndose la siesta ahora en alguna parte?” pregunt? Jessie, mirando a su alrededor. “Seguramente,” dijo Joanne, mirando su reloj. “Pero se despertar? enseguida para tomar su tentempi?. Est? en la guarder?a.” “Oh,” dijo Jessie, antes de plantear su siguiente pregunta lo m?s delicadamente posible. “Cre?a que la mayor?a de los ni?os en las guarder?as ten?an madres trabajadoras.” “S?,” dijo Joanne, sin parecer ofendida. “Pero lo hacen tan bien all? que no pod?a dejar de matricularle. No va todos los d?as, pero los mi?rcoles son dif?ciles, as? que le suelo llevar. Los d?as fastidiosos son duros, ?verdad?” Antes de que le pudiera responder Jessie, se abri? la puerta del garaje e irrumpi? en la habitaci?n un tipo de treinta y tantos a?os con un sorprendente cabello pelirrojo desali?ado. “?Morgan!” exclam? Kimberly llena de felicidad. “?Qu? haces en casa?” “Me dej? el informe en el despacho,” le contest?. “Tengo la presentaci?n en veinte minutos as? que tengo que darme prisa en regresar.” A Morgan, que parec?a ser el marido de Kimberly, no pareci? sorprenderle lo m?s m?nimo que hubiera media docena de mujeres en su sala de estar. Pas? corriendo entre ellas, saludando de manera general al grupo. Joanne se inclin? hacia Jessie. “Es alg?n tipo de ingeniero,” dijo en voz baja, como si se tratara de alg?n secreto. “?Para qui?n? ?Alguna empresa de defensa?” pregunt? Jessie. “No, para alguna cosa de bienes ra?ces.” Jessie no entend?a por qu? eso se merec?a tanta discreci?n, pero decidi? no indagar m?s. Unos momentos m?s tarde, Morgan entr? de nuevo en la sala con una pila de papeles en la mano. “Encantado de veros, damas,” dijo ?l. “Lamento no poder quedarme por aqu?. Kim, recuerda que tenemos eso en el club esta noche as? que volver? tarde.” “Muy bien, cari?o,” dijo su mujer, caminando detr?s suyo para asegurarse de que le diera un beso antes de salir corriendo por la puerta. Cuando se hubo ido, regres? a la sala de estar, todav?a excitada por la inesperada visita. “Os juro que se mueve con tal determinaci?n, que una podr?a pensar que es un perfilador de criminales o algo por el estilo.” Ese comentario produjo una ola de risitas en el grupo. Jessie sonri?, sin saber exactamente qu? es lo que resultaba tan divertido. * Una hora despu?s, estaba de vuelta en su sala de estar, tratando de encontrar la energ?a para abrir la caja que ten?a delante de ella. A medida que cortaba con cuidado la cinta adhesiva, repas? su salida de la ma?ana para tomar el caf?. Hab?a algo extra?o en todo ello. Pero no pod?a concretar de qu? se trataba. Kimberly era encantadora. A Jessie le ca?a bien de verdad y le agradec?a especialmente el esfuerzo que estaba haciendo para ayudar a la chica nueva. Y todas las dem?s mujeres eran agradables y cercanas, aunque un tanto sosas. Pero hab?a algo… misterioso en sus interacciones, como si todas conocieran un secreto en com?n que Jessie desconoc?a. Parte de ella pensaba que estaba paranoica por sospechar algo as?. No ser?a la primera vez que se hab?a lanzado a sacar conclusiones que hab?an resultado equivocadas. Claro que todos sus instructores en el programa de Psicolog?a Forense de la USC le hab?an alabado por su sentido de la intuici?n. No parec?an pensar que estuviera paranoica, m?s bien que era “desconfiadamente inquisitiva,” como le hab?a dicho uno de sus profesores. En su momento, le hab?a sonado como un cumplido. Abri? la caja y sac? el primer art?culo, una foto enmarcada de su boda. Se qued? mir?ndola un momento, fij?ndose en las expresiones de felicidad que ten?an Kyle y ella en la cara. A ambos lados de ellos, hab?a varios familiares, tambi?n con enormes sonrisas de j?bilo. A medida que sus ojos se alejaron del grupo, volvi? a sentir de repente la melancol?a que hab?a notado surgir hac?a un rato por dentro. Un apret?n de ansiedad le contrajo el pecho. Se gui? a s? misma para tomar unas inspiraciones profundas pero no hab?a cantidad suficiente de respiraciones o exhalaciones que le pudieran calmar. No estaba segura de cu?l hab?a sido el desencadenante de esto—los recuerdos, el nuevo entorno, la pelea con Kyle, ?o una combinaci?n de todo ello? Fuera lo que fuera, se dio cuenta de una verdad fundamental. Ya no era capaz de controlar esto por s? misma. Ten?a que hablar con alguien. Y a pesar del sentimiento de terrible fracaso que empezaba a abrumarla mientras se iba en busca de su tel?fono, marc? el n?mero que hab?a esperado no tener que utilizar nunca m?s. CAP?TULO SIETE Concert? una cita con su antigua terapeuta, la doctora Janice Lemmon, y solo con saber que atenderla requerir?a una visita a la zona donde sol?a vivir le hizo sentir m?s c?moda. El p?nico se hab?a disipado casi inmediatamente despu?s de concertar la sesi?n. Cuando Kyle regres? a casa esa noche—lo cierto es que pronto—pidieron comida para llevar y vieron una pel?cula cursi pero entretenida sobre realidades alternativas que se titulaba El 13? Piso. Ninguno de los dos se disculp? formalmente, pero parec?an haber redescubierto su zona de confort. Despu?s de la pel?cula, ni siquiera subieron arriba para disfrutar del sexo. En vez de eso, Kyle simplemente se encaram? encima de ella all? mismo en el sof?. Eso le record? a Jessie sus d?as de reci?n casados. Kyle hasta le hab?a preparado el desayuno esa ma?ana antes de salir hacia el trabajo. Era horrible—tostada quemada, los huevos sin hacer, y el bac?n de pavo mal frito—pero Jessie agradec?a el intento. Se sent?a un poco mal por no haberle contado los planes que ten?a para hoy, aunque tampoco ?l le hab?a preguntado, as? que no es que estuviera mintiendo. Hasta que no se vio en la autopista al d?a siguiente, con los rascacielos del centro de Los ?ngeles en el horizonte, Jessie no sinti? que se calmaba el pinchazo de nerviosismo en sus entra?as. Hab?a realizado el viaje a mediod?a desde Orange County en menos de una hora y se meti? a la ciudad solo para caminar un rato por all?. Aparc? en el aparcamiento pr?ximo a la consulta de la doctora Lemmon enfrente de Original Pantry en la esquina de Figueroa y West 9th. Entonces se le ocurri? la idea de llamar a su compa?era de dormitorio de la USC y amiga m?s antigua de la universidad, Lacey Cartwright, que viv?a y trabajaba en la zona, para ver si pod?an pasar un rato juntas. Le sali? el buz?n de voz y dej? un mensaje. Mientras empezaba a descender por Figueroa en direcci?n al Hotel Bonaventura, Lacey le envi? un mensaje de texto para decirle que estaba demasiado ocupada ese d?a pero que ya quedar?an la pr?xima vez que Jessie pasara por all?. ?Qui?n sabe cu?ndo suceder? eso? Se sacudi? la decepci?n de su cabeza y se concentr? en la ciudad que le rodeaba, admirando las vistas y sonidos bulliciosos que eran tan diferentes de su nuevo entorno. Cuando lleg? a la Calle 5?, gir? a su derecha y sigui? vagabundeando. Eso le record? a los d?as, no hace tanto tiempo, cuando hac?a esto mismo varias veces a la semana. Si ten?a dificultades con el estudio de un caso para clase, simplemente se iba a la calle y paseaba por las calles, utilizando el tr?fico como ruido de fondo mientras le daba vueltas al caso en su mente hasta que encontraba una manera de enfocarlo. Su trabajo casi siempre era m?s potente si hab?a tenido tiempo de vagabundear por el centro de la ciudad y de explorar diversas avenidas al respecto. Mantuvo la charla inminente con la doctora Lemmon al fondo de su mente mientras repasaba mentalmente el caf? del d?a anterior en casa de Kimberly. Todav?a no pod?a concretar el car?cter de la misteriosa discreci?n de las mujeres que hab?a conocido all?. Pero algo le llam? la atenci?n en retrospectiva—lo desesperadas que estaban todas por escuchar los detalles de sus estudios de perfiladora de criminales. No estaba segura de si se deb?a a que la profesi?n en la que se estaba metiendo era tan inusual o simplemente porque era una profesi?n. Ahora que pensaba en ello, ca?a en la cuenta de que ninguna de esas mujeres trabajaba. Algunas lo hab?an hecho. Joanne hab?a trabajado en marketing. Kimberly dec?a que sol?a ser una agente de bienes ra?ces cuando viv?an en Sherman Oaks. Josette hab?a dirigido una peque?a galer?a en Silverlake. Pero ahora todas eran amas de casa y madres. Y a pesar de que aparentaban sentirse felices con sus vidas, tambi?n parec?an hambrientas por detalles del mundo profesional, con avaricia, casi con culpabilidad devorando cualquier pedacito de intriga. Jessie se detuvo, cayendo en la cuenta de que, sin apenas darse cuenta, hab?a llegado al Hotel Biltmore. Ya hab?a estado aqu? en muchas otras ocasiones. Era famoso por, entre otras cosas, albergar las primeras entregas de los ?scar en los a?os 30. Tambi?n le hab?an dicho en una ocasi?n que aqu? era donde Sirhan Sirhan hab?a asesinado a Robert Kennedy en 1968. Hace tiempo, antes de decidirse a hacer su tesis sobre el DNR, Jessie hab?a considerado la idea de hacer un perfil de Sirhan. Por eso, se hab?a presentado all? un d?a sin anunciar su visita y le hab?a preguntado al conserje si daban tours del hotel que inclu?an la escena del tiroteo. ?l se le qued? mirando, perplejo. Le llev? unos momentos algo embarazosos caer en la cuenta de lo que ella estaba buscando y varios m?s para que ?l le explicara que el asesinato no hab?a tenido lugar all? sino en el ahora ya demolido Hotel Ambassador. Trat? de suavizar el golpe dici?ndole que JFK hab?a recibido su nominaci?n de los dem?cratas para presidente en el Biltmore en 1960. Pero se sent?a demasiado humillada como para quedarse a escuchar esa historia. A pesar de la verg?enza, la experiencia le ense?? una lecci?n muy valiosa que se hab?a quedado para siempre en su memoria: No hagas suposiciones, especialmente en una l?nea de trabajo donde hacer las suposiciones equivocadas puede acabar mat?ndote. Al d?a siguiente, cambi? el tema de su tesis y decidi? que, a partir de ahora, iba a hacer sus averiguaciones antes de aparecer en un lugar. A pesar de ese desastre, Jessie regresaba a menudo, ya que le encantaba el estilo anticuado del hotel. Esta vez, se meti? de lleno en su zona de confort mientras merodeaba por los pasillos y las salas de baile durante unos buenos veinte minutos. Cuando atraves? la recepci?n al salir, not? a un hombre joven vestido de traje que estaba parado como si nada cerca del mostrador de los botones, leyendo un peri?dico. Lo que llam? su atenci?n fue lo sudoroso que estaba. Con el aire acondicionado a tope en el hotel, no pod?a entender c?mo era posible. Aun as?, cada pocos segundos, se secaba las gotas de sudor que se formaban constantemente en su frente. ?Por qu? est? tan sudoroso un tipo que est? leyendo un peri?dico tan tranquilamente? Jessie se acerc? un poco m?s y sac? su tel?fono. Pretendi? estar leyendo algo, pero encendi? la c?mara y la inclin? para poder observar al tipo sin tener que mirarle. De vez en cuando, tomaba una foto r?pida. No parec?a que realmente estuviera leyendo el peri?dico, sino m?s bien que lo estuviera utilizando como decoraci?n mientras miraba intermitentemente en la direcci?n de las maletas que se estaban colocando en el carrito para equipajes. Cuando uno de los botones empez? a empujar el carro hacia el ascensor, el hombre de traje se coloc? el peri?dico debajo del brazo y camin? por detr?s suyo. El botones empuj? el carro hacia el ascensor y el hombre de traje se qued? de pie al otro lado del carro. Justo cuando se cerraban las puertas, Jessie vio c?mo el hombre de traje agarraba una maleta del lado del carro que estaba fuera de la vista del botones. Vio c?mo el ascensor se elevaba despacio y se deten?a en el octavo piso. Despu?s de unos diez segundos, empez? a descender de nuevo. Al hacerlo, Jessie se acerc? al guardia de seguridad que hab?a cerca de la puerta principal. El guardia, un tipo de aspecto amigable de cuarenta y muchos a?os, le sonri?. “Creo que tienes a un ladr?n trabajando en el hotel,” dijo Jessie sin pre?mbulos, con la intenci?n de ponerle r?pidamente al d?a. “?C?mo as??” le pregunt?, ahora frunciendo el ce?o ligeramente. “He visto a este tipo,” dijo ella, ense??ndole una de las fotos de su tel?fono, “hacerse con un malet?n de un carro de equipajes. Es posible que fuera suyo. Pero parec?a estar disimulando y estaba sudando como un tipo que est? nervioso por algo.” “Muy bien, Sherlock,” dijo el guardia con escepticismo. “Asumiendo que tengas raz?n, ?c?mo se supone que le voy a encontrar? ?Viste en qu? pisos se detuvo el ascensor?” “El octavo, pero si tengo raz?n, eso dar? igual. Si es un hu?sped del hotel, me imagino que ese es su piso y ah? es donde se va a quedar.” “?Y si no es un hu?sped?” pregunt? el guardia. “Si no lo es, supongo que va a regresar de inmediato en el ascensor que est? volviendo ahora mismo a la recepci?n.” En el instante que dijo eso, se abri? la puerta del ascensor y el hombre sudoroso, vestido de traje, sali? de ?l, con el peri?dico en una mano, el malet?n en la otra. Empez? a caminar hacia la salida. “Imagino que va a esconder eso en alguna parte y a empezar con todo el proceso de nuevo,” dijo Jessie. “Qu?date aqu?,” le dijo el guardia, y despu?s habl? por su radio. “Voy a necesitar refuerzos en recepci?n cuanto antes.” Se acerc? al hombre de traje que, al verle por el rabillo del ojo, aceler? el ritmo de su paso. Tambi?n el guardia aceler?. El hombre trajeado ech? a correr y estaba ya saliendo por la puerta cuando se dio de frente con otro guardia de seguridad que corr?a en la direcci?n opuesta. Los dos se cayeron y rodaron por el suelo. El guardia que estaba con Jessie agarr? al hombre del traje, le elev? en el aire, le puso el brazo a la espalda, y le arroj? contra la pared del hotel. “?Le importa si miro en su bolsa, se?or?” le exigi?. Jessie quer?a quedarse a ver c?mo terminaba todo, pero un vistazo r?pido a su reloj le mostr? que su cita con la doctora Lemmon, concertada para las 11, era en solo cinco minutos. Tendr?a que saltarse el paseo de vuelta y tomar un taxi solo para llegar a tiempo. Ni siquiera iba a tener tiempo de despedirse del guardia. Estaba preocupada de que, si lo intentaba, ?l insistir?a en que se quedara por all? para darle su declaraci?n a la polic?a. Lleg? por los pelos y estaba jadeando sentada en la sala de espera cuando la doctora Lemmon abri? la puerta de su despacho para invitarle a pasar. “?Has venido corriendo desde Westport Beach?” le pregunt? la doctora, ri?ndose. “Se puede decir que algo as?.” “Bueno, pasa adentro y ponte c?moda,” dijo la doctora Lemmon, cerrando la puerta despu?s de que entrara Jessie y sirviendo dos vasos de agua de una jarra que estaba llena de rodajas de lim?n y pepino. Segu?a teniendo esa permanente tan terrible que Jessie recordaba, con peque?os ricitos rubios que rebotaban al tocarle los hombros. Llevaba puestas unas gafas gruesas que hac?an que sus ojos afilados como de b?ho parecieran m?s peque?os. Era una mujer menuda, de apenas metro y medio de altura. Sin embargo, su cuerpo estaba visiblemente entonado, seguramente como resultado del yoga que practicaba tres veces por semana, seg?n le hab?a dicho a Jessie. Para una mujer de sesenta y tantos a?os, ten?a un aspecto estupendo. Jessie se sent? en la c?moda butaca que siempre utilizaba para sus sesiones y de inmediato, se meti? en el antiguo estado al que estaba acostumbrada. No hab?a estado aqu? durante un tiempo, m?s de un a?o, y hab?a tenido la esperanza de que seguir?a siendo as?. Pero era un lugar de consuelo, donde se hab?a peleado con, y tenido ?xito a ratos, con la tarea de hacer las paces con su pasado. La doctora Lemmon le dio el vaso de agua, se sent? enfrente de ella, agarr? un bloc de notas y un bol?grafo, y los deposit? sobre su regazo. Esa era su se?al de que la sesi?n hab?a dado comienzo formalmente. “?De qu? vamos a hablar hoy, Jessie?” le pregunt? con calidez. “Las buenas noticias primero, supongo. Voy a hacer mis pr?cticas en DSH-Metro, en la Unidad DNR.” “Oh vaya. Eso es impresionante. ?Qui?n es tu asesor en la facultad?” “Warren Hosta de UC-Irvine,” dijo Jessie. “?Le conoces?” “Hemos interactuado,” dijo la doctora misteriosamente. “Creo que est?s en buenas manos. Es fastidioso, pero sabe de lo que habla, y eso es lo importante para ti.” “Me alegro de o?r eso porque no ten?a mucha elecci?n,” apunt? Jessie. “Era el ?nico que ten?a la aprobaci?n del Panel en la zona.” “Supongo que para conseguir lo que quieres, tienes que hacer las cosas a su manera. Esto es lo que t? quer?as, ?no es cierto?” “As? es,” dijo Jessie. La doctora Lemmon le mir? de cerca. Hubo un momento de entendimiento entre ellas. En su momento, cuando las autoridades hab?an interrogado a Jessie sobre su tesis, la doctora Lemmon hab?a aparecido por la comisar?a de polic?a sin m?s ni m?s. Jessie se acordaba de ver a su psiquiatra hablar en voz baja con varias personas que hab?an estado observando su entrevista en silencio. Despu?s de eso, las preguntas le hab?an parecido menos acusatorias y m?s respetuosas. No ser?a hasta m?s tarde que Jessie se enterar?a de que la doctora Lemmon era miembro del Panel y era totalmente consciente de lo que pasaba en la DNR. Incluso hab?a tratado a algunos de los pacientes que hab?a all?. En retrospectiva, no deber?a haber sido una sorpresa. Despu?s de todo, Jessie hab?a buscado a esta mujer como terapeuta precisamente debido a su reputaci?n de experta en ese tema. “?Puedo preguntarte otra cosa, Jessie?” le dijo la doctora Lemmon. “Dices que lo que quieres es trabajar en la DNR. Pero, ?has pensado que puede que ese lugar no te de las respuestas que andas buscando?” “Solo quiero entender mejor c?mo piensa esta gente,” insisti? Jessie, “para poder ser una mejor perfiladora criminal.” “Creo que ambas sabemos que est?s buscando mucho m?s que eso.” Jessie no le respondi?. En vez de eso, coloc? las manos en su regazo y tom? una inhalaci?n profunda. Sab?a c?mo iba a interpretar la doctora eso, pero no le importaba en absoluto. “Ya volveremos a eso,” dijo la doctora Lemmon en voz baja. “Continuemos. ?C?mo te est? tratando la vida de casada?” “Esa es la raz?n principal de que quisiera verte hoy,” dijo Jessie, contenta de cambiar de tema. “Como ya sabes, Kyle y yo nos acabamos de mudar de aqu? a Westport Beach porque su empresa le ha relocalizado a la oficina de Orange County. Tenemos una casa enorme en un vecindario estupendo a un paseo de distancia del puerto…” “?Pero…?” le incit? la doctora Lemmon. “Hay algo que no es del todo normal en ese lugar. He tenido problemas para definirlo. Todo el mundo ha sido de lo m?s amistoso hasta ahora. Me han invitado a caf?s y almuerzos y barbacoas. Me han pasado sugerencias de las mejores opciones de supermercados y guarder?as, en el caso de que acabemos necesitando una. Pero hay algo que resulta… peculiar. Y est? empezando a afectarme.” “?De qu? manera?” pregunt? la doctora Lemmon. “Es que me siento abatida sin ninguna raz?n,” dijo Jessie. “Kyle lleg? tarde a casa para una cena que hab?a preparado y dej? que me hundiera mucho m?s de lo debido. No era para tanto, pero es que ?l se mostraba tan indiferente sobre ello. Me pon?a enferma. Adem?s, solo la tarea de desembalar las cajas resulta abrumadora de una manera que resulta exagerada en este caso. Tengo esta sensaci?n constante, inquietante, de que no pertenezco all?, de que hay alg?n tipo de llave secreta a una habitaci?n donde han estado todos y que nadie me la va a dar.” “Jessie, ya ha pasado alg?n tiempo desde nuestra ?ltima sesi?n as? que te voy a recordar algo de lo que ya hemos hablado. No tiene por qu? haber una ‘buena raz?n’ para que tengas esos sentimientos. Lo que t? est?s tratando puede surgir de ninguna parte. Y no es de sorprender que una situaci?n estresante, nueva, da igual lo perfecta y de postal que sea, podr?a revolverlo. ?Est?s tomando tu medicaci?n con regularidad?” “Todos los d?as.” “Muy bien,” dijo la doctora, anotando algo en su cuaderno. “Puede que tengamos que cambiarla. Tambi?n not? que dijiste que puede que te haga falta una guarder?a en el futuro. ?Es algo a por lo que est?is yendo activamente—hijos? Si es as?, es otra raz?n para cambiar tu medicaci?n.” “Lo estamos intentando… a veces y a ratos. Pero a veces parece que Kyle est? entusiasmado con la idea y entonces se pone… distante: casi fr?o. A veces dice algo y me pregunto, ‘?qui?n es ese hombre?’” “Si te sirve de alg?n consuelo, todo esto es muy normal, Jessie. Est?s en un nuevo entorno, rodeada de desconocidos, con solamente una persona a la que conoces lo bastante bien como para contar con ella. Es estresante. Y ?l est? pasando por muchas de esas mismas cosas, as? que sin duda vais a enfadaros y a tener momentos en los que no conect?is.” “Pero es que esa es la cuesti?n, doctora,” presion? Jessie. “Kyle no parece estar estresado. Obviamente, le gusta su trabajo. Tiene a un viejo amigo del instituto que vive en la zona as? que tiene ese escape. Y todas las se?ales indican que est? totalmente entusiasmado de estar aqu?—que no necesita ning?n periodo de reajuste. No da la impresi?n de que eche en falta nada de nuestra vida anterior—ni a nuestros amigos, ni nuestros antiguos lugares de ocio, ni estar en alg?n sitio donde realmente sucede algo despu?s de las nueve de la noche. Est? completamente adaptado.” “Puede que tengas esa impresi?n, pero estoy dispuesta a apostar que no est? tan seguro de todo eso por dentro.” “Aceptar?a esa apuesta,” dijo Jessie. “Tengas o no tengas raz?n,” dijo la doctora Lemmon, percibiendo la tensi?n en la voz de Jessie, “el siguiente paso es preguntarte a ti misma qu? vas a hacer respecto a esta nueva vida. ?C?mo puedes hacer que funcione de mejor manera para ti y para los dos como pareja?” “La verdad es que me siento perdida,” dijo Jessie. “Me parece que le voy a dar una oportunidad a este lugar. Pero es que yo no soy como ?l, no soy la t?pica chica que se ‘tira al fondo de la piscina’.” “Sin duda eso es cierto,” asinti? la doctora. “T? eres una persona cautelosa por naturaleza, por buenas razones. Pero puede que tengas que bajarle el volumen a esa vocecita para arregl?rtelas durante un tiempo, especialmente en situaciones sociales. Quiz? puedas tratar de abrirte un poco m?s a las posibilidades que te rodean. Y a lo mejor darle a Kyle el beneficio de la duda un poco m?s. ?Te resulta esto razonable?” “Desde luego que s?, cuando lo planteas en esta habitaci?n, pero ah? afuera es diferente.” “Quiz? esa sea una elecci?n que est?s tomando,” sugiri? la doctora Lemmon. “Deja que te haga una pregunta. La ?ltima vez que nos vimos, hablamos del origen de tus pesadillas. Entiendo que las sigues teniendo, ?verdad?” Jessie asinti?. La doctora continu?. “Est? bien. Tambi?n hablamos de que se lo contaras a tu marido, de que le dijeras por qu? te despiertas con sudores fr?os varias veces por semana. ?Lo has hecho?” “No,” admiti? Jessica con culpabilidad. “Ya s? que te preocupa su reacci?n, pero ya hablamos de que contarle la verdad pod?a ayudarte a lidiar con todo ello m?s eficazmente y acercaros m?s el uno al otro.” “O podr?a destrozarnos la vida,” replic? Jessie. “Entiendo lo que dices, doctora. Pero hay una raz?n por la que tan poca gente sabe nada de mi historia personal. No es c?lida y agradable, la mayor?a de la gente no puede ni o?r hablar de ello. T? solo lo sabes porque hice mis investigaciones sobre tu trayectoria y decid? que ten?as la formaci?n espec?fica y la experiencia con este tipo de cosas. Te busqu? a prop?sito y dej? que te metieras en mi cabeza porque sab?a que podr?as manejarlo.” “Tu marido te conoce desde hace casi una d?cada. ?No crees que pueda manejarlo?” “Creo que una profesional con experiencia como t? tiene que emplear cada gramo de autocontrol y de empat?a que tenga para no salir corriendo a gritos de la sala cuando se lo cuento. ?C?mo crees que un t?pico chico de la California suburbana va a reaccionar?” “No conozco a Kyle as? que no puedo opinar,” replic? la doctora Lemmon. “Pero, si piensas comenzar una familia con ?l—pasar el resto de tu vida con ?l—puede que sea buena idea considerar si realmente puedes ocultarle un enorme pedazo de ella.” “Lo tomar? en consideraci?n,” dijo Jessie sin mucha convicci?n. Pod?a percibir c?mo la doctora Lemmon entend?a que ya no iba a hablar m?s del tema. “Entonces, hablemos de la medicaci?n,” dijo la doctora, cambiando de asunto. “Tengo unas cuantas sugerencias para alternativas ahora que vas a intentar quedarte embarazada.” Jessie se qued? mirando a la doctora fijamente, observando c?mo mov?a los labios, pero por mucho que lo intentara, no pod?a concentrarse. Las palabras le pasaban de largo mientras sus pensamientos regresaban a esos bosques tenebrosos de su infancia, los que le persegu?an en sue?os. CAP?TULO OCHO Jessie yac?a en su cama, enroscada entre las s?banas, intentando ignorar la luz del sol que le picaba en los ojos al entrar por la apertura de las cortinas del dormitorio. Era su primera ma?ana de s?bado en esta casa y quer?a que fuera un s?bado indolente, solo ella y Kyle, abriendo cajas de vez en cuando, tomando caf?s, haciendo el amor. El d?a anterior hab?a sido un buen d?a. El profesor Hosta le hab?a enviado un email para decirle que visitar?a por primera vez el DNR la semana que viene. Se hab?a ido a correr hasta el puerto y de vuelta. Era la primera oportunidad que ten?a de hacer algo de ejercicio y aclararse la mente desde que se hab?an mudado y se sent?a vigorosa y llena de esperanza. Kyle no ten?a que pasarse por la oficina as? que ten?an todo el fin de semana libre. Escuch? movimiento y abri? los ojos con pereza. Kyle estaba entrando a la habitaci?n con dos tazas de caf? en ambas manos. Jessie se estir? feliz y se sent? sobre la cama. “Mi h?roe,” le dijo, mientras agarraba la taza que le entreg? Kyle. “?Eso es todo lo que hay que hacer hoy en d?a?” le pregunt? ?l. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693911&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.