Êàê ÷àñòî ÿ âèæó êàðòèíêó òàêóþ Âîî÷èþ, èëè îíà òîëüêî ñíèòñÿ: Äâå äåâî÷êè-ãåéøè î ÷¸ì-òî òîëêóþò, Çàáûâ, ÷òî äàâíî èì ïîðà ðàñõîäèòüñÿ. Íà óëèöå ò¸ìíîé âñå äâåðè çàêðûòû. Ëåíèâîå ïëàìÿ â ôîíàðèêå ñîííîì… À äåâî÷êè-ãåéøè êàê áóäòî çàáûòû Äâóìÿ îãîíüêàìè â ïðîñòðàíñòâå áåçäîííîì. Íó ÷òî âàì íå ñïèòñÿ, ïðåêðàñíûå ãåéøè? Âåäü äàæå ñâåð÷êè íåóìîë÷íû

Una Raz?n Para Aterrarse

Una Raz?n Para Aterrarse Blake Pierce Un Misterio de Avery Black #6 Una historia din?mica que te atrapa desde el primer cap?tulo y no te deja ir. Midwest Book Review, Diane Donovan (sobre Una vez desaparecido) Del autor exitoso de misterio Blake Pierce llega una nueva obra maestra del suspenso psicol?gico: la serie de misterio de Avery Black, la cual contin?a con UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) . La serie comienza con UNA RAZ?N PARA MATAR (Libro #1), ?una descarga gratuita con m?s de 1. 000 opiniones de cinco estrellas! Una mujer aparece muerta en el cl?set de su propio apartamento, su cuerpo cubierto de ara?as venenosas, lo cual deja a la polic?a de Boston desconcertada. Dado que todas las pistas han llevado a callejones sin salidas, temen que el asesino vuelva a atacar. Desesperada, la polic?a no tiene m?s remedio que recurrir a la detective de homicidios de Boston m?s brillante y controvertida, Avery Black. Ahora retirada, Avery, en un muy mal momento personal, acepta ayudar a rega?adientes. Pero cuando otros cuerpos aparecen muertos, asesinados en formas grotescas e inusuales, Avery no puede evitar preguntarse si un asesino en serie est? suelto. Con la intensa presi?n medi?tica y el estr?s de tener una nueva compa?era sin experiencia, Avery es empujada a su l?mite mientras lucha por resolver el caso extra?o… y mantenerse alejada del precipicio al mismo tiempo. Avery se encuentra a s? misma meti?ndose cada vez m?s en la mente retorcida del asesino, quien tiene m?s secretos de los que Avery podr?a imaginar. El libro m?s fascinante e impactante de la serie, un thriller psicol?gico oscuro con suspenso emocionante, UNA RAZ?N PARA ATERRARSE te dejar? pasando p?ginas hasta bien entrada la noche. Una obra maestra de misterio y suspenso. Pierce desarroll? muy bien a los personajes psicol?gicamente, tanto as? que sientes que est?s en sus mentes, vives sus temores y aclamas sus ?xitos. La trama es muy inteligente y te mantendr? entretenido durante todo el libro. Este libro te mantendr? pasando p?ginas hasta bien entrada la noche debido a sus giros inesperados. Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre Una vez desaparecido) U N A R A Z ? N P A R A A T E R R A R S E (UN MISTERIO DE AVERY BLACK — LIBRO 6) B L A K E P I E R C E Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com/) para saber m?s y mantenerte en contacto. Derechos de autor © 2018 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. A excepci?n de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperaci?n sin el previo permiso del autor. Este libro electr?nico est? licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustar?a compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si est?s leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regr?salo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginaci?n del autor o se emplean como ficci?n. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Los derechos de autor de la imagen de la cubierta son de Karuka, utilizada bajo licencia de shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Book #1) EL TIPO PERFECTO (Book #2) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE Al LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) UNA VEZ LATENTE (Libro #14) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE DESEE (Libro #3) ANTES DE QUE ARREBATE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE SE APROVECHE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) ANTES DE QUE SE DESCUIDE (Libro #11) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK UNA RAZ?N PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) CONTENIDO PR?LOGO (#uc513fc4c-3e1b-5760-9a38-f90e03f274a2) CAP?TULO UNO (#u99a7a485-2744-50ed-8b89-9b775a114e31) CAP?TULO DOS (#u8f075669-5a02-595c-942a-124d3f592eab) CAP?TULO TRES (#u75c51147-10db-5e9a-af62-d147e4496563) CAP?TULO CUATRO (#u63f34193-0b68-5151-bce2-e71060faeca4) CAP?TULO CINCO (#ub5fcf9a9-44e8-53dd-8360-befb9a711691) CAP?TULO SEIS (#u4757fc0c-a8b3-58b9-bb2f-4a9de42bd868) CAP?TULO SIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO OCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo) EP?LOGO (#litres_trial_promo) PR?LOGO Roosevelt “Rosie” Dobbs camin? hasta el porche del apartamento 2B con su modo de andar habitual. Si alguien hubiera estado por all?, lo habr?a o?do maldiciendo por lo bajo. Rosie golpe? la puerta con su pu?o gigante. Con cada golpe, vio el rostro del hombre que viv?a en el 2B. Un imb?cil pretencioso llamado Alfred Lawnbrook, del tipo que se cre?a mejor que los dem?s a pesar de que viv?a en un apartamento de segunda en una de las peores zonas de la ciudad. Nunca hab?a pagado su renta a tiempo. Durante los dos a?os que hab?a estado viviendo en el apartamento, siempre hab?a pagado con una semana de retraso. Esta vez hab?an pasado tres semanas… y Rosie estaba harto. Si Lawnbrook no le pagaba el alquiler hoy mismo, lo echar?a. Era s?bado, poco despu?s de las nueve de la ma?ana. El auto de Lawnbrook estaba estacionado en su lugar habitual, as? que Rosie sab?a que estaba en casa. Pero no hab?a abierto la puerta, a pesar de lo duro que estaba tocando. Rosie dio un ?ltimo golpe violento y decidi? usar su voz. —Lawnbrook, ??breme la puerta ya! Y m?s te vale que tengas la renta en mano cuando lo hagas. Rosie trat? de ser paciente. Esper? aproximadamente diez segundos antes de pegar otro gran grito: —?Lawnbrook! Cuando a?n no hubo respuesta, Rosie desenganch? el gran llavero que llevaba en un mosquet?n en su cadera. Busc? hasta encontrar la llave del 2B. Sin otra advertencia, Rosie meti? la llave en la cerradura, gir? el pomo y entr? en el apartamento. —?Alfred Lawnbrook! Es Rosie Dobbs, tu arrendador. Llevas tres semanas retrasado con el alquiler y… Pero Rosie supo enseguida que no iba a obtener una respuesta. Todo estaba tan quieto y silencioso que supo que Lawnbrook no estaba en casa. «No, no es eso. Es otra cosa… Aqu? pas? algo. Algo malo…», pens? Rosie. Rosie avanz?, pero se detuvo cuando lleg? al centro de la sala de estar. En ese momento se percat? del olor. Al principio, le record? a papas podridas. Pero el olor era distinto, m?s sutil. —?Lawnbrook?— repiti?, pero esta vez con miedo en su voz. Una vez m?s, no hubo respuesta… aunque Rosie no hab?a estado esperando una. Camin? por la sala de estar y se asom? en la cocina, pensando que tal vez hab?a dejado comida afuera que se hab?a echado a perder. Pero la cocina estaba bastante limpia y, debido a su peque?o tama?o, era evidente que no hab?a nada fuera de lugar. «Llama a la polic?a. Sabes que algo anda mal, as? que llama a la polic?a y l?vate las manos», pens? Rosie. Pero la curiosidad era tremenda droga, as? que Rosie sigui? indagando. Empez? por el pasillo y su intuici?n lo llev? derechito a la puerta de la habitaci?n. El olor se torn? m?s desagradable y supo de inmediato qu? se encontrar?a. Pero no pudo evitar seguir adelante. ?l ten?a que saber… ten?a que ver. La habitaci?n de Lawnbrook estaba un poco desordenada. Algunas cosas se hab?an ca?do de su mesa de noche, incluyendo su cartera, un libro y una foto enmarcada. Las persianas de pl?stico en la ventana estaban un poco torcidas, las de abajo dobladas. Y aqu?, el olor era peor. No era insoportable, pero ciertamente no era algo que Rosie quer?a respirar por mucho m?s tiempo. La cama estaba vac?a y no hab?a nada que ver en el espacio entre la c?moda y la pared. Con un nudo en la garganta, Rosie se volvi? hacia el cl?set. La puerta estaba cerrada y de alguna forma eso fue peor que el olor. Sin embargo, su curiosidad morbosa lo impuls? y Rosie se encontr? dirigi?ndose al cl?set. Toc? la perilla y por un momento crey? poder sentir el terrible olor, pegajoso y caliente. Antes de girar la perilla, vio algo por el rabillo del ojo. Mir? sus pies, pensando que sus nervios le estaban jugando una mala pasada. Pero no... Definitivamente hab?a visto algo. Dos ara?as salieron por debajo de la puerta. Los dos eran bastante grandes, una del tama?o de una moneda y la otra tan grande que apenas cab?a por la rendija. Rosie dio un salto hacia atr?s, sorprendido, y solt? un grito. Las ara?as se metieron debajo de la cama y, cuando se volvi? a mirarlas, vio unas cuantas ara?as aferradas a la cama tambi?n. La mayor?a de ellas eran peque?as, pero hab?a una del tama?o de un sello postal en la almohada. La adrenalina lo impuls?. Rosie cogi? la perilla, la gir? y abri? la puerta. Intent? gritar, pero sus pulmones parec?an estar paralizados. Lo ?nico que sali? de su garganta fue un ruido ahogado mientras se alej? lentamente de lo que hab?a visto en el cl?set. Alfred Lawnbrook estaba extendido en la esquina trasera del cl?set. Su cuerpo estaba p?lido e inm?vil. Tambi?n estaba casi totalmente cubierto de ara?as. Vio algunas telara?as en su cuerpo. Una telara?a en su brazo derecho era tan espesa que Rosie no pudo ver su piel. La mayor?a de las ara?as eran peque?as y se ve?an inofensivas, pero tambi?n vio unas grandes. Mientras Rosie se qued? mirando horrorizado, una ara?a del tama?o de una pelota de golf comenz? a andar por la frente de Lawnbrook. Otra m?s peque?a se subi? por su labio inferior. Ver eso hizo que Rosie saliera corriendo. Casi se tropez? con sus propios pies mientras sali? de la habitaci?n gritando, manoteando su nuca con fuerza, sintiendo que ten?a millones de ara?as trepando por todo su cuerpo. CAP?TULO UNO Dos meses antes… Mientras Avery Black abr?a una de las muchas cajas todav?a dispersas en su nuevo hogar, se pregunt? por qu? hab?a esperado tanto tiempo para mudarse de la ciudad. No la extra?aba en lo absoluto y en realidad estaba empezando a resentir el hecho de haber perdido tanto tiempo all?. Mir? dentro de la caja, con la esperanza de encontrar su iPod. No marc? nada cuando abandon? su apartamento en Boston. Hab?a metido todo en cajas apresuradamente y mudado durante el transcurso de un d?a. Eso fue hace tres semanas y a?n le quedaban cosas por desempacar. De hecho, sus s?banas estaban en algunas de esas cajas, pero hab?a elegido dormir en el sof? durante las ?ltimas tres semanas. La caja no conten?a su iPod, pero s? las pocas botellas de licor que le quedaban. Sac? un vaso de la caja, lo llen? con una buena dosis de whisky americano y sali? al porche. Entrecerr? los ojos ante la luz brillante de la ma?ana y tom? un trago de whisky americano. Despu?s de disfrutar de la sensaci?n del trago, tom? otro. Luego mir? su reloj y vio que apenas eran las diez de la ma?ana. Se encogi? de hombros y se dej? caer en la vieja mecedora que hab?a estado en el porche cuando compr? la casa. Mir? su nuevo entorno y pens? que podr?a vivir el resto de su vida aqu? con bastante comodidad. La casa no era una caba?a en s?, pero era bastante r?stica. Era de un solo piso y ten?a un interior moderno. En t?rminos de su direcci?n postal, estaba cerca del estanque Walden, pero lo suficientemente alejada de la zona para tambi?n ser considerada “en el medio de la nada”. Su vecino m?s cercano estaba a casi un kil?metro de distancia y lo ?nico que pod?a ver m?s all? de su propio porche y ventana trasera de la cocina eran ?rboles. Nada de cl?xones. Nada de peatones apurados mirando sus celulares. Nada de tr?fico. Nada de ese olor habitual a gasolina y escape ni el zumbido de motores. Bebi? otro trago de whisky americano y escuch? sus alrededores. Nada. Absolutamente nada. Bueno, eso no era necesariamente cierto. O?a dos p?jaros y el leve crujido de los ?rboles movi?ndose en la brisa fr?a de finales de oto?o. Hab?a hecho todo lo posible para hacer que Rose se viniera para ac? con ella. Su hija hab?a sufrido mucho y sab?a que quedarse en la ciudad no la ayudar?a a sanar. Pero Rose se hab?a negado. De hecho, Rose se hab?a negado rotundamente. A lo que se calmaron las aguas de su ?ltimo caso, Rose necesit? a alguien a quien culpar por la muerte de su padre. Y, como de costumbre, hab?a culpado a Avery. Por mucho que le dol?a, Avery lo entend?a; se habr?a comportado de la misma manera si estuviera en sus zapatos. Durante su mudanza al bosque, Rose la hab?a acusado de huir de sus problemas. Y Avery no tuvo reparos en admitirlo. Hab?a venido aqu? para escapar de los recuerdos de su ?ltimo caso, m?s bien de los ?ltimos meses de su vida, para ser honesta. Hab?an estado tan cerca de recuperar la relaci?n que alguna vez hab?an tenido. Pero cuando el padre de Rose muri?, as? como tambi?n Ram?rez, un hombre que hab?a empezado a aceptar como el pretendiente de su madre, todo se desmoron?. Rose culpaba a Avery por la muerte de su padre, y Avery tambi?n estaba empezando a culparse a s? misma. Avery cerr? los ojos y se acab? el vaso de whisky americano. Escuch? los sonidos tranquilos del bosque y dej? que la calidez del whisky americano la reconfortara. Hab?a dejado que una calidez similar la reconfortara durante el transcurso de las ?ltimas tres semanas, emborrach?ndose un pu?ado de veces, una vez tanto que pas? horas inconsciente. Hab?a pasado esa noche encorvada sobre un inodoro gimiendo sobre Ram?rez y el futuro que hab?an estado tan cerca de tener. Avery se sent?a avergonzada cuando recordaba eso. La hac?a querer no beber nunca m?s. Nunca hab?a sido una gran bebedora, pero el licor y el vino la hab?an ayudado mucho durante estas ?ltimas tres semanas. «?Ayudado en qu??», se pregunt? mientras se levant? de la mecedora y entr? a la casa. Ella observ? el whisky americano, tentada a seguir bebiendo y emborracharse antes del mediod?a para poder soportar otro d?a. Pero sab?a que eso era cobarde. Ten?a que superar esto por su cuenta, con cabeza fr?a. As? que guard? el whisky americano y las otras botellas de licor en un gabinete de la cocina. Luego pas? a la siguiente caja, todav?a buscando el iPod. Vio una pila de ?lbumes de fotos adentro de la caja. Como hab?a estado pensando en Rose en el porche, Avery decidi? sacarlos… y lo hizo a toda prisa. Hab?a tres en total, uno de los cuales estaba lleno de fotos de sus d?as universitarios. Ella ignor? este por completo y abri? el segundo. Vio el rostro de Rose de inmediato. Ten?a doce a?os, y estaba en un trineo con un sombrero cubierto de nieve. Rose todav?a ten?a doce en la siguiente foto. En esta, ella estaba pintando lo que parec?a un campo de girasoles en un caballete en su antiguo dormitorio. Avery mir? las fotos hasta que lleg? a una que hab?a sido tomada hace solo tres Navidades. Rose y Jack, su padre, estaban bailando graciosamente frente a un ?rbol de Navidad. Ambos estaban sonriendo de oreja a oreja. El gorro de Santa de Jack estaba torcido en su cabeza y los adornos brillaban en el fondo. Eso fue como una pu?alada al coraz?n, y en ese momento fue inundada con una necesidad intensa de llorar. No hab?a sentido el impulso ni una sola vez desde que se hab?a mudado aqu?, ya que se hab?a vuelto bastante buena en reprimir tales cosas durante su carrera. Pero el impulso lleg? y, de la nada, antes de que pudiera luchar, su boca se abri? y solt? un gemido de agon?a. Se agarr? el coraz?n, como si ese cuchillo imaginario realmente estuviera all?, y se dej? caer al piso. Trat? de levantarse, pero su cuerpo no quiso cooperar. —No —parec?a decirle—. Vas a permitirte este momento y vas a llorar. Vas a sollozar. Vas a sentir. ?Y qui?n sabe? Quiz? te sientas mejor. Se aferr? al ?lbum de fotos, presion?ndolo contra su pecho. Llor? mucho, permiti?ndose ser vulnerable durante un momento. Odiaba lo bien que se sent?a soltar, quebrantarse. Ella gimi? y llor?, sin decir nada, sin decir el nombre de nadie, sin cuestionar a Dios ni orar. Simplemente hizo el luto. Y se sinti? bien. Como un exorcismo. No supo cu?nto tiempo paso all? sentada en el piso entre cajas. Lo ?nico que supo fue que, cuando se puso de pie, ya no sinti? ganas de adormecerse con licor. Necesitaba tener la cabeza despejada, necesitaba ordenar sus pensamientos. Sinti? un dolor familiar en las manos, algo a?n m?s fuerte que la necesidad de beber para adormecer sus emociones. Apret? los pu?os y pens? en blancos de papel y pol?gonos de tiros. Se sinti? un poco mejor al pensar en las pocas cosas que ten?a en el dormitorio que alg?n d?a de estos organizar?a y decorar?a. No hab?a mucho all?, pero s? hab?a una cosa que casi hab?a olvidado. Poco a poco, tratando de animarse a s? misma mientras caminaba por la sala de estar llena de cajas, Avery entr? en el dormitorio. Se qued? parada en la puerta por un momento y estudi? el arma que estaba apoyada en una esquina. El rifle era un Remington 700 que hab?a tenido desde su graduaci?n de la universidad. Durante su ?ltimo a?o en la universidad, hab?a planeado mudarse a alg?n lugar remoto con el fin de cazar venados en los inviernos. Era algo que su padre siempre hac?a y, aunque ella no era particularmente buena para cazar, lo hab?a disfrutado mucho. Sus amigas se burlaban de ella por eso y probablemente hab?a asustado a unos cuantos novios en la escuela secundaria debido a su inter?s por el deporte. Cuando su padre falleci?, su madre le rog? que se llevara el arma ya que crey? que eso era lo que su padre hubiera querido. El rifle la hab?a acompa?ado en muchas cosas, siendo trasladado de mudanza en mudanza, por lo general guardado en un cl?set o debajo de una cama. Dos d?as despu?s de mudarse a esta casa, lo hab?a llevado a una tienda de armas para que lo limpiaran. Cuando lo fue a buscar, tambi?n compr? tres cajas de cartuchos. Suponiendo que deb?a aprovechar su buen ?nimo, se desnud? y se coloc? ropa t?rmica. No hab?a demasiado fr?o esta ma?ana, pero ella no estaba acostumbrada a estar en el bosque. No ten?a nada de camuflaje, as? que decidi? ponerse unos pantalones color verde oscuro y un su?ter negro. Sab?a que no era un atuendo muy seguro para ir a cazar ciervos, pero no le quedaba de otra. Se puso un par de guantes delgados (luego de pasar un largo rato buscando en unas cajas para encontrarlos), se puso los zapatos m?s robustos que ten?a y sali? de la casa. Se meti? en su auto y condujo tres kil?metros a un tramo de carretera que daba a una gran extensi?n de bosque que era propiedad del hombre al que le hab?a comprado la casa. El hombre le hab?a dado permiso para cazar en sus tierras, casi como un extra por haber comprado la casa diez mil d?lares sobre el precio de venta. Encontr? un lugar al lado de la carretera que era evidente que era bastante frecuentado por cazadores. Estacion? su auto all?, el lado del conductor apenas fuera de la carretera. Luego tom? el rifle y se dirigi? hacia el bosque. Se sent?a tonta por estar andando por el bosque. No hab?a cazado en cinco a?os m?s o menos, desde el mismo fin de semana que recibi? el arma de su madre. No ten?a el equipo adecuado, ni las botas adecuadas, ni el olor de ciervos para rociar en los ?rboles, ni los gorros o chalecos naranja. Pero tambi?n sab?a que era un mi?rcoles por la ma?ana y que el bosque estar?a pr?cticamente vac?o. Se sent?a como la chica t?mida que solo jugaba al baloncesto sola y se iba cuando chicos m?s talentosos entraban en el gimnasio. Camin? por veinte minutos hasta llegar a un terreno elevado. Camin? con mucha precauci?n, con la misma que hab?a practicado como detective de homicidios. El arma en sus manos se sent?a bien, aunque un poco extra?a. Estaba acostumbrada a armas mucho m?s peque?as, en particular a su Glock, por lo que el rifle se sent?a bastante potente. Cuando lleg? a la cima de la colina, vio un roble ca?do a varios metros de distancia. Lo utiliz? para ocultarse, sent?ndose en el suelo y luego baj?ndose un poco con la espalda apoyada en el ?rbol ca?do. En una posici?n reclinada, coloc? el rifle a su lado y levant? la mirada hacia las copas de los ?rboles. Se qued? all? con toda tranquilidad, sinti?ndose a?n m?s encerrada que como se hab?a sentido hace una hora en el porche. Sonri? cuando se imagin? a Rose aqu? con ella. Rose odiaba casi todo que tuviera que ver con la naturaleza y probablemente perder?a la cabeza si supiera que su madre estaba sentada en el bosque con un rifle, tratando de matar un ciervo. Pensar en Rose ayud? a Avery a despejar su mente un poco y concentrarse en todo a su alrededor. Y cuando ella era capaz de hacer eso, los instintos de su carrera empezaban a activarse. Oy? el crujido de las hojas en el suelo, as? como tambi?n en los ?rboles, donde las ?ltimas hojas tercas se aferraban a pesar del invierno que se avecinaba. Oy? un ruido a su derecha por encima de ella, probablemente una ardilla que hab?a salido. Una vez que se aclimat? a su entorno, cerr? los ojos y se dej? llevar. Oy? todas esas cosas, pero tambi?n vio sus propios pensamientos comenzar a deslizarse en su lugar. Jack y su novia, ambos muertos. Ram?rez, muerto. Pens? en Howard Randall, cayendo a la bah?a, probablemente tambi?n muerto. Y al final de todo, vio a Rose… y c?mo hab?a corrido peligro debido al trabajo de su madre. Rose nunca lo hab?a merecido, nunca lo hab?a pedido. Hab?a hecho todo lo posible para ser una hija compresiva y finalmente hab?a alcanzado su punto de quiebre. Honestamente, a Avery le impresionaba el hecho de lo mucho que hab?a aguantado. Especialmente despu?s de su ?ltimo caso, donde su vida hab?a estado literalmente en peligro. Y esa no hab?a sido la primera vez. El chasquido de una ramita detr?s de ella interrumpi? sus pensamientos. Sus ojos se abrieron de golpe y se encontr? mirando las ramas de los ?rboles sobre ella. Alcanz? lentamente el Remington a lo que oy? otro ruido detr?s de ella. Prepar? el rifle y lo movi? sigilosamente. Inhal? y exhal? lentamente, asegur?ndose de ni siquiera soplar una hoja torcida. Sus ojos recorrieron la zona debajo de la peque?a elevaci?n en la que se ocultaba. Vio el ciervo al oeste, a unos sesenta metros de distancia. No era muy grande, pero al menos era algo. Vio a otro m?s lejos, pero estaba cubierto parcialmente por dos ?rboles. Se elev? un poco, estabilizando el rifle en el lado del roble ca?do. Flexion? el dedo al encontrar el gatillo y agarr? la culata con fuerza. Trat? de apuntar, pero le pareci? un poco m?s dif?cil de lo que hab?a previsto. Cuando vio que ten?a un tiro limpio, dispar?. El chasquido del rifle debido al disparo reson? en el bosque. El retroceso fue notable, pero muy leve. Supo que no hab?a acertado, ya que su codo se hab?a resbalado al apretar el gatillo. Pero no logr? ver al ciervo escapar. Cuando el sonido del disparo reson? en sus o?dos y en el bosque, algo en su mente pareci? temblar y luego congelarse. Por un momento paralizante, no pudo moverse. Y, en ese momento, no estaba en el bosque, no habiendo podido cazar a un ciervo. En su lugar, estaba en la sala de estar de Jack. Hab?a sangre por todas partes. Tanto ?l como su novia hab?an sido asesinados. Ella no hab?a sido capaz de detenerlo y, como tal, se sent?a como si ella misma los hubiera matado. Rose ten?a raz?n. S? fue su culpa. Podr?a haberlo detenido si hubiera sido m?s r?pida, si hubiera sido mejor. La sangre brillaba y los ojos de Jack la miraban, muertos y suplicantes. —Por favor —le dec?an—. Retr?ctate, por favor. Haz lo correcto. Avery solt? el rifle. El ruido del mismo al caer al suelo la trajo de vuelva, y se encontr? sollozando. Las l?grimas brotaron y brotaron. Se sent?an como riachuelos de fuego por su rostro congelado. —Es mi culpa —dijo al bosque—. Fui la culpable. De todo. No solo hab?a sido la culpable de lo que le hab?a sucedido a Jack y su novia… No, sino tambi?n de lo que le hab?a sucedido a Ram?rez. As? como lo que les hab?a sucedido a todos los dem?s que hab?a sido incapaz de salvar. Debi? haber sido mejor. Vio la foto de Jack y Rose en frente al ?rbol de Navidad en su mente. Se enroll? como un ovillo al lado del roble ca?do y comenz? a temblar. «No. No ahora, no aqu?. Recomponte, Avery», pens?. Luch? y se trag? la oleada de emociones. No fue demasiado dif?cil hacerlo. Despu?s de todo, se hab?a hecho bastante buena en eso durante la ?ltima d?cada. Se puso de pie lentamente, recogiendo el rifle del suelo. Mir? el lugar donde los dos ciervos hab?an estado. No se sent?a mal por haber fallado el tiro. Simplemente no le importaba. Regres? por donde hab?a venido, llevando el rifle sobre su hombro y una d?cada de culpa y fracaso en su coraz?n. * En su camino de regreso a la casa, Avery supuso que lo mejor era no haber matado al ciervo. No ten?a ni la menor idea c?mo lo habr?a sacado del bosque. ?Lo habr?a arrastrado a su auto? ?Lo habr?a atado sobre su auto y luego conducido lentamente a casa? Sab?a lo suficiente sobre eso como para saber que era ilegal dejar una caza en el bosque. En cualquier otro momento, la imagen de un ciervo atado sobre su auto le habr?a parecido gracios?sima. Pero en este momento simplemente le parec?a otro descuido. Otra cosa m?s que no hab?a pensado bien. Justo cuando estaba a punto de girar en su carretera, oy? su tel?fono celular sonar. Lo tom? de la consola y vio un n?mero que no conoc?a, pero un c?digo de ?rea que hab?a visto durante la mayor parte de su vida: el de Boston. Atendi? con escepticismo, ya que su carrera le hab?a ense?ado que llamadas de n?meros desconocidos a menudo tra?an problemas. —?Hola? —Hola, ?habla la se?ora Black? ?La se?ora Avery Black? —pregunt? una voz masculina. —S?, ella habla. ?Qui?n es? —Mi nombre es Gary King. Soy el arrendador del lugar donde vive su hija. Indic? que era su pariente m?s cercano en su papeleo y… —?Rose est? bien? —pregunt? Avery. —Que yo sepa, s?. Pero la estoy llamando por otros asuntos. En primer lugar, est? atrasada en su renta. Lleva dos semanas de atraso, y esta es la segunda vez que pasa en tres meses. He ido varias veces para all? para hablar con ella de esto, pero nunca me abre la puerta. Y no me devuelve las llamadas. —Ciertamente no me necesita para eso —dijo Avery—. Rose es una mujer adulta y puede lidiar con ser rega?ada por un arrendador. —Bueno, no es solo eso. He recibido llamadas de su vecina quej?ndose de llantos fuertes por las noches. Esta misma vecina afirma ser buen amiga de Rose. Ella dice que Rose ha estado rara ?ltimamente. Dice que ha repetido mucho que todo es una mierda y que la vida carece de sentido. Est? preocupada por Rose. —?Y qui?n es esta amiga? —pregunt? Avery. Era dif?cil luchar contra esto, pero se sent?a a s? misma comport?ndose como detective. —Lo siento, pero no puedo decirle. Va en contra de la ley. Avery estaba bastante segura de que el Sr. King ten?a raz?n, as? que dej? el asunto. —Entiendo. Gracias por llamar, se?or King. Me comunicar? con ella enseguida. Y me encargar? de que reciba su renta. —Eso est? muy bien y se lo agradezco… pero sinceramente me preocupa m?s lo que podr?a estar pasando con Rose. Es una buena chica. —S?, lo es —dijo Avery antes de finalizar la llamada. Para cuando lo hizo, ya se encontraba a poca distancia de su nuevo hogar. Busc? el n?mero de Rose y realiz? la llamada mientras pis? el acelerador con fuerza. Estaba bastante segura de lo que pasar?a, pero todav?a alberg? la esperanza de que contestara cada vez que el tel?fono repic? en su o?do. Tal como esperaba, termin? oyendo la contestadora. Rose solo hab?a entendido una de sus llamadas desde el asesinato de su padre, y solo porque esa noche hab?a estado borracha. Avery decidi? no dejar un mensaje, sabiendo que Rose no lo escuchar?a, y que mucho menos le devolver?a la llamada. Se estacion? en su entrada, dejando el motor en marcha, y corri? adentro para ponerse ropa m?s presentable. Regres? a su auto tres minutos despu?s y se dirigi? hacia Boston. Estaba segura de que a Rose le molestar?a que su madre viajara a la ciudad solo para ver c?mo estaba, pero Avery no ten?a otro opci?n, dada la llamada de Gary King. Cuando el camino se alis? un poco, Avery aument? la velocidad. No estaba segura de su futuro en t?rminos de su antiguo trabajo, pero sab?a qu? es lo m?s echar?a de menos de ?l: la capacidad de sobrepasar el l?mite de velocidad cada vez que le diera la gana. Rose estaba en problemas. Lo sent?a. CAP?TULO DOS Avery lleg? a la puerta de Rose pasada la una de la tarde. Ella viv?a en un apartamento en planta baja en una zona decente de la ciudad. Ten?a como pagar el apartamento debido a las propinas que recib?a como barwoman en un bar de clase alta, un trabajo que hab?a encontrado poco despu?s de la mudanza de Avery a la caba?a. Su trabajo antes de ese hab?a sido un poco menos glamoroso. Hab?a sido mesera en un restaurante y trabaj? editando para empresas publicitarias en su apartamento. Avery deseaba que Rose terminara la universidad, pero tambi?n sab?a que, entre m?s la presionaba, Rose se sentir?a menos inclinada a elegir ese camino. Avery llam? a la puerta, sabiendo que Rose estaba en casa porque su auto estaba estacionado al lado de la calle. Incluso si eso no la hubiera hecho saber que estaba en casa, desde que se hab?a mudado sola, Rose hab?a optado por aceptar trabajos donde entraba en la noche para poder dormir hasta tarde y pasar todo el d?a echada en casa. Toc? con m?s fuerza cuando Rose no respondi? y pens? en gritar su nombre. Ella decidi? no hacerlo, pensando que su voz ser?a a?n menos bienvenida que la del arrendador que Rose estaba tratando de evitar. «Probablemente sabe que soy yo porque llam? antes de venir», pens?. Dado eso, supuso que lo mejor era recurrir a lo que mejor sab?a hacer: negociar. —Rose —dijo, tocando otra vez—. Abre la puerta. Es tu madre. Y hay fr?o. Ella esper? un momento, pero no escuch? respuesta. En lugar de tocar otra vez, se acerc? a la puerta con calma, par?ndose lo m?s cerca de ella posible. Cuando volvi? a hablar, levant? la voz lo suficiente como para ser escuchada adentro, pero no lo suficiente como para hacer una escena en la calle. —Puedes seguir ignor?ndome si quieres, Rose, pero no me voy a ir. Y si quiero volverme obsesiva al respecto, recuerda lo que sol?a hacer para ganarme la vida. Cr?eme que tengo formas de enterarme d?nde te encuentras en cualquier momento dado. O puedes hacer todo m?s f?cil y simplemente abrir la maldita puerta. Volvi? a tocar despu?s de decir eso. Esta vez, Rose abri? la puerta en cuesti?n de segundos. Se asom? como una mujer que no confiaba en la persona que estaba al otro lado de la puerta. —?Qu? quieres, mam?? —Pasar. Rose lo consider? por un momento y luego abri? la puerta del todo. Avery hizo lo posible por no darle demasiada importancia al hecho de que Rose hab?a perdido algo de peso. Bastante peso, en realidad. Tambi?n se hab?a te?ido el cabello color negro azabache y se lo hab?a alisado. Avery entr? y encontr? el apartamento muy limpio. Hab?a un ukelele en el sof? que se ve?a muy fuera de lugar. Avery lo se?al? y le dio una mirada interrogante. —Solo quer?a aprender a tocar algo —dijo Rose—. La guitarra toma demasiado tiempo y los pianos son muy costosos. —?Eres buena? —pregunt? Avery. —Puedo tocar cinco acordes. Casi puedo tocar toda una canci?n. Avery asinti?, impresionada. Estuvo a punto de pedirle que tocara la canci?n, pero lo pens? mejor. Luego pens? en sentarse en el sof?, pero no quer?a parecer como si estuviera abusando de su hospitalidad. Estaba bastante segura de que Rose no la invitar?a a sentarse de todos modos. —Estoy bien, mam? —dijo Rose—. Si est?s aqu? por eso… —S?, estoy aqu? por eso —dijo Avery—. Y llevo tiempo queriendo hablar contigo. S? que me odias y me culpas por todo lo que pas?. Eso apesta, pero puedo lidiar con eso. Pero hoy me llam? tu arrendador… —Dios m?o —dijo Rose—. Ese idiota codicioso no me deja en paz y… —Quiere su renta, Rose. ?La tienes? ?Necesitas dinero? Rose hizo una mueca ante la pregunta y dijo: —Me gan? trescientos d?lares en propinas anoche. Y hago casi el doble de eso en propinas los s?bados por la noche. As? que no… No necesito dinero. —Excelente. Pero… bueno, tambi?n me dijo que est? preocupado por ti. Que se enter? de algunas cosas que dijiste. No me mientas, Rose. ?C?mo est?s de verdad? —?En serio? —pregunt? Rose—. ?C?mo estoy de verdad? Bueno, extra?o a mi pap?. Y estuve a punto de ser asesinada por el mismo pendejo que lo mat?. Y aunque tambi?n te extra?o, no puedo ni siquiera pensar en ti sin recordar c?mo muri?. S? que eso no est? bien, pero te odio cada vez que pienso en pap? y en c?mo muri?. Y pensarte tambi?n me hace darme cuenta que he sufrido desde que empezaste a trabajar como detective. Fue dif?cil escucharlo, pero tambi?n sab?a que pudo haber sido mucho peor. —?Est?s durmiendo bien? —pregunt?—. ?Y comiendo bien? Rose… ?Cu?nto peso has perdido? Rose neg? con la cabeza y comenz? a caminar hacia la puerta. —Me preguntaste c?mo estoy y ya te contest?. ?Estoy feliz? Por supuesto que no. Pero no voy a cometer una estupidez, mam?. Cuando todo esto pase, estar? bien. Y pasar?. Yo s? que pasar?. Pero no puedo tenerte cerca, sino jam?s lo superar?. —Rose… —No. Mam?… eres t?xica para m?. S? que has intentado arreglar las cosas entre nosotras, que llevas varios a?os intent?ndolo. Pero no est? funcionando y creo que jam?s funcionar? teniendo en cuenta los acontecimientos recientes. As? que… vete, por favor. Vete y deja de llamarme. —Pero Rose, esto es… Rose rompi? a llorar, y luego abri? la puerta y grit?: —Maldita sea mam?, ?podr?as dejarme en paz? Rose luego baj? la mirada al piso, ahogando sus sollozos. Avery contuvo sus propias l?grimas mientras accedi? a su petici?n. Le pas? por al lado, restringi?ndose a s? misma para no abrazarla ni responderle. Simplemente sali? por la puerta. Pero la puerta cerr?ndose de forma violenta tras ella quiz? fue lo peor de todo. *** Avery ya estaba llorando, y ni siquiera hab?a puesto su auto en marcha. Para cuando se encontr? de nuevo en la carretera dirigi?ndose a su nuevo hogar, estaba haciendo todo lo posible para contener sus sollozos. L?grimas corr?an por sus mejillas, y se dio cuenta de que hab?a llorado m?s en los ?ltimos cuatro meses que en toda su vida. Primero hab?a sido muerte de Jack, luego la de Ram?rez. Y ahora esto. Tal vez Rose ten?a raz?n. Tal vez ella era t?xica. Porque, a fin de cuentas, ella era la culpable de las muertes de Jack y Ram?rez. Su carrera ambiciosa hab?a llevado al asesino a sus seres queridos y, como tal, se hab?an convertido en sus objetivos. Y esa misma carrera hab?a alejado a Rose. Por no mencionar el hecho de que esa misma carrera hab?a llegado a su fin. Avery se retir? poco despu?s del funeral de Ram?rez y, aunque sab?a que Connelly y O'Malley le hab?an dejado las puertas abiertas, era una invitaci?n que sab?a que nunca aceptar?a. Se detuvo en su entrada, estacion? el auto y entr? con l?grimas todav?a corriendo por sus mejillas. La triste realidad era que su vida estar?a completamente vac?a si abandonaba su carrera. Su futuro marido hab?a sido asesinado, junto con su ex esposo, y ahora, la ?nica superviviente de su pasado, su hija, no quer?a tener nada que ver con ella. «Y en lugar de solucionarlo, ?qu? hiciste?», se pregunt? a s? misma. Casi sonaba como la voz de Ram?rez, se?alando c?mo estaba empeorando las cosas: —Dejaste la ciudad y huiste al bosque. En lugar de enfrentar el dolor y una vida que se hab?a puesto patas arriba, huiste y pasaste varios d?as bebiendo para olvidar. ?Qu? vas a hacer ahora? ?Volver a huir? ?O tal vez deber?as solucionarlo? Sin embargo, a lo que entr? en la caba?a, se sinti? m?s segura de lo que se hab?a sentido parada en la puerta de Rose. Parec?a disminuir el dolor que hab?a provocado el hecho que su hija le hab?a tirado la puerta en la cara. S?, la hac?a sentirse como una cobarde, pero simplemente no encontraba otra forma de lidiar con eso. «Ella tiene raz?n. Soy t?xica para ella. En los ?ltimos a?os, lo ?nico que he hecho es dificultarle la vida. Todo comenz? cuando puse mi carrera por encima de su padre y luego se agrav? cuando, sin importar lo mucho que lo intentara, mi carrera lleg? a ser hasta m?s importante que ella. Y aqu? estamos de nuevo, en conflicto, aunque ya no ejerzo mi carrera. Y es porque me culpa por el asesinato de su padre… y no est? exactamente equivocada», pens?. Camin? lentamente hacia la cama que a?n no hab?a terminado de armar. Su caja fuerte personal estaba all?, entre la cabecera y el somier. Mientras la abr?a, se le vino a la mente el momento en el que entr? en la sala de estar de Jack y encontr? su cuerpo. Pens? en Ram?rez en el hospital, ya gravemente herido antes de su asesinato. Era la culpable de todo. Y jam?s se perdonar?a a s? misma. Meti? la mano en la caja fuerte y sac? su Glock. Se sent?a familiar en sus manos, como un viejo amigo. Segu?a llorando mientras apoyaba su espalda en la cabecera. Mir? la pistola, estudi?ndola. Hab?a estado en su cadera o espalda durante casi dos d?cadas, m?s cercana a ella que cualquier ser humano. As? que se sinti? demasiado natural cuando se la coloc? debajo de la barbilla. Se sent?a fr?a, pero firme. Solt? un sollozo mientras la acomod?, asegur?ndose de que la bala atravesar?a en el mejor ?ngulo. Su dedo encontr? el gatillo y se estremeci?. Se pregunt? si siquiera escuchar?a la explosi?n y, si lo hac?a, si sonar?a tan fuerte como Rose tirando la puerta detr?s de ella. Su dedo se curv? alrededor del gatillo y cerr? los ojos. En ese momento son? el timbre, sobresalt?ndola. Su dedo se afloj? y todo su cuerpo qued? inerte. La Glock cay? al suelo. «Casi —pens? mientras su coraz?n bombeaba adrenalina en su torrente sangu?neo—. Otro cuarto de segundo, y mis sesos estar?an salpicados por toda la pared.» Mir? la Glock y la pate? con fuerza, como si fuera una serpiente venenosa. Sujet? su cabeza con sus manos y se sec? las l?grimas. «Estuviste a punto de suicidarte —dijo en su mente la voz que podr?a o no ser Ram?rez—. ?Eso no te hace sentir como una cobarde?» Ech? el pensamiento a un lado mientras se puso de pie y se dirigi? a la puerta principal. No ten?a idea de qui?n podr?a ser. Se atrevi? a esperar que fuera Rose, pero sab?a que no lo era. Rose se parec?a mucho a su madre en ese sentido, terca a m?s no poder. Abri? la puerta y no encontr? a nadie. Sin embargo, vio la parte trasera de un cami?n de UPS saliendo de su entrada. Baj? la mirada y vio una peque?a caja. La cogi? y ley? su propio nombre y nueva direcci?n, escritas en una letra muy bonita. La direcci?n del remitente no mostraba ning?n nombre, solo una direcci?n de Nueva York. Entr? en la caba?a con la caja y la abri? lentamente. La caja no pesaba nada y, cuando la abri?, se encontr? con una bola de peri?dico. Rompi? todo el peri?dico y encontr? una sola cosa esper?ndola abajo. Era una sola hoja de papel, doblada por la mitad. La desdobl?, y cuando ley? el mensaje adentro, su coraz?n se detuvo por un momento. Y, en un abrir y cerrar de ojos, Avery ya no sinti? la necesidad de suicidarse. Ella ley? el mensaje una y otra vez, tratando de darle sentido. Su mente estaba trabajando para buscar una respuesta. Y con algo como esto para averiguar, el mero pensamiento de morir antes de resolverlo la hac?a estremecerse. Se sent? en el sof? y se qued? mir?ndolo, ley?ndolo una y otra vez. ?qui?n eres t?, Avery? Atentamente, Howard. CAP?TULO TRES En los pr?ximos d?as, Avery sigui? tocando el ?rea debajo de su barbilla donde se hab?a colocado el ca??n de la pistola. Se sent?a irritada, como una picadura de insecto. Cada vez que se acostaba a dormir y su cuello se extend?a cuando su cabeza tocaba su almohada, esa zona se sent?a expuesta y vulnerable. Ten?a que enfrentar el hecho de que hab?a ido a un lugar muy oscuro. Aunque se hab?a acobardado en el ?ltimo instante, hab?a ido all?. Jam?s lo olvidar?a y parec?a que los nervios dentro de su carne quer?an asegurarse de que no lo hiciera. Durante los tres d?as siguientes a su casi-suicidio, se sinti? m?s deprimida que nunca. Pas? esos d?as acurrucada en el sof?. Trat? de leer, pero no pod?a concentrarse. Trat? de motivarse a s? misma para salir a correr, pero se sent?a muy cansada. Segu?a pegada a la carta de Howard, toc?ndola tanto que el papel estaba empezando a arrugarse. Dej? de consumir alcohol excesivamente luego de recibir la carta de Howard. Poco a poco, como una oruga, comenz? a salir de su capullo de autocompasi?n. Comenz? a hacer ejercicio. Tambi?n hizo crucigramas y sudoku solo para ejercitar su mente. Sin trabajo, sabiendo que ten?a suficiente dinero para todo un a?o sin tener que preocuparse por nada, fue demasiado f?cil caer en la pereza. Pero el paquete de Howard la hab?a hecho abandonar ese letargo. Ahora ten?a un misterio que resolver, y eso le daba algo que hacer. Y cuando Avery Black se le met?a algo en la cabeza, no descansaba hasta resolverlo. Dentro de una semana despu?s de recibir la carta, comenz? a establecer una rutina para s? misma. Todav?a era la rutina de una ermita?a, pero al menos la hac?a sentirse normal. La hac?a sentir que ten?a algo por lo que merec?a la pena vivir. Estructura. Desaf?os mentales. Esas eran las cosas que siempre la hab?an inspirado, y eso fue lo que hicieron en esas pr?ximas semanas. Sus ma?anas comenzaban a las siete. Sal?a a correr de inmediato. Hizo carreras de 3 kil?metros por las carreteras secundarias alrededor de la caba?a durante esa la primera semana. Volv?a a casa, desayunaba y repasaba viejos expedientes. Ten?a m?s de un centenar en sus propios registros personales, todos los cuales hab?an sido resueltos. Pero los repasaba solo para mantenerse ocupada y recordarse que, entre los fracasos que se hab?an producido al final, tambi?n hab?a disfrutado de muchos ?xitos. Luego pasaba una hora desempacando y organizando. Despu?s almorzaba y hac?a un crucigrama o un rompecabezas de alg?n tipo. Luego hac?a ejercicio en su dormitorio, una sesi?n r?pida de abdominales, planchas y otros ejercicios. Luego pasaba un rato mirando los archivos de su ?ltimo caso, el caso que acab? con las vidas de Jack y Ram?rez. Algunos d?as los miraba por diez minutos, otros d?as se quedaba estudi?ndolos durante dos horas. ?Qu? hab?a salido mal? ?Qu? hab?a pasado por alto? ?Habr?a sobrevivido al caso de no haber sido por la interferencia de Howard Randall? Despu?s Avery cenaba, le?a, limpiaba y se iba a la cama. Era una rutina b?sica. Le tom? dos meses terminar de limpiar y organizar la caba?a. Para entonces, su carrera de tres kil?metros se hab?a convertido en una carrera de ocho kil?metros. Ya no miraba sus expedientes antiguos ni el de su ?ltimo caso. En su lugar, le?a libros que hab?a comprado en Amazon, dramas criminales de la vida real y libros sobre procedimientos polic?acos. Tambi?n le?a libros de las evaluaciones psicol?gicas de algunos de los asesinos en serie m?s notorios de la historia. Solo estaba parcialmente consciente de que esta era su formar de llenar el vac?o que su trabajo una vez hab?a llenado. A lo que termin? de caer en cuenta, no pudo evitar preguntarse qu? le deparaba el futuro. Una ma?ana, mientras se encontraba corriendo alrededor del estanque Walden, el fr?o quem?ndole los pulmones de una forma que era m?s agradable que insoportable, esto la afect? mucho. Estaba pensando en el paquete de Howard Randall. En primer lugar, ?c?mo sab?a d?nde viv?a? ?Y cu?nto tiempo llevaba sabi?ndolo? Hab?a cre?do que hab?a muerto en la bah?a la noche en que ese terrible caso lleg? a su fin. Aunque su cuerpo nunca hab?a sido encontrado, se hab?a especulado que efectivamente hab?a sido disparado por un oficial en la escena antes de caer al agua. Mientras daba una vuelta, trat? de armar los pasos a seguir para averiguar d?nde estaba y por qu? le hab?a enviado ese extra?o mensaje: ?Qui?n eres t?? «El paquete vino de Nueva York, pero es obvio que ?l ha estado en Boston. ?De qu? otra forma podr?a saber que me mud?? ?De qu? otra forma podr?a saber d?nde vivo?», pens?. Esto, por supuesto, trajo a su mente im?genes de Randall escondido en los ?rboles, vigilando su caba?a. «No me extra?ar?a —pens?—. Todos los dem?s en mi vida han muerto o me han echado a un lado. Tiene sentido que un asesino convicto fuera el ?nico que se preocupara por m?.» Ella sab?a que el paquete en s? no ofrecer?a respuestas. Ya sab?a cu?ndo fue enviado y desde d?nde. Randall solo estaba burl?ndose de ella, haci?ndole saber que todav?a estaba vivo, suelto e interesado en ella de alguna forma u otra. Cuando regres? de correr, a?n ten?a el paquete en mente. Mientras se quit? los guantes y gorro de lana, sus mejillas rosadas del fr?o, se dirigi? al lugar donde hab?a guardado la caja. La hab?a examinado en busca de pistas o peque?os significados ocultos de Randall, pero no hab?a encontrado ninguno. Tampoco hab?a encontrado nada al examinar el peri?dico arrugado. Hab?a le?do todos los art?culos en el papel arrugado, pero nada le hab?a llamado la atenci?n. Solo hab?a sido relleno. Por supuesto, eso no significaba que no hab?a le?do cada palabra de esas p?ginas varias veces. Estaba tocando la caja con ansiedad cuando su tel?fono celular son?. Lo tom? de la mesa de la cocina y se qued? mirando el n?mero en la pantalla por un momento. Sonri? e intent? ignorar la felicidad que inund? su coraz?n. Era Connelly. Sus dedos se congelaron por un momento porque honestamente no sab?a qu? hacer. Si hubiera llamado hace dos o tres semanas, simplemente habr?a ignorado la llamada. Pero ahora… Bueno, ahora las cosas hab?an cambiado un poco, ?cierto? Y por mucho que odiaba admitirlo, se supon?a que eso se deb?a a Howard Randall y su carta. Atendi? justo antes de que la llamada pasara a su buz?n de voz. —Hola, Connelly —dijo. Hubo una pausa en la otra l?nea antes de que Connelly respondiera: —Hola, Black. Bueno, ser? honesto. Estaba esperando solo tener que hablar con tu buz?n de voz. —Lamento decepcionarte. —No, para nada. Me alegra o?r tu voz. Ha pasado mucho tiempo. —S?, es verdad. —?Supongo que est?s lamentando tu jubilaci?n prematura? —No, tampoco as?. ?C?mo est?n las cosas? —Las cosas est?n... bien. Digo, hay un vac?o que Ram?rez y t? sol?an llenar, pero ah? vamos. Finley realmente est? dando la talla. Ha estado trabajando muy de cerca con O'Malley. Creo que Finley lo tom? personal cuando renunciaste. Y decidi? que, si alguien va a tener que tomar tu lugar, entonces ?qui?n mejor que ?l? —Es bueno saberlo. Dile que lo extra?o. —Bueno, yo estaba esperando que vinieras y se lo dijeras en persona —dijo Connelly. —No creo que estoy lista para visitas. —Bueno, nunca he sido bueno para la charla trivial —dijo Connelly—. Ir? directo al grano. —S?, t? eres bueno para eso. —Mira... tenemos un caso… —Detente —le dijo Avery—. No voy a volver. No ahora. Probablemente nunca vuelva, aunque no lo descartar?a por completo. —Esc?chame, Black. Espera hasta que escuches los detalles. Quiz? ya est?s enterada. Este caso ha estado en las noticias. —Yo no veo las noticias. Yo solo uso la computadora para navegar en Amazon. No recuerdo la ?ltima vez que le? un titular. —Bueno, el caso es extra?o y no hayamos forma de resolverlo. O'Malley y yo nos tomamos unos tragos anoche y decidimos que ten?amos que llamarte. No es porque est? tratando de convencerte… pero t? eres la ?nica persona que creemos puede resolver esto. Si no has visto las noticias, puedo decirte que… —La respuesta es no, Connelly —dijo ella, interrumpi?ndolo—. Agradezco el gesto, pero no. Si estoy dispuesto a discutir mi regreso, te llamar?. —Un hombre est? muerto, Avery, y el asesino seguir? matando. Por alguna raz?n, o?rlo usar su nombre doli? un poco. —Lo siento, Connelly. Aseg?rate de decirle a Finley que le envi? saludos. Y con eso, colg?. Se preguntaba si acababa de cometer un error. Estar?a mintiendo si se dijera a s? misma que la idea de volver al trabajo no la emocionaba un poco. Hasta escuchar la voz de Connelly hab?a hecho anhelar esa parte de su vida anterior. «No puedes hacerlo —se dijo a s? misma—. Si vuelves a trabajar ahora, b?sicamente est?s dici?ndole a Rose que no le importas un comino. Y estar?as regresando a los brazos de la criatura que te llev? a d?nde est?s ahora.» Ella se puso de pie y mir? por la ventana. Mir? los ?rboles, las sombras diurnas entre ellos, y pens? en la carta de Howard Randall. En la pregunta de Howard Randall. ?Qui?n eres t?? Estaba empezando a pensar que no estaba muy segura de la respuesta. Y tal vez no estar trabajando era el motivo. *** Ella rompi? su rutina esa tarde por primera vez desde haberla establecido. Condujo a South Boston, al cementerio St. Augustine. Era un lugar que hab?a estado evitando desde su mudanza, no solo por lo culpable que se sent?a, sino porque parec?a que la fuerza cruel que manipulaba el destino le hab?a propinado un gran golpe. Ram?rez y Jack estaban enterrados en el cementerio St. Augustine y, aunque estaban bastante separados, a Avery no le import?. En su opini?n, el nexo de sus fracasos y dolor se localizaba en esa franja verde de tierra, y no quer?a ni acercarse a ella. Es por eso que esta era su primera visita desde los funerales. Se qued? sentada en su auto por un momento, mirando hacia la tumba de Ram?rez. Se baj? del auto lentamente y se acerc? a donde el hombre con el que estuvo a punto de casarse hab?a sido enterrado. La l?pida era modesta. Alguien hab?a colocado un ramo de flores blancas recientemente, probablemente su madre, que se marchitar?an dentro de muy poco por el fr?o. No sab?a qu? decir y supuso que eso estaba bien. Si Ram?rez estaba consciente de que estaba all? y si pudiera escucharla (y Avery cre?a que ese era el caso), sabr?a que a ella le costaba expresar lo que sent?a. Probablemente estaba sorprendido, incluso en el lugar et?reo en el que se encontraba, que estaba aqu? en absoluto. Rebusc? en su bolsillo y sac? el anillo que Ram?rez hab?a tenido la intenci?n de darle. —Te extra?o —dijo—. Te extra?o y estoy tan… tan perdida. Y no tengo porque mentirte… no es solo porque ya no est?s. No s? qu? hacer conmigo misma. Mi vida se est? desmoronando y lo ?nico que s? que podr?a estabilizarme un poco, el trabajo, es a lo que menos deber?a recurrir. Trat? de imagin?rselo all? con ella. ?Qu? le dir?a si pudiera? Sonri? al imagin?rselo d?ndole uno de sus ce?os sarc?sticos. —Deja de ser tan cobarde y hazlo —le dir?a Ram?rez—. Regresa al trabajo y arregla tu vida—. —No me est?s ayudando —dijo ella con su propia expresi?n sarc?stica. Le asustaba un poco que hablar con ?l a trav?s de esta tumba se sent?a casi natural. —Me dir?as que regresara al trabajo y que arreglara las cosas poco a poco, ?cierto? Se qued? mirando la l?pida, como si estuviera esperando que le respondiera. De su ojo derecho brot? una l?grima. Se la sec? mientras se alej? y se dirigi? en la direcci?n de la tumba de Jack. Hab?a sido enterrado al otro lado del cementerio, que apenas pod?a ver desde donde se encontraba. Se acerc? a la peque?a senda que discurr?a por el terreno, disfrutando del silencio. No les prest? atenci?n a los otros que estaban all? para rendir homenaje y llorar, permiti?ndoles su privacidad. Sin embargo, a lo que se acerc? a la tumba de Jack, vio que alguien estaba all?. Era una mujer bajita, con la cabeza inclinada hacia abajo. A lo que dio unos pasos m?s, Avery vio que era Rose. Ten?a las manos metidas en los bolsillos y llevaba un abrigo con una capucha que le cubr?a la cabeza. Avery no quer?a decir su nombre, esperando poder acercarse lo suficiente para entablar una conversaci?n. Pero, a lo que dio unos pasos m?s, Rose aparentemente se percat? de que alguien se estaba acercando. Se dio la vuelta, vio a Avery y comenz? a alejarse al instante. —Rose, no seas as? —dijo Avery—. ?No podemos hablar? —No, mam?. Dios m?o, no puedo creer que tambi?n hayas arruinado esto para m?. —?Rose! Pero Rose no ten?a nada m?s que decir. Ella aceler? el paso y Avery hizo todo lo posible para no perseguirla. Los ojos de Avery se llenaron de m?s l?grimas cuando volvi? su atenci?n a la tumba de Jack. —?Eso lo hered? de ti o de m?? —le pregunt? Avery a la l?pida. Al igual que la de Ram?rez, la l?pida de Jack tampoco respondi?. Se volvi? hacia su derecha y vio a Rose hacerse m?s peque?a en la distancia, alej?ndose de ella hasta que desapareci? por completo. CAP?TULO CUATRO Cuando Avery entr? en la oficina de la Dra. Higdon, se sinti? como un clich?. La Dra. Higdon era muy tranquila y educada. Parec?a siempre tener la cabeza un poco inclinada hacia arriba, mostrando la punta perfecta de su nariz y el ?ngulo de su barbilla. Era una mujer guapa, pero un poco exagerada. Avery hab?a luchado contra el impulso de verse con un terapeuta, pero sab?a lo suficiente sobre c?mo trabajaba la mente traumatizada como para saber que lo necesitaba. Y fue insoportable admitirse eso a s? misma. Odiaba la idea de visitar a un psiquiatra y tampoco quer?a recurrir a la psiquiatra de la polic?a de Boston que hab?a visitado unas cuantas veces durante los a?os despu?s de casos particularmente dif?ciles. As? que se comunic? con la Dra. Higdon, una terapeuta de la que hab?a o?do hablar el a?o pasado durante un caso que involucr? a un sospechoso que la hab?a utilizado para superar una serie de miedos irracionales. —Te agradezco que hayas podido reunirte conmigo tan pronto —dijo Avery—. Sinceramente cre? que tendr?a que esperar unas semanas. Higdon se encogi? de hombros mientras se sent? en su silla. Cuando Avery se sent? en el sof? de al lado, la sensaci?n de convertirse en un clich? viviente se intensific?. —Bueno, he o?do de ti unas cuantas veces en las noticias —dijo Higdon—. Y tu nombre ha salido a relucir con nuevos pacientes, personas que conociste en el cumplimiento de tu deber. Ten?a una hora libre hoy, as? que supuse que ser?a bien verte. D?ndose cuenta que era inaudito conseguir una cita con una terapeuta respetada solo dos d?as despu?s de haber llamado, Avery supo que no deb?a tomar este tiempo por sentado. Y, como estaba acostumbrada a nunca andar con rodeos, no tuvo problema en ir directo al grano. —Quer?a verme con un terapeuta porque, sinceramente, mi cabeza est? hecha un desastre en este momento. Una parte de m? me dice que sanar? si me tomo tiempo libre. Otra parte de m? me dice que sanar? solo siendo productiva, y eso significa volver al trabajo. —?Cu?l es la sanaci?n que buscas? —pregunt? Higdon—. ?Podr?as explicarme? Avery pas? diez minutos haciendo precisamente eso. Empez? con los detalles de su ?ltimo caso, incluyendo que el mismo hab?a terminado con las muertes de su ex esposo y casi prometido. Explic? su mudanza de la ciudad y sus peleas recientes con Rose, tanto en su apartamento como en la tumba de Jack. La Dra. Higdon empez? a hacerle preguntas, despu?s de haber tomado notas todo el tiempo que Avery hab?a hablado. —?Qu? te hizo mudarte a la caba?a por el estanque Walden? —Quer?a estar sola. Ese lugar es m?s aislado. Muy silencioso. —?Sientes que sanas mejor, tanto emocional como f?sicamente, cuando est?s sola? —pregunt? Higdon. —No s?. Yo solo… no quer?a estar en un lugar donde la gente pudiera pasar por mi casa para ver c?mo estaba cien veces al d?a. —?Nunca te ha gustado que las personas se preocupen por tu bienestar? Avery se encogi? de hombros y dijo: —En realidad, no. Se trata de vulnerabilidad, supongo. En mi profesi?n, la vulnerabilidad conduce a la debilidad. —Dudo que eso sea cierto. En t?rminos de percepci?n, probablemente, pero no es la realidad. Higdon se detuvo un momento y luego se inclin? hacia delante y dijo: —Te llevar? directamente a los puntos clave. Estoy segura de que ver?s todo por lo que es. Adem?s, el hecho de que se puedes admitir que temes ser vulnerable me dice mucho. As? que creo que podemos ir directamente al grano. —Eso es lo que preferir?a —respondi? Avery. —El tiempo que has pasado sola en la caba?a… ?Crees que ha ayudado u obstaculizado tu proceso de sanaci?n? —Creo que es una exageraci?n decir que me ha ayudado, pero s? lo ha hecho m?s f?cil. Yo sab?a que no tendr?a que lidiar con que todo el mundo estuviera pregunt?ndome c?mo estaba. —?Has intentado comunicarte con alguien durante ese tiempo? —Solo con mi hija. —?Pero te rechaz?? —As? es. Estoy bastante segura de que me culpa por la muerte de su padre. —Si estamos siendo honestas, creo que eso es cierto —dijo Higdon—. Y llegar? a entender la verdad en su tiempo. Las personas hacen el luto de formas distintas. En lugar de escapar de todo en una caba?a en el bosque, tu hija ha optado por echarte la culpa. Ahora, ?por qu? renunciaste a tu trabajo? —Porque sent?a que lo hab?a perdido todo —dijo Avery, sin siquiera haberse tenido que detener para pensarlo—. Porque sent?a que lo hab?a perdido todo y que hab?a fracasado en mi trabajo. No pod?a quedarme porque era un recordatorio de que no era lo suficientemente buena. —?Todav?a sientes que no eres lo suficientemente buena? —Bueno… no. A riesgo de sonar vanidosa, soy muy buena en mi trabajo. —Y llevas tres meses sin trabajar, ?cierto? —S? —admiti? Avery. —?Crees que tu deseo de volver se trata de recuperar lo que alguna vez fue tu vida o crees que progresar?as si lo haces? —Ese es el detalle. No lo s?. Pero estoy llegando al punto en el que creo que tengo que averiguarlo. Creo que tengo que volver. La Dra. Higdon asinti? y anot? algo antes de decir: —?Crees que tu hija reaccionar? negativamente si regresas a tu trabajo? —Indudablemente. —Est? bien, entonces digamos que ella no estuviera en la ecuaci?n; digamos que a Rose no le importar?a si regresaras o no. ?A?n tendr?as estas dudas? Avery cay? en cuenta en ese momento, y hacerlo fue como un balde de agua fr?a. —Probablemente no. —Creo que ah? tienes tu respuesta. Creo que en este punto del proceso de duelo, t? y tu hija no pueden permitir que una dicte como la otra hace el duelo. Rose necesita culpar a alguien en este momento. Esa es su forma de lidiar con lo que est? sucediendo… y la relaci?n tensa que tienen hace que sea f?cil hacerlo. Y t?… Honestamente quiero decirte que volver al trabajo ser?a lo que te ayudar?a a seguir adelante. —?Quieres decirme? —pregunt? Avery, confundida. —S?, creo que tiene m?s sentido, dado tu historial y trayectoria. Sin embargo, durante todo este tiempo que has pasado sola, aislada de todo, ?has tenido pensamientos suicidas? —No —minti? Avery. Se le hizo muy f?cil mentir, y tampoco se arrepent?a de haberlo hecho, as? que continu? con la farsa: —S?, me he sentido muy mal. Pero tampoco tanto como para llegar a ese punto. S?, hab?a omitido su casi-suicidio. Tampoco hab?a mencionado el paquete que hab?a recibido de Howard Randall. No sab?a por qu?. Por ahora, todo eso simplemente se sent?a muy privado. —Siendo ese el caso, creo que volver no tiene nada de malo. Sin embargo, creo que deber?as tener un compa?ero. Y s? que eso podr?a ser delicado dado qui?n fue tu ?ltimo compa?ero. Sin embargo, no deber?as sumergirte a situaciones estresantes por tu cuenta. Incluso recomendar?a que hicieras un poco de trabajo ligero primero. Tal vez hasta trabajar desde tu escritorio. —Voy a ser sincera… eso no va a suceder. Higdon esboz? una sonrisa y le dijo: —Entonces, ?crees que eso es lo que vas a hacer? ?Vas a ver si volver al trabajo te ayuda a superar estas dudas y la culpabilidad que sientes? —Pronto —dijo Avery, pensando en la llamada de Connelly hace dos d?as—. S?, creo que tal vez s?. —Bueno, te deseo la mejor de las suertes —respondi? Higdon, alcanzando para darle la mano—. Entre tanto, no dudes en llamarme si necesitas discutir algo. Avery le dio la mano a Higdon y sali? de la oficina. Odiaba admitirlo, pero se sent?a mejor que como se hab?a sentido estas ?ltimas semanas, desde que hab?a establecido una rutina de ejercicio y ejercitado su mente. Supuso que podr?a ser capaz de pensar con m?s claridad, y no porque Higdon hab?a descubierto una verdad oculta. Simplemente hab?a necesitado que alguien le se?alara que, aunque Rose era la ?nica persona que le quedaba en su vida fuera del trabajo, eso no significaba que el temor a lo que Rose pensara de ella deber?a dictar qu? hac?a con el resto de su vida. Condujo hacia la salida m?s cercana para regresar a la caba?a. Vio los edificios altos de Boston a su izquierda. La comisar?a quedaba a unos veinte minutos de all?. Pod?a ir para all?, visitar a todos y disfrutar de una c?lida bienvenida. Pod?a arrancarse la curita y hacerlo. Pero una c?lida bienvenida no era lo que se merec?a. De hecho, no estaba segura de qu? era lo que se merec?a. Y tal vez por eso segu?a vacilando. *** La pesadilla de esa noche no fue nueva, pero s? tuvo un giro inesperado. En ella, estaba sentada en una sala de visitas en un centro penitenciario. No era el mismo en donde hab?a visitado a Howard Randall, sino uno mucho m?s grande con un aspecto griego. Rose y Jack estaban sentados en la mesa con un tablero de ajedrez entre ellos. Todas las piezas segu?an en el tablero, pero los reyes se hab?an ca?do. —No est? aqu? —dijo Rose, su voz resonando en la sala inmensa—. Tu peque?a arma secreta no est? aqu?. —Quiz? sea lo mejor —dijo Jack—. Ya es hora de que aprendas a resolver casos grandes por tu cuenta. Jack entonces se pas? una mano por la cara y, en un abrir y cerrar de ojos, se ve?a como lo hizo la noche en que descubri? su cuerpo. El lado derecho de su cara estaba ensangrentado y se ve?a hundido. Cuando abri? la boca para hablar, vio que no ten?a lengua. Solo hab?a oscuridad m?s all? de sus dientes, un abismo. —No pudiste salvarme —le dijo Jack—. No pudiste salvarme y ahora tengo que confiar en que cuidar?s a mi hija. Rose se puso de pie en ese momento y comenz? a alejarse de la mesa. Avery tambi?n se puso de pie, segura de que algo muy malo suceder?a si perd?a a Rose de vista. Trat? de seguirla, pero no pudo moverse. Mir? hacia abajo y vio que sus dos pies hab?an sido clavados al suelo con enormes traviesas. Sus pies estaban destrozados, lo ?nico que quedaba era sangre, huesos y trozos de carne. —?Rose! Su hija solo mir? hacia atr?s, sonri? y salud? con la mano. Y, entre m?s se alejaba, m?s grande parec?a la sala. Llegaron sombras desde todas las direcciones y descendieron sobre su hija. —?Rose! —Est? bien —dijo una voz detr?s de ella—. Yo la cuidar?. Se dio la vuelta y vio a Ram?rez, sosteniendo su arma lateral y mirando hacia las sombras. Y mientras se fue tras Rose tan valientemente, las sombras empezaron a perseguirlo. —?No! ?Qu?date! Avery trat? de moverse, pero fue en vano. No pudo hacer nada mientras las dos personas que m?s hab?a amado en el mundo fueron tragadas por la oscuridad. Y all? fue cuando empezaron los gritos. Rose y Ram?rez llenaron la sala con gritos de agon?a. A?n en la mesa, Jack le rog?: —Por el amor de Dios, ?haz algo! Y fue entonces cuando Avery se despert?, con un grito en la garganta. Encendi? su l?mpara de mesa con una mano temblorosa. Por un momento, vio una enorme sala frente a ella, pero poco a poco se desvaneci? en la luz. Mir? su dormitorio y, por primera vez, se pregunt? si alguna vez se sentir?a en casa aqu?. Se encontr? pensando en la llamada de Connelly. Y despu?s en el paquete de Howard Randall. Su antigua vida estaba atormentado sus sue?os y tambi?n estaba invadiendo esta nueva vida aislada que hab?a tratado de crear para s? misma. No parec?a tener ning?n escape. As? que tal vez, solo tal vez, era el momento de dejar de tratar de escapar. CAP?TULO CINCO Dej? de beber excesivamente, aunque este era uno de los peores momentos de su proceso de duelo, y reemplaz? lentamente el alcohol por la cafe?na. Sus sesiones de lectura a menudo consist?an en dos tazas de caf? y una Coca-Cola light. Debido a esto, hab?a comenzado a desarrollar dolores de cabeza leves si pasaba m?s de un d?a sin tomar caf?. No era la forma m?s sana de vivir, pero sin duda era mejor que beber como una borracha. Es por eso que se encontr? en una cafeter?a despu?s del almuerzo el d?a siguiente. Hab?a salido a comprar comida principalmente porque se le hab?a acabado el caf? y, ya que solo se hab?a tomado una taza esa ma?ana, necesitaba su dosis de cafe?na antes de volver a la caba?a y terminar el d?a. Estaba terminando de leer un libro, pero tambi?n supuso que podr?a aventurarse en el bosque para volver a tratar de cazar ciervos. La cafeter?a era moderna y popular, y vio cuatro personas trabajando en sus MacBook. La cola en el mostrador era larga, incluso para la hora. Todo el mundo estaba conversando, y se o?a el zumbido de las m?quinas detr?s del mostrador, as? como tambi?n el televisor que se encontraba en la barra. Avery por fin lleg? a la caja, orden? su t? chai con expreso y se sent? en la sala de espera. Pas? su tiempo mirando la cartelera llena de volantes de pr?ximos eventos locales: conciertos, obras de teatro, recaudaciones de fondos… Y entonces empez? a escuchar la conversaci?n a su lado. Hizo todo lo posible para no parecer obvio que estaba escuchando a escondidas, manteniendo la mirada fijada en la cartelera. Hab?a dos mujeres detr?s de ella. Una era veintea?era, y llevaba un portabeb?s. Su beb? dorm?a tranquilamente en su pecho. La otra mujer era un poco mayor, con bebida en mano pero no dispuesta a irse a?n. Estaban mirando el televisor detr?s del mostrador. No estaban hablando tan fuerte, pero igual pod?a escucharlas. —Dios m?o… ?Has o?do hablar de esta historia? —estaba diciendo la madre. —S? —dijo la segunda mujer—. Es como si la gente estuviera buscando nuevas formas de hacer da?o a otros. ?Qu? clase de mente enferma tendr?as que tener para que siquiera se te ocurriera algo as?? —Parece que todav?a no han encontrado al asqueroso —dijo la madre. —Probablemente no lo har?n —dijo la otra mujer—. Ya tendr?an alguna pista. Por Dios… ?Te imaginas a la familia del pobre hombre, teniendo que ver esto en las noticias? En ese momento, la barista llam? a Avery por su nombre y le entreg? su bebida en el mostrador. Avery la tom? y, ahora que estaba frente a la televisi?n, se permiti? ver las noticias por primera vez en casi tres meses. Hab?a habido un asesinato a las afueras de la ciudad hace una semana, en un complejo de apartamentos deteriorado. La v?ctima hab?a sido encontrada en su cl?set, cubierto de muchas ara?as de distintas variedades. La polic?a estaba trabajando bajo la premisa que el acto hab?a sido intencional, ya que la mitad de las ara?as no eran nativas de la regi?n. A pesar de la abundancia de ara?as en la escena, se encontraron solo dos mordeduras en el cuerpo, y ninguna hab?a sido venenosa. Seg?n las noticias, hasta ahora la polic?a estaba trabajando bajo la premisa que el hombre hab?a sido estrangulado o hab?a muerto por un ataque al coraz?n. «Esas dos causas de muerte son muy distintas», pens? Avery mientras comenz? a alejarse. No pudo evitar preguntarse si Connelly la hab?a llamado hace tres d?as precisamente por este caso. Un caso muy singular y, hasta el momento, sin ning?n tipo de respuesta. «S?, estoy bastante segura que es este el caso por el que me llam?», pens?. Con su t? en mano, Avery se dirigi? hacia la puerta. Ten?a el resto de la tarde libre, pero estaba segura de que sab?a qu? har?a el resto de las horas. Le gustara o no, probablemente estar?a mirando un mont?n de ara?as. *** Avery pas? el resto de la tarde familiariz?ndose con el caso. La historia en s? era tan m?rbida que no le cost? encontrar diversas fuentes. Encontr? once diferentes fuentes confiables que contaban la historia de lo que le hab?a pasado a un hombre llamado Alfred Lawnbrook. El arrendador de Lawnbrook hab?a entrado en su apartamento ya que se hab?a atrasado en la renta por en?sima vez y supo que algo estaba fuera de lugar de inmediato. Mientras le?a la noticia, Avery no pudo evitar comparar su reciente experiencia con Rose y su arrendatario y, francamente, le puso los pelos de punta. Alfred Lawnbrook fue encontrado en el cl?set de su habitaci?n. Hab?a estado cubierto parcialmente con al menos tres diferentes telas de ara?a y dos mordeduras diferentes, mordeduras que, como hab?a o?do en las noticias, no fueron venenosas. Aunque no se pod?a determinar con exactitud, se estimaba que entre quinientas y seiscientas ara?as hab?an sido encontradas en la escena. Algunas de ellas eran ex?ticas y no ten?an por qu? estar en un apartamento en Boston. Hab?an contactado a una aracn?loga y ella hab?a se?alado que hab?a visto al menos tres especies que no eran nativas de Norteam?rica, y mucho menos de Massachusetts. «As? que fue intencional —pens? Avery—. Eso indica que es probable que este tipo ataque de nuevo. Y si va a atacar de nuevo de la misma forma, deber?a ser posible localizarlo y meterlo en la c?rcel.» El informe del forense indic? que Lawnbrook hab?a muerto de un ataque al coraz?n, probablemente por el temor de la situaci?n. Pero como nadie m?s hab?a estado en el lugar durante el asesinato, hab?a numerosos otros escenarios posibles. Nadie pod?a saberlo con seguridad. Era un caso interesante… y tambi?n un poco m?rbido. Avery no le ten?a miedo a muchas cosas, pero las ara?as encabezaban su lista de las cosas de las que pod?a prescindir. Y aunque las fotos de la escena no se hab?an hecho p?blicas (gracias a Dios), Avery se lo imagin? todo en su mente. Cuando termin? de leer todo referente al caso, se qued? mirando por la ventana trasera durante bastante tiempo. Luego se dirigi? a la cocina y se movi? con cautela, como si tuviera miedo de que pudiera ser atrapada. Sac? la botella de whisky americano por primera vez en meses y se sirvi? un trago. Se lo tom? r?pidamente y luego agarr? su tel?fono. Busc? el n?mero de Connelly y presion? LLAMAR. Connelly respondi? casi de inmediato, y eso no era propio de ?l. Avery supuso que eso dec?a mucho, considerando las circunstancias. —Black —dijo Connelly—. No esperaba tener noticias de ti hoy. Ella ignor? esta formalidad y le dijo: —?El caso por el cual me llamaste ?era el de Alfred Lawnbrook y las ara?as? —S? —le respondi?—. La escena fue examinada varias veces y el cuerpo fue escudri?ado, pero no tenemos nada. —Los ayudar? —dijo Avery—. Pero solo en este caso. Y quiero ser capaz de hacerlo a mi manera. Que nadie me ponga la mano en el hombro solo porque estoy pasando por un mal momento. ?Puedes garantizarme eso? —Har? todo lo posible. Avery suspir?, resignada a lo bien que se sent?a ser necesitada y saber que su vida pronto se sentir? como suya otra vez. —Listo —dijo—. Nos vemos ma?ana en la A1. CAP?TULO SEIS Avery no estaba segura de qu? sentir?a al volver a entrar en la comisar?a por primera vez en m?s de tres meses. Tal vez unas mariposas en el est?mago o una oleada de nostalgia. Tal vez incluso una sensaci?n de seguridad que har?a que se preguntara por qu? hab?a renunciado. Lo menos que esperaba era que no sentir?a nada. Sin embargo, eso es exactamente lo que pas?. Cuando volvi? a entrar en la A1 la ma?ana siguiente, no sinti? nada especial. Se sent?a casi como si no se hubiera perdido ni un solo d?a. Sin embargo, por lo visto era la ?nica en el edificio que no sent?a nada. Mientras hizo su camino por el edificio y de regreso a su antigua oficina, se dio cuenta de que todo estaba demasiado tranquilo. Era casi como si una ola de silencio la estuviera siguiendo. Las recepcionistas en el tel?fono guardaron silencio, las conversaciones se acallaron. Todos la miraron como si una gran celebridad hubiera entrado en el edificio; sus ojos estaban muy abiertos del asombro, y sus rostros tristes. Avery se pregunt? por un momento si Connelly siquiera se hab?a molestado en informarles que iba a regresar. Despu?s de abrirse paso por la parte central del edificio y llegar a la parte trasera donde se encontraban las oficinas y salas de conferencia, todo se sinti? un poco m?s natural. Miller, un chico que trabajaba en registros, la salud? con la mano. Denson, una polic?a mayor que estaba a punto de jubilarse, le sonri?, la salud? con la mano y le dijo: —?Es bueno tenerte de regreso! Avery le devolvi? la sonrisa y pens?: «No estoy de regreso… Da igual. Puedes decirte a s? misma esa mentira cuantas veces quieras. Pero esto se siente natural para ti. Se siente bien.» Vio a Connelly saliendo de su oficina al final del pasillo. El hombre le hab?a ocasionado bastantes molestias y dolores de cabeza a lo largo de los a?os, pero estaba feliz de verlo. La sonrisa en su rostro le hizo saber que el sentimiento era mutuo. Se encontr? con ella en el pasillo y se percat? de que el capit?n de la A1, quien era un hombre muy serio, se estaba conteniendo para no darle un abrazo. —?C?mo se sinti? volver a pisar la A1 —pregunt?. —Extra?o —respondi? Avery—. Todos me miraron como si fuera una celebridad o algo. No s? si quer?an desviar la mirada o aplaudir. —A decir verdad, me preocupaba que estallaran en un aplauso cerrado cuando entraras. Todos te han extra?ado, Avery. A ti… Bueno, y tambi?n a Ram?rez. —Te lo agradezco. —Me alegra. Porque estoy a punto de mostrarte algo que podr?a hacerte enojar. En el fondo, ten?a la esperanza de que volver?as alg?n d?a. Pero no pod?amos permitir que la A1 se detuviera hasta que llegara ese d?a… as? que ya no tienes una oficina. Le explic? esto mientras la conduc?a por el pasillo en direcci?n a su antigua oficina. —No es gran cosa —dijo Avery—. ?A qui?n le qued? ese cuchitril de todos modos? Connelly no respondi?. En cambio, dio los ?ltimos pasos hacia su oficina y asinti? con la cabeza hacia ella. Avery se acerc? a la puerta y asom? la cabeza. Su coraz?n se calent? un poco ante lo que vio. Finley estaba sentado en su escritorio, bebiendo de una taza de caf? y leyendo algo en un port?til. Cuando vio a Avery, su rostro registr? una variedad de emociones: sorpresa, felicidad y finalmente verg?enza. No se contuvo como Connelly. Se levant? del escritorio al instante y se fue a la puerta para darle un abrazo. Hab?a subestimado lo mucho que lo hab?a extra?ado. Aunque realmente nunca hab?an trabajado juntos, hab?a disfrutado de ver a Finley avanzar por la escalera corporativa. ?l era c?mico, leal y de buen coraz?n. Se sent?a como su hermano laboral lejano. —Es bueno tenerte de regreso —dijo Finley—. Te hemos extra?ado mucho. —Ya habl? de todo eso con ella —dijo Connelly—. No la atormentemos su primer d?a de vuelta. «Maldita sea, no estoy de vuelta», pens?. Pero eso se sent?a cada vez menos cre?ble. —?Quieres que la lleve a la escena? —pregunt? Finley. —S?, y pronto. O'Malley querr? hablar con ella m?s tarde y quisiera que est? al d?a para cuando llegue. Ll?vala y cu?ntale todo lo que sabemos. Traten de salir en los pr?ximos diez minutos. Finley asinti?, visiblemente feliz de haber sido asignado a la tarea. Mientras corr?a de vuelta a su port?til, Connelly le hizo un gesto a Avery para que volviera al pasillo y le dijo: —Ven conmigo. Ella lo sigui? por el pasillo hasta la gran oficina que se encontraba en el fondo. La oficina de Connelly no hab?a cambiado nada. A?n medio desordenada, de su forma particular. Hab?a tres tazas de caf? en su escritorio y supuso que al menos dos de ellas eran de esta ma?ana. —Y una cosa m?s —dijo Connelly, caminando detr?s de su escritorio. Abri? el primer caj?n del escritorio y sac? dos cosas que Avery probablemente hab?a extra?ado m?s que a cualquiera de las personas en este edificio. Su arma y su placa. Ella sonri? mientras se acerc? a ellas. —Te hice el favor de llenarte el papeleo —dijo Connelly—. Son tuyos. Tambi?n me encargar? del papeleo de tu remuneraci?n y duraci?n de estancia. Avery honestamente no le importaba la paga ni cu?nto tiempo se esperaba que se quedara manejando el caso. Cuando sus dedos se posaron en la placa y luego tom? la Glock, sinti? algo inexplicable en su coraz?n. Aunque pareciera triste, su placa y pistola se sent?an familiares. Se sent?an como estar en casa. *** La escena del crimen era de hace seis d?as y, por lo tanto, estaba vac?a cuando ella y Finley llegaron. Se agacharon por debajo de la cinta amarilla y ella se qued? mirando mientras Finley abri? la puerta del apartamento de Alfred Lawnbrook con una llave que sac? de un sobre peque?o que ten?a guardado en el bolsillo de su camisa. —?Le tienes miedo a las ara?as? —pregunt? Finley a lo que entraron. —Un poco —dijo Avery—. Pero no se lo digas a nadie. Finley asinti? con una sonrisa sombr?a y le dijo: —Solo pregunto porque, aunque los aracn?logos y exterminadores vinieron a encargarse de ellas, estoy seguro de que se les escaparon varias. Sin embargo, solo las m?s comunes. Ninguna ex?tica. La guio por el apartamento b?sico. La disposici?n y los aparatos le dijeron que Lawnbrook hab?a estado divorciado o era un soltero. —Pero s? encontraron ara?as que no ten?an por qu? estar aqu?, ?cierto? —pregunt?. —Absolutamente —dijo Finley—. Al menos tres especies. Una de ellas era nativa de India, creo. Tengo las notas detalladas guardadas en mi celular, si quieres verlas. La experta en ara?as que examin? el lugar dijo que, cuando el cuerpo fue encontrado, hubo por lo menos dos especies en la escena del crimen que tuvieron que haber sido encargadas a un distribuidor. Y que probablemente fueron dif?ciles de conseguir. —?Encontraron algunas ara?as enormes? —pregunt? Avery. —Creo que dijo que la m?s grande fue aproximadamente del tama?o de una pelota de golf. Y en mi opini?n, eso es lo suficientemente grande. Entraron en el dormitorio y Avery hizo todo lo posible por no empezar a mirar las paredes y el suelo por si hab?a ara?as sueltas. Luego de echarle un vistazo a la habitaci?n, se dio cuenta de que todo estaba bastante limpio. La puerta del cl?set estaba abierta, lo que le permiti? a Finley alcanzar adentro y encender la luz. Lo hizo muy r?pidamente antes de retroceder. —Lawnbrook fue encontrado en la esquina trasera izquierda —dijo Finley—. Las fotos est?n en la A1. Estoy seguro de que a O'Malley le encantar?a mostr?rtelas. Ese idiota est? fascinado con este caso. Avery entr? en el cl?set. Aparte de unos cuantos filamentos sueltos de tela de ara?a en la esquina, no hab?a nada que ver. Luego sali? de la habitaci?n y empez? a registrar el lugar en busca de alg?n indicio de allanamiento. Finley se qued? atr?s, manteniendo su distancia y dej?ndola trabajar. Busc? cualquier cosa que estuviera fuera de lugar, incluso algo tan peque?o como una foto enmarcada en la sala de estar, pero no encontr? nada. Le ech? un vistazo a los libros en la peque?a estanter?a al lado del centro de entretenimiento para ver si ve?a algo referente a ara?as, pero no encontr? nada. —?Lawnbrook estaba interesado en ara?as? —pregunt? Avery. —No, no hemos encontrado nada que lo indique. —?Alguien ya fue a hablar con su familia? —S?. Y creo que O'Malley fue uno de los oficiales que se comunic? con la familia. Por lo que entiendo, lo describieron como un miedoso. Odiaba las monta?as rusas, las pel?culas de terror, cosas por el estilo. As? que es bastante improbable que le gustaran las ara?as. «As? que si las ara?as no estaban aqu? por Lawnbrook, ?por qu? estaban aqu?? —se pregunt? Avery—. ?Y qu? tipo de persona las traer?a aqu?? ?Y por qu??» Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693695&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.