*** Твоей Луны зеленые цветы… Моей Луны беспечные рулады, Как светлячки горят из темноты, В листах вишневых сумрачного сада. Твоей Луны печальный караван, Бредущий в даль, тропою невезенья. Моей Луны бездонный океан, И Бригантина – вера и спасенье. Твоей Луны – печальное «Прости» Моей Луны - доверчивое «Здравствуй!» И наши параллельные пути… И З

Una Promesa De Gloria

Una Promesa De Gloria Morgan Rice El Anillo del Hechicero #5 En UNA PROMESA DE GLORIA (Libro #5 de El Anillo del Hechicero), Thor se embarca con sus amigos de La Legi?n en una b?squeda ?pica en la vasta selva del Imperio para intentar encontrar la antigua Espada del Destino y salvar al Anillo. Las amistades de Thor se profundizan mientras viajan a nuevos lugares, enfrentan monstruos inesperados y luchan en una batalla inimaginable. Encuentran tierras ex?ticas, criaturas y personas m?s all? de lo que podr?an haber imaginado, a cada paso de su viaje aumenta el peligro. Tendr?n que convocar todas sus habilidades si quieren sobrevivir, mientras siguen el rastro de los ladrones, m?s y m?s profundamente en el Imperio. Su b?squeda les llevar? hacia el coraz?n del Inframundo, uno de los siete reinos del infierno, donde los No Muertos gobiernan, y los campos se alinean con los huesos. Mientras Thor debe invocar sus poderes, m?s que nunca, se esfuerza por comprender su naturaleza. De regreso al Anillo, Gwendolyn debe guiar a la mitad de la Corte del Rey al basti?n occidental de Silesia, una antigua ciudad encaramada en el borde del Ca??n que ha resistido por mil a?os. Las fortificaciones de Silesia le han permitido sobrevivir todos los ataques a lo largo de cada siglo – pero nunca ha enfrentado el asalto de un l?der como Andr?nico, de un ej?rcito de un mill?n de hombres. Gwendolyn aprende lo que es ser reina, cuando toma el papel de lideresa, Srog, Kolk, Brom, Steffen, Kendrick y Godfrey a su lado, prepar?ndose para defender la ciudad de la guerra masiva que est? por llegar. Mientras tanto, Gareth desciende m?s profundo a la locura, tratando de defenderse de un golpe de estado que har?a que lo asesinaran en la Corte del Rey; mientras, Erec lucha por su vida para salvar a su amor, a Alistair y a la ciudad del Duque, Savaria, mientras el escudo ca?do permite la invasi?n por las criaturas salvajes. Y Godfrey, revolc?ndose en la bebida, tendr? que decidir si est? listo para deshacerse de su pasado y convertirse en el hombre que su familia espera que sea. Mientras todos luchan por sus vidas y las cosas parecen que no podr?n empeorar, la historia termina con dos giros impactantes. ?Gwendolyn sobrevivir? el asalto? ?Thor sobrevivir? el Imperio? ?Encontrar?n la espada del Destino? Con su mundo sofisticado y caracterizaci?n, UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) es un relato ?pico de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones pol?ticas, de llegar a la mayor?a de edad, de corazones rotos, de decepci?n, ambici?n y traici?n. Es una historia de honor y valor, de destino, de hechicer?a. Es una fantas?a que nos lleva a un mundo que nunca olvidaremos, y que gustar? a gente de todas las edades y g?neros. Son 75. 000 palabras. Morgan Rice UNA   PROMESA   DE   GLORIA Libro #5 de El Anillo del Hechicero Acerca de Morgan Rice Morgan Rice es la escritora del bestseller #1: DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), una saga que comprende once libros (y siguen llegando); la saga del bestseller #1: TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY), thriller pos apocal?ptico que comprende dos libros (y siguen llegando); y la saga de fantas?a ?pica, bestseller #1: EL ANILLO DEL HECHICERO, que comprende trece libros (y contando). Los libros de Morgan est?n disponibles en audio y edici?n impresa, y la traducci?n de los libros est? disponible en alem?n, franc?s, italiano, espa?ol, portugu?s, japon?s, chino, sueco, holand?s, turco, h?ngaro, checo y eslovaco (pr?ximamente en otros idiomas). A Morgan le encantar?a tener comunicaci?n con usted, as? que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirse a la lista de correo electr?nico, recibir un libro gratuito, recibir regalos gratuitos, descargar una aplicaci?n gratuita, obtener las ?ltimas noticias exclusivas, conectarse a Facebook y Twitter, y ?mantenerse en contacto! Algunas Opiniones Acerca de las Obras de Morgan Rice “EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SOURCERER’S RING) tiene todos los ingredientes para ser un ?xito inmediato: tramas, tramas secundarias, misterio, caballeros aguerridos y relaciones que florecen, llenos de corazones heridos, decepciones y traiciones. Lo mantendr? entretenido durante horas y satisfar? a las personas de cualquier edad.   Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores de fantas?a”. –-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos “Rice hace un gran trabajo para captar su atenci?n desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va m?s all? de la simple descripci?n de la ambientaci?n… Bien escrito y sumamente r?pido de leer”. –-Black Lagoon Reviews (acerca de Turned) “Es una historia ideal para lectores j?venes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante… Innovador y singular. La saga se centra alrededor de una chica… ?una chica extraordinaria!  Es f?cil de leer, pero con un ritmo sumamente r?pido…  Clasificaci?n PG (Gu?a Paternal)”. –-The Romance Reviews (acerca de Turned) “Me llam? la atenci?n desde el principio y no dej? de leerlo… Esta historia es una aventura incre?ble, de ritmo r?pido y llena de acci?n desde su inicio.   No hay un momento aburrido”. –-Paranormal Romance Guild (con respecto a Turned) “Lleno de acci?n, romance, aventura y suspenso.   Ponga sus manos en ?l y vuelva a enamorarse”. –-vampirebooksite.com (con respecto a Turned) “Tiene una trama estupenda y este libro en particular, le costar? dejar de leer en la noche.  El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querr? comprar el siguiente libro, solamente para ver qu? sigue”. –-The Dallas Examiner (referente a Loved) “Es un libro equiparable a TWILIGHT y DIARIO DE UN VAMPIRO (VAMPIRE DIARIES), y har? que quiera seguir leyendo ?hasta la ?ltima p?gina!  Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ?este libro es para usted!”. –-Vampirebooksite.com (con respecto a Turned) “Morgan Rice se demuestra a s? misma una vez m?s que es una narradora de gran talento… Esto atraer? a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados m?s j?venes, del g?nero de los vampiros y de la fantas?a.   El final de suspenso inesperado lo dejar? estupefacto”. –-Rese?as de The Romance Reviews (con respecto a Loved) "Una fantas?a animada que entreteje elementos de misterio e intriga en la historia. La Senda de los H?roes trata acerca del valor y sobre la realizaci?n de un prop?sito de vida que conduce al crecimiento, la madurez y la excelencia… Para los que buscan aventuras de ficci?n sustanciosa, los protagonistas, los mecanismos y la acci?n proporcionan un conjunto vigoroso de encuentros que se centran en la evoluci?n de Thor de ser un ni?o so?ador a un adulto joven que enfrenta a situaciones imposibles para sobrevivir… Es s?lo el comienzo de lo que promete ser una saga ?pica para adultos j?venes". – Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer) Libros de Morgan Rice EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING) LA SENDA DE LOS H?ROES (A QUEST OF HEROES) – (Libro #1) LA MARCHA DE LOS REYES (A MARCH OF KINGS) – (Libro #2) EL DESTINO DE LOS DRAGONES (A FATE OF DRAGONS) (Libro #3) EL GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) (Libro #4) UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) (Libro #5) UN DEBER DE VALOR (A CHARGE OF VALOR)  (Libro #6) UN GRITO DE ESPADAS (A RITE OF SWORDS) (Libro #7) UNA SUBVENCI?N DE ARMAS (A GRANT OF ARMS)  (Libro #8) UN CIELO DE HECHIZOS (A SKY OF SPELLS)  (Libro #9) UN MAR DE ESCUDOS (A SEA OF SHIELDS) (Libro #10) UN REINADO DE HIERRO (A REIGN OF STEEL) (Libro #11) UNA TIERRA DE FUEGO (A LAND OF FIRE) –  (Libro #12) EL DECRETO DE LAS REINAS (A RULE OF QUEENS) –  (Libro #13) LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY) ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (SLAVERSUNNERS) –  (Libro #1) ARENA DOS (ARENA TWO) – (Libro #2) DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS) TRANSFORMACI?N (TURNED) (Libro #1) AMORES (LOVED)  (Libro #2) TRAICI?N (BETRAYED) – (Libro #3) DESTINADO (DESTINED) (Libro #4) DESEO (DESIRED) (Libro #5) PROMETIDO (BETROTHED) (Libro #6) PROMESA (VOWED) (Libro #7) ENCUENTRO (FOUND) (Libro #8) RESURRECCI?N (RESURRECTED) (Libro #9) ANSIAS (CRAVED) (Libro #10) DESTINO (FATED) (Libro #11) Escuche (http://www.amazon.es/s/ref=nb_sb_noss_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&url=search-alias=aps&field-keywords=morgan%20rice&sprefix=morga,aps&rh=i:aps,k:morgan%20rice)la saga de “EL ANILLO DEL HECHICERO) THE SORCERER’S RING en formato de ?audio libro! 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Este libro electr?nico est? disponible solamente para su disfrute personal.  Este libro electr?nico no puede ser revendido ni regalado a otras personas.  Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada beneficiario. Si est? leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compr? solamente para su uso, por favor devu?lvalo y adquiera su propio ejemplar.  Gracias por respetar el trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaci?n de la autora o se utilizan de manera ficticia.  Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia. Imagen de la cubierta: Derechos Reservados, Unholy Vault Designs, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com. "Todos aman a la vida, pero el hombre honrado ama m?s el honor que la vida".     —William Shakespeare     Troilo y Cr?sida CAP?TULO UNO Andr?nico cabalg? orgullosamente por el centro de la ciudad real de McCloud, flanqueado por cientos de sus generales y arrastrando detr?s de ?l su posesi?n m?s preciada: Al Rey McCloud. Despojado de su armadura, medio desnudo, con su cuerpo peludo con rollos de grasa, al rey McCloud lo ataron con cuerdas y lo pusieron en la parte posterior de la silla de montar de  Andr?nico con una larga cuerda que rodeaba sus mu?ecas. Mientras Andr?nico montaba lentamente, deleit?ndose con su triunfo, arrastr? a McCloud a trav?s de las calles, sobre la tierra y las piedras, agitando una nube de polvo. La gente de McCloud se reuni? y miraron boquiabiertos. ?l pod?a o?r a McCloud clamando a gritos, retorci?ndose, mientras lo hac?a desfilar por las calles de su ciudad. Andr?nico sonre?a. Los rostros de la gente de McCloud estaban arrugados de miedo. Aqu? estaba su antiguo rey, ahora era el m?s humilde de los esclavos. Fue uno de los mejores d?as que Andr?nico pod?a recordar. Andr?nico estaba sorprendido de lo f?cil que hab?a sido tomar la ciudad de McCloud. Parec?a como si los hombres de McCloud se hubieran desmoralizado antes de que el ataque hubiera comenzado siquiera. Los hombres de Andr?nico los hab?an conquistado en el resplandor de un rayo; sus miles de soldados se abalanzaban, siendo mayor?a ante los pocos soldados que se atrev?an a defenderse y arremolinaron la ciudad en un abrir y cerrar de ojos. Deben haberse dado cuenta de que no ten?a caso resistirse. Todos hab?an depuesto sus armas suponiendo que, si se rend?an, Andr?nico los apresar?a. Pero ellos no conoc?an al gran Andr?nico. Detestaba la rendici?n. ?l no tomaba prisioneros y deponer sus armas hac?a todo m?s f?cil para ?l. En las calles de la ciudad de McCloud corr?a sangre, mientras los hombres de Andr?nico llenaban cada callej?n, cada calle, matando a todos los hombres que pod?an encontrar. A las mujeres y ni?os que hab?a tomado como esclavos, como lo hac?a siempre. Las casas que saquearon, una a la vez. Mientras Andr?nico cabalgaba lentamente por las calles, inspeccionando su triunfo, ve?a cad?veres por todas partes; los despojos de la guerra amontonados, los hogares destruidos. Se volvi? y asinti? con la cabeza a uno de sus generales, e inmediatamente el general elev? a lo alto una antorcha, hizo una se?al a sus hombres, y cientos de ellos se diseminaron por toda la ciudad, prendiendo fuego a los techos de paja. Las llamas se levantaron a su alrededor, hacia el cielo, y Andr?nico ya comenzaba a sentir el calor desde ah?. "?NO!". McCloud grit?, revolc?ndose en el suelo. Andr?nico sonri? m?s ampliamente y aceler? su ritmo, dirigi?ndose hacia una roca particularmente grande; hubo un golpe satisfactorio, y sab?a que el cuerpo de McCloud hab?a cabalgado sobre ella. Andr?nico sinti? gran satisfacci?n al ver arder esta ciudad. Como hab?a hecho en cada ciudad que hab?a conquistado en su Imperio, primero arrasar?a la ciudad por completo, y despu?s la volver?a a construir, con sus propios hombres, con sus propios generales, su propio Imperio. Era su forma de actuar. No quer?a ning?n rastro de lo antiguo. Estaba construyendo un mundo nuevo. El mundo de Andr?nico. El Anillo, el Anillo sagrado que hab?an evadido todos sus antepasados, era ahora su territorio. Apenas pod?a creerlo. Respir? profundamente, pensando en cu?n grande era ?l. Muy pronto, cruzar?a la Zona Monta?osa y conquistar?a tambi?n la otra mitad del Anillo. Entonces no habr?a ning?n lugar del planeta que su pie no habr?a pisado. Andr?nico subi? a la imponente estatua de McCloud, en la Plaza de la ciudad y se detuvo ante ella. Estaba ah? como un santuario, con sus quince metros de altura, hecha de m?rmol. Mostraba una versi?n de McCloud que Andr?nico no reconoc?a – un McCloud joven, en forma, musculoso, blandiendo una espada con orgullo. Era egoc?ntrico. Por eso, Andr?nico lo admiraba. Una parte de ?l quer?a llevarse la estatua de vuelta a casa, instalarla en su palacio como un trofeo. Pero otra parte de ?l se sent?a a disgusto con ella. Sin pensarlo, baj? la mano, sac? su honda – tres veces mayor que la de cualquier ser humano, lo suficientemente grande para sostener  una piedra del tama?o de una peque?a roca – la jal? hacia atr?s y la lanz? con todas sus fuerzas. La peque?a roca vol? por el aire y peg? en la cabeza de la estatua. La cabeza de m?rmol de McCloud se hizo pedazos, haciendo explotar el cuerpo. Andr?nico entonces solt? un grito, levant? su mayal de dos manos, lo carg? y lo lanz? con todas sus fuerzas. Andr?nico rompi? el torso de la estatua y el m?rmol se vino abajo, entonces se estrell? en el suelo, rompi?ndose con un gran ruido. Andr?nico dio vuelta a su caballo y se asegur?, mientras cabalgaba, de que el cuerpo de McCloud fuera raspado sobre los fragmentos. "?Pagar?s por eso!", grit? d?bilmente un agonizante McCloud. Andr?nico ri?. Hab?a encontrado a muchos seres humanos en su vida, pero ?ste podr?a ser el m?s pat?tico. "?La pagar??". grit? Andr?nico. McCloud era demasiado testarudo; no apreciaba el poder del gran Andr?nico. Se le ten?a que ense?ar, de una vez por todas. Andr?nico analiz? la ciudad, y sus ojos se fijaron en lo que sin duda era el castillo de McCloud. Pate? a su caballo y se fue a galope, sus hombres iban detr?s de ?l, mientras arrastraba a McCloud por el patio polvoriento. Andr?nico subi? docenas de escalones de m?rmol, con el cuerpo de McCloud haciendo ruido por los golpazos que recib?a, gritando y gimiendo con cada paso, y luego continu? avanzando, hasta la entrada de m?rmol. Los hombres de Andr?nico ya estaban haciendo guardia en las entradas; a sus pies estaban los cad?veres sangrientos de los ex guardias de McCloud. Andr?nico sonri? con satisfacci?n al ver que ya todos los rincones de la ciudad eran suyos. Andr?nico continu? cabalgando, a trav?s de las puertas del gran castillo, dentro de un corredor de alt?simos techos abovedados, todos hechos de m?rmol. Se maravill? ante la desmesura de este rey McCloud. Era obvio que no hab?a reparado en gastos para complacerse a s? mismo. Ahora su d?a hab?a llegado. Andr?nico continu? cabalgando con sus hombres por los amplios corredores, las pezu?as de los caballos haciendo eco de las paredes, a lo que claramente era la sala del trono de McCloud. Atraves? las puertas de roble y fue directo al centro de la sala, un trono insultante, hecho a mano, de oro, en el centro de la c?mara. Andr?nico desmont?, lentamente subi? los escalones oro y se sent? en ?l. Respir? profundamente mientras se volv?a y miraba a sus hombres, a sus docenas de generales sentados a caballo, a la espera de sus ?rdenes. Mir? al ensangrentado McCloud, a?n atado a su caballo, gimiendo. Observ? esa habitaci?n, examin? las paredes, las banderas, la armadura, el armamento. Mir? la elaboraci?n de ese trono y lo admir?. Estaba consideraba derretirlo, o tal vez llev?rselo para s? mismo. Tal vez se lo dar?a a uno de sus generales de menor rango. Por supuesto, ese trono no era nada comparado con el trono de Andr?nico, el trono m?s grande de todos los reinos, que hab?a tomado a veinte obreros, cuarenta a?os para construirlo. La construcci?n hab?a comenzado en la ?poca de su padre y se hab?a terminado  el d?a en que Andr?nico hab?a asesinado a su propio padre. Hab?a sido el momento perfecto. Andr?nico mir? con desprecio a McCloud, ese ser humano pat?tico y se pregunt? cu?l ser?a la mejor forma para hacerlo sufrir. Analiz? la forma y el tama?o de su cr?neo y decidi? que le gustar?a encogerlo y ponerlo en su collar, con las otras cabezas encogidas que ten?a alrededor de su cuello. Pero Andr?nico se daba cuenta de que antes de matarlo, necesitar?a alg?n tiempo para quitar volumen de su cara, de sus p?mulos, para que se viera mejor alrededor de su cuello. No quer?a una cara regordeta  rechoncha que arruinara la est?tica de su collar. Lo dejar?a vivo durante alg?n tiempo y mientras tanto, lo torturar?a. Sonri? para s? mismo. S?, era un plan muy bueno. "Tr?iganmelo", orden? Andr?nico a uno de sus generales, con su antiguo y ronco gru?ido. El general salt? sin dudarlo un instante, corri? hacia McCloud, cort? la cuerda y arrastr? el cuerpo sangriento a trav?s del suelo, manch?ndolo de rojo mientras se acercaba. Lo dej? ante los pies de Andr?nico. "?No te saldr?s con la tuya!", murmur? McCloud, d?bilmente. Andr?nico mene? la cabeza; este humano nunca aprender?a. "Aqu? estoy, sentado en tu trono", dijo Andr?nico. "Y est?s t?, tirado a mis pies. Debo pensar que es seguro decir que puedo hacer lo que me d? la gana. Y ya lo hice”. McCloud yac?a ah?, gimiendo y retorci?ndose. "Lo primero que tengo planeado hacer", dijo Andr?nico, "ser? obligarte a rendir pleites?a a tu nuevo rey y amo. Ac?rcate a m? ahora y ten el honor de ser el primero que se arrodille delante de m? en mi nuevo reino, el primero en besar mi mano y en llamarme rey de lo que fue una vez el lado McCloud del Anillo”. McCloud mir? hacia arriba y a gatas se mof? de Andr?nico "?Nunca!", dijo ?l y se dio vuelta y escupi? en el suelo. Andr?nico se reclin? y ri?. Sinceramente disfrutaba eso. No hab?a conocido a un humano tan voluntarioso desde hac?a bastante tiempo. Andr?nico se dio la vuelta y asinti? con la cabeza, y uno de sus hombres sujet? a McCloud por detr?s, mientras que otro se le acerc? y le sostuvo la cabeza para que no la moviera. Un tercero se acerc? con una navaja larga. Mientras se acercaba, McCloud se desplom? de miedo. "?Qu? haces?", pregunt? McCloud con p?nico, con voz varias octavas m?s arriba. El hombre se agach? y r?pidamente afeit? la mitad de la barba de McCloud. McCloud levant? la mirada, claramente desconcertado de que el hombre no lo hubiera lastimado. Andr?nico asinti? con la cabeza, y otro hombre dio un paso adelante con un largo atizador, en cuyo extremo estaba tallado en hierro el emblema del Reino de Andr?nico – un le?n con un p?jaro en su pico. Brillaba en  color naranja, ardiendo, y mientras los dem?s manten?an agachado a McCloud, el hombre baj? el atizador hacia su ahora descubierta mejilla. "?NO!". McCloud chill?, al darse cuenta. Pero ya era demasiado tarde. Se oy? un grito terrible a trav?s del aire, acompa?ado de un silbido y el olor a carne quemada. Andr?nico vio con alegr?a c?mo el atizador quemaba m?s y m?s profundamente la mejilla de McCloud. El silbido creci? m?s fuerte, los gritos eran casi intolerables. Finalmente, despu?s de unos diez segundos, tiraron a McCloud. McCloud se desplom? al suelo, inconsciente, babeando, mientras sal?a  humo desde la mitad de su rostro. Ahora portaba el emblema de Andr?nico, quemado en su carne. Andr?nico se inclin? hacia adelante, mir? hacia abajo al inconsciente McCloud y admir? la obra. "Bienvenido al Imperio". CAP?TULO DOS Erec estaba parado en la cima de la colina, en el borde del bosque y vio al  peque?o ej?rcito acercarse, y su coraz?n enardeci?. Hab?a nacido para un d?a como ?ste. En algunas batallas, la l?nea era borrosa entre lo justo y lo injusto – pero no en este d?a. El Lord de Baluster hab?a robado a su novia sin reparo, y hab?a sido jactancioso y no sent?a arrepentimiento. Se le hab?a hecho consciente de su crimen, se le hab?a sido dado la oportunidad de enmendar su error y se hab?a negado a rectificarlo. Se hab?a buscado su infortunio. Sus hombres debieron haber dejado las cosas as? – sobre todo ahora que estaba muerto. Pero ah? iban cabalgando, cientos de ellos, mercenarios a sueldo de ese Lord menor – todos empe?ados en matar a Erec ?nicamente porque ese hombre les hab?a pagado. Iban hacia ?l en su brillante armadura verde, y cuando se acercaron, soltaron un grito de guerra. Como si eso pudiera asustarlo. Erec no ten?a miedo. Hab?a visto demasiadas batallas as?. Si algo hab?a aprendido en todos sus a?os de formaci?n, era a nunca temer cuando luchaba del lado de los justos. Le hab?an ense?ado que la justicia, no siempre  prevalecer— pero le daba a su portador la fuerza de diez hombres. No era miedo lo que Erec sinti? cuando vio a cientos de hombres acerc?ndose, sabiendo que  probablemente morir?a ese d?a. Era una expectativa. Le hab?an dado la oportunidad de morir en la forma m?s honorable, y eso era un regalo. Hab?a hecho una promesa de gloria, y hoy, su promesa exig?a el cumplimiento. Erec sac? su espada y camin? hacia la ladera a pie, corriendo hacia el ej?rcito mientras se dirig?an hacia ?l. En este momento deseaba m?s que nunca tener a su fiel caballo, Warkfin, para acompa?arlo en la batalla— pero tuvo una sensaci?n de paz sabiendo que Warfkin llevaba a Alistair de regreso a Savaria, a la seguridad de la corte del Duque. Mientras se acercaba a los soldados, a unos 15 metros de distancia, Erec tom? velocidad, corriendo hacia el caballero l?der que estaba en el centro. Ellos no redujeron la velocidad, y tampoco ?l y se prepar? para el enfrentamiento. Erec sab?a que ten?a una ventaja: trescientos hombres no pod?an caber f?sicamente lo  suficientemente cerca para que todos atacaran a un hombre al mismo tiempo; ?l sab?a de su entrenamiento que a lo sumo seis hombres a caballo podr?an acercarse lo suficiente para atacar a un hombre a la vez. La manera en que Erec lo ve?a, eso significaba que sus posibilidades no eran trescientas en una – sino seis en una. Mientras pudiera acabar con los seis hombres delante de ?l en todo momento, ten?a la oportunidad de ganar. Era s?lo cuesti?n de si ten?a la resistencia para lograrlo. Mientras Erec bajaba por la colina, sac? de su cintura el arma que sab?a que ser?a mejor: un mayal con una cadena de nueve metros de largo, en cuyo extremo hab?a una bola con pinchos, de metal. Era un arma para poner una trampa en el camino – o para una situaci?n justo como ?sta. Erec esper? hasta el ?ltimo momento, hasta que el ej?rcito no tuvo tiempo de reaccionar, luego gir? el mayal por lo alto de la cabeza alta mayal y lo lanz? al otro lado del campo de batalla. Apunt? hacia un peque?o ?rbol, y la cadena con picos se extendi? por el campo de batalla; mientras la pelota se envolv?a alrededor de ella, Erec se enroll? y cay? al suelo, evitando las lanzas que estaban a punto de ser lanzadas hacia ?l, y sostuvo el mango con todas sus fuerzas. ?l lo ten?a perfectamente calculado: no hubo tiempo para que el ej?rcito reaccionara. Lo vieron en el ?ltimo segundo y trataron de detener a sus caballos— pero iban demasiado r?pido y no hubo tiempo. Toda la l?nea del frente corri? hacia ella, la cadena con picos le cort? las patas a los caballos, haciendo que los jinetes cayeran de bruces hacia el suelo; los caballos cayeron encima de ellos. Docenas de ellos fueron aplastados en el caos. Erec no ten?a tiempo para estar orgulloso del da?o que hab?a hecho: otro flanco del ej?rcito se dio vuelta y se dirigi? hacia ?l con un grito de batalla, y Erec rod? a sus pies para enfrentarlos. Mientras el caballero al mando levantaba una jabalina, Erec aprovech? la ventaja que ten?a: ?l no ten?a un caballo y no pod?a enfrentarse a esos hombres a su altura, pero ya que estaba abajo, le vendr?a bien hacer uso del suelo. Erec se lanz? al suelo repentinamente, enrollado, levant? su espada y cort? las patas del caballo del hombre. El caballo se desplom? y el soldado cay? de bruces antes de que tuviera oportunidad de soltar su arma. Erec continu? rodando y logr? evitar la estampida de las patas de los caballos alrededor de ?l, quienes tuvieron que separarse para evitar chocar con el caballo derribado. Muchos no lo lograron, tropezando con el animal muerto y docenas de caballos m?s se estrellaron en el suelo, levantando una nube de polvo y provocando un estancamiento entre el ej?rcito. Era exactamente lo que Erec hab?a esperado: polvo y confusi?n, docenas m?s cayendo al suelo. Erec se puso de pie de un salto, levant? su espada y bloque? una espada que iba a caer sobre su cabeza. Se gir? y bloque? una jabalina, despu?s una lanza, luego un hacha. Se defendi? de los golpes que le llov?an desde todos los ?ngulos, pero sab?a que no podr?a aguantar as? mucho tiempo. Ten?a que atacar si quer?a tener alguna oportunidad. Erec rod?, se arrodill? y lanz? su espada como si se tratara de una lanza. Vol? por el aire y lleg? hasta el pecho de su atacante m?s cercano; sus ojos se abrieron de par en par y cay? de su caballo hacia un lado, muerto. Erec aprovech? la oportunidad para saltar sobre el caballo del hombre, arrebatando el mayal de sus manos antes de que muriera. Era un buen mayal y Erec le hab?a elegido por esa raz?n; ten?a un mango plateado largo y adornado y una cadena de un metro veinte cent?metros, con tres bolas con pinchos en la punta. Erec retrocedi? y le dio vueltas por  encima de la cabeza, golpeando las armas de las manos de varios oponentes a la vez; despu?s volvi? a darle vueltas y los derrib? de sus caballos. Erec observ? el campo de batalla y vio que hab?a hecho un da?o considerable, derribando a casi un centenar de caballeros. Pero los otros, por lo menos doscientos de ellos, se estaban reagrupando y dirigi?ndose hacia ?l— y estaban todos decididos. Erec sali? a enfrentarlos, era un hombre  contra doscientos y elev? un gran grito de batalla, subiendo su mayal todav?a m?s alto y orando a Dios para mantener su fuerza. * Alistair lloraba mientras se sosten?a de Warkfin con todas sus fuerzas; el caballo galopaba, llev?ndola por el conocido camino a Savaria. Ella hab?a estado grit?ndole y pateando a la bestia todo el camino, tratando con todas sus fuerzas hacerlo dar la vuelta, para volver con Erec. Pero no le hizo caso. Ella nunca antes hab?a encontrado un caballo como ?ste – obedec?a inquebrantablemente al comando de su amo y no vacilar?a. Claramente, ten?a el objetivo de llevarla exactamente al lugar al que Erec le hab?a ordenado – y ella finalmente se resign? al hecho de que no hab?a nada que pudiera hacer al respecto. Alistair ten?a sentimientos encontrados mientras cabalgaba a trav?s de las puertas de la ciudad; ciudad en la que hab?a vivido mucho tiempo como esclava. Por un lado, estaba familiarizada con el lugar – pero por otro lado, le tra?a recuerdos del mesonero que la hab?a tiranizado, de todo lo malo que hab?a en ese lugar. Tanto hab?a esperado para seguir adelante, para irse de ah? con Erec y empezar una nueva vida con ?l. Aunque se sent?a segura al pasar sus puertas, tambi?n sent?a una premonici?n creciente acerca de Erec, quien estaba ah? solo, enfrentando a ese ej?rcito. Solo de pensarlo, sent?a n?useas. Al darse cuenta de que Warkfin no se dar?a la vuelta, sab?a que lo mejor que pod?a hacer era buscar ayuda para Erec. Erec le hab?a pedido que se quedara aqu?, dentro de la seguridad de esas puertas— pero eso ser?a lo ?ltimo que ella har?a. Despu?s de todo, era hija de un rey, y no era de las que hu?an por miedo ni por confrontaci?n. Erec hab?a encontrado a su media naranja en ella: era tan noble y tan decidida, como ?l. Y no se perdonar?a a s? misma si algo malo le pasaba a ?l all?. Conociendo bien esta ciudad real, Alistair dirigi? a Warkfin al castillo del Duque , y ahora que estaban dentro de las puertas, el animal escuch?. Ella cabalg? a la entrada del castillo, desmont? y corri? m?s all? de los asistentes quienes trataron de detenerla. Ignor? sus intentos por atraparla y corri? por los pasillos de m?rmol del corredor  que conoc?a tan bien cuando fue sirvienta. Alistair puso sus hombros en las grandes puertas reales hacia la sala de la c?mara, las abri? y entr? en la habitaci?n privada del Duque. Varios miembros del Consejo se volvieron para mirarla, todos vistiendo t?nicas reales, el Duque estaba sentado en el centro, con varios caballeros a su alrededor. Todos ten?an expresiones de asombro; ella hab?a interrumpido claramente un asunto importante. "?Qui?n eres, mujer?", grit? uno. "?Qui?n se atreve a interrumpir los asuntos oficiales del Duque?", grit? otro. "Reconozco a la mujer", dijo el Duque, poni?ndose de pie. "Yo tambi?n", dijo Brandt, a quien ella reconoci? como amigo de Erec. "Es Alistair, ?no?", pregunt? ?l. "?La nueva esposa de Erec?". Ella corri? hacia ?l, llorando y lo tom? de lass manos. "Por favor, mi se?or, ay?dame. ?Se trata de Erec!". "?Qu? ha ocurrido?", pregunt? el Duque, alarmado. "Est? en grave peligro. ?En este momento se enfrenta a un ej?rcito hostil ?l solo! No me dej? quedarme. ?Por favor! ?Necesita ayuda!". Sin decir una palabra, todos los caballeros se pusieron de pie de un salto y comenzaron a correr desde el hall, ninguno de ellos vacil?; ella se volvi? y corri? con ellos. "?Qu?date aqu?!", le exhort? Brandt.  "?Nunca!", dijo ella, corriendo detr?s de ?l. "?Yo los conducir? hacia ?l!". Todos corrieron como al un?sono por los pasillos saliendo por las puertas del castillo y hacia un nutrido grupo de caballos en espera, cada uno montando el suyo sin dudarlo un instante. Alistair salt? sobre Warkfin, lo pate? y fue al mando del grupo, como tantas ganas de irse, como el resto de ellos. Mientras se dirig?an hacia la corte del Duque, todos los soldados alrededor de ellos comenzaron a montar sus caballos y a unirse – y para cuando salieron de las puertas de Savaria,  iban acompa?ados por un contingente grande y creciente de por lo menos cien hombres; Alistair montando al frente, al lado de Brandt y del Duque. "Si Erec averigua que viajas con nosotros, ser? mi cabeza", dijo Brandt, montando a su lado. "Por favor,  solamente dinos d?nde est?, mi lady". Pero Alistair mene? la cabeza obstinadamente, limpi?ndose las l?grimas mientras cabalgaba con m?s fuerza, con un gran retumbo de todos esos hombres alrededor de ella. "?Prefiero ir a la tumba que abandonar a Erec!". CAP?TULO TRES Thor cabalgaba con cautela por el sendero del bosque; Reece,  O'Connor, Elden y los gemelos iban a caballo junto a ?l, Krohn muy de cerca, mientras todos emerg?an del bosque al otro lado del Ca??n. El coraz?n de Thor se aceler? con anticipaci?n cuando finalmente llegaron al per?metro del espeso bosque. Levant? una mano, indicando a los dem?s guardar silencio, y todos se detuvieron junto a ?l. Thor analiz? la gran extensi?n de playa, de cielo abierto y m?s all?, el vasto mar amarillo que les llevar?a a las lejanas tierras del Imperio. El Tartuvio. Thor no hab?a visto sus aguas desde su viaje de Los Cien. Se sent?a raro estar de vuelta otra vez— y esta vez, con una misi?n que ten?a  el destino del Anillo. Despu?s de cruzar el puente del Ca??n, su corto recorrido por el bosque en la selva hab?a sido sin incidentes. Thor hab?a sido instruido por Kolk y por Brom para que buscara un peque?o barco anclado en las costas del Tartuvio, ocultado cuidadosamente bajo las ramas de un ?rbol inmenso que se cern?a sobre el mar. Thor sigui? sus instrucciones exactamente, y cuando llegaron al per?metro del bosque, vio la embarcaci?n, bien escondida, lista para llevarlos a donde necesitaban ir. Se sinti? aliviado. Pero entonces vio a seis tropas del Imperio paradas en la arena ante el barco, inspeccion?ndola. Otro soldado hab?a subido a bordo del barco, atracado parcialmente en la playa, balance?ndose en el suave vaiv?n de las olas. Se supon?a que no deber?a haber nadie ah?. Era un golpe de mala suerte. Mientras Thor miraba m?s all? en el horizonte, vio el contorno distante de lo que parec?a ser toda la flota del Imperio, miles de negros buques que enarbolaban las banderas negras del Imperio. Por suerte no navegaban hacia Thor, sino hacia una direcci?n diferente, hacia la ruta larga y circular, para llevarlos alrededor del Anillo, al lado de McCloud, donde hab?an traspasado el Ca??n. Afortunadamente, su flota estaba absorta con ruta diferente. Excepto por una patrulla. Esos seis soldados del Imperio, probablemente exploradores en una misi?n de rutina, de alguna manera debieron haberse topado con el barco de esta Legi?n. Fue inoportuno. Si Thor y los otros hubieran llegado a la orilla unos minutos antes, probablemente ya los habr?an abordado y sacado. Ahora, ten?an un enfrentamiento en sus manos. No pod?an evitarlo. Thor mir? hacia arriba y hacia abajo, a la playa, y no vio a otros contingentes de tropas del Imperio. Al menos eso ten?an a su favor. Probablemente era una patrulla solitaria. "Pens? que el barco iba a estar bien oculto", dijo O'Connor. "Al parecer no lo suficiente", coment? Elden. Los seis estaban montados en sus caballos, mirando al barco y al grupo de soldados. "No tardar?n en avisar a otras tropas del Imperio", observ? Conven. "Y entonces tendremos una guerra total en nuestras manos", a?adi? Conval. Thor sab?a que ten?an raz?n. Y no podr?an arriesgarse a eso. "O'Connor", dijo Thor, "eres el que mejor tino tiene del grupo. Te he visto dar en el blanco a quince metros de distancia. ?Ver eso en la proa? Tenemos una oportunidad. ?Puedes hacerlo?". O'Connor asinti? con la cabeza; con la mirada fija en los soldados del Imperio. Deliberadamente extendi? la mano sobre su hombro, levant? su arco, coloc? una flecha y la sostuvo, preparado. Todos estaban mirando a Thor, y se sinti? preparado para liderar. "O'Connor, cuando d? la se?al, dispara. Despu?s atacaremos a los que est?n abajo. Todos los dem?s, usen sus armas de arrojar cuando nos acerquemos. Traten de acercarse lo m?s que puedan primero". Thor hizo se?as con la mano, y de repente, O'Connor solt? la cuerda. La flecha vol? por el aire con un ruido silbante, y fue un tiro perfecto; su punta met?lica perfor? el coraz?n del soldado del Imperio. El soldado estaba parado all?, sus ojos se abrieron de par en par por un momento, como si no entendiera lo que estaba ocurriendo; despu?s, repentinamente extendi? sus brazos ampliamente y cay? hacia adelante, de bruces, en una zambullida de cabeza, cayendo en la arena con un chapoteo a los pies de sus compa?eros, manchando la arena de rojo. Thor y los dem?s fueron al ataque, eran una m?quina bien aceitada, sincronizados unos con otros. El sonido de sus caballos galopando los delataron, y los otros seis soldados se volvieron y los enfrentaron. Los soldados montaron sus caballos y fueron al ataque, prepar?ndose para reunirse con ellos al centro. Thor y sus hombres todav?a ten?an la ventaja de la sorpresa. Thor estir? la mano hacia atr?s y lanz? una piedra con su honda y golpe? a uno de ellos en la sien, a dieciocho metros de distancia, mientras estaba a punto de montar su caballo. Cay? de ?ste, muerto, con las riendas todav?a en sus manos. Cuando ellos se acercaron, Reece lanz? su hacha, Elden su lanza y cada uno de los gemelos sus dagas. Las arenas eran irregulares y los caballos se resbalaban, haciendo que arrojar las armas fuera m?s dif?cil de lo habitual. El hacha de Reece encontr? su marca, matando a uno de ellos, pero no le peg?  a los dem?s. Quedaban cuatro de ellos. El l?der se separ? del grupo, yendo directamente hacia Reece, que estaba desarmado; hab?a lanzado su hacha pero no hab?a tenido tiempo para sacar su espada todav?a. Reece se prepar?, y en el ?ltimo segundo Krohn salt? hacia adelante, mordi? al caballo del soldado en la pierna y el caballo se desplom?, su jinete cay? al suelo, salv?ndose Reece en el ?ltimo momento. Reece sac? su espada y apu?al? al soldado, mat?ndolo antes de que ?l pudiera ponerse de pie. As? quedaban tres. Uno de ellos vino por Elden con un hacha, balanceando por su cabeza; Elden la bloque? con su escudo y con el mismo movimiento balance? su espada y cort? el mango del hacha a la mitad. Elden entonces gir? con su escudo y golpe? al atacante en un costado de la cabeza, derrib?ndolo de su caballo. Otro soldado tir? un mayal de su cintura e hizo pivotar su larga cadena; el extremo con picos de repente se dirigi? hacia O'Connor. Ocurri? muy r?pido, y no hab?a tiempo para que O'Connor reaccionara. Thor lo anticip? y fue hacia el costado de su amigo, levantando su espada y cortando la cadena del mayal, antes de golpear a O'Connor. Se escuch? el sonido de la espada cortando el hierro, Thor se sorprendi? de lo afilada que era su espada nueva. La bola con pinchos sali? volando sin causar da?o al suelo y se aloj? en la arena, salvando la vida de O'Connor. Despu?s, Conval apu?al? al soldado con una lanza, mat?ndolo. El ?ltimo soldado del Imperio vio que estaba en desventaja; con temor en sus ojos, se volvi? de repente y se fue, corriendo por la orilla; las huellas de su caballo dejaban profundas marcas en la arena. Todos ellos pusieron su mirada en el soldado que se retiraba. Thor lanz? una piedra con su honda, O’Connor tom? su arco y dispar? y Reece arroj? una lanza. Pero el soldado cabalg? demasiado err?ticamente, el caballo se sumerg?a en la arena, y todos fallaron. Elden sac? su espada y Thor pudo ver que estaba a punto de ir tras ?l. Thor tendi? una mano y le hizo una se?al para que se quedara quieto. "?No!", grit? Thor. Elden se volvi? y le mir?. "?Si sobrevive, enviar? a otros tras nosotros!", protest? Elden. Thor se dio vuelta y mir? al barco y sab?a que tomar?a un tiempo valioso cazarlo – tiempo que no ten?an. "El Imperio vendr? tras nosotros, pase lo que pase", dijo Thor. "No tenemos tiempo que perder. Lo m?s importante ahora es que nos alejemos de aqu?. ?Al barco!". Desmontaron mientras llegaban al barco y Thor meti? la mano en su silla y comenz? a vaciar todas sus provisiones, mientras los dem?s hac?an lo mismo, cargando las armas y sacos de comida y agua. Nadie sab?a cu?nto tiempo tomar?a el viaje, cu?nto tiempo pasar?a hasta que volvieran a ver tierra – si volv?an a verla alguna vez. Thor tambi?n llev? comida para Krohn. Lanzaron los sacos por encima de la barandilla del barco; aterrizaron en la cubierta superior con un golpe seco. Thor agarr? la cuerda gruesa, anudada, que colgaba de un lado; la cuerda ?spera que cortaba sus manos y la prob?. Coloc? a Krohn encima de su hombro, el peso de las dos pon?a en prueba a sus m?sculos y subi? hacia la cubierta. Krohn se quej? cerca de su o?do, abrazando a su pecho con sus garras afiladas, aferr?ndose a ?l. Pronto Thor estaba encima de la barandilla, Krohn saltando hacia la cubierta – y los dem?s los siguieron de cerca. Thor se inclin? y vio hacia abajo a los caballos en la playa, que miraban hacia arriba, como esperando una orden. "?Y qu? pasar? con ellos?", pregunt? Reece, acerc?ndose a su lado. Thor se volvi? y analiz? el barco: tal vez med?a seis metros de largo y la mitad de ancho. Era lo suficientemente grande para ellos siete, pero no para sus caballos. Si intentaban llevarlos, los caballos podr?an pisotear la madera, da?ar el barco. Tuvieron que abandonarlos. "No tenemos elecci?n”, dijo Thor, mir?ndolos con nostalgia. "Tendremos que encontrar a otros nuevos". O'Connor se inclin? sobre el riel. "Son caballos inteligentes", dijo O'Connor. "Yo los entren? bien. Volver?n a casa cuando se los ordene". O'Connor silb? agudamente. Al un?sono, los caballos se dieron vuelta y escaparon, corriendo por la arena y desapareciendo en el bosque, dirigi?ndose hacia el Anillo. Thor se volvi? y mir? a sus hermanos, en el barco, al mar frente a ellos. Ahora quedaron varados, sin caballos, no ten?an ninguna otra opci?n mas que seguir adelante. Empezaban a asimilar la realidad. Estaban verdaderamente solos, sin nada m?s que este barco, y a punto de irse de las costas del Anillo para siempre. Ya no hab?a marcha atr?s. "?Y c?mo vamos a conseguir meter a este barco en el agua?", pregunt? Conval, mientras todos miraban hacia abajo, a cuatro metros y medio del casco.  Una peque?a parte de ?l estaba en el vaiv?n de las olas del Tartuvio, pero la mayor?a estaba en la arena. "?Vengan aqu?!", dijo Conven. Se apresuraron hacia el otro lado, donde una gruesa cadena de hierro colgaba sobre el borde, en cuyo fondo estaba una bola de hierro inmensa, varada en la arena. Conven se inclin? y tir? de la cadena. Gimi? y luch?, pero no pudo levantarla. "Es demasiado pesada", dijo gru?endo. Conval y Thor se apresuraron y le ayudaron y mientras los tres agarraban la cadena y tiraban de ella, Thor se sorprendi? por su peso: incluso con los tres de ellos jalando, solo pod?an levantarla unos cent?metros. Finalmente, todos la soltaron, y cay? en la arena. "D?jenme ayudar", dijo Elden, avanzando. Con su enorme tama?o, Elden era m?s alto que ellos y se inclin? y tir? de la cadena y logr? levantar la bola en el aire. Thor estaba asombrado. Los dem?s se pusieron de pie de un salto y jalaron al un?sono, subiendo el ancla treinta cent?metros a la vez y finalmente encima de la barandilla y sobre la cubierta. El barco empez? a moverse, balance?ndose un poco en las olas, pero permanec?a varado en la arena. "Las p?rtigas", dijo Reece.Thor se volvi? y vio dos postes de madera, de casi seis metros de longitud, montados a los costados del barco y se dio cuenta de para qu? serv?an. Corri? hacia Reece y agarr? uno, mientras Conval y Conven sujetaban el otro. "?Cuando salgamos", grit? Thor, "?levanten las velas!". Se inclinaron, clavaron los postes en la arena y empujaron con todas sus fuerzas; Thor gimi? del esfuerzo. Lentamente, el barco comenz? a moverse, s?lo un poquito. Al mismo tiempo, Elden y O'Connor corrieron hacia el centro del barco y tiraron de las cuerdas para elevar las velas de la lona, elev?ndolas con esfuerzo, treinta cent?metros a la vez. Afortunadamente hab?a una fuerte brisa, y mientras Thor y los dem?s empujaban contra la costa, luchando con toda su fuerza para sacar a este pesado barco fuera de la arena, las velas se elevaron m?s y comenzaron a tomar vuelo. Finalmente, el barco se sacudi? debajo de ellos mientras se deslizaba en el agua, flotando, ingr?vido; los hombros de Thor temblaban por el esfuerzo. Elden y O'Connor izaron las velas a todo m?stil, y pronto estaban dej?ndose llevar hacia el mar. Todos soltaron un grito de triunfo, mientras volv?an a colocan los postes en su lugar y corr?an a ayudar a Elden y a O'Connor a asegurar las cuerdas. Krohn chillaba junto a ellos, emocionado por todo. El barco estaba a la deriva sin rumbo y Thor se apresur? al tim?n, O'Connor a su lado. "?Quieres tomar el tim?n?", pregunt? Thor a O'Connor. O’Connor sonri? ampliamente. "Me encantar?a". Comenzaron a ganar velocidad, navegando por las aguas amarillas del Tartuvio, con el viento a sus espaldas. Finalmente estaban en movimiento, y Thor respir? profundamente. Ya hab?an salido. Thor se dirigi? a la proa, Reece iba junto a ?l, mientras Krohn apareci? entre ellos y se reclin? en la pierna de Thor, mientras que Thor se agachaba y acariciaba su suave piel blanca. Krohn se reclin? y lami? a Thor; Thor busc? en un peque?o saco y sac? un pedazo de carne para Krohn, quien se la arrebat?. Thor miraba hacia el vasto mar delante de ellos. El horizonte lejano estaba salpicado de barcos negros del Imperio, seguramente rumbo al lado del Anillo de McCloud. Por suerte, ellos estaban distra?dos y no pod?an estar al acecho de un barco solitario que se dirig?a a su territorio. El cielo estaba claro, hab?a un fuerte viento a sus espaldas, y continuaron ganando velocidad. Thor mir? y se pregunt? qu? hab?a ante ellos. Se pregunt? cu?nto faltaba para llegar a tierras del Imperio, qu? podr?a estar esperando para recibirlos. Se pregunt? c?mo encontrar?an la espada, c?mo terminar?a todo esto. Sab?a que las probabilidades estaban en contra de ellos, sin embargo, se sent?a euf?rico que finalmente en el viaje, emocionado de estar navegando, emocionado de que hab?an llegado hasta ah?, y ansioso de recuperar la Espada. "?Qu? pasa si no est? all??", pregunt? Reece. Thor se volvi? y le mir?. "La Espada", agreg? Reece. "?Qu? pasar? si no est? ah?? ?O si se ha perdido? ?O destruido? ?O si nunca la encontramos? El Imperio es vasto, despu?s de todo". “?O qu? pasar? si el Imperio descubri? c?mo blandirla?", pregunt? Elden con su voz ronca, acerc?ndose a ellos. "?Qu? pasar? si la encontramos pero no podemos llevarla de regreso?", pregunt? Conven. El grupo se qued? ah? parado, oprimido por lo que les esperaba, por el mar de preguntas sin respuesta. Este viaje era una locura, Thor lo sab?a. Era una locura. CAP?TULO CUATRO Gareth caminaba por el enlosado del estudio de su padre – una peque?a c?mara en el piso superior del castillo que su padre quer?a tanto – y, poco a poco, lo hizo pedazos. Gareth revis? de librero en librero, tirando abajo vol?menes valiosos, libros de cuero antiguo que hab?an estado en la familia durante siglos, rompiendo el encuadernado y haciendo pedacitos las hojas. Mientras los lanzaba en al aire, ca?an encima de su cabeza como copos de nieve, aferr?ndose a su cuerpo y a la baba corriendo por sus mejillas. Estaba determinado a destruir hasta la ?ltima cosa en este lugar que su padre hab?a amado, un libro a la vez. Gareth se apur? a la mesa de la esquina, tom? lo que quedaba de su pipa de opio y con las manos temblorosas chup? con fuerza, necesitando el golpe m?s que nunca. Era adicto, lo fumaba a cada minuto que pod?a, decidido a bloquear las im?genes de su padre que lo persegu?a  en sus sue?os, e incluso ahora, cuando estaba despierto. Como Gareth baje el tubo, vio a su padre antes que ?l, de pie, un cad?ver en descomposici?n. Cada vez que el cad?ver estaba m?s deteriorado, con m?s esqueleto que carne; Gareth se alejaba de la horrible vista. Gareth utilizado para intentar atacar la imagen – pero hab?a aprendido que no sirvi?. As? que ahora volteaba su cabeza, constantemente, siempre mirando a lo lejos. Siempre era lo mismo: su padre llevaba una corona oxidada, ten?a la boca abierta, sus ojos lo miraban con desprecio, extendiendo un solo dedo, apunt?ndole acusatoriamente. En esa mirada terrible, Gareth sent?a que sus d?as estaban contados, sent?a que era s?lo cuesti?n de tiempo para reunirse con ?l. Odiaba verlo, m?s que a otra cosa. Si hubiera habido algo que pudiera salvarlo por haber asesinado a su padre, ser?a que no necesitaba volver a ver su cara. Pero ahora, ir?nicamente, lo ve?a m?s que nunca. Gareth dio la vuelta y lanz? la pipa de opio a la aparici?n, con la esperanza de que si lo tiraba r?pidamente, en realidad podr?a golpearlo. Pero la pipa solamente vol? por el aire y se estrell? contra la pared, rompi?ndose. Su padre a?n estaba ah? parado y lo mir?. "Esas drogas no van a ayudarte ahora", le rega?? su padre. Gareth no pod?a aguantar m?s. Se dirigi? hacia la aparici?n, con las manos extendidas, arremetiendo para rasgu?ar el rostro de su padre; pero como siempre, naveg? solamente a trav?s del aire, y esta vez fue dando tumbos por toda la habitaci?n y aterriz? con fuerza en el escritorio de madera de su padre, haciendo que se estrellara en el suelo junto con ?l. Gareth rod? en el suelo, sin aliento y mir? hacia arriba y vio que se hab?a cortado el brazo. Estaba goteando sangre en su camisa, y mir? hacia abajo y not? que a?n llevaba la camiseta con la que hab?a dormido durante varios d?as; de hecho, no se hab?a cambiado desde hac?a varias semanas. Se mir? en un reflejo de s? mismo y vio que su pelo era salvaje; se ve?a como un rufi?n com?n. Una parte de ?l apenas pod?a creer que hab?a ca?do tan bajo. Pero a otra parte de ?l, ya no le importaba. Lo ?nico que quedaba dentro de ?l, era un ardiente deseo de destruir – destruir cualquier vestigio de su padre que alguna vez hubiera existido. Le gustar?a arrasar con este castillo y a la Corte del Rey con ?l. Ser?a la venganza por el tratamiento que recibi? cuando era ni?o. No pod?a olvidar esos recuerdos, como si fueran una espina que no pod?a quitarse. La puerta al estudio de su padre estaba bien abierta y entr? uno de los asistentes de Gareth, con una mirada de miedo. "Mi se?or", dijo el asistente. "Escuch? un estr?pito. ?Se encuentra bien? Mi se?or, ?est? sangrando!". Gareth mir? al muchacho con odio. Gareth trat? de ponerse de pie para arremeter contra ?l, pero resbal? con algo y cay? al suelo, desorientado por  el ?ltimo golpe de opio. "Mi se?or, ?yo le ayudar?!". El chico se abalanz? y agarr? el brazo de Gareth, que era demasiado delgado, apenas carne y hueso. Pero Gareth todav?a ten?a una reserva de fuerza y cuando el chico toc? su brazo, ?l lo empuj?, haci?ndolo volar a trav?s de la habitaci?n. "Si vuelves a tocarme otra vez, te cortar? las manos", dijo Gareth furioso. El chico se retir? con miedo, y al hacerlo, otro asistente entr? en la sala, acompa?ada por un hombre mayor, a quien Gareth vagamente reconoci?. En alg?n lugar de su mente lo conoc?a – pero no pod?a ubicarlo. "Mi se?or", dijo una voz ?spera, de alguien mayor, "hemos estado esper?ndolo en la Sala del Consejo desde hace medio d?a. Los miembros del Consejo no pueden esperar m?s. Tienen noticias urgentes y deben compartirlas con usted antes de que el d?a termine. ?Quiere venir?". Gareth entrecerr? los ojos hacia el hombre, tratando de reconocerlo. Vagamente recordaba que le hab?a servido a su padre. La Sala del Consejo… La reuni?n… Todo se arremolinaba en su mente. "?Qui?n eres t??", pregunt? Gareth. "Mi se?or, soy Aberthol. El asesor confiable de su padre", dijo, acerc?ndose. Poco a poco iba recordando. Aberthol. El Consejo. La reuni?n. La mente de Gareth giraba, su cabeza le dol?a mucho. Solo quer?a estar solo. "D?jame", dijo. "Ir?". Aberthol asinti? y sali? apresuradamente de la habitaci?n con el asistente, cerrando la puerta detr?s de ellos. Gareth se arrodill?, con la cabeza en sus manos, tratando de pensar, de recordar. Era demasiado. Empez? a recordar poco a poco. El escudo estaba abajo; el Imperio estaba atacando; la mitad de la corte se hab?a ido; su hermana iba al mando de ellos; iban a Silesia… Gwendolyn… Eso era todo. Eso fue lo que ?l hab?a estado tratando de recordar. A Gwendolyn. Le odiaba tanto que no podr?a describirlo. Ahora m?s que nunca, quer?a matarla. Necesitaba matarla. Todos sus problemas en este mundo – eran por culpa de ella. Encontrar?a una manera de vengarse de ella, incluso si ten?a que morir intent?ndolo. Y matar?a a sus otros hermanos a continuaci?n. Gareth comenz? a sentirse mejor al pensar en ello. Con un esfuerzo supremo, luch? por ponerse de pie y tropez? a trav?s de la habitaci?n, derribando una mesa al hacerlo. Mientras sel acercaba a la puerta, vio un busto de alabastro de su padre, una escultura que su padre quer?a, y ?l se agach?, lo agarr? por la cabeza y lo arroj? a la pared. Se rompi? en mil pedazos y por primera vez en ese d?a, Gareth sonri?. Tal vez este d?a no ser?a tan malo, despu?s de todo. * Gareth se fue pavoneando hacia la Sala de Consejo flanqueado por varios asistentes, abriendo de un portazo las enormes puertas de roble con la mano, haciendo que todos los que abarrotaban la sala saltaran ante su presencia. Todos se pusieron r?pidamente en posici?n de firmes. Aunque normalmente esto le dar?a a Gareth cierta satisfacci?n, en este d?a, no le importaba. Se sent?a atormentado por el fantasma de su padre y lleno de rabia porque su hermana se hab?a ido. Sus emociones se arremolinaban dentro de ?l, y ten?a que desquitarse con el mundo. Gareth tropez? a trav?s del gran sal?n por la bruma causada por el opio, caminando por el centro del pasillo hacia su trono; docenas de concejales estaban parados a un costado, mientras ?l pasaba. Su corte hab?a crecido y hoy la energ?a era fren?tica, mientras m?s y m?s personas parec?an llegar con la noticia de la salida de la mitad de la Corte del Rey y del escudo que estaba abajo. Era como si quienes segu?an estando en la Corte del Rey estuvieran entrando buscando respuestas. Y por supuesto, Gareth no ten?a ninguna. Mientras Gareth iba pavone?ndose por la escalera de marfil hacia el trono de su padre, vio, esperando pacientemente detr?s de ?l, a Lord Kultin, el l?der mercenario de su fuerza de combate privada, el ?ltimo hombre que quedaba en la Corte en quien pod?a confiar. Junto a ?l estaban parados docenas de sus combatientes, estaban ah?, en silencio, con las manos sobre sus espadas, dispuestos a luchar hasta la muerte por Gareth. Era lo ?nico que quedaba que reconfortaba a Gareth. Gareth se sent? en su trono y analiz? el sal?n. Hab?a tantas caras, reconoci? a algunos pero a muchos otros no. No confiaba en ninguno de ellos. Cada d?a depuraba a m?s gente de su Corte; ya hab?a enviado a muchos a los calabozos y a?n m?s con el verdugo. No pasaba un d?a sin matar al  menos a un pu?ado de hombres. Pensaba que era buena pol?tica: manten?a a los hombres en estado de alerta e imped?a la formaci?n de un golpe de estado. Todos en la sala estaban callados, mir?ndolo aturdidos. Todos estaban aterrorizados para hablar. Que era exactamente lo que ?l quer?a. Nada le emocionaba m?s que infundir miedo en sus s?bditos. Finalmente, Aberthol dio un paso adelante, su bast?n haciendo eco en la piedra y aclar? su garganta. "Mi se?or", comenz? a decir, con su voz de viejo, "nos encontramos en un momento de gran confusi?n en la Corte del Rey. No s? todav?a qu? noticias le han llegado: el Escudo est? desactivado; Gwendolyn dej? la Corte del Rey y se ha llevado a Kolk, Brom, Kendrick, Atme, Los Plateados, La Legi?n y a la mitad de su ej?rcito – junto con la mitad de la Corte del Rey. -Los que permanecen aqu? esperan su  orientaci?n, y saber cu?l ser? nuestro pr?ximo paso. La gente quiere respuestas, mi se?or". "Lo que es m?s", dijo otro miembro del Consejo que Gareth apenas reconoc?a, "se ha difundido el rumor de que el Ca??n ya ha sido violado. Dicen que Andr?nico ha invadido el lado McCloud del Anillo con su ej?rcito de un mill?n de hombres". Un resuello de asombro e indignaci?n se extendi? por toda la sala; docenas de valientes guerreros susurraban entre ellos, llenos de miedo y un estado de p?nico se propag? como reguero de p?lvora. "?No puede ser verdad!", exclam? uno de los soldados. "?Lo es!", insisti? el miembro del Consejo. "?Entonces toda esperanza est? perdida!", grit? otro soldado. "Si invadieron a los McCloud, el Imperio vendr? a la Corte del Rey a continuaci?n. Es imposible que podamos mantenerlos alejados". "Debemos discutir los t?rminos de rendici?n, mi se?or", dijo Aberthol a Gareth. “??De rendici?n?!", grit? otro hombre. "?Nos no rendiremos jam?s!". "Si no lo hacemos", grit? otro soldado, "nos aplastar?n. ?C?mo nos enfrentaremos a un mill?n de hombres?". La sala estall? en un murmullo de indignaci?n, los soldados y los consejeros discutiendo unos con otros, en completo desorden. El l?der del Consejo golpe? su vara de hierro en el suelo de piedra y grit?: "?ORDEN!". Poco a poco, la sala qued? en silencio. Todos los hombres se volvieron y lo miraron. "Todas esas son decisiones para un rey, no para nosotros", dijo uno de los hombres del Consejo. "Gareth es el rey leg?timo, y no tenemos que discutir los t?rminos de rendici?n – o si debemos entregarnos". Todos voltearon a ver a Gareth. "Mi se?or", dijo Aberthol, con cansancio en su voz, "?c?mo propone que nos ocupemos de ej?rcito del Imperio?". Hubo un silencio sepulcral en la sala. Gareth estaba ah? sentado, mirando a los hombres, queriendo responder. Pero le era m?s y m?s dif?cil mantener sus pensamientos claros. ?l segu?a oyendo la voz de su padre en su cabeza, grit?ndole, como cuando era un ni?o. Lo estaba volviendo loco, y la voz no se iba. Gareth extendi? la mano y ara?? el brazo de madera del trono, una y otra vez. El sonido de las u?as ara?ando, era el ?nico sonido en la sala. Los miembros del Consejo intercambiaron una mirada de preocupaci?n. "Mi se?or", dijo otro concejal, "si elige no rendirse, entonces debemos fortalecer la Corte del Rey de inmediato. Debemos asegurar todas las entradas, todos los caminos, todas las puertas. Debemos llamar a todos los soldados, preparar las defensas. Debemos prepararnos para un ataque, racionar los alimentos, proteger a nuestros ciudadanos. Hay mucho que hacer. Por favor, mi se?or. Denos la orden. D?ganos qu? hacer". Una vez m?s la sala se qued? en silencio, ?mientras todas las miradas estaban fijas en Gareth. Finalmente, Gareth levant? la barbilla y mir?. "No lucharemos contra el Imperio", declar?. "Ni nos rendiremos". Todos en la sala miraron unos a otros, confundidos. "?Entonces qu? hacemos, se?or?", pregunt? Aberthol. Gareth aclar? su garganta. "?Mataremos a Gwendolyn!", declar?. "Eso es lo que importa ahora". A continuaci?n hubo un silencio de sorpresa. "?A Gwendolyn?", grit? un concejal, sorprendido, mientras en la sala estallaba otro murmullo de confusi?n. "Enviaremos a todos nuestros ej?rcitos tras ella, para masacrarla y a aquellos que van con ella, antes de que lleguen a Silesia", anunci? Gareth. "Pero mi se?or, ?en qu? nos va a ayudar eso?", grit? un concejal. "Si nos aventuramos a atacarla, dejar? expuestos a nuestros ej?rcitos. Todos ser?an rodeados y masacrados por el Imperio". "?Tambi?n dejar?a abierta a la Corte del Rey para un ataque!", grit? otro. "Si no vamos a rendirnos, debemos fortalecer la Corte del Rey de inmediato!". Un grupo de hombres grit?, estando de acuerdo con eso. Gareth dio vuelta y mir? al concejal, con su mirada fr?a. "?Vamos a utilizar a todos los hombres que tenemos para matar a mi hermana!", dijo sombr?amente. "?No escatimaremos a ninguno!". La sala qued? en silencio mientras un concejal jal? su silla hacia atr?s, rasp?ndola contra la piedra y se levant?. "No ver? a la Corte del Rey arruinada por su obsesi?n personal. ?Por mi parte, no estoy con usted!". "?Ni yo!", repiti? la mitad de los hombres en la sala. Gareth se sinti? lleno de rabia y estaba a punto de ponerse de pie cuando de repente las puertas de la c?mara se abrieron de golpe y entr? corriendo el comandante lo que quedaba del ej?rcito. Todas las miradas estaban sobre ?l. Arrastr? a un hombre de los brazos, un malhechor con cabello graso, sin afeitar, atado de las mu?ecas. Arrastr? al hombre hacia el centro de la habitaci?n y se detuvo ante el rey. "Mi se?or", dijo el comandante fr?amente. "De los seis ladrones ejecutados por el robo de la Espada del Destino, este hombre era el s?ptimo, quien escap?. Est? contando una historia de lo m?s incre?ble acerca de lo que pas?. "?Habla!", orden? el comandante, sacudiendo al malhechor. El rufi?n miraba nerviosamente en todas direcciones; su cabello graso colgaba sobre sus mejillas, pareciendo inseguro. Finalmente, grit?: "?Nos ordenaron robar la espada!". La sala estall? en un murmullo de indignaci?n. "??ramos diecinueve!", continu? diciendo el malhechor. "Una docena iba a llev?rsela, al amparo de la oscuridad, por el puente del Ca??n y hacia la selva. La escondieron en una carreta y se la llevaron a trav?s del puente para que as? los soldados haciendo guardia no tuvieran idea lo que hab?a dentro. A los dem?s, a nosotros siete, se nos orden? alejarnos despu?s del robo. Nos dijeron que nos encarcelar?an, como un espect?culo y luego nos dejar?an libres. Pero en lugar de eso, mis amigos fueron todos ejecutados. A m? tambi?n me habr?an matado, si no hubiera escapado". La sala estall? en un largo y agitado murmullo. "?Y a d?nde estaban llevando la espada?", pregunt? presionando el comandante. "No lo s?. A alg?n lugar dentro del Imperio". "?Y qui?n orden? tal cosa?". "??l!", dijo el malhechor, girando de repente y apuntando con un dedo huesudo hacia Gareth. "?Nuestro rey! ??l nos orden? hacerlo!". La sala estall? en un murmullo horrorizado, hab?a gritos, hasta que finalmente un concejal golpe? varias veces su vara de hierro y grit? pidiendo silencio. A duras penas hubo silencio en la sala. Gareth, temblando de miedo y de rabia, se levant? lentamente de su trono, y el sal?n qued? en silencio, con  las miradas fijas en ?l. Dando un paso a la vez, Gareth baj? las escaleras de marfil, sus pasos hac?an eco en el silencio, tan espeso que podr?a cortarse con un cuchillo. Cruz? la sala, hasta que finalmente se acerc? al malhechor. Lo mir? con frialdad, estaba a treinta cent?metros de distancia; el hombre se retorc?a en el brazo del comandante, mirando a todos lados, menos a ?l. "Los ladrones y los mentirosos se tratan s?lo de una manera en mi reino", dijo Gareth suavemente. Gareth de repente sac? un pu?al de su cintura y lo hundi? en el coraz?n del malhechor. El hombre grit? de dolor, con sus ojos saltones; de repente se desplom? en el suelo, muerto. El comandante mir? a Gareth, con el ce?o fruncido hacia ?l. "Acaba de matar a un testigo en su contra", dijo el comandante. "?No se da cuenta de que eso s?lo sirve para insinuar m?s su culpabilidad?". "?Qu? testigo?", pregunt? Gareth, sonriendo.  "Los muertos no hablan". El comandante enrojeci?. "No olvide que soy comandante de la mitad del ej?rcito del rey. No me tomar? por tonto. Por sus acciones, s?lo puedo suponer que es culpable del delito del que lo acus?. Por lo tanto, mi ej?rcito y yo ya no le serviremos m?s. De hecho, me lo llevar? en custodia, por traici?n al Anillo". El comandante hizo una se?al con la cabeza a sus hombres, y al un?sono, varias docenas de soldados sacaron sus espadas y se acercaron para arrestar a Gareth. El Lord Kultin se acerc? con dos veces m?s el n?mero de sus hombres, sacando sus espadas y caminando detr?s de Gareth. Estaban parados all?, frente a frente con los soldados del comandante; Gareth en el medio. Gareth sonri? triunfante al  comandante. Sus hombres eran superados en n?mero por la fuerza de combate de Gareth, y ?l lo sab?a. "Nadie me llevar? en custodia", se mof? Gareth. "Y ciertamente no por tu mano. Toma a tus hombres y sal de mi Corte – o enfrentar?s la ira de mi fuerza de combate personal". Despu?s de varios segundos de tensi?n, el comandante finalmente dio vuelta e hizo un gesto a sus hombres, y al un?sono, todos ellos se retiraron, caminando con cautela hacia atr?s de la habitaci?n, con las espadas desenvainadas. "De hoy en adelante", dijo el comandante, "?sepa que ya no le serviremos! Se enfrentar? al ej?rcito del Imperio por su cuenta. Espero que lo traten bien. ?Mejor de lo que usted trat? a su padre!". Todos los soldados salieron furiosos de la habitaci?n, con un gran ruido de las  armaduras. Las docenas de concejales y asistentes y nobles que se quedaron, estaban callados, susurrando. "?D?jenme!", grit? Gareth.  "?TODOS USTEDES!". Toda la gente que quedaba en el sal?n, sali? r?pidamente, incluyendo la fuerza de combate personal de Gareth. S?lo quedaba una persona, detr?s de los dem?s. El Lord Kultin. S?lo ?l y Gareth estaban en la habitaci?n. Se acerc? a Gareth, deteni?ndose a unos metros de distancia y lo mir?, como analiz?ndolo. Como de costumbre, su cara era inexpresiva. Era el verdadero rostro de un mercenario. "No me importa lo que hizo o por qu?", comenz? a decir, con su voz ?spera y sombr?a. "No me importa la pol?tica. Soy un combatiente. S?lo me importa el dinero que me paga a m? y a mis hombres". Hizo una pausa. "Sin embargo, me gustar?a saber, por mi propia satisfacci?n personal: ?realmente le orden? a esos hombres  llevarse la espada?". Gareth mir? al hombre. Hab?a algo en su mirada que reconoc?a de s? mismo: era fr?a, sin remordimientos, oportunista. "?Y qu? si lo hice?", pregunt? Gareth. El Lord Kultin lo mir? durante mucho tiempo. "?Pero por qu??", pregunt? ?l. Gareth tambi?n lo mir?, en silencio. Los ojos de Kultin se abrieron de par en par, en reconocimiento. "?Usted no pudo blandirla, as? que nadie podr?a hacerlo?", pregunt? Kultin. "?Es eso?". Consider? las implicaciones. "Sin embargo, a?n as?", agreg? Kultin, "seguramente sab?a que enviarla lejos desactivar?a el escudo, nos har?a vulnerables a un ataque". Kultin abri? m?s los ojos. "Quer?as que nos atacaran, ?no? Algo en dentro de ti quiere que la Corte del Rey sea destruida”, dijo, d?ndose cuenta de ello repentinamente. Gareth sonri?. "No todos los lugares", dijo Gareth lentamente, "est?n destinados a durar para siempre". CAP?TULO CINCO Gwendolyn cabalgaba con el enorme s?quito de soldados, consejeros, asistentes, concejales, Los Plateados, La Legi?n y la mitad de la Corte del Rey, mientras iban en camino – a una ciudad enorme —lejos de la Corte del Rey. Gwen se sent?a abrumada por la emoci?n. Por un lado, estaba encantada de ser liberarse finalmente de su hermano Gareth, de estar lejos de su alcance, rodeada de guerreros de confianza que pod?an protegerla, sin temor a ser traicionada o de casarse con cualquiera. Finalmente, no tendr?a que cuidarse la espalda en todo momento de miedo de uno de sus asesinos. Gwen tambi?n se sent?a inspirada y honrada de ser elegida para gobernar, de ir al mando de este gran contingente de personas. El enorme s?quito la segu?a como si fuera una especie de profeta, todos marchando en el camino interminable hacia Silesia. La ve?an como su gobernante – lo pod?a ver en sus miradas – y la ve?an con expectaci?n. Se sinti? culpable, queriendo que uno de sus hermanos tuviera honor – cualquiera, menos ella. Sin embargo ve?a cu?nta esperanza le daba a la gente en tener a una lideresa justa y equitativa, y eso la hac?a feliz. Si ella pudiera cumplir ese papel para ellos, especialmente en estos tiempos sombr?os, lo har?a. Gwen pens? en Thor, en su triste despedida en el Ca??n, y eso rompi? su coraz?n; lo vio desaparecer, cruzando el puente del Ca??n hacia la niebla, en un viaje que casi seguramente conducir?a a su muerte. Era una valiente y noble misi?n – que no pod?a negarle – que sab?a que deb?a hacer por el bien del Reino, por el bien del Anillo. Sin embargo tambi?n se preguntaba  por qu? ten?a que ser ?l. Ella deseaba que pudiera ser otra persona. Ahora, m?s que nunca, ella lo quer?a a su lado. En esta ?poca de confusi?n, de gran transici?n, en que ella se hab?a quedado sola para gobernar, para tener a su hijo, quer?a que ?l estuviera ah?. M?s que nada, estaba preocupada por ?l. Ella no pod?a imaginar la vida sin ?l; la simple idea la hac?a llorar. Pero Gwen respir? profundamente y permaneci? fuerte, sabiendo que todas las miradas estaban sobre ella mientras marchaban, una interminable caravana en este camino polvoriento, yendo hacia el norte, hacia la lejana Silesia. Gwen tambi?n se sent?a perpleja, desgarrada por su patria. Ella apenas pod?a entender que el Escudo se hubiera desactivado, que el Ca??n hubiera sido violado. Hab?an estado circulando rumores de esp?as lejanos, de que Andr?nico hab?a llegado a las costas de McCloud. Ella no estaba segura de qu? creer. Le costaba trabajo entender que hubiera pasado tan r?pidamente – despu?s de todo, Andr?nico todav?a tendr?a que enviar a toda su flota a trav?s del oc?ano. A menos que de alguna manera McCloud hubiera estado detr?s del robo de la espada y hubiera orquestado la desactivaci?n del Escudo. Pero, ?c?mo? ?C?mo hab?a consigui? robarla? ?A d?nde se la llevaba? Gwen pod?a sentir lo abatidos que se sent?an todos alrededor de ella, y no pod?a culparlos. Hab?a un aire de des?nimo entre la multitud y por buenas razones; sin el Escudo, estaban todos indefensos. Era s?lo cuesti?n de tiempo – si no es que hoy mismo, ma?ana o pasado ma?ana – que Andr?nico invadir?a. Y cuando lo hiciera, no habr?a forma que podr?an contener a sus hombres. Este lugar, todo lo que hab?a amado y querido desde ni?a, pronto podr?a ser conquistado y morir?an todos a los que ella amaba. Mientras marchaban, era como si fueron hacia su muerte. Andr?nico todav?a no estaba aqu?, pero se sent?a como si ya hubieran sido capturados. Record? algo que su padre dijo una vez: conquista el coraz?n de un ej?rcito y la batalla ya est? ganada. Gwen sab?a que depend?a de ella inspirarlos a todos, hacer que sintieran seguridad —de alguna manera, incluso, de optimismo. Ella estaba decidida a hacerlo. No pod?a dejar que sus temores personales o sensaci?n de pesimismo, le superara en un momento como ?ste. Y se neg? a permitirse regodearse en la autocompasi?n. Esto ya no se trataba s?lo de ella. Se trataba de estas personas, de sus vidas, de sus familias. Le necesitaban. Todos buscaban su ayuda. Gwen pens? en su padre y se pregunt? qu? har?a ?l. Sonri? al pensar en ?l. Habr?a puesto cara de valiente, pasara lo que pasara. Siempre le hab?a dicho que ocultara el miedo con bravatas, y al pensar en la vida de ?l, nunca hab?a parecido tener miedo. Ni una vez. Quiz?s era s?lo pose; pero fing?a muy bien. Como l?der, hab?a sabido que estaba expuesto todo el tiempo, sab?a que era el espect?culo que la gente necesita, tal vez incluso m?s que el liderazgo. El era demasiado generoso para entregarse a sus miedos. Ella podr?a aprender de su ejemplo. Ella tampoco lo har?a. Gwen mir? a su alrededor y vio a Godfrey marchando junto a ella y junto a ?l iba Illepra, la curandera; ellos dos iban conversando, y ella se dio cuenta de que los dos parec?an gustarse cada vez m?s, desde uqe Illepra le hab?a salvado la vida. Gwen anhelaba que sus otros hermanos tambi?n estuvieran ah?. Pero Reece se hab?a ido con Thor, Gareth por supuesto hab?a desaparecido de su vida para siempre, y Kendrick segu?a en alg?n lugar en el Este, ayudando todav?a a reconstruir ese pueblo lejano. Hab?a enviado un mensajero por ?l – hab?a sido la primera cosa que hab?a hecho – y or? para que le llegara a tiempo para recuperarlo, traerlo a Silesia para estar con ella y ayudar a defenderlo. Al menos, entonces, dos de sus hermanos – Kendrick y Godfrey – podr?an refugiarse en Silesia con ella; eso los representaba a ellos. Excepto, por supuesto, su hermana mayor, Luanda. Por primera vez en mucho tiempo, Gwen pensaba en Luanda. Siempre hab?a tenido una amarga rivalidad con su hermana mayor; no le hab?a sorprendido a Gwen en lo m?s m?nimo que Luanda hubiera aprovechado la primera oportunidad que tuvo para huir de la Corte del Rey y casarse con ese McCloud. Luanda siempre hab?a sido ambiciosa y siempre hab?a querido ser la primera. Gwendolyn la hab?a amado y la hab?a admirado cuando era joven; pero Luanda, siempre competitiva, no hab?a correspondido a su amor. Y despu?s de un tiempo, Gwen hab?a dejado de intentarlo. Sin embargo ahora Gwen se sent?a mal por ella; se preguntaba qu? habr?a sido de ella, ya que los McCloud hab?an sido invadidos por Andr?nico. ?La asesinar?an? Gwen se estremeci? ante la idea. Eran rivales, pero al final del d?a, segu?an siendo hermanas y ella no quer?a verla muerta antes de tiempo. Gwen pens? en su madre, la otra ?nica persona de su familia que se qued? all?, varada en la Corte del Rey, con Gareth, incluso en su estado. Pensar en ello la hizo estremecer. A pesar de toda la rabia que a?n le ten?a a su madre, Gwen no quer?a que terminara como lo hizo ella. ?Qu? pasar?a si la Corte del Rey fuera invadida? ?Su madre ser?a asesinada? Gwen no pudo evitar sentir como si su vida cuidadosamente construida se estuviera colapsando alrededor de ella. Parec?a que fue ayer que estaban en pleno verano, que era la boda de Luanda, que hab?a una gloriosa fiesta, que la Corte del Rey estaba llena de abundancia, que ella y su familia estaban todos juntos, celebrando – y que el Anillo era inexpugnable. Parec?a como si fuera a durar para siempre. Ahora todo se hab?a hecho pedazos. Nada era como hab?a sido. Hab?a una fr?a brisa de oto?o, y Gwen puso su su?ter de lana azul, firmemente sobre sus hombros. El oto?o hab?a sido demasiado corto este a?o; ya se acercaba el invierno. Ella pod?a sentir la brisa helada, cada vez m?s fuerte, con humedad, mientras se dirig?an m?s al norte a lo largo del Ca??n. El cielo se estaba oscureciendo antes y el aire estaba lleno de un nuevo sonido – el graznido de las aves de invierno, los buitres rojos y negros que daban vueltas por lo bajo cuando la temperatura disminu?a. Graznaban incesantemente, y el sonido a veces era irritante para Gwen. Era como el sonido de la muerte que se acercaba. Desde que se despidieron de Thor, se hab?an marchado por el Ca??n, siguiendo hacia el norte, sabiendo que les llevar?a a la ciudad m?s occidental de la parte occidental del Anillo – Silesia. Al marchar, la neblina inquietante del Ca??n sal?a en ondas, aferr?ndose a los tobillos de Gwen. "No estamos lejos ahora, mi lady", dijo una voz. Gwen vio a Srog al otro lado de ella, vestido con la armadura roja distintiva de Silesia y flanqueado por varios de sus guerreros, todos usando su cota de malla roja y botas. Gwen hab?a sido tocada por la bondad de Srog hacia ella, por su lealtad a la memoria de su padre, por su ofrecimiento de Silesia como refugio. No sab?a qu? habr?a hecho ella y toda esta gente, si no fuera as?. Incluso ahora, seguir?an  estando en la Corte del Rey, a merced de la traici?n de Gareth. Srog era uno de los lores m?s honorables que hab?a conocido ella. Con miles de soldados a su disposici?n, con su control de la famosa fortaleza de Occidente, Srog no hab?a necesitado rendir homenaje a nadie. Pero rindi? homenaje al padre de ella. Siempre hab?a sido un poder equilibrio de poder discreto. En los tiempos del padre de su padre, Silesia hab?a necesitado a la Corte del Rey; en el tiempo de su padre, no tanto; y en el tiempo de ella, nada en absoluto. De hecho, con la desactivaci?n del Escudo y el caos en la Corte del Rey, ellos eran los que necesitaban a Silesia. Por supuesto, Los Plateados y La Legi?n eran los mejores guerreros que exist?an – como las miles de tropas que acompa?aban a Gwen, que abarcaban la mitad del ej?rcito del rey. Sin embargo, Srog, como la mayor?a de los lores, pudo simplemente haber cerrado sus puertas y cuidado de su gente. En cambio, ?l hab?a buscado a Gwen, hab?a sido leal con ella, y hab?a insistido en ser anfitri?n de todos ellos. Hab?a sido un acto de bondad que Gwen hab?a decidida de alguna manera, alg?n d?a, retribuirle. Eso si es que todos sobreviv?an. "No tienes que preocuparte", respondi? ella con suavidad, poniendo una mano sobre la mu?eca de ?l. "Marchar?amos hasta los confines de la Tierra para entrar en tu ciudad. Somo muy afortunadas de tener tu amabilidad en este dif?cil momento". Srog sonri?. Un guerrero de mediana edad con demasiadas arrugas en su cara debido a los combates, con cabello rojo acasta?ado, un submaxilar fuerte y sin barba, Srog era un hombre de verdad, no s?lo un Lord, sino un verdadero guerrero. "Por su padre, caminar?a a trav?s del fuego", respondi?. "No tiene nada qu? agradecer. Es un gran honor poder saldar mi deuda con ?l sirviendo a su hija. Despu?s de todo, fue su deseo que usted gobernara. As? que cuando hago algo por usted,  le correspondo a ?l". Cerca de Gwen tambi?n marchaban Kolk y Brom, y detr?s de todos ellos estaba el sonido constante de las miles de espuelas, de espadas tintineando en sus vainas, de escudos chocando contra la armadura. Era una gran cacofon?a de ruidos, yendo cada vez m?s y m?s lejos hacia el norte a lo largo del borde del Ca??n. "Mi lady", dijo Kolk: "Me siento agobiado por la culpa. No debimos haber dejado a Thor, Reece, y a los dem?s ir solos al Imperio. Debimos habernos ofrecido m?s de nosotros para acompa?arlos. Me costar? la cabeza si le pasara algo a ellos". "Fue la misi?n que ellos eligieron", respondi? Gwen. "Era una misi?n de honor. Quien ten?a que irse, se fue. La culpabilidad no sirve de nada". "?Y qu? suceder? si no regresan a tiempo con la Espada?", pregunt? Srog.  "No falta mucho para que el ej?rcito de Andr?nico aparezca en nuestras puertas". "Entonces nos opondremos", dijo Gwen confiadamente, poniendo todo el coraje en su voz como pudo, con la esperanza de hacer que los dem?s se relajaran. Se dio cuenta de que los otros generales se dieron vuelta y la miraron. "Defenderemos hasta el ?ltimo golpe", a?adi? ella. "No habr? retirada, no nos rendiremos". Sinti? que los generales estaban impresionados. Ella qued? impresionada por su propia voz, por la fuerza que surg?a dentro de ella, sorprendi?ndola incluso a ella. Era la fuerza de su padre, de siete generaciones de reyes MacGil. Mientras segu?an avanzando, el camino se curvaba bruscamente a la izquierda, y mientras Gwen daba la vuelta a la esquina, se detuvo de golpe, sin aliento ante lo que vio. Silesia. Gwen record? que su padre la tra?a de viaje aqu?, cuando era una ni?a. Era un lugar que recordaba en sus sue?os desde entonces, un lugar que  hab?a sido m?gico para ella. Ahora, al mirarlo siendo adulta, todav?a segu?a dej?ndola sin aliento. Silesia era la ciudad m?s inusual que Gwen hab?a visto. Todos los edificios, todas las fortificaciones, toda la piedra – todo fue construido de un antiguo, rojo brillante. La mitad de la parte alta de Silesia, vertical, estaba repleta de parapetos y chapiteles, fue construida en el continente, mientras que la mitad inferior fue construida en el lado del Ca??n. Las nieblas turbulentas del Ca??n soplaban dentro y fuera, envolvi?ndolo, haciendo que el rojo brillara y destellara en la luz – y le hac?a parecer como si hubiera sido construido en las nubes. Sus fortificaciones se levantaban treinta metros, coronadas en parapetos y respaldadas por una interminable fila de murallas. El lugar era una fortaleza. Aunque un ej?rcito de alguna manera traspasara sus muros, todav?a tendr?a que bajar a la mitad inferior de la ciudad, hasta los acantilados y pelear en el borde del Ca??n. Obviamente, era una guerra que ning?n ej?rcito invasor querr?a librar. Y era por eso que esta ciudad hab?a permanecido de pie durante mil a?os. Sus hombres se detuvieron y miraron boquiabiertos, y Gwen pod?a sentir que todos estaban asombrados tambi?n. Por primera vez en mucho tiempo,  Gwen se sent?a optimista. Este era un lugar en donde pod?an quedarse, lejos del alcance de Gareth; un lugar que podr?an defender. Un lugar donde ella podr?a gobernar. Y tal vez – tal vez – el Reino de MacGil podr?a levantarse otra vez. Srog estaba ah? parado, con las manos en su cadera, asimilando todo, como si viera su propia ciudad por primera vez, con los ojos brillando de orgullo. "Bienvenido a Silesia". CAP?TULO SEIS Thor abri? los ojos al amanecer para ver las olas del mar que se mov?an suavemente, subiendo y bajando en grandes crestas, cubiertas por la luz tenue del primer sol. El agua amarillo claro del Tartuvio. brillaba en la niebla de la ma?ana. El barco se mov?a silenciosamente de un lado a otro en el agua, y el ?nico sonido era el del vaiv?n de las olas  contra su casco. Thor se sent? y mir? a su alrededor. Sus ojos le pesaban por el agotamiento— de hecho, nunca se hab?a sentido tan cansado en su vida. Hab?an estado navegando durante d?as; y todo aqu?, en este lado del mundo, se sent?a diferente. El aire estaba tan pesado por la humedad, la temperatura era mucho m?s caliente, era como respirar en un chorro constante de agua. Lo hac?a sentir lento, hac?a que sus extremidades se sintieran pesadas. Sent?a como si hubiera llegado en verano. Thor mir? a su alrededor y vio que todos sus amigos, quienes normalmente se levantaban antes del amanecer, estaban en el suelo, durmiendo. Incluso Krohn, siempre despierto, dorm?a junto a ?l. El pesado clima tropical hab?a afectado a todos. Ninguno de ellos siquiera se hab?a molestado en conducir el tim?n – hab?an dejado eso d?as atr?s. No ten?a sentido: sus velas siempre estaban a m?stil completo con un viento del oeste azotador, y las mareas m?gicas de este oc?ano constantemente tiraron del barco en una sola direcci?n. Era como si fueran jalados hacia una direcci?n, y hab?an intentado en varias ocasiones de dirigir o cambiar de rumbo, pero fue in?til. Todos se hab?an resignado a dejar que el Tartuvio los llevara a donde fuera. De cualquier manera, tampoco sab?an hacia qu? lugar del Imperio dirigirse, reflexion? Thor. En tanto las mareas los llevaron a tierra firme, pens? ?l, con eso ser?a suficiente. Krohn despert?, gimiendo; luego se inclin? hacia adelante y lami? la cara de Thor. Thor busc? en su saco, que estaba casi vac?o y le dio a Krohn el ?ltimo de sus palos de carne seca. Para sorpresa de Thor, Krohn no lo arrebat? de su mano, como  generalmente lo hac?a; en cambio, Krohn lo mir?, mir? el saco vac?o y luego mir? a Thor de manera significativa. Vacil? para tomar la comida, y Thor se dio cuenta de que Krohn no quer?a quitarle la ?ltima pieza. Thor estaba conmovido por el gesto, pero ?l insisti?, empujando la carne en el hocico de su amigo. Thor sab?a que pronto se quedar?an sin comida y rez? para que llegaran a tierra. No ten?a ni idea de cu?nto tiempo podr?a tardar el viaje; ?qu? pasa si tardaban varios meses? ?Qu? comer?an? El sol sali? r?pidamente aqu?, brillando m?s y con m?s fuerza demasiado temprano y Thor se qued? parado mientras la niebla empezaba a irse del agua y se fue a la proa. Thor se qued? all? y se asom?, la cubierta se mec?a suavemente debajo de ?l, y vio c?mo la niebla se disipaba. Pesta?e?, pregunt?ndose si estaba viendo cosas, mientras el contorno de una tierra lejana aparec?a en el horizonte. Su pulso se aceler?. Era tierra. ?Tierra real! La tierra apareci? en una forma inusual: dos largas y estrechas pen?nsulas varadas en el mar, como los dos extremos de un tridente y mientras la niebla se elevaba, Thor mir? a su izquierda y a su derecha y se sorprendi? al ver dos franjas de tierra a cada lado de ellos, cada uno a aproximadamente cuarenta y cinco metros de distancia. Estaban siendo absorbidos hacia el centro de una larga ensenada. Thor silb?, y sus hermanos de La Legi?n se levantaron. Se abrieron paso con dificultad para ponerse de pie y corrieron a su lado, y se detuvieron en la proa, asom?ndose. Todos estaban all? parados, sin aliento ante la vista: las costas eran las m?s ex?ticas que hab?an visto, atestadas de selva, alt?simos ?rboles en la orilla, tan espesos que era imposible ver m?s all? de ellos. Thor vio los enormes helechos, de nueve metros de altura, inclin?ndose sobre el agua; ?rboles amarillos y p?rpuras que parec?an llegar al cielo; y en todas partes estaban los extra?os y persistentes ruidos de las bestias, aves, insectos, y no sab?a qu? m?s, gru?endo y lloriqueando y cantando. Thor trag? saliva con dificultad. Sent?a como si estuvieran entrando a un impenetrable reino animal. Todo se sent?a diferente ah?; el aire ol?a diferente, extra?o. Nada aqu? le recordaba ni remotamente al Anillo. Los otros miembros de La Legi?n se dieron vuelta y se miraron entre s?, y Thor pudo ver la duda en sus ojos. Todos se preguntaban qu? criaturas les esperaban dentro de la jungla. No es que tuvieran una opci?n. La corriente les llev? a un camino, y obviamente aqu? es donde deb?an desembarcar para entrar en tierras del Imperio. "?Por aqu?!", grit? O'Connor. Corrieron hacia O'Connor del lado de la barandilla, mientras ?l se inclinaba y apuntaba hacia el agua. Ah?, nadando al lado del barco, hab?a un enorme insecto, de color p?rpura luminiscente, de tres metros de largo, con cientos de patas. Brillaba bajo las olas, y despu?s se iba corriendo a lo largo de la superficie del agua; al hacerlo, sus miles de peque?as alas comenzaron a zumbar, y se levant? justo por encima del agua. Luego volvi? a deslizarse a lo largo de la superficie, y luego se hundi? por debajo. Luego repiti? el proceso de nuevo. Mientras observaban, de repente subi? a lo alto, en el aire, a la altura de los ojos, flotando, mir?ndolos con sus cuatro grandes ojos verdes. Silb? y todos saltaron hacia atr?s involuntariamente, buscando sus espadas. Elden dio un paso adelant? y lo atac?. Pero para cuando su espada lleg? al aire, ya estaba de regreso en el agua. Thor y los dem?s salieron volando, estrell?ndose en la cubierta, mientras su barco se deten?a repentinamente, varando en la costa con una sacudida. El coraz?n de Thor se aceler? mientras se asomaba sobre el borde: debajo de ellos hab?a una estrecha playa formada por miles de peque?as rocas irregulares, de color p?rpura brillante. Tierra. Lo hab?an logrado. Elden marc? la pauta para el anclaje, y todos la levantaron y la dejaron caer sobre el borde. Cada uno de ellos baj? la cadena, dando un salto y cayendo en la orilla; Thor le dio a Krohn a Elden mientras ?l caminaba. Thor suspir? cuando sus pies tocaron tierra. Se sent?a tan bien estar en tierra – tierra seca y firme – bajo sus pies. Estar?a bien si nunca volviera a navegar en un barco otra vez. Todos agarraron las cuerdas y arrastraron el barco hasta la costa como pod?an. "?Crees que las mareas se lo llevar?n?", pregunt? Reece, mirando hacia el barco. Thor lo mir?; parec?a seguro en la arena. "No con esa ancla", dijo Elden. "La marea no se lo llevar?", dijo O'Connor. "La pregunta es si alguien m?s lo har?". Thor dio un largo ?ltimo vistazo al barco y se dio cuenta de que su amigo ten?a raz?n. Incluso si encontraran la Espada, muy bien podr?an volver a una costa vac?a. "Y entonces, ?c?mo regresar?amos?", pregunt? Conval. Thor no pudo evitar sentir como si en cada paso del camino, estuvieran quemaban sus puentes. "Encontraremos la forma", dijo Thor. "Despu?s de todo, debe haber otros barcos en el Imperio, ?verdad?". Thor trat? de parecer autoritario, para tranquilizar a sus amigos. Pero en el fondo no estaba tan seguro ?l mismo. Todo este viaje parec?a cada vez m?s amenazador para ?l. Al un?sono, se volvieron y enfrentaron la selva, mir?ndola. Era un muro de follaje, oscuro detr?s de ?l. Los ruidos de animales se elevaron en una cacofon?a alrededor de ellos, tan fuerte que Thor apenas se o?a pensando. Parec?a como si todas las bestias del Imperio estuvieran gritando para darles la bienvenida. O para advertirles. * Thor y los otros caminaron unos al lado de los otros con cautela, cada uno de ellos en guardia, a trav?s de la espesa jungla tropical. Era dif?cil para Thor escucharse pensando, tan persistentes eran los gritos y los llantos de la orquesta de insectos y animales que hab?a alrededor de ?l. Pero cuando miraba en la oscuridad del follaje, no podr?a verlos. Krohn camin? cerca de sus talones, gru?endo, con los pelos parados en la espalda. Thor nunca lo hab?a visto tan alerta. Mir? a sus hermanos de armas y vio a cada uno de ellos con una mano apoyada en la empu?adura de su espada, todos ellos nerviosos, tambi?n. Ya llevaban horas haciendo senderismo, cada vez m?s y m?s profundamente en la selva; el aire era cada vez m?s caliente y m?s pesado,  m?s h?medo, hac?a m?s dif?cil respirar. Ellos hab?an seguido las huellas de lo que parec?a haber sido una vez un sendero; unas pocas ramas rotas hac?an alusi?n a la trayectoria del grupo de hombres que hab?an llegado aqu? y que pudieron haber seguido. Thor s?lo esperaba que fuera el rastro del grupo que hab?a robado la espada. Thor levant? la mirada, impresionado por la naturaleza: todo estaba descuidado de proporciones ?picas, cada hoja era tan grande como ?l mismo. Se sent?a como un insecto en una tierra de gigantes. Vio algo susurrando detr?s de algunas  hojas, pero no pudo identificarlo. Ten?a la sensaci?n ominosa de que estaban siendo observados. El sendero delante de ellos de repente terminaba en un s?lido muro de follaje. Todos pararon y se miraron, perplejos. "?Pero el camino no puede simplemente desaparecer!", dijo O'Connor, sin esperanza. "No desapareci?", dijo Reece, examinando las hojas. "La selva s?lo creci? sobre s? misma". "?Entonces qu? camino tomamos ahora?", pregunt? Conval. Thor se volvi? y mir? a su alrededor, haci?ndose la misma pregunta. En cada direcci?n hab?a m?s del denso follaje y no parec?a haber ninguna salida. Thor estaba empezando a tener una sensaci?n de desaz?n y se sent?a cada vez m?s perdido. Luego tuvo una idea. "Krohn", dijo, arrodill?ndose y susurrando al o?do de Krohn. "Escala ese ?rbol. Investiga. Dinos hacia d?nde ir". Krohn lo mir? con sus ojos conmovedores, y Thor sinti? que le entend?a. Krohn corri? por un enorme ?rbol, el tronco era del grueso de diez hombres y sin dudarlo, se abalanz? sobre ?l y lo escal?. Krohn corri? hacia arriba y luego salt? a una de las ramas m?s altas. Camin? hasta el extremo y se asom?, con las orejas paradas. Thor siempre hab?a percibido que Krohn lo entend?a, y ahora sab?a con certeza que as? era. Krohn se reclin? e hizo un extra?o ronroneo en la parte posterior de su garganta, luego baj? del tronco y se fue hacia una direcci?n. Los chicos intercambiaron una mirada de asombro, luego todos se volvieron y siguieron a Krohn, hacia esa parte de la selva, empujando hacia atr?s las gruesas hojas para poder caminar. Despu?s de unos minutos, Thor se sinti? aliviado al ver que otra vez hab?a un sendero, que los indicios de ramas rotas y del follaje mostraban qu? ruta deb?a seguido el grupo. Thor se agach? y acarici? a Krohn, bes?ndolo en la cabeza. "No s? qu? hubi?ramos hecho sin ?l", dijo Reece. "Ni yo", respondi? Thor. Krohn ronroneaba, satisfecho, orgulloso. Mientras continuaban yendo m?s profundamente en la selva, serpenteando, llegaron a un tramo de nuevo follaje, con flores alrededor de ellos, enormes, del tama?o de Thor, rebosantes de todos los colores. Otros ?rboles ten?an frutos del tama?o de una roca, colgando de las ramas. Todos se detuvieron maravillados, mientras Conval se acerc? a uno de los frutos, de color rojo brillante y estir? la mano para tocarlo. De repente, se escuch? un gran gru?ido. Conval se alej? y agarr? su espada, y todos los dem?s se miraron unos a otros, con ansiedad. "?Qu? fue eso?", pregunt? Conval. "Vino de all?", dijo Reece, se?alando a otra parte de la selva. Todos se dieron vuelta y miraron. Pero Thor no pod?a ver nada m?s que las hojas. Krohn le gru??. El ruido se hizo m?s fuerte, m?s persistentes, y finalmente, las ramas empezaron a crujir. Thor y los dem?s dieron un paso atr?s, sacando sus espadas y esperaron, temiendo lo peor. Lo que dio un paso adelante de la selva exced?a incluso las peores expectativas de Thor. All? de pie delante de ellos estaba un enorme insecto, cinco veces el tama?o de Thor, que se asemejaba a una mantis religiosa, con dos patas traseras, dos delanteras m?s peque?as que colgaban en el aire y largas garras en los extremos. Su cuerpo era verde fluorescente, cubierto de escamas, y ten?a peque?as alas que zumbaban y vibraban. Ten?a dos ojos en la parte superior de su cabeza y un tercer ojo en la punta de su nariz. Se acerc? y mostr? m?s garras – escondidas debajo de su garganta – que vibraban y se romp?an. Se qued? ah? parado, por encima de ellos, y otra garra sali? de su est?mago, un brazo largo y delgado, que sobresal?a; de repente, m?s r?pido de lo que cualquiera de ellos pudiera reaccionar, arrebat? a O'Connor, con sus tres garras ampliadas y lo envolvi? alrededor de su cintura. Lo levant? a lo alto en el aire, como si fuera una hoja. O'Connor hizo pivotar su espada pero no era ni siquiera lo suficientemente r?pido. La bestia lo sacudi? varias veces, de repente abri? su hocico, revelando fila tras fila de dientes afilados; hizo a O'Connor hacia un lado y comenz? a bajarlo hacia s? misma. O'Connor grit? ya que le amenazaba una muerte instant?nea y dolorosa. Thor reaccion?. Sin pensarlo, coloc? una piedra en su honda, apunt? y la lanz? en el tercer ojo de la bestia, a la punta de su nariz. Fue un ataque directo. La bestia grit?, con un ruido espantoso, lo suficientemente alto para partir un ?rbol; luego solt? a O'Connor, quien cay? dando vueltas y aterriz? en el suelo de la suave selva con un golpe. La bestia, enfurecida, entonces dirigi? su mirada hacia Thor. Thor sab?a que ser?a in?til tomar una postura y luchar contra esta criatura. Al menos uno de sus hermanos ser?a asesinado, y probablemente Krohn tambi?n, y drenar?a cualquier energ?a valiosa que ten?an. Sent?a que tal vez se hab?an entrometido en su territorio, y que si pudieran lograr salir de ah? lo suficientemente r?pido, los dejar?a en paz. "?CORRAN!", grit? Thor. Se dieron vuelta y corrieron – y la bestia comenz? a perseguirlos. Thor pod?a o?r el sonido de las pezu?as de la bestia cortando el denso follaje  justo detr?s de ellos, surcando el aire y fallando caer en su cabeza por unos pocos cent?metros. Las hojas cortadas volaban por el aire y llov?an alrededor de ?l. Todos corrieron al un?sono, y Thor cre?a que si lograban poner suficiente distancia entre ellos, encontrar?an una forma de refugiarse. Si no, entonces tendr?an que enfrentarlo. Pero Reece repentinamente se resbal? junto a ?l, cayendo sobre una rama, de bruces en el follaje, y Thor sab?a que no se levantar?a a tiempo. Thor se detuvo al lado de ellos, sac? su espada y se interpuso entre ?l y la bestia. "? SIGAN CORRIENDO!", grit? Thor sobre su hombro a los dem?s, mientras estaba ah? parado, dispuesto a defender a Reece. La bestia se lanz? hacia ?l, chillando y gir? su garra hacia el rostro de Thor. Thor se agach? y gir? su espada al mismo tiempo y la bestia solt? un grito horroroso mientras Thor cortaba una de sus garras. Un liquid? verde cay? sobre Thor, y ?l mir? hacia arriba y vio con horror c?mo le volv?a a crecer otra vez la garra, tan r?pidamente como la hab?a perdido. Era como si Thor nunca lo hubiese herido. Thor trag? saliva. Esta ser?a una bestia imposible de matar. Y ahora la hab?a encolerizado. La bestia atac? con otro brazo m?s, que sali? de alg?n otro lugar de su cuerpo y lanz? un golpe a Thor con fuerza en las costillas, haci?ndolo volar y cayendo en un grupo de ?rboles. Entonces la bestia baj? otra garra hacia Thor, y ?ste sab?a que estaba en problemas. Elden, O'Connor y los gemelos se abalanzaron, y mientras la bestia se acerc? con otra garra hacia Thor, O'Connor dispar? una flecha en su hocico, aloj?ndose en el fondo de su garganta, haci?ndola chillar. Elden tom? su hacha de dos manos y la meti? en la espalda de la bestia, mientras Conven y Conval arrojaban cada uno una lanza, aloj?ndose en ambos lados de la garganta. Reece se puso de pie y sumi? su espada en el vientre de la bestia. Thor se levant? de un salto y swung su espada en otro de los brazos de la bestia, lo cort?ndoselo. Y Krohn se uni? a ellos, saltando en el aire y hundiendo sus colmillos en su garganta. La bestia solt? grito tras grito, mientras todos hicieron m?s da?o del que Thor crey? posible. Era incre?ble para Thor que seguir en pie, sus alas todav?a vibraban. Esta bestia simplemente no morir?a. Todos vieron con horror como, una a la vez, la bestia alcanzaba y extra?a las lanzas y espadas y el hacha alojados en ?l – y como al hacerlo, todas sus lesiones sanaron ante sus ojos. Esta bestia era invencible. La bestia se inclin? de nuevo y rugi?, y todos los hermanos de Thor, de La Legi?n, miraron asombrados. Todos hicieron su mayor esfuerzo y ni siquiera lograron abollarlo. La bestia estaba dispuesto a abalanzarse a ellos otra vez, con sus mand?bulas y garras afiladas, y Thor se dio cuenta de que no pod?an hacer otra cosa. Todos iban a morir. "?FUERA DEL CAMINO!", se escuch? un grito repentino. La voz se escuch? de detr?s de Thor, y parec?a de un joven. Thor se volvi? y vio a un ni?o peque?o, tal vez de once a?os, que corr?a de detr?s de ellos, llevando lo que parec?a ser un jarro de agua. Thor se agach? y el ni?o lanzo el agua, salpicando la cara de la bestia. La bestia se reclin? y chill?, sal?an chispas de su cara, alcanzando  con sus garras y desgarrando su mejilla, sus ojos, su cabeza. Grit? una y otra vez; el ruido era tan fuerte que Thor tuvo que sostener sus manos sobre sus o?dos. Finalmente, la bestia se volvi? y se fue, hacia la selva, perdi?ndose en el follaje. Todos se volvieron y miraron al ni?o con un nuevo sentimiento de asombro y gratitud. Vestido con harapos, con largo cabello casta?o y ojos verde brillante, con una mirada de inteligencia, el muchacho estaba cubierto de tierra y se ve?a, a juzgar por sus pies descalzos y sucias manos, como si viviera aqu?. Thor nunca hab?a estado m?s agradecido con nadie. "Las armas no lastimar?n a un Gathorbeast", dijo el muchacho, poniendo los ojos en blanco. "Por suerte escuch? los gritos y estaba cerca. Si no, ya estar?an muertos. ?No saben que nunca deben enfrentarse a un Gathorbeast?". Thor mir? a sus amigos, todos sin saber qu? decir. "Nosotros no lo enfrentamos", dijo Elden. "?l nos enfrent?". "Ellos no los confrontan", dijo el muchacho, "a menos que se entrometan en su territorio”. "?Qu? se supone que deb?amos hacer?", pregunt? Reece. "Bueno, nunca lo miren a los ojos, para empezar", dijo el muchacho. "Y si ataca, p?nganse boca abajo hasta que se vaya. Y sobre todo, nunca intenten correr". Thor se adelant? y puso una mano sobre el hombro del ni?o. "Nos salvaste la vida", dijo. "Tenemos una gran deuda contigo". El muchacho se encogi? de hombros. "No parecen ser de las tropas del Imperio", dijo. "Parece que vinieran de otro lugar del mundo. As? que ?por qu? no ayudarlos? Parecen tener las marcas de ese grupo que vino del barco hace algunos d?as". Thor y los dem?s intercambiaron una mirada de complicidad y se volvieron hacia el ni?o. "?Sabes a d?nde fue este grupo?", pregunt? Thor. El muchacho se encogi? de hombros. "Era un grupo grande, y llevaban un arma. Parec?a pesada: tuvieron que cargarla entre todos. Los segu? durante d?as. Eran f?ciles de seguir. Se mov?an con lentitud. Tambi?n fueron torpes y descuidados. S? a d?nde fueron, aunque no los segu? mucho m?s all? del pueblo. Puedo llevarlos all? y se?alarles la direcci?n correcta, si lo desean. Pero hoy no". Los otros intercambiaron una mirada de sorpresa. "?Por qu? no?", pregunt? Thor. "Ser? de noche dentro de poco. No pueden estar afuera despu?s de que oscurece". "?Pero por qu??", pregunt? Reece. El ni?o lo mir? como si estuviera loco. "Por los Ethabugs", dijo. Thor dio un paso adelante y mir? al ni?o. Le simpatiz? este chico inmediatamente. ?l era inteligente, sincero, valiente y ten?a un gran coraz?n. "?Sabes de alg?n lugar donde podamos refugiarnos para pasar la noche?". El muchacho mir? a Thor, luego se encogi? de hombros, pareciendo dudoso. Se qued? all?, vacilante. "No creo que deber?a", dijo. "El abuelo se va a enojar". Krohn repentinamente surgi? detr?s de Thor y camin? hacia el ni?o – y los ojos del ni?o se iluminaron de gusto. "?Caramba!", exclam? el muchacho. Krohn lami? la cara del chico, una y otra vez, y el chico re?a de gusto y levant? la mano y acarici? la cabeza de Krohn. Entonces el chico se arrodill?, baj? la lanza y abraz? a Krohn. Krohn parec?a abrazarlo tambi?n, y el chico ri? con ganas. "?Cu?l es su nombre?" pregunt? el ni?o. "?Qu? es?". "Su nombre es Krohn", dijo Thor, sonriendo. "Es un raro leopardo blanco. Viene del otro lado del oc?ano. Del Anillo. De donde somos. Le agradas". El chico bes? a Krohn varias veces y finalmente se puso de pie y mir? a Thor. "Bueno", dijo el chico, vacilante, "supongo que puedo llevarlos a nuestro pueblo. Esperemos que el abuelo no se enoje demasiado. Si lo hace, no est?n de suerte. S?ganme. Tenemos que darnos prisa. Pronto ser? de noche". El chico se volvi? y r?pidamente sigui? su camino a trav?s de la selva y Thor y los dem?s lo siguieron. A Thor le sorprendi? la destreza del chico, lo bien que conoc?a la selva. Era dif?cil de mantenerse a la misma distancia. "La gente viene por aqu? de vez en cuando", dijo el muchacho. "El oc?ano, las mareas, los conduce justo al puerto. Algunas personas vienen del mar y cortan paso aqu?, en su camino hacia otro lugar. La mayor?a de ellos no logra sobrevivir. Se los come una cosa o la otra en la selva. Ustedes tuvieron suerte. Hay peores cosas que esa Gathorbeast". Thor trag? saliva. ?"Peor que eso? ?Qu? cosa?". El chico neg? con la cabeza, continuando su camino. "No querr?n saberlo. He visto algunas cosas horribles aqu?". "?Cu?nto tiempo llevas aqu??", pregunt? Thor, con curiosidad. "Toda mi vida", dijo el muchacho. "Mi abuelo nos trajo cuando yo era peque?o". Pero, ?por qu? aqu?, a este lugar? Seguramente habr? lugares m?s hospitalarios". "No conocen el Imperio, ?verdad?", pregunt? el ni?o. "Las tropas est?n en todas partes. No es tan f?cil mantenerse fuera de su vista. Si alguna vez nos atrapan, nos capturar?n como esclavos. Pero rara vez vienen aqu? – tan profundo en la selva". Mientras cortaban paso a trav?s de un parche de follaje espeso, Thor estir? la mano para quitar una hoja de su camino, pero el chico se volvi? y quit? la mano de Thor, gritando: "?NO TOQUES ESO!". Todos se detuvieron y Thor mir? la hoja que casi hab?a tocado. Era grande y amarilla y parec?a bastante inocente. El ni?o extendi? la mano con su vara y toc? suavemente la punta de la misma; al hacerlo, la hoja de repente se envolvi? en s? misma sobre la vara,  incre?blemente r?pido, seguido de un silbido, mientras la punta de la vara se evaporaba. Thor estaba at?nito. "Es una hoja de Rankle", dijo el muchacho. "Es veneno. Si la toc?, le faltar?a una mano ahora". Thor mir? alrededor de todo el follaje con un nuevo respeto. Se maravill? de la suerte que ten?an al encontrar a este muchacho. Continuaron su caminata, Thor manteniendo sus manos cerca de su cuerpo, igual que los dem?s. Intentaron ser m?s cuidadoso acerca de por d?nde caminaban. "Qu?dense cerca unos de los otros y sigan exactamente mis pasos", dijo el muchacho. "No toquen nada. No traten de comer las frutas. Y tampoco huelan esas flores – a menos que quieran morir". "Oye, ?qu? es eso?", pregunt? O'Connor, volteando y mirando una enorme fruta colgando de una rama, larga y estrecha, amarillo brillante.  O'Connor dio un paso hacia ella, extendiendo la mano. "?NO!", grit? el muchacho. Pero ya era demasiado tarde. Al tocarla, el suelo se abri? debajo de todos ellos, y Thor sinti? que se resbalaba, corriendo hacia abajo por una colina con lodo y agua. Quedaron atrapados por un alud de lodo y no pod?an parar. Todos gritaban mientras resbalaban en el lodo, cientos de metros, hacia las oscuras profundidades de la selva. CAP?TULO SIETE Erec estaba sentado en su caballo, jadeando, prepar?ndose para atacar a los doscientos soldados que estaban frente a ?l. ?l hab?a luchado valientemente y hab?a logrado derribar a los primeros cien – pero ahora sus hombros estaban d?biles, sus manos temblorosas. Su mente estaba dispuesto a luchar por siempre – pero no sab?a cu?nto tiempo aguantar?a su cuerpo. Sin embargo, pelear?a con todas sus fuerzas, como hab?a hecho toda su vida, y dejar?a que el destino decidiera por ?l. Erec grit? y pate? al caballo desconocido que hab?a robado a uno de sus rivales y se dirigi? hacia los soldados. Ellos tambi?n atacaron, emparejando el grito solitario de batalla de ?l con los suyos, feroces. Ya hab?a sido derramada demasiada sangre sobre este campo, y claramente nadie se ir?a sin que la otra parte estuviera muerta. Al ir al ataque, Erec hab?a sacado un cuchillo de lanzar de su cintur?n, apunt? y lo arroj? al soldado al mando. Fue un tiro perfecto,  se aloj? en su garganta, y el soldado agarr? su garganta, dejando caer las riendas y cay? de su caballo. Como Erec hab?a esperado, cay? a los pies de los otros caballos, ocasionando que varios tropezaran con ?l y se estrellaran en el suelo. Erec arroj? una lanza con una mano, teniendo un escudo en la otra, baj? su protector frontal y se fue a la carga con todo lo que ten?a. Ir?a a la carga contra este ej?rcito lo m?s r?pido y  fuerte que pod?a, dar?a los golpes que se necesitaran y acabar?a con esto. Erec grit? mientras iba al ataque hacia el grupo. Todos sus a?os de los torneos le hab?an servido bien, y us? la jabalina larga expertamente para sacar a un soldado tras otro, derrib?ndolos en serie. Se agach? bajo y con su otra mano se protegi? con el escudo; sinti? una lluvia de golpes descender sobre ?l, sobre su escudo, sobre su armadura, de todas  direcciones. Lo golpearon espadas y hachas y mazas, era una tormenta de metal y Erec rez? para que su armadura aguantara. Se aferr? a su jabalina, sacando tantos soldados como pudo mientras iba al ataque, cortando camino a trav?s del enorme grupo. Erec no se detuvo y despu?s de unos minutos de montar a caballo, finalmente sali? por el otro lado, hacia el aire libre, habiendo cortado un camino de devastaci?n al centro del grupo de soldados. ?l hab?a eliminado a por lo menos una docena de soldados – pero hab?a sufrido por ello. Jade? con fuerza, su cuerpo le dol?a, el sonido de metal a?n resonaba en sus o?dos. Sent?a como si hubiera sido puesto en el molinillo. Mir? hacia abajo y vio que estaba cubierto de sangre; por suerte, no sent?a heridas importantes. Parec?an ser rasgu?os y cortadas sin importancia. Erec cabalg? en un amplio c?rculo, hacia atr?s, prepar?ndose para enfrentar al ej?rcito otra vez. Ellos, tambi?n, hab?an dado la vuelta,  prepar?ndose para ir al ataque una vez m?s. Erec estaba orgulloso de sus victorias hasta el momento, pero le estaba siendo m?s dif?cil recuperar el aliento, y sab?a que otro ataque con este grupo podr?a acabar con ?l. No obstante, se prepar? para ir a la carga de nuevo, nunca dispuesto a alejarse de un combate. De repente se escuch? un grito inusual  detr?s del ej?rcito, y Erec primero se sinti? confundido al ver a un contingente de soldados atacando la retaguardia. Pero luego reconoci? la armadura, y su coraz?n se aceler?: era su gran amigo de Los Plateados, Brandt, junto con el Duque y docenas de sus hombres. El coraz?n de Erec se desplom? cuando descubri? a Alistair entre ellos. Le hab?a pedido que se quedara en la seguridad del castillo, y no le hab?a hecho caso. Por eso la amaba m?s de lo que pod?a decir. Los hombres del Duque atacaron al ej?rcito desde atr?s, con un feroz grito de batalla, provocando el caos. La mitad del ej?rcito se volvi? para enfrentarse a ellos, y lo hicieron con un gran sonido de metal; Brandt liderando el camino con su hacha de dos manos. Atac? al soldado l?der, cort?ndole la cabeza, despu?s movi? su hacha con el mismo movimiento y la aloj? en el pecho de otro hombre. Erec, inspirado, recibi? un segundo aire: tom? ventaja del caos y fue al ataque de la otra mitad del ej?rcito. Mientras galopaba, se inclin? y le arrebat? una lanza que sobresal?a de la tierra, se reclin? y la arroj? con la fuerza de diez hombres. La lanza atraves? la garganta de un solado y sigui? adelante, aloj?ndose en el pecho de otro. Erec entonces levant? su espada por lo alto y lo plant? en el primer soldado que viera, cortar el mango de la maza en la mitad, despu?s girando y cortando la cabeza del hombre. Erec continuaba luchando, lanz?ndose al grupo de hombres con toda su energ?a restante, empujando, bloqueando, parando, atacando a todos los soldados que lo atacaban por todos lados. Alternativamente levant? su escudo, bloque? golpe tras golpe y atac?; en pocos momentos, los soldados fueron convergiendo alrededor de ?l, docenas de ellos, atac?ndolo desde todas las direcciones. Mat? a m?s de los que pod?a contar, pero hab?a demasiados, incluso aunque los soldados del Duque estuvieran atendiendo la retaguardia. Uno de ellos lanz? un golpe con su maza a Erec, en la espalda, entre sus om?platos; Erec grit? de dolor mientras la bola de metal con picos aterrizaba en su columna vertebral. Cay? de su caballo, hasta el suelo, el impacto lo dej? sin aire. Pero no se rindi?. Sus instintos se alertaron y tuvo la entereza para rodar inmediatamente, levantar su escudo y bloquear un golpe que descend?a hacia su cabeza. Entonces lo detuvo con su espada, cortando el brazo del hombre. Un soldado iba a aplastar la cabeza de Erec, pero Erec se quit? del camino, gir? y le cort? las patas al caballo, enviando a su jinete al suelo; Erec luego gir? y apu?al? al hombre en el pecho. M?s y m?s hombres convergieron cerca de Erec, y se puso de rodillas y bloque? golpe tras golpe, contest?ndolos cuando pod?a, conforme llegaban. Sus hombros se estaban debilitando. Un caballero particularmente grande, con una barba larga y recta se adelant? y levant? un hacha por lo alto. Erec elev? su escudo para bloquearlo, pero otro soldado lo pate? de su mano, y antes de que pudiera reaccionar, un tercer soldado le pis? el pecho, dej?ndolo inmovilizado. Eran demasiados, y Erec estaba demasiado cansado. No quedaba nada que pudiera hacer sino observar al caballero enorme girar su hacha. Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/morgan-rice/una-promesa-de-gloria/?lfrom=688855901) на ЛитРес. 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