*** Òâîåé Ëóíû çåëåíûå öâåòû… Ìîåé Ëóíû áåñïå÷íûå ðóëàäû, Êàê ñâåòëÿ÷êè ãîðÿò èç òåìíîòû,  ëèñòàõ âèøíåâûõ ñóìðà÷íîãî ñàäà. Òâîåé Ëóíû ïå÷àëüíûé êàðàâàí, Áðåäóùèé â äàëü, òðîïîþ íåâåçåíüÿ. Ìîåé Ëóíû áåçäîííûé îêåàí, È Áðèãàíòèíà – âåðà è ñïàñåíüå. Òâîåé Ëóíû – ïå÷àëüíîå «Ïðîñòè» Ìîåé Ëóíû - äîâåð÷èâîå «Çäðàâñòâóé!» È íàøè ïàðàëëåëüíûå ïóòè… È Ç

Transmisi?n

Transmisi?n Morgan Rice Las Cr?nicas de la Invasi?n #1 De la autora de literatura fant?stica #1 en ventas en todo el mundo Morgan Rice, llega una serie de estreno de ciencia ficci?n que hace tiempo que esper?bamos. SETI por fin recibe una se?al de una civilizaci?n alien?gena, ?qu? pasar? a continuaci?n?Un gran argumento, el tipo de libro que te costar? dejar por la noche. El suspense del final es tan espectacular que querr?s comprar el siguiente libro inmediatamente solo para ver qu? pasa. -The Dallas Examiner (sobre Amores) Otra serie excelente que nos sumerge en una historia fant?stica de honor, valor, magia y fe en tu destino… Recomendada para la biblioteca permanente de todos los lectores amantes de la literatura fant?stica bien escrita. -Books and Movie Review, Roberto Mattos, sobre El despertar de los dragonesUna lectura r?pida y f?cil… necesitas saber qu? sucede a continuaci?n y no puedes dejarlo. -FantasyOnline. net, sobre La senda de los h?roesUn chico de 13 a?os, que est? muriendo de una enfermedad rara del cerebro, es el ?nico capaz de o?r y descodificar las se?ales del espacio exterior. SETI confirma que se trata de una se?al real. ?Cu?l es el mensaje? ?C?mo reaccionar? el mundo?Y sobre todo: ?van a venir los extraterrestres?Llena de acci?n… La escritura de Rice es de buena calidad y el argumento intrigante. -Publishers Weekly, sobre La senda de los h?roesUna novela de fantas?a superior… Una recomendaci?n premiada para cualquiera que disfrute de la literatura fant?stica ?pica animada por protagonistas j?venes adultos cre?bles. -Midwest Book Review, sobre El despertar de los dragonesUna novela de fantas?a llena de acci?n que seguro satisfar? a los fans de las anteriores novelas de Morgan Rice, adem?s de a los fans de obras como EL CICLO DEL LEGADO de Christopher Paolini… Los fans de la Ficci?n para J?venes Adultos devorar?n la obra m?s reciente de Rice y pedir?n m?s. The Wanderer, A Literary Journal (sobre El despertar de los dragones) ?El libro#2 de la serie – LLEGADA- tambi?n est? disponible por adelantado! Tambi?n est?n disponibles muchas series de Morgan Rice dentro del g?nero fant?stico, que incluyen LA SENDA DE LOS H?ROES (LIBRO#1 EN EL ANILLO DEL HECHICERO), ?una descarga gratuita con m?s de 1. 300 cr?ticas de cinco estrellas! TRANSMISI?N (LAS CR?NICAS DE LA INVASI?N – LIBRO 1) MORGAN RICE Morgan Rice Morgan Rice tiene el #1 en ?xito de ventas como el autor m?s exitoso de USA Today con la serie de fantas?a ?pica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de doce libros; de la serie #1 en ventas LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocal?ptica compuesta de tres libros; de la serie de fantas?a ?pica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros; de la serie de fantas?a ?pica DE CORONAS Y GLORIA, compuesta de ocho libros; de la serie de fantas?a ?pica UN TRONO PARA LAS HERMANAS, compuesta de cinco libros (y subiendo); y de la nueva serie de ciencia ficci?n LAS CR?NICAS DE LA INVASI?N. Los libros de Morgan est?n disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones est?n disponibles en m?s de 25 idiomas. A Morgan le encanta escucharte, as? que, por favor, visita www.morganrice.books (http://www.morganrice.books/) para unirte a la lista de correo, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar la app gratuita, conocer las ?ltimas noticias, conectarte con Facebook o Twitter ?y seguirla de cerca! Algunas opiniones sobre Morgan Rice «Si pensaba que no quedaba una raz?n para vivir tras el final de la serie EL ANILLO DEL HECHICERO, se equivocaba. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice consigue lo que promete ser otra magn?fica serie, que nos sumerge en una fantas?a de trols y dragones, de valent?a, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan ha conseguido de nuevo producir un conjunto de personajes que nos gustar?n m?s a cada p?gina… Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores que disfrutan de una novela de fantas?a bien escrita». --Books and Movie Reviews Roberto Mattos «Una novela de fantas?a llena de acci?n que seguro satisfar? a los fans de las anteriores novelas de Morgan Rice, adem?s de a los fans de obras como EL CICLO DEL LEGADO de Christopher Paolini… Los fans de la Ficci?n para J?venes Adultos devorar?n la obra m?s reciente de Rice y pedir?n m?s». --The Wanderer, A Literary Journal (sobre El despertar de los dragones) «Una animada fantas?a que entrelaza elementos de misterio e intriga en su trama. La senda de los h?roes trata sobre la forja del valor y la realizaci?n de un prop?sito en la vida que lleva al crecimiento, a la madurez, a la excelencia… Para aquellos que buscan aventuras fant?sticas sustanciosas, los protagonistas, las estrategias y la acci?n proporcionan un fuerte conjunto de encuentros que se centran en la evoluci?n de Thor desde que era un ni?o so?ador hasta convertirse en un joven adulto que se enfrenta a probabilidades de supervivencia imposibles… Solo el comienzo de lo que promete ser una serie ?pica para j?venes adultos». --Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer) «EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un ?xito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros valientes e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, enga?o y traici?n. Lo entretendr? durante horas y satisfar? a personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del g?nero fant?stico». -Books and Movie Reviews, Roberto Mattos «En este primer libro lleno de acci?n de la serie de fantas?a ?pica El anillo del hechicero (que actualmente cuenta con 14 libros), Rice presenta a los lectores al joven de 14 a?os Thorgrin “Thor” McLeod, cuyo sue?o es alistarse en la Legi?n de los Plateados, los caballeros de ?lite que sirven al rey… La escritura de Rice es de buena calidad y el argumento intrigante». --Publishers Weekly Libros de Morgan Rice LAS CR?NICAS DE LA INVASI?N TRANSMISI?N (Libro #1) LLEGADA (Libro #2) EL CAMINO DE ACERO SOLO LOS DIGNOS (Libro #1) UN TRONO PARA LAS HERMANAS UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1) UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2) UNA CANCI?N PARA LOS HU?RFANOS (Libro #3) UN CANTO F?NEBRE PARA LOS PR?NCIPES (Libro #4) UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5) UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6) DE CORONAS Y GLORIA ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1) CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2) ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #3) REBELDE, POBRE, REY (Libro #4) SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5) H?ROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6) GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7) VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8) REYES Y HECHICEROS EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1) EL DESPERTAR DEL VALIENTE(Libro #2) EL PESO DEL HONOR (Libro #3) UNA FORJA DE VALOR (Libro #4) UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5) LA NOCHE DE LOS VALIENTES (Libro #6) EL ANILLO DEL HECHICERO LA SENDA DE LOS H?ROES (Libro #1) UNA MARCHA DE REYES (Libro #2) UN DESTINO DE DRAGONES(Libro #3) UN GRITO DE HONOR (Libro #4) UN VOTO DE GLORIA (Libro #5) UNA POSICI?N DE VALOR (Libro #6) UN RITO DE ESPADAS (Libro #7) UNA CONCESI?N DE ARMAS (Libro #8) UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9) UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10) UN REINO DE ACERO (Libro #11) UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12) UN MANDATO DE REINAS (Libro #13) UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14) UN SUE?O DE MORTALES (Libro #15) UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16) EL DON DE LA BATALLA (Libro #17) LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1) ARENA DOS (Libro #2) ARENA TRES (Libro #3) VAMPIRA, CA?DA ANTES DEL AMANECER (Libro #1) EL DIARIO DEL VAMPIRO TRANSFORMACI?N (Libro #1) AMORES (Libro #2) TRAICIONADA(Libro #3) DESTINADA (Libro #4) DESEADA (Libro #5) COMPROMETIDA (Libro #6) JURADA (Libro #7) ENCONTRADA (Libro #8) RESUCITADA (Libro #9) ANSIADA (Libro #10) CONDENADA (Libro #11) OBSESIONADA (Libro #12) ?Sab?as que he escrito m?ltiples series? ?Si no has le?do todas mis series, haz clic en la imagen de abajo para descargar el principio de una serie! (http://www.morganricebooks.com/read-now/) ?Quieres libros gratuitos? Suscr?bete a la lista de correo de Morgan Rice y recibe 4 libros gratis, 3 mapas gratis, 1 app gratis, 1 juego gratis, 1 novela gr?fica gratis ?y regalos exclusivos! Para suscribirte, visita: www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com) Derechos Reservados © 2018 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. A excepci?n de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n de informaci?n, sin la autorizaci?n previa de la autora. Este libro electr?nico est? disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electr?nico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si est? leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compr? solamente para su uso, por favor devu?lvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaci?n de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia. ?NDICE CAP?TULO UNO (#uc331f59a-6b2a-51cb-a6d4-831d1d9552b3) CAP?TULO DOS (#ub5c23c3e-e9cd-58cb-87fa-3da3415d794f) CAP?TULO TRES (#u404b5d4c-b87c-57dd-928e-156b772ff75f) CAP?TULO CUATRO (#u0c157c2c-eb30-5d87-b9cf-b8c78fa55b07) CAP?TULO CINCO (#u7f9663c1-f1b3-5b21-8c06-fececb013178) CAP?TULO SEIS (#ub1222785-7924-5c96-aabc-291f9aa7d92a) CAP?TULO SIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO OCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO UNO Kevin estaba bastante seguro de que a los trece a?os no deb?an decirte que ibas a morir. Probablemente, no exist?a un buen momento para decirlo, para ser justos, pero desde luego no cuando tienes trece a?os. —Kevin —dijo el Dr. Markham, ech?ndose hacia delante en su silla—, ?entiendes lo que te estoy diciendo? ?Tienes alguna pregunta? ?Y usted, Sra. McKenzie? Kevin mir? a su mam?, con la esperanza de que ella tuviera algo m?s de idea de qu? decir a continuaci?n de lo que ten?a ?l. Con la esperanza de que tal vez ?l lo hab?a entendido todo mal y ella lo explicar?a. Era bajita y delgada y ten?a el aspecto fuerte de alguien que ha trabajado mucho para criar sola a su hijo en Walnut Creek, California. Kevin ya era m?s alto que ella y una vez, solo una, ella hab?a dicho que era igual que su padre. Ahora mismo, parec?a que estaba intentando contener las l?grimas. —?Est? seguro de que no es un error? —pregunt?—. Solo vinimos al m?dico por las cosas que Kevin ve?a. Las cosas que ?l ve?a. Era una manera muy suave de decirlo, como si con solo hablar de todo esto lo empeorara, o trajera m?s. La primera vez que Kevin se lo dijo a su madre, se qued? mir?ndolo fijamente y despu?s le dijo que no deber?a hacer caso. Finalmente, cuando se desmay?, al despertar ten?a cita con el m?dico de cabecera. R?pidamente hab?an ido del despacho del m?dico a hacer pruebas al hospital y despu?s al despacho del Dr. Markham, que ten?a las paredes blancas y estaba lleno de souvenirs de lo que parec?an viajes a cada rinc?n del planeta. La primera vez que hab?a pisado ese lugar, le hab?a dado la sensaci?n de ser un intento por hacer que un lugar fr?o y fr?o pareciera hogare?o. Ahora pensaba que tal vez al Dr. Markham le gustaba recordar que hab?a una vida que no inclu?a decir a la gente que iba a morir. —Las alucinaciones pueden ser un factor cuando se trata de enfermedades as?. Lo dijo como si no fueran reales, cosas fantasmales, pero las cosas que ?l ve?a parec?an llenar el mundo cuando llegaban. Im?genes de paisajes que ?l no hab?a visto, indicios de horizontes. Y, por supuesto, los n?meros. —23h 06m 29,283s, -05? 02’ 28,59 —dijo —. Esto debe tener alg?n significado. Debe tenerlo. El Dr. Markham neg? con la cabeza. —Estoy seguro de que debe darte esa sensaci?n, Kevin. Estoy seguro de que debes querer que todo esto signifique algo, pero ahora mismo, necesito que entiendas lo que te est? sucediendo. En parte, hab?a sido por eso por lo que Kevin se lo hab?a dicho a su madre desde el principio. Le hab?a costado semanas convencerla de que no estaba bromeando o jugando a alg?n juego. Al principio, ella estaba segura de que no lo dec?a en serio. Cuando empez? a tener los dolores de cabeza, se lo tom? m?s en serio y le dejaba quedarse en casa y no ir a la escuela aquel d?a cuando el dolor era paralizante. Cuando se desmay? por primera vez, lo llev? corriendo al m?dico. —?Qu? me est? pasando? —pregunt? Kevin. Lo extra?o era lo tranquilo que se sent?a –bueno, tranquilo no. Tal vez algo paralizado. Probablemente paralizado era la palabra adecuada para esto. Su mam? parec?a estar a punto de derrumbarse pero, para Kevin, todo parec?a lejos, todav?a esperando a entrar como una tromba. —Tienes uno de un grupo de trastornos degenerativos del cerebro conocidos como leucodistrofias —dijo el Dr. Markham—. Toma, te lo escribir? si quieres. —Pero yo nunca he o?do hablar de eso antes —dijo la mam? de Kevin, con el tono de alguien para quien eso significaba que no pod?a ser real. ?l pod?a ver las l?grimas que estaba intentando contener—. ?C?mo puede mi hijo tener algo de lo que yo nunca he o?do hablar? Ver a su mam? de esa manera era probablemente la parte m?s dif?cil para Kevin. Ella siempre hab?a sido muy fuerte. Nunca hab?a tenido un problema que no hubiera sido capaz de resolver. Imaginaba que ella tambi?n estaba pensando eso. —Es una enfermedad muy rara, Sra. McKenzie —dijo el Dr. Markham—. O mejor dicho, un grupo de enfermedades, cada una de las cuales se presenta de forma diferente. Hay diferentes formas, cada una provocada por una anomal?a gen?tica que afecta a la materia blanca, lo que llamamos la vaina de mielina, del cerebro. Normalmente solo hay unos cuantos centenares de pacientes para cada una de estas enfermedades al mismo tiempo. —Si sabe lo que las provoca, ?no puede hacer algo? —pregunt? la madre de Kevin—. ?No existe alguna terapia gen?tica o algo? Kevin hab?a visto a su madre en Internet. Ahora, le parec?a saber lo que hab?a estado mirando. No hab?a dicho nada, pero tal vez hab?a tenido la esperanza de estar equivocada. Tal vez hab?a tenido la esperanza de que se hab?a perdido algo. —Hay terapias disponibles para algunas formas de leucodistrofias —dijo el Dr. Markham. Neg? con la cabeza—. Y tenemos la esperanza de que en el futuro, podr?an ayudar, pero la de Kevin no es una para la que haya un tratamiento establecido. La triste verdad es que, cuanto m?s rara es la enfermedad, menos investigaci?n se ha hecho en ella, porque hay menos fondos para esa investigaci?n. —Debe de haber algo —dijo su madre—. Alguna opci?n experimental, alg?n estudio… Kevin estir? el brazo para poner la mano sobre la de su madre. Era extra?o que ya casi fueran del mismo tama?o. —No pasa nada, mam? —dijo, intentando que pareciera que ?l lo ten?a todo bajo control. —S?, s? que pasa. —Parec?a que su mam? iba a estallar por el impacto de todo aquello—. Si no hay nada, entonces ?qu? tenemos que hacer ahora? —Usamos los tratamientos disponibles para darle a Kevin la mejor calidad de vida que podamos —dijo el Dr. Markham—. Para el tiempo que todav?a le queda. Lo siento, me gustar?a tener mejores noticias. Kevin ve?a que su madre se forzaba a ser valiente y recomponerse un poco a la vez. Imaginaba que lo estaba haciendo por ?l y casi se sent?a culpable de que tuviera que hacerlo. —?Qu? significa eso? —pregunt?—. ?Exactamente qu? es lo que est? proponiendo hacer por Kevin? —Voy a recetarle unas pastillas que ayudan a controlar el dolor —dijo el Dr. Markham— y a reducir las posibilidades de convulsi?n. Kevin, s? que las alucinaciones pueden ser angustiantes, as? que me gustar?a que hablaras con alguien sobre t?cnicas para controlarlas y de tus reacciones a ellas. —?Quiere que Kevin vaya al psic?logo? —pregunt? su madre. —Linda Yalestrom es una experta que ayuda a la gente, en particular a la gente joven, a manejar los s?ntomas que puedan provocar las enfermedades raras como esta —dijo el Dr. Markham—. Le recomiendo encarecidamente que lleve a Kevin a verla, dadas las cosas que ha estado viendo. —No son solo alucinaciones —insisti? Kevin. ?l estaba seguro de que eran m?s que eso. —Estoy seguro de que debe dar esa sensaci?n —dijo el Dr. Markham—. La Dra. Yalestrom podr?a ayudar. —Lo que… lo que usted crea que es mejor —dijo la madre de Kevin. Kevin ve?a que lo ?nico que quer?a era salir de all?. Sin embargo, hab?a algo que ?l necesitaba saber. Algo evidente que ?l sent?a que probablemente deber?a preguntar, aunque realmente no quisiera o?r la respuesta. —?Cu?nto tiempo? —pregunt? ?l—. O sea, ?cu?nto tiempo queda para que yo… muera? Todav?a era dif?cil creerse esa palabra. Kevin esperaba que todo esto resultara ser un error, incluso ahora, pero sab?a que no lo era. No pod?a serlo. —Es imposible saberlo con certeza —dijo el Dr. Markham—. El ritmo de evoluci?n para las leucodistrofias puede variar, mientras que cada caso es diferente. —?Cu?nto tiempo? —repiti? Kevin. —Quiz?s seis meses —el Dr. Markham extendi? las manos—. Lo siento, Kevin. No puedo ser m?s preciso que eso. *** Kevin y su madre se fueron a casa, su madre conduc?a con el cuidado que proporcionaba el saber que probablemente se har?an pedazos si no se concentraba completamente. Durante la mayor parte del viaje a las afueras estuvieron callados. Kevin no sab?a seguro lo que pod?a decir. Su madre habl? primero. —Encontraremos algo —dijo—. Buscaremos a otro doctor, tendremos una segunda opini?n. Probaremos cualquier tratamiento que se nos ocurra. —No puedes pagarlos —dijo Kevin. Su madre trabajaba mucho en su trabajo en una agencia de marketing, pero su casa era peque?a y Kevin sab?a que no hab?a mucho dinero para cosas extra. ?l intentaba no pedir mucho, porque eso solo hac?a que su madre se sintiera triste cuando no pod?a d?rselo. Odiaba ver a su madre as?, lo que solo lo hac?a m?s dif?cil. —?Crees que eso me importa ahora? —exigi? su madre. Kevin ve?a c?mo le sal?an las l?grimas de los ojos—. Eres mi hijo, y te est?s muriendo, y… yo no puedo… no puedo salvarte. —No tienes que salvarme —dijo Kevin, aunque ahora mismo deseaba que alguien lo hiciera. Deseaba que apareciera alguien y parara todo esto. Lo que eso significaba empezaba a calar. Lo que significar?a, en menos tiempo que el final de curso. ?l estar?a muerto. Desaparecido. Cualquier cosa que ?l hubiera deseado se interrumpir?a, cualquier cosa que ?l hubiera esperado para el futuro se detendr?a por el hecho de que no habr?a un futuro. Kevin no estaba seguro de c?mo se sent?a por ello. Triste, s?, porque era el tipo de noticia por las que se supon?a que deb?as sentirte triste y porque no quer?a morir. Enfadado, porque lo que ?l quer?a parec?a no importar cuando llegados a ese punto. Confundido, porque no estaba seguro de por qu? ten?a que ser ?l, cuando hab?a billones de personas m?s en el mundo. Pero comparado con su madre, estaba tranquilo. Estaba temblando mientras conduc?a y Kevin estaba tan preocupado porque pod?an estrellarse que suspir? aliviado cuando llegaron a la calle donde estaba su casa. Era una de las casas m?s peque?as de la manzana, vieja y llena de reparaciones. —Todo ir? bien —dijo su madre. No son? como si lo creyera. Cogi? a Kevin del brazo mientras se dirig?an hacia la casa, pero parec?a m?s que ella se apoyaba en Kevin. —Seguro —respondi? Kevin, porque sospechaba que su madre necesitaba o?rlo incluso m?s que ?l. Podr?a haber ayudado si fuera cierto. Entraron y hacer cualquier cosa despu?s de eso daba la sensaci?n de no estar bien, como si hacer cosas normales hubiera sido una traici?n, despu?s de las noticias que el Dr. Markham les hab?a dado. Kevin puso una pizza congelada en el horno, mientras de fondo, o?a a su madre sollozando en el sof?. Hizo la intenci?n de ir a consolarla, pero le frenaron dos cosas. La primera fue pensar que su madre seguramente no quer?a que lo hiciera. Ella siempre hab?a sido la fuerte, la que lo cuidaba incluso despu?s de que su padre se marchara cuando ?l era solo un beb?. La segunda era la visi?n. Vio un paisaje bajo un cielo que parec?a m?s lila que azul, los ?rboles de debajo ten?an unas formas extra?as, con unas hojas de palma que a Kevin le recordaban las palmeras de las playas, pero con unos troncos que se retorc?an de unas maneras que las palmeras nunca lo hac?an. En el cielo parec?a que el sol se estaba poniendo, pero parec?a que, de alg?n modo, el sol no ten?a buen aspecto. Kevin no pod?a entenderlo, pues hab?a pasado tiempo mirando al sol, pero sab?a que este no era el mismo. En un rinc?n de su mente, los n?meros vibraban una y otra vez. Ahora caminaba a trav?s de un lugar cubierto de arena rojiza y sent?a que los dedos de los pies se le hund?an en ella. All? hab?a unas criaturas, peque?as y con aspecto de lagartos, que se escabull?an cuando se les acercaba demasiado. Mir? alrededor… … y el mundo se esfum? entre llamas. Kevin despert? en el suelo de la cocina, el temporizador del horno pitaba para decirle que la pizza estaba lista, el olor a comida quemada lo hizo ir a rastras del suelo hasta el horno antes de que tuviera que hacerlo su madre. No quer?a que ella lo viera as?, no quer?a darle a?n m?s razones para preocuparse. Sac? la pizza, la cort? a trozos y los llev? a la sala de estar. Su madre estaba en el sof? y, aunque hab?a dejado de llorar, ten?a los ojos rojos. Kevin dej? la pizza sobre la mesa baja, se sent? a su lado y encendi? la tele para, por lo menos, fingir que las cosas eran normales. —T? no deber?as hacer esto —dijo su madre, y Kevin no supo si se refer?a a la pizza o a todo lo dem?s. Ahora mismo, esto no importaba. Los nombres todav?a colgaban en su cabeza: 23h 06m 29,283s, -05? 02’ 28,59. CAP?TULO DOS Kevin no estaba seguro de haberse sentido jam?s tan cansado como lo estaba cuando su madre y ?l entraron con el coche al aparcamiento. El plan era intentar continuar con normalidad, pero ?l sent?a que podr?a quedarse dormido en cualquier momento. Eso distaba mucho de ser normal. Probablemente era a causa de los tratamientos. Los ?ltimos d?as hab?a habido un mont?n de tratamientos. Su madre hab?a encontrado m?s doctores, y cada uno ten?a un plan diferente para por lo menos intentar ralentizar las cosas. Eso era lo que dec?an, cada vez, aunque las palabras dejaban claro que ser?a algo especial y que detener las cosas no era algo que ellos pudiesen esperar. —Que tengas un buen d?a en la escuela, cari?o —dijo su madre. Hab?a algo falso en aquella alegr?a, un filo fr?gil que daba a entender lo mucho que ten?a que esforzarse por sacar una sonrisa. Kevin sab?a que ella estaba haciendo un esfuerzo por ?l y ?l tambi?n hac?a lo que pod?a. —Lo intentar?, mam? —le asegur? y oy? que su propia voz tampoco sonaba natural. Parec?a que los dos estaban interpretando papeles porque ten?an miedo de la verdad que yac?a bajo ellos. Kevin interpretaba el suyo porque no quer?a que su madre llorara otra vez. ?Cu?ntas veces hab?a llorado ya? ?Cu?ntos d?as hab?an pasado desde que hab?an ido a ver al Dr. Markham por primera vez? Kevin hab?a perdido la cuenta. Uno o dos d?as no hab?a ido al colegio porque estaba enfermo, antes de que se hiciera evidente que ninguno de los dos quer?a eso. Despu?s vino esto: colegio entremezclado con pruebas e intentos de terapias. Hab?a habido inyecciones y an?lisis de sangre, suplementos porque su madre hab?a le?do en la red que podr?an ayudar, y comida sana que distaba mucho de la pizza. —Solo quiero que las cosas sean lo m?s normales posible —dijo su madre. Ninguno de los dos dec?a eso en un d?a normal, Kevin hubiera cogido el autob?s y no tendr?an que haberse preocupado de lo que era normal y lo que no. O que en un d?a normal, no tendr?a que esconder lo que le pasaba, ni sentirse agradecido de que su mejor amiga fuera a un colegio diferente despu?s de la ?ltima vez que su madre y ?l se mudaron, de manera que no ten?a que imaginarse nada de eso. Ahora hac?a d?as que no llamaba a Luna, y los mensajes se le amontonaban en el tel?fono. Kevin los ignoraba, pues no se le ocurr?a c?mo contestarlos. Kevin sinti? las miradas sobre ?l en el momento en que entr? en la escuela. Hab?an corrido los rumores, a pesar de que nadie sab?a con seguridad lo que le pasaba. M?s adelante vio a un profesor, el Sr. Williams, y en un d?a normal Kevin podr?a haber pasado por delante de ?l sin tan solo llamar la atenci?n por un instante. ?l no era uno de los ni?os a quienes los profesores vigilaban de cerca porque siempre estaban haciendo algo malo. Ahora, el profesor lo detuvo, mir?ndolo de arriba abajo como si esperara se?ales de que podr?a morir en cualquier momento. —?C?mo te sientes, Kevin? —pregunt?—. ?Est?s bien? —Estoy bien, Sr. Williams —le asegur? Kevin. Era m?s f?cil estar bien que intentar explicar la verdad: lo preocupado que estaba por su madre y que estaba cansado todo el rato por los intentos de tratamiento, lo asustado que estaba por lo que iba a pasar. C?mo los n?meros todav?a daban vueltas a su cabeza. 23h 06m 29,283s, -05? 02’ 28,59. Estaban en su mente, agachados como un sapo que no se mov?a, imposibles de olvidar, imposibles de ignorar, independientemente de lo mucho que Kevin intentaba seguir las instrucciones de su madre para olvidarlos. —Bueno, ya nos dir?s si necesitas algo —dijo el profesor. Kevin todav?a no estaba seguro de c?mo responder a eso. Esta era una de esas cosas amables que dec?a la gente que, a la vez, eran in?tiles. Lo ?nico que necesitaba era lo que no le pod?an dar: enmendar todo esto; para que las cosas fueran normales otra vez. Los profesores sab?an muchas cosas, pero eso no. Aun as?, ?l hac?a todo lo que pod?a para fingir que era normal durante toda su clase de matem?ticas y durante la mayor parte de la de historia de despu?s. La Srta. Kapinski les estaba hablando de la antigua historia europea, que Kevin estaba seguro de que no sal?a en ning?n examen, pero aparentemente era lo que ella hab?a estudiado en la facultad y parec?a que se hac?a ver m?s de lo que deber?a. —?Sab?ais que la mayor?a de restos romanos encontrados en el norte de Europa realmente no son romanos? —dijo. Normalmente a Kevin le gustaban las clases de la Srta. Kapinski, pues no le daba miedo desviarse del tema y contarles cualquier fragmento del pasado que le pasara por la cabeza. Era un recordatorio de lo mucho que hab?a habido en el mundo antes de cualquiera de ellos. —?As? que son falsos? —pregunt? Francis de Longe. Normalmente, hubiera sido Kevin el que lo preguntara, pero estaba disfrutando de la oportunidad de estar callado, de ser casi invisible. —No exactamente —dijo la Srta. Kapinski—. Cuando digo que no son romanos, quiero decir que son restos que dejaron atr?s unas personas que nunca hab?an estado cerca de lo que es ahora Italia. Eran los habitantes de la regi?n, pero a medida que avanzaban los romanos, a medida que conquistaban, los habitantes de all? se dieron cuenta de que el mejor camino era adaptarse a la manera de hacer de los romanos. El modo en el que vest?an, los edificios en los que viv?an, el idioma que hablaban, lo cambiaron todo para dejar claro en qu? bando estaban, y porque les proporcionaba una oportunidad mejor de tener buenas posiciones en el nuevo orden. —Sonri?—. Despu?s, cuando vinieron las rebeliones contra Roma, una de las claves para ser parte de ella era precisamente no usar esos s?mbolos. Kevin intent? imaginarlo: la misma gente en un lugar cambiando quienes eran cuando cambiaba la corriente pol?tica, cambiando todo su ser dependiendo de qui?n gobernaba. Pens? que podr?a ser un poco como estar en uno de los montones populares de la escuela, intentando llevar la ropa adecuada y decir las cosas correctas. Aun as?, costaba de imaginar, y no solo porque im?genes de paisajes imposibles continuaban filtr?ndose en su mente. Probablemente esa era la ?nica cosa buena de su problema: los s?ntomas eran invisibles. De alg?n modo, tambi?n era lo que asustaba. Estaba esa cosa que lo estaba matando y, si la gente no lo conoc?a ya, nunca lo descubrir?an. ?l solo pod?a quedarse sentado y nunca nadie… Kevin sinti? que la visi?n ven?a, levant?ndose en su interior como una especie de presi?n que crec?a en su cuerpo. Hubo el ataque de mareo, la sensaci?n de que el mundo se alejaba flotando mientras ?l conectaba con otra… cosa. Se dispuso a levantarse para preguntar si lo disculpaban pero, para entonces, ya era demasiado tarde. Sinti? que sus piernas ced?an y se desplom?. Estaba mirando los mismos paisajes que recordaba de antes, el cielo con la sombra equivocada, los ?rboles demasiado retorcidos. Observaba c?mo el fuego se propagaba por all?, cegador y brillante, que parec?a venir de todas partes a la vez. ?l ya hab?a visto todo eso antes. Sin embargo, ahora hab?a un nuevo elemento: un d?bil latido que parec?a repetirse a intervalos regulares, preciso como el tictac de un reloj. Una parte de Kevin sab?a que ten?a que tratarse de un reloj, igual que sab?a por instinto que era la cuenta atr?s para algo, que no solo marcaba la hora. Daba la sensaci?n que los latidos eran sutilmente cada vez m?s intensos, como si estuvieran formando un crescendo lejano. Hab?a una palabra en un idioma que ?l no deber?a haber entendido, pero que s? que entendi?. «Espera». Kevin quer?a preguntar qu? se supon?a que ten?a que esperar, o cu?nto tiempo o por qu?. Sin embargo, no lo hizo, en parte porque no estaba seguro de a qui?n ten?a que preguntar y, en parte, porque casi tan repentinamente como lleg? el momento, se fue, dejando a Kevin levant?ndose la oscuridad y encontr?ndose tumbado en el suelo de la clase, mientras la Srta. Kapinski lo supervisaba. —Qu?date quieto un momento, Kevin —dijo—. He mandado llamar al m?dico del colegio. Hal estar? aqu? en un minuto. Kevin se incorpor? a pesar de sus instrucciones, pues a estas alturas ya conoc?a bien esa sensaci?n. —Estoy bien —le asegur?. —Creo que tendr?a que ser Hal el que lo determinara. Hal era un antiguo param?dico grande y robusto que prestaba servicios para asegurarse de que los alumnos de St. Brendan School superaban cualquier emergencia m?dica que sufriesen. Algunas veces, Kevin sospechaba que lo hac?an porque pensar en la idea del cuidado de un m?dico les hac?a ignorar los peores da?os. —Vi cosas —consigui? decir Kevin—. Hab?a un planeta, y un sol ardiente, y una especie de mensaje… como una cuenta atr?s. En las pel?culas, alguien hubiera insistido en ponerse en contacto con alguien importante. Hubieran reconocido el mensaje por lo que era. Hubiera habido reuniones e investigaciones. Y alguien hubiera hecho algo al respecto. Fuera de las pel?culas, Kevin solo era un chico de trece a?os y la Srta. Kapinski lo miraba con una mezcla de l?stima y leve perplejidad. —Bueno, estoy segura de que no es nada —dijo—. Probablemente es normal ver toda clase de cosas cuando tienes este tipo de… episodios. A su alrededor, Kevin o?a el cuchicheo de los dem?s que estaban en su clase. Nada de esto le hac?a sentirse mejor. —… cay? y empez? a dar sacudidas… —… yo o? que estaba enfermo, espero que no se contagie… —… Kevin cree que ve planetas… El ?ltimo fue el que le hizo da?o. Lo dijo como si ?l se estuviera volviendo loco. Kevin no se estaba volviendo loco. Como m?nimo, ?l no lo cre?a. A pesar de sus mejores intentos por insistir en que estaba bien, Kevin todav?a tuvo que ir con Hal cuando el m?dico vino. Tuvo que sentarse en el despacho del m?dico mientras dirig?a unas luces a los ojos de Kevin y hac?a preguntas sobre una enfermedad de la que era evidente que ?l no ten?a m?s idea de la que Kevin ten?a sobre lo que estaba pasando. —El director quer?a vernos cuando yo estuviera seguro de que t? estabas bien —dijo—. ?Te sientes en condiciones de ir andando hasta su despacho, o le pedimos que venga hasta aqu?? —Puedo andar —dijo Kevin—. Estoy bien. —Si t? lo dices —dijo Hal. Se dirigieron al despacho del director, y Kevin casi ni se sorprendi? de encontrar all? a su madre. Evidentemente la hab?an llamado por una emergencia m?dica, evidentemente estar?a all? si ?l se desplomaba, pero eso no era bueno, no cuando se supon?a que deb?a estar en el trabajo. —Kevin, ?est?s bien? —le pregunt? su madre en cuanto lleg?, dirigi?ndose hacia ?l y envolvi?ndolo en un abrazo—. ?Qu? pas?? —Estoy bien, mam? —dijo Kevin. —Sra. McKenzie, estoy seguro de que no la hubi?ramos llamado si no fuera grave —dijo el director—. Kevin se desplom?. —Ahora estoy bien —insisti? Kevin. Pero parec?a que, por muchas veces que lo dijera, no cambiaba nada. —Adem?s —dijo el director—, parece ser que estaba bastante confundido cuando volvi? en s?. Hablaba de… bueno, de otros planetas. —Planetas —repiti? la madre de Kevin. Lo dijo con una voz mon?tona. —La Srta. Kapinski dice que alter? un poco su clase cuando lo hizo —dijo el director. Suspir?—. No s? si tal vez ser?a mejor que Kevin se quedara en casa una tiempo. Lo dijo sin mirar a Kevin. All? se estaba tomando una decisi?n y, aunque Kevin era el centro de la misma, quedaba claro que en realidad ?l no ten?a ni voz ni voto. —Yo no quiero perder escuela —dijo Kevin, mirando a su madre. Seguramente ella tampoco querr?a que lo hiciera. —Creo que lo que tenemos que preguntarnos —dijo el director— es si, en este punto, la escuela es realmente lo mejor que puede hacer Kevin con el tiempo que le queda. Probablemente, la intenci?n era decirlo de una forma amable pero lo ?nico que consigui? fue recordarle a Kevin lo que hab?a dicho el m?dico. Seis meses de vida. No parec?a el tiempo suficiente para nada, y mucho menos para tener una vida. Seis meses que valen segundos, cada uno de los cuales pasa a un ritmo regular que coincid?a con la cuenta atr?s dentro de su cabeza. —?Me est? diciendo que no tiene sentido que mi hijo est? en la escuela porque de todas formas pronto estar? muerto? —dijo bruscamente su madre—. ?Eso es lo que me est? diciendo? —No, claro que no —dijo el director a toda prisa, levantando las manos para calmarla. —Eso es lo que parece que est? diciendo —dijo la madre de Kevin—. Parece que pierda los papeles con la enfermedad de mi hijo tanto como los chicos que hay aqu?. —Lo que estoy diciendo es que va a ser dif?cil ense?ar a Kevin a medida que esto empeore —dijo el director—. Lo intentaremos, pero… ?no prefieres aprovechar al m?ximo el tiempo que te queda? Lo dijo en un tono amable que consigui? llegar directo al coraz?n de Kevin. Estaba diciendo exactamente lo que su madre hab?a pensado, pero en palabras m?s amables. Lo peor era que ten?a raz?n. Kevin no iba a vivir el tiempo suficiente para ir a la facultad, o tener un trabajo, o hacer cualquier cosa para la que necesitara que la escuela lo preparase, as? que ?por qu? molestarse en estar ah?? —No pasa nada, mam? —dijo, alargando la mano para tocarle el brazo. Aquella pareci? ser una raz?n suficiente para convencer a su madre y eso le hizo ver a Kevin lo grave que era todo esto. En cualquier otra ocasi?n, hubiera esperado que su madre discutiera. Ahora parec?a que le hab?an succionado las ganas de discutir. Salieron a buscar el coche en silencio. Kevin se gir? para mirar la escuela. Le golpe? el pensamiento de que probablemente no volver?a. Ni tan solo hab?a tenido la oportunidad de despedirse. —Siento que te llamaran al trabajo —dijo Kevin cuando se sentaron en el coche. Notaba la tensi?n que hab?a. Su madre no encendi? el motor, simplemente se qued? sentada. —No es solo eso —dijo ella—. Solo es que… cada vez era m?s f?cil fingir que no pasaba nada. —Parec?a muy triste, profundamente dolida. Kevin se hab?a acostumbrado a la expresi?n que significaba que estaba intentando no llorar. Pero no lo estaba logrando. —?De verdad que est?s bien, Kevin? —pregunt?, incluso entonces, era ?l el que la abrazaba a ella, tan fuerte como pod?a. —Yo… ojal? no tuviera que dejar la escuela —dijo Kevin. Nunca hubiera pensado que se escuchar?a a s? mismo decir eso. Nunca hubiera pensado que escuchar?a a alguien decir eso. —Podemos volver a entrar —dijo su madre—. Podr?a decirle al director que voy a traerte aqu? ma?ana, y despu?s cada d?a, hasta… Rompi? a llorar. —Hasta que la cosa est? muy mal —dijo Kevin. Cerr? los ojos con fuerza—. Mam?, creo que quiz?s ya est? muy mal. La oy? golpear el salpicadero, el golpe seco reson? por todo el coche. —Lo s? —dijo ella—. Lo s? y lo odio. Odio esta enfermedad que me est? arrebatando a mi hijito. Volvi? a llorar durante un ratito. A pesar de sus intentos por mantenerse fuerte, Kevin tambi?n lo hizo. Pareci? que pas? mucho rato antes de que su madre estuviera lo suficientemente tranquila para decir algo m?s. —?Dijeron que viste… planetas, Kevin? —pregunt?. —Los vi —dijo Kevin. ?C?mo pod?a explicar c?mo era? ?Lo real que era? Su madre lo recorri? con la mirada y ahora Kevin ten?a la sensaci?n de que estaba luchando para decir las palabras adecuadas. Luchando para ser reconfortante, firme y tranquila, todo a la vez—. Tu ves que esto no es real, ?verdad, cari?o? Es solo… es solo la enfermedad. Kevin sab?a que deb?a comprenderlo, pero… —Esta no es la sensaci?n que tengo —dijo Kevin. —Ya lo s? —dijo su madre—. Y lo odio, pues me recuerda que mi hijito se est? apagando. Me gustar?a hacer que todo esto desapareciera. Kevin no sab?a qu? decir a eso. ?l tambi?n deseaba que desapareciera. —Pero parece real —dijo Kevin, a?n as?. Su madre se qued? callada durante un buen rato. Cuando por fin habl?, su voz ten?a el tono fr?gil e ?ntegro que lleg? justo con el diagn?stico, pero que ahora ya era de sobra conocido. —Tal vez… tal vez haya llegado el momento de que te vea esa psic?loga. CAP?TULO TRES El despacho de la Dra. Linda Yalestrom no ten?a ni de cerca el aspecto cl?nico de todos los dem?s en los que Kevin hab?a estado ?ltimamente. En primer lugar, era su casa, en Berkeley, tan cerca de la universidad que esta parec?a confirmar sus credenciales con tanta certeza como los certificados que estaban cuidadosamente enmarcados en la pared. El resto ten?a el aspecto del tipo de despacho en casa que Kevin imaginaba por la televisi?n, con accesorios indefinidos que evidentemente hab?an sido desterrados aqu? despu?s de alguna mudanza anterior, un escritorio donde se hab?an amontonado trastos del resto de la casa y unas cuantas plantas en macetas que parec?an aguardar su momento, preparadas para tomar el testigo. A Kevin le gustaba la Dra. Yalestrom. Era una mujer de unos cincuenta a?os, bajita y con el pelo oscuro, cuya ropa alegremente estampada no pod?a estar m?s lejos de las batas m?dicas. Kevin pens? que podr?a hacerlo a prop?sito, si pasaba mucho tiempo trabajando con personas que ya hab?an recibido las peores noticias posibles de los m?dicos. —Ven a sentarte, Kevin —dijo con una sonrisa, se?alando hacia un amplio div?n rojo que estaba muy gastado tras a?os de gente sent?ndose en ?l—. Sra. McKenzie, ?por qu? no nos deja un rato? Quiero que Kevin sienta que puede decir todo lo que necesita decir. Mi ayudante le traer? caf?. Su madre asinti?. —Estar? aqu? fuera. Kevin fue a sentarse al sof?, que result? ser tan c?modo como parec?a. Mir? las fotograf?as de excursiones para ir a pescar y vacaciones que hab?a por toda la habitaci?n. Le llev? un rato darse cuenta de algo importante. —Usted no sale en ninguna de las fotos que hay aqu? —dijo. La Dra. Yalestrom sonri? al o?rlo. —La mayor?a de mis clientes nunca se fijan. La verdad es que muchos de ellos son lugares a los que siempre quise ir, o lugares que o? que eran interesantes. Las puse porque los jovencitos como t? pasan mucho tiempo mirando la habitaci?n, sin hacer otra cosa que hablar conmigo e imagino que al menos deber?ais tener algo a lo que mirar. A Kevin le pareci? que era hacer un poco de trampa. —Si trabaja mucho con gente que se est? muriendo —dijo—, ?por qu? tiene fotos de lugares a los que siempre quiso ir? ?Por qu? dejarlo para m?s adelante, cuando usted ha visto que…? —?Cuando he visto lo r?pido que todo puede acabar? —pregunt? la Dra. Yalestrom, dulcemente. Kevin asinti?. —Tal vez a causa de la maravillosa habilidad humana de saberlo y, aun as?, procrastinar. O tal vez s? que he estado en algunos de estos lugares, y la raz?n por la que no estoy en las fotos solo es que creo que con una en la que yo mire fijamente a la gente hay m?s que suficiente. Kevin no estaba seguro de si esas eran buenas razones o no. De alg?n modo, no parec?an suficientes. —?T? d?nde ir?as, Kevin? —pregunt? la Dra. Yalestrom—. ?D?nde ir?as si pudieses ir a cualquier lugar? —No lo s? —respondi? ?l. —Bueno, pi?nsalo. No tienes que dec?rmelo ahora mismo. Kevin neg? con la cabeza. Era raro hablar as? con un adulto. Normalmente, cuando tienes trece a?os, las conversaciones se reducen a preguntas y ?rdenes. Con la posible excepci?n de su mam?, que igualmente estaba en el trabajo buena parte del tiempo, a los adultos realmente no les interesaba lo que alguien de su edad ten?a que decir. —No lo s? —repiti?—. O sea, realmente nunca pens? que podr?a ir a alg?n sitio. —Intentaba pensar en lugares a los que le gustar?a ir, pero era dif?cil que se le ocurriera alg?n lugar, especialmente ahora que solo le quedaban unos cuantos meses para hacerlo—. Siento que, piense en el lugar que piense, ?qu? sentido tiene? Muy pronto estar? muerto. —?Cu?l crees que es el sentido? —pregunt? la Dra. Yalestrom. Kevin hizo todo lo posible por pensar en una raz?n. —Creo que… ?por qu? muy pronto no es lo mismo que ahora? La psic?loga asinti?. —Creo que esta es una buena manera de decirlo. Entonces, ?hay algo que te gustar?a hacer muy pronto, Kevin? Kevin lo pens?. —Supongo… supongo que deber?a decirle a Luna lo que est? pasando. —?Y qui?n es Luna? —Es mi amiga —dijo Kevin—. Ya no vamos al mismo colegio, o sea que no me ha visto desmayarme ni nada, y hace d?as que no la llamo, pero… —Pero deber?as dec?rselo —dijo la Dra. Yalestrom—. No es sano rechazar a tus amigos cuando las cosas no van bien, Kevin. Ni tan solo para protegerlos. Kevin se trag? una negaci?n, pues eso era m?s o menos lo que ?l estaba haciendo. No quer?a causar dolor a Luna con esto, no quer?a hacerle da?o con las noticias de lo que iba a suceder. Esta era en parte la raz?n por la que no la hab?a llamado en tanto tiempo. —?Qu? m?s? —dijo la Dra. Yalestrom—. Vamos a probar otra vez con los lugares. Si pudieras ir a cualquier lugar, ?ad?nde ir?as? Kevin intent? escoger entre todos los lugares que hab?a en la habitaci?n, pero lo cierto era que solo hab?a un paisaje que continuaba apareciendo en su cabeza, con unos colores que una c?mara normal no pod?a capturar. —Sonar?a est?pido. —No hay nada malo en sonar est?pido —le asegur? la Dra. Yalestrom—. Te contar? un secreto. La gente a menudo piensa que todo el mundo menos ellos son especiales. Piensan que las otras personas deben ser m?s inteligentes, o m?s valientes, o mejores, porque solo ellos pueden ver las partes de ellos mismos que no son esas cosas. Les preocupa que todos los dem?s digan lo correcto y que ellos parezcan est?pidos. Pero no es cierto. Aun as?, Kevin se qued? all? sentado durante unos segundos, examinando el tapizado del div?n en detalle. —Yo… yo veo lugares. Un lugar. Creo que esta es la raz?n por la que tuve que venir aqu?. La Dra. Yalestrom sonri?. —Est?s aqu? porque una enfermedad como la tuya puede crear un mont?n de efectos raros, Kevin. Yo estoy aqu? para ayudarte a hacerles frente, sin que dominen tu vida. ?Te gustar?a hablarme m?s de las cosas que ves? De nuevo, Kevin examin? detalladamente el div?n, memorizando su relieve y sac? una pelusa diminuta que sobresal?a del resto. La Dra. Yalestrom estaba callada mientras lo hac?a; con el tipo de silencio que parec?a que le estaba succionando las palabras, proporcion?ndoles un espacio en el que caer. —Veo un lugar en que nada es como aqu?. Los colores son falsos, las plantas son diferentes —dijo Kevin—. Lo veo destrozado… por lo menos, eso creo. Hay fuego y calor, un destello brillante. Hay una serie de n?meros. Y hay algo que parece una cuenta atr?s. —?Por qu? parece una cuenta atr?s? —pregunt? la Dra. Yalestrom. Kevin se encogi? de hombros. —No estoy seguro. ?Porque los latidos cada vez est?n m?s cerca, supongo? La psic?loga asinti? y, a continuaci?n, se dirigi? al escritorio. Volvi? con papel y l?pices. —?C?mo se te da el arte? —pregunt?—. No, no respondas a eso. No importa si es una gran obra de arte o no. Solo quiero que intentes dibujar lo que ves, para que pueda hacerme una idea de c?mo es. No le prestes mucha atenci?n, solo dibuja. ?Puedes hacer eso por m?, Kevin? Kevin se encogi? de hombros. —Lo intentar?. Cogi? los l?pices y el papel e intent? traer a la mente el paisaje que hab?a visto, intentando recordar cada detalle del mismo. Era dif?cil hacerlo, pues aunque los n?meros permanec?an en su cabeza, parec?a que ten?a que sumergirse en lo profundo de s? mismo para arrancar las im?genes. Estaban bajo la superficie y, para llegar hasta ellas, Kevin ten?a que meterse en s? mismo, concentr?ndose solo en eso, dejando que el l?piz fluyera sobre el papel casi de forma autom?tica… —Bien, Kevin —dijo, quit?ndole el bloc de notas antes de que Kevin pudiera ver bien lo que hab?a dibujado—. Vamos a ver lo que has… Kevin vio la mirada de sorpresa que le atraves? la cara, tan breve que casi no estuvo all?. Pero que s? que lo estuvo y Kevin tuvo que preguntarse lo que costar?a sorprender a alguien que o?a historias de gente que se estaba muriendo cada d?a. —?Qu? pasa? —pregunt? Kevin—. ?Qu? dibuj?? —?No lo sabes? —pregunt? la Dra. Yalestrom. —Intent? no pensar demasiado —dijo Kevin—. ?Hice algo malo? La Dra. Yalestrom dijo que no con la cabeza. —No, Kevin, no hiciste nada malo. Sujet? en alto el dibujo de Kevin. —?Te gustar?a echarle un vistazo a lo que hiciste? Tal vez te ayudar? a entender cosas. Lo sujetaba doblado, solo con las puntas de sus dedos, como si no quisiera tocarlo m?s de lo necesario. Eso hizo que Kevin se preocupara un poquito. ?Qu? podr?a haber dibujado que hac?a que un adulto reaccionara as?? Lo cogi? y lo desdobl?. All? hab?a el dibujo de una nave espacial, probablemente dibujo no era la palabra correcta para esto. Se parec?a m?s a un cianotipo, completo con todos los detalles, que parec?a imposible en el tiempo que Kevin tuvo para dibujar. Nunca antes lo hab?a visto, pero aqu? estaba, sobre la p?gina, con un aspecto gigante y plano, como una ciudad encaramada sobre un disco. A su alrededor hab?a discos m?s peque?os, como abejas obreras alrededor de una reina. El detalle daba a entender que hab?a algo meticuloso, casi cl?nico, en el modo en que estaba dibujado, pero hab?a algo m?s. Hab?a algo en su geometr?a que simplemente no estaba… bien, de alg?n modo, pues parec?a tener unas profundidades y unos ?ngulos que no deber?an ser posibles de capturar en un esbozo como este. —Pero esto… —Kevin no sab?a qu? decir. ?Esto no demostraba lo que estaba sucediendo? ?Alguien pensaba que ?l podr?a haberse inventado algo as?? Al parecer, la Dra. Yalestrom no estaba convencida. Cogi? de nuevo el dibujo y lo dobl? con cuidado como si no quisiera tener que mirarlo. Kevin sospechaba que su rareza era demasiado para ella. —Pienso que es importante que hablemos de las cosas que ves —dijo—. ?Crees que esas cosas son reales? Kevin dud?. —No… estoy seguro. Parecen reales, pero ahora mucha gente me ha dicho que no pueden serlo. —Tiene sentido —dijo la Dra. Yalestrom—. Lo que sientes es muy com?n. —?Ah, s?? —Lo que ?l estaba experimentando no parec?a en absoluto nada com?n—. Pensaba que mi enfermedad era rara. La Dra. Yalestrom se dirigi? hacia su escritorio y meti? el dibujo de Kevin dentro de un archivo. Cogi? una tableta y empez? a escribir notas. —?Es importante que otras personas no experimenten lo que t? est?s experimentando, Kevin? —No, no es eso —dijo Kevin—. Es solo que el Dr. Markham dijo que esta enfermedad solo afecta a unas pocas personas. —Eso es cierto —le dio la raz?n la Dra. Yalestrom—. Pero yo visito a mucha gente que sufre alucinaciones de alg?n tipo por otras razones. —Piensa que me estoy volviendo loco —supuso Kevin. Todos los dem?s parec?an pensarlo. Incluso su mam?, presuntamente, pues ella hab?a sido la que lo hab?a tra?do aqu? despu?s de que empezara a hablar de ellas. Pero a ?l no le parec?a para nada que se estuviera volviendo loco. —Esa no es una palabra que me guste usar aqu? —dijo la Dra. Yalestrom—. Creo que, a menudo, el comportamiento que etiquetamos como loco existe por una buena raz?n. Lo que sucede es que, a menudo, esas razones solo tienen sentido para la persona afectada. La gente har? cosas para protegerse a s? misma de situaciones que son demasiado dif?ciles de manejar, que parecen… ins?litas. —?Piensa que es eso lo que estoy haciendo con esas visiones? —pregunt? Kevin. Neg? con la cabeza—. Son reales. No me las invento. —?Puedo decirte lo que pienso, Kevin? Creo que una parte de ti podr?a estar apegado a esas “visiones” porque te ayuda a pensar que tu enfermedad podr?a estar sucediendo por alguna especie de bien mayor. Creo que tal vez estas “visiones” realmente son t? intentando encontrarle el sentido a tu enfermedad. Las im?genes que hay en ellas… hay un lugar raro que no es como el mundo normal. ?Eso podr?a representar el modo en el que han cambiado las cosas? —Supongo —dijo Kevin. No estaba convencido. Las cosas que hab?a visto no iban de un mundo en el que ?l no ten?a su enfermedad. Iban de un lugar que no comprend?a en absoluto. —Pero tienes la sensaci?n de una fatalidad inminente con fuego y luz —dijo la Dra. Yalestrom—. La sensaci?n de que las cosas llegan a su fin. Incluso tienes una cuenta atr?s, que incluye n?meros. Los n?meros no eran parte de la cuenta atr?s; solo era el ritmo lento, que poco a poco era m?s r?pido. Kevin sospechaba que ahora no iba a convencerla de eso. Cuando los adultos hab?an decidido cu?l era la verdad sobre algo, ?l no iba a poder hacerles cambiar de opini?n. —Entonces, ?qu? puedo hacer? —pregunt? Kevin—. Si usted piensa que no son reales, ?yo no deber?a querer deshacerme de ellas? —?Y t? quieres deshacerte de ellas? —pregunt? la Dra. Yalestrom. Kevin se lo pens?. —No lo s?. Pienso que podr?an ser importantes, pero yo no las ped?. —Del mismo modo que no pediste que te diagnosticaran una enfermedad degenerativa del cerebro —dijo la Dra. Yalestrom—. Quiz?s esas dos cosas est?n relacionadas, Kevin. Kevin ya hab?a pensado que sus visiones estaban relacionadas con la enfermedad de alguna manera. Que tal vez su cerebro hab?a cambiado lo suficiente para ser receptivo a esas visiones. Sin embargo, no cre?a que eso fuera lo que quer?a decir la psiquiatra. —Entonces ?qu? puedo hacer? —pregunt? de nuevo Kevin. —Existen cosas que puedes hacer, no para que se vayan, pero al menos para poder sobrellevarlas. —?Como que? —pregunt? Kevin. Deb?a confesar que tuvo un momento de esperanza al pensarlo. No quer?a que todo esto diera vueltas y m?s vueltas en su cabeza. ?l no hab?a pedido ser el que recibiera mensajes que nadie m?s entend?a, y que eso le hiciera parecer loco cuando hablaba de ellas. —Puedes intentar buscar cosas que te distraigan de las alucinaciones cuando vengan —dijo la Dra. Yalestrom—. Puedes intentar recordarte a ti mismo que eso no es real. Si tienes dudas, busca maneras de comprobarlo. Tal vez preguntarle a alguien si ve lo mismo. Recuerda, no hay ning?n problema con ver lo que veas, pero c?mo reacciones a eso depende de ti. Kevin supon?a que podr?a recordarlo todo. Aun as?, no hizo nada para acallar el d?bil latido de la cuenta atr?s, que tamboreaba de fondo, un poco m?s r?pido cada vez. —Y pienso que tienes que cont?rselo a la gente que no lo sabe —dijo la Dra. Yalestrom—. No es justo que no los tengas informados de esto. Ten?a raz?n. Y hab?a una persona a quien deb?a hac?rselo saber m?s que a nadie. Luna. CAP?TULO CUATRO —Entonces —dijo Luna, mientras Kevin y ella se abr?an camino por una de las rutas del ?rea recreativa de Lafayette Reservoir, esquivando a los turistas y a las familias que estaban disfrutando del d?a—, ?por qu? me has estado evitando? Sin duda Luna iba a ir directo al grano. Era una de las cosas que a Kevin le gustaban de ella. A ella no le gustaba gustarle a ?l. La gente siempre parec?a darlo por sentado. Pensaban que porque era guapa, y rubia, y probablemente material de animadora, si no fuera porque ella pensaba que todo eso era est?pido, que evidentemente eran novios. Daban por sentado que as? era c?mo funcionaba el mundo. No estaban juntos. Luna era, desde luego, su mejor amiga. La persona con la que pasaba m?s tiempo, fuera de la escuela. Probablemente la ?nica persona en el mundo con la que pod?a hablar de absolutamente cualquier cosa. Excepto, mira por d?nde, esto. —Yo no he… —Kevin se fue apagando ante la mirada fija de Luna. A ella se le daban bien las miradas. Kevin sospechaba que probablemente practicaba. Hab?a visto a todo el mundo desde abusones hasta propietarios de tiendas maleducados echarse atr?s por no mantenerle m?s la mirada. Ante aquella mirada fija, era imposible mentirle—. De acuerdo, s?, pero es dif?cil, Luna. Tengo algo… bueno, algo que no s? c?mo contarte. —Oye, no seas tonto —dijo Luna. Se encontr? una lata de refresco abandonada y la iba chutando por el camino, pas?ndosela de un pie a otro con la habilidad que proporciona hacerlo muy a menudo—. Quiero decir, ?tan malo es? ?Vas a mudarte? ?Vas a cambiar de escuela otra vez? Tal vez not? algo en su gesto, pues se qued? callada durante unos segundos. Ese silencio ten?a algo de fr?gil, como si los dos anduvieran de puntillas para no romperlo. Aun as?, ten?an que hacerlo. No pod?an seguir andando as? para siempre. —?Entonces es malo? —dijo, mandando la lata a una papelera con un ?ltimo golpe con el pie. Kevin asinti?. Malo era una buena palabra para ello. —?C?mo de malo? —Malo —dijo ?l—. ?El embalse? El embalse era el lugar al que iban los dos cuando quer?an sentarse y hablar de cosas. Hab?an hablado de que a Billy Hames le gustaba Luna cuando ten?an nueve a?os y de que el gato de Kevin, Tiger, se estaba muriendo cuando ten?an diez. Nada de esto parec?a una buena preparaci?n para lo de ahora. ?l no era un gato. Se dirigieron hacia el borde del agua y miraron hacia los ?rboles del otro extremo, a la gente con sus canoas y sus botes a pedales en el embalse. Comparado con alguno de los sitios a los que iban, este era bonito. La gente daba por sentado que Kevin era el chico del lugar malo de la ciudad que llevaba por el mal camino a Luna, pero era ella la que ten?a facilidad para saltar vallas y escalar por edificios abandonados, dejando a Kevin que la siguiera si pod?a. Aqu?, no hab?a nada de eso, solo agua y ?rboles. —?Qu? pasa? —pregunt? Luna. Se quit? de una patada los zapatos y dej? los pies colgando dentro del agua. A Kevin no le apetec?a hacer lo mismo. Ahora mismo, deseaba correr, esconderse. Cualquier cosa para no tener que decirle la verdad. Le daba la sensaci?n de que, cuanto m?s tiempo pudiera evitar decirle la verdad, m?s tiempo no ser?a realmente real. —?Kevin? —dijo Luna—. Ahora me est?s preocupando. Mira, si no me dices qu? es, voy a llamar a tu mam? y lo voy a saber de esta manera. —No, no hagas eso —dijo Kevin r?pidamente—. No estoy seguro de que… mam? lo est? llevando bien. Luna parec?a cada vez m?s preocupada. —?Qu? pasa? ?Est? enferma? ?Est?s enfermo t?? Kevin asinti? a lo ?ltimo. —Yo estoy enfermo —dijo. Puso la mano sobre el hombro de Luna—. Tengo una cosa que se llama leucodistrofia. Me estoy muriendo, Luna. Sab?a que lo hab?a dicho demasiado r?pidamente. Algo as? deber?a tener toda una preparaci?n, un pre?mbulo adecuado, pero sinceramente, esa era la parte importante. Ella lo mir? fijamente, diciendo que no con la cabeza con evidente incredulidad. —No, no puede ser, eso es… Entonces ella lo abraz?, tan fuerte que Kevin apenas pod?a respirar. —Dime que es una broma, dime que no es verdad. —Ya me gustar?a que no lo fuera —dijo Kevin. Ahora mismo, no hab?a nada que deseara m?s que eso. Luna se apart? y Kevin vio que hac?a un gesto fuerte en un esfuerzo por no llorar. Normalmente, a Luna se le daba bien no llorar por las cosas. Sin embargo, ahora, ?l ve?a que ahora estaba haciendo un gran esfuerzo. —Esto… ?cu?nto tiempo? —pregunt? ella. —Dijeron que quiz?s seis meses —dijo Kevin. —Y eso ya fue hace d?as, o sea que ahora es menos —replic? Luna—. Y has tenido que enfrentarte a esto t? solo, y… —Se fue apagando hasta quedar en silencio cuando toda su gravedad la golpe?. Kevin ve?a que miraba a la gente que hab?a en el embalse, los observaba con sus peque?as barcas y sus incursiones r?pidas dentro del agua. Parec?an muy felices all?. Los miraba fijamente como si fueran ellos la parte que no pod?a creer, no la enfermedad. —No parece justo —dijo—. Toda esta gente, siguiendo como si el mundo fuera lo mismo, continuando con la diversi?n mientras t? te est?s muriendo. Kevin sonri? con tristeza. —?Y qu? se supone que tenemos que hacer? ?Decirles a todos que dejen de divertirse? Se dio cuenta del peligro de decirlo un poco demasiado tarde cuando Luna se puso de pie de un salto y, con las manos ahuecadas alrededor de la boca, grit? todo lo fuerte que pudo. —?Eh, todos vosotros, ten?is que parar! ?Mi amigo se est? muriendo y os exijo que dej?is de divertiros inmediatamente! Un par de personas echaron un vistazo, pero nadie se detuvo. Kevin sospechaba que no se trataba de eso. Luna se qued? quieta durante varios segundos y, esta vez, fue ?l el que la abraz?, sujet?ndola mientras lloraba. Era rareza suficiente que el mismo significado de la sorpresa mantuviera all? a Kevin. Que Luna gritara a la gente, que se comportara de un modo que nunca se esperar?a de ella, era normal. Que Luna se derrumbara no lo era. —?Est?s mejor? —le dijo ?l despu?s de un rato—. Ella neg? con la cabeza. —La verdad es que no. ?Y t?? —Bueno, est? bien saber que hay alguien que parar?a el mundo por m? —dijo ?l—. ?Sabes la peor parte? Luna consigui? sonre?r de nuevo. —?No saber escribir lo que te est? matando? Kevin no pudo hacer otra cosa que devolverle la sonrisa. Sin duda Luna sab?a que ?l necesitaba que fuera la de siempre, la que le tomaba el pelo. —S? que s?, practiqu?. Lo peor es que esto significa que nadie me cree cuando les digo que he visto cosas. Dicen que todo es solo por la enfermedad. Luna inclin? la cabeza hacia un lado. —?Qu? tipo de cosas? Kevin le habl? de los extra?os paisajes que hab?a visto, del fuego arras?ndolos, de la sensaci?n de cuenta atr?s. —Eso… —empez? Luna cuando ?l termin?. Pero parec?a que no sab?a c?mo acabar. —Ya s?, es una locura, estoy loco —dijo Kevin. Ni tan solo Luna le cre?a. —No me has dejado acabar —dijo Luna, tomando aire—. Eso… mola mucho. —?Mola? —repiti? Kevin. Esa no era la respuesta que esperaba, ni tan solo de ella—. Todos los dem?s piensan que estoy loco, o que se me est? derritiendo el cerebro, o algo as?. —Todos los dem?s son imb?ciles —declar? Luna, aunque, para ser justos, ese parec?a ser una configuraci?n suya por defecto para la vida. Seg?n ella, todo el mundo era imb?cil hasta que se demostrara lo contrario. —O sea, ?que me crees? —dijo Kevin. Incluso ni ?l estaba ya completamente seguro, despu?s de todo lo que la gente le hab?a dicho. Luna lo cogi? por los hombros, mir?ndolo directamente a los ojos. Si fuera otra chica, Kevin podr?a haber pensado que estaba a punto de darle un beso. Pero con Luna, no. —Si t? me dices que estas visiones son reales, entonces son reales. Yo te creo. Y poder ver mundos extraterrestres est? claro que mola. Kevin abri? un poco m?s los ojos al o?r eso. —?Por qu? piensas que es un mundo extraterrestre? Luna dio un paso atr?s y encogi? los hombros. —?Qu? otra cosa va a ser? Cuando se lo pregunt?, Kevin tuvo la sensaci?n de que estaba tan at?nita con todo esto como lo estaba ?l. Solo que a ella se le daba mejor ocultarlo. —Quiz?s … —supuso ella— …?quiz?s todo esto ha cambiado tu cerebro, de manera que ahora tiene l?nea directa con un lugar extraterrestre? Si Luna alguna vez consegu?a alg?n superpoder, probablemente ser?a la habilidad de sacar grandes conclusiones r?pidamente de un solo solo salto. A Kevin le gustaba eso de ella, especialmente cuando eso significaba que ella era la ?nica persona que podr?a creerlo, pero aun as?, daba la sensaci?n de que era mucho, para decidirlo tan r?pidamente. —Sabes que suena a locura, ?verdad? —dijo ?l. —No es m?s locura que la idea que el mundo me va a arrebatar a mi amigo sin ninguna buena raz?n —replic? Luna, con los pu?os apretados de una manera que daba a entender que discutir?a gustosamente sobre el tema. O tal vez los apretaba por el esfuerzo de no volver a llorar. Luna era propensa a enfadarse, o a hacer bromas, o a hacer locuras en lugar de estar molesta. Ahora mismo, Kevin no pod?a culparla. Observ? c?mo bajaba de cualquier estado cercano al lloro en el que estuviera, qued?ndose poco a poco sin energ?a y forzando una sonrisa a cambio. —O sea, una enfermedad terrible, visiones molonas de mundos extraterrestres… ?hay algo m?s que no me hayas contado? —Solo los n?meros —dijo Kevin. Luna lo mir? evidentemente enojada. —?No pillas que aqu? se supon?a que no ten?as que decir que s?? —Quer?a cont?rtelo todo —dijo Kevin, aunque imaginaba que ahora probablemente era un poco tarde—. Lo siento. —Vale —dijo Luna. De nuevo, Kevin tuvo la sensaci?n de que se estaba esforzando por procesarlo todo—. ?Los n?meros? —Tambi?n los veo —dijo Kevin. Los repet?a de memoria—. 23h 06m 29,283s, -05? 02’ 28,59 —Vale —dijo Luna. Frunci? los labios—. Me pregunto qu? querr?n decir. Parec?a no ocurr?rsele que no podr?an no significar nada. A Kevin le encantaba eso de ella. Sac? su tel?fono. —No puede ser para una matr?cula y ser?a raro como contrase?a. ?Qu? m?s? Kevin no hab?a pensado en ello, al menos no con la franqueza con la que Luna parec?a estar poniendo en pr?ctica con el problema. —?Tal vez como n?mero de un art?culo, un n?mero de serie? —sugiri? Kevin. —Pero hay horas y minutos —dijo Luna. Parec?a estar profundamente atrapada en el problema de lo que podr?a significar—. ?Qu? m?s? —?Tal vez una hora de entrega y una ubicaci?n? —sugiri? Kevin—. Esas segundas partes parecen ser coordenadas. —No parece muy adecuado como referencia de un mapa —dijo Luna—. A lo mejor si lo busco en Google… oh, guay. —?Qu?? —pregunt? Kevin. Una mirada a la cara de Luna le dej? claro que hab?an dado en el clavo. —Cuando escribes esa serie de n?meros en un buscador, solo encuentras resultados sobre una cosa —dijo Luna. Hizo que sonara muy seguro. Gir? su tel?fono para mostr?rselo, con las p?ginas colocadas en una clara fila—. El sistema estelar Trappist 1. Kevin sent?a que su emoci?n crec?a. A?n m?s, notaba que crec?a su esperanza. Esperanza de que esto realmente podr?a significar algo y que no era solo su enfermedad, a pesar de lo que dijeran. Esperanza de que realmente podr?a ser verdad. —Pero ?por qu? iba a ver esos n?meros? —pregunt? ?l. —?Tal vez porque se cree que el sistema Trappist es uno de los que tienen la posibilidad de albergar vida? —dijo Luna—. Por lo que dice aqu?, all? hay varios planetas en lo que se piensa que es una zona habitable. Lo dijo como si fuera la cosa m?s evidente del mundo. La idea de que unos planetas podr?an tener vida parec?a demasiada coincidencia cuando Kevin, en efecto, hab?a visto esa vida. O, por lo menos, hab?a visto una vida extra?a. —Tienes que hablar de esto con alguien —declar? Luna—. T? eres… algo as? como la primera prueba de contacto extraterrestre. ?Qui?nes eran esa gente que buscaban extraterrestres, los cient?ficos? —?SETI? —dijo Kevin. —Esos son —dijo Luna—. ?No tienen la base en San Francisco, o San Jos?, o algo as?? Kevin no lo sab?a, pero cuanto m?s pensaba en ello, m?s le tiraba la idea. —Tienes que ir, Kevin —dijo Luna—. Por lo menos tienes que hablar con ellos. *** —No —dijo su madre, dejando su caf? con tanta firmeza que se derram?—. ?No, Kevin, de ninguna manera! —Pero mam?… —No voy a llevarte en coche hasta San Francisco para que molestes a una panda de chiflados —dijo su madre. Kevin sujet? su tel?fono en alto, mostrando la informaci?n sobe SETI que hab?a en ?l. —No est?n locos —dijo—. Son cient?ficos. —Los cient?ficos tambi?n pueden estar locos —dijo su madre—. Y toda esta idea… Kevin, ?no puedes aceptar sencillamente que est?s viendo cosas que no existen? Ese era el problema; lo m?s f?cil ser?a aceptarlo. Ser?a f?cil decirse a s? mismo que esto no era real, pero hab?a algo que daba vueltas por su cerebro y que le dec?a que ser?a muy mala idea hacerlo. La cuenta atr?s todav?a continuaba, y Kevin sospechaba que tendr?a que hablar con alguien que lo creyera antes de que esta llegara a su fin. —Mam?, los n?meros que te dije que ve?a… resultaron ser la posici?n de un sistema estelar. —Hay tantas estrellas por all? que estoy segura de que cualquier serie aleatoria de n?meros conectar?a con una de ellas —dijo su madre—. Pasar?a lo mismo con la masa de la estrella o… o, no s? lo suficiente sobre las estrellas para saber qu? m?s, pero algo ser?a. —Yo no quiero decir eso —dijo Kevin—. Quiero decir que era exactamente lo mismo. Luna introdujo los n?meros y el sistema Trappist 1 fue la primera cosa que sali?. De hecho, la ?nica cosa que sali?. —Tendr?a que haber imaginado que Luna estar?a metida —dijo su madre con un suspiro—. Me encanta esa chica, pero la pierde que tiene demasiada imaginaci?n. —Por favor, mam? —dijo Kevin—. Esto es real. Su madre estir? los brazos para ponerle las manos sobre los hombros. ?Cu?ndo hab?a empezado a tener que estirar los brazos para hacerlo? —No lo es, Kevin. La Dra. Yalestrom dijo que ten?as problemas para aceptar todo esto. Tienes que entender lo que est? pasando y yo tengo que ayudarte a aceptarlo. —S? que me estoy muriendo, mam? –dijo Kevin. No deber?a haberlo dicho as?, pues ya ve?a que a su madre le sal?an las l?grimas de los ojos. —?Ah, s?? Porque esto… —Encontrar? la manera de llegar hasta all? —prometi? Kevin—. Coger? un autob?s si hace falta. Coger? un tren hasta la ciudad y andar?. Por lo menos, tengo que hablar con ellos. —?Y que se r?an de ti? —Su madre se apart?, sin mirarlo—. ?Sabes que esto es lo que pasar?, verdad, Kevin? Estoy intentando protegerte. —Ya lo s? —dijo Kevin—. Y s? que seguramente se reir?n de m?, pero por lo menos tengo que intentarlo, mam?. Tengo la sensaci?n de que es realmente importante. Quer?a decir m?s, pero no estaba seguro de que eso ayudara ahora mismo. Su madre estaba callada del modo que daba a entender que estaba pensando y, ahora mismo, eso era lo mejor que Kevin pod?a esperar. Continu? pensando, dando toquecitos con la mano sobre la encimera de la cocina, marcando el tiempo mientras se decid?a. Kevin oy? suspirar a su madre. —Est? bien —dijo—. Lo har?. Te llevar?, pero solo porque sospecho que, si no lo hago, recibir? una llamada de la polic?a para decirme que mi hijo se ha desmayado en un autob?s en alg?n sitio. —Gracias, mam? —dijo Kevin, adelant?ndose para abrazarla. Sab?a que ella realmente no le cre?a, pero de alg?n modo, eso hac?a que la muestra de amor fuera a?n m?s impresionante. CAP?TULO CINCO Tardaron alrededor de una hora para ir en coche desde Walnut Creek hasta el Instituto SETI en Mountain View, pero a Kevin le pareci? toda una vida. No solo porque el tr?fico hasta la ciudad iba a paso de tortuga por el cierre de carreteras; cada momento era algo perdido cuando ?l pod?a estar all?, pod?a estar descubriendo lo que le pasaba. Ellos lo sabr?an, de eso estaba seguro. —Intenta no hacerte demasiadas ilusiones —le advirti? su madre, por lo que parec?a ser la vig?sima vez. Kevin sab?a que solo intentaba protegerle, pero aun as?, ?l no quer?a que su emoci?n disminuyera. Estaba seguro de que este ser?a el lugar en el que descubrir?a lo que estaba pasando. Ellos eran cient?ficos que estudiaban a los extraterrestres. ?No lo sabr?an todo con toda certeza? Sin embargo, cuando llegaron all?, el instituto no era lo que esperaba. El 189 de Bernardo Avenue parec?a m?s una galer?a de arte o parte de una universidad que el tipo de edificios de ultra alta tecnolog?a que la imaginaci?n de Kevin hab?a fabulado. Esperaba unos edificios que pareciera que podr?an ser del espacio exterior pero, en cambio, parec?an un poco las versiones caras del tipo de edificios que ten?a su escuela. Llegaron hasta all? y aparcaron delante de los edificios. Kevin respir? profundamente. Ya estaba. Entraron a un vest?bulo, donde una mujer los mir? sonriente, consiguiendo convertir eso en una pregunta incluso antes de hablar. —Hola, ?est?s seguro de que est?s en el lugar correcto? —Necesito hablar con alguien sobre se?ales alien?genas —dijo Kevin, antes de que su madre pudiera intentar explicarse. —Lo siento —dijo la mujer—. En realidad no hacemos visitas p?blicas. Kevin neg? con la cabeza. Sab?a que ten?a que hac?rselo entender. —No estoy aqu? por una visita —dijo—. Creo… creo que estoy recibiendo alg?n tipo de se?al alien?gena. La mujer no lo mir? con esa especie de sorpresa e incredulidad que la mayor?a de las otras personas podr?an tener, o incluso con la sorpresa que tuvo su madre cuando ?l salt? con eso. Esta era m?s una mirada de resignaci?n, como si tuviera que aguantar este tipo de cosas m?s a menudo de lo que le gustar?a. —Entiendo —dijo—. Por desgracia, a nosotros no nos corresponde hablar con la gente que viene de la calle. Si quieres enviarnos un mensaje a trav?s de nuestra direcci?n de correo electr?nico de contacto, estaremos encantados de tenerlo en cuenta, pero de momento… —Vamos, Kevin —dijo su madre—. Lo intentamos. Para su propia sorpresa, igual que para la de las dem?s, Kevin neg? con la cabeza—. No, no me voy a ir. —Kevin, tienes que hacerlo —dijo su madre. Kevin se sent?, justo en medio del vest?bulo. La moqueta no era muy c?moda, pero no le importaba. —No voy a ir a ning?n sitio hasta que hable de esto con alguien. —Espera, no puedes hacer eso —dijo la recepcionista. —No voy a ir a ning?n sitio —dijo Kevin. —Kevin… —empez? su madre. Kevin neg? con la cabeza. Sab?a que era infantil pero, tal y como lo ve?a ?l, ten?a trece a?os y se lo pod?a permitir. Adem?s, esto era importante. Si sal?a y se iba ahora, se hab?a terminado. No pod?a permitir que terminara. —Lev?ntate, o tendr? que llamar a seguridad —dijo la recepcionista. Se dirigi? hacia ?l y cogi? a Kevin fuerte por el brazo. Al instante, la madre de Kevin cambi? su atenci?n de ?l a la recepcionista, estrechando los ojos. —Qu?tele las manos de encima a mi hijo, ahora mismo. —Entonces haga que su hijo se levante y se marche antes de que tenga que hacer intervenir a la polic?a. La recepcionista lo solt? de todas formas, aunque eso podr?a haber tenido algo que ver con la mirada que le lanz? su madre. Kevin tuvo la sensaci?n de que, ahora que s? que hab?a una manera en que pudiera proteger a su hijo, su madre lo har?a, costara lo que costara. —No nos amenace con la polic?a. Kevin no est? haciendo ning?n da?o a nadie. —?Piensa que no tenemos chiflados aqu? con frecuencia? —?Pero Kevin no est? chiflado! —grit? su madre, a un volumen que normalmente reservaba para cuando Kevin hab?a hecho algo realmente malo. Los siguientes dos minutos incluyeron m?s discusiones de las que Kevin quer?a. Su madre le gritaba que se levantara. La recepcionista gritaba que llamar?a a seguridad. Se gritaban la una a la otra, pues la madre de Kevin decidi? que no quer?a que nadie amenazara a su hijo con seguridad, y la mujer parec?a dar por sentado que su madre podr?a mover a Kevin. Kevin estaba sentado en medio de todo aquello con una serenidad sorprendente. Esto lo hizo dormirse y, en esas profundidades, vio algo… La fr?a oscuridad del espacio lo rodeaba, las estrellas parpadeaban, la Tierra se ve?a tan diferente desde arriba que casi dej? a Kevin sin respiraci?n. Hab?a un objeto plateado flotando all? en el espacio, solo uno de los muchos objetos que colgaban en ?rbita. El lado estaba decorado con las palabras Pioneer 11… Despu?s estaba tumbado sobre el suelo del Instituto SETI, su madre lo ayudaba a levantarse, junto con la recepcionista. —?Est? bien? —pregunt? la recepcionista—. ?Quiere que llame a una ambulancia? —No, estoy bien —insisti? Kevin. Su madre neg? con la cabeza. —Sabemos lo que sucede. Mi hijo se est? muriendo. Todo esto… yo pens? que le ayudar?a a asimilar el hecho de que lo que estaba viendo no era real, que era su enfermedad. Visto as?, parec?a una traici?n, como si la madre de Kevin hubiera estado planeando todo el rato que sus sue?os se destrozaran. —Comprendo —dijo la recepcionista—. Vale, vamos a levantarte, Kevin. ?Os traigo algo a los dos? —Yo solo quiero hablar con alguien —dijo Kevin. La recepcionista se mordi? el labio y, a continuaci?n, asinti?. —Vale, ver? lo que puedo hacer. En un abrir y cerrar de ojos, toda su actitud parec?a haber cambiado. —Espera aqu?. Si?ntate. Voy a ver si hay alguien por aqu? que por lo menos pueda hablar contigo, tal vez ense?arte esto. Aunque en realidad no hay mucho que ver. Kevin se sent? con su madre. Quer?a contarle todo lo que acababa de ver, pero por su cara pod?a ver que solo le har?a da?o. En su lugar, esper? en silencio. Finalmente, apareci? una mujer. Ten?a treinta y pocos, iba vestida con un traje oscuro que daba a entender que ten?a el tipo de reuniones en las que la ropa m?s informal no funcionar?a. Hab?a algo en ella que dec?a que era intelectual –tal vez algo en la curiosidad con la que miraba a Kevin. Le ofreci? la mano a su madre y despu?s a Kevin. —Hola, Kevin —dijo—. Yo soy la Dra. Elise Levin. Soy la directora aqu? en el instituto. —?Usted es la responsable? —pregunt? Kevin, cada vez m?s esperanzado—. ?De todo lo de los extraterrestres? Ella sonri? divertida. —Creo que es una manera un poco fuerte de decirlo. Mucha investigaci?n sobre la vida extraterrestre se hace en otros lugares. La NASA proporciona datos, algunas universidades se involucran y nosotros a menudo tomamos tiempo prestado con los telescopios de otras personas donde podemos. Pero s?, yo soy la responsable de este instituto y de las cosas que pasan aqu?. —Entonces tengo que dec?rselo —dijo Kevin. Estaba hablando m?s r?pido de lo que quer?a, intentando sacar las palabras antes de que esta adulta tuviera tiempo para no creerle—. Est? sucediendo algo. S? lo extra?o que suena, pero he estado viendo cosas, hay una especie de cuenta atr?s… ?C?mo pod?a explicar la cuenta atr?s? No era como unos n?meros, hab?a un punto evidente que ?l pod?a decir que marcaba su final. Solo hab?a un d?bil latido que ven?a con la se?al de su cerebro, cada vez m?s constante, casi imperceptiblemente m?s r?pido mientras se abr?a camino hacia algo que Kevin no pod?a adivinar. —?Por qu? no me lo cuentas mientras echamos un vistazo por aqu?? —sugiri? la Dra. Levin—. Te ense?ar? algo de lo que hacemos aqu?. Llev? a Kevin y a su madre por los pasillos del instituto y, para ser sincero, Kevin hab?a pensado que ser?a m?s emocionante. Hab?a pensado que no parecer?a tanto un bloque de oficinas. —Pensaba que aqu? habr?a telescopios grandes, o laboratorios llenos de equipos para comprobar cosas en el espacio —dijo Kevin. La Dra. Levin encogi? los hombros. —Tenemos algunos laboratorios y, de vez en cuando, hacemos materiales de prueba, pero no tenemos ning?n telescopio. Pero estamos trabajando con Berkeley para construir un sistema dedicado a los radiotelescopios. —Entonces ?c?mo buscan extraterrestres? —dijo la madre de Kevin. Parec?a estar tan sorprendida por la falta de telescopios gigantes y equipamiento de escucha como lo estaba Kevin. —Trabajamos con otras personas —dijo la Dra. Levin—. Pedimos, o alquilamos, tiempo con los telescopios o los sistemas de sensores. Trabajamos con datos de la NASA. Les aportamos sugerencias sobre lugares en los que podr?an querer mirar, o tipos de datos que podr?an querer intentar reunir. Lo siento, no es tan emocionante como a veces piensa la gente. Por aqu?, venid conmigo. Se dirigi? a una oficina que, por lo menos, parec?a un poco m?s interesante que algunos de los otros lugares. Ten?a un par de ordenadores, un mont?n de p?sters relacionados con el sistema solar, unas cuantas revistas que hab?an hablado del trabajo del SETI y algunos muebles que parec?an haber estado especialmente dise?ados para ser ergon?micos, modernos y casi tan c?modos como un ladrillo. —Dejadme que os muestre algunas de las cosas en las que hemos estado trabajando —dijo la Dra. Levin, incorporando im?genes de grandes sistemas de telescopio en proceso de ser construidos—. Estamos mirando de desarrollar sistemas de radiotelescopio que puedan ser lo suficientemente potentes para recoger radiofrecuencias ambientales en lugar de esperar a que alguien se dirija a nosotros con una se?al. —Pero es que yo creo que alguien nos est? haciendo se?ales —dijo Kevin. Necesitaba hac?rselo entender. La Dra. Levin hizo un pausa. —Iba a preguntarte si te refer?as a la teor?a que algunas personas creen que son explosiones de radio de alta frecuencia de un p?lsar que podr?an ser se?ales inteligibles, pero no es as?, ?verdad? —Yo he estado viendo cosas —dijo Kevin. Intent? explicar sus visiones. Le habl? del paisaje que hab?a visto y de la cuenta atr?s. —Entiendo —dijo la Dra. Levin—. Pero tengo que preguntarte algo, Kevin. ?Entiendes que el SETI trata de estudiar este tema con ciencia, buscando pruebas reales? Es la ?nica manera en que podemos hacerlo y saber que todo lo que encontramos es real. O sea, que, debo preguntarte, Kevin, ?c?mo sabes que lo que ves es real? Kevin ya hab?a resuelto c?mo contestar a eso con Luna. —Vi algunos n?meros. Cuando los busqu?, resultaron ser la ubicaci?n de algo llamado el sistema Trappist 1. —Uno de los candidatos m?s prometedores para la vida extraterrestre —dijo la Dra. Levin—. Aun as?, ?entiendes mi problema ahora? Dices que viste esos n?meros, y te creo, pero tal vez los viste porque los hab?as le?do en alg?n sitio. Yo no puedo redireccionar los recursos del SETI bas?ndome en eso y, en cualquier caso, no estoy segura de que podamos hacer algo m?s en referencia al sistema Trappist 1. Para algo as?, necesitar?a algo nuevo. Algo que no se pudiera haber conseguido de otra forma. Kevin imaginaba que estaba intentando decepcionarlo de la forma m?s delicada posible pero, aun as?, dol?a. ?C?mo pod?a proporcionarles eso? Entonces pens? en lo que hab?a visto en el vest?bulo. Deb?a de haberlo visto por alguna raz?n, ?no? —Creo… —No estaba seguro de si decirlo o no, pero sab?a que ten?a que hacerlo—. Creo que vais a recibir una se?al de algo llamado Pioneer 11. La Dra. Levin lo mir? durante dos segundos. —Lo siento, Kevin, pero eso no parece muy probable. Kevin vio que su madre frunc?a el ce?o. —?Qu? es Pioneer 11? —Es una de las sondas espaciales profundas que ha mandado la NASA —explic? la Dra. Levin—. Atraves? nuestro sistema solar, mandando datos y ten?a la velocidad suficiente para mandarlos m?s all? de los l?mites del sistema solar. Por desgracia, el ?ltimo contacto que tuvimos con ella fue en 1995, as? que realmente no creo que… Par? cuando su tel?fono empez? a sonar y lo sac? como para ignorar la llamada. Kevin vio el momento en el que se qued? parada y mir? fijamente. —Lo siento, tengo que cogerlo —dijo—. ?S?, hola, qu? pasa? ?Puede esperar un momento? Estoy en medio de… bueno, si es tan urgente. ?Una se?al? ?Me est?s llamando porque est?n llegando datos a la NASA? Pero la NASA siempre tiene… Par? de nuevo, ech? un vistazo a Kevin, la incredulidad era evidente en su rostro. Aun as?, lo dijo—. ?Puedo adivinarlo? —dijo al tel?fono—. ?Acab?is de recibir alg?n tipo de se?al de la Pioneer 11? ?S?? No, no puedo dec?rtelo. No estoy segura de que me creyeras si lo hiciera. Colg? el tel?fono y mir? fijamente a Kevin como si lo estuviera viendo por primera vez en aquel momento. —?C?mo lo hiciste? —pregunt?. Kevin encogi? los hombros. —Lo vi cuando estaba esperando en el vest?bulo. —?Lo viste? ?De la misma manera que “viste” este paisaje extraterrestre? —La Dra. Levin lo mir? fijamente y Kevin tuvo la sensaci?n de que estaba intentando deducir algo. Probablemente intentando deducir alguna manera en la que pudiera haber hecho trampa con esto, o hacer que sucediera. Pas? casi un minuto hasta que tom? una decisi?n. —Creo —dijo la Dra. Levin, con el tono cuidadoso de alguien que intenta asegurarse de que no se ha vuelto loca— que es mejor que vengas conmigo. CAP?TULO SEIS Kevin y su madre siguieron a la Dra. Levin desde las instalaciones del SETI hasta un coche que parec?a demasiado peque?o para pertenecer a alguien de su posici?n. —Es muy respetuoso con el medio ambiente —dijo, en un tono que daba a entender que se hab?a enfrentado mucho a esa pregunta—. Vamos, ser? m?s f?cil que os lleve a los dos en coche. Son bastante estrictos con la seguridad. —?Qui?nes? —pregunt? la madre de Kevin. —La NASA. A Kevin se le cort? la respiraci?n al o?rlo. ?Iban a hablar con la NASA? Trat?ndose de extraterrestres, eso era incluso mejor que el SETI. El viaje en coche a trav?s de Mountain View fue corto, como mucho de unos cuantos minutos. Aun as?, fue lo suficientemente largo para que Kevin mirara a trav?s de las ventanas a las compa??as de alta tecnolog?a esparcidas por la zona, evidentemente atra?das hasta all? por la NASA y Berkeley, la presencia de tanta gente inteligente en un solo lugar las hab?a llevado en la misma direcci?n. —?En serio que vamos a ir a la NASA? —dijo Kevin. Casi no pod?a cre?rselo, lo cual no ten?a sentido, dadas las cosas que hab?a tenido que creerse en los ?ltimos d?as. Las instalaciones de la NASA eran todo lo que no hab?a sido el edificio del SETI. Eran grandes, desplegadas por varios edificios y situadas en un lugar en el que consegu?a tener vistas tanto de las colinas que la rodeaban como de la bah?a. Hab?a una oficina de turismo que b?sicamente era una carpa construida a una escala que parec?a dif?cil de creer, de un blanco luminoso con el logotipo de la NASA pintado. Pero pasaron de largo de ella, hacia una zona que estaba cerrada al p?blico, tras una valla met?lica y una barrera donde la Dra. Levin tuvo que ense?ar una identificaci?n para que pudieran entrar. —Me esperan —dijo. —?Y qui?nes son ellos, se?ora? —pregunt? el guardia. —Son Kevin McKenzie y su madre —dijo la Dra. Levin. Vienen conmigo. —Ellos no est?n en la… —Vienen conmigo —dijo la Dra. Levin de nuevo y, por primera vez, Kevin se dio cuenta del tipo de dificultad que su posici?n implicaba. El guardia dud? por un instante y, a continuaci?n, sac? un par de pases de visitante, que la Dra. Levin les entreg?. Kevin se lo colg? del cuello y le pareci? un trofeo, un talism?n. Con esto, pod?a ir a donde quer?a. Con esto, la gente lo cre?a de verdad. —Tendremos que ir a las ?reas de investigaci?n —dijo la Dra. Levin—. Por favor, id con cuidado de no tocar nada, pues algunos de los experimentos son delicados. Los llev? hasta dentro del edificio que parec?a estar compuesto mayoritariamente de delicadas curvas de acero y cristal. Este era el tipo de lugar que Kevin hab?a esperado trat?ndose de Mountain View. As? era c?mo un lugar que observaba el espacio deb?a ser. Hab?a laboratorios a ambos lados, con el tipo de equipo avanzado que daba a entender que pod?an probar casi cualquier cosa que el espacio lanzara en su direcci?n. Hab?a l?sers y ordenadores, mesas de trabajo y aparatos que parec?an dise?ados para la qu?mica. Hab?a talleres llenos de equipos de soldar y partes que podr?an haber sido de coches, pero que Kevin quer?a creer que eran para veh?culos para usar en otros planetas. La Dra. Levin iba preguntando a medida que avanzaban, al parecer intentando descubrir d?nde estaban todos los que estaban relacionados con la noticia del mensaje de la Pioneer 11. Siempre que pasaban por delante de alguien, ella lo paraba y a Kevin le apreci? que conoc?a a todos los que estaban all?. Puede que el SETI estuviera separado de todo esto, tal y como dec?a ella que lo estaba, pero era evidente que la Dra. Levin pasaba mucho tiempo aqu?. —Oye, Marvin, ?d?nde est? todo el mundo? —le pregunt? a un hombre con barba y una camisa de cuadros. —La mayor?a est?n reunidos en el centro para la investigaci?n de superordenadores —dijo—. Con algo as?, quieren ver qu? se inventar?n ahora en los boxes. —?Los boxes? —pregunt? Kevin. La Dra. Levin sonri?. —Ya ver?s. —?Qui?nes son? —pregunt? el hombre barbudo. —?Qu? dir?as si te contara que aqu? Kevin puede ver extraterrestres? —pregunt? la Dra. Levin. Marvin ri?. —Puedes intentar jugar con la reputaci?n de cazadora de extraterrestres loca todo lo que quieras, Elise. Eres tan esc?ptica como todos nosotros. —Tal vez con esto no —dijo la Dra. Levin. Se gir? para mirar a Kevin y a su madre—. Por aqu?. Los llev? a otra parte del edificio y ahora Kevin ten?a la sensaci?n de seguridad extra, con esc?ners de identificaci?n y c?maras casi a cada curva. Aun m?s, probablemente este era el lugar m?s limpio en el que hab?a estado. Mucho m?s limpio que, por ejemplo, su dormitorio. Parec?a que ni una sola mota de polvo pod?a colarse en ?l sin permiso, por no hablar de los montones de ropa vieja que llenaban el espacio hasta que su madre le dec?a que lo ordenara. Los laboratorios estaban casi vac?os en ese momento, y vac?os de una manera que daba a entender que los hab?an abandonado a toda prisa porque estaba sucediendo algo m?s interesante. Fue f?cil ver a donde hab?an ido. La gente se amontonaba en los pasillos mientras los tres se acercaban a su destino, intercambiando chismes de los que Kevin solo pillaba trozos. —Hay una se?al, pero es una se?al de verdad. —Despu?s de todo este tiempo. —No son solo datos de telemetr?a, o incluso escaneos. Hay algo… m?s. —Estamos aqu? —dijo la Dra. Levin cuando llegaron a la habitaci?n donde hab?an dejado la puerta abierta, evidentemente para dejar que la multitud de gente intentara embutirse dentro—. D?jennos pasar, por favor. Tenemos que hablar con Sam. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697159&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.