Êàêîå, â ñóùíîñòè, íåëåïîå çàíÿòèå ïèñàòü ñòèõè: ......................è "ãëàç ëóíû", è "ñîëíöà äèñê" êàê ìèð ñòàðû. ............................Äóøè øèðîêèå îáúÿòèÿ òîëïå íàâñòðå÷ó ðàñïàõíóòü... - ................................................ïîäîáíûé ðèñê ê ÷åìó òåáå? - ........................Ãëóõîé ñòåíîé - íåïîíèìàíèå; ðàçäàâëåí òÿæåñòüþ

Antes De Que Envidie

Antes De Que Envidie Blake Pierce De la mano de Blake Pierce, el autor de ?xitos de ventas #1 UNA VEZ DESAPARECIDO (un bestseller #1 con m?s de 1.200 cr?ticas de cinco estrellas), llega ANTES DE QUE ENVIDIE, el libro #12 en la emocionante serie de misterio con Mackenzie White.ANTES DE QUE ENVIDIE es el libro #12 en la serie ?xito de ventas Mackenzie White, que comienza con ANTES DE QUE MATE (Libro #1), ?una descarga gratuita con m?s de 500 cr?ticas de cinco estrellas!Cuando aparecen dos escaladores muertos, ambos asesinados de la misma perturbadora manera, la agente especial del FBI Mackenzie White, madre de un reci?n nacido, tiene que enfrentarse a su miedo a las alturas cuando la llaman para que atrape a un asesino en serie antes de que ataque de nuevo.Mackenzie, que empieza a acostumbrarse a su maternidad, quiere tomarse un tiempo libre, pero no parece que esto vaya a suceder. Unos escaladores aparecen muertos en Colorado, cazados por un asesino en serie elusivo, atrapados en sus momentos de mayor vulnerabilidad. Una pauta preocupante empieza a surgir, y Mackenzie cae enseguida en la cuenta de que se enfrenta a un verdadero monstruo. Y que la ?nica manera de atraparle ser? meti?ndose dentro de su mente diab?lica.Sintiendo los efectos del postparto y poco dispuesta a regresar al trabajo, Mackenzie ve que le faltan las fuerzas para la cacer?a de su vida.Un thriller de suspense psicol?gico de ritmo trepidante con personajes inolvidables y suspense que acelera el coraz?n, ANTES DE QUE ENVIDIE es el libro #12 de una nueva serie, con un nuevo personaje cautivador, que le tendr? pasando p?ginas hasta altas horas de la noche. Tambi?n de Blake Pierce, est? disponible UNA VEZ DESAPARECIDO (Un Misterio con Riley Paige—Libro #1), un bestseller #1 con m?s de 1200 cr?ticas de cinco estrellas, ?y descarga gratuita! A n t e s d e q u e e n v i d i e (un misterio con MACKENZIE WHITE—libro 12) B L A K E P I E R C E Traducido por AsunCI?N Henares Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto por lo que permite la Ley de Copyright de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico tiene licencia para su disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede volver a ser vendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si est? leyendo este libro y no lo compr?, o no lo compr? solamente para su uso, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares, los acontecimientos y los incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright lassedesignen, utilizada con licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOL?GICO CON JESSIE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SI ELLA CORRIERA (Libro #3) SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4) SI ELLA HUYERA (Libro #5) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) TOMANDO (Libro #4) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) UNA VEZ INACTIVO (Libro #14) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) ANTES DE QUE DECAIGA (Libro #11) ANTES DE QUE ENVIDIE (Libro #12) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) CONTENIDOS CAP?TULO UNO (#u80595864-7844-5946-a97f-857fc9afb008) CAP?TULO DOS (#u1ca1b7a6-18f0-58e7-b81b-0a3f0c92a752) CAP?TULO TRES (#u5af04cb6-b052-59b6-a207-010a2cf75837) CAP?TULO CUATRO (#ue4b5fa88-5afc-53f5-a658-379f05174770) CAP?TULO CINCO (#u993e444b-f8de-5622-b4c6-c71b6a0b363a) CAP?TULO SEIS (#ue36bd7db-28d3-5412-a05b-6a4d2518d755) CAP?TULO SIETE (#ub3881229-20d9-545a-a771-bfe74c8ad23d) CAP?TULO OCHO (#uc372ef3a-b40d-572b-b32f-a5642eb8c74e) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO UNO Mackenzie respir? hondo y cerr? los ojos, prepar?ndose e intentando detener el dolor. Hab?a le?do mucho sobre el m?todo de respiraci?n, pero ahora, mientras Ellington la llevaba al hospital, parec?a que todo se le hubiera escapado de su memoria. Tal vez era porque hab?a roto aguas y todav?a pod?a sentir el fluido recorri?ndole la pernera del pantal?n. O tal se debiera a que hab?a sentido su primera contracci?n aut?ntica hac?a unos cinco minutos y pod?a sentir como se acercaba otra. Mackenzie se apret? contra el asiento del pasajero, viendo pasar la ciudad a trav?s de la oscuridad, la lluvia que salpicaba el parabrisas y las luces de las calles. Ellington estaba al volante, sentado r?gidamente y mirando el parabrisas como un hombre pose?do. Apret? el claxon mientras se acercaban a un sem?foro e rojo. “Ey, est? bien, puedes ir m?s despacio”, le dijo. “No, no, vamos bien”, dijo. Con los ojos a?n cerrados para lidiar con la conducci?n de Ellington, puso sus manos sobre la gran protuberancia en su abdomen, enfrent?ndose a la idea de que ser?a madre en las pr?ximas horas. Pod?a sentir que el beb? apenas se mov?a, tal vez porque estaba tan asustado por la conducci?n de Ellington como ella misma. Te ver? enseguida, pens? ella. Era un pensamiento que le provocaba m?s alegr?a que preocupaci?n y por eso, estaba agradecida. Las luces de la calle y los carteles pasaban a toda velocidad. Dej? de prestarles atenci?n hasta que vio las se?ales que apuntaban hacia la sala de emergencia del hospital. Hab?a un hombre apostado afuera en la acera, esper?ndolos bajo el toldo con una silla de ruedas, sabiendo que ven?an. Ellington detuvo cuidadosamente el coche y el hombre les hizo se?ales con la mano y les sonri? con el tipo de entusiasmo perezoso que la mayor?a de las enfermeras en la sala de emergencias a las dos de la madrugada parec?an tener. Ellington la gui? hacia ?l como si fuera de porcelana. Mackenzie sab?a que ?l estaba siendo sobreprotector y mostrando urgencia porque ?l tambi?n estaba un poco asustado. Pero m?s que eso, era muy bueno con ella. Siempre lo hab?a sido. Y ahora estaba demostrando que tambi?n iba a ser bueno con este beb?. Oye, espera, m?s despacio”, dijo Mackenzie mientras Ellington la ayudaba a subirse a la silla de ruedas. “?Qu?? ?Qu? es eso? ?Qu? pasa?”. Sinti? que se acercaba otra contracci?n, pero a?n as? logr? mostrarle una sonrisa. “Te quiero”, dijo ella. “Eso es todo”. El hechizo bajo el que hab?a estado durante los ?ltimos dieciocho minutos, entre saltar de la cama al anuncio de que ella iba a dar a luz, y ayudarla a subirse a la silla de ruedas, se rompi? por un momento y ?l le devolvi? la sonrisa. Se inclin? y la bes? suavemente en la boca. “Yo tambi?n te quiero”. El hombre que agarraba las asas de la silla de ruedas mir? hacia otro lado, un poco avergonzado. Cuando terminaron, pregunt?: “?Est?n listos para tener un beb??”. La contracci?n golpe? y Mackenzie se encogi? al sentirla. Record? de sus lecturas que solo empeorar?an cuando el beb? estuviera a punto de llegar. Aun as?, mir? m?s all? de todo eso durante un momento y asinti?. S?, estaba lista para tener este beb?. De hecho, no pod?a esperar a tenerlo en sus brazos. * S?lo hab?a dilatado cuatro cent?metros para las ocho de la ma?ana. Hab?a llegado a conocer bien al m?dico y a las enfermeras, pero cuando cambiaron de turno, el estado de ?nimo de Mackenzie empez? a cambiar. Estaba cansada, dolorida, y simplemente no le gustaba la idea de que otro m?dico entrara y husmeara bajo su bata. Sin embargo, Ellington, tan obediente como siempre, se las hab?a arreglado para poner a su ginec?logo al tel?fono y estaba haciendo todo lo posible para llegar al hospital tan pronto como pudiera. Cuando Ellington volvi? a la habitaci?n despu?s de hacer la llamada, estaba frunciendo el ce?o. Ella odiaba ver que ?l hab?a descendido de su punto ?lgido de protector de la noche anterior, pero tambi?n estaba contenta de no ser la ?nica que estuviera experimentando un cambio de humor. “?Qu? pasa?”, pregunt?. “Estar? aqu? para el parto, pero ni siquiera se molestar? en venir hasta que est?s por lo menos a ocho cent?metros”. Adem?s... iba a traerte unos gofres de la cafeter?a, pero las enfermeras dicen que deber?as comer poco. Te traer?n gelatina y hielo en cualquier momento”. Mackenzie se movi? en la cama y mir? su est?mago. Ella prefer?a mirar all? en lugar de a las m?quinas y monitores a los que la ten?an conectada. Al trazar la forma de su abdomen, llamaron a la puerta. El siguiente doctor entr? caminando, sosteniendo sus historiales. Se le ve?a feliz y completamente renovado, reci?n salido de lo que parec?a haber sido una noche de sue?o reparador. Bastardo, pens? Mackenzie. Por suerte, el doctor mantuvo la conversaci?n al m?nimo mientras la revisaba. Mackenzie no le prest? mucha atenci?n, la verdad. Estaba cansada y se dorm?a a ratos, hasta cuando ?l le pon?a la gelatina en el est?mago para comprobar el progreso del beb?. Se qued? dormida durante un rato hasta que escuch? al m?dico hablar con ella. “?Sra. White?”. “?S??”, pregunt?, irritada por no poder dormir una peque?a siesta. Hab?a estado tratando de colarlas entre contracciones... cualquier cosa por descansar un poco. “?Sientes alguna molestia nueva?”. “Nada m?s que los mismos dolores que he tenido desde que llegamos aqu?”. “?Has sentido al beb? moverse mucho en las ?ltimas horas?”. “No lo creo. ?Por qu?... algo anda mal?” “No, no est? mal. Pero creo que tu beb? ha cambiado de posici?n. Hay una muy buena posibilidad de que esto sea un parto de nalgas. Y estoy recibiendo un latido irregular... nada terriblemente fuera de lo normal, pero lo suficiente como para preocuparme”. Ellington se plant? a su lado de inmediato, tomando su mano. “De nalgas. ?Es eso arriesgado?”. “Casi nunca”, dijo el doctor. “A veces sabemos que el beb? ya est? de nalgas semanas antes del parto, pero su beb? estaba en la posici?n correcta durante el ?ltimo chequeo... incluso estaba perfectamente posicionado cuando se registr? anoche. Ahora ?l o ella se ha movido un poco y a menos que algo dr?stico cambie, no veo que su hijo vuelva a la posici?n correcta. Ahora mismo, es este latido lo que me preocupa”. “Entonces, ?qu? recomienda?”, pregunt? Mackenzie. “Bueno, me gustar?a hacer una revisi?n minuciosa del beb? s?lo para asegurarme de que su repentino cambio de posici?n no lo ha puesto en apuros, que es lo que podr?a significar el latido err?tico del coraz?n. Si no lo ha hecho, y no hay raz?n para creer que lo haya hecho, reservaremos una sala de operaciones para usted tan pronto como podamos”. La idea de saltarse el trabajo del parto tradicional era atractiva, seguro, pero a?adir la cirug?a al proceso de parto tampoco le sentaba muy bien. “Lo que crea que es mejor”, dijo Mackenzie. “?Es seguro?”, pregunt? Ellington, sin siquiera intentar ocultar el temblor del miedo en su voz. “Perfectamente seguro”, dijo el doctor, limpiando el exceso de gelatina del est?mago de Mackenzie. “Por supuesto, como con cualquier cirug?a, tenemos que mencionar que siempre hay un riesgo cuando alguien est? en la mesa, pero los partos por ces?rea son muy comunes. Personalmente he dirigido m?s de cincuenta. Y creo que su ginec?logo es la Dra. Reynolds. Ella es mayor que yo por un tiempo... no le digan que dije eso...y te garantizo que ella ha dirigido m?s que yo. Est?s en buenas manos. ?Reservo una habitaci?n?” “S?”, dijo Mackenzie. “Genial. Conseguir? una habitaci?n y me asegurar? de que la Dra. Reynolds sepa lo que est? pasando”. Mackenzie lo vio salir y luego mir? hacia abajo, hacia su vientre. Ellington se uni? a ella, con las manos entrelazadas sobre el hogar temporal de su hijo. “Eso da un poco de miedo, ?eh?”, pregunt? Ellington, bes?ndola en la mejilla. “Pero estaremos bien”. “Por supuesto que s?”, dijo con una sonrisa. “Piensa en nuestras vidas y en nuestra relaci?n. Casi tiene sentido que este chico venga a este mundo con un poco de drama”. Lo dec?a en serio, pero incluso entonces, en uno de sus momentos m?s vulnerables juntos, Mackenzie ocultaba m?s miedo del que quer?a dejar ver. *** Kevin Thomas Ellington naci? a las doce y veinte de la noche. Pesaba siete libras y seis onzas y, seg?n Ellington, ten?a la cabeza deforme y las mejillas sonrosadas de su padre. No era la experiencia de parto que Mackenzie hab?a estado esperando, pero cuando escuch? sus primeros gritos, al respirar por primera vez, no le import?. Podr?a haberle dado a luz en un ascensor o en un edificio abandonado. Estaba vivo, estaba aqu?, y eso era lo importante. Una vez que escuch? los llantos de Kevin, Mackenzie se permiti? calmarse. Estaba mareada y semi consciente por la anestesia del procedimiento de ces?rea y sent?a c?mo el sue?o tiraba de ella. Era ligeramente consciente de que Ellington estaba a su lado, con su gorra blanca de quir?fano y su bata azul. Le bes? la frente y no hizo ning?n esfuerzo por ocultar el hecho de que estaba llorando abiertamente. “Fuiste incre?ble”, dijo entre l?grimas. “Eres tan fuerte, Mac. Te amo”. Abri? la boca para devolver el sentimiento, pero no estaba completamente segura de haberlo dicho. Se alej? hacia los hermosos sonidos de su hijo que segu?a llorando. La siguiente hora de su vida fue una especie de felicidad fragmentada. Estaba anestesiada y a?n no sent?a nada cuando los m?dicos la cosieron de nuevo. Estaba completamente inconsciente mientras la trasladaban a una sala de recuperaci?n. Apenas se daba cuenta de que una serie de enfermeras la miraban, revisando sus signos vitales. Sin embargo, fue cuando una de las enfermeras entr? en la habitaci?n que Mackenzie comenz? a comprender mejor sus pensamientos. Alarg? la mano torpemente, tratando de agarrar la mano de la enfermera, pero fall?. “?Cu?nto tiempo?”, pregunt?. La enfermera sonri?, mostrando que hab?a estado en esta situaci?n muchas veces antes. “Has estado inconsciente unas dos horas. ?C?mo te sientes?”. “Como si necesitara sostener entre mis brazos al beb? que acaba de salir de m?”. Esto provoc? una risa de la enfermera. “Est? con tu marido. Los enviar? a los dos”. La enfermera se fue y mientras ella no estaba, los ojos de Mackenzie permanecieron en la entrada. Permanecieron all? hasta que Ellington entr? poco despu?s. Lleg? empujando una de los peque?os mois?s rodantes del hospital. La sonrisa en su cara no se parec?a a ninguna que ella hubiese visto de ?l antes. “?C?mo te sientes?”, pregunt? mientras aparcaba la cuna junto a su cama. “Como si me hubieran arrancado las entra?as”. “Y as? ha sido”, dijo Ellington frunciendo el ce?o juguetonamente. “Cuando me llevaron a la sala de operaciones, tus tripas estaban en unas cuantas cacerolas diferentes. Ahora te conozco por dentro y por fuera, Mac”. Sin que se lo pidieran, Ellington meti? las manos en el mois?s para sacar a su hijo. Lentamente, le entreg? a Kevin. Ella lo sostuvo contra su pecho y sinti? al instante como se expand?a su coraz?n su coraz?n. Una oleada de emoci?n pas? a trav?s de ella. No estaba segura de si alguna vez hab?a experimentado l?grimas de felicidad en toda su vida, pero llegaron cuando bes? a su hijo en la coronilla. “Creo que lo hicimos bien”, dijo Ellington. “Quiero decir, mi parte fue f?cil, pero ya sabes a qu? me refiero”. “S?”, dijo ella. Ella mir? a los ojos de su hijo por primera vez y sinti? lo que s?lo pod?a describir como una conexi?n emocional. Era la sensaci?n de que su vida hab?a cambiado para siempre. “Y s?, lo hicimos bien”. Ellington se sent? al borde de la cama. El movimiento hizo que le doliera el abdomen, por la cirug?a a la que se hab?a sometido hace poco m?s de dos horas. Pero no dijo nada. Estaba sentada entre los brazos de su marido con su hijo reci?n nacido en brazos, y no pod?a recordar ni un solo momento de su vida en el que hubiera sentido una felicidad tan absoluta. CAP?TULO DOS Mackenzie hab?a pasado los ?ltimos tres meses de su embarazo leyendo casi todos los libros sobre beb?s que pudo encontrar. No parec?a haber una respuesta inequ?voca en cuanto a qu? esperar las primeras semanas de regreso a casa con un reci?n nacido. Algunos dec?an que siempre y cuando hubieras dormido al mismo tiempo que el beb?, deber?as estar bien. Otros dec?an que durmieras cuando pudieras con la ayuda de un c?nyuge u otros miembros de la familia que estuvieran dispuestos a ayudar. Todo ello hab?a hecho que Mackenzie se convenciera de que el sue?o s?lo ser?a un precioso recuerdo del pasado una vez llevaran a Kevin a casa. Result? que eso fue lo correcto durante las primeras dos semanas m?s o menos. Despu?s del primer chequeo de Kevin, descubrieron que ten?a reflujo ?cido grave. Esto significaba que cada vez que com?a, ten?a que estar de pie durante quince o treinta minutos cada vez. Esto era bastante f?cil, pero se convert?a en algo agotador durante las ?ltimas horas de la noche. Fue durante este tiempo que Mackenzie comenz? a pensar en su madre. La segunda noche, despu?s de recibir instrucciones de sostener a Kevin de pie despu?s de comer, Mackenzie se pregunt? si su propia madre se hab?a enfrentado a algo as?. Mackenzie se preguntaba qu? clase de beb? hab?a sido. Probablemente le gustar?a ver a su nieto, pens? Mackenzie. Pero ese era un concepto aterrador. La idea de llamar a su madre s?lo para saludarla ya era bastante mala. Pero si le a?adimos un nieto sorpresa, lo har?a ca?tico. Sinti? a Kevin retorci?ndose contra ella, tratando de ponerse c?modo. Mackenzie revis? el reloj de cabecera y vio que lo hab?a tenido en posici?n vertical durante poco m?s de veinte minutos. Parec?a que se hab?a quedado dormido sobre su hombro, as? que se acerc? al mois?s y lo meti? dentro. Estaba envuelto en pa?ales y parec?a bastante c?modo, mientras ella le echaba un ?ltimo vistazo antes de volver a la cama. “Gracias”, dijo Ellington desde su lado, medio dormido. “Eres incre?ble”. “No tengo ganas de nada. Pero gracias”. Se acomod?, acomodando su cabeza sobre la almohada. Llevaba con los ojos cerrados unos cinco segundos cuando Kevin empez? a llorar de nuevo. Se levant? de la cama y dej? salir un peque?o gemido. Sin embargo, le preocupaba que pudiera convertirse en un ataque de llanto. Estaba cansada y, lo peor de todo, estaba experimentando sus primeros pensamientos t?xicos sobre su hijo. “?Otra vez?”, dijo Ellington, con voz cortante. Se puso en pie, casi tropezando fuera de la cama, y march? hacia el mois?s. “Ya voy yo”, dijo Mackenzie. “No....ya has estado con ?l cuatro veces. Y lo s?.... me despert? para todas y cada una de esas veces”. Ella no sab?a por qu? (probablemente la falta de sue?o, pens? ociosamente), pero este comentario la molest?. Pr?cticamente se tir? de la cama para adelant?rsele en consolar a su beb?. Golpe? su hombro contra Ellington un poco m?s fuerte de lo necesario para que pudiera considerarse una bromita. Cuando recogi? a Kevin, dijo: “Oh, lo siento. ?Te despert??”. “Mac, sabes a lo que me refiero”. “Lo s?. Pero Jes?s, podr?as estar ayudando m?s”. “Tengo que levantarme temprano ma?ana”, dijo. “No puedo quedarme dormido…” “Oh Dios, por favor, termina esa frase”. “No. Lo siento. Yo solo...” “Vuelve a la cama”, dijo Mackenzie. “Kevin y yo estamos bien”. “Mac...”. “C?llate. Vuelve a la cama y duerme”. “No puedo”. “?El beb? es demasiado ruidoso? ?Ve al sof?, entonces!”. “Mac, t?...”. “?Vete!”. Ahora estaba llorando, abrazando a Kevin mientras se acomodaba en la cama. Segu?a llorando, un poco dolorido por el reflujo. Ella sab?a que tendr?a que sostenerlo de nuevo en posici?n vertical y eso la hizo querer llorar a?n m?s. Pero hizo todo lo que pudo para contenerlo mientras Ellington sal?a furioso de la habitaci?n. Iba murmurando algo en voz baja y ella se alegr? de no poder o?rlo. Estaba buscando una excusa para explotar delante de ?l, para rega?arlo y, honestamente, para liberar parte de su frustraci?n. Se sent? contra la cabecera sosteniendo al peque?o Kevin lo m?s quieto y erguido posible, pregunt?ndose si su vida volver?a a ser la misma. *** De alguna manera, a pesar de las discusiones a altas horas de la noche y la falta de sue?o, su nueva familia tard? menos de una semana en acostumbrarse a la nueva rutina. Fueron precisas algunas pruebas fallidas para que Mackenzie y Ellington lo consiguieran, pero despu?s de esa primera semana de problemas de reflujo, todo pareci? ir bien. Cuando los medicamentos eliminaron lo peor del reflujo, fue m?s f?cil controlarlo. Kevin lloraba, Ellington lo sacaba de la cuna y le cambiaba el pa?al, y luego Mackenzie lo amamantaba. Dorm?a bien para ser un beb?, unas tres o cuatro horas seguidas durante las primeras semanas despu?s del reflujo, y no era muy quisquilloso para nada. Fue Kevin, sin embargo, quien empez? a abrir sus ojos sobre lo rotas que estaban las familias de las que ambos proven?an. La madre de Ellington vino dos d?as despu?s de que llegaran a casa y se qued? unas dos horas. Mackenzie fue lo m?nimamente educada, esperando hasta lo que pens? que ser?a el momento oportuno para un descanso. Se fue a su dormitorio a echarse una siesta mientras Kevin estaba ocupado con su padre y su abuela, pero no consigui? quedarse dormida. Hizo una lista de la conversaci?n entre Ellington y su madre, sorprendida de que pareciera haber alg?n intento de reconciliaci?n. La Sra. Nancy Ellington sali? del apartamento unas dos horas m?s tarde, e incluso a trav?s de la puerta del dormitorio, Mackenzie pudo sentir algo de la tensi?n que quedaba entre ellos. A pesar de todo, hab?a dejado un regalo para Kevin antes de marcharse y hasta hab?a preguntado por el padre de Ellington, un tema que casi siempre trataba de evitar. El padre de Ellington ni se molest? en venir a verles. Ellington le hizo una llamada por FaceTime y aunque charlaron durante una hora y hasta asomaron algunas l?grimas a los ojos de su padre, no hab?a planes inmediatos para que ?l viniera a ver a su nieto. Hab?a empezado su propia vida hace mucho tiempo, una nueva vida sin su familia original. Y as?, aparentemente, era como quer?a que continuaran las cosas. Claro que ?l hab?a tenido un abrumador gesto financiero el a?o pasado en lo que se refer?a a pagar por su boda (un regalo que finalmente hab?an declinado), pero que hab?a sido de ayuda desde la distancia. Actualmente viv?a en Londres con la Esposa N?mero Tres y aparentemente estaba inundado de trabajo. En cuanto a Mackenzie, aunque sus pensamientos finalmente se dirigieron a su madre y a su hermana, su ?nica familia superviviente, la idea de ponerse en contacto con ellas era espantosa. Sab?a d?nde viv?a su madre y, con un poco de ayuda de la oficina, supuso que incluso podr?a conseguir su n?mero. Stephanie, su hermana menor, probablemente ser?a un poco m?s dif?cil de localizar. Como Stephanie nunca se quedaba mucho tiempo en el mismo lugar, Mackenzie no ten?a idea de d?nde podr?a localizarla estos d?as. Tristemente, se daba cuenta de que eso le parec?a bien. Sin duda, pensaba que su madre merec?a ver a su primer nieto, pero eso significar?a abrir las cicatrices que hab?a cerrado hac?a poco m?s de un a?o cuando finalmente consigui? cerrar el caso del asesinato de su padre. Al cerrar ese caso, tambi?n hab?a cerrado la puerta a esa parte de su pasado, incluyendo la terrible relaci?n que siempre hab?a tenido con su madre. Era extra?o lo mucho que pensaba en su madre ahora que ten?a un hijo propio. Cada vez que abrazaba a Kevin, se recordaba a s? misma lo distante que hab?a estado su madre incluso antes del asesinato de su padre. Mackenzie se jur? a s? misma que Kevin siempre sabr?a que su madre lo amaba, que nunca dejar?a que nada, ni Ellington, ni el trabajo, ni sus propios problemas personales, interfiriera con eso. Era esto mismo lo que pululaba por su mente durante la duod?cima noche despu?s de traerse a Kevin a casa. Acababa de terminar de amamantar a Kevin para su alimentaci?n nocturna, que hab?a empezado a coincidir con el periodo entre la una y media y las dos de la madrugada. Ellington volv?a a la habitaci?n despu?s de haber colocado a Kevin en su cuna en la habitaci?n de al lado. En su d?a hab?a sido un despacho en el que hab?an almacenado todos los documentos y art?culos personales de la oficina, pero se hab?a convertido f?cilmente en la habitaci?n de su beb?. “?Por qu? sigues despierto?”, pregunt?, refunfu?ando en su almohada mientras se recostaba. “?Crees que seremos buenos padres?”, pregunt?. Levant? la cabeza so?oliento y se encogi? de hombros. “Creo que s?. Quiero decir, s? que lo ser?s. Pero yo... imagino que lo presionar? demasiado cuando empecemos con los deportes juveniles. Algo que mi padre nunca hizo por m? y que siempre sent? que me perd?”. “Hablo en serio” “Me lo imaginaba. ?Por qu? lo preguntas?”. “Porque nuestras propias familias son terribles. ?C?mo sabemos c?mo criar a un ni?o de la manera correcta si tenemos experiencias tan horribles para inspirarnos?”. “Me imagino que tomaremos nota de todo lo que nuestros padres hicieron mal y no haremos nada de eso”. Alarg? la mano en la oscuridad y la coloc? en su hombro, para tranquilizarla. Si era honesta, ella quer?a que la envolviera en sus brazos y le diera un revolc?n, pero a?n no estaba completamente curada de la cirug?a. Yacieron all?, el uno al lado del otro, igual de exhaustos como de emocionados por sus vidas, hasta que el sue?o se los llev? a ambos, el uno detr?s del otro. *** Una vez m?s, Mackenzie se encontraba caminando a trav?s de hileras de ma?z. Los tallos eran tan altos que no pod?a ver su parte superior. Las mazorcas de ma?z en s? mismas, como dientes amarillos viejos que se clavan a trav?s de enc?as podridas, se asomaban en medio de la noche. Cada mazorca med?a f?cilmente un metro de largo; el ma?z y los tallos en los que crec?an eran rid?culamente grandes, lo que la hac?a sentir como un insecto. En alg?n lugar m?s adelante, un beb? estaba llorando. No se trataba de cualquier beb?, sino de su beb?. Pod?a reconocer los tonos y el volumen de los lamentos del peque?o Kevin. Mackenzie se fue a trav?s de las hileras de ma?z. Le abofetearon, los tallos y las hojas le hac?an sangrar con demasiada facilidad. Cuando lleg? al final de la hilera en la que se encontraba, ten?a la cara cubierta de sangre. Pod?a saborearla en su boca y verla gotear desde su barbilla hasta su camisa. Al final de la hilera, se detuvo. Delante de ella hab?a tierra abierta, nada m?s que tierra, hierba muerta y el horizonte. Sin embargo, en medio de ella, hab?a una peque?a estructura que ella conoc?a bien. Era la casa en la que hab?a crecido. Era de donde proven?a el llanto. Mackenzie corri? hacia la casa, sus piernas se mov?an mientras el ma?z segu?a pegado a ella y tratando de arrastrarla de vuelta al campo. Corri? con m?s fuerza, d?ndose cuenta de que las costuras alrededor de su abdomen se hab?an abierto. Cuando lleg? al porche de la casa, la sangre de la herida corr?a por sus piernas y se acumulaba en los escalones del porche. La puerta principal estaba cerrada, pero todav?a pod?a o?r los lamentos. Su beb?, que estaba dentro, gritaba. Ella abri? la puerta y cedi? f?cilmente. Nada chillaba o rechinaba, la edad de la casa no era un factor. Antes de entrar, vio a Kevin. Sentada en medio de una sala de estar est?ril, la misma sala de estar en la que hab?a pasado tanto tiempo de ni?a, hab?a una sola mecedora. Su madre estaba sentada en ella, sosteniendo a Kevin y meci?ndolo suavemente. Su madre, Patricia White, la mir?, con aspecto mucho m?s juvenil que la ?ltima vez que Mackenzie la hab?a visto. Sonri? a Mackenzie, con ojos enrojecidos y de alguna manera desconocidos. “Lo hiciste bien, Mackenzie. ?Pero realmente pensaste que pod?as mantenerlo alejado de m?? ?Por qu? querr?as hacerlo? ?Tan mala fui? ?Lo fui?”. Mackenzie abri? la boca para decir algo, para exigir a su madre que le entregara el beb?. Pero cuando abri? la boca, todo lo que sali? fue seda de ma?z y tierra, cayendo de su boca al suelo. Mientras tanto, su madre sonre?a y agarraba a Kevin con fuerza, acarici?ndole el pecho. Mackenzie se sent? en la cama, y un grito sali? disparado desde detr?s de sus labios. “Jes?s, Mac... ?est?s bien?”. Ellington estaba de pie en la puerta del dormitorio. Llevaba una camiseta y un par de pantalones cortos de correr, una indicaci?n de que hab?a estado haciendo ejercicio en su peque?o espacio en el dormitorio de hu?spedes. “S?”, dijo ella. “Solo era una pesadilla. Una pesadilla muy mala”. Luego mir? el reloj y vio que eran casi las ocho de la ma?ana. De alguna manera, Ellington le hab?a permitido dormir hasta tarde; Kevin se hab?a estado despertando alrededor de las cinco o seis para su primera toma. “?A?n no se ha despertado?”, pregunt? Mackenzie. “No, s? que lo hizo. Us? una de las bolsas de tu leche congelada. S? que quer?as guardarlas, pero pens? que te dejar?a dormir hasta tarde”. “Eres incre?ble”, dijo ella, hundi?ndose de nuevo en la cama. “Y no lo olvides. Ahora vuelve a dormir. Te lo traer? cuando necesite que le cambies de nuevo. ?Te parece un trato justo?”. Ella hizo un sonido de regodeo mientras se dorm?a de nuevo. Por un momento, todav?a pod?a ver im?genes fantasmag?ricas de la pesadilla en su cabeza, pero las apart? con pensamientos de su amante esposo y de un beb? que se alegrar?a de verla cuando se despertara. *** Despu?s de un mes, Ellington volvi? a trabajar. El director McGrath hab?a prometido que no recibir?a casos intensos o prolongados mientras tuviera un beb? y una madre lactante en casa. M?s que eso, McGrath tambi?n fue bastante indulgente en t?rminos de horas. Hab?a algunos d?as en que Ellington se iba a las ocho de la ma?ana y regresaba a casa a las tres de la tarde. Cuando Ellington comenz? a trabajar, Mackenzie comenz? a sentirse como una madre. Echaba mucho de menos la ayuda de Ellington en esos primeros d?as, pero hab?a algo especial en estar a solas con Kevin. Lleg? a conocer su horario y sus peculiaridades un poco mejor. Y aunque la mayor?a de sus d?as implicaba sentarse en el sof? para curarse mientras se deleitaba con las series de Netflix, todav?a sent?a que la conexi?n entre ellos no hac?a sino crecer. Sin embargo, Mackenzie nunca hab?a sido de las que se quedaban sentadas sin hacer nada. Despu?s de una semana m?s o menos, se empez? a sentir culpable por sus atracones de Netflix. Utiliz? ese tiempo para empezar a leer historias de cr?menes de verdad. Utiliz? recursos de libros en l?nea, as? como podcasts, tratando de mantener su mente activa y de averiguar las respuestas a estos casos de la vida real antes de que la narraci?n llegara a su conclusi?n. Visit? al m?dico dos veces en esas primeras seis semanas para asegurarse de que la cicatriz de la ces?rea se estuviera curando adecuadamente. Aunque los m?dicos le dec?an lo r?pido que se estaba curando, segu?an enfatizando que un regreso a la normalidad tras tan poco tiempo podr?a causar consecuencias imprevistas. Le advirtieron que tuviera cuidado con algo tan com?n como agacharse para recoger algo del suelo que tuviera un peso significativo. Era la primera vez en su vida que Mackenzie se hab?a sentido realmente inv?lida. No le sentaba muy bien, pero ten?a que concentrarse en Kevin. Ten?a que mantenerlo feliz y saludable. Ten?a que acostumbrarlo a un horario y, como ella y Ellington hab?an planeado durante el embarazo, tambi?n ten?a que prepararse para separarse de ?l cuando llegara el momento de que ?l comenzara la guarder?a. Hab?an encontrado una guarder?a en su zona de buena reputaci?n y ya ten?an un lugar reservado. Mientras que la proveedora cuidaba a ni?os de tan s?lo dos meses de edad, Mackenzie y Ellington hab?an decidido no meterlo hasta los cinco o seis meses. El lugar que hab?an reservado se abr?a justo despu?s de que Kevin cumpliera los seis meses, d?ndole a Mackenzie suficiente tiempo para sentirse c?moda no s?lo con el propio desarrollo de Kevin, sino tambi?n para prepararse para la separaci?n. As? que no ten?a ning?n problema en esperar a curarse del todo, siempre y cuando tuviera a Kevin con ella. Aunque no le molestaba que Ellington volviera a trabajar, se encontraba deseando que ?l pudiera estar all? durante el d?a de vez en cuando. Se estaba perdiendo todas las sonrisas de Kevin, todos los peque?os y lindos gestos que estaba desarrollando, los sonidos de los eructos y la variedad de sonidos de los beb?s. A medida que Kevin comenz? a alcanzar hito tras hito, la idea de la guarder?a comenz? a crecer en su mente. Y con ello, la idea de volver al trabajo. Pensar en ello la excitaba, pero cuando miraba a los ojos de su hijo, no sab?a si pod?a vivir una vida llena de peligro, con un arma en la cadera y la incertidumbre en cada esquina. Parec?a casi irresponsable que ella y Ellington realizaran trabajos tan peligrosos. La perspectiva de volver a trabajar, en la oficina o en cualquier cosa remotamente peligrosa, se hac?a cada vez menos atractiva a medida que se acercaba m?s a su hijo. De hecho, para cuando el m?dico la autoriz? para que hiciera ejercicio ligero un poco antes de los tres meses, no estaba segura de si quer?a volver al FBI. CAP?TULO TRES Parque Nacional Grand Teton, Wyoming Bryce estaba sentado al borde de la pared de la roca, con sus pies colgando en el aire. El sol se estaba poniendo, lanzando una serie de dorados y naranjas brillantes que se tornaban rojos cuanto m?s se acercaba el horizonte. Se masaje? las manos y pens? en su padre. Su equipo de escalada estaba detr?s, guardado y listo para la siguiente aventura. Ten?a una caminata de una milla y media antes de regresar a su coche, haciendo en total unas seis millas que habr?a recorrido a pie, pero por ahora, ni siquiera estaba pensando en su coche. No estaba pensando en su coche, su casa, o en su nueva esposa. Su padre hab?a muerto hac?a un a?o y hab?an esparcido sus cenizas aqu?, justo al borde sur de Logan's View. Su padre hab?a muerto siete meses antes de que Bryce se casara y a s?lo una semana del que hubiera sido su cincuenta y un cumplea?os. Fue justo aqu?, en la cara sur de Logan's View, donde Bryce y su padre celebraron la primera escalada completa que Bryce hab?a hecho de la loma. Bryce sab?a que no se consideraba tan dif?cil de escalar, aunque ciertamente lo hab?a sido para un chaval de diecisiete a?os que, hasta ese momento de su vida, s?lo hab?a escalado rocas mucho m?s peque?as m?s all? del Parque Nacional Grand Teton. Honestamente, Bryce no entend?a lo que era tan especial en este lugar. No estaba seguro de por qu? su padre hab?a pedido que sus cenizas fueran enterradas en este lugar. Hab?a requerido que Bryce y su madre aparcaran en el aparcamiento de uso general a una milla y media de donde ahora estaba sentado, donde, hace poco menos de un a?o, hab?an esparcido las cenizas de su padre. Claro, el atardecer era bonito y todo eso, pero hab?a muchas vistas panor?micas a lo largo del parque. “Bueno, volv? a subir, pap?”, dijo Bryce. “He estado escalando aqu? y all?, pero nada tan brutal como lo que t? hiciste”. Bryce sonri? ante esta idea, pensando en la foto que le hab?an dado poco despu?s del funeral de su padre. Su padre hab?a probado a subir el Everest pero se hab?a roto el tobillo despu?s de s?lo un d?a y medio de escalada. Hab?a escalado glaciares en Alaska y numerosas formaciones rocosas sin nombre a lo largo de los desiertos americanos. El hombre era como una leyenda en la mente de Bryce y as? es como pretend?a mantenerlo en su memoria. Mir? hacia la puesta de sol, seguro de que a su padre le hubiera gustado. Aunque, honestamente, con todos los atardeceres que hab?a visto desde diferentes puntos de vista en sus a?os de escalada, este probablemente era uno m?s bien com?n. Bryce suspir?, notando que no le sal?an las l?grimas como de costumbre. Poco a poco, la vida comenzaba a resultar m?s natural sin su padre. Todav?a estaba de luto, claro, pero segu?a hacia delante. Se puso de pie y se gir? para recoger la mochila con su equipo de escalada. Entonces se detuvo brevemente, alarmado al ver a alguien que estaba justo detr?s de ?l. “Siento asustarte”, dijo el hombre que estaba a menos de un metro de ?l. ?C?mo diablos no lo o??, se pregunt? Bryce. Debe haberse movido muy silenciosamente... y a prop?sito. ?Por qu? estaba tratando de acercarse sigilosamente a m?? ?Para robarme? ?Para llevarse mi equipo? “No te apures”, dijo Bryce, eligiendo ignorar al hombre. Parec?a tener unos treinta y tantos a?os, con una fina cubierta de barba que le cubr?a el ment?n y una delgada media estilo gorro que le cubr?a la cabeza. “Bonita puesta de sol, ?eh?”, pregunt? el hombre. Bryce cogi? su bolsa, se la puso a la espalda y empez? a avanzar. “S?, claro que s?”, respondi?. Empez? a caminar junto al hombre, con la intenci?n de pasar de largo sin siquiera mirarlo. Pero el hombre se acerc? y bloque? su camino con el brazo. Cuando Bryce trat? de rodearlo, el hombre lo agarr? del brazo y lo empuj? hacia atr?s. Cuando volvi? a tropezar, Bryce fue muy consciente de todo el espacio abierto que estaba esperando a menos de cinco pies detr?s de ?l, cerca de unos cuatrocientos pies de espacio abierto, para ser exactos. Bryce hab?a dado un solo pu?etazo en su vida; hab?a sido en segundo grado, en el patio de recreo, cuando un idiota le hab?a contado un chiste tonto sobre “tu mam?”. Aun as?, Bryce se encontr? a s? mismo cerrando el pu?o en ese momento, totalmente preparado para luchar si ten?a que hacerlo. “?Cu?l es tu problema?”, pregunt? Bryce. “La gravedad”, dijo el hombre. Hizo un movimiento en ese instante, no un pu?etazo, sino m?s bien una acci?n de lanzamiento. Bryce lanz? una mu?eca hacia arriba para bloquearle, d?ndose cuenta de lo que hab?a en la mano del hombre justo cuando captaba el brillo dorado del reflejo de la puesta de sol en su superficie met?lica. Un martillo. Le golpe? la frente lo suficientemente fuerte como para hacer un sonido que, para Bryce, sonaba como algo que podr?a salir de una caricatura. Pero el dolor que sigui? no fue divertido ni c?mico en absoluto. Parpade?, absolutamente aturdido. Dio un solo paso hacia atr?s, mientras cada nervio de su cuerpo trataba de recordarle que hab?a una ca?da de cuatrocientos pies detr?s de ?l. Pero sus nervios estaban ralentizados, el ataque contundente en su frente le hab?a producido un dolor cegador en el cr?neo y ten?a una sensaci?n de adormecimiento en la espalda. Bryce se dobl?, cayendo de rodillas. Y ah? fue cuando el hombre extendi? la mano con el pie y le dio una patada a Bryce directamente en el centro del pecho. Bryce apenas sinti? el impacto. Su cabeza ard?a como el fuego. Pero la patada le hizo retroceder, y su costado golpe? el suelo con suficiente fuerza como para hacer que rebotara todav?a m?s. Sinti? que la gravedad se apoder? de ?l de inmediato, pero estaba confundido en cuanto a que era, exactamente, lo que hab?a sucedido. Su coraz?n se aceler? y su mente llena de dolor entr? en modo de p?nico. Trat? de respirar mientras sus m?sculos tiraban de ?l, agit?ndose en busca de cualquier tipo de asidero. Pero all? no hab?a nada. S?lo estaba el aire libre, el viento creado por su descenso pasando junto a sus o?dos y, segundos despu?s, la explosi?n m?s breve de dolor cuando golpe? la tierra de la planicie. En la ?nica respiraci?n que le quedaba dentro, vio el tinte rojo sobre el lateral de la pared que acababa de escalar, con su ?ltima puesta de sol escolt?ndole hacia el olvido. CAP?TULO CUATRO Lo que al principio se hab?a sentido como un para?so, enseguida comenz? a parecerle una especie de prisi?n. Aunque todav?a amaba a su hijo m?s de lo que pod?a explicar, Mackenzie se estaba volviendo loca. El paseo ocasional alrededor de la manzana ya no le resultaba suficiente. Cuando el m?dico le dio el visto bueno para que hiciera ejercicio ligero y empezara a acelerar el ritmo dentro de casa, al instante pens? en hacer footing o incluso en hacer pesas ligeras. Estaba baja de forma, quiz?s m?s de lo que hab?a estado en m?s de cinco a?os, y los abdominales de los que a menudo se enorgullec?a estaban enterrados bajo el tejido de la cicatriz y una capa de grasa con la que no estaba familiarizada. En uno de sus momentos m?s d?biles, comenz? a llorar incontrolablemente una noche al salir de la ducha. Como siempre marido obediente y cari?oso, Ellington hab?a venido corriendo al ba?o para encontrarla apoyada sobre el lavabo. “Mac, ?qu? pasa? ?Est?s bien?”. “No. Estoy llorando. No estoy bien. Y estoy llorando por una completa estupidez”. “?Como qu??”. “Como por el cuerpo que acabo de ver en el espejo”. “Ah, Mac....mira, ?recuerdas cuando hace unas semanas me dijiste que hab?as le?do que te pondr?as a llorar por cosas sin sentido? Bueno, creo que esta es una de ellas”. “Esa cicatriz de la ces?rea estar? ah? el resto de mi vida. Y el peso... no va a ser f?cil quit?rselo”. “?Y por qu? te molesta esto?”, pregunt?. No estaba tomando el enfoque del amor duro, pero tampoco la estaba mimando. Era un duro recordatorio de lo bien que la conoc?a. “No deber?a. Y honestamente, creo que el llanto se debe a otra cosa... solo necesit? un vistazo a mi cuerpo para sacarlo todo a flote”. “No hay nada de malo con tu cuerpo”. “Tienes que decir eso”. “No, no tengo que hacerlo”. “?C?mo puedes mirar esto y quererlo?”, pregunt?. ?l le sonri?. “Es bastante f?cil. Y mira... s? que el doctor te autoriz? para hacer ejercicio ligero. As? que, ya sabes... si me dejas hacer todo el trabajo...”. Con eso, volvi? a echar una mirada coqueta a trav?s de la puerta del ba?o y hacia el dormitorio. “?Qu? hay de Kevin?”. “Tomando su siesta de la tarde”, dijo. “Aunque probablemente se despertar? en un minuto o dos. Lo que pasa es que ya han pasado poco m?s de tres meses. As? que no espero que nada de lo que pase all? lleve mucho tiempo”. “Eres un idiota”. Ellington le respondi? con un beso que no solo la calm?, sino que tambi?n borr? instant?neamente la manera en que se hab?a estado sintiendo consigo misma. La bes? profunda y lentamente y Mackenzie pudo sentir los tres meses que llevaba guardados dentro de ?l. La llev? suavemente al dormitorio y, como ?l mismo hab?a sugerido, hizo todo el trabajo con cari?o y habilidad. Kevin se despert? a la hora perfecta, tres minutos despu?s de que terminaran. Cuando entraron juntos a su habitaci?n, Mackenzie le pellizc? el trasero. “Creo que eso fue algo m?s que simple ejercicio ligero”. “?Te sientes bien?”. “Me siento de maravilla”, dijo. “Tan de maravilla que creo que podr?a probar el gimnasio esta noche. ?Crees que puedes vigilar al hombrecito mientras yo salgo un rato?”. “Por supuesto. Pero no te pases”. Y eso fue todo lo que fue necesario para motivar a Mackenzie. Nunca hab?a hecho nada a medias. Eso inclu?a hacer ejercicio y, aparentemente, ser madre. Tal vez por eso, poco m?s de tres meses despu?s de traer a Kevin a casa, se sent?a culpable al salir por primera vez. Hab?a ido antes al supermercado y al m?dico, pero era la primera vez que sal?a sabiendo que iba a estar lejos de su beb? durante m?s de una hora. Lleg? al gimnasio justo despu?s de las ocho, as? que la mayor?a de la gente ya se hab?a ido. Era el mismo gimnasio que hab?a frecuentado al empezar en la oficina, antes de depender de las propias instalaciones del bureau. Le encantaba estar de vuelta aqu?, en una cinta para correr como cualquier otra persona en la ciudad, luchando con las anticuadas bandas de resistencia y haciendo ejercicio solo para estar activa. S?lo se las arregl? durante media hora antes de que le empezara a doler el abdomen. Tambi?n ten?a un calambre severo en su pierna derecha que intent? ejercitar, pero sin ?xito. Se tom? un descanso, prob? la cinta de correr de nuevo, y decidi? dejarlo para otro d?a. Ni siquiera intentes ser dura contigo mismo, pens?, pero era la voz de Ellington en su cabeza. Has hecho otro ser humano dentro de ti y luego te han cortado para sacarlo. No vas a volver a meterte en esto como Superwoman. Dale algo de tiempo. Hab?a empezado a sudar, y eso era suficiente para ella. Volvi? a casa, se duch? y amamant? a Kevin. Estaba tan contento que se qued? dormido mientras le chupaba la teta, algo que los m?dicos le hab?an desaconsejado. Sin embargo, ella lo permiti?, manteni?ndolo all? hasta que ella tambi?n se sinti? cansada. Cuando lo puso a dormir, Ellington estaba en la mesa de la cocina, trabajando en algunos temas de investigaci?n con el caso que ten?a entre manos. “?Est?s bien?”, le pregunt? mientras pasaba por la sala de estar. “S?. Creo que me pas? en el gimnasio. Me duele un poco. Y cansada, tambi?n”. “?Necesitas que haga algo?”. “No. ?Quiz?s por la ma?ana me puedas ayudar con un poco de ejercicio ligero otra vez?”. “Encantado de ayudarle, se?ora”, dijo con una sonrisa frente a la pantalla de su port?til. Ella tambi?n estaba sonriendo cuando se fue a la cama. Su vida se sent?a completa y ten?a calambres dolorosos en las piernas, la sensaci?n de que sus m?sculos empezaban a aprender para qu? hab?an sido utilizados. Se qued? dormida en un minuto, totalmente agotada. No ten?a ni idea de que volver?a a tener el sue?o del enorme campo de ma?z, de que su madre sostendr?a a su beb?. Y, de la misma manera, no ten?a ni idea de lo mucho que le afectar?a esta vez. *** Cuando la pesadilla la despert? esta vez, sali? un grito de su boca. Cuando se sent? sobre la cama, lo hizo con tanta fuerza que casi se cae del colch?n. Junto a ella, Ellington tambi?n se sent?, con un jadeo en la garganta. “Mackenzie... ?qu? pasa? ?Est?s bien?”. “Es solo una pesadilla. Eso es todo”. “Suena como si fuera terrible. ?Hay algo de lo que quieras hablar?”. Con el coraz?n todav?a martille?ndole en el pecho, se recost?. Por un momento, estuvo segura de que pod?a saborear la suciedad de la pesadilla que ten?a en la boca. “No en profundidad. Es solo que.... creo que necesito ver a mi madre. Necesito hacerle saber lo de Kevin”. “Eso es normal”, dijo Ellington, claramente desconcertado por la pesadilla y su efecto en ella. “Supongo que tiene sentido”. “Podemos hablar de ello m?s tarde”, dijo, sintiendo ya c?mo le llamaba el sue?o. Las im?genes de la pesadilla todav?a estaban all? con ella, pero ella sab?a que, si no se volv?a a dormir pronto, iba a ser una larga noche. Se despert? varias horas despu?s con el sonido de Kevin llorando. Ellington ya estaba empezando a levantarse de la cama, pero ella extendi? la mano y puso la suya sobre su pecho. “Ya voy yo”, dijo ella. Ellington no se resisti? mucho. Poco a poco estaban empezando a volver a un horario de sue?o relativamente normal, y ninguno de los dos estaba ansioso por ponerlo a prueba. Adem?s, ten?a una reuni?n por la ma?ana, algo sobre un nuevo caso en el que iba a ser el l?der de un equipo de vigilancia. Le hab?a contado todo durante la cena, pero Mackenzie hab?a estado demasiado perdida en sus propios pensamientos. ?ltimamente, su atenci?n hab?a estado de lo m?s dispersa y le resultaba dif?cil concentrarse, especialmente cuando Ellington hablaba de trabajo. Aunque lo echaba de menos y le ten?a cierta envidia, todav?a no pod?a ni so?ar con dejar a Kevin, por muy buena que fuera la guarder?a. Mackenzie entr? en la habitaci?n del beb? y lo sac? suavemente de la cuna. Kevin hab?a llegado al punto en el que pon?a fin a su llanto (mayormente) en el momento en que uno de sus padres acud?a a ?l. Sab?a que iba a conseguir lo que necesitaba y ya hab?a aprendido a confiar en sus propios instintos. Mackenzie le cambi? el pa?al y luego se sent? en la mecedora y lo acun?. Su mente se desvi? hacia sus padres. Obviamente, no recordaba c?mo la alimentaban cuando era beb?. Pero la mera idea de que su madre la hubiera amamantado en cierta ocasi?n era demasiado como para siquiera imaginarla. Sin embargo, ahora sab?a que la maternidad tra?a consigo un nuevo filtro a trav?s del cual ver el mundo. Tal vez el filtro de su propia madre hab?a sido sesgado, y tal vez incluso totalmente destruido cuando su marido hab?a sido asesinado. ?He sido demasiado dura con ella todo este tiempo?, se pregunt?. Mackenzie termin? de amamantar a Kevin, pensando largo y tendido en su futuro, no s?lo para las pr?ximas semanas, cuando su licencia de maternidad llegar?a a su fin, sino para los meses y a?os venideros y la mejor manera de gastarlos. CAP?TULO CINCO Finalmente, a Mackenzie le empezaba a quedar la ropa bien otra vez, y unos cuantos viajes repetidos al gimnasio la hicieron sentir que recuperar su f?sico de hace un a?o o m?s o menos no era tan dif?cil como ella pensaba. Estaba casi completamente curada de la cirug?a y estaba empezando a recordar c?mo hab?a sido su vida antes de haber prestado su cuerpo para el crecimiento y desarrollo de su hijo. A medida que la licencia de maternidad de Mackenzie se acercaba cada vez m?s a su fin, empez? a comprender que iba a ser m?s dif?cil volver a trabajar de lo que hab?a pensado. No obstante, incluso antes de eso, hab?a que lidiar con la cuesti?n de su madre. Hab?a surgido aqu? y all? en conversaciones con Ellington desde la ?ltima vez que tuvo la pesadilla, pero se hab?a asegurado de no comprometerse a nada. Despu?s de todo, no era normal que tuviera un fuerte deseo de ver a su madre. Por lo general, evitaba a toda costa cualquier interacci?n con ella o incluso conversaciones sobre ella. Pero ahora, cuando s?lo le quedaban ocho d?as de su licencia de maternidad, ten?a que tomar una decisi?n. Hab?a utilizado a Kevin como excusa principal para no hacer el viaje, pero ahora ya llevaba en la guarder?a una semana y parec?a que le iba bastante bien con el ajuste. Adem?s, en su coraz?n, ya hab?a tomado su decisi?n. Estaba sentada en la barra entre la cocina y la sala de estar, segura de que iba a ir. Sin embargo, en realidad, apretar el gatillo y decidirse a hacer el viaje era muy diferente a aceptar la idea de ello. “?Puedo preguntarte algo que podr?a sonar como una pregunta tonta?”, pregunt? Ellington. “Siempre”. “?Qu? es lo peor que podr?a pasar? Vas all?, es inc?modo y no logras nada. Vuelves aqu? con tu feliz beb? y tu sexy marido y la vida vuelve a la normalidad”. “Tal vez tengo miedo de que todo salga bien”, dijo Mackenzie. “Ah, no estoy muy seguro de entender eso”. “?Qu? pasa si va bien y ella quiere ser parte de mi vida, de nuestras vidas?”. Kevin estaba sentado en su silla de gorila, mirando fijamente al peque?o m?vil de criaturas acu?ticas que se encontraba en la parte delantera de la silla. Mackenzie lo mir? al hacer ese ?ltimo comentario, haciendo todo lo que pod?a por no pensar en esa imagen de su madre de las pesadillas, sentada en esa maldita mecedora. “?Estar?as bien t? aqu? con Kevin, solo?”, pregunt? ella. “Creo que puedo manejarlo. Podemos tener algo de tiempo libre”. Mackenzie sonri?. Trat? de imaginarse a Ellington como lo hab?a conocido originalmente hac?a casi dos a?os y medio, pero era dif?cil. Hab?a madurado m?s all? de todas las expectativas, pero al mismo tiempo hab?a conseguido ser m?s vulnerable con ella. No hab?a manera de que hubiera mostrado un lado tan cari?oso o guas?n de s? mismo cuando se hab?an conocido por primera vez. “Entonces voy a hacerlo. Dos d?as, eso es todo, y eso es s?lo para no estar viajando constantemente”. “Muy bien. Reserva una habitaci?n de motel. Una buena, con un jacuzzi en la habitaci?n. Duerme hasta tarde. Despu?s de seis meses de aprender a ser madre y de ajustar constantemente los horarios de sue?o, creo que te lo has ganado”. Sus ?nimos eran genuinos y aunque ?l no hab?a dicho tanto, ella estaba bastante segura de que sab?a por qu?. B?sicamente, hab?a renunciado a cualquier tipo de escena de abuelos normal por su parte de la familia. Tal vez si pudiera arreglar algunas cosas con su madre, Kevin podr?a tener alg?n tipo de abuela normal. Ella quer?a preguntarle sobre esto, pero decidi? no hacerlo. Tal vez despu?s de que ella regresara y supiera si el viaje hab?a sido un fracaso o no. Tom? su ordenador port?til, se sent? en el sof? y se conect? a Internet para comprar su billete. Cuando termin? de llenar todo y dio el ?ltimo clic del rat?n, sinti? como si el peso del mundo se le hubiera quitado de encima de los hombros. Cerr? la parte superior del port?til y suspir?. Entonces mir? a Kevin, todav?a en su asiento de gorila, y le lanz? una sonrisa resplandeciente, asomando su nariz hacia ?l. Fue recompensada con una lenta sonrisa de amanecer. “De acuerdo”, dijo ella, mirando hacia Ellington. Todav?a estaba en la cocina, limpiando la cena. “Ya compr? el billete. Mi vuelo sale ma?ana por la ma?ana a las once y media. ?Est?s bien para recoger al hombrecito de la guarder?a?”. “Claro. Y eso dar? comienzo a dos d?as de libertinaje absoluto impulsado por la mano masculina. Me temo que ninguno de los dos volver? a ser el mismo”. Mackenzie sab?a que ?l estaba haciendo todo lo posible para mantener su pensamiento positivo. Hasta cierto punto estaba ayudando, pero su mente ya estaba en otra cosa: un ?ltimo recado que quer?a hacer antes de salir de DC. “Sabes”, dijo ella, “si te parece bien, podr?as dejarlo en la guarder?a t? tambi?n. Creo que necesito hablar con McGrath”. “?Por fin tomaste una decisi?n sobre eso, tambi?n?”. “No lo s?. Quiero regresar. No s? qu? m?s har?a con mi vida, de verdad. Pero... ser madre... quiero darle a Kevin lo que nunca tuve en lo que se refiere a unos padres, ?sabes? Y los dos trabajando como agentes del FBI... ?qu? clase de vida ser?a esa para ?l?”. “Todo esto es de lo m?s pesado”, dijo. “S? que hemos hablado de ello varias veces, pero no creo que sea una decisi?n que tengas que tomar ahora mismo. Creo que tienes raz?n; h?blalo con McGrath. Nunca se sabe lo que ese hombre est? pensando. Tal vez haya formas de evitarlo. Tal vez... no s?... ?tal vez un papel diferente?”. “?Quieres decir como si ya no fuera una agente?”. Ellington se encogi? de hombros y se acerc? para sentarse a su lado. “Por eso siento que puedo entender por lo que est?s pasando”, dijo, tomando su mano. “Literalmente no te veo siendo otra cosa que una agente”. Mackenzie le sonri?, esperando que supiera lo bien que se le daba saber exactamente qu? decir. Era el impulso preciso que necesitaba para levantar el tel?fono y hacer una llamada a McGrath fuera de horas de oficina. No lo hab?a hecho mucho en su carrera, y nunca cuando no se trataba de un caso, pero de repente sinti? la urgencia de hacerlo. Y se hizo m?s fuerte cuando escuch? que el tel?fono empezaba a sonar en su o?do. *** Esperaba que McGrath se irritara al encontrarse con ella a una hora tan temprana. Pero cuando encontr? la puerta de su oficina ya abierta a las ocho en punto, McGrath ya estaba apostado detr?s de su escritorio. Ten?a una taza de caf? en las manos mientras repasaba una peque?a pila de informes. Cuando ?l la mir? al entrar, la sonrisa que hab?a en su cara parec?a genuina. “Agente White, me alegro mucho de verte”, dijo. “Igualmente”, dijo ella, sent?ndose al lado opuesto de su escritorio. “Se te ve descansada. ?Por fin se ha metido el beb? en un horario de sue?o normal?”. “Bastante normal”, dijo. Ya se sent?a inc?moda. McGrath no era uno de los que t?picamente se dedicaba a la ch?chara. La idea de que ?l estuviera realmente contento de verla de vuelta en el edificio cruz? su mente y la hizo sentir casi culpable por la raz?n que hab?a detr?s de su reuni?n. “De acuerdo, as? que t? me pediste esta reuni?n, y tienes media hora antes de la pr?xima”, dijo. “?Qu? pasa?”. “Bueno, mi permiso de maternidad termina el pr?ximo lunes. Y si soy sincera, no s? si estoy lista para volver”. “?Es por algo f?sico?”, pregunt?. “S? que la curaci?n de una ces?rea puede ser agotadora y llevar mucho tiempo”. “No, no es eso. Los doctores b?sicamente me han dado el visto bueno para casi todo. Si te soy sincera, me siento devastada por lo que tengo que hacer”. Estaba alarmada al sentir el ardor de las l?grimas asomando a las esquinas de sus ojos. Aparentemente, McGrath tambi?n las vio, y lo sinti? por ella. Hizo lo mejor que pudo para parecer casual mientras se inclinaba hacia delante y hablaba, mirando hacia otro lado para darle la dignidad de enjugarse las l?grimas antes de que se le escaparan. “Agente White, he estado en el FBI casi treinta a?os. En mi tiempo aqu?, he visto a innumerables agentes femeninas casarse y tener hijos. Algunas de ellos dejaron la oficina o, al menos, asumieron un papel con menos riesgos. No puedo sentarme aqu? y decirte que entiendo por lo que est?s pasando porque eso ser?a una mentira, pero lo he visto. A veces sucedi? con agentes con las que nunca hubiera esperado tener que alejarme. ?Aqu? es donde quieres llegar?”. Ella asinti?. “Quiero volver. Lo echo en falta... m?s de lo que puedo admitir, en realidad. Honestamente, ni siquiera s? lo que estoy pidiendo. ?Quiz?s unas semanas m?s? S? que eso es pedir privilegios especiales o lo que sea, pero no puedo tomar esta decisi?n ahora mismo”. “Lo mejor que puedo hacer es darte otra semana. Si la quieres. O puedes volver y te puedo asignar un trabajo de escritorio. Investigaci?n, n?meros, vigilancia m?vil, algo as?. ?Te interesar?a eso?”. Honestamente, nada de eso le interesaba. Pero al menos era algo. All? ten?a a McGrath d?ndole la prueba que necesitaba para saber que ten?a opciones disponibles. “Tal vez lo har?a”, dijo ella. “Bueno, t?mate el fin de semana para pensarlo. Tal vez vete a alg?n lado a poner orden en tus pensamientos”. “Oh, voy a alg?n lado, no lo dudes. De vuelta a Nebraska para una visita”. No estaba segura de por qu? le hab?a dicho eso. Se pregunt? si McGrath siempre hab?a sido tan tratable o si tal vez ten?a alg?n tipo de aura m?s suave a su alrededor, lo que lo hac?a m?s accesible. Era extra?o. S?lo hab?a estado de baja tres meses y de repente McGrath parec?a una persona diferente, m?s cari?osa, m?s amistosa. “Me alegro de o?rlo. ?Dejas a Ellington solo con el beb?? ?No es eso un poco valiente?”. “No lo s?”, dijo con una sonrisa. “Parece que lo est? deseando”. McGrath asinti? educadamente, pero estaba claro que su mente estaba en otra parte. “White... ?pediste esta reuni?n para pedirme consejo? ?O s?lo para saber c?mo reaccionar?a si me dec?as que estabas pensando en irte?” Mackenzie solo se encogi? de hombros mientras respond?a: “Tal vez un poco de ambos”. “Bueno, puedo decir sin lugar a dudas que preferir?a que te quedaras. Tu historial habla por s? mismo y, por mucho que odie admitirlo, tus instintos son casi sobrenaturales. Nunca he visto nada parecido en todos mis a?os en el FBI. Creo que ser?a un absoluto desperdicio que dejaras tu carrera atr?s a una edad tan temprana. Por otro lado, he criado dos hijos, un ni?o y una ni?a. Ambos son adultos hoy en d?a, pero criarlos fue una de las experiencias m?s agradables y gratificantes de mi vida”. “No ten?a ni idea de que ten?as hijos”, dijo ella. “Tiendo a no hablar demasiado de mi vida personal mientras estoy en el trabajo. Pero en un caso como este, con algo tan valioso como tu carrera en juego, no me importa echarle un vistazo entre bastidores”. “Te lo agradezco”. “As? que... ve y disfruta de tu fin de semana en casa. ?Quieres que nos volvamos a ver el lunes para ver qu? viene despu?s?”. “Eso suena bien”, dijo ella, aunque el lunes parec?a estar muy lejano. Para cuando se levant? de la silla, supo que su siguiente parada era el aeropuerto. Y despu?s de eso, volver?a a Nebraska. Cuando regres? al edificio del FBI, se sinti? como si se estuviera tendi?ndose una trampa. Para la mayor?a de la gente, los fantasmas de su pasado tend?an a perseguirlos. Sin embargo, mientras se preparaba para regresar a Nebraska y reunirse all? con su madre, Mackenzie sinti? que no solo estaba despertando a esos fantasmas, sino que tambi?n les estaba dando una amplia oportunidad de prepararse para su acoso. CAP?TULO SEIS Era la una y cuarto del mediod?a en Nebraska cuando su avi?n aterriz? en Lincoln. Se hab?a pasado la mayor parte del vuelo tratando de planear c?mo ir?a el viaje, pero hasta que no oy? c?mo chirriaban las ruedas en la pista de aterrizaje, no decidi? que todo lo que ten?a que hacer era dejarse de pamplinas y terminar con esto. Todav?a pod?a disfrutar de esa noche a solas en una lujosa habitaci?n de hotel, que ya hab?a reservado. Y podr?a hacerlo despu?s de acabar con la parte m?s dif?cil del camino. Hab?a usado los recursos de la oficina de una manera un tanto superficial para averiguar que su madre segu?a trabajando en la misma posici?n en la que estaba cuando se cruzaron por ?ltima vez hace poco m?s de un a?o. Todav?a formaba parte del equipo de limpieza de un Holiday Inn ubicado en el peque?o pueblo de Boone's Mill. Y afortunadamente, Boone's Mill estaba a dos horas de Belton, el peque?o pueblo donde hab?a crecido, ahora ya una ciudad, que planeaba visitar antes de regresar a casa. Un impulso distinto la espole? mientras se dirig?a hacia la estaci?n de alquiler de coches en el aeropuerto veinte minutos m?s tarde. Sab?a que a media hora de este mismo aeropuerto estaba el edificio donde hab?a comenzado su carrera como detective. Pens? en el hombre con el que hab?a trabajado durante casi tres a?os antes de que el FBI la cortejara, un hombre llamado Walter Porter que, en alguna parte por detr?s de su tedio ante la idea de tener que trabajar con una mujer y su arraigado sexismo, le hab?a ense?ado mucho sobre lo que se necesitaba para hacer cumplir la ley con eficacia. Se preguntaba qu? estar?a tramando. Probablemente ya estar?a retirado, pero el hecho de estar de vuelta aqu?, tan cerca de la estaci?n, hizo que Mackenzie pensara en ponerse al d?a. Una costra a la vez, se dijo a s? misma mientras recog?a las llaves que le dio una mujer gru?ona detr?s del mostrador. Una vez sali? a la carretera, Mackenzie sac? el n?mero del Holiday Inn de su madre, para asegurarse de que estaba trabajando en ese momento. Result? que su turno terminaba en media hora, lo que significaba que a Mackenzie le faltaba una hora para poder encontrarse con su madre en el hotel. Sin embargo, eso no era una gran preocupaci?n, ya que Mackenzie tambi?n ten?a la direcci?n de la casa de su madre. Se sorprendi? al descubrir que el terreno plano y la atm?sfera familiar de Nebraska la calmaban significativamente. No hab?a ansiedad ni miedo en reunirse con su madre. En todo caso, la tierra abierta y el cielo hicieron que extra?ara a Kevin. Cuando se dio cuenta de que no hab?a estado lejos de ?l durante tanto tiempo, su coraz?n se hundi? en su pecho. Por un momento, le cost? respirar. Pero luego pens? en Ellington y Kevin, juntos en el apartamento cuando el d?a tocara a su fin. Ellington era un padre sobresaliente, de maneras que todav?a la sorprend?an a diario. Empez? a entender que quiz?s Ellington necesitaba este tiempo a solas con su hijo tanto como ella necesitaba este tiempo para aventurarse de nuevo hacia su pasado y tratar de arreglar las cosas con su madre. Si estas son las emociones por las que pasan todos los padres, pens?, tal vez haya sido demasiado dura mi madre. De todos los pensamientos que hab?an estado rodando por su cabeza desde que se subi? al avi?n en D.C., este fue el que le hizo llorar. Sab?a que su padre hab?a tratado con algunos de sus propios demonios, aunque la naturaleza de los mismos hubiera sido vaga en el mejor de los casos, ya que su madre nunca lo hab?a criticado delante de ella o de Stephanie. Mackenzie trat? de aplicar eso al hecho de que su madre se hubiera quedado viuda, con dos hijas que criar. Era muy posible (y esto era algo que Mackenzie hab?a considerado con anterioridad) que ella mantuviera una opini?n tan elevada de su padre porque ?l hab?a muerto cuando ella era joven. De joven, no ten?a motivos para dudar de ?l ni para verlo como otra cosa que no fuera su propio h?roe personal. Pero, ?qu? hay de la madre que hab?a intentado criar a dos ni?as, fracasando en ?ltima instancia, para recibir luego el desprecio no solo de la mayor parte de la comunidad, sino tambi?n de una de sus propias hijas? Mackenzie logr? sonre?r a trav?s de las l?grimas mientras se las secaba. Se preguntaba si estos pensamientos se estaban volviendo tan claros de repente porque ahora ella tambi?n era madre. Hab?a o?do que las mujeres cambiaban muchas facetas de sus actitudes cuando ten?an un hijo, pero nunca lo hab?an considerado realmente. Pero aqu? estaba ella, prueba viviente de esa teor?a, mientras sent?a que su coraz?n comenzaba a ablandarse por una mujer a la que esencialmente hab?a demonizado durante la mayor parte de su vida. Nebraska pasaba junto al coche, llevando a Mackenzie de vuelta a su pasado. Y por primera vez desde que dej? el estado, se encontr? casi ansiosa por volver a ese pasado y dejar que las cartas cayeran donde tuvieran que hacerlo. *** Patricia White viv?a en un apartamento de dos dormitorios a seis millas del Holiday Inn donde trabajaba. Estaba ubicado en un peque?o complejo que no estaba muy deteriorado, pero que necesitaba un poco de mantenimiento y atenci?n. Mackenzie ten?a su tel?fono en la mano, con su direcci?n y el n?mero de su apartamento en la pantalla por cortes?a de alg?n turbio uso de recursos de la oficina. Cuando se acerc? al apartamento de su madre en el segundo piso, no dud? en llegar a la puerta ni sus pensamientos se congelaron como se estaba esperando. Golpe? la puerta de inmediato, haciendo todo lo posible para no pensar demasiado en ello. La ?nica pregunta real era c?mo iniciar la conversaci?n... c?mo adentrarse en el agua en lugar de saltar y patalear sin saber lo que hac?a. Escuch? pasos que se acercaban despu?s de unos momentos. Cuando la puerta se abri? y vio la mirada de sorpresa en la cara de su madre, entonces fue cuando Mackenzie se qued? helada. No estaba segura de cu?ndo hab?a visto sonre?r a su madre por ?ltima vez, as? que la sonrisa que se extendi? por su cara hizo que Mackenzie se sintiera como si estuviera mirando a una mujer diferente. “Mackenzie”, dijo su madre, con voz d?bil y excitada. “Dios m?o, ?qu? haces aqu??”. “Tom? unos d?as libres y pens? en venir a saludar. Eso no era del todo mentira, as? que le pareci? bien por el momento. “?Y no me llamas antes?”. Mackenzie se encogi? de hombros. “Lo pens?, pero tambi?n sab?a c?mo iba a ir. Adem?s... s?lo necesitaba alejarme por un tiempo”. “?Est?s bien?”. Parec?a genuinamente preocupada. “Estoy bien, mam?”. “Bueno, pasa, pasa. El lugar es un desastre, pero con suerte podr?s pasarlo por alto”. Makenzie entr? y vio que el lugar no era un desastre en absoluto. De hecho, estaba bastante ordenado. Su madre hab?a decorado m?nimamente, lo que le facilitaba a Mackenzie ver la vieja foto que ten?a de Stephanie y ella sentadas en la mesita junto al sof?. “?C?mo has estado, mam??”. “Bien. Muy bien, en realidad. He estado ahorrando algo de dinero aqu? y all?, as? que pude acabar de pagar la deuda. Consegu? un ascenso en el trabajo... todav?a no es mucho para un trabajo, pero el dinero es mejor y dirijo a unas cuantas mujeres en el equipo. ?Qu? hay de ti?”. Mackenzie se sent? en el sof?, esperando que su madre hiciera lo mismo. Se sinti? agradecida cuando lo hizo. Nunca le hab?a gustado eso de decir que tal vez quieras sentarte para esto porque le parec?a demasiado dram?tico. “Bueno, tengo algunas noticias”, dijo ella. Comenz? el lento proceso de abrir su carpeta de Fotos en el tel?fono y se desplaz? en busca de una foto en particular. “Sabes que Ellington y yo nos casamos, ?verdad?”. “S?, lo s?. Es curioso que a?n lo llames por su apellido. ?Es como una cosa de trabajo?” Mackenzie no pudo evitar re?rse. “S?, creo que s?. ?Est?s enfadada porque te perdiste la boda?”. “Oh Dios no. Odio las bodas. Esa podr?a ser la decisi?n m?s inteligente que hayas tomado”. “Gracias”, dijo ella. Sus nervios burbujeaban como lava cuando las siguientes palabras salieron de su boca. “Mira, vine aqu? porque tengo algo m?s que compartir contigo”. Al decir eso, le ofreci? su tel?fono. Su madre lo tom? y mir? la foto de Kevin en su peque?a manta de hospital, con solo dos d?as, justo antes de salir del hospital. “?Este es...?”, pregunt? Patricia. “Ya eres abuela, mam?”. Las l?grimas fueron instant?neas. Patricia dej? caer el tel?fono al sof? y se puso las manos sobre la boca. “Mackenzie... es precioso”. “S? que lo es”. “?Cu?ntos a?os tiene? Te veo demasiado bien para haberlo tenido hace poco”. “Poco m?s de tres meses”, dijo Mackenzie. Entonces volvi? la vista hacia otro lado, para alejarse de la leve punzada de dolor que cruz? el rostro de su madre. “Lo s?. Lo siento mucho. Quise llamarte antes, para que lo supieras. Pero despu?s de la ?ltima vez que hablamos... Mam?, ni siquiera sab?a si querr?as saberlo”. “Lo entiendo”, dijo de inmediato. “Y significa mucho para m? que hayas venido a dec?rmelo en persona”. “?No est?s molesta?”. “Dios, no. Mackenzie... podr?as no hab?rmelo dicho jam?s. No habr?a notado la diferencia. Creo que estaba totalmente preparada para no volver a verte nunca m?s y... y yo...” “Est? bien, mam?”. Quer?a acercarse a ella, tomar su mano o abrazarla. Pero ella sab?a que cualquier cosa as? resultar?a forzada y extra?a para ambas. “Me compr? una licuadora nueva la semana pasada”, dijo su madre, de repente. “Um... est? bien”. “?Bebes margaritas?”. Mackenzie sonri? y asinti?. “Dios, s?. No he tomado un trago en un a?o”. “?Est?s d?ndole el pecho? ?Puedes beber?”. “Lo estoy haciendo, pero ya tenemos suficiente en el congelador”. Su madre puso cara de confusi?n, pero luego se ech? a re?r. “Lo siento, pero todo esto es tan surrealista... tener un beb?, almacenar leche materna...”. “Es que es surrealista”, asinti? Mackenzie. “Y tambi?n lo es estar aqu?. As? que.... ?c?mo vamos con esos margaritas?”. *** “Fue tu ?ltima visita aqu? la que lo fastidi? todo”, dijo Patricia. Estaban sentadas en el sof?, cada una sosteniendo un margarita. Se sentaron en extremos opuestos, dejando claro que todav?a no estaban lo suficientemente c?modas con la situaci?n. “?Qu? hay de esa visita?”, pregunt? Mackenzie. “No es que fuera una grosera ni nada, pero vi lo bien que te estaban yendo las cosas. Y me dije a m? misma, ella sali? de m?. S? que no fui una gran madre... en absoluto. Pero estoy orgullosa de ti, aunque no tuve mucho que ver con la forma en que saliste. Me hizo sentir que yo tambi?n pod?a hacer algo de m? misma”. “Es que puedes”. “Lo estoy intentando”, dijo ella. “Cincuenta y dos a?os y finalmente sin deudas. Por supuesto, trabajar en un hotel no es la mejor de las carreras...”. “S?, pero ?eres feliz?”, pregunt? Mackenzie. “Lo soy. M?s ahora que has venido de visita. y me est?s contando estas maravillosas noticias”. “Desde que cerr? el caso de pap?... no lo s?. Si soy sincera, creo que trat? de sacarme de la cabeza cualquier idea de ti. Pens? que, si pod?a poner lo que le pas? a pap? en el pasado, tambi?n podr?a ponerte a ti. Y yo estaba totalmente dispuesta a hacerlo. Pero entonces lleg? Kevin y Ellington y yo nos dimos cuenta de que en realidad no le est?bamos dando a nuestro beb? mucha familia adem?s de nosotros dos. Queremos que Kevin tenga abuelos, ?sabes?”. “Y tambi?n tiene una t?a”, dijo Patricia. “Lo s?. ?D?nde est? Stephanie?”. “Por fin se decidi? a mudarse a Los ?ngeles. Ni siquiera s? lo que est? haciendo, y me da miedo preguntar. No he hablado con ella en dos meses”. Escuchar esto pic? un poco a Mackenzie. Ella siempre hab?a sabido que Stephanie era algo as? como una bala perdida cuando se trataba de cualquier tipo de estabilidad en la vida. Pero aun as?, pocas veces se hab?a detenido a pensar que Stephanie era otra hija que hab?a elegido vivir una vida mayormente separada de su madre. Sentada en el sof?, con margarita en la mano, fue la primera vez que Mackenzie se molest? en preguntarse c?mo ser?a para una madre saber que sus dos hijas hab?an decidido que sus vidas ser?an mejores sin que ella participara en ellas. “Me parece que debo decirte que lo siento”, dijo Mackenzie. “S? que te alej? despu?s del funeral de pap?. S?lo ten?a diez a?os, as? que tal vez no sab?a que eso era lo que estaba haciendo, pero... s?. Segu? haci?ndolo el resto de mi vida. Y la cuesti?n es, mam?... que quiero que Kevin tenga una abuela. De verdad que s?. Y espero que quieras hacer lo necesario para que lo consigamos hacer juntas”. Patricia estaba anegada de nuevo por las l?grimas. Se inclin? y cruz? el sof?, cerrando la distancia entre ellas, y le dio un abrazo a su hija. “Yo tampoco estuve all?”, dijo Patricia. “Podr?a haber llamado o hecho alg?n tipo de esfuerzo. Pero cuando me di cuenta de que te hab?as ido, incluso de ni?a, lo dej? pasar. Casi me sent? aliviada. Y espero que puedas perdonarme por eso”. “Y puedo. ?Puedes perdonarme por alejarte de m??”. “Ya lo he hecho”, dijo Patricia, rompiendo el abrazo y bebiendo de su margarita para detener el flujo de l?grimas. Mackenzie pod?a sentir sus propias l?grimas, y no estaba preparada para estar tan vulnerable frente a su madre. Se puso de pie, aclar? su garganta y bebi? el resto de su bebida. “Salgamos de aqu?”, dijo ella. “Vamos a cenar a alg?n sitio. Invito yo”. Una mirada de incredulidad cruz? el rostro de Patricia White, la cual fue lentamente disuelta por una sonrisa. Mackenzie no recordaba haber visto a su madre sonre?r de esa manera; era como ver a una persona diferente. Y tal vez fuera una persona diferente. Si le daba una oportunidad a su madre, quiz?s se dar?a cuenta de que la mujer a la que hab?a rechazado durante tanto tiempo no era el monstruo que se hab?a convencido a s? misma que era. Despu?s de todo, Mackenzie era definitivamente una persona diferente de lo que hab?a sido a los diez a?os. Demonios, ella era una persona diferente a la que hab?a sido hace poco m?s de un a?o cuando hab?a hablado por ?ltima vez con su madre. Si tener un beb? le hab?a ense?ado algo a Mackenzie, era que la vida pod?a cambiar muy r?pidamente. Y si la vida misma podr?a cambiar tan r?pidamente, ?por qu? no la gente? CAP?TULO SIETE Mackenzie se despert? a la ma?ana siguiente con una ligera resaca. Reconectar con su madre durante la cena hab?a sido agradable, al igual que los pocos tragos que se hab?an tomado despu?s. Mackenzie hab?a llegado a su habitaci?n de hotel, ese lujoso que ella y Ellington hab?an acordado, y se hab?a metido en el jacuzzi con una botella de vino que hab?a pedido al servicio de habitaciones. Sab?a que los dos vasos adicionales que se hab?a tomado mientras se relajaba en la ba?era podr?an ser demasiado, pero pens? que se lo merec?a despu?s de haber gestado a un ser humano en su vientre y haber tenido que renunciar al alcohol todo ese tiempo, por no mencionar el tiempo adicional sin beber mientras estaba amamantando y bombeando leche de manera activa. El ligero dolor de cabeza que ten?a al levantarse de la cama y empezar a vestirse era un peque?o precio que pagar. Hab?a sido agradable estar sola despu?s de empezar a arreglar las cosas con su madre. Se hab?an puesto al d?a, hab?an compartido algunas historias y algunos sufrimientos y despu?s hab?an dado por terminada la noche. Con planes de reconectar en una semana m?s o menos, despu?s de que Mackenzie regresara a casa y decidiera qu? hacer con su trabajo, s?lo hab?a una cosa m?s en la lista de cosas por hacer que ten?a Mackenzie para su visita a Nebraska. Se sent?a como si hubiera cerrado un c?rculo, viajando sola, reuni?ndose con su madre, disfrutando de los amplios espacios abiertos que el estado ten?a para ofrecer. Aunque no era de car?cter sentimental, no pod?a ignorar las ganas que ten?a de volver a su antigua comisar?a, la comisar?a en la que hab?a comenzado su carrera como detective hac?a casi seis a?os. Despu?s de desayunar, as? lo hizo. Estaba a una hora y media en coche de su hotel en Lincoln. Su avi?n no sal?a para D.C. hasta dentro de siete horas, as? que ten?a tiempo de sobra. Si era del todo honesta, ni siquiera sab?a por qu? iba. A decir verdad, no es que su supervisor le hubiera importado demasiado y, por muy avergonzada que estuviera de admitirlo ante s? misma, apenas pod?a recordar a ninguno de sus antiguos compa?eros. Mackenzie, por supuesto, recordaba al oficial Walter Porter. Hab?a servido como su compa?ero durante un peque?o per?odo de tiempo y hab?a estado a su lado durante el caso del Asesino del Espantap?jaros, el caso que finalmente hab?a atra?do la atenci?n del FBI y hab?a dado comienzo a su nueva carrera en el bureau. Todos los recuerdos le asaltaron mientras aparcaba su coche enfrente de la comisar?a. Ahora parec?a mucho m?s peque?a, pero de una forma que la hac?a sentir orgullosa de conocerla. M?s que nostalgia, ten?a una sensaci?n de familiaridad que le conmov?a. Cruz? la calle y entr?, incapaz de impedir que la sonrisa asomara a la comisura de sus labios. La peque?a entrada conduc?a a un escritorio como para una recepcionista, que estaba revestido con un panel de vidrio deslizante. Detr?s de la mujer que estaba sentada al escritorio, hab?a un peque?o corralito que ten?a el mismo aspecto que cuando Mackenzie hab?a pisado este edificio por ?ltima vez. Se acerc? al cristal, encantada de encontrar un rostro familiar, aunque se tratara de uno en el que no hab?a pensado en mucho tiempo, sentada detr?s del cristal. Parec?a que Nancy Yule no hubiera envejecido en absoluto. Todav?a ten?a las fotos de sus hijos colocadas sobre su escritorio, y la misma placa junto a su tel?fono, con una cierta leyenda de la que Mackenzie no pod?a acordarse. Nancy levant? la vista y tard? unos segundos en darse cuenta de qui?n acababa de entrar por la puerta. “Dios m?o”, dijo Nancy, poni?ndose de pie y corriendo hacia la puerta al extremo de la pared de paneles. La puerta se abri? y Nancy sali? corriendo, para darle un fuerte abrazo a Mackenzie. “Nancy, ?c?mo est?s?”, dijo Mackenzie mientras se abrazaban. “Igual que siempre”, dijo Nancy. “?Y c?mo est?s t?? ?Se te ve fant?stica!”. “Gracias. Estoy bien. Todo en orden. S?lo vine a visitar a mi madre y pens? en pasar a visitar mi antigua oficina antes de regresar a casa”. “?Sigues viviendo en Washington?”. “As? es”. “?Todav?a con el FBI?”. “Tambi?n. Es como vivir el sue?o, no me importa decirlo. Me cas?, y tuve un hijo”. “Me alegro mucho por ti”, dijo Nancy, y Mackenzie no dud? que lo dec?a en serio. Sin embargo, un peque?o destello de tristeza apareci? en su cara al a?adir: “Aunque no estoy segura de que tu visita aqu? vaya a ser muy agradable. Casi todo ha cambiado por aqu?”. “?Como qu??”. “Bueno, el jefe Nelson se retir? el a?o pasado, y el sargento Berryhill tom? su lugar. “?Te acuerdas de ?l?” Mackenzie sacudi? la cabeza. “No, no puedo decir que lo haga. Oye, ?tienes la direcci?n o el n?mero de tel?fono de Walter Porter? Tengo un n?mero suyo, pero no ha funcionado en mucho tiempo”. “Oh, querida, olvid? que fuiste su compa?era durante un tiempo. En fin..., odio ser yo quien te lo diga, pero Walter muri? hace ocho meses. Tuvo un ataque al coraz?n bastante fuerte”. “Oh”, fue todo lo que Mackenzie pudo decir. Tambi?n se pregunt? si era una mala persona por no sentirse demasiado triste al escuchar tal noticia. Sin embargo, a decir verdad, no hab?a sido m?s que un conocido temporal en el mejor de los casos. “Eso es terrible”, dijo ella. Mir? hacia atr?s a trav?s del cristal, hacia el corral y los pasillos que hab?a por detr?s, donde hab?a pasado casi cinco a?os de su vida. Este fue el epicentro de su primer arresto significativo, donde hab?a resuelto su primer caso, y donde hab?a enojado a su primer supervisor masculino en numerosas ocasiones. Todos eran buenos recuerdos, pero no parec?an m?s que fotograf?as descoloridas. “Puede que haya algunos agentes de patrulla con los que trabajaste alguna vez”, coment? Nancy. “Sauer, Baker, Hudson...”. “No quiero interrumpir el d?a de nadie”, dijo Mackenzie. “En realidad estaba dando un paseo por mi propio pasado y...”. La interrumpi? el zumbido de su tel?fono m?vil dentro de su bolsillo. Lo busc? al instante, asumiendo que ser?a Ellington con alguna historia sobre algo que Kevin hab?a hecho, o quiz?s con alg?n problema m?dico. Su beb? hab?a estado sano durante los tres meses y medio de su vida y estaban esperando hacer su primera visita al m?dico. Sin embargo, el nombre que vio en su pantalla no era en absoluto el que se esperaba mientras disfrutaba de su peque?o periodo sab?tico en Nebraska. Sin embargo, la pantalla dec?a McGrath. “Disculpa, Nancy. Necesito responder a esto”. Nancy asinti? con la cabeza y regres? por la puerta hacia su escritorio mientras Mackenzie tomaba la llamada. “Al habla la agente White”. “En base a c?mo contestas al tel?fono, ?puedo asumir que te quedar?s con nosotros?”, dijo McGrath. No hab?a ni rastro de humor en su tono de voz. En todo caso, casi parec?a que estuviera tratando de convencerla. “Lo siento. Puro h?bito. Todav?a no lo s?”. “Bueno, tal vez pueda ayudar. Escucha....respeto por lo que est?s pasando y aprecio la honestidad que mostraste en mi oficina el otro d?a, pero te llamo para pedirte un favor. No es un favor, porque t?cnicamente es parte de un trabajo que a?n tienes. La cuesti?n es que he recibido una llamada sobre un caso hace como una hora m?s o menos. Es de Wyoming, as? que est? lejos de donde andas. Y ya que est?s ah? fuera, pens? en darte la primera oportunidad. Parece una f?cil. Tal vez no tengas que hacer mucho m?s que aparecer, revisar la escena del crimen e interrogar a unas cuantas personas”. “Cre? que hab?as dicho que respetabas la conversaci?n que mantuvimos en tu oficina”. “Y lo hago. Por eso te ofrezco el caso a ti primero. Ya est?s fuera, parece sencillo... y me imagino que podr?a ser una buena prueba para ver si tu coraz?n sigue en esto. Tambi?n has trabajado recientemente en otro caso que, por lo que parece, era similar. Si dices que no, est? bien. Puedo enviar a alguien tan pronto como ma?ana por la ma?ana”. La sensaci?n de que su vida iba a cerrar el c?rculo la ba?? de nuevo. Aqu? estaba ella, de pie en la estaci?n en la que hab?a comenzado como una oficial esperanzada con ambiciones de ser detective, ambiciones que logr? manifestar en muy poco tiempo. Y ahora aqu? estaba, hablando con un director del FBI apenas siete a?os despu?s. Mir? hacia el otro lado del cristal, hacia los escritorios, las oficinas y los pasillos. Era f?cil ver ese espacio y recordar el sentido de prop?sito que ten?a por aquel entonces. Todav?a lo sent?a, pero fue muy diferente mientras solamente era una polic?a en ciernes, una mujer en una fuerza principalmente masculina, queriendo marcar una diferencia en este mundo. “?C?mo de simple quieres decir?”, pregunt? ella. “Hay sospechas de que alguien est? empujando a la gente a su muerte en lugares populares entre los escaladores. La ?ltima v?ctima fue en el Parque Nacional Grand Teton. Hasta ahora, se cree que hay dos v?ctimas”. “?C?mo sabemos que no son accidentes t?picos de escalada?”. “Hay pruebas de violencia antes de las ca?das”. Los pensamientos de Mackenzie ya se estaban reorganizando solos, tratando de encontrar respuestas incluso en esta etapa temprana. Y por eso, ella sab?a cu?l ser?a su respuesta para McGrath. Hab?an pasado casi ocho meses desde la ?ltima vez que hab?a hecho algo que se considerara activo en relaci?n con su trabajo; y la magnitud de emoci?n que la invadi? r?pidamente al darle su respuesta fue bien acogida, aunque inesperada. “Env?ame los detalles del caso y el itinerario del viaje, pero quiero volver a casa en dos o tres d?as”. “Por supuesto. No veo que eso sea un problema. Gracias, agente White. Te enviar? todo lo que tengo a tu correo electr?nico”. Mackenzie termin? la llamada y se sinti? como si estuviera parada en medio de un sue?o muy surrealista durante un momento. Aqu? estaba, en la primera comisar?a de polic?a en la que hab?a trabajado, rumiando sobre su pasado y tratando de resolver su futuro. Y ahora hab?a recibido una llamada de McGrath, con un caso inesperado que hab?a surgido de la nada en medio de todo esto. Se sent?a como si el universo estuviera tratando de influir en su toma de decisiones. “?Mackenzie?”. La voz de Nancy Yule le sac? de repente de lo absurdo de todo esto. Mackenzie sonri? y agit? la cabeza. “Lo siento. Me qued? absorta en mis pensamientos un rato”. “Parec?a una llamada importante”, dijo Nancy. “?Est? todo bien?”. Mackenzie se sorprendi? un poco cuando asinti? y dijo: “S?. Creo que todo est? bien, la verdad”. CAP?TULO OCHO Siete horas m?s tarde, ella estaba surcando los cielos por alg?n lugar del norte de Nebraska, dirigi?ndose a Wyoming. Todo hab?a sucedido tan r?pido que no hab?a tenido la oportunidad (o ning?n lugar apropiado a su disposici?n) de imprimir los materiales que McGrath le hab?a enviado sobre el caso en el Parque Nacional Grand Teton. Por esa raz?n, se vio obligada a repasarlo todo en su iPhone. Honestamente, no hab?a mucho que repasar. Los informes policiales eran escasos en el mejor de los casos, al igual que los informes forenses. Cuando un cuerpo se ca?a de tal altura, no hab?a mucho debate sobre la causa de la muerte. Escane? los documentos varias veces sin encontrar nada, no por su capacidad, sino por falta de informaci?n. Ni siquiera los detalles que hab?a recibido de las v?ctimas daban mucho para continuar. Dos personas se hab?an estado involucradas en accidentes mortales mientras escalaban en roca, pero hab?a pruebas que suger?an la posibilidad de que no hubieran sido accidentes en absoluto. Hab?a una cuerda cortada en uno de los casos, y una herida en uno de los cuerpos que no parec?a alinearse con las lesiones que se esperaban de una ca?da. Mackenzie tom? algunas notas en su tel?fono, pregunt?ndose si el padre ten?a alg?n tipo de relaci?n con la causa del asesinato de su hijo. No era mucho con lo que continuar, pero dada la falta de informaci?n que ten?a, al menos era algo. Mientras el avi?n descend?a al aeropuerto de Jackson Hole, Mackenzie pudo mirar por la ventana y ver los picos de las monta?as del Parque Nacional Grand Teton. Era de lo m?s hermoso en medio del cielo azul y n?tido del atardecer, lo que hac?a que la idea de que pudiera haber un asesino suelto por all? fuera todav?a m?s desconcertante. La vista tambi?n despert? un dolor en su coraz?n, un dolor por Kevin. Se sent?a como una fracasada por haberlo dejado atr?s, como una madre sin coraz?n que ya hab?a puesto otras prioridades por encima de su hijo. No obstante, Mackenzie hab?a le?do m?s que suficiente informaci?n sobre este tipo de cosas; sab?a que tales sentimientos eran t?picos de los nuevos padres. A pesar de todo, eso no le ayud? lo m?s m?nimo en conseguir que la sensaci?n fuera menos real. Cuando se baj? del avi?n unos instantes despu?s, no se sent?a como si estuviera en un caso. Hab?a llegado a Jackson Hole con la misma ropa que llevaba puesta cuando entr? en la comisar?a para hablar con Nancy Yule. Obviamente no hab?a metido en la maleta su vestuario habitual de trabajo para ir a ver a su madre, ni tampoco llevaba consigo su arma de servicio, y eso era algo que tendr?a que resolver con la polic?a local. Con algo de suerte, no sufrir?a ning?n contratiempo por el hecho de que no hubiera una oficina del FBI en Wyoming; la oficina de Denver cubr?a los estados de Colorado y Wyoming. Este pensamiento la hizo sentir como si estuviera en medio de la nada, una sensaci?n que s?lo se intensific? cuando lleg? al aeropuerto. Era un aeropuerto bastante agradable, pero la d?bil corriente de cuerpos que se mov?an a trav?s de ?l hac?a que el bullicio de Dulles en D.C. fuera absolutamente ca?tico. Fue esa misma falta de tr?fico humano al pasar por el vest?bulo lo que hizo que fuera muy f?cil para Mackenzie ver a la mujer de pie al final de la puerta de embarque, vestida de azul polic?a. Parec?a tener unos cuarenta a?os, y llevaba su cabello rubio enganchado en una cola de caballo para revelar una cara bonita y angular. Parec?a estar observando a todas y cada una de las personas que se bajaron del vuelo de Mackenzie. Cuando se miraron a los ojos, la agente asinti? educadamente y se encontr? con Mackenzie en el piso del vest?bulo. “?Es usted la agente White?”, pregunt? la mujer. La etiqueta plateada sobre su pecho izquierdo la identificaba como Timbrook. “As? es”. “Muy bien. Soy la sargento Shelly Timbrook. Pens? en venir a recibirte aqu? y ahorrarte la molestia de alquilar un coche. Adem?s... cuanto antes pueda llevarte a la escena, mejor. La segunda v?ctima, un hombre de veintid?s a?os llamado Bryce Evans, fue encontrada en el fondo de la Vista de Logan y como est? ubicada dentro del parque, tenemos la preocupaci?n de que se entere el p?blico y todo eso”. “?A qu? distancia est? la entrada del parque?”, pregunt? Mackenzie. “A menos de diez minutos. A?ade otros cinco a eso para llevarnos a la Vista de Logan”. “Entonces gu?ame hasta all?”, dijo Mackenzie. Timbrook tom? la iniciativa y se dirigi? a la salida del aeropuerto. Mackenzie le sigui? y le envi? un mensaje de texto a Ellington para hacerle saber que hab?a llegado y se hab?a reunido con la polic?a local. Cuando le hab?a llamado para hablarle de la llamada de McGrath, ?l ya lo sab?a; dijo que McGrath lo hab?a llamado justo despu?s de colgar el tel?fono con ella. Ellington parec?a entusiasmado por la oportunidad, afirmando que era justo lo que necesitaba para concentrarse. Lo peor de todo es que ten?a raz?n. Y ella deseaba que ?l pudiera estar all? con ella. No s?lo era el periodo de tiempo m?s largo que hab?a estado lejos de Kevin desde que ?l hab?a nacido, sino que Ellington y ella no hab?an pasado m?s de diez horas separados desde que comenzaran su baja por maternidad un mes antes de que Kevin naciera. Lo echaba en falta. La hac?a sentir demasiado joven e inmadura, pero era la verdad. Sin embargo, se las arregl? para apartar eso a un lado por el momento. Ya se asegurar?a de que ?l y Kevin la tuvieran presente cuando pudiera registrarse en un hotel. Pero, bas?ndose en la terrible falta de informaci?n en los informes policiales, sospechaba que iba a pasar una tarde bastante larga. *** “Voy a decirlo sin m?s y quitar esto del medio”, dijo Timbrook. “Soy una especie de admiradora tuya. S? que suena est?pido, pero cuando sucedi? todo eso del Asesino del Espantap?jaros en Nebraska hace un par de a?os, fue impresionante. ?Te importa que te pregunte... es as? como terminaste con el FBI?”. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=51923050&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.