Недавно я проснулся утром тихим, А в голове – настойчивая мысль: Отныне должен я писать стихи. И так наполнить смыслом свою жизнь! Я первым делом к зеркалу пошёл, Чтоб убедиться в верности решенья. Взгляд затуманен. В профиль – прям орел! Типичный вид поэта, без сомненья. Так тщательно точил карандаши, Задумчиво сидел в красивой позе. Когда душа

Un Reino De Hierro

Un Reino De Hierro Morgan Rice El Anillo del Hechicero #11 En UN REINO DE ACERO (LIBRO 11 DE EL ANILLO DEL HECHICERO – THE SORCERER’S RING), Gwendolyn debe proteger a su pueblo al encontrar a la Corte del Rey bajo asedio. Ella se esfuerza por evacuarlos del Anillo – pero hay un problema: la gente se niega a irse. Mientras sobreviene una lucha de poder, Gwen encuentra un reto a su reinado por primera vez, mientras surge la mayor amenaza para el Anillo. Detr?s de la mentira de los McCloud, la amenaza de R?mulo y sus dragones, quien, con el Escudo destruido, emprende una catastr?fica invasi?n, no quedando nada que se interponga entre ellos y la destrucci?n completa del Anillo. R?mulo, con Luanda a su lado, es imparable mientras dure la luna, y Gwen debe luchar por sobrevivir – para s? misma, para su beb? y su gente – en medio de una batalla ?pica de dragones y hombres. Kendrick lleva a Los Plateados a una valiente batalla, y le acompa?an Elden y los nuevos reclutas de la Legi?n, junto con su hermano Godfrey, que sorprende a todos, incluido ?l mismo, con sus actos de valor. Pero a?n as?, quiz?s no sea suficiente. Thor, mientras tanto, se embarca en la b?squeda de su vida en la Tierra de los Druidas, andando en una temible y m?gica tierra, diferente a cualquier otra, con reglas m?gicas diferentes a las suyas. Cruzando esta tierra requerir? hasta la ?ltima gota de fuerza y entrenamiento que tiene, le obligar? a profundizar dentro, para convertirse en el gran guerrero – y druida – que estaba destinado a ser. Mientras encuentra monstruos y desaf?os como nunca, tendr? que dar su vida para tratar de llegar a su madre. Erec y Alistair van a las Islas del Sur, donde son recibidos por toda su gente, incluyendo su hermano competitivo y su hermana envidiosa. Erec tiene una dram?tica reuni?n final con su padre, mientras la isla se prepara para que ?l ascienda al trono como rey. Pero en las Islas del Sur, uno debe luchar por el derecho a ser rey, y en una batalla ?pica, Erec ser? puesto a prueba como nunca antes. En un giro dram?tico, aprendemos que la traici?n se oculta incluso aqu?, en este lugar de nobles y grandes guerreros. Reece, asediado y rodeado de las Islas Superiores, debe luchar por su vida tras su venganza sobre Tirus. Desesperado, ?l se encuentra unido a Stara, desconfiando uno del otro, sin embargo, desatados en una b?squeda para sobrevivir – que culminar? en una batalla ?pica en el mar y amenazar? la isla entera. ?Gwen cruzar? el mar hacia la seguridad? ?R?mulo destruir? el Anillo? ?Reece y Stara estar?n juntos? ?Erec llegar? a ser el rey? ?Thor encontrar? a su madre? ?Qu? ser? de Guwayne? ?Nadie quedar? vivo? Con su sofisticada construcci?n del mundo y caracterizaci?n, UN REINO DE ACERO (A REIGN OF STEEL), es un relato ?pico de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones pol?ticas, de cumplir la mayor?a de edad, de corazones rotos, de decepci?n, ambici?n y traici?n. Es una historia de honor y valor, de suerte y destino, de hechicer?a. Es una fantas?a que nos lleva a un mundo que nunca olvidaremos, y que gustar? a personas de todas las edades y g?neros. Los libros #12 – #17 de la serie, ?ya est?n disponibles tambi?n! Morgan Rice UN   REINO   DE   HIERRO Libro #11 de El Anillo del Hechicero Acerca de Morgan Rice Morgan Rice tiene el #1 en ?xito en ventas como el autor m?s exitoso de USA Today con la serie de fantas?a ?pica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de once libros (y contando); de la serie #1 en ventas LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA, novela de suspenso post-apocal?ptica compuesta de dos libros (y contando); y de la nueva serie de fantas?a ?pica REYES Y HECHICEROS, compuesta de cuatro libros (y contando). Los libros de Morgan est?n disponibles en audio y ediciones impresas, y las traducciones est?n disponibles en m?s de 25 idiomas. ?TRANSFORMACI?N (Libro #1 en El Diario del Vampiro), ARENA UNO (Libro #1 de la Trilog?a de Supervivencia), LA SENDA DE LOS H?ROES (Libro #1 en el Anillo del Hechicero) y EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Reyes y Hechiceros—Libro #1)  est?n todos disponibles como descarga gratuita! A Morgan le encanta escucharte, as? que por favor visita www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirte a la lista de email, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar el app gratuito, conocer las ?ltimas noticias, conectarte con Facebook y Twitter, ?y seguirla de cerca! Algunas Opiniones Acerca de Morgan Rice "Es una fantas?a animada que entrelaza elementos de misterio e intriga en su historia. La Senda de los H?roes (A Quest of Heroes), trata acerca del proceso del valor y de darse cuenta del prop?sito de la vida que conduce al crecimiento, madurez y excelencia…Para aquellos que buscan aventuras de fantas?a sustanciosa, los protagonistas, estratagemas y acci?n proporcionan un vigoroso sistema de encuentros que se centran en la evoluci?n de Thor, de ser un muchacho so?ador a convertirse en un joven adulto que se enfrenta a retos imposibles para sobrevivir… Es s?lo el comienzo de lo que promete ser una serie ?pica para adultos j?venes". Midwest Book Review (D. Donovan, Cr?tico de eBook) "EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER?S RING) tiene todos los ingredientes para ser un ?xito inmediato: tramas, conspiraciones, misterio, caballeros aguerridos y relaciones florecientes repletas de corazones rotos, decepciones y traiciones.  Lo mantendr? entretenido durante horas y satisfar? a las personas de todas las edades.  Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del g?nero de la fantas?a". –-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos "La entretenida fantas?a ?pica de Rice [EL ANILLO DEL HECHICERO – THE SORCERER’S RING] incluye rasgos cl?sicos del g?nero – una buena ambientaci?n, grandemente inspirada en la antigua Escocia y su historia, y un buen sentido de la intriga de la Corte". – Kirkus Reviews "Me encant? c?mo Morgan Rice construy? el personaje de Thor y el mundo en que viv?a. El paisaje y las criaturas que viven ah?, estuvieron muy bien descritos… La disfrut? [la trama]. Fue corto y tierno… Tiene la cantidad adecuada de personajes secundarios, as? que no me confund?. Conten?a aventuras y momentos espeluznantes, pero la acci?n representada no era demasiado grotesca. El libro ser?a perfecto para un lector adolescente… Los inicios de algo incre?ble est?n ah?…" –-San Francisco Book Review "En este primer libro lleno de acci?n de la saga de fantas?a ?pica de El Anillo del Hechicero – The Sorcerer’s Ring (que actualmente consta de 14 libros), Rice presenta a los lectores a Thorgrin, ’Thor’ McLeod, de 14 a?os, cuyo sue?o es unirse a la Legi?n de los Plateados, caballeros de ?lite que sirven al rey… La obra de Rice es s?lida y el argumento es fascinante". –-Publishers Weekly "[LA SENDA DE LOS H?ROES – A QUEST OF HEROES] es de lectura f?cil y r?pida. Los finales de los cap?tulos hacen que tengas que leer lo que sigue y no quieras dejarlo. Hay algunos errores en el libro y algunos nombres est?n mezclados, pero eso no distrae de la historia en general. El final del libro me hizo querer conseguir el siguiente inmediatamente, y eso es lo que hice. Las nueve series del Anillo del Hechicero (The Sorcerer’s Ring) se pueden adquirir actualmente en la tienda Kindle y La Senda de los H?roes (A Quest of Heroes) ?es gratis, para que uno empiece! Si est? buscando algo r?pido y divertido para leer mientras est? de vacaciones, este libro es el adecuado". --FantasyOnline.net Libros de Morgan Rice REYES Y HECHICEROS EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1) EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2) El PESO DEL HONOR (Libro #3) UNA FORJA DE VALOR (Libro #4) UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5) EL ANILLO DEL HECHICERO LA SENDA DE LOS H?ROES (Libro #1) UNA MARCHA DE REYES (Libro #2) UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3) UN GRITO DE HONOR (Libro #4) UN VOTO DE GLORIA (Libro #5) UNA POSICI?N DE VALOR (Libro #6) UN RITO DE ESPADAS (Libro #7) UNA CONCESI?N DE ARMAS (Libro #8) UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9) UN MAR DE ESCUDOS (Libro #10) UN REINO DE ACERO (Libro #11) UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12) UN MANDATO DE REINAS (Libro #13) UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14) UN SUE?O DE MORTALES (Libro #15) UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16) EL DON DE LA BATALLA (Libro #17) LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA ARENA UNO: SLAVERSUNNERS (Libro #1) ARENA DOS (Libro #2) EL DIARIO DEL VAMPIRO TRANSFORMACI?N (Libro # 1) AMORES (Libro # 2) TRAICIONADA (Libro # 3) DESTINADA (Libro # 4) DESEADA (Libro # 5) COMPROMETIDA (Libro # 6) JURADA (Libro # 7) ENCONTRADA (Libro # 8) RESUCITADA (Libro # 9) ANSIADA (Libro # 10) CONDENADA (Libro # 11) ?Escuche la saga de EL ANILLO DEL HECHICERO en formato de audio libro! Derechos Reservados © 2014 por Morgan Rice Todos los derechos reservados.   A excepci?n de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno, ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n de informaci?n, sin la autorizaci?n previa de la autora. Este libro electr?nico est? disponible solamente para su disfrute personal.   Este libro electr?nico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, sea tan amable de adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si est? leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compr? solamente para su uso, por favor devu?lvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficci?n.  Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaci?n de la autora o se utilizan de manera ficticia.   Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es solamente una coincidencia. Imagen de la cubierta Derechos Reservados Slava Gerj, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com "Hay una tierra donde alguna vez se cosecharon alimentos, – pero el lugar fue transformado, asemej?ndose al fuego. Era un lugar donde las piedras eran zafiros, y ten?a polvo de oro". "El caballo se r?e del miedo, no teme a nada; no huye de la espada. No puede quedarse quieto cuando suena la trompeta. Ante el sonido de la trompeta, ?l resopla: "?Viva!'".     --El Libro de Job CAP?TULO UNO Reece estaba parado, la daga que ten?a en la mano estaba atravesada en el pecho de Tirus, congelado en un momento de conmoci?n Su mundo entero giraba en c?mara lenta, todo era borroso. Acababa de matar a su peor enemigo, el hombre responsable de la muerte de Selese. Por ello, Reece sent?a una enorme sensaci?n de satisfacci?n, de venganza. Finalmente, un gran mal se hab?a resuelto. Pero al mismo tiempo, Reece se sent?a insensible al mundo, ten?a la extra?a sensaci?n de prepararse para recibir a la muerte, para el deceso que seguramente seguir?a. La habitaci?n estaba llena de los hombres de Tirus, quienes estaban all? parados, tambi?n paralizados por la conmoci?n, presenciando todos el evento. Reece se prepar? para la muerte. Sin embargo, no se arrepent?a. Se sent?a agradecido por haber tenido la oportunidad de matar a este hombre, quien se atrevi? a pensar que Reece le ofrecer?a una disculpa. Reece sab?a que la muerte era inevitable; era minor?a en esta habitaci?n, y las ?nicas personas en esta gran sala que estaban a su lado eran Matus y Srog. Srog, herido, estaba atado con cuerdas, preso, y Matus estaba parado al lado de ?l, bajo la atenta mirada de los soldados. Ser?an de poca ayuda contra este ej?rcito de hombres leales a Tirus, de las Islas Superiores. Pero antes de que Reece muriera, quer?a completar su venganza y matar a tantos hombres de estas Islas Superiores como pudiera. Tirus cay? a los pies de Reece, muerto, y Reece no vacil?: extrajo su daga e inmediatamente gir? y cort? la garganta del general de Tirus, quien estaba de pie junto a ?l; con el mismo movimiento, Reece hab?a apu?alado a otro general en el coraz?n. Cuando todos los que estaban en shock en la sala comenzaron a reaccionar, Reece se movi? r?pidamente. Sac? dos espadas de las fundas de los dos hombres moribundos y fue a atacar al grupo de soldados que estaban frente a ?l. Mat? a cuatro antes de que tuvieran oportunidad de reaccionar. Cientos de guerreros finalmente entraron en acci?n, descendiendo sobre Reece de todos los lados posibles. Reece convoc? a toda su formaci?n en la Legi?n, todas las veces que hab?a sido obligado a luchar contra grupos de hombres, y cuando lo cercaron, levant? su espada con ambas manos. ?l no se sent?a abrumado por la armadura, como los otros hombres, o por un cintur?n lleno de armas, o por un escudo; era m?s ligero y m?s r?pido que todos ellos y estaba furioso y arrinconado y luchando por su vida. Reece luchaba valientemente, m?s r?pido que todos ellos, recordando esos tiempos en que hab?a peleado contra Thor, el m?s grande guerrero con el que hab?a luchado en la vida, recordando cu?ntas de sus habilidades hab?a mejorado. Derrib? hombre tras hombre, blandiendo su espada contra muchos otros, las chispas volaban mientras luchaba en todas direcciones. Gir? y gir? hasta que le pesaron los brazos, derribando a una docena de hombres antes de que pudieran parpadear. Pero llegaron m?s y m?s  hombres. Eran demasiados. Por cada seis que ca?an, una docena m?s aparec?a, y la muchedumbre creci? mientras se un?an y lo presionaban desde todos lados. Reece respiraba con dificultad mientras sent?a el corte de una espada en su brazo y grit?, la sangre sal?a de su b?ceps. Gir? y apu?al? al hombre en las costillas, pero el da?o ya hab?a sido hecho. Ahora estaba herido, y todav?a m?s hombres aparecieron de todos lados. Sab?a que hab?a llegado su momento. Se dio cuenta, agradecido, de que por lo menos, ser?a capaz de morir en un acto de valor. "?REECE!". De repente se oy? un grito en el aire, era una voz que Reece reconoci? inmediatamente. Era una voz de mujer. El cuerpo de Reece se adormeci?, mientras se daba cuenta de qui?n era esa voz. Era la voz de la ?nica mujer que quedaba en el mundo que podr?a llamar su atenci?n, incluso en medio de esta gran batalla, aun en el momento en que estaba muriendo: Stara. Reece mir? hacia arriba y la vio parada a lo alto de las gradas de madera que estaban alineadas a los costados del sal?n. Ella estaba muy por encima de la multitud, con su expresi?n feroz, sus venas saltando en su garganta, mientras ella le gritaba. ?l vio que ella sosten?a un arco y una flecha, y observaba c?mo apuntaba a lo alto, a un objeto en la habitaci?n. Reece sigui? la mirada de ella y se dio cuenta a qu? estaba apuntando: a una cuerda gruesa, de quince metros de largo, anclando una inmensa ara?a de metal de nueve metros de di?metro, cayendo en un gancho de hierro en el suelo de piedra. El aparato era tan grueso como el tronco de un ?rbol y sosten?a varios cientos de velas llameantes. Reece se dio cuenta: Stara quer?a tirar la cuerda. Si lograba atinarle, har?a caer la ara?a estrepitosamente – y aplastar?a a la mitad de los hombres en ese sal?n. Y cuando Reece mir? hacia arriba, se dio cuenta de que estaba parado debajo de la ara?a. Ella le estaba advirtiendo que se moviera. El coraz?n de Reece se aceler? lleno de p?nico, mientras se daba vuelta y bajaba su espada e iba a la carga hacia el grupo de atacantes, corriendo para salir antes de que la ara?a cayera. Pate? y dio codazos y cabezazos a los soldados para quitarlos del camino, mientras atravesaba el grupo. Reece record? de su ni?ez la gran tiradora que era Stara – superando siempre a los chicos – y sab?a que su tiro ser?a perfecto. Aunque corri? dando la espalda a los hombres que lo persegu?an, confi? en ella, sabiendo que atinar?a. Un momento despu?s, Reece escuch? el sonido de una flecha surcando el aire, una gran cuerda que se romp?a, luego un enorme pedazo de hierro liber?ndose, cayendo en picado a trav?s del aire, a toda velocidad. Se escuch? un ruido tremendo, todo el sal?n vibr?, la vibraci?n hizo caer a Reece. Reece sinti? viento en su espalda, el candelabro estuvo a punto de caerle a unos pocos cent?metros, mientras ca?a en la piedra sobre sus manos y rodillas. Reece escuch? los gritos de los hombres, y mir? sobre su hombro y vio el da?o que Stara hab?a ocasionado: docenas de hombres estaban en el suelo, aplastados por el candelabro, hab?a sangre por todos lados, gritaban sujetados hacia sus muertes. Ella le hab?a salvado la vida. Reece se abri? paso, mirando a Stara, y vio que ahora ella estaba en peligro. Varios hombres se acercaban a ella, y mientras apuntaba con su arco y flecha, sab?a que s?lo ten?a algunos tiros para lanzar. Ella gir? y mir? nerviosamente a la puerta, pensando evidentemente que podr?an escapar por ah?. Pero mientras Reece segu?a su mirada, su coraz?n se detuvo cuando vio a docenas de los hombres de Tirus corriendo hacia adelante y bloque?ndola, cerrando las dos enormes puertas dobles con una gruesa viga de madera. Estaban atrapados, todas las salidas estaban bloqueadas. Reece sab?a que morir?an ah?. Reece vio a Stara mirando alrededor del sal?n, fren?tica, hasta que su mirada se pos? en las gradas de madera que estaban en la pared posterior. Hizo un gesto a Reece mientras corr?a hacia ella, y ?l no ten?a idea de qu? era lo que ten?a en mente. No ve?a una salida. Pero ella conoc?a este castillo mejor que ?l, y tal vez ten?a una ruta de escape en mente que ?l no ve?a. Reece se dio vuelta y corri?, luchando por abrirse camino entre los hombres, mientras empezaban a reagruparse y a atacarlo. Mientras corr?a entre la multitud luch? lo menos posible, tratando de no participar demasiado, sino tratando de cortar camino a trav?s de los hombres y abrirse paso para ir a la esquina extrema de la habitaci?n. Mientras corr?a, Reece vio a Srog y a Matus, decidido a ayudarlos tambi?n, y estaba gratamente sorprendido de ver que Matus le hab?a quitado las espadas a sus captores y los hab?a apu?alado a ambos; mientras ve?a c?mo Matus cortaba r?pidamente las cuerdas de Srog, liber?ndolo, y ?ste tom? una espada y mat? a varios soldados que se acercaron. "?Matus!", grit? Reece. Matus se volvi? y lo mir?, y vio a Stara en el otro extremo de la pared y vio hacia d?nde estaba corriendo Reece. Matus tir? de Srog, y se dieron vuelta y tambi?n corrieron hacia ?l; ahora todos iban hacia la misma direcci?n. Mientras Reece luchaba por abrirse paso por la habitaci?n, ?sta comenz? a abrirse. No hab?a tantos soldados aqu?, en esta esquina extrema del sal?n, lejos de la esquina opuesta, de la salida cerrada con barrotes donde todos los soldados converg?an. Reece esperaba que Stara supiera lo que estaba haciendo. Stara corri? hacia las gradas de madera, saltando m?s y m?s alto de las filas, pateando hombres en la cara, cuando se acercaban a sujetarla. Mientras Reece la observaba, tratando de alcanzarla, no sab?a exactamente hacia d?nde iba o cu?l ser?a su plan. Reece lleg? a la esquina lejana y salt? sobre las gradas, hacia la primera fila de madera, despu?s a la siguiente, luego a la otra, saltando m?s y m?s alto hasta que estuvo a tres metros arriba de la multitud, en la banca m?s lejana y m?s alta contra la pared. Se reuni? con Stara, y convergieron contra la pared lejana con Matus y Srog. Ten?an una buena ventaja sobre los otros soldados, excepto por uno: corri? hacia Stara desde atr?s, y Reece se lanz? hacia adelante y lo apu?al? en el coraz?n, antes de que ?l sacara una daga para lanzarla a la espalda de Stara. Stara levant? su arco y se dio vuelta hacia dos soldados lanz?ndose hacia la espalda expuesta de Reece, con las espadas desenvainadas y los derrib? a los dos. Los cuatro se quedaron parados, con las espaldas en la pared en el otro extremo del sal?n, en las gradas m?s altas, y Reece vio a un centenar de hombres corriendo a trav?s del sal?n, acerc?ndose hacia ellos. Ahora ellos estaban atrapados en esta esquina, sin tener ning?n lugar a d?nde ir. Reece no entend?a por qu? Stara los hab?a llevado all?. No viendo posibilidades de escapar, estaba seguro de que pronto todos estar?an muertos. "?Cu?l es tu plan?", le grit? a ella mientras estaba parados uno al lado del otro, luchando contra los hombres. "?No hay escapatoria!". "Mira hacia arriba", respondi? ella. Reece estir? su cuello y vio por encima de ellos otra ara?a de hierro, con una cuerda larga hasta el suelo, justo al lado de ?l. Reece frunci? el ce?o, confundido. "No entiendo", dijo ?l. "La cuerda", dijo ella. "Ag?rrenla. Todos ustedes. Y suj?tense con todas sus fuerzas". Hicieron lo que ella indic?, cada uno agarrando la cuerda con ambas manos y sujet?ndose fuertemente. De repente, Reece se dio cuenta de lo que Stara iba a hacer. "?Est?s segura de que esta es una buena idea?", grit? ?l. Pero ya era demasiado tarde. Mientras una docena de soldados se acercaba a ellos, Stara sujet? la espada de Reece, salt? a sus brazos y cort? la cuerda junto a ellos, la que sosten?a el candelabro. Reece sinti? que su est?mago se desplomaba, mientras los cuatro repentinamente agarraban la cuerda y se sujetaban unos a otros saliendo disparados en el aire a una velocidad vertiginosa, sujet?ndose con todas sus fuerzas, mientras la ara?a de hierro ca?a en picado. Aplast? a los hombres que estaban abajo de ellos e impuls? a los cuatro por lo alto, balance?dose en la cuerda. La cuerda finalmente se detuvo, y los cuatro se quedaron ah? colgando, movi?ndose en el aire, a unos quince metros del sal?n. Reece mir? hacia abajo, sudando, casi perdiendo la sujeci?n. "?All?!", grit? Stara. Reece se dio vuelta y vio al enorme vitral que estaba ante ellos, y se dio cuenta de cu?l era el plan de ella. La gruesa cuerda cort? las manos de Reece, y empez? a deslizarse debido al sudor. No sab?a cu?nto tiempo pod?a aguantar. "?Estoy perdiendo mi sujeci?n!". Srog grit?, haciendo su mejor esfuerzo para sujetarse, a pesar de sus lesiones. "?Necesitamos balancearnos!", grit? Stara. "?Necesitamos impulsarnos! ?Pateen la pared!". Reece sigui? su gu?a: se inclin? hacia adelante con su bota contra la pared y juntos se empujaron con la pared, con la cuerda movi?ndose cada vez m?s y m?s violentamente. Se impulsaron una y otra vez hasta que con una patada final, se balancearon hasta atr?s, como un p?ndulo y luego todos, gritando, se prepararon mientras se balanceaban hacia un enorme vitral. El vitral estall? cayendo en pedazos alrededor de ellos, y los cuatro se soltaron, cayendo en la amplia plataforma de piedra, en la base de la ventana. Estando all? parado, quince metros por encima de la habitaci?n, llegando una r?faga de aire, Reece mir? hacia abajo y en un lado ve?a el interior del sal?n con cientos de soldados mirando hacia ellos, pregunt?ndose c?mo seguir adelante; en el otro lado ve?a fuera de la fortaleza. Afuera llov?a a c?ntaros, azotando el viento y la lluvia cegadora, y la bajada estaba a unos nueve metros, sin duda era suficiente para romperse una pierna. Pero Reece vio por lo menos varios arbustos altos abajo, y tambi?n que el suelo estaba mojado y suave por el lodo. Ser?a una ca?da larga y dura; pero quiz?s ser?a amortiguada. De repente, Reece grit? cuando sinti? el metal perforando su carne. Mir? hacia abajo y agarr? su brazo y se dio cuenta de que una flecha acababa de rozarle, sac?ndole sangre Era una herida leve, pero le dol?a. Reece se dio vuelta y mir? sobre su hombro y vio a decenas de los hombres de Tirus con sus arcos apunt?ndole y disparando, las flechas volaban cerca de ellos ahora desde todas direcciones. Reece sab?a que no hab?a tiempo. Vio a Stara parada junto a ?l, con Matus y Srog por el otro lado, todos ellos con los ojos bien abiertos de miedo ante la ca?da que estaba frente a ellos. ?l agarr? la mano de Stara, sabiendo que era ahora o nunca. Sin decir palabra, sabiendo todos lo que deb?a hacerse, saltaron juntos. Gritaron mientras descend?an por el aire en la lluvia y viento, temblando y cayendo y Reece no pod?a evitar preguntarse si hab?a saltado de una muerte segura a otra. CAP?TULO DOS Godfrey levant? su arco con las manos temblorosas, se inclin? sobre el borde del parapeto y apunt?. Quer?a elegir un objetivo y disparar enseguida, pero cuando vio lo que hab?a abajo se arrodill? all?, conmocionado. Abajo de ?l hab?a miles de soldados de McCloud, un ej?rcito bien entrenado, inundando el paisaje, todos dirigi?ndose hacia las puertas de la Corte del Rey. Decenas de ellos se precipitaron con un ariete de hierro, y lo azotaron en la verja levadiza de acero una y otra vez, sacudiendo las paredes, el suelo bajo los pies de Godfrey. Godfrey perdi? el equilibrio y dispar? y la flecha navecog? inofensiva por el aire. Agarr? otra flecha y tir? de ella en el arco, con el coraz?n acelerado, sabiendo con certeza que iba a morir aqu? hoy. Se inclin? sobre el borde, pero antes de que pudiera disparar, una roca lanzada desde una honda vol? y golpe? su casco de hierro. Hubo un sonido met?lico fuerte, y Godfrey retrocedi?, su flecha vol? directamente en el aire. Se quit? el casco y frot? su cabeza adolorida. Nunca imagin? que una roca podr?a doler tanto; el hierro parec?a retumbar en su cr?neo. Godfrey se pregunt? en qu? se hab?a metido. Cierto, hab?a sido heroico, hab?a ayudado a alertando a toda la ciudad de la llegada de los McCloud, compr?ndoles un tiempo valioso. Quiz?s incluso hab?a salvado algunas vidas. Ciertamente hab?a salvado a su hermana. Sin embargo ahora estaba aqu?, junto con unas cuantas docenas de soldados que hab?an quedado, ninguno de ellos era de Los Plateados, ninguno de ellos eran caballeros, defendiendo este armaz?n de ciudad evacuada contra todo el ej?rcito de los McCloud. Estas cosas de soldados no eran para ?l. Hubo un estr?pito tremendo, y Godfrey se tambale? otra vez mientras la verja levadiza se abr?a de golpe. A trav?s de las puertas abiertas de la ciudad corrieron miles de hombres, ovacionando, en busca de sangre. Mientras se sentaba en el parapeto, Godfrey sab?a que era s?lo cuesti?n de tiempo para que llegaran aqu?, hasta que ?l luchara hacia la muerte. ?Esto era lo que significaba ser soldado? ?Esto era lo que significaba ser valiente e intr?pido? ?Morir para que otros pudieran vivir? Ahora que saludaba a la muerte en la cara, no estaba tan seguro de que esto fuera una gran idea. Ser soldado, ser un h?roe era genial; pero estar vivo era mejor. Mientras Godfrey pensaba en renunciar, en huir y tratar de esconderse en alg?n lugar, de repente varios McCloud irrumpieron en los parapetos, subiendo en una sola fila. Godfrey mir? c?mo uno de sus compa?eros soldados era apu?alado y ca?a de rodillas, gimiendo. Y luego, una vez m?s, sucedi?. A pesar de pensar racionalmente, de todo su sentido com?n en contra de ser un soldado, algo hizo clic dentro de Godfrey que no pod?a controlar. Algo dentro de Godfrey no pod?a soportar que otras personas sufrieran. No pod?a reunir el valor por s? mismo, pero cuando vio a su pr?jimo en problemas, algo le super? – una cierta temeridad. Incluso uno podr?a llamarlo hidalgu?a. Godfrey reaccion? sin pensar. Se encontr? agarrando una larga pica y yendo al ataque hacia la fila de los McCloud que sub?an corriendo las escaleras, en fila, a lo largo de los parapetos. Dio un gran grito y, manteniendo la pica firmemente, embisti? al primer hombre. La enorme cuchilla met?lica entr? en el pecho del hombre, y Godfrey corri?, utilizando su peso e incluso su barriga cervecera para hacerlos retroceder a todos. Para su sorpresa, Godfrey tuvo ?xito al hacer caer a la fila de hombres de la escalera espiral de piedra, lejos de los parapetos, por s? solo, manteniendo a raya a los McCloud que irrump?an en el lugar. Cuando termin?, Godfrey tir? el pico, asombrado de s? mismo, sin saber lo que hab?a venido sobre ?l. Sus compa?eros tambi?n parec?an sorprendidos, como si no se dieran cuenta de que pod?a lograrlo. Mientras Godfrey se preguntaba qu? pod?a hacer despu?s, la decisi?n la tomaron por ?l cuando detect? movimiento por el rabillo del ojo. Se volvi? y vio a una docena m?s de hombres de los McCloud yendo a la carga desde un costado hacia el otro lado de los parapetos. Antes de que Godfrey pudiera poner una defensa, el primer soldado lo alcanz? blandiendo un martillo de guerra enorme, esgrimi?ndolo hacia su cabeza. Godfrey se dio cuenta de que el golpe  aplastar?a su cr?neo. Godfrey se agach? evitando el peligro, era una de las pocas cosas que sab?a hacer bien, y el martillo pas? girando sobre su cabeza. Godfrey luego baj? su hombro y fue a atacar al soldado, haci?ndolo retroceder, luchando contra ?l. Godfrey lo hizo retroceder m?s y m?s lejos hasta asirse  a lo largo del borde del parapeto, luchando cuerpo a cuerpo, sujet?ndose uno al otro de la garganta. Este hombre era fuerte, pero Godfrey tambi?n, era uno de los pocos dones que le hab?a otorgado la vida. Los dos treparon, girando uno al otro hacia adelante y hacia atr?s, hasta que de repente, ambos rodaron sobre el borde. Los dos cayeron en picado por el aire, sujet?ndose uno del otro, cayendo unos buenos cuatro metros y medio hasta el suelo. Godfrey gir? en el aire, con la esperanza de aterrizar encima de este soldado, en lugar de que fuera al contrario. Sab?a que el peso de este hombre y toda su armadura, lo aplastar?a. Godfrey gir? en el ?ltimo segundo, cayendo sobre el hombre, y el soldado gimi? cuando el peso de Godfrey lo aplast?, derrib?ndolo. Pero la ca?da tambi?n cobr? su precio a Godfrey, dej?ndolo sin aire; se golpe? la cabeza y mientras ca?a sobre el hombre, cada hueso de su cuerpo le dol?a, y Godfrey se qued? all? tirado por un segundo antes de que el mundo girara, y acostado al lado de su enemigo, se desmay? junto a ?l. Lo ?ltimo que vio al mirar hacia arriba fue al ej?rcito de los McCloud, entrando en la Corte del Rey y haci?ndola suya. * Elden estaba parado en los campos de entrenamiento de la Legi?n, con las manos en las caderas, Conven y O’Connor estaban junto a ?l, los tres vigilando a los nuevos reclutas que Thorgrin les hab?a dejado. Elden miraba con ojo experto c?mo los muchachos galopaban e hacia adelante y hacia atr?s a trav?s del campo, tratando de saltar sobre las zanjas y arrojar sus lanzas en las dianas colgantes. Algunos chicos no saltaban, desplom?ndose con sus caballos en los hoyos; otros si lo habian pero fallaban los objetivos. Elden mene? la cabeza, tratando de recordar c?mo era cuando comenz? su entrenamiento en la Legi?n, y tratando de animarse con el hecho de que en los ?ltimos d?as estos muchachos ya hab?an mostrado signos de mejora. Sin embargo, estos muchachos no estaban ni remotamente cerca de los guerreros curtidos que necesitaba que fueran antes de poder aceptarlos como reclutas. Puso la barra muy alta, sobre todo porque ten?a la gran responsabilidad de hacer que Thorgrin y los dem?s se sintieran orgullosos; Conven y O’Connor tampoco permitir?an nada menor que eso. "Se?or, hay noticias". Elden vio a uno de los reclutas, Merek, el ex ladr?n, acercarse corriendo hacia ?l, con los ojos bien abiertos. Habi?ndolo interrumpido de sus pensamientos, Elden se sinti? inquieto. "Muchacho, te dije que nunca interrumpieras…" "Pero se?or, ?usted no entiende! Debe… " "No, T? no entiendes", replic? Elden. "Cuando los reclutas est?n entrenando, t? no…" "?MIRE!". Merek grit?, asi?ndolo y apuntando. Elden, furioso, estaba a punto de agarrar a Merek y arrojarlo, hasta que mir? al horizonte, y qued? congelado. No podr?a creer lo que ve?a. All?, en el horizonte, grandes nubes de humo negro se levantaban en el aire. Todo rumbo a la Corte del Rey. Elden parpade? sin entender. ?Podr?a estar incendi?ndose la Corte del Rey? ?C?mo? Se escuchaban enormes gritos en el horizonte, los gritos de un ej?rcito, junto con el sonido de una verja levadiza que se estrellaba. Elden se sinti? descorazonado; las puertas de la Corte del Rey hab?an sido derribadas. ?l sab?a que s?lo pod?a significar una cosa: un ej?rcito profesional hab?a invadido Hoy, de todos los d?as, el D?a de la Peregrinaci?n, la Corte del Rey estaba siendo invadida. Conven y O’Connor irrumpieron en la acci?n, gritando a los reclutas para que dejaran de hacer sus actividades y los rodearan. Los reclutas se acercaron corriendo y Elden fue al lado de Conven y O’Connor, mientras todos se quedaban callados y en posici?n de firmes esperando sus ?rdenes. "Se?ores", dijo Elden. "?Han atacado a La Corte del Rey!". Hubo un murmullo de sorpresa y agitaci?n de la multitud de chicos. "A?n no son de la Legi?n, y ciertamente no son de Los Plateados ni guerreros curtidos, de quienes se espere enfrentar a un ej?rcito profesional. Los hombres que est?n invadiendo vienen a matar, y si se enfrentan contra ellos, bien pueden perder la vida. Conven, O’Connor y yo estamos obligados a proteger a nuestra ciudad, y que debemos irnos ahora a la guerra. No espero que alguno de ustedes se una a nosotros; de hecho, los desalentar?a a hacerlo. Sin embargo, si alguno de ustedes desea hacerlo, que d? un paso adelante ahora, sabiendo que puede morir en el campo de batalla hoy mismo". Hubo unos instantes de silencio, luego de repente, cada ni?o que estaba parado delante de ellos dio un paso al frente, todos valientes, nobles. El coraz?n de Elden se hinch? de orgullo ante lo que vio. "Hoy todos se han convertido en hombres". Elden mont? su caballo y los otros le siguieron, todos ellos gritando una gran ovaci?n mientras iban al ataque al un?sono, como hombres, para arriesgar su vida por su gente. * Elden, Conven y O’Connor iban al mando con un centenar de reclutas detr?s de ellos, todos al galope, con las armas desenvainadas, mientras corr?an hacia la Corte del Rey. Mientras se acercaban, Elden se asom? y se sorprendi? al ver a varios miles de soldados de los McCloud irrumpiendo en las rejas, un ej?rcito bien coordinado, claramente aprovechando la ventaja del D?a de la Peregrinaci?n para emboscar la Corte del Rey. Eran superados en n?mero por diez a uno. Conven sonri?, montando su caballo al frente. "?Es justo el tipo de probabilidades que me gustan!", grit?, despegando con un gran grito, yendo a la carga frente a todos, queriendo ser el primero en avanzar. Conven levant? su hacha de batalla por lo alto, y Elden mir? con admiraci?n y preocupaci?n c?mo Conven atacaba temerariamente por la parte posterior al ej?rcito McCloud, ?l solo. Los McCloud ten?an poco tiempo para reaccionar, mientras Conven esgrim?a su hacha como un loco y mat? a dos de ellos en un momento. Yendo a la carga hacia el grueso de los soldados, baj? en picado de su caballo y sali? volando por el aire, derribando a tres soldados y haci?ndolos caer de su caballo al suelo. Elden y los otros estaban justo detr?s de ?l. Se enfrentaron con el resto de los McCloud, quienes tardaron demasiado en reaccionar, ya que no esperaban un ataque en su flanco. Elden bland?a su espada con ira y destreza mostrando a los reclutas de La Legi?n c?mo se hac?a, utilizando su gran fuerza para derribar a uno tras otro. La batalla se hizo m?s densa y cuerpo a cuerpo, mientras su peque?a fuerza de combate obligaba a los McCloud a cambiar de direcci?n y defenderse. Todos los reclutas de la Legi?n se unieron a la refriega, montando a caballo sin miedo rumbo a la batalla y chocando con los McCloud. Elden not? a los muchachos luchando por el rabillo de sus ojos y estaba orgulloso de ver que ninguno de ellos vacilaba. Estaban en combate, peleando como verdaderos hombres, superados en n?mero por cientos a uno, y a ninguno le preocupaba. Los McCloud cayeron a diestra y siniestra, tomados con la guardia baja. Pero la fuerza pronto cambi?, mientras  la mayor parte de los hombres de McCloud se reforzaban, y la Legi?n se encontr? con soldados profesionales. Algunos hombres de la Legi?n comenzaron a caer. Merek y Ario recibieron golpes de una espada, pero permanecieron en sus caballos, luchando y derribando a sus oponentes. Pero luego fueron golpeados por mazas que oscilaban, y fueron derribados de sus caballos. O'Connor, montando al lado de Merek, derrib? varios tiros con su arco, acabando con los soldados que estaban a su alrededor, antes de ser golpeado en un costado con un escudo y derribado de su caballo. Elden, completamente rodeado, finalmente perdi? el factor sorpresa, y recibi? un poderoso golpe en sus costillas de un martillo y la cuchillada de una espada en su antebrazo. Se dio vuelta y derrib? a los hombres de sus caballos, sin embargo al hacerlo, aparecieron cuatro hombres m?s. Conven, en el suelo, luch? desesperadamente esgrimiendo su hacha violentamente hacia los caballos y hombres que se acercaban, hasta que finalmente fue golpeado por detr?s con un martillo y se derrumb? de bruces en el fango. Llegaron docenas de refuerzos m?s de los McCloud, abandonando la puerta para hacerles frente. Elden vio que hab?a menos de sus propios hombres y sab?a que pronto acabar?an con todos ellos. Pero no le importaba. Estaban atacando a La Corte del Rey y ?l dar?a su vida para defenderla, para defender a estos muchachos de La Legi?n, de quienes estaba orgulloso de luchar junto con ellos. Si eran muchachos o adultos ya no importaba, estaban derramando su sangre al lado de ?l, y en este d?a, vivos o muertos, todos eran hermanos. * Kendrick galop? hacia abajo de la monta?a de peregrinos, al mando de miles de Los Plateados,  todos ellos cabalgando con toda la fuerza posible, corriendo hacia el humo negro en el horizonte. Kendrick se reprendi? a s? mismo mientras cabalgaba, deseando haber dejado las puertas m?s protegidas ya que nunca esper? recibir un ataque as? en este d?a, y sobre todo por parte de los McCloud, quienes pensaba que estaban tranquilos bajo el gobierno de Gwen. Les har?a pagar a todos por invadir su ciudad, por aprovecharse de este d?a de fiesta de precepto. A su alrededor todos sus hermanos iban a la carga, eran mil hombres fuertes, con toda la ira de Los Plateados, dejando su peregrinaje sagrado, decididos a mostrar a los McCloud lo que Los Plateados podr?an hacer para que pagaran de una vez por todas. Kendrick jur? que para cuando que terminara, ni un McCloud quedar?a vivo. El lado de las Tierras Altas de ellos, jam?s volver?a a levantarse. Cuando Kendrick se acerc?, mir? hacia adelante y vio a los reclutas de La Legi?n luchando valientemente, vio a Elden y a O’Connor y a Conven, todos terriblemente superados en n?mero y ninguno dando marcha atr?s a los McCloud. Su coraz?n se llen? de orgullo. Pero todos estaban, como pudo ver, a punto de ser vencidos. Kendrick grit? y pate? a?n m?s a su caballo, mientras guiaba a sus hombres y todos fueron como r?faga a un ?ltimo ataque. Tom? una lanza larga y cuando estuvo lo suficientemente cerca, la avent?; uno de los generales de los McCloud se dio vuelta justo a tiempo para ver la lanza navegar por el aire y penetrar su pecho, con la fuerza suficiente para penetrar su armadura. Los mil caballeros detr?s de Kendrick dejaron escapar un gran grito: Los Plateados hab?an llegado. Los McCloud se dieron vuelta y los vieron, y por primera vez, ten?an verdadero miedo en sus ojos. Mil brillantes caballeros de Los Plateados, todos montando al un?sono perfecto, como una tormenta bajando por la monta?a, todos con sus armas desenvainadas, todos asesinos endurecidos, ninguno con una pizca de vacilaci?n en sus ojos. Los McCloud se dieron vuelta para enfrentarlos, pero con inquietud. Los Plateados descendieron sobre ellos, sobre su ciudad natal, Kendrick al mando del ataque. Sac? su hacha y la hizo oscilar expertamente, acuchillando a varios soldados haci?ndolos caer de sus caballos; luego sac? una espada con su otra mano y cabalgando hacia el grueso de la muchedumbre, apu?al? a varios soldados en todos los puntos vulnerables de sus armaduras. Los Plateados se acercaron hacia el grueso de los soldados como una ola de destrucci?n, como eran tan expertos en hacer; ninguno de se sinti? c?modo hasta estar completamente rodeados en medio de la batalla. Para un miembro de Los Plateados, eso era lo que significaba sentirse en casa. Atacaron y apu?alaron a todos los soldados McCloud que estaban alrededor de ellos, que eran como aficionados en comparaci?n con ellos; los gritos se escuchaban cada vez m?s y m?s fuerte mientras ca?an los McCloud en todas direcciones. Nadie pod?a parar a Los Plateados, que eran demasiado r?pidos y elegantes y fuertes y expertos y en su t?cnica, luchando como una unidad, como hab?an sido entrenados desde que eran ni?os. Su ?mpetu y destreza aterrorizaba a los McCloud, que eran como soldados comunes junto a estos caballeros finamente entrenados. Elden, Conven, O’Connor y el resto de la Legi?n rescatados por los refuerzos, se levantaron de nuevo, sin embargo estaban heridos y se unieron a la lucha ayudando a impulsar a?n m?s a Los Plateados. En pocos momentos, cientos de los McCloud yac?an muertos, y los que quedaron fueron atrapados por un gran p?nico. Uno por uno comenzaron a girar y a huir, los McCloud sal?an por las puertas de la ciudad, tratando de alejarse de la Corte del Rey. Kendrick estaba decidido a no permitirles que lo hicieran. Cabalg? hasta las puertas de la ciudad, con sus hombres sigui?ndolo y se asegur? de bloquear camino de todos los que iban de retirada. Era un efecto de embudo, y McCloud fueron sacrificados ya que alcanzaron el embotellamiento de las puertas de la ciudad, el mismo gates ten?a stormed pero horas antes. Mientras Kendrick bland?a dos espadas matando a hombres a diestra y siniestra, sab?a que muy pronto cada uno de los McCloud morir?a, y que la  Corte del Rey ser?a de ellos otra vez. Mientras arriesgaba su vida por el bien de su tierra, sab?a que esto era lo que significaba estar vivo. CAP?TULO TRES Las manos de Luanda temblaban mientras caminaba paso a paso a trav?s del amplio cruce fronterizo del Ca??n. Con cada paso que daba sent?a que su vida llegaba a su fin, sent?a que abandonaba un mundo y entraba en otro. Pero a unos pasos de alcanzar el otro lado, sinti? como si fueran sus ?ltimos pasos en la tierra. Parado a pocos metros de distancia estaba R?mulo y detr?s de ?l, sus millones de soldados del Imperio. Dando vueltas en c?rculo por lo alto con un chirrido sobrenatural, volaban decenas de dragones, las criaturas m?s feroces que Luanda hab?a visto, azotando sus alas contra el muro invisible que era el Escudo. Luanda sab?a que con s?lo dar unos cuantos pasos m?s, con salir del Anillo, el Escudo bajar?a para siempre. Luanda mir? el destino que estaba esperando ante que ella, a la muerte segura a la que se enfrentaba a manos de R?mulo y sus hombres salvajes. Pero esta vez, a ella ya no le importaba. Todo lo que amaba, ya se lo hab?an quitado. Su marido, Bronson, el hombre al que m?s amaba en el mundo, hab?a sido asesinado – y todo hab?a sido culpa de Gwendolyn. Ella culpaba a Gwendolyn por todo. Ahora, finalmente, era momento de la venganza. Luanda se detuvo a 30 cent?metros de distancia de R?mulo, vi?ndose ambos a los ojos, mir?ndose fijamente uno al otro sobre la l?nea invisible. Era un hombre grotesco, dos veces m?s ancho que cualquier hombre, puro m?sculo, hab?a tanto m?sculo en sus hombros que su cuello desaparec?a. Su rostro era todo quijada, con grandes ojos negros, como canicas, y su cabeza era demasiado grande para su cuerpo. ?l la mir? como un drag?n mira a su presa, y ella no ten?a ninguna duda de que la  har?a pedazos. Se miraron fijamente uno al otro en el grueso silencio, y una sonrisa cruel se extendi? en su rostro, junto con una mirada de sorpresa. "Nunca pens? que volver?a a verte", dijo ella. Su voz era profunda y gutural, haci?ndose eco en este horrible lugar. Luanda cerr? los ojos y trat? de hacer que R?mulo desapareciera. Trat? de hacer que su vida desapareciera. Pero cuando abri? los ojos, ?l estaba todav?a all?. "Mi hermana me ha traicionado", respondi? suavemente. "Y ahora es momento de que yo la traicione. Luanda cerr? los ojos y dio un paso final fuera del puente, al otro extremo del Ca??n. Al hacerlo, se escuch? un estruendoso ruido silbante detr?s de ella; hubo un remolino de niebla en el aire desde el fondo del Ca??n, como una gran ola que se elevaba y de repente volv?a a caer otra vez. Hubo un sonido, como si se agrietara la tierra, y Luanda sab?a con certeza que el Escudo se hab?a desactivado. Que ahora nada quedaba entre el ej?rcito de R?mulo y el Anillo. Y que el Escudo se hab?a roto para siempre. R?mulo la mir?, mientras Luanda se quedaba valientemente de pie a 30 cent?metros de distancia, frente a ?l, inquebrantable, vi?ndolo de manera desafiante. Sinti? miedo pero no lo demostr?. Ella no quer?a darle esa satisfacci?n a R?mulo. Ella quer?a que ?l la matara mientras lo miraba a la cara. Al menos eso le dar?a algo. Solo quer?a que ?l acabara con eso. En cambio, la sonrisa de R?mulo se extendi? y continu? mir?ndola directamente, en vez de ver al puente como ella esperaba que lo hiciera. "Ya tienes lo que quieres", dijo ella, desconcertada. "El Escudo est? desactivado". El Anillo es tuyo. ?No vas a matarme ahora?". ?l mene? la cabeza. "No eres lo que esperaba", dijo ?l finalmente, analiz?ndola. "Podr?a dejarte vivir. Quiz?s incluso te podr?a hacer mi esposa". Luanda sinti? arcadas de solo pensarlo; esta no era la reacci?n que quer?a. Ella se inclin? hacia atr?s y escupi? en su cara, con la esperanza de que eso hiciera que la matara. R?mulo subi? la mano y le peg? en la cara con el dorso de su mano, y Luanda se prepar? para el golpe por venir, esperando que la golpeara como antes, que le rompiera la mand?bula – que hiciera cualquier cosa menos ser amable con ella. En cambio, el dio un paso al frente, la sujet? por la parte trasera de la cabeza, la atrajo hacia ?l y la bes? con fuerza. Ella sinti? sus labios, grotescos, agrietados, lleno de m?sculos, como una serpiente, mientras ?l la apretaba hacia ?l con m?s y m?s fuerza, tanta, que ella apenas pod?a respirar. Finalmente, ?l se alej? – y al hacerlo, le dio una bofetada, golpe?ndola con tanta fuerza que su piel le doli?. Ella lo mir? horrorizada, lleno de asco, sin entenderlo. "Encad?nenla y mant?nganla cerca de m?", orden?. Apenas hab?a terminado de pronunciar las palabras, cuando sus hombres dieron un paso adelante y le ataron los brazos detr?s de su espalda. Los ojos de R?mulo se abrieron de par en par con deleite, mientras daba un  paso adelante frente a sus hombres y, prepar?ndose, dio el primer paso hacia el puente. No hab?a un Escudo para detenerlo. Estaba ah? parado sano y salvo. R?mulo sonri? ampliamente, luego solt? a re?r, extendiendo ampliamente sus brazos musculosos mientras lanzaba hacia atr?s su cabeza. Rio con fuerza, triunfante; el sonido se hizo eco a lo largo del Ca??n. "Es m?o", dijo ?l. "?Todo m?o!". Su voz se hizo eco, una y otra vez. "Se?ores", a?adi? ?l. "?Invadan!". Sus tropas de pronto corrieron alej?ndose de ?l, soltando un gran grito de ovaci?n que se encontr? en lo alto con el ruido de los dragones que agitaban sus alas y volaban elev?ndose por encima del Ca??n. Entraron en el remolino de niebla, chirriando, con un gran ruido que se elev? hasta los cielos, que dej? saber al mundo que el Anillo nunca volver?a a ser el mismo otra vez. CAP?TULO CUATRO Alistair estaba en los brazos de Erec en la proa del enorme barco, que se mov?a suavemente arriba y abajo, mientras las olas del enorme oc?ano pasaban una y otra vez. Ella mir? hacia arriba, hipnotizada, a las millones de estrellas rojas cubriendo el cielo de la noche brillando en la distancia; la c?lida brisa pasaba acarici?ndola, arrull?ndola para dormir. Se sinti? contenta. El simple hecho de estar aqu? junto a Erec, hac?a que todo su mundo tuviera paz; aqu?, en esta parte del mundo, en este vasto oc?ano, sent?a que todos los problemas del mundo hab?an desaparecido. Un mont?n de obst?culos los hab?an mantenido separados, y ahora, finalmente, sus sue?os se estaban volviendo realidad. Estaban juntos y no hab?a nadie ni nada que se interpusiera entre ellos. Ya hab?an zarpado, ya estaban en camino a las islas de ?l, su tierra natal, y cuando llegaran ella se casar?a con ?l. No hab?a nada en el mundo que quisiera m?s. Erec la apret? firmemente y ella se inclin? m?s hacia ?l, mientras ambos se reclinaban hacia atr?s, mirando al universo, la suave niebla del oc?ano ca?a sobre ellos. Sus ojos se les cerraban de sue?o en la tranquila noche del oc?ano. Cuando ella mir? al cielo abierto, pens? en lo enorme que era el mundo; pens? en su hermano, Thorgrin, por ah? en alg?n lugar, y se pregunt? d?nde estaba ahora. Sab?a que iba en camino a ver a su madre. ?La encontrar?a? ?C?mo ser?a ella? ?Realmente exist?a? Una parte de Alistair quer?a unirse a ?l en el viaje, conocer tambi?n a su madre; y otra parte de ella extra?aba el Anillo y quer?a estar de regreso en casa, en territorio conocido. Pero la mayor parte de ella estaba emocionada; estaba entusiasmada de comenzar una vida de nuevo, junto a Erec en un lugar nuevo, en una nueva parte del mundo. Estaba emocionada de conocer a su gente, de ver c?mo era la patria de ?l. ?Qui?n viv?a en las Islas del Sur?, se preguntaba. ?C?mo era su gente? ?Su familia lo acoger?a? ?Les dar?a gusto recibirla o se sentir?an amenazados por ella? ?Les parecer?a bien la idea de su boda? ?O hab?an imaginado a otra persona, alguien de los suyos para Erec? Lo peor de todo, lo que m?s tem?a, era ?qu? pensar?an de ella una vez que se enteraran de sus poderes? ?Una vez que descubrieran que era una Druida? ?La considerar?an un bicho raro, una forastera como todos los dem?s? "Cu?ntame otra vez de tu gente", le dijo Alistair a Erec. ?l la mir?, luego mir? hacia el cielo. "?Qu? deseas saber?". "Cu?ntame acerca de tu familia", dijo ella. Erec reflexion? en silencio durante mucho tiempo. Finalmente habl?. "Mi padre es un gran hombre. Ha sido rey de nuestro pueblo desde que ten?a mi edad. Su muerte inminente cambiar? nuestra isla para siempre". ?Y tienes m?s familia? Erec dud? durante mucho tiempo, y finalmente asinti? con la cabeza. "S?. Tengo una hermana… y un hermano”. ?l vacil?. "Mi hermana y yo, estuvimos muy unidos cuando ?ramos ni?os. Pero debo advertirte que es muy territorial y se pone celosa f?cilmente. Desconf?a de los forasteros y no le gusta la gente nueva en nuestra familia. Y mi hermano…", dijo Erec con la voz apagada. Alistair le dio un codazo. "?Qu? pasa?". "Es el mejor luchador que conocer?s. Pero es mi hermano menor, y siempre has estado en competencia conmigo. Siempre lo he visto como hermano, y ?l siempre me ha visto como competencia, como alguien que se interpone en su camino. "No s? por qu?. As? son las cosas. Desear?a que fu?ramos m?s apegados”. Alistair lo mir?, sorprendida. No pod?a comprender c?mo alguien pod?a mirar a Erec con algo que no fuera amor. ?Y sigue siendo de esa manera?", pregunt? ella. Erec se encogi? de hombros. "No he visto a ninguno de ellos desde que era un ni?o. Es mi primer retorno a mi patria; han pasado casi treinta ciclos de sol. No s? qu? esperar. Ahora pertenezco m?s al Anillo. Y sin embargo, si mi padre muere… soy el mayor. Mi gente esperar? que yo gobierne". Alistair hizo una pausa, sorprendida, sin querer husmear. “?Y lo har?s?”. Erec se encogi? de hombros. "No es algo que busque. Pero si mi padre lo desea… No puedo decir que no". Alistair lo analiz?. "T? lo quieres mucho". Erec asinti? con la cabeza, y ella pudo ver sus ojos brillando en la luz de las estrellas. "S?lo rezo para que nuestro barco llegue a tiempo antes de que ?l muera". Alistair consider? sus palabras. "?Y qu? hay de tu madre?", pregunt? ella. "?Le agradar??". Erec sonri? ampliamente. "Como una hija”, dijo. "Porque ella ver? cu?nto te amo". Se besaron, y Alistair se reclin? y mir? al cielo, estir?ndose y sujetando la mano de Erec. "Recuerda esto, mi se?ora. Te amo. T? est?s por encima de todo. "Eso es lo ?nico que importa". Mi gente nos har? la boda m?s grande que haya habido en las Islas del Sur; nos inundar?n de festividades. Y ser?s amada y aceptada por todos ellos". Alistair analiz? las estrellas, sujetando la mano de Erec firmemente, y se maravill?. No ten?a ninguna duda del amor que ?l sent?a por ella, pero se preguntaba qu? dir?a su gente, gente que ?l apenas conoc?a. ?La aceptar?an como ?l pensaba que lo har?an? No estaba tan segura. De repente, Alistair oy? pasos pesados. Mir? y vio a un miembro de la tripulaci?n del barco caminando sobre el borde de la barandilla, levantando un gran pez muerto sobre su cabeza y arroj?ndolo por la borda. Hubo un chapoteo suave por debajo y pronto un chapoteo m?s grande, mientras otro pez saltaba y se lo com?a. Luego sigui? un terrible sonido debajo de las aguas, como un gemido o llanto, seguido por otro chapoteo. Alistair mir? al marinero, un personaje desagradable, sin afeitar, vestido con harapos, y al que le faltaban dientes, inclin?ndose sobre el borde, sonriendo como tonto. Se volvi? y la mir?, con una cara diab?lica, grotesca, en la luz de las estrellas. Alistair tuvo un terrible presentimiento. "?Qu? tiraste por la borda?", pregunt? Erec. "Las entra?as de un pez simka", contest?. "Pero ?por qu??". "Es un veneno", respondi?, sonriendo. "Cualquier pez que lo coma, morir? en ese instante". Alistair lo mir?, horrorizada. "?Y por qu? quieres matar al pez?". El hombre sonri? m?s ampliamente. "Me gusta verlos morir. Quiero escucharlos gritar y me gusta verlos flotar, boca arriba. Es divertido". El hombre se volvi? y camin? lentamente hacia el resto de su tripulaci?n, y mientras que Alistair le miraba irse, sent?a la piel de gallina. "?Qu? pasa?", pregunt? Erec. Alistair alej? la mirada y sacudi? la cabeza, tratando de hacer desaparecer lo que sent?a. Pero no fue as?; ten?a una terrible premonici?n, no estaba segura de lo que era. "Nada, mi Lord", dijo ella. Se instal? nuevamente en sus brazos, tratando de decirse a ella misma que todo estaba bien. Pero ella sab?a, dentro de s? misma, que estaba muy lejos de estar bien. * Erec despert? en la noche, sintiendo que el barco se mov?a lentamente hacia arriba y hacia abajo, y supo inmediatamente que algo estaba mal. Era el guerrero dentro de ?l, la parte que siempre le hab?a advertido un instante antes de que algo malo suceder?a. Siempre hab?a tenido ese sentido desde que era un ni?o. Se sent? r?pidamente, alerta y mir? alrededor. Se volvi? y vio a Alistair profundamente dormida junto a ?l. Todav?a estaba oscuro, el barco todav?a se mec?a sobre las olas, sin embargo, algo estaba mal. Mir? alrededor, pero no vio ninguna se?al de que algo estuviera mal. ?Qu? peligro podr?a existir, se preguntaba, aqu? en medio de la nada? ?Fue s?lo un sue?o? Erec, confiando en sus instintos, se agach? para agarrar su espada. Pero antes de que su mano pudiera agarrar la empu?adura, repentinamente sinti? una pesada red cubriendo su cuerpo, cayendo alrededor de ?l. Estaba hecha de la cuerda m?s pesada que hab?a sentido, casi lo suficientemente pesada para aplastar a un hombre y aterriz? encima de ?l, con firmeza a su alrededor. Antes de que pudiera reaccionar, sinti? que era levantado por lo alto, la red lo ten?a atrapado como animal, sus cuerdas estaban tan apretadas alrededor de ?l que no pod?a incluso moverse, sus hombros y brazos y las mu?ecas y pies estaban limitados, aplastados juntos. Fue izado m?s y m?s, hasta que  se encontr? a unos seis metros por encima de la cubierta, colgando, como un animal atrapado en una trampa. El coraz?n de Erec se aceler? en su pecho, mientras trataba de comprender lo que estaba sucediendo. Mir? hacia abajo y vio a Alistair, despertando. "?Alistair!", grit? Erec. Ella lo busc? por todas partes, y cuando finalmente levant? la vista y lo vio, su cara se desencaj?. “?EREC!”, grit? ella, confundida. Erec observ? c?mo como varias docenas de miembros de la tripulaci?n, llevando antorchas, se acercaban a ella. Todos ten?an sonrisas grotescas, hab?a maldad en sus ojos mientras se acercaban a ella. "Ya era hora de que ?l la compartiera", dijo uno de ellos. "?Le voy a ense?ar a esta princesa lo que significa vivir con un marinero!", dijo otro. El grupo estall? en carcajadas. "Despu?s de m?", dijo otro. "No antes de que yo la haya hecho m?a primero", dijo otro. Erec luch? para liberarse con todas sus fuerzas, mientras ellos continuaban aproxim?ndose a ella. Pero fue en vano. Sus hombros y brazos estaban sujetados con tal firmeza, que ni siquiera pod?a moverlos. "?ALISTAIR!", grit? desesperado. Estaba indefenso para hacer algo, mas que observar, mientras estaba colgado. Tres marineros se abalanzaron repentinamente por detr?s sobre Alistair; ella grit? mientras la hac?an caer, rasgaron su blusa, pusieron sus brazos por detr?s de su espalda. La sostuvieron firmemente mientras varios marineros m?s se acercaban. Erec analiz? el barco buscando cualquier se?al del capit?n; lo vio en la cubierta superior, mirando hacia abajo, observando todo. "?Capit?n!", grit? Erec. Este es tu barco. ?Haz algo!". El capit?n lo mir?, luego poco a poco volvi? la espalda a toda la escena, como no queriendo verla. Erec mir? desesperado, c?mo un marinero sacaba un cuchillo y lo sosten?a sobre la garganta de Alistair, y Alistair grit?. "?NO!", grit? Erec. Era como estar viendo una pesadilla desvel?ndose ante ?l – y lo peor de todo, es que no hab?a nada que pudiera hacer. CAP?TULO CINCO Thorgrin estaba frente a Andr?nico, los dos solos en el campo de batalla, con todos los soldados muertos a su alrededor. ?l levant? su espada por lo alto y la baj? hacia el pecho de Andr?nico; al hacerlo, Andr?nico dej? caer sus armas, sonri? de par en par y se acerc? a abrazarlo. Hijo m?o. Thor intent? detener la cuchillada de su espada, pero era demasiado tarde. La espada atraves? a su padre, y mientras Andr?nico se part?a en dos, Thor se sinti? corro?do por el dolor. Thor parpade? y se encontr? caminando por un altar interminablemente largo, sujetando la mano de Gwen. Se dio cuenta de que era la procesi?n de su boda. Caminaron hacia un sol rojo intenso y cuando Thor mir? a ambos lados, vio que todos los asientos estaban vac?os. Se volvi? para mirar a Gwen y cuando ella lo mir?, estaba aterrorizado mientras la piel de ella se secaba y se convert?a en un esqueleto, que se convert?a en polvo en su mano. Ella se convert?a en un mont?n de cenizas a sus pies. Thor se encontr? parado ante el castillo de su madre. De alguna manera hab?a cruzado el paseo a?reo, y estaba parado ante inmensas puertas dobles, de oro, brillantes, tres veces m?s altas que ?l. No hab?a ninguna manija, y toc? en ellas con las palmas de sus manos hasta que ?stas comenzaron a sangrar. El sonido hizo eco en todo el mundo. Pero nadie respondi?. Thor ech? hacia atr?s su cabeza. "?Madre!", grit? ?l. Thor se hundi? hasta las rodillas y al hacerlo, la tierra se convirti? en barro, y Thor resbal? por un acantilado, cayendo y cayendo, agit?ndose por el aire, hacia abajo, cientos de metros, hacia un mar embravecido. Extendi? sus manos al cielo, vio desaparecer de la vista al castillo de su madre y grit?. Thor abri? los ojos, sin aliento, el viento cepillando su rostro, y mir? a su alrededor, intentando averiguar d?nde estaba. Mir? y vio un oc?ano, pasando por debajo de ?l, a velocidad de v?rtigo. Mir? hacia arriba y vio que agarr? algo ?spero, y al escuchar el gran aleteo, se dio cuenta de que estaba aferr?ndose a la escamas de Mycoples, ten?a las manos fr?as por el aire de la noche, su rostro estaba entumecido por las r?fagas del viento del mar. Mycoples vol? con gran velocidad, sus alas nunca se agitaron, y cuando Thor mir? hacia adelante, se dio cuenta de que se hab?a quedado dormido sobre ella. Ellos segu?an volando, como lo hab?an estado haciendo durante varios d?as, corriendo bajo el cielo de la noche, debajo de un mill?n de estrellas rojas centelleantes. Thor suspir? y limpi? la parte posterior de su cabeza, que estaba cubierta de sudor. ?l hab?a prometido permanecer alerta, pero hab?an pasado muchos d?as en su viaje juntos, volando, buscando la Tierra de los Druidas. Por suerte Mycoples, conoci?ndolo tan bien como lo hac?a, sab?a que estaba dormido y vol? continuamente, asegur?ndose de que no se cayera. Los dos hab?an estado viajando mucho tiempo juntos, hab?an llegado a convertirse en uno solo. Aunque Thor extra?aba el Anillo, estaba emocionado, por lo menos, de volver con su vieja amiga otra vez, los dos solos viajando por el mundo; podr?a decir que tambi?n ella estaba feliz de estar con ?l, ronroneando con satisfacci?n. Sab?a que Mycoples nunca permitir?a que algo malo le sucediera, y ?l sent?a lo mismo por ella. Thor mir? hacia abajo y examin? las verdes aguas espumosas y luminiscentes del mar; se trataba de un mar extra?o y ex?tico que nunca hab?a visto antes, uno de los muchos que hab?an pasado en su b?squeda. Siguieran volando hacia el norte, siempre al norte, siguiendo la flecha de se?alamiento en la reliquia que hab?a encontrado en su ciudad natal. Thor sinti? que se estaban acercando a su madre, a su tierra, a la Tierra de los Druidas. Pod?a sentirlo. Thor esperaba que la flecha fuera precisa. En el fondo, sent?a que as? era. ?l pod?a sentir en cada fibra de su ser que estaban acerc?ndose a su madre, a su destino. Thor se frot? los ojos, decidido a permanecer despierto. Hab?a pensado que ya habr?an encontrado la Tierra de los Druidas para esta hora; sent?a que ya hab?a atravesado la mitad del mundo. Por un momento se preocup?: ?Qu? pasar?a si todo fuera una fantas?a? ?Qu? pasar?a si su madre no exist?a? ?Qu? pasar?a si no existiera la Tierra de los Druidas? ?Qu? pasar?a si estuviese condenado a no encontrarla nunca? Intent? sacudir esos pensamientos de su mente mientras instaba a Mycoples a seguir adelante. M?s r?pido, pens? Thor. Mycoples ronrone? y agit? sus alas con mayor fuerza, y en cuanto baj? su cabeza, los dos bajaron en picado hacia la niebla, dirigi?ndose hacia alg?n punto en el horizonte donde, Thor sab?a, que tal vez podr?a no existir. * El d?a amaneci? como Thor nunca hab?a visto, el cielo inundado no solo de dos soles, sino de tres, elev?ndose los tres juntos en diferentes puntos del horizonte, uno rojo, uno verde, uno morado. Volaban justo por encima de las nubes, que se extend?an por debajo de ?l, tan cerca que Thor pod?a tocarlas, eran una manta de color. Thor se deleitaba en el amanecer m?s hermoso que jam?s hab?a visto, diferentes colores de soles sal+ian entre las nubes, los rayos pasaban sobre ?l, debajo de ?l, por encima de ?l. Sent?a como si volara en el surgimiento del mundo. Thor dirig?a a Mycoples hacia abajo, y se sinti? h?medo cuando entraron en la cubierta de la nube; moment?neamente su mundo estaba inundado de diversos colores, entonces qued? cegado. Al salir de las nubes, Thor esperaba ver otro oc?ano, otra extensi?n interminable de la nada. Pero esta vez hab?a algo m?s. El coraz?n de Thor se aceler? cuando vio por debajo de ellos un espect?culo que siempre hab?a esperado ver, un espect?culo que ocupaba sus sue?os. All?, muy por debajo, se ve?a una tierra. Era una isla, revuelta en la niebla, en medio de este oc?ano incre?ble, amplia y profunda. Su reliquia vibr? y mir? hacia abajo y vio el destello de la flecha, apuntando directamente hacia abajo. Pero ?l no necesitaba verlo para saberlo. Lo sent?a, en cada fibra de su ser. Ella estaba aqu?. Su madre. La m?gica Tierra de los Druidas exist?a, y ?l hab?a llegado. Baja, amiga m?a, pens? Thor. Mycoples se dirigi? hacia abajo, y cuando se acercaron, la isla pudo verse cada vez m?s clara. Thor vio los interminables campos de flores, notablemente similares a los campos que hab?a visto en la Corte del Rey. ?l no pod?a entenderlo. La isla se sent?a tan familiar, casi como si hubiera llegado nuevamente a su casa. El hab?a esperado que la tierra fuera m?s ex?tica. Era extra?o cu?n misteriosamente familiar era. ?C?mo podr?a ser posible? La isla estaba encajonada por una inmensa playa de arena roja brillante, con olas rompiendo contra ella. Cuando se acercaron, Thor vio algo que lo sorprendi?: parec?a haber una entrada a la isla, dos enormes pilares se elevaban hasta los cielos, eran los pilares m?s altos que jam?s hab?a visto, y desaparec?an en las nubes. Una pared, tal vez de unos seis metros  de alto, cercaba toda la isla, y pasar a trav?s de estos pilares parec?a ser la ?nica manera de entrar a pie. Puesto que iba sobre Mycoples, Thor decidi? que no necesitaba pasar a trav?s de los pilares. ?l simplemente volar?a sobre la pared y aterrizar?a en la isla, en cualquier lugar que quisiera. Despu?s de todo, no iba a pie. Thor dirigi? a Mycoples a volar sobre el muro, pero cuando ella se acerc? m?s, de repente lo sorprendi?. Chill? y se repleg? bruscamente, elevando sus garras en el aire hasta que qued? casi de manera vertical. Se detuvo bruscamente como si chocara con un escudo invisible, y Thor se sujet? como si se le fuera la vida en ello. Thor la gui? para que siguiera volando, pero ella no ir?a demasiado lejos. Es entonces cuando Thor se dio cuenta: la isla estaba rodeada de una especie de escudo de energ?a, tan poderoso que incluso Mycoples no pod?a pasar a trav?s de ?l. Uno no pod?a volar sobre el muro; ten?a que pasar por los pilares, a pie. Thor dirigi? a Mycoples, y bajaron en picado hacia la orilla roja. Aterrizaron ante los pilares, y Thor trat? de dirigir a Mycoples a volar entre ellos, a trav?s de las enormes puertas para entrar con ?l en la Tierra de los Druidas. Pero nuevamente, Mycoples se repleg? elevando sus garras. No puedo entrar. Thor sinti? los pensamientos de Mycoples corriendo a trav?s de ?l. ?l la mir?, la vio cerrar sus enormes ojos brillantes, parpadeando y entendi?. Ella le dec?a que ten?a que entrar solo en la Tierra de los Druidas. Thor desmont? sobre la arena roja y se puso delante de los pilares, examin?ndolos. "No puedo dejarte aqu?, amiga m?a", dijo Thor. "Es demasiado peligroso para ti. Si debo ir solo, entonces debo irme. Volver a la seguridad del hogar. Esp?rame all?". Mycoples sacudi? su cabeza y la agach? hacia el suelo, se tendi? all?, resignada. Voy a esperar por ti hasta los confines de la tierra. Thor pudo ver que ella estaba decidida a quedarse. Sab?a que ella era obstinada, que no se mover?a. Thor se inclin? hacia adelante, acarici? las escamas de Mycoples en su larga nariz, se inclin? y la bes?. Ella ronrone?, levant? la cabeza y la descans? sobre su pecho. "Volver? por ti, amiga m?a", dijo Thor. Thor se volvi? y se puso frente a los pilares de oro s?lido, brillando en el sol y casi ceg?ndolo, y dio el primer paso. Se sent?a vivo de una manera que nunca pens?, mientras pasaba a trav?s de las puertas y, finalmente, en la Tierra de los Druidas. CAP?TULO SEIS Gwendolyn montaba en la parte posterior del carro, traqueteando a lo largo del camino vecinal, guiando a la expedici?n de gente que se abr?a paso lentamente hacia el oeste, lejos de la Corte del Rey. Gwendolyn estaba contenta con la evacuaci?n que hab?a sido ordenada hasta ahora, y satisfecha con los progresos que hab?a hecho su pueblo. Ella odiaba dejar su ciudad, pero al menos estaba segura de que hab?a ganado suficiente distancia para que su gente estuviera segura, para que estuvieran bien en su camino hacia su ?ltima misi?n: atravesar el Cruce Occidental del Ca??n, para abordar su flota de barcos en las costas del Tartuvio y cruzar el gran oc?ano hacia las Islas Superiores. Ella sab?a que era la ?nica manera de proteger a su gente. Mientras marchaban, miles de personas iban a pie alrededor de ella, miles de personas m?s traqueteaban en sus carros; el sonido de las pezu?as de los caballos llenaba los o?dos de Gwen, el sonido del constante movimiento de carros, de seres humanos. Gwen se encontr? perdida en la monoton?a del camino, sosteniendo a Guwayne en su pecho, meci?ndolo. A su lado estaban sentados Steffen e Illepra, acompa??ndola durante todo el camino. Gwendolyn miraba a la carretera delante de ella y trataba de imaginarse a s? misma en cualquier lugar, menos aqu?. Hab?a trabajado tan duro para reconstruir este reino, y ahora aqu? estaba ella, huyendo de ?l. Estaba ejecutando su plan de evacuaci?n masiva debido a la invasi?n McCloud, pero sobre todo debido a todas las profec?as antiguas, a los presagios de Argon, a sus propias pesadillas y presentimientos de una cat?strofe por llegar. Pero se preguntaba: ?y si estaba equivocada? ?Y si era todo hab?a sido solo un sue?o, solo preocupaciones de la noche? ?Y si todo en el Anillo estaba bien? ?Y si esto era una reacci?n exagerada, una evacuaci?n innecesaria? Despu?s de todo, ella pudo evacuar a su gente a otra ciudad dentro del Anillo, como Silesia. No ten?a que llev?rselos a cruzar el oc?ano. No a menos que ella hubiera previsto una destrucci?n completa y total del Anillo. Sin embargo, por todo lo que hab?a le?do y o?do y presentido, esa destrucci?n era inminente. La evacuaci?n era el ?nico camino, se dijo a s? misma. Mientras Gwen miraba hacia el horizonte, deseaba que Thor estuviera aqu?, a su lado. Ella mir? hacia arriba y examin? los cielos, pregunt?ndose d?nde estar?a ahora. ?Hab?a encontrado la Tierra de los Druidas? ?Hab?a encontrado a su madre? ?Volver?a por ella? ?Y alguna vez se casar?an? Gwen mir? a trav?s de los ojos de Guwayne y vio a Thor mir?ndola, vio los ojos grises de Thor, y sujet? a su hijo con m?s fuerza. Trataba de no pensar en el sacrificio que ella hab?a tenido que hacer en el Mundo de las Tinieblas. ?Todo se har?a realidad? ?El destino ser?a tan cruel? "?Mi se?ora?". Gwen se sobresalt? con la voz; se dio vuelta y mir? a Steffen, dando vuelta en el carro, apuntando al cielo. Se dio cuenta de que alrededor de ella, toda su gente se deten?a, y de repente sinti? su propio carruaje forzado a parar. Estaba confundida respecto a por qu? el conductor se deten?a sin que ella lo hubiera ordenado. Gwen sigui? el dedo de Steffen, y all? en el horizonte, se sorprendi? al ver tres flechas disparadas al aire, todas en llamas, elev?ndose, luego arque?ndose hacia abajo, cayendo en el suelo como estrellas fugaces. Estaba sorprendida: tres flechas en llamas solo podr?a significar una cosa: era el signo de los MacGil. Las garras del halc?n, utilizada como se?al de Victoria. Era un signo utilizado por su padre y por el padre de ?l, un signo que era ?nicamente para los MacGil. No hab?a confusi?n: significaba que los MacGil hab?an ganado. Hab?an recuperado la Corte del Rey. Pero, ?c?mo era posible?, se preguntaba. Cuando se fueron, no hab?a ninguna esperanza de Victoria, mucho menos de supervivencia, su preciosa ciudad hab?a sido invadida por los McCloud, sin nadie para montar guardia. Gwen vio en el horizonte lejano, que levantaban una bandera, m?s y m?s alto. Ella entrecerr? los ojos, y otra vez no hab?a ning?n error: era la bandera de los MacGil. S?lo pod?a significar que la Corte del Rey estaba ahora en manos de los MacGil. Por un lado, Gwen se sent?a euf?rica y quer?a volver de inmediato. Por otro lado, al mirar el camino que hab?an viajado pens? en todas las predicciones de Argon, en los pergaminos que hab?a le?do, en sus propios presentimientos. Sent?a en el fondo, que su pueblo a?n deb?a ser evacuado. Tal vez los MacGil hab?an recuperado la Corte del Rey; pero eso no significa que el Anillo estaba a salvo. Gwendolyn todav?a sent?a que algo mucho peor estaba por venir y que ten?a que sacar a su gente de all?, hacia un lugar seguro. "Parece que hemos ganado", dijo Steffen. "?Es motivo de celebraci?n!". Aberthol grit?, acerc?ndose a su carro. "?La Corte del Rey es nuestra, otra vez!", grit? un plebeyo. Se elev? una gran ovaci?n entre su gente. "?Debemos regresar inmediatamente!", grit? otro. Se escuch? otra ovaci?n. Gwen mene? la cabeza, inflexible. Se levant? y enfrent? a su gente, y todas las miradas se dirigieron hacia ella. “?No regresaremos!”, le dijo a su gente. "Hemos empezado la evacuaci?n, y hay que apegarnos a ella. S? que le depara un gran peligro al Anillo. Debo llevarlos a un lugar seguro mientras todav?a tengamos tiempo, mientras todav?a haya una oportunidad". Su gente gru??, insatisfecha, y varios plebeyos caminaron hacia adelante, se?alando al horizonte. "No s? el resto de ustedes", dijo uno, “?pero la Corte del Rey es mi casa! ?Es todo lo que conozco y amo! ?No voy a cruzar el mar hacia alguna isla extra?a mientras que nuestra ciudad est? intacta y en manos de los MacGil! ?Regresar? a la Corte del Rey!". Se escuch? una gran ovaci?n, y mientras ?l se iba, caminando de regreso, cientos de personas se aliaron y lo siguieron, dando vuelta a sus carros, dirigi?ndose rumbo a la Corte del Rey. "Mi se?ora, ?debo detenerlos?", pregunt? Steffen, aterrado, fiel a ella. "Est? escuchando la voz de la gente, mi se?ora", dijo Aberthol, acerc?ndose a ella. "Ser?a tonta en negarlo. Adem?s, no puede hacerlo. Es su hogar. Es todo lo que conocen. No luche contra su propia gente. No los gu?e sin una buena raz?n". "Pero tengo un buen motivo", dijo Gwen. "S? que viene la destrucci?n". Aberthol movi? la cabeza. "Y sin embargo, no lo hacen", respondi?. "No la pongo en duda. Pero las reinas planean con anticipaci?n, mientras que las masas act?an por instinto. Y una reina solo es tan poderosa como las masas le permitan serlo. Gwen se qued? all? parada, ardiendo de frustraci?n mientras observaba a su pueblo desafiar su orden, regresando a la Corte del Rey. Era la primera vez que se hab?an rebelado abiertamente, que la hab?an desafiado. No le gust? la sensaci?n. ?Era un presagio de lo que se aproximaba? ?Sus d?as como reina estaban contados? "Mi se?ora, ?ordeno a los soldados detenerlos?", pregunt? Steffen. Sent?a como si ?l fuera el ?nico que quedaba que todav?a era leal a ella. Una parte de ella quer?a decir que s?. Pero mientras los observaba marcharse, sab?a que ser?a in?til. "No", dijo ella suavemente, con la voz cortada, sintiendo como si su hijo le hubiera dado la espalda. Lo que m?s le dol?a era que ella sab?a que sus acciones s?lo los conducir?an a ser da?ados, y no hab?a nada que pudiera hacer para detenerlos. "No puedo evitar lo que su destino les depara". * Gwendolyn, desesperanzada mientras le segu?a el rastro a su gente, de vuelta a la Corte del Rey, pas? por las puertas traseras de la Corte del Rey y ya escuchaba los v?tores lejanos de celebraci?n desde el otro lado. Su gente estaba euf?rica, bailando y ovacionando, lanzando sus sombreros al aire mientras todos entraban a trav?s de las puertas, volviendo a los patios traseros de la ciudad que conoc?an y amaban, la ciudad que llamaban hogar. Todos se apresuraron a felicitar a la Legi?n, a Kendrick y a los victoriosos Plateados. Pero Gwendolyn procedi? con un agujero en su est?mago, desgarrada por los sentimientos encontrados. Por un lado, por supuesto que tambi?n estaba euf?rica de volver aqu?, entusiasmada porque hab?an conquistado a los McCloud, euf?rica al ver que Kendrick y los dem?s estaban a salvo. Se sent?a orgullosa al ver los cad?veres de los McCloud desparramados por todo el lugar, y estaba encantada de ver que su hermano Godfrey hab?a logrado sobrevivir, sentado a un costado, curando una herida, con la mano en la cabeza. Sin embargo, al mismo tiempo, Gwendolyn no pod?a calmar su profundo sentido de la premonici?n, su certeza de que alguna otra terrible calamidad se avecinaba para todos ellos, y que lo mejor para su pueblo era evacuar el lugar antes de que fuera demasiado tarde. Pero su pueblo se dej? llevar por la victoria. No escuchaban razones mientras ella era llevada con miles m?s, a la ciudad derribada que conoc?a tan bien. Al entrar, Gwen se sinti? aliviada al ver que al menos los McCloud hab?an muerto r?pidamente, antes de que hubieran tenido oportunidad de hacer alg?n da?o verdadero a toda su cuidadosa reconstrucci?n. "?Gwendolyn!". Gwendolyn se dio vuelta para ver a Kendrick desmontar, correr hacia adelante y abrazarla. Ella tambi?n lo abraz?, la armadura de ?l era dura y fr?a, mientras le entregaba a Guwayne a Illepra, que estaba al lado de ella. "Hermano m?o", dijo ella, mir?ndolo hacia arriba, los ojos de ?l brillaban con la victoria. "Me siento orgullosa de ustedes. Han hecho m?s que mantener nuestra ciudad – han vencido a los atacantes. T? y tus Plateados. Encarnas nuestro c?digo de honor. “Pap? estar?a orgulloso”. Kendrick sonri? mientras inclinaba la cabeza. "Estoy agradecido por tus palabras, hermana. No iba a permitir que tu ciudad, nuestra ciudad, la ciudad de nuestro padre, fuera destruida por esos salvajes. No estuve solo; debes saber que nuestro hermano Godfrey mont? la primera resistencia. ?l y un pu?ado m?s, e incluso La Legi?n, todos ayudaron a refrenar a los atacantes". Gwen se volvi? para ver a Godfrey caminar hacia ellos con una atribulada sonrisa en su rostro, con una mano en un costado de la cabeza, cubierto de sangre seca. "Hoy te convertiste en hombre, hermano m?o", le dijo ella en serio, poniendo una mano en su hombro. “Pap? estar?a orgulloso”. Godfrey le sonri? t?midamente. "S?lo quer?a advertirte", dijo ?l. Ella sonri?. "Hiciste mucho m?s que eso”. Junto con ?l llegaron Elden, O’Connor, Conven y decenas de miembros de La Legi?n. "Mi se?ora", dijo Elden. "Nuestros hombres lucharon valientemente hoy, aqu?. Pero me da tristeza decir que hemos perdido a muchos de ellos". Gwen mir? m?s all? de ?l, y vio los cad?veres por toda la Corte del Rey. Miles de McCloud – pero tambi?n decenas de reclutas de La Legi?n. Incluso un pu?ado de Los Plateados estaban muertos. Les tra?a recuerdos dolorosos de la ?ltima vez que su ciudad fue invadida. Era dif?cil para Gwen ver eso. Ella se volvi? y vio a una docena de los McCloud, prisioneros, vivos todav?a, con la cabeza agachada y las manos detr?s de sus espaldas. “?Y qui?nes son estos?", pregunt? ella. "Los generales de los McCloud", respondi? Kendrick. "Los hemos mantenido vivos. Son todo lo que queda de su ej?rcito. ?Qu? nos ordenas hacer con ellos?". Gwendolyn los mir? con detenimiento, vi?ndolos a los ojos. Cada uno la mir?, orgullosos, desafiantes. Sus rostros eran ordinarios, los t?picos McCloud, nunca mostrando arrepentimiento. Gwen suspir?. Hubo un tiempo en que ella hab?a pensado que la paz era la respuesta a todo, que si pod?a ser lo suficientemente amable y lo suficientemente cort?s con sus vecinos, que si pod?a demostrar la suficiente buena voluntad, entonces ellos ser?an amables con ella y con su pueblo. Pero cuanto m?s tiempo gobernaba, m?s ve?a que los dem?s solamente interpretaban las insinuaciones de paz como un signo de debilidad, de algo que ten?a que ser aprovechado. Todos sus esfuerzos de paz hab?an culminado en esto: un ataque sorpresa. Y no menos que el D?a de la Peregrinaci?n, el d?a m?s sagrado del a?o. Gwendolyn se sinti? endurecer por dentro. Ya no ten?a la misma ingenuidad, la misma fe en el hombre como antes. Cada vez m?s y m?s, solo ten?a fe en una cosa: un reinado de acero. Mientras Kendrick y los dem?s la miraban, Gwendolyn levant? su voz: "M?talos a todos", dijo. Los ojos de ellos se abrieron de par por la sorpresa y respeto. Evidentemente no esperaban esto de su reina que siempre hab?a luchado por la paz. "?Escuch? correctamente, mi se?ora?", pregunt? Kendrick, con una voz de sorpresa. Gwendolyn asinti? con la cabeza. "As? es", respondi? ella. "Cuando hayas terminado, recoge sus cuerpos y exp?lsalos de nuestras puertas”. Gwendolyn se dio vuelta y se alej? por el patio de la Corte del Rey, y al hacerlo, escuch? detr?s de ella los gritos de los McCloud. A pesar de s? misma, se estremeci?. Gwen camin? por una ciudad llena de cad?veres y llena a?n de v?tores y m?sica y baile, miles de personas regresando a sus casas, volviendo a llenar la ciudad como si nada malo hubiera ocurrido. Mientras los observaba, su coraz?n se llen? de temor. "La ciudad es nuestra otra vez", dijo Kendrick yendo al lado de ella. Gwendolyn mene? la cabeza. "S?lo por un corto tiempo". ?l la mir?, sorprendido. "?Qu? quieres decir?". Ella se detuvo y lo enfrent?. "He visto las profec?as", dijo. "Los antiguos pergaminos. He hablado con Argon. Yo tenido una pesadilla. Vienen a atacarnos. Fue un error volver aqu?. Debemos evacuar de inmediato". Kendrick la mir?, con su cara l?vida, y Gwen suspir? al ver a su gente. “Pero mi gente no hace caso”. Kendrick mene? la cabeza. "?Qu? pasa si est?s equivocada?", dijo. "?Qu? pasa si crees demasiado en las profec?as? Tenemos al mejor ej?rcito de combate del mundo. Nada puede llegar a nuestras puertas. Los McCloud est?n muertos, y no tenemos otros enemigos en el Anillo. El Escudo est? activado y se mantiene fuerte. Y tambi?n tenemos a Ralibar, donde quiera que est?. No tienes nada que temer". No tenemos nada que temer". Gwendolyn mene? la cabeza. "Ese es precisamente el momento en el que hay que temer m?s”, contest? ella. Kendrick suspir?. "Mi se?ora, esto fue s?lo un ataque inesperado", dijo. "Nos sorprendieron el D?a de la Peregrinaci?n. Nunca dejaremos la Corte del Rey sin protecci?n otra vez. Esta ciudad es una fortaleza. La ha ocupado durante miles de a?os. No queda nadie para derrocarnos". "Te equivocas", dijo ella. “Bueno, aunque as? sea, ya te diste cuenta de que la gente no se ir?, hermana m?a", dijo Kendrick, su voz se abland?, implorando,"te amo. Pero hablo como tu comandante. Como el comandante de Los Plateados. Si tratas de forzar a la gente para que abandone el lugar, para hacer lo que no quieren hacer, tendr?s una revuelta en tus manos. No ven el mismo peligro que t?. Y para ser honesto, incluso yo no lo veo. Gwendolyn mir? a su gente, y supo que Kendrick ten?a raz?n. No la escuchar?an. Incluso su propio hermano no le cre?a. Y le romp?a el coraz?n. * Gwendolyn estaba parada sola en la baranda superior de su castillo, sosteniendo a Guwayne firmemente y mirando la puesta de sol, lo dos soles se manten?an abajo en el cielo. En la parte inferior escuch? los gritos apagados y las celebraciones de su gente, preparando una gran noche de fiesta. All? afuera, vio el paisaje ondulado de las tierras que rodeaban la Corte del Rey, un reino en la cima. En todas partes estaba la recompensa del verano, interminables campos verdes, ?rboles frutales, una rica tierra exuberante. La tierra estaba conforme, reconstruida despu?s de tanta tragedia, y vio un mundo en paz consigo mismo. Gwendolyn frunci? el ce?o, pregunt?ndose qu? tipo de oscuridad podr?a llegar a aqu?. Quiz?s la oscuridad que hab?a imaginado ya hab?a venido en la forma de los McCloud. Tal vez ya se hab?a evitado, gracias a Kendrick y a los dem?s. Tal vez Kendrick hab?a tenido raz?n. Tal vez ella hab?a sido demasiado cautelosa desde que se hab?a convertido en la reina, hab?a visto demasiada tragedia. Tal vez ella estaba, como dijo Kendrick, examinando demasiado las cosas. Despu?s de todo, evacuar a su gente de sus casas para llevarlos a trav?s del Ca??n a los barcos, a la volatilidad de las Islas Superiores, era una medida dr?stica, reservada para un tiempo de mayor calamidad. ?Qu? pasar?a si lo hac?a y no acontec?a ninguna tragedia en el Anillo? Ser?a conocida como la reina que fue presa del p?nico sin peligro a la vista. Gwendolyn suspir?, sujetando a Guwayne mientras se retorc?a en sus brazos y se preguntaba si se estaba volviendo loca. Ella mir? hacia arriba y busc? en los cielos alguna se?al de Thorgrin, esperando, orando. Al menos esperaba alguna se?al de Ralibar, dondequiera que estuviera. Pero ?l tampoco hab?a regresado. Gwen observ? un cielo vac?o, decepcionada una vez m?s. Una vez m?s, tendr?a que confiar en ella misma. Incluso su gente, que siempre la hab?a apoyado, que la hab?a visto como diosa, ahora parec?a desconfiar de ella. Su padre nunca la hab?a preparado para esto. Sin el apoyo de su pueblo, ?qu? clase de reina ser?a? Impotente. Gwen quer?a desesperadamente tener a alguien en quien sentir confort, en quien encontrar respuestas. Pero Thorgrin hab?a desaparecido; su madre hab?a muerto; aparentemente a todos los que conoc?a y amaba se hab?an ido. Se sent?a en una encrucijada y nunca se hab?a sentido m?s confundida. Gwen cerr? los ojos y pidi? a Dios que la ayudara. Intent? llamarlo, con toda su voluntad. Nunca hab?a sido una persona que rezara mucho, pero su fe era fuerte, y estaba segura de que ?l exist?a. Por favor, Dios. Estoy muy confundida. Mu?strame c?mo proteger mejor a mi pueblo. Mu?strame c?mo proteger mejor a Guwayne. Mu?strame c?mo ser una gran gobernante. "Las oraciones son poderosas", se escuch? una voz. Gwen se dio vuelta, aliviada instant?neamente al o?r esa voz. All? de pie, a varios metros de distancia, estaba Argon. Llevaba su manto blanco y capucha, sosteniendo su vara, mirando al horizonte en vez de a ella. “Argon, necesito respuestas. Por favor. Ay?dame". "Siempre estamos necesitados de respuestas", respondi? ?l. “Y sin embargo, no siempre llegan. Nuestras vidas est?n destinadas a vivirse. No siempre nos pueden predecir el futuro". "Pero se puede insinuar", dijo Gwendolyn. "Todas las profec?as que he le?do, todos los manuscritos, la historia del Anillo, siguen apuntando a que se avecina algo sombr?o. Debes dec?rmelo. ?Ocurrir??". Argon se volvi? y la mir? fijamente, con los ojos llenos de fuego, m?s sombr?os y de mayor miedo que nunca. "S?", respondi? ?l. La determinaci?n de su respuesta la asust? m?s que nada. Argon, el que siempre hablaba con enigmas. Gwen se estremeci? por dentro. "?Vendr? aqu?, a la Corte del Rey?". "S?", respondi? ?l. Gwen se sinti? m?s aterrada. Tambi?n estaba segura de su convicci?n de que hab?a tenido la raz?n todo el tiempo. "?El Anillo ser? destruido?", pregunt? ella. Argon la mir?, y asinti? lentamente. "Quedan pocas cosas que puedo revelarte", dijo ?l. "Si quieres, esta puede ser una de ellas". Gwen estuvo pensando largamente, debatiendo. Sab?a que la sabidur?a del Argon era muy valiosa. Sin embargo, esto era algo que realmente necesitaba saber. "Cu?ntamelo", dijo ella. Argon respir? profundamente mientras se daba vuelta y miraba al horizonte, por un tiempo que pareci? eterno. “El Anillo ser? destruido. Todo lo que conoces y amas ser? eliminado. El lugar en el que est?s parada ahora, no ser? mas que brasas ardientes y cenizas. Todo el Anillo se convertir? en cenizas. Tu naci?n desaparecer?. Vendr? la oscuridad. Una oscuridad mayor que cualquiera en nuestra historia". Gwendolyn sent?a la verdad de sus palabras resonando en su interior, sent?a el profundo timbre de su voz resonando en su coraz?n. Sab?a que cada palabra que ?l dec?a era verdad. "Mi gente no ve esto", dijo con la voz quebrada. Argon se encogi? de hombros. "T? eres la reina. A veces debe usarse la fuerza. No s?lo contra los enemigos. Incluso contra nuestra gente. Haz lo que sabes. No busques siempre la aprobaci?n de la gente. La aprobaci?n es una cosa dif?cil de alcanzar. A veces, cuando tu pueblo te odia m?s, es una se?al de que est?s haciendo lo mejor para ellos. Tu padre fue bendecido con un reinado de paz. Pero t?, Gwendolyn, tendr?s una prueba mucho mayor: tendr?s un reinado de acero". Mientras Argon se daba vuelta para marcharse, Gwendolyn camin? hacia adelante y extendi? su mano hacia ?l. "?Argon!", dijo ella. ?l se detuvo, pero no se dio vuelta. "S?lo dime una cosa m?s. Te lo ruego. ?Volver? a ver a Thorgrin otra vez?". ?l hizo una pausa, hubo un largo y pesado silencio. En ese sombr?o silencio ella sinti? su coraz?n romperse en dos, esperando y orando para que ?l le diera una respuesta m?s. "S?", respondi? ?l. Ella se qued? all? parada, con el coraz?n acelerando, anhelando m?s. "?No puedes decirme nada m?s?". ?l se volvi? y la mir?, con tristeza en su mirada. "Recuerda la elecci?n que hiciste. No todo el amor dura para siempre". A lo alto, Gwen escuch? un halc?n chirriando, y mir? al cielo sorprendida. Se volvi? para mirar a Argon, pero ?l ya hab?a desaparecido. Ella sujet? firmemente a Guwayne y vio a su reino, dando una ?ltima y larga mirada, queriendo recordarlo como estaba cuando era todav?a vibrante y estaba vivo. Antes de que todo se convirtiera en cenizas. Se preguntaba con temor qu? peligro tan grande podr?a estar acechando, m?s all? de la aparente belleza. Se estremeci? ya que sab?a, sin lugar a dudas, que pronto los encontrar?an. CAP?TULO SIETE Stara grit? mientras ca?a en picada por el aire, agit?ndose, con Reece junto a ella, Matus y Srog junto a ?l, los cuatro cayendo de los muros del castillo en el viento cegador y la lluvia, bajando hacia el suelo. Ella se mentaliz? al ver los grandes arbustos acercarse a ella r?pidamente, y se dio cuenta de que la ?nica raz?n por la que podr?a sobrevivir a esta ca?da ser?a por ellos. Un momento despu?s, Stara sent?a como si cada hueso de su cuerpo se estuviera rompiendo mientras se estrellaba en los arbustos – que escasamente detuvieron su ca?da – y continu? hasta que lleg? al suelo. Sent?a que el viento le hab?a sacado el aire, y estaba segura de que se hab?a lastimado una costilla. Sin embargo, al mismo tiempo se hundi? varias pulgadas y se dio cuenta de que la tierra era m?s suave y fangosa de lo que hab?a imaginado, y que eso amortigu? su ca?da. Los otros tambi?n cayeron junto a ella, y todos comenzaron a hundirse conforme el lodo ced?a. Stara no hab?a esperado que aterrizar?an en una ladera escarpada, y antes de que pudiera detenerse, se estaba deslizando con los dem?s cuesta abajo, todos atrapados en un alud. Rodaron y se deslizaron, y pronto las aguas brotantes los llev? cuesta abajo de la monta?a a toda velocidad. Mientras ella resbalaba, Stara mir? hacia atr?s sobre su hombro y vio el castillo de su padre desapareciendo r?pidamente de su vista y se dio cuenta de que al menos los estaba llevando lejos de sus agresores. Stara mir? hacia abajo y apenas logr? esquivar las piedras en su camino, yendo tan r?pidamente que apenas pod?a respirar. El lodo era incre?blemente resbaladizo, y la lluvia ca?a con m?s fuerza, su mundo giraba a la velocidad de la luz. Ella intent? ir despacio, sujet?ndose del lodo, pero fue imposible. Mientras Stara se preguntaba si esto terminar?a alguna vez, se llen? de p?nico al recordar hacia d?nde conduc?a esta pendiente: justo al lado de un acantilado. Ella se dio cuenta muy pronto de que si no paraban pronto, todos morir?an. Stara vio que ninguno de los otros pod?a dejar de deslizarse, todos iban agit?ndose, gimiendo, tratando con todas sus fuerzas, pero era in?til. Stara vio con temor que la ca?da se aproximaba r?pidamente. Sin forma de detenerse, estaban a punto de ir directamente al despe?adero. De repente, Stara vio a Srog y a Matus virar a la izquierda hacia una peque?a cueva situada en el borde del precipicio. De alguna manera lograron estrellarse en las rocas con los pies por delante, deteni?ndose justo antes de que fueran al despe?adero. Stara intent? cavar sus talones en el lodo, pero nada funcionaba; simplemente gir? y dio volteretas, y viendo que el precipicio se acercaba a ella grit?, sabiendo que estar?a sobre el borde en cuesti?n de segundos. De repente, Stara sinti? una mano ?spera agarrando la parte posterior de su blusa, ralentizando su velocidad y luego deteni?ndola. Ella mir? hacia arriba y vio a Reece. ?l se aferraba a un ?rbol endeble, con un brazo alrededor de ?ste en el borde del precipicio, con su otra mano la sosten?a a ella mientras el agua y el lodo brotaban, tirando de ella para alejarla. Ella estaba perdiendo terreno, casi colgando sobre el borde. ?l hab?a evitado que ella cayera, pero perd?a terreno. Reece no pod?a continuar sujet?ndola y sab?a que si no la soltaba, ambos caer?an juntos. Ambos morir?an. "?Su?ltame!", le grit? ella a ?l. ?l movi? la cabeza, inflexible. "?Nunca!", grit?, con la cara chorreando de agua, sobre la lluvia. Reece de repente se solt? el ?rbol para que pudiera sujetarla de las mu?ecas con ambas manos; al mismo tiempo, envolvi? sus piernas alrededor del ?rbol, sosteni?ndose a s? mismo por detr?s. ?l tir? de ella hacia s? mismo con todas sus fuerzas, sus piernas eran lo ?nico que evitaba que ambos cayeran. Con un movimiento final gimi? y grit? y logr? tirar de ella fuera de la corriente, a un costado, y eso hizo que ella girara hacia la cueva con los dem?s. Reece rod? con ella fuera de la corriente mientras pasaban, y la ayud? mientras se arrastraba. Cuando llegaron a la seguridad de la cueva, Stara se derrumb? agotada, acost?ndose de frente en el fango, muy agradecida por estar viva. Mientras yac?a all?, respirando con dificultad, empapada, se sorprendi? no por lo cerca que hab?a estado de la muerte sino por una cosa: ?Reece todav?a la amaba? Se dio cuenta que le importaba m?s eso, que si hab?a sobrevivido o no. * Stara se sent? hecha ovillo alrededor del peque?o fuego dentro de la cueva, con los dem?s cerca, finalmente comenzando a secarse. Ella mir? a su alrededor y se dio cuenta de que los cuatro parec?an supervivientes de una guerra, con las mejillas hundidas, todos mirando fijamente las llamas, con las manos arriba y frot?ndolas intentando refugiarse de la incesante humedad y fr?o. Escuchaban el viento y la lluvia, elementos constantes de las Islas Superiores, que golpeaban afuera. Parec?a que no acabar?a nunca. Ya era de noche, y hab?an esperado todo el d?a para encender esta fogata, por temor a ser vistos. Finalmente, todos hab?an tenido tanto fr?o y cansancio y se sent?an tan miserables, que se hab?an arriesgado. Stara sinti? que hab?a pasado suficiente tiempo desde su fuga, y adem?s, no hab?a manera de que aquellos hombres se atrever?an a aventurarse a bajar a esos acantilados. Era demasiado empinado y h?medo, y si lo hac?an, morir?an en el intento. A?n as?, los cuatro quedaron atrapados aqu?, como prisioneros. Si pon?an un pie fuera de la cueva, finalmente un ej?rcito de hombres de las Islas Superiores los encontrar?an y los matar?an. Su hermano tampoco tendr?a piedad con ella. Era in?til. Se sent? cerca de un lejano y taciturno Reece, y reflexion? sobre los acontecimientos. Ella hab?a salvado la vida de Reece en el fuerte, pero ?l hab?a salvado la de ella en el acantilado. ?A ?l todav?a le importaba ella como una vez lo hizo? ?De la forma en que a ella le importaba ?l? ?O todav?a estaba molesto por lo que le hab?a sucedido a Selese? ?La culpaba? ?Alguna vez la perdonar?a? Stara no pod?a imaginar el dolor que ?l estaba pasando aunque estaba all? sentado, con la cabeza en sus manos, mirando fijamente al fuego como un hombre que estaba perdido. Se preguntaba qu? era lo que pasaba por su mente. Parec?a ser un hombre con nada qu? perder, como un hombre que hab?a estado al borde del sufrimiento y no hab?a regresado. Un hombre azotado por la culpa. No se ve?a como el hombre que hab?a conocido alguna vez, el hombre tan lleno de amor y alegr?a, de sonrisa f?cil que le hab?a prodigado amor y cari?o. Ahora, en cambio, parec?a como si algo hubiera muerto dentro de ?l. Stara mir? hacia arriba, temerosa de enfrentar la mirada de Reece, pero necesitando ver su rostro. Secretamente esperaba que ?l la estuviese mirando, pensando en ella. Pero cuando lo vio, se descorazon? cuando vio que ?l no la miraba en absoluto. En cambio, s?lo miraba las llamas, era la mirada m?s solitaria que hab?a visto en su rostro. Stara no pod?a dejar de preguntarse por millon?sima vez si lo que hab?a existido entre ellos hab?a terminado, si se hab?a arruinado por la muerte de Selese. Por millon?sima vez, maldijo a sus hermanos, y a su padre, por poner en acci?n un plan tan artero. Ella siempre hab?a querido que Reece fuera de ella, por supuesto; pero nunca habr?a consentido el subterfugio que la hab?a llevado a su fallecimiento. Nunca hab?a querido que Selese muriera, ni siquiera que fuera lastimada. Hab?a esperado que Reece le diera la noticia de una manera suave, y que aunque se molestara, entendiera, y no que se suicidara. Ni que destruyera la vida de Reece. Ahora todos los planes de Stara, su futuro entero, se hab?an derrumbado ante sus ojos gracias a su horrible familia. Matus era el ?nico sensato que quedaba en su linaje. Pero Stara se preguntaba qu? ser?a de ?l, de los cuatro. ?Se pudrir?an y morir?an aqu?, en esta cueva? Con el tiempo, tendr?an que dejarla. Y ella sab?a que los hombres de su hermano eran implacables. ?l no se detendr?a hasta que los hubiese matado a todos, especialmente despu?s de que Reece hab?a matado a su padre. Stara sab?a que deb?a sentir alg?n remordimiento porque su padre hab?a muerto, y sin embargo, no sent?a nada. Ella odiaba al hombre y siempre hab?a sido as?. En todo caso, se sent?a aliviada, incluso agradecida con Reece por matarlo. Hab?a sido un guerrero y rey mentiroso, sin honor, toda su vida y no fue un padre para ella. Stara mir? a esos tres guerreros, todos sentados all?, pareciendo consternados. Hab?a estado en silencios durante horas, y se preguntaba si alguno de ellos ten?a alg?n plan. Srog result? gravemente herido, y Matus y Reece tambi?n estaban heridos, aunque sus lesiones eran menores. Todos parec?an estar congelados hasta el hueso, golpeados por el clima de este lugar, con las probabilidades en contra de ellos. "?Entonces todos vamos a quedarnos sentados en esta cueva para siempre y morir aqu??”, pregunt? Stara, rompiendo el sofocante silencio, ya no siendo capaz de soportar la monoton?a ni la oscuridad. Lentamente, Srog y Matus la miraron. Pero Reece segu?a sin levantar la mirada y enfrentar la de ella. "?Y ad?nde quieres que vayamos?", pregunt? Srog, a la defensiva. "Toda la isla est? plagada de los soldados de tu hermano. ?Qu? posibilidades tenemos contra ellos? Especialmente si est?n encolerizados por nuestro escape y la muerte de tu padre". "T? nos metiste en este problema, primo m?o", dijo Matus sonriendo, poniendo una mano en el hombro de Reece. "Ese fue un acto audaz de tu parte. Posiblemente el acto m?s audaz que he visto en mi vida." Reece se encogi? de hombros. "?l se rob? a mi novia. Se lo merec?a. Stara enfureci? al escuchar la palabra novia. Se sinti? descorazonada. La elecci?n de esa palabra lo dec?a todo, claramente Reece todav?a estaba enamorado de Selese. Ni siquiera miraba a Stara a los ojos. Sent?a ganas de llorar. "No te preocupes, primo", dijo Matus. "Me alegra que mi padre est? muerto, y me alegra que hayas sido t? quien lo mat?. No te culpo. Te admiro. Incluso aunque hayas hecho que casi nos mataran a todos en el proceso". Reece asinti?, apreciando claramente las palabras de Matus. "Pero nadie me respondi?", dijo Stara. "?Cu?l es el plan?". ?Que todos muramos aqu??". ?Cu?l es tu plan?", la pregunt? Reece a ella. "No tengo ninguno", respondi?. Hice mi parte. Rescat? a todos nosotros de ese lugar". "S?, lo hiciste", reconoci? Reece, mirando todav?a las llamas, en lugar de verla a ella. “Te debo mi vida”. Stara sinti? un atisbo de esperanza en las palabras de Reece, aunque ?l todav?a no quer?a encontrarse con la mirada de ella. Se preguntaba si tal vez ?l no la odiaba, despu?s de todo. "Y t? salvaste la m?a", contest? ella. "Del borde del acantilado. Estamos a mano”. Reece todav?a miraba fijamente las llamas. Ella esperaba que le dijera algo, que le dijera que la amaba, que dijera cualquier cosa. Pero no dijo nada. Stara sinti? sonrojarse. "?Entonces as? est?n las cosas?", dijo ella. "?No tenemos nada m?s que decirnos uno al otro? ?Nuestro asunto termin??". Reece levant? la cabeza, encontrando su mirada por primera vez, con una expresi?n de perplejidad. Pero ella no pod?a aguantar m?s. Se puso de pie de un salto y se alej? furiosa de los dem?s, y se qued? de pie en el borde de la cueva, de espaldas a todos ellos. Ella mir? la noche, la lluvia, el viento, y se pregunt?: ?todo hab?a terminado entre ella y Reece? Si era as?, no sent?a ninguna raz?n para seguir viviendo. "Podemos escapar a los barcos", respondi? Reece finalmente, despu?s de un silencio interminable; sus escuetas palabras se escucharon en la noche. Stara se volvi? y la mir?. "?Escapar a los barcos?", pregunt? ella. Reece asinti? con la cabeza. "Nuestros hombres est?n all? abajo, en el puerto de abajo. Debemos ir con ellos". Es el ?ltimo territorio MacGil que queda en este lugar. Stara mene? la cabeza. "Es un plan imprudente", dijo ella. "Las barcos estar?n rodeados, si no han sido ya destruidos. Tenemos que pasar a trav?s de todos los hombres de mi hermano para llegar all?. Ser? mejor esconderse en otro lugar de la isla". Reece mene? la cabeza, decidido. "No", dijo ?l. "Esos son nuestros hombres. Debemos ir con ellos, sin importar el costo. Si son atacados, caeremos luchando con ellos". "No pareces entender", dijo ella, igualmente decidida. "Al amanecer, miles de los soldados de mi hermano llenar?n las costas. "No podremos escapar”. Reece se levant?, cepill?ndose la humedad, con fuego en su mirada. "Entonces no esperaremos la luz de la ma?ana", dijo. "Nos iremos ahora. Antes de que salga el sol". Matus se levant? tambi?n, lentamente, y Reece mir? a Srog. “?Srog?”, pregunt? Matus. "?Puedes levantarte?". Srog hizo una mueca mientras tambaleaba al levantarse, Matus le ech? una mano. "No voy a retenerlos", dijo Srog. "Vayan sin m?. Permanecer? aqu? en esta cueva". "Morir?s en esta cueva", dijo Matus. "Pues no morir?n conmigo", contest?. Reece movi? la cabeza. "Nadie se quedar? atr?s", dijo. "Nos acompa?ar?s, sin importar lo que se necesite". Reece, Matus y Srog se acercaron al lado de Stara en el borde de la cueva, observando el aullido del viento y la lluvia. Stara vio a los tres hombres, pregunt?ndose si estaban locos. "Quer?as un plan", dijo Reece, volviendo hacia ella. "Bueno, ahora ya tenemos uno". Ella mene? la cabeza lentamente. "Imprudentes", dijo. "As? son los hombres. Lo m?s probable es que muramos al ir rumbo a los barcos". Reece se encogi? de hombros. “Alg?n d?a todos moriremos”. Mientras todos estaban all? observando los elementos, esperando el momento perfecto, Stara esperaba que Reece hiciera algo, lo que fuera, que tomara su mano, que le demostrara, aunque sea con un detalle que ella todav?a le importaba. Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697055&lfrom=688855901) на ЛитРес. 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