×òî æå åñòü ó ìåíÿ? Äûðû â äðàíûõ êàðìàíàõ, Òðè ìîðùèíû íà ëáó, Äà èñò¸ðòûé ïÿòàê... Íî íå æàëêî íè äíÿ- Ìíå ñóäüáîþ ïðèäàííûõ, Õîòü ïîðîé ÿ æèâó Ïîïîäàÿ â ïðîñàê. Âñ¸ ÷òî åñòü ó ìåíÿ: Ñîâåñòü, ÷åñòü è óìåíüå. ß îòäàì íå ñêóïÿñü- Ïðîñòî òàê çà ïóñòÿê. Çà ïîñòåëü ó îãíÿ, Äîáðîòó áåç ñòåñíåíüÿ. È çà òî, ÷òî ïðîñòÿñü, Íå çàáûòü ìíå íè êàê... Âñ¸ ÷

Si Ella Huyera

Si Ella Huyera Blake Pierce “Una obra maestra de suspenso y misterio. Blake Pierce ha hecho un magn?fico trabajo desarrollando personajes con un lado psicol?gico tan bien descrito que nos lleva al interior de sus mentes, sigui?ndoles en sus temores y aplaudiendo sus ?xitos. Lleno de giros, este libro le mantendr? despierto hasta llegar a la ?ltima p?gina”.--Books y Movie Reviews, Roberto Mattos (re: Una vez ido) SI ELLA HUYERA (Un Misterio Kate Wise) es el libro #5 de una nueva serie de suspenso psicol?gico del autor Blake Pierce, cuyo bestseller #1 Una vez ido (Libro #1) (descarga gratuita) ha recibido m?s de 1000 rese?as de cinco estrellas.Cuando otra mujer de 50 a?os es hallada muerta en su hogar ubicado en un opulento suburbio —la segunda v?ctima con esas caracter?sticas en apenas dos meses— el FBI queda desconcertado. Deben acudir a su mente m?s brillante —la agente retirada del FBI Kate Wise, de 55 a?os— para que regrese a la primera l?nea y resuelva el caso.?Qu? tienen en com?n estas dos solitarias se?oras? ?Fueron elegidas como objetivo??Cu?nto tiempo pasar? antes de que el asesino en serie ataque de nuevo?Y Kate, habiendo dejado atr?s sus mejores tiempos, ?ser? todav?a capaz de resolver casos que nadie m?s puede?Un thriller lleno de acci?n con un suspenso que acelerar? su coraz?n, SI ELLA HUYERA es el libro #5 de una nueva y fascinante serie cuya lectura le mantendr? despierto hasta altas horas de la noche. El libro #6 de la Serie de Misterio KATE WISE pronto estar? disponible. s i e l l a h u y e r a (un misterio kate wise — libro 5) b l a k e p i e r c e Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2019 by Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto como est? permitido bajo la U.S. Copyright Act of 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma y por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico est? licenciado solo para su entretenimiento personal. Este libro electr?nico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre por favor una copia adicional para cada destinatario. Si usted est? leyendo este libro y no lo compr?, o no fue comprador para su uso exclusivo, entonces por favor regr?selo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Nombre, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son, o producto de la imaginaci?n del autor o son usados en forma de ficci?n. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright andreluc88, usada bajo licencia de Shutterstock.com. Traducci?n: Milagros Rosas Tirado LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOL?GICO CON JESSIE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SI ELLA CORRIERA (Libro #3) SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4) SI ELLA HUYERA (Libro #5) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) UNA VEZ INACTIVO (Libro #14) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) ANTES DE QUE DECAIGA (Libro #11) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) CONTENIDO PR?LOGO (#u99d408a0-86df-5d0a-91f9-486940ffada8) CAP?TULO UNO (#u904880db-a35c-5423-8db4-ce1d490e8fb6) CAP?TULO DOS (#uebc32655-f488-56cb-b1c6-40bcdaa8d74d) CAP?TULO TRES (#ue1fb39ff-9823-54c6-be88-36bc7cff5e66) CAP?TULO CUATRO (#u8514cb58-b88f-532b-8060-9fe84b75c968) CAP?TULO CINCO (#u451f0074-ca45-5589-9452-6e60cd9dc9cc) CAP?TULO SEIS (#ue9572c33-5ee5-53ce-800e-bd7f451df32b) CAP?TULO SIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO OCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) PR?LOGO La mayor?a de los d?as, Karen Hopkins disfrutaba trabajar desde casa. Se manten?a ocupada, lo que era bueno pues su peque?o negocio de optimizaci?n para web, que se supon?a solo iba a ser una actividad secundaria, de alguna manera se hab?a ido convirtiendo en un asunto de tiempo completo —un asunto de tiempo completo que iba a ayudarles a ella y a Gerald, su esposo, a retirarse en dos o tres a?os. Pero hab?a d?as en los cuales los clientes eran tan necios que casi anhelaba los a?os en los que hab?a estado subordinada a otro. La habilidad para pasarle los clientes problem?ticos a alguien m?s alto en la cadena le habr?a beneficiado much?simo. Contemplaba un correo-e, pregunt?ndose c?mo pod?a responder a la tonta pregunta de su cliente con una respuesta que no la hiciera sonar grosera. Ten?a una de sus listas de m?sica cl?sica sonando en Spotify —pero no las del tipo con m?ltiples cuerdas que ahogaban los acordes del piano. No, ella prefer?a solo el piano. En ese momento, intentaba disfrutar de la Gimnopedia No. 1 de Erik Satie. La palabra clave era intentaba. La distra?a el correo-e y las preguntas del hombre que estaba en la sala de estar. Esta se hallaba separada de su oficina por una simple pared, lo que significaba que siempre que el hombre ten?a una pregunta, pr?cticamente ten?a que gritarle. Era amistoso, pero vaya por Dios, empezaba a arrepentirse de haberlo llamado. —La alfombra que tiene aqu? es fabulosa —dijo, con una voz que taladraba la pared, a Erik Satie, y sus propias reflexiones con respecto a este condenado correo-e—. ?Es oriental? —Eso creo —dijo Karen, voceando por encima de su hombro. Estaba de espaldas al pasillo y a la sala de estar que estaba m?s all?, lo que la forzaba a hablar en voz m?s bien alta. Intent? sonar educada… alegre, incluso. Pero era dif?cil. La distra?a demasiado. Y este correo era importante. Era de un cliente que acud?a de nuevo a ellos, dispuesto a traer a?n m?s trabajo para los siguientes meses, solo que las personas que llevaban su negocio aparentemente eran idiotas. Comenz? a teclear su respuesta, seleccionando cada palabra cuidadosamente. Era dif?cil sonar profesional y razonable cuando estabas irritada y cuestionabas la inteligencia de la persona a la que estabas escribiendo. Ella sab?a esto muy bien, considerando que ten?a que soportarlo varias veces al mes. Cont? cuatro segundos antes de que el hombre en la sala llamara de nuevo. Karen se encogi?, deseando no haberlo llamado. El momento era totalmente inadecuado. ?Qu? diablos hab?a estado pensando? Este asunto pod?a esperar hasta el fin de semana, en verdad. —Estoy viendo las fotos de sus hijos sobre el mantel. ?Cu?ntos son? ?Tres? —S?. —?Qu? edades tienen? Tuvo que morderse el labio para no contestarle mal al hombre. Era importante mantener las apariencias. Adem?s, nunca se sab?a cu?ndo tendr?a que llamarlo de nuevo. —Oh, ya crecieron. Veinte, veintitr?s, y veintisiete. —Un bello tr?o de muchachos, sin duda —replic? ?l. Entonces call?. Ella le escuch? movi?ndose por la sala de estar, mientras tarareaba un sonsonete. Le tom? a Karen un momento darse cuenta que estaba tarareando la m?sica de su despacho, que era ahora otra pieza de Satie. Puso los ojos en blanco, deseando en verdad que se quedara callado. Cierto, ella lo hab?a llamado para que realizara un servicio pero ya la estaba irritando. ?Acaso la mayor?a de los t?cnicos no ven?an, trabajaban en silencio, y se iban felices con su paga? ?Cu?l era el problema con este sujeto? —Gracias —logr? decir, sin que le gustara la idea de que viera las fotos de sus hijos. Baj? la cabeza y regres? al correo. Por supuesto, fue in?til. Aparentemente, su visitante estaba empe?ado en tener una conversaci?n a trav?s de la pared. —?Ellos viven por aqu?? —pregunt?. —No —dijo ella. Fue breve y cortante esta vez, hasta el extremo de voltear la cabeza a la derecha para que quiz?s pudiera notar la irritaci?n en su voz. No iba a darle las ubicaciones de cada uno de sus hijos. Solo Dios sab?a qu? clase de preguntas pod?an salir de eso. —Ya veo —dijo. Si no hubiera estado tan preocupada con el correo que ten?a delante, podr?a haber reconocido el inquietante silencio que sigui? a la pregunta. Era un silencio pre?ado de lo que pod?a venir a continuaci?n. —?Espera hoy visitas? No estaba segura de por qu?, pero algo en esa pregunta encendi? el miedo en ella. Era raro que una pregunta as? la hiciera un extra?o, particularmente uno que hab?a contratado para un servicio. Y... ?hab?a escuchado un tono distinto en su voz al hacer esa pregunta? Preocupada ahora, dej? la port?til. Parec?a que algo pasaba con ?l. Y ahora ella no estaba simplemente irritada con sus preguntas, tambi?n se estaba asustando. —Tengo unas amigas que vienen m?s tarde a tomar caf? —minti?—. No estoy segura de cu?ndo, sin embargo. La mayor?a de las veces simplemente se dejan caer cuando quieren. Para esto no hubo respuesta y le infundi? m?s miedo que ninguna otra cosa. Lentamente, Karen rod? su silla hacia atr?s y se levant?. Camin? hasta la entrada que conectaba su despacho con la sala de estar. Se asom? al interior para ver qu? estaba haciendo. No estaba all?. Las herramientas de su oficio todav?a estaban all?, pero a ?l no se le ve?a por ning?n lado. Llama a la polic?a… El pensamiento pas? como saeta por su mente y lo acogi? como un buen consejo. Pero tambi?n sab?a que ten?a tendencia a sobredimensionar las cosas. Quiz?s el hombre hab?a ido hasta su camioneta o algo parecido. No creo, pens?. ?Escuchaste el sonido de la puerta al abrir y cerrar? Adem?s, ha estado muy conversador desde el principio. Te hubiera dicho que iba a salir… Se paraliz? a unos pasos de la sala de estar. —Oiga —dijo, su voz temblaba un poco—, ?ad?nde se ha ido? No hubo respuesta. Algo est? mal, grit? la voz en su cabeza. ?Llama a la polic?a ya! Con el terror expandi?ndose en su interior, Karen retrocedi?, apart?ndose lentamente de la sala de estar. Comenz? a volverse hacia la oficina donde se hallaba su celular, colocado sobre su escritorio. Al volverse, choc? con algo duro. Apenas tuvo chance de percibir el olor a sudor. Fue entonces cuando algo rode? su cuello, apretando con fuerza. Karen Hopkins luch?, forcejeando contra lo que rodeaba su cuello, fuese lo que fuese. Pero mientras m?s luchaba, m?s apretado lo sent?a. Era ?spero, cortante y se iba enterrando a medida que se resist?a. Sinti? que un hilillo de sangre corr?a por su pecho al tiempo que se le hac?a dif?cil respirar. Luch? a pesar de todo, haciendo lo que pod?a para arrastrar al atacante a la oficina para as? poder agarrar su celular. Sent?a que m?s sangre brotaba de su cuello, no demasiado, solo un hilo. La cosa alrededor de su cuello apret? a?n m?s. Lentamente fue cayendo a poco m?s de un metro de su escritorio. En ese momento, todo lo que sus ojos pod?an ver era la pantalla de la port?til delante de ella. Esa pantalla blanca, con un correo inconcluso que ya nunca enviar?a. Observ? c?mo titilaba el cursor de manera insistente, aguardando la siguiente palabra. Pero esa palabra nunca ser?a escrita. CAP?TULO UNO Una de las muchas cosas que sorprend?an a Kate Wise en este, el quincuag?simo quinto a?o de vida (a pocas semanas del quincuag?simo sexto), era que prepararse para una cita nunca dejaba de hacerla sentir de nuevo como una adolescente insegura. ?Estaba correcto su maquillaje? ?Era demasiado? ?Deber?a comenzar a te?ir m?s oscuro su cabello para combatir las canas que parec?an estar ganando lentamente la batalla sobre su cabellera? ?Deber?a llevar un sujetador que fuera totalmente c?modo o uno que fuera f?cil de quitar para Alan cuando la cita llegara a su final? Era una especie de deliciosa ansiedad, una que le recordaba que hab?a pasado por esto antes. En su primer a?o de casada. Pero ahora con Alan, el primer hombre con el que hab?a salido desde que Michael muri?, se hab?a visto obligada a aprender de nuevo c?mo salir en una cita. Con Alan, r?pidamente eso se estaba haciendo cada vez m?s f?cil. Ambos estaban a la mitad de la cincuentena, asi que hab?a un sentido de urgencia en cada cita —la idea impl?cita de que si esto iba a ir m?s all? de las citas, necesitaban poner todo su empe?o. Hasta ahora, superando algunos obst?culos aqu? y all?, hab?an hecho exactamente eso. Y a estas alturas, hab?a sido sin duda incre?ble. La cita de esta noche iba a ser cena, pel?cula, y regreso a la casa de ella, donde pasar?an la noche juntos. Eso era otra cosa que su edad les permit?a hacer al salir en una cita: saltarse el iremos-no-iremos cuando se trataba del dormitorio. La respuesta en los ?ltimos meses hab?a sido un inequ?voco s? —un s? que se produc?a al final de casi cada cita (algo m?s que sorprend?a a Kate al salir a una cita a la edad de cincuenta y cinco). Al aplicarse el labial —solo un poco, como sab?a que a Alan le gustaba—, golpes a la puerta la desconcertaron. Mir? su reloj y vio que eran solo las 6:35, veinticinco minutos m?s temprano que la hora en la que esperaba a Alan. Ella sonri?, suponiendo que ?l hab?a venido temprano. Quiz?s quer?a cambiar el orden de la cita y hacer lo del dormitorio primero. Ser?a lamentable desvestirse despu?s de haberse vestido, pero valdr?a la pena. Con una sonrisa en su rostro, sali? del dormitorio, atraves? la casa y atendi? la puerta. Al ver que era Melissa, varias emociones alternaron con rapidez: sorpresa, decepci?n, y luego preocupaci?n. Melissa cargaba el asiento port?til en su diestra desde donde la peque?a Michelle observaba. Cuando los ojos de Michelle descubrieron a su abuela, la mir? y comenz? a estirar los brazos, abriendo y cerrando sus manecitas. —Melissa, hola —dijo Kate—. Pasa, pasa. Melissa lo hizo, frunciendo el ce?o al mirar a su madre. —Diablos. ?Vas a salir? ?Tienes una cita con Alan? —S?. Llegar? en unos veinte minutos. ?Por qu?? ?Qu? pasa? Fue entonces, al tomar ambas asiento en el sof?, cuando Kate not? que algo parec?a inquietar a Melissa. —Esperaba que pudieras vigilar a Michelle esta noche. —Melissa… adorar?a hacerlo en otro momento. Lo sabes. Pero como puedes ver, ya tengo planes. ?Est?... est? todo bien? Melissa se encogi? de hombros —Supongo. No s?. Terry ha estado extra?o ?ltimamente. La verdad, ha estado extra?o desde que temimos por la salud de Michelle. A veces no est?, ?sabes? Se ha vuelto peor en los ?ltimos d?as, y no s? ni por qu?. —As? que necesitan pasar un tiempo juntos. ?Una cita? Melissa mene? la cabeza, frunciendo el ce?o. —No. Solo necesitamos tener una conversaci?n. Larga y seria. Y quiz?s habr? gritos. Y aunque ?l haya estado distante ?ltimamente, est? de acuerdo conmigo en que no vamos a gritarnos con una ni?a en casa. —?Te... te est? maltratando? —No, nada de eso. Kate mir? el asiento port?til, y sac? despacio a Michelle. —Lissa, deber?as haber llamado. Haberme avisado con tiempo. —Lo hice. Lo intent?, hace como una hora. Pero son? varias veces antes de ir al buz?n de voz. —Ah, diablos. Lo dej? en silencio despu?s de ir hoy al dentista. Lo siento tanto. —No, yo lo siento. Detesto pedirte este favor en el ?ltimo minuto cuando tu obviamente ya tienes planes. Pero... No s? que otra cosa hacer. Lo siento si se percibe como que me estoy aprovechando de ti, pero t? eres... t? eres todo lo que tengo, mam?. Pero ?ltimamente, se siente como si estuvieras en marcha. Tienes a Alan y esa especie de empleo en el Bur?. Siento que te est?s olvidando de mi… que Michelle y yo somos m?s bien un estorbo. A Kate le rompi? el coraz?n escuchar esas palabras. Sent? a Michelle en su regazo, sosteniendo sus manecitas y haci?ndola cabalgar un poco. —No me he olvidado de ti —dijo Kate—. En todo caso, creo que he estado tratando de redescubrirme. A trav?s del trabajo, a trav?s de Alan… a trav?s de ti y de Michelle. T? nunca has sido un estorbo. —Lo siento. No deber?a haber venido a pesar de que no contestaste tu tel?fono. Podemos hacer esto en otro momento, quiz?s dentro de unos d?as... ?te parece bien? —No —dijo Kate—. Esta noche. Hazlo esta noche. —Pero tu cita... —Alan comprender?. ?l le ha cobrado cari?o a Michelle, ya sabes. —Mam?… ?est?s segura? —Afirmativo. Se acerc? y envolvi? a Melissa en un abrazo. Michelle se retorci? en su regazo, sacando una mano para agarrar el cabello de su abuela. —Tuve miedo tambi?n cuando Michelle estuvo atravesando todo ese asunto del hospital —dijo Kate mientras se abrazaban—. Quiz?s Terry nunca lo asimil?. Dale una oportunidad para que se explique. Y si te hace pasar un mal rato, recu?rdale que tu madre carga una pistola. Melissa ri? al tiempo que se separaban. Michelle ri? tambi?n, aplaudiendo con sus manecitas regordetas. —Dile a Alan que lo siento —dijo Melissa. —Lo har?. Y si las cosas se ponen feas esta noche, h?zmelo saber. Siempre eres bienvenida para quedarte aqu? si necesitas darte un respiro con respecto a todo eso. Melissa asinti? y bes? a Michelle en la cabeza. —Ser?s buena con la abuela, ?okey? Michelle no respondi? a esto, pues estaba palmoteando uno de los botones de la blusa de Kate. ?sta observ? a Melissa mientras se marchaba, y claramente pudo ver lo atormentada que estaba. Eso hizo preguntarse a Kate si las cosas estaban peor en casa de lo que ella le hab?a hecho ver. Una vez que la puerta se cerr?, Kate mir? a Michelle y le sonri?. Michelle le correspondi? feliz mientras alcanzaba la nariz de su abuela. —?Est? Mami feliz en casa? —pregunt? Kate— ?Est?n Mami y Papi llev?ndose bien? Michelle agarr? su nariz y la apret?, como si le estuviera recordando sus deberes. Kate sonri? y sac? la lengua, aceptando que quiz?s cuidar a Michelle pod?a ser de por s? una cita. *** Cuando Kate le abri? la puerta a Alan quince minutos despu?s, ?l la mir? entre feliz y confundido. Sus ojos se encendieron y chispearon como siempre lo hac?an cuando ten?an a Kate delante. Vio entonces a la beb? de diez meses en sus brazos, y entrecerr? los ojos debido a la confusi?n. Sonri?, sin embargo, porque como Kate le hab?a dicho a Melissa hac?a menos de media hora, Alan amaba a Michelle casi tanto como Kate. —Creo que ella es un poco joven para unirse a la fiesta —dijo Alan. —Lo s?. Mira, Alan, lo siento. Pero ha habido un cambio de planes... en la ?ltima media hora. Melissa y Terry est?n pasando por momentos dif?ciles. Terry se comporta de manera distante y extra?a. Tienen que ventilar ciertas cosas... Alan se encogi? de hombros con aire despreocupado. —?Todav?a estoy invitado? —Por supuesto. Las bes? a ambas —primero a Kate en los labios y luego a Michelle en la frente, antes de poner un pie adentro. El coraz?n de Kate se enterneci? con ?l. En primer lugar, se ve?a tan apuesto como siempre. Se hab?a vestido elegantemente para su cita, pero no en demas?a. Siempre lograba vestirse de una manera con la que pod?a encajar en un c?ctel en la playa o en un restaurante de tres estrellas. —?Crees que van a estar bien? —pregunt? Alan. —Lo creo. Pienso que la preocupaci?n por la salud de Michelle sacudi? a Terry m?s de lo que ?l cree. Est? comenzado a afectarlo y pienso que ello podr?a estar incidiendo en su matrimonio. —Qu? duro —dijo Alan. Abri? sus manos en direcci?n a Michelle y ella de inmediato estir? los brazos hacia ?l. Al acercarla hasta ?l y ella darle una manotada en la mejilla, Alan contempl? a Kate con algo que no llegaba a ser preocupaci?n, pero se le acercaba. —?Ni siquiera llam?? —pregunt?. —Lo intent? y… diablos. Todav?a se me olvida que lo tengo silenciado. Fui al dentista para una revisi?n. Sac? el tel?fono de su cartera y activ? de nuevo el sonido. Vio de inmediato que Melissa de hecho hab?a intentado llamarla hac?a una hora y veinte minutos. —Bueno, ya sabes, podemos tener nuestra cita aqu? —dijo—. Podemos pedir comida tailandesa y ver una pel?cula. Y la parte final de todo podr?a ser la misma. Kate asinti? y sonri?, pero su atenci?n estaba todav?a en su tel?fono. Hab?a perdido otra llamada. Y quien hab?a llamado desde ese n?mero lo hab?a intentado dos veces, dejando al final un mensaje. Era una llamada de Washington, del Director Dur?n. —?Kate? Ella parpade? y apart? la vista del tel?fono. Odiaba sentirse como si la hubieran atrapado haciendo algo malo. —?Est?s bien? —S?. Es que… tambi?n llamaron del trabajo. Hace como tres horas. —Regresa la llamada, entonces —dijo Alan. Simulaba bailar con Michelle y aunque mostraba un rostro feliz, Kate sent?a la irritaci?n que corr?a por debajo. Pero ella tambi?n sab?a que ?l la presionar?a a?n m?s para que hiciera la llamada si ella se rehusaba. —Un segundo —dijo, caminando hasta la cocina y devolviendo la llamada a Dur?n. El tel?fono son? s?lo dos veces antes de que respondieran. Inclusive en algo tan simple como —hola— Dur?n sonaba molesto. —Kate, por fin. ?D?nde has estado? —Mi tel?fono estaba en silencio. Lo siento. ?Todo est? bien? —Bueno, cuando no respondiste la ?ltima vez, comenc? a trepar por las paredes. —?Por qu?? —Hay un caso en Illinois; dos asesinatos que parecen relacionados pero no hay una conexi?n directa. Ha desconcertado a la polic?a local, y la oficina de campo de Chicago se?al? que estabas familiarizada con el ?rea… el caso Fielding que resolviste en 2002. Dijeron que estar?an encantados de asignar a sus propios agentes, pero preguntaron si t? preferir?as tomarlo. Est?n en cierto medida emocionados ante la idea de tenerte all? de regreso. —?Cu?ndo? —Me gustar?a que tomaras un avi?n esta noche. Y que t? y DeMarco estuvieran all? en la ma?ana. —?Cu?les son los detalles? —Puedo enviarte lo que tengo, pero todav?a est? llegando material. Reportes policiales, criminolog?a, todo eso. ?Puedo contar contigo? Kate mir? hacia Alan, bailando todav?a con Michelle, que le daba palmaditas en la nariz y en la boca mientras ?l le cantaba una canci?n de Bob Dylan. Si tomaba el caso, tendr?a que llamar a Melissa y decirle que no podr?a quedarse con Michelle. No esta noche. Y tambi?n tendr?a que cancelar los planes con Alan. —?Qu? pasa si no puedo? —pregunt? a Dur?n. —Se lo paso entonces a la oficina de campo en Chicago. Pero realmente creo que eres la indicada para esto. Todo lo que necesito que hagas es encontrar algunas pistas y ponerlas en circulaci?n. Despu?s, los agentes locales pueden seguir con eso. —?Me dejas pensarlo? —Kate, necesito saberlo ahora. Tengo que hacerle saber a la polic?a local y a la oficina de campo qu? est? pasando. En su coraz?n, sab?a que quer?a hacerlo. Quer?a tomarlo. Estaba loca por tomarlo. Y si eso la hac?a una ego?sta, entonces… entonces, ?qu?? Hab?a una enorme diferencia entre poner a su familia primero y negarse a s? misma las oportunidades y la posibilidad de vivir su propia vida. Sab?a que si rechazaba esta oportunidad solo porque en el ?ltimo minuto se hab?a hecho cargo de cuidar a Michelle por Melissa, se sentir?a molesta con ambas. Dol?a admitirlo, pero esa era la descarnada y honesta verdad. —Okey, s?, cuenta conmigo. ?Tenemos ya la informaci?n del vuelo? —DeMarco se est? encargando de todo eso —dijo Dur?n—. Te estar? contactando en un rato. Kate finaliz? la llamada con sus ojos dirigi?ndose de nuevo hacia Alan y Michelle. La tensa expresi?n en el rostro de Alan le dec?a que ?l hab?a escuchado la conversaci?n. —?Cu?ndo te vas? —pregunt?. —No s?. DeMarco est? a cargo del itinerario. Esta noche. Alan… Lo siento. ?l no dijo nada, mirando a otro lado mientras se sentaba en el sof? con Michelle. —Es como es —dijo finalmente—, y no me siento tan mal... todav?a tengo una excitante cita. —No seas tonto, Alan. Llamar? a Melissa y le explicar? las cosas. —No. Si ellos necesitan un respiro, dejemos que lo tengan. Como quiz?s sepas, soy totalmente capaz de velar por esta peque?a. —Alan, ?yo no podr?a pedirte que hagas eso! —Y nunca lo har?as. Por eso es que me estoy ofreciendo. Kate se acerc? al sof? y se sent? junto a ?l. Descans? la cabeza en su hombro. —?Sabes lo incre?ble que eres? ?l se encogi? de hombros. —?Lo sabes t?? —?Qu? quieres decir? —pregunt?, detectando cierto resentimiento en su tono. —Me refiero a lo que tengo contigo y tu trabajo. Se supon?a que ser?a algo muy de vez en cuando, ?correcto? Y honestamente, para ser justo, lo ha sido. Pero cuando viene, viene. Entonces quieren que dejes todo y corras a su llamado. —Es parte del trabajo. —Un trabajo del que te retiraste hace como dos a?os. ?Realmente lo extra?as tanto? —Alan… eso no es justo. —Quiz?s. No pretender? saber qu? clase de atracci?n ejerce ese trabajo sobre ti. Pero estoy del lado de Melissa y Michelle. Es s?lo que es mucho m?s lo que voy a tener que soportar con esto. —Si te sientes as?, no tomar? este. Llamar? a Dur?n y... —No. T? necesitas tomarlo. No quiero que la tomes conmigo o con tu hija si lo dejas pasar. As? que anda. T?malo. Pero viniendo de alguien que se est? r?pidamente enamorando de ti, siento que deber?a decirte que necesitas sostener varias y serias conversaciones cuando regreses. Conmigo, con tu hija, y quiz?s contigo misma. La primera reacci?n de Kate fue de enojo y resentimiento. Pero quiz?s ?l ten?a raz?n. Despu?s de todo, ?no hab?a reconocido ella misma hac?a unos momentos que su decisi?n rayaba en el ego?smo? Cumplir?a cincuenta y seis en tres semanas. Quiz?s era tiempo de que finalmente se trazara l?mites en t?rminos de trabajo. Y si eso significaba que su peque?o arreglo con Dur?n y el Bur? llegara a su fin, que as? fuese. —Alan… necesito que seas honesto. Si tomar esto va a tensar nuestra relaci?n... —No lo va a hacer. No esta vez. Pero no s? cu?nto m?s pueda extenderse en el futuro. Ella abri? la boca para responder pero su tel?fono son?, interrumpi?ndola. Mir? la pantalla y vio que era DeMarco, la joven que hab?a sido su compa?era en el ?ltimo a?o, siendo parte de este peque?o experimento entre ella y el FBI. —Es DeMarco —dijo—, necesita los detalles del viaje. —Est? bien —dijo—. No necesitas aclar?rmelo. Lo que ella no dijo pero sinti? en lo profundo de su coraz?n fue: Entonces, ?por qu? siento que tengo que hacerlo? Era una pregunta con la que no quer?a lidiar en este momento. Y como hab?a estado haciendo en los ?ltimos meses cuando se le presentaban interrogantes como esta, volvi? su atenci?n al trabajo. Con un fuerte sentimiento de culpa, contest? la llamada. —Hola, DeMarco. ?Qu? tal? CAP?TULO DOS Kate y DeMarco lograron dormir un poco en el vuelo matutino desde Washington a Chicago. Pero en cuanto a Kate, hab?a sido un duermevela en el mejor de los casos. Se estir? al despertar durante el descenso a Chicago a las 6:15, pero no se sent?a descansada. Sus pensamientos se volvieron de inmediato hacia Melissa, Michelle, y Alan. La culpa la impact? como un ladrillo mientras ve?a la ciudad de Chicago en medio de la suave luz del amanecer, a trav?s de la ventana del avi?n. Pas? los primeros momentos en Chicago detest?ndose. Mejor? a medida que ella y DeMarco atravesaban el aeropuerto hasta el mostrador de renta de veh?culos. Ahora, mientras ingresaban al peque?o pueblo de Frankfield, Illinois, la culpa segu?a all?, pero era poco m?s que un fantasma en la azotea de su cabeza, arrastrando cadenas y haciendo crujir el piso de madera. DeMarco estaba al volante, tomando sorbos del caf? que hab?a comprado en un Starbucks en el Aeropuerto O’Hare. Ech? un vistazo a Kate, que miraba por la ventanilla, y le dio un golpecito en el codo. —Okey, Wise —dijo DeMarco—. Hay un gran elefante en la sala. ?Qu? pasa? Te ves mal. —?Estamos ya en la etapa de las confidencias? —?No lo hemos estado siempre? Kate se enderez? y suspir?. —Estaba cuidando a Michelle cuando me di cuenta que hab?a perdido una llamada de Dur?n. Tuve que irme. Peor a?n, la dej? con Alan porque Melissa y su marido est?n atravesando un problema. Eso me est? mortificando. —Me alegra que est?s aqu? conmigo —dijo DeMarco—. Pero pudiste haber dicho que no. No est?s bajo ning?n estricto contrato, ?correcto? —Correcto. Pero negarme no es tan f?cil como podr?as pensar. Temo que estoy invirtiendo demasiado en esto. Creo que estoy en b?squeda de un prop?sito en la vida. —?Ser abuela no es suficiente prop?sito? —pregunt? DeMarco. —Oh, lo es... Es solo que… No s?. Su voz se apag? y DeMarco respet? su silencio… por un momento. —Este caso —dijo DeMarco—, luce bastante claro, ?correcto? ?Le?ste los archivos? —Lo hice. Y parece muy planeado. Pero sin pistas ni indicios ni la m?s peque?a sugerencia por parte de la polic?a local. Ser? un reto. —Entonces… la v?ctima m?s reciente es una mujer de cincuenta y cuatro a?os. Sola en su hogar, hace dos tardes. No hay se?ales de que hayan forzado la entrada. Fue descubierta por el marido al regresar del trabajo. Luce como un estrangulamiento que tambi?n cort? el cuello. —Y eso nos habla del objeto con que la asesinaron —dijo Kate—. ?Qu? ser? que adem?s puede cortar el cuello? —?Alambre de p?as? —Habr?a habido m?s sangre —coment? Kate—. La escena ser?a m?s que espeluznante. —Y los reportes dicen que este sitio estaba bastante limpio. —Eso explica por qu? la polic?a local est? teniendo tales problemas. Pero tiene que haber un lugar de inicio, ?correcto? —Bien, vamos a averiguarlo —dijo DeMarco, rodando cada vez m?s despacio el auto y haciendo un gesto con la cabeza hacia la derecha—. Llegamos. *** Hab?a un solo polic?a esper?ndolas cuando ingresaron a la v?a de acceso en forma de U. Estaba sentado en su patrulla, bebiendo una taza de caf?. Inclin? la cabeza educadamente ante Kate y DeMarco mientras estas se aproximaban a su auto. Llevaba uniforme, y la placa en forma de estrella indicaba que era el sheriff. Si Kate tuviera que especular dir?a que no le quedaba mucho tiempo en el cargo. Estar?a cerca de los sesenta; era patente en la frente llena de arrugas y en el tono gris de sus cabellos. —Agentes Wise y DeMarco —dijo Kate, mostrando su placa. —Sheriff Bannerman —dijo el viejo polic?a—. Encantado de que hayan llegado hasta aqu?. Este caso nos ha desconcertado en verdad. —?Le importar?a llevarnos adentro y darnos los detalles? —pregunt? Kate. —Por supuesto. Bannerman las condujo por los anchos escalones hasta un porche decorado de manera minimalista. Dentro, la casa ten?a el mismo estilo, lo que hac?a que la residencia ya de por s? amplia se viera m?s grande. La puerta principal se abr?a a un vest?bulo revestido con baldosas que conduc?a a un ancho sal?n, y a una curvil?nea escalera que terminaba en el segundo piso. Bannerman las gui? por el pasillo y a la derecha. Ingresaron a una espaciosa sala de estar, cuya pared opuesta estaba ocupada por una biblioteca tan sencilla como enorme. La sala de estar conten?a tambi?n un elegante sof? y un piano. —El despacho de la v?ctima est? justo por aqu? —dijo Bannerman, conduci?ndolas a traves de la sala de estar bacia un ?rea revestida de la misma manera que el vest?bulo. Un sencillo escritorio estaba pegado de la pared opuesta. A la derecha, una ventana se abr?a a un jard?n en rotonda. Un florero con ramas de la planta de algod?n se hallaba colocado en una esquina. Luc?a sencillo y era claramente falso, pero encajaba muy bien en la habitaci?n. —El cuerpo fue descubierto ante su escritorio, en esta misma silla —dijo Bannerman. Hizo un gesto dirigido a una silla de escritorio muy sencilla. El tipo de sencilla que suele ostentar una etiqueta con un precio exorbitante. El solo verla hizo que Kate sintiera la comodidad en su espalda. —La v?ctima era Karen Hopkins, lugare?a durante la mayor parte de su vida, creo. Estaba trabajando cuando la asesinaron. El correo-e que nunca termin? estaba todav?a en la pantalla cuando su marido descubri? el cuerpo. —Los reportes dicen que no hab?a se?ales de que hayan forzado la entrada, ?es eso correcto? —pregunt? DeMarco. —Es correcto. De hecho, el marido nos dijo que todas las puertas estaban cerradas cuando ?l lleg? a casa. —As? que el asesino cerr? antes de marcharse —dijo Kate—. No es inusual. Ser?a una forma infalible de despistar a los investigadores. Con todo… tuvo que entrar de alguna manera. —La Sra. Hopkins es la segunda v?ctima. Hace cinco d?as, hubo otra. Una mujer como de la misma edad, asesinada en su casa mientras su marido estaba en el trabajo. Marjorie Hix. —Usted dijo que Karen Hopkins estaba trabajando cuando fue asesinada —dijo Kate—. ?Sabe qu? era lo que hac?a? —De acuerdo a su esposo, no era en realidad un trabajo. Era solo una actividad complementaria para ganar algo extra de dinero y acelerar el retiro. Mercadeo en l?nea o algo as?. Kate y DeMarco se tomaron un momento para examinar la oficina. DeMarco revis? la papelera junto al escritorio y los folios de papel en la peque?a bandeja en el borde del mismo. Kate recorri? el piso buscando posibles fragmentos, hasta quedar parada una vez m?s junto al florero de falsas ramas de algod?n. Casi instintivamente, estir? la mano y toc? la suave cabeza de uno de los tallos. Justo como imagin?, era falso pero su suavidad era casi calmante. Not? que varios de los tallos estaban rotos antes de volver su atenci?n al escritorio. Bannerman mantuvo una respetuosa distancia, pase?ndose entre el l?mite de la sala de estar y la ventana, mirando hacia el jard?n que se hallaba fuera de la oficina. Karen not? de inmediato que el escritorio miraba hacia la pared. No era demasiado inusual; ten?a entendido que para la gente con problemas de atenci?n era una excelente forma de mejorar su concentraci?n. Tambi?n sab?a que ello significaba que probablemente nunca supo lo que ven?a hasta que sucedi?. Sus sospechas se volvieron autom?ticamente hacia el marido. Quienquiera que la mat? hab?a entrado a la casa silenciosamente y hecho muy poco ruido. Eso, o ya estaba aqu? y ella no sospechaba nada. De nuevo, todos los indicios apuntaban al marido. Pero era una calle ciega: bas?ndose en todo lo que sab?an, el marido ten?a una s?lida coartada. Ella pod?a verificarla pero la historia le dec?a que no sol?a haber fisuras en las coartadas laborales. Antes de enunciar tal cosa a DeMarco o Bannerman, puso un pie en la sala de estar. Para pasar a la oficina, uno ten?a que pasar por la sala de estar. El piso estaba cubierto con una muy hermosa alfombra oriental. El sof? parec?a que raramente era usado y el piano luc?a como una antig?edad —de la clase que nunca era tocado pero que era agradable de ver. En las paredes hab?a un surtido de libros, muchos de los cuales le parecieron que nunca hab?an sido abiertos… solo eran libros de mesa de caf? que se ve?an bonitos en los estantes. Casi al final del estante m?s alejado vio libros que luc?an en cambio gastados y usados: algunos cl?sicos, unas pocas novelas de suspenso en tapa blanda, y varios libros de cocina. Busc? algo extra?o o fuera de lugar pero no encontr? nada. DeMarco entr? tambi?n a la sala de estar. Frunci? el ce?o y se encogi? de hombros. —?Ideas? —pregunt? Kate. —Creo que necesitamos hablar con el marido. Incluso con tan s?lida coartada, quiz?s pueda desvelar alg?n peque?o dato. Bannerman estaba parado en la entrada de la sala de estar, con los brazos cruzados mientras las miraba. —Lo hemos interrogado, por supuesto. Su coartada es a prueba de balas. Al menos nueve personas en su trabajo lo vieron y hablaron con ?l mientras su esposa era asesinada. Pero tambi?n declar? que estaba dispuesto a contestar cualquier pregunta que tengamos. —?D?nde se est? quedando? —pregunt? Kate. —En casa de su hermana, como a cinco kil?metros de aqu?. —Sheriff, ?tiene un archivo de la primera v?ctima? —Lo tengo. Puedo hacer que alguien le env?e por correo-e una copia si gusta. —Eso ser?a grandioso. Bannerman ten?a tanta edad como experiencia. Sab?a que las agentes hab?an terminado su escrutinio de la residencia Hopkins. Sin que se lo dijeran, se gir? para encaminarse a la puerta principal con Kate y DeMarco detr?s de ?l. Al caminar hasta sus autos, agradeciendo a Bannerman por reunirse con ellas, el sol finalmente hab?a alcanzado su sitio de permanencia en el cielo. Eran poco m?s de las ocho de la ma?ana y Kate sent?a que el caso ya estaba casi en movimiento. Esperaba que fuese un buen presagio. Por supuesto, cuando se subieron al auto y not? que unas nubes grises ven?an flotando, intent? ignorarlas. CAP?TULO TRES Bannerman hab?a llamado para avisarle al marido que el FBI ven?a a hablar con ?l. Cuando Kate y DeMarco llegaron a la casa de su hermana diez minutos despu?s, Gerald Hopkins estaba sentado en el porche con una taza de caf?. Al subir los escalones, Kate vio que el hombre estaba agotado. Sab?a c?mo se ve?a la pena, y nadie se ve?a bien con ella. Pero cuando la fatiga formaba parte de la ecuaci?n, era mucho peor. —Gracias por aceptar hablar con nosotras, Sr. Hopkins —dijo Kate. —Por supuesto. Cualquier cosa que pueda hacer para encontrar al que hizo esto. Su voz sonaba ronca y d?bil. Kate imagin? que hab?a pasado buena parte de los ?ltimos dos d?as llorando, sollozando, y quiz?s incluso gritando. Y durmiendo muy poco entretanto. Contemplaba su taza de caf?, sus ojos pardos parec?an a punto de cerrarse en cualquier instante. Kate pens? que de no haber estado envuelto en tan horrendo pesar, Gerald Hopkins ser?a probablemente un hombre apuesto. —?Est? su hermana? —pregunt? DeMarco. —S?. Est? adentro, encarg?ndose de los… arreglos —hizo una pausa, inhal? con fuerza para luchar con lo que Kate supuso eran unas ganas de llorar, y luego tembl? un poco. Sorbi? un poco de caf? y prosigui?—. Ella ha sido incre?ble. Manejando todo, enfrentando las cosas por m?. Manteniendo alejados a los entremetidos de esta ciudad. —Sabemos que la polic?a ya lo ha interrogado, as? que seremos breves —dijo Kate—. Si puede, me gustar?a que describiera la ?ltima semana que pas? con Karen. ?Podr?a hacerlo? Se encogi? de hombros. —Supongo que fue como cualquier otra semana. Me iba al trabajo, ella se quedaba. Yo ven?a a casa, hac?amos todo lo b?sico de una pareja casada. Hab?amos ca?do en un programa… algo aburrido. Algunas parejas lo llamar?an rutina. —?Pasaba algo malo? —pregunt? Kate. —No. Nosotros solo… No s?. En los ?ltimos a?os, desde que los chicos se fueron, de alguna manera dejamos de intentarlo. Todav?a nos am?bamos pero todo era muy simple. Aburrido, ?entiende? —suspir? y se estremeci? una vez m?s— Oh, Dios, los chicos. Todos ya vienen para ac?. Henry, el mayor, deber?a estar aqu? en la pr?xima hora. Y luego yo tengo… tengo que atravesar por esto... Baj? la cabeza y dej? escapar un gemido desesperado que acentu? unos sollozos entrecortados. Kate y DeMarco se apartaron, para darle espacio. Le tom? dos minutos calmarse. Cuando lo hizo, enjug? sus ojos y las mir? como si se excusara. —Tome su tiempo —dijo Kate. —No, est? bien. Es solo que desear?a haber sido un mejor esposo hacia el final, ya sabe. Yo siempre estuve cerca, pero nunca estuve realmente all?. Creo que ella se estaba sintiendo sola. De hecho, s? que as? era. Es solo que yo no quer?a invertir un mayor esfuerzo. ?No ha sido miserable de mi parte? —?Sabe de alguien con quien ella pudo haberse reunido en los ?ltimos d?as? —pregunt? Kate— ?Alguna reuni?n, cita, o algo parecido? —Ni idea. Karen se encargaba de la casa. Ni siquiera s? que pasaba en mi propia casa… en mi propiavida la mitad del tiempo. Ella lo hac?a todo. Hac?a la contabilidad, fijaba las citas y la agenda, planeaba las cenas, cuidaba su condenado jard?n, estaba pendiente de los cumplea?os y las reuniones familiares. Yo era bastante in?til. —?Nos permitir?a tener acceso a la agenda de ella? —pregunt? DeMarco. —Lo que necesiten. Cualquier cosa. Bannerman y sus hombres ya tienen acceso a nuestra agenda conjunta. Hac?amos todo en nuestros tel?fonos. ?l puede indicarles. —Gracias. Sr. Hopkins, le dejamos por ahora, pero por favor... si piensa en algo de inter?s, ?podr?a por favor contactar con nosotras o con el Sheriff Bannerman? Asinti?, pero era evidente que estaba a punto de sollozar de nuevo. Kate y DeMarco se marcharon, dirigi?ndose de regreso a su auto. No hab?a sido una reuni?n muy productiva, pero convenci? a Kate de que no hab?a forma de que Gerald DeMarco hubiera asesinado a su esposa. Uno no puede simular un dolor como ese. Hab?a visto muchos hombres en el curso de su carrera y siempre hab?a reconocido cuando era aut?ntico. Gerald Hopkins ten?a un gran pesar y ella lo compadec?a profundamente. —?Pr?xima parada? —pregunt? DeMarco mientras se pon?a detr?s del volante. —Me gustar?a regresar a la casa de los Hopkins… quiz?s hablar con los vecinos. ?l mencion? ese jard?n, justo fuera de la oficina. Hab?a una casa vecina que pod?a verse desde esa ventana. Es una peque?a posibilidad, pero quiz?s valga la pena probar. DeMarco asinti? y sali? de la via de acceso. Se dirigieron de regreso a la residencia Hopkins cuando la primera de esas nubes que anunciaban tormenta se colocaba delante del sol. *** Comenzaron con el vecino que estaba a la derecha de la residencia de los Hopkins. Tocaron la puerta principal sin obtener respuesta. Tras aguardar treinta segundos, Kate toc? de nuevo con el mismo resultado. —?Sabes? —dijo Kate— Despu?s de trabajar durante tanto tiempo en vecindarios como este, casi esperas que al menos un miembro de la pareja est? en casa. Toc? una vez m?s y como nadie respondi?, se dieron por vencidas. Se marcharon, cruzando el patio de los Hopkins para probar suerte con el otro vecino. Al hacerlo, Kate mir? hacia el c?sped entre las dos casas. Apenas pod?a ver el borde de la casa que era visible desde la ventana de la oficina de Karen Hopkins. Miraba la parte trasera de esa casa, cuyo frente estar?a situado en la calle que cortaba aquella donde viv?an los Hopkins. Al dirigirse a la casa de la izquierda, Kate not? las primeras gotas de lluvia provenientes de las nubes tormentosas. Comenzaron a subir los escalones en el momento en el que su celular vibr? en el bolsillo. Lo sac? y revis? la pantalla. Era Melissa. Un peque?o remordimiento atenaz? su coraz?n. Estaba segura de que su hija estaba llamando para quejarse del hecho de que anoche hubiera dejado a Michelle con Alan. Y ahora, habiendo pasado el momento cuando tom? la decisi?n, Kate sent?a que Melissa ten?a todo el derecho a estar molesta. Pero lo que s? era cierto es que no era una conversaci?n para la que ahora estuviera lista, mientras sub?an los escalones de la casa del vecino. DeMarco toc? esta vez. A la puerta acudi? de inmediato una mujer de aspecto juvenil, cargando a un ni?o que tendr?a diecis?is o dieciocho meses de edad. —?S?? —dijo la joven. —Hola. Somos las Agentes Wise y DeMarco del FBI. Estamos investigando el asesinato de Karen Hopkins y esper?bamos obtener algo de informaci?n de los vecinos. —Bueno, no soy exactamente una vecina —dijo la joven—. Pero igual podr?a serlo. Soy Lily Harbor, ni?era al servicio de Barry y Jan Devos. —?Conoc?a bien a los Hopkins? —pregunt? DeMarco. —En realidad, no. Nos trat?bamos por el nombre de pila, pero hablaba con ellos una o dos veces a la semana. E incluso entonces, era solo un saludo de pasada. —?Percibi? que clase de personas son? —Decentes por lo que pude ver —hizo una pausa cuando el ni?o empez? a halarle el pelo. Comenzaba a ponerse un poco inquieto—. Pero repito, no los conoc?a a fondo. —?Los Devos les conoc?an bien? —Eso supongo. Barry y Gerald se prestaban cosas de vez en cuando. Combustible para las cortadoras de c?sped, carb?n para la barbacoa, cosas as?. Pero no creo que realmente se juntaran. Eran educados entre s?, pero no eran realmente amigos, ?entiende? —?Sabe de alguien en la zona que los conociera bien? —pregunt? Kate. —En realidad, no. La gente por aqu? es bastante reservada. Este no es un vecindario de mucho festejo, ?entiende? Pero... me siento mal al decir esto… si quieren saber algo acerca de pr?cticamente cualquiera de la comunidad, podr?an acercarse a la Sra. Patterson. —?Y qui?n es ella? —Vive en la siguiente calle de atr?s. Podemos ver su casa desde el patio de los Devos. Estoy bastante segura de que puede verse desde el porche trasero de los Hopkins. —?Cu?l es la direcci?n? —No estoy segura. Pero es facil de encontrar. Tiene en el porche unas esculturas de gatos que meten miedo de solo verlas. —?Cree que ser?a de ayuda? —pregunt? DeMarco. —Creo que ser?a su mejor apuesta, s?. No s? que tan veraz sea la informaci?n que tenga, pero nunca se sabe... —Gracias por su tiempo —dijo Kate. Le brind? una sonrisa al peque?o, que le hizo extra?ar a Michelle. Tambi?n le record? que muy probablemente ten?a en su tel?fono un agrio correo de voz de su hija. Kate y DeMarco regresaron al auto. Para cuando se subieron y empezaron a rodar, la lluvia hab?a comenzado a caer con un poco m?s de fuerza. —Parece que esta casa de la Sra. Patterson, visible desde el patio de los Devos, bien pudiera ser la que vi por la ventana de la oficina de Karen Hopkins —dijo Kate—. Todos esos patios traseros conectados con solo unas cercas para dividirlos… eso podr?a ser un para?so para una vieja entrometida. —Bueno —dijo DeMarco—, veamos que sabe la Sra. Patterson. *** Kate no pudo dejar de notar c?mo se abrieron los ojos de la Sra. Patterson cuando se dio cuenta que dos agentes del FBI estaban paradas en su porche. No hab?a una expresi?n de temor en su rostro; antes bien, era una de excitaci?n. Kate imagin? que la vieja ya estar?a planeando c?mo le relatar?a la historia a todas sus amigas. —Escuch? todo lo que le sucedi? a Karen, as? es —dijo la Sra. Patterson como si fuera hubiera ganado un distintivo con ello—. La pobre… era tan encantadora y amable. —?La conoc?a, entonces? —pregunt? Kate. —Un poco, s? —dijo la Sra. Patterson—. Pero, por favor… pasen, pasen. Condujo a Kate y DeMarco al interior de su casa. Antes de entrar, Kate mir? los objetos que le hab?an servido de pista para deducir que esta era la casa correcta. Hab?a ocho diferentes estatuas de gatos, ornamentos que parec?an producto de un extra?o cambalache o de una venta de garaje. Algunas se ve?an inquietantes, como Lily Harbor hab?a expresado. La Sra. Patterson las condujo a su sala de recibo. El televisor estaba encendido, sintonizado en Buenos D?as Am?rica con el volumen m?s bien bajo, lo que hizo asumir a Kate que la Sra. Patterson era una viuda que no lograba acostumbrarse a estar sola. Hab?a le?do en alguna parte que los mayores tend?an siempre a tener la televisi?n o el est?reo encendido luego de perder a su c?nyuge, solo porque as? la casa parec?a tener vida todo el tiempo. Al tomar asiento en una butaca, Kate mir? hacia afuera por la ventana de la sala que estaba situada en el lado este de la casa. Vio la calle e hizo su mejor esfuerzo por imaginar la disposici?n del patio y la calle. Estaba bastante segura de que estaban de hecho en la casa que hab?a atisbado desde la ventana del despacho de Karen Hopkins. —Sra. Patterson, acl?reme algo, por favor —dijo Kate—. Cuando est?bamos en la casa de los Hopkins, mir? por la ventana de Karen y vi una casa justo al final del borde derecho de su patio. Era la suya, ?correcto? —S?, as? es —dijo la Sra. Patterson con una sonrisa. —Dijo que conoc?a un poco a los Hopkins. ?Podr?a detallar eso? —?Seguro! Karen me consultaba con respecto a su jard?n de vez en cuando. Tiene uno justo afuera de la ventana de su oficina, ya saben. No era mucho lo que ten?a plantado, solo hierbas para ser usadas en la cocina: albahaca, romero, algo de cilantro. Siempre he tenido buena mano para las plantas. Todos en el vecindario lo saben y normalmente vienen a pedir consejo. Tengo mi propio jard?n all? atr?s, si les apetece verlo. —No, gracias —dijo DeMarco de manera cort?s—. Estamos luchando con el tiempo. Necesitamos que nos diga lo que sabe sobre los Hopkins. ?Parec?an felices cuando los ve?a juntos? —Eso supongo. No conozco tan bien a Gerald. Pero de vez en cuando, alcanzaba a verlo sentado en su porche trasero. Recientemente, los he visto all? tomados de la mano. Era algo bonito. Sus hijos hab?an crecido y se hab?an mudado, supongo que ya lo saben. Me gustaba imaginar que estaban hablando de sus planes de retiro, proyectando viajes y cosas as?. —?Alguna vez sospech? que tuvieran problemas de alg?n tipo? —pregunt? Kate. —No. Nunca vi ni escuch? nada que me sugiriera tal cosa. Hasta donde s?, eran una pareja normal. Pero supongo que cualquier pareja podr?a tener problemas potenciales luego que los hijos se van de la casa. No es inusual, ya saben. —?Vio a alguno de ellos la semana pasada? —S?. Vi a Karen en su peque?o jard?n, recortando algo. Esto ser?a hace como cuatro o cinco d?as. No estoy segura. Cumpl? setenta y cuatro este a?o y a veces mi mente es como una sopa. —?Habl? con ella? —No. Pero hay algo en lo que pens? ayer... algo que no necesariamente olvid? pero en lo que tampoco pens? mucho. Y honestamente… ni siquiera s? qu? d?a sucedi?, as? que... —?Qu? cosa sucedi?? —pregunt? DeMarco. —Bueno, estoy bastante segura de que fue el martes… el d?a que Karen fue asesinada por lo que s?. Estoy casi segura de haber visto a alguien deambulando por el patio trasero. Un hombre. Un hombre que no era Gerald Hopkins. —?Parec?a como si este hombre se fuera a meter en la casa? —pregunt? Kate. —No. Parec?a pertenecer al lugar, si ello tiene sentido. Caminaba como si hubiese sido invitado, ?saben? Vest?a una especie de traje o uniforme. Hab?a un peque?o distintivo o parche justo aqu? —se dio unos golpecitos encima de su pecho izquierdo para indicar el sitio del que estaba hablando. —?Pudo ver bien el parche? —No. Todo lo que puedo decir es que era casi todo blanco y parec?a tener forma de estrella. Pero podr?a estar equivocada… en estos d?as mi vista es tan buena como mi memoria. —Pero en cuanto a comunicarse con alguno de los Hopkins, ?dice que no hubo nada la semana pasada? —No. La ?ltima vez que habl? con Karen fue cuando vino a pedirme mi receta de torta de pi?a. Y eso fue hace casi tres semanas, creo. Kate se devan? los sesos, tratando de pensar en otras preguntas con las que la Sra. Patterson pudiera ayudarlas a desvelar alguna cosa, pero nada se le ocurri?. Adem?s, ten?an que verificar a este hombre con uniforme, as? que no se iban con las manos vac?as. —Sra. Patterson, muchas gracias por su tiempo. Si llega a pensar en algo m?s, si?ntase libre de llamar a la polic?a local. Ellos nos har?n llegar el mensaje. —Siento la necesidad de preguntar… pero con el FBI involucrado, ?puedo asumir que el homicidio anterior est? conectado? ?Fue hace como… una semana m?s o menos? Creo que su nombre era Marjorie Hix. —Eso es lo que hemos venido a averiguar —dijo Kate—. ?Lleg? a conocer a Marjorie Hix? —No. Honestamente, nunca hab?a escuchado el nombre, hasta que una de mis amigas me cont? lo que hab?a sucedido. Kate asinti? y se dispuso a salir de la habitaci?n. —De nuevo, gracias por su tiempo. DeMarco se le uni? y salieron afuera, cuando la lluvia ca?a sin amainar, a pesar del sol resplandeciente. Kate casi sac? su tel?fono para ver si Melissa le hab?a dejado un mensaje de voz, pero desisti?. Todo lo que conseguir?a ser?a un estr?s adicional. Y si ella no aprend?a a separar su vida personal de su vida con el Bur?, bien pod?a entregar ahora mismo su arma y su placa. Se odi? un poco por eso, pero por el momento sac? a Melissa de su mente mientras se dirig?an de regreso al auto. En el fondo, una peque?a vocecita le hablaba. ?Recuerdas lo que sucedi? cuando la hiciste a un lado a m?s temprano en tu carrera? Tom? mucho tiempo reparar ese da?o. ?Realmente quieres pasar por todo eso otra vez? No, no quer?a. Y quiz?s fue por eso que acab? luchando por refrenar las l?grimas mientras DeMarco sal?a del acceso a la casa de la Sra. Patterson. CAP?TULO CUATRO El Sheriff Bannerman estaba de regreso en la estaci?n policial cuando Kate y DeMarco llegaron. Les hizo se?as para que vinieran a su oficina. Al seguirlo, Kate not? que arrastraba los pies como si tuviera alguna dificultad al caminar. Mantuvo la puerta abierta para ambas y luego la cerr? detr?s de ?l. —?Tuvieron suerte? —pregunt?. —Hablamos con una tal Sra. Patterson, la mujer que vive en la casa que se puede ver desde la ventana en la oficina de Karen Hopkins —dijo Kate—. Ella dice que recuerda a alguien en el patio trasero el d?a que Karen fue asesinada. —Ella dice que cree que fue ese d?a —a?adi? DeMarco. —Sheriff, ?sabe de alguna compa??a en la zona cuyo logo tenga forma de estrella y sea b?sicamente blanco? Los empleados pueden estar llevando trajes de colores oscuros. Bannerman lo pens? por un minuto y luego comenz? a asentir lentamente. Tecle? algo en la port?til de su escritorio, hizo varios clics y luego gir? la pantalla hacia ellas. Hab?a tecleado Hexco Proveedores de Internet en el buscador de Google y elegido la primera imagen. —Est? este —dijo—. Es el ?nico que viene a mi mente de inmediato. Kate y DeMarco estudiaron atentamente el logo. Era casi id?ntico a la descripci?n de la Sra. Patterson. Ten?a de hecho forma de estrella, solo que una de las puntas se alargaba y curvaba ligeramente. Unas l?neas segu?an a la estrella, y la central conten?a la palabra Hexco. Con la velocidad de un pistolero, DeMarco sac? su tel?fono e instant?neamente marc? el n?mero debajo del logo. —Veamos si el martes hubo una llamada para solicitar un servicio de alg?n tipo a la residencia Hopkins. Se sent?, esperando que el tel?fono comunicara. Entretanto, Bannerman gir? el port?til y lo cerr?. En voz baja, para no interrumpir a DeMarco cuando alguien contestara el tel?fono, mir? a Kate y pregunt?: —?Tiene ya alguna idea? —Creo que estamos ante un asesino que se enfoca en un determinado tipo de v?ctimas. Tanto Karen Hopkins como Marjorie Hix estaban en la cincuentena, y solas en casa. La presunci?n es que el asesino sab?a que el marido no estar?a all?. Y tambi?n presumo que hab?a estudiado las casas, ya que no hay indicios de que la entrada haya sido forzada. As? que… nuestro asesino tiene un tipo definido, y hace su tarea. Aparte de eso... estoy en una calle ciega. —Puedo intentar a?adir a eso —dijo Bannerman—, que no hab?a se?ales de lucha, tampoco. As? que el asesino sab?a c?mo entrar en las casas sin violar la seguridad y luego fue capaz de atacar sin que las v?ctimas supieran. Me hace pensar que las victimas invitaron al asesino. Que lo conoc?an. Kate hab?a presumido lo mismo pero decidi? permitir que Bannerman lo expusiera todo. Disfrutaba o?rlo hablar. Su edad lo hac?a sonar sabio y ella valoraba en mucho su experiencia. Sol?a mirar el trabajo en conjunto con la fuerza de polic?a local como un estorbo, pero comenzaba a gustarle Bannerman. Mientras asent?a, DeMarco finaliz? su llamada —Tengo la confirmaci?n de que Hexco s? envi? el martes un t?cnico a la residencia Hopkins. La mujer con quien habl? dijo que hab?an habido reportes de problemas con el servicio de internet por todo el vecindario en esos d?as, comenzando el lunes en la noche. Hubo como una docena de llamadas similares ese d?a. —Bueno, es toda una conjetura, pero ser t?cnico de una compa??a de internet en condiciones de servicio interrumpido daria f?cil acceso a casi cualquier casa —dijo Kate. —Bueno, no es una conjetura, de hecho —dijo DeMarco—. Pregunt? tambi?n si ?ltimamente hab?an enviado t?cnicos de Hexco a la residencia Hix. Resulta, que hubo una solicitud introducida por Joseph Hix hace dos semanas. Y de acuerdo a sus registros, el mismo t?cnico acudi? a ambas llamadas. —Suena como un sospechoso para m? —dijo Kate. —Estoy de acuerdo —dijo Bannerman—. Deber?an saber, sin embargo, que Hexco es un proveedor relativamente nuevo en Frankfield. Una compa??a peque?a. Me sorprender?a que hubiera m?s de tres o cuatro t?cnicos. Puede que no sea del otro mundo que el mismo t?cnico estuviera en ambas direcciones. —A?n as?, me gustar?a hablar con ese t?cnico —dijo Kate—. ?Conseguiste un nombre? —Lo hice. La operadora con la que habl? le envi? un mensaje para que me llame de inmediato. —Entretanto, me gustar?a visitar la residencia Hix —dijo Kate—. S? que los reportes indican que la escena estaba b?sicamente limpia, pero me gustar?a verlo por m? misma. —Tengo la llave en los archivos del caso —dijo Bannerman—. Puede... Fue interrumpido por el timbre del tel?fono de DeMarco. Contest? de inmediato y cuando la escuch? presentarse de manera formal, Kate supo que era el t?cnico de Hexco. Kate escuch? atentamente, as? que se enter? de los detalles antes de que DeMarco los comunicara en voz alta. —Nos veremos con ?l en quince minutos —dijo DeMarco—. Parece muy dispuesto a reunirse con nosotras, pero sonaba un poco asustado, tambi?n. Kate abri? la puerta al tiempo que Bannerman se pon?a de pie. —?Necesitan algo de m?? Kate lo pens? y entonces, con un poco de esperanza en su voz, dijo: —Quiz?s tener lista una sala de interrogaci?n. *** El nombre del t?cnico era Mike Wallace, un chico de veintis?is a?os que se ve?a muy nervioso cuando Kate y DeMarco se reunieron en la peque?a cafeter?a a cinco kil?metros del Departamento de Polic?a de Frankfield. Mir? alternativamente a una y otra agente de una manera que record? a Kate uno de esos extra?os gecos que pueden mover sus ojos de tal forma que miran en dos direcciones al mismo tiempo. Ten?a una tableta con ?l, cubierta con un forro de cuero bastante usado. El logo de Hexco destacaba en relieve al frente del mismo. —Mike, por ahora esto es un procedimiento est?ndar y no tienes absolutamente nada de qu? preocuparte —dijo Kate—. En este momento, parece solo un poco de mala suerte y las circunstancias. —?Qu? quiere decir? —Bueno, en el curso de las ?ltimas dos semanas, has sido asignado a hogares donde dos mujeres han sido asesinadas. La m?s reciente fue el martes pasado. —Visit? muchas casas el martes. Ha habido un grave problema con las interrupciones en dos urbanizaciones diferentes. —Tienes tus llamadas de solicitud de servicio en esa tableta, ?correcto? —pregunt? DeMarco, haciendo un adem?n hacia el dispositivo que cargaba. —S?, as? es. —?Puedes buscar la entrada de la residencia de los Hopkins para el d?a martes? —Seguro —dijo. Tamborile? en distintos lugares, desliz? la pantalla un poco, y luego recorri? la p?gina con su dedo. Al hacerlo, Kate not? un ligero temblor en sus manos. Estaba obviamente nervioso; la cosa era averiguar si estaba asustado porque estaba ocultando algo o si simplemente estaba nervioso por estar en presencia de un par de agentes del FBI. —Justo aqu? —dijo, deslizando la tableta hacia ellas—. Llegu? a las diez cuarenta y dos a.m. y me fui a las diez cuarenta y seis. —Luce bastante r?pido —dijo Kate—. No creo que me hayan arreglado algo con tal rapidez. ?Cu?l fue la naturaleza de la interrupci?n? —Hay una m?s grande cerca de Chicago. Para arreglar esa, tuvimos que reducir el servicio en otros lugares. Frankfield nunca se recuper? como se supon?a. Era un arreglo f?cil, sin embargo. Para todas excepto para una de esas llamadas del martes por la ma?ana, era solo cosa de reiniciar en las cajas de instalaci?n de cada casa. —?Y solo tom? cinco minutos? —pregunt? Kate. —En realidad, cada reinicio solo toma como dos o tres minutos. Para cada parada, Hexco me exige que inicie el reloj en cada visita. Una vez que se inicia el cron?metro, tengo que ingresar al sistema y luego caminar a la caja. El reinicio solo toma como dos minutos. Despu?s del reinicio, acoplo un dispositivo de prueba a la caja para asegurarme de que est? funcionando. Eso toma treinta segundos. Luego camino de regreso a la camioneta, ingreso el reporte de estatus, y salgo del sistema. Todav?a temblaba y se agitaba hasta por lo m?s m?nimo. Pareci? notarlo e intent? detener los temblores de sus manos junt?ndolas sobre la mesa. —?As? que todo eso fue hecho en la residencia Hopkins entre las diez cuarenta y dos y diez cuarenta y seis? —pregunt? Kate. —S?, se?ora. —?Interactuaste con Karen Hopkins durante la visita? —No. Hexco envi? un texto masivo y una nota por correo electr?nico anunciando que los t?cnicos iban a ser enviados. Siempre que eso se hace y el arreglo no se le cobra al cliente, no nos piden que vayamos con ellos para que firmen. Dudo que siquiera supiera que yo estaba all?. Todo encajaba, pero Kate hizo las cuentas en su cabeza. Cuatro minutos era tiempo m?s que suficiente para entrar en la casa y estrangular a alguien. Por supuesto, el hecho de que su reporte mostrara los tiempos de reinicio y prueba, adem?s de la entrada y salida del sistema reduc?a los cuatro minutos a nada. —?Puedes encontrar una entrada para la residencia Hix hace dos semanas? —pregunt? Kate. —S?. ?Tienen el primer nombre? —Marjorie, o quiz?s su esposo, Joseph —dijo DeMarco. Mike repiti? la rutina y consigui? la respuesta en veinte segundos. De nuevo, desliz? la tableta hacia ellas. Mientras revisaban la informaci?n, ?l hizo lo que pudo para explicarles. —Justo all?… exactamente hace dos semanas. Fue una respuesta a una queja acerca de la velocidad del servicio. Hab?an llamado para que le aumentaran la velocidad y los datos pero nunca result?. A veces ocurre cuando se hace de manera remota, por tel?fono. Fui hasta all? y lo hice por m? mismo. —De acuerdo a esto, tom? como cinco minutos —dijo Kate. —S?, el peque?o dispositivo que uso para probar la fuerza de la se?al me estaba dando dificultades. Si quieren, puedo mostrarles la solicitud que introduje en Hexco para conseguir uno nuevo. —Eso no ser? necesario —dijo Kate—. Veo aqu? que Marjorie Hix firm? por el servicio. ?Entraste a su casa? —S?, se?ora. Necesitaba revisar su modem. Recomend? que consiguieran uno nuevo, porque el que ten?an estaba un poco obsoleto. Por tercera vez, Kate not? un nervioso temblor en sus manos. Era demasiado evidente como para ignorarlo a estas alturas. —?Estaba su esposo en casa? —pregunt?, sin dejar que ?l viera que ella estaba percibiendo su nerviosismo. —No lo creo. Kate repas? el reporte. Bas?ndose en los reportes y en su historia, todo parec?a encajar. Pero parec?a demasiada coincidencia. Mir? a Mike por un momento, buscando alguna fisura en su fachada, pero no vio ninguna. —Muchas gracias, Mike —dijo finalmente—. Hemos terminado. No quiero mantenerte alejado de tu trabajo por m?s tiempo. Gracias por tu ayuda. —De nada —dijo Mike, volviendo a tomar la tableta—. Ojal? que atrapen al sujeto. —S? —dijo DeMarco—. Lo mismo decimos. Los tres dejaron la cafeter?a juntos. Con cierta timidez, Mike les dijo adi?s con la mano mientras se pon?a al volante de la camioneta de servicio de Hexco. —Parece descartado —dijo DeMarco mientras volv?an a su auto. —S?, as? es. Pero el factor de la coincidencia... —S?, te fastidia un poco, ?no es as?? —Bueno, eso y el hecho de que temblaba como un proxeneta en una iglesia… —Linda met?fora —dijo DeMarco riendo. Ambas observaron mientras Mike sal?a de su puesto de estacionamiento. Ninguna de ellas habl?, aunque Kate busc? su tel?fono, queriendo averiguar si Melissa le hab?a dejado un mensaje… y lo molesta que estaba. M?s tarde, se dijo. Tengo que respetar las prioridades. Pero ese pensamiento, como el potencial mensaje de voz que estaba en espera, se sent?an como una bomba atascada en un lugar largamente olvidado, haciendo tictac y aguardando a explotar. CAP?TULO CINCO La residencia Hix estaba como a dieciocho kil?metros de la direcci?n de los Hopkins. Localizada justo fuera de los l?mites de la ciudad de Frankfield, estaba suficientemente cerca de la ciudad como para brindarle a Bannerman y su gente autoridad en el caso. Chicago estaba situada veinte minutos al sur, dejando a la secci?n del medio en una zona gris cuando se trataba de la jurisdicci?n. La urbanizaci?n era un poco menos extravagante que la de los Hopkins, aunque no mucho. Los patios eran m?s peque?os, la mayor?a separados del siguiente por olmos y robles. Con la lluvia cayendo, los ?rboles hac?an que las casas y sus jardines se vieran un poco siniestros cuando Kate y DeMarco ingresaron a la v?a de acceso de los Hix. DeMarco us? la llave que Bannerman les hab?a dado. Seg?n les hab?an dicho, el marido se hab?a ido a Chicago, para quedarse con su hermano tras el funeral. Nada se sab?a de cu?ndo podr?a regresar. Sin embargo, no mucho despu?s que Kate y DeMarco hab?an entrado, otro auto ingres? a la v?a de acceso y se puso detr?s del suyo. Las agentes esperaron en la puerta para ver qui?n era el visitante. Observaron como una rubia de mediana edad se bajaba de un bonito Mercedes. Kate not? que el auto ten?a las placas de un corredor de bienes ra?ces. —Hola —dijo la mujer, presumiblemente una corredora de bienes ra?ces, al acercarse a las escalinatas. A todas luces estaba confundida—. ?Se puede saber qui?nes son ustedes? Kate mostr? su placa, no por fanfarrona sino para no dar rodeos. —Agentes Wise y DeMarco, FBI. Es usted una corredora, supongo. —As? es. Nadine Owen. Estoy aqu? para hacer un ?ltimo recorrido por la casa antes de que la pongamos en el mercado. —No estaba al tanto de que iba a ser puesta a la venta —dijo Kate. —Nos llamaron ayer por la ma?ana. El Sr. Hix no regresar?. Ha contratado a un equipo de mudanzas para que venga ma?ana y empaque todo. Hoy voy a hacer una lista de chequeo para asegurarme que los de la mudanza la dejen como est?. Dios sabe que ser? dif?cil venderla en estas condiciones. —?Por qu?? —pregunt? DeMarco. Kate sab?a la respuesta, habiendo estado en varios casos en los que un corredor de bienes ra?ces hab?a intervenido. —Los corredores tienen que revelar que ha ocurrido un homicidio recientemente en una propiedad —dijo Kate. —Correcto —dijo Nadine—. Y en este caso, el Sr. Hix est? donando pr?cticamente todo lo que tiene. Estaba muy mal cuando habl? con ?l. Sencillamente no quiere nada que le recuerde a su esposa en cualquier lugar que escoja como su siguiente morada. Eso es bastante triste, de hecho. Eso es bastante sospechoso, si me preguntan, pens? Kate. —?Cu?nto tiempo ha pasado el Sr. Hix en Chicago? —pregunt?. —Se fue el d?a despu?s del funeral… as? que dir?a que tres d?as, creo. —Si no le importa, nos gustar?a revisar el lugar antes de que proceda con su lista de chequeo —dijo Kate. —Por supuesto. Las tres mujeres entraron a la casa. Kate la encontr? impecable. De nuevo, no era tan bonita como el hogar de los Hopkins, pero era mucho m?s de lo que Kate alguna vez hubiese podido permitirse. No era solo la casa; todo el mobiliario se ve?a tambi?n bastante costoso. Al hacer la revisi?n, DeMarco iba detr?s de Kate, revisando en pantalla los informes electr?nicos de la polic?a. Le?a en voz alta las partes importantes mientras hac?an el recorrido de la casa. —Marjorie Hix fue hallada muerta en su dormitorio, con medio cuerpo saliendo del ba?o principal —ley?—. Ella, tambi?n, fue estrangulada hasta morir pero no hab?a sangre o cortes como los hubo con Karen Hopkins. Hab?a magulladuras en su garganta pero no hab?a indicios de huellas. Se cree que pudo haber sido estrangulada con un cintur?n o alguna clase de cuerda suave. La planta baja era principalmente abierta, con una sala y una cocina separadas solo por una gran columna. La otra ?rea parec?a servir como estar, donde un televisor de aspecto costoso se hallaba colocado entre dos estanter?as de libros. Un elegante piano ayudaba tambi?n a separar las ?reas. Kate sab?a muy poco acerca de pianos pero estaba bastante segura de que este era la versi?n peque?a de un Steinway… y que eso probablemente val?a un a?o de su salario. Era simplemente dif?cil imaginar al marido donando un objeto as? en lugar de venderlo. Eso envi? un peque?o aviso de alarma al cerebro de Kate. Un ?rea de lectura y el espacio de una mini-oficina se hallaban en el extremo izquierdo, metidos en una esquina que miraba a un espacioso porche a trav?s de un ventanal. En conjunto, luc?a sencillo e id?lico. —Recu?rdame lo que los reportes dicen acerca de la evidencia colectada por la polic?a —dijo Kate. —El marido voluntariamente entreg? su propio port?til, que le fue devuelto con bastante rapidez —dijo DeMarco, todav?a leyendo los reportes—. Tambi?n entreg? el port?til de Marjorie y el celular. Hab?a un cintur?n en el closet de la planta alta que fue colectado por los forenses como una potencial arma homicida, pero se concluy? que no hab?a sido usado. Tras mirar un poco m?s de la planta baja, subieron las escaleras ubicadas a la derecha de la planta baja, paralelas al espacio de la peque?a oficina. La planta alta estaba conformada.por un ancho corredor y cuatro habitaciones: un ba?o, dos habitaciones de hu?spedes, y un gran dormitorio principal. Fueron directamente al dormitorio principal y se detuvieron en la entrada para examinar el interior. La cama no estaba hecha, pero apartando eso el sitio estaba impecable. Kate mir? el ?rea que estaba delante del ba?o e intent? imaginar un cuerpo. Sab?a que las fotos de la escena de crimen estaban en los archivos del caso y estaba segura de que los ver?a m?s tarde. Por ahora, sin embargo, estaba tratando de percibir la habitaci?n como lo har?a un asesino —un asesino que probablemente hab?a sido invitado por una u otra raz?n. La habitaci?n estaba dispuesta de tal manera que alguien que saliera del ba?o no ver?a de inmediato a quien entrara a la misma. Si el asesino hab?a logrado deslizarse hasta la habitaci?n mientras Marjorie Hix estaba en el ba?o, ?l habr?a pasado desapercibido. —?No hay pistas de ning?n tipo en el dormitorio? —pregunt? Kate. —Nada de eso se menciona en el reporte. Ni siquiera una gota de sangre. Nada. Kate camin? por la habitaci?n y se detuvo junto a la ventana m?s cercana a la cama. Tuvo que correr las cortinas, pero vio que miraba a un patio trasero con un terreno m?s all? rodeado de una cerca de madera. Fue entonces al ba?o. Este, como casi todo en la casa, era grande y ostentoso. Se inclin? todo lo que pudo para atisbar bajo los peque?os espacios que hab?a entre la parte inferior de los gabinetes instalados bajo los lavabos y el piso. Aparte de unas motas de polvo y pelusa, no hab?a nada. —?Qu? hay del sistema de seguridad? —pregunt? Kate. —Hum —dijo DeMarco mientras recorr?a los reportes—. Aparentemente, no hay sistema de seguridad. Pero tienen una de esas c?maras junto al timbre de la puerta. —Perfecto. ?La polic?a obtuvo acceso a ella? —S?. Aqu? dice que el marido le dio a Bannerman la contrase?a. Aparentemente, es accesible desde la aplicaci?n m?vil de la c?mara. —?Alguna idea de qu? app es? —No lo dice. Estoy segura de que Bannerman lo sabe. —Espera un momento —dijo Kate. Sali? del dormitorio con DeMarco detr?s de ella, a?n repasando en pantalla los registros. Encontraron a Nadine Owen revisando las paredes de la sala, aparentemente buscando rozaduras previas antes de que llegaran los de la mudanza. —Sra. Owen —dijo Kate—. ?Por casualidad conoce el nombre de la app que los Hix usaban para la c?mara de su puerta? —Lo s?, ciertamente —dijo—. Cuando el marido me llam? para vender la casa, me dio su contrase?a de tal forma que pudiera entrar y eliminar la cuenta antes de que alguien m?s se mudara. —?Ya la elimin?? —No —Nadine pareci? comprender ad?nde se dirig?a esto. Una breve mirada de excitaci?n cruz? su rostro al sacar el celular—. Puedo ingresar a su cuenta si necesitan revisarla. —Eso ser?a grandioso —dijo Kate. Nadine se sent? en uno de los taburetes colocados a lo largo del tope de la cocina y abri? la aplicaci?n. Kate y DeMarco observ? a Nadine ingresar a la cuenta Hix. En unos segundos, apareci? la direcci?n de la residencia Hix. Nadine hizo clic en ella y una p?gina con calendario apareci? en pantalla —La app nos permite retroceder sesenta dias. M?s all? de eso, todo queda almacenado en la nube. —Sesenta d?as son m?s que suficientes. De hecho, son s?lo dos d?as los que necesito revisar. —Supongo que contando hacia atr?s ocho d?as, ?correcto? ?El d?a que fue asesinada? —S?, por favor. —?Exactamente c?mo funciona? —pregunt? DeMarco. —Hay un sensor en el timbre de la puerta —dijo Nadine—. Cuando alguien llega al porche, activa la c?mara. Esta graba entonces a la persona hasta que entra a la casa o abandona el porche. —As? que habr? una entrada de v?deo el d?a de su asesinato si alguien estuvo en el porche, ?correcto? —pregunt? Kate. —As? es. Y… aqu? est?. Hay dos v?deos del mi?rcoles pasado… el d?a que fue asesinada. Las tres mujeres se inclinaron alrededor del tel?fono, para mirar una grabaci?n a color de baja definici?n proveniente de la aplicaci?n. El primer v?deo fue f?cil de descartar. Era un conductor de UPS, colocando una caja en el porche principal para luego devolverse de prisa a su camioneta. La caja no era muy grande y se distingu?a por el logo de Amazon en el costado. Tres segundos despu?s el conductor se hab?a ido, y la c?mara se desactiv?. Nadine coloc? el segundo v?deo y puls? para reproducirlo. Una mujer lleg? al porche y toc? el timbre. Le abrieron unos segundos despu?s. No hab?a audio, pero era evidente que la mujer estaba conversando con quienquiera que abri? la puerta, presumiblemente Marjorie. Esto se hizo obvio cuando Marjorie puso un pie en el porche, charl? con la mujer cerca de un minuto y volvi? a entrar. La mujer dijo algo por encima de su hombro mientras bajaba los escalones, y entonces el v?deo finaliz?. —?Alguna idea de qui?n es esa mujer? —pregunt? DeMarco a Nadine. —No, lo siento. ?Ustedes dijeron que hab?a otra fecha que necesitaban revisar? —S?. Hace exactamente dos semanas. ?Hay alguna entrada? Nadine desliz? la pantalla para retroceder catorce d?as y se detuvo cuando el calendario mostr? la fecha que buscaba. Hab?a tambi?n dos entradas ese d?a. Nadine reprodujo la primera de inmediato, sin que se lo pidieran. Instant?neamente, Kate reconoci? al hombre que lleg? al porche y toc? el timbre: Mike Wallace. Vest?a el mismo uniforme de Hexco que le hab?an visto hac?a menos de una hora. Tras varios segundos, abrieron la puerta, ?l habl? con alguien por unos diez segundos, y luego fue invitado a pasar. Nadine las mir? a ambas, como si esperara alguna reacci?n. Cuando vio que no hubo ninguna, continu? con la siguiente entrada pulsando sobre la hora, que aparec?a marcada apenas catorce minutos despu?s. Presion? para reproducir el v?deo y vieron el inverso de lo que acababan de ver. Mike Wallace sal?a por la puerta principal, de nuevo en primer plano. Se volvi? y dijo algo a la persona en la puerta —de nuevo, presumiblemente Marjorie Hix. La conversaci?n dur? unos veinte segundos y entonces Mike se dispuso a descender los escalones. Antes de que la salida de Mike diera lugar a la conclusi?n del v?deo, el peque?o sensor detect? m?s movimiento. Marjorie Hix sali? al porche con una regadera y se dedic? a regar una maceta de lilas junto a la baranda del porche. Aunque no probaba mucho, el hecho de que no hubiera v?deos de seguridad de Mike Wallace en el d?a de la muerte de ella era una fuerte coartada. —?Algo m?s? —pregunt? Nadine. Kate y DeMarco intercambiaron miradas y menearon sus cabezas simult?neamente. Kate no estaba segura de si DeMarco estaba pensando lo mismo que ella o no, pero sab?a que era una buena oportunidad. La grabaci?n de seguridad principalmente hab?a descartado a Mike Wallace. Pero el marido… —Hay un garaje en el costado de la propiedad —dijo Kate—. Parece que est? en un nivel subterr?neo de la casa, ?es correcto? —Lo es. ?Les gustar?a verlo? —No, no es necesario. ?Pero por casualidad sabe si es all? donde el Sr. Hix siempre aparcaba? —Estoy bastante segura, s?. —Y presumo que hay una entrada principal a la casa a trav?s de ese garaje. —Por supuesto —se?al? una puerta al fondo de la casa, al salir de la cocina—. Justo aqu?. As? que nunca tendr?a que pasar por ese sensor de la puerta, pens? Kate. As? que mientras los v?deos hab?an descartado a Mike Wallace, nada hab?an hecho para desvanecer las sospechas sobre el marido. Kate mir? a la sala de estar —los muebles, los adornos, y otros costosos objetos. Encontr? dif?cil creer alguien lo abandonara todo. —?Sabr? d?nde se est? quedando el Sr. Hix? Y en eso, Nadine continu? siendo de mucha ayuda. CAP?TULO SEIS Parec?a que el esposo de Marjorie Hix —Joseph Hix, de cincuenta y tres a?os— lo hab?a hecho mejor que su hermano. Mientras Joseph Hix hab?a logrado adquirir una casa en un adinerado suburbio y, de acuerdo a los reportes policiales, por su trabajo se hab?a embolsado cerca de cuatrocientos mil d?lares el a?o anterior, su hermano, Kyle, estaba viviendo en un complejo de apartamentos venido a menos. Estaba localizado en una parte aceptable de la ciudad, separada de la parte no tan aceptable por unas pocas cuadras. El edificio de apartamentos hab?a sido construido para lucir como si los pasadizos exteriores que conten?an las escaleras separaban peque?os townhouses, pero Kate hab?a visto bastante de estos tipos de complejos para saber que no era tal cosa. Subieron dos tramos de escaleras y llegaron al apartamento de Kyle Hix. Kate toc? la puerta, sin esperar respuesta. As? que cuando respondieron casi de inmediato, se sorprendi?. No solo eso, sino que contestaron en un tono tan ?spero y altisonante que la hizo retroceder un poco, y casi poner la mano en su pistola. El hombre que contest? se ve?a transtornado —exhausto, irritado por haber sido molestado, y entrecerrando los ojos debido a la luz solar. —?Qui?n es usted? —pregunt? el hombre. —?Es usted Joseph Hix? —pregunt? Kate. ?l gru??, como si no estuviera del todo seguro de s? mismo. Era tambi?n obvio que no ten?a intenci?n de responder. Mientras aguardaba, Kate percibi? el tufo de alcohol, de algo fuerte. Whisky, pens?. DeMarco fue la primera en sacar su identificaci?n, y Kate lo hizo a continuaci?n. Kate dej? que DeMarco tomara la delantera, siempre tratando de ser consciente de que esa parte de su arreglo especial con Dur?n y el Bur? pod?a ser tambi?n una gran oportunidad de entrenamiento para DeMarco. —Agentes DeMarco y Wise —dijo DeMarco—. Estamos asignadas a Frankfield, para investigar el asesinato de su esposa. El hombre asinti? y se apart? de la puerta. Se tambale? un poco, lo que hizo preguntarse a Kate si ese tufo de whisky hab?a sido de una bebida muy reciente, sin ser siquiera las dos de la tarde. —Bueno, s?… Soy Joseph. Y podr?a haberles ahorrado el viaje. Puedo decir qui?n la mat?. Pasen… Las ayudar? —ri?, divirti?ndose aparentemente, y y?ndose para dentro. —Hey, espere —dijo DeMarco—. Usted no puede hacer una declaraci?n como esa. ?Sabe con certeza qui?n la asesin?? —No tengo pruebas, pero s? que tengo idea. —D?jenos juzgar eso —dijo Kate—. ?Qu? es lo que sabe? —Se los mostrar?. Lo siguieron adentro y Kate comenz? a sentirse inc?moda. No estaba segura de si Hix estaba sumido en un perpetuo estado de dolor y borrachera o si estaba transtornado, o ambas cosas. Pero lo que s? sab?a era que los hombres manejaban la pena de manera muy distinta. Y la mirada de fatiga y me importa un carajo que hab?a visto cuando ?l abri? la puerta nunca anunciaba nada bueno. El apartamento estaba modestamente equipado pero era limitado en espacio. Hix las condujo directamente a la cocina, donde ni siquiera se molest? en parecer un tipo centrado. Tom? una botella de whisky que se hallaba en el tope y se sirvi? un vaso. Se encogi? de hombros ante las agentes y se lo bebi? de un trago. —Esto no la trae de vuelta —dijo con una mueca—, pero hace que duela much?simo menos. —Esta es la casa de su hermano, ?correcto? —pregunt? Kate. —S?. Es una madriguera, pero Kyle… ?l es ahora todo lo que tengo. —Sr. Hix, ?estar?a dispuesto a contestarnos algunas preguntas? —S?. Pero como dije, puedo decirle qui?n la asesin?. Se lo dije a los polic?as, tambi?n… pero ya ven hasta d?nde llegu?. Kate no se trag? el anzuelo, porque no quer?a que un hombre adolorido y borracho las llevara a una conejera que no conduc?a a ning?n lugar. Aparentemente, DeMarco sent?a lo mismo porque cuando hizo la siguiente pregunta, hizo un esfuerzo por llevar la conversaci?n a otros derroteros —Trabaja como especialista en propuestas, ?correcto? —pregunt? DeMarco—. ?Algo con telecomunicaciones? Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=51922770&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.