Ðàññâåò ÷àðóþùèé è íåæíûé Êîñíóëñÿ áåëûõ îáëàêîâ, È íåáà îêåàí áåçáðåæíûé, Ñ âîñòîêà çàðåâîì öâåòîâ Ïóðïóðíûõ, ÿðêî - çîëîòèñòûõ, Âäðóã çàñèÿë. Ñêîëüçÿùèé ëó÷ Ïëÿñàë íà ãîðêàõ ñåðåáðèñòûõ… È ñîëíöà ëèê, ïàëÿùèé – æãó÷, Ïëûë íàä Çåìë¸é åù¸ ëåíèâîé, Îáúÿòîé íåãîé ñëàäêèõ ñíîâ… È ëèøü ïàñòóõ íåòîðîïëèâî Êíóòîì èãðàÿ, ãíàë êîðîâ Íà âûïàñ, ñî÷íûìè ë

El Reino de los Dragones

El Reino de los Dragones Morgan Rice La Era de los Hechiceros #1 “Tiene todos los ingredientes para un ?xito inmediato: argumentos, contraargumentos, misterio, valientes caballeros y relaciones que florecen repletas de corazones rotos, enga?os y traici?n. Los mantendr? entretenidos durante horas, complaciendo a todas las edades. Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores de fantas?a.” –-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (respecto a El Anillo del Hechicero) “All? est?n los comienzos de algo extraordinario”. –-San Francisco Book Review (respecto a La Senda de los H?roes) De la escritora de USA Today y bestseller No. 1, Morgan Rice, autora de La Senda de los H?roes (m?s de 1.300 opiniones con cinco estrellas), llega el debut de una nueva serie de fantas?a sorprendente. EL REINO DE LOS DRAGONES (La Era de los Hechiceros—Libro uno) cuenta la historia de una ?pica llegada a la madurez de un joven de 16 a?os muy especial, el hijo de un herrero de una familia pobre, quien no tiene la oportunidad de demostrar sus habilidades para luchar e irrumpir en las filas de los nobles. Sin embargo, alberga un poder que no puede negar, y un destino que debe seguir. Cuenta la historia de una princesa de 17 a?os en la v?spera de su boda, destinada a la grandeza, y de su hermana menor, rechazada por la familia y muri?ndose de plaga. Cuenta la historia de tres hermanos, tres pr?ncipes que no podr?an ser m?s distintos, todos compitiendo por el poder. Cuenta la historia de un reino al borde de un cambio, de una invasi?n, la historia de la extinci?n de la raza de dragones, que caen diariamente del cielo. Cuenta la historia de dos reinos rivales, de los r?pidos que los separan, de un paisaje salpicado por volcanes inactivos y de una capital accesible solamente con la marea. Es una historia de amor, pasi?n, de odio y rivalidad entre hermanos; de delincuentes y tesoros escondidos; de monjes y guerreros secretos; de honor y gloria, y de traici?n y enga?o. Es la historia de Dragonfell, una historia de honor y valor, de hechiceros, magia y destino. Es una historia que no podr?s dejar hasta las primeras horas, que te transportar? a otro mundo y har? que te enamores de personajes que nunca olvidar?s. Atrae a todas las edades y g?neros. Los libros dos y tres (TRONO DE DRAGONES y NACIDA DE DRAGONES) est?n disponibles ahora para reservar. “Una fantas?a animada…. Solo el comienzo de lo que promete ser una serie ?pica para j?venes”. –-Midwest Book Review (respecto a La Senda de los H?roes) “Lleno de acci?n…. La composici?n de Rice es s?lida y el argumento, intrigante”. –-Publishers Weekly (respecto a La Senda de los H?roes) Morgan Rice EL REINO DE LOS DRAGONES EL REINO DE LOS DRAGONES (LA ERA DE LOS HECHICEROS – LIBRO UNO) MORGAN RICE Morgan Rice Morgan Rice es autora de best sellers de USA Today y de la serie de fantas?a ?pica EL ANILLO DEL HECHICERO, best seller No. 1 que consta de diecisiete libros; de la serie de best sellers No. 1 DIARIO DE UN VAMPIRO, que comprende doce libros; de la serie de best sellers No.1 LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA, un thriller postapocal?ptico compuesto por tres libros; de la serie de fantas?a ?pica REYES Y HECHICEROS, compuesta por seis libros; de la serie de fantas?a ?pica DE CORONAS Y GLORIA, que consta de ocho libros; de la serie de fantas?a ?pica UN TRONO PARA LAS HERMANAS, que consta de ocho libros; de la nueva serie de ciencia ficci?n LAS CR?NICAS DE LA INVASI?N, compuesta por cuatro libros; de la serie de fantas?a OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES, compuesta de cuatro libros; de la serie de fantas?a EL CAMINO DEL ACERO, que consta de cuatro; y de la nueva serie de fantas?a LA ERA DE LOS HECHICEROS. La obra de Morgan est? disponible en audio y en ediciones impresas, con traducciones a m?s de 25 idiomas. A Morgan le encanta saber de sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web  www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para suscribirte a la lista de correos electr?nicos, recibir un libro gratis y otros obsequios, descargar la aplicaci?n gratuita, recibir noticias exclusivas, conectarte por Facebook y Twitter, y estar en contacto. Selecci?n de reconocimientos a Morgan Rice “Si pensaban que ya no hab?a razones para vivir despu?s del final de la serie EL ANILLO DEL HECHICERO, estaban equivocados. En el DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice ha creado lo que promete ser otra serie brillante, sumergi?ndonos en una fantas?a de troles y  dragones, de valor, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan otra vez ha logrado producir una serie de personajes fuertes que nos hacen alentarlos en cada p?gina…Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que adoren las fantas?as bien escritas”.     --Books and Movie Reviews     Roberto Mattos “Una fantas?a llena de acci?n que asegura complacer a los fan?ticos de las novelas anteriores de Morgan Rice, adem?s de a fan?ticos de obras como EL LEGADO de Christopher Paolini…. Fan?ticos de la ficci?n para j?venes van a devorar este ?ltimo trabajo de Rice y rogar?n por m?s”.     --The Wanderer,A Literary Journal (respecto a El Despertar de los Dragones) “Una fantas?a animada que en su trama entrelaza elementos de misterio e intriga. La Senda de los H?roes se trata de la construcci?n del coraje y de alcanzar un prop?sito en la vida que conduzca al crecimiento, la madurez y la excelencia….Para aquellos que buscan aventuras fant?sticas sustanciosas, los protagonistas, recursos y acci?n proveen una en?rgica serie de encuentros que se enfocan bastante en la evoluci?n de Thor, de un ni?o so?ador a un joven que se enfrenta a posibilidades de sobrevivencia imposibles ….Solo el comienzo de lo que promete ser una serie ?pica para j?venes”.     --Midwest Book Review (D. Donovan, cr?tico de eBooks) “EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para un ?xito inmediato: argumentos, contraargumentos, misterio, valientes caballeros y relaciones que florecen repletas de corazones rotos, enga?os y traici?n. Los mantendr? entretenidos durante horas complaciendo a todas las edades. Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores de fantas?a.”     --Books and Movie Reviews, Roberto Mattos “En este primer libro lleno de acci?n de la serie de fantas?a ?pica El Anillo del Hechicero (que actualmente cuenta con 14 libros), Rice les presenta a los lectores a Thorgrin "Thor" McLeod, de 14 a?os, cuyo sue?o es pertenecer a la Legi?n de los Plateados, los selectos caballeros que sirven al rey…. La composici?n de Rice es s?lida y el argumento, intrigante”.     --Publishers Weekly Libros de Morgan Rice LA ERA DE LOS HECHICEROS EL REINO DE LOS DRAGONES (Libro #1) OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES LA F?BRICA M?GICA (Libro #1) LA ESFERA DE KANDRA (Libro #2) LOS OBSIDIANOS (Libro #3) EL CETRO DE FUEGO (Libro #4) LAS CR?NICAS DE LA INVASI?N TRANSMISI?N (Libro #1) LLEGADA (Libro #2) ASCENSO (Libro #3) EL CAMINO DEL ACERO SOLO LOS DIGNOS (Libro #1) SOLO LOS VALIENTES (Libro #2) SOLO LOS DESTINADOS (Libro #3) UN TRONO PARA LAS HERMANAS UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1) UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2) UNA CANCI?N PARA LOS HU?RFANOS (Libro #3) UN CANTO F?NEBRE PARA LOS PR?NCIPES (Libro #4) UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5) UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6) UNA CORONA PARA LAS ASESINAS (Libro #7) DE CORONAS Y GLORIA ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1) CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2) CABALLERO, HEREDERO, PR?NCIPE (Libro #3) REBELDE, POBRE, REY (Libro #4) SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5) H?ROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6) GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7) VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8) REYES Y HECHICEROS EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1) EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2) EL PESO DEL HONOR (Libro #3) UNA FORJA DE VALOR (Libro #4) UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5) LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6) EL ANILLO DEL HECHICERO LA SENDA DE LOS H?ROES (Libro #1) LA MARCHA DE LOS REYES (Libro #2) EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro #3) UN GRITO DE HONOR (Libro #4) UN VOTO DE GLORIA (Libro #5) UNA CARGA DE VALOR (Libro #6) UN RITO DE ESPADAS (Libro #7) UNA SUBVENCI?N DE ARMAS (Libro #8) UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9) UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10) UN REINO DE HIERRO (Libro #11) UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12) UN MANDATO DE REINAS (Libro #13) UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14) UN SUE?O DE MORTALES (Libro #15) UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16) EL DON DE LA BATALLA (Libro #17) LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1) ARENA DOS (Libro #2) ARENA TRES (Libro #3) LA CA?DA DE LOS VAMPIROS ANTES DEL AMANECER (Libro #1) EL DIARIO DEL VAMPIRO TRANSFORMACI?N (Libro #1) AMORES (Libro #2) TRAICIONADA (Libro #3) DESTINADA (Libro #4) DESEADA (Libro #5) COMPROMETIDA (Libro #6) JURADA (Libro #7) ENCONTRADA (Libro #8) RESUCITADA (Libro #9) ANSIADA (Libro #10) CONDENADA (Libro #11) OBSESIONADA (Libro #12) ?Sab?as que he escrito m?ltiples series? Si no las has le?do todas, ?haz clic en la imagen m?s abajo para descargar el comienzo de una de las series! ?Quieres libros gratis? ?Suscr?bete a la lista de correos de Morgan Rice y recibe gratis 4 libros, 3 mapas, 1 aplicaci?n, 1 juego, 1 novela gr?fica y obsequios exclusivos! Para suscribirte, visita: www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) Derechos reservados © 2019 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. Con excepci?n de lo permitido por la ley de derechos reservados de EE.UU. de 1976, ninguna parte de este libro podr? reproducirse, distribuirse o transmitirse en ninguna forma y por ning?n medio, o almacenarse en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin previo permiso de la autora. Este ebook est? autorizado ?nicamente para su disfrute personal. Este ebook no podr? revenderse o regalarse a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor adquiera una copia adicional para cada lector. Si usted est? leyendo este libro y no lo compr?, o si no se lo compraron para que ?nicamente usted lo usara, por favor, devu?lvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el trabajo del autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de forma ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es mera coincidencia. Los derechos de la imagen de portada son de cosmin4000 y se utilizaron bajo autorizaci?n de istockphoto.com CAP?TULO UNO El rey Godwin III del Reino del Norte hab?a visto muchas cosas en su tiempo. Hab?a visto marchar ej?rcitos y el funcionamiento de la magia, pero en este momento solo pod?a mirar fijamente al cuerpo de la criatura que yac?a frente a ?l, postrado boca abajo e inm?vil sobre el pasto, con los huesos y escamas dando una sensaci?n de irrealidad al momento en la luz nocturna. El rey desmont? su caballo, que se negaba a acercarse ya fuera por lo que era la criatura o simplemente por el lugar en donde estaban. Hab?an cabalgado m?s de un d?a hacia el sur de Royalsport, por lo que el rugido del r?o Slate estaba a solo unas pocas decenas de metros, en donde las tierras de su reino desaparec?an en el rugido de esas aguas violentas y aceradas. M?s all? del r?o podr?a haber observadores mirando desde el sur, incluso del otro lado de su amplia anchura. Godwin esperaba que no, y no solo porque ?l y los otros estaban muy lejos de casa, la que hab?a quedado expuesta para cualquiera que pudiera cruzar los puentes entre los reinos. ?l no quer?a que ellos vieran esto. El rey Godwin avanz?, mientras que a su alrededor, el peque?o grupo de gente que hab?a venido con ?l intentaba decidirse si deber?a hacer lo mismo. No eran muchos porque esto…esto no era algo que ?l quisiera que la gente viera. Su hijo mayor, Rodry, estaba all?, ten?a veintitr?s y se parec?a al hombre que Godwin hab?a sido una vez, alto y corpulento, con el cabello rubio rapado en las sienes para que no obstruyera su manejo de la espada, el ?nico recuerdo de su madre. Los hermanos de Rodry, Vars y Greave, se hab?an quedado en casa; no era del estilo de ninguno de los dos soportar algo as?. Vars probablemente se quejar?a de que Rodry hab?a sido elegido para esto, aunque Vars nunca se ofrecer?a a nada que tuviera un indicio de peligro. Greave estar?a encerrado en la biblioteca con sus libros. Francamente, hubiese sido m?s probable que sus hijas vinieran, o al menos dos de ellas. La m?s joven, Erin, hubiese disfrutado la aventura. Nerra hubiese querido ver lo extra?o de la criatura, y probablemente hubiese llorado por su muerte a pesar de lo que era. Godwin sonri? al pensar en su bondad, aunque como siempre su sonrisa se borr? levemente ante el recuerdo de su ?ltimo acceso de tos y de la enfermedad que manten?an cuidadosamente oculta. Lenore probablemente hubiese preferido quedarse en el Castillo, aunque tambi?n es cierto que ten?a que prepararse para su boda. En lugar de todos ellos, estaban Godwin y Rodry. Hab?a media docena de los Caballeros de la Espuela con ?l: Lars y Borus, Halfin y Twell, Ursus y Jorin; todos hombres en los que Godwin confiaba, algunos de ellos cumplieron bien su cometido durante d?cadas, con las armaduras grabadas con los s?mbolos que ellos hab?an elegido brillando en la salpicadura del r?o. Estaban los pobladores que hab?an encontrado esto, y all?, sobre un caballo de aspecto enfermizo, estaba la silueta togada de su hechicero. –Gris —dijo el rey Godwin, haci?ndole se?as al hombre para que se acercara. Maese Gris se adelant? lentamente, apoy?ndose en sus hombres. En otras circunstancias, el rey Godwin se hubiese re?do del contraste entre ellos. Gris era delgado, ten?a la cabeza rapada y la piel tan p?lida como su nombre, y vest?a togas blancas y doradas. Godwin era m?s grande, de hombros anchos y francamente de barriga pronunciada en estos d?as, llevaba puesta la armadura y ten?a una barba completa y el cabello oscuro hasta los hombros. –?Crees que est?n mintiendo?—Le dijo el rey Godwin, sacudiendo la cabeza hacia los pobladores. Godwin sab?a el modo en que los hombres lo intentaban, con huesos de vaca y mantas de cuero, pero su hechicero no le respondi? la pregunta. Gris solo sacudi? la cabeza y lo mir? directo a los ojos. A Godwin le corri? un escalofr?o por la espalda. No hab?a dudas de la autenticidad de esto. No se trataba de una broma para intentar ganarse el favor o dinero o ambos. Esto era un drag?n. Sus escamas eran rojas como la sangre derramada sobre hierro oxidado. Sus dientes como el marfil, tan largos como la estatura de un hombre, y sus garras afiladas. Sus grandes alas estaban extendidas, desgarradas y rotas, enormes y parecidas a las de un murci?lago, y parec?an apenas lo suficiente para sostener en el aire a tan enorme bestia. El cuerpo de la criatura estaba enrollado en el suelo, m?s largo que una decena de caballos, lo suficientemente grande para que, en vida, pudiese haber levantado a Godwin como a un juguete. – Nunca hab?a visto a uno antes —admiti? el rey Godwin, posando una mano sobre la piel escamosa. Casi esperaba que estuviese c?lida, pero por el contrario, estaba fr?a como la quietud de la muerte. –Muy pocos lo han hecho —dijo Gris. Mientras la voz de Godwin era profunda y sonora, la de Gris era apenas un susurro. El rey asinti?. Por supuesto que el hechicero no dir?a todo lo que sab?a. No era un pensamiento que lo tranquilizara. Ver a un drag?n ahora y muerto… –?Qu? sabemos de este?—pregunt? el rey. Camin? a lo largo de este hasta lo que quedaba de su cola, que se extend?a largamente detr?s. –Una hembra —dijo el hechicero— y roja, con todo lo que ello implica. Por supuesto, no explic? lo que eso implicaba. El hechicero camin? alrededor mirando pensativamente. De vez en cuando miraba tierra adentro como si tuviese calculando algo. –?C?mo muri??—pregunt? Godwin. Hab?a estado en batallas en su tiempo, pero no pod?a ver la herida de un hacha o espada en la criatura, no se pod?a imaginar qu? arma podr?a da?ar a una bestia de este tipo. – Quiz?s fue la edad… Godwin se lo qued? mirando. –Pens? que viv?an para siempre —dijo Godwin. En ese momento no era el rey sino el ni?o que por primera vez hab?a acudido a Gris hac?a todos esos a?os, buscando su ayuda y sabidur?a. El hechicero le hab?a parecido anciano incluso en ese entonces. – No para siempre. Mil a?os, nacen s?lo en la luna de drag?n —dijo Grey como si estuviese citando algo. – Aun as?, mil a?os es demasiado para que hayamos encontrado uno muerto aqu?, ahora —dijo el rey Godwin— No me gusta. Se parece mucho a un presagio. –Posiblemente —admiti? Gris, y era un hombre que rara vez admit?a algo as?—. La muerte es a veces un poderoso presagio. A veces es solo una muerte. Y a veces, tambi?n es vida. Volvi? a mirar hacia el reino. El rey Godwin suspir?, desalentado por nunca poder verdaderamente entender al hombre, y se qued? observando a la bestia, intentando entender c?mo algo tan poderoso y magn?fico pod?a haber muerto. No ten?a se?ales de haber luchado ni heridas visibles. Observe los ojos de la criatura como si le pudiesen ofrecer alg?n tipo de respuesta. –?Padre? —Grit? Rodry. El rey Godwin se volte? hacia su hijo. Se parec?a mucho a Godwin a esa edad, musculoso y fuerte, aunque con un rastro de la belleza y el cabello m?s claro de su madre para recordarla ahora que ya no estaba. Estaba sentado sobre un corcel y ten?a una armadura incrustada con brillos azules. Parec?a impaciente ante la perspectiva de estar atrapado all?, haciendo nada. Probablemente cuando supo que hab?a un drag?n habr?a esperado pelear con ?l. A?n era bastante joven para pensar que ?l le pod?a ganar a todo. Los caballeros a su alrededor esperaron pacientemente las ?rdenes del rey. El rey Godwin sab?a que no pod?an estar mucho tiempo all? afuera. Al estar tan cerca del r?o, corr?an el riesgo de que los sure?os se escabulleran por uno de los puentes, y adem?s estaba oscureciendo. –Si demoramos mucho la reina pensar? que estamos intentando rehuir de los preparativos de la boda —se?al? Rodry—. Nos llevar? bastante volver, incluso cabalgando r?pido. Estaba eso. Faltando solo una semana para la boda de Lenore, era poco probable que Aethe los perdonara, menos a?n si se hab?a ido con Rodry. A pesar de sus esfuerzos, ella a?n cre?a que ?l favorec?a m?s a sus tres hijos con Illia que a las tres hijas que ella le hab?a dado. –Volveremos lo antes posible —dijo el rey Godwin—. Aunque primero debemos hacer algo al respecto. El rey Godwin mir? a Gris antes de continuar. –Si la gente se entera de que apareci? un drag?n, por no hablar de un drag?n muerto, pensar?n que es un mal presagio, y no quiero que haya malos presagios en la semana de la boda de Lenore. –No, claro que no —dijo Rodry, sinti?ndose avergonzado por no haberlo pensado—. ?Qu? hacemos entonces? El rey ya hab?a pensado en eso. Se acerc? primero a los pobladores sacando todas las monedas que ten?a. –Tienen mi agradecimiento por haberme contado esto —dijo ?l mientras les entregaba las monedas  —. Ahora vuelvan a sus casas y no le cuenten a nadie lo que vieron. Ustedes no estuvieron aqu?, esto no ocurri?. Si escucho otra cosa… Recibieron la amenaza t?cita haciendo una apresurada reverencia. –S?, mi rey —dijo uno, antes de que ambos se fueran r?pidamente. –Ahora —dijo ?l, volvi?ndose hacia Rodry y los caballeros—. Ursus, eres el m?s fuerte; veamos cu?nta fuerza tienes realmente. Uno de ustedes traiga cuerdas para que podamos arrastrar a la bestia. El caballero m?s alto asinti? y todos comenzaron a trabajar, buscando en las alforjas hasta que uno encontr? unas cuerdas gruesas. Twell, el planificador, era la persona en quien confiar que tiene todo lo que se necesita. Ataron los restos del drag?n, lo que les llev? m?s tiempo de lo que el rey Godwin hubiese querido. El enorme volumen de la bestia parec?a resistirse a los intentos por contenerlo, por lo que Jorin, siempre el m?s ?gil, tuvo que treparse a la criatura con las cuerdas sobre sus hombros para atarla. Se baj? f?cilmente de un salto, a?n teniendo la armadura. Finalmente, lograron amarrarla. El rey descendi? hasta ellos y asi? la cuerda. –?Y?—le dijo al resto— ?Creen que voy a arrastrarlo al r?o yo solo? Hubo un tiempo en el que podr?a  haberlo hecho, cuando hab?a sido tan fuerte como Ursus, s?, o Rodry. Pero ahora, ?l se conoc?a lo suficiente para saber cu?ndo necesitaba ayuda. Los hombres captaron el mensaje y agarraron la cuerda. El rey Godwin sinti? el momento en que su hijo sum? su potencia al esfuerzo, empujando el cuerpo del drag?n desde el otro extremo y gru?endo por el esfuerzo. Lentamente comenz? a moverse, dejando huellas en la tierra mientras ellos desplazaban su peso. Solo Gris no sum? su esfuerzo a la cuerda, y francamente no habr?a servido de mucho de todos modos. Poco a poco, lograron acercar el drag?n al r?o. Finalmente llegaron al borde, dej?ndolo preparado en el punto en donde el terreno descend?a abruptamente  hacia el r?o que era tanto el l?mite del reino como su defensa. Permaneci? sentado ah?, tan perfectamente equilibrado que un soplo lo podr?a haber derribado, mirando moment?neamente hacia el rey Godwin como si estuviese en posici?n para volar hacia las tierras sure?as. Apoy? una bota en el flanco y con un grito de esfuerzo lo empuj? hacia la orilla. –Ya est? —dijo cuando cay? al agua con un chapoteo. Sin embargo, no desapareci?. En cambio permaneci? meci?ndose all?, la furia pura de las aguas color gris acero era suficiente para arrastrar el cuerpo del drag?n r?o abajo al tiempo que se golpeaba contra las rocas y giraba con la corriente. Ning?n hombre podr?a nadar contra esa corriente, para la que el peso del drag?n era algo min?sculo. Lo arrastraba en la direcci?n el mar expectante, las aguas oscuras se apresuraban para juntarse en la masa de agua m?s inmensa. –Esperemos que no haya dejado huevos —susurr? Gris. El rey Godwin permaneci? parado all?, demasiado cansado para cuestionar al hombre, mirando al cuerpo de la criatura hasta que desapareci? de su vista. Se dijo a s? mismo que lo hac?a para asegurarse de que la marea no lo llevara a su reino y de que no volviera a causar problemas otra vez. Se dijo a s? mismo que estaba recobrando el aliento porque ya no era m?s un hombre joven. Sin embargo, no era verdad. La verdad era que estaba preocupado. ?l hab?a gobernado su reino durante mucho tiempo, y nunca hab?a visto algo parecido antes. Para que ocurriera ahora, algo ten?a que estar sucediendo. Y el rey Godwin sab?a que, fuera lo que fuese, estaba por afectar a todo su reino. CAP?TULO DOS En sue?os, Devin se encontr? en un lugar muy lejos de la forja en donde trabajaba, incluso m?s all? de la ciudad de Royalsport, en donde viv?a con su familia. ?l so?aba con frecuencia, y en sus sue?os pod?a ir a cualquier lado y ser cualquier cosa. En sus sue?os, pod?a ser el caballero que siempre hab?a querido ser. Aunque este sue?o era extra?o. En primer lugar, el sab?a que estaba en un sue?o, cuando habitualmente no lo sab?a. Eso quer?a decir que pod?a caminar por ?l y parec?a cambiar cuando lo observaba, lo que le permit?a crear paisajes a su alrededor. Era como si estuviese flotando sobre el reino. All? abajo pod?a ver c?mo el terreno se extend?a debajo de ?l, el norte y el sur, divididos por el r?o Slate, y Leveros, la isla de los monjes, hacia el este. En el extremo norte, sobre el l?mite del reino, a cinco o seis d?as a caballo, pod?a ver lo volcanes que hab?a estado inactivos durante a?os. En el extremo oeste, apenas pudo divisar el Tercer Continente, del que la gente hablaba en voz baja y con asombro de las cosas que viv?an all?. Era un sue?o, sin embargo, y ?l o sab?a, era una visi?n extraordinariamente acertada del reino. Ahora ya no estaba por encima del mundo. Ahora estaba en un lugar oscuro, y hab?a algo all? con ?l: una silueta que llenaba el espacio, con un aroma mohoso, seco y reptiliano. Un parpadeo de luz destell? en las escamas, y en la casi oscuridad ?l crey? escuchar el susurro del movimiento junto con la respiraci?n como un fuelle. En el sue?o, Devin pod?a sentir que su miedo aumentaba, aferrando la empu?adura de una espada con la mano instintivamente y alzando la hoja de metal negro azulado. Unos enormes ojos dorados se abrieron en la oscuridad y la luz volvi? a parpadear. Entonces, ?l pudo ver un cuerpo enorme con escamas oscuras, de una dimensi?n que jam?s hab?a visto, con las alas enrolladas y la boca totalmente abierta que revelaba una luz interior. Devin tuvo un momento para darse cuenta de que era un destello de llamas lo que sal?a de la boca de la criatura, y entonces no hab?a nada m?s que llamas, rode?ndolo, llenando el mundo… Las llamas cedieron, y ahora estaba sentado en una sala cuyas paredes formaban un c?rculo, como si estuviese en la cima lo alto de una torre. El lugar estaba lleno desde el suelo hasta el techo de art?culos que deb?an haber sido recolectados en decenas de momentos y lugares. Cortinas de seda cubr?an las paredes, y hab?a objetos de lat?n sobre las repisas que Devin no pod?a adivinar su prop?sito. Hab?a un hombre all?, sentado con las piernas cruzadas en un peque?o espacio abierto, en un c?rculo dibujado con tiza y rodeado de velas. Era calvo y de apariencia seria, y ten?a los ojos fijos en Devin. Vest?a togas exquisitas bordadas con sigilos y joyas con dise?os m?sticos. –?Me conoce? —Le  pregunt? Devin mientras se acercaba. Sigui? un largo silencio, tan largo que Devin comenz? a preguntarse si le hab?a hecho la pregunta. –Las estrellas dijeron que si esperaba aqu?, en sue?os, tu vendr?as —dijo finalmente la voz— El que ser?. Devin se dio cuenta entonces de qui?n era este hombre. –Usted es Maese Gris, el hechicero del rey. Trag? ante la idea. Se dec?a que este hombre ten?a el poder de ver las cosas que ning?n hombre cuerdo querr?a; que le hab?a dicho al rey el momento en que su primera esposa morir?a y todos se rieron hasta que tuvo un desvanecimiento y se rompi? la cabeza en la piedra de uno de los puentes. Se dec?a que pod?a buscar dentro del alma de un hombre y sacar todo lo que hab?a visto all?. El que ser?. ?Qu? pod?a significar eso? –Usted es Maese Gris. –Y t? eres el muchacho que naci? en el d?a m?s imposible. He buscado y buscado, y t? no deber?as existir. Pero existes. A Devin se le aceler? el coraz?n al pensar que el hechicero del rey sab?a qui?n era ?l. ?Por qu? un hombre as? tendr?a inter?s ?l? Y en ese momento, supo que esto era m?s que un sue?o. Esto era un encuentro. –?Qu? quiere de m?? —Le pregunt? Devin. –?Querer? —La pregunta parec?a haber tomado por sorpresa al hechicero, si es que algo pod?a hacerlo—. Simplemente quer?a verte con mis propios ojos. Verte en el d?a en que tu vida cambiar? para siempre. Devin ten?a muchas preguntas, pero en ese momento, Maese Gris extendi? el brazo hacia una de las velas a su alrededor y la apag? con dos dedos largos mientras susurraba algo que apenas se escuchaba. Devin quer?a acercarse y comprender lo que estaba sucediendo, pero en cambio sinti? una fuerza que no pod?a entender, que lo arrastraba hacia atr?s, hacia afuera de la torre, hacia la oscuridad… *** —?Devin! —Lo llam? su madre—. Despierta, o te perder?s el desayuno. Devin maldijo y abri? los ojos de golpe. La luz del amanecer ya entraba por la ventana de la peque?a casa familiar. Eso quer?a decir que si no se apresuraba, no podr?a llegar temprano a la Casa de las Armas ni tendr?a tiempo m?s que para meterse derecho a trabajar. Estaba acostado en la cama, respirando con esfuerzo e intentando quitarse de encima el peso y realismo de sus sue?os. Pero por m?s que intent?, no pudo. Colgaba de ?l como un manto pesado. –?DEVIN! Devin sacudi? la cabeza. Salt? de la cama y se apresur? a vestirse. Su ropa era simple, sencilla, con algunas partes remendadas. Algunas cosas las hab?a heredado de su padre y no le quedaban bien, ya que a sus diecis?is a?os, Devin era a?n m?s delgado que ?l, no m?s grande que el promedio para su edad, aunque un poco m?s alto. Se quit? de los ojos el cabello oscuro, con las manos que tambi?n hab?an sufrido peque?as quemaduras y cortes en la Casa de las Armas. ?l sab?a que ser?a a?n peor con el paso de los a?os. El viejo Gund apenas pod?a mover algunos dedos; el esfuerzo del trabajo le hab?a quitado mucho. Devin se visti? y corri? hacia la cocina de la caba?a familiar. Se sent? all? y comi? estofado en la mesa de la cocina con su madre y su padre. Lo unt? con un pedazo de pan duro, sabiendo que aunque era algo simple, lo necesitar?a para el d?a de trabajo duro que ten?a por delante en la Casa de las Armas. Su madre era una mujer peque?a, como un p?jaro, y parec?a muy fr?gil a su lado, como si se fuese a quebrar por el peso de sus tareas diarias, aunque nunca lo hab?a hecho. Su padre tambi?n era de menor estatura que ?l, pero era ancho, musculoso y duro como la teca. Cada mano era como un mazo, y ten?a tatuajes en los antebrazos que alud?an a otros lugares, desde el Reino del Sur a las tierras en el otro extremo del mar. Incluso ten?a un mapa que mostraba ambos territorios y tambi?n la isla de Leveros y el continente Sarras, lejos, del otro lado del mar. –?Por qu? me miras los brazos, muchacho? —Le pregunt? su padre con voz ronca. ?l nunca hab?a sido bueno para demostrar afecto. Incluso cuando Devin obtuvo su puesto en la Casa, incluso cuando hab?a demostrado ser capaz de forjar armas de la misma forma que los mejores maestros, su padre no hab?a hecho mucho m?s que asentir. Devin quer?a contarle acerca de su sue?o desesperadamente. Pero sab?a que era mejor no hacerlo. Su padre lo menospreciar?a y estallar?a en una celosa rabieta. –Es solo que hay un tatuaje que no hab?a visto —le dijo Devin. Generalmente su padre vest?a mangas largas y Devin nunca estaba all? el tiempo suficiente como para observarlo. –?Por qu? en este est?n Sarras y Leveros? ?Estuviste all? cuando eras…? –?Eso no es de tu incumbencia! —le grit? su padre. La pregunta parec?a haber desatado su ira curiosamente ante el enfrentamiento. R?pidamente se baj? las mangas y at? los pu?os a la altura de las mu?ecas para que Devin no pudiese ver m?s. –?Hay cosas por las que no debes preguntar! –Lo siento —dijo Devin. Hab?a d?as en los que Devin apenas sab?a qu? decirle a su padre; d?as en los que apenas se sent?a como su hijo. –Debo irme a trabajar. –?Tan temprano? Vas a practicar con la espada otra vez, ?no? —Le reclam? su padre—A?n intentas convertirte en un caballero. Parec?a realmente enojado y Devin no pod?a deducir por qu?. –?Ser?a algo tan terrible? —le pregunt? Devin con vacilaci?n. –Acepta tu lugar, muchacho —desembuch? su padre—. No eres un caballero. Solo un plebeyo como el resto de nosotros. Devin reprimi? una respuesta rabiosa. No ten?a que ir a trabajar hasta dentro de una hora, pero sab?a que al quedarse se arriesgar?a a tener una discusi?n, como todas las que hab?an precedido. Se levant? sin siquiera molestarse en terminar su comida, y se march?. La d?bil luz del sol lo ilumin?. A su alrededor, la mayor parte de la ciudad a?n dorm?a tranquilamente en las primeras horas de la ma?ana, incluso cuando aquellos que trabajaban durante la noche hab?an retornado a sus casas. Eso significaba que Devin ten?a la mayor?a de las calles para ?l mientras se dirig?a hacia la Casa de las Armas, corriendo por los adoquines con esfuerzo. Cuanto m?s temprano llegara m?s tiempo tendr?a, y en todo caso, hab?a escuchado como los maestros de la espada les dec?an a sus alumnos que este tipo de ejercicio era fundamental para tener resistencia durante un combate. Devin no sab?a si alguno de ellos lo hac?a, pero ?l s?. Necesitar?a todas las herramientas que pudiese obtener si iba a convertirse en un caballero. Devin continu? su camino por la ciudad, corriendo m?s r?pido y con mayor esfuerzo, a?n intentando quitarse de encima los restos de su sue?o. ?Realmente hab?a sido un encuentro? El que ser?. ?Qu? pod?a significar eso? El d?a en que tu vida cambiar? para siempre. Devin mir? a su alrededor como si estuviese buscando una se?al o alg?n indicio de que algo lo cambiar?a en este d?a. Sin embargo, no vio nada m?s que los comunes tejemanejes de la ciudad. ?Habr?a sido un sue?o rid?culo? ?Un deseo? Royalsport era un lugar con puentes y callejones, esquinas oscuras y aromas extra?os. Con la marea baja, cuando el r?o entre las islas que lo formaban estaba lo suficientemente bajo, la gente caminaba por los lechos del r?o, aunque los guardias intentaban manejarlo y asegurarse de que ninguno de ellos fuese a distritos en los que no eran bienvenidos. Los canales entre las islas formaban una serie de c?rculos conc?ntricos, con las partes m?s adineradas hacia el centro, protegidas por las capas del r?o. Hacia afuera hab?a distritos de entretenimiento y de la nobleza, luego los mercantiles y las ?reas m?s pobres, por las que quienes caminaban ten?an que ser cuidadosos y vigilar su bolsa de dinero. Las Casas sobresal?an en el horizonte, sus edificios hab?an sido entregados a instituciones tan antiguas como el reino; m?s antiguas, ya que eran reliquias de los d?as en los que se dec?a que gobernaban los reyes de los dragones, mucho antes de que las guerras los expulsaran. La Casa de las Armas se erig?a arrojando humo a pesar de ser tan temprano, mientras que la Casa del Conocimiento se levantaba como dos agujas enroscadas, la Casa de los Mercaderes estaba ba?ada en oro hasta brillar y la Casa de los Suspiros se levantaba en el coraz?n del distrito de entretenimiento. Devin avanz? zigzagueando por las calles y evitando las pocas siluetas que se hab?an levantado tan temprano como ?l, mientras corr?a hacia la Casa de las Armas. Cuando lleg?, la Casa de las Armas estaba casi tan quieta como el resto de la ciudad. Hab?a un vigilante en la puerta, pero conoc?a a Devin de vista y estaba acostumbrado a que ?l entrara a horas extra?as. Devin pas? salud?ndolo con la cabeza y luego se dirigi? hacia adentro. Tom? la espada con la que hab?a estado trabajando recientemente, s?lida y fiable, adecuada para la mano de un verdadero soldado. Termin? de envolver la empu?adura y la llev? para arriba. Este espacio no ten?a el hedor de la forja, ni la mugre. Era un lugar con madera limpia y aserr?n para atrapar sangre suelta, en donde hab?a soportes con armas y armaduras y un espacio   de doce caras en el medio, rodeado de algunos bancos para que los que esperaban por su clase se sentaran. All? hab?a postes y fardos para cortar, todos dispuestos para que los estudiantes de la nobleza pudieran practicar. Devin se acerc? a un estafermo para maestros de armas, un poste m?s alto que ?l sobre una base con p?rtigas de metal que hac?an las veces de armas y pod?an girar en respuesta a los golpes de los espadachines. La destreza consist?a en atacar y luego moverse o rebatir, atravesarlo sin que el arma quedara atrapada y golpearlo sin ser golpeado. Devin adopt? una postura defensiva y luego atac?. Sus primeros golpes fueron constantes, meti?ndose en la actividad y probando la espada. Bloque? los primeros giros de respuesta de los postes y luego esquiv? los siguientes, acostumbr?ndose lentamente a la espada. Empez? a aumentar el ritmo y a ajustar el juego de piernas, movi?ndose de una posici?n a otra con sus golpes: del buey al espectro, luego al largo y volver a empezar. En alg?n momento en medio del ajetreo dej? de pensar en los movimientos individuales; los golpes, los bloqueos y las estocadas empezaron a fluir en un todo en donde el acero sonaba contra el acero y su hoja se mov?a r?pidamente para cortar y apu?alar. Practic? hasta transpirar, cuando el poste se mov?a a una velocidad que pod?a magullarlo o herirlo si incluso calculaba mal una sola vez. Finalmente, retrocedi? e hizo el saludo que hab?a visto que hac?an los espadachines a sus oponentes, antes de revisar el da?o de su espada. No ten?a cortes ni rajaduras. Eso era algo bueno. –Tienes una buena t?cnica —dijo una voz, y Devin se volte?. Frente a ?l vio a un hombre de unos treinta a?os, con pantalones cortos y una camisa ajustada al cuerpo para evitar que la tela se enredara en la trayectoria de una espada. Ten?a el cabello largo y oscuro, atado con trenzas dif?ciles de deshacer en una pelea y rasgos aguile?os que culminaban en unos ojos grises penetrantes. Caminaba con una leve cojera, como si fuera de una herida vieja. –Pero deber?as quitarle el peso a los talones cuando te volteas; hace que sea m?s dif?cil estabilizarte hasta que completas el movimiento. –T?…T? eres Wendros, el maestro espadach?n —dijo Devin. En la Casa hab?a muchos maestros espadachines, pero los nobles pagaban m?s por aprender con Wendros, algunos incluso despu?s de a?os de espera. –?Lo soy? —Se tom? un momento para observar su reflejo en una armadura de placas—. Pues, s? lo soy. Hum, entonces si fuera t?, yo prestar?a atenci?n a lo que dije. Dicen que yo s? todo lo que hay que saber acerca de la espada, como si eso fuera mucho. –Ahora, escucha otro consejo —agreg? el maestro espadach?n Wendros—. Aband?nalo. –?Qu?? —Dijo Devin con asombro. –Abandona tu intento de convertirte en un espadach?n —le dijo—. Los soldados solo tienen que saber c?mo parase en l?nea. Ser un guerrero implica m?s —Se acerc?—. Mucho m?s. Devin no sab?a qu? decir. Sab?a que se refer?a a algo m?s importante, algo que superaba su sabidur?a; pero no ten?a idea de qu? pod?a ser. Devin quer?a decir algo, pero no le sal?an las palabras. Y de repente, Wendros se volte? y march? hacia la salida del sol. Devin se encontr? pensando en el sue?o que hab?a tenido. No pod?a evitar sentir que estaban relacionados. No pod?a evitar sentir como si hoy fuese el d?a que cambiar?a todo. CAP?TULO TRES La princesa Lenore apenas daba cr?dito a la belleza del castillo, mientras los criados lo transformaban durante los preparativos para la boda. Hab?a pasado de ser una cosa de piedra gris a estar revestido con seda azul y tapices elegantes, cadenas de promesas tejidas y abalorios colgantes. Alrededor de ella, una decena de doncellas se manten?an ocupadas con elementos de vestidos y decoraciones, yendo de un lado para otro como un enjambre de abejas obreras. Lo hac?an por ella, y Lenore estaba realmente agradecida por ello, a?n sabiendo que, como princesa, deb?a esperarlo. A Lenore siempre le hab?a parecido incre?ble que los dem?s estuviesen preparados para hacer mucho por ella, simplemente por qui?n era ella. Valoraba la belleza casi m?s que a cualquier otra cosa, y all? estaban ellos, arreglando el castillo con seda y encaje para que luciera magn?fico… –Est?s perfecta —dijo su madre. La reina Aethe estaba dando instrucciones en el centro de todo, luciendo resplandeciente en terciopelo oscuro y alhajas brillantes mientras lo hac?a. –?Lo crees?—pregunt? Lenore. Su madre la llev? a pararse en frente del enorme espejo que las criadas hab?an colocado. En ?l, Lenore pudo ver las similitudes entres ellas, desde el cabello casi negro a la complexi?n alta y delgada. Excepto Greave, todos sus hermanos se parec?an a su padre, pero Lenore era definitivamente la hija de su madre. Gracias al esfuerzo de las criadas, brillaba entre sedas y diamantes, su cabello estaba trenzado con hilo azul y su vestido bordado en plata. Su madre hizo cambios m?nimos y luego la bes? en la mejilla. –Est?s perfecta, exactamente como debe estar una princesa. Viniendo de su madre, ese era el mayor halago que pod?a recibir. Siempre le hab?a dicho a Lenore que como la hermana mayor, su deber era ser la princesa que el reino necesitaba y verse y actuar como tal en todo momento. Lenore hac?a lo mejor que pod?a, con la esperanza de que fuese suficiente. Nunca parec?a serlo, pero a?n as? Lenore intentaba estar a la altura de todo lo que deb?a ser. Por supuesto, eso tambi?n permit?a que sus hermanas menores fueran… otras cosas. Lenore deseaba que Nerra y Erin tambi?n estuviesen all?. Oh, Erin se estar?a quejando de que le confeccionaran un vestido y Nerra probablemente tendr?a que detenerse a medio camino por sentirse indispuesta, pero Lenore quer?a verlas all? m?s que a nadie. Bueno, hab?a UNA persona. –?Cu?ndo llega ?l? —le pregunt? Lenore a su madre. –Dicen que el s?quito del duque Viris lleg? a la ciudad esta ma?ana —le dijo su madre—. Su hijo deber?a estar entre ellos. –?De veras? Lenore corri? inmediatamente hacia la ventana y el balc?n m?s cercanos, inclin?ndose sobre el balc?n, como si estar un poco m?s cerca de la ciudad le permitiera ver a su prometido cuando llegara. Busc? sobre las islas conectadas por puentes constitu?an Royalsport, pero desde esa altura no era posible distinguir individuos, solo los c?rculos conc?ntricos que formaba el agua entre las islas, y los edificios que se erig?an entre ellas. Pod?a ver las barracas de los guardias, de donde los hombres sal?an en masa cuando la marea estaba baja para dirigir el tr?fico por los r?os, y las Casas de Armas y de Suspiros, del Conocimiento y de Mercaderes, cada una en el coraz?n de su distrito. Estaban las casas de la poblaci?n m?s pobre en las islas hacia los l?mites de la ciudad, y las magn?ficas casas de los adinerados, cercanas a la ciudad, algunas incluso en su propia isla. Por supuesto que el castillo sobrepasaba todo eso, pero eso no quer?a decir que Lenore pudiera encontrar al hombre con quien se iba a casar. –Estar? aqu? —le prometi? su madre—. Tu padre ha organizado una caza para ma?ana como parte de las celebraciones, y el duque no se arriesgar? a perd?rsela. –?Su hijo vendr? para la caza de mi padre, pero no para verme a m?? —le pregunt? Lenore. Por un momento se sinti? nerviosa como una ni?a, no como una mujer de dieciocho veranos. Era demasiado f?cil imaginarse que ?l no la deseara ni la amara en un matrimonio arreglado como este. –?l te ver?, y te amar?—le prometi? su madre—. ?C?mo podr?a no hacerlo? –No lo s?, madre… Ni siquiera me conoce—dijo Lenore, sintiendo que los nervios la amenazaban con agobiarla. –Te conocer? muy pronto, y… —Su madre hizo una pausa al sentir que golpeaban la puerta de la c?mara—. Adelante. Entr? otra doncella, esta con vestimenta menos elaborada que las otras; una criada del castillo m?s que de la princesa. –Su majestad, su alteza —dijo con una reverencia—. Me han enviado para informarles que el hijo del duque Viris, Finnal, ha llegado, y est? esperando en la antec?mara mayor si tienen tiempo de conocerlo antes del banquete. Ah, el banquete. Su padre hab?a declarado una semana de banquete y m?s, lleno de entretenimientos y abierto para todos. –?Si tengo tiempo? —dijo Lenore, y luego record? c?mo se hac?an las cosas en la corte. Despu?s de todo, era una princesa. –Por supuesto. Por favor, dile a Finnal que bajar? inmediatamente —se volvi? hacia su madre— ?Padre puede permitirse ser tan generoso con el banquete? —le pregunt?—. No soy… No merezco una semana entera y m?s, y esto consumir? nuestras reservas de dinero y alimentos. –Tu padre quiere ser generoso —dijo la madre de Lenore—. ?l dice que la caza de ma?ana traer? suficientes presas para compensarlo —se ri?—. Mi esposo a?n se cree el gran cazador. –Y es una Buena oportunidad para organizar las cosas mientras la gente est? ocupada con el banquete —supuso Lenore. –Eso tambi?n —dijo su madre—. Bueno, si va a haber un banquete debemos asegurarnos de que tengas la apariencia adecuada, Lenore. Sigui? inquieta alrededor de Lenore por unos instantes m?s, y Lenore esperaba verse lo suficientemente bien. –Ahora, ?vamos a conocer a tu futuro esposo? Lenore asinti? sin poder calmar el entusiasmo que pr?cticamente explotaba de su pecho. Camin? con su madre y con su grupito de doncellas a lo largo del castillo hacia la antec?mara que conduc?a al sal?n principal. Hab?a mucha gente en el castillo, todos trabajando en los preparativos para la boda, y tambi?n muchos de ellos en direcci?n al sal?n principal. El castillo era un lugar de esquinas zigzagueantes y de salas que conduc?an a otras salas; toda la distribuci?n formaba un espiral al igual que la disposici?n de la ciudad, para que cualquier atacante tuviese que enfrentar capa tras capa de defensa. Aunque sus ancestros hab?an hecho del Castillo m?s que algo con defensas de piedra gris, cada sala estaba pintada con colores tan vivos que parec?an traer al mundo exterior hacia adentro. Bueno, quiz?s no la ciudad, demasiado apagada por la lluvia, el barro, el humo y los vapores sofocantes. Lenore se dirigi? por una galer?a con pinturas de sus ancestros en una pared, cada uno parec?a m?s fuerte y refinado que el anterior. Desde all? tom? las escaleras serpenteantes que llevaban a una serie de salas de recepci?n hacia un ?rea en donde hab?a una antec?mara previa al sal?n principal. Se detuvo frente a la puerta con su madre, esperando que los criados la abrieran y la anunciaran. –La princesa Lenore del Reino del Norte y su madre, la reina Aethe. Entraron, y all? estaba ?l. Era…perfecto. No hab?a otra palabra para describirlo mientras se volteaba hacia Lenore, inclin?ndose en la reverencia m?s elegante que hab?a visto en mucho tiempo. Ten?a el cabello oscuro con rizos cortos y espl?ndidos, sus rasgos eran refinados, casi hermosos, y una silueta que parec?a esbelta y atl?tica, vestida con un jub?n rojo y calzas grises. Parec?a ser uno o dos a?os mayor a Lenore, pero eso la entusiasmaba m?s que asustarla. –Su majestad —dijo ?l mirando a la madre de Lenore—Princesa Lenore. Soy Finnal de la Casa Viris. Solo dir? que he estado esperando este momento por mucho tiempo. Eres a?n m?s bonita de lo que pensaba. Lenore se avergonz?, pero no se ruboriz?. Su madre siempre le dec?a que era impropio. Cuando Finnal extendi? la mano, ella la tom? lo m?s elegantemente posible, sintiendo la fuerza de esas manos, imagin?ndose como ser?a si la empujaran hacia ?l para poder besarse, o m?s que besarse… –A tu lado, dif?cilmente me siento bonita —dijo ella. –Si yo brillo es solo con el reflejo de tu luz —le respondi? ?l. Tan apuesto, ?y tambi?n pod?a elogiar de forma tan po?tica? –Me cuesta creer que en una semana estaremos casados —dijo Lenore. –Quiz?s sea porque nosotros no tuvimos que negociar el matrimonio durante largos meses —respondi? Finnal, y sonri? hermosamente—. Pero me alegra que nuestros padres lo hayan hecho —. Mir? alrededor de la sala, a su madre y a las criadas que estaban all? —. Es casi una l?stima no tenerte aqu? para m? solo, princesa, pero quiz?s sea mejor as?. Me temo que me perder?a en tu mirada, y luego tu padre se enojar?a conmigo por perderme la mayor parte del banquete. –?Siempre haces cumplidos tan lindos? —le pregunt? Lenore. –Solo cuando son justificados —respondi? ?l. Lenore se qued? enganchada pensando en ?l mientras esperaba a su lado frente a la puerta que hab?a entre la antec?mara y el sal?n principal. Cuando los criados la abrieron, pudo ver el banquete en pleno movimiento; escuch? la m?sica de los trovadores y vio a los acr?batas entreteniendo al final del sal?n, en donde se sentaban los plebeyos. –Deber?amos entrar —dijo su madre—. Tu padre sin dudas querr? demostrar que aprueba este matrimonio, y estoy segura de que querr? ver lo feliz que est?s. Porque ?est?s feliz, Lenore? Lenore mir? a los ojos a su prometido y solo pudo asentir. –S? —dijo ella. –Y yo me esforzar? por que sigas sinti?ndote as? —dijo Finnal. Le tom? la mano y la acerc? a sus labios, y ese contacto intensific? el calor en Lenore. Se encontr? imagin?ndose todos los lugares en donde ?l podr?a besarla, y Finnal volvi? a sonre?rle como si supiera el efecto que hab?a causado. –Muy pronto, mi amor. ?Su amor? ?Lenore ya lo amaba, aunque reci?n lo hubiese conocido? ?Pod?a amarlo cuando solo hab?an tenido ese breve contacto? Lenore sab?a que era rid?culo pensar que pod?a, eran las cosas que dec?an las canciones de los bardos, pero en ese momento lo sent?a. Oh, c?mo lo sent?a. Se adelant? en perfecta sinton?a con Finnal, sonriendo, consciente de que juntos deber?an parecer como algo salido de una leyenda para aquellos que los observaban, movi?ndose al un?sono, unidos. Pronto lo estar?an, y ese pensamiento era m?s que suficiente para Lenore mientras iban a sumarse al banquete. Nada, pens?, podr?a arruinar este momento. CAP?TULO CUATRO El pr?ncipe Vars vaci? una jarra de ale, asegur?ndose de tener una buena vista de Lyril mientras lo hac?a. Ella estaba sentada sobre su cama, a?n desnuda, y observ?ndolo con el mismo inter?s, con los moretones de la noche anterior apenas asom?ndose. Como deber?a, pens? Vars. Despu?s de todo, ?l era un pr?ncipe de sangre, quiz?s no tan musculoso como su hermano mayor, pero a sus veinti?n a?os a?n era joven, a?n apuesto. Ella deber?a mirarlo con inter?s, sumisi?n y quiz?s con miedo, si pudiese adivinar las cosas que ?l pensaba hacerle en ese momento. No, por ahora era mejor no hacerlo. Ser violento con ella era una cosa, pero ella ten?a la nobleza suficiente para que fuese importante. Ser?a mejor descargarse plenamente con alguien a quien nadie fuese a extra?ar. Por su parte, Lyril era muy hermosa, por supuesto, porque Vars no se acostar?a con ella si no lo fuese: pelirroja y con la piel color crema, con buen cuerpo y ojos verdes. Era la hija mayor de un noble que se cre?a mercader, o un mercader que hab?a comprado un t?tulo de nobleza, Vars no recordaba cu?l de las dos, y tampoco le importaba. Ella era inferior a ?l, por lo que hac?a lo que ?l le ordenaba. ?Qu? m?s necesitaba? –?Has visto suficiente, mi pr?ncipe? —le pregunt? ella. Se levant? y camin? hacia ?l. A Vars le gustaba la forma en que ella lo hac?a. Le gustaba la forma en que hac?a muchas cosas. –Mi padre quiere que vaya de caza con ?l ma?ana —dijo Vars. –Podr?a cabalgar contigo —dijo Lyril—. Observarte y ofrecerte mis favores mientras cabalgas. Vars se ri?, y si eso la her?a ?a qui?n le importaba? Adem?s, a esta altura Lyril ya deber?a estar acostumbrada. Habitualmente, se acostaba con mujeres por un tiempo hasta que se aburr?a de ellas, o ellas deambulaban a otra parte, o ?l las lastimaba demasiado y ellas hu?an. Lyril le hab?a durado m?s que la mayor?a, a?os, aunque obviamente hab?a habido otras al mismo tiempo. –?Te averg?enza que te vean conmigo? —pregunt? ella. Vars se acerc? a ella, deteni?ndola con la mirada. En ese momento de temor, era tan hermosa como cualquier otra que ?l hubiese visto. –Har? lo que me plazca —dijo Vars. –S?, mi pr?ncipe —respondi? ella, con otro temblor que hizo que los brazos de Vars se estremecieran de deseo. –Eres tan bonita como cualquier otra mujer, y de cuna noble, y perfecta —dijo ?l. –Entonces ?por qu? te est? tomando tanto tiempo casarte conmigo? —Pregunt? Lyril. Era una vieja discusi?n. Le hab?a estado preguntando, insinuando y comentando desde que Vars ten?a memoria. Dio un paso adelante, r?pido y brusco, y la tom? del cabello. –?Casarme contigo? ?Por qu? deber?a casarme contigo? ?Crees que eres especial? –Debo serlo —argument?—. O un pr?ncipe como t? nunca me hubiese querido. En eso ten?a raz?n. –Muy pronto —dijo Vars, reprimiendo la ira s?bita—. Cuando el momento sea apropiado. –?Y cu?ndo ser? apropiado? —exigi? Lyril. Se comenz? a vestir, y solo con verla hacerlo era suficiente para que Vars quisiera volver a desvestirla. Se acerc? a ella y la bes? profundamente. –Pronto —prometi? Vars, porque era f?cil prometer—. Sin embargo, por ahora… –Por ahora se supone que vayamos al banquete de tu padre para celebrar la llegada del prometido de tu hermana —dijo Lyril. Permaneci? pensativa por un momento. –Me pregunto si ser? apuesto. Vars la gir? hacia ?l y la sujet? con fuerza entre sus brazos, haciendo que jadeara. –?No soy suficiente para ti? –Suficiente y m?s que suficiente. La trampa hizo gru?ir a Vars. Luego encontr? una petaca de vino y le dio unos sorbos mientras iba a vestirse. Se la ofreci? a Lyril, quien tambi?n tom? unos tragos. Salieron y se dirigieron por los caminos zigzagueantes del castillo hacia el sal?n principal. –Su alteza, se?ora m?a —dijo un criado mientras ellos pasaban—, el banquete ya ha comenzado. Vars atac? al hombre. –?Crees que necesito que me lo digas? ?Crees que soy est?pido o que no tengo idea de la hora? –No, mi pr?ncipe, pero su padre… –Mi padre estar? ocupado con sus asuntos pol?ticos o escuchando como Rodry se jacta de lo que sea que mi hermano haya hecho ahora —dijo Vars. –Como usted diga, su alteza —dijo el hombre, y atin? a marcharse. –Espera —dijo Lyril—. ?Crees que puedes marcharte as? como as?? Deber?as disculparte con el pr?ncipe y conmigo por interrumpirnos. –S?, por supuesto —dijo el criado—. Estoy muy… –Una verdadera disculpa —dijo Lyril— Arrod?llate. El hombre vacil? por un momento, y Vars se lanz? de lleno. –Hazlo. El criado se puso de rodillas. –Pido disculpas por haberlos interrumpido, su alteza, se?ora m?a. No deb? haberlo hecho. Vars vio que Lyril sonre?a. –No —dijo ella—. Ahora vete, fuera de nuestra vista. El criado sali? pr?cticamente corriendo ante su orden, como un galgo detr?s de un conejo. Vars se rio mientras se iba. –A veces puedes ser deliciosamente cruel —dijo ?l. Le gustaba eso de ella. –Solo cuando es divertido —respondi? Lyril. Continuaron su camino hacia el banquete. Por supuesto que para cuando entraron estaba en pleno auge, todos tomaban y bailaban, com?an y se divert?an. Vars pod?a ver a su media-hermana al frente, el centro de atenci?n junto con su futuro esposo. No entend?a por qu? la hija de la segunda esposa del rey justificaba tanta atenci?n. Ya era suficiente que Rodry estuviese all? con un grupo de j?venes nobles en una esquina, admir?ndolo mientras ?l contaba historias de sus haza?as una y otra vez. ?Por qu? el destino hab?a considerado conveniente que ?l fuese el mayor? Vars no le encontraba sentido cuando era obvio que Rodry era tan apropiado para su futuro rol de rey como ?l era para volar aleteando sus brazos demasiado musculosos. –Por supuesto, una boda como esta ofrece posibilidades —dijo Lyril—Re?ne a tantos lores y ladies… –Que luego podr?n convertirse en nuestros amigos – dijo Vars. ?l entend?a c?mo funcionaba el juego. –Por supuesto, es m?s f?cil si uno conoce sus debilidades. ?Sab?as que el conde Durris all? tiene la debilidad de fumar ?mbar de sangre? –No lo sab?a —dijo Lyril. –Ni lo sabr? nadie m?s si ?l se acuerda que soy su amigo —dijo Vars. ?l y Lyril siguieron por la multitud, dej?ndose llevar lentamente en direcciones opuestas. La pod?a ver estudiando detenidamente a las mujeres, intentando decidir en todas las formas en que eran menos bonitos que ella, o m?s d?biles, o simplemente no estaban a su nivel. Probablemente intentaba decidir tambi?n todas las ventajas que pod?a ganar con ellas. Hab?a una frialdad en ese examen que a Vars le gustaba. Quiz?s era una de las razones por las que hab?a estado con ella por tanto tiempo. –Por supuesto, esa es otra raz?n para no participar de la cacer?a de ma?ana —dijo ?l—. Con todos los idiotas lejos puedo hacer lo que me plazca, quiz?s hasta pueda acomodar las cosas a mi favor. –?Escuch? que alguien mencionaba la cacer?a? La voz de su hermano era estridente y fanfarrona, como de costumbre. Vars se volte? hacia Rodry, con la risa forzada que hab?a aprendido a utilizar durante gran parte de su ni?ez. –Rodry, hermano —le dijo—. No me hab?a dado cuenta de que hab?a vuelto de…?me repites a d?nde fueron con mi padre? Rodry se encogi? de hombros. –Podr?as haber venido y haberlo descubierto. –Ah, pero t? fuiste corriendo —dijo Vars— y eres el que a ?l le importa. Si Rodry hab?a captado la aspereza con que lo hab?a dicho, no lo demostraba. –Vamos —dijo Rodry, d?ndole una palmada en la espalda— Acomp??ame a m? y a mis amigos. Lo dec?a como si acompa?ar al pu?ado de tontos j?venes que pr?cticamente lo adoraban como a un h?roe fuese un gran obsequio, m?s que un horror por el que Vars hubiese pagado oro puro por evitar. Jugaban a ser como los Caballeros de la Espuela de su padre, pero ninguno de ellos hab?a llegado a ser alguien hasta ahora. Su sonrisa se volvi? m?s tensa mientras caminaba hacia el centro del grupo, y tom? un c?liz de vino para distraerse. En un breve instante  lo vaci?, as? que tom? otro. –Estamos hablando de todas nuestras cacer?as —dijo Rodry—. Berwick dice que una vez derrib? a un jabal? con una daga. Uno de los j?venes que estaba all? hizo una reverencia que hizo que Vars quisiera darle un golpe en la cabeza. –Me corne? dos veces. –Entonces quiz?s debiste usar una jabalina —dijo Vars. –Mi jabalina se quebr? en los campos de entrenamiento de la Casa de las Armas —dijo Berwick. –?Cu?ndo fue la ?ltima vez que pisaste los campos de entrenamiento, hermano? —Le pregunt? Rodry, obviamente sabiendo la respuesta— ?Cu?ndo te unir?s a los caballeros, como lo hice yo? –Yo entreno con la espada —dijo Vars, en un tono m?s defensivo del que hubiese debido—. Solo creo que hay cosas m?s ?tiles que hacer que pasar todo el d?a haci?ndolo. –O quiz?s no te guste la idea de enfrentarte  a un enemigo preparado para derribarte, ?eh, hermano? —Dijo Rodry, d?ndole un golpecito en el hombro—. De la misma forma en que no te gusta salir a cazar, por si te llegara a pasar algo. ?l se rio, y lo m?s cruel era que su hermano probablemente no lo consideraba como un comentario hiriente. Rodry no era un hombre que fuese por el mundo con preocupaciones, despu?s de todo. –?Est?s diciendo que soy un cobarde, Rodry? —dijo Vars. –Oh no —dijo Rodry—. Hay algunos hombres que est?n destinados a salir a pelear, y otros que es mejor que se queden en su casa, ?verdad? –Podr?a cazar si quisiera hacerlo —dijo Vars. –Ah, ?el caballero valiente! —Dijo Rodry, y eso produjo otra de esas carcajadas que nadie considerar?a cruel excepto Vars—. ?Bueno, entonces deber?as venir con nosotros! Vamos a ir a la ciudad para asegurarnos de tener las armas que necesitamos para ma?ana. –?Y dejar el banquete? —Replic? Vars. –El banquete durar? d?as —le contest? Rodry—. Vamos, podemos elegirte una buena jabalina para que nos muestres c?mo cazar un jabal?. Vars dese? poder darse la vuelta, o a?n mejor, estrellarle la cara a su hermano en la mesa m?s cercana. Quiz?s seguir estrell?ndola hasta que se hiciese a?icos, y ?l quedara como el heredero que siempre debi? haber sido. En cambio, ?l sab?a que iba a tener que ir a la ciudad, cruzar los puentes, pero al menos all? podr?a encontrar a alguien en quien descargar su ira. S?, Vars estaba esperando eso con ansias, y m?s que eso. Quiz?s incluso llegar a ser rey alg?n d?a. Aunque por ahora, la parte de ?l que le gritaba que se mantuviese a salvo para evitar el peligro, le dec?a que no confrontara a su hermano. No, esperar?a para eso. Pero quien se cruzara en su camino en la ciudad, se las iba a pagar. CAP?TULO CINCO Devin blandi? su martillo y aporre? la masa de metal que se convertir?a en una hoja. Los m?sculos de su espalda le dol?an al hacerlo, y el calor de la forja hac?a que la traspiraci?n le traspasara la ropa. En la Casa de las Armas siempre hac?a calor, y as? de cerca a una de las forjas era casi insoportable. –Lo est?s hacienda bien, ni?o —dijo el viejo Gund. –Tengo diecis?is, no soy un ni?o —dijo Devin. –S?, pero a?n tienes el tama?o de uno. Adem?s, para un hombre viejo como yo, ustedes son todos ni?os. Devin se encogi? de hombros. ?l sab?a que, para cualquiera que estuviese mirando, ?l no deb?a parecer un herrero, pero ?l pensaba. El metal requer?a pensamiento para realmente entenderlo. Las sutiles gradaciones de calor y los dise?os del acero que pod?an hacer de un arma defectuosa una perfecta eran casi m?gicos, y Devin estaba decidido a saberlos todos, a entenderlos realmente. –Con cuidado o se enfriar? demasiado —dijo Gund. R?pidamente, Devin devolvi? el metal hacia el calor, observando su tono hasta que estuvo en el punto correcto, y luego lo apart? para trabajar en ?l. Estaba cerca, pero a?n no estaba del todo bien, hab?a algo en el filo que no era perfecto. Devin lo sab?a con la misma seguridad con la que distingu?a la derecha de la izquierda. A?n era joven, pero sab?a de armas. Sab?a las mejores formas de fabricarlas y afilarlas…incluso sab?a c?mo blandirlas, aunque sus padres y el maestro Wendros parec?an decididos a imped?rselo. El entrenamiento que ofrec?a la Casa de las Armas era para nobles, hombres j?venes que ven?an a aprender de los mejores maestros de la espada, lo que inclu?a al incre?blemente talentoso Wendros. Devin ten?a que hacerlo solo, practicar con todo desde espadas a hachas, de lanzas a cuchillos, cortar los postes y esperar que lo hiciera bien. Un clamor cerca del frente de la Casa llam? brevemente su atenci?n. Las enormes puertas de metal del frente estaban abiertas, en perfecto equilibrio para abrirse al m?nimo toque. Los hombres j?venes que hab?an entrado eran claramente de la nobleza, y era casi igual de claro que estaban un poco borrachos. Estar borracho en la Casa de las Armas era peligroso. Un hombre que llegara a trabajar borracho era enviado de vuelta a su casa, y si lo hac?a m?s de una vez, lo echaban. Incluso se echaba a los clientes si no estaban lo suficientemente sobrios. Un hombre borracho con una cuchilla era peligroso, incluso si esa no era su intenci?n. En cambio estos…vest?an los colores de la realeza, y no ser cort?s era arriesgar m?s que el trabajo. –Necesitamos armas —dijo el que estaba al frente. Devin reconoci? inmediatamente al pr?ncipe Rodry por las historias acerca de ?l si no en persona. –Ma?ana habr? una cacer?a, y probablemente un torneo despu?s de la boda. Gund se acerc? a ellos porque era uno de los maestros herreros de all?. Devin mantuvo su atenci?n en la espada que estaba forjando, porque el m?nimo error pod?a generar burbujas de aire que formar?an rajaduras. Era motivo de orgullo que las armas que ?l forjaba no se quebraban o destrozaban al golpearlas. A pesar de que el metal necesitaba su atenci?n, Devin no pudo quitarles los ojos a los j?venes nobles que hab?an llegado. Parec?an tener m?s o menos su edad; eran muchachos intentando hacerse amigos del pr?ncipe m?s que Caballeros de la Espuela que serv?an a su padre. Gund empez? a mostrarles lanzas y hojas que pod?an ser apropiadas para los ej?rcitos del rey, pero ellos las desestimaron r?pidamente. –?Esos son los hijos del rey! —dijo uno de los hombres, gesticulando al pr?ncipe Rodry primero y luego a otro hombre que Devin supuso que ser?a el pr?ncipe Vars, solo por no tener la apariencia suficientemente delgada, sombr?a y afeminada del pr?ncipe Greave. –Merecen algo m?s fino que esto. Gund empez? a mostrarles cosas m?s finas, con mango dorado o decoraci?n grabada en las puntas de las lanzas. Incluso les mostr? las de mejor calidad, con capas y capas del m?s fino acero, dise?os ondulantes impresos por medio de arcilla tratada en calor y con un filo que les permit?a usarlas como cuchillas de ser necesario. –Demasiado finas para ellos —murmur? Devin para s?. Tom? la espada que estaba forjando y la contempl?. Estaba lista. La calent? una vez m?s y se apront? para sofocarla en la larga tina de aceite oscuro que la esperaba. Pudo deducir por la forma en que levantaban las armas y las agitaban que la mayor?a de ellos no ten?a idea de lo que hac?an. Quiz?s el pr?ncipe Rodry s?, pero ?l estaba del otro lado del piso principal de la Casa, probando una lanza enorme con la punta en forma de hoja, haci?ndola girar con el dominio de la pr?ctica. En cambio, los que estaban con ?l parec?an estar jugando a ser caballeros m?s que ser realmente caballeros. Devin pod?a notar la torpeza en algunos de sus movimientos y como la manera de agarrarlas era sutilmente incorrecta. –Un hombre deber?a conocer las armas que fabrica y usa —dijo Devin mientras sumerg?a la espada que hab?a forjado en la zanja. Por un momento flame? y ardi?, luego sise? mientras se enfriaba lentamente. ?l practicaba con espadas para saber cuando estaban listas para un guerrero entrenado. Trabajaba en su equilibrio y flexibilidad as? como tambi?n en su fuerza, porque le parec?a que un hombre deb?a forjarse a s? mismo como a cualquier arma. Ambas cosas le resultaban dif?ciles. Saber de las cosas era m?s f?cil para ?l, hacer las herramientas perfectas, entender el momento en que… Un estruendo que vino desde donde los nobles estaban jugando con las armas llam? su atenci?n, y la mirada de Devin gir? a tiempo para ver al pr?ncipe Vars en medio de una pila de armaduras que se hab?a desplomado de su soporte. Miraba con furia a Nem, otro de los muchachos que trabajaba en la Casa de las Armas. Nem hab?a sido amigo de Devin desde siempre, era corpulento y demasiado bien alimentado, quiz?s no era el m?s inteligente pero con sus manos pod?a fabricar los trabajos en metal m?s finos. El pr?ncipe Vars lo empuj? r?pidamente, como Devin podr?a haber empujado una puerta atascada. –?Est?pido muchacho!—dijo el pr?ncipe Vars de mala manera—. ?No puedes ver por d?nde vas? –Lo siento, mi se?or —dijo Nem—, pero fue usted quien se tropez? conmigo. Devin contuvo la respiraci?n porque sab?a lo peligroso que era contestarle a cualquier noble, y mucho menos a uno borracho. El pr?ncipe Vars se enderez? completamente y luego golpe? a Nem en la oreja lo suficientemente fuerte como para hacerlo rodar entre el acero. ?l chill? y se levant? con sangre, algo filoso le hab?a cortado en el brazo. –?C?mo te atreves a contestarme? —Dijo el pr?ncipe—. Yo digo que te tropezaste conmigo, ?y t? me llamas mentiroso? Quiz?s otros hab?an venido enojados, listos para pelear, pero a pesar de su tama?o, Nem siempre hab?a sido amable. Solamente parec?a herido y perplejo. Devin vacil? por un momento, mirando alrededor para ver si alguno de los otros iba a intervenir. Aunque ninguno de los que estaban con el pr?ncipe Rodry parec?a que fuese a intervenir, probablemente les preocupaba demasiado insultar a alguien que de rango superior incluso siendo nobles, y alguno de ellos quiz?s pensara que su amigo realmente se merec?a una golpiza por lo que fuera que creyesen que ?l hab?a hecho. En cuanto al pr?ncipe Rodry, a?n estaba del otro lado de ese piso de la Casa, probando una lanza. Si hab?a escuchado el esc?ndalo en medio del alboroto de los martillos y el rugido intense de la forja, no lo demostraba. Gund no iba a interferir, porque el anciano no hab?a sobrevivido tanto tiempo en el ambiente de la forja por causar problemas a sus superiores. Devin sab?a que tambi?n deb?a mantenerse al margen, a?n cuando vio que el pr?ncipe volv?a a levantar la mano. –?Vas a disculparte? —exigi? Vars. –?No hice nada! —insisti? Nem, probablemente demasiado aturdido para recordar c?mo funcionaba el mundo y, a decir verdad, no era particularmente inteligente cuando se trataba de cosas como esta. ?l a?n cre?a que el mundo era justo, y que no hacer nada malo era una excusa suficiente. –Nadie me habla de esa manera – dijo el pr?ncipe Vars, y volvi? a golpear a Nem—. Te voy a ense?ar modales a los golpes, y cuando termine contigo me agradecer?s por la lecci?n. Y si te confundes mi t?tulo en tu agradecimiento, aprender?s eso a los golpes tambi?n. O, no, voy a darte una verdadera lecci?n. Devin sab?a que no deb?a hacer nada, porque ?l era m?s grande que Nem y sab?a c?mo funcionaba el mundo. Si un pr?ncipe de sangre te pisa los talones te disculpas, o le agradeces por tener ese privilegio. Si quiere tu mejor trabajo, se lo vendes, a?n si parece que no puede blandirlo correctamente. No interfieres, no intervienes, porque eso implica consecuencias para ti y tu familia. Devin ten?a una familia afuera, m?s all? de los muros de la Casa de las Armas. No quer?a que la lastimaran solo por haberse exaltado y no le haberle importado sus modales. Aunque tampoco quer?a permanecer al margen y ver c?mo golpeaban sin sentido a un muchacho por el capricho de un pr?ncipe borracho. Apret? con fuerza el martillo y luego lo solt?, intentando obligarse a mantener distancia. Entonces, el pr?ncipe Vars sujet? a Nem de la mano. La forz? hacia abajo sobre uno de los yunques. –Veamos qu?  tan buen herrero eres con una mano quebrada —dijo ?l. Tom? un martillo y lo alz?, y en ese momento Devin supo lo que ocurrir?a si no hac?a algo. Se le aceler? el coraz?n. Sin pensarlo, Devin se lanz? hacia adelante y sujet? al pr?ncipe del brazo. No desvi? mucho el golpe, pero fue suficiente para que no le diera a Nem en la mano y golpeara el hierro del yunque. Devin sigui? sujet?ndolo, por si acaso el pr?ncipe intentaba golpearlo a ?l. –?Qu?? —Dijo el pr?ncipe Vars— Qu?tame las manos de encima. Devin resisti?, sujet?ndolo con la mano. A esta distancia, Devin pudo sentirle el aliento a alcohol. –No si va a seguir golpeando a mi amigo —dijo Devin. ?l sab?a que por solo sujetar al pr?ncipe se hab?a metido en problemas, pero ahora era demasiado tarde. –Nem no entiende, y ?l no fue la raz?n por la que derrib? la mitad de las armaduras que hay aqu?. Esa ser?a la bebida. –Qu?tame la mano de encima, dije —repiti? el pr?ncipe, y movi? la otra mano hacia el cuchillo de cocina que ten?a en el cintur?n. Devin lo empuj? lo m?s suave que pudo. Una parte de ?l a?n esperaba que esto fuera pac?fico, a?n cuando ?l sab?a exactamente que iba a ocurrir despu?s. –No quiere hacer eso, su alteza. Vars lo mir? con furia y aversi?n pura, respirando con dificultad. –Yo no soy el que se ha equivocado aqu?, traidor —gru?? el pr?ncipe Vars con voz fulminante. Vars solt? el martillo y levant? una espada de uno de los bancos, aunque para Devin era obvio que no era un experto. –As? es, eres un traidor. Atacar a un integrante de la realeza es traici?n, y los traidores mueren por ello. Balance? la espada hacia Devin, y de forma instintiva, Devin atrap? lo que pudo encontrar. Result? ser uno de sus martillos de forja, y lo alz? para bloquear el golpe, escuchando el ruido del metal sobre el metal mientras evitaba que la espada le diera en la cabeza. El impacto le hizo sacudir las manos, y ahora no hab?a tiempo para pensar. Atrap? la hoja con la cabeza del martillo y con todas sus fuerzas se la quit? al pr?ncipe de un tir?n, retumb? en el piso y se sum? a la pila de armaduras desechadas. Entonces, se oblig? a detenerse. Estaba furioso de que el pr?ncipe pudiera venir y golpearlo de esa manera, pero Devin ten?a mucha paciencia. El metal lo requer?a. El hombre que fuera impaciente en la forja era el que terminaba lastimado. –?Lo ven? —Clam? el pr?ncipe Vars, se?alando con un dedo tembloroso por la furia o el miedo—. ??l me ataca! Det?nganlo. Quiero que lo arrastren a la celda m?s profunda del castillo, y en la ma?ana ver su cabeza en una pica. Los j?venes a su alrededor parec?an reacios a reaccionar, pero era igual de obvio que no iban a quedarse al margen cuando alguien de baja cuna como Devin se peleaba con el pr?ncipe. La mayor?a a?n sosten?a las espadas y lanzas que hab?an probado de forma inexperiente, y ahora Devin se encontraba en el medio de un c?rculo de armas, todas apunt?ndole directo al coraz?n. –No quiero tener problemas —dijo Devin, sin saber qu? m?s hacer. Dej? caer el martillo al suelo, porque no le servir?a all?. ?Qu? pod?a hacer? ?Intentar luchar contra muchos de ellos para salir? Aunque sospechaba que ten?a un mejor dominio de la espada que los hombres que estaban all?, eran demasiados para siquiera intentarlo, y si lo hac?a, ?qu? har?a luego? ?A d?nde podr?a escaparse, y qu? significar?a para su familia si lo hiciera? –Quiz?s no sea necesaria una celda —dijo el pr?ncipe Vars—. Quiz?s le corte la cabeza aqu?, en donde todos puedan verlo. P?nganlo de rodillas. ?Dije de rodillas! —repiti? cuando los otros no o hac?an lo suficientemente r?pido. Cuatro de ellos se adelantaron y empujaron a Devin hacia el suelo, mientras que el resto manten?a las armas apuntando hacia ?l. Entre tanto, el pr?ncipe Vars volvi? a tomar la espada. La levant?, claramente probando su peso, y en ese momento Devin supo que iba a morir. Lo invadi? el terror, porque no pod?a ver c?mo escaparse. Por m?s que pensara y por m?s fuerte que fuera, nada de eso cambiar?a las cosas. Los otros all? podr?an no estar de acuerdo con lo que el pr?ncipe estaba a punto de hacer, pero lo apoyar?an de todos modos. Permanecer?an parados all?, observando mientras el pr?ncipe bland?a la espada y… …y el mundo parec?a extender en ese momento, un latido fundi?ndose con el pr?ximo. En ese instante, fue como si pudiese ver cada m?sculo de la figura del pr?ncipe y las chispas de pensamiento que lo impulsaban. En ese momento parec?a muy f?cil estirar el brazo y cambiar tan solo uno de ellos. –?Ay! ?Mi brazo! —Grit? el pr?ncipe Vars, y su espada retumb? en el suelo. Devin se volte? confundido. Intent? encontrarle sentido a lo que acababa de hacer. Y estaba aterrorizado de s? mismo. El pr?ncipe estaba all? parado, sujet?ndose el brazo y frot?ndose los dedos para devolverles la sensibilidad. Devin solo pod?a mirarlo. ?Realmente hab?a hecho eso, de alguna forma? ?C?mo? ?C?mo pod?a hacer que a alguien se le acalambrara el brazo con solo pensarlo? Volvi? a recordar el sue?o… –Es suficiente —interrumpi? una voz—. D?jalo ir. El pr?ncipe Rodry entr? en el c?rculo de armas y los j?venes all? las bajaron ante su presencia, casi con un suspiro de alivio de que ?l estuviese all?. Devin definitivamente suspir?, pero mantuvo sus ojos en el pr?ncipe Vars y el arma que ahora ten?a en la mano menos h?bil –Es suficiente, Vars —dijo Rodry. Se puso entre medio de Devin y el pr?ncipe, y el pr?ncipe Vars dud? por un momento. Devin pens? que blandir?a la espada de todos modos, a pesar de la presencia de su hermano. Entonces arroj? la espada a un lado. –No quer?a venir aqu? de todos modos —dijo ?l, y se march?. El pr?ncipe Rodry se volvi? hacia Devin, y no tuvo que pronunciar otra palabra para que los hombres que lo sujetaban lo liberaran. –Fuiste muy valiente en defender al muchacho —dijo ?l, y alz? la lanza que sosten?a—. Y haces un muy buen trabajo. Me han dicho que este es uno de tus trabajos. –S?, su alteza —dijo Devin. No sab?a qu? pensar. En cuesti?n de segundos, hab?a pasado de estar seguro de que iba a morir a que lo liberaran, de ser considerado un traidor a que lo halagaran por su trabajo. No ten?a sentido, pero al fin y al cabo, ?por qu? tendr?a que tener sentido en un mundo en el que ?l hab?a, de alguna manera, hecho… magia? El pr?ncipe Rodry asinti? y luego se volte? para marcharse. –Ten m?s cuidado en el futuro. Quiz?s no est? aqu? para salvarte la pr?xima vez. Devin estuvo varios minutes hasta que se oblig? a pararse. Respiraba de forma brusca y entrecortada. Mir? a donde estaba Nem, que intentaba mantener la herida en el brazo cerrada. Parec?a asustado y alterado por lo que hab?a ocurrido. El viejo Gund estaba all? ahora, envolviendo el brazo de Nem con una banda de tela. Mir? a Devin. –?Ten?as que interferir? —Le pregunt?. –No pod?a dejar que lastimara a Nem —dijo Devin. Eso era algo que volver?a a hacer, cientos de veces de ser necesario. –Lo peor que le pod?a pasar era que le dieran una paliza —dijo Gund—. Todos hemos sufrido cosas peores. Ahora…debes irte. –?Irme? —Dijo Devin— ?Por hoy? –Por hoy y todos los d?as que le siguen, idiota —dijo Gund—. ?Crees que podemos permitir que un hombre que se pele? con un pr?ncipe contin?e trabajando en la Casa de las Armas? Devin sinti? que el pecho se vaciaba de aire. ?Irse de la Casa de las Armas? ?El ?nico hogar verdadero que hab?a tenido? –Pero yo no…—comenz? Devin, pero se detuvo. ?l no era Nem para pensar que el mundo ser?a de la forma en que ?l quer?a solo porque era lo correcto. Por supuesto que Gund querr?a que ?l se marchara, Devin hab?a sabido lo que pod?a costarle esto antes de interferir. Devin lo mir? y asinti?, era todo lo que pod?a responder. Se volte? y empez? a caminar. –Espera —grit? Nem, corriendo hacia su mesa de trabajo y luego volvi? corriendo con algo envuelto en tela— No…no tengo mucho m?s. T? me salvaste. Esto deber?a ser tuyo. –Lo hice porque soy tu amigo —dijo Devin— No tienes que darme nada. –Quiero hacerlo —respondi?—. Si me hubiese dado en la mano, no podr?a hacer nada m?s, as? que quiero darte algo que hice yo. Se lo entreg? a Devin, y Devin lo tom? con cuidado. Al desenvolverlo, vio que era… bueno, no exactamente una espada, sino un cuchillo grande, un messer, all? estaba, demasiado largo para ser un verdadero cuchillo, pero no lo suficiente para ser una espada. Ten?a un solo filo, con una empu?adura que sobresal?a en un costado y una punta en forma de cu?a. Era un arma de campesino, que hac?a mucho tiempo que ya no formaba parte de las espadas largas y el armamento de los caballeros. Pero era ligera. Mortal. Y hermosa. Con un vistazo, al voltearla y ver su brillo reflejando la luz,  Devin pudo ver que pod?a ser mucho m?s ?gil y mortal que cualquier espada. Era un arma de sigilo, astucia y velocidad. Y era perfecta para la complexi?n ligera y corta edad de Devin. –No est? terminada —dijo Nem—, pero ? que t? puedes terminarla mejor que yo, y el acero es bueno, te lo prometo. Devin la blandi? como prueba y sinti? c?mo la hoja cortaba el aire. Quer?a decir que era demasiado, que no pod?a aceptarla, pero pod?a ver que Nem realmente quer?a que ?l la tuviera. –Gracias, Nem —le dijo. –?Ya terminaron? —Dijo Gund, y mir? a Devin—. No voy a decir que no me lamento porque te marches. Eres un buen trabajador y un herrero mejor que muchos aqu?. Pero no puedes estar aqu? cuando esto se vuelva en contra de nosotros. Tienes que irte, muchacho. Ahora. Incluso entonces, Devin quiso discutirlo. Pero sab?a que era in?til, y se dio cuenta de que ya no quer?a estar all?. No quer?a estar en un lugar en donde no lo quer?an. Este nunca hab?a sido su sue?o. Esta hab?a sido una manera de sobrevivir. Su sue?o siempre hab?a sido convertirse en un caballero, y ahora… Ahora parec?a que sus sue?os le deparaban cosas mucho m?s extra?as. Ten?a que deducir qu? eran esas cosas. El d?a en que tu vida cambiar? para siempre. ?Era esto a lo que se refer?a el hechicero? Devin no ten?a opci?n. No pod?a dar la vuelta ahora, no pod?a volver a la forja para volver todo a su lugar. En cambio, camin? hacia la ciudad. Hacia su destino. Y hacia el d?a que ten?a por delante. CAP?TULO SEIS Nerra camin? por el bosque sola, desliz?ndose entre los ?rboles, disfrutando de sentir el calor del sol en su rostro. Se imagin? que, para entonces, todos en el castillo ya se habr?an dado cuenta  de que se hab?a escabullido, pero tambi?n sospech? que no les importar?a tanto. Solo complicar?a las preparaciones para la boda si estuviese all?. Ella encajaba aqu? entre lo salvaje. Entrelaz? flores en su cabello oscuro dejando que formaran parte de sus trenzas. Se quit? las botas, las at? y las colg? sobre su hombro para poder sentir la tierra bajo sus pies. Su complexi?n delgada zigzagueaba entre los ?rboles casi como una voluta con su vestido de colores oto?ales. Por supuesto, era de manga larga. Su madre le hab?a machacado esa necesidad hac?a  mucho tiempo. Su familia pod?a saber acerca de su enfermedad, pero nadie m?s pod?a saberlo. Amaba la naturaleza. Le encantaba ver a las plantas e identificar sus nombres, camp?nula y heracleum, roble y olmo, lavanda y champi??n. Adem?s de sus nombres tambi?n sab?a las propiedades de cada una, las cosas para las que podr?an ayudar y el da?o que pod?an hacer. Una parte de ella deseaba poder pasar el resto de su vida aqu? afuera, libre y en paz. Quiz?s podr?a convencer a su padre a dejarla construir una casa en el bosque y aprovechar sus conocimientos, sanar a los enfermos y heridos. Ese pensamiento la hizo sonre?r tristemente, porque aunque  sab?a que era un lindo sue?o, su padre nunca lo consentir?a, y en cualquier caso…Nerra refren? su pensamiento por un momento, pero no pod?a hacerlo para siempre. En cualquier caso, no vivir?a tantos a?os como para construir ning?n tipo de vida. La enfermedad mataba o la transformaba demasiado r?pido para ello. Nerra tir? de una hebra de corteza de sauce que ser?a buena para los dolores, colocando las tiras en la bolsa de su cintur?n. Probablemente las necesite pronto, supuso. Hoy no sent?a dolor, pero si no eran para ella, quiz?s entonces para el hijo de la viuda Merril en la ciudad. Hab?a escuchado que ten?a fiebre, y Nerra sab?a lidiar con enfermos como cualquier persona. Quiero tener un d?a sin tener que pensar en eso, pens? Nerra para s?. Como si pensar en ello lo hubiese atra?do, Nerra sinti? que se desvanec?a y tuvo que sostenerse de uno de los ?rboles. Se aferr? a ?l mientras esperaba que se le pasara el mareo, y sinti? que respiraba con dificultad. Tambi?n sent?a que le pulsaba el brazo derecho, le picaba y punzaba, como si algo estuviese luchando para liberarse debajo de su piel. Nerra se sent?, y all?, en la privacidad el bosque, hizo lo que nunca har?a en el castillo: se arremang?, con la esperanza de que el aire fresco del bosque le hiciera bien en donde nunca hab?a funcionado nada m?s. La tracer?a de marcas en el brazo ya le era conocida a esta altura, negra y parecida a venas, sobresaliendo en la palidez casi transl?cida de su piel. ?Las marcas hab?an crecido desde la ?ltima vez que las hab?a visto? Era dif?cil de saber, porque Nerra evitaba mirarla si pod?a, y no se atrev?a a mostrarlas a nadie m?s. Ni siquiera sus hermanos y hermanas sab?an toda la verdad, solo sab?an de los desmayos, no del resto. Eso le correspond?a a ella, a sus padres, a Maese Gris y al m?dico solitario a quien su padre se lo hab?a confiado. Nerra sab?a por qu?. Aquellos con marcas de escamas eran desterrados o algo a?n peor, por miedo a que la enfermedad se extendiera, y por miedo a lo que pudiese significar. La leyenda dec?a que aquellos con la enfermedad de las escamas se transformaban, eventualmente, en cosas que eran de todo menos humanas, y mortales para aquellos que a?n viv?an. –Y por eso debo estar sola —dijo en voz alta, volviendo a bajarse la manga porque no pod?a soportar ver lo que hab?a ah?. Casi lo mismo le molestaba pensar en estar sola. Por m?s que le gustara el bosque, la falta de compa??a la hac?a sufrir. Incluso cuando era ni?a no hab?a podido tener amigos, ni la colecci?n de doncellas y j?venes nobles que hab?a tenido Lenore, porque alguien podr?a haberla visto. Ni siquiera hab?a tenido la promesa de tener enamorados, y a?n menos probable para una muchacha que claramente estaba enferma era tener pretendientes. Una parte de Nerra deseaba haber tenido todo eso, imagin?ndose una vida en la que hubiese sido normal, sana, segura. Sus padres podr?an haber encontrado un joven noble que se casara con ella, como hab?an hecho con Lenore. Podr?an haber tenido un hogar y una familia. Nerra podr?a haber tenido amigos, y habr?a podido ayudar a la gente. En cambio…solamente ten?a esto. Ahora entristec? hasta al bosque, pens? Nerra con otra p?lida sonrisa. Se levant? y sigui? caminando, decidida a permitirse al menos disfrutar del hermoso d?a. Ma?ana habr?a una cacer?a, pero eso significaba demasiada gente para poder disfrutar del exterior. Se esperaba que ella recordara c?mo conversar con aquellos que ve?an la destreza de matar a criaturas del bosque como una virtud, y el ruido de los cuernos de caza ser?a ensordecedor. Entonces, Nerra escuch? algo m?s; no era un cuerno de caza, sino el sonido de alguien en las cercan?as. Pens? haber visto a alguien entre los ?rboles por un segundo, un muchacho joven, quiz?s, aunque era dif?cil decirlo con seguridad. Se empez? a preocupar. ?Cu?nto habr?a visto? Quiz?s no era nada. Nerra sab?a que ten?a que haber gente en otros lugares del bosque. Quiz?s fuesen carboneros o guardabosques, quiz?s cazadores furtivos. Quien fuera que fuese, si segu?a caminando, Nerra se volver?a a topar con ellos. No le gustaba esa idea, no le gustaba el riesgo de que vieran m?s de lo que deber?an, as? que se dirigi? en una nueva direcci?n, casi al azar. Sab?a su camino en el bosque, por lo que no le preocupaba perderse. Simplemente sigui? caminando, encontr?ndose ahora con acebos y abedules, celidonias y rosas silvestres. Y algo m?s. Nerra se detuvo al ver un claro  que parec?a como si algo enorme hubiese estado all?, las ramas rotas y el suelo pisoteado. ?Habr?a sido un jabal? o quiz?s una manada? ?Habr?a un oso en los alrededores, lo suficientemente grande como para justificar la cacer?a despu?s de todo? Aunque Nerra no ve?a huellas de oso entre los ?rboles, o nada que sugiriera que algo hubiese pasado a pie. Aunque pod?a ver un huevo en el medio del claro, volteado sobre un lado sobre el pasto. Se paraliz?, dudando. No puede ser. Hab?a historias, por supuesto, y las galer?as del castillo ten?an unas versiones aterrorizantes, desprovistas de vida. Pero esto…no pod?a ser realmente… Se acerc?, y ahora pod?a empezar a asimilar el verdadero tama?o del huevo. Era enorme, tan grande que Nerra apenas podr?a rodearlo con los brazos si intentara abrazarlo. Tan grande que no pod?a ser de un p?jaro. Era de un color azul vivo y profundo, casi negro, con venas doradas que lo atravesaban como rayos de un rel?mpago en el cielo nocturno. Cuando Nerra estir? el brazo, con vacilaci?n, para tocarlo, sinti? que la superficie estaba extra?amente c?lida, no del modo en que deber?a estarlo un huevo. Eso, adem?s del resto, confirmaba lo que hab?a encontrado. Un huevo de drag?n. Eso era imposible. ?Cu?nto tiempo hab?a pasado desde la ?ltima vez que alguien vio un drag?n? Incluso las historias hablaban de enormes bestias aladas que volaban los cielos, no de huevos. Los dragones nunca eran algo in?til y peque?o. Eran enormes, atemorizante, e imposibles. Pero Nerra no sab?a qu? m?s pod?a ser esto. Y ahora, la decisi?n es m?a. Sab?a que no pod?a marcharse ahora que hab?a visto el huevo all?, abandonado, sin se?ales de un nido de la forma en que los p?jaros pon?an sus huevos. Si hac?a eso, lo m?s probable era que algo viniera y se comiera el huevo, destruyendo a la criatura en su interior. Eso, o la gente lo vender?a, de eso no ten?a dudas. O la aplastar?an por el miedo. La gente, a veces, pod?a ser cruel. Tampoco se lo pod?a llevar a casa. Qui?n se podr?a imaginar, pasando por las puertas del castillo con un huevo de drag?n entre las manos. Su padre ordenar?a que se lo quitaran inmediatamente, posiblemente para que Maese Gris lo estudiara. En el mejor de los casos, la criatura terminar?a encerrada y maltratada en una jaula. En el peor…Nerra se estremeci? ante la idea de que los acad?micos diseccionaran al huevo en la Casa del Conocimiento. Incluso el galeno Jarran probablemente querr?a destriparlo para estudiarlo. ?En d?nde, entonces? Nerra intent? pensar. Conoc?a el bosque como el camino hacia su habitaci?n. Ten?a que haber un lugar mejor que al aire libre en donde dejar al huevo… S?, sab?a el lugar justo. Envolvi? al huevo entre sus brazos y lo levant?, sintiendo la extra?a sensaci?n del calor contra su cuerpo. Era pesado, y por un momento Nerra se preocup? de que fuera a soltarlo, pero logr? sujetarse las manos y empezar a caminar por el bosque. Le llev? un tiempo encontrar el lugar que estaba buscando, siempre alerta a los ?lamos que se?alizaban la peque?a ?rea en donde estaba la antigua cueva, marcada con piedras cubiertas de musgo desde hace mucho tiempo. Se abr?a en la ladera de una peque?a colina en el medio del bosque, y Nerra vio por el suelo a su alrededor que nadie la hab?a utilizado como lugar de descanso. Eso era una buena se?al. No quer?a llevar su premio a un lugar donde estuviese en un peligro inminente. El claro le hab?a sugerido que los dragones no hac?an nidos, pero ella hizo uno para el huevo de todos modos, junt? ramas grandes y peque?as, maleza y pasto, luego los entrelaz? lentamente en un ?valo irregular en donde logr? colocar el huevo. Los empuj? a la parte oscura de la cueva, segura de que nadie podr?a verlo desde afuera. –Ah? —le dijo—. Estar? a salvo ahora, al menos hasta que decida qu? hacer contigo. Encontr? ramas de ?rboles y follaje y cubri? la entrada intencionalmente. Recogi? piedras y las acomod? all?, todas tan enormes que apenas las pod?a mover. Esper? que fuera suficiente para mantener alejadas todas las cosas que pudiesen intentar entrar. Estaba terminando cuando escuch? un ruido y se volte? sobresaltada. All?, entre los ?rboles, estaba el ni?o que hab?a visto antes. Estaba parado observ?ndola, como si intentara entender lo que hab?a visto. –Espera —le grit? Nerra, pero solo el grito lo sobresalt?. Se volte? y sali? corriendo, y Nerra se qued? pensando en qu? hab?a visto y a qui?n le contar?a. Ten?a la horrible sensaci?n de que era demasiado tarde. CAP?TULO SIETE La princesa Erin sab?a que no deb?a estar all?, cabalgando en el bosque hacia el norte, hacia la Espuela. Tendr?a que estar en el castillo, prob?ndose un vestido para el casamiento de su hermana mayor, pero se retorc?a solo de pensarlo. Le tra?a demasiados pensamientos acerca de qu? le esperaba a ella, y por qu? se hab?a ido. Como m?nimo prefer?a estar cabalgando con una t?nica, jub?n y pantalones cortos antes de estar parada all?, jugando a vestirse de gala mientras Rodry y sus amigos se burlaban de ella, Greave estaba deprimido y Vars… Erin se estremeci?. No, era mejor estar all? afuera, haciendo algo ?til, algo que demostrara que era m?s que una hija para casarse. Cabalg? por el bosque, apreciando las plantas a los lados del camino mientras pasaba, aunque esa era la fascinaci?n de Nerra m?s que de ella. Cabalg? entre gruesos robles y abedules de plata, observando sus sombras e intentando no pensar en todos los espacios que dejaban esas sombras para que alguien se escondiera. Probablemente su padre estar?a furioso con ella por salir sin escolta. Las princesas necesitaban protecci?n, le dir?a ?l. No sal?an solas a lugares como este, en donde los ?rboles parec?an rodearlas y el camino era poco m?s que una sugerencia. Estar?a furioso con ella por m?s que eso, por supuesto. Probablemente pensaba que no hab?a escuchado la conversaci?n con su madre, la que la hab?a irse pr?cticamente corriendo hacia el establo. —Tenemos que encontrar un esposo para Erin —hab?a dicho su madre. —?Un esposo? Es m?s probable que quiera m?s lecciones con la espada —hab?a contestado su padre. —Y ese es el punto. Una mujer no deber?a hacer esas cosas, ponerse en peligro de esa manera. Tenemos que encontrarle un esposo. —Despu?s de la boda —hab?a dicho su padre—. Asistir?n muchos nobles al banquete y la cacer?a. Quiz?s encontremos a un hombre joven que pueda ser un esposo apropiado para ella. —Quiz?s debamos ofrecer una dote por ella. —Entonces lo haremos. Oro, un ducado, lo que sea m?s apropiado para mi hija. La traici?n hab?a sido instant?nea y absoluta.  Erin hab?a dado zancadas hasta su habitaci?n para juntar sus cosas: una vara, su ropa y un paquete lleno de provisiones. Entonces, se hab?a jurado a s? misma que no volver?a. –Adem?s —le dijo a su caballo—, tengo la edad suficiente para hacer lo que quiero. Si bien era la menor de sus hermanos, ten?a diecis?is. Puede que no fuera todo lo que su madre quer?a, era demasiado masculina con el cabello oscuro a la altura de los hombros para que no la estorbara y nunca hab?a estado inclinada a coser, hacer reverencias o tocar el arpa. A?n as?, era m?s que capaz de cuidar de s? misma. Al menos, eso pensaba. Tendr?a que serlo, si quer?a se parte de los Caballeros de la Espuela. Solo el nombre de la orden hac?a que le palpitara el coraz?n. Eran los mejores guerreros del reino, cada uno de ellos era un h?roe. Serv?an a su padre, pero tambi?n sal?an a enmendar injusticias y luchar contra los enemigos m?s dif?ciles. Erin dar?a cualquier cosa por unirse a ellos. Por eso cabalgaba hacia el norte, a la Espuela. Por eso tambi?n hab?a tomado ese camino por partes del bosque que se consideraban peligrosas hac?a mucho tiempo. Continu? cabalgando, asimilando el lugar. En otro momento hubiese sido hermoso, pero en otro momento no hubiese estado aqu?. En cambio, mir? a su alrededor r?pidamente, demasiado consciente de las sombras a ambos lados del camino y la forma en que las ramas la rozaban al pasar. Era un lugar en el que se pod?a imaginar que alguien desapareciera para no volver. De todos modos, era el camino que ten?a que tomar si quer?a alcanzar a los Caballeros de la Espuela. Especialmente si los quer?a impresionar cuando llegara. Al lado de eso, su miedo no importaba. –?Por qu? no te detienes ah?? —grit? una voz m?s all? del sendero. Ah?. Erin sinti? un breve escalofr?o ante esas palabras, y agitaci?n en su est?mago. Detuvo su caballo y luego se baj? h?bilmente de la montura. Casi como una ocurrencia tard?a, tom? su vara corta con las manos enguantadas sujet?ndola ligeramente. –Ahora, ?qu? crees que vas a hacer con ese palo? —dijo el hombre m?s all? del sendero. El hombre dio un paso adelante, llevaba ropa de tejido ?spero y sosten?a un hacha. Dos hombres m?s salieron de los ?rboles detr?s de Erin, uno con un cuchillo largo, el otro con una espada de combate que suger?a que alguna vez hab?a peleado en nombre de un noble. –Pas? por un pueblo —dijo Erin— y me hablaron de los bandidos en el bosque. No parec?a resultarles extra?o que hubiese llegado all? de todos modos. Erin pod?a sentir el miedo en su interior. ?Deb?a haber venido aqu?? Hab?a tenido muchos combates de entrenamiento pero esto… esto era diferente. –Parece que somos famosos, muchachos —grit? el l?der con una risotada. Famosos era una forma de decirlo. Hab?a hablado con una joven en el pueblo que viajaba con su esposo. Ella le hab?a dicho que a?n cuando le daban todo lo que ten?an a esos hombres, ellos quer?an m?s, y lo consegu?an. Se lo hab?a contado a Erin en detalle, y Erin hab?a querido tener el trato que ten?a Lenore con la gente, o la compasi?n de Nerra. Erin no ten?a ninguno de los dos, todo lo que ten?a era esto. –Dicen que ustedes matan a aquellos que dan pelea —dijo Erin . –En ese caso —dijo el l?der—, sabr?s que no debes pelear. –Casi no vale la pena —dijo uno de los otros—. No se parece para nada a una muchacha. –?Te est?s quejando? —Lanz? el l?der—. ?Por las cosas que le has hecho a muchachos tambi?n? Erin permaneci? all?, esperando. A?n sent?a miedo, y este hab?a crecido convirti?ndose en una cosa monstruosa del tama?o de un oso, que amenazaba con aplastarla e inmovilizarla. No deb?a haber venido aqu?. Este no era un combate de entrenamiento y, en realidad, nunca hab?a peleado de verdad contra alguien. Era solo una joven que estaba a punto de ser asesinada, o peor… No. Erin pens? en eso y en la mujer del pueblo, y se oblig? a que la furia  aplastara el miedo. –Si quieres que esto sea f?cil para ti, entregarnos todo lo que tienes. El caballo, las cosas de valor, todo. –Y qu?tate la ropa —dijo el otro que hab?a hablado—. Nos ahorrar? mancharla de sangre. Erin trag? pensando en lo que podr?a significar eso –No. –Entonces —dijo el l?der—, parece que tendremos que hacerlo por las malas. El que ten?a el cuchillo largo se abalanz? hacia Erin primero, la sujet? y le hizo un corte en el cuerpo con el cuchillo. Erin se solt? pero la hoja le cort? la ropa con la facilidad que lo hubiese con la manteca de una lechera. La mirada lasciva de triunfo del hombre se convirti? r?pidamente en sorpresa cuando su hoja se deten?a y sent?a el sonido del metal contra el metal. –Atravesar una cota de malla no es un trabajo f?cil —dijo Erin . Lo atac? con su vara y lo golpe? en la cara con el mango, haciendo que se tambaleara hacia atr?s. El l?der se abalanz? hacia ella con el hacha y ella la bloque? con su arma, arroj?ndola a un lado. Lo atac? con la punta y se la clav? en la garganta, haciendo que el hombre gorgoteara y se alejara tambale?ndose. –?Zorra!—dijo el hombre con el cuchillo. Entonces Erin gir? la vara y le quit? la punta para revelar la larga cuchilla, casi la mitad de su largo. Reflejaba oscuramente la luz moteada del bosque. En el extra?o y silencioso momento que sigui?, ella habl?. No ten?a sentido esconder nada ahora. –Cuando era m?s joven, mi madre me hac?a tomar clases de costura, pero la mujer que nos ense?aba estaba casi ciega, y Nerra, mi hermana, me cubr?a mientras yo sal?a a pelear contra los varones con un palo. Cuando mi madre me descubri? se enfureci?, pero mi padre dijo que era mejor que aprendiera de forma apropiada, y ?l era el rey, entonces… –?Tu padre es el rey?—dijo el l?der , y miedo cruz? su rostro, seguido de avaricia—Si nos atrapan nos matar?n, pero lo hubiesen hecho de todos modos, y el rescate que obtendremos por alguien como t?… Probablemente lo pagar?an. Aunque despu?s de lo que hab?a escuchado Erin y el monto que pagar?an para deshacerse de ella… El bandido volvi? a lanzarse sobre Erin, interrumpiendo el hilo de su pensamiento al blandir su hacha y golpearla con ella. Erin barri? el golpe del hacha a un lado con una mano, empuj? el codo del hombre y luego lo pate? en la rodilla mientras ?l intentaba patearla a ella, tir?ndolo al suelo. A su maestro probablemente le hubiese enojado que ella no continuara . Mantente en movimiento, term?nalo r?pido, no te arriesgues. Erin casi pod?a escuchar las palabras del maestro espadach?n Wendros. ?l hab?a sido el que le hab?a dicho que usara la lanza corta, un arma que pod?a compensar su falta de altura y fuerza, con su velocidad y alcance. En su momento, Erin se hab?a sentido desilusionada por la propuesta , pero ahora no lo estaba. Tomando el arma con las dos manos gir?, cubri?ndose mientras el que ten?a la espalda la atacaba. Rechaz? los golpes uno tras otro y luego apunt? a herirlo. Una lanza pod?a herir tanto como una estocada. ?l intent? bloquear el golpe alzando su espada y Erin gir? las mu?ecas para lanzar la cuchilla por debajo del bloqueo y atravesarle el cuello con la punta de la lanza. A?n moribundo, el hombre se sacudi? intentando golpearla y Erin lo bloque? a un lado y sigui? adelante. No te detengas. Mantente en movimiento hasta que termine la pelea. –?Lo mat?!—grit? el que ten?a el cuchillo— ?Mat? a Ferris! Se lanz? hacia ella con el cuchillo largo, claramente con la intenci?n de matarla, no de capturarla. ?l se apresur? intentando acercarse a un punto en donde el largo del arma de Erin no fuese una ventaja. Erin atin? a retroceder y luego se acerc? m?s de lo que ?l esperaba, haci?ndolo rodar con la cadera y aterrizar ruidosamente en el suelo… O as? hubiese ocurrido, si no la hubiese arrastrado con ?l. Muchacha presumida. Solo haz lo necesario. Ahora era demasiado tarde para eso, porque estaba en el suelo con el bandido, atrapada all? mientras ?l la apu?alaba, y solo la cota de malla la salvaba de la muerte. Hab?a sido demasiado confiada y ahora estaba en un lugar en el que empezaba a sentir que la fuerza  del hombre era mayor. Ahora estaba sobre ella, presionando el cuchillo hacia su garganta … De alguna manera, Erin logr? acercarse lo suficiente a ?l como para morderlo y eso le dio espacio suficiente para escaparse gateando, sin ninguna destreza o habilidad esta vez, solo desesperaci?n. El l?der ya estaba de pie para entonces, blandiendo su espalda otra vez. Erin apenas logr? esquivar el primer golpe, de rodillas, recibi? una patada en el abdomen y se levant? escupiendo sangre. –Elegiste meterte con las personas equivocadas, zorra —dijo el l?der y apunt? a golpearle la cabeza. No hab?a tiempo de esquivar ni de defenderse. Lo ?nico que pod?a hacer Erin era agacharse y arremeter con su lanza. Sinti? el crujido al atravesar la carne, y esper? sentir el impacto del arma del  enemigo en su propio cuerpo, pero por un momento todo se paraliz?. Se atrevi? a levantar la vista y all? estaba ?l, paralizado en la punta de la lanza, tan entretenido observando el arma que no hab?a terminado su propio ataque. Tener suerte es algo bueno, y confiar en ella es est?pido, dec?a en su mente la voz del maestro espadach?n Wendros. El hombre del cuchillo a?n estaba en el suelo, luchando por levantarse. –Piedad, por favor—dijo el hombre. –?Piedad? —Dijo Erin— ?Cu?nta piedad le tuviste a la gente robaste, mataste y violaste? Cuando te rogaron, ?te re?ste de ellos? ?Los atropellaste cuando se escaparon? ?Cu?nta piedad me hubieses tenido a m?? –Por favor —dijo el hombre, poni?ndose de pie. Se volte? para correr, probablemente con la esperanza de dejar a Erin atr?s entre los ?rboles. Estuvo a punto de dejarlo ir, pero ?qu? har?a ?l entonces? ?Cu?ntas personas m?s morir?an si pensaba que pod?a salirse con la suya otra vez?  Volte? la cuchilla, la alz? y la arroj?. Si la distancia entre ellos hubiese sido mayor no hubiera funcionado, porque la lanza era m?s corta que una jabalina, pero en el corto espacio vol? por los aires sin esfuerzo, cayendo en el punto en donde estaba el bandido y arroj?ndolo al suelo.  Erin se acerc? a ?l, puso un pie sobre su espalda y le arranc? la lanza. La alz? y luego la hundi? r?pidamente en su cuello. –Esa es toda la piedad que tengo hoy —dijo ella. Se qued? all? parada y luego se movi? a un lado del camino sinti?ndose nauseabunda. Le hab?a parecido bien y f?cil mientras peleaba, pero ahora… Vomit?. Nunca hab?a matado a nadie, y ahora el horror y el hedor la abrumaban. Se arrodill? all? durante lo que parecieron horas hasta que su mente le insisti? que deb?a moverse. La voz del maestro espadach?n Wendros volvi? a ella… Cuando est? hecho, est? hecho. Enf?cate en lo pr?ctico, y no te arrepientas de nada. Era m?s f?cil decirlo que hacerlo, pero Erin se oblig? a pararse. Limpi? la espada en la ropa de los bandidos, luego arrastr? los cuerpos a un lado del camino. Esa fue la parte m?s dif?cil de todas, porque eran todos m?s grandes que ella, y adem?s un cuerpo era m?s pesado que un ser viviente. Para cuando hubo terminado ten?a m?s sangre en la ropa que la que hab?a corrido durante la pelea, por no hablar del corte que el hombre que ten?a el cuchillo le hab?a hecho. Tuvo el extra?o y repentino pensamiento de que tendr?a que asegurarse de que un criado la arreglara antes de que su madre la viera. Eso le caus? risa, y no pudo para de re?rse por un largo rato. Los nervios del combate. La amenaza m?s grande para un espadach?n, y la mejor droga que el mundo haya tenido. Erin permaneci? all? parada por unos minutos m?s, dejando que el entusiasmo de la pelea corriera por sus venas. Hab?a matado a unos hombres, y hab?a hecho m?s que eso. Hab?a demostrado su valor. Ahora los Caballeros de la Espuela tendr?an que aceptarla. CAP?TULO OCHO Renard segu?a yendo a la posada de la Escama Rota por tres razones, y ninguna ten?a que ver con la cerveza, que era muy mala. La primera era la tabernera, Yselle, a quien parec?a gustarle los hombres fornidos y pelirrojos como ?l, y quien alternaba entre acusarlo de enga?arla y reclamarle que la visitara m?s seguido. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=56037793&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.