Êàêîå, â ñóùíîñòè, íåëåïîå çàíÿòèå ïèñàòü ñòèõè: ......................è "ãëàç ëóíû", è "ñîëíöà äèñê" êàê ìèð ñòàðû. ............................Äóøè øèðîêèå îáúÿòèÿ òîëïå íàâñòðå÷ó ðàñïàõíóòü... - ................................................ïîäîáíûé ðèñê ê ÷åìó òåáå? - ........................Ãëóõîé ñòåíîé - íåïîíèìàíèå; ðàçäàâëåí òÿæåñòüþ

La Casa Perfecta

La Casa Perfecta Blake Pierce En LA CASA PERFECTA (Libro #3), la crimin?loga Jessie Hunt, de 29 a?os, reci?n salida de la Academia del FBI, regresa para verse acosada por su padre asesino, atrapada en un juego letal del gato y el rat?n. Mientras tanto, debe apresurarse a detener a un asesino en un nuevo caso que le lleva hasta las profundidades de los suburbios—y al precipicio de su propia mente. Y se da cuenta de que la clave para su supervivencia depende de que descifre su pasado—un pasado al que no quer?a volver a enfrentarse.Un thriller de suspense psicol?gico de ritmo trepidante con personajes inolvidables y suspense que acelera el coraz?n, LA CASA PERFECTA es el libro #3 de una excitante serie nueva que le har? pasar p?ginas hasta altas horas de la madrugada.El Libro #4 de la serie Jessie Hunt estar? disponible muy pronto. l a c a s a p e r f e c t a (un thriller de suspense psicol?gico con jessie hunt—libro 3) b l a k e p i e r c e Traducido al espa?ol por Asunci?n Henares Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto por lo que permite la Ley de Copyright de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico tiene licencia para su disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede volver a ser vendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si est? leyendo este libro y no lo compr?, o no lo compr? solamente para su uso, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares, los acontecimientos y los incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright lassedesignen, utilizada con licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOL?GICO CON JESSIE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SI ELLA CORRIERA (Libro #3) SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4) SI ELLA HUYERA (Libro #5) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) UNA VEZ INACTIVO (Libro #14) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) ANTES DE QUE DECAIGA (Libro #11) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) CONTENIDOS CAP?TULO UNO (#uc5595f3c-438e-5a24-b7de-27134772ded0) CAP?TULO DOS (#u621bf816-6e1e-5645-ad72-af74e514789a) CAP?TULO TRES (#u5b87add7-25ed-55a0-9073-8b864c044bcd) CAP?TULO CUATRO (#u7c443059-4ea3-5628-80e9-8d56968a0f19) CAP?TULO CINCO (#ube27df32-72ec-5360-bd1b-0d476565fc86) CAP?TULO SEIS (#u9f932eae-b3b9-5381-b009-59e1db741bc3) CAP?TULO SIETE (#u067f6abc-ae8e-52f3-8e45-211fff848ba6) CAP?TULO OCHO (#ua1a286ef-3ab0-5d1e-a183-693fc913bb6b) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SEIS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y OCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO UNO Eliza Longworth estaba tomando un sorbo largo de su caf? mientras oteaba el Oc?ano Pac?fico, maravill?ndose ante la vista que ten?a a pocos pasos de su dormitorio. En ocasiones, ten?a que recordarse a s? misma lo afortunada que era. Su amiga desde hac?a veinticinco a?os, Pen?lope Wooten, estaba sentada en una tumbona adyacente en el patio con vistas al ca??n de Los Leones. Era un d?a relativamente despejado de marzo y, en la lejan?a, se vislumbraba Isla Catalina. Si miraba a su izquierda, Eliza pod?a ver las deslumbrantes torres del centro de Santa M?nica. Era media ma?ana de un lunes. Ya hab?a enviado a los ni?os a la guarder?a y a la escuela y la hora punta del tr?fico se hab?a terminado. Lo ?nico que ten?an planeado hacer las viejas amigas hasta la hora del almuerzo era pasar el rato en la mansi?n de tres pisos de Eliza en las colinas de Pacific Palisades. Si no se sintiera tan feliz en este momento, puede que empezara a sentirse un tanto culpable. Sin embargo, cuando la noci?n se desliz? dentro de su mente, la expuls? de inmediato. Vas a tener mucho tiempo para estresarte despu?s. Date el gusto de disfrutar del momento. “?Quieres que te rellene el caf??”, pregunt? Penny. “Necesito hacer una pausa de todas maneras”. “No, gracias. Estoy bien por ahora”, dijo Eliza, antes de a?adir con una sonrisa maliciosa, “A prop?sito, ?sabes que puedes llamarlo un descanso para ir al ba?o cuando solo hay adultos presentes, ?verdad?”. Penny le sac? la lengua por toda respuesta mientras se incorporaba, desdoblando sus piernas imposiblemente largas para levantarse de la tumbona como una jirafa que se despertara de la siesta. Llevaba su cabello rubio y largo, lustroso, mucho m?s elegante que el estilo casta?o claro a la altura de los hombros que llevaba Eliza, atado en una cola de caballo moderna y utilitaria. Todav?a ten?a el aspecto de la modelo de pasarela que hab?a sido cuando ten?a veintitantos a?os antes de dejarlo por una vida claramente menos emocionante, pero tambi?n mucho menos ajetreada. Se meti? al interior de la casa, dejando a Eliza a solas con sus pensamientos. Casi al instante, a pesar de sus esfuerzos, su mente regres? a la conversaci?n que acababan de tener hac?a unos minutos. La reprodujo como si fuera una grabaci?n que no pudiera apagar. “?ltimamente, Gray parece muy distante”, hab?a dicho Eliza. “Nuestra ?nica prioridad ha sido siempre cenar en familia con los ni?os, pero desde que le han hecho socio de la firma, ha estado yendo a un mont?n de reuniones por las noches”. “Estoy segura de que se siente tan frustrado como t?”, le hab?a dicho Penny para reconfortarla. “Una vez se asienten las cosas, seguro que volv?is a vuestra rutina habitual”. “Puedo entender que pase m?s tiempo fuera de casa. Lo comprendo. Ahora tiene mayor responsabilidad por el ?xito de la firma, pero lo que me incomoda es que no da la impresi?n de que ?l tenga ninguna sensaci?n de estar perdi?ndose algo por todo ello. Jam?s ha expresado ning?n reparo por lo que se est? perdiendo. Ni siquiera estoy segura de que se d? cuenta”. “Estoy segura de que s? lo hace”, le hab?a dicho Penny. “Seguramente se siente culpable por ello. Si reconociera lo que se est? perdiendo, har?a las cosas m?s dif?ciles. Apuesto a que lo ha bloqueado de su mente. Yo tambi?n hago eso a veces”. “?Haces qu? exactamente?”, pregunt? Eliza. “Pretender que cierta cosa que estoy haciendo con mi vida y que puede que no sea muy admirable no es para tanto porque admitir que lo es solo har?a que me sintiera peor acerca de ello”. “?Y qu? es lo que haces que es tan terrible?”, pregunt? Eliza burlonamente. “Pues la semana pasada me com? la mitad de una lata de Pringles de una sentada, por decirte una. Y despu?s les grit? a los ni?os porque quer?an un helado de aperitivo por la tarde. Ah? lo tienes”. “Tienes raz?n. Eres una persona horrible”. Penny sac? la lengua antes de responder. A Penny le gustaba mucho eso de sacar la lengua. “Lo que quiero decir es que quiz? no sea tan olvidadizo como parece. ?Has pensado en ir a terapia?”. “Ya sabes que no creo en todas esas tonter?as. Adem?s, ?por qu? tendr?a que ver a un terapeuta cuando te tengo a ti? Entre la terapia de Penny y el yoga, estoy arreglada en el aspecto emocional. Hablando de ello, ?sigue en pie lo de quedar ma?ana por la ma?ana en tu casa?”. “Por supuesto”. Al pensar en ello ahora, bromas aparte, quiz? no fuera mala idea lo de ir a terapia para parejas. Eliza sab?a que Penny y Colton iban cada dos semanas y parec?an contar con una mayor fortaleza gracias a ello. Si decid?a ir, al menos sab?a que su mejor amiga no se lo restregar?a por la cara. Se hab?an apoyado mutuamente desde que se conocieran en la escuela primaria. Todav?a se acordaba de cuando Kelton Prew le tir? de las coletas y Penny le dio una patada en la espinilla. Eso fue el primer d?a del tercer grado. Hab?an sido las mejores amigas del mundo desde entonces. Se hab?an ayudado mutuamente en innumerables situaciones. Eliza hab?a estado junto a Penny mientras atravesaba su lucha con la bulimia en la secundaria. Durante su segundo a?o en la universidad, Penny hab?a sido la que le hab?a convencido de que no solo hab?a sido una mala cita, sino que Ray Houson le hab?a violado. Penny la acompa?? cuando fue a hablar con la polic?a del campus y estuvo presente en la sala del tribunal para ofrecer apoyo moral cuando testific?. Y cuando el entrenador de tenis quiso echarla del equipo y retirarle la beca porque todav?a ten?a dificultades con el tema meses despu?s, Penny fue donde ?l y le amenaz? con que ayudar?a a su amiga a presentar una demanda. Eliza permaneci? en el equipo y gan? un premio a la mejor jugadora de conferencias junior del a?o. Cuando Eliza tuvo un aborto natural despu?s de tratar de quedarse embarazada durante dieciocho meses, Penny vino a su casa cada d?a hasta que por fin estuvo lista para salir de la cama. Y cuando diagnosticaron al hijo mayor de Penny, Colt Jr., con autismo, fue Eliza quien llev? a cabo una investigaci?n durante semanas hasta que encontr? la escuela que acab? por ayudarle a salir adelante. Hab?an pasado por tantas batallas juntas que les gustaba apodarse a s? mismas las Guerreras del Westside, a pesar de que sus maridos pensaran que ese nombre era rid?culo. As? que, si Penny le estaba recomendando que considerara terapia para parejas, quiz? debiera hacerlo. Un zumbido proveniente del tel?fono de Penny sac? a Eliza de sus pensamientos. Se acerc? y lo agarr?, lista para decirle a su amiga que alguien se hab?a puesto en contacto, pero cuando vio el nombre en el texto, abri? el mensaje. Proven?a de Gray Longworth, el marido de Eliza. Dec?a: Estoy deseando verte esta noche. A?oro tu olor. Tres d?as sin ti son demasiado. Le dije a Lizzie que ten?a una cena con un socio. Lugar y hora de costumbre, ?te parece? Eliza dej? el tel?fono sobre la mesa. De repente, la cabeza le daba vueltas y se sent?a d?bil. Se le cay? la taza de la mano, que se golpe? con el suelo, y se rompi? en docenas de esquirlas de cer?mica. Penny sali? corriendo de la casa. “?Anda todo bien?”, le pregunt?. “Escuch? c?mo se romp?a algo”. Baj? la mirada para se?alar a la taza con el caf? derramado a su alrededor, y despu?s la elev? para mirar el rostro at?nito de Eliza. “?Qu? pasa?”, le pregunt?. Los ojos de Eliza se movieron involuntariamente hacia el tel?fono de Penny y vio c?mo su amiga le segu?a la mirada con la suya. Not? el momento de reconocimiento en la mirada de Pen?lope cuando cay? en la cuenta de lo que deb?a haber sorprendido tanto a su querida, vieja amiga. “No es lo que parece”, le dijo Penny con nerviosismo, descartando cualquier intento de negar lo que ambas sab?an. “?C?mo pudiste?”, exigi? Eliza, apenas capaz de dejar salir las palabras de su boca. “Confiaba en ti m?s que en nadie en todo el mundo. ?Y vas y haces esto?”. Le parec?a como si alguien hubiera abierto la puerta de una trampilla por debajo suyo y se estuviera cayendo a un vac?o abismal. Todo aquello sobre lo que su vida estaba asentada parec?a empezar a desintegrarse delante de sus ojos. Pens? que iba a vomitar. “Por favor, Eliza,” le rog? Penny, arrodill?ndose junto a su amiga. “Deja que te explique. Sucedi?, pero fue un error, uno que he estado tratando de arreglar desde entonces”. “?Un error?”, repiti? Eliza, sent?ndose erguida en su tumbona mientras las n?useas se mezclaban con la ira, haciendo que un hervidero humeante de bilis burbujeara desde su est?mago hasta su garganta. “Error es resbalarse en una curva y darse de bruces con alguien. Error es olvidarse de llevarse el uno en una resta. ?Un error no es dejar que el marido de tu mejor amiga se meta accidentalmente dentro de ti, Penny!”. “Lo s?”, admiti? Penny, con la voz ahogada por el arrepentimiento. “No deber?a haber dicho eso. Fue una decisi?n terrible, realizada en un momento de debilidad, estimulada por demasiadas copas de viognier. Le dije que se hab?a terminado”. “‘Terminado’ me indica que sucedi? m?s de una vez”, not? Eliza, poni?ndose en pie de repente. “Exactamente, ?cu?nto tiempo llevas acost?ndote con mi marido?”. Penny se qued? de pie en silencio, obviamente debatiendo consigo misma si ser honesta iba a hacer m?s da?o que bien. “Casi un mes”, admiti? finalmente. De pronto, todo ese tiempo que se hab?a pasado su marido alejado de su familia cobr? mayor sentido. Cada nueva revelaci?n parec?a venir a darle otro pu?etazo en el est?mago. Eliza cre?a que lo ?nico que evitaba que se derrumbara era su sensaci?n de rabia justificada. “Tiene gracia”, se?al? Eliza con amargura. “Ese es m?s o menos el tiempo que Gray lleva teniendo todas esas reuniones nocturnas con socios sobre las que me dijiste que seguramente se siente mal. Vaya coincidencia”. “Pens? que pod?a mantenerlo bajo control…”, empez? a decir Penny. “No me vengas con esas”, dijo Eliza, cerr?ndole la boca. “Las dos sabemos que te puedes alterar, pero ?as? es c?mo te enfrentas a ello?”. “Ya s? que esto no va a servir de ayuda”, insisti? Penny. “Pero iba a cortar con ?l. No he hablado con ?l en tres d?as. Estaba tratando de encontrar la manera de terminar las cosas con ?l sin estropearlo todo contigo”. “Parece que vas a necesitar un plan nuevo”, le escupi? Eliza, reprimiendo las ganas de arrojarle las esquirlas de la taza del caf? a su amiga. Solo sus pies descalzos se lo imped?an. Se agarr? a su ira, sabiendo que era lo ?nico que evitaba que se derrumbara del todo. “Por favor, deja que encuentre la manera de arreglar esto. Tiene que haber algo que pueda hacer”. “Lo hay”, le asegur? Eliza. “Vete ahora mismo”. Su amiga se le qued? mirando por un instante, pero debi? de sentir lo seria que estaba Eliza porque su titubeo no dur? mucho. “Muy bien”, dijo Penny, recogiendo sus cosas y apresur?ndose para salir por la puerta principal. “Me ir?, pero vamos a hablar m?s tarde. Hemos pasado por muchas cosas juntas, Lizzie. No podemos dejar que esto lo arruine todo”. Eliza se oblig? a s? misma a no soltar vituperios por respuesta. Puede que esta fuera la ?ltima vez que ve?a a su “amiga” y necesitaba que entendiera la magnitud de la situaci?n. “Esto es diferente”, le dijo lentamente, poniendo ?nfasis en cada palabra. “En todas las dem?s ocasiones ?ramos nosotras frente al mundo, cubri?ndonos las espaldas la una a la otra. Esta vez me has apu?alado en la m?a. Nuestra amistad se ha terminado”. Entonces cerr? la puerta de golpe en la cara de su mejor amiga. CAP?TULO DOS Jessie Hunt se despert? sobresaltada, sin saber a ciencia cierta d?nde se encontraba durante unos instantes. Le llev? un momento recordar que estaba en el aire, en el vuelo del lunes por la ma?ana desde Washington, D.C., de regreso a Los ?ngeles. Ech? una ojeada a su reloj y vio que todav?a ten?a dos horas m?s antes de aterrizar. Tratando de no quedarse dormida de nuevo, se despej? con un trago de la botella de agua que hab?a metida en el bolsillo del asiento delantero. Se enjuag? la boca con ella, intentando deshacerse de la sequedad que atenazaba su lengua. Ten?a buenas razones para echarse una siesta. Las diez semanas pasadas hab?an sido de las m?s agotadoras de toda su vida. Acababa de completar la Academia Nacional del FBI, un programa de formaci?n intensiva para personal de las fuerzas de seguridad, dise?ado para familiarizarles con las t?cnicas de investigaci?n del FBI. El exclusivo programa solo estaba disponible para aquellos que fueran nominados por sus supervisores. A menos que le aceptaran en Quantico para convertirse en una agente oficial del FBI, este curso intensivo era la segunda mejor opci?n. En circunstancias normales, Jessie no hubiera sido elegible para hacerlo. Hasta hace muy poco, solo hab?a trabajado como crimin?loga en ciernes para el L.A.P.D. Entonces, tras resolver un caso c?lebre, sus activos subieron como la espuma. En retrospectiva, Jessie entend?a por qu? la academia prefer?a oficiales con m?s experiencia. Durante las dos primeras semanas del programa, se sinti? completamente abrumada por el mero volumen de informaci?n con que le hab?an recibido. Hab?a clases de ciencia forense, ley, mentalidad terrorista, y su ?rea de especialidad, ciencia del comportamiento, que enfatizaba la idea de penetrar las mentes de los asesinos para entender mejor sus motivaciones. Y nada de eso inclu?a el imparable entrenamiento f?sico que le dejaba todos los m?sculos doloridos. Con el paso del tiempo, se empez? a sentir c?moda. Los cursos, que le recordaban a su trabajo como reci?n graduada en psicolog?a criminal, empezaron a tener sentido. Despu?s de un mes m?s o menos, su cuerpo hab?a dejado de gritarle por las ma?anas. Y lo mejor de todo, el tiempo que se hab?a pasado en la Unidad de Ciencias del Comportamiento le hab?a permitido interactuar con los mejores expertos en asesinos en serie de todo el mundo. Alg?n d?a, esperaba formar parte de ese grupo. Hab?a un beneficio a?adido. Como hab?a trabajado tan duro, tanto mental como f?sicamente, durante casi cada momento de su vida de vigilia, apenas ten?a ning?n sue?o. O al menos, no ten?a pesadillas. En su casa, a menudo se despertaba gritando con un sudor fr?o cuando los recuerdos de su infancia o sus traumas m?s recientes se reproduc?an en su inconsciente. Todav?a recordaba su fuente m?s reciente de ansiedad. Fue su ?ltima conversaci?n con el asesino encarcelado Bolton Crutchfield, en la que le dijo que iba a charlar con su padre el asesino muy pronto. Si hubiera estado en L.A. durante las ?ltimas diez semanas, se hubiera pasado la mayor?a de tiempo obsesion?ndose con la duda de si Crutchfield le estaba diciendo la verdad o le estaba tomando el pelo. Y si estaba siendo honesto, ?c?mo se las iba arreglar para coordinar una conversaci?n con un asesino pr?fugo si estaba detenido en un hospital mental con medidas de seguridad? Sin embargo, como hab?a estado a miles de millas de distancia, enfocada en tareas implacablemente dif?ciles durante casi cada segundo de vigilia, no hab?a podido concentrarse en lo que le hab?a dicho Crutchfield. Seguramente lo volver?a hacer muy pronto, pero todav?a no. Ahora mismo, estaba simplemente demasiado cansada como para que su mente le jugara una mala pasada. Mientras se asentaba de nuevo en su sitio, permitiendo que le envolviera el sue?o de nuevo, a Jessie se le ocurri? una cosa. As? que lo ?nico que tengo que hacer para dormir como un beb? el resto de mi vida es pasarme todas las ma?anas entrenando hasta que casi vomite, para seguirlo con diez horas de instrucci?n profesional sin pausa. Suena genial. Antes de que formara del todo la sonrisa que le empezaba a asomar en los labios, se volvi? a quedar dormida. * Esa sensaci?n de acogedora incomodidad desapareci? en el instante que sali? al exterior del aeropuerto de Los ?ngeles poco despu?s del mediod?a. A partir de ese momento, necesitaba estar en constante alerta de nuevo. Despu?s de todo, como se hab?a enterado antes de dejar Quantico, un asesino en serie al que nunca hab?an atrapado estaba acech?ndole. Xander Thurman le llevaba buscando varios meses. Y resulta que Thurman tambi?n era su padre. Tom? un taxi compartido para ir del aeropuerto a su lugar de trabajo, que era la Comisar?a de Polic?a de la Comunidad Central en el centro de Los ?ngeles. Oficialmente, no empezaba a trabajar de nuevo hasta ma?ana y no estaba de humor para charlar, as? que ni siquiera se acerc? al patio principal de la comisar?a. En vez de eso, se dirigi? al cub?culo del buz?n que le hab?an asignado y recogi? su correo, que le hab?an reenviado desde un apartado de correos. Nadie, ni siquiera sus compa?eros de trabajo, ni sus amigos, ni siquiera sus padres adoptivos, conoc?an su direcci?n actual. Hab?a alquilado el apartamento a trav?s de una compa??a de alquileres, su nombre no figuraba en ninguna parte del contrato y no hab?a papeleo que le conectara con el edificio. Cuando recogi? su correo, camin? a lo largo del pasillo lateral hasta el parque de veh?culos, donde siempre hab?a taxis a la espera en el callej?n de al lado. Se mont? en uno de ellos y le dijo que le llevara a la zona comercial que estaba situada junto a su edificio de apartamentos, a unas dos millas de distancia. Una de las razones por las que hab?a escogido este lugar para vivir despu?s de que su amiga Lacy insistiera en que se mudara era lo dif?cil que era de encontrar y lo todav?a m?s dif?cil que era entrar al edificio sin permiso. En primer lugar, su estructura de aparcamiento estaba debajo del complejo comercial en el mismo edificio, as? que cualquier persona que le siguiera lo tendr?a muy dif?cil para determinar hacia d?nde se dirig?a en realidad. Incluso si alguien lo averiguaba, el edificio ten?a portero y un guarda de seguridad. Tanto la puerta principal como los ascensores requer?an de llave de acceso. Y ninguno de los apartamentos ten?a el n?mero de unidad en su exterior. Los residentes ten?an que recordar qu? puerta era la suya. Aun as?, Jessie tom? precauciones extraordinarias. Una vez el taxi, que pag? en met?lico, le dej? en su destino, entr? al centro comercial. Primero, atraves? a toda prisa una cafeter?a, movi?ndose entre la multitud antes de tomar una salida lateral. Entonces, cubri?ndose su melena casta?a a la altura de los hombros con el gorro de la sudadera, atraves? un comedor hasta meterse a un pasillo que ten?a unos lavabos junto a una puerta con un letrero que dec?a “Solo Personal”. Le dio un empuj?n a la puerta del cuarto de aseo para mujeres para que, si alguien le estaba siguiendo, la viera cerr?ndose y pensara que ella hab?a entrado al aseo. En vez de ello, sin mirar atr?s, corri? hasta la entrada del personal, que era un pasillo alargado con entradas de servicio a todas las tiendas del centro. Trot? por el pasillo curvado hasta que dio con una escalera y un letrero que dec?a “Mantenimiento”. Apresur?ndose a bajar las escaleras lo m?s sigilosamente posible, utiliz? la llave que hab?a conseguido del manager del edificio para abrir tambi?n esa puerta. Hab?a negociado una autorizaci?n especial gracias a su conexi?n con el L.A.P.D. en vez de intentar explicar que sus precauciones ten?an m?s que ver con el hecho de que tuviera a un asesino en serie suelto por padre. Cuando sali?, la puerta de mantenimiento se cerr? y se bloque? mientras ella transitaba por un estrecho pasadizo con tuber?as a la vista que sal?an de todos los ?ngulos y jaulas de metal para salvaguardar maquinaria que no comprend?a. Tras varios minutos esquivando y maniobrando todos los obst?culos, lleg? a una peque?a alcoba cerca de un enorme calentador. A mitad de camino del pasadizo, la zona de descanso estaba oscura y era f?cil pasarla por alto. Se lo hab?an tenido que mencionar la primera vez que hab?a estado por aqu?. Entr? a la alcoba mientras sacaba la vieja llave que le hab?an dado. La cerradura de esta puerta consist?a en uno de esos pestillos de toda la vida. Lo gir?, empuj? la pesada puerta, y r?pidamente la cerr? y la bloque? tras pasar al otro lado. Ahora ya en la sala de suministros del s?tano de su edificio de apartamentos, se hab?a trasladado oficialmente de la propiedad del centro comercial al complejo de apartamentos. Corri? a trav?s de la sala oscura, casi cay?ndose encima de una ba?era llena de lej?a que yac?a en el suelo. Abri? esa puerta, pas? a trav?s de la oficina vac?a del jefe de mantenimiento, y subi? la estrecha escalera que daba al pasillo trasero del piso principal del edificio de apartamentos. Dobl? la esquina para dar con el vest?bulo donde hab?a un grupo de ascensores, y donde pod?a escuchar a Jimmy el portero y a Fred el guarda de seguridad charlando amigablemente con un residente en el vest?bulo principal. No ten?a tiempo para ponerse al d?a ahora mismo, pero se prometi? a s? misma reconectar con ellos m?s tarde. Ambos eran dos tipos muy agradables. Fred hab?a sido un polic?a de patrulla de autopistas que se hab?a retirado prematuramente despu?s de sufrir un accidente de moto mientras estaba de servicio. Le hab?a dejado con cojera y con una enorme cicatriz en su mejilla izquierda, pero eso no imped?a que gastara bromas constantemente. Jimmy, que ten?a unos veintitantos a?os, era un joven agradable y servicial que se estaba pagando la universidad con este trabajo. Camin? a trav?s del vest?bulo hasta el ascensor de servicio, que no era visible desde la recepci?n, desliz? su tarjeta, y esper? con ansiedad para ver si alguien le hab?a estado siguiendo. Sab?a que las posibilidades eran remotas, pero eso no le impidi? balancearse nerviosamente de un pie al otro hasta que lleg? el ascensor. Cuando lo hizo, entr?, le dio al bot?n del cuarto piso, y despu?s cerr? las puertas. Cuando se abrieron de nuevo, sali? disparada por el pasillo hasta llegar a su apartamento. Tras darse un momento para recuperar el aliento, examin? la puerta. A primera vista, parec?a tan corriente como las dem?s puertas en ese nivel, pero hab?a a?adido varias medidas adicionales de seguridad despu?s de mudarse. Primero, dio un paso atr?s hasta estar a un metro de la puerta y en l?nea directa con la mirilla. Un resplandor verdoso que no era visible desde ning?n otro ?ngulo emanaba del borde del agujero, indicando que nadie hab?a forzado su entrada al apartamento. De haberlo hecho, el borde alrededor de la mirilla hubiera sido de color rojo. Adem?s de la c?mara Nest que hab?a instalado en la puerta, tambi?n hab?a m?ltiples c?maras escondidas en el pasillo. Una ten?a una vista directa de su puerta. Otra se enfocaba en el pasillo que hab?a delante del ascensor y la escalera adyacente. Una tercera c?mara apuntaba en la otra direcci?n del segundo grupo de escaleras. Las hab?a comprobado todas de camino en el taxi sin descubrir ning?n movimiento sospechoso en los alrededores de su casa. El siguiente paso era el acceso. Utiliz? una llave tradicional para abrir el cerrojo, despu?s desliz? su tarjeta y escuch? c?mo el otro cerrojo deslizante tambi?n se abr?a. Pas? al interior cuando la alarma del sensor de movimiento se dispar?, dej? su mochila en el suelo, e ignor? la alarma mientras volv?a a cerrar las dos puertas y colocaba la barra de seguridad deslizante. Fue entonces cuando introdujo el c?digo de ocho d?gitos. Despu?s de eso, agarr? la barra luminosa que guardaba junto a la puerta y se apresur? a ir a su habitaci?n. Levant? el marco extra?ble junto al interruptor de la luz para revelar un panel de seguridad oculto e introdujo el c?digo de cuatro d?gitos para la segunda alarma, la silenciosa, la que iba directamente a la polic?a si no la desactivaba en cuarenta segundos. Solo entonces se permiti? respirar tranquila. Mientras inhalaba y exhalaba lentamente, camin? por el peque?o apartamento, con la barra luminosa en la mano, lista para cualquier cosa. Examinar todo el espacio, incluyendo los armarios, la ducha, y la despensa, le llev? menos de un minuto. Cuando tuvo la certeza de que estaba a solas y a salvo, comprob? la media docena de c?maras para beb?s que hab?a colocado por todo el piso. Entonces examin? los cerrojos de las ventanas. Todo estaba en perfecto orden. Eso solo le dejaba un sitio que revisar. Entr? al cuarto de ba?o y abri? el estrecho armario que estaba formado por varios estantes con suministros como papel higi?nico extra, un desatascador, algunas barras de jab?n, esponjas de ducha, y l?quido para limpiar el espejo. Hab?a un peque?o pasador a la izquierda del armario, invisible a menos que uno supiera d?nde buscar. Lo gir? y tir?, escuchando c?mo el cerrojo oculto chasqueaba. El grupo de estanter?as se abri? de par en par, revelando un hueco incre?blemente estrecho detr?s suyo, con una escalera de soga agregada a la pared de ladrillo. El pasadizo y la escalera se extend?an desde su apartamento en el cuarto piso hasta un espacio que acced?a a la lavander?a del s?tano. Estaba dise?ado como su salida de emergencia de ?ltimo recurso en caso de que todas sus dem?s medidas de seguridad le fallaran. Esperaba no necesitarlo jam?s. Reemplaz? la estanter?a y estaba a punto de regresar a la sala de estar cuando se vio de pasada en el espejo del ba?o. Era la primera vez que se estudiaba a s? misma con detenimiento desde que se hab?a marchado. Le gustaba lo que ve?a. En apariencia, no ten?a un aspecto tan distinto al de antes. Hab?a pasado por su cumplea?os en el FBI y ahora ten?a veintinueve a?os, pero no parec?a m?s mayor. A decir verdad, pens? que ten?a mejor aspecto que antes de irse. Su cabello todav?a era casta?o, pero parec?a algo m?s vibrante, menos lacio de lo que estaba cuando hab?a salido de L.A. todas esas semanas atr?s. A pesar de sus largos d?as en el FBI, sus ojos verdes resplandec?an con energ?a y ya no ten?a esas sombras oscuras debajo de ellos que se hab?an hecho tan familiares para ella. Todav?a era una esbelta mujer de metro ochenta de alto, pero se sent?a m?s fuerte y m?s muscular que antes. Sus brazos estaban m?s torneados y su zona abdominal estaba tensa de las interminables sesiones de abdominales y de lagartijas. Se sent?a… preparada. Pasando a la sala de estar, por fin encendi? las luces. Le llev? un segundo recordar que todos los muebles que hab?a en ese espacio eran suyos. Hab?a comprado la mayor?a de ellos antes de salir para Quantico. No hab?a tenido muchas opciones. Hab?a vendido todas las cosas de la casa que pose?a junto con su exmarido soci?pata, en este momento encarcelado. Durante un tiempo despu?s de eso, se hab?a estado quedando a vivir con su vieja amiga de la universidad, Lacy Cartwright. Sin embargo, cuando alguien allan? el lugar para enviarle un mensaje a Jessie cortes?a de Bolton Crutchfield, Lacy hab?a insistido en que se marchara, b?sicamente de inmediato. As? que ella hab?a hecho exactamente eso, aloj?ndose en un hotel durante semanas hasta encontrar un lugar, este lugar, que encajara con sus necesidades de seguridad. Pero estaba desamueblado, as? que se hab?a fundido de golpe una buena parte del dinero de su divorcio en muebles y electrodom?sticos. Como se hab?a tenido que ir a la Academia Nacional poco despu?s de comprarlo todo, no hab?a tenido oportunidad de disfrutar de nada de ello. Ahora esperaba hacerlo. Se sent? en una butaca y se reclin?, relaj?ndose. Hab?a una caja de cart?n que dec?a en su exterior “cosas que revisar” asentada en el suelo junto a ella. La recogi? y empez? a revolver en su interior. La mayor?a de ello era papeleo con el que no ten?a ninguna intenci?n de lidiar en este instante. Al fondo de la caja hab?a una foto de 8x10 de su boda con Kyle. Se la qued? mirando casi como si no la entendiera, asombrada de que la persona que ten?a esa vida fuera la que estaba sentada aqu? ahora mismo. Casi una d?cada antes, durante su segundo a?o en USC, hab?a empezado a salir con Kyle Voss. Se hab?an ido a vivir juntos poco despu?s de la graduaci?n y se hab?an casado hac?a tres a?os. Durante mucho tiempo, la cosa pareci? ir sobre ruedas. Viv?an en un apartamento genial bastante cerca del centro de Los ?ngeles, o D.T.L.A. como se le llamaba a menudo. Kyle ten?a un buen puesto en la industria financiera y Jessie estaba sacando su m?ster. Ten?an una vida c?moda. Iban a inauguraciones de restaurantes y pasaban por todos los bares de moda. Jessie era feliz y seguramente hubiera podido continuar as? durante largo tiempo. Entonces, Kyle consigui? una promoci?n a la oficina de su firma en Orange County e insisti? en que se mudaran a una mansi?n de la zona. Jessie hab?a accedido, a pesar de sus temores. Y no fue hasta este momento que la aut?ntica naturaleza de Kyle sali? a la luz. Se obsesion? con hacerse miembro de un club secreto que result? ser una fachada para un anillo de prostituci?n. Comenz? una aventura con una de las mujeres que hab?a all?. Y cuando sali? mal, la mat? y trat? de inculpar a Jessie por ello. Para coronar todo esto, cuando Jessie descubri? su trama, tambi?n intent? matarla a ella. Hasta en este momento, mientras examinada la foto de su boda, no hab?a ni un indicio de lo que su marido era capaz de llegar a hacer. Parec?a un apuesto, amigable y tosco futuro amo del universo. Hizo una bola con la foto y la tir? hacia la papelera que hab?a en la cocina. Cay? justo en el centro, lo que le provoc? una inesperada sensaci?n de catarsis. ?Vaya! Eso debe de ser significativo. Hab?a algo liberador en este sitio. Todo ello, los muebles nuevos, la carencia de recuerdos de car?cter personal, incluso las medidas de seguridad que bordeaban la paranoia, le pertenec?an a ella. Hab?a conseguido un comienzo nuevo. Se estir?, permitiendo que sus m?sculos se relajaran despu?s del largo vuelo en un avi?n que iba hasta la bandera. Este apartamento era suyo, el primer lugar en m?s de seis a?os del que pod?a decir algo as?. Pod?a comer pizza en el sof? y dejar la caja tirada sin preocuparse de que alguien se quejara de ello. Y no es que ella fuera de las que hac?a ese tipo de cosas. Pero la cuesti?n era, que pod?a hacerlo. El pensamiento de la pizza despert? su hambre repentinamente. Se levant? y mir? en el frigor?fico. No solo estaba vac?o, ni siquiera estaba enchufado. Entonces record? que lo hab?a dejado as? a prop?sito, al no ver raz?n alguna por la que pagar la cuenta de la electricidad si no iba a estar por aqu? en dos meses y medio. Lo enchuf? y, sinti?ndose nerviosa, decidi? ir de compras al supermercado. Entonces tuvo otra idea. Como no empezaba a trabajar hasta el d?a siguiente y no era demasiado tarde, hab?a otra parada que pod?a hacer: un lugar, y una persona, que sab?a que acabar?a visitando. Aunque hab?a conseguido sac?rselo de la cabeza la mayor parte del tiempo que hab?a pasado en Quantico, estaba el asunto de Bolton Crutchfield. Sab?a que ten?a que olvidarlo, que ?l le hab?a estado poniendo un cebo durante su ?ltima reuni?n. Aun as?, ten?a que saberlo: ?Habr?a encontrado Crutchfield la manera de verse con su padre, Xander Thurman, el Ejecutador de los Ozarks? ?Habr?a encontrado la manera de contactar con el asesino de innumerables personas, incluida su madre, el hombre que le hab?a abandonado, con solo seis a?os, dej?ndola atada junto al cad?ver para que sufriera una muerte inevitable por congelaci?n en una caba?a aislada? Estaba a punto de descubrirlo. CAP?TULO TRES Eliza estaba esperando cuando Gray lleg? a casa esa noche. Lleg? a tiempo para cenar, con una mirada en el rostro que suger?a que sab?a lo que le aguardaba. Como Millie y Henry estaban all? sentados, comiendo sus macarrones con queso con rebanadas de salchicha, ninguno de los padres mencion? una palabra sobre la situaci?n. No fue hasta que los ni?os estuvieron acostados que surgi? la conversaci?n. Eliza estaba de pie en la cocina cuando Gray entr? despu?s de acostar a los ni?os. Se hab?a quitado su abrigo deportivo, pero todav?a llevaba puesta la corbata aflojada y sus pantalones. Eliza sospechaba que era para parecer m?s cre?ble. Gray no era un hombre muy alto. Con un metro ochenta de altura y ochenta y cinco kilos de peso, solo era una pulgada m?s alto que ella, aunque pesara quince kilos m?s. Sin embargo, los dos sab?an que resultaba bastante menos imponente con camiseta y ch?ndal. El traje formal era su armadura. “Antes de que digas nada”, comenz?, “te ruego que me dejes explicarme”. Eliza, que se hab?a pasado gran parte del d?a d?ndole vueltas a c?mo pod?a haber pasado esto, se alegr? de dejar que su angustia pasara temporalmente a un segundo plano y permitirle que se retorciera mientras trataba de justificarse a s? mismo. “Adelante”, le dijo. “En primer lugar, lo siento. No importa qu? otras cosas te vaya a decir, quiero que sepas que te pido disculpas. Jam?s deber?a haber dejado que sucediera. Fue un momento de debilidad. Me ha conocido durante a?os y sabe de sobra mis vulnerabilidades, lo que despertar?a mi inter?s. Deber?a haber estado alerta, pero ca? en ello”. “?Qu? es lo que est?s diciendo?”, pregunt? Eliza, tan confundida como dolida. “?Qu? Penny es una loba que te manipul? para que cometieras una infidelidad con ella? Los dos sabemos que eres un hombre d?bil, Gray, pero ?me est?s tomando el pelo?”. “No”, dijo ?l, eligiendo no responder al comentario sobre su debilidad. “Asumo total responsabilidad por mis acciones. Me tom? tres whiskey sours. Le ote? las piernas en ese vestido con el corte lateral. Y ella sabe lo que me pone a cien. Supongo que se debe a todas esas charlas a coraz?n abierto que hab?is tenido las dos a lo largo de los a?os. Sab?a muy bien lo de acariciarme el antebrazo con sus dedos. Sab?a qu? decir, casi ronroneando en mi o?do. Probablemente sab?a que t? no hab?as hecho ninguna de esas cosas en mucho tiempo. Y sab?a que no ibas a hacer aparici?n en esa fiesta de c?cteles porque estabas en casa, inconsciente debido a las pastillas para dormir que te tomas la mayor?a de las noches”. Eso se qued? suspendido en el aire durante unos segundos, mientras Eliza trataba de recomponerse. Cuando estuvo segura de que no le iba a gritar, le respondi? con una voz sorprendentemente calmada. “?Me est?s culpando a m? de esto? Porque parece que suena a que dices que no pudiste guard?rtela en tus pantalones porque tengo problemas para dormir por la noche”. “No, no lo dije con esa intenci?n”, llorique?, retrocediendo ante la ira que hab?a en sus palabras. “Es solo que t? siempre tienes problemas para dormir por la noche. Y nunca pareces muy interesada en quedarte levantada conmigo”. “Solo para que quede claro, Grayson, dices que no me echas la culpa a m?, pero entonces pasas de inmediato a decir que estoy demasiado colocada de Valium y que no te doy bastante atenci?n de chico grande, as? que tuviste que tirarte a mi mejor amiga”. “?Qu? clase de mejor amiga es para hacer algo as??”, le lanz? Gray desesperado. “No cambies de tema”, le espet? ella, oblig?ndose a mantener una voz moderada, en parte para evitar despertar a los ni?os, pero principalmente porque hacerlo era lo ?nico que evitaba que perdiera los estribos. “Ya est? en mi lista. Ahora es tu turno. No pod?as haber venido donde m? y decirme, “mira cari?o, realmente me encantar?a pasar una velada rom?ntica contigo esta noche” o “cielo, me siento desconectado de ti ?ltimamente. ?Podemos acercarnos esta noche?” ?Es que eso no era una opci?n?”. “No quer?a despertarte para molestarte con preguntas como esa”, contest? ?l, con voz t?mida, pero palabras cortantes. “?Y as? que decidiste que el sarcasmo es la mejor manera de tratar este tema?”, exigi? ella. “Mira”, dijo ?l, revolvi?ndose como un escarabajo en busca de una salida, “se ha terminado con Penny. Ella me dijo eso esta tarde y yo estoy de acuerdo. No s? c?mo saldremos adelante despu?s de esto, pero quiero hacerlo, aunque solo sea por los ni?os”. “?Aunque solo sea por los ni?os?”, repiti?, asombrada de todas las maneras en que pod?a fallarle al mismo tiempo. “L?rgate de aqu? ahora mismo. Te doy cinco minutos para que hagas una maleta y te metas en tu coche. Reserva un hotel hasta futuro aviso”. “?Me est?s echando de mi propia casa?”, le pregunt?, incr?dulo. “?De la casa que yo he pagado?”. “No solo te estoy echando”, le susurr? llena de ira, “si no est?s saliendo del garaje en cinco minutos, llamo a la polic?a”. “?Para decirles qu??”. “Ponme a prueba”, dijo ella, encendida. Gray se la qued? mirando. Imperturbable, Eliza camin? hacia el tel?fono y lo descolg?. Hasta que no oy? el tono de llamada, ?l no se puso en marcha. En tres minutos, estaba saliendo a todo correr por la puerta como un perro con el rabo entre las piernas, su bolsa de viaje repleta de camisas y chaquetas formales. Se le cay? un zapato mientras se apresuraba a ir hacia la puerta. No se dio cuenta y Eliza no le dijo nada. Hasta que no escuch? c?mo sal?a disparado el coche del garaje, no volvi? a colgar el tel?fono. Baj? la vista a su izquierda y vio que le sangraba la palma de la mano de clavarse las u?as. Ni hab?a notado el escozor hasta este instante. CAP?TULO CUATRO A pesar de que le faltara pr?ctica, Jessie transit? el tr?fico desde el centro de Los ?ngeles a Norwalk sin demasiados apuros. Por el camino, como una manera de alejar su destino inminente de sus pensamientos, decidi? llamar a sus padres. Sus padres adoptivos, Bruce y Janine Hunt, viv?an en Las Cruces, New M?xico. ?l era un agente retirado del FBI y ella una profesora jubilada. Jessie hab?a pasado unos cuantos d?as con ellos de camino a Quantico y ten?a pensado hacer lo mismo en su camino de vuelta, pero no ten?a suficiente tiempo entre el final del programa y su regreso al trabajo, as? que tuvo que olvidarse de la segunda visita. Esperaba volver otra vez muy pronto, sobre todo porque su madre estaba batallando un c?ncer. No parec?a justo. Janine llevaba peleando con ello m?s de una d?cada y eso ven?a a coronar la otra tragedia a la que se hab?an enfrentado hac?a a?os. Justo antes de que acogieran a Jessie cuando ten?a seis a?os, acababan de perder a su beb?, tambi?n debido a c?ncer. Estaban deseosos de rellenar ese hueco en sus corazones, incluso aunque supusiera adoptar a la hija de un asesino en serie, uno que hab?a matado a su madre y le hab?a dejado a ella por muerta. Como Bruce estaba en el FBI, el emparejamiento les result? l?gico a los alguaciles que hab?an colocado a Jessie en el programa de Protecci?n de Testigos. En teor?a, todo ten?a sentido. Alej? esto a la fuerza de sus pensamientos mientras marcaba su n?mero. “Qu? hay, Pa”, dijo. “?C?mo van las cosas?”. “Bien”, respondi? ?l. “Tu madre est? ech?ndose una siesta. ?Quieres volver a llamar m?s tarde?”. “No, podemos charlar nosotros. Ya hablar? con ella esta noche o lo que sea. ?Qu? est? sucediendo por all??”. Cuatro meses antes, se hubiera resistido a hablarle a ?l sin la presencia de su madre. Bruce Hunt era un hombre dif?cil que no regalaba la confianza y tampoco es que Jessie fuera una bola de peluche mimosa. Los recuerdos que albergaba de sus a?os j?venes con ?l eran una mezcla de alegr?a y frustraci?n. Hubo excursiones para ir a esquiar, de acampada y de senderismo por las monta?as, y vacaciones familiares a M?xico, que solo estaba a sesenta millas de distancia. Claro que tambi?n tuvieron sus concursos de gritos, sobre todo cuando era una adolescente. Bruce era un hombre que apreciaba la disciplina. Jessie, que albergaba a?os de resentimiento acumulado por la p?rdida de su madre, su nombre, y su hogar al mismo tiempo, tend?a a portarse mal. Durante sus a?os en USC y despu?s, seguramente hablaron menos de dos docenas de veces en total. Las visitas de uno a otro lado eran una rareza. Pero recientemente, la vuelta del c?ncer de su madre les hab?a obligado a hablar sin un mediador. Y, de alguna manera, hab?an acabado por romper el hielo. Hasta se hab?a pasado por L.A. para ayudarle a recuperarse de su herida en el abdomen, despu?s de que Kyle le atacara el oto?o pasado. “Las cosas siguen tranquilas por aqu?”, le dijo, respondiendo a su pregunta. “Tu madre tuvo otra sesi?n de quimioterapia ayer, raz?n por la que est? descansando ahora. Si se siente lo bastante bien, puede que salgamos a cenar m?s tarde”. “?Con toda la banda de la polic?a?”, le pregunt? jocosamente. Pocos meses atr?s, sus padres se hab?an mudado de su hogar a una instalaci?n de vivienda asistida, poblada principalmente por retirados del Departamento del Alguacil de Las Cruces, y del FBI. “Qu? va, solo nosotros dos. Estoy pensando en una cena con velas, pero en alguna parte donde pueda llevar el balde para poner debajo de la mesa en caso de que ella tenga que vomitar”. “Sin duda, eres todo un rom?ntico, Pa”. “Lo intento. ?C?mo van las cosas por all?? Asumo que aprobaste el entrenamiento con el FBI”. “?Por qu? asumes eso?”. “Porque sab?as que te preguntar?a por ello y no me hubieras llamado si tuvieras que darme malas noticias”. Jessie ten?a que reconocer su talento. Para ser ya un perro viejo, todav?a ve?a las cosas bastante claras. “Aprob?”, le asegur? ella. “Estoy de regreso en L.A. Empiezo a trabajar ma?ana de nuevo y… estoy haciendo unos recados”. Jessie no quer?a preocuparle hablando de su destino real. “Eso suena nefasto. ?Por qu? tengo la sensaci?n de que no est?s de compras en busca de algo de pan?”. “No ten?a intenci?n de que sonara as?. Creo que estoy barrida de tanto viaje. Lo cierto es que casi estoy all? ya”, minti?. “?Te deber?a llamar esta noche o espero hasta ma?ana? No quiero interrumpir tu cena de gala con tu balde para el v?mito”. “Quiz? mejor ma?ana”, le aconsej? ?l. “Muy bien. Dile hola a Ma. Te quiero”. “Yo tambi?n te quiero”, dijo ?l, colg?ndole el tel?fono. Jessie intent? enfocarse en la carretera. El tr?fico estaba empeorando y todav?a le faltaba media hora de trayecto hasta la instalaci?n del DNR, que llevaba unos cuarenta y cinco minutos de viaje. La D.N.R., o Divisi?n No Rehabilitadora, era una unidad especial aut?noma afiliada con el Hospital Metropolitano estatal de Norwalk. El principal hospital albergaba a una gran variedad de perpetradores trastornados mentalmente y catalogados como no aptos para servir su condena en una prisi?n convencional. Pero el anexo del DNR, desconocido para el p?blico y todav?a m?s para el personal de las fuerzas de seguridad y del sector de salud mental, serv?a un papel m?s clandestino. Estaba dise?ado para albergar un m?ximo de diez condenados fuera del sistema com?n. Ahora mismo, solo hab?a cinco personas all? detenidas, todas ellas hombres, todos violadores y asesinos en serie. Uno de ellos era Bolton Crutchfield. La mente de Jessie vagabunde? hasta la ocasi?n m?s reciente en que hab?a estado all? de visita. Fue su ?ltima visita antes de largarse a la Academia Nacional, aunque no le hab?a dicho eso a ?l. Jessie hab?a estado visitando a Crutchfield con regularidad desde el pasado oto?o, cuando hab?a obtenido permiso para entrevistarle como parte de las pr?cticas de su m?ster. Seg?n el personal de las instalaciones, casi nunca acced?a a hablar con m?dicos o investigadores. Pero, por razones que no se le aclarar?an hasta m?s adelante, se hab?a mostrado de acuerdo en verse con ella. Durante las siguientes semanas, llegaron a una especie de acuerdo. Le hablar?a de los detalles de sus cr?menes, incluyendo los motivos y los m?todos, si ella compart?a algunos detalles de su propia vida. Inicialmente, parec?a un trato justo. Despu?s de todo, su meta era convertirse en una crimin?loga especializada en asesinos en serie. Que hubiera uno dispuesto a hablar de los detalles de lo que hab?a hecho podr?a resultar inestimable. Y, adem?s, result? que ten?a otro bonus adicional. Crutchfield ten?a un olfato a lo Sherlock Holmes para deducir informaci?n, incluso aunque estuviera encerrado en una celda de un hospital mental. Pod?a discernir detalles de la actual vida de Jessie solo con mirarla. Hab?a utilizado esa capacidad, junto con la informaci?n sobre el caso que ella le transmit?a, para darle pistas sobre varios cr?menes, incluido el asesinato de una fil?ntropa adinerada de Hancock Park. Y tambi?n le hab?a avisado de que su propio marido no se merec?a tanta confianza como hab?a depositado en ?l. Por desgracia para Jessie, sus capacidades para la deducci?n tambi?n operaban en su contra. La raz?n por la que quer?a reunirse con Crutchfield en primer lugar era porque ella hab?a notado que modelaba sus asesinatos siguiendo los m?todos de su padre, el legendario, asesino en serie, jam?s atrapado, Xander Thurman. Pero Thurman hab?a cometido sus cr?menes en el Missouri rural hac?a dos d?cadas. Parec?a una elecci?n al azar, oscura, para un asesino basado en el sur de California. Lo que pasaba era que Bolton era un gran fan suyo. Y cuando Jessie empez? pregunt?ndole por su inter?s en esos asesinatos antiguos, no le llev? mucho recomponer el puzle y determinar que la jovencita que ten?a delante de ?l estaba personalmente conectada con Thurman. Con el tiempo, admiti? que sab?a que ella era su hija. Y le revel? otro detalle, que se hab?a visto con su padre hac?a dos a?os. Con regocijo en la voz, le hab?a informado de que su padre hab?a entrado a las instalaciones haci?ndose pasar por un m?dico y que se las hab?a arreglado para tener una conversaci?n extensa con el encarcelado. Por lo visto, estaba buscando a su hija, cuyo nombre hab?a cambiado y a quien hab?an puesto en Protecci?n de Testigos despu?s de que mataran a su madre. Sospechaba que acabar?a visitando a Crutchfield en alg?n momento debido a las similitudes entre sus cr?menes. Thurman quer?a que Crutchfield le contara si aparec?a por all? en alg?n momento y le daba su nuevo nombre y direcci?n. Desde ese momento, su relaci?n hab?a estado marcada por una desigualdad que le hac?a sentir terriblemente inc?moda. Crutchfield todav?a le transmit?a informaci?n sobre sus cr?menes y pistas sobre otros. Pero ambos sab?an que era ?l el que ten?a todas las cartas en la manga. ?l sab?a su nuevo nombre. Sab?a el aspecto que ten?a. Sab?a la ciudad en que viv?a. En cierto momento, descubri? que hasta sab?a que estaba viviendo con su amiga Lacy y d?nde estaba el apartamento. Y aparentemente, a pesar de estar encarcelado en una instalaci?n supuestamente secreta, ten?a la capacidad de darle todos esos detalles a su padre. Jessie estaba bastante segura de que esa era en parte la raz?n de que Lacy, una aspirante a dise?adora de modas, hubiera aceptado trabajar por seis meses en Mil?n. Era una oportunidad genial, pero tambi?n estaba a medio mundo de distancia de la peligrosa vida de Jessie. Mientras Jessie tomaba la salida en la autopista, a solo unos minutos de llegar al DNR, record? que Crutchfield hab?a acabado por tirar del gatillo de la amenaza silenciosa que siempre hab?a pululado en el aire durante sus reuniones. Quiz? fuera porque ?l hab?a sentido que se iba durante unos meses. Quiz? solo fuera por orgullo. Pero la ?ltima vez que hab?a mirado al otro lado del cristal para ver sus ojos de trastornado, le hab?a dejado caer una bomba encima. “Voy a tener una peque?a conversaci?n con tu padre”, le hab?a dicho con su acento cort?s y sure?o. “No voy a estropear las cosas dici?ndote cu?ndo, pero va a ser deliciosa, estoy bastante seguro de eso”. Apenas se las hab?a arreglado para sacar de su garganta la palabra “?C?mo?”. “Oh, no te preocupes por eso, se?orita Jessie”, le hab?a reconfortado. “Solo que sepas que cuando acabemos por hablar, me encargar? de pasarle tus saludos”. Mientras giraba para entrar a los terrenos del hospital, se plante? la misma pregunta que le hab?a estado reconcomiendo desde aquel entonces, la que solo se pod?a sacar de la mente cuando estaba concentrada con atenci?n en otros trabajos: ?lo hab?a hecho de verdad? Mientras ella hab?a estado aprendiendo a atrapar a gente como ?l y su padre, ?se hab?an reunido esos dos por segunda vez, a pesar de las precauciones de seguridad dise?adas para prevenir ese tipo de cosas? Ten?a la sensaci?n de que ese misterio estaba a punto de ser resuelto. CAP?TULO CINCO Entrar a la unidad del DNR era igual que como lo recordaba. Despu?s de obtener la autorizaci?n para entrar al campus cotado del hospital a trav?s de una verja protegida por guardias de seguridad, se dirigi? a la parte de atr?s del edificio principal hacia un segundo edificio m?s peque?o, de aspecto corriente. Se trataba de una anodina estructura de acero y hormig?n en medio de un aparcamiento sin asfaltar. Solo se divisaba el tejado por detr?s de una valla met?lica de malla verde y alambre de p?as que rodeaba el lugar. Atraves? una segunda verja custodiada para acceder al DNR. Despu?s de aparcar, camin? hacia la entrada principal, fingiendo ignorar las m?ltiples c?maras de seguridad que le observaban a cada paso. Cuando lleg? a la puerta exterior, esper? a que le dejaran entrar. A diferencia de la primera vez que hab?a venido aqu?, ahora el personal le reconoc?a y le admit?an nada m?s verla. Pero eso solo pas? en la puerta exterior. Despu?s de pasar por un peque?o patio, lleg? a la entrada principal a las instalaciones, que ten?a unas gruesas puertas de cristal blindado. Desliz? su tarjeta de acceso, y se encendi? la luz verde en el panel. Entonces el guarda de seguridad detr?s del escritorio, que tambi?n pod?a observar el cambio de color, le abri? la puerta, completando el procedimiento de acceso. Jessie se qued? de pie en un peque?o vest?bulo, esperando a que se cerrara la puerta exterior. La experiencia ya le hab?a ense?ado que la puerta interior no pod?a abrirse hasta que la exterior se hubiera cerrado del todo. Una vez lo hizo audiblemente, el guardia de seguridad desbloque? la puerta interior. Jessie pas? adentro, donde le esperaba un segundo oficial armado. Recogi? todos sus efectos personales, que eran m?nimos. Hab?a aprendido con el tiempo que era mucho m?s conveniente dejar casi todo en el coche, que no corr?a ning?n peligro de ser asaltado. El guardia le pate? y le hizo un gesto para que pasara por el esc?ner de ondas milim?tricas como los de seguridad de los aeropuertos, que proyectaba una impresi?n detallada de todo su cuerpo. Cuando pas? al otro lado, le devolvieron sus cosas sin mediar palabra. Era la ?nica indicaci?n de que ten?a luz verde para continuar. “?Voy a ver a la Oficial Gentry?”, pregunt? al agente que estaba sentado detr?s del escritorio. La mujer levant? la vista, con una expresi?n de absoluto desinter?s en su rostro. “Saldr? en un momento. Ve a esperar junto a la puerta de Preparaci?n Transicional”. Jessie as? lo hizo. Preparaci?n Transicional era la sala a donde iban todos los visitantes a cambiarse antes de interactuar con un paciente. Una vez dentro, les ped?an que se cambiaran y se pusieran una bata gris de hospital, que se quitaran toda la bisuter?a, y se limpiaran el maquillaje. Como le hab?an advertido, estos hombres no precisaban de ninguna estimulaci?n adicional. Un instante despu?s, la oficial Katherine “Kat” Gentry sal?a por la puerta de la sala para recibirla. Daba gusto verla. Aunque no es que hubieran empezado precisamente con buen pie cuando se conocieron el verano anterior, ahora las dos mujeres eran amigas, conectadas por su consciencia compartida de la oscuridad que subyace en alguna gente. Jessie hab?a llegado a confiar tanto en ella que Kat era una de las menos de seis personas en todo el mundo que sab?an que era la hija del Ejecutador de los Ozarks. Cuando Kat se le acerc?, Jessie admir? una vez m?s la tipa dura que resultaba ser como jefa de seguridad del DNR. F?sicamente imponente a pesar de medir solo uno setenta, su cuerpo de 75 kilos consist?a casi por completo de m?sculo y voluntad de hierro. Previamente comando en el ej?rcito, hab?a servido dos temporadas en Afganist?n, y llevaba puestos los mementos de aquellos d?as en su cara, que estaba agujereada por cicatrices de quemaduras con metralla y ten?a una muy larga que empezaba desde debajo del ojo izquierdo para caerle en vertical por la mejilla izquierda. Sus ojos grises estaban calmados, qued?ndose con todo lo que ve?an para decidir si se trataba de una amenaza. Era obvio que no pensaba que Jessie fuera una. Sonri? abiertamente y le dio un gran abrazo. “Cu?nto tiempo sin verte, dama del FBI”, le dijo con entusiasmo. Jessie estaba recuperando el aliento tras sentirse estrujada en sus brazos, y solo habl? cuando la solt?. “No soy del FBI”, le record? a Kat. “No era m?s que un programa de formaci?n. Todav?a sigo afiliada con el L.A.P.D.”. “Lo que t? quieras”, dijo Kat con desd?n. "Estuviste en Quantico, trabajando con los mayores expertos en tu campo, aprendiendo t?cnicas alucinantes que usa el FBI. Si quiero llamarte dama del FBI, es lo que voy a hacer”. “Si eso significa que no me vas a partir la espalda por la mitad, puedes llamarme lo que t? quieras”. “A prop?sito, ya no creo que pudiera hacer eso”, not? Kat. “Pareces m?s fuerte que antes. Supongo que no solo te hicieron entrenar la mente mientras estabas all?”. “Seis d?as a la semana”, le dijo Jessie. “Carreras por el monte, carreras de obst?culos, autodefensa, y entrenamiento de armas. Sin duda alguna, me dieron la patada que necesitaba para ponerme en una forma medio decente”. “?Deber?a preocuparme?”, le pregunt? Kat fingiendo preocupaci?n, dando un paso atr?s y elevando sus brazos en postura defensiva. “No creo que suponga ninguna amenaza para ti”, admiti? Jessie. “Pero creo que podr?a protegerme a m? misma frente a un sospechoso, algo que no sent?a antes en absoluto. Mirando al pasado, tuve suerte de sobrevivir mis encuentros recientes”. “Eso es genial, Jessie”, dijo Kat. “Quiz? podamos buscar un d?a que tengamos libre, ir por unas rondas, para mantenerte despierta”. “Si lo que quieres decir con unas cuantas rondas, es unas cuantas rondas de chupitos, cuenta conmigo. De lo contrario, puede que me tome un peque?o descanso de las carreras diarias y de los pu?etazos y esas cosas.” “Retiro todo”, dijo Kat. “Sigues siendo el mismo ratoncillo que fuiste siempre”. “Bueno, esa s? que es la Kat Gentry que he acabado conociendo y adorando. Sab?a que hab?a una buena raz?n para que fueras la primera persona que quer?a ver despu?s de regresar a la ciudad”. “Me siento halagada”, dijo Kat. “Pero creo que las dos sabemos que no soy la persona que has venido a visitar. ?Dejamos de remolonear y vamos al grano?”. Jessie asinti? y sigui? a Kat al interior de la sala de Preparaci?n, donde la esterilidad y el silencio pusieron punto final al ambiente jocoso de la visita. * Quince minutos despu?s, Kat escoltaba a Jessie hasta la puerta que conectaba con el ala de seguridad del DNR donde estaban algunas de las personas m?s peligrosas del planeta. Ya hab?an pasado por su oficina para ponerse al d?a sobre los ?ltimos meses, que hab?an sido sorprendentemente aburridos. Kat le inform? de que, como Crutchfield le hab?a amenazado con que se iba a ver enseguida con su padre, hab?an aumentado todav?a m?s las ya estrictas medidas de seguridad. Las instalaciones contaban ahora con c?maras de seguridad adicionales y hasta con mayor comprobaci?n de identidad para visitantes. No hab?a pruebas de que Xander Thurman hubiera intentado visitar a Crutchfield. Sus ?nicas visitas hab?an sido la del m?dico que ven?a todos los meses para comprobar sus constantes vitales, el psiquiatra con el que casi nunca intercambiaba ni una palabra, un detective del L.A.P.D. que esperaba, result? que f?tilmente, a que Crutchfield compartiera informaci?n sobre un caso sin resolver en el que estaba trabajando; y el abogado que le hab?a asignado el tribunal, que solo aparec?a para asegurarse de que no le estuvieran torturando. Apenas hab?a entablado conversaci?n con ninguno de ellos. Seg?n dec?a Kat, no hab?a mencionado a Jessie delante del personal, ni siquiera a Ernie Cortez, el agente que supervisaba sus duchas semanales. Era como si ella no existiera. Jessie se preguntaba si estar?a enfadado con ella. “Ya s? que te acuerdas del procedimiento”, dijo Kat, mientras esperaban de pie delante de la puerta de seguridad. “Como han pasado unos cuantos meses, deja que repase los procedimientos de seguridad como medida de precauci?n. No te acerques al prisionero. No toques la barrera de cristal. Y ya s? que esta te la vas a pasar por alto de todas maneras, pero oficialmente, se supone que no puedes compartir ninguna informaci?n personal. ?Entendido?”. “Claro”, dijo Jessie, contenta de que le recordara todo. Le serv?a para ponerse en el estado mental adecuado. Kat desliz? su placa y asinti? ante la c?mara encima de la puerta. Desde dentro, alguien les dej? pasar. Jessie se sinti? abrumada al instante por la sorprendente r?faga de actividad. En vez de los cuatro habituales guardias de seguridad, hab?a seis. Adem?s, hab?a tres hombres vestidos con uniforme de trabajo dando vueltas alrededor de algunas piezas de equipo t?cnico. “?Qu? pasa?”, pregunt? ella. “Oh, olvid? mencionarlo, vamos a recibir unos cuantos residentes a mitad de semana. Vamos a estar al completo en las diez celdas, as? que estamos comprobando el equipo de vigilancia en las celdas vac?as para asegurarnos de que todo est? en perfecto funcionamiento. Tambi?n hemos aumentado el personal de seguridad en cada turno de cuatro a seis agentes durante el d?a, sin incluirme a m?, y de tres a cuatro por la noche”. “Eso suena… arriesgado”, dijo Jessie diplom?ticamente. “Me mostr? en contra”, admiti? Kat. “Pero el condado ten?a ciertas necesidades y nosotros ten?amos las celdas disponibles. Era una batalla perdida”. Jessie asinti? mientras miraba a su alrededor. Las cosas esenciales del lugar parec?an ser las mismas. La unidad estaba dise?ada en forma de rueda con la base de operaciones en el centro y con pasillos que sal?an en todas direcciones, y que llevaban a las celdas de los prisioneros. En este momento, hab?a seis oficiales en el espacio ahora abarrotado del centro de operaciones, que parec?a un centro de enfermer?a de un hospital lleno de pacientes. Algunas de las caras le resultaban nuevas, pero la mayor?a le eran familiares, incluida la de Ernie Cortez. Ernie era un esp?cimen masivo, de m?s de dos metros y 140 kilos de m?sculos bien formados. Ten?a unos treinta y tantos a?os y le empezaban a asomar las canas en su cabello negro de corte militar. Ernie esboz? una enorme sonrisa al ver a Jessie. “Chica Vogue”, le llam?, utilizando el apodo afectuoso que le hab?a dado durante su primer encuentro, en que ?l hab?a tratado de mostrar su inter?s, sugiriendo que deber?a ser una modelo. Le hab?a cerrado el pico a toda prisa, pero ?l no parec?a guardarle ning?n rencor. “?C?mo va, Ernie?”, le pregunt?, sonriendo de vuelta. “Como siempre, ya sabes. Asegur?ndonos de mantener a raya a los ped?filos, los violadores, y los asesinos. ?Y t??”. “B?sicamente igual”, dijo ella, decidiendo no meterse en detalles sobre sus actividades de los ?ltimos meses con tantas caras desconocidas a su alrededor. “As? que ahora que has tenido unos cuantos meses para superar tu divorcio, ?te gustar?a pasar algo de tiempo de calidad con el Ernster? Tengo pensado ir a Tijuana este fin de semana”. “?Ernster?” repiti? Jessie, incapaz de impedir que le saliera una risita. “?Qu??”, dijo ?l, fingiendo ponerse a la defensiva. “Es un apodo”. “Lo lamento, Ersnter, estoy bastante segura de que tengo planes para el fin de semana, pero p?salo en grande en la pista de jai alai. C?mprame unos Chiclets, ?de acuerdo?”. “Ay, vaya”, replic? ?l, poni?ndose la mano en el pecho como si ella le hubiera lanzado una flecha al coraz?n. “Sabes qu?, los chicos grandes tambi?n tenemos sentimientos. Tambi?n somos, ya sabes… chicos grandes”. “Muy bien, Cortez,” interrumpi? Kat, “ya est? bien con eso. Me acabas de hacer vomitar un poco dentro de mi boca. Y Jessie tiene asuntos que atender”. “Hiriente”, murmur? Ernie entre dientes mientras volv?a a poner su atenci?n en el monitor que ten?a delante. A pesar de sus palabras, su tono suger?a que no le importaba demasiado. Kat hizo un gesto para que Jessie le siguiera al pasillo donde estaba la celda de Crutchfield. “Vas a querer esto,” le dijo, sujetando la peque?a llave electr?nica con el bot?n rojo en el centro. Era su aparato para los casos de emergencia. Jessie lo consideraba algo as? como una manta de seguridad digital. Si Crutchfield le sacaba de sus casillas y ella quer?a salir de la sala sin que ?l se enterara del impacto que estaba teniendo en ella, ten?a que presionar el bot?n oculto en su mano. Eso alertar?a a Kat, que podr?a sacarle de la sala con alg?n pretexto oficial inventado. Jessie estaba bastante segura de que Crutchfield sab?a que ten?a ese aparato, pero, aun as?, se alegraba de que as? fuera. Agarr? la llave electr?nica, asinti? a Kat indicando que estaba lista para pasar, y respir? profundamente. Kat abri? la puerta y Jessie pas? al interior. Por lo visto, Crutchfield hab?a anticipado su llegada. Estaba de pie, a solo unas pulgadas del cristal que divid?a la habitaci?n en dos, sonri?ndole abiertamente. CAP?TULO SEIS A Jessie le llev? un segundo despegar su mirada de sus dientes retorcidos y evaluar la situaci?n. En apariencia, no ten?a un aspecto tan distinto de lo que ella recordaba. Todav?a ten?a su pelo rubio, esquilado casi al rape. Todav?a llevaba su uniforme obligatorio de color turquesa. Todav?a ten?a la cara un poco m?s regordeta de lo que cabr?a esperar de un tipo que med?a 1,75 metros y pesaba 80 kilos. Hac?a que pareciera que estaba m?s cerca de tener veinticinco a?os que de los treinta y cinco que ten?a en realidad. Y a?n ten?a esos inquisitivos ojos marrones, casi avasalladores. Eran la ?nica pista de que el hombre que ten?a delante de ella hab?a matado al menos a diecinueve personas, y quiz?s hasta el doble. La celda tampoco hab?a cambiado. Era peque?a, con una cama estrecha sin s?banas que estaba empotrada en la pared. Hab?a un peque?o escritorio con una silla incorporada en la esquina de la derecha, junto a un peque?o lavabo de metal. Detr?s de eso estaba el servicio, colocado en la parte trasera, con una portezuela deslizante de pl?stico para dar una m?nima sensaci?n de privacidad. “Se?orita Jessie,” ronrone? con suavidad. “?Menuda sorpresa inesperada encontrarme contigo aqu?!”. “Y, aun as?, est?s de pie ah? como si estuvieras esperando mi llegada inminente”, le contradijo Jessie, que no quer?a darle a Crutchfield ni un momento de ventaja. Se acerc? y se sent? en la silla detr?s de un peque?o escritorio al otro lado del cristal. Kat tom? su posici?n habitual, de pie y completamente alerta en un rinc?n de la celda. “Percib? un cambio en el aire de las instalaciones”, le contest?, con su tono de Luisiana m?s exagerado que nunca. “El aire parec?a m?s dulce y pens? que pod?a escuchar c?mo piaba un p?jaro afuera”. “Por lo general, no sueles tener tantos cumplidos”, not? Jessie. “?te importa decirme qu? es lo que ha conseguido que te pongas de un humor tan generoso?”. “Nada en concreto, se?orita Jessie. ?Es que no puede un hombre apreciar la peque?a alegr?a que resulta de tener una visita inesperada?”. Algo en el modo que pronunci? la ?ltima l?nea hizo estremecer el cuero cabelludo de Jessie, como si el comentario estuviera cargado de significado. Se qued? all? sentada un momento, dejando a su mente que trabajara, ignorando por completo las restricciones temporales. Sab?a que Kat le dejar?a manejar la entrevista de la manera que ella quisiera. D?ndole vueltas a las palabras de Crutchfield en su cabeza, se dio cuenta de que pod?an referirse a m?s de una sola cosa. “Cuando hablas de visitas inesperadas, ?te refieres a m?, Crutchfield?”. ?l se la qued? mirando durante varios segundos antes de hablar. Finalmente, con lentitud, la amplia, forzada, sonrisa en su rostro se transform? en una expresi?n burlona m?s mal?vola, y tambi?n m?s cre?ble. “No hemos establecido las reglas de juego para esta visita”, le dijo, gir?ndose de repente sobre sus espaldas. “Creo que hace mucho que han terminado los d?as de las reglas de juego, ?no crees, Crutchfield?”, le pregunt?. “Hace mucho que nos conocemos, y podemos simplemente charlar, ?no es cierto?”. Regres? a la cama empotrada en la pared de la celda y se sent?, con la expresi?n ligeramente oculta en la penumbra. “Entonces, ?c?mo puedo estar seguro de que vas a ser tan honesta como quieres que yo sea contigo?”, le pregunt?. “Despu?s de que le ordenaras a uno de tus compinches que entrara al apartamento de mi amiga y le diera un susto tal que todav?a no pega ojo por las noches, no estoy segura de que te hayas ganado mi confianza o mi buena voluntad”. “Sacas ese incidente a colaci?n”, le dijo ?l, “pero olvidas mencionar las m?ltiples ocasiones en que te he ayudado, tanto en lo profesional como en lo personal. Por cada supuesta indiscreci?n que ha habido por mi parte, te he compensado con informaci?n que te ha resultado inestimable. Lo ?nico que estoy pidiendo son ciertas garant?as de que esto no va a ser solo trabajo m?o”. Jessie le mir? con dureza, intentando determinar la buena voluntad que pod?a mostrar al tiempo que manten?a una distancia profesional. “?Y qu? es exactamente lo que est?s buscando?”. “?Ahora mismo? Solo tu tiempo, se?orita Jessie. Preferir?a que no tardaras tanto en regresar por aqu?. Han pasado setenta y seis d?as desde que me concediste la gracia de tu presencia. Un hombre un poco m?s inseguro podr?a ofenderse ante tan larga ausencia”. “Muy bien”, dijo Jessie. “Prometo visitarte de manera m?s regular. De hecho, me asegurar? de pasar por aqu? al menos otra vez esta semana. ?C?mo suena eso?”. “Es un comienzo”, dijo sin entusiasmo. “Genial. Entonces regresemos a mi pregunta. Antes dijiste que apreciabas la alegr?a que te produc?a tener una visita inesperada. ?Te estabas refiriendo a m??”. “Se?orita Jessie, aunque siempre sea una delicia regodearme en tu compa??a, debo confesar que mi comentario sin duda alguna se refer?a a otro visitante”. Jessie pod?a escuchar c?mo se tensaba Kat en el rinc?n de atr?s. “?Y a qui?n te refieres?”, le pregunt?, manteniendo el mismo volumen. “Creo que ya lo sabes”. “Me gustar?a que me lo dijeras t?”, insisti? Jessie. Bolton Crutchfield se volvi? a poner de pie, ahora m?s visible debajo de la luz, y Jessie pudo ver que estaba d?ndole vueltas a la lengua en la boca, como si fuera un pez en un anzuelo con el que estuviera jugueteando. “Como te asegur? la ?ltima vez que hablamos, pensaba tener una charla con tu papi”. “?Y la has tenido?”. “Sin duda alguna”, respondi? tan casualmente como si le estuviera dando la hora. “Me pidi? que te transmitiera sus saludos cordiales, despu?s de que le ofreciera los tuyos”. Jessie le mir? de cerca, en busca de cualquier indicio de enga?o en su rostro. “?Hablaste con Xander Thurman,” reconfirm?, “en esta habitaci?n, en alg?n momento de las ?ltimas once semanas?”. “As? es.” Jessie sab?a que Kat estaba deseando hacer sus propias preguntas para intentar confirmar la veracidad de su afirmaci?n y de c?mo pod?a haber sucedido. Pero, en su mente, eso era secundario y pod?a abordarlo m?s tarde. No quer?a que la conversaci?n se desviara del tema as? que lo continu? antes de que su amiga pudiera decir nada. “?De qu? hablasteis?”, le pregunt?, intentando mantener un tono de neutralidad. “Pues bien, tuvimos que ser bastante cr?pticos, para que los que nos estaban escuchando no descubrieran su verdadera identidad. Pero el tema central de nuestra charla fuiste t?, se?orita Jessie”. “?Yo?”. “S?. Si recuerdas, ?l y yo hablamos hace un par de a?os y me advirti? que puede que un d?a me visitaras. Que tendr?as un nombre diferente del que ?l te hab?a puesto, Jessica Thurman.” Jessie se estremeci? involuntariamente ante el nombre que no hab?a escuchado salir de los labios de nadie m?s que de s? misma en dos d?cadas. Sab?a que ?l hab?a visto su reacci?n, pero no hab?a nada que pudiera hacer por evitarlo. Crutchfield sonri? complacido y continu?. “Quer?a saber c?mo le iba a esta hija suya perdida hace tanto tiempo. Estaba interesado en todo tipo de detalles, c?mo te ganas la vida, d?nde vives, el aspecto que tienes ahora, c?mo te llamas en este momento. Est? deseando reconectar contigo, se?orita Jessie”. Mientras hablaba, Jessie se oblig? a s? misma a respirar muy lentamente hacia dentro y hacia fuera. Se record? c?mo destensar el cuerpo y hacer lo mejor posible por parecer tranquila, aunque fuera una fachada. Ten?a que parecer imperturbable mientras le hac?a la siguiente pregunta. “?Y le contaste alguno de esos detalles?”. “Solamente uno”, dijo con malicia. “?Y de cu?l se trata?”. “El verdadero hogar est? d?nde uno tiene a los suyos,” dijo ?l. “?Qu? diablos significa eso?”, exigi? Jessie, que sent?a c?mo se aceleraba por momentos el latido de su coraz?n. “Le dije la ubicaci?n del lugar al que llamas hogar”, le dijo, con toda naturalidad. “?Le diste mi direcci?n?”. “No fui tan espec?fico. Para ser honestos, no conozco tu direcci?n exacta, a pesar de todo lo que he hecho para descubrirla. Pero s? lo suficiente como para que te acabe encontrando si es listo. Y como ambos sabemos, se?orita Jessie, tu pap? es muy listo”. Jessie trag? saliva y reprimi? las ganas de ponerse a gritar. Todav?a estaba respondiendo a sus preguntas y necesitaba tanta informaci?n como pudiera obtener antes de que se detuviera. “Entonces, ?cu?nto tiempo me queda antes de que venga llamando a mi puerta?”. “Eso depende de lo que ?l tarde en reunir las piezas”, dijo Crutchfield encogiendo los hombros de manera exagerada. “Como ya dije, tuve que ser algo misterioso. Si hubiera sido muy espec?fico, hubiera creado se?ales de alerta para los tipos que monitorean cada una de mis conversaciones. Eso no hubiera resultado productivo”. “?Por qu? no me dices con exactitud lo que le dijiste? De ese modo, me puedo figurar la l?nea temporal por mi cuenta”. “?Y d?nde estar?a la diversi?n en eso, se?orita Jessie? De verdad que tienes mi admiraci?n, pero eso me resulta una ventaja poco razonable. Tenemos que darle una oportunidad al hombre”. “?Oportunidad?”, repiti? Jessie, incr?dula. “?De qu?? ?De ir un paso por delante para acabar destrip?ndome como le hizo a mi madre?”. “Bueno, eso es de lo m?s injusto”, replic?, pareciendo calmarse cuanto m?s se agitaba Jessie. “Pod?a haber hecho eso en aquella caba?a en la nieve hace todos esos a?os, pero no lo hizo. As? que, ?por qu? asumir que te quiere hacer da?o ahora? Quiz? solo quiera llevar a su damita a pasar el d?a a Disneyland”. “Perdona si no me siento tan inclinada a darle el mismo beneficio de la duda”, le espet?. “Esto no es un juego, Bolton. ?Quieres que te visite de nuevo? Necesito estar con vida para hacerlo. No voy a poder darte mucha coba si tu mentor acaba por descuartizar a tu amiguita favorita”. “Dos cosas, se?orita Jessie: en primer lugar, entiendo que son noticias perturbadoras, pero preferir?a que no emplearas ese tono tan familiar conmigo. ?Me llamas por mi primer nombre? No solo es poco profesional, no es propio de ti”. Jessie mantuvo un inc?modo silencio. Incluso antes de que le dijera lo segundo, ya sab?a que no le iba a decir lo que ella quer?a. Aun as?, permaneci? en silencio, mordi?ndose literalmente la lengua en caso de que ?l cambiara de idea. “Y en segundo”, continu?, disfrutando claramente de la inquietud de Jessie, “aunque disfruto de tu compa??a, no presupongas que eres mi amiguita favorita. No nos olvidemos de la siempre alerta Oficial Gentry ah? detr?s. Es todo un bomb?n, un bomb?n rancio y podrido. Como le he dicho en m?s de una ocasi?n, cuando salga de este lugar, tengo intenci?n de darle un regalo especial de despedida, no s? si me entiendes. As? que no trates de saltarte la cola de las amiguitas”. “Yo…” comenz? Jessie, esperando que cambiara de idea. “Me temo que ya se acab? nuestro tiempo”, dijo con voz cortante. Dicho eso, se gir? y camin? hacia el diminuto nicho de su celda con retrete y tir? del divisor de pl?stico, dando por terminada la conversaci?n. CAP?TULO SIETE Jessie giraba la cabeza de un lado a otro, en busca de alguien o algo fuera de lo normal. Mientras regresaba a su casa, siguiendo la misma ruta tortuosa que hab?a recorrido por la ma?ana, todas las medidas de seguridad de las que se hab?a sentido tan orgullosa pocas horas antes le resultaban ahora terriblemente inadecuadas. En esta ocasi?n, se at? la melena en un mo?o y la ocult? debajo de una gorra de b?isbol y de la capucha de una sudadera que se hab?a comprado de regreso desde Norwalk. Llevaba una peque?a mochila que se enganchaba por delante, abraz?ndole el torso. A pesar del anonimato adicional que podr?an haberle proporcionado, no llevaba gafas de sol porque le preocupaba que limitaran su campo visual. Kat hab?a prometido que revisar?a las cintas de seguridad de todas las visitas recientes de Crutchfield para ver si se hab?an pasado algo por alto. Tambi?n dijo que, si Jessie pudiera esperar hasta que terminara su turno, conducir?a hasta DTLA, a pesar de que ella viv?a al otro extremo en la Ciudad de la Industria, y le ayudar?a a asegurarse de que llegaba a salvo a casa. Jessie rechaz? la oferta con amabilidad. “No puedo contar con tener escolta armada a cualquier parte que vaya a partir de ahora”, insisti?. “?Por qu? no?”, le hab?a preguntado Kat solo medio en bromas. Ahora, mientras descend?a por el pasillo que llevaba a su apartamento, se preguntaba si hubiera debido aceptar la oferta de su amiga. Se sent?a especialmente vulnerable con la bolsa de las compras en los brazos. Hab?a un silencio sepulcral en el pasillo y no hab?a visto a nadie en absoluto desde que entrara al edificio. Antes de descartarlo sin m?s, surgi? una noci?n alocada en su cabeza, que su padre hab?a matado a todo el mundo en su piso para no tener que lidiar con complicaciones cuando se le acercara. La luz de su mirilla estaba verde, lo que le ofreci? cierto alivio mientras abr?a la puerta, mirando a ambos lados del pasillo por si hab?a alguien que se le fuera a tirar encima. Nadie lo hizo. Una vez en el interior, encendi? las luces y despu?s cerr? todas las cerraduras antes de desactivar las dos alarmas. Inmediatamente despu?s, volvi? a activar la alarma principal, poni?ndola en funci?n “casa” para poder moverse por el apartamento sin hacer que saltaran los sensores de movimiento. Coloc? la bolsa de las compras sobre el mostrador de la cocina y examin? el lugar, con la barra luminosa en la mano. Le hab?an concedido su solicitud de un permiso de armas antes de irse a Quantico y se supon?a que le dar?an su arma cuando fuera a trabajar a comisar?a al d?a siguiente. Parte de ella deseaba que ya la hubiera pasado a recoger cuando se present? por all? para recoger su correo. Cuando por fin tuvo la seguridad de que su apartamento estaba a salvo, empez? a ordenar las compras, dejando fuera el sashimi que hab?a comprado para cenar en vez de una pizza. No hay como un sushi de supermercado un lunes por la noche para hacer que una chica sin plan alguno se sienta especial en la gran ciudad. La idea le provoc? una breve risa antes de recordar que le hab?an dado un mapa de su residencia a su padre el asesino en serie. Quiz? no se tratara de un mapa completo con direcciones, pero, por lo que hab?a dicho Crutchfield, era bastante como para que ?l le acabara encontrando con el tiempo. La pregunta del mill?n era: ?y cu?ndo ser?a exactamente “con el tiempo”?. * Hora y media despu?s, Jessie estaba boxeando con una bolsa pesada, y el sudor le rodaba por el cuerpo. Despu?s de terminar su sushi, se hab?a sentido inquieta y hab?a decidido ir a ejercitar sus frustraciones de manera constructiva al gimnasio. Nunca hab?a sido una gran adepta al gimnasio, pero durante su tiempo en la Academia Nacional hab?a hecho un descubrimiento inesperado. Cuando entrenaba hasta el agotamiento, no le quedaba espacio por dentro para la ansiedad y el temor que le consum?an la mayor parte del resto del tiempo. Si hubiera sabido esto hace una d?cada, se hubiera podido ahorrar miles de noches en vela, y hasta las noches repletas de pesadillas interminables. Tambi?n pod?a haberle salvado unas cuantas visitas a su terapeuta, la doctora Janice Lemmon, una c?lebre psic?loga forense por derecho propio. La doctora Lemmon era una de las pocas personas que conoc?an cada uno de los detalles del pasado de Jessie. Le hab?a proporcionado una ayuda inestimable durante los ?ltimos a?os. En este momento, estaba en convalecencia de un trasplante de ri??n y no estaba disponible para concertar sesiones durante unas cuantas semanas m?s. Jessie se sent?a tentada de pensar que pod?a saltarse del todo estas visitas, pero, aunque puede que fuera m?s barato ir solo a la terapia del gimnasio, sab?a que seguramente habr?a momentos en que necesitar?a hablar con su doctora en el futuro. Cuando fue a su consulta para ponerse una serie de vacunas, recordaba c?mo, antes de su viaje a Quantico, se hab?a estado despertando cubierta de sudor, respirando con dificultad, intentando recordarse a s? misma que estaba a salvo en Los ?ngeles y no de vuelta a la peque?a caba?a en los Ozarks de Missouri, atada a una silla, viendo c?mo goteaba la sangre del cad?ver cada vez m?s congelado de su madre muerta. Ojal? todo eso hubiera sido tan solo un mal sue?o, pero era todo cierto. Cuando ten?a seis a?os y el matrimonio de sus padres pasaba por problemas, su padre las hab?a llevado a ella y a su madre a la caba?a que ten?a en alg?n lugar aislado. Mientras estaban all?, les hab?a revelado que hab?a estado secuestrando, torturando, y asesinando a gente durante a?os. Y despu?s le hizo lo mismo a su propia mujer, Carrie Thurman. Mientras la esposaba las manos a las vigas del techo de la caba?a e intermitentemente, acuchillaba a su madre con un enorme cuchillo, hizo que Jessie, por aquel entonces Jessica Thurman, lo viera todo. Le at? los brazos a una silla y le forz? a mantener los p?rpados abiertos mientras acababa de descuartizar a su madre del todo. Despu?s utiliz? el mismo cuchillo para hacer un corte enorme en la clav?cula de su hija desde el hombro izquierdo hasta la base del cuello. Despu?s de eso, se march? de la caba?a sin m?s. Tres d?as despu?s, conmocionada y con hipotermia, fue hallada por dos cazadores que pasaban por all? de casualidad. Cuando se recuper?, le cont? toda la historia a la polic?a y al FBI. Sin embargo, para ese momento, su padre se hab?a largado hac?a mucho y con ?l toda esperanza de atraparle. Metieron a Jessica en el Programa de Protecci?n de Testigos de Las Cruces con los Hunt. Jessica Thurman se convirti? en Jessie Hunt y comenz? una vida nueva. Jessie se sacudi? los recuerdos de su mente, moviendo su atenci?n de las vacunas a las patadas con la rodilla con intenci?n de darle a la entrepierna de tu asaltante. Se regode? en el dolor que sinti? en sus cu?driceps cuando golpeaba hacia arriba. Con cada golpe, la imagen de la piel p?lida y sin vida de su madre se desvanec?a. Entonces apareci? otro recuerdo en su mente, el de su antiguo marido, Kyle, atac?ndole en su propia casa, tratando de matarla y de inculparla por el asesinato de su amante. Casi pod?a sentir el escozor del atizador de la chimenea que le hab?a clavado en el lado izquierdo del abdomen. El dolor f?sico de ese momento solo era equiparable con la humillaci?n que todav?a sent?a por haber pasado una d?cada en una relaci?n ?ntima con un soci?pata sin darse cuenta de ello. Despu?s de todo, se supon?a que era una experta en identificar estos tipos de personas. Jessie subi? la potencia una vez m?s, esperando alejar la verg?enza de su mente con una serie de lanzamientos de codo contra la bolsa a la altura donde estar?a la mand?bula de su oponente. Sus hombros estaban empezando a quejarse del dolor, pero ella continu? sacudiendo la bolsa, sabiendo que enseguida su mente estar?a demasiado cansada como para estar desasosegada. Esta era la parte de s? misma que no se hab?a esperado descubrir en el FBI, lo duro que pod?a llegar a entrenar. A pesar de la t?pica aprensi?n que sinti? al llegar, hab?a pensado que seguramente le ir?a bien en el lado acad?mico. Se acababa de pasar los tres a?os anteriores en ese entorno, inmersa en psicolog?a criminal. Y no le hab?a faltado raz?n. Las clases de derecho, ciencia forense, y terrorismo le resultaban f?ciles. Incluso el seminario de ciencias del comportamiento, donde los instructores eran sus h?roes de toda la vida y pensaba que quiz? estar?a nerviosa, result? de lo m?s natural. Sin embargo, en las clases de preparaci?n f?sica, y especialmente en el entrenamiento de autodefensa, era donde m?s se hab?a sorprendido a s? misma. Sus instructores le hab?an demostrado que con su metro ochenta y sus 75 kilos, ten?a el tama?o necesario para v?rselas con la mayor?a de los perpetradores, si estaba adecuadamente preparada. Probablemente, nunca tendr?a las habilidades de combate personal de una veterana de las Fuerzas Especiales como Kat Gentry. Y sali? del programa con la confianza de que podr?a defenderse en la mayor?a de las situaciones. Jessie se sac? los guantes de un tir?n y pas? a la cinta de correr. Ech? un vistazo a su reloj, vio que ya eran casi las 8 de la tarde. Decidi? que una carrera de cinco millas la dejar?a lo bastante exhausta como para permitirle dormir sin sue?os por la noche. Esa era una prioridad ya que ma?ana regresaba de nuevo al trabajo, donde sab?a que todos sus compa?eros la freir?an a preguntas, esperando que ahora fuera una especie de superh?roe del FBI. Se dio un periodo de cuarenta minutos, presion?ndose a s? misma para completar las cinco millas a un ritmo de ocho minutos por milla. Entonces les subi? el volumen a los cascos. Cuando empezaron a sonar los primeros segundos de “Killer” de Seal, su mente se qued? en blanco, enfoc?ndose solamente en lo que ten?a delante de ella. No albergaba la menor noci?n respecto al t?tulo de la canci?n o de los recuerdos personales que pudiera sacar a la superficie. No hab?a nada m?s que ese ritmo y sus piernas movi?ndose al un?sono. Era lo m?s cerca de la paz que Jessie Hunt pod?a sentirse. CAP?TULO OCHO Eliza Longworth iba corriendo para llegar hasta la casa de Penny cuando antes le fuera posible. Eran casi las 8 de la ma?ana, la hora a la que su profesora de yoga sol?a aparecer. Hab?a pasado una noche b?sicamente en vela. Solo cuando lleg? el primer rayo del alba le pareci? saber qu? ruta tomar. Una vez tom? la decisi?n, Eliza sinti? c?mo se le quitaba un peso de encima. Le envi? un mensaje de texto a Penny para decirle que la noche en vela le hab?a dado tiempo para pensar, y para reconsiderar si se hab?a precipitado al terminar con su amistad. Ten?an que ir a la lecci?n de yoga. Y despu?s, una vez su profesora, Beth, se hubiera ido, pod?an encontrar la manera de aclarar las cosas. A pesar de que no hab?a recibido respuesta alguna por parte de Penny, Eliza se dirigi? hacia su casa de todas maneras. En el momento que llegaba a la puerta principal, vio c?mo Beth conduc?a por la serpenteante carretera residencial y le saludaba. “?Penny!”, le chill? mientras llamaba a la puerta. “Beth est? aqu?. ?Sigue en pie la clase de yoga?”. No obtuvo respuesta as? que presion? el timbre y se puso a mover los brazos delante de la c?mara. “Penny, ?puedo pasar? Tenemos que hablar un momento antes de que llegue Beth”. Sigui? sin obtener respuesta y Beth ya estaba a solo cien metros as? que decidi? entrar, dejando la puerta abierta para Beth. “Penny”, grit?. “Te dejaste la puerta abierta. Beth est? aparcando. ?Recibiste mi mensaje? ?Podemos hablar un minuto en privado antes de empezar?”. Pas? al recibidor y esper?. No hubo ninguna respuesta. Se movi? a la sala de estar donde generalmente recib?an las lecciones de yoga. Tambi?n estaba vac?a. Estaba a punto de entrar a la cocina cuando Beth entr? a la casa. “?Damas, estoy aqu?!”, les llam? desde la puerta principal. “Hola, Beth”, dijo Eliza, gir?ndose para saludarle. “La puerta estaba abierta, pero Penny no me responde. No estoy segura de lo que pasa. Quiz? se qued? dormida o est? en el ba?o o algo as?. Puedo mirar arriba… si quieres, puedes prepararte algo de beber. Estoy segura de que solo tardar? un minuto”. “No te preocupes”, dijo Beth. “Mi cliente de las nueve y media me ha cancelado as? que no tengo prisa. Dile que se tome su tiempo”. “Muy bien”, dijo Eliza mientras empezaba a subir las escaleras. “Danos solo un minuto”. Iba a mitad de camino por las escaleras cuando se pregunt? si a lo mejor hubiera debido tomar el ascensor. El dormitorio principal estaba en el tercer piso y el ascensor no le hac?a la menor gracia. Antes de que pudiera reconsiderarlo en serio, escuch? un grito que ven?a del piso de abajo. “?Qu? pasa?”, grit? mientras se giraba sobre s? misma para bajar a toda prisa las escaleras. “?Date prisa!”, grit? Beth. “?Por Dios, corre!”. Su voz proven?a de la cocina. Eliza ech? a correr cuando alcanz? el piso de abajo, atravesando la sala de estar a toda prisa para doblar la esquina. En el suelo de baldosas hisp?nicas de la cocina, tumbada en un charco inmenso de sangre, estaba Penny. Se le hab?an quedado los ojos abiertos de terror, y el cuerpo estaba contra?do por un horripilante espasmo mortal. Eliza se apresur? a acercarse a su mejor y m?s antigua amiga, resbal?ndose con el l?quido espeso al hacerlo. Su pie sali? hacia adelante y se cay? de espaldas al suelo, donde todo su cuerpo se ba?? de sangre. Tratando de no echarse a vomitar, gate? y le puso las manos en el pecho a Penny. Hasta con la ropa puesta, estaba fr?a. A pesar de ello, Eliza le sacudi?, como si eso pudiera despertarla. “Penny”, le rogaba, “despierta”. Su amiga no le respond?a. Eliza mir? a Beth. “?Conoces alguna t?cnica de reanimaci?n?”, le pregunt?. “No”, dijo la joven con voz temblorosa, sacudiendo la cabeza. “Pero creo que es demasiado tarde”. Ignorando su comentario, Eliza intent? acordarse de la clase de reanimaci?n que hab?a tomado hac?a a?os. Era para tratamiento infantil, pero supuso que deber?an aplicarse los mismos principios. Abri? la boca de Penny, le ech? la cabeza hacia atr?s, le cerr? los orificios de la nariz con dos dedos, y sopl? con fuerza sobre la boca de su amiga. Entonces se encaram? a la cintura de Penny, puso una mano sobre la otra con las palmas hacia abajo, y presion? la palma de su mano sobre el estern?n de Penny. Lo hizo por segunda vez y despu?s una tercera, intentando crear cierto ritmo. “Oh, Dios”, escuch? murmurar a Beth. Elev? la vista para ver lo que pasaba. “?Qu? pasa?”, le exigi? con firmeza. “Cuando presionas sobre ella, le rezuma sangre del pecho”. Eliza baj? la vista. Era cierto. Cada presi?n causaba una lenta filtraci?n de sangre desde lo que parec?an ser unos cortes bastante anchos en su cavidad pectoral. Elev? la vista de nuevo. “?Llama al nueve-uno-uno!”, grit?, aunque sab?a que no servir?a de nada. * Jessie, que se sent?a sorprendentemente nerviosa, lleg? pronto al trabajo. Con todas las medidas adicionales de seguridad que hab?a dispuesto, decidi? salir de casa con veinte minutos de antelaci?n para su primer d?a de trabajo en tres meses, para asegurarse de llegar antes de las 9 de la ma?ana, la hora a la que le hab?a pedido el Capit?n Decker que apareciera. Pero parece que su capacidad de transitar las curvas y descensos ocultos hab?a mejorado mucho, porque no tard? tanto como esperaba en llegar a la Comisar?a Central. Mientras caminaba desde la zona de aparcamiento a la puerta principal de la comisar?a, sus ojos se mov?an de un lado a otro, en busca de cualquier cosa fuera de lo normal. Entonces record? la promesa que se hab?a hecho a s? misma justo antes de quedarse dormida la noche anterior. No iba a permitir que la amenaza de su padre le reconcomiera por dentro. No ten?a la menor idea de lo espec?fica o general que fuera la informaci?n que le hab?a pasado Bolton Crutchfield a su padre. Ni siquiera pod?a estar segura de que Crutchfield estuviera diciendo la verdad. De todas maneras, no hab?a mucho m?s que pudiera hacer al respecto adem?s de lo que ya estaba haciendo. Kat Gentry estaba repasando las cintas de video de las visitas que hab?a recibido Crutchfield. B?sicamente, viv?a en un b?nker. Hoy le iban a dar su arma oficial. M?s all? de esto, ten?a que vivir su vida. De lo contrario, se volver?a loca. Regres? hasta la zona de oficina principal de la comisar?a, m?s que un tanto aprensiva de la recepci?n que le dar?an despu?s de estar fuera tanto tiempo. Por no a?adir que la ?ltima vez que hab?a estado aqu? era solo una crimin?loga asesora interina. Ahora la etiqueta de interinidad hab?a desaparecido y, aunque t?cnicamente todav?a era una asesora, ahora le pagaba el L.A.P.D. y recib?a todos los beneficios del cuerpo. Esto inclu?a el seguro m?dico que, a juzgar por su experiencia reciente, iba a necesitar a granel. Cuando puso el pie dentro de la zona central de trabajo, que consist?a de docenas de escritorios, separados solamente por unos paneles de corcho, respir? y esper?, pero no pas? nada. Nadie le dijo ni palabra. De hecho, nadie pareci? notar que hab?a llegado. Algunos ten?an la cabeza agachada, examinando los archivos de varios casos. Otros estaban concentrados en la gente que ten?an al otro lado de la mesa, en su mayor?a testigos o sospechosos esposados. Se sinti? ligeramente decepcionada. Aunque m?s que eso, se sinti? como una tonta. ?Y qu? me esperaba, un desfile? No es como si hubiera ganado el m?tico Premio Nobel por su resoluci?n de cr?menes. Hab?a ido a una academia de formaci?n del FBI durante dos meses y medio. Estaba bastante bien, pero nadie se iba a poner a aplaudir por ella. Atraves? silenciosamente el laberinto de escritorios, pasando junto a detectives con los que hab?a trabajado previamente. Callum Reid, de cuarenta y tantos a?os, levant? la vista del archivo que estaba leyendo. Cuando le hizo un gesto de asentimiento, casi se le caen las gafas de la frente, donde estaban apoyadas. Alan Trembley de veintitantos a?os, con sus ricitos rubios y revueltos como de costumbre, tambi?n llevaba gafas, pero las suyas estaban sobre el puente de su nariz mientras interrogaba sin piedad a un hombre mayor que parec?a ebrio. Ni siquiera cay? en la cuenta de que Jessie hab?a pasado a su lado. Alcanz? su escritorio, que estaba vergonzosamente ordenado, se quit? de encima la chaqueta y la mochila, y se sent?. Mientras lo hac?a, pudo ver c?mo Garland Moses se acercaba lentamente desde la sala de descanso, y empezaba a subir las escaleras a su oficina en el segundo piso en lo que b?sicamente era un cuarto de limpieza. Resultaba ser una estaci?n de trabajo de lo menos deslumbrante para el crimin?logo m?s c?lebre que ten?a el L.A.P.D., pero a Moses no parec?a importarle. De hecho, no hab?a gran cosa que le consiguiera alterar. Con m?s de setenta a?os y trabajando como asesor para el departamento m?s que nada para esquivar al aburrimiento, el legendario crimin?logo pod?a hacer pr?cticamente lo que le diera la gana. Agente del FBI en el pasado, se hab?a mudado a la costa oeste para retirarse, pero le hab?an acabado convenciendo para que asesorara al departamento. Le pareci? bien, siempre y cuando pudiera escoger sus casos y trabajar las horas que quisiera. Considerando su historial de ?xitos, nadie puso ninguna objeci?n en su momento ni la ten?an hasta ahora. Con un asomo de pelo canoso despeinado, piel cuarteada, y un guardarropa del a?o 1981, ten?a reputaci?n de ser un gru??n en el mejor de los casos, y de francamente grosero en el peor de ellos. Sin embargo, durante la ?nica interacci?n significativa que Jessie hab?a tenido con ?l, le hab?a resultado, si no c?lido, al menos dispuesto a conversar. Quer?a hurgar todav?a m?s en su cerebro, pero todav?a le daba algo de reparo ponerse a hablar con ?l directamente. Mientras ?l bajaba las escaleras y sal?a de su campo visual, ech? una mirada alrededor, en busca de Ryan Hern?ndez, el detective con el que hab?a trabajado con m?s frecuencia y con qui?n ya se sent?a lo bastante c?moda como para considerarle un amigo. De hecho, acababan de empezar a llamarse por el nombre de pila, algo de lo m?s serio en c?rculos policiales. Lo cierto es que se hab?an conocido en circunstancias no profesionales, cuando el profesor de Jessie le hab?a invitado a dar una charla en su clase de psicolog?a criminal en su semestre final en UC-Irvine el pasado oto?o. Ryan hab?a presentado un caso de estudio, que solo Jessie de toda su clase hab?a sido capaz de resolver. M?s tarde, ella se hab?a enterado de que solo era la segunda persona que lo adivinaba. Despu?s de eso, se hab?an mantenido en contacto. Ella le hab?a llamado para pedir ayuda cuando aumentaron sus sospechas sobre los motivos de su marido, pero antes de que ?l tratara de matarla. Y cuando se mud? de regreso a DTLA, le asignaron a la Comisar?a Central, donde ?l trabajaba. Hab?an trabajado en varios casos juntos, entre ellos el asesinato de una fil?ntropa de la alta sociedad, Victoria Missinger. En gran parte, fue gracias a que Jessie descubri? a su asesina que se hab?a ganado el respeto que le aseguraba el curso del FBI. Y no hubiera sido posible sin la experiencia y los instintos de Ryan Hern?ndez. De hecho, le ten?an en tal estima que le hab?an asignado a una unidad especial en Robos-Homicidios llamada la Secci?n Especial de Homicidios, o S.E.H. Se especializaban en casos de gran renombre que generaban un mont?n de inter?s medi?tico o escrutinio del p?blico. En general, eso significaba incendios provocados, asesinatos con m?ltiples v?ctimas, asesinatos de individuos conocidos y, por supuesto, asesinos en serie. Adem?s de sus talentos como investigador, Jessie deb?a admitir que tampoco era mala compa??a en absoluto. Ten?an una buena comunicaci?n entre ellos, como si se hubieran conocido desde mucho m?s tiempo. En unas cuantas ocasiones mientras estaba en Quantico, cuando ten?a las defensas bajas, Jessie se preguntaba si acaso las cosas hubieran podido ser diferentes de haberse conocido en otras circunstancias. Pero en ese momento, Jessie todav?a estaba casada y Hern?ndez llevaba m?s de seis a?os con su mujer. Justo en ese instante el Capit?n Roy Decker abri? su despacho y sali? afuera. Alto, delgado, y casi completamente calvo excepto por cuatro pelos desmandados, Decker todav?a no ten?a ni sesenta a?os, pero parec?a mucho mayor, con un rostro cetrino y arrugado que suger?a un estr?s constante. Su nariz acababa en punta y sus ojillos estaban alerta, como si estuviera siempre a la caza, algo que Jessie daba por sentado. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=51922618&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.