×òî æå åñòü ó ìåíÿ? Äûðû â äðàíûõ êàðìàíàõ, Òðè ìîðùèíû íà ëáó, Äà èñò¸ðòûé ïÿòàê... Íî íå æàëêî íè äíÿ- Ìíå ñóäüáîþ ïðèäàííûõ, Õîòü ïîðîé ÿ æèâó Ïîïîäàÿ â ïðîñàê. Âñ¸ ÷òî åñòü ó ìåíÿ: Ñîâåñòü, ÷åñòü è óìåíüå. ß îòäàì íå ñêóïÿñü- Ïðîñòî òàê çà ïóñòÿê. Çà ïîñòåëü ó îãíÿ, Äîáðîòó áåç ñòåñíåíüÿ. È çà òî, ÷òî ïðîñòÿñü, Íå çàáûòü ìíå íè êàê... Âñ¸ ÷

Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1

Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1 Blake Pierce Un Misterio Keri Locke #1 «Una historia din?mica que te atrapa desde el primer cap?tulo y no te deja ir». –-Midwest Book Review, Diane Donovan (en torno a Una Vez Desaparecido) Del autor de misterio #1 en ventas, Blake Pierce, viene una nueva obra maestra del suspense psicol?gico. Keri Locke, detective de Personas Desaparecidas en la Divisi?n de Homicidios del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles, contin?a acechada por el secuestro, a?os antes, de su propia hija, a la que nunca han encontrado. Todav?a obsesionada por hallarla, Keri oculta su pena de la ?nica manera que conoce: meti?ndose de lleno en los casos de personas extraviadas en Los ?ngeles. Una llamada telef?nica rutinaria, realizada por la preocupada madre de una estudiante de secundaria, desaparecida hace apenas dos horas, deber?a ser ignorada. Sin embargo, algo en la voz de la madre le toca la fibra sensible y Keri decide investigar. Lo que descubre le impacta. La hija desaparecida —de un prominente senador— ha estado escondiendo secretos que nadie conoc?a. Cuando todas las pruebas apuntan a una fuga de casa, Keri recibe la orden de dejar el caso. Sin embargo, a pesar de las presiones de sus superiores y de los medios, a pesar de todas las pistas que se caen, la brillante y obsesionada Keri se niega a abandonar. Sabe que solo dispone de 48 horas si quiere tener alguna posibilidad de traer a la chica de vuelta, sana y salva. Un oscuro thriller psicol?gico con un suspense que acelera los latidos, UN RASTRO DE MUERTE marca el debut de una nueva serie que te atrapar? —y de un nuevo y adorable personaje— que te dejar? leyendo hasta altas horas de la noche. «?Una obra maestra de suspense y misterio! El autor hizo un trabajo magn?fico desarrollando personajes con un lado psicol?gico tan bien descrito que percibimos el interior de sus mentes, seguimos sus miedos y aplaudimos sus ?xitos. La trama es muy inteligente y te mantendr? entretenido a lo largo del libro. Lleno de giros, este libro te mantendr? despierto hasta llegar a la ?ltima p?gina». –-Libros and Movie Reviews, Roberto Mattos (en torno a Una Vez Desaparecido) El libro #2 en la serie Keri Locke pronto estar? disponible. Blake Pierce UN RASTRO DE MUERTE UN RASTRO DE MUERTE (UN MISTERIO KERI LOCKE – LIBRO 1) B L A K E   P I E R C E Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2016 by Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto como est? permitido bajo la U.S. Copyright Act of 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser  reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma y por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico est? licenciado solo para su entretenimiento personal. Este libro electr?nico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre por favor una copia adicional para cada destinatario. Si usted est? leyendo este libro y no lo compr?, o no fue comprador para su uso exclusivo, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Nombre, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son, o producto de la imaginaci?n del autor o son usados en forma de ficci?n. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. La imagen de portada Copyright PhotographyByMK, usada bajo licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE LA NI?ERA CASI AUSENTE (Libro #1) CASI PERDIDA (Libro #2) CASI MUERTA (Libro #3) SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOL?GICO CON JESSIE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SI ELLA CORRIERA (Libro #3) SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4) SI ELLA HUYERA (Libro #5) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) TOMANDO (Libro #4) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) UNA VEZ INACTIVO (Libro #14) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) ANTES DE QUE DECAIGA (Libro #11) ANTES DE QUE ENVIDIE (Libro #12) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) PR?LOGO Ech? un vistazo a su reloj. 2:59 P. M. El timbre de la escuela sonar?a en menos de un minuto. Ashley viv?a a solo doce manzanas del instituto, algo m?s de un kil?metro, y casi siempre hac?a el trayecto sola. Esa era su ?nica preocupaci?n —que hoy fuera una de las raras ocasiones en que fuera acompa?ada. Cuando faltaban cinco minutos para la salida de la escuela, la vio, y se le cay? el alma a los pies al verla caminar junto a otras dos chicas a lo largo de Main Street. Pararon en un cruce y se pusieron a hablar. As? no servir?a. Ten?an que dejarla. Ten?an que hacerlo. Sinti? que la ansiedad crec?a en su est?mago. Se supon?a que este ser?a el d?a. Sentado en el asiento delantero de su furgoneta, intentaba controlar lo que a ?l le gustaba llamar su yo original. Era su yo original el que afloraba cuando estaba haciendo sus experimentos especiales con los espec?menes all? en su casa. Era su yo original el que le permit?a ignorar los gritos y las s?plicas de esos espec?menes para poder concentrarse en su importante trabajo. Ten?a que mantener bien oculto su yo original. Se record? a s? mismo que deb?a llamarlas chicas y no espec?menes. Se record? a s? mismo que deb?a usar nombres propios como Ashley. Se record? a s? mismo que para otras personas ?l parec?a completamente normal, y que si actuaba de esa manera, nadie podr?a decir qu? merodeaba en su coraz?n. Lo hab?a estado haciendo durante a?os, actuar de forma normal. Algunas personas incluso le consideraban tranquilo. Eso le gustaba. Significaba que era un gran actor. Y al actuar de forma normal casi todo el tiempo, de alguna manera se hab?a labrado una vida, una que algunos podr?an incluso envidiar. Pod?a ocultarse a plena vista. A?n as?, ahora mismo pod?a sentirlo explotar dentro de su pecho, suplicando que lo dejara salir. El deseo le estaba restando fuerzas, ten?a que controlarlo. Cerr? sus ojos y respir? profundamente varias veces, tratando de recordar las instrucciones. Con la ?ltima respiraci?n, inhal? durante cinco segundos para despu?s exhalar lentamente, dejando que el sonido que hab?a aprendido saliera de su boca lentamente. –Ohhhmmm… Abri? los ojos y sinti? una oleada de alivio. Las dos amigas hab?an girado hacia el oeste por la Avenida Clubhouse, hacia la costa. Ashley continu? sola hacia el sur por Main Street, cerca del parque canino. Hab?a tardes en las que ella se quedaba por all?, mirando a los perros correr tras las pelotas de tenis por el suelo cubierto de trocitos de madera. Pero hoy no. Hoy ella caminaba con un prop?sito, como si tuviera que estar en alg?n lugar. Si ella hubiera sabido lo que se avecinaba, no se hubiera molestado en ir. Ese pensamiento le hizo sonre?r para s? mismo. Siempre hab?a pensado que ella era atractiva. Admir? de nuevo su cuerpo de surfista, esbelto y atl?tico, mientras poco a poco se acercaba hacia ella, viniendo por detr?s a lo largo de la calle, pendiente de dejar que pasara el alegre desfile de estudiantes. Ella llevaba una falda rosa que le llegaba justo por encima de las rodillas y un top azul vivo que se amoldaba a su figura. Entonces dio el paso. Una tibia serenidad le invadi?. Encendi? el poco convencional cigarrillo electr?nico que estaba encima de la guantera central de la furgoneta y pis? con suavidad el acelerador. Par? la furgoneta al lado de ella y la llam? por la ventana abierta junto al asiento del copiloto. –Eh. Al principio la cogi? por sorpresa. Entrecerr? los ojos para mirar hacia el interior del veh?culo, pues no pod?a ver de qui?n se trataba. –Soy yo —dijo ?l como si nada. Aparc? la furgoneta, se inclin? y abri? la puerta del copiloto para que ella pudiera ver qui?n era. Ella se inclin? un poco para velo mejor. Al cabo de un instante, ?l vio en el rostro de ella que le hab?a reconocido. –Ah, hola. Lo siento —se disculp?. –No hay problema —le asegur? ?l, antes de dar una larga calada. Ella mir? con m?s detenimiento el objeto que ?l ten?a en la mano. –Nunca hab?a visto uno as?. –?Quieres probarlo? —le ofreci? de la manera m?s informal que pudo. Ella asinti? y se acerc?, inclin?ndose hacia dentro. ?l se inclin? hacia ella tambi?n, como si fuera a quit?rselo de la boca para d?rselo a ella. Pero cuando ella estaba a un metro de distancia, ?l puls? un botoncito del aparato, lo que caus? que un peque?o cierre se abriera y esparciera una sustancia qu?mica en el rostro de ella, en forma de peque?a nube. A la vez, ?l se coloc? una m?scara delante de la nariz, para no aspirar la sustancia. Fue tan sutil y silencioso que Ashley ni siquiera lo not?. Antes de que pudiera reaccionar, se le empezaron a cerrar los ojos, y empez? a desplom?rsele el cuerpo. Ella ya estaba cayendo hacia delante, perdiendo la conciencia, y lo ?nico que ?l tuvo que hacer fue extender los brazos e introducirla en el asiento del pasajero. Para alguien que lo viera por casualidad, podr?a incluso verse como si ella hubiera subido voluntariamente. Su coraz?n palpitaba con fuerza pero se record a s? mismo que deb?a mantener la calma. Ya hab?a llegado hasta aqu?. Pas? el brazo por encima del esp?cimen, tir? de la puerta del copiloto para cerrarla, abroch? bien el cintur?n de seguridad a ella y despu?s el suyo. Finalmente, se permiti? respirar una sola vez, lenta y profundamente. Despu?s de asegurarse de que todo estaba despejado, arranc?. Enseguida se uni? al tr?fico de media tarde del Sur de California, confundi?ndose como otro conductor m?s, tratando de navegar en un oc?ano de humanidad. CAP?TULO UNO Lunes Al caer la tarde La detective Keri Locke se suplicaba a s? misma a no hacerlo esta vez. Como la detective de m?s bajo rango en la Divisi?n Pac?fico Los ?ngeles Oeste Unidad de Personas Desaparecidas, se esperaba que trabajara m?s duro que cualquier otro en la divisi?n. Y como mujer de treinta y cinco a?os que se hab?a unido a la fuerza hac?a apenas cuatro, a menudo sent?a que se esperaba que ella fuese la polic?a m?s trabajadora de todo el Departamento de Polic?a de Los ?ngeles. No pod?a darse el lujo de que pareciera que se estaba tomando un descanso. A su alrededor, el departamento rebosaba de actividad. Una anciana de origen hispano estaba sentada junto a un escritorio cercano, poniendo una denuncia por el robo de una cartera. Al otro lado de la sala, estaban fichando a un ladr?n de coches. Era una t?pica tarde en la que ahora era su nueva vida. Pero la ansia segu?a all?, recurrente, consumi?ndola, neg?ndose a ser ignorada. Se dej? llevar. Se levant? y se dirigi? a la ventana que daba al Culver Boulevard. Se par? all? y casi pudo ver su reflejo. Con el resplandor vacilante del sol del atardecer, ella parec?a medio humana, medio fantasma. As? era c?mo se sent?a. Sab?a que, objetivamente, era una mujer atractiva. Un metro setenta de estatura y alrededor de 59 kilos —60 si era honesta—, con el pelo rubio cenizo y una figura que con una maternidad de por medio hab?a permanecido intacta, todav?a llamaba la atenci?n. Pero si la miraban m?s de cerca, ver?an que sus ojos marrones estaban enrojecidos y lacrimosos, su frente era un ovillo de l?neas prematuras y su piel en ocasiones ten?a la palidez, bueno, de un fantasma. Al igual que en la mayor?a de las jornadas, ella vest?a una sencilla blusa, ajustada dentro de pantalones negros, y zapatos bajos de color negro que se ve?an profesionales y eran f?ciles de llevar. Llevaba el pelo recogido hacia atr?s en una cola de caballo. Era su uniforme no oficial. Casi la ?nica cosa que cambiaba diariamente era el color de la parte de arriba. Todo ello reforzaba su sentir de que estaba dejando pasar el tiempo m?s que viviendo en verdad. Keri percibi? movimiento por el rabillo del ojo y sali? de su introspecci?n. Ah? ven?an. Fuera de la ventana, Culver Boulevard estaba casi vac?o de gente. Hab?a un carril para corredores y ciclistas a lo largo de la calle. La mayor?a de los d?as, al caer la tarde, estaba congestionada por el tr?fico peatonal. Pero hoy hac?a un calor implacable, con temperaturas cercanas a los treinta y siete grados cent?grados y ninguna brisa, incluso ah?, a menos de ocho kil?metros de la playa. Los padres que normalmente ven?an con sus hijos a pie, del colegio a casa, hab?an preferido ese d?a sus coches con aire acondicionado. Todos menos uno. Exactamente a las 4:12, como un reloj, una peque?a, de siete u ocho a?os de edad, pedaleaba en su bicicleta lentamente por el sendero. Vest?a un bonito vestido blanco. Su joven mam? caminaba detr?s de ella en vaqueros y camiseta, con una mochila colgada del hombro de manera casual. Keri luch? contra la ansiedad que borboteaba en su est?mago y mir? alrededor para ver si alguien en la oficina estaba observ?ndola. Nadie. Entonces se dej? llevar por el escozor al que hab?a procurado resistirse durante todo el d?a y se puso a contemplar. Keri las observaba con una mirada de celos y adoraci?n. A?n no pod?a creerlo, incluso despu?s de tantas veces junto a esta ventana. La peque?a era la viva imagen de Evie, desde el ondulado cabello rubio y los ojos verdes, hasta la sonrisa ligeramente torcida. Permaneci? en trance, mirando por la ventana mucho despu?s que madre e hija hubieran desaparecido de su vista. Cuando finalmente despert? y volvi? a su oficina de planta abierta, la anciana de origen hispano ya se iba. El ladr?n de coches hab?a sido procesado. Un nuevo maleante, esposado e insolente, se hab?a colocado junto a la ventanilla para ser fichado, mientras un alerta oficial uniformado permanec?a a su izquierda. Ech? un vistazo al reloj digital de pared que hab?a encima de la m?quina de caf?. Marcaba las 4:22. «?Realmente he estado parada junto a esa ventana diez minutos enteros? Esto va a peor, no a mejor.» Volvi? a su mesa con la cabeza baja, tratando de no hacer contacto visual con ninguno de sus compa?eros. Se sent? y mir? los archivos que hab?a sobre su mesa. El caso Martine casi estaba cerrado, solo esperaba un aviso del fiscal para poder meterlo en el armario de «completo hasta el juicio». El caso Sanders estaba en espera hasta que los criminalistas regresaran con su informe preliminar. La Divisi?n Rampart hab?a pedido a la Pacific que buscara a una prostituta llamada Roxie que hab?a desaparecido del radar; un colega les hab?a dicho que ella hab?a comenzado a trabajar en Westside y ten?an la esperanza de que alguien en su unidad pudiera confirmarlo para no tener que abrir un expediente. Lo peculiar de los casos de personas desaparecidas, al menos en el caso de los adultos, era que desaparecer no era un crimen. La polic?a ten?a m?s margen con los menores, dependiendo de la edad. Pero en general, no hab?a nada que evitara que la gente simplemente abandonara sus vidas. Suced?a con m?s frecuencia de lo que la gente pensaba. Sin pruebas de juego sucio, los cuerpos policiales estaban limitados a lo que legalmente pod?an hacer para investigar. Debido a eso, casos como el de Roxie sol?an pasar inadvertidos. Suspirando resignada, Keri se dio cuenta que, exceptuando algo extraordinario, no hab?a realmente raz?n alguna para quedarse despu?s de las cinco. Cerr? los ojos y se imagin? a s? misma, dentro de menos de una hora, relaj?ndose en su casa bote, el Sea Cups, sirvi?ndose tres dedos —bueno, cuatro— de Glenlivet y poni?ndose c?moda para un atardecer con sobras de comida china y cap?tulos repetidos de Scandal. Si esa terapia personalizada no daba resultado, pod?a terminar en el div?n de la Dra. Blanc, una opci?n poco atractiva. Hab?a comenzado a guardar sus archivos del d?a cuando Ray lleg? y se dej? caer en la silla de la enorme mesa que compart?an. Ray era oficialmente el detective Raymond  «Big» Sands, su compa?ero por ya casi un a?o y su amigo por cerca de siete. Realmente hac?a honor a su apodo. Ray (Keri nunca lo llamaba «Big», ?l no necesitaba un masaje de ego) era un hombre negro de un metro noventa y cinco y 104 kilos, con una brillante calva, un diente inferior partido, una perilla muy cuidada y una afici?n a vestir camisas demasiado peque?as para ?l, solo para marcar cuerpo. Con cuarenta a?os, Ray a?n se parec?a al boxeador, medallista ol?mpico de bronce, que hab?a sido a los veinte, y el contendiente profesional de peso pesado, con un registro de 28-2-1, que hab?a sido hasta la edad de veintiocho. Fue entonces cuando un peque?o contrincante zurdo, casi trece cent?metros m?s bajo que ?l, le dej? sin ojo derecho de un malicioso gancho y le puso a su carrera un chirriante final. Utiliz? un parche durante dos a?os, que le result? inc?modo, y finalmente se puso un ojo de vidrio, con el que de alguna manera le iba mejor. Como Keri, Ray se uni? a la Fuerza m?s tarde que la mayor?a, cuando al principio de la treintena buscaba un nuevo prop?sito en la vida. Ascendi? r?pidamente y era ahora el detective s?nior en la Unidad de Personas Desaparecidas de la Divisi?n Pac?fico o UPD. –Pareces una mujer que sue?a con olas y whisky —dijo. –?Tan evidente es? —pregunt? Keri. –Soy un buen detective. Mis poderes de observaci?n son inigualables. Adem?s, hoy ya mencionaste dos veces tus excitantes planes vespertinos. –?Qu? puedo decir? Soy persistente cuando persigo mis objetivos, Raymond. ?l sonri?, con su ojo bueno mostraba una calidez que su defecto f?sico ocultaba. Keri era la ?nica a la que permit?a llamarle por su nombre propio. A ella le gustaba mezclarlo con otros t?tulos, menos halagadores. Con frecuencia ?l hac?a lo mismo con respecto a ella. –Escucha, peque?a se?orita Sunshine, puede que est?s mejor invirtiendo los ?ltimos minutos de tu turno revisando con los criminalistas acerca del caso Sanders en lugar de so?ar despierta con beber despierta. –?Beber despierta? —dijo ella, simulando estar ofendida—. No es beber despierta si empiezo despu?s de las cinco, Gigantor. ?l iba a responderle cuando el tel?fono son?. Keri cogi? la llamada antes de que Ray pudiera decir algo y ella, juguetona, le sac? la lengua. –Divisi?n Pac?fico Personas Desaparecidas. Detective Locke al habla. Ray se puso a la escucha tambi?n pero sin hablar. La mujer que llamaba parec?a joven, alrededor de treinta a?os, m?s o menos. Antes de que ella dijera siquiera por qu? estaba llamando, Keri not? la preocupaci?n en su voz. –Me llamo Mia Penn. Vivo en la Avenida Dell en los Canales de Venice. Estoy preocupada por mi hija, Ashley. Deber?a haber llegado a casa de la escuela a las tres treinta. Sab?a que la iba a llevar a una visita con el dentista a las cuatro cuarenta y cinco. Me escribi? un mensaje justo antes de salir de la escuela a las tres pero no est? aqu? y no responde a ninguna de mis llamadas o mensajes. Eso no es t?pico de ella para nada. Es muy responsable. –Sra. Penn, ?Ashley normalmente va a pie o en coche hasta casa? —pregunt? Keri. –Viene a pie. Est? solo en d?cimo grado, tiene quince a?os. Ni siquiera ha comenzado las clases de conducir. Keri mir? a Ray. Sab?a lo que ?l iba a decir y no ten?a argumentos para contradecirlo. Pero hab?a algo en el tono de Mia Penn que no le gust?. Pod?a decir que la mujer apenas pod?a mantener el control. Hab?a p?nico bajo la superficie. Quer?a pedirle a ?l que se saltaran el protocolo pero no se le ocurr?a ninguna raz?n cre?ble para hacerlo. –Sra. Penn, habla el detective Ray Sands. Estoy escuch?ndola por la extensi?n. Quiero que respire profundamente y luego me diga si su hija ha llegado tarde a casa alguna vez. Mia Penn replic? enseguida, olvid?ndose de la sugerencia de respirar mejor. –Por supuesto —admiti?, tratando de ocultar la exasperaci?n en su voz—. Como dije, tiene quince a?os. Pero siempre ha enviado mensajes o ha llamado si se va a retrasar m?s de una hora. Y nunca se retrasa cuando tenemos planes. Ray respondi? sin dirigir la vista a Keri, porque sab?a que ella lo mirar?a con desaprobaci?n. –Sra. Penn, oficialmente, su hija es menor de edad y las normas con respecto a personas desaparecidas no se aplican igual que como sucede con un adulto. Tenemos una autoridad m?s amplia para investigar. Pero habl?ndole honestamente, una adolescente que no est? respondiendo a los mensajes de su madre y no haya llegado a casa menos de dos horas despu?s de la salida de la escuela, no va a disparar el tipo de respuesta inmediata que usted espera. En este punto no hay mucho que podamos hacer. En una situaci?n como esta, lo mejor que puede hacer es acercarse a la comisar?a y rellenar un informe. Eso es algo que debe hacer. Eso no supone ning?n problema y podr?a acelerar las cosas si necesitamos desplegar recursos. Hubo una larga pausa antes de que Mia Penn respondiera. El tono de su voz, a diferencia de antes, se volvi? cortante. –?Cu?nto tiempo tengo que esperar para que usted despliegue, detective? —pregunt? ella—. ?Son dos horas m?s que suficiente? ?Tengo que esperar hasta que oscurezca? ?A que no est? en casa ma?ana por la ma?ana? Apuesto a que si yo fuera… Fuera lo que fuera lo que Mia Penn estaba a punto de decir se lo call?, como si supiera que cualquier cosa que a?adiera ser?a contraproducente. Ray iba a responder pero Keri levant? la mano y le lanz? su patentada mirada de «deja que yo me encargue de esto». –Escuche, Sra. Penn, habla la detective Locke de nuevo. Usted dice que vive en los Canales, ?correcto? Eso est? de camino a mi casa. Deme su direcci?n de correo electr?nico. Le enviar? un formulario de personas desaparecidas. Puede empezar a rellenarlo y yo pasar? para ayudarla a completarlo y agilizar su ingreso en el sistema. ?Qu? le parece? –Me parece bien, detective Locke. Gracias. –No hay problema. Y bueno, quiz?s Ashley ya est? en casa para cuando yo llegue y yo pueda darle un serm?n sobre mantener a su mam? informada… sin cargos. Keri cogi? el bolso y las llaves y se prepar? para ir a casa de los Penn. Ray no hab?a dicho una palabra desde que colgaron. Ella sab?a que ?l estaba echando humo silenciosamente pero ella evit? levantar la vista. Si sus miradas se cruzaban, ser?a ella la que recibir?a el serm?n y no estaba de humor. Pero al parecer Ray no necesitaba hacer contacto visual para lo que opinaba. –Los Canales no est?n de camino a tu casa. –Solo tengo que desviarme un poco—insisti? ella, todav?a sin levantar la vista—. As? que tendr? que esperar hasta las seis treinta para regresar al puerto deportivo y a Olivia Pope y asociados. No hay para tanto. Ray suspir? y se reclin? en su silla. –S? que hay para tanto. Keri, hace casi un a?o que eres detective aqu?. Me gusta tenerte como compa?era. Y has hecho un gran trabajo, incluso antes de que consiguieras tu placa. El caso Gonzales, por ejemplo. No creo que yo lo hubiera podido resolver y llevo una d?cada m?s que t? investigando estos casos. Tienes una especie de sexto sentido para estas cosas. Es por eso que te usaba como recurso en los viejos tiempos. Y es por eso que tienes el potencial para ser una verdadera gran detective. –Gracias —dijo ella, aunque sab?a que no ?l no hab?a terminado. –Pero tienes una gran debilidad y va a ser tu perdici?n si no le pones freno. Debes permitir que el sistema funcione. Existe por una raz?n. El setenta y cinco por ciento de nuestro trabajo se resuelve en las primeras veinticuatro horas sin nuestra ayuda. Debemos dejar que eso suceda para concentrarnos en el otro veinticinco por ciento. Si no lo hacemos, terminamos sobrecargados de trabajo. Nos volvemos improductivos, o peor a?n… contraproducentes. Y entonces traicionamos a la gente que de verdad acaba necesit?ndonos. Es parte de nuestro trabajo escoger nuestras batallas. –Ray, no estoy ordenando una Alerta AMBER o algo parecido. Solo estoy ayudando con algo de papeleo a una madre preocupada. Y en verdad, son solo quince minutos de desv?o de mi ruta. –Y… —dijo ?l esperando algo m?s. –Y hab?a algo en su voz. Est? ocultando algo. Quiero hablar con ella cara a cara. Puede que no sea nada. Y si es as?, me ir?. Ray neg? con la cabeza y lo intent? una vez m?s. –?Cu?ntas horas perdiste con ese chico sin hogar en Palms que estabas segura de que hab?a desaparecido y no fue as?? ?Quince? Keri se encogi? de hombros. –Mejor asegurarse que lamentarse —murmur? por lo bajo. –Mejor empleado que despedido por uso inapropiado de los recursos del departamento —replic? ?l. –Ya son m?s de las cinco —dijo Keri. –?Y eso qu? significa? –Significa que me paso de mi turno. Y esa madre me est? esperando. –Como si nunca te pasaras de tu turno. Ll?mala, Keri. Dile que te env?e por correo electr?nico los formularios cuando haya terminado. Dile que llame aqu? si tiene alguna pregunta. Pero ve a casa. Ella hab?a sido tan paciente como hab?a podido pero por lo que a ella concern?a, la conversaci?n hab?a terminado. –Te ver? ma?ana, Don Limpio —dijo, d?ndole un apret?n en el brazo. Cuando se dirig?a al aparcamiento para buscar su Toyota Prius de color plata de diez a?os, trat? de recordar el atajo m?s r?pido para llegar a los Canales de Venice. Sent?a ya una urgencia que no comprend?a. Una que no le gustaba. CAP?TULO DOS Lunes Al caer la tarde Keri maniobraba con el Prius a trav?s del tr?fico de la hora punta en el l?mite oeste de Venice, conduciendo m?s r?pido de lo normal. Algo la impulsaba, una corazonada que sent?a crecer, una que no le gustaba. Los Canales estaban a pocas manzanas de puntos de inter?s tur?stico como Boardwalk y Muscle Beach, y le llev? diez minutos de recorrido por la Avenida Pacific antes de encontrar por fin un lugar para aparcar. Se baj? y dej? que el tel?fono le indicase el resto del camino a pie. Los Canales de Venice no eran solo el nombre de una urbanizaci?n. Eran realmente una serie de canales artificiales construidos a principios del siglo veinte, a imitaci?n de los originales ubicados en Italia. Cubr?an unas diez manzanas justo al sur del Venice Boulevard. Unas cuantas de las casas que estaban junto a los canales eran humildes, pero la mayor?a eran extravagantes al estilo de la costa. Las parcelas eran peque?as pero algunos de los hogares f?cilmente val?an ocho cifras. La casa a la que Keri lleg? estaba entre las m?s impresionantes. Ten?a tres plantas, pero solo el piso superior era visible, debido al alto muro estucado que la rodeaba. Dio la vuelta desde la parte de atr?s, que daba al canal, hasta la puerta del frente. Mientras lo hac?a, se fij? en que hab?a m?ltiples c?maras de seguridad en las paredes de la mansi?n y en la casa misma. Varias de ellas parec?an estar siguiendo sus movimientos. «?Por qu? una madre veintea?era con una hija adolescente vive aqu?? ?Y por qu? tanta seguridad?» Lleg? hasta la verja de hierro forjado de enfrente y se sorprendi? de encontrarla abierta. La cruz? y estaba a punto de llamar a la puerta delantera cuando esta se abri? desde adentro. Una mujer sali? a recibirla, vest?a vaqueros ra?dos y un top blanco sin mangas, ten?a una cabellera larga y abundante de color casta?o e iba descalza. Como Keri hab?a sospechado al escucharla por tel?fono, no pasar?a de los treinta. Tendr?a la misma estatura de Keri, pero era unos diez kilos m?s delgada y estaba adem?s bronceada y en forma. Se ve?a estupenda, a pesar de la expresi?n ansiosa en su rostro. El primer pensamiento de Keri fue «esposa trofeo». –?Mia Penn? —pregunt? Keri. –S?. Entre, por favor, detective Locke. Ya he rellenado los formularios que me envi?. Por dentro, la mansi?n se abr?a a un impresionante vest?bulo, con dos escaleras iguales de m?rmol que llevaban al piso de arriba. Hab?a casi suficiente espacio para organizar un partido de los Lakers. El interior estaba inmaculado, con cuadros cubriendo todas las paredes y esculturas adornando mesas de madera tallada que se ve?an tambi?n como obras de arte en s? mismas. Todo la casa parec?a que pod?a exhibirse en cualquier instante en la revista Hogares que te hacen cuestionar tu propia val?a. Keri reconoci? una pintura colocada en un lugar destacado como un Delano, lo que significaba que esa sola val?a m?s que la pat?tica casa bote de veintid?s a?os que ella llamaba hogar. Mia Penn la llev? a otra de las salitas, m?s informal, y le ofreci? asiento y agua embotellada. En un rinc?n de la sala, un hombre de constituci?n gruesa con pantalones de vestir y americana estaba apoyado en la pared como con indiferencia. No dijo nada pero no apartaba la mirada de Keri. Ella se fij? en un peque?o bulto en la parte derecha de su cadera, debajo de la chaqueta. «Un arma. Debe ser de seguridad». Una vez que Keri se sent?, su anfitriona no perdi? el tiempo. –Ashley sigue sin contestar mis llamadas y mis mensajes. No ha tuiteado desde que sali? de la escuela. No hay posts en Facebook. Nada en Instagram —suspir? y a?adi?—: Gracias por venir. Me faltan palabras para expresarle lo mucho que esto significa para m?. Keri asinti? lentamente, estudiando a Mia Penn, tratando de comprenderla. Igual que por tel?fono, el p?nico apenas disimulado se sent?a real. «Ella parece temer en verdad por su hija. Pero est? ocultando algo». –Usted es m?s joven de lo que esperaba —Keri dijo finalmente. –Tengo treinta a?os. Tuve a Ashley cuando ten?a quince. –Guau. –S?, eso es m?s o menos lo que todo el mundo dice. Yo siento que como nos llevamos tan pocos a?os, tenemos esta conexi?n. A veces puedo asegurar que s? lo que ella siente incluso antes de verla. S? que suena rid?culo pero tenemos este v?nculo. Y yo s? que no hay pruebas, pero puedo notar que algo va mal. –No entremos en p?nico todav?a —dijo Keri. Pasaron revista a los hechos. La ?ltima vez que Mia vio a Ashley fue esa ma?ana. Todo estaba bien. Desayun? yogur con granola y fresas laminadas. Se hab?a ido a la escuela de buen humor. La mejor amiga de Ashley era Thelma Gray. Mia la llam? cuando Ashley no apareci? despu?s de clase. Seg?n Thelma, Ashley estaba, como se supon?a que deb?a estar, en la clase de geometr?a del tercer cuatrimestre y todo parec?a normal. La ?ltima vez que vio a Ashley fue en el pasillo, hacia las 2 p. m. Ella no ten?a idea de por qu? Ashley no hab?a llegado a casa. Mia tambi?n hab?a hablado con el novio de Ashley, un chico de aspecto deportista llamado Denton Rivers. ?l dijo que vio a Ashley en la escuela por la ma?ana pero que eso fue todo. Le envi? unos pocos mensajes despu?s de clase, pero ella nunca respondi?. Ashley no tomaba ninguna medicaci?n, no ten?a problemas f?sicos que mencionar. Mia dijo que antes hab?a pasado por el dormitorio de Ashley y todo parec?a normal. Keri lo escribi? todo r?pido en un peque?o cuaderno, tomando nota espec?ficamente de los nombres sobre lo que volver?a m?s tarde. –Mi marido va a llegar a casa de la oficina en cualquier momento. S? que quiere hablar con usted tambi?n. Keri levant? la vista del cuaderno. Algo en la voz de Mia hab?a cambiado. Sonaba m?s a la defensiva, m?s cautelosa. «Sea lo que sea lo que est? ocultando, apuesto a que est? relacionado con esto». –?Y c?mo se llama su esposo? —pregunt?, tratando de parecer indiferente. –Se llama Stafford. –Espere un minuto —dijo Keri—. ?Su marido es Stafford Penn, el senador de los Estados Unidos Stafford Penn? –S?. –Esa es una informaci?n importante, Sra. Penn. ?Por qu? no la mencion? antes? –Stafford me pidi? que no lo hiciera —dijo ella a modo de disculpa. –?Por qu?? –Dijo que quer?a tratar eso con usted cuando ?l llegara. –?Cu?ndo dijo usted que estar?a aqu? de nuevo? –Seguramente, en menos de diez minutos. Keri la mir? de manera inquisitiva, tratando de decidir si deb?a presionarla. Al final, lo dej? como estaba, por ahora. –?Tiene una foto de Ashley? Mia Penn le pas? su tel?fono. La foto de fondo mostraba a una adolescente con un vestido veraniego. Parec?a la hermana menor de Mia. Quitando el cabello rubio de Ashley, era dif?cil distinguir a una de la otra. Ashley era ligeramente m?s alta, estaba m?s bronceada y ten?a una constituci?n m?s atl?tica. El vestido no pod?a tapar sus piernas musculosas y sus poderosos hombros. Keri supuso que practicaba el surf con regularidad. –?Es posible que simplemente haya olvidado la cita y est? atrapando olas? —pregunt? Keri. Mia sonri? por primera vez desde que Keri lleg?. –Estoy impresionada, detective. ?Lo adivin? bas?ndose en una foto? No, a Ashley le gusta surfear en las ma?anas, mejores olas y menos gente inoportuna. Mir? el garaje por si acaso. Su tabla est? all?. –?Puede enviarme esa foto junto con unos pocos primeros planos, con y sin maquillaje? Mientras Mia hac?a eso, Keri hizo otra pregunta. –?A qu? escuela va? –Al Instituto West Venice. Keri no pudo ocultar su sorpresa. Conoc?a bien el lugar. Era un gran instituto p?blico, un crisol de culturas de miles de chicos, con todo lo que eso entra?aba. Ella hab?a arrestado a m?s de un estudiante que iba al West Venice. «?Por qu? pu?etas la rica hija de un senador de EE. UU. va all? en lugar de asistir a una exclusiva escuela privada?» Mia debi? haber le?do la sorpresa en el rostro de Keri. –A Stafford nunca le ha gustado. Siempre ha querido tenerla en escuelas privadas, que la encaminen de Harvard, donde ?l fue. Pero no era solo por la mejor educaci?n. ?l tambi?n quer?a una mayor seguridad —dijo ella—. Yo siempre la he querido en escuelas p?blicas, para que se relacione con chicos reales y donde pueda aprender algo de la vida real. Es una de las pocas batallas que realmente le he ganado. Si Ashley termina herida debido a algo relacionado con la escuela, ser? culpa m?a. Keri quiso cortar de ra?z esos pensamientos r?pidamente. –Uno, Ashley va a estar bien. Dos, si le pasara ser?a culpa de la persona que le hiciera da?o, no de la madre que la quiere. Keri observ? a  Mia Penn para ver si la convenc?a, pero era dif?cil decirlo. La verdad era que sus palabras de consuelo apuntaban m?s a impedir que un recurso valioso se desmoronara que a levantarle el ?nimo. Decidi? presionar. –Hablemos un segundo de eso. De hecho, ?hay alguien que quisiera hacerle da?o a ella, a usted o a Stafford? –A Ashley, no; a m?, tampoco; a Stafford, nada concreto que yo sepa, m?s all? de lo que implica hacer lo que ?l hace. Quiero decir, recibe amenazas de muerte de votantes que afirman ser extranjeros. As? que es dif?cil decir qu? es lo que hay que tomar en serio. –?Y nadie ha llamado pidiendo rescate, correcto? La repentina tensi?n en el rostro de la mujer era visible. –?Es lo que usted piensa que es esto? –No, no, no, solo estoy revisando las posibilidades. Todav?a no pienso que sea nada. Estas son solo preguntas de rutina. –No. No ha habido pedidos de rescate. –Ustedes obviamente tienen alg?n dinero… Mia asinti?. –Vengo de una familia muy rica. Pero nadie lo sabe en realidad. Todos dan por sentado que nuestro dinero viene de Stafford. –Por curiosidad, ?de cu?nto estamos hablando, exactamente? —pregunt? Keri. Algunas veces este trabajo hac?a imposible la discreci?n. –?Exactamente? No lo s?… tenemos una casa junto a la playa en Miami y un apartamento en San Francisco, ambos a nombre de compa??as. Estamos activos en el mercado y tenemos muchos otros bienes. Usted ha visto todas las obras de arte que tenemos en la casa. Poni?ndolo todo junto estar?amos hablando de cincuenta y cinco a sesenta millones. –?Lo sabe Ashley? La mujer se encogi? de hombros. –Hasta cierto punto. Ella no conoce las cifras exactas pero sabe que es bastante y que se supone que el p?blico no tiene que saberlo todo. A Stafford le gusta proyectar una imagen de «hombre del pueblo». –?Habr? hablado acerca de esto? ?A sus amigos, quiz?s? –No. Ella tiene instrucciones estrictas de no hacerlo —la mujer suspir? y dijo—: Dios, estoy hablando demasiado. Stafford estar?a furioso. –?Ustedes dos se llevan bien? –S?, por supuesto. –?Qu? hay de Ashley? ?Se lleva usted bien con ella? –No hay nadie en el mundo a quien est? m?s unida. –Muy bien. ?Stafford se lleva bien con ella? –Se llevan muy bien. –?Hay alguna raz?n para que ella se fuera de casa? –No. Ni nada que se le parezca. Eso no es lo que est? sucediendo aqu?. –?C?mo ha estado de humor ?ltimamente? –Ha sido bueno. Ella es feliz, estable, todo eso. –Alg?n problema con alg?n chico… –No. –?Drogas o alcohol? –No puedo decir que nunca. Pero en general, ella es una joven responsable. Este verano se entren? como salvavidas juvenil. Ten?a que levantarse a las cinco de la ma?ana de cada d?a para eso. Es de fiar. Aparte de eso, ni siquiera ha tenido todav?a tiempo de aburrirse. Esta es su segunda semana de clases. –?Alg?n drama por all?? –No. Le gustan sus profesores. Se lleva bien con todos los chicos. Intentar? entrar en el equipo femenino de baloncesto. Keri fij? los ojos en los de la mujer y pregunt?: –Entonces ?qu? piensa usted que est? pasando? La confusi?n cubri? el rostro de la mujer. Le temblaban los labios. –No lo s?. —Dirigi? la mirada a la puerta principal, luego volvi? a mirarla, y dijo—: Yo solo quiero que ella vuelva a casa. ?D?nde co?o est? Stafford? Como hecho a prop?sito, un hombre apareci? por la esquina. Era el senador Stafford Penn. Keri lo hab?a visto montones de veces en la tele. Pero en persona, irradiaba una onda que no se apreciaba al verlo en una pantalla. ten?a alrededor de cuarenta y cinco a?os, era musculoso y alto, alcanzaba f?cilmente el metro noventa de estatura, ten?a el cabello rubio como el de Ashley, una mand?bula marcada y unos penetrantes ojos verdes. Pose?a un magnetismo que parec?a casi vibrar. Keri trag? en seco cuando ?l extendi? la mano para estrechar la de ella. –Stafford Penn —dijo, aunque pod?a asegurar que ella ya sab?a eso. Keri sonri?. –Keri Locke —dijo—. Unidad de Personas Desaparecidas del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles, Divisi?n Pac?fico. Stafford le dio un beso r?pido en la mejilla de su esposa y se sent? a su lado. No perdi? el tiempo con amabilidades. –Agradecemos que haya venido. Pero personalmente, pienso que podemos dejar las cosas como est?n hasta ma?ana por la ma?ana Mia le mir? incr?dula. –Stafford… –Los hijos se independizan de sus padres —continu?—. Se van destetando. Es parte del crecimiento. Joder, si fuera un chico, habr?amos estado lidiando con d?as como este desde hace dos o tres a?os. Es por eso que le ped? a Mia que fuera discreta cuando la llamara. Dudo que esta sea la ?ltima vez que estemos lidiando con este tipo de asuntos y no quiero ser acusado por dar falsas alarmas. Keri pregunt?: –Entonces, ?no cree que pase nada malo? ?l dijo que no con la cabeza. –No. Pienso que es una adolescente haciendo lo que hacen los adolescentes. Para ser honesto, hasta cierto punto me alegro de que haya llegado este d?a. Demuestra que ella se est? volviendo m?s independiente. Recuerden mis palabras, ella aparecer? esta noche. En el peor de los casos, ma?ana por la ma?ana, probablemente con una resaca. Mia lo contemplaba con incredulidad. –En primer lugar —dijo—, es un lunes por la tarde en pleno curso escolar, no las vacaciones de primavera en Daytona. Y en segundo lugar, ella no har?a eso. Stafford neg? con la cabeza. –Todos nos volvemos un poco locos a veces, Mia —dijo—. Joder, cuando cumpl? quince a?os, me beb? diez cervezas en un par de horas. Estuve literalmente devolviendo durante tres d?as. Recuerdo que mi padre se rio bastante. Pienso que, de hecho, estaba bastante orgulloso de m?. Keri asinti?, haciendo ver que eso era algo completamente normal. Nada ganaba con enemistarse con un senador de los Estados Unidos si pod?a evitarlo. –Gracias, senador. Probablemente tiene raz?n. Pero mientras est? aqu?, ?le importar?a si le doy un r?pido vistazo al dormitorio de Ashley? ?l se encogi? de hombros y se?al? la  escalera. –Adelante. Arriba, al final del pasillo, Keri entr? al dormitorio de Ashley y cerr? la puerta. La decoraci?n era m?s o menos lo que esperaba: una bonita cama, a juego con la c?moda, p?steres de Adele y de la leyenda del surf con un solo brazo, Bethany Hamilton. Ten?a una l?mpara de lava de inspiraci?n retro en la mesilla de noche. Recostado en una de sus almohadas hab?a un peluche. Era tan viejo y manoseado que Keri no estaba segura de si era un perro o una oveja. Encendi? el Mac port?til que hab?a en el escritorio de Ashley y le sorprendi? que no estuviera protegido con una contrase?a. «?Qu? adolescente deja su port?til desprotegido sobre su escritorio para que cualquier adulto fisg?n venga a controlarlo?» El historial de Internet mostraba b?squedas de solo los dos ?ltimos d?as; los anteriores se hab?an borrado. Lo que quedaba parec?a estar relacionado en su mayor parte con un trabajo de biolog?a para el que estaba investigando. Hab?a tambi?n una cuantas visitas a sitios web de agencias locales de modelos, al igual que otras en Nueva York y Las Vegas. Hab?a otra visita al sitio de un pr?ximo torneo de surf en Malib?. Tambi?n hab?a ido al sitio de una banda local llamada Rave. «O esta chica es la mojigata m?s aburrida de todos los tiempos, o est? dejando todo esto con el prop?sito de presentar una imagen que sus conocidos se crean». El instinto de Keri le dec?a que era lo segundo. Se sent? al pie de la cama de Ashley y cerr? los ojos, tratando de colocarse en la mente de una chica de quince de a?os. Una vez lo fue. Esperaba recordar todav?a c?mo era la suya. Despu?s de dos minutos, abri? los ojos e intent? ver la habitaci?n desde otra perspectiva. Recorri? los estantes, buscando algo que se saliera de lo ordinario. Estaba a punto de darse por vencida cuando su vista se detuvo en un libro de matem?ticas al final de la estanter?a de Ashley. Se titulaba ?lgebra para Noveno Grado. «?No dijo Mia que Ashley estaba en d?cimo grado? Su amiga Thelma la vio en la clase de geometr?a. Entonces ?por qu? conservaba un viejo libro de texto? ?Por si necesitaba un repaso?» Keri cogi? el libro, lo abri? y comenz? a hojearlo. Cuando llevaba dos terceras partes, encontr? dos p?ginas, que era f?ciles de pasar por alto, pegadas cuidadosamente la una con la otra. Hab?a algo duro entre ellas. Keri cort? la cinta adhesiva y algo cay? en al suelo. Ella lo cogi?. Era una falsa licencia de conducir, que parec?a sumamente aut?ntica, con la cara de Ashley en ella. El nombre que aparec?a all? era Ashlynn Penner. La fecha de nacimiento indicaba que ten?a veintid?s a?os. M?s convencida de que estaba en el camino correcto, Keri se movi? con m?s rapidez por la habitaci?n. No sab?a de cu?nto tiempo dispon?a antes de que los Penn empezaran a sospechar. Al cabo de cinco minutos, encontr? otra cosa. Metido en una bamba en la parte trasera del armario hab?a un casquillo vac?o de 9 mm. Sac? una bolsa para las pruebas, lo introdujo all? junto con la tarjeta de identidad falsa, y abandon? la habitaci?n. Mia Penn iba por el pasillo en direcci?n a ella en el momento en que cerraba la puerta. A Keri le pareci? que hab?a sucedido algo. –Acabo de recibir una llamada de la amiga de Ashley, Thelma. Ha estado hablando con la gente acerca de que Ashley no lleg? a casa. Dice que otra amiga llamada Miranda Sanchez vio a Ashley subir a una furgoneta negra en Main Street, cerca de un parque canino pr?ximo al instituto. Dijo que no pod?a asegurar si Ashley subi? por su cuenta o si tiraron de ella hacia dentro. No le pareci? tan extra?o hasta que se enter? de que Ashley hab?a desaparecido. Keri mantuvo su expresi?n neutral a pesar del s?bito incremento en su presi?n arterial. –?Conocen a alguien que tenga una furgoneta negra? –Nadie. Keri caminaba r?pidamente por el pasillo. Mia Penn intentaba desesperadamente seguirle el paso. –Mia, necesito que llame al tel?fono de los detectives en la comisar?a, el n?mero con el que me contact?. D?gale a quien le atienda, probablemente un hombre llamado Suarez, que le he pedido que llame. Dele la descripci?n f?sica de Ashley y d?gale c?mo iba vestida. Dele tambi?n los nombres y la informaci?n de contacto de cada uno de los que me habl?: Thelma, Miranda, el novio Denton Rivers, todos ellos. Despu?s d?gale entonces que me llame. –?Por qu? necesita toda esa informaci?n? –Vamos a tener que entrevistarlos a todos. –Est? empezando a asustarme de verdad. ?Esto es malo, verdad? —pregunt? Mia. –Probablemente no. Pero mejor asegurarnos que lamentarnos. –?Qu? puedo hacer? –Necesito que se quede aqu? por si Ashley llama o aparece. Llegaron al piso de abajo. Keri mir? alrededor. –?D?nde est? su marido? –Lo llamaron del trabajo. Keri se mordi? la lengua y se dirigi? a la puerta principal. –?Ad?nde va? —le grit? Mia. Por encima del hombre, Keri respondi?: –Voy a encontrar a su hija. CAP?TULO TRES Lunes Al atardecer Fuera, mientras se daba prisa por regresar al coche, Keri trataba de ignorar el calor que se levantaba de la acera. En apenas un minuto, aparecieron gotas de sudor en su frente. Mientras marcaba el n?mero de Ray, dec?a palabrotas en voz baja para s? misma. «Estoy a seis putas manzanas del Oc?ano Pac?fico y en pleno mes de septiembre. ?Ad?nde me llevar? esto?» Despu?s de seis tonos, Ray finalmente contest?. –?Qu?? —pregunt?, su voz sonaba tensa y molesta. –Necesito que nos encontremos en Main, enfrente del Instituto West Venice. –?Cu?ndo? –Ahora, Raymond. –Espera un segundo. —Pod?a o?rlo movi?ndose de un lado a otro y quej?ndose por lo bajo. No parec?a que estuviera solo. Cuando volvi? a ponerse al habla, a ella le dio la impresi?n de que hab?a cambiado de habitaci?n. –Estaba ocupado en otra cosa, Keri. –Bueno, pues desoc?pate, detective. Tenemos un caso. –?Es lo de Venice? —pregunt? ?l, claramente exasperado. –Lo es. Y podr?as por favor dejar ese tono. Claro, a menos que pienses que la desaparici?n de la hija de un senador de los Estados Unidos en una furgoneta negra no es algo que valga la pena comprobar. –Dios m?o. ?Por qu? la madre no dijo lo del senador por tel?fono? –Porque ?l le pidi? que no lo hiciera. ?l se mostr? tan despectivo como t?, quiz?s incluso m?s. Espera un segundo. Keri hab?a llegado a su coche. Puso el altavoz del tel?fono, lo tir? en el asiento del copiloto y se subi?. Mientras arrancaba, le dio el resto de los detalles: la falsa identificaci?n, el casquillo de proyectil, la chica que vio a Ashley subirse a la van— posiblemente en contra de su voluntad—, el plan para coordinar las entrevistas. Cuando estaba finalizando, su tel?fono dio un pitido y ella mir? la pantalla. –Me est? entrando una llamada de Su?rez. Quiero darle los detalles. ?De acuerdo? ?Ya te desocupaste? –Ahora mismo me estoy subiendo al coche —contest? ?l, haciendo caso omiso a la indirecta—. Puedo estar all? en quince minutos. –Espero que te disculpes de mi parte con ella, quienquiera que fuera —dijo Keri, incapaz de no sonar sarc?stica. –No era el tipo de chica que necesite disculpas —replic? Ray. –?Por qu? no me sorprende? Pas? a atender la otra llamada sin decir adi?s. * Quince minutos m?s tarde, Keri y Ray caminaban por el tramo de Main Street donde Ashley Penn pudo o no haber sido raptada. No hab?a nada que obviamente se saliera de lo ordinario. El parque canino de al lado de la calle estaba animado con alegres ladridos y due?os que llamaban a sus mascotas con nombres como Hoover, Speck, Conrad y Delilah. «Due?os de perros ricos y bohemios. Oh, Venice». Keri trat? de sacar los pensamientos superfluos de su cabeza y concentrarse. No parec?a haber mucho que llevara a alg?n lado. Era evidente que Ray sent?a lo mismo. –?Es posible que ella simplemente despegara o se escapara? —sopes? ?l. –No lo descarto —replic? Keri—. Desde luego que no es la inocente princesita que su mam? cree que es. –Nunca lo son. –Sea lo que sea lo que le haya pasado, es posible que ella haya jugado un papel en ello. Cuanto m?s profundicemos en su vida, m?s sabremos. Necesitamos hablar con gente que no nos d? la versi?n oficial. Como ese senador. No s? qu? pasa con ?l, pero est? claro que le incomodaba que yo estuviera investigando su vida. –?Alguna idea del porqu?? –Todav?a no, m?s all? de un presentimiento de que oculta algo. Nunca he conocido a un padre tan indiferente ante la desaparici?n de su hijo. Estuvo contando historias de borracheras con cerveza a los quince. Parec?a forzado. Ray se estremeci? visiblemente. –Me alegra que no lo hayas censurado por eso —dijo—. Lo ?ltimo que necesitas es un enemigo con la palabra senador delante de su nombre. –No me importa. –Bueno, pues deber?a —dijo ?l—. Unas pocas palabras de ?l a Beecher o Hillman, y eres historia. –Soy historia desde hace cinco a?os. –Anda ya… –Sabes que es verdad. –No empieces —dijo Ray. Keri vacil?, lo mir?, y luego dirigi? la vista hacia el parque canino. A unos metros de ellos, un cachorro de pelo marr?n peque?o y peludo se revolcaba feliz en el suelo. –?Quieres saber algo que nunca te he dicho? —pregunt? ella. –No estoy seguro. –Despu?s de lo que pas?, ya sabes… –?Evie? Keri sinti? que se le encog?a el coraz?n al o?r el nombre de su hija. –Correcto. Hubo un tiempo justo despu?s de lo que sucedi? en el que estuve como loca tratando de quedarme embarazada. Dur? unos dos o tres meses. Stephen no lo pudo soportar. Ray no dijo nada. Ella continu?: –Entonces me levant? una ma?ana y me odi? a m? misma. Me sent?a como alguien que hab?a perdido un perro y fue a la perrera a buscar un sustituto. Me sent? como una cobarde, como si solo me preocupara de m?, en lugar de centrarme donde deb?a. Estaba dejando ir a Evie en lugar de luchar por ella. –Keri, debes dejar de hacerte esto a ti misma. Eres tu peor enemigo, desde luego. –Ray, todav?a puedo sentirla. Ella est? viva. No s? d?nde ni c?mo, pero lo est?. ?l le apret? la mano –Lo s?. – Ahora tiene trece a?os. –Lo s?. Caminaron el resto de la manzana en silencio. Cuando llegaron al cruce con la Avenida Westminster, Ray finalmente habl?: –Escucha —dijo, en un tono que indicaba que volv?a a centrarse en el caso—, podemos seguir cada pista que surja. Pero es la hija de un senador. Y si ella no se fue solo de juerga, los de arriba se har?n cargo de esto. En poco tiempo los Federales se involucrar?n. Los mandos all? del centro lo querr?n tambi?n. Para ma?ana a las nueve, a ti y a m? nos habr?n apartado de una patada. Probablemente era cierto pero a Keri no le importaba. Se las ver?a con la ma?ana siguiente, a la ma?ana siguiente. Ahora mismo ten?an un caso en el cual trabajar. Ella suspir? profundamente y cerr? los ojos. Despu?s de ser su compa?ero por un a?o, Ray hab?a aprendido a no interrumpirla cuando estaba intentando concentrarse. Despu?s de cerca de treinta segundos, abri? los ojos y mir? alrededor. Al cabo de un instante, se?al? hacia una tienda al otro lado del cruce. –All? —dijo ella y comenz? a caminar. Este tramo de Venice, desde el norte de Washington Boulevard hasta Rose Avenue, era una extra?a encrucijada de humanidad. Estaban las mansiones de los Canales de Venice al sur, las tiendas caras de Abbot Kinney Boulevard directamente hacia el este, el sector comercial al norte y la parte cutre de los surfistas y patinadores a lo largo de la playa. Pero a lo largo y ancho de toda la zona hab?a pandillas. Eran m?s evidentes de noche, especialmente cerca de la costa. Pero la Divisi?n Pac?fico del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles estaba rastreando a catorce pandillas activas en Venice y sus alrededores, de las cuales al menos cinco consideraban el punto donde Keri estaba parte de su territorio. Hab?a una pandilla negra, dos hispanas, una de moteros y supremacistas blancos y otra compuesta principalmente por surfistas que traficaban con armas y drogas. Todas ellas coexist?an a su pesar en las mismas calles, junto a milenials asiduos a los bares, prostitutas, turistas boquiabiertos, veteranos sin hogar y residentes de camisetas deste?idas y dieta de granola. Como resultado, los negocios en el ?rea abarcaban todo el espectro, desde antros de tendencia urbana y salones de tatuaje, a dispensarios de marihuana medicinal y oficinas de prestamistas, como la del local delante del cual estaba Keri. Se encontraba en el segundo piso de un edificio reci?n restaurado, encima de un bar de jugos naturales. –Observa eso —dijo ella. Encima de la puerta de entrada, hab?a un letrero que rezaba «Briggs Bail Bonds». –?Qu? pasa con eso? —dijo Ray. –Mira encima del letrero, encima de Bail. Ray lo hizo. Confuso al principio, entorn? entonces su ojo bueno y vio una peque?a c?mara de seguridad. Mir? en la direcci?n hacia la que apuntaba la c?mara. Estaba enfocada en el cruce. M?s all? estaba el tramo de Main Street cerca del parque canino, donde Ashley supuestamente hab?a entrado en la furgoneta. –Buena observaci?n —dijo ?l. Keri retrocedi? y estudi? el ?rea. Posiblemente hab?a m?s actividad ahora de la que hab?a habido hac?a unas horas. Pero esta no era exactamente un ?rea tranquila. –Si t? fueras a secuestrar a alguien, ?ser?a aqu? donde lo har?as? Ray neg? con la cabeza. –?Yo? No, yo soy m?s de callej?n. –Entonces ?qu? tipo de persona es tan descarada como para llevarse a alguien a plena luz del d?a, y cerca de un cruce con mucho tr?fico? –Averig??moslo —dijo Ray, dirigi?ndose a la puerta. Subieron por la estrecha escalera hasta el segundo piso. La puerta de Briggs Bail Bonds estaba abierta. Justo a la entrada, a la derecha, un hombre grande con una panza a?n m?s grande estaba echado en una silla reclinable, hojeando un ejemplar de Guns & Ammo. Levant? la vista cuando Keri y Ray entraron, decidi? r?pidamente que no eran una amenaza y les hizo una se?al con la cabeza hacia el fondo de la habitaci?n. Un hombre de pelo largo y barba desarreglada, que estaba sentado detr?s de una mesa, les hizo se?as para que fueran hacia all?. Keri y Ray tomaron asiento frente a la mesa del hombre y esperaron pacientemente mientras hablaba con un cliente. El asunto no era el diez por ciento en efectivo, sino la garant?a para el total. Necesitaba la garant?a de una casa, o la posesi?n de un coche con un t?tulo en regla, algo as?. Keri pod?a o?r a la persona en el otro lado de la l?nea suplicando, pero el tipo de pelo largo no se inmutaba. Treinta segundos m?s tarde colg? y se centr? en las dos personas que ten?a delante. –Stu Briggs —dijo—, ?qu? puedo hacer por ustedes, detectives? Nadie hab?a mostrado su placa. Keri estaba impresionada. Antes de que pudieran responder el hombre mir? m?s detenidamente a Ray, y entonces casi grit?: –Ray Sands, ?Sandman! Yo vi su ?ltima pelea, aquella con el zurdo; ?c?mo se llamaba? –Lenny Jack. –Claro, claro, s?, eso es, Lenny Jack, Jack al Ataque. Perdi? un dedo o algo as?, ?no? ?Un me?ique? –Eso fue despu?s. –S?, bueno, con me?ique o sin ?l, pens? que lo ten?as, de verdad. Ten?a las piernas de goma, su cara era una masa ensangrentada. No pod?a consigo mismo. Un golpe m?s, era lo ?nico que necesitaba, uno m?s. Joder, con medio pu?etazo hubiera bastado. Seguramente, si le hubiera pegado, hubiera ca?do –Eso es lo que yo pens? tambi?n —admiti? Ray—. En retrospectiva, pienso que eso fue lo que me hizo bajar la guardia. Aparentemente, ?l ten?a una izquierda de la que no le hab?a hablado a nadie. El hombre se encogi? de hombros. –Aparentemente. Perd? dinero en esa pelea. —Pareci? darse cuenta de que su p?rdida no era tan grande como la de Ray, y a?adi?—: Quiero decir no fue tanto. No se puede comparar con lo suyo. Pero no se ve tan mal el ojo. S? que es falso porque conozco la historia. No creo que la mayor?a de la gente pueda darse cuenta. Hubo un largo silencio mientras ?l aguantaba la respiraci?n y Ray dejaba que se girara con torpeza. Stu lo intent? de nuevo. –?As? que ahora es polic?a? ?Por qu? est? Sandman sentado frente a mi escritorio con esta bonita se?orita, perd?n, agente de las fuerzas del orden? A Keri no le gust? la condescendencia, pero la dej? pasar. Ten?an prioridades m?s importantes. –Necesitamos mirar lo que tu c?mara de seguridad ha grabado en el d?a de hoy —dijo Ray—. Concretamente desde las dos cuarenta y cinco a las cuatro p. m. –No hay problema —contest? Stu como si le pidieran algo as? todos los d?as. La c?mara de seguridad estaba operativa, algo necesario, dada la clientela del establecimiento. No transmit?a en vivo a un monitor, sino que estaba conectada a un disco duro, donde se almacenaba la grabaci?n. Los lentes eran de ?ngulo ancho y captaban toda el cruce de Main y Westminster. La calidad del v?deo era excepcional. En un cuarto trasero, Keri y Ray miraron la grabaci?n en un monitor de escritorio. La secci?n de Main Street enfrente del parque canino era visible hasta la mitad de la manzana. Solo pod?an esperar que cualquier cosa sucedida hubiese tenido lugar en ese tramo de la calle. Nada de mucha actividad sucedi? hasta cerca de las 3:05. Era la salida de la escuela, a juzgar por los chicos que comenzaban a salir a montones a la calle, en todas las direcciones. A las 3:08, apareci? Ashley. Ray no la reconoci? de inmediato as? que Keri la se?al?: una chica que irradiaba seguridad, vestida con falda y un top ajustado. Entonces, de golpe, ah? estaba, la furgoneta negra. Se acerc? hasta ella. Las ventanas estaban tintadas, lo cual era ilegal. La cara del conductor no era visible ya que ten?a puesta una gorra con la visera bajada. Ambos visores de sol estaban puestos hacia abajo, y el resplandor de la brillante luz del atardecer hac?a imposible tener una clara visi?n del interior del veh?culo. Ashley dej? de caminar y mir? hacia la furgoneta. El conductor parec?a estar hablando. Ella dijo algo y se acerc?. Al hacerlo, la puerta del pasajero se abri?. Ashley continu? hablando y pareci? que se inclinaba hacia la furgoneta. Conversaba con quienquiera que estuviese conduciendo. Despu?s, repentinamente, ya estaba adentro. No estaba claro si se hab?a subido voluntariamente o tiraron de ella. Al cabo de unos pocos segundos m?s, la furgoneta arranc?. Sin prisa. Sin acelerar. Nada fuera de lo normal. Miraron la escena de nuevo a velocidad normal, y luego una tercera vez, a c?mara lenta. Al final Ray se encogi? de hombros y dijo: –No lo s?. Todav?a no puedo decirlo con seguridad. Ella termin? dentro, eso es todo lo que puedo decir con certeza. Si ha sido con o contra su propia voluntad, de eso no estoy seguro. Keri no pod?a llevarle la contraria. El segmento de v?deo era desesperante por su imprecisi?n. Pero hab?a algo que no cuadraba. Solo que ella no pod?a dar con el quid de la cuesti?n. Retrocedi? el v?deo y lo reprodujo de nuevo hasta el momento en el que la furgoneta estaba m?s cerca de la c?mara de seguridad. Entonces lo puso en pausa. Era el ?nico momento en que la furgoneta estaba a la sombra. Todav?a era imposible ver en el interior del veh?culo. Pero s? que hab?a otra cosa visible. –?Ves lo que yo veo? —pregunt? ella. Ray asinti?. –La placa de la matr?cula est? tapada —apunt? ?l—. Yo lo pondr?a en la categor?a de «sospechoso». –Pienso igual que t?. De repente el tel?fono de Keri son?. Era Mia Penn. Fue al grano sin ni siquiera decir hola. –Acabo de recibir una llamada de Thelma, la amiga de Ashley. Dice que cree haber recibido una llamada por accidente desde el tel?fono de Ashley. Escuch? una cantidad de gritos como si alguien estuviera chillando a otra persona. Hab?a m?sica con un volumen estridente, as? que ella no pudo decir con certeza qui?n estaba gritando, pero piensa que era Denton Rivers. –?El novio de Ashley? –S?. Llam? a Denton a su tel?fono para ver si hab?a sabido algo de Ashley, sin decirle que yo acababa de hablar con Thelma. Dijo que no hab?a visto a Ashley ni sab?a nada de ella desde la escuela pero parec?a evasivo. Y la canci?n de Drake, Summer Sixteen, se escuchaba al fondo cuando llam?. Volv? a llamar a Thelma para ver si esta era la canci?n que ella hab?a escuchado cuando recibi? esa llamada equivocada. Dijo que era esa. Por eso la llam? de inmediato, detective. Denton Rivers tiene el tel?fono de mi ni?a y creo que podr?a tenerla a ella tambi?n. –De acuerdo, Mia. Esto es de gran ayuda. Ha hecho un gran trabajo. Pero necesito que mantenga la calma. Cuando colguemos, m?ndeme un mensaje con la direcci?n de Denton. Y recuerde, esto podr?a ser algo completamente inocente. Colg? y mir? a Ray. Su ojo bueno daba a entender que estaba pensando lo mismo que ella. En unos segundos, su tel?fono vibr?. Reenvi? la direcci?n a Ray mientras bajaban de prisa por los escalones. –Tenemos que darnos prisa —dijo ella mientras corr?an a sus coches—. Esto no tiene nada de inocente. CAP?TULO CUATRO Lunes Al atardecer Keri se preparaba, cuando, diez minutos m?s tarde, pasaba por delante de la casa de Denton Rivers. Redujo la velocidad del coche, mientras la examinaba, y luego aparc? a una manzana de distancia, Ray detr?s de ella. Sent?a ese aguij?n en el est?mago, el mismo que ten?a cuando algo malo estaba a punto de suceder. «?Y si Ashley est? en esa casa? ?Y si ?l le ha hecho algo?» La calle de Denton estaba cubierta con una serie de casas de una sola planta como hechas con el mismo molde, todas pegadas entre s?. No hab?a ?rboles en la calle, y el c?sped en la mayor?a de los peque?os jardines del frente hac?a tiempo que se hab?a vuelto marr?n. Estaba claro que Denton y Ashley no compart?an el mismo estilo de vida. Esta parte del pueblo, al sur del Venice Boulevard y unas pocos kil?metros hacia el interior, no ten?a casas de un mill?n de d?lares. Ray y ella andaban con rapidez por la manzana y ella mir? su reloj: un poco despu?s de las seis. El sol estaba comenzando su largo y lento descenso sobre el mar, hacia el oeste, pero quedaban un par de horas para que oscureciera totalmente. Cuando llegaron a la casa de Denton, escucharon una m?sica a todo volumen que ven?a de dentro. Keri no la reconoci?. Ella y Ray se acercaron en silencio, ahora o?an gritos, de enfado y graves, una voz de hombre. Ray desenfund? su arma y le indic? con un gesto que fuera por la parte de atr?s, luego levant? un dedo, dando a entender que entrar?an a la casa en exactamente un minuto. Ella mir? su reloj para confirmar la hora, asinti?, sac? su arma, y se desliz? a lo largo del borde de la casa hacia la parte de atr?s, con cuidado de agachar la cabeza mientras pasaba por delante de las ventanas abiertas. Ray era el detective con m?s experiencia y normalmente era el m?s cauto de los dos cuando se trataba de entrar a un propiedad privada. Pero era evidente que pensaba que las actuales circunstancias les exim?an de la obligaci?n de conseguir una orden. Hab?a una chica desaparecida, un sospechoso potencial dentro y unos gritos de enfado. Era algo defendible. Keri prob? la puerta lateral. No ten?a echado el cerrojo. La abri? lo m?nimo que pudo para evitar un chirrido y se meti? adentro. Era poco probable que alguien en el interior pudiera o?rla pero no quer?a arriesgarse. Una vez en el patio trasero, se peg? a la pared trasera de la casa, manteniendo los ojos bien abiertos ante cualquier movimiento. Un asqueroso y decr?pito cobertizo que hab?a cerca de la verja trasera de la propiedad le dio mala espina. La oxidada puerta corrugada parec?a que iba a desplomarse. Se movi? a gatas por el patio trasero y se qued? all? por un momento, esperando o?r la voz de Ashley. No la oy?. La parte de atr?s de la casa ten?a una puerta de madera con pantalla, con la cerradura sin echar, que llevaba a una cocina estilo a?os setenta, con una nevera amarilla. Keri vio a alguien al final del pasillo, en la sala, gritando al ritmo de la m?sica y moviendo el cuerpo como si estuviera moviendo la cabeza como si estuviera en un pogo invisible en un concierto de rock. No hab?a todav?a ninguna se?al de Ashley. Keri baj? la vista hacia su reloj: en cualquier momento, a partir de ahora. Puntual, escuch? un sonoro golpe en la puerta delantera. Abri? a su vez la puerta de pantalla trasera a la vez, para ocultar el ligero clic del pestillo de la puerta. Aguard?, un segundo y sonoro golpe le permiti? cerrar la puerta trasera simult?neamente. Se movi? velozmente a trav?s de la cocina y por el pasillo, echando un vistazo a cada puerta abierta que encontraba a medida que avanzaba. En la entrada principal, que estaba abierta excepto por la pantalla, Ray golpe? de nuevo, con mayor fuerza incluso. De repente, Denton Rivers dej? de bailar y fue hasta la puerta. Keri, oculta en una punta de la sala, pudo verle la cara en el espejo que hab?a junto a la puerta. Se ve?a visiblemente confuso. Era un chico guapo: el cabello casta?o bien cortado, los ojos de un azul profundo, una fibrosa y sinuosa constituci?n m?s propia de un luchador que de un jugador de f?tbol. Bajo circunstancias normales era probablemente un tipo que atra?a, pero ahora mismo esos atractivos estaban ocultos bajo un rostro desmejorado, unos ojos irritados y un tajo en la sien. Cuando abri? la puerta, Ray mostr? su placa. –Ray Sands, Unidad de Personas Desaparecidas del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles —dijo en voz baja y firme—. Querr?a entrar para hacerte unas preguntas sobre Ashley Penn. El p?nico se apoder? de la cara del chico. Keri hab?a visto esa mirada antes: estaba a punto de escapar. –No te has metido en un l?o —dijo Ray, presintiendo lo mismo—. Solo quiero hablar. Keri vio que el chico ten?a algo negro en la mano derecha, pero como el cuerpo de ?l le tapaba parcialmente la visi?n, no pudo ver qu? era. Levant? su arma y apunt? con ella a la espalda de Denton. Lentamente, quit? el seguro. Ray la vio hacerlo por el rabillo del ojo y baj? la vista hacia la mano de Denton. Ten?a una mejor perspectiva del objeto que el chico sosten?a y todav?a no hab?a levantado su arma. –?Es el mando para la m?sica, Denton? –Aj?. –?Puedes, por favor, dejarlo caer en el suelo delante de ti? El chico vacil? y entonces dijo: –Vale. —Dej? caer el aparato. Era en efecto un mando. Ray enfund? su arma y Keri hizo lo mismo. Mientras Ray abr?a la puerta, Denton Rivers se gir? y se sobresalt? al encontrar a Keri enfrente de ?l. –?Qui?n eres t?? —pregunt?. –Detective Keri Locke. Trabajo con ?l —dijo, se?alando con la cabeza a Ray—. Qu? bonito tienes esto, Denton. En el interior, la casa estaba hecha un asco. Hab?an estampado las l?mparas contra las paredes. Los muebles estaban tumbados. Hab?a una botella de whisky medio vac?a sobre una mesita, junto al origen de la m?sica: un altavoz Bluetooth. Keri apag? la m?sica. Con el silencio repentino, ella examin? la escena con m?s detalle. Hab?a sangre en la alfombra. Keri tom? nota mental pero no dijo nada. Denton ten?a unos rasgu?os profundos en el antebrazo derecho que podr?an haber sido provocados por unas u?as. El tajo en un lado de la sien hab?a dejado de sangrar pero hac?a poco. Esparcidos por el suelo hab?a los trozos de una foto de ?l y Ashley. –?D?nde est?n tus padres? –Mi madre est? en el trabajo. –?Y tu padre? –Est? muy ocupado haciendo de muerto. Keri, sin inmutarse, dijo: –Bienvenido al club. Buscamos a Ashley Penn. –Que se joda. –?Sabes d?nde est?? –No, y me importa una mierda. Ella y yo hemos terminado. –?Est? aqu?? –?Acaso la ves? –?Est? aqu? su tel?fono? —insisti? Keri. –No. –?Es ese su tel?fono, el que llevas en el bolsillo trasero? El chico vacil? y, a continuaci?n, dijo: –No. Creo que tendr?ais que iros ahora. Ray se coloc? a una inc?moda distancia corta del chico, le levant? mano y dijo: –D?jame ver ese tel?fono. El chico trag? saliva de golpe, despu?s se lo sac? del bolsillo y se lo pas?. La funda era rosada y parec?a cara. Ray pregunt?: –?Es de Ashley? El chico continuaba en silencio, desafiante. –Puedo marcar su n?mero y veremos si suena —dijo—. O t? puedes darme una respuesta directa. –S?, es suyo. ?Y qu?? –Pon el culo en ese sof? y no te muevas —dijo Ray. Luego a Keri—: Haz lo tuyo. Keri busc? en la casa. Hab?a tres peque?os dormitorios, un ba?o diminuto y un armario para la ropa de cama, todos inofensivos en apariencia. No hab?a se?ales de lucha ni de cautiverio. Encontr? la cuerda para acceder a la buhardilla en el pasillo y tir? de ella. Se despleg? una serie de rechinantes escalones de madera que llevaban al piso superior. Subi? por ellos con cuidado. Cuando lleg? a la parte de arriba, sac? su linterna e ilumin? a su alrededor. Era m?s un peque?o espacio libre para arrastrarse por ?l que una verdadera buhardilla. El techo estaba a poco m?s de un metro de altura y el entramado de las vigas dificultaba m?s el movimiento, incluso agach?ndose. No hab?a gran cosa all? arriba. Solo una d?cada de telara?as, un buen n?mero de cajas cubiertas de polvo y un ba?l de madera de aspecto voluminoso en el extremo m?s lejano. «?Por qu? alguien puso el objeto m?s pesado y asqueroso al fondo de la buhardilla? Tuvo que ser dif?cil llegar hasta esa esquina». Keri suspir?. Por supuesto, alguien lo puso all? para hacerle la vida dif?cil a ella. –?Todo bien por all? arriba? —se oy? a Ray desde la sala. –S?. Solo reviso el ?tico. Trep? hasta el ?ltimo escal?n y se abri? paso a lo largo del ?tico, asegur?ndose de pisar sobre los estrechas vigas de madera. Le preocupaba que un paso en falso la hiciera caer por el techo de yeso. Sudada y cubierta de polvorientas telara?as, finalmente lleg? hasta el ba?l. Cuando lo abri? e ilumin? su interior, se sinti? aliviada al comprobar que no hab?a cuerpo. Vac?o. Keri cerr? el ba?l y rehizo su camino hasta la escalera. De regreso en la sala, Denton no se hab?a movido del sof?. Ray estaba sentado directamente enfrente de ?l, a horcajadas en una silla de cocina. Cuando ella entr?, ?l la mir? y pregunt?: –?Hab?a algo? Ella neg? con la cabeza. –?Sabemos d?nde est? Ashley, detective Sands? –Todav?a no, pero trabajamos en ello. ?Correcto, Sr. Rivers? Denton hizo como que no o?a la pregunta. –?Puedo ver el tel?fono de Ashley? —pregunt? Keri. Ray se lo entreg? sin entusiasmo. –Est? bloqueado. Necesitaremos que los t?cnicos hagan su magia. Keri mir? a Rivers y dijo: –?Cu?l es su contrase?a, Denton? El chico se burl? de ella. –No lo s?. Keri le dej? claro con su expresi?n arisca que no le cre?a. –Voy a repetir la pregunta de nuevo, muy educadamente. ?Cu?l es su contrase?a? Despu?s de vacilar, el chico se decidi? a decirlo: –Miel. Dirigi?ndose a Ray, Keri dijo: –Hay un cobertizo en la parte de atr?s. Voy a echarle un vistazo. Rivers desvi? la mirada r?pidamente hacia esa direcci?n pero no dijo nada. Ya fuera, Keri us? una pala oxidada para forzar el candado que cerraba el cobertizo. Un rayo de luz penetraba a trav?s de un agujero en el tejado. Ashley no estaba all?, solo hab?a latas de pintura, viejas herramientas y varios trastos m?s. Justo cuando estaba a punto de salir, vio una pila de matr?culas de veh?culos de California sobre una estanter?a de madera. Al mirar con m?s detalle, cont? seis pares, todas con pegatinas del a?o en curso. «?Qu? est?n estas haciendo aqu?? Tendremos que meterlas todas en bolsas». Dio media vuelta y se dispuso a salir cuando una s?bita brisa cerr? de golpe la puerta oxidada, tapando la mayor parte de la luz que entraba en el cobertizo. Con esta semioscuridad impuesta, Keri sinti? claustrofobia. Tom? una gran bocanada de aire, luego otra. Trat? de normalizar su respiraci?n cuando la puerta se abri? con un crujido, permitiendo que entrara de nuevo algo de luz. «Esto debe haber sido como lo que le pas? a Evie. Sola, arrojada a la oscuridad, confundida. ?Es esto a lo que mi peque?a tuvo que enfrentarse? ?Fue esta su pesadilla en vivo?» Keri se trag? las l?grimas. Se hab?a imaginado cientos de veces a Evie encerrada en un sitio como este. La pr?xima semana se cumplir?an cinco a?os desde que ella desapareci?. Pasar ese d?a iba a ser muy dif?cil. Mucho hab?a pasado desde entonces: la lucha para mantener su matrimonio a flote mientras sus esperanzas se desvanec?an, el inevitable divorcio de Stephen, el a?o «sab?tico» de su c?tedra en criminolog?a y psicolog?a en la Universidad Loyola Marymount, oficialmente destinado para realizar una investigaci?n independiente, pero en realidad motivado por la bebida y las relaciones ?ntimas con algunos estudiantes, que finalmente hab?an forzado la mano de  la administraci?n. A dondequiera que mirara, ve?a los pedazos rotos de su vida. Se hab?a visto forzada a enfrentarse a su principal fracaso: su incapacidad para encontrar a la hija que le hab?an robado. Keri se sec? bruscamente las l?grimas de los ojos y se ri?? a s? misma en silencio. «Vale, le has fallado a tu hija. No le falles a Ashley tambi?n. ??nimo, Keri!» Ah? mismo en el cobertizo, encendi? el tel?fono de Ashley, y tecle? la palabra «Miel». La contrase?a funcion?. Al menos Denton fue sincero en una cosa. Puls? Fotos. Hab?a cientos de fotograf?as, la mayor?a de ellas las m?s t?picas: adorables selfies de Ashley con amigos en la escuela, ella y Denton Rivers juntos, unas cuantas fotos de Mia. Pero se sorprendi? al ver, repartidas por todas partes, otras fotos m?s provocadoras. Varias se hab?an tomado en un bar vac?o o alguna especie de club, claramente antes o despu?s de su horario de apertura, con Ashley y sus amigos visiblemente borrachos en modo de fiesta salvaje, dispar?ndole a las cervezas, levant?ndose las faldas y mostrando los tangas. En algunas hab?a yerba en pipas o en pitillo. Hab?a una invasi?n de botellas de licor. «?A qui?n conoc?a Ashley que tuviera acceso a un lugar como ese? ?Cu?ndo sucedi?? ?Cuando Stafford estaba en Washington? ?C?mo es que su madre no ten?a ni idea de esto?» Fueron las fotos con el arma las que realmente llamaron la atenci?n de Keri. De repente, estaba al fondo, sobre una mesa, una 9 mm SIG, casi invisible, al lado de un paquete de cigarrillos, o encima de un sof?, junto a una bolsa de patatas fritas. En una imagen, Ashley estaba afuera, en alg?n lugar del bosque, cerca del r?o, dispar?ndole a unas latas de Coca-Cola. «?Por qu?? ?Era solo por diversi?n? ?Estaba aprendiendo a protegerse a s? misma? Si era as?, ?de qu??» Curiosamente, las fotos de Denton Rivers hab?an ido disminuyendo considerablemente en los ?ltimos tres meses, que coincid?an con otras nuevas de un chico con un  atractivo impresionante y una larga y salvaje melena de abundante cabello rubio. En muchas de esas fotograf?as, iba sin camiseta, mostrando sus bien definidos abdominales. Parec?a muy orgulloso de ellos. Una cosa era cierta: era evidente que no era un chico de secundaria. Se ve?a como de poco m?s de veinte. «?Era ?l quien ten?a acceso al bar?» Ashley hab?a tomado un buen n?mero de fotos er?ticas de s? misma. En algunas, ense?aba las bragas. En otras, no llevaba nada a excepci?n de un tanga, a menudo una toc?ndose de manera sugerente. En las fotos no se le ve?a nunca la cara pero se trataba sin duda de Ashley. Keri reconoci? su dormitorio. En una imagen vio la estanter?a al fondo con el viejo libro de matem?ticas que escond?a su falsa identificaci?n. En otra vio el peluche de Ashley al fondo, descansando sobre su almohada pero con la cabeza girada como si no soportara mirar. Keri sinti? ganas de vomitar pero se contuvo. Volvi? al men? principal del tel?fono y puls? Mensajes para ver los mensajes de la chica. Las fotos er?ticas de Fotos hab?an sido enviadas una por una a alguien llamado Walker, al parecer el chico de los abdominales. Los mensajes que las acompa?aban dejaban poco a la imaginaci?n. A pesar de la conexi?n especial de Mia Penn con su hija, estaba empezando a parecer que Stafford Penn comprend?a a Ashley mucho mejor que la madre. Hab?a tambi?n un mensaje para Walker de hac?a cuatro d?as que dec?a: «Formalmente le di una patada a Denton. Espero drama. Ya te contar?». Keri apag? el tel?fono y se sent? en la oscuridad del cobertizo, pensando. Cerr? los ojos y dej? que su mente vagara. Una escena se form? en su mente, una tan real como si ella misma estuviera all?. Era una soleada  y agradable ma?ana  de un domingo de septiembre, llena por el infinito de un cielo azul californiano. Estaban en el parque infantil, ella y Evie. Stephen regresaba esa tarde de una excursi?n a pie por el Parque Nacional de los ?rboles de Josu?. Evie llevaba una camiseta color lila, pantalones cortos de color blanco, medias blancas de encaje y bambas. Ten?a una amplia sonrisa. Ten?a los ojos verdes. Ten?a el pelo rubio y ondulado, recogido en trenzas. Ten?a el incisivo superior partido, era un diente definitivo, no de leche, as? que necesitar?a que se lo arreglaran en alg?n momento. Pero cada vez que Keri sacaba el tema, Evie entraba en p?nico, as? que a?n no la hab?a llevado. Keri estaba sentada en el c?sped, con los pies descalzos y los papeles esparcidos a su alrededor. Estaba preparando sus notas para una intervenci?n que har?a a la ma?ana siguiente en la Conferencia de Criminolog?a de California. Contaba incluso con un conferencista invitado, un detective del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles llamado Raymond Sands a quien ella hab?a consultado en unos pocos casos. –Mami, ?vamos a buscar yogur helado! Keri mir? la hora. Casi hab?a acabado y hab?a un local de Menchie’s de camino a casa. –Dame cinco minutos. –?Eso quiere decir que s?? Ella sonri?. –Eso quiere decir que s?, un s? grande. –?Puedo ponerme virutas o solo toppings de frutas? –A ver c?mo te lo digo… ?sabes qu? podemos poner en las macetas del jard?n? –?Qu?? –?Virutas de madera! ?Lo entiendes? –Claro que lo entiendo, mami. ?Ya no soy peque?a! –Claro que no. Disc?lpeme usted. Solo dame cinco minutos. Volvi? a concentrarse en el discurso. Un minuto despu?s, alguien pas? junto a ella y le tap? por un instante con su sombra la p?gina. Molesta por la distracci?n, intent? volver a concentrarse. De repente, la tranquilidad se rompi? por un grito que helaba la sangre. Keri levant? la vista, sobresaltada. Un hombre con una cazadora y una gorra de b?isbol hu?a r?pidamente. Solo pudo verle la espalda pero pod?a afirmar que llevaba algo en brazos. Keri se puso de pie y busc? desesperadamente con la mirada a Evie. No se ve?a por ning?n lado. Keri empez? a correr detr?s del hombre incluso antes de estar segura. Un segundo despu?s, la cabeza de Evie asom? por un lado del cuerpo del hombre. Se ve?a aterrada. –?Mami! —gritaba—. ?Mami! Keri los persigui?, a toda velocidad. El hombre llevaba ventaja. Para cuando Keri hab?a recorrido la mitad del c?sped, ?l ya estaba en el aparcamiento. –?Evie! ?Su?ltala! ?Alto! ?Que alguien detenga a ese hombre! ?Tiene a mi hija! La gente miraba pero la mayor?a parec?a confundida. Nadie se levant? a ayudar. Y ella no ve?a a nadie en el aparcamiento para pararlo. Vio a d?nde se dirig?a. Hab?a una furgoneta blanca al otro extremo del aparcamiento, estacionada en paralelo a la acera para salir f?cilmente. ?l ya estaba a menos de quince metros cuando de nuevo escuch? la voz de Evie. –?Por favor, mami, ay?dame! —suplic?. –?Ya vengo, cari?o! Keri corri? todav?a m?s, con la vista nublada por las l?grimas ardientes, sobreponi?ndose a la fatiga y el miedo. Ya estaba en el borde del estacionamiento. No le importaban los min?sculos fragmentos de asfalto que se le clavaban en sus pies desnudos. –?Ese hombre tiene a mi hija! —grit? de nuevo, apuntando en esa direcci?n. Un adolescente que llevaba una camiseta y su novia salieron de su coche, a unos pocos paso de la furgoneta. El hombre pas? corriendo justo al lado de ellos. Parec?an desconcertados hasta que Keri grit? de nuevo. –?Paradlo! El chico comenz? a caminar hacia el hombre, y luego ech? a correr. Para entonces el hombre hab?a llegado a la furgoneta. Desliz? la puerta del lado y tir? a Evie hacia el interior como si fuera un saco de patatas. Keri escuch? el golpe sordo del cuerpo al impactar contra algo s?lido. Cerr? la puerta violentamente y enseguida dio la vuelta corriendo para llegar al lado del conductor, donde el adolescente lo alcanz? y lo agarr? por un hombro. El hombre dio media vuelta y Keri pudo verlo mejor. Llevaba unas gafas de sol y la gorra con la visera baja y era dif?cil verle a trav?s de las l?grimas. Pero pudo entrever un cabello rubio y lo que parec?a parte de un tatuaje, en el lado derecho del cuello. Pero antes de que pudiera percibir algo m?s, el hombre ech? hacia atr?s el brazo y le solt? un pu?etazo al adolescente en la cara, haciendo que se estrellara con un coche cercano. Keri escuch? un doloroso crujido. Vio que el hombre sacaba un cuchillo de la funda que llevaba en el cintur?n y lo clavaba en el pecho del adolescente. Lo sac? y aguard? un segundo hasta ver que el chico ca?a al suelo antes de salir corriendo hacia el asiento del conductor. Keri se forz? a sacarse de la cabeza lo que acababa de ver y no se concentr? en otra cosa que no fuera llegar hasta la furgoneta. Oy? que el motor se encend?a y vio que comenzaba a arrancar. Estaba a menos de seis metros. Pero el veh?culo ya estaba acelerando. Keri sigui? corriendo pero sent?a que su cuerpo empezaba a rendirse. Mir? la matr?cula para memorizarla. No hab?a ninguna. Busc? sus llaves y record? que estaban en su bolso, en el parque. Corri? hasta donde estaba el adolescente, con la esperanza de coger las de ?l y su coche. Pero cuando lleg? hasta el chico, vio que su novia estaba arrodillada junto a ?l y lloraba desconsolada. Levant? la vista de nuevo. La furgoneta ya estaba lejos, dejando atr?s un rastro de polvo. Ella no ten?a matr?cula, ninguna descripci?n que dar, nada que ofrecer a la polic?a. Su hija hab?a desaparecido y ella no sab?a qu? hacer para recuperarla. Keri se dej? caer al suelo junto a la chica adolescente y comenz? a llorar de nuevo, sin que pudieran distinguirse los gemidos de desesperaci?n de una y de otra. Cuando abri? los ojos estaba de nuevo en la casa de Denton. No recordaba haber salido del cobertizo ni haber caminado por el c?sped reseco. Pero de alguna manera hab?a llegado a la cocina de Rivers. Con esta eran dos en un d?a. Esto iba a peor. Entr? de nuevo en la sala, mir? a Denton a los ojos, y dijo: –?D?nde est? Ashley? –No lo s?. –?Por qu? est?s en posesi?n de su tel?fono? –Se lo dej? aqu? ayer. –?Mentira! Ella rompi? contigo hace cuatro d?as. No estaba aqu? ayer. El pu?etazo verbal se hizo evidente en la cara de Denton. –Vale, se lo quit? yo. –?Cu?ndo? –Esta tarde, en la escuela. –?Solo se lo quitaste de la mano? –No, tropec? con ella despu?s del ?ltimo toque de timbre y se lo saqu? del bolso. –?Qui?n es el propietario de la furgoneta negra? –No lo s?. –?Un amigo tuyo? –No. –?Alguien que contrataste? –No. –?C?mo te hiciste esos rasgu?os en el brazo? –No lo s?. –?C?mo te hiciste ese chich?n en la cabeza? –No lo s?. –?De qui?n es la sangre que hay sobre la alfombra? –No lo s?. Keri cambi? los pies de posici?n y trat? de contener la furia que crec?a en su sangre. Sent?a que estaba perdiendo la batalla. Lo mir? fijamente y dijo, sin emoci?n: –Voy a preguntarte una vez m?s: ?d?nde est? Ashley Penn? –Que te follen. –Respuesta incorrecta. Piensa en ello de camino a la comisar?a. Le dio la espalda, dud? por un instante y entonces, de repente, se gir? y lo golpe? con el pu?o fuerte y cerrado, con cada gramo de frustraci?n en su cuerpo. Le dio de lleno en la sien, en el mismo punto de la herida anterior. Esta se abri? y salpic? de sangre todo, incluyendo la blusa de Keri. Ray la contempl? incr?dulo, paralizado. Entonces puso de pie a Denton Rivers de un solo tir?n y dijo: –?Ya o?ste a la se?orita! ?Mu?vete! Y no tropieces ni te des un golpe en la cabeza con otra mesa de centro. Keri le dedic? una sonrisa agridulce pero Ray no se la devolvi?. Parec?a horrorizado. Algo como esto pod?a costarle a ella su trabajo. A ella no le importaba, sin embargo. Lo ?nico que le importaba ahora mismo era hacer que este mocoso hablara. CAP?TULO CINCO Lunes Al atardecer Keri condujo el Prius, con Ray en el asiento de pasajero, mientras segu?an a la patrulla que ella hab?a llamado para trasladar a Rivers a comisar?a. Keri escuchaba en silencio mientras Ray atend?a el tel?fono. La capitana a cargo de la Divisi?n Los ?ngeles Oeste era Reena Beecher, quien ser?a puesta al tanto de la situaci?n por el jefe de la Unidad de Delitos Mayores de la Divisi?n Pac?fico, el teniente Cole Hillman, jefe de Keri y Ray. Era ?l a quien Ray estaba informando. Hillman, o Martillo como algunos de sus subordinados le llamaban, ten?a jurisdicci?n sobre personas desaparecidas, homicidio, robo y cr?menes sexuales. Para Keri, no era santo de su devoci?n. Para ella, Hillman parec?a m?s interesado en salvar el culo que en jug?rselo todo para resolver los casos. Quiz?s los a?os de servicio le hab?an suavizado. No ten?a escr?pulos en atacar a los detectives que no limpiaban las mesas de su lista de casos abiertos. De all? el apodo de Martillo, que parec?a encantarle. Pero para la mentalidad de Keri ?l era un hip?crita que se cabreaba cuando no cerraban casos y se cabreaba tambi?n cuando se arriesgaban para resolver esos mismos casos. Keri pensaba que un apodo m?s apropiado era «imb?cil». Pero ya que no lo pod?a llamar as?, su peque?a rebeli?n era no llamarlo tampoco por su apodo. Keri aceler? por las calles de la ciudad, tratando de no perder al veh?culo del escuadr?n que iba delante. Junto a ella, Ray resum?a para Hillman el c?mo una llamada al caer la tarde acerca de una adolescente, que llevaba desaparecida un par de horas, se hab?a transformado de pronto en una situaci?n potencial de secuestro de la hija quincea?era de un senador de los Estados Unidos. Describi? el v?deo de vigilancia de la oficina de pr?stamos, la visita a casa de Denton Rivers (excepto algunos detalles) y todo lo que hab?a pasado entre una cosa y la otra. –La detective Locke y yo estamos llevando a Rivers a comisar?a para hacerle m?s interrogatorios. –Espera, espera —dijo Hillman—. ?Qu? est? haciendo Keri Locke en este caso? Esto est? muy por encima de su rango, Sands. –Ella cogi? la llamada, teniente. Y ella ha descubierto casi todas las pistas que tenemos hasta ahora. Ya casi estamos en comisar?a. Le daremos m?s informaci?n despu?s, se?or. –Bien. Estar? all? pronto. Tengo que llamar a la capitana Beecher de todas formas. Ella querr? un informe sobre esto. He convocado a todo el personal para una reuni?n en quince minutos. Colg? sin decir nada m?s. Ray se dirigi? hacia Keri y dijo: –Nos dar?n una patada tan pronto les demos un informe completo, pero al menos hicimos alg?n progreso. Keri frunci? el ce?o. –Van a cagarla —dijo. –T? no eres la ?nica investigadora buena en esta ciudad, Keri. –Ya lo s?. Est?s t? tambi?n. –Gracias por ese cumplido ligeramente condescendiente, compa?era. –No lo dudes —replic? ella y, a continuaci?n, a?adi?—: No le gusto a Hillman. –No s? nada de eso. Yo pienso que ?l te encuentra un poco… atrevida para ser alguien con tan poca experiencia. –Podr?a ser. O podr?a que ?l es un imb?cil. No pasa nada. A m? tampoco me gusta ?l. –?Por qu? dices eso? –Porque es un pelota, un chupatintas y no tiene iniciativa. Adem?s, cuando me cruzo con ?l en el pasillo sus ojos no suben m?s all? de mi pecho. –Oh. Bueno, si vas a reprochar eso a cada polic?a que lo haga, solo te quedar?n imb?ciles. Keri le ech? una mirada de complicidad. –Exactamente —dijo ella. –Intentar? no tom?rmelo como algo personal —dijo ?l. –No seas tan sensible, Gigante de Hierro. ?l permaneci? por un momento en silencio en el asiento de pasajero. Keri estaba segura de que ?l quer?a decir algo pero no estaba seguro de c?mo plantearlo. Finalmente habl?: –?Vamos a hablar de lo que pas?? –?Qu?? –Ya sabes, que agrediste a un menor. –Ah, eso. Preferir?a que no. Adem?s, creo que dijiste que se dio un golpe en la cabeza con la mesita. –Si resulta que ?l no est? metido en esto y presenta una queja, podr?a haber consecuencias. –No me preocupa. –Bueno, pues a m? s?. Puede que sea porque estamos acerc?ndonos al aniversario. ?Has llamado ?ltimamente a la Dra. Blanc? Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=56037578&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.