Íåäàâíî ÿ ïðîñíóëñÿ óòðîì òèõèì, À â ãîëîâå – íàñòîé÷èâàÿ ìûñëü: Îòíûíå äîëæåí ÿ ïèñàòü ñòèõè. È òàê íàïîëíèòü ñìûñëîì ñâîþ æèçíü! ß ïåðâûì äåëîì ê çåðêàëó ïîø¸ë, ×òîá óáåäèòüñÿ â âåðíîñòè ðåøåíüÿ. Âçãëÿä çàòóìàíåí.  ïðîôèëü – ïðÿì îðåë! Òèïè÷íûé âèä ïîýòà, áåç ñîìíåíüÿ. Òàê òùàòåëüíî òî÷èë êàðàíäàøè, Çàäóì÷èâî ñèäåë â êðàñèâîé ïîçå. Êîãäà äóøà

El Despertar de los Dragones

El Despertar de los Dragones Morgan Rice Reyes y Hechiceros #1 Si pensaste que ya no hab?a raz?n para vivir despu?s de terminar de leer la serie El Anillo del Hechicero, te equivocaste. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice nos presenta lo que promete ser otra brillante serie, sumergi?ndonos en una fantas?a de troles y dragones, de valor, honor, intrepidez, magia y fe en tu destino. Morgan ha logrado producir otro fuerte conjunto de personajes que nos hacen animarlos en cada p?gina. …Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que aman la fantas?a bien escrita. –Books and Movie Reviews, Roberto Mattos?El Bestseller #1! Del autor #1 de bestsellers Morgan Rice viene una emocionante nueva serie de fantas?a ?pica: EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (REYES Y HECHICEROS – Libro 1) . Kyra, de 15 a?os, sue?a con convertirse en un afamado guerrero al igual que su padre, aunque es la ?nica chica en una fortaleza de hombres. Mientras batalla para entender sus habilidades especiales, su misterioso poder interior, se da cuenta que es diferente a los dem?s. Pero le han escondido un secreto acerca de su nacimiento y la profec?a que la envuelve, dej?ndola sin saber qui?n es realmente. Cuando Kyra cumple la edad y el se?or local viene para llev?rsela, su padre quiere casarla para salvarla. Pero Kyra se reh?sa y emprende un viaje por su cuenta hacia un peligroso bosque donde encuentra a un drag?n herido; desatando una serie de eventos que cambiar?n al reino para siempre. Mientras tanto Alec, de 15 a?os de edad, se sacrifica por su hermano tomando su lugar en el reclutamiento y es llevado hacia Las Flamas, un muro de llamas de cien pies de altura que mantiene a raya al ej?rcito de Troles al este. Del otro lado del reino Merk, un mercenario que trata de olvidar su oscuro pasado, se aventura por el bosque para convertirse en un Observador en las Torres y ayudar a proteger la Espada de Fuego, la fuente m?gica del poder del reino. Pero los Troles quieren la Espada tambi?n; as? que se preparan para una invasi?n masiva que podr?a destruir el reino para siempre. Con una fuerte atm?sfera y personajes complejos, EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES es una emocionante saga de caballeros y guerreros, de reyes y se?ores, de honor y valor, de magia, destino, monstruos y dragones. Es una historia de amor y corazones rotos, de decepci?n, de ambici?n y traici?n. Es una excelente fantas?a que nos invita a un mundo que vivir? en nosotros para siempre, uno que encantar? a todas las edades y g?neros. Libro #2 en REYES Y HECHICEROS ser? publicado pronto. EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES funciona desde el principio… Una fantas?a superior…Inicia, como debe, con los problemas de una protagonista y se mueve de manera natural hacia un m?s amplio circulo de caballeros, dragones, magia y monstruos, y destino. …Todo lo que hace a una buena fantas?a est? aqu?, desde soldados y batallas hasta confrontaciones con uno mismo… Un campe?n recomendado para los que disfrutan de libros de fantas?a ?pica llenos de poderosos y cre?bles protagonistas j?venes adultos. Midwest Book Review, D. Donovan, eBook Reviewer Morgan Rice El Despertar de los Dragones (Reyes y Hechiceros—Libro 1) Morgan Rice Morgan Rice tiene el #1 en ?xito en ventas como el autor m?s exitoso de USA Today con la serie de fantas?a ?pica EL ANILLO DEL HERCHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de once libros (y contando); de la serie #1 en ventas LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA, novela de suspenso postapocal?ptica compuesta de dos libros (y contando); y de la nueva serie de fantas?a ?pica REYES Y HECHICEROS. Los libros de Morgan est?n disponibles en audio y ediciones impresas, y las traducciones est?n disponibles en m?s de 25 idiomas. ?TURNED (Libro #1 en El Diario del Vampiro), ARENA ONE (Libro #1 de la Trilog?a de Supervivencia) y A QUEST OF HEROES (Libro #1 en el Anillo del Hechicero) est?n todos disponibles como descarga gratuita! A Morgan le encanta escucharte, as? que por favor visita www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirte a la lista de email, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar el app gratuito, conocer las ?ltimas noticias, conectarte con Facebook y Twitter, ?y seguirlo de cerca! Aclamos Dirigidos a Morgan Rice “Una fantas?a con esp?ritu que une elementos de misterio e intriga en su historia. Una Aventura de H?roes se trata del desarrollo de la valent?a y sobre tener un prop?sito en la vida que llega al crecimiento, madurez, y excelencia….Para los que buscan aventuras fant?sticas sustanciosas, los protagonistas, dispositivos y acciones proporcionan un vigoroso conjunto de encuentros que se enfocan bien en la evoluci?n de Thor de un ni?o so?ador a un joven adulto enfrent?ndose a probabilidades imposibles de sobrevivir….S?lo el inicio de lo que promete ser una serie ?pica.”     --Midwest Book Review (D. Donovan, Comentarista de eBooks) “EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para un ?xito instant?neo: tramas, contratramas, misterio, valientes caballeros, y relaciones crecientes llenas de corazones rotos, decepci?n y traiciones. Te mantendr? entretenido por horas, y satisfar? a todas las edades. Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores de fantas?a.”     --Books and Movie Reviews, Roberto Mattos “La entretenida fantas?a ?pica de Rice [EL ANILLO DEL HECHICERO] incluye caracter?sticas cl?sicas del g?nero—una atm?sfera densa, altamente inspirada en la Escocia antigua y su historia, y un buen sentido de intriga cortesana.”     —Kirkus Reviews “Me encant? como Morgan Rice hizo crecer al personaje de Thor y al mundo en el que viv?a. El paisaje y las criaturas que lo habitan est?n muy bien descritos…Disfrut? [la trama]. Fue breve y dulce….Hubo la cantidad justa de personajes secundarios, as? que no hubo confusiones. Hubo momentos de aventura y angustiosos, pero la acci?n descrita no fue demasiado grotesca. El libro ser?a perfecto para un lector adolescente… Tiene los inicios de lo que puede llegar a ser algo extraordinario…”     --San Francisco Book Review “En este primer libro lleno de acci?n en la serie de fantas?a ?pica el Anillo del Hechicero (que ya cuenta con 14 libros), Rice les presenta a los lectores a un joven de 14 a?os llamado Thorgrin "Thor" McLeod, cuyo sue?o es unirse a la Legi?n de Plata, los caballeros de ?lite que sirven al Rey…. La escritura de Rice es s?lida y la premisa intrigante.”     --Publishers Weekly “[UNA AVENTURA DE H?ROES] es una lectura breve y sencilla. Los finales de cada cap?tulo te dejar?n deseando seguir leyendo y no ser? f?cil que te detengas. Hay algunos errores de escritura en el libro y algunos nombres est?n mal, pero esto no distrae de la historia en general. El final del libro me hizo desear tener el siguiente libro inmediatamente y eso fue lo que hice. ?Todos los nueve de la serie El Anillo del Hechicero pueden ser comprados en la tienda Kindle y Una Aventura de H?roes es actualmente gratuito para que empieces! Si lo que quieres es algo breve y divertido para leer en tus vacaciones, este libro tiene lo que buscas.”     --FantasyOnline.net Libros de Morgan Rice REYES Y HECHICEROS EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1) EL ANILLO DEL HECHICERO (Libro #1) UNA MARCHA DE REYES (Libro #2) UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3) UN GRITO DE HONOR (Libro #4) UN VOTO DE GLORIA (Libro #5) UNA POSICI?N DE VALOR (Libro #6) UN RITO DE ESPADAS (Libro #7) UNA CONCESI?N DE ARMAS (Libro #8) UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9) UN MAR DE ESCUDOS (Libro #10) UN REINO DE ACERO (Libro #11) UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12) UN MANDATO DE REINAS (Libro #13) UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14) UN SUE?O DE MORTALES (Libro #15) UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16) EL DON DE LA BATALLA (Libro #17) LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA ARENA UNO: SLAVERSUNNERS (Libro #1) ARENA DOS (Libro #2) EL DIARIO DEL VAMPIRO CONVERTIDO (Libro #1) AMADO (Libro #2) TRAICIONADO (Libro #3) DESTINADO (Libro #4) DESEADO (Libro #5) PROMETIDO (Libro #6) JURADO (Libro #7) ENCONTRADO (Libro #8) RESUCITADO (Libro #9) ANSIADO (Libro #10) CONDENADO (Libro #11) ?Descargar libros de Morgan ahora en Play! Derechos de autor © 2014 por Morgan Rice Todos los derechos reservados. Excepto como permitido bajo el Acta de 1976 de E.U. de Derechos de Autor, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma o medio, o guardada en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin el permiso previo del autor. Este ebook otorga licencia s?lo para uso personal. Este ebook no puede ser revendido o pasado a otras personas. Si deseas compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si est?s leyendo este libro pero no lo compraste, o si no fue comprado s?lo para tu uso, por favor regr?salo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos, e incidentes son o producto de la imaginaci?n del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es completa coincidencia. Jacket image Copyright Photosani, usado bajo licencia de Shutterstock.com. “Los hombres en ocasiones son amos de sus destinos: El error, querido Brutus, no est? en nuestras estrellas, Sino en nosotros, que somos subordinados.”     --William Shakespeare     Julius Caesar CAP?TULO UNO Kyra estaba de pie en la loma cubierta de hierba, con el suelo congelado debajo de sus botas y nieve cayendo sobre ella, y trataba de ignorar el fr?o mientras levantaba su arco y apuntaba a su objetivo. Cerr? un poco sus ojos, alej?ndose del resto del mundo—un soplido de viento, el sonido de un cuervo a lo lejos—y se forz? a s? misma a ver s?lo al delgado abedul, lejano, p?lido, separ?ndose en el paisaje de los pinos p?rpura. A cuarenta yardas, este era el tipo de disparo que sus hermanos no podr?an lograr, que ni siquiera los hombres de su padre lograr?an; y eso le dio m?s determinaci?n, siendo la m?s joven del grupo, y la ?nica mujer entre ellos. Kyra nunca hab?a encajado. Claro, una parte de ella quer?a hacerlo, quer?a hacer lo que se esperaba de ella y pasar tiempo con las otras mujeres, en su lugar atendiendo tareas dom?sticas; pero en el fondo, eso no era lo que ella era. Ella era hija de su padre, ten?a esp?ritu de guerrero igual que ?l y ella no pod?a ser contenida por las paredes de la fortaleza ni sucumbir?a a una vida al lado de una chimenea. Ten?a mejor punter?a que estos hombres—y en verdad hasta pod?a superar a los mejores arqueros de su padre—y har?a todo lo posible por demostrarles a ellos, y en especial a su padre, que merec?a ser tomada en serio. Sab?a que su padre la amaba, pero ?l se reusaba a verla por lo que era. Kyra realizaba sus mejores entrenamientos lejos de la fortaleza, a las afueras en las llanuras de Volis, sola—lo que le ca?a bien, ya que siendo la ?nica mujer en una fortaleza de guerreros, tuvo que aprender a estar sola. Se hab?a acostumbrado a venir aqu? cada d?a, a su lugar favorito, a la cima de la meseta que miraba a las imponentes paredes de piedra de la fortaleza, donde pod?a encontrar ?rboles delgados que fueran dif?ciles de impactar. El golpe de sus flechas se hab?a convertido en un sonido com?n que hac?a eco en el pueblo; ning?n ?rbol se hab?a salvado de sus flechas, con las cicatrices en los ?rboles mostrando que ya estaban acostumbrados. Kyra sab?a que la mayor?a de los arqueros de su padre trataban de apuntar a los ratones que abundaban en las llanuras; cuando ella empezaba, tambi?n lo hab?a intentado, y descubri? que pod?a matarlos muy f?cilmente. Pero esto le molestaba. No ten?a miedo, pero tambi?n era sensible, y matar a un ser viviente sin ning?n prop?sito le desagradaba. Hab?a hecho un voto de que no volver?a a apuntar a un ser viviente de nuevo a menos que fuera peligroso o la estuviera atacando, como los Murcielobos que sal?an de noche y volaban cerca de la fortaleza de su padre. No ten?a problema elimin?ndolos, especialmente despu?s de que su hermano menor, Aidan, sufri? una mordedura de Murcielobo que lo dej? enfermo por media luna. Adem?s, eran las criaturas m?s r?pidas en los alrededores, y sab?a que si le pod?a dar a uno, especialmente de noche, entonces podr?a darle a lo que fuera. Una vez pas? toda una noche de luna llena disparando desde la torre de su padre y sali? corriendo al amanecer, emocionada al ver cantidades de Murcielobos en el suelo con sus flechas a?n en ellos y con la gente del pueblo congreg?ndose alrededor impresionados. Kyra se oblig? a enfocar. Se imagin? a s? misma disparando, levantando el arco, acerc?ndolo a su barbilla y soltando sin dudar. Sab?a que el disparo verdadero ocurr?a incluso antes de disparar. Hab?a observado a muchos arqueros a su edad, en sus catorce a?os, jalar la cuerda y dudar, y en ese momento sab?a que sus disparos fallar?an. Respir? profundo, levant? el arco y en un movimiento decisivo estir? y solt?. Ni siquiera tuvo que mirar para saber que hab?a impactado el ?rbol. Un momento despu?s oy? el golpe—pero ella ya se hab?a volteado, buscando su siguiente objetivo, uno que estuviera m?s lejos. Kyra oy? un quejido a sus pies y volte? hacia Leo, su lobo, que caminaba junto a ella como siempre, peg?ndose a sus piernas. Todo un lobo adulto que casi le llegaba a la cintura, Leo era tan protector de Kyra como Kyra de ?l, los dos una imagen inseparable en la fortaleza de su padre. Kyra no pod?a ir a ninguna parte sin que Leo estuviera detr?s de ella. Y siempre se manten?a a su lado a menos que una ardilla o conejo se cruzara por su camino, en cuyo caso el pod?a desaparecer por horas. “No me olvid? de ti, chico,” dijo Kyra mientras buscaba en su bolsillo y le daba a Leo un hueso que hab?a quedado del almuerzo. Leo lo tom? movi?ndose felizmente a su lado. Mientras Kyra caminaba con su aliento volvi?ndose niebla delante de ella, acomod? el arco en sus hombros y sopl? en sus manos, fr?as y desnudas. Cruz? la amplia y plana meseta y mir? alrededor. Desde este punto pod?a observar todo el paisaje, las colinas de Volis, generalmente verdes pero ahora cubiertas de nieve, la provincia de la fortaleza de su padre, ubicado en la esquina noreste del reino de Escalon. Desde este punto Kyra ten?a una vista completa de todo lo que suced?a en la fortaleza de su padre, incluyendo las traves?as de la gente del pueblo y los guerreros, raz?n por la que le gustaba estar ah?. Le gustaba estudiar los antiguos contornos de roca de la fortaleza de su padre, las formas de sus almenas y torres que se extend?an de forma impresionante por las colinas, pareciendo ser infinitas. Volis era la estructura m?s alta en el panorama, con algunos de sus edificios levant?ndose cuatro pisos y enmarcado por capas impresionantes de almenas. Se completaba con una torre circular en su lado m?s alejado, una capilla para la gente, pero para ella, un lugar el cual escalar para estar sola y ver el panorama. El complejo de piedra estaba rodeado por una fosa, atravesada por un amplio camino principal y un puente de piedra arqueado; esto, a su vez, estaba rodeado por capas de impresionantes terraplenes, lomas, zanjas, muros—un lugar que se ajustaba a uno de los guerreros m?s importantes del Rey: su padre. A pesar de que Volis, la ?ltima fortaleza antes de Las Llamas, estaba a varios d?as de cabalgata de Andros, la capital de Escalon, a?n era hogar de muchos de los antiguos guerreros afamados del Rey. Tambi?n se hab?a convertido en un faro, un lugar que era el hogar de cientos de aldeanos y granjeros que viv?an dentro o cerca de la protecci?n de las murallas. Kyra mir? a las docenas de peque?as caba?as de barro situadas en las colinas en las afueras de la fortaleza, humo saliendo de las chimeneas, granjeros apurados prepar?ndose para el invierno, y para el festival de esa noche. El hecho de que los aldeanos se sintieran suficientemente seguros viviendo en las afueras de la muralla principal, era para Kyra un s?mbolo de gran respeto a la fuerza de su padre, y algo que no se pod?a mirar en ninguna otra parte de Escalon. Despu?s de todo, s?lo se necesitaba el sonido de un cuerno para que los hombres de su padre aparecieran en un instante. Kyra baj? la vista hacia el puente levadizo, siempre lleno de multitudes de personas— agricultores, zapateros, carniceros, herreros, adem?s de, por supuesto, guerreros—todos movi?ndose desde la fortaleza al campo y de vuelta. Dentro de las paredes de la fortaleza no s?lo hab?a un lugar para vivir y entrenar, sino tambi?n un sinf?n de patios de piedra que se hab?an convertido en un lugar de reuni?n para los comerciantes. Cada d?a acomodaban sus puestos, las personas vend?an sus productos, hac?an trueques, mostraban su captura o caza del d?a, o alguna pieza ex?tica de tela o especia o dulce conseguida al otro lado del mar. Los patios de la fortaleza siempre estaban llenos de olores ex?ticos, ya sea de alg?n extra?o t?, o un guiso de cocina; ella pod?a pasarse horas ah?. Y justo detr?s de las paredes, a la distancia, su coraz?n se apur? a observar el terreno circular de entrenamiento de los hombres de su padre, La Puerta del Peleador, y la pared de piedra baja que lo rodeaba. Observ? con emoci?n como los hombres se acomodaban en l?neas con sus caballos tratando de cortar sus objetivos—escudos colgando de los ?rboles. Se mor?a por entrenar con ellos. Kyra escuch? una voz de repente, tan familiar como la suya, procedente de la casa del guarda mientras se volteaba inmediatamente en alerta. Hab?a una conmoci?n en la multitud, y observ? como a trav?s del bullicio, separ?ndose de la multitud y saliendo al camino principal, emerg?a su hermano menor, Aidan, guiado por sus dos hermanos mayores, Brandon y Braxton. Kyra se puso en guardia. Supo por el sonido de alarma en la voz de su hermano menor que sus hermanos mayores no ten?an buenas intenciones. Los ojos de Kyra se entrecerraron mientras observaba a sus hermanos mayores, sintiendo un conocido enojo subiendo dentro de ella haciendo que inconscientemente apretara m?s su arco. Entonces apareci? Aidan, marchando entre ellos siendo un pie m?s chico, con ellos tomando sus brazos y arrastr?ndolo a la fuerza fuera de la fortaleza y hacia el campo. Aidan, un peque?o y sensible ni?o, apenas diez, se ve?a a?n m?s vulnerable entre sus dos hermanos, brutos sobrecrecidos de diecisiete y dieciocho. Ten?an caracter?sticas y apariencia similar, con quijadas fuertes y orgullosas barbillas, ojos marrones oscuros y cabello casta?o ondulado—aunque Brandon y Braxton llevaban cabello corto, mientras Aidan lo ten?a rebelde cayendo bajo sus ojos. Ellos se parec?an mucho pero ninguno se parec?a a ella, con su cabello semirubio y ojos gris claro. Vestida con sus medias tejidas, t?nica de lana y capa, Kyra era alta y delgada, muy p?lida seg?n la opini?n de otros, con una frente amplia y nariz peque?a, bendecida con notables caracter?sticas que hab?an hecho a m?s de un hombre voltear dos veces. Especialmente ahora que estaba por cumplir quince, not? que su apariencia incrementaba. Esto la pon?a inc?moda. No le gustaba llamar la atenci?n, y ella no sent?a ser bonita. No le interesaba la apariencia, s?lo el entrenar, el valor y el honor. Preferir?a haberse parecido m?s a su padre como sus hermanos, el hombre al que admiraba y amaba m?s que a nada en el mundo, en vez de tener sus rasgos delicados. Siempre se miraba al espejo buscando algo de ?l en sus ojos, aunque sin importar qu? tanto se esforzara, no pod?a encontrarlo. “?Dije que me suelten!” gritaba Aidan con una voz que llegaba hasta ah?. Al escuchar la voz de preocupaci?n de su hermano menor, un ni?o al que Kyra amaba m?s que a cualquier otro en el mundo, se levant? en un solo movimiento como un Le?n cuidando a su cr?a. Leo igualmente se tens? con su pelo levant?ndose en su costado. Ya que su madre se hab?a ido hace tiempo, Kyra se sent?a obligada de cuidar a Aidan, de suplir a la madre que nunca tuvo. Brandon y Braxton lo arrastraban por el camino alej?ndolo de la fortaleza por el descuidado camino que iba hacia el bosque, y vio como ellos trataban de que sostuviera una lanza, una muy grande para ?l. Aidan se hab?a convertido en un objetivo f?cil de sus burlas; Brandon y Braxton eran abusivos. Eran fuertes y hasta algo valientes, pero ten?an m?s bravuconer?a que habilidades reales y siempre parec?an meterse en problemas de los que no pod?an escapar. Era enloquecedor. Kyra se dio cuenta de lo que pasaba: Brandon y Braxton arrastraban a Aidan con ellos a una de sus cacer?as. Pudo ver los sacos de vino en sus manos y supo que hab?an estado bebiendo; eso la enfureci?. No era suficiente el que fueran a matar a un animal indefenso, sino que tambi?n arrastraban a su hermano menor junto con ellos a pesar de sus protestas. El instinto de Kyra se encendi? y salt? a la acci?n corriendo cuesta abajo para enfrentarlos, con Leo corriendo a su lado. “Ya eres lo suficientemente grande,” le dijo Brandon a Aidan. “Es hora de que te vuelvas hombre,” dijo Braxton. Bajando por las familiares colinas, no le tom? mucho a Kyra el alcanzarlos. Sali? hacia el camino y los detuvo bloqueando su paso, respirando con dificultad, con Leo a su lado y dejando a sus hermanos boquiabiertos. Inmediatamente pudo ver el alivio en el rostro de Aidan. “?Est?s perdida?” se burl? Braxton. “Est?s en nuestro camino,” dijo Brandon. “Vuelve a tus flechas y palos.” Los dos se rieron burlonamente, pero ella frunci? el ce?o, sin inmutarse, mientras Leo gru??a a su lado. “Aleja a esa bestia de nosotros,” dijo Braxton tratando de sonar valiente pero con el miedo asom?ndose en su voz mientras apretaba m?s su lanza. “?Y a d?nde creen que llevan a Aidan?” pregunt? con seriedad, observ?ndolos sin parpadear. Hicieron una pausa y fruncieron sus rostros. “Lo llevamos a donde nosotros queramos,” dijo Brandon. “Va a una cacer?a para aprender a ser un hombre,” dijo Braxton, enfatizando la ?ltima palabra como dirigi?ndola a ella. Pero ella no ceder?a. “Es muy joven,” replic? firmemente. Brandon frunci? el ce?o. “?Qui?n lo dice?” pregunt?. “Lo digo yo.” “?Y t? eres su madre?” pregunt? Braxton. Kyra se enrojeci? llena de rabia, deseando que su madre estuviera aqu? m?s que nunca. “Tanto como t? eres su padre,” respondi?. Todos se mantuvieron ah? en silencio, y Kyra mir? a Aidan, que le regresaba la mirada con ojos asustados. “Aidan,” dijo ella, “?es esto algo que quieres hacer?” Aidan mir? al piso, avergonzado. ?l se mantuvo ah?, en silencio, evitando su mirada, y Kyra supo que ten?a miedo de hablar, de provocar la desaprobaci?n de sus hermanos mayores. “Pues ah? lo tienes,” dijo Brandon. “No tiene objeci?n.” Kyra no se movi?, llena de frustraci?n, deseando que Aidan hablara pero sin poder obligarlo. “No es muy sabio de su parte llevarlo a cazar,” dijo ella. “Viene una tormenta. Pronto oscurecer?. El bosque est? lleno de peligros. Si quieren ense?arlo a cazar, ll?venlo cuando sea mayor, otro d?a.” Esto los molest?. “?Y t? qu? sabes de cazar?” pregunt? Braxton. “?Qu? has cazado adem?s de tus ?rboles esos?” “?Alguno de ellos te ha mordido recientemente?” a?adi? Brandon. Ambos rieron y Kyra enmudeci? pensando en qu? hacer. Sin que Aidan hablara, no hab?a mucho que pudiera hacer. “Te preocupas mucho, hermana,” dijo Brandon al fin. “Nada le pasar? a Aidan bajo nuestro cuidado. Queremos endurecerlo un poco, no matarlo. ?De verdad crees que t? eres la ?nica que se preocupa por ?l?” “Adem?s, nuestro Padre est? observando,” dijo Braxton. “?Quieres decepcionarlo?” Kyra inmediatamente mir? por encima de sus hombros y arriba en la torre pudo divisar a su padre de pie en la ventana arqueada, observando. Sinti? una gran decepci?n al ver que ?l observaba sin hacer nada. Trataron de moverla, pero Kyra se mantuvo ah?, bloqueando el camino decididamente. Pareci? como que estaban por empujarla, pero Leo se puso entre ellos gru?endo y lo pensaron dos veces. “Aidan, no es muy tarde,” le dijo. “No tienes que hacerlo. ?Quieres regresar a la fortaleza conmigo?” Lo mir? y pudo ver l?grimas en sus ojos, pero tambi?n pudo ver su tormento. Pas? un gran silencio, sin nada que lo rompiera adem?s del aullido del viento y la cayente nieve. Finalmente, se retorci?. “Quiero cazar,” murmur? a medias. Sus hermanos la pasaron de imprevisto, golpeando con sus hombros, arrastrando a Aidan, y mientras se apuraban por el camino, Kyra se volte? y mir? mientras sinti? un malestar en el est?mago. Se dio vuelta hacia la fortaleza y mir? hacia la torre, pero su padre ya se hab?a ido. Kyra observ? mientras sus tres hermanos se perd?an de vista entre la creciente tormenta hacia el Bosque de las Espinas, y sinti? un hueco en el est?mago. Pens? en tomar a Aidan y traerlo de vuelta, pero no quer?a avergonzarlo. Sab?a que ten?a que dejarlo ir, pero no pod?a. Algo dentro de ella no se lo permit?a. Sinti? peligro, especialmente a inicios de la Luna de Invierno. No confiaba en sus hermanos mayores; sab?a que no da?ar?an a Aidan, pero eran descuidados y muy rudos. Y lo peor de todo, confiaban demasiado en sus habilidades. Era una mala combinaci?n. Kyra no pudo soportarlo m?s. Si su padre no iba a actuar, entonces ella lo har?a. Ahora era lo suficientemente mayor, no ten?a que responderle a nadie m?s que a ella misma. Kyra empez? a correr bajando por el camino solitario con Leo a su lado, dirigi?ndose justo hacia el Bosque de las Espinas. CAP?TULO DOS Kyra entr? al tenebroso Bosque de las Espinas al oeste de la fortaleza, un bosque tan espeso que apenas se pod?a ver a trav?s de este. Caminando lentamente junto a Leo, con la nieve y hielo crujiendo bajo sus pies, mir? hacia arriba. Se sinti? peque??sima al ver los ?rboles de espinas que parec?an no tener final. Eran antiguos ?rboles negros con ramas retorcidas que parec?an espinas y gruesas hojas negras. Sinti? que el lugar estaba maldito; nada bueno hab?a salido nunca de este. Los hombres de su padre siempre regresaban heridos de las cacer?as y m?s de una vez un troll, atravesando por Las Llamas, se hab?a refugiado aqu? utiliz?ndolo como plataforma para atacar aldeanos. Kyra sinti? un escalofr?o al entrar. Aqu? estaba m?s oscuro, m?s fr?o, el aire era m?s h?medo, el olor de los ?rboles de espinas se sent?a pesado como el de una tierra decadente, y los enormes ?rboles borraban lo que quedaba de la luz del d?a. Kyra, en guardia, se sent?a furiosa hacia sus hermanos. Era peligroso aventurarse aqu? sin la compa??a de varios guerreros—especialmente al atardecer. Cada ruido la sobresaltaba. Se escuch? el lamento lejano de un animal y ella volte? tratando de hallarlo. Pero el bosque era denso y no pudo encontrarlo. Sin embargo, Leo gru?? a su lado y se fue en busca de este de repente. “?Leo!” grit?. Pero ya se hab?a ido. Suspir? molesta; siempre desobedec?a cuando se encontraban un animal. Aunque ella sab?a que regresar?a—eventualmente. Kyra continu? sola mientras el bosque se volv?a m?s oscuro, luchando para seguir el rastro de sus hermanos—cuando escuch? una risa distante. Volvi? toda su atenci?n hacia ese ruido y pas? deprisa los gruesos ?rboles hasta que pudo divisar a sus hermanos a la distancia. Kyra se qued? atr?s, manteniendo la distancia, sin querer ser descubierta. Sab?a que si Aidan la ve?a, se avergonzar?a y le dir?a que se fuera. Se decidi? a observar desde las sombras, s?lo cuidando que no se metieran en problemas. Era mejor para Aidan que no se sintiera avergonzado, que sintiera que era un hombre. Una rama se rompi? debajo de sus pies y Kyra se agach?, temiendo que el ruido la delatara—pero sus borrachos hermanos mayores lo ignoraron, pues a casi treinta yardas de distancia y caminando deprisa, el ruido se vio apagado por sus risas. Pudo ver por el lenguaje corporal de Aidan que estaba tenso, casi a punto de echarse a llorar. Apretaba su lanza con fuerza, como tratando de probar que era un hombre, pero era obvio que la lanza era muy grande y ten?a problemas para soportar su peso. “?Deprisa!” grit? Braxton volte?ndose hacia Aidan, que se qued? unos pies atr?s. “?De qu? tienes miedo?” le dijo Brandon. “No tengo miedo—” insisti? Aidan. “?Silencio!” dijo Brandon de repente y se detuvo mientras pon?a su palma en el pecho de Aidan, por primera vez con una expresi?n seria. Braxton tambi?n se detuvo mostr?ndose tenso. Kyra se escondi? detr?s de un ?rbol mientras observaba. Se quedaron al borde de un claro, mirando hacia enfrente como si hubieran visto algo. Ella se acerc? despacio y en alerta tratando de ver mejor, y mientras pasaba entre dos grandes ?rboles se detuvo, pasmada, al darse cuenta de lo que estaban viendo. Ah?, de pie en el claro, buscando bellotas, estaba un jabal?. Pero no era un jabal? ordinario; era un monstruoso Jabal? de Cuernos Negros, el m?s grande jabal? que ella hab?a visto, con largos y enrollados colmillos blancos y tres largos y afilados cuernos negros, uno saliendo de su nariz y dos de su cabeza. Era una extra?a criatura de casi el tama?o de un oso, famosa por su crueldad e impresionante velocidad. Era un animal muy temido, y uno con el que los cazadores no quer?an encontrarse. Significaba problemas. Kyra, con los bellos de punta, dese? que Leo estuviera ah?—pero al mismo tiempo estaba agradecida de que no estuviera, pues seguramente se lanzar?a contra ?l sin saber si ganar?a la confrontaci?n. Kyra se acerc? tomando lentamente el arco de sus hombros e instintivamente dobl?ndose para tomar una flecha. Trat? de calcular qu? tan lejos estaba el jabal? de los chicos y qu? tan lejos estaba ella—y sab?a que esto no era bueno. Hab?a muchos ?rboles en el camino para conseguir un impacto directo y, con un animal de este tama?o, no hab?a oportunidad de fallar. Dudaba que una flecha pudiera derribarlo. Kyra not? el terror en la cara de sus hermanos, despu?s vio a Brandon y Braxton cubriendo su temor con una cara de valent?a—una que ella sinti? se deb?a a la bebida. Ambos levantaron sus lanzas y caminaron hacia adelante. Braxton mir? a Aidan petrificado y se volte?, lo tom? de sus hombros y lo hizo caminar tambi?n. “Esta es una oportunidad para que te vuelvas hombre,” dijo Braxton. “Mata a este jabal? y cantar?n canciones sobre ti por generaciones.” “Trae su cabeza y ser?s famoso de por vida,” dijo Brandon. “Tengo…miedo,” dijo Aidan. Brandon y Braxton se rieron burlonamente. “?Miedo?” dijo Brandon. “?Y qu? dir?a nuestro padre si te escuchara decir eso?” El jabal?, alertado, levant? su cabeza mostrando sus brillantes ojos amarillos, y los mir? mientras de su rostro escapaba un gru?ido con rabia. Abri? su boca mostrando sus colmillos y babeando, mientras al mismo tiempo emit?a gru?idos que parec?an venir desde lo m?s dentro de ?l. Kyra, incluso estando lejos, sinti? un punz?n de miedo—y s?lo pod?a imaginarse el miedo que estaba sintiendo Aidan. Kyra se precipit? tratando de seguir al viento, determinada a llegar antes de que fuera muy tarde. Cuando estaba a s?lo unos pies de sus hermanos grit?: “?D?jenlo en paz!” Su ?spera voz cort? el silencio, y sus hermanos emitieron un chillido claramente impresionados. “Ya se divirtieron,” a?adi?. “Fue suficiente.” Mientras que Aidan se mir? aliviado, Brandon y Braxton la miraron con enojo. “?Y t? qu? sabes?” respondi? Brandon. “Deja de interferir con los verdaderos hombres.” Los gru?idos del jabal? crecieron mientras se acercaba a ellos, y Kyra, tanto temerosa como furiosa, se adelant?. “Si son tan tontos como para enfrentar a esta bestia, entonces h?ganlo,” dijo ella. “Pero dejar?n que Aidan se venga conmigo.” Brandon frunci? el ce?o. “Aidan estar? bien aqu?,” replic? Brandon. “Est? a punto de aprender a pelear. ?No es as?, Aidan?” Aidan se qued? mudo, paralizado por el miedo. Kyra estaba a punto de dar otro paso y tomar el brazo de Aidan cuando se oy? un ajetreo en el claro. Mir? al jabal? acerc?ndose, un paso a la vez, amenazante. “No atacar? si no lo provocan,” dijo Kyra a sus hermanos. “D?jenlo ir.” Pero sus hermanos la ignoraron, ambos volte?ndose y levantando sus lanzas. Caminaron hacia adelante, hacia el claro, como si quisieran probar lo valientes que eran. “Yo apuntar? a su cabeza,” dijo Brandon. “Y yo a su garganta,” acord? Braxton. El jabal? gru?? m?s fuerte, abriendo su boca m?s y dejando caer su saliva mientras daba otro paso. “?Retrocedan!” grit? Kyra desesperada. Pero Brandon y Braxton se acercaron m?s, levantaron sus lanzas y las arrojaron repentinamente. Kyra mir? en suspenso mientras las lanzas volaban en el aire, prepar?ndose para lo peor. Para su consternaci?n, mir? como la lanza de Brandon roz? su oreja, lo suficiente para hacerlo sangrar—y provocarlo—mientras que la lanza de Braxton pas? por un lado, pasando muy lejos de la cabeza. Por primera vez, Brandon y Braxton se miraron asustados. Se quedaron ah?, con la boca abierta y una mirada tonta en sus rostros, con el brillo de la bebida r?pidamente convirti?ndose en miedo. El jabal?, enfurecido, baj? su cabeza y gru?? con un sonido horrible mientras se abalanzaba. Kyra mir? con horror como se lanzaba contra sus hermanos. Era lo m?s r?pido que hab?a visto para su tama?o, saltando en la hierba como si fuera un ciervo. Mientras se acercaba, Brandon y Braxton corrieron por sus vidas, saltando en direcciones opuestas. Esto dej? a Aidan s?lo, petrificado, sin poder moverse por el miedo. Abri? su boca y dej? caer su lanza en el piso. Kyra sab?a que no har?a mucha diferencia; Aidan no habr?a podido defenderse aunque hubiera tratado. Ni un hombre adulto hubiera podido. Y el jabal?, casi d?ndose cuenta de esto, apunt? hacia Aidan y se lanz? sobre ?l. Kyra, con su coraz?n retumbando, se lanz? hacia la acci?n sabiendo que s?lo tendr?a una oportunidad. Sin pensarlo se lanz? hacia adelante esquivando los ?rboles, con su arco ya en las manos sabiendo que s?lo podr?a disparar una vez y que tendr?a que ser un disparo perfecto. Iba a ser un disparo dif?cil, pues adem?s de que el jabal? estaba movi?ndose, ella estaba en estado de p?nico—pero aun as? tendr?a que ser un disparo perfecto si quer?an sobrevivir. “AIDAN, ?AG?CHATE!” grit?. Primero no se movi?. Aidan bloqueaba el camino previniendo un disparo limpio, y mientras Kyra levantaba su arco y corr?a hacia adelante se dio cuenta de que si Aidan no se mov?a, su ?nico disparo se perder?a. Lanz?ndose por el bosque, con sus pies resbal?ndose en la nieve y tierra h?meda, por un momento sinti? que todo estaba perdido. “?AIDAN!” grit? de nuevo, desesperada. Por un milagro esta vez la escucho, arroj?ndose a la tierra en el ?ltimo segundo y dejando el campo libre para el disparo de Kyra. Mientras el jabal? se lanzaba hacia Aidan, el tiempo repentinamente se hizo lento para Kyra. Sinti? como entraba en una zona extra?a, c?mo algo se elevaba dentro de ella que no hab?a experimentado antes y que no pudo entender por completo. El mundo se achic? y pudo enfocar. Pod?a escuchar el sonido de su propio coraz?n latiendo, su respirar, las hojas crujiendo, un cuervo que volaba por encima. Se sinti? m?s en sincron?a con el universo de lo que nunca se hab?a sentido, como si hubiera entrado en un reino en el que ella y el universo eran uno. Kyra sinti? en sus manos un hormigueo con una energ?a c?lida y pulsante que no pod?a entender, como si algo extra?o estuviera invadiendo su cuerpo. Fue como si, por un instante, se hubiera convertido en alguien mucho m?s grande que ella, alguien mucho m?s poderoso. Kyra entr? en un estado de inconsciencia, y se dej? llevar por el puro instinto y por esta nueva energ?a que flu?a dentro de ella. Plant? sus pies en el suelo, levant? el arco, coloc? una flecha y la dej? volar. Supo en el momento en que la solt? que este era un disparo especial. No tuvo que mirar el camino de la flecha para saber que iba exactamente a donde ella quer?a: el ojo derecho de la bestia. Dispar? con tal fuerza que penetr? casi un pie antes de detenerse. La bestia gru?? de repente mientras sus patas se desplomaban debajo de esta y cay? de cara en la nieve. Se desliz? a trav?s de lo que quedaba del claro, retorci?ndose a?n con vida hasta que lleg? a Aidan. Finalmente se detuvo delante de ?l, tan cerca que pr?cticamente se estaban tocando. Se retorci? en el piso y Kyra, ya con otra flecha en su arco, camin? hacia adelante, se par? al lado del jabal? y puso otra flecha directo en la cabeza. Finalmente dej? de moverse. Kyra se qued? en el claro en silencio, su coraz?n latiendo, el hormigueo en las manos deteni?ndose lentamente, la energ?a desvaneci?ndose, y se preguntaba qu? hab?a pasado. ?Realmente fue ella quien dispar?? Inmediatamente se acord? de Aidan, y mientras se apur? y lo tom? ?l la mir? como si mirara a su madre, con sus ojos llenos de miedo pero intacto. Ella sinti? un momento de alivio al darse cuenta que estaba bien. Kyra se volte? y mir? a sus dos hermanos mayores a?n yaciendo en el claro, mir?ndola con asombro y admiraci?n. Pero hab?a algo m?s en sus miradas, algo que la molest?: sospecha. Como si ella fuera diferente a ellos. Un forastero. Era una mirada que Kyra ya hab?a visto en unas escasas ocasiones, pero las veces suficientes como para reconocerla. Se dio vuelta y mir? abajo a la enorme bestia monstruosa yaciendo en el suelo y se pregunt? como ella, de apenas quince a?os, pudo hacerlo. Sab?a que esto iba m?s all? de la habilidad. Se requer?a m?s que un tiro de suerte. Siempre hab?a habido algo sobre ella que era diferente a los dem?s. Se qued? all?, entumecida, queriendo moverse pero sin poder lograrlo. Ella sab?a que lo que la hab?a sacudido hoy no era la bestia, sino la forma en que la miraron sus hermanos. Y no pod?a dejar de preguntarse, por la millon?sima vez, la pregunta a la que hab?a temido enfrentarse toda su vida: ?Qui?n era ella? CAP?TULO TRES Kyra camin? detr?s de sus hermanos mientras segu?an su camino de vuelta a la fortaleza, vi?ndolos resistiendo el peso del jabal?, con Aidan a su lado y Leo en sus tobillos una vez que regres? de su propia cacer?a. Brandon y Braxton batallaron mientras cargaban a la bestia muerta entre los dos, atada a las dos lanzas y colocada en sus hombros. Su aspecto sombr?o hab?a cambiado dr?sticamente desde que hab?an salido del bosque hacia el cielo abierto, especialmente ahora con la fortaleza de su padre a la vista. Con cada paso, Brandon y Braxton recobraron la confianza casi hasta su usual arrogancia y al punto de la risa, admir?ndose a s? mismo jact?ndose de su presa. “Fue mi lanza la que lo roz?,” Brandon le dijo a Braxton. “Pero,” replic? Braxton, “fue mi lanza la que lo hizo moverse hacia la flecha de Kyra.” Kyra escuchaba sus mentiras enrojeciendo su rostro; sus brutos hermanos ya estaban convenci?ndose de su propia historia, y ahora parec?a que de verdad la cre?an. Ella ya anticipaba su jactancia en la sala de su padre, cont?ndoles a todos de su presa. Era enloquecedor. Sin embargo, sent?a que no deb?a corregirlos. Cre?a firmemente en la ruedas de la justicia y sab?a que, eventualmente, la verdad siempre sale a la luz. “Mienten,” dijo Aidan mientras caminaba a su lado a?n aturdido por el evento. “Saben que Kyra mat? al jabal?.” Brandon mir? sobre su hombro de manera arrogante, como si Aidan fuera un insecto. “?Y t? qu? sabes?” pregunt? a Aidan. “Estabas muy ocupado moj?ndote los pantalones.” Ambos rieron, como confirmando m?s su historia con cada paso. “?Y t? no corriste asustado?” pregunt? Kyra defendiendo a Aidan, sin poder soportarlo un segundo m?s. Con eso, ambos se callaron. Kyra pudiera haberlos corregido, pero no necesitaba alzar la voz. Camin? felizmente sinti?ndose bien consigo misma, sabiendo dentro de s? que hab?a salvado la vida de su hermano; esa era toda la satisfacci?n que necesitaba. Kyra sinti? una mano peque?a en su hombro y volte? para con Aidan que la consolaba con su sonrisa, claramente agradecido de estar vivo y en una pieza. Kyra se pregunt? si sus hermanos mayores tambi?n apreciaban lo que hab?a hecho por ellos; despu?s de todo, si no hubiera aparecido cuando lo hizo ellos tambi?n habr?an muerto. Kyra mir? al jabal? rebotar con cada paso e hizo una mueca; deseaba que sus hermanos lo hubieran dejado en el claro en donde pertenec?a. Era un animal maldito, de fuera de Volis, y no pertenec?a ah?. Era un mal presagio, especialmente viniendo del Bosque de las Espinas y justo en la v?spera de la Luna de Invierno. Record? un viejo adagio que dec?a: no te regocijes despu?s de ser salvado de la muerte. Sent?a que sus hermanos estaban tentando al destino, trayendo oscuridad a sus hogares. No pudo dejar de sentir que esto anunciaba cosas malas por venir. Pasaron una colina y mientras lo hicieron, la fortaleza se asom? frente a ellos junto con una amplia vista del paisaje. A pesar de las rachas de viento y la creciente nevada, Kyra sinti? un gran alivio al estar en casa. Se miraba el humo saliendo de las chimeneas que abundaban en el pueblo y la fortaleza de su padre emit?a un suave y acogedor resplandor producto de las l?mparas que se preparaban para la llegada del crep?sculo. El camino se ensanchaba y mejoraba mientras se acercaban al puente, y empezaron a caminar m?s r?pido y con tranquilidad en el ?ltimo trecho. El camino estaba lleno de gente ansiosa por el festival a pesar del clima y la llegada de la noche. Kyra no se sorprendi?. El festival de la Luna de Invierno era uno de los d?as festivos m?s importantes del a?o, y todos estaban ocupados preparando el fest?n. Una gran cantidad de personas pasaban por el puente levadizo, apurados obteniendo las mercanc?as de los vendedores para poder unirse a la fiesta de la fortaleza; mientras que un igual n?mero de personas se apuraban por salir de la puerta, apurados para llegar a sus hogares y celebrar con sus familias. Los bueyes jalaban los carros y cargaban mercanc?a en ambas direcciones, mientras los alba?iles trabajaban en un nuevo muro que servir?a como anillo a la fortaleza con el sonido de sus martillos constante en el aire puntuando el estruendo del ganado y los perros. Kyra se pregunt? c?mo es que trabajaban en este clima y c?mo consegu?an que no se les entumecieran las manos. Mientras entraban en el puente uni?ndose a las masas, Kyra mir? hacia arriba y su est?mago se apret? cuando mir?, de pie junto a la puerta, a varios Hombres del Se?or, soldados para el Se?or Gobernador local nombrados por Pandesia y portando su distintiva armadura de cota de malla escarlata. Sinti? un momento de indignaci?n al verlos, compartiendo el mismo resentimiento que las dem?s personas. La presencia de los Hombres del Se?or era en ocasiones opresiva—pero en la Luna de Invierno lo era a?n m?s cuando seguramente la raz?n por la que estaban ah? era para demandar cualquier retribuci?n que pudieran de la gente. En su mente, eran carro?eros, matones y carro?eros sirviendo a los despreciables arist?cratas que se hab?an quedado en el poder desde la invasi?n Pandesiana. La culpa era de la debilidad del antiguo Rey, que los hab?a entregado a todos—pero eso ahora de poco serv?a. Ahora, para su desgracia, ten?an que ceder ante esto hombres. Esto puso a Kyra furiosa. Esto convert?a a su padre y a sus grandes guerreros—y a toda su gente—en nada m?s que siervos elevados; ella deseaba desesperadamente que hubiera una revoluci?n, que pelearan por su libertad, que pelearan la guerra que el antiguo Rey no hab?a incitado por miedo. Pero tambi?n sab?a que, si se levantaban ahora, se enfrentar?an a la furia del ej?rcito Pandesiano. Tal vez hubieran podido detenerlos si nunca les hubieran dado el paso; pero ahora estaban atrincherados y las opciones eran limitadas. Llegaron al puente mientras se un?an a la multitud y, al pasar, las personas se deten?an y miraban apuntando hacia el jabal?. Kyra tuvo algo de satisfacci?n al ver que sus hermanos sudaban bajo el peso de este, jadeando y resoplando. Mientras pasaban, las cabezas volteaban y las personas abr?an paso, plebeyos y guerreros por igual impresionados por la gran bestia. Tambi?n mir? algunas miradas supersticiosas, personas pregunt?ndose al igual que ella si este era un mal presagio. Sin embargo, todos los ojos miraban a sus hermanos con orgullo. “?Una gran captura para el festival!” dijo un granjero guiando su buey mientras se un?a en el camino a ellos. Brandon y Braxton se engrandecieron orgullosamente. “?Alimentar? a la mitad de la corte de su padre!” dijo un carnicero. “?C?mo lo hicieron?” pregunt? un guarnicionero. Los hermanos intercambiaron miradas, y Brandon finalmente le sonri? al hombre. “Con un buen disparo y falta de miedo,” respondi? audazmente. “Si no te aventuras en el bosque,” a?adi? Braxton, “no sabr?s lo que puedes encontrar.” Algunos hombres vitorearon y palmearon sus espaldas. Kyra, a pesar de todo, detuvo su lengua. No necesitaba la aprobaci?n de estas personas; sab?a lo que hab?a hecho. “?Ellos no mataron al jabal?!” grit? Aidan con indignaci?n. “T? te callas,” dijo Brandon a media voz. “Algo m?s sobre eso y les dir? que mojaste tus pantalones cuando nos atac?.” “?Pero no lo hice!” protest? Aidan. “?Y te van a creer?” a?adi? Braxton. Brandon y Braxton rieron, y Aidan mir? a Kyra como si quisiera saber qu? hacer. Ella dijo que no con su cabeza. “No te preocupes,” dijo ella. “La verdad siempre prevalece.” Las masas crecieron mientras cruzaban el puente, y pronto ya estaban hombro con hombro mientras pasaban sobre la fosa. Kyra pod?a sentir la excitaci?n en el aire mientras ca?a el crep?sculo, mientras se encend?an las antorchas en el puente y la nieve arreciaba. Volte? hacia arriba como siempre y se apur? a observar la gran puerta arqueada de piedra de la fortaleza protegida por una docena de los hombres de su padre. En la cima estaban los picos de una reja de hierro ya elevada, con sus filosas puntas y gruesas barras lo suficientemente fuertes para repeler a cualquier enemigo y listas para cerrarse con el mero sonido de un cuerno. La puerta se elevaba treinta pies de altura, y en su parte superior hab?a una amplia plataforma que se extend?a por toda la fortaleza y anchas almenas de piedra tripuladas con miradores manteniendo siempre un ojo vigilante. Volis era una gran fortaleza, lo que le daba a Kyra un gran orgullo. Pero lo que le daba m?s orgullo eran los hombres que ah? resid?an, los hombres de su padre, muchos de los mejores guerreros de Escalon que se reagrupaban lentamente en Volis despu?s de ser dispersados desde la rendici?n del Rey, atra?dos como un im?n hacia su padre. Ella m?s de una vez hab?a instado a su padre para que se declarara el nuevo Rey, al igual que el resto de su gente—pero ?l se limitaba a sacudir su cabeza y decir que eso no era para ?l. Al acercarse a la puerta, una docena de los hombres de su padre salieron cabalgando y las masas les abrieron camino mientras se dirig?an al campo de entrenamiento, un amplio terrapl?n circular en los campos fuera de la fortaleza rodado por una baja pared de piedra. Kyra se volte? y los mir? con un coraz?n palpitante. El campo de entrenamiento era su lugar favorito. Ella sol?a ir y observarlos entrenar por horas, estudiando cada movimiento que hac?an, la manera en que cabalgaban, la forma en que sosten?an sus espadas, arrojaban lanzas, giraban las mazas de cadena. Estos hombres sal?an a entrenar a pesar de la ca?da de la noche y la nieve, incluso al inicio de una festividad, porque quer?an entrenar para ser mejores, porque prefer?an estar en el campo de batalla que en un fest?n—igual que ella. Ella sent?a que ellos eran su verdadera familia. Otro grupo de los hombres de su padre sali? a pie, y mientras Kyra se acercaba a la puerta con sus hermanos, ellos abrieron camino junto con las masas permitiendo que Brandon y Braxton pasaran con el jabal?. Silbaban en admiraci?n y los grandes hombres musculosos se acercaron, casi un pie m?s altos que sus hermanos que no eran bajos, la mayor?a portando gris?ceas barbas, todos entre los treinta y cuarenta con muchas batallas encima y quienes hab?a servido al antiguo Rey sufriendo la indignaci?n de su rendimiento. Hombres que nunca se hubieran rendido. Eran hombres que lo hab?an visto todo y muy pocas cosas los impresionaban—y el jabal? fue algo que llam? su atenci?n. “?Lo mataron ustedes solos?” le pregunt? uno a Brandon, acerc?ndose y examin?ndolo. La multitud se agrand? y Brandon y Braxton finalmente se detuvieron tomando la admiraci?n y elogio de estos grandes hombres, tratando de no mostrar su agitada respiraci?n. “?Lo hicimos!” Braxton dijo orgullosamente. “De Cuerno Negro,” exclam? otro guerrero acerc?ndose tocando la espalda del animal. “No hab?a visto uno desde que era ni?o. Una vez ayud? a matar uno, pero estaba con un grupo de hombres, y dos de ellos perdieron dedos.” “Pues, no perdimos nada,” Braxton dijo con valent?a. “S?lo una punta de lanza.” Kyra se enrojeci? mientras los hombres re?an claramente admirando la presa, mientras que otro guerrero, el l?der, Anvin, se acerc? y examino la presa detalladamente. Los hombres le abrieron camino mostr?ndole una gran cantidad de respeto. El comandante de su padre, Anvin, era el hombre favorito de Kyra que s?lo respond?a a su padre y guiaba a estos grandes guerreros. Anvin hab?a sido como un segundo padre para ella, y lo hab?a conocido tanto como pod?a recordar. Ella sab?a que ?l la apreciaba mucho y se preocupaba por ella; pero m?s importante, ?l siempre ten?a tiempo para ella, mostr?ndole las t?cnicas de entrenamiento y armas cuando otros no lo hac?an. Hasta la hab?a dejado entrenar con los hombres en m?s de una ocasi?n, y hab?a disfrutado cada una. Era el m?s fuerte de todos, pero tambi?n el de coraz?n m?s amable para los que apreciaba. Pero a los que no, Kyra sent?a l?stima por ellos. Anvin ten?a poca tolerancia para las mentiras; era el tipo de hombre que siempre ten?a que conseguir la verdad absoluta de todo, sin importar lo que fuera. Ten?a un ojo meticuloso, y mientras se acercaba a examinar al jabal?, Kyra lo mir? observar las dos heridas de flecha. Ten?a un ojo para los detalles, y si alguien se iba a dar cuenta de la verdad, ser?a ?l. Anvin examin? las dos heridas, notando las dos puntas de flecha todav?a dentro con los fragmentos de madera en donde sus hermanos hab?an roto sus flechas. Las hab?a roto muy cerca de la punta para que nadie notara lo que lo hab?a matado. Pero Anvin no era nadie. Kyra mir? a Anvin estudiar las heridas, sus ojos entrecerr?ndose, y sab?a que hab?a conseguido la verdad en un instante. Se agach? quit?ndose un guante y saco la punta de flecha del ojo. La levant? a?n con sangre y se volte? hacia sus hermanos con una mirada esc?ptica. “Conque una punta de lanza, ?verdad?” les pregunt?. Un silencio tenso cay? sobre el grupo mientras Brandon y Braxton se miraban nerviosos por primera vez. Se mov?an en su lugar. Anvin mir? a Kyra. “?O una punta de flecha?” a?adi?, y Kyra pudo ver como todo se acomodaba en su cabeza d?ndose cuenta de lo que hab?a pasado. Anvin camin? hacia Kyra, sac? una flecha de su carcaj y la acerc? a la punta de flecha. Todos pudieron ver que eran iguales. Le dio a Kyra una mirada llena de orgullo, y Kyra sinti? todos los ojos volte?ndose hacia ella. “Tu disparo, ?no es cierto?” le pregunt?. Fue m?s una afirmaci?n que una pregunta. Ella asinti? con la cabeza. “Lo fue,” respondi? agradecida por el reconocimiento de Anvin y sinti?ndose vindicada. “Y el disparo lo derrib?,” concluy? ?l. Fue una observaci?n, no una pregunta, con una voz definitiva mientras estudiaba al jabal?. “No veo otras heridas m?s que esta dos,” a?adi? pasando su mano sobre este y deteni?ndose en la oreja. La examin? y entonces mir? a Brandon y Braxton con desd?n. “A menos que llamen herida a este rasgu?o de lanza.” Levant? la oreja del jabal? y Brandon y Braxton se enrojecieron mientras el grupo de guerreros re?a. Otro de los famosos guerreros de su padre se acerc?, Vidar, amigo cercano de Anvin, un hombre bajo y delgado en sus treintas con rostro demacrado y una cicatriz en la nariz. Con su peque?a complexi?n no parec?a ser mucho, pero Kyra lo sab?a bien: Vidar era tan fuerte como la roca, famoso por su combate cuerpo a cuerpo. Era uno de los hombres m?s duros que Kyra hab?a conocido, famoso por derribar a dos hombres el doble de su tama?o. Muchos hombres, debido a su peque?o tama?o, hab?an cometido el error de provocarlo—s?lo para aprender una dura lecci?n. ?l tambi?n hab?a tomado la tutela de Kyra, siempre protegi?ndola. “Parece que erraron,” concluy? Vidar, “y la chica los salv?. ?Qui?n les ense?? a ustedes dos a disparar?” Brandon y Braxton se miraban m?s nerviosos claramente atrapados y ninguno dijo nada. “Es algo muy grave el mentir sobre una presa,” dijo Anvin volte?ndose hacia sus hermanos. “Hablen ahora. Su padre querr?a que dijeran la verdad.” Brandon y Braxton se quedaron inm?viles claramente inc?modos, mir?ndose uno a otro como debatiendo qu? decir. Por primera vez desde que pod?a recordar, Kyra los mir? sin palabras. Justo cuando estaban a punto de abrir la boca, una voz ajena pas? entre la multitud. “No importa qui?n lo mat?,” dijo la voz. “Ahora es nuestro.” Kyra volte? junto con los otros sobresaltada por la extra?a voz—y su est?mago se revolvi? en cuanto vio a un grupo de los Hombres del Se?or, reconocidos por su armadura escarlata, acerc?ndose entre la multitud mientras los aldeanos se apartaban. Se acercaron al jabal? observ?ndolo con codicia, y Kyra mir? que quer?an esta presa como trofeo—no porque la necesitaran, sino para humillar a su gente, para quitarles este punto de orgullo. A su lado, Leo gru??, y ella le puso una mano en el cuello calm?ndolo y deteni?ndolo. “En el nombre de nuestro Se?or Gobernador,” dijo el Hombre del Se?or, un soldado corpulento con una frente baja, las cejas gruesas, una gran barriga, y una cara amontonada en la estupidez, “reclamamos este jabal?. ?l les agradece de antemano su regalo en este festival.” Les hizo un gesto a sus hombres y estos se acercaron como si fueran a tomarlo. Mientras lo hac?an, Anvin se acerc? repentinamente con Vidar a su lado y les impidi? el paso. Un gran silencio cay? sobre la multitud—nunca nadie se hab?a enfrentado a los Hombres del Se?or; era una regla no escrita. Nadie quer?a provocar la furia de Pandesia. “Hasta donde yo s?, nadie te ha ofrecido un regalo,” dijo con una voz de acero, “o a tu Se?or Gobernador.” La multitud creci? con cientos de aldeanos acerc?ndose a ver el tenso momento, sintiendo que ven?a un enfrentamiento. Al mismo tiempo, otros se alejaron creando espacio alrededor de los dos hombres mientras la tensi?n en el aire se volv?a m?s intensa. Kyra sent?a latir su coraz?n. De manera inconsciente apret? m?s su arco sabiendo que esto estaba creciendo. A pesar de lo mucho que deseaba pelear y conseguir libertad, tambi?n sab?a que su gente no se pod?a permitir provocar la furia del Se?or Gobernador; incluso si por un milagro los derrotaban, el Imperio Pandesiano estaba detr?s de ellos. Pod?an llamar a divisiones de hombres tan vastas como el mar. Pero, al mismo tiempo, Kyra estaba orgullosa de Anvin por enfrentarlos. Finalmente alguien lo hab?a hecho. El soldado frunci? el ce?o mientras examinaba a Anvin. “?Te atreves a desafiar a tu Se?or Gobernador?” pregunt?. Anvin no se movi?. “Ese jabal? es nuestro, nadie te lo est? dando,” dijo Anvin. “Era suyo,” lo corrigi? el soldado, “y ahora nos pertenece.” Volte? hacia sus hombres. “Tomen el jabal?,” les orden?. Los Hombres del Se?or se acercaron, y mientras lo hac?an, una docena de los hombres de su padre se acercaron, apoyando a Anvin y Vidar y obstruyendo el camino de los Hombres del Se?or con sus armas en mano. La tensi?n creci? a?n m?s, Kyra apret? su arco hasta que sus nudillos se pusieron blancos y mientras estaba ah? se sinti? muy mal, como si todo lo que estaba pasando fuera su culpa ya que ella hab?a matado al jabal?. Sinti? que algo muy malo estaba a punto de pasar, y maldijo a sus hermanos por traer este mal presagio a la aldea, especialmente durante la Luna de Invierno. Siempre pasan cosas raras en las festividades, periodos m?sticos en los que se dec?a los muertos pod?an pasar de un mundo hacia el otro. ?Por qu? tuvieron que provocar sus hermanos a los esp?ritus de esta manera? Mientras los hombres se encaraban y con los hombres de su padre preparados para sacar sus espadas, todos a punto de derramar sangre, una voz de autoridad repentinamente cort? por el aire retumbando en el silencio. “?La presa es de la chica!” dijo la voz. Fue una voz fuerte, llena de confianza, una voz que ordenaba atenci?n, una voz que Kyra admiraba y respetaba m?s que cualquier otra en el mundo: la de su padre. Era el Comandante Duncan. Todos los ojos volteaban mientras su padre se acercaba, y la multitud abr?a paso d?ndole una gran cantidad de respeto. Ah? se detuvo, un hombre que parec?a una monta?a, el doble de alto que los otros, con hombros el doble de anchos, una barba casta?a salvaje y pelo marr?n bastante largo, veteado de gris, portando pieles en sus hombros y dos espadas largas en su cintur?n y una lanza en su espalda. Su armadura, el negro de Volis, ten?a un drag?n tallado en la coraza, el s?mbolo de su casa. Sus armas ten?an signos de muchas batallas y proyectaba experiencia. Era un hombre que deb?a ser temido, admirado, un hombre que todos sab?an era recto y justo. Un hombre amado y, sobre todo, respetado. “Es la presa de Kyra,” repiti?, al mismo tiempo dando una mirada de desaprobaci?n a sus hermanos y despu?s volteando hacia Kyra ignorando a los Hombres del Se?or. “Ella es la que decidir? su suerte.” Kyra se sorprendi? por las palabras de su padre. Nunca se habr?a esperado esto, que pusiera tanta responsabilidad sobre sus hombros, que le dejara una decisi?n tan importante. Pues ambos sab?an esta no s?lo era una decisi?n sobre el jabal?, sino sobre el futuro de su gente. Soldados tensos se alinearon a cada lado, todos con sus manos en las espadas, y mientras ella observaba los rostros que la miraban esperando una respuesta, sab?a que su siguiente decisi?n, sus siguientes palabras, ser?an las m?s importantes que jam?s hab?a dicho. CAP?TULO CUATRO Merk pasaba despacio por la vereda del bosque, abri?ndose camino pasando por Bosque Blanco mientras reflexionaba en su vida. Sus cuarenta a?os hab?an sido muy duros; nunca antes se hab?a dado tiempo para pasear por el bosque, para admirar su belleza. Mir? hacia abajo hacia las hojas blancas que se quebraban bajo sus pies, rematadas por el sonido de su bast?n que golpeaba el suave suelo del bosque; volte? hacia arriba, admirando la belleza de los ?rboles de Aesop con sus brillantes hojas blancas y deslumbrantes ramas rojas resplandeciendo en el sol matutino. Cayeron algunas hojas sobre ?l dando la apariencia de nieve y, por primera vez en su vida, sinti? verdadera paz. Siendo de altura y complexi?n promedio, cabello negro oscuro, un rostro nunca afeitado, mand?bula amplia, p?mulos alargados y grandes ojos negros rodeados de c?rculos negros, Merk siempre se miraba como si no hubiera dormido en d?as. Y as? se sent?a. Excepto hoy. Hoy por fin se sent?a descansado. Aqu?, en Ur, en la punta noroeste de Escalon, no ca?a nieve. Las brisas templadas del oc?ano a un d?a de distancia hacia el oeste garantizaban un clima c?lido y permit?an que florecieran hojas de todos colores. Tambi?n le permit?an a Merk peregrinar llevando s?lo un manto, sin temer a vientos helados como lo hac?an en muchas partes de Escalon. Todav?a estaba acostumbr?ndose a la idea de llevar un manto en lugar de armadura, de portar un bast?n en lugar de una espada, de romper hojas con su bast?n en vez de atravesar enemigos con una daga. Todo era nuevo para ?l. Estaba tratando de ver lo que se sent?a convertirse en esta nueva persona que tanto a?oraba. Se sent?a tranquilo, pero raro. Era como si pretendiera ser alguien que no era. Pues Merk no era ning?n viajante o monje, y tampoco un hombre pac?fico. Dentro de ?l, a?n era un guerrero. Y no cualquier guerrero; era un hombre que peleaba bajo sus propias reglas y que nunca hab?a perdido una pelea. Era un hombre que no tem?a llevar sus peleas de la l?nea de batalla a los callejones traseros de las tabernas que tanto frecuentaba. Era lo que muchas personas llamar?an un mercenario. Un asesino. Una espada a sueldo. Ten?a muchos calificativos, algunos menos halagadores, pero a Merk no le importaban las etiquetas o lo que pensaran otras personas. Todo lo que le importaba es que era uno de los mejores. Merk, como siguiendo esta tendencia, hab?a tenido muchos nombres, cambi?ndolos a su capricho. No le gustaba el nombre que le hab?a dado su padre—de hecho, tampoco le agradaba su padre—y ?l no iba a ir por la vida con el nombre que otra persona escogi? para ?l. Merk era uno de los nombres m?s frecuentes, y por ahora le gustaba. No le importaba c?mo otras personas lo llamaban. S?lo le importaban dos cosas en la vida: encontrar el lugar exacto para la punta de su daga, y que sus empleadores le pagaran con oro reci?n acu?ado—y en grandes cantidades. Merk descubri? a temprana edad que ten?a un don natural, que era superior a los dem?s en lo que hac?a. Sus hermanos, al igual que su padre y todos sus afamados ancestros, eran orgullosos y nobles caballeros que portaban las mejores armaduras, llevaban el mejor acero, cabalgaban en sus caballos, agitaban sus banderas con su pelo florido y ganaban competencias mientras las mujeres arrojaban flores a sus pies. No pod?an enorgullecerse m?s de s? mismos. Pero a Merk le desagradaba ser el centro de atenci?n. Todos esos caballeros parec?an ser torpes para matar, altamente ineficientes, y Merk no los respetaba. Tampoco necesitaba el reconocimiento, las insignias, las banderas o los escudos de armas que los caballeros tanto ans?an. Eso era para las personas a las que les faltaba lo m?s importante: la habilidad para quitarle la vida a un hombre de forma r?pida, silenciosa y eficiente. Para ?l, no hab?a nada m?s de qu? hablar. Cuando era m?s joven y sus amigos muy peque?os para defenderse por s? solos siempre ven?an a ?l, pues ya era conocido como alguien excepcional con la espada y siempre recib?a sus pagos por defenderlos. Sus abusivos nunca volv?an a molestarlos ya que Merk se aseguraba de que as? fuera. La voz se corri? r?pido acerca de su destreza, y mientras Merk aceptaba m?s y m?s pagos, sus habilidades para matar progresaban. Merk pudo haber sido un caballero, un famoso guerrero como sus hermanos. Pero en lugar de eso decidi? trabajar en las sombras. El ganar era lo que le interesaba, la eficiencia letal, y r?pidamente se hab?a dado cuenta de que los caballeros, debido a sus bellas armas y toscas armaduras, no pod?an matar ni la mitad de r?pido o efectivo que ?l, un hombre solo con camisa de cuero y daga afilada. Mientras caminaba golpeando las hojas con su bast?n, record? una noche en la taberna con sus hermanos cuando desenvainaron espadas con caballeros rivales. Sus hermanos estaban rodeados y superados en n?mero, y mientras los lujosos caballeros se deten?an en ceremonia, Merk no dud?. Se lanz? a trav?s del callej?n con su daga y cort? todas sus gargantas antes de que los hombres pudieran sacar sus espadas. Sus hermanos debieron haberle agradecido por salvarlos—pero en vez de eso se distanciaron de ?l. Le tem?an y le asignaban mala reputaci?n. Ese fue el agradecimiento que recibi?, y la traici?n lo doli? a Merk m?s de lo que pudo confesar. Esto profundiz? su distanciamiento con ellos, con toda nobleza y con toda caballer?a. Todo era hipocres?a y ego?smo a sus ojos; pod?an pasearse con su brillante armadura y mirarlo como algo insignificante, pero si no hubiera sido por ?l y su daga todos a?n yacer?an muertos en ese callej?n. Merk camino y camino, suspirando, tratando de olvidar el pasado. Mientras reflexionaba, se dio cuenta de que en realidad no entend?a la fuente de su talento. Tal vez era porque era r?pido y ?gil; tal vez era que ten?a manos y mu?ecas veloces; tal vez es porque ten?a un talento especial para encontrar los puntos vitales de los hombres; tal vez porque nunca dudaba en dar ese paso extra, en dar esa estocada final en la que otros hombres se deten?an; tal vez era que nunca ten?a que atacar dos veces; o tal vez era porque sab?a improvisar, matar con cualquier arma a su alcance—una p?a, un martillo, un viejo le?o. ?l era m?s listo que los dem?s, m?s adaptable y r?pido en los pies—una combinaci?n mortal. Mientras crec?a, todos esos orgullosos caballeros se hab?an distanciado de ?l y hasta se hab?an burlado de ?l a sus espaldas (pues nadie se atrev?a a hacerlo en su cara). Pero ahora que hab?an pasado los a?os, ahora que se ve?an d?biles y su fama se hab?a extendido, ?l era el que era solicitado por reyes mientras los otros estaban olvidados. Porque lo que sus hermanos nunca hab?an entendido es que la caballerosidad no hac?a a los reyes reyes. Era la violencia desagradable y brutal, el miedo, la eliminaci?n de tus enemigos uno a uno, la horrible matanza que nadie m?s quer?a hacer lo que los hac?a reyes. Y era a ?l a quien todos acud?an cuando quer?an que el verdadero trabajo de rey se realizara. Con cada golpe de su bast?n, Merk recordaba a una de sus v?ctimas. Hab?a matado a los peores enemigos del Rey—sin usar veneno—, para eso trajeron a los peque?os asesinos, los boticarios, las seductoras. A los peores por lo regular quer?an que los mataran mandando un mensaje, y para esto lo necesitaban a ?l. Algo horrible, algo p?blico: una daga en el ojo; un cuerpo destrozado en la plaza, colgando de una ventana para que todos lo vieran al siguiente d?a, para que todos pensaran qui?n se hab?a atrevido a oponerse al Rey. Cuando el viejo Rey Tarnis entreg? el reino abri?ndole las puertas a Pandesia, Merk se sinti? decepcionado, sin prop?sito por primera vez en su vida. Sin un Rey a quien servir se sent?a a la deriva. Algo que hab?a estado creciendo dentro de ?l hab?a salido a la superficie, y por una raz?n que no pudo entender comenz? a pensar sobre la vida. Toda su vida hab?a estado obsesionado con la muerte, con matar, con quitar vidas. Se hab?a vuelto muy f?cil. Pero ahora, algo dentro de ?l estaba cambiando; era como si apenas pudiera sentir el suelo estable bajo sus pies. Siempre hab?a sabido de primera mano lo fr?gil que era la vida, lo f?cil que era quitarla, pero ahora se preguntaba c?mo preservarla. La vida era muy fr?gil, ?no era el preservarla un desaf?o m?s grande que quitarla? Y a pesar de s? mismo, empez? a preguntarse: ?qu? era eso que le estaba quitando a otros? Merk no sab?a qu? hab?a empezado toda esta reflexi?n, pero esto lo puso muy inc?modo. Algo hab?a surgido dentro de ?l, un gran mareo, y ahora le desagradaba el matar—ahora su desagrado por hacerlo era tan grande como sol?a agradarle con anterioridad. Deseaba poder descubrir qu? era lo que estaba desencadenando todo esto—tal vez el haber matado a una persona en particular—pero no pod?a. Simplemente hab?a aparecido sin causa. Y eso era lo que m?s le perturbaba. A diferencia de otros mercenarios, Merk s?lo tomaba causas en las que cre?a. Fue hasta despu?s en su vida, cuando se volvi? muy bueno en lo que hac?a, cuando los pagos se volvieron muy grandes, con personas muy importantes solicit?ndolo, que empez? a saltarse algunas l?neas aceptando pagos por matar a personas que no ten?an tanta culpa; o tal vez ninguna. Y esto era lo que lo estaba molestando. Merk desarroll? una pasi?n igual de fuerte por deshacer todo lo que hab?a hecho, por probarles a los dem?s que pod?a cambiar. Quer?a borrar su pasado, borrar todo lo que hab?a hecho, hacer penitencia. Hab?a hecho un voto solemne consigo mismo de nunca volver a matar; de nunca levantar un dedo contra otra persona; de pasar el resto de sus d?as buscando el perd?n de Dios; de dedicarse a ayudar a otros; de convertirse en mejor persona. Y era esto lo que lo hab?a llevado hasta esta vereda del bosque por la que pasaba con cada golpe de us bast?n. Merk vio la vereda del bosque elevarse y luego sumergirse, brillando con la hojas blancas, y volte? de nuevo al horizonte hacia la Torre de Ur. A?n no hab?a se?al de ella. Sab?a que eventualmente esta vereda lo llevar?a ah?, con esta peregrinaci?n que hab?a estado llam?ndolo desde hace meses. Desde que era un ni?o hab?a estado cautivado con cuentos hacerca de los Observadores, una orden secreta de monjes/caballeros mitad hombre y mitad algo m?s cuyo trabajo era residir en las dos torres—la Torre de Ur en el noroeste y la Torre de Kos en el sudeste—y cuidar de la reliquia m?s valiosa del Reino: la Espada de Fuego. La leyenda dec?a que era la Espada de Fuego lo que le daba vida a Las Flamas. Nadie sab?a con certeza en cual de las torres estaba, ya que era un secreto muy cuidado que s?lo conoc?an los m?s antiguos Observadores. Si alg?n d?a era movida o robada, Las Flamas se perder?an para siempre—y Escalon quedar?a vulnerable a un ataque. Se dec?a que velar por las torres era un gran llamado, un trabajo sagrado y honorable—si eras aceptado por los Observadores. Merk siempre so?aba con los Observadores cuando era ni?o, yendo a la cama de noche pregunt?ndose c?mo ser?a el unirse a sus filas. Quer?a perderse a s? mismo en la soledad, en el servicio, en reflexi?n, y sab?a que no hab?a mejor manera que convertirse en Observador. Merk se sent?a listo. Hab?a cambiado su cota de malla por cuero, su espada por un bast?n y, por primera vez en su vida, hab?a pasado toda una luna sin matar o cazar un alma. Empezaba a sentirse bien. Mientras Merk pasaba una peque?a colina, levant? la vista esperanzado al igual que lo hab?a hecho por d?as esperando que por fin se revelara la Torre de Ur en el horizonte. Pero a?n no encontraba nada—nada m?s que bosque hasta donde se pod?a observar. Pero aun as? sab?a que se estaba acercando—despu?s de tantos d?as de caminar, la torre no pod?a estar muy lejos. Merk continu? bajando por la vereda con el bosque volvi?ndose cada vez m?s denso hasta que, en el fondo, se top? con un gran ?rbol ca?do que bloqueaba el camino. Se detuvo y lo observ? admirando su tama?o, debatiendo c?mo poder pasarlo. “Yo dir?a que ya has ido lo suficientemente lejos,” dijo una voz siniestra. Merk de inmediato reconoci? las intenciones oscuras de la voz, algo en lo que ya era experto, y ni siquiera necesit? voltear para saber lo que se avecinaba. Escuch? hojas crujiendo todo alrededor, y del bosque salieron rostros que encajaban con la voz: degolladores, cada uno m?s desesperado que el anterior. Eran los rostros de hombres que mataban sin raz?n. Los rostros de ladrones comunes y asesinos que cazaban a los d?biles con violencia sin sentido. A los ojos de Merk, eran lo m?s bajo que exist?a. Merk vio que estaba rodeado y sab?a que hab?a caminado en una trampa. Observ? a su alrededor r?pidamente sin que se dieran cuenta, con su viejos instintos activ?ndose, y cont? a ocho de ellos. Todos llevaban dagas y estaban vestidos en garras, con rostros, manos y u?as sucias, sin afeitar, todos con una mirada desesperada que dec?a que no hab?an comido en muchos d?as. Y que estaban aburridos. Merk se tens? mientras el jefe de los bandidos se acercaba, pero no porque le temiera; Merk pod?a matarlo—matarlos a todos—en un parpadeo si lo deseaba. Lo que lo puso tenso fue la posibilidad de verse obligado a la violencia. Estaba determinado a mantener su voto sin importar el costo. “?Y qu? tenemos aqu??” pregunt? uno de ellos, acerc?ndose y rodeando a Merk. “Parece un monje,” dijo otro con voz burlona. “Pero sus botas son diferentes.” “Tal vez es un monje que se cree soldado,” se rio otro. Todos se echaron a re?r y uno de ellos, un zoquete de hombre en sus cuarentas al que le faltaba un diente, se acerc? con su mal aliento y toc? a Merk en el hombro. El viejo Merk habr?a matado a cualquier hombre que se hubiera acercado la mitad de eso. Pero el nuevo Merk estaba determinado a ser un mejor hombre, a levantarse por encima de la violencia incluso si esta parec?a buscarlo. Cerr? los ojos y respir? profundo, oblig?ndose a mantener la calma. No sucumbas a la violencia, se dec?a una y otra vez. “?Qu? est? haciendo este monje?” pregunt? uno de ellos. “?Ora?” Todos volvieron a re?r. “?Tu dios no te va a salvar ahora chico!” exclam? otro. Merk abri? los ojos y le regres? la mirada al cretino. “No deseo hacerte da?o,” dijo con calma. Las risas se volvieron m?s fuertes que antes, y Merk se dio cuenta que mantenerse calmado y no reaccionar con violencia era lo m?s dif?cil que jam?s hab?a hecho. “?Tenemos suerte entonces!” respondi? otro. Todos volvieron a re?r y despu?s guardaron silencio mientras el l?der se acercaba cara a cara a Merk. “Pero tal vez,” dijo con voz seria, tan cerca que Merk pod?a oler su mal aliento, “nosotros queremos da?arte a ti.” Un hombre se acerc? detr?s de Merk, lo tom? por el cuello con su brazo y empez? a apretar. Merk jade? cuando sinti? que lo ahogaban con un apret?n lo suficientemente fuerte para causarle dolor pero no para cortar todo el aire. Su reflejo inmediato fue voltearse y matar al hombre. Ser?a muy sencillo; conoc?a el punto de presi?n perfecto en el antebrazo para hacer que lo soltara. Pero se oblig? a no hacerlo. D?jalos pasar, se dijo a s? mismo. El camino a la humillaci?n debe empezar en alg?n lado. Merk se encar? al l?der. “Tomen lo que quieran,” dijo Merk jadeando. “T?menlo y sigan su camino.” “?Y qu? hay si lo tomamos y nos quedamos aqu??” respondi? el l?der. “Nadie te est? preguntando lo que podemos o no podemos tomar chico,” dijo otro. Uno de ellos se adelant? y saque? la cintura de Merk, pasando sus manos ambiciosas por las pocas cosas que le quedaban en el mundo. Merk se oblig? a mantener la calma mientras las manos pasaban por todo lo que ten?a. Por ?ltimo sacaron su gastada daga de plata, su arma favorita, y aun as? Merk, a pesar de lo doloroso que era, no reaccion?. Deja que pase, se dijo. “?Qu? es esto?” pregunt? uno. “?Una daga?” Observ? a Merk. “?Qu? hace un elegante monje como t? cargando una daga?” pregunt? otro. “?Qu? est?s haciendo chico, tallando ?rboles?” dijo otro. Todos se rieron y Mark apret? los dientes, pregunt?ndose qu? tanto m?s podr?a resistir. El hombre que tom? la daga se detuvo, observ? a la mu?eca de Merk y le subi? la manga. Merk se prepar?, d?ndose cuenta de que lo hab?an encontrado. “?Qu? es esto?” pregunt? el ladr?n tomando y levantando su mu?eca, examin?ndola. “Se parece a un zorro,” dijo uno. “?Por qu? tiene un monje un tatuaje de zorro?” pregunt? otro. Uno m?s se acerc?, un hombre alto y delgado con cabello rojo y tom? su mu?eca examin?ndola de cerca. La solt? y mir? a Merk con ojos precavidos. “No es un zorro, idiota,” les dijo a sus hombres. “Es un lobo. Es la marca de un hombre del Rey—un mercenario.” Merk sinti? su rostro enrojecerse al darse cuenta de que miraban su tatuaje. No quer?a ser descubierto. Los ladrones se quedaron todos en silencio, observ?ndolo, y por primera vez, Merk sinti? duda en sus rostros. “Es de la orden de los asesinos,” dijo uno volteando la vista hacia ?l. “?C?mo obtuviste esa marca, chico?” “Probablemente se la puso ?l mismo,” respondi? otro. “Hace que el camino sea seguro.” El l?der le hizo una se?al a su hombre quien dej? de tomar a Merk del cuello, y Merk respir? profundo sinti?ndose aliviado. Pero entonces el l?der se acerc? y puso un cuchillo en el cuello de Merk y Merk se pregunt? si morir?a hoy en ese mismo lugar. Se preguntaba si este era un castigo por toda la matanza que hab?a hecho. Se pregunt? si estaba listo para morir. “Resp?ndele,” gru?? el l?der. “?Te lo pusiste t? mismo, chico? Dicen que tienes que matar a cien hombres para obtener esa marca.” Merk respir?, y en el silencio que ahora se present? debat?a qu? decir. Finalmente suspir?. “A mil,” dijo. El l?der parpade? confundido. “?Qu??” pregunt?. “A mil hombres,” explic? Merk. “Es lo que necesitas para este tatuaje. Y me lo dio el mism?simo Rey Tarnis.” Todos lo miraban asombrados y un gran silencio cay? sobre el bosque, tan silencioso que Merk pod?a escuchar a los insectos rondar. Se pregunt? qu? pasar?a ahora. Uno de ellos empez? a re?rse hist?ricamente—y todos los dem?s lo siguieron. Se rieron sin parar mientras Merk estaba parado ah?, claramente pensando que era lo m?s gracioso que hab?an o?do. “Esa es buena, chico,” dijo uno. “Eres tan bueno mintiendo como siendo monje.” El l?der acerc? la daga m?s a su cuello, lo suficiente para empezar a sacar sangre. “Dije que me respondas,” repiti? el l?der. “La verdad. ?Quieres morir ahora, chico?” Merk se qued? parado sintiendo el dolor y pens? en la pregunta—en realidad pens? en ella. ?En verdad quer?a morir? Era una buena pregunta, mucho m?s profunda que lo que supon?a el ladr?n. Mientras pensaba en ello, realmente pensando en ello, se dio cuenta que una parte de ?l s? quer?a morir. Estaba cansado de la vida, cansado hasta los huesos. Pero mientras profundizaba en ello, Merk lleg? a la conclusi?n de que no estaba listo para morir. Todav?a no. No hoy. No cuando estaba a punto de empezar de nuevo. No cuando apenas empezaba a disfrutar la vida. Quer?a una oportunidad de cambiar. Quer?a la oportunidad de servir en la Torre, de convertirse en un Observador. “La verdad es que no,” respondi? Merk. Finalmente mir? a su captor a los ojos, con una determinaci?n creciendo dentro de ?l. “Y debido a eso,” continu?, “Te voy a dar una oportunidad de soltarme antes de que los mate a todos.” Todos lo miraban en silencio hasta que el l?der frunci? el ce?o y rompi? en acci?n. Merk sinti? la hoja empezando a cortar su garganta y algo dentro de ?l tom? el control. Era su parte profesional, la que hab?a entrenado toda su vida, la parte de ?l que ya no pod?a soportar. Significaba romper su voto; pero esto ya no le importaba. El viejo Merk apareci? tan pronto que era como si en realidad nunca se hubiera ido—y tan s?lo en un parpade? volvi? al modo de asesino. Merk se concentr? y vio todos los movimientos de sus enemigos, cada contracci?n, cada punto de presi?n, cada vulnerabilidad. El deseo de matarlos lo envolvi? como un viejo amigo, y Merk le permiti? que tomara el control. En un movimiento como de rayo, Merk tom? la mu?eca del l?der, hundi? su dedo en un punto de presi?n, la doblo hasta que lleg? a romperse, tom? la daga mientras ca?a y, en un s?lo movimiento, cort? la garganta del hombre de oreja a oreja. El l?der ahora lo mir? con una mirada de asombro antes de desplomarse al suelo, muerto. Merk se volte? y mir? a los otros, todos en silencio y con las bocas abiertas impactados. Ahora era el turno de Merk para re?r mientras los observaba, disfrutando de lo que estaba a punto de ocurrir. “A veces, chicos,” dijo, “simplemente eligen molestar al hombre incorrecto.” CAP?TULO CINCO Kyra estaba en el centro del abarrotado puente sintiendo todos los ojos sobre ella, todos esperando su decisi?n sobre la suerte del jabal?. Sus mejillas se sonrojaron; no le gustaba ser el centro de atenci?n. Pero amaba a su padre por reconocerla y sinti? un gran sentido de orgullo, especialmente por poner esa decisi?n en sus manos. Pero al mismo tiempo, tambi?n sinti? una gran responsabilidad. Sab?a que cualquier decisi?n que tomara decidir?a el futuro de su gente. A pesar de su desagrado por los Pandesianos, no quer?a la responsabilidad de lanzar a su gente hacia una guerra que no podr?an ganar. Pero tampoco quer?a retraerse envalentonando a los Hombres del Se?or, deshonrar a su pueblo, hacerlos parecer d?biles, especialmente despu?s de que Anvin y los otros ya los hab?an encarado. Ella se dio cuenta de la sabidur?a de su padre: al poner la decisi?n en sus manos hizo parecer como que la decisi?n era de ellos y no de los Hombres del Se?or, y tan s?lo este acto le daba honra a su gente. Tambi?n se dio cuenta de que hab?a puesto la decisi?n en sus manos por una raz?n: debi? darse cuenta de que esta situaci?n requer?a una tercera voz para que todos mantuvieran su reputaci?n—y la eligi? a ella porque era conveniente y porque sab?a que no se apresurar?a, que ser?a moderada. Mientras m?s lo pensaba, m?s se daba cuenta de por qu? la hab?a elegido a ella: No para incitar una guerra—pod?a haber elegido a Anvin para hacer eso—sino para librarlos de una. Lleg? a una decisi?n. “La bestia esta maldita,” dijo despectivamente. “Casi mata a mis hermanos. Viene desde el Bosque de las Espinas y fue muerta en la v?spera de Luna de Invierno, d?a en el que est? prohibido cazar. Fue un error el hacer que cruzara nuestras puertas—debi? haberse dejado pudrir en las afueras donde pertenece.” Se volvi? burlonamente a los Hombres del Se?or. “Ll?venla a su Se?or Gobernador,” dijo sonriendo. “H?ganos un favor.” Los Hombres del Se?or pasaron su vista de ella hacia la bestia, y sus expresiones cambiaron; ahora parec?a como si hubieran mordido algo podrido, como si ya no la quisieran. Kyra vio que Anvin y los otros la miraban con aprobaci?n, agradecidos—y su padre m?s que todos. Lo hab?a conseguido—hab?a logrado que su gente mantuviera su reputaci?n libr?ndolos de una guerra—y hab?a lanzado una burla hacia Pandesia al mismo tiempo. Sus hermanos soltaron al jabal? en el piso e hizo un sonido de golpe al caer en la nieve. Se hicieron hacia atr?s humillados, con dolor en sus hombros. Todos los ojos ahora voltearon hacia los Hombres del Se?or que se quedaron de pie sin saber qu? hacer. Claramente las palabras de Kyra hab?an calado profundo; ahora miraban a la bestia como si fuera algo desagradable que hab?a sido arrastrado desde las entra?as de la tierra. Era claro que ya no la quer?an. Y ahora que era de ellos, parec?a que hab?an perdido todo el inter?s. Su comandante, despu?s de un largo y tenso silencio, les hizo una se?al a sus hombres para que tomaran la bestia, despu?s se volte? resoplando y se fue visiblemente molesto, como sabiendo que hab?a sido burlado. La multitud se dispers?, la tensi?n se fue y hubo un sentimiento de alivio. Muchos de los hombres de su padre se acercaron con aprobaci?n poniendo sus manos en sus hombros. “Bien hecho,” dijo Anvin mir?ndola con aprobaci?n. “Ser?s un buen gobernante alg?n d?a.” Los aldeanos volvieron a sus asuntos, volvi? el bullicio y el ajetreo, la tensi?n se disip? y Kyra se volte? buscando los ojos de su padre. Los encontr? mir?ndola y a tan s?lo unos cuantos pies. Delante de sus hombres, siempre era reservado en todo lo relacionado con ella, y esta no fue la excepci?n—ten?a una expresi?n de indiferencia, pero le dio una peque?a se?al con la cabeza que ella sab?a era de aprobaci?n. Kyra volte? y vio a Anvin y Vidar tomando sus lanzas y su coraz?n se sobresalt?. “?Puedo ir con ustedes?” le pregunt? a Anvin sabiendo que iban al campo de entrenamiento junto con todos los hombres de su padre. Anvin mir? nervioso hacia su padre sabiendo que no estar?a de acuerdo. “La nieve arrecia,” dijo finalmente Anvin, dudando. “La noche ya cae tambi?n.” “Eso no los detiene a ustedes,” replic? Kyra. ?l le devolvi? una sonrisa. “No, es cierto,” admiti?. Anvin volte? con su padre de nuevo, y ella mir? y lo vio negarse con la cabeza antes de darse la vuelta y volver adentro. Anvin suspir?. “Est?n preparando un gran fest?n,” dijo. “Es mejor que entres.” Kyra lo pod?a oler, el aire estaba pesado con finas carnes rostizadas, y vio que sus hermanos volv?a adentro junto con docenas de aldeanos todos apur?ndose para preparar el festival. Pero Kyra se volte? y mir? con nostalgia hacia los campos, hacia el campo de entrenamiento. “La comida puede esperar,” dijo. “El entrenamiento no. D?jame ir.” Vidar sonri? y dijo que no con la cabeza. “?Segura que eres una chica y no un guerrero?” pregunt? Vidar. “?No puedo ser ambos?” respondi?. Anvin solt? un gran suspiro y finalmente neg? con la cabeza. “Tu padre me arrancar?a el pellejo,” dijo. Pero finalmente asinti?. “No aceptar?s un no por respuesta,” concluy?, “y tienes m?s coraz?n que la mitad de mis hombres. Supongo que podemos usar a uno m?s.” * Kyra corri? a trav?s del paisaje nevado siguiendo a Anvin, Vidar y varios de los hombres de su padre con Leo a su lado como siempre. La nieve se volv?a gruesa pero no le importaba. Se sinti? libre y con gran excitaci?n como siempre se sent?a al pasar la Puerta del Peleador, un arco bajo cortado en la cerca de piedra en el campo de entrenamiento. Respir? profundo al ver que el cielo se abr?a y corri? hacia ese lugar que amaba tanto con sus colinas verdes ahora cubiertas de nieve rodeado por una pared de piedra, con tal vez un cuarto de milla de anchura y profundidad. Sinti? como si todo fuera como deber?a ser al ver a los hombres entrenar; cabalgando en sus caballos, levantando lanzas, apuntando a objetivos distantes y volvi?ndose mejores. Para ella, esto era de lo que se trataba la vida. Este campo de entrenamiento estaba reservado para los hombres de su padre; a las mujeres no se les permit?a estar aqu? ni a los chicos que a?n no cumpl?an los dieciocho a?os de edad—y a quienes no se les hab?a invitado. Cada d?a Brandon y Braxton esperaban impacientes ser invitados—pero Kyra sospechaba que nunca pasar?a. La Puerta del Peleador era para guerreros honorables y con experiencia, no para fanfarrones como sus hermanos. Kyra corri? por los campos sinti?ndose m?s feliz y m?s viva aqu? que en cualquier otra parte. La energ?a era intensa y estaba lleno de docenas de los hombres m?s finos de su padre, todos portando armaduras un poco diferentes, guerreros de todas las regiones de Escalon, todos los cuales con el paso del tiempo hab?an sido atra?dos a la fortaleza de su padre. Hab?a hombres del sur, desde Thebus y Leptis; desde las Tierras Medias, principalmente de la capital, Andros, pero tambi?n de las monta?as de Kos; hab?a occidentales desde Ur; hombres del r?o desde Thusis y sus vecinos de Esephus. Hab?a hombres que viv?an cerca del Lago de Ire, y hombres de lugares tan lejanos como las cascadas de Everfall. Todos ten?an colores, armaduras y armas diferentes, todos hombres de Escalon pero cada uno representando su propia fortaleza. Era un deslumbrante conjunto de poder. Su padre, el antiguo campe?n del Rey, un hombre que estimulaba respeto, era el ?nico hombre en estos tiempos, en este fracturado reino, en el que los hombres pod?an confiar. De hecho, cuanto el antiguo Rey hab?a rendido el reino sin luchar, era a su padre a quien el pueblo le ped?a que tomara el trono y siguiera la lucha. Con el tiempo, lo mejor de los antiguos guerreros del Rey lo hab?an buscado, y ahora, con la fuerza volvi?ndose m?s grande cada d?a, Volis estaba consiguiendo una fuerza que casi se igualaba a la de la capital. Kyra se dio cuenta que quiz? fue esto por lo que los Hombres del Rey sintieron la necesidad de humillarlos. En cualquier otro lugar de Escalon, el Se?or Gobernador de Pandesia no permit?a que los caballeros se reunieran con tanta libertad por temor a una sublevaci?n. Pero aqu?, en Volis, era diferente. Aqu?, no ten?an elecci?n: ten?an que permitirlo porque necesitaban a los mejores hombres disponibles para cuidar de Las Flamas. Kyra se volte? y mir? m?s all? de las paredes, m?s all? de las blancas colinas y, en el horizonte a la distancia, incluso a trav?s de la nevada apenas alcanzaba a ver el tenue resplandor de Las Flamas. El muro de fuego que proteg?a la frontera oriental de Escalon, Las Flamas, un muro de fuego de cincuenta pies de profundidad y varios cientos de altura, ard?a tan brillante como siempre, iluminando la noche, con su contorno visible en el horizonte y volvi?ndose m?s pronunciado con el caer de la noche. Alarg?ndose casi cincuenta millas de ancho, Las Flamas era lo ?nico que se interpon?a entre Escalon y la naci?n de troles salvajes al este. Aun as?, suficientes troles romp?an a trav?s cada a?o para sembrar el caos, y si no fuera por Los Guardianes, los valientes hombres de su padre que cuidaban de Las Flamas, Escalon ser?a una naci?n esclava de los troles. Los troles, que tem?an al agua, s?lo pod?an atacar a Escalon por tierra, y Las Flamas era lo ?nico que los manten?a a raya. Los Guardianes hac?an guardia por turnos, patrullaban en rotaci?n, y Pandesia los necesitaba. Otros tambi?n estaban estacionados en Las Flamas—reclutas, esclavos y criminales—pero los hombres de su padre, Los Guardianes, eran los ?nicos verdaderos soldados entre el mont?n y los ?nicos que sab?an mantener Las Flamas. En compensaci?n, Pandesia le permit?a a Volis y a sus hombres algo de libertad, como campos de entrenamiento y armas reales; un poco de libertad para que se sintieran como guerreros libres, incluso si era una ilusi?n. No eran hombres libres, y ellos lo sab?an. Exist?an en un balance extra?o entre libertad y esclavitud que a nadie le agradaba. Pero al menos aqu?, en la Puerta del Peleador, estos hombres eran libres como alguna vez lo hab?an sido, guerreros que pod?an competir y entrenar mejorando sus habilidades. Representaban lo mejor de Escalon, mejores guerreros que los que Pandesia pod?a ofrecer, todos ellos veteranos de Las Flamas—y todos sirviendo aqu? a s?lo un d?a de distancia. Kyra no deseaba nada m?s que unirse a sus filas, probarse a s? misma, estacionarse en Las Flamas, pelear con troles reales mientras pasaban y ayudar a proteger su reino de la invasi?n. Pero sab?a que esto nunca ser?a permitido. Era muy joven para ser elegida y adem?s una chica. No hab?a otras mujeres en las filas, e incluso si las hubiera, su padre no lo permitir?a. Sus hombres tambi?n hab?an empezado a cuidarla como una ni?a desde que empez? a visitarlos hace a?os, les divert?a su presencia como si fuera un espectador. Pero despu?s que los hombres se iban siempre se quedaba atr?s, sola, entrenando d?a y noche en los campos vac?os con sus armas y blancos. Se sorprend?an a?n m?s al llegar el siguiente d?a y encontrar marcas de flechas en sus blancos—y m?s sorprendidos aun de ver que estaban en el centro. Pero con el tiempo se acostumbraron a ello. Kyra empez? a ganarse su respeto, especialmente en las raras ocasiones en las que le hab?an permitido unirse. Ahora, dos a?os despu?s, todos sab?an que pod?a darle a blancos que la mayor?a de ellos no—y la tolerancia que ten?an hacia ella se convirti? en algo m?s: respeto. Claro, no hab?a participado en batallas como estos otros hombres, ni hab?a matado a un hombre o sido guardia en Las Flamas, ni hab?a peleado con un trol. No pod?a blandir una espada o hacha o alabarda, o luchar como estos hombres pod?an. Ni siquiera se acercaba a su fuerza f?sica, lo que la decepcionaba mucho. Aun as? Kyra hab?a aprendido que ten?a talento natural con dos armas, las cuales la hac?an a pesar de su tama?o y sexo un formidable oponente: su arco y su bast?n. El primero lo hab?a tomado de manera natural, mientras que se hab?a topado con el segundo de manera accidental hace algunas lunas cuando no pudo levantar una espada ancha. En aquel entonces los hombres se rieron de su incapacidad de levantar una espada y, como insulto, uno de ellos le dio un bast?n burlonamente. “?Trata mejor de levantar este palo!” le grit? y los otros rieron. Kyra nunca olvid? su verg?enza en ese momento. Al principio, los hombres de su padre vieron su bast?n como una broma; despu?s de todo, lo utilizaban como arma de entrenamiento, estos hombres valientes que cargaban espadas y hachas y alabardas, que pod?an cortar un ?rbol con un simple golpe. Miraban a su palo de madera como un juego, y esto le hab?a dado menos respeto del que ya ten?a. Pero hab?a transformado una broma en una inesperada arma de venganza, un arma a la que temer, un arma contra la que muchos de los hombres de su padre no se pod?an defender. Kyra se hab?a sorprendido con su peso ligero, y se sorprendi? a?n m?s al descubrir su talento natural con este—tan r?pido que pod?a conectar golpes mientras los soldados a?n estaban levantando sus espadas. M?s de uno de los hombres con los que hab?a entrenado se hab?a quedado negro y morado por este; un golpe a la vez, hab?a encontrado respeto de nuevo. Kyra, por muchas noches de entrenamiento sola y ense??ndose a s? misma, hab?a conseguido movimientos que impresionaban a los hombres, movimientos que ninguno de ellos pod?an entender. El inter?s por su bast?n hab?a crecido, y ella les ense?aba. En la mente de Kyra, su arco y bast?n se complementaban el uno al otro siendo igual de necesarios: su arco para combate a larga distancia y el bast?n para pelear de cerca. Kyra tambi?n descubri? que ten?a un don que le faltaba a los hombres: era ?gil. Era como un pez peque?o en un mar de tiburones lentos, y aunque estos hombres de edad ten?an gran poder, Kyra pod?a bailar alrededor de ellos, pod?a saltar en el aire, incluso pod?a saltar por encima de ellos y caer en la tierra con rotaci?n perfecta; o de pie. Y cuando su agilidad se combinaba con su t?cnica de bast?n, se formaba una combinaci?n letal. “?Qu? hace ella aqu??” dijo una voz ronca. Kyra, de pie en un costado del campo de entrenamiento al lado de Anvin y Vidar, escuch? caballos acerc?ndose y se volte? para ver a Maltren cabalgando y flanqueado por algunos de sus amigos soldados, a?n respirando con dificultad mientras sosten?a su espada. ?l la mir? hacia abajo con desd?n y ella sinti? como se apretaba su est?mago. De todos los hombres de su padre, Maltren era el ?nico que no la quer?a. Por alguna raz?n la odiaba desde la primera vez que la vio. Maltren se sent? en su caballo y herv?a; con su nariz chata y feo rostro, era un hombre al que le encantaba odiar, y hab?a encontrado un nuevo blanco en Kyra. Siempre se hab?a opuesto a su presencia aqu?, probablemente porque era una chica. “Deber?as estar en la fortaleza de tu padre, chica,” dijo, “preparando el fest?n junto con las otras chicas j?venes e ignorantes.” Leo, junto a Kyra, le gru?? a Maltren, y Kyra lo calm? acariciando su cabeza. “?Y por qu? se le permite a este lobo estar en nuestros campos?” a?adi? Maltren. Anvin y Vidar le dieron a Maltren una mirada fr?a y dura poni?ndose del lado de Kyra y Kyra mantuvo su lugar sonriendo sabiendo que ten?a su protecci?n y que ?l no pod?a obligarla a irse. “Tal vez deber?as regresar al campo de entrenamiento,” dijo ella con voz burlona, “y dejar de preocuparte tanto de lo que haga una ni?a joven e ignorante.” Maltren se enrojeci? incapaz de responder. Se dio la vuelta listo para irse pero no sin antes dar un ?ltimo insulto. “Hoy es d?a de lanzas,” dijo. “Mejor no te entrometas en el camino de hombres verdaderos lanzando armas verdaderas.” Se volte? y cabalg? con los otros y mientras lo miraba irse, su felicidad de estar aqu? se vio afectada por su presencia. Anvin le dio una mirada consoladora y le puso una mano en el hombro. “La primera lecci?n de un guerrero,” dijo, “es aprender a vivir con los que te odian. Te guste o no, vas a terminar peleando lado a lado con ellos, dependiendo en ellos por tu vida. Muchas veces tus peores enemigos no vendr?n de afuera sino desde adentro.” “Y aquellos que no pueden pelear, hablan demasiado,” dijo una voz. Kyra mir? a Arthfael acerc?ndose, sonriendo, apresur?ndose a ponerse de su lado como siempre. Igual que Anvin y Vidar, Arthfael, un alto y feroz guerrero de cabeza calva y una larga y r?gida barba negra, ten?a una debilidad por ella. Era uno de los mejores con la espada y pocos lo igualaban y siempre buscaba defenderla. Su presencia le dio tranquilidad. “S?lo es habladur?a,” a?adi? Arthfael. “Si Maltren fuera un mejor guerrero, se preocupar?a m?s de ?l mismo que de otros.” Anvin, Vidar y Arthfael se subieron a sus caballos y se unieron a los otros, y Kyra se qued? vi?ndolos y pensando. ?Por qu? hab?a odio en algunas personas? Se preguntaba. No sab?a si alg?n d?a lo entender?a. Mientras cabalgaban en los campos en anchos circuitos, Kyra se sorprend?a al estudiar a los grandes caballos de guerra, deseosa del d?a en que pudiera tener uno. Vio a los hombres darle la vuelta a los campos junto al muro de piedra, sus caballos derrapando en la nieve. Los hombres tomaron espadas entregadas por los escuderos, y mientras completaban la vuelta las lanzaban a blancos distantes: escudos colgando de ramas. Al impactar se escuchaba un distintivo sonido met?lico. Ella se dio cuenta de que era m?s dif?cil de lo que parec?a el lanzar mientras se montaba y m?s de uno fall?, especialmente al apuntar a los blancos m?s peque?os. De aquellos que impactaban, muy pocos lo hac?an en el centro—excepto por Anvin, Vidar, Arthfael y otros m?s. Se dio cuenta que Maltren fall? varias veces, maldiciendo en voz baja y lanz?ndole miradas como si ella tuviera la culpa. Kyra, tratando de mantenerse caliente, sac? su bast?n y empez? a darle vueltas en sus manos, sobre su cabeza, d?ndole muchas vueltas, dobl?ndolo y gir?ndolo como si estuviera vivo. Lanzaba estocadas a enemigos imaginarios, bloqueaba golpes imaginarios, cambiaba de mano, lo pasaba sobre su cuello, por su cintura, casi como si fuera un tercer brazo, su madera bien gastada por a?os de moldearlo. Mientras los hombres circulaban en los campos, Kyra corri? hacia su peque?o campo, una peque?a secci?n del campo de entrenamiento descuidada por los hombres pero que a ella le gustaba. Peque?as piezas de armadura colgaban de cuerdas en un conjunto de ?rboles dispersadas a diferentes alturas, y Kyra corr?a y pretend?a que cada blanco era un oponente golpeando cada uno con su bast?n. El aire se llen? con su sonido met?lico mientras corr?a por el bosque, golpeando, esquivando y agach?ndose mientras le regresaban los golpes. En su mente ella atacaba y defend?a de manera gloriosa, conquistando a un ej?rcito de enemigos imaginarios. “?Ya mataste a alguien?” dijo una voz burlona. Kyra se volte? y vio a Maltren en su caballo, ri?ndose burlonamente de ella antes de irse. Ella se enfureci? deseando que alguien lo pusiera en su lugar. Kyra tom? un descanso al ver a los hombres terminar con las lanzas y desmontar formando un c?rculo en el centro del claro. Sus escuderos se acercaron con rapidez y les pasaron espadas de entrenamiento de madera hechas de grueso roble, pesando casi como el acero. Kyra se qued? en la periferia emocionada al observar a los hombres enfrentarse uno al otro, deseando m?s que nada el un?rseles. Antes de empezar, Anvin se par? en medio y los mir? a todos. “En este d?a festivo, entrenamos por un bot?n especial,” anunci?. “?El vencedor obtendr? la porci?n selecta del fest?n!” A esto le sigui? un grito de emoci?n mientras los hombres se abalanzaban entre s? con el golpeteo de sus espadas de madera llenando el aire, empuj?ndose mutuamente de ida y vuelta. El entrenamiento era marcado por el sonido de un cuerno que sonaba cada vez que un peleador era impactado y envi?ndolo hacia la banca. El cuerno sonaba con frecuencia y pronto las l?neas se volvieron delgadas, con la mayor?a de los hombres a los lados observando. Kyra se mantuvo al margen con ellos deseando participar, aunque no se le permit?a. Aunque hoy era su cumplea?os, ya ten?a quince a?os y se sent?a lista. Sinti? que era tiempo de abogar por su causa. “?D?jame participar!” le ped?a a Anvin que estaba de pie cerca observando. Anvin se neg? con la cabeza sin quitar los ojos de la acci?n. “?Hoy cumplo los quince a?os!” insisti?. ?Perm?teme pelear!” ?l le dio una mirada esc?ptica. “Este es un campo de entrenamiento para hombres,” replic? Maltren de pie en el costado despu?s de perder un punto. “No para ni?as peque?as. Puedes sentarte y observar junto con los escuderos y traernos agua si as? te lo pedimos.” Kyra se enrojeci?. “?Te da tanto miedo ser derrotado por una ni?a?” respondi? ella sintiendo una oleada de ira en su interior. Despu?s de todo, era la hija de su padre, y nadie pod?a hablarle de esa manera. Algunos de los hombres se rieron, y esta vez Maltren se enrojeci?. “Es un buen punto,” dijo Vidar. “Tal vez deber?amos dejarla entrenar. ?Qu? podemos perder?” “?Entrenar con qu??” replic? Maltren. “?Mi bast?n!” grit? Kyra. “Contra sus espadas de madera.” Maltren rio. “Eso hay que verlo,” dijo. Todos los ojos se posaron en Anvin mientras pensaba qu? hacer. “Si te lastimas, tu padre me matar?a,” dijo. “No me har? da?o,” respondi?. Estuvo pensando por bastante tiempo hasta que finalmente suspir?. “Creo que no hay problema entonces,” dijo. “Por lo menos esto te tendr? en silencio. Mientras estos hombres no tengan objeci?n,” a?adi? volteando hacia los soldados. “?Hag?moslo!” dijeron al un?sono una docena de los hombres de su padre con entusiasmo anim?ndola. Kyra los ador? por ello, m?s de lo que pudo decir. Se dio cuenta de la admiraci?n que sent?an por ella, el mismo cari?o que expresaban por su padre. Ella no ten?a muchos amigos, y estos hombres eran el mundo para ella. Maltren se mof?. “Dejen que la ni?a haga el rid?culo entonces,” dijo. “Puede que aprenda una lecci?n de una vez por todas.” El cuerno son?, y mientras otro hombre sal?a del c?rculo Kyra se apresur? a entrar. Kyra sinti? como todos los ojos la observaban sin esperarse esto. Se encontr? de frente al oponente, un hombre alto y robusto de unos treinta a?os, un poderoso guerrero al que hab?a conocido desde los d?as de su padre en la corte. Al haberlo observado, sab?a que era un buen peleador—pero tambi?n que era confiado, que se abalanzaba en el inicio de las peleas y era descuidado. Se volte? hacia Anvin frunciendo el ce?o. “?Qu? insulto es este?” pregunt?. “No voy a pelear con una ni?a.” “Te insultas a ti mismo temiendo el pelear conmigo,” respondi? Kyra indignada. “Tengo dos brazos y dos piernas igual que t?. ?Si no vas a pelear conmigo, entonces acepta la derrota!” ?l parpade? sorprendido y frunci? el ce?o de nuevo. “Muy bien,” dijo. “No vayas corriendo con tu padre despu?s de que pierdas.” Se abalanzo a toda velocidad como ella sab?a que lo har?a, levant? la espada de madera en lo alto y la baj? con fuerza apuntando al hombro. Era un movimiento que ella hab?a anticipado, uno que le hab?a visto realizar muchas veces, uno que ?l mismo anunci? con el movimiento de sus brazos. Su espada de madera era potente, pero tambi?n era pesada y torpe comparada con su bast?n. Kyra lo observ? de cerca esperando hasta el ?ltimo momento, entonces se hizo a un lado dejando que el golpe cayera con fuerza a su lado. En el mismo movimiento, gir? el bast?n y lo impact? en el lado de uno de sus hombros. Gimi? mientras se tambaleaba hacia un lado. Se qued? all?, aturdido, molesto por tener que aceptar la derrota. “?Alguien m?s?” pregunt? Kyra con una gran sonrisa y volteando a ver al c?rculo de hombres. La mayor?a de ellos sonre?an claramente orgullosos de ella, orgullosos de verla crecer y llegar a este punto. Excepto claro por Maltren quien frunc?a el ce?o. Parec?a como que estaba a punto de desafiarla cuando de repente apareci? otro soldado, encar?ndose con expresi?n seria. Este hombre era m?s peque?o y m?s ancho, con una descuidada barba roja y ojos feroces. Se dio cuenta por la manera en que sosten?a su espada de que este era m?s cuidadoso que su anterior oponente. Ella lo tom? como un cumplido: finalmente empezaban a tomarla en serio. Atac? y Kyra no entendi? por qu?, pero por una raz?n fue muy f?cil para ella el saber qu? hacer. Era como si su instinto se encendiera y tomara su lugar. Se sinti? mucho m?s ligera y ?gil que estos hombres con sus pesadas armaduras y gruesas espadas de madera. Todos estaban peleando con poder y esperaban que sus enemigos los desafiaran y los bloquearan. Sin embargo, Kyra no ten?a problema en esquivarlos y se rehusaba a pelear en sus t?rminos. Ellos peleaban con potencia, pero ella con velocidad. El bast?n de Kyra se mov?a en su mano como si fuera una extensi?n de ella; lo giraba tan r?pido que sus oponentes no ten?an tiempo de reaccionar, estaban a mitad de su movimiento cuando ella ya estaba detr?s de ellos. Su nuevo oponente tir? una estocada al pecho—pero ella simplemente se movi? a un lado y gir? su bast?n hacia arriba golpeando su mu?eca y haciendo que soltara la espada. Entonces atac? con el otro extremo y lo impact? en la cabeza. El cuerno son? d?ndole el punto a ella y ?l la mir? sorprendido tom?ndose la cabeza con su espada en el suelo. Kyra, examinando su acto, d?ndose cuenta de que segu?a en pie, estaba un poco sorprendida. Kyra se hab?a convertido en la persona a derrotar, y ahora los hombres, sin volver a dudar, formaban una fila para probar sus habilidades contra ella. La tormenta de nieve rug?a mientras las antorchas alumbraban el crep?sculo y Kyra entrenaba con un hombre tras otro. Ya no sonre?an: sus expresiones ahora eran serias, de asombro, y despu?s de molestia al ver que nadie pod?a tocarla—y todos terminaban derrotados por ella. Contra uno de los hombres salt? sobre ?l mientras ?l golpeaba y cay? detr?s de ?l golpe?ndolo en el hombro; con otro dio vueltas en el piso, cambi? de mano el bast?n y dio el golpe decisivo, sin que nadie lo esperara, con su mano izquierda. Sus movimientos siempre eran diferentes, parte gimnasta y parte espadach?n, as? que no pod?an anticiparla. Los hombres sal?an del c?rculo avergonzados, todos sorprendidos por su derrota. Pronto s?lo quedaban algunos hombres. Kyra se par? en medio del c?rculo respirando agitada buscando a su siguiente oponente. Anvin, Vidar y Arthfael la miraban desde el lado, sonriendo con admiraci?n en sus rostros. Si su padre no estaba all? para verla y estar orgulloso, al menos estos hombres lo hac?an. Kyra derrot? a otro oponente con un golpe detr?s de la rodilla y haciendo que sonara el cuerno y, finalmente, sin nadie m?s presente, Maltren camin? dentro del c?rculo. “Juego de ni?os,” dijo caminando hacia ella. “Puedes girar tu vara de madera. En batalla, no te servir? de nada. Contra una espada de verdad, tu bast?n se partir?a en dos.” “?Eso pasar?a?” pregunt? ella con valent?a y sin miedo, sintiendo la sangre de su padre fluyendo dentro de ella y sabiendo que ten?a que enfrentarse a ?l de una vez por todas, especialmente con todos los hombres vi?ndola. “?Entonces por qu? no lo intentamos?” dijo. Maltren la mir? sorprendido, claramente no esperando esa respuesta. Entonces entrecerr? los ojos. “?Por qu??” respondi? ?l. “?Para que puedas correr hacia tu padre?” “No necesito la protecci?n de mi padre, ni la de nadie,” respondi?. “Esto es entre t? y yo, sin importar lo que pase.” Maltren volte? a ver a Anvin claramente inc?modo, como si se hubiera metido en un pozo del que no pod?a salir. Anvin lo mir? tambi?n claramente preocupado. “Aqu? entrenamos con espadas de madera,” dijo ?l. “No permitir? que nadie se lastime durante mi guardia—mucho menos la hija de nuestro comandante.” Pero Maltren se puso serio de repente. “La chica quiere armas reales,” dijo con voz firme, “entonces d?moselas. Tal vez aprenda una lecci?n de vida.” Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697215&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.