Ðàñòîïòàë, óíèçèë, óíè÷òîæèë... Óñïîêîéñÿ, ñåðäöå, - íå ñòó÷è. Ñëåç ìîèõ ìîðÿ îí ïðèóìíîæèë. È îò ñåðäöà âûáðîñèë êëþ÷è! Âçÿë è, êàê íåíóæíóþ èãðóøêó, Âûáðîñèë çà äâåðü è çà ïîðîã - Òû íå ïëà÷ü, Äóøà ìîÿ - ïîäðóæêà... Íàì íå âûáèðàòü ñ òîáîé äîðîã! Ñîææåíû ìîñòû è ïåðåïðàâû... Âñå ñòèõè, âñå ïåñíè - âñå îáìàí! Ãäå æå ëåâûé áåðåã?... Ãäå æå - ïðàâ

Ha Ca?do Un Piloto En Mi Jard?n

Ha Ca?do Un Piloto En Mi Jard?n Giovanni Odino Giovanni Odino Ha ca?­do un piloto en mi jard?­n Amores, cr?­menes y magia en las colinas del Oltrep?? Pavese Novela T?­tulo original: ?? caduto un pilota nel giardino Traducci??n de Delia Nieto Sanz (http://www.odino.com/) Copyright Ha ca?­do un piloto en mi jard?­n Amores, cr?­menes y magia en las colinas del Oltrep?? Pavese de Giovanni Odino Novela Tektime - Traducci??n de libros Traducci??n de Delia Nieto Sanz El proyecto gr??fico y las im??genes de la cubierta son del autor. Los caracteres utilizados para la cubierta es Diplomata Licenza SIL Open Font Licenz (https://www.fontsquirrel.com/license/diplomata)e. Para las im??genes n??mero 1 y 2, provenientes de internet, no se han encontrado cr?©ditos de autor. Rogamos nos disculpen por toda omisi??n involuntaria. Las im??genes n??mero 3 y 4 son del autor. Los personajes y los nombres son ficticios. Toda referencia a hechos acontecidos y a personas que han existido realmente o que todav?­a viven debe considerarse absolutamente casual. ?© Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaci??n puede ser reproducida sin autorizaci??n, excepto breves pasajes en el marco de una cr?­tica literaria. La historia Edoardo est?? volando sobre los vi?±edos del Oltrep?? Pavese [01], pulverizando un pesticida, cuando, por una distracci??n durante una maniobra, se precipita en el jard?­n de la casa de Carlotta. Se inicia una relaci??n cargada de pasi??n y erotismo entre el piloto y la mujer, pero con fases alternas. Carlotta, liberada de un matrimonio infeliz, se conf?­a a pr??cticas de dudosa eficacia para retener lo que considera un regalo ca?­do del cielo. Edoardo descubre que los rumores y las supersticiones de los paisanos atribuyen a la mujer la culpa de dos hechos de sangre ocurridos en el pasado y decide investigar. La historia se enlaza con las experiencias er??ticas, pasionales y culinarias del protagonista y de los otros personajes, en un ambiente popular y rural. Personajes principales Adelmo Ferrari - Agricultor Adinolfi - Mariscal de los carabineros Alessandro - Cocinero Alessio - Dependiente del bar Angela - Agricultora Anna - Mujer de Maurizio Armando - Recepcionista del hotel Bondone - Abogado Carlotta Bianchi - Due?±a de la casa con jard?­n Carlo Rossi - Mec??nico del helic??ptero Clelia Benzi - Vitivinicultora Cremonini - Tendero Cosimo Respighi - Padre de Edoardo Diego Monferrino - Piloto joven Edoardo Respighi - Piloto del helic??ptero Elisabetta Ferrari - Madre de Adelmo Infermiere - Del servicio de urgencias Marcello - Ex-marido de Carlotta Mariolino Marini - Molinero Martina Mengoli - Hija de la familia Mengoli Matilde - Ex novia de Edoardo Maurizio - Agricultor Mengoli, coniugi - Gerentes de una taberna Oronzo Amoruso - Due?±o de la droguer?­a Santino Panizza - Propietario de Eli-Linee Scafato - Cadete de los carabineros Sergio - Due?±o de un restaurante Sonia - Exnovia de Edoardo Vanzi Bruno - Agricultor Vanzi Mariagrazia - Agricultora, mujer de Bruno Valeria Ferrari - Hermana de Adelmo Dedica Dedico esta novela a todas las personas que he conocido durante los quince a?±os dedicados al vuelo en el marco de los servicios con helic??ptero a la agricultura, y que me han acompa?±ado a lo largo de ese per?­odo de mi vida. Ep?­grafe Es tiempo de volar A nuestro alrededor se oye, arm??nica de las arboledas notas sutiles dedos de remolino vertiginoso, la ansiedad resonar en las ramas. Enredados como ovillos improvisados, pensamientos fugitivos desde las colinas ruedan a la llanura. Dan saltos ligeros, sordos; se despliegan a lo largo de los senderos. La mirada se dirige a lo alto donde el viento dibuja el r?­o de los recuerdos. Caminamos juntos, busco tu mano: es tiempo de volar. (Poes?­a del autor) Ha ca?­do un piloto en mi jard?­n I 21 de junio de 1988, martes ??? El accidente A??n unas horas de trabajo y habr?© acabado por hoy. Ma?±ana ser?? el ??ltimo d?­a. Si sigue haciendo buen tiempo, tendremos al menos tres d?­as de descanso. Uno para perfeccionar el vuelo en helic??ptero de Diego y dos para m?­. Veamos la estela... bien, no se expande fuera del vi?±edo. Cierro la bomba. Subo el morro, giramos. Junto a ese poste, ahora abro la bomba de nuevo. La velocidad es correcta. M??s potencia, ahora otra vez hacia abajo. Las temperaturas son correctas; todav?­a tengo gasolina para media hora. A lo mejor doy un salto a casa de mis padres. O dos d?­as en Recco, o Camogli. Se tarda media hora con el coche. Pero ??con qui?©n? No quiero problemas. Me gustar?­a algo relajante. Cierro la bomba. Giro. Controlo la estela. Retomo desde all?­. M??s potencia. Bomba. Revoluciones del motor, cuidado. Podr?­a ped?­rselo a la chica del estanco. Creo que no tiene novio y siempre me sonr?­e cuando voy a comprar los cigarrillos. Cuidado con la barra de la derecha. ??Paso, con ese poste? As?­ est?? bien. Al fondo veo el cable del tel?©fono. Tengo que recordarlo. Tendr?? veinticinco a?±os. Un poco joven, pero no lo suficiente como para no saber qu?© significa pasar dos d?­as en el mar. Hoy ir?© a comprar dos paquetes. Entrar?© solo si no hay nadie y le preguntar?© si quiere ir a Camogli conmigo. Nos vamos el s??bado despu?©s de comer y volvemos el domingo despu?©s de cenar. No est?? mal. Ser?© claro, una cosa entre amigos. Sin complicaciones amorosas. Solo sexo sano. Cuidado con el ??rbol. M??s potencia... ??Mierda! He tocado. Vibra un mont??n. Empieza a dar vueltas. Pedal. No funciona... he tocado con el rotor de cola. Menos potencia. Hay un espacio abierto. Abre la v??lvula, empina al m??ximo. Velocidad cero. Las revoluciones... las revoluciones. ??Dios m?­o, qu?© pocas! Nivela la posici??n. Las revoluciones... cae demasiado r??pido. Sobre el prado. Se ha hundido el asiento. Las palas del rotor han golpeado el suelo. Salgo disparado. Cuidado con la cabeza. Debo mantener la tensi??n muscular. Los mandos tienen sacudidas. Se me escapan de las manos. Un trozo de una pala se ha empotrado en el ??rbol. El motor sigue en marcha. Menos mal que he bajado las revoluciones. No consigo atrapar los mandos. Me estoy cayendo, pero por mi lado. Qu?© golpe. El motor se ha parado. Esperemos que no se incendie. Qu?© silencio. ??Qu?© es esta agua? Es el producto que entra en la cabina. No puedo moverme. Espero no haberme roto la columna. Dudaba de c??mo reaccionar. Venciendo sus miedos, se dirigi?? hacia la puerta de la cocina que daba directamente a la amplia veranda que se asomaba al jard?­n. Se acord?? de la tarta: no pod?­a quemarse bajo ning??n concepto, sea lo que fuere que hab?­a pasado. Volvi?? al horno, lo apag?? y sali??. Rodeado de rosales variados y de manchas de las mil flores multicolores de las plantas de la huerta, de los ??rboles frutales y de los ornamentales, hab?­a un amasijo informe de piezas met??licas humeantes: era un helic??ptero, roto y abollado, en medio del amplio jard?­n de la villa. La nave estaba volcada hacia un lado, con un pat?­n levantado hacia el cielo, como la pata de un p??jaro v?­ctima de un cazador. De la amplia fisura de un dep??sito se escapaba un l?­quido azul que se vert?­a en el interior de la cabina, sobre las partes met??licas y tambi?©n sobre el motor todav?­a caliente, produciendo una columna de vapor sibilante. El derrame llegaba hasta la hierba del jard?­n, donde se hab?­a formado un charco alimentado tambi?©n por el contenido de otro dep??sito, aplastado entre el helic??ptero y el terreno. Las palas del rotor estaban arrancadas y esparcidas por el jard?­n, y la cola estaba rota y plantada en la tierra como para sujetar la estructura. Carlotta se acord?? del helic??ptero que trabajaba los veranos para los viticultores de aquellas colinas del Oltrep?? Pavese, esparciendo el pesticida que proteg?­a los cultivos de los ataques de mildiu. M??s o menos una vez por semana lo o?­a volar sobre los vi?±edos que cubr?­an las colinas alrededor de su casa. Se dio cuenta de que no ve?­a al piloto. Esperemos que no se haya hecho da?±o. Estaba intentado decidir si deb?­a acercarse cuando el rugido de un motor atrajo su atenci??n. Un Fiat Ritmo blanco fren?? bruscamente delante de la verja de acceso a su casa, produciendo, al derrapar sobre el camino blanco, una nube de polvo. Del coche salieron tres personas que, despu?©s de trepar el peque?±o muro y el seto de laurel, corrieron hacia el helic??ptero. Carlotta los vio pasar por delante de ella sin que ninguno diera indicios de haber notado su presencia. ?????Edoardo! Edoardo, ??est??s bien? ???grit??, nervios?­simo, el hombre m??s anciano de los tres, mientras corr?­a hacia el helic??ptero. ???Espera, Maurizio. Espera antes de acercarte, podr?­a haber riesgo de incendio ???le previno el segundo hombre, m??s joven, que iba corriendo detr??s de ?©l llevando un extintor port??til. Ten?­a una expresi??n ser?­sima y parec?­a muy preocupado. El tercero, un chico atl?©tico con el pelo casta?±o claro bastante largo y unos ojos azules brillantes, se par?? antes, m??s cerca de Carlotta, como si no tuviera el valor de acercarse m??s a la escena del siniestro. Carlotta not?? que, a parte del hombre m??s anciano, vestido con el estilo de los agricultores cuando est??n de faena, con pantalones amplios y camisa de cuadros arremangada, los otros llevaban unos monos de color azul con grandes bolsillos. ???Buenos d?­as. ???Carlotta salud?? al joven para llamar su atenci??n. El chico se dio la vuelta y la mir??, como si se hubiera dado cuenta de su presencia solo en ese momento. ???Buenos d?­as, se?±ora. Perd??neme, pero no la hab?­a visto. ???Me he dado cuenta. Soy Carlotta Bianchi y este es mi jard?­n. Sois del helic??ptero, me imagino. ???S?­, s?­. Hemos venido por el accidente ???respondi?? precipitadamente el joven, volviendo a mirar el helic??ptero con los ojos desorbitados. ???Edoardo. Resp??ndeme, ??c??mo est??s? ???segu?­a llamando con voz fuerte el primer hombre, mientras intentaba meterse bajo la mole de metal, pring??ndose en el charco azul que se hab?­a formado bajo y alrededor del helic??ptero. ???Joder. Sacadme de aqu?­. ??Me estoy ahogando en el producto! ???pidi?? con vehemencia el piloto, que permanec?­a atrapado bajo la nave volcada. ???Gracias al cielo est?? vivo. Diego, ven y empuja la cabina. Tienes que conseguir levantarla unos diez cent?­metros mientras Carlo y yo intentamos extraer a Edoardo ???dijo el hombre m??s anciano. ???Vale. Voy ???respondi?? el chico, haciendo un gesto a Carlotta, como pidi?©ndole permiso para alejarse. ???Edoardo, ??puedes mover las piernas? Int?©ntalo con cuidado, y si sientes dolor no fuerces el movimiento ???dijo Maurizio, que hab?­a tomado la direcci??n de las operaciones con autoridad. ???Puedo, e incluso lo har?­a mejor si no tuviese esta mole de chatarra encima. Sacadme de aqu?­ y os har?© ver un par de pasos de vals. ???Veo que est??s bien, puedes soltar las tonter?­as t?­picas de todos los d?­as ???dijo Carlo, que, mientras tanto, hab?­a dejado el extintor en el suelo y hab?­a conseguido cogerle un brazo. ?????Listo, Diego? Cuando diga ?«vamos?» levanta lo m??s que puedas. Carlotta observaba con una cierta admiraci??n la aparente facilidad con la que los tres hombres se estaban coordinando en el salvamento. Se ve?­a que estaban acostumbrados a trabajar juntos. ???Vamos, Diego, levanta... ??para! ???orden?? Maurizio???. No te muevas, Edoardo, te sacamos nosotros. Venga, Carlo. Juntos. Tiii-ra, vamos, tiii-ra, ??ltimo esfuerzo: tiii-ra. Edoardo apareci?? de debajo del helic??ptero con gran satisfacci??n de todos. Se puso de pie soltando un grito a todo pulm??n: ???Aaagh??¦ ???Despu?©s, apretando fuerte los pu?±os y cerrando los ojos, volvi?? a gritar???: Aaagh ??¦ ???como un guerrero maor?­ queriendo asustar a sus enemigos. Carlotta vio erguirse en medio del amasijo aquella figura imponente, con el mono de vuelo empapado pegado al cuerpo. De la cabeza a los pies, estaba todo recubierto de un bonito color azul. Le pareci?? un extraterrestre y pens?? en el helic??ptero como una nave espacial. Sinti?? una breve perturbaci??n en el pecho y le vino en mente la letra de una vieja canci??n: Extraterrestre ll?©vame lejos, quiero una estrella para m?­, extraterrestre ven a atraparme, quiero un planeta para volver a empezar. Edoardo jadeaba, tos?­a y escup?­a una saliva azulada. ???Joder. Qu?© asco me da esto. Soy un idiota. Un idiota. Sab?­a que ten?­a que volar m??s alto. Lo sab?­a. ???T??mbate, tranquil?­zate un poco. Hemos llamado a la ambulancia y estar?? aqu?­ dentro de poco ???dijo Maurizio. ???Pero ??qu?© ambulancia? No tengo nada. Quiero ir al hotel a lavarme y quitarme esta porquer?­a. ?»Mierda. ??Hab?©is avisado al jefe? Tenemos que pedir otro helic??ptero para seguir con los vuelos. ???No te preocupes por el trabajo ???intervino Maurizio???. Eso ya lo arreglaremos m??s tarde. ???Pues llevadme para que me lave. ??No veis c??mo me he puesto? Lleg?? una ambulancia y aparc?? r??pidamente detr??s del Fiat Ritmo de Carlo. Maurizio hizo un gesto con la mano para llamar la atenci??n. Sali?? una persona y corri?? hacia el grupo. ???Soy el enfermero. ??Qui?©n es el herido? ?????l ???dijeron Maurizio y Carlo al mismo tiempo, se?±alando a Edoardo. ???Pero qu?© herido ni qu?© ocho cuartos. ??No me he hecho nada! ???exclam?? el piloto???. Aqu?­ el ??nico herido es ?©l, piensa qu?© puedes hacer para reanimarlo. ???Se dio la vuelta se?±alando con el ?­ndice en direcci??n del helic??ptero. Carlo intervino: ?????rase una vez un helic??ptero de constituci??n sana y robusta. Despu?©s tuvo relaciones ?­ntimas con un piloto poco recomendable. El enfermero los mir?? a todos como si hubiera llegado all?­ por error. Se recuper?? r??pido, porque ?©l tambi?©n estaba acostumbrado a gestionar situaciones de emergencia. ???Tenemos que ir al hospital para asegurarnos de que no hay lesiones internas o un traumatismo craneal. ???Hizo un gesto al conductor de la ambulancia y al voluntario, que completaban el grupo que hab?­a llegado con ?©l, para que se acercaran con la camilla. ???Joder. ??C??mo tengo que deciros que no me pasa nada? Alejad esta camilla de aqu?­. Da mala suerte, y al final alguien va a necesitarla de verdad. ???Al menos d?©jeme hacer los controles m?­nimos para determinar su estado ???pidi?? pacientemente el enfermero???. ??Era un l?­quido t??xico? ??Lo ha ingerido? ???Me ha llegado a la boca, pero no lo he tragado. No puede ser muy venenoso, si no, estar?­amos todos muertos hace tiempo ???respondi?? Edoardo. Despu?©s se sent?? en la hierba y consinti??, mientras se calmaba, a que le hicieran unas pruebas. Despu?©s de un examen r??pido, el enfermero excluy?? el traumatismo craneal y los da?±os a la columna vertebral. ???Si realmente no quiere ir al hospital me tiene que firmar esta hoja en la que declara que renuncia por voluntad propia. ???D?©mela, firmo todo. Pero que no haya facturas despu?©s. El enfermero, que ten?­a mucha experiencia, sonri??: hab?­a notado una cierta alteraci??n en el comportamiento del piloto, debida a la adrenalina que todav?­a circulaba por su cuerpo, pero tambi?©n ve?­a, por lo que hab?­a podido verificar durante las pruebas y por c??mo se mov?­a para todos lados, escupiendo y blasfemando, que no hab?­a sufrido ning??n da?±o f?­sico. Una vez firmada la declaraci??n curiose?? unos minutos m??s junto a los otros dos colaboradores alrededor de los restos del helic??ptero, y despu?©s decidi?? que pod?­an irse. Los tres volvieron a entrar en la ambulancia e intentaron marcharse. Lo intentaron, porque durante todo este tiempo se hab?­a juntado un peque?±o grupo de curiosos, y sus coches hab?­an bloqueado la carretera. Tras unas cuantas maniobras y varias imprecaciones, la ambulancia consigui?? marcharse. Tambi?©n el grupo de curiosos se march??, despu?©s de las muchas invitaciones amables, pero firmes de Maurizio y de Carlo a que lo hicieran. ???Bueno. ??Quer?©is llevarme al hotel? ???pregunt??, irritado, Edoardo???. ??Tengo que llamar a un taxi? ??Tengo que ir en helic??ptero? Empezaron a re?­r todos, que lo miraban mientras se observaba a s?­ mismo, con las manos en la cintura, goteando l?­quido azul. ???Vamos. Te llevo yo ???dijo Maurizio. ???Si quiere, puede ducharse aqu?­ ???intervino Carlotta. Se dieron la vuelta para mirarla. Maurizio, que conoc?­a a la mujer por haberla visto alguna vez en el pueblo, pero sobre todo porque viv?­an en la misma colina, se dio cuenta de que ni siquiera le hab?­an pedido permiso para entrar. Le habl??, con una clara expresi??n de embarazo en su cara: ???Gracias, se?±ora Bianchi, perd??nenos por la intrusi??n. Hemos sido maleducados, pero est??bamos preocupados por el piloto. ?????Y qui?©n no lo habr?­a estado? ???respondi?? ella. ???Para nosotros no hace falta, pero si el piloto pudiera, ser?­a muy amable por su parte. ???Como les he dicho, no hay ning??n problema. Maurizio se dirigi?? a Edoardo: ???T??, es mejor si te arreglas aqu?­. La se?±ora te deja usar su ba?±o. Nosotros vamos r??pidamente a limpiarnos y volvemos enseguida. Nos encontraremos dentro de media hora, todos arreglados. ???De acuerdo, hasta luego ???respondi?? Edoardo. Todav?­a se sent?­a algo aturdido, y la idea de darse una ducha inmediatamente lo seduc?­a. Despu?©s a?±adi?????: Maurizio. ???Dime. ???Dame uno de tus cigarros. Los m?­os ahora solo valen para los pitufos. ???Ense?±?? la caja de cigarrillos holandeses, aplastada y empapada de agua azul. ???Cuidado al fumarlo. Es para hombres de verdad, no como tus cigarrillos para mariquitas. Edoardo sonri?? con expresi??n de resignaci??n, y cogi?? con dos dedos, para no mancharlo, el cigarro toscano que le daban. ???D?©melo, se?±or Edoardo, he o?­do que le llaman as?­, as?­ lo mantendr?© seco. Soy Carlotta Bianchi. ???Edoardo Respighi, es un placer. Siento la que he montado... ???No se preocupe. Lo importante es que no est?© herido. ???Entonces, hasta luego ???dijo Maurizio. Carlotta precedi?? al piloto hasta el cuarto de ba?±o. Cogi?? unas toallas limpias de un mueble apoyado en la pared, y un albornoz para hombre. Se asegur?? de que en el estante de la ducha hubiera gel y champ?? y coloc?? una alfombrilla en el suelo y unas sandalias havaianas. ???Est??n limpias ???dijo???. Deber?­an ser de su talla. Edoardo la mir?? y se excus?? otra vez: ???Gracias, se?±ora. Siento tanto las molestias... ???No se preocupe, t??mese su tiempo. Los ojos del hombre, que resaltaban en el azul de la cara, le hicieron el efecto de la mirada de un animal... de un animal herido, todav?­a peligroso, con toda su fuerza, pero que tambi?©n necesitaba esconderse y curar sus heridas. Se acord?? del gorila que hab?­a visto hac?­a muchos a?±os ???todav?­a era una muchacha joven??? en un zoo llamado impropiamente jard?­n zool??gico, ya que de jard?­n no ten?­a nada, instalado en un espacio que no bastaba para contener su deseo de libertad. Cuando Carlotta cruz?? la mirada con ?©l recibi?? un impulso de fuerza animal constre?±ida por la impotencia. Se hab?­a sentido asustada y al mismo tiempo atra?­da por aquella llama de humanidad primordial que hab?­a notado en la mirada del gorila. En su interior se hab?­a creado un estado de excitaci??n que se calm?? solo cuando, al reparo de un ??rbol enorme y algunos arbustos, convenci?? a su novio para hacer el amor. ???Marcello, tesoro... m??s fuerte. M??s fuerte ???insist?­a con la voz ronca, mientras lo abrazaba con todas sus fuerzas. Solo en otras pocas ocasiones le hab?­a susurrado, casi como si no quisiera que le oyera, aquellas palabras que ahora sin embargo pronunciaba lentamente acompa?±??ndolas con potentes movimientos de cadera. No tard?? mucho en alcanzar el culmen del placer, lo cual alivi?? a su compa?±ero: no habr?­a podido resistir mucho m??s un tal asalto. Despu?©s recordar?­a aquel episodio como una prueba del amor fuerte y el gran deseo que Carlotta, de joven, sent?­a por ?©l. Ella, por el contrario, intent?? olvidarlo, porque el recuerdo de aquella relaci??n f?­sica le tra?­a a la memoria, inevitablemente, la mirada triste e inquietante del gran simio. *** O?­a el ruido del agua en la ducha. La historia no la hab?­a asustado, pero dentro de ella se hab?­a instalado una turbaci??n sutil que no consegu?­a interpretar. Daba vueltas por la cocina, quitando el polvo a las superficies sin polvo y ordenando las cosas que ya estaban en su sitio. Se dirigi?? hacia el cuarto de ba?±o. Segu?­a oyendo el ruido del agua que flu?­a, y nada m??s. Llam?? a la puerta. ???Se?±or Edoardo, ??est?? bien? ??Necesita algo? No hubo respuesta. Lo intent?? de nuevo, llamando m??s fuerte. ?????Todo bien? ??Necesita algo? Otra vez, ninguna respuesta. Solo el sonido del agua que cae. A lo mejor se encuentra mal, mejor controlar. Ya sabiendo por qu?©, pero sin querer admitirlo, entreabri?? la puerta. El ba?±o estaba envuelto en vapor. Lo entrevi?? apoyado con la frente a la pared, inm??vil. Dejaba que el agua se demarrase por su espalda. Entr?? en la sala y repiti??: ?????Est?? bien? ??Necesita algo? Edoardo sali?? del limbo en el que se hallaba y se gir?? de golpe hacia ella. La figura robusta surgi?? en el espacio de la ducha saturado de vapor. El agua que sal?­a del grifo se derramaba desde arriba, fluyendo sobre su pelo negro corto, su cara y sus hombros y despu?©s sobre su t??rax velludo, sobre su sexo y sobre sus piernas. ???Perdone. No quer?­a??¦ ???dijo Carlotta, dando un paso atr??s. Edoardo se tap?? con las manos en un gesto espont??neo de pudor. ???Tiene raz??n, llevo mucho tiempo en el ba?±o. Salgo ahora mismo. Los ojos marrones asumieron una vaga expresi??n de ni?±o pillado infraganti. A Carlotta, ese hombre grande y fuerte le pareci?? indefenso. Le volvi?? a la mente ese d?­a, ya lejano, cuando busc?? en su novio, que despu?©s se convirti?? en su evanescente marido, un hombre fuerte y tierno, protector y necesitado de protecci??n, amante y necesitado de amor. El hombre despojado de las superestructuras culturales, el hombre en su esencia que entrevi?? por un momento en la llama vital de los ojos del gorila atrapado en la jaula del zoo. Se quit?? el vestido ligero, que dej?? caer al suelo. Se quit?? el sujetador y las bragas y entr?? en la ducha. El impacto con el l?­quido caliente fue casi doloroso. La temperatura alta la proyect?? a una dimensi??n paralela. El agua le parec?­a venir de una cascada alt?­sima que, desde lo alto de la boca de un cr??ter volc??nico, ca?­a primero sobre ellos y luego sobre el magma, produciendo el vapor que les envolv?­a. La cercan?­a del cuerpo vigoroso del piloto, que la superaba sobradamente en altura y corpulencia, disolvi?? las ??ltimas barreras. Entr?? en ese mundo que hab?­a portado siempre dentro de s?­ y al cual pod?­a dar, finalmente, forma y acci??n. Hizo que el piloto se apoyara con la espalda en la pared, se agach?? y cogi?? su sexo entre las manos. Lo toc?? con el cuidado que reclaman las cosas preciosas, lo bes?? como un recuerdo de amor, lo sabore?? como si fuera la primera comida despu?©s de un largo ayuno, lo movi?? en la boca hasta que sinti?? que se reforzaban la estructura y las contracciones. Cuando ?©l empez?? a mover la cadera y le sujet?? la nuca con las manos para mantenerla quieta, la presi??n en la garganta se hizo demasiado fuerte, as?­ que apoy?? las manos en sus ingles y con una presi??n tierna y continua lo separ?? de su boca. Lo mir?? a los ojos buscando su alma desnuda en lo m??s profundo. Se tumb?? en el suelo de la ducha y separ?? las piernas, abriendo su sexo con las manos, en una invitaci??n que formaba parte del mism?­simo origen del mundo. El piloto se tumb?? encima de ella; el agua ca?­a abundantemente sobre su espalda y que despu?©s se demarraba sobre la mujer que estaba debajo de ?©l. Sujetando los pies contra una pared de la ducha amplia, con el cuerpo de ella bloqueado por la pared opuesta, sali?? de la condici??n de depresi??n incipiente a la que el accidente lo estaba llevando. Alivi?? la herida de su orgullo y encontr?? gratificaci??n como siempre han hecho los hombres desde que la evoluci??n los llev?? a tener una psique compleja y fr??gil: crey?? dominar a la mujer, solo porque ella estaba bajo la exuberancia de su cuerpo, crey?? poseerla, solo porque ella hab?­a emitido gemidos l??nguidos bajo sus empujes vigorosos, crey?? haberla sometido, solo porque parec?­a casi que ella se retiraba cuando su sexo llegaba a lo m??s profundo. Edoardo, finalmente, reencontr?? su orgullo y su equilibrio. De nuevo era un hombre fuerte y vencedor. Carlotta sinti?? el l?­quido del placer de Edoardo entrar en ella. Serr?? los m??sculos internos en su deseo de mantener a Edoardo dentro de s?­. La fuerza de hombre que hab?­a sentido hizo estallar su antiguo deseo de ser mujer. Era el mismo deseo que en su inconsciente la hab?­a empujado a seducir al piloto. Quer?­a un hombre suficientemente fuerte como para protegerla y suficientemente fr??gil como para que la necesitara. Un hombre al que habr?­a atendido y servido, cuyo deseo solo se encendiera con ella, y tan enamorado que no podr?­a enga?±arla. Nunca. Le lleg?? desde el exterior el sonido de un claxon que avisaba de la vuelta de Maurizio, Carlo y Diego. Edoardo reaccion?? r??pidamente, se sec?? y se puso el albornoz que ten?­a a su disposici??n: le estaba un poco peque?±o, pero bastaba. Se puso las sandalias, que eran de la talla justa. Antes de salir se acerc?? a Carlotta, la cual, mientras tanto, y sin hablar, se hab?­a vestido. Apoy?? sus manos sobre sus costados, se acerc?? a ella y le dio un beso leve en los labios. ???Me voy ???dijo. A ella le pareci?? el sello de un pacto nuevo, suscrito entre ?©l, ella y el resto del mundo. Le pareci?? leer en sus ojos todas las promesas que aquel amor grand?­simo habr?­a exigido; le pareci?? que sus labios pronunciaron todas las palabras que la amante de un amor inigualable desea o?­r. Percibi??, a trav?©s de sus manos, todas las caricias futuras una mujer desea recibir de un hombre. El piloto se ofrec?­a a su sola propiedad, a condici??n de que ella lo amase, lo asistiera, lo satisficiera totalmente y sin escatimar nada. Y ella suscribi?? todos los art?­culos de aquel contrato que pensaba que ?©l tambi?©n hab?­a firmado. *** Carlo examin?? atentamente el helic??ptero. Sab?­a, mientras esperaban al encargado de la Direcci??n General de la Aviaci??n Civil que iba a llegar pr??ximamente desde Mil??n, que no deb?­a tocar nada. En caso de accidente a?©reo, aun cuando no hay heridos, como en este caso, es obligatoria la investigaci??n de la Aviaci??n Civil, y ?©l no deb?­a modificar la escena de la cat??strofe. Hab?­a llamado inmediatamente a Casale Monferrato, al due?±o de la empresa, Santino Panizza. ?????Me cago en la leche! ???grit?????. ??Por qu?© tiene que volar siempre tan bajo? ???Porque es lo que prefieren los clientes. ??l lo sabe y a veces se pasa. ???Lo s?©, lo s?©, maldita mala suerte. ??Qu?© tal est??? ??Seguro que no se ha hecho da?±o? ???No se preocupe, se est?? lavando y dentro de nada, en cuanto me cambie, vuelvo a buscarlo. ??Puede avisar usted a la Direcci??n de Linate? ???S?­, llamo yo. ?????Se acuerda del ??rea de descanso de Oliva Gessi? ??Donde nos reunimos la semana pasada con Maurizio? ???S?­, me acuerdo, la que est?? bajo la carretera, con los barriles de agua. ???Exacto. La casa donde cay?? el helic??ptero est?? a unos doscientos metros siguiendo por la misma carretera. ???Ahora llamo a Linate y voy para all?? inmediatamente. Mejor, coger?© cita para acompa?±arlos, si no, no van a encontrar el sitio. Tardaremos unas tres horas. Hasta luego. ???All?­ estar?©. Al final, Panizza, despu?©s del sobresalto inicial, se hab?­a mostrado comprensivo. Por lo dem??s, con ese trabajo, que obliga a los helic??pteros a volar entre casas, tendidos el?©ctricos, y ??rboles varios, a pocos metros del terreno, sab?­a que antes o despu?©s alguien se iba a chocar con algo. Bastaba una falta de atenci??n de un segundo para provocar un accidente. De hecho, solo se maravillaba de que le hubiera pasado a Edoardo, al que consideraba el mejor y el m??s atento de sus pilotos. ???Qu?© pasa, gente ???exclam?? Edoardo???. ??C??mo va todo por aqu?­ fuera? ??Est??is curando al pajarito? Hab?­a salido por la puerta de la cocina y se hab?­a parado en la veranda. Alto, envuelto en el albornoz blanco algo peque?±o anudado a la cintura, miraba a los presentes con la cara iluminada con una sonrisa ir??nica. En la mano, entre el pulgar y el ?­ndice, sujetaba el puro que le hab?­a dado Maurizio y al cual daba unas caladas que luego exhalaba con grandes remolinos de humo. Maurizio, Carlo y Diego, que estaban cerca del helic??ptero, se giraron para mirarlo. ???Has recuperado un aspecto humano ???dijo Carlo???. Te hab?­as transformado en el Jolly Blue Giant [02]; de los valles y vi?±edos del Oltrep?? Pavese, el gigante bueno que defiende las vides del mildiu. Carlo sonre?­a, divertido al provocar a Edoardo. ???Solo que, ahora que el Jolly Blue Giant ha destrozado el helic??ptero, tendr?? que colgarse un gagarin [03] a la espalday pulverizar su esencia azul por todas las colinas. Adem??s, ??no es su trabajo? Hab?­a un tono de reproche en las bromas de Carlo. Estaba contrariado por el accidente. Sab?­a que ahora empezar?­a una discusi??n sobre las responsabilidades de cada uno, y que los inspectores de la Direcci??n General de la Aviaci??n Civil empezar?­an a mirar con lupa todas sus operaciones de mantenimiento. Eso le preocupaba. Edoardo se dio cuenta, pero no se enfad??. Lo entend?­a, y comprend?­a sus temores. ???No tienes que preocuparte ???le dijo, acerc??ndose al grupo, pero manteni?©ndose alejado del pantano azul???. Puedo afirmar, delante de todos, que todo ha sido mi culpa. Baj?© demasiado y toqu?© aquel ??rbol, en el l?­mite del jard?­n con la vi?±a que estaba fumigando. Se?±al?? un bonito cerezo con la mano, que desde hac?­a unos cuantos decenios prosperaba indiferente a las exigencias del vuelo de helic??pteros. ???He modificado la posici??n para subir, pero no pens?© que, al hacerlo, la cola habr?­a descendido. De esa manera he acabado tocando una rama. Me he dado cuenta de que se hab?­a da?±ado el rotor de cola. Solo he podido evitar que el helic??ptero cayera encima de la casa. ???Gracias. Sab?­a que eras una persona seria, adem??s de un amigo ???dijo Carlo, con expresi??n de alivio. ???Hoy he aprendido c??mo salvarte cuando golpeas un ??rbol. Menos mal que lo he aprendido en tierra y no a bordo ???intervino Diego. Todos rieron, descargando la tensi??n. ???No te preocupes por tus lecciones de vuelo. Sigue trabajando bien y te garantizo que las dar??s todas como estaba programado ???lo tranquiliz?? Edoardo. ???Vale, vale. Ni me lo hab?­a planteado. ???Te he tra?­do uno de mis monos ???dijo Carlo???. Como los llevo un poco grandes deber?­a valerte. Sale de la lavander?­a. Si te est?? c??modo, te he tra?­do tambi?©n una camiseta, dos calzoncillos y un par de calcetines. Todo limpio y perfumado. ???Gracias, Carlo. Intentar?© entrar en tu ropa. M??s tarde te lo devolver?© todo lavado y planchado. ???Ni se te ocurra. Despu?©s de llevarlos t?? lo ??nico que se podr?? hacer es quemarlo todo. Un Alfa Romeo Alfetta de los carabineros se par?? silenciosamente detr??s del Fiat Ritmo. ?????Demonios! ???exclam?? Carlo???. ??Se me ha olvidado llamar a los carabineros! ???Los he llamado yo ???dijo Maurizio???. Como el cuartel competente es el de Casteggio y los conozco bien, he preferido llamar yo para explicar bien el lugar del accidente e informar de que no hab?­a ning??n herido. ???Gracias ???dijo Edoardo???. Siempre te anticipas a los problemas. Mientras tanto, los dos carabineros hab?­an bajado del coche y se hab?­an acercado a ellos. ???Buenas tardes, mariscal, buenas tardes, cadete ???dijo Maurizio. El mariscal, una persona de media edad, bastante alto y con un f?­sico vigoroso que le confer?­a una fuerte presencia, respondi?? al saludo llevando su mano a la visera. Tambi?©n el cadete salud?? con estilo militar. ???Presento yo que os conozco a todos ???volvi?? a decir Maurizio???. El mariscal Adinolfi, comandante del cuartel de Casteggio, y el cadete Scafato. ???Despu?©s, se?±alando a sus compa?±eros???: ??l es Edoardo Respighi, el piloto. Como se ve por su mono de vuelo a medida. El chiste provoc?? la risa de todos. Edoardo, que llevaba todav?­a el albornoz dos tallas m??s peque?±o, recogi?? la ropa y se alej?? unos metros, poni?©ndose de espaldas, para ponerse la ropa interior y el mono que le hab?­a tra?­do Carlo. ???Me cambio enseguida, antes de que os divirt??is todos m??s de la cuenta ???dijo. ???Ese tan serio es Carlo Rossi ???continu?? Maurizio???. El mec??nico del helic??ptero, y ?©l es Diego Monferrino, un piloto joven que nos est?? ayudando. Todos saludaron con las t?­picas expresiones. ?????Me confirma que solo hab?­a una persona a bordo y que nadie ha resultado herido? ???pregunt?? el mariscal a Edoardo, que ya se hab?­a vestido. Lo ??nico, segu?­a llevando las sandalias. ???Nadie, mariscal. Solo estaba yo y estoy perfectamente. ?????Puede darme todos los datos del helic??ptero: propietario, empresa e informaci??n del personal? Me refiero a ahora, al momento del accidente. ???Yo se lo doy, mariscal ???intervino Carlo???. Tengo todo en el coche. Estamos esperando a los ingenieros de Aviaci??n Civil, que deber?­an llegar desde Milano Linate junto al titular de la empresa. Si lo desea, ma?±ana le puedo entregar las copias de los documentos del helic??ptero. ???Gracias. Mientras tanto ayude al cadete a copiar los datos principales y despu?©s le agradecer?© enormemente que me facilite las fotocopias. El mariscal se dirigi?? a Edoardo de nuevo: ???Un peque?±o resumen de lo que ha pasado, sin pretender imitar a los responsables de Aviaci??n Civil, s?­ que tendr?? que hac?©rmelo. Por ahora me basta que me lo cuente brevemente, pero ma?±ana, dos l?­neas escuetas, con su firma, las necesito junto con las fotocopias de los documentos. ???Muy bien. Aunque es muy f??cil explicar lo que ha pasado. Edoardo explic?? la din??mica del accidente y concluy?? con: ???Y ese es el resultado. ???Se?±al??, desconsolado, los restos del helic??ptero en mitad del jard?­n. ???Viendo c??mo ha quedado, se puede decir que usted ha tenido mucha suerte ???coment?? el mariscal. ???Hoy no era mi d?­a ???respondi?? Edoardo, soltando una enorme nube de humo del puro, a la que prosigui?? un ataque de tos. ???Ya te hab?­a dicho que era demasiado fuerte para ti. Eres demasiado joven ???brome?? Maurizio, que le mostr?? c??mo se daban caladas al cigarro, dejando salir el humo por la nariz sin hacerlo llegar a los pulmones???. Solo superficialmente; no hay que respirarlo. ???Un poco de saliva se me ha ido por el otro lado ???se justific?? Edoardo. Carlotta apareci?? detr??s de la puerta de la cocina, y se dirigi?? hacia ellos. Se hab?­a puesto otra ropa. Ahora llevaba un vestido con un lazo delante: simple, pero de calidad. Le quedaba bien, y hac?­a resaltar su cuerpo bien proporcionado. Ten?­a el pelo casta?±o oscuro, de longitud media, todav?­a h??medo despu?©s de la ducha, que se iba secando en suaves rizos desordenados a los lados de su rostro. Los ojos, de un bonito color chocolate, ten?­an un dise?±o alargado, y las cejas, bien delineadas, resaltaban su dulzura. Una nariz griega acompa?±aba la mirada de quien la observaba desde los ojos hasta los labios, ligeramente carnosos, que serv?­an de marco a unos dientes peque?±os y regulares. En los peque?±os l??bulos de las orejas llevaba dos simples anillos dorados, que acompa?±aba con un collar del mismo estilo. Calzaba unas sandalias con una peque?±a cu?±a que la obligaban a asumir unos andares vagamente perturbadores. Mientras bajaba los escalones de la veranda, sus caderas se movieron capturando la atenci??n de los presentes, sin excepciones. Los hombres se preguntaron c??mo hab?­an hecho para no verla antes. Pensaron que se deb?­a al hecho de que su atenci??n se hab?­a centrado exclusivamente en el accidente que acababa de ocurrir. En realidad, Carlotta se hab?­a transformado, y hab?­a sustituido a la mujer de pelo sin vitalidad, vestido estival an??nimo y zapatos bajos y anchos por la versi??n seductora que ten?­an delante de ellos ahora. ???La se?±ora Bianchi es la due?±a de la casa. Nos est?? ayudando, y soportando, con una paciencia enorme ???dijo Maurizio. ???Conozco a la se?±ora; ya nos hab?­amos visto en algunas ocasiones ???respondi?? el mariscal???. ??C??mo est??? Veo que han intentado demoler su casa. ???Lo m??s importante es que nadie ha resultado herido; lo dem??s se puede reparar ???respondi?? Carlotta. Despu?©s, mirando a todos, dijo???: Les he preparado algo para comer. He o?­do que tienen que esperar a unas personas, y he pensado que ser?­a mejor hacerlo sentados en una mesa. No es nada especial, solo una merienda y algo de beber. ???Ya la hemos molestado demasiado... ???Maurizio intent?? rechazar la invitaci??n, con poca convicci??n. ???No es ninguna molestia; es un placer. Todo est?? bien, podemos olvidar lo que ha pasado tomando algo. Son las tres y me da que se han saltado la comida. Me har?? feliz, naturalmente, que el mariscal y el cadete se apunten. ???Gracias, se?±ora ???dijeron al un?­sono los dos carabineros mencionados. El mariscal a?±adi?????: Aunque estamos de servicio, se agradece poder comer algo. El cuerpo de Carabineros nos perdonar?? este peque?±o pecado. Tras estas muestras de cortes?­a se dirigieron todos hacia la casa de buen grado. ???Aqu?­ fuera. Est?? todo preparado al exterior. ???Carlotta se?±al?? el lado de la construcci??n donde estaba, a esa hora completamente a la sombra, la veranda amplia, ligeramente elevada con respecto al c?©sped. En su centro hab?­a una mesa que ofrec?­a una gran variedad de comida y de bebidas: salami de Vanzi, coppa de Piacenza, panceta del Oltrep??, queso de producci??n local, pan y focaccias. No faltaban, dispuestas a lo largo de la mesa, botellas de agua, de cerveza y de vino. ???Si?©ntense y s?­rvanse ???dijo Carlotta, que entr?? de nuevo en la cocina. Un poco despu?©s, volvi?? con una tarta de mermelada de melocot??n que exhalaba un fuerte aroma, y que coloc?? sobre la mesa. ???Est?? reci?©n hecha. He apagado el horno cuando se ha ca?­do el helic??ptero. La mermelada de melocot??n es casera; la hice el a?±o pasado. ???Entonces est?? destinada a acabar como el helic??ptero: destruida ???dijo Maurizio, mientras cog?­a el cuchillo con la intenci??n de cortar una porci??n. En ese momento llegaron, en dos coches distintos, el due?±o del helic??ptero y dos ingenieros de la Aviaci??n Civil, encargados de llevar a cabo una breve investigaci??n del accidente. ???Comandante, carajo, ??qu?© ha hecho? ???dijo, en tono serio, pero no duro, el due?±o del helic??ptero. Edoardo, que se sent?­a humillado por los da?±os causados, se disculp??, avergonzado. Cont?? el toque con el ??rbol y la consecuente p?©rdida de control. Quiz?? el tama?±o de las plantas le hab?­a dado unas referencias enga?±osas. Los ingenieros le hicieron m??s preguntas, acumulando todos los elementos necesarios para su informe. ???Pueden sentarse a la mesa ???intervino Carlotta, se?±alando todo lo que hab?­a encima???. Tambi?©n los se?±ores que acaban de llegar. Edoardo la present?? al due?±o del helic??ptero y a los ingenieros. ???Es muy amable, se?±ora ???le dijo Santino Panizza, al tiempo que le daba la mano???. Me tiene que decir lo que le va a costar reparar los da?±os. El seguro se lo pagar??. ?????Solo por un agujero en el jard?­n y un poco de tierra contaminada? Es muy poca cosa. Buscar?© a una empresa especializada para que retire la tierra. Ahora, si?©ntense. Santino apoy?? la mano sobre el hombro del piloto y le dijo: ???Vaya ma?±ana a Casale para usar el helic??ptero de reserva. Cuidado, que es el ??ltimo, ??eh? Si lo perdemos, cerramos y volvemos a los tractores. ???Usar?© el Fiat Uno de la empresa y volver?© con el helic??ptero. En cuanto podamos, iremos a recoger el coche. ???De acuerdo, hagamos as?­ ???respondi?? Panizza, que ya empezaba a mostrar inter?©s por lo que estaba sobre la mesa. Se sentaron, y empezaron con la tarta, que atra?­a a todos con su perfume de hojaldre. Lo acabaron muy r??pido. Despu?©s continuaron con los embutidos y el queso, al rev?©s de lo normal, ya que se suele empezar por lo salado y acabar con lo dulce. Una media hora despu?©s el mariscal dijo que su presencia no era necesaria y que se marchaba. Record?? a Carlo y a Edoardo que hicieran fotocopias de los documentos y un breve informe. ???No se preocupe, mariscal. Ma?±ana tendr?? todo ???confirm?? Carlo. ???Gracias, se?±ora Bianchi. Todo estaba muy rico. El mariscal se despidi?? de Carlotta d??ndole la mano y esbozando un saludo militar, en un perfecto estilo de galanter?­a militar. Se llev?? la mano a la visera dirigi?©ndose a los dem??s: ???Buena continuaci??n. ???Se march?? junto con el cadete, el cual tambi?©n salud?? de manera militar. Los ingenieros de la Aviaci??n Civil continuaron su trabajo sin dificultades particulares: no hab?­a ning??n secreto que descubrir, todo estaba clar?­simo, y la versi??n que hab?­a proporcionado el piloto bast?? para no requerir una investigaci??n adicional. Por la noche, cuando se marcharon todos, quedaron sobre la mesa de la veranda muchas botellas vac?­as y algunos restos de comida. La cantidad de dulces, embutidos y queso consumidos, acompa?±ada adecuadamente por vino local y cerveza, hab?­a contribuido a la conclusi??n r??pida y ben?©vola de la investigaci??n. Durante toda la tarde Carlotta se hab?­a dirigido a Edoardo de manera formal, sin dejar ver ninguna confianza. Habl?? con todos, ?©l incluido, trat??ndoles de usted. Y todos tuvieron la misma cortes?­a cuando se dirigieron a ella, a pesar de que, al pasar la tarde y llegar la noche las relaciones se hab?­an ido relajando poco a poco. Ella se hab?­a dado cuenta de que ?©l la miraba a veces, pero hab?­a hecho como si nada. Por una coincidencia particular, de la que no hab?­a hablado con ninguno de los presentes, ese mismo d?­a, 21 de junio de 1988, hab?­a cumplido cuarenta a?±os. Ahora, en el silencio de la noche, mientras limpiaba la veranda, se par?? para observar la chatarra que antes hab?­a sido un helic??ptero ??gil y elegante. No me esperaba que me llegar?­a del cielo un regalo tan bueno, y de una manera tan ruidosa. A Carlotta le pareci?? ver mariposas luminosas volando alegres alrededor de los hierros. No son mariposas, son luci?©rnagas. Luci?©rnagas macho. Son ellas las que vuelan, las hembras esperan en el suelo. Respir?? otra vez, casi un suspiro, apoyada sobre la escoba, y despu?©s sigui?? limpiando todo con energ?­a renovada. II 22 de junio de 1988, mi?©rcoles ??? Recogida del helic??ptero accidentado Al d?­a siguiente, Carlo y Diego llegaron al lugar del accidente temprano. La vista del helic??ptero destrozado produjo una impresi??n extra?±a a Carlo. Todav?­a no hab?­a digerido bien lo sucedido, quiz?? porque era el primer accidente en el que, de alg??n modo, estaba implicado directamente. Diego tambi?©n estaba perturbado. ?«No era necesario?», se dijo. ???Vale, dig??moslo. Hasta ayer Edoardo era considerado el mejor. ??Y ahora? Basta tan poco... ???Tranquilo ???le respondi?? Carlo???. Todos los pilotos, incluso los mejores, tienen alg??n cad??ver en su curr?­culum. ???Le puso una mano sobre el hombro y sigui?? hablando con tono grave???: Para tranquilizarte, puedo asegurarte que te pasar?? a ti tambi?©n. ???Vale, vale. No he dicho nada. Mientras tanto, Carlo hab?­a llamado al timbre; no quer?­a entrar sin permiso, ya hab?­an molestado lo suficiente el d?­a anterior, y quer?­a dejar una buena impresi??n a la due?±a de la casa. La puerta de la villa se abri?? casi inmediatamente. ???Buenos d?­as. Veo que son madrugadores ???los salud?? Carlotta, con una sonrisa que mejor?? la visi??n del mundo de los dos. ???Buenos d?­as ???respondieron al mismo tiempo. Despu?©s Carlo continu?????: Dentro de poco va a llegar un cami??n; ??puede entrar por la verja grande? Tenemos que cargar el helic??ptero. O, mejor dicho, lo que antes era un helic??ptero. ???Hagan lo que m??s les convenga. Si necesitan usar el ba?±o, o llamar por tel?©fono, o cualquier otra cosa, p?­danmelo. Estoy en casa. ???Despu?©s a?±adi??, sin darle ninguna importancia???: No he visto al piloto, ??ha tenido secuelas del accidente? ???No, est?? bien. Gracias a Dios ???respondi?? Carlo???. Ha ido a Casale Monferrato, a la sede de la sociedad Eli-Linee, para coger otro helic??ptero. El due?±o, usted lo conoci?? ayer, tiene uno de reserva, precisamente para estas ocasiones. ?????Santino Panizza, ese se?±or tan simp??tico, alto y con gafas? No me pareci?? especialmente contrariado por el accidente. ???S?­, es ?©l. En su trabajo, incluso como emprendedor, tiene que aceptar que pueden pasar estas cosas. Carlotta se tranquiliz?? al saber que el motivo por el que el piloto no hab?­a ido a su casa eran meras cuestiones organizativas. Le hab?­a asaltado el pensamiento de que, para ?©l, no hubiera pasado nada importante y que no tuviera inter?©s en volver a verla. Y ahora estaba agradecida al mec??nico por haberle dado esa informaci??n. El d?­a de su cuadrag?©simo cumplea?±os no esperaba a nadie. Y nadie hab?­a ido a buscarla. Que su marido no diera se?±ales de vida en los eventos no era ninguna novedad, pero ning??n otro pariente, ni amigo, o conocido, se hab?­a acordado de esa fecha. El destino hab?­a hecho que cayera un helic??ptero en su jard?­n, y con el helic??ptero, tambi?©n Edoardo. Hab?­a sido una sacudida en su vida, y ella no ten?­a ninguna intenci??n de desperdiciar este regalo que le hab?­a llegado del cielo. ?????Cu??ndo volver??n a volar? ???Ma?±ana. Casi hab?­amos acabado, y ma?±ana ya terminaremos este turno de fumigaci??n. Con un poco de suerte conseguiremos mantener la agenda. El lunes que viene empezamos con la siguiente ronda. En este periodo tenemos que hacer una cada semana, y despu?©s, si no llueve, disminuiremos la frecuencia. ???Entonces acabar??n el veintitr?©s de junio: perfecto ???dijo Carlotta. ???S?­, el veintitr?©s. Ma?±ana ???respondi?? Carlo, que no entend?­a por qu?© era perfecto, pero no pidi?? explicaciones. En ese momento solo quer?­a acabar con la limpieza del jard?­n. ???Les dejo algo de beber aqu?­, en la mesa de la veranda. Si necesitan algo, estoy en casa. ???Gracias. Tomaremos, sobre todo, agua. Hace calor y solo son las nueve. ???Carlo hizo el gesto de darse viento en la cara con las manos. ???Se?±ora Bianchi... ???Hablaba un hombre de unos cincuenta a?±os, con pelo escaso y gris, y un ligero sobrepeso. Llevaba un delantal amplio de espesa tela verde que le cubr?­a el torso. A su lado hab?­a una mujer m??s o menos de la misma edad, vestida con un estilo anodino, con el pelo te?±ido de un amarillo ajado y que denotaba un uso evidente de bigud?­es. Ella tambi?©n la salud??: ???Buenos d?­as, se?±ora. ???Ten?­a un marcado acento de esa regi??n. ???Buenos d?­as. ??Hab?©is visto lo que ha pasado? Menos mal que Bruno no estaba en el jard?­n, como suele ser el caso. ???Uno de los pocos d?­as que no est??bamos en casa; si no, habr?­amos llegado inmediatamente ???dijo la mujer???. Ayer era el d?­a de visitar a mi suegra. Pasamos todo el d?­a en Casteggio y volvimos despu?©s de cenar. Lo siento... ???Pero ??qu?© dice, Mariagrazia? ???la interrumpi?? Carlotta???. ??Qu?© es lo que siente? Menos mal que no ha resultado nadie herido, y, de todos modos, no habr?­ais podido hacer nada. ?????Hoy podemos ayudar? ???pregunt?? el hombre. ?????Quiere echar una mano a los del helic??ptero? ???Ser?? un placer. ???Carlo, perdone ???llam?? Carlotta. ???D?­game. ?????l es Bruno Vanzi y ella es su mujer Mariagrazia. Me ayudan con la manutenci??n de la casa y el jard?­n. ??l es Carlo, el mec??nico del helic??ptero. ???Se dieron la mano, y la mujer continu?????: Carlo, Bruno se ofrece para echarles una mano. Sabe qu?© herramientas hay en el taller. ???Su ayuda nos vendr?? bien, seguro. Venga, se?±or Vanzi, vamos a amarrar la chatarra. ???Ll??meme Bruno, mejor. ???Yo soy Carlo. Lleg?? el ruido de un motor di?©sel potente desde la carretera, acompa?±ado por unas sonoras imprecaciones. Despu?©s vio el cami??n, y el conductor con la cabeza fuera de la ventanilla para controlar por d??nde pasaban las ruedas. ???Est??is locos. Si hubiera sabido c??mo es la carretera, no habr?­a aceptado este trabajo. He llegado de milagro y solo porque no hab?­a manera de dar media vuelta. Esta carretera es para las mulas, no para los camiones. ???Bueno, ahora, ya que est??s, carguemos el helic??ptero. Abro la verja y entra en el jard?­n ???dijo Carlo, sin hacer caso de las quejas del ch??fer. Lo conoc?­a desde hac?­a tiempo y sab?­a que, despu?©s de las protestas, se pondr?­a a trabajar. ???Ahora que estoy, ahora que estoy... tendr?­a que dejaros metidos en vuestros l?­os. Pero ahora ya... Solo lo hago por el se?±or Santino, que es una buena persona. ???Exacto. Ahora, vamos a ello ???convino Carlo. Sobre la una, utilizando la peque?±a gr??a que hab?­a en el cami??n entre la cabina y el remolque, tanto la carcasa del helic??ptero como todos los trozos desperdigados estaban cargados y asegurados. Para evitar que los trozos peque?±os se perdieran durante el transporte, los hab?­an cubierto con una lona sujeta con cuerdas a los ganchos fijados a tal efecto en los bordes del remolque. ?????Es mejor que siga en la misma direcci??n por la carretera o que d?© la vuelta? ???pregunt?? el ch??fer. ???Siga en la misma direcci??n. Solo habr?? dos curvas dif?­ciles, y despu?©s la carretera se ensancha ???respondi?? Vanzi???. Vaya tranquilo, vivo all?­ abajo y conozco bien el trayecto. ???De acuerdo. Entonces vuelo a Casale con el helic??ptero en el remolque. Es m??s seguro sobre el cami??n. ???Qu?© gracioso. Sobre todo, intenta no volcar. Un accidente es m??s que suficiente. ???Hasta luego. Carlotta, que hab?­a visto las maniobras del cami??n para salir del jard?­n, se acerc?? a la veranda. Carlo y Diego fueron a despedirse. ???Much?­simas gracias por su amabilidad y su paciencia, se?±ora. Hemos quitado todo, pero si encontrase algo, h??ganoslo saber y vendremos a recogerlo ???dijo Carlo, que hab?­a supervisado la operaci??n. ???No se preocupen. No es nada, comparado con los problemas que han tenido ustedes... ???No le damos la mano porque las tenemos sucias de grasa ???dijo Carlo???. A prop??sito: seg??n los c??lculos de probabilidades puede estar tranquila. Estad?­sticamente, es muy dif?­cil que vuelva a caer un helic??ptero en el mismo sitio. ???Extendi?? el brazo y se?±al?? la colina enfrente???. Es m??s f??cil que ocurra por all?­. Miraron donde se?±alaba Carlo y solo despu?©s comprendieron que era una broma, y soltaron una carcajada. Esa tarde, Carlotta no se dedic?? a su cl??sica actividad en la cocina. Dej?? que se marcharan los se?±ores Vanzi, cogi?? dos libros de recetas de la peque?±a estanter?­a y, equipada con un l??piz y un papel, se sent?? en el sof?? del sal??n. Al final del d?­a hab?­a preparado un men?? completo y la lista de la compra correspondiente. Volvi?? a la estanter?­a y cogi?? dos libros que trataban de mitos paganos y ritos chaman?­sticos: uno era sobre los Druidas de los Celtas, y el otro, sobre la Santer?­a en Hait?­. No comi?? nada, pero se prepar?? una tisana en una taza grande. Volvi?? al sof?? y se sumergi?? en la lectura hasta bien entrada la noche. III 23 de junio de 1988, jueves ??? Invitaci??n a cenar El jueves por la ma?±ana Carlotta sali?? pronto con su Austin Mini Clubman. Ten?­a que ir a comprar todo lo que necesitaba para preparar la cena. Por la ventanilla abierta le llegaba el ruido del helic??ptero que hab?­a retomado el trabajo sobre los vi?±edos. Sab?­a d??nde estaba la explanada que usaban para repostar entre vuelos, y se dirigi?? en esa direcci??n. Llegada al lugar, se par?? a la sombra de un grupo de acacias y baj?? del coche. Edoardo aterriz?? despu?©s de realizar un amplio viraje. La posici??n acentuada que impuso al helic??ptero con el morro elevado, para disminuir la velocidad antes de bajar hasta el suelo, provoc?? un flujo de aire contra Carlotta, que estaba de pie a pocos metros de la explanada. El vestido ligero se le peg?? al cuerpo, resaltado los senos, los costados, y la curva de las ingles. La evidencia del cuerpo de la mujer, esculpido por la presi??n del aire, hizo recordar a Edoardo, potentemente, la intimidad de hac?­a dos d?­as, provocando un inicio de excitaci??n. En cuanto los patines estuvieron estables en el suelo, Diego se acerc?? al helic??ptero. Edoardo abri?? la puerta de la cabina. ?«La signora Bianchi ha chiesto di parlarti. La posso far avvicinare??» ?«S?¬. Stai attento che non si faccia male. Falla venire da questa parte.?» Dieg?¬ fece muovere Carlotta ponendo molta attenzione che stesse lontana dal rotorino in coda all???elicottero e che mantenesse il busto basso per avere pi?? distanza dalle pale del rotore principale in movimento. ???Dime. ???La se?±ora Bianchi quiere hablar contigo. ??Se puede acercar? ???S?­. Ay??dala para que no se haga da?±o. Haz que venga por este lado. Diego acompa?±?? a Carlotta llevando mucha atenci??n para que permaneciera lejos del rotor de cola y mantuviese el busto bajo para tener la mayor distancia posible con las palas del rotor principal, en movimiento. Edoardo dej?? la puerta de la cabina abierta. ???Buenos d?­as, qu?© bonita sorpresa ???dijo, con una amplia sonrisa, de las que hacen los hombres que saben que gustan. ???Buenos d?­as. He venido para invitarte a cenar. ???Edoardo not?? que lo hab?­a tuteado. ?????Esta noche? Lo siento, llegaremos tarde. Tenemos que acabar el trabajo. ???En realidad, solo te estoy invitando a ti, y la hora no importa. Ya s?© que ten?©is que acabar el trabajo. ???Si es as?­, ir?© con placer. Seguro que har?? buen tiempo ???dijo Edoardo, mirando al cielo. ???S?­, har?? bueno. Es la noche justa ???dijo Carlotta, con un rayo de luz en sus ojos oscuros. Edoardo sinti?? una inquietud extra?±a, y la atribuy?? a esos ojos bonitos. ???Bien. Entonces, ??a qu?© hora? Me vendr?­a bien a las diez..., as?­ terminar?© de ordenar las cosas del trabajo sobre las nueve y luego podr?© darme una ducha. ??Es demasiado tarde? ???A las diez es perfecto ???dijo Carlotta. Despu?©s a?±adi?????: ??Cu??ndo es tu cumplea?±os? ???En invierno, ??por qu?©? ???Por nada, por curiosidad. ??Qu?© d?­a? ???El veintid??s de diciembre cumplir?© cuarenta y cinco a?±os. ??Est?? bien? ??Soy demasiado viejo? ???respondi?? ligeramente autocomplacido, sabiendo que era ella quien hab?­a ido a buscarlo, y ten?­a un f?­sico de aspecto vigoroso. ???Es una buena fecha. Adi??s ???dijo Carlotta. Sin a?±adir nada m??s dio la vuelta, se despidi?? de Diego y de Carlo, y se dirigi?? a su coche. ???Adi??s ???respondi?? Edoardo, intentando comprender el sentido de esas palabras. ??Una buena fecha? Para una cena con una mujer bonita todas las fechas son buenas. ??O quer?­a decir otra cosa? Los dos se quedaron mir??ndola unos segundos mientras se alejaba. Los dep??sitos para el fitof??rmaco ya estaban llenos. Edoardo cerr?? la puerta de la cabina, aument?? las revoluciones del motor para despegar y sali??, descendiendo junto al flanco de la colina. Carlotta sent?­a crecer dentro de ella la emoci??n por el encuentro. Decidi?? concentrarse en la cena, de la cual ten?­a bien presentes, en su cabeza, todos los pasos necesarios para su preparaci??n. Encontr?? algunos productos en las tiendas cercanas, y despu?©s fue a una peque?±a lecher?­a no muy lejana para comprar reques??n de leche de vaca, mascarpone y mantequilla. La calidad se beneficiaba de la bondad de la leche obtenida de peque?±os ganaderos que usaban el heno de los prados de la regi??n para alimentar sus propias vacas. El reques??n de leche de cabra lo compr?? en otra lecher?­a, asociada a una granja ovina, a unos veinte kil??metros en direcci??n de la Liguria. Los dos requesones servir?­an para rellenar los tortelli, y la mantequilla, para cocinarlos, y el mascarpone lo usar?­a para preparar el postre. Val?­a la pena emplear el tiempo necesario para ir a comprar a esos productores: el resultado le devolver?­a con creces el esfuerzo. Cuando volv?­a a casa se par?? en otra peque?±a tienda, de una pareja de agricultores, que se encontraba a algunos kil??metros de distancia en la carretera que iba a Montalto Pavese. La mujer ten?­a una peque?±a granja av?­cola con gallinas, pavos, pollos y pintadas. Todos crec?­an libres y eran alimentados de manera tradicional. La agricultora recibi?? a Carlotta con la cortes?­a habitual. ???Se?±ora Bianchi. Me alegro de volver a verla. ?????C??mo est??, ??ngela? Parece que est?? en forma. ?????Qu?© quiere? Una no para nunca de trabajar, y as?­ se est?? haciendo ejercicio siempre. Luego, cuando me viene el dolor de espalda, entonces se puede ver a una pobre mujer jorobada deambulando por la granja. ???Pero ??qu?© me dice, ??ngela? ??Qu?© toma cuando le duele la espalda? ???Los analg?©sicos t?­picos, pero me hacen poco efecto. ???Lo mejor es el reposo. Pero creo que esto ya lo sabe. ???Lo s?©, lo s?©. Es mi marido quien no lo sabe. ?????No descansa? ???No, ?©l descansa. No me deja descansar a m?­. Se rieron las dos. Las cr?­ticas a los hombres siempre tienen un efecto beneficioso para las mujeres. ?????Qu?© necesita? ??Huevos o carne? ???Querr?­a una buena pintada. Viva. ?????Una pintada viva? Basta con que venga a buscarla cuando la vaya a cocinar y se la tengo preparada, matada y limpia. ???La quiero para mi corral. La dejar?© libre en el jard?­n. ???Bah. Si le hace ilusi??n. D?­game cu??l prefiere. Carlotta se?±al?? a la elegida. ??ngela la atrap??, le at?? las patas, y se la dio a Carlotta, aconsej??ndole que llevara cuidado con el pico. ???Las pintadas son malas ???dijo. ???Mejor ???respondi?? Carlotta. Pag?? y prepar?? el animal, cuidadosamente, en el maletero de su peque?±o coche familiar. Cuando volvi?? a su casa, se encontr?? a los Vanzi en el jard?­n. Hab?­an preparado una peque?±a pira de madera en el centro del prado. ???Buenos d?­as, se?±ora ???dijo Bruno???. Hemos preparado la pira... como los dem??s a?±os. ???Buenos d?­as, Bruno. Gracias. Me parece perfecto. Veo que tambi?©n hab?©is arreglado el prado. Se ven muy pocos signos del accidente. ???Creo que no necesita llamar a una empresa especializada. Se verti?? muy poca gasolina, y el producto para las plantas es el mismo que se usa en las huertas con las plantas de tomate y de pimiento. Poco a poco el c?©sped se recuperar?? por s?­ solo. ???Buenos d?­as, se?±ora ???le dijo tambi?©n Mariagrazia???. ??Necesita ayuda para descargar el coche? ???No, gracias, lo puedo hacer sola. Lo que es m??s, pod?©is iros a casa. Y ma?±ana no necesitar?© que veng??is. ?????Necesita ayuda para encender el fuego? ??Quiere que venga esta noche? ???No, est?? bien as?­. Tengo ganas de estar sola, hoy y ma?±ana. ??Nos vemos pasado ma?±ana! El matrimonio Vanzi esboz?? una sonrisa y se march??. Sent?­an curiosidad por saber la raz??n de todo ese tiempo libre, pero no quer?­an que se notara. Hoy ya, dos mentiras; una con la pintada y ahora, con ellos. Tendr?­a que conseguir hacer mis cosas sin necesitad de mentir. Carlotta descarg?? el coche y llev?? todo a la cocina, excepto la pintada, que dej??, con las patas atadas, en una caja sin tapa en el interior del maletero del coche. Meti?? el reques??n, el mascarpone y la mantequilla en la nevera, y orden?? las dem??s cosas en el aparador. Mir?? el reloj: era mediod?­a. Decidi?? relajarse escuchando m??sica y siguiendo con las lecturas que hab?­a empezado la noche anterior. En el sal??n ten?­a un equipo de alta fidelidad de buena calidad y una discreta colecci??n de discos. Puso en el plato a Harry Belafonte, encendi?? el tocadiscos y ajust?? el volumen. Coloc?? en su lugar en la estanter?­a el libro sobre los ritos de los Celtas, que hab?­a terminado, y se concentr?? en el libro de las religiones de las comunidades afroamericanas de las Antillas: un libro sobre el vud??. M??s o menos a las cuatro de la tarde, Carlotta fue a su habitaci??n. Sac?? del armario un vestido negro, largo y fino, que le llegaba a los tobillos. Al cogerlo, se acord?? de cuando, para ir al teatro con su marido, se lo hab?­a puesto por la primera vez. El contacto con el tejido le record?? la emoci??n que hab?­a sentido durante la representaci??n de la ??pera de Wagner Las hadas. Hab?­a conservado el vestido y, cuando se hab?­a mudado a la casa de campo, lo hab?­a puesto junto a las cosas que se iba a llevar. Le gustaba pon?©rselo de vez en cuando, en verano, pero no sab?­a bien por qu?©. Algunas ma?±anas lo encontraba arrugado, una se?±al evidente de un uso que ni siquiera recordaba. Se quit?? el vestido, los zapatos y la ropa ?­ntima. Se puso el traje negro, mir??ndose en el espejo de cuerpo entero que estaba en la pared al lado del armario. Se qued?? descalza. Volvi?? a la cocina, donde cogi??, de un caj??n, un cuchillo grande, y, despu?©s se dirigi?? al garaje. Abri?? las puertas traseras de su Mini y cogi?? la pintada por las patas. Se dirigi?? a la veranda. Estaba convencida de que pod?­a hacer algo para ayudar al destino, para hacer que ese inter?©s, esa atracci??n, se convirtiera en una relaci??n indisoluble. Desplaz?? la mesa del medio de la veranda y la peg?? a la pared de la casa. Puso la pintada encima. El animal se agit?? un poco, pero despu?©s se calm??, casi con resignaci??n. Carlotta hab?­a nacido el d?­a del solsticio de verano. Quiz?? por esta raz??n siempre hab?­a sido sensible al aspecto m??gico de la naturaleza. El hecho de que el helic??ptero hubiese ca?­do en su jard?­n justo ese d?­a y que el piloto se hubiera sentido tan atra?­do por ella le parec?­a un evidente signo sobrenatural. Tambi?©n la fecha de nacimiento de ?©l, el d?­a del solsticio de invierno, la percib?­a como un elemento en una l??gica de signos del destino. Esa ma?±ana, se lo hab?­a preguntado al piloto con la intuici??n de que era una fecha importante que habr?­a contribuido a aclarar ese sentido de inevitabilidad que ella sent?­a en las cosas que estaban ocurriendo. Y la respuesta hab?­a sido una confirmaci??n de sus sensaciones. Se dej?? envolver por un velo ligero y agradable de sensaciones m??gicas, y se instal?? en su ?«sue?±o de una noche de verano?» personal, donde los confines entre la realidad y el sue?±o se disolv?­an y se confund?­an. Cogi?? cuatro velas grandes, de esas amarillas con la cera en un tarro de base ancha y que se usan en el exterior para ahuyentar a los mosquitos. Encendi?? las mechas y las coloc?? en los cuatro lados de la veranda. Cogi?? las gafas de sol Ray-Ban, que estaban sobre la balaustrada. Eran del piloto; las hab?­a perdido durante el accidente. Carlotta las hab?­a encontrado en el jard?­n despu?©s de que se hubieran llevado el helic??ptero, y las hab?­a conservado. Las puso en el suelo, en el centro del porche. Con la mano izquierda cogi?? el cuello de la pintada, sujet??ndola contra la mesa de madera, y con la derecha, con la que sujetaba el cuchillo igual que un verdugo que va a ejecutar a un condenado, dio un golpe seco para cortarle el cuello justo por encima de donde la sujetaba. Mantuvo el agarre y, mientras acababan los espasmos del cuerpo del animal, camin?? con paso r??pido alrededor de la veranda, dejando que la sangre cayera por todo el per?­metro. Despu?©s volvi?? al centro del porche, se puso justo encima de las gafas, y dej?? que la sangre cayera sobre ellas. Carlotta se sent?­a invadida por una energ?­a euf??rica. Todo lo que hac?­a le ven?­a de manera natural: estaba pidiendo a las fuerzas de vida, que ella sab?­a que existen, alrededor y dentro de nosotros, que la ayudaran, y sab?­a que ser?­a escuchada. Esa especie de rito era el resultado del recuerdo de sus estudios y de las lecturas de la tarde y noche del d?­a anterior. Dijo, a media voz, con tono mon??tono, mirando las gafas como si fueran los ojos de Edoardo: ???No ver??s a nadie m??s que a m?­, no ver??s m??s que mis ojos, no ver??s m??s que a trav?©s de mis ojos. ???Despu?©s quit?? la mirada del suelo y la levant?? hacia el cielo. En la misma posici??n, justo encima de las gafas, levant?? el vestido hasta descubrir sus muslos, y separ?? las piernas???. Beber??s solo de m?­, comer??s solo de m?­, te saciar??s solo conmigo. As?­ termin?? ese rito, mezcla de religi??n y paganismo, de superstici??n y de espiritualidad. Tir?? la cabeza de la pintada al cubo de basura y fue al garaje, donde colg?? el cuerpo del grifo del lavabo para que terminara de desangrarse. Cogi?? dos trapos, llen?? un cubo de agua, y volvi?? a la veranda, de la que limpi?? cuidadosamente toda mancha de sangre sin dejar trazas. Apag?? las velas, volvi?? a colocar la mesa en el centro y puso encima, tambi?©n perfectamente limpias, las gafas. Empez?? a preparar la cena, empezando por el postre. Sac?? el mascarpone de la nevera (doscientos gramos), lo coloc?? en el bol y lo trabaj?? con una cuchara de madera hasta conseguir una consistencia cremosa. Cogi?? dos vasos para postres y los llen?? hasta la mitad con la crema del mascarpone. Abri?? dos tarros de Mostaza de Voghera, la llamada ?«mostaza de fruta [04] (#litres_trial_promo) y verti?? el contenido sobre el mascarpone, dejando caer tambi?©n parte del l?­quido dulce y al mismo tiempo picante. Introdujo el dedo en la fruta macerada y lo chup??. Edoardo, quiero besarte con la boca embadurnada de esta mostaza y quiero que tu boca busque mi dulce y mi picante. Abri?? la nevera y meti?? los vasos con el postre. Esto ya est?? listo, ahora preparamos el relleno de los ?«tortelloni?». Quer?­a hacer el relleno seg??n la hist??rica receta bolo?±esa, que inclu?­a un poco de ajo. No le gustaba a todo el mundo, pero a ella le encantaba ese aroma, y estaba segura de que le gustar?­a tambi?©n a Edoardo. Abri?? los dos paquetes de reques??n, un bote de leche de cabra y uno de leche de vaca, y cogi?? cien gramos de cada una. Tritur?? finamente media cabeza de ajo, y a?±adi?? un pu?±ado de perejil. Mezcl?? todo en una tarrina, con treinta gramos de queso parmigiano reggiano rallado, una yema de huevo batido y una pizca de sal. Mientras mezclaba el relleno, el recuerdo de ellos en la ducha hab?­a aumentado su deseo, ya estimulado por el l?­quido de la mostaza. Carlotta a?±adi?? un poco de su fluido ?­ntimo, generado por el recuerdo del amor con Edoardo, al relleno de los tortelloni. Record?? todo lo que hab?­a dicho en la veranda. Esto lo origina mi amor, lo encontrar??s en tu comida y lo querr??s siempre como tu alimento. Meti?? el relleno en la nevera, dentro de un plato hondo cubierto por otro plato. Cogi?? doscientos gramos de harina de grano blando de tipo ?«0?» y los dispuso como un monte en el banco de madera que estaba sobre la mesa robusta que hab?­a querido tener en la cocina para poder trabajar sobre una base estable. Hizo un agujero en el centro de la harina y rompi?? un huevo dentro, con mucho cuidado para que no cayera dentro ni un trocito de c??scara. Lo bati?? delicadamente con un tenedor, y despu?©s empez?? a mezclarlo todo con cuidado, amalgamando la harina con los dedos y ensanchando poco a poco el cr??ter central. Carlotta no usaba la amasadora, le gustaba usar las manos. Pod?­a reconocer la consistencia de la masa y saber cu??ndo la proporci??n entre la parte l?­quida y la harina era correcta. Tampoco usaba sal, seg??n el estilo de la regi??n de Emilia Roma?±a. Cuando el borde de la fuente [05] se redujo al m?­nimo posible para contener la parte m??s l?­quida en el interior, recogi??, con el canto de la mano, la harina de los bordes externos y tap?? el cr??ter. Trabaj?? la masa lejos de las corrientes de aire para que no se secara, unos cinco minutos m??s. Al final le dio la forma de un pan, que dej?? reposar en una tarrina cubierta. Fue a buscar la pintada al lavabo del garaje, donde la hab?­a dejado goteando sangre. Cuando volvi?? a la cocina la sumergi?? durante unos segundos en una cazuela llena de agua hirviendo para que fuera m??s f??cil desplumarla, operaci??n que le llev?? unos veinte minutos. Empu?±?? un cuchillo de lama fina y bien afilada e hizo un inciso en la parte baja del vientre para poder sacar las v?­sceras. Despu?©s quit?? el cuello, las patas, la cola y la grasa alrededor de esta. Cort?? las alas, los muslos y los contramuslos. Dividi?? en dos partes el pecho y el busto. Ahora ten?­a delante de s?­ los trozos de la pintada. Cogi?? una gran cacerola de acero de debajo del banco de cocina. Prepar?? una mezcla de ajo, romero y salvia e hizo un sofrito con una generosa dosis de aceite de oliva extra virgen del Golfo de Tigullio. Pas?? los trozos de la pintada sobre la llama, para asegurarse de eliminar todos los restos de plumaje. Volvi?? a abrir la nevera grande, y extrajo un buen trozo de la suave, dulce y deliciosa panceta del Oltrep??. La coloc?? con cuidado sobre la plataforma de la m??quina de cortar a mano, s??lidamente anclada al mueble bajo de la cocina, empu?±?? el mango y lo gir?? con decisi??n, provocando el movimiento alternado de la plataforma. Par?? cuando tuvo una loncha para cada trozo de carne de la pintada. Introdujo los trozos de carne, envueltos cuidadosamente en la panceta, en la cacerola donde se refre?­an las hierbas. A?±adi?? una loncha de m??s y una salchicha con especias desmigada. Cogi?? un lim??n de Sorrento que un frutero de Casteggio ten?­a la costumbre de conseguir para ella y otros pocos clientes. Cort?? algunos trozos de c??scara sin la parte blanca y los puso en la sart?©n. Despu?©s exprimi?? medio fruto y lo a?±adi?? al preparado. Dio la vuelta a los trozos de la pintada, con cuidado para no separarla de la panceta y, cuando estuvo todo bien dorado, lo cubri?? hasta la mitad con vino blanco Riesling t?­pico de la zona. Despu?©s de unos tres cuartos de hora el l?­quido se hab?­a absorbido y la pintada estaba en su punto. Carlotta apag?? el fuego y dej?? la cacerola, cubierta, donde estaba. La actividad f?­sica necesaria para las operaciones de cocina era un elemento importante en el equilibrio que Carlotta hab?­a encontrado en los d?­as, todos iguales, una vez agotado su matrimonio, y despu?©s de todos los intentos de relaciones afectivas interrumpidas forzosamente. Le gustaba trabajar en la cocina, y los resultados que obten?­a con sus acciones le resultaban muy gratificantes. La comida nacida de su esfuerzo, ligada a los productos de la tierra y al ciclo de las estaciones, la un?­a al sentido profundo de la existencia. La nutrici??n del cuerpo como cura del contenedor del alma: as?­ percib?­a su trabajo. A las ocho y media decidi?? que pod?­a hacer los tortelloni. No pod?­a pasar demasiado tiempo entre el final de su preparaci??n y su cocci??n. Cubri?? el plano de trabajo con harina y coloc?? encima la masa que hab?­a dejado reposando. Sac?? el rodillo del armario. Lo cogi?? con las dos manos muy cerca la una de la otra. Separ?? los antebrazos, con los codos separados del cuerpo, para que la presi??n sobre el rodillo viniera de la parte de la palma bajo el dedo pulgar. Carlotta acompa?±?? la fuerza de sus manos con movimientos alternados de la cadera; as?­ ejerc?­a presi??n sobre el rodillo sin sujetarlo. No suceder?? otra vez. No lo permitir?©. Sincroniz?? la alternancia de la presi??n sobre el rodillo con el recuerdo de los movimientos r?­tmicos de Edoardo. Con fuerza y control, extendi?? la masa hacia el exterior, gir??ndola cada veinte segundos un cuarto de giro. Cuando el espesor de la masa fue tan fino que era casi transparente, la cort?? en cuadrados no demasiado grandes: alrededor de ocho cent?­metros de lado. Sac?? el relleno de la nevera y coloc?? una porci??n del tama?±o de una nuez peque?±a en el centro de cada cuadrado. Prepar?? dos docenas, que cerr?? r??pidamente, para evitar que el relleno se secara. Primero los dobl?? en forma triangular, apretando sobre los bordes, despu?©s gir?? las solapas alrededor del dedo ?­ndice, superponiendo los dos extremos, sobre los que presion??, para que se cerraran bien. Result?? la forma cl??sica de un tortello. Los dej?? en la nevera, encima de una bandeja espolvoreada con s?©mola de grano duro, para evitar que se quedaran pegados. Para la preparaci??n de la mesa us?? un mantel y unas servilletas blancas, sin bordados, y vajilla tambi?©n blanca, de buena calidad y de dise?±o simple. Unos vasos de proporciones variables y los cl??sicos cubiertos de acero de forma c??moda completaron la presentaci??n. Carlotta puso en el compartimento menos fr?­o de la nevera los vinos rosados que pensaba servir. Sab?­a que no era conveniente hacerlo, pero supuso que una hora de enfriamiento no les har?­a da?±o, sino que los har?­a m??s agradables en esa c??lida noche de junio. Despu?©s pudo centrar su atenci??n en el cuidado de su aspecto. Fue al cuarto de ba?±o y se liber?? del vestido largo que todav?­a llevaba. Entr?? en la ducha. El recuerdo de Edoardo y ella dos d?­as antes le provoc?? un temblor que subi?? desde sus costados hasta la nuca. Abri?? el grifo y dej?? que el masaje del agua relajase sus m??sculos, mientras se abandonaba a sus pensamientos. En un cuarto de hora acab?? con el aseo y fue al armario. Le habr?­a gustado ponerse el mismo vestido, pero se hab?­a ensuciado con la sangre de la pintada. El escotado ya se lo hab?­a puesto el d?­a del accidente. ??Qu?© pod?­a ponerse para la noche de San Juan con Edoardo? Su guardarropa, que llevaba mucho tiempo sin renovar, no le dejaba mucha elecci??n. Al final se decidi?? por una falda coloreada, larga y c??moda, de aspecto vagamente gitano, y una camisa blanca liviana con mangas anchas e hinchadas. A los pies se puso las mismas sandalias con cu?±a que llevaba el d?­a del aperitivo que ofreci?? despu?©s del accidente. Y eligi?? los mismos anillos de oro como pendientes, combinados con el collar. Busc?? qu?© ten?­a para maquillarse. Abri?? los muebles y mir?? en su interior. Al final solo us?? un l??piz de ojos negro, con el que acentu?? el contorno de sus ojos, un pintalabios, que us?? con moderaci??n, y un esmalte de u?±as para las manos y los pies. Tanto el pintalabios como el esmalte eran de un bonito rojo bermell??n, y combinaban bien con uno de los colores de la falda. El pelo hab?­a sido sometido al tratamiento cl??sico: lavado y dejado secar solo, y se hab?­a ordenado a los lados de la cara formando unos rizos suaves. No mir?? el resultado final de los cuidados hechos a su persona en el espejo. Ten?­a miedo de no gustarse. Me tiene que ver con sus ojos, tiene que verme a m?­ y dentro de m?­, mi coraz??n con su coraz??n. Pens?? en las gafas de Edoardo, que esperaban encima de la mesa de la veranda. IV La cena Se hab?­a hecho de noche poco tiempo antes. La luz del crep??sculo, esos d?­as, era persistente. Carlotta acababa de encender las cuatro velas, colocadas a los lados de la veranda, cuando oy?? el ruido de un coche que se paraba delante de la casa. Fue a la puerta peatonal del jard?­n. ???Bienvenido. ???Buenas noches, Carlotta ???respondi?? Edoardo. Se inclin?? para darle un beso en la mejilla, y despu?©s le dio un ramo de flores???. Para ti. Espero que te gusten. ???Es muy bonito. ??C??mo lo has hecho? Las florister?­as est??n cerradas a estas horas. ???Con nuestros horarios, estamos acostumbrados a prepararnos con antelaci??n. He llamado a una tienda de Casteggio y he pedido que me lo llevaran a la base del helic??ptero. Lo he comprado por tel?©fono, fi??ndome de las explicaciones que me daban. ???Lo has hecho muy bien ???dijo Carlotta. Despu?©s, se?±alando la botella que Edoardo ten?­a en la mano, a?±adi?????: ??Y eso? ???Un brut de pinot de la zona, para el aperitivo. ???Ense?±?? la etiqueta, y luego continu?????: He pensado que podr?­a estar bien. Est?? a la temperatura justa. ???La sonrisa de Edoardo hizo desaparecer las ??ltimas reservas de Carlotta. ???Hay vasos encima de la mesa en la veranda. S?­rvelo t??, que yo tengo que volver a la cocina. ???Desapareci?? en el interior de la casa. Cogi?? la botella de tomate triturado que hab?­a preparado en agosto del a?±o anterior: tomates de distintas variedades, sal, unas hojas de albahaca y nada m??s. Puso una buena cantidad en una cazuela que puso a fuego bajo. Sac?? el bloque de mantequilla que hab?­a comprado esa ma?±ana de la nevera y lo dej?? sobre la mesa. Una cazuela casi llena de agua puesta a calentar complet?? el principio de la preparaci??n. Volvi?? al porche. Edoardo hab?­a cogido los vasos y hab?­a preparado la botella del brut espumoso de pinot. ?????Est??s lista? No podr?© retenerlo mucho m??s. ???Con una presi??n liger?­sima sobre el tap??n lo hizo saltar, y sali?? un chorro de espuma, que dirigi?? al interior del vaso de champ??n???. S?© que no deber?­a salir disparado, pero es mucho m??s divertido. ???Le dio un vaso a Carlotta y lo toc?? con el suyo???. A ti, a nosotros, a la noche de San Juan. ???S?­ ???dijo Carlotta???. A nosotros y a esta noche de San Juan. ???Bebi?? echando la cabeza hacia atr??s. Su pelo se alej?? del cuello, descubri?©ndolo. Edoardo tuvo el impulso de ir a besarlo. ?«Tranquilo, Edoardo, ??no has visto nunca un cuello de mujer??» ???Pero ??estas son mis Ray-Ban! ???Las encontr?© en el jard?­n. No est??n rotas, y las he limpiado. ???Carlotta se sent?? de lado encima de Edoardo, cogi?? las gafas y se las puso, dej??ndolas sobre la punta de la nariz, para poder mirarlo a los ojos de cerca. Le susurr?????: Dan suerte. Acu?©rdate de llevarlas siempre; tienes que ver el mundo a trav?©s de ellas. Le dio un beso suave. Edoardo sinti?? los labios h??medos refrescados por el espumoso. Not?? c??mo el cuerpo de ella se apoyaba contra el suyo, y sinti?? el perfume proveniente de sus senos c??lidos. ?«Oh, dios m?­o... peor que el cuello...?». ???Es un vino que nos sostendr?? con su fuerza: me gusta esta referencia a la fuerza que da la madre tierra a sus hijos ???dijo Carlotta, leyendo el nombre de la etiqueta???: Anteo. ???Despu?©s sigui?? leyendo las caracter?­sticas???: M?©todo Martinotti [06], efervescencia fina; color amarillo pajizo con reflejos brillantes; buqu?© fresco y elegante con notas iniciales de pan fermentado y finales de c?­tricos; sabroso, equilibrado, con buena persistencia. Es lo m?­nimo que podemos esperarnos de un producto de la tierra con este nombre ???a?±adi?? Carlotta???. Tomar?© un poco m??s, tengo que ser fuerte. Edoardo llen?? los vasos. Bebieron mir??ndose a trav?©s de las burbujas. ???Voy a buscar el primer plato. ???Carlotta le dio otro beso y se levant??, recorriendo la cara de Edoardo con una caricia de su mano. Ve?­a claramente el efecto que hab?­a provocado y eso la hac?­a feliz. Edoardo sinti?? indistintamente c??mo le sub?­a el pulso. La mir?? alejarse y despu?©s se sirvi?? otro vaso de espumoso. Sac?? los tortelloni de la nevera y los ech?? en el agua salada que herv?­a. Apag?? el fuego de la cazuela con el tomate triturado y a?±adi?? un trozo generoso del bloque de mantequilla. Despu?©s de unos minutos los tortelloni estaban listos; los recogi?? con la espumadera y los deposit?? en una sopera junto con la salsa de tomate y mantequilla. Cogi?? un plato, en el que coloc?? un trozo de queso parmesano curado y un rallador. Llev?? todo al porche. ???Aqu?­ estoy ???dijo Carlotta, satisfecha. ???Cogi?? un cuchar??n para servir y puso una docena de tortelloni en el plato de Edoardo???. Tortelloni de reques??n condimentados con mantequilla y oro, Bononia docet [07]. El parmesano est?? a parte, puedes rallar la cantidad que quieras, pero se aconseja que sea entre poco y nada. Para el vino, podemos seguir con tu brut; en mi opini??n, es perfecto. Edoardo hab?­a trabajado todo el d?­a y solo hab?­a comido un bocadillo a mediod?­a. Se lanz?? sobre los tortelloni con la misma energ?­a que la que dedicaba a volar con el helic??ptero sobre los vi?±edos. Y con la misma energ?­a se los comi?? todos. ???Buen?­simos. ??Me equivoco, o hay una nota de ajo? Una maravilla. ???Esperaba que te gustaran con el ajo ???dijo Carlotta. ?????Es una broma? Me encanta el ajo, y... las mujeres que huelen a ?©l. ???Dej?? de hablar y se desplaz?? hacia Carlotta, que estaba a su derecha en la mesa, que hab?­a puesto para que comieran en dos lados adyacentes. Hizo un gesto como si la olfateara y luego la bes??. Pas?? su lengua sobre los labios de ella, como para limpiarlos. Puso un dedo en la sopera, recogi?? un poco de salsa y lo puso en la boca de ella, que la cerr?? a medias para permitirle meter el dedo lo m?­nimo para que ella pudiera chuparlo. Le dio un beso largo con la lengua, que movi?? junto a la suya en esa mezcla de mantequilla y oro. ???Tienes un sabor buen?­simo ???dijo. ???T?? tambi?©n ???dijo Carlotta???, y yo puedo decirlo con conocimiento de causa. La alusi??n, directa y maliciosa, tuvo un efecto demoledor sobre Edoardo. Se levant??, encontr?? el interruptor de la luz al lado de la veranda y la apag??, dejando que la ??nica iluminaci??n fuera la de las d?©biles llamas de las cuatro velas en las esquinas. Volvi?? al lado de Carlotta y dijo: ???Esta es una condici??n de desigualdad que tiene que ser corregida inmediatamente. Gir?? su silla, de manera que no estuviera mirando a la mesa, se arrodill?? delante de ella y meti?? las manos bajo la falda, subiendo desde las pantorrillas hasta los muslos y m??s arriba a??n. Sinti?? que Carlotta separaba las piernas para facilitar sus acciones. Se dio cuenta de que no llevaba ropa interior. Lleg?? con las manos hasta la cadera y tir?? de ella hacia s?­, haci?©ndola adoptar una posici??n medio tumbada en la silla. Subi?? la falda hasta la cintura para descubrir su sexo, que se abri?? rosa y h??medo en medio del negro del pelo exuberante. Edoardo sumergi?? su boca en ?©l y lo prob??, adapt??ndose a los movimientos que ella imprim?­a a su cadera. Sinti?? sus manos sobre la nuca y oy?? sus palabras: ???Querido... querido. Bebe de m?­... tendr??s sed de m?­. Despu?©s, las mismas manos lo detuvieron. ???Ya est?? bien. Ahora que conoces mi sabor, podemos comer el segundo plato. ??Qu?© te parece? Edoardo la mir?? y sonri??. ???Es un placer mirarte desde esta perspectiva ???dijo. ???Despu?©s podr??s mirarme desde todas las perspectivas que quieras ???respondi?? Carlotta, d??ndole un golpecillo sobre la nariz con su dedo ?­ndice. Se levant?? y se fue a la cocina. Sac?? las botellas de vino de la nevera y las acerc?? a la puerta: ???Abre el vino, uno de los dos, que se ha acabado el brut y, de todas maneras, ahora es mejor cambiar. Edoardo eligi?? una botella y dej?? la otra en una mesa de servicio que estaba cerca. La destap?? y la puso en la mesa. Carlotta encendi?? un fuego fuerte bajo la pintada. Ten?­a que calentarla un poco. Despu?©s de calentarla r??pidamente, apag?? el fuego. Decidi?? llevarla a la mesa directamente en la cacerola. Edoardo hab?­a llenado dos copas de vino hasta la mitad. ?«Buttafuoco?» [08] con la pintada ???dijo???. Esta es mi elecci??n. ?????Te has dado cuenta de que lo he enfriado ligeramente? Espero que no te moleste, a pesar de que los expertos lo desaconsejan. ???Es una buena idea. Solo est?? un poco m??s fr?­o de la temperatura aconsejada. ?????Por qu?© has elegido el Buttafuoco? ???Me ha hecho pensar que tiene algo de tu impresi??n. ?????Mi impresi??n? ???Carlotta cogi?? la botella y encendi?? la luz que Edoardo hab?­a apagado. Gir?? la botella y ley?? la etiqueta. ???De color rojo rub?­ vivaz con reflejos viol??ceos. ???Mir?? a Edoardo???. Dir?­a que, por su aspecto, deber?­a ser m??s bien un rosado. ???He dicho de tu impresi??n, no de tu aspecto ???rebati?? Edoardo con tono serio. ???En nariz ???continu?? Carlotta???, buena intensidad, penetrante, con una nota ligera de regaliz, mermelada de grosellas con matices especiados. ??Entonces? ???Buena intensidad, penetrante, matices especiados y una nota de regaliz. Confirmado. No me acuerdo de cu??l es el perfume de las grosellas, as?­ que sobre eso no me pronuncio. Si tienes jugo podr?© comprobarlo. Carlotta sigui?? leyendo. ???En boca: completo, redondo, robusto. ???Lo mir?? con esa expresi??n que solo las mujeres saben adoptar. Esa mezcla de inocencia y malicia que impide dormir a los hombres???. Ahora s?­ que puedo afirmar que me recuerda a ti. Cogieron las copas. ??l lo oli?? y dijo: ???Mmm... es justo as?­: impresi??n de regaliz. Ella bebi?? un sorbo y a?±adi??: ???Mmm... es justo as?­: completo y robusto. ???Rieron los dos y se sirvieron tanto trozos de pintada como vasos de vino. ??Desde cu??ndo eres piloto? ??Te gusta? ??D??nde vives? ??Est??s casado? ??D??nde trabajas normalmente? ??No preferir?­as volar para llevar de paseo a los ricos? ??Es peligroso volar sobre los vi?±edos? ??Tienes novia? ??Con cu??ntas mujeres has estado? ??Tus padres? ??Por qu?© vives sola? S?© que est??s casada, pero ??d??nde est?? tu marido? ??D??nde has aprendido a cocinar tan bien? ??Tienes hijos? ??Sabes que eres guap?­sima? Casi, casi, doy gracias de haber tenido el accidente, si no, no te habr?­a conocido. ??Has estado con otros hombres? Las t?­picas preguntas que se hacen al principio de una relaci??n que se percibe como importante. Con la disminuci??n de la pintada en la cacerola y del Buttafuoco en la botella aument??, en proporci??n inversa, el conocimiento que cada uno ten?­a del otro. O, mejor dicho, el conocimiento de todos los hechos y situaciones que definen la imagen que los dem??s se hacen de otra persona. No hablaron de sus aspectos m??s ?­ntimos, m??s protegidos. Esos, apenas hab?­an empezado a explorarlos con sus relaciones sexuales. ???No he entendido bien cu??ntas novias has tenido. ??O a lo mejor lo has dicho y no lo he o?­do? ???pregunt?? Carlotta. ???Pocas, se cuentan con los dedos de una mano. ?????Usando una calculadora? ???No, mujer... no me acuerdo bien, pero habr??n sido dos o tres. En realidad, Edoardo jugaba con el significado legal de noviazgo, y no lo entend?­a (o no quer?­a entenderlo), seg??n el sentido de la pregunta, es decir, con cu??ntas mujeres hab?­a flirteado, o con cu??ntas se hab?­a acostado. ???Y t?? ???continu??, fiel a la teor?­a de que la mejor defensa es un buen ataque???, me has dicho que, adem??s de tu marido ha habido otros, pero decir que has sido evasiva es poco. ??Puedes contarme algo m??s? ???Te lo dir?© en cuanto pueda. Dame tiempo y sabr??s todo de m?­. ???La expresi??n de Carlotta y su tono de voz se hab?­an vuelto serios, y Edoardo no quiso insistir. As?­ evit?? tambi?©n entrar en el asunto del n??mero de sus novias. Volvieron, podr?­a decirse que de com??n acuerdo, a la comida que estaba en la mesa. Empezaron a comer con las manos. El buen sabor de la carne de la cazuela, comida as?­, realzaba todo su valor. Edoardo no se retuvo y us?? un trozo de pan de miga blanda para reba?±ar el jugo delicioso del fondo de la cazuela. ???Ll?©vatela, por favor. Ser?­a capaz de secarla ???dijo, chup??ndose los dedos para quitar los restos de salsa. ???Supongo que podemos pasar al postre ???dijo Carlotta???. Sigue haciendo de invitado y trae el vodka que est?? en el congelador. ?????Vodka? ??Con el postre? ???Ya ver??s. Carlotta volvi?? con los dos vasos llenos de mascarpone y mostaza, colocados en medio de un plato en el que hab?­a puesto tambi?©n una peque?±a rodaja de gorgonzola fresco y suave, y algunos trozos de nueces. Edoardo, que la hab?­a seguido hasta la cocina, sac?? la botella de vodka y los vasos de licor del congelador. ???La combinaci??n con la mostaza era muy dif?­cil. He pensado en el sabor simple, limpio y fresco del vodka Moskovskaya y a su car??cter suave y envolvente, carente de aspereza. Te propongo que seas mi cobaya en este experimento. ???Me encantar?? ser el cobaya de todos tus experimentos. ??C??mo piensas usarme esta noche? ??Tienes en mente experimentos muy cient?­ficos? Carlotta sonri?? y se acerc?? para besar a Edoardo. Fue un beso largo. ???Vamos con el postre, que dentro de poco van a ser las doce ???dijo. ?????Por qu?©? ??Tienes que marcharte a medianoche, antes de que la carroza se transforme en calabaza? D?©jame ver tus escuderos ???dijo Edoardo, haciendo como que iba hacia la huerta. ???No, no hay nada especial. Solo, que hab?­a pensado hacer el amor contigo a medianoche ???respondi??, sonriendo, Carlotta. ???Entonces, vamos. D?©monos prisa. No podemos faltar a nuestras obligaciones ???dijo Edoardo, con ?©nfasis. Llen?? una cuchara con mascarpone y mostaza. La meti?? en la boca, y qued?? maravillado por la armon?­a de los sabores que probaba por primera vez. Con el vaso de vodka congelado, los sabores se diluyeron, dejando la boca preparada para la siguiente porci??n. Despu?©s de dos cucharadas de mascarpone con mostaza, prob??, en la siguiente, a a?±adir un trozo de gorgonzola y uno de nuez, aportando una variedad sorprendente a los sabores, y predisponiendo de nuevo la boca a la limpieza con el vodka. Con el tercer vaso de vodka acabaron el postre. ???Mira las hogueras de los campesinos ???dijo Edoardo, se?±alando una serie de fuegos que ve?­an brillar dispersos por todas partes, en la oscuridad???. Estas viejas costumbres son hermosas ???continu??. ???S?­ ???dijo Carlotta. Despu?©s, acerc?? su silla y apoy?? la cabeza sobre su hombro???. Yo tambi?©n la hago todos los a?±os. Le he pedido al campesino que me ayuda con el jard?­n que me prepare una. Es hora de encenderla. ??Me ayudas? En el centro del c?©sped hab?­a una peque?±a pira formada por ramas secas de varios tama?±os. Carlotta se levant??, cogi?? una de las velas, y se dirigi?? hacia la pira protegiendo la llama con la mano. Se inclin?? sobre la pira y encendi?? unas hojas de papel y unos trocitos peque?±os de le?±a en la base del mont??n. Poco despu?©s, una llama enorme ilumin?? esa zona del jard?­n. Edoardo no pudo evitar ver que se encontraba justo donde ?©l hab?­a ca?­do con el helic??ptero. ???Qu?© curioso, el otro d?­a estaba mi helic??ptero en el sitio de la hoguera. Menos mal que no se incendi??. Mejor quemar la le?±a del jard?­n. ???S?­. Este a?±o ha habido muchas coincidencias ???dijo Carlotta. Edoardo sac?? un cigarrillo del bolsillo de su camisa. Le hab?­a gustado el puro Toscano, pero prefer?­a el humo m??s suave y arom??tico de sus pitillos holandeses. Lo encendi?? con la llama de un trozo peque?±o de madera. Carlotta observ?? c??mo realizaba ese gesto simple. Es guapo, y me est?? destinado. ???Ven, vamos a buscar hierbas para quemar. ???Hab?­a comprendido que el programa era distinto. ???Ven a la huerta, hay hierbas arom??ticas. Edoardo la sigui??, divertido. Le gustaba esa chica, esa mujer. Y, cuando era misteriosa, le atra?­a todav?­a m??s. ???Anda, toma: un ajo, un cebollino, menta, una ramita de romero, verbena, un poco de ruda y, por supuesto, hip?©rico, que crece espont??neamente en los bordes de mi jard?­n. ?????Hip?©rico? ???S?­, la hierba de San Juan, para ahuyentar a los diablos. Carlotta le frot?? las flores en la nariz. Se quit?? las sandalias y sigui?? andando descalza. Edoardo estaba fascinado por esa imagen, que lo excitaba. Sab?­a que no llevaba ropa interior, y se la imaginaba desnuda bajo la falda. La camiseta blanca dejaba entrever unos senos bastante grandes y sostenidos. Los pezones, que se hab?­an endurecido, se estampaban insolentes contra la tela ligera. Su manera de andar sin las sandalias le daba un aire selv??tico que lo embrujaba. ???Ac?©rcate ???dijo Carlotta. ?????Por qu?© quemas las hierbas? ???Para que sigamos teniendo buena salud, realicemos nuestros deseos y ahuyentemos a los diablos. Todos menos uno. Se rio, pero estaba seria. Al menos, ?©l tuvo la sensaci??n de que hablaba con ligereza de cosas importantes. Carlotta hab?­a cogido la mano de Edoardo y se hab?­a sentado en la hierba con las piernas cruzadas, como los indios. Le invit?? a que se sentara igual que ella, a su lado. Lentamente, cog?­a las hierbas del racimo y las tiraba al fuego. Despu?©s dijo, o m??s bien recit??: ???Pido que no se canse de m?­, pido que me busque siempre, pido que no tenga m??s mujeres que yo. Edoardo no dijo nada. Daba peque?±as caladas al cigarrillo, dej??ndose envolver en su aroma del humo. La miraba fascinado y ligeramente asustado. La mujer, cuyo semblante estaba iluminado por las llamas de la hoguera, parec?­a estar envuelta en un aura misteriosa, y la atm??sfera lo ten?­a intrigado. ???Pido que se cierre el c?­rculo. Pido que se acabe la persecuci??n y que sea libre de amar ???continu?? Carlotta, tirando las ??ltimas hierbas en las llamas. Edoardo no entend?­a el sentido de esas palabras, pero sinti?? c??mo la atracci??n por ella se extend?­a por todo ?©l. Tir?? el cigarrillo a la llama de la hoguera, la abraz?? y la bes??, mucho rato. Degust?? sus labios, su lengua. Le bes?? el cuello y los hombros. Le acarici?? el rostro, los costados. La hizo tumbarse sobre la hierba al lado del fuego, le levant?? la falda y sigui?? bes??ndola el vientre y los muslos. Le desabroch?? la camisa y bes?? sus senos y sus pezones. Se puso de pie, se quit?? los zapatos y la camiseta y se baj?? los pantalones y el b??xer. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=40850541&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.