Êàê ÷àñòî ÿ âèæó êàðòèíêó òàêóþ Âîî÷èþ, èëè îíà òîëüêî ñíèòñÿ: Äâå äåâî÷êè-ãåéøè î ÷¸ì-òî òîëêóþò, Çàáûâ, ÷òî äàâíî èì ïîðà ðàñõîäèòüñÿ. Íà óëèöå ò¸ìíîé âñå äâåðè çàêðûòû. Ëåíèâîå ïëàìÿ â ôîíàðèêå ñîííîì… À äåâî÷êè-ãåéøè êàê áóäòî çàáûòû Äâóìÿ îãîíüêàìè â ïðîñòðàíñòâå áåçäîííîì. Íó ÷òî âàì íå ñïèòñÿ, ïðåêðàñíûå ãåéøè? Âåäü äàæå ñâåð÷êè íåóìîë÷íû

Una Raz?n para Huir

Una Raz?n para Huir Blake Pierce Un Misterio de Avery Black #2 Una din?mica historia que atrapa desde el primer cap?tulo y no deja ir. Midwest Book Review, Diane Donovan (sobre Una Vez Desaparecido) Del autor de misterio #1 mejor vendido Blake Pierce llega una nueva obra maestra del suspenso psicol?gico. En UNA RAZ?N PARA HUIR (Un misterio de Avery Black – Libro 2), un nuevo asesino serial acecha a Boston, matando a sus v?ctimas de maneras extra?as, provocando a la polic?a con misteriosos rompecabezas que hacen referencia a las estrellas. A medida que las apuestas suben y la presi?n aumenta, el Departamento de Polic?a de Boston es forzado a llamar a su m?s brillante, y m?s controversial, detective de homicidios: Avery Black. Avery, a?n conmovida por su ?ltimo caso, se encuentra enfrentada a una comisar?a rival y un brillante e ingenioso asesino que siempre est? un paso delante de ella. Se ve forzada a entrar a su oscura y retorcida mente a medida que ?l deja pistas para su siguiente asesinato, y forzada a buscar en lugares en su propia mente adonde preferir?a no entrar. Se encuentra obligada a buscar el consejo de Howard Randall, el retorcido asesino serial al que puso tras las rejas a?os atr?s, todo mientras su nueva y floreciente vida con Rose y Ram?rez se derrumba. Y justo cuando las cosas no podr?an ser peores, descubre algo m?s: ella misma puede ser una v?ctima. En un juego psicol?gico del gato y el rato, una fren?tica carrera contra el tiempo lleva a Avery a trav?s de una serie de sorprendentes e inesperados giros, culminando en un cl?max que ni siquiera Avery podr?a haber imaginado. Un oscuro thriller psicol?gico con suspenso que acelera el coraz?n, UNA RAZ?N PARA HUIR es el libro #2 de una fascinante nueva serie, con un querido nuevo personaje, que te dejar? dando vuelta las p?ginas hasta tarde en la noche. El libro #3 de la serie Avery Black estar? disponible pronto. Una obra maestra del thriller y el misterio. Pierce hizo un magn?fico trabajo desarrollando personajes con un lado psicol?gico, tan bien descritos que nos sentimos dentro de sus mentes, seguimos sus miedos y los alentamos en sus ?xitos. La trama es muy inteligente y te mantendr? entretenido a trav?s del libro. Lleno de giros, este libro te mantendr? despierto hasta dar vuelta la ?ltima p?gina. Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre Once Gone) U N A R A Z ? N P A R A H U I R (UN MISTERIO DE AVERY BLACK – LIBRO 2) B L A K E P I E R C E Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio de RILEY PAIGE que cuenta con siete libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con cuatro libros), de AVERY BLACK (que cuenta con cuatro libros) y de la nueva serie de misterio de KERI LOCKE. Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com) para saber m?s y mantenerte en contacto. Derechos de autor © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. A excepci?n de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperaci?n sin permiso previo por escrito por parte del editor. Este libro electr?nico est? licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustar?a compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si est?s leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regr?salo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginaci?n del autor o se emplean como ficci?n. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Los derechos de autor de la imagen de la cubierta son de miljko, utilizada bajo licencia de istock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ CONGELADO (Libro #8) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE DESEE (Libro #3) ANTES DE QUE ARREBATE (Libro #4) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK UNA RAZ?N PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) CONTENIDO PR?LOGO (#u9b2feb94-ce92-576f-a257-e0bfa17aecd7) CAP?TULO UNO (#u1e91d74b-9203-518f-9cf0-c5f071a47068) CAP?TULO DOS (#u8b08fab6-481e-5df8-8fbe-595668e7bf22) CAP?TULO TRES (#ud3b57405-8367-57da-8cd9-bdfc6dd15e35) CAP?TULO CUATRO (#ucc12e6ca-6f94-5994-a2db-c8ffc6fa9cc4) CAP?TULO CINCO (#ufce7ed6e-7868-531e-acbc-37cf77ca6900) CAP?TULO SEIS (#u4d953ee5-92bc-5e86-a33a-675bd7aee908) CAP?TULO SIETE (#u7138492d-3b43-548d-952f-16fafff7d37b) CAP?TULO OCHO (#ue392b9b2-5f18-58a5-9ecb-dfb490982afc) CAP?TULO NUEVE (#uc1684fb5-1eeb-594e-a293-b3833a4cb1a6) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIDOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SEIS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y OCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y CUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y CINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y SEIS (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y SIETE (#litres_trial_promo) EP?LOGO (#litres_trial_promo) PR?LOGO El hombre se qued? oculto en las sombras de una valla de un estacionamiento y mir? al edificio de apartamentos de ladrillo de tres pisos que quedaba al otro lado de la calle. Se imagin? que era la hora de la cena para algunos, una hora donde las familias se reun?an, re?an y compart?an historias del d?a. “Historias”, se burl?. Las historias eran para los d?biles. El silbido rompi? su silencio. Su silbido. Henrietta Venemeer silbaba mientras caminaba. “Est? tan feliz”, pens?. “Tan distra?da”. Su c?lera aument? cuando la vio, una rabia viva que floreci? en ese momento. Cerr? los ojos y respir? profundamente para calmarse. Los f?rmacos sol?an ayudarlo con su ira. Lo calmaban y manten?an su mente libre de preocupaciones. ?ltimamente, incluso sus medicamentos recetados no funcionaban. Necesitaba algo m?s grande para ayudar a equilibrar su vida. Algo c?smico. “Sabes lo que tienes que hacer”, se record? a s? mismo. Ella era una mujer delgada y mayor con una cabellera roja y una actitud dispuesta que impregnaba cada uno de sus movimientos: sus caderas se mov?an como si estuviera bailando una canci?n interna y su caminar era alegre. Llevaba una bolsa de comestibles y se dirig?a directamente hacia el edificio de ladrillos en una parte olvidada de East Boston. “Ve ahora”, orden?. A lo la mujer lleg? a la puerta de su edificio y se puso a buscar sus llaves, ?l comenz? a caminar al otro lado de la calle. Abri? la puerta del edificio y entr?. Antes de que la puerta se cerrara, puso su pie en el interior de la abertura. La c?mara que observaba el vest?bulo hab?a sido desactivada antes; hab?a aplicado una capa de gel sobre el lente para oscurecer las im?genes y dar la ilusi?n de que la c?mara estaba funcionando bien. La segunda puerta del vest?bulo hab?a sido desactivada tambi?n, su cerradura demasiado f?cil de romper. Segu?a silbando mientras desapareci? por un tramo de escaleras. Entr? en el edificio para seguirla, sin pensar en la gente en la calle o las otras c?maras que podr?an haber estado observando de otros edificios. Hab?a investigado todo anteriormente, y el momento de su ataque hab?a sido alineado con el universo. Para cuando lleg? al tercer piso para abrir la puerta principal, ?l estaba detr?s de ella. Abri? la puerta y, al entrar en su apartamento, ?l la agarr? por la barbilla y tap? su boca con la mano, ahogando sus gritos. Luego entr? y cerr? la puerta detr?s de ?l. CAP?TULO UNO Avery Black estaba sacando el nuevo auto polic?a que se hab?a comprado, uno marca Ford de cuatro puertas, del estacionamiento. El olor a auto nuevo y c?mo se sent?a el volante debajo de sus manos le daba una sensaci?n de alegr?a, de un nuevo comienzo. Finalmente se hab?a deshecho del viejo BMW blanco que hab?a comprado durante sus a?os de abogada. Hab?a sido un recuerdo constante de su vida anterior. “Hurra”, dijo por dentro, como lo hac?a casi cada vez que se sentaba detr?s del volante. Su nuevo auto no solo ten?a vidrios polarizados, llantas negras y asientos de cuero, sino que tambi?n vino totalmente equipado con una funda para escopeta, carcasa para una computadora en el tablero y luces policiales en las rejillas, ventanas y espejos retrovisores. Mejor a?n, cuando las luces rojas y azules estaban apagadas, se ve?a igual que cualquier otro auto en las carreteras. “La envidia de todos los polic?as”, pens?. Hab?a pasado buscando a su compa?ero, Dan Ram?rez, a las ocho en punto. Se ve?a perfecto, como siempre. Su cabello negro estaba peinado hacia atr?s, ten?a la piel bronceada, ojos oscuros y estaba vestido con ropa de calidad. Ten?a puesta una camisa amarilla debajo de una chaqueta carmes?. Llevaba unos pantalones color carmes?, un cintur?n color marr?n claro y zapatos color marr?n claro. “Hagamos algo esta noche”, dijo. “La ?ltima noche de nuestro turno. Podr?a ser mi?rcoles, pero parece viernes”. Le sonr?o c?lidamente. En respuesta, Avery lo mir? con sus ojos azules y le sonri? amorosamente, pero luego su expresi?n se volvi? ilegible. Se concentr? en la carretera y se pregunt? qu? iba a hacer con respecto a su relaci?n con Dan Ram?rez. El t?rmino “relaci?n” ni siquiera era preciso. Desde su derribo de Edwin Peet, uno de los asesinos en serie m?s extra?os de la historia reciente de Boston, su compa?ero le hab?a dicho lo que sent?a por ella. Avery, a su vez, le hizo saber que ella tambi?n podr?a estar interesada. Las cosas no hab?an ido mucho m?s lejos. Fueron a cenar, compartieron miradas amorosas, se tomaron de las manos. Pero Avery estaba preocupada por Ram?rez. S?, era guapo y respetuoso. Hab?a salvado su vida despu?s de la debacle con Edwin Peet y pr?cticamente se mantuvo a su lado durante toda su recuperaci?n. Sin embargo, era su compa?ero. Estaban juntos cinco d?as a la semana o m?s, desde las ocho de la ma?ana hasta las seis o hasta m?s tarde, dependiendo del caso. Y Avery llevaba a?os sin estar en una relaci?n. La ?nica vez que se besaron, se sinti? como si estuviera besando a su ex esposo, Jack, e inmediatamente se apart?. Mir? el reloj del tablero. No llevaban ni cinco minutos en el auto y Ram?rez ya estaba hablando de la cena. “Tienes que hablar con ?l sobre esto”, pens?. “Qu? horror”. Mientras se dirig?an hacia la oficina, Avery escuch? la radio frecuencia de la polic?a, como lo hac?a todas las ma?anas. Ram?rez coloc? una emisora de jazz y condujeron unas cuadras escuchando jazz mezclado con un operador policial detallando las diversas actividades alrededor de Boston. “?En serio?”, pregunt? Avery. “?Qu??”. “No puedo disfrutar de la m?sica y escuchar las llamadas al mismo tiempo. Eso es confuso. ?Por qu? tenemos que escuchar las dos?”. “Est? bien”, dijo como si estuviera desilusionado. “Pero tengo que escuchar mi m?sica hoy en alguno momento. Me tranquiliza”. “No entiendo por qu?”, pens? Avery. Ella odiaba el jazz. Afortunadamente, recibieron una llamada en la radio y eso la salv?. “Tenemos una diez diecis?is, diez treinta y dos en progreso en la calle East Fourth por Broadway”, dijo una voz femenina rasposa. “No ha habido disparos. ?Hay alg?n auto cerca?”. “Abuso dom?stico”, dijo Ram?rez. “El tipo tiene un arma”. “Estamos cerca”, respondi? Avery. “Vamos a tomarla”. Gir? el auto, encendi? las luces, y tom? su transceptor. “Habla la detective Black”, dijo, ofreciendo su n?mero de placa. “Estamos a aproximadamente tres minutos. Tomaremos la llamada”. “Gracias, detective Black”, respondi? la mujer antes de darle la direcci?n, n?mero de apartamento e informaci?n complementaria. Una de las cosas que le gustaban de Boston eran las casas, la mayor?a de ellas de dos a tres pisos de altura con una estructura uniforme que hac?a que toda la ciudad se pareciera. Cruz? a la izquierda en la calle Fourth y sigui? a su destino. “Eso no quiere decir que nos libramos del papeleo”, insisti?. “Por supuesto que no”. Ram?rez se encogi? de hombros. Sin embargo, el tono de su voz, junto con su actitud y las pilas de su propio escritorio, hac?a a Avery preguntarse si tomar este viaje tempranero hab?a sido una buena decisi?n. Fue f?cil llegar a la casa en cuesti?n. Una patrulla, junto con un peque?o grupo de personas que estaban escondidas detr?s de algo, rodeaba una casa de estuco de color azul con persianas azules y un techo negro. Hab?a un hombre hispano parado en el c?sped en calzoncillos y una camiseta sin mangas. En una mano sosten?a el cabello de una mujer que estaba llorando de rodillas. En la otra mano, agitaba un arma a la multitud, la polic?a y la mujer. “?Al?jense!”, grit?. “Todos al?jense de m?. Los veo”. Apunt? su pistola hacia un auto estacionado. “?Al?jense del auto! ?Deja de llorar!”, le grit? a la mujer. “Si sigues llorando, te volar? los sesos solo por molestarme”. Dos agentes estaban a cada lado del c?sped. Una ten?a su arma desenfundada. El otro ten?a una mano en su cintur?n y la otra levantada. “Se?or, por favor suelte esa arma”. El hombre apunt? al polic?a con la pistola. “?Qu?? ?Quieres irte?”, dijo. “?Entonces disp?renme! Disp?rame, hijo de puta, y vean qu? pasa. No me importa. Moriremos los dos”. “?No dispare el arma, Stan!”, grit? el otro oficial. “Todos mantengan la calma. Nadie morir? hoy. Por favor, se?or, solo...”. “?Dejen de hablarme!”, dijo el hombre. “D?jame en paz. Esta es mi casa. Esta es mi esposa. Eres una maldita infiel”, dijo y meti? el ca??n de su pistola en la mejilla de la mujer. “Deber?a limpiarte esa puta boca sucia”. Avery apag? sus sirenas y se acerc? a la acera. “?Otra puta polic?a?”, dijo el hombre. “Ustedes son como las cucarachas. Est? bien”, dijo tranquila y determinadamente. “Alguien va a morir hoy. No me llevar?n de vuelta a la c?rcel. O se van a casa, o alguien va a morir”. “Nadie va a morir”, dijo el primer polic?a. “Por favor. ?Stan! ?Baja el arma!”. “De ninguna manera”, dijo. “?Maldita sea, Stan!”. “Qu?date aqu?”, le dijo Avery a Ram?rez. “?Al diablo con eso!”, respondi?. “Soy tu compa?ero, Avery”. “Est? bien, pero escucha”, dijo. “No queremos que esto se vuelva una tragedia. Mant?n la calma y sigue mi ejemplo”. “?Qu? ejemplo?”. “Solo s?gueme”. Avery se baj? del auto. “Se?or”, le orden? al oficial con el arma desenfundada. “Baja el arma”. “?Qui?n diablos eres t??”, dijo. “S?, ?qui?n co?o eres t??”, exclam? el agresor latino. “Ambos al?jense de la zona”, les dijo Avery a los dos oficiales. “Soy la detective Avery Black de la A1. Yo me encargo de esto. T? tambi?n”, le dijo a Ram?rez. “?Me dijiste que siguiera tu ejemplo!”, grit?. “Este es mi ejemplo. Vuelve al auto. Todos al?jense”. El oficial con el arma desenfundada escupi? y neg? con la cabeza. “Maldita burocracia”, dijo. “?Qu?? ?Solo porque est?s en unos peri?dicos te crees una s?per polic?a? Bueno, ?sabes qu?? Me gustar?a verte manejar esto, s?per polic?a”. Con sus ojos centrados en el perpetrador, levant? su arma y camin? hacia atr?s hasta ocultarse detr?s de un ?rbol. “Adelante”. Su compa?ero hizo lo mismo. Una vez que Ram?rez ya estaba de vuelta en el auto y los dem?s oficiales estaban seguros, Avery dio un paso adelante. El hombre latino sonri?. “Mira eso”, dijo, apuntando con su arma. “Eres la polic?a que atrap? al asesino en serie, ?verdad? Bien hecho, Black. Ese tipo estaba desquiciado. Y t? lo atrapaste. ?Oye!”, le grit? a la mujer de rodillas. “?Deja de retorcerte! ?No ves que estoy conversando?”. “?Qu? hizo?”, pregunt? Avery. “La maldita perra se acost? con mi mejor amigo. Eso es lo que hizo. ?No es as?, perra?”. “Maldita sea”, dijo Avery. “Eso es terrible. ?No es la primera vez que lo hace?”. “No”, admiti?. “Enga?? a su ?ltimo hombre conmigo, pero mierda, ?me cas? con la perra! Eso tiene un significado, ?cierto?”. “Definitivamente”, dijo Avery. Era delgado, con un rostro estrecho y dientes faltantes. Mir? la audiencia cada vez m?s numerosa, y luego mir? a Avery como un ni?o culpable y susurr?: “Esto no se ven bien, ?verdad?”. “No”, respondi? Avery. “No es bueno. La pr?xima vez quiz?s sea mejor que manejes esto en la intimidad de tu casa. Y en silencio”, dijo en voz baja. Se acerc? m?s. “?Por qu? te est?s acercando tanto?”, pregunt? con las cejas levantadas. Avery se encogi? de hombros. “Es mi trabajo”, dijo como si fuera una tarea desagradable. “Para m?, tienes dos opciones. La primera: vienes con nosotros tranquilamente. Ya metiste la pata. Demasiado ruidoso, demasiado p?blico, demasiados testigos. ?El peor de los casos? Ella presenta cargos en tu contra y tienes que contratar a un abogado”. “No va a presentar ningunos putos cargos”, dijo. “No lo har?, beb?. ?No lo har?!”, exclam? la mujer. “Si ella no presenta cargos, entonces podr?s ser arrestado por asalto a mano armada, resistencia al arresto y otras infracciones menores”. “?Tendr? que ir a la c?rcel?”. “?Has sido arrestado antes?”. “S?”, admiti?. “Estuve cinco a?os en la c?rcel por intento de homicidio”. “?Cu?l es tu nombre?”. “Fernando Rodr?guez”. “?Todav?a est?s en libertad condicional, Fernando?”. “No, se me termin? hace dos semanas”. “Est? bien”. Ella pens? por un momento. “Entonces es probable que tengas que estar tras las rejas hasta que todo esto se resuelva. ?Tal vez uno o dos meses?”. “??Un mes?!”. “O dos”, reiter?. “No mames. Seamos honestos. ?Despu?s de cinco a?os? Eso es nada. La pr?xima vez maneja todo en privado”. Ella estaba justo en frente de ?l, lo suficientemente cerca para desarmarlo y librar a la v?ctima, pero ?l ya estaba calmando. Avery hab?a tratado con personas como ?l antes cuando trabaj? con unas pandillas de Boston. Eran hombres que hab?an pasado por tanto que cualquier cosa los podr?a quebrantar. Pero, en ?ltima instancia, cuando se les daba la oportunidad de relajarse y evaluar su situaci?n, su historia siempre era la misma: solo quer?an ser consolados, ayudados y no sentirse solos en el mundo. “Sol?as ser abogada, ?cierto?”, dijo el hombre. “S?”. Se encogi? de hombros. “Pero luego comet? un error est?pido y mi vida se volvi? una mierda. No seas como yo”, advirti?. “Pong?mosle fin a esto ahora”. “?Y ella?”, dijo, se?alando a su esposa. “?Por qu? quieres estar con alguien como ella?”, pregunt? Avery. “La amo”. Avery lo desafi? con la mirada. “?Esto te parece amor?”. La pregunta pareci? molestarlo de verdad. Con el ce?o fruncido, mir? a Avery, y luego a su esposa. Despu?s volvi? a mirar a Avery. “No”, dijo, y baj? el arma. “As? no se debe amar”. “Mira, hagamos algo”, dijo Avery. “Dame el arma y dejar? que estos chicos te lleven tranquilamente. Adem?s, te prometo algo”. “?Qu? cosa?”. “Prometo que estar? pendiente de ti y me asegurar? de que te traten bien. No me pareces un villano, Fernando Rodr?guez. Me parece que tuviste una vida dura”. “No tienes ni idea”, dijo. “No”, dijo. “Ni la menor idea”. Le tendi? una mano. Solt? a su reh?n y le entreg? el arma. Su esposa se movi? por el c?sped y corri? para ponerse a salvo inmediatamente. El polic?a agresivo que hab?a estado preparado para abrir fuego dio un paso adelante con una mirada que rebosaba envidia. “Me encargar? de aqu? en adelante”, dijo con desprecio. Avery se le acerc?. “Hazme un favor”, dijo. “Deja de actuar como si fueras mejor que las personas que detienes y tr?talo como un ser humano. Eso podr?a ayudarte”. El polic?a se sonroj? de ira y parec?a estar listo para destruir el ambiente tranquilo que Avery hab?a creado. Afortunadamente, el segundo oficial se le acerc? al hombre latino primero y lo manej? con cuidado. “Voy a esposarte ahora”, dijo en voz baja. “No te preocupes. Me asegurar? de que te traten bien. Tengo que leerte tus derechos, ?de acuerdo? Tienes el derecho a permanecer en silencio…”. Avery se alej?. El agresor latino levant? la mirada. Los dos sostuvieron la mirada por un momento. Ofreci? un gesto de agradecimiento, y Avery respondi? asintiendo la cabeza. “Lo que dije va en serio”, reiter? antes de volverse para irse. Ram?rez ten?a una gran sonrisa en su rostro. “Mierda, Avery. Eso fue candente”. El coqueteo molest? a Avery. “Me enferma cuando los polic?as tratan a los sospechosos como si fueran animales”, dijo, volvi?ndose para ver el arresto. “Apuesto a que la mitad de los tiroteos en Boston podr?an evitarse con un poco de respeto”. “Tal vez si hubiera una mujer comisionada como t? a cargo”, brome?. “Tal vez”, respondi? ella, y de verdad pens? en las implicaciones. Su walkie-talkie comenz? a sonar. Oy? la voz del capit?n O’Malley por la est?tica. “Black”, dijo. “?Black, d?nde est?s?”. Ella contest?. “Estoy aqu?, capit?n”. “Mant?n tu tel?fono encendido de ahora en adelante”, dijo. “?Cu?ntas veces tengo que dec?rtelo? Y vete a la Marina de Boston cruzando por la calle Marginal en East Boston. Tenemos una situaci?n all?”. Avery frunci? el ce?o. “?East Boston no es territorio de la A7?”, pregunt?. “Olv?date de eso”, dijo. “Deja lo que est?s haciendo y vente lo m?s r?pido que puedas. Tenemos un asesinato”. CAP?TULO DOS Avery lleg? al puerto de Boston por el t?nel Callahan, que conecta el North End a East Boston. El puerto quedaba cerca de la calle Marginal, justo por al agua. El lugar estaba repleto de polic?as. “Mierda”, dijo Ram?rez. “?Qu? demonios pas? aqu??”. Avery camin? con calma al puerto deportivo. Las patrullas estaban estacionadas irregularmente. Tambi?n hab?a una ambulancia. Una multitud de personas que quer?an navegar sus barcos en esta brillante ma?ana deambulaban por all?, pregunt?ndose qu? deb?an hacer. Se estacion? y ambos se bajaron y mostraron sus credenciales. M?s all? de la puerta principal y el edificio hab?a una d?rsena expansiva. Dos embarcaderos sobresal?an de la d?rsena en forma de V. La mayor parte de los polic?as se hab?an agrupado alrededor del extremo final de una d?rsena. Vio el capit?n O’Malley a lo lejos, vestido con un traje oscuro y una corbata. Se encontraba discutiendo con otro polic?a completamente uniformado. Por las dobles rayas en su pecho, Avery supuso que el otro era el capit?n de la A7, que manejaba todo East Boston. “Mira a este personaje”, dijo, se?alando al hombre uniformado. “?Acaba de salir de una ceremonia o qu??”. Los agentes de la A7 los miraron feo. “?Qu? est? haciendo la A1 aqu??”. “Vuelvan al North End”, grit? otro. El viento azotaba el rostro de Avery mientras caminaba por el muelle. El aire era salado y suave. Apret? su chaqueta alrededor de su cintura para que no se abriera de repente. A Ram?rez no le estaba yendo muy bien con las r?fagas intensas, que segu?an alborotando su cabello. Algunas d?rsenas sobresal?an en ?ngulos perpendiculares en un lado del muelle, y cada muelle estaba lleno de barcos. Tambi?n hab?a barcos en el otro lado del muelle: lanchas, barcos veleros costosos y enormes yates. Una d?rsena separada formaba una forma de T con el extremo del muelle. Un ?nico yate blanco mediano estaba anclado en el medio. O’Malley, el otro capit?n y dos oficiales hablaban mientras que un equipo de forenses recorr?a el barco y tomaba fotograf?as. O’Malley se ve?a igual que siempre: su cabello corto te?ido de negro y un rostro arrugado que parec?a que podr?a haber sido el de un boxeador en una vida anterior. Ten?a los ojos entrecerrados por el viento y se ve?a molesto. “Ella est? aqu? ahora”, dijo. “Dale una oportunidad”. El otro capit?n parec?a se?orial, ten?a el pelo canoso, un rostro delgado y una mirada arrogante debajo de un ce?o fruncido. Era mucho m?s alto que O’Malley y se ve?a atontado por el hecho de que O’Malley, o cualquier persona no perteneciente a su equipo, invadiera su territorio. Avery les asinti? a todos. “?Qu? pasa, capit?n?”. “?Esta es una fiesta o qu??”. Ram?rez sonri?. “Deja de sonre?r”, espet? el capit?n se?orial. “Esta es una escena del crimen, joven, y espero que te comportes”. “Avery, Ram?rez, este es el capit?n Holt de la A7. ?l fue lo suficientemente amable como para...”. “?Amable?”, espet?. “No s? en qu? anda el alcalde, pero est? equivocado si cree que puede pisotear toda mi divisi?n. Te respeto, O’Malley. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero esto no tiene precedentes y t? lo sabes. ?C?mo te sentir?as si fuera a la A1 y comenzara a dar ?rdenes como loco?”. “Nadie est? tomando el control”, dijo O’Malley. “?Crees que me gusta esto? Tenemos suficiente trabajo en nuestro lado. El alcalde nos llam? a los dos, ?cierto? Yo ten?a otras cosas que hacer hoy, Will, as? que no act?es como si esto es una movida ofensiva”. Avery y Ram?rez intercambiaron una mirada. “?Cu?l es la situaci?n?”, pregunt? Avery. “La llamada entr? esta ma?ana”, dijo Holt, haciendo un gesto hacia el yate. “Una mujer fue hallada muerta en ese barco. Fue identificada como una vendedora de libros local. Llevaba quince a?os siendo due?a de una librer?a espiritual en la calle Sumner. No ten?a antecedentes penales. No hay nada sospechoso sobre ella”. “Excepto la forma en la que fue asesinada”, dijo O’Malley, tomando el control. “El capit?n Holt estaba desayunando con el alcalde cuando entr? la llamada. El alcalde decidi? que quer?a venir y verlo en carne propia”. “Lo primero que dice es ‘?Por qu? no ponemos a Avery Black en el caso?’”, concluy? Holt, mirando a Avery con desd?n. O’Malley intent? paliar la situaci?n. “Eso no es lo que me dijiste a m?, Will. Me dijiste que tus chicos llegaron a la escena y que no entendieron lo que estaban viendo, as? que el alcalde sugiri? que hablaras con alguien que ha tenido experiencia con este tipo de cosas”. “Da igual”, gru?? Holt y levant? la barbilla pomposamente. “Ve a echarle un vistazo”, dijo O’Malley y se?al? el yate. “Anda a ver qu? puedes encontrar. Nos iremos si regresa con las manos vac?as”, agreg?, habl?ndole directamente a Holt. “?Eso te parece justo?”. Holt se fue a zancadas a sus otros dos agentes. “Esos dos son de su brigada de homicidios”, indic? O’Malley. “No los miren. No hablen con ellos. No causen problemas. Esta es una situaci?n pol?tica muy delicada. Solo cierren la boca y d?ganme lo que ven”. Ram?rez estaba muy entusiasmado mientras caminaban al gran yate. “Es una belleza”, dijo. “Parece un Sea Ray 58 Sedan Bridge. Es de dos pisos. Te da sombra arriba, y tiene aire acondicionado adentro”. Avery estaba impresionada. “?C?mo sabes todo eso?”, pregunt?. “Me gusta pescar”. Se encogi? de hombros. “Nunca he pescado en un barco as?, pero un hombre puede so?ar, ?o no? Deber?a llevarte a pasear en mi barco”. A Avery no le gustaba mucho el mar. Las playas, a veces, los lagos, absolutamente, pero ?veleros y embarcaciones lejos en el oc?ano? Le ocasionaban ataques de p?nico. Hab?a nacido y crecido en un terreno plano, y la idea de estar en la marea que se menea, sin tener idea de lo que podr?a estar al acecho justo debajo, hac?a que su mente fuera a lugares oscuros. A lo que Avery y Ram?rez pasaron y se prepararon para embarcar, Holt y sus otros dos detectives los ignoraron. Un fot?grafo en la proa tom? una ?ltima foto y le hizo se?as a Holt. Hizo su camino a lo largo de la borda a estribor y levant? las cejas a lo que vio a Avery. “Nunca volver?s a ver un yate con los mismos ojos”, brome?. Una escalera de plata daba a los costados del barco. Avery subi?, coloc? sus manos en las ventanas negras y se mene?. Una mujer de mediana edad con cabello rojo y salvaje hab?a sido colocada en la parte delantera del barco, justo antes de las luces laterales de la proa. Yac?a de lado, hacia el este, sus manos sujetando sus rodillas y con la cabeza abajo. Si hubiera estado sentada en posici?n vertical, se hubiera visto como si estuviera dormida. Estaba completamente desnuda, y la ?nica herida visible era la l?nea oscura alrededor de su cuello. “Le rompi? el cuello”, pens? Avery. Lo que hac?a que la v?ctima resaltara, m?s all? de la desnudez y la exhibici?n p?blica de su muerte, era la sombra que proyectaba. El sol estaba en el este. Su cuerpo estaba ligeramente inclinado hacia arriba, y produc?a una imagen especular de su forma arrugada en una sombra larga y deformada. “No me jodas”, susurr? Ram?rez. Como hac?a Avery cuando limpiaba las superficies en su casa, se agach? y le ech? un vistazo a la proa del barco. La sombra era o bien una coincidencia o una se?al del asesino y, si hab?a dejado una se?al, quiz?s dej? otra. Ella se movi? de un lado del barco al otro. En el resplandor del sol, en la superficie blanca de la proa del barco, justo encima de la cabeza de la mujer entre su cuerpo y su sombra, Avery vio una estrella. Alguien hab?a utilizado su dedo para dibujar una estrella, ya sea con saliva o agua salada. Ram?rez llam? a O’Malley. “?Qu? dijeron los forenses?”. “Encontraron algunos pelos en el cuerpo. Podr?an ser de una alfombra. El otro equipo a?n est? en el apartamento”. “?Qu? apartamento?”. “El apartamento de la mujer”, dijo O’Malley. “Creemos que fue secuestrada all?. No hay huellas por ninguna parte. El tipo pudo haber usado guantes. No sabemos c?mo la traslad? aqu?, a un muelle muy visible, sin que nadie lo viera. Se meti? con unas de las c?maras del puerto deportivo. Debi? haberlo hecho justo antes del asesinato. Posiblemente fue asesinada anoche. Parece que el cuerpo no fue molestado, pero el forense tiene la ?ltima palabra”. Holt hizo un ruido. “Esta es una p?rdida de tiempo”, le espet? a O’Malley. “?Qu? puede ofrecer esta mujer que mis hombres ya no hayan descubierto? No me importa su ?ltimo caso ni su personaje p?blico. En lo que a m? respecta, solo es una abogada fracasada que tuvo suerte en su primer caso importante porque un asesino en serie, a quien ella defendi? en los tribunales, la ayud?”. Avery se levant?, se apoy? en la barandilla y observ? a Holt, O’Malley y a los otros dos detectives en el muelle. El viento segu?a moviendo su chaqueta y pantal?n. “?Vieron la estrella?”, pregunt?. “?Qu? estrella?”, dijo Holt. “Su cuerpo est? inclinado hacia un lado y hacia arriba. En la luz del sol, crea una imagen sombreada de su silueta. Muy marcada. Casi parecen ser dos personas, espalda con espalda. Entre su cuerpo y esa sombra, alguien dibuj? una estrella. Podr?a ser una coincidencia, pero la colocaci?n es perfecta. Tal vez podamos tener suerte si el asesino la dibuj? con saliva”. Holt consult? con uno de sus hombres. “?Vieron una estrella?”. “No, se?or”, respondi? un detective delgado y rubio con ojos marrones. “?Y los forenses?”. El detective neg? con la cabeza. “Rid?culo”, murmur? Holt. “?Una estrella dibujada? Un ni?o pudo haber hecho eso. ?Una sombra? La luz crea las sombras. Eso no tiene nada de especial, detective Black”. “?Qui?n es el due?o del yate?”, pregunt? Avery. “Un callej?n sin salida”, dijo O’Malley, encogi?ndose de hombros. “Un promotor inmobiliario importante. Est? en Brasil en un viaje de negocios. Lleva casi un mes all?”. “Si el barco ha sido limpiado en el ?ltimo mes, entonces la estrella fue puesta all? por el asesino y, como est? perfectamente colocada entre el cuerpo y la sombra, tiene que significar algo. No estoy segura de qu?, pero s? que tiene un significado”, dijo Avery. O’Malley oje? a Holt. Holt suspir?. “Simms, llama a los forenses para que regresen”, le dijo al oficial rubio. “Diles lo de la estrella y la sombra. Te llamar? cuando terminemos”. Holt mir? a Avery miserablemente, y finalmente neg? con la cabeza. “Deja que vea el apartamento”. CAP?TULO TRES Avery caminaba lentamente por el pasillo del edificio de apartamentos mal iluminado, flanqueada por Ram?rez. Su coraz?n lat?a con anticipaci?n como siempre lo hac?a cuando estaba a punto de entrar en una escena del crimen. En este momento, quisiera estar en cualquier otro lado. Logr? recuperarse. Se arm? de valor y se oblig? a observar cada detalle, sin importar lo m?nimo que fuera. La puerta del apartamento de la v?ctima estaba abierta. Un oficial estacionado afuera se apart? y les permiti? a Avery y los otros pasar por debajo de la cinta de la escena del crimen y entrar. Un estrecho pasillo daba a una sala de estar. La cocina estaba separada de la sala. Nada parec?a estar fuera de lugar, solo era el apartamento bonito de alguien. Las paredes estaban pintadas de un color gris claro. Hab?a estanter?as en todas partes. Hab?a pilas de libros en el suelo. Algunas plantas colgaban de las ventanas. Un sof? verde estaba en frente de un televisor. En la ?nica habitaci?n, la cama estaba hecha y cubierta con una manta blanca de encaje. La ?nica alteraci?n era en la sala de estar, donde era evidente que faltaba una alfombra. Un contorno polvoriento, junto con un espacio oscuro, hab?a sido marcado con numerosas etiquetas policiales amarillas. “?Qu? encontraron los forenses aqu??”, pregunt? Avery. “Nada”, dijo O’Malley. “No hay huellas. No hay nada. Estamos a oscuras en este momento”. “?Algo fue tomado del apartamento?”. “No creo. El frasco de las monedas est? lleno. Su ropa fue colocada cuidadosamente en la cesta de la ropa sucia. Su dinero e identificaci?n todav?a estaban en sus bolsillos”. Avery se tom? su tiempo en el apartamento. Como de costumbre, se movi? en peque?as secciones y revis? cada una completamente; las paredes, los pisos y las tablas de madera, las chucher?as en los estantes. Una foto de la v?ctima con dos amigas se destacaba. Tom? nota de aprender sus nombres y comunicarse con ellas. Analiz? las estanter?as y pilas. Hab?a montones de novelas rom?nticas femeninas. El resto eran de temas espirituales, autoayuda y religi?n. “Religi?n”, pens? Avery. “La v?ctima ten?a una estrella sobre su cabeza. ?La estrella de David?”. Despu?s de haber observado el cad?ver en el barco y el apartamento, Avery comenz? a formar una imagen del asesino en su mente. ?l habr?a atacado desde el pasillo. La matanza fue r?pida y no dej? marcas, no cometi? errores. La ropa y las pertenencias de la v?ctima hab?an sido dejadas en un lugar limpio, a fin de no perturbar el apartamento. Solo la alfombra fue movida, y hab?a polvo en esa zona y en los bordes. Eso referenciaba la ira en el asesino. “Si fue tan meticuloso en todos los otros aspectos, ?por qu? no limpiar el polvo de los lados de la alfombra?”, pens? Avery. “?Por qu? siquiera llevarse la alfombra? ?Por qu? no dejar todo en perfecto estado?”. Comenz? a reproducir todo en su mente. Le rompi? el cuello, la desnud?, guard? la ropa y dej? todo en orden, pero luego la enroll? en una alfombra y la sac? como un salvaje. Se dirigi? a la ventana y mir? la calle. Hab?a pocos lugares donde alguien podr?a esconderse y observar el apartamento sin que nadie lo notara. Un punto en particular le llam? la atenci?n, un callej?n estrecho y oscuro detr?s de una valla. “?Estuviste all??”, se pregunt?. “?Acechando? ?Esperando el momento perfecto?”. “?Entonces?”, dijo O’Malley. “?Qu? piensas?”. “Tenemos un asesino en serie en nuestras manos”. CAP?TULO CUATRO “El asesino es hombre, y es fuerte”, continu? Avery. “Obviamente super? a la v?ctima y luego la llev? al muelle. Parece que fue personal”. “?C?mo sabes eso?”, pregunt? Holt. “?Por qu? pasar por tantas cosas con una v?ctima al azar? Parece que nada fue robado, as? que ese no fue el motivo. Fue preciso con todo excepto esa alfombra. Si pasas tanto tiempo planeando un asesinato, desnudando a la v?ctima y poniendo su ropa en la cesta de la ropa sucia, ?por qu? llevarte algo suyo? Parece que eso fue planeado. Quer?a llevarse algo. ?Tal vez para demostrar que era poderoso? ?Que pod?a hacerlo? No lo s?. ?Y dejarla en un barco? ?Desnuda y a la vista del puerto? Este tipo quiere ser visto. Quiere que todos sepan que ?l lo hizo. Es posible que tengas otro asesino en serie en tus manos. Lo mejor es que no tardes en tomar una decisi?n respecto a qui?n se encargar? de este caso”, dijo. O’Malley se volvi? a Holt. “?Will?”. “Sabes lo que siento al respecto”, dijo con desprecio. “?Pero lo har?s?”. “Es un error”. “?Pero...?”. “Que sea lo que quiera el alcalde”. O’Malley se volvi? a Avery. “?Est?s preparada para esto?”, pregunt?. “S? honesta conmigo. Acabas de salir de un caso muy p?blico. La prensa te crucific? en todo el camino. Todos los ojos estar?n puestos en ti una vez m?s, pero esta vez el alcalde estar? prestando m?s atenci?n. ?l te solicit? espec?ficamente”. El coraz?n de Avery lat?a con m?s fuerza. Marcar una diferencia como oficial de polic?a era lo que realmente le gustaba de su trabajo, pero capturar a asesinos en serie y vengar a los muertos era lo que anhelaba. “Tenemos un mont?n de otros casos abiertos”, dijo. “Y un juicio”. “Puedo darle todo a Thompson y Jones. Puedes supervisar su trabajo. Si tomas el caso, ser? tu primera prioridad”. Avery se volvi? a Ram?rez. “?Te anotas?”. “Me anoto”. Asinti? con la cabeza. “Lo haremos”, dijo. “Excelente”. O’Malley suspir?. “Este es su caso. El capit?n Holt y sus hombres se encargar?n del cuerpo y el apartamento. Tendr?n acceso completo a los archivos y su plena cooperaci?n durante toda esta investigaci?n. Will, ?con qui?n deben comunicarse si necesitan informaci?n?”. “Con el detective Simms”, dijo. “Simms es el detective principal que viste esta ma?ana”, dijo O’Malley. “Pelo rubio, ojos oscuros, totalmente tenaz. El barco y el apartamento est?n siendo manejados por la A7. Simms se comunicar? directamente si encuentran cualquier pista. Tal vez deber?as hablar con la familia por ahora. Ve qu? puedes descubrir. Si tienes raz?n, y esto es personal, podr?an estar involucrados o tienen alguna informaci?n que pueda ayudar”. “Listo”, dijo Avery. * A lo que llam? al detective Simms, Avery se enter? de que los padres de la v?ctima viv?an un poco m?s al norte, afuera de Boston en la ciudad de Chelsea. Darle la noticia a la familia era la segunda cosa que Avery m?s odiaba de su trabajo. A pesar de que era buena con las personas, hubo un momento, justo despu?s de que se enteraban de la muerte de un ser querido, que las emociones complejas se apoderaban de todo. Los psiquiatras lo llaman las cinco etapas del duelo, pero a Avery le parec?an una tortura. Primero era la negaci?n. Los amigos y parientes quer?an saber todo sobre el cuerpo, informaci?n que solo los afligir?a m?s. No importaba cu?nta informaci?n les daba, siempre era imposible para los seres queridos imaginarse lo que hab?a pasado. Despu?s era ira: hacia la polic?a, el mundo, todas las dem?s personas. Ahora ven?a la negociaci?n. “?Est?s segura de que est? muerto? Tal vez todav?a est? vivo”. Estas etapas pod?an ocurrir a la vez, o pod?an tomar a?os, o ambas. Las dos ?ltimas etapas por lo general ocurr?an cuando Avery estaba en otra parte: depresi?n y aceptaci?n. “No me gusta encontrar cad?veres, pero esto nos deja libres para investigar este caso”, dijo Ram?rez. “No m?s juicio y no m?s papeleo. Se siente bien, ?verdad? Tenemos la oportunidad de hacer lo que queremos hacer y no tener que estar empantanados en la burocracia”. Se inclin? para besarla en la mejilla. Avery se apart?. “Ahora no”, dijo. “No hay problema”, respondi? con las manos en alto. “Solo pens?, ya sabes... Que ?ramos una pareja ahora”. “Mira”, dijo. Luego se detuvo por un momento para pensar bien lo que dir?a a continuaci?n. “Me gustas. Realmente me gustas, pero todo esto est? sucediendo demasiado r?pido”. “?Demasiado r?pido?”, se quej?. “?Solo nos hemos besado una vez en dos meses!”. “Eso no es lo que quiero decir”, dijo. “Lo siento. Lo que estoy tratando de decir es que no s? si estoy lista para una relaci?n. Somos compa?eros. Nos vemos todo el tiempo. Me encanta el coqueteo y verte en las ma?anas. No s? si estoy lista para seguir avanzando”. “Ah”, dijo. “Dan...”. “No, no”. Levant? una mano. “Est? bien. De verdad. Creo que esperaba eso”. “No estoy diciendo que quiero que esto termine”, le asegur? Avery. “?Qu? es esto?”, pregunt?. “Digo, ?ni yo lo s?! Cuando estamos trabajando, est?s en modo de negocios, y cuando trato de verte despu?s del trabajo, es casi imposible. Fuiste m?s amorosa conmigo cuando estabas en el hospital que en la vida real”. “Eso no es cierto”, dijo, pero una parte de ella sab?a que ten?a raz?n. “Me gustas, Avery”, dijo. “Me gustas mucho. Si necesitas m?s tiempo, no hay problema. Solo quiero asegurarme de que realmente sientes algo por m?. Porque, si no es as?, no quiero perder tu tiempo, ni el m?o”. “S? siento algo por ti”, dijo, y lo mir? de reojo. “En serio”. “Est? bien”, dijo. “Genial”. Avery sigui? conduciendo, centr?ndose en la carretera y en el vecindario cambiante, oblig?ndose a volver a centrarse en el trabajo. Los padres de Henrietta Venemeer viv?an en un complejo de apartamentos un poco m?s all? del cementerio en la avenida Central. El detective Simms le hab?a dicho a Avery que ambos estaban jubilados y lo m?s probable es que estar?an en su casa. No hab?a llamado con antelaci?n. Una dura lecci?n que hab?a aprendido al principio es que una llamada de advertencia podr?a alertar a un posible asesino. Avery se estacion? en el edificio y ambos se acercaron a la puerta principal. Ram?rez toc? el timbre. Una mujer de edad avanzada respondi? un rato despu?s. “?S?? ?Qui?n es?”. “Sra. Venemeer, habla el detective Ram?rez de la divisi?n de polic?a A1. Estoy aqu? con mi compa?era, la detective Black. ?Podemos subir a hablar con usted?”. “?Quien?”. Avery se inclin? hacia delante. “Polic?a”, espet?. “Por favor abra la puerta principal”. La puerta se abri? con un zumbido. Avery le sonri? a Ram?rez. “As? es que se hace”, dijo. “Nunca dejas de sorprenderme, detective Black”. Los Venemeer viv?an en el quinto piso. En el momento en el que Avery y Ram?rez salieron del ascensor, pudieron ver a una anciana asom?ndose desde detr?s de una puerta cerrada. Avery tom? las riendas. “Hola, Sra. Venemeer”, dijo en su voz m?s suave y m?s clara. “Soy la detective Black, y este es mi compa?ero, el detective Ram?rez”. Ambos sacaron sus placas. “?Podemos pasar?”. La Sra. Venemeer ten?a una mara?a de pelo ?spero igual que el de su hija, solo que el suyo era blanco. Llevaba anteojos negros gruesos y ten?a un camis?n blanco. “?De qu? trata todo esto?”, pregunt?. “Creo que ser?a m?s f?cil si pudi?ramos hablar adentro”, dijo Avery. “Est? bien”, murmur? y los dej? pasar. Todo el apartamento ol?a a naftalina y vejez. Ram?rez hizo una cara y se agit? la nariz en broma justo cuando entraron. Avery le dio un golpecito en el brazo. Una televisi?n sonaba desde la sala de estar. En el sof? estaba sentado un hombre grande que Avery supon?a era el Sr. Venemeer. Solo llevaba calzoncillos rojos y una camiseta que probablemente usaba para dormir, y parec?a que ni siquiera se hab?a dado cuenta de su presencia. Curiosamente, la Sra. Venemeer se sent? en el sof? junto a su esposo, sin darles ninguna indicaci?n de d?nde pod?an sentarse. “?Qu? puedo hacer por ustedes?”, pregunt?. Estaban pasando un programa de juegos en la televisi?n. El sonido era fuerte. De vez en cuando, el esposo vitoreaba de su asiento, se acomodaba y murmuraba para s? mismo. “?Puede bajarle a la TV?”, pregunt? Ram?rez. “No”, dijo. “John tiene que ver La Rueda de la Fortuna”. “Queremos hablar de su hija”, dijo Avery. “Realmente tenemos que hablar con ustedes, y quisi?ramos toda su atenci?n”. “Cari?o”, dijo y toc? el brazo de su esposo. “Estos dos agentes quieren hablar de Henrietta”. Se encogi? de hombros y gru??. Ram?rez apag? la televisi?n. “?Oye!”, grit? John. ?Qu? est?s haciendo? ?Enci?ndelo!”. Sonaba borracho. Una botella de whisky medio llena estaba a su lado. Avery se par? junto a Ram?rez y se presentaron de nuevo. “Hola”, dijo ella. “Mi nombre es la detective Black y este es mi compa?ero, el detective Ram?rez. Tenemos muy malas noticias”. “?Yo te dir? lo que es bien malo!”, espet? John. “Es malo tener que lidiar con unos polic?as cuando estoy en medio de mi programa. ?Enciende la maldita televisi?n!”, espet? e intent? salir de su asiento, pero no era capaz de ponerse de pie. “Su hija est? muerta”, dijo Ram?rez, y se puso en cuclillas para mirarlo directamente a los ojos. “?Entiende? Su hija est? muerta”. “?Qu??”, susurr? la Sra. Venemeer. “?Henrietta?”, murmur? John y se sent?. “Lo lamento mucho”, dijo Avery. “?C?mo?”, murmur? la anciana. “No... No Henrietta”. “?Qu? est?n diciendo?”, pregunt?. “No pueden venir aqu? y decirnos que nuestra hija est? muerta. ?Qu? diablos quieren decir?”. Ram?rez tom? asiento. “Negaci?n”, pens? Avery. “E ira”. “Fue encontrada muerta esta ma?ana”, dijo Ram?rez. “Fue identificada por su posici?n dentro de la comunidad. No estamos seguros por qu? sucedi?. En este momento tenemos un mont?n de preguntas. Si pueden por favor ay?dennos a contestar algunas de ellas”. “?C?mo?”, exclam? la madre. “?C?mo sucedi??”. Avery se sent? al lado de Ram?rez. “Me temo que esta es una investigaci?n en curso. No podemos hablar de nada espec?fico en este momento. Ahora solo necesitamos cualquier informaci?n que tengan que pueda ayudarnos a identificar a su asesino. ?Henrietta ten?a novio? ?Un amigo cercano? ?Alguien que podr?a haberla resentido por algo?”. “?Est?n seguros de que es Henrietta?”, pregunt? la madre. “?Henrietta no ten?a enemigos!”, grit? John. “Todo el mundo la quer?a. Era una santa. Ven?a una vez a la semana con comida. Ayudaba a las personas sin hogar. Esto no est? bien. Tiene que ser un error”. “Negociaci?n”, pens? Avery. “Les aseguro que ser?n llamados esta semana para identificar el cuerpo”, dijo. “S? que esto es duro de asimilar. Acaban de recibir una noticia terrible, pero por favor concentr?monos en descubrir qui?n le hizo esto”. “?Nadie!”, grit? John. “Esto tiene que ser un error. Tienen a la mujer equivocada. Henrietta no ten?a enemigos”, declar?. “?Fue atropellada por un autob?s? ?Se cay? de un puente? Al menos expl?quenos qu? fue lo que pas?”. “Fue asesinada”, dijo Avery. “Eso es todo lo que puedo decir”. “Asesinada”, susurr? la madre. “Por favor”, dijo Ram?rez. “?Se les ocurre algo? Cualquier cosa. Incluso si parece insignificante, podr?a ser de gran ayuda para nosotros”. “No”, respondi? la madre. “No ten?a novio. Tiene un grupito de amigas. Pasaron el D?a de Acci?n de Gracias con nosotros el a?o pasado. Ninguna de ellas pudo haber hecho algo as?. Deben estar equivocados”. Los mir? con ojos suplicantes. “?Tienen que estar equivocados!”. CAP?TULO CINCO Avery se estacion? en un puesto vac?o entre patrullas y se prepar? mientras miraba la sede del departamento de polic?a A7 ubicado en la calle Paris en East Boston. Hab?a un circo medi?tico afuera de la estaci?n. Una rueda de prensa hab?a sido convocada para discutir el caso y un n?mero de furgonetas de televisi?n y c?maras y reporteros cerraron el paso, a pesar de que numerosos agentes estaban tratando de hacer que se movieran. “Tu p?blico te espera”, se?al? Ram?rez. Ram?rez parec?a querer ser entrevistado. Ten?a la cabeza en alto y les sonre?a a todos los reporteros que pasaban. Para su decepci?n, ninguno de ellos se le acerc?. Avery ten?a la cabeza agachada y camin? lo m?s r?pido posible para abrirse camino a la estaci?n. Ella odiaba las multitudes. Durante sus a?os como abogada, sol?a encantarle cuando las personas la conoc?an por su nombre y corr?an a ayudarla, pero, desde que fue sometida a juicio por la prensa, despreciaba la atenci?n. Los reporteros se juntaron inmediatamente. “Avery Black”, dijo uno de ellos antes de ponerle un micr?fono en la cara. “?Puedes decirnos algo de la mujer asesinada en el puerto deportivo hoy?”. “?Por qu? est?s en el caso, detective Black?”, grit? otro. “Esta es la A7. ?Fuiste trasladada a este departamento?”. “?Qu? piensas de la nueva campa?a del alcalde ‘Detener la delincuencia’?”. “?T? y Howard Randall siguen siendo pareja?”. “Howard Randall”, pens?. A pesar de un deseo abrumador de cortar todos los lazos con Randall, Avery no hab?a sido capaz de sacarlo de su mente. Hab?a pensado en Randall todos los d?as desde su ?ltimo encuentro. A veces, un olor o una imagen era todo lo que necesitaba para o?r sus palabras: “?Trae de vuelta algo de tu ni?ez, Avery? ?Qu?? Dime...”. Otras veces, mientras trabajaba en diferentes casos, trataba de pensar como Randall para encontrar una soluci?n. “?Fuera del camino!”, grit? Ram?rez. “?No mamen! Hagan espacio. Vamos”. ?l puso una mano en su espalda y la llev? a la estaci?n. La sede de la A7, un gran edificio de ladrillo y piedra, hab?a sido remodelada recientemente. Ya no quedaban rastros de los escritorios de metal y la sensaci?n t?picamente sombr?a de una organizaci?n operada por el estado. En su lugar hab?a mesas plateadas elegantes, sillas de colores y un ?rea abierta para el proceso de registro que se parec?a m?s a la entrada de un patio de juegos. Como la A1, solo que m?s moderna, la sala de conferencias estaba encerrada en vidrio para que las personas pudieran ver qu? estaba pasando. Una gran mesa ovalada de caoba estaba equipada con micr?fonos para cada asiento y un enorme televisor de pantalla plana para las conferencias. O’Malley ya estaba sentado en la mesa al lado de Holt. A ambos lados estaban el detective Simms y su compa?ero, y dos personas que Avery supuso eran el especialista en medicina forense y el m?dico forense. Quedaban dos asientos en la parte inferior de la mesa, cerca de la entrada. “Si?ntense”, dijo O’Malley. “Gracias por venir. No se preocupen. No voy a estar encima de ustedes todo el tiempo”, les dijo a todos, pero especialmente a Avery y Ram?rez. “Solo quiero asegurarme de que todos estemos en sinton?a”. “Siempre son bienvenidos aqu?”, dijo Holt genuinamente. “Gracias, Will. Adelante”. Holt le hizo se?as a su agente. “?Simms?”, dijo. “Muy bien”, dijo Simms. “Me toca. Por qu? no empezamos con los forenses, luego vamos con el informe del m?dico forense y despu?s les hablo de todo lo dem?s que hicimos hoy”, dijo antes de volverse hacia el especialista. “?Te parece bien, Sammy?”. Un hombre indio esbelto era el jefe de su equipo forense. Llevaba un traje y corbata e hizo una se?al con el pulgar cuando mencion? su nombre. “S?, se?or”, dijo. “Como hemos comentado, no tenemos mucho. No encontramos nada en el apartamento. No hay sangre, no hay se?ales de lucha. Las c?maras fueron desactivadas con un epoxi transparente que puede ser comprado en cualquier ferreter?a. Encontramos restos de fibras de guantes negros, pero tampoco nos dio ninguna pista”. El detective Simms sigui? moviendo su barbilla hacia Avery. A Sammy le estaba costando entender qui?n ten?a la autoridad. Sigui? mirando a Simms y Holt y a todos los dem?s. Finalmente capt? y comenz? a hablarles a Avery y Ram?rez. “Nosotros, sin embargo, encontramos algo en el puerto deportivo”, dijo Sammy. “Obviamente, el asesino desactiv? las c?maras all?, casi de la misma manera que en el apartamento. Para llegar al puerto deportivo desapercibido tendr?a que haber trabajado entre las once de la noche, que es cuando el ?ltimo trabajador abandon? el puerto deportivo, y las seis de la ma?ana, cuando los primeros trabajadores llegaron. Encontramos huellas de zapatos en el puerto deportivo y en el barco antes de que los otros polic?as llegaran a la escena. El pie es una bota diez y medio de la variedad Redwing. ?l parece caminar con una cojera de una posible lesi?n en su pierna derecha, ya que el zapato izquierdo dej? una pisada m?s profunda que la derecha”. “Excelente”, dijo Simms con orgullo. “Tambi?n verificamos la estrella dibujada en la proa”, continu? Sammy. “No encontramos material gen?tico. Sin embargo, encontramos una fibra negra dentro de la estrella similar a las fibras del guante en el apartamento, as? que esa fue una conexi?n muy interesante, gracias por eso, detective Black”. ?l asinti? con la cabeza. Avery tambi?n asinti?. Holt resopl?. “Para concluir, creemos que el cuerpo fue llevado al astillero en una alfombra enrollada, ya que hab?a muchas fibras de alfombra en el cuerpo y faltaba una alfombra en la casa”. ?l asinti? con la cabeza para indicar que hab?a terminado. “Gracias, Sammy”, dijo Simms. “?Dana?”. Una mujer en una bata blanca, quien se ve?a que hubiera preferido estar en cualquier otro sitio que en esa sala, habl? a continuaci?n. Ella era de mediana edad, con pelo liso y casta?o que le llegaba a los hombros y ten?a el ce?o fruncido. “La v?ctima muri? a causa de una fractura en el cuello”, dijo. “Hab?a moretones en los brazos y las piernas que indicaban que fue arrojada al suelo o contra la pared. Probablemente llevaba muerta unas doce horas. No hab?a se?ales de entrada forzada”. Se inclin? hacia atr?s con los brazos cruzados. Simms levant? las cejas y se volvi? a Avery. “?Detective Black? ?Qu? descubrieron cuando hablaron con la familia?”. “Eso fue un callej?n sin salida”, dijo Avery. “La v?ctima ve?a a sus padres una vez por semana para llevarles v?veres y cocinar la cena. No ten?a novio. No tiene otros parientes cercanos en Boston. Sin embargo, tiene un grupo de amigas con las que tendremos que hablar. Los padres no son sospechosos. Apenas pod?an levantarse del sof?. Hubi?ramos comenzado a investigar las amigas, pero no estaba segura del protocolo”, dijo, ech?ndole una mirada a O’Malley. “Gracias”, dijo Simms. “Entendido. Creo que despu?s de esta reuni?n estar?s a cargo, detective Black, pero esa no es mi decisi?n. D?jame decirte lo que mi equipo descubri?. Verificamos sus registros telef?nicos y direcciones de correo electr?nico. Nada raro all?. Las c?maras en el edificio fueron desactivadas y ning?n otro lente ten?a una vista del edificio. Sin embargo, encontramos algo en la librer?a de Venemeer. Estaba abierta hoy. Tiene dos trabajadores a tiempo completo. No sab?an nada de la muerte de la v?ctima y estaban genuinamente sorprendidos. No parec?an sospechosos viables, pero ambos mencionaron que la tienda se hab?a visto afectada recientemente por una pandilla local conocida como el Escuadr?n de la muerte de Chelsea. El nombre proviene de su sitio principal para reunirse en la calle Chelsea. Habl? con nuestra unidad de pandillas y me enter? de que es una pandilla latina relativamente nueva asociada a un mont?n de otros c?rteles. Su l?der es Juan Desoto”. Avery hab?a o?do hablar de Desoto de sus d?as trabajando con pandillas durante sus a?os de novata. Podr?a ser un peque?o actor en una nueva pandilla, pero llevaba a?os siendo el sicario de varias pandillas establecidas en todo Boston. “?Por qu? un sicario de la mafia con su propia pandilla querr?a matar a la propietaria de una librer?a local y luego depositar el cuerpo en un yate?”, se pregunt?. “Me parece que tienes una gran pista”, dijo Holt. “Es alarmante que tenemos que darles las riendas a un departamento al otro lado del canal. Lamentablemente, as? es la vida. ?No es as?, capit?n O’Malley? Hacer concesiones, ?cierto?”. Sonri?. “As? es”, contest? O’Malley de mala gana. Simms se sent? m?s derecho en su silla. “Juan Desoto sin duda ser?a mi sospechoso n?mero uno. Si este fuera mi caso, intentar?a visitarlo primero”, dijo. Todas estas pullas molestaban a Avery. “?Realmente necesito esto?”, pens?. A pesar de que estaba completamente intrigada por el caso, las l?neas borrosas entre qui?n manejaba qu? la molestaban. “?Tengo que seguir su pista? ?Es mi supervisor ahora? ?O puedo hacer lo que me d? la gana?”. Parec?a que O’Malley hab?a le?do sus pensamientos. “Creo que estamos listos aqu?. ?Cierto, Will?”, dijo antes de hablarles exclusivamente a Avery y Ram?rez. “Despu?s de esto, ustedes dos estar?n a cargo a menos que necesiten comunicarse de nuevo con el detective Simms para hablar de cualquier cosa referente a la informaci?n que acabamos de cubrir. Les est?n haciendo copias de los archivos en este mismo momento. Ser?n enviados a la A1. Entonces, a menos que haya alguna otra pregunta, pueden empezar”, dijo, suspirando y poni?ndose de pie. “Tengo que seguir dirigiendo un departamento”. * La tensi?n en la A7 mantuvo a Avery inc?moda hasta que salieron del edificio, pasaron los reporteros de noticias y regresaron a su auto. “Eso sali? bien”, dijo Ram?rez. “?S? sabes lo que pas? ah??”, pregunt?. “Te acaban de entregar el caso m?s grande que la A7 ha tenido en a?os, y solo porque eres Avery Black”. Avery asinti? con la cabeza, m?s no dijo nada. Estar a cargo ten?a un alto precio. Era capaz de hacer las cosas a su manera pero, si surg?an problemas, ella ser?a totalmente responsable. Adem?s, ten?a la sensaci?n de que no esa no ser?a la ?ltima vez que hablar?a con la A7. “Se siente como si tuviera dos jefes ahora”, se dijo a s? misma. “?Cu?l es nuestro pr?ximo movimiento?”, pregunt? Ram?rez. “Medio arreglemos las cosas con la A7 visitando a Desoto. No estoy segura de lo que descubriremos, pero si su pandilla estaba acosando a la propietaria de una librer?a, me gustar?a saber el por qu?”. Ram?rez silb?. “?C?mo sabes d?nde encontrarlo?”. “Todo el mundo sabe d?nde encontrarlo. Es due?o de una peque?a cafeter?a en la calle Chelsea, justo al lado de la autopista y el parque”. “?Crees que es nuestro hombre?”. “Desoto est? muy familiarizado con el arte de matar”. Avery se encogi? de hombros. “No estoy segura si esta escena del crimen encaja con su modus operandi, pero podr?a saber algo. Es una leyenda en todo Boston. S? que ha trabajado para los negros, irlandeses, italianos, hispanos, con todo el mundo. Cuando yo era una novata lo llamaban el ‘Asesino fantasma’. Durante a?os, nadie cre?a que exist?a. La Unidad de Pandillas lo hab?a vinculado con trabajos hasta la ciudad de Nueva York. Nadie pudo probar nada. Lleva muchos a?os siendo el due?o de esa cafeter?a”. “?Lo conociste alguna vez?”. “No”. “?Sabes c?mo es?”. “S?”, dijo. “Vi una foto de ?l una vez. Tiene la piel clara y es muy, muy grande. Creo que sus dientes estaban afilados tambi?n”. Se volvi? hacia ella y sonri?, pero debajo de esa sonrisa ve?a el mismo p?nico y descarga de adrenalina que ella misma estaba empezando a sentir. Se estaban dirigiendo a la boca del lobo. “Esto debe ser interesante”, dijo. CAP?TULO SEIS La cafeter?a de la esquina estaba en el norte del paso subterr?neo a la autopista East Boston. Era un edificio de ladrillo de un piso con un letrero que dec?a: “Cafeter?a”. Las ventanas estaban tapadas. Avery se estacion? cerca de la entrada de la puerta y se baj?. El cielo se hab?a oscurecido. Hacia el suroeste, pudo ver el horizonte de la puesta de sol de color naranja, rojo y amarillo. Una tienda de comestibles estaba en la esquina opuesta. Casas residenciales llenaban el resto de la calle. La zona era tranquila y modesta. “Hag?moslo”, dijo Ram?rez. Despu?s de un largo d?a simplemente estando sentado en una reuni?n, Ram?rez se ve?a animado y listo para la acci?n. Su entusiasmo preocupaba a Avery. “A las pandillas no les agrada que polic?as nerviosos invadan su territorio”, pens?. “Especialmente aquellos sin ?rdenes judiciales que solo est?n molest?ndolos por chismes que oyeron”. “C?lmate”, le dijo. “Yo har? las preguntas. Nada de movimientos repentinos. Nada de malas disposiciones. Estamos aqu? solo para hacer preguntas y ver si pueden ayudar”. “Est? bien”. Ram?rez frunci? el ce?o, y su lenguaje corporal dec?a lo contrario. Oyeron el tintineo de una campana cuando entraron en la cafeter?a. El peque?o espacio ten?a cuatro mesas cerradas rojas y acolchadas y un solo mostrador donde la gente pod?a pedir caf? y otros productos para el desayuno durante todo el d?a. El men? apenas ten?a quince elementos y hab?a pocos clientes. Dos hombres latinos mayores y delgados con pinta de vagabundos beb?an caf? en una de las mesas cerradas a la izquierda. Un caballero m?s joven con anteojos de sol y un sombrero de fieltro negro estaba encorvado en una de las mesas cerradas con la espalda a la puerta. Llevaba una camiseta sin mangas negra. Era evidente que ten?a un arma enfundada en el hombro. Avery mir? sus zapatos. “Treinta y nueve”, pens?. “Cuarenta como mucho”. “Puta”, susurr? a lo que vio a Avery. Los hombres mayores parec?an no saber qu? estaba pasando. No se ve?a ning?n chef o empleado detr?s del mostrador. “Hola”. Avery salud? con la mano. “Queremos hablar con Juan Desoto si est? aqu?”. El joven se rio. Dijo algunas cosas en otro idioma. “Dice: ‘J?dete, puta polic?a, t? y tu amiguito’”, tradujo Ram?rez. “Qu? encantador”, dijo Avery. “Oye, no queremos problemas”, agreg? y levant? las dos manos. “Solo queremos hacerle a Desoto unas preguntas acerca de una librer?a en la calle Sumner que al parecer no le agrada”. El hombre se puso de pie y se?al? la puerta. “?L?rgate, polic?a!”. Hab?a un mont?n de formas en las que Avery pod?a manejar la situaci?n. El hombre llevaba una pistola y ella supuso que estaba cargada y no ten?a licencia. Tambi?n se ve?a dispuesto a accionar a pesar del hecho de que nada hab?a ocurrido realmente. Eso, combinado con el contador vac?o, la llev? a creer que algo podr?a estar sucediendo en un cuarto trasero. “Drogas, o tienen alg?n due?o desafortunado all? atr?s y le est?n cayendo a golpes”, pens?. “Todo lo que queremos es unos minutos con Desoto”, dijo. “?Perra!”, espet? el hombre antes de sacar su arma. Ram?rez desenfund? su arma al instante. Los dos hombres segu?an bebi?ndose su caf? en silencio. Ram?rez llam? sobre el ca??n de su arma. “?Avery?”. “Todos c?lmense”, dijo Avery. Un hombre apareci? en una ventana de la cocina detr?s del mostrador principal, un hombre grande por su cuello y sus mejillas redondas. Parec?a estar inclinado en la ventana, as? que se ve?a m?s bajito de lo que realmente era. Su rostro estaba parcialmente oculto en la sombra tenue. Era un hombre latino calvo con piel clara y ojos amigables. Estaba sonriendo. En su boca hab?a una plancha de metal que hac?a que sus dientes parecieran diamantes afilados. No se ve?a nada malicioso y estaba tranquilo. Dada la situaci?n tensa, esto hizo que Avery se preguntara el por qu?. “Desoto”, dijo. “Nada de armas, nada de armas”, mencion? Desoto desde la ventana cuadrada. “Tito, coloca tu pistola sobre la mesa”, dijo. “Polic?as. Coloquen sus pistolas sobre la mesa. Aqu? no usamos armas”. “De ninguna manera”, dijo Ram?rez y sigui? apuntando al hombre con su pistola. Avery pod?a sentir la peque?a cuchilla que manten?a atada a su tobillo, por si acaso se met?a en problemas. Adem?s, todo el mundo sab?a que estaban aqu?. “Vamos a estar bien”, pens?. “Bueno, eso espero”. “Baja el arma”, dijo. Como muestra de buena fe, Avery sac? su Glock poco a poco con los dedos y la puso sobre la mesa entre los dos hombres mayores. “Hazlo”, le dijo a Ram?rez. “Ponla sobre la mesa”. “Mierda”, susurr? Ram?rez. “Esto no me gusta. No me gusta”. Sin embargo, coloc? su arma sobre la mesa. El otro hombre, Tito, tambi?n coloc? su propia arma en la mesa y sonri?. “Gracias”, dijo Desoto. “No se preocupen. Nadie quiere sus armas de polic?as. Estar?n a salvo all?. Vengan. Hablemos”. ?l desapareci? de la vista. Tito indic? una peque?a puerta roja, pr?cticamente imposible de notar dada su ubicaci?n detr?s de una de las mesas cerradas. “T? primero”, dijo Ram?rez. Tito se inclin? y entr?. Ram?rez pas? despu?s y Avery lo sigui?. La puerta roja daba a la cocina. Un pasillo daba a otros lugares. Justo enfrente de ellos hab?a unas escaleras oscuras y empinadas que daban al s?tano. En el fondo hab?a otra puerta. “Tengo un mal presentimiento”, susurr? Ram?rez. “Silencio”, susurr? Avery. Estaban jugando p?quer en la sala m?s all?. Cinco hombres latinos, bien vestido y armados con pistolas, se quedaron en silencio cuando se les acercaron. La mesa estaba llena de dinero y joyas. Hab?a sof?s por todas las paredes del espacio grande. En numerosas estanter?as, Avery vio ametralladoras y machetes. Ve?a otra puerta. Mir? los pies de todos r?pidamente y se dio cuenta de que ninguno de ellos ten?a zapatos lo suficientemente grandes como los del asesino. En el sof?, con los brazos extendidos a lo ancho y con una enorme sonrisa en su rostro que mostraba sus dientes afilados, estaba sentado Juan Desoto. Su cuerpo era m?s el de un toro que el de un hombre, muy en forma por entrenamientos diarios y posiblemente esteroides. A pesar de que estaba sentado, sab?a que med?a unos dos metros. Sus pies tambi?n eran gigantes. “Al menos cuarenta y tres”, pens? Avery. “Todos rel?jense”, orden? Desoto. “Jueguen, jueguen. Tito, s?rveles algo de tomar. ?Qu? quieres, oficial Black?”, dijo con ?nfasis. “?Me conoces?”, pregunt? Avery. “No te conozco”, respondi?. “S? de ti. Arrestaste a mi primo Valdez hace dos a?os, y a varios de mis amigos de los Asesinos del Oeste. S?, tengo muchos amigos en otras pandillas”, dijo ante la mirada sorprendida de Avery. “No todas las pandillas luchan entre s? como si fueran animales. Me gusta pensar m?s en grande. Por favor. ?Qu? puedo traerles?”. “Yo estoy bien”, dijo Ram?rez. “Yo tambi?n”, agreg? Avery. Desoto le asinti? a Tito, quien se fue por donde vino. Todos los hombres de la mesa siguieron jugando cartas, excepto uno. Ese hombre era igualito a Desoto, solo que era mucho m?s peque?o y m?s joven. Le murmur? algo a Desoto y los dos tuvieron una conversaci?n apasionada. “Ese es el hermano menor de Desoto”, tradujo Ram?rez. “Cree que solo debe matarnos y tirarnos en el r?o. Desoto est? tratando de decirle que por eso es que siempre est? en la c?rcel, porque piensa demasiado cuando solo deber?a mantener la boca cerrada y escuchar”. “?Si?ntate!”, grit? Desoto finalmente. Su hermano menor se sent? de mala gana, pero miraba a Avery muy feo. Desoto respir?. “?Eres una polic?a celebridad?”, pregunt?. “En realidad no”, respondi? Avery. “Eso les da a tipos como t? un blanco en el departamento de polic?a. No me gusta ser un blanco”. “Cierto, cierto”, dijo. “Estamos en busca de informaci?n”, agreg? Avery. “Una mujer de mediana edad llamada Henrietta Venemeer es propietaria de una librer?a en Sumner. Libros espirituales, religiosos, de psicolog?a, cosas por el estilo. Se rumorea que no te agradaba su tienda. Estaba siendo acosada”. “?Por m??”, respondi? sorprendido y se se?al? a s? mismo. “Por ti o tus hombres. No estamos seguros. Es por eso que estamos aqu?”. “?Por qu? venir a la boca del lobo para preguntar acerca de una mujer en una librer?a? Expl?camelo por favor”. Su rostro no delat? nada cuando mencion? a Henrietta y la librer?a. De hecho, Avery cre?a que la acusaci?n lo hab?a insultado. “Ella fue asesinada anoche”, dijo Avery. Luego observ? a los hombres en la sala y c?mo reaccionaron. “Ten?a el cuello fracturado y fue atada a un yate en el puerto deportivo de la calle Marginal”. “?Por qu? har?a eso?”, pregunt?. “Eso es lo que queremos averiguar”. Desoto comenz? a hablarles a sus hombres en otro idioma. Su hermano menor y otro hombre se ve?an realmente molestos por haber sido acusados de algo que evidentemente no estaba a su altura. Sin embargo, los otros tres se ve?an avergonzados. Comenzaron a discutir por algo. En un momento, Desoto se puso de pie muy enojado, mostrando toda su altura y tama?o. “Estos tres han estado en la tienda”, susurr? Ram?rez. “La robaron dos veces. Desoto est? molesto porque apenas se va enterando y nunca recibi? su parte”. Con un fuerte rugido, Desoto golpe? la mesa con su pu?o y la parti? por la mitad. Los billetes, monedas y joyas salieron volando por todas partes. Un collar casi azot? el rostro de Avery, y se vio obligada a echarse para atr?s y pararse contra la puerta. Los cinco hombres empujaron sus sillas. El hermano menor de Desoto grit? de frustraci?n y levant? los brazos. Desoto estaba dirigiendo su ira a un hombre en particular. Ten?a un dedo metido en el rostro del hombre y ambos se amenazaron. “Ese tipo llev? a los otros a la tienda”, susurr? Ram?rez. “?l est? en problemas”. Desoto se dio la vuelta. “Mis disculpas”, dijo. “Mis hombres efectivamente acosaron a esta mujer en su tienda. Dos veces. Me acabo de enterar de esto”. El coraz?n de Avery lat?a con fuerza. Estaban en una sala aislada llena de criminales enojados con armas e, independientemente de las palabras y los gestos de Desoto, era una presencia intimidante, y, si los rumores eran ciertos, tambi?n era un asesino en serie. De repente, su peque?a cuchilla estaba tan fuera de su alcance que no era tan reconfortante como hab?a pensado. “Gracias”, dijo. “Solo para estar seguros de que estamos en sinton?a, ?alguno de tus hombres tendr?a alguna raz?n para matar a Henrietta Venemeer?”. “Nadie mata sin mi aprobaci?n”, afirm? rotundamente. “Venemeer fue colocada extra?amente en el barco”, continu? Avery. “A la vista de todo el puerto. Una estrella fue dibujada encima de su cabeza. ?Eso significa algo para ti?”. “?Recuerdas a mi primo?”, pregunt? Desoto. “?Michael Cruz? ?Peque?ito? ?Flaco?”. “Para nada”. “Le rompiste el brazo. Le pregunt? c?mo una ni?ita pudo haberlo derribado y me dijo que eras muy r?pida, y muy fuerte. ?Crees que podr?as derribarme, oficial Black?”. Hab?a comenzado la espiral perversa. Avery pod?a sentirlo. Desoto estaba aburrido. Hab?a respondido sus preguntas y estaba aburrido y enojado y ten?a a dos polic?as desarmados en su sala privada debajo de una tienda. Incluso los hombres que hab?an estado jugando p?quer no les quitaban la mirada de encima. “No”, dijo. “Creo que podr?as matarme en combate cuerpo a cuerpo”. “Creo en ojo por ojo”, dijo Desoto. “Creo que uno debe recibir informaci?n cuando la da. El equilibrio es muy importante en la vida. Te di informaci?n. T? arrestaste a mi primo. Ahora me has quitado dos cosas. ?Entiendes?”, pregunt?. “Me debes algo”. Avery se ech? para atr?s y adopt? su postura tradicional de jiu-jitsu, piernas flexionadas y ligeramente separadas, brazos levantados y manos abiertas debajo de su barbilla. “?Qu? te debo?”, pregunt?. Con solo un gru?ido, Desoto salt? hacia adelante, estir? su brazo derecho y dio un pu?etazo. CAP?TULO SIETE La sala se volvi? negra en la mente de Avery, y lo ?nico que ve?a eran los cinco hombres, sent?a a Ram?rez junto a ella, y ve?a el pu?o de Desoto acerc?ndose m?s a su rostro. Ella llamaba esto ‘La niebla’, un lugar donde sol?a ir a menudo, otro mundo separado de su existencia f?sica. Su instructor de jiu-jitsu lo llamaba “la conciencia definitiva”, un lugar donde su concentraci?n se volv?a selectiva, as? que los sentidos eran m?s elevados alrededor de blancos espec?ficos. Ella agarr? la mu?eca de Desoto. Al mismo tiempo, utiliz? su propio impulso para arrojarlo a la puerta del s?tano. El hombre gigante se estrell? fuertemente. Luego Avery gir? y le dio una patada a un atacante en el est?mago. Despu?s de eso, todo se movi? en c?mara lenta. Agredi? a cada uno de los cinco hombres. Un pinchazo en la garganta hizo que uno cayera al suelo. Una patada en la ingle seguida de otro fuerte golpe hizo que otro se estrellara contra la mesa rota. Perdi? al hermano menor de Desoto de vista por un segundo. Se volvi? para verlo a punto de golpearla con un par de manoplas. Ram?rez entr? en juego y lo tir? al suelo. Desoto rugi? y agarr? a Avery por detr?s. El enorme peso de su cuerpo era como un bloque de cemento. Avery no pod?a zafarse. Dio una patada al aire. ?l la levant? y la arroj? contra una pared. Avery se estrell? contra unas estanter?as y todos los contenidos cayeron sobre su cabeza cuando cay? al suelo. Desoto le dio una patada en el est?mago. El golpe fue tan fuerte que la levant?. Le meti? otra patada y su cuello son? del golpe. Desoto se agach?. Sus brazos gruesos la agarraron por el cuello peligrosamente. La levant? y sus pies estaban colgando. “Podr?a romper tu cuello como una ramita”, susurr?. Estaba mareada por los golpes. Le costaba respirar. “Conc?ntrate,” se orden? a s? misma. “O est?s muerta”. Trat? de voltear su cuerpo o zafarse. La sujetaba con demasiada fuerza. Algo choc? contra la espalda de Desoto. Avery volvi? al suelo y mir? hacia atr?s para ver a Ram?rez con una silla. “?Eso no te doli??”, pregunt? Ram?rez. Desoto gru??. Avery se recuper?, levant? el pie y pisote? los dedos de sus pies con su tac?n. “?Ay!”, grit? Desoto. Llevaba una camisa blanca, shorts color canela y chancletas. El tac?n de Avery definitivamente hab?a fracturado dos huesos. La solt? instintivamente y, para cuando estuvo preparado para agarrarlo de nuevo, Avery ya estaba en posici?n. Le meti? un pu?o en la garganta y luego un gancho a su plexo solar. Hab?a un bate de hierro en el suelo. Ella lo tom? y le meti? un batazo en la cabeza. Desoto qued? inerte al instante. Dos de sus hombres ya estaban en el suelo, incluyendo su hermano menor. Un tercero sac? su pistola. Avery golpe? su mano con el bate, y luego le meti? otro batazo en la cara. El hombre se estrell? contra una pared. Los ?ltimos dos hombres hab?an atacado a Ram?rez. Avery golpe? el bate contra las rodillas de uno de ellos. Se volte? y ella le meti? un batazo en el pecho y lo pate? en la cara. Baj? el bate contra su pecho y le dio una fuerte patada en la cara. El otro hombre le dio un pu?etazo en la mand?bula y ambos se estrellaron contra la mesa de p?quer. El hombre estaba encima de ella, cay?ndole a golpes. Avery finalmente pudo agarrar su mu?eca y rod?. Se le cay? de encima y ella fue capaz de girar y tomar su brazo. Ella estaba perpendicular a su cuerpo. Sus piernas estaban sobre su barriga y su brazo estaba recto y extendido. “?Su?ltame! ?Su?ltame!”, grit? ?l. Ella levant? una pierna y le dio muchas patadas en la cara hasta que perdi? el conocimiento. “?J?dete!”, grit?. Todo estaba en silencio. Los cinco hombres, incluyendo Desoto, estaban inconscientes. Ram?rez gimi? y se puso de rodillas. “Dios...”, susurr?. Avery vio una pistola en el suelo. La tom? y apunt? la puerta del s?tano. Tito apareci? justo despu?s de haber apuntado. “?No levantes el arma!”, grit? Avery. “?Me escuchaste? No lo hagas”. Tito mir? la pistola que ten?a en la mano. “Te disparar? si levantas esa arma”. Tito no pod?a creer lo que hab?a pasado en la sala, qued? boquiabierto cuando vio a Desoto. “?T? hiciste todo esto?”, pregunt?. “?Suelta el arma!”. Tito la apunt?. Avery le dispar? dos veces en el pecho y lo envi? volando de nuevo a las escaleras. CAP?TULO OCHO Avery estaba afuera de la cafeter?a y ten?a una bolsa de hielo sobre su ojo. Ten?a dos moretones desagradables debajo de la bolsa, y su mejilla estaba hinchada. Tambi?n le era dif?cil respirar, y eso le hizo pensar que se hab?a fracturado una costilla, y su cuello todav?a estaba dolorido y rojo del agarre de Desoto. A pesar del abuso, Avery se sent?a bien. M?s que bien. Hab?a acabado con un asesino gigante y otros cinco hombres. “Lo hiciste”, pens?. Hab?a pasado a?os aprendiendo a pelear, un sinn?mero de a?os y horas en el ring, haciendo sparring consigo misma. Hab?a tenido otras peleas antes, pero ninguna contra cinco hombres al mismo tiempo, y ciertamente ninguna en contra de alguien tan poderoso como Desoto. Ram?rez estaba sentado en la acera. Hab?a estado a punto de colapsar desde lo sucedido en el s?tano. En comparaci?n con Avery, estaba en mal estado: ten?a el rostro lleno de cortes e inflamaciones y constantes ataques de v?rtigo. “Fuiste un animal en el s?tano”, murmur?. “Un animal…”. “?Gracias?”, dijo. La cafeter?a de Desoto quedaba en el coraz?n de la A7, as? que Avery se hab?a sentido obligada a llamar a Simms para pedir refuerzos. Una ambulancia estaba en la escena, junto con numerosos polic?as de la A7 para arrestar a Desoto y sus hombres por asalto, posesi?n de armas y otras infracciones menores. El cuerpo de Tito, envuelto en una bolsa negra, fue cargado en la parte trasera de la ambulancia. Simms apareci? y neg? con la cabeza. “Hay un desastre ah? abajo”, dijo. “Gracias por el papeleo extra”. “?Preferir?as que hubiera llamado a mi gente?”. “No”, admiti?. “Creo que no. Tenemos tres departamentos diferentes tratando de culpar a Desoto por algo, as? que esto al menos podr?a ayudarnos con la causa. Sin embargo, no s? en qu? estabas pensando entrando en ese lugar sin refuerzos, pero bien hecho. ?C?mo derribaste a los seis sola?”. “Tuve ayuda”, dijo Avery, asintiendo con la cabeza hacia Ram?rez. Ram?rez levant? una mano en reconocimiento. “?Qu? pas? con el asesinato del yate?”, pregunt? Simms. “?Alguna conexi?n?”. “No creo”, dijo. “Dos de sus hombres robaron la tienda dos veces. Desoto no sab?a nada, y eso lo molest?. Si los otros dos empleados corroboran la historia, creo que est?n exonerados. Quer?an dinero, no matar a la propietaria de una tienda”. Otro polic?a apareci? y salud? a Simms. Simms toc? el hombro de Avery. “Es mejor que te vayas”, dijo. “Ya los van a sacar del s?tano”. “No”, dijo Avery. “Me gustar?a verlo”. Desoto era tan grande que tuvo que agacharse para poder salir por la puerta principal. Ten?a a dos polic?as a cada lado, y ten?a a otro atr?s. En comparaci?n con todos los dem?s, parec?a un gigante. Sus hombres fueron sacados detr?s de ?l. Todos ellos fueron conducidos hacia una camioneta policial. A lo que se acerc? a Avery, Desoto se detuvo y se dio la vuelta; ninguno de los polic?as pudo hacer que se moviera. “Black”, dijo. “?S??”, respondi?. “?Recuerdas el blanco del que estabas hablando?”. “?S??”. “Clic, clic, bum”, dijo con un gui?o. ?l la mir? por otro segundo antes de permitir que la polic?a lo metiera en la furgoneta. Ser amenazada era parte del trabajo. Avery aprendi? eso hace mucho tiempo, pero una persona como Desoto era intimidante. Se mantuvo firme y le devolvi? la mirada hasta que se fue, pero en su interior estaba a punto de desmoronarse. “Necesito un trago”, dijo. “Ni lo pienses”, murmur? Ram?rez. “Me siento como una mierda”. “Mira, hagamos algo”, dijo. “Iremos al bar que quieras. Tu escoges”. Se anim? al instante. “?En serio?”. Avery nunca se hab?a ofrecido a ir a un bar al que Ram?rez quer?a ir. Cuando sal?a, beb?a con todos, mientras que Avery eleg?a bares tranquilos cerca de su propio vecindario. Desde que hab?an tenido una especie de relaci?n, Avery no lo hab?a invitado a salir ni una sola vez, ni tampoco se hab?a tomado una copa con otra persona en su apartamento. Ram?rez se puso de pie demasiado r?pido, se mare? y luego se recuper?. “Ya s? el lugar, vamos”, dijo. CAP?TULO NUEVE “?Dios santo!”, dijo Finley, medio ebrio. “?Acabas de derribar a seis miembros del Escuadr?n de la muerte de Chelsea, entre ellos Juan Desoto? No lo creo. No lo puedo creer. Desoto es un monstruo. Algunas personas ni siquiera creen que existe”. “Lo hizo”, jur? Ram?rez. “Estuve all?. Te lo estoy diciendo, s? lo hizo. La chica es una maestra del kung fu. La hubieras visto. Tan r?pida como un rayo. Jam?s hab?a visto algo as?. ?C?mo aprendiste a pelear as??”. “Muchas horas en el gimnasio”, dijo Avery. “No ten?a vida. Tampoco ten?a amigos. Yo, un saco y mucho sudor y l?grimas”. “Tienes que ense?arme algunos de esos movimientos”, dijo. “T? tambi?n estuviste genial”, dijo Avery. “Me salvaste dos veces, si mal no recuerdo”. “Es verdad. S? hice eso”, dijo en voz alta para que todos pudieran o?r. Estaban en el Bar Joe’s en la calle Canal, un bar para polic?as que quedaba a solo unas cuadras de la estaci?n de polic?a A1. En la gran mesa de madera estaban todos los que hab?an trabajado con Avery anteriormente: Finley, Ram?rez, Thompson y Jones, junto con otros dos agentes que eran amigos de Finley. El supervisor de homicidios de la A1, Dylan Connelly, estaba en otra mesa cercana, tom?ndose un trago con unos hombres que trabajaban en su unidad. De vez en cuando levantaba la mirada para llamar la atenci?n de Avery. Thompson era la persona m?s grande de todo el bar. Pr?cticamente albino, ten?a la piel muy clara, con pelo rubio y fino, labios gruesos y ojos claros. Mir? a Avery amargamente. “Yo podr?a derribarte”, declar?. “Yo podr?a derribarla”, espet? Finley. “Ella es una chica. Las chicas no pueden luchar. Todos saben eso. Tuvo suerte. Desoto estaba enfermo y sus hombres fueron repentinamente cegados por su belleza. No los derrib? as? no m?s. No puede ser”. Jones, un jamaiquino esbelto y mayor, se inclin? hacia delante con inter?s. “?C?mo derribaste a Desoto?”, pregunt?. “En serio. No me jodas con lo del gimnasio. Yo voy al gimnasio tambi?n y m?rame. Apenas gano kilos”. “Tuve suerte”, dijo Avery. “S?, pero, ?c?mo?”. ?l realmente quer?a saberlo. “Jiu-jitsu”, dijo. “Yo sol?a ser una corredora cuando era abogada pero, despu?s de todo ese esc?ndalo, correr por la ciudad dej? de agradarme. Me inscrib? en una clase de jiu-jitsu y pasaba horas all? todos los d?as. Creo que estaba tratando de purgar mi alma o algo as?. Me gust?. Mucho. Tanto as? que el instructor me dio las llaves del gimnasio y me dijo que pod?a ir cuando quisiera”. “Puto jiu-jitsu”, dijo Finley como si fuera una mala palabra. “No necesito ning?n karate. ?Solo llamo a mi equipo y bum!”, exclam? y simul? disparar una ametralladora. “?Har?n volar a todos!”. Pidieron una ronda de chupitos para conmemorar el evento. Avery jug? billar americano, lanz? dardos y a las diez ya estaba muy borracha. Esta era la primera vez que sal?a con el equipo, y eso la hac?a sentir como si realmente encajaba. En un momento raro y extremadamente vulnerable, hasta hab?a puesto su brazo alrededor de Finley en la mesa de billar. “Me agradas, Finley”, dijo. Finley, aparentemente deslumbrado por su detalle y el hecho de que una diosa alta y rubia estaba parada a su lado, se qued? moment?neamente sin habla. Ram?rez se qued? cabizbajo en el bar. Hab?a pasado toda la noche sentado solo. Avery casi se cay? cuando comenz? a caminar hacia all?. Puso su brazo alrededor de su cuello y lo bes? en la mejilla. “?Ahora te sientes mejor?”, pregunt?. “Eso doli?”. “Ay”, dijo. “V?monos de aqu?. Te har? sentir mejor”. “No”, murmur?. “?Qu? te pasa?”. Ram?rez se ve?a angustiado cuando se dio la vuelta. “T?”, dijo. “Eres incre?ble en todo lo que haces. ?Y yo qu?? A veces siento que soy tu secuaz. ?Sabes qu?? Hasta que llegaste t?, pens? que era un gran polic?a, pero cada vez que estamos juntos solo veo mis defectos. Esta ma?ana, ?qui?n m?s podr?a haber detenido a ese tipo? En el muelle, ?qui?n m?s podr?a haber visto lo que viste? ?Qui?n m?s podr?a haber logrado que Desoto te dejara pasar para luego derribarlo? Eres tan buena, Avery, que me hace cuestionar mi propio valor”. “No mames”, dijo Avery y puso su frente en contra de la suya. “Eres un gran polic?a. Me salvaste la vida. De nuevo. Desoto me hubiese partido el cuello en dos”. “Cualquiera pudo haber hecho eso”, dijo, alejando su frente. “Eres el polic?a mejor vestido que conozco”, dijo. “Y el polic?a m?s entusiasta. Siempre me haces sonre?r con tu actitud positiva”. “?En serio?”. “S?”, dijo. “Sobreanalizo las cosas demasiado. Y a veces paso largos ratos haci?ndolo. T? me obligas a salir de mi mente y me haces sentir como una mujer”. Ella le dio un beso en los labios. Ram?rez baj? la cabeza. “Gracias por eso”, dijo. “En serio. Gracias. Eso significa mucho. Estoy bien. Solo dame un minuto, ?de acuerdo? D?jame terminar mi trago y pensar en algunas cosas”. “Claro”, dijo. El bar estaba a?n m?s lleno que cuando llegaron. Avery escane? la multitud. Thompson y Jones se hab?an ido. Finley estaba jugando billar americano. Hab?a otros agentes que reconoc?a de la oficina, pero nadie que realmente quer?a saludar. Dos hombres bien vestidos la miraron y se?alaron sus bebidas. Ella neg? con la cabeza. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693703&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.