Недавно я проснулся утром тихим, А в голове – настойчивая мысль: Отныне должен я писать стихи. И так наполнить смыслом свою жизнь! Я первым делом к зеркалу пошёл, Чтоб убедиться в верности решенья. Взгляд затуманен. В профиль – прям орел! Типичный вид поэта, без сомненья. Так тщательно точил карандаши, Задумчиво сидел в красивой позе. Когда душа

Una Subvenci?n De Armas

Una Subvenci?n De Armas Morgan Rice El Anillo del Hechicero #8 En UNA SUBVENCI?N DE ARMAS – A GRANT OF ARMS (Libro #8 de El Anillo del Hechicero), Thor est? atrapado entre fuerzas inmensas del bien y del mal, mientras Andr?nico y Rafi usan toda su magia negra para intentar aplastar la identidad de Thor y tomar el control de su alma. Bajo su hechizo, Thor tendr? que combatir en la mayor pelea que haya conocido, mientras lucha por deshacerse de su padre y liberarse de sus cadenas. Pero puede ser demasiado tarde. Gwendolyn, con Alistair, Steffen y Aberthol, incursionan en lo m?s profundo de El Mundo de las Tinieblas, en su b?squeda para encontrar a Argon y liberarlo de su trampa m?gica. Ella lo ve como la ?nica esperanza para salvar a Thor y salvar al Anillo, pero el Mundo de las Tinieblas es vasto y traicionero y aunque encuentre a Argon, puede ser una causa perdida. Reece conduce a los miembros de la Legi?n mientras se embarcan en una misi?n casi imposible para hacer lo que nunca se ha hecho antes: descender a las profundidades del Ca??n y encontrar y recuperar la Espada perdida. Mientras descienden, entran en otro mundo, lleno de monstruos y razas ex?ticas – todos ellos empe?ados en mantener la Espada para sus propios fines. R?mulo, armado con su capa m?gica, procede con su siniestro plan para cruzar hacia el Anillo y destruir el Escudo. Kendrick, Erec, Bronson y Godfrey luchan para liberarse de su traici?n. Tirus y Luanda aprenden lo que significa ser traidores y servir a Andr?nico. Mycoples lucha por liberarse; y en un giro final, impactante, finalmente se revela el secreto de Alistair. ?Thor volver? a ser el mismo? ?Gwendolyn encontrar? a Argon? ?Reece encontrar? la Espada? ?R?mulo tendr? ?xito en su plan? ?Lograr?n Kendrick, Erec, Bronson y Godfrey salir vencedores teniendo todo en su contra? ?Y volver? Mycoples? ?O el Anillo ser? destruido total y definitivamente? Con su sofisticada construcci?n del mundo y caracterizaci?n, UNA SUBVENCI?N DE ARMAS (A GRANT OF ARMS) es un relato ?pico de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones pol?ticas, de cumplir la mayor?a de edad, de corazones rotos, de decepci?n, ambici?n y traici?n. Es una historia de honor y valor, de suerte y destino, de hechicer?a. Es una fantas?a que nos lleva a un mundo que nunca olvidaremos, y que gustar? a personas de todas las edades y g?neros. Morgan Rice UNA SUBVENCI?N DE ARMAS Libro #8 de El Anillo del Hechicero – The Sorcerer’s Ring Acerca de Morgan Rice Morgan Rice es la escritora del bestseller # 1, DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), una saga que comprende once libros (y siguen llegando); la saga del bestseller #1 TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY), thriller pos apocal?ptico que comprende dos libros (y siguen llegando); y la saga de la fantas?a ?pica, el bestseller #1, EL ANILLO DEL HECHICERO, (THE SORCERER?S RING) que comprende trece libros (y contando). Los libros de Morgan est?n disponibles en audio y edici?n impresa y las traducciones de los libros est?n disponibles en alem?n, franc?s, italiano, espa?ol, portugu?s, japon?s, chino, sueco, holand?s, turco, h?ngaro, checo y eslovaco (pr?ximamente en otros idiomas). A Morgan le encantar?a tener comunicaci?n con usted, as? que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirse a la lista de correo electr?nico, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar una aplicaci?n gratuita, obtener las ?ltimas noticias exclusivas, conectarse a Facebook y Twitter y mantenerse en contacto. Algunas Opiniones Acerca de Morgan Rice "Es una fantas?a animada que entrelaza elementos de misterio e intriga en su historia. La Senda de los H?roes (A Quest of Heroes) trata acerca de la realizaci?n del valor y de darse cuenta del prop?sito de la vida que conduce al crecimiento, madurez y excelencia…Para aquellos que buscan aventuras de fantas?a sustanciosa, los protagonistas, estratagemas y acci?n proporcionan un vigoroso sistema de encuentros que se centran bien en la evoluci?n de Thor, de ser un muchacho so?ador a convertirse en un adulto joven que se enfrenta a posibilidades imposibles para sobrevivir… Es s?lo el comienzo de lo que promete ser una serie ?pica para adultos j?venes". Midwest Book Review (D. Donovan, Cr?tico de eBook) "EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER?S RING) tiene todos los ingredientes para ser un ?xito inmediato: tramas, conspiraciones, misterio, caballeros aguerridos y relaciones florecientes repletas de corazones rotos, decepciones y traiciones. Lo mantendr? entretenido durante horas y satisfar? a las personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del g?nero de fantas?a". –-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos "La entretenida fantas?a ?pica de Rice [EL ANILLO DEL HECHICERO – THE SORCERER’S RING] incluye rasgos cl?sicos del g?nero – una buena ambientaci?n, grandemente inspirada en la antigua Escocia y su historia, y un buen sentido de la intriga de la corte". – Kirkus Reviews "Me encant? c?mo Morgan Rice construy? el personaje de Thor y el mundo en que vive. El paisaje y las criaturas que viven ah?, estuvieron muy bien descritos… La disfrut? [la trama]. Fue corto y tierno… Tiene la cantidad adecuada de personajes secundarios, as? que no me confund?. Conten?a aventuras y momentos espeluznantes, pero la acci?n representada no era demasiado grotesca. El libro ser?a perfecto para un lector adolescente… Los inicios de algo incre?ble est?n ah?…" --San Francisco Book Review "En este primer libro lleno de acci?n de la saga de la fantas?a ?pica de El Anillo del Hechicero – The Sorcerer’s Ring (que actualmente consta de 14 libros), Rice presenta a los lectores a Thorgrin, ’Thor’ McLeod, cuyo sue?o es unirse a la Legi?n de los Plateados, a los caballeros de ?lite que sirven al rey… La obra de Rice es s?lida y el argumento es fascinante". --Publishers Weekly "[LA SENDA DE LOS H?ROES – A QUEST OF HEROES] es de lectura f?cil y r?pida. Los finales de los cap?tulos hacen que tengas que leer lo que sigue y no quieras dejarlo. Hay algunos errores en el libro y algunos nombres est?n mezclados, pero eso no distrae de la historia en general. El final del libro me hizo querer conseguir el siguiente libro inmediatamente, y eso es lo que hice. Las nueve series del Anillo del Hechicero (The Sorcerer’s Ring) se pueden adquirir actualmente en la tienda Kindle y La Senda de los H?roes (A Quest of Heroes) ?es gratis, para empezar! Si est? buscando algo r?pido y divertido para leer mientras est? de vacaciones, este libro es el adecuado". --FantasyOnline.net Libros de Morgan Rice EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING) LA SENDA DE LOS H?ROES (A QUEST OF HEROES) – [Libro #1] LA MARCHA DE LOS REYES (A MARCH OF KINGS) – [Libro #2] EL DESTINO DE LOS DRAGONES (A FATE OF DRAGONS) – [Libro #3] UN GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) – [Libro #4] UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) – [Libro #5] UNA CARGA DE VALOR (A CHARGE OF VALOR) – [Libro # 6] UN RITO DE ESPADAS (A RITE OF SWORDS) – [Libro #7] UNA SUBVENCI?N DE ARMAS (A GRANT OF ARMS) – [Libro #8] UN CIELO DE HECHIZOS (A SKY OF SPELLS) – [Libro #9] UN MAR DE ESCUDOS (A SEA OF SHIELDS) – [Libro #10] UN REINADO DE HIERRO (A REIGN OF STEEL) – [Libro #11] UNA TIERRA DE FUEGO (A LAND OF FIRE) – [Libro #12] EL DECRETO DE LAS REINAS (A RULE OF QUEENS) – [Libro #13] UN JURAMENTO DE HERMANOS- AN OATH OF BROTHERS (Libro #14) LA TRILOGIA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY) ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS – (SLAVERUNNERS) – [Libro #1] ARENA DOS (ARENA TWO) – [Libro #2] DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS) TRANSFORMACI?N (TURNED) – [Libro #1] AMORES (LOVED) [Libro #2] TRAICI?N (BETRAYED) [Libro #3] DESTINADO (DESTINED) [Libro #4] DESEO (DESIRED) [Libro #5] PROMETIDO (BETROTHED) [Libro #6] PROMESA (VOWED) [Libro #7] ENCUENTRO (FOUND) [Libro #8] RESURRECCI?N (RESURRECTED) [Libro #9] ANSIAS (CRAVED) [Libro #10] DESTINO (FATED) [Libro #11] ?Escuche la saga de EL LIBRO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING) ?en formato de audio libro! Derechos Reservados © 2013 por Morgan Rice Todos los derechos reservados. A excepci?n de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno, ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n de informaci?n, sin la autorizaci?n previa de la autora. Este libro electr?nico est? disponible solamente para su disfrute personal.   Este libro electr?nico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si est? leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compr? solamente para su uso, por favor devu?lvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. ?sta es una obra de ficci?n.  Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaci?n de la autora o se utilizan de manera ficticia.   Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es solamente una coincidencia. Imagen de la cubierta Derechos Reservados, Razoomgame, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com. "Mi honor es mi vida, ambas florecen juntas. Qu?tenme el honor, y mi vida estar? acabada".     --William Shakespeare     Ricardo II CAP?TULO UNO Gwendolyn se mentaliz? contra el fr?o viento que azotaba, mientras estaba parada en el borde del Ca??n y dio su primer paso hacia el puente arqueado que atravesaba la Traves?a del Norte. Este puente desvencijado, cubierto de hielo, estaba compuesto por una cuerda de madera desgastada y tablones, y apenas parec?a capaz de sostenerlos. Gwen se estremeci? cuando dio su primer paso. Gwen se resbal? y estir? la mano y agarr? la barandilla, que se balance? y no ayud? en nada. Se sinti? descorazonada al considerar que este puente endeble era su ?nica forma de cruzar el lado norte del Ca??n, para entrar en el Mundo de las Tinieblas y encontrar a Argon. Ella mir? hacia arriba y vio, a lo lejos, al Mundo de las Tinieblas, con una capa de nieve cegadora. El cruce se sent?a todav?a m?s siniestro. Lleg? un s?bito vendaval, y la cuerda se mec?a tan violentamente que Gwendolyn se vio a s? misma agarrando el riel con ambas manos y cayendo de rodillas. Por un momento no sab?a si podr?a aguantar – mucho menos cruzarlo. Se dio cuenta de que esto era mucho m?s peligroso de lo que cre?a, y de que todos estar?an tomando la vida en sus manos al intentarlo. "?Mi se?ora?", se escuch? una voz. Gwen se volvi? para ver a Aberthol parado a pocos metros de distancia, junto a Steffen, Alistair y Krohn, todos ellos esperando para seguirla. Los cinco hac?an un grupo poco extra?o, encaramados en el borde del mundo, enfrentando un futuro incierto y una probable muerte. "?Realmente debemos intentar cruzar esto?", pregunt? ?l. Gwendolyn se dio vuelta y mir? la nieve y el viento azotando ante ella y agarr? sus pieles con m?s fuerza alrededor de sus hombros, mientras se estremec?a. Secretamente, ella no quer?a cruzar el puente; no quer?a hacer este viaje en absoluto. Preferir?a regresar a la seguridad de su hogar de la infancia, a la Corte del Rey, estar detr?s de sus muros acogedores, ante una fogata y no tener que ver ninguno de los peligros y de las preocupaciones del mundo que le hab?an envuelto desde que se hab?a convertido en reina. Pero por supuesto, no podr?a hacer eso. La Corte del rey ya no exist?a; su infancia se hab?a ido, y ahora era la Reina. Iba a tener a un hijo al cual cuidar, ten?a a su futuro esposo en alg?n lugar, y ellos la necesitaban. Por Thorgrin, ella caminar?a a trav?s del fuego, si fuera necesario. Gwen estaba segura de que era necesario, sin duda alguna. Todos necesitaban a Argon – no s?lo ella y Thor, sino todo el Anillo. No solo se estaban enfrentando a Andr?nico, sino tambi?n a una magia poderosa, lo suficientemente poderosa como para atrapar a Thor, y sin Argon, no sab?a c?mo podr?an combatirla. "S?", respondi? ella. "Debemos hacerlo. Gwen se prepar? para dar otro paso, y esta vez Steffen se abalanz?, bloqueando su camino. "Mi se?ora, por favor, d?jeme ir primero", dijo. "No sabemos qu? terrores nos esperan en este puente”. Gwendolyn se sinti? conmovida por su ofrecimiento, pero estir? la mano y suavemente le hizo a un lado. "No", dijo ella. "Ir? yo". Ya no esper?, sino que dio un paso adelante, sosteniendo con firmeza la cuerda de la baranda. Al dar un paso, fue azotada por una sensaci?n de fr?o congelante en la mano, el hielo se clavaba en ella, una fr?a sensaci?n golpeaba las palmas de sus manos y brazos. Ella respiraba r?pidamente, ni siquiera estaba segura si podr?a aguantar. Lleg? otro vendaval, soplando el puente de lado a lado, oblig?ndola a reforzar su sujeci?n, a tolerar el dolor del hielo. Luchaba por equilibrarse con todas sus fuerzas, mientras sus pies se resbalaban en la cuerda cubierta de hielo y en los tablones que estaban debajo de ella. El puente se sacudi? bruscamente a la izquierda, y por un momento estaba segura de que caer?a por un costado. El puente se enderez? solo y se meci? en direcci?n contraria. Gwen se arrodill? otra vez. Apenas hab?a avanzado tres metros y su coraz?n ya lat?a tan fuerte que apenas pod?a respirar, y sus manos estaban tan entumecidas que apenas pod?a sentirlas. Ella cerr? los ojos y respir? hondo, y pens? en Thor. Imaginaba su cara, cada ?ngulo de ?sta. Estaba obsesionada con su amor por ?l. Con su determinaci?n de liberarlo. No importaba lo que costara. No importaba lo que costara. Gwendolyn abri? los ojos y se oblig? a s? misma a dar varios pasos adelante, agarrando la barandilla, no estando dispuesta a detenerse esta vez por nada. El viento y la nieve podr?an hacerla caer hacia las profundidades del Ca??n. Pero ya no le importaba. Ya no se trataba de ella; sino del amor de su vida. Por ?l, ella podr?a hacer cualquier cosa. Gwendolyn sinti? el cambio de peso en el puente detr?s de ella y mir? hacia atr?s y ah? estaban Steffen, Aberthol, Alistair y Krohn, sigui?ndola. Krohn se resbal? sobre sus patas cuando corri? pasando a los dem?s, abri?ndose paso hasta llegar al lado de Gwendolyn. "No s? si puedo hacer esto", grit? Aberthol, con su voz tensa, despu?s de unos pasos temblorosos. ?l estaba all? parado, con los brazos temblando mientras agarraba la cuerda, era un anciano d?bil, apenas capaz de aguantar. "Usted puede hacerlo", dijo Alistair, avanzando a su lado y poniendo un brazo alrededor de su cintura. "Aqu? estoy yo. No se preocupe”. Alistair camin? con ?l, ayud?ndolo a avanzar, mientras el grupo segu?a caminando, yendo m?s y m?s lejos por el puente, de paso en paso. Gwen nuevamente se maravill? de la fuerza de Alistair ante la adversidad, de su naturaleza tranquila, de su intrepidez. Tambi?n emanaba de ella una energ?a que Gwendolyn no entend?a. Gwen no pod?a explicar por qu? sent?a tanto apegado hacia ella, pero en el corto tiempo en que la hab?a tratado, ya la sent?a como si fuera una hermana. Sac? fuerza de su presencia. Y de la de Steffen. Hubo un momento de calma en el viento, y ellos hicieron un buen tiempo. Pronto, cruzaron el punto medio del puente, movi?ndose m?s r?pidamente; Gwen ya se estaba acostumbrando a los tablones resbalosos. El otro extremo del Ca??n comenz? a visualizarse, estaba a s?lo cuarenta y cinco metros de distancia, y el coraz?n de Gwendolyn comenz? sentirse optimista. Tal vez podr?an lograrlo, despu?s de todo. Azot? una ventisca, ?sta m?s fuerte que las otras, tan fuerte que Gwen cay? de rodillas y tuvo que sujetar la cuerda con ambas manos. Se aferr? como si le fuera la vida en ello, mientras el puente se mec?a a noventa grados, y despu?s regresaba igual de violento. Sinti? que un tabl?n cedi? bajo sus pies y grit?, mientras una de sus piernas se hund?a en la hendidura, a trav?s del puente, y su pierna quedaba atrapada hasta el muslo. Ella se movi?, pero no pudo salir. Gwendolyn se dio vuelta para mirar a Aberthol perder su sujeci?n, soltando a Alistair y comenzando a deslizarse sobre el borde del puente. Alistair reaccion? r?pidamente, estirando una mano y sujetando su mu?eca, sosteni?ndolo justo antes de que Aberthol se deslizara sobre el borde. Alistair se inclin? sobre el borde del puente, aguantando, mientras Aberthol se columpiaba debajo de ella; no hab?a nada entre ?l y el fondo del Ca??n. Alistair se tens? y Gwen rez? para que la cuerda no cediera. Gwen se sent?a tan impotente, atrapada como estaba, con su pierna atorada entre las tablas. Su coraz?n lat?a aceleradamente, mientras intentaba salir. El puente se mec?a violentamente, y Alistair y Aberthol se mec?an con ?l. "?Su?ltame!", grit? Aberthol. "?S?lvate t?!". El bast?n de Aberthol resbal? de su mano y dio un sinf?n de volteretas en el aire, hacia las profundidades del Ca??n. Ahora todo lo que le quedaba era la vara atada a su espalda. "Usted va a estar bien", le dijo Alistair, tranquilamente. Gwen se sorprendi? al ver a Alistair tan serena y segura. "M?reme a los ojos", le dijo Alistair, con firmeza. "?Qu??", grito Aberthol al viento. "Que me mire a los ojos", le orden? Alistair, con m?s fuerza en su voz. Hab?a algo en su tono que ordenaba a los hombres, y Aberthol la mir?. Sus miradas se encontraron, y al hacerlo, Gwendolyn vio un resplandor de luz emanar de los ojos de Alistair y brillar hasta los de Aberthol. Ella miraba con incredulidad mientras el resplandor envolv?a a Aberthol y cuando Alistair se reclin?, con un tir?n, jal? a Aberthol hacia arriba, hacia el puente. Aberthol, aturdido, se qued? ah? acostado, jadeando y mir? hacia arriba a Alistair, asombrado; luego, inmediatamente se dio vuelta y sujet? la baranda de cuerda con ambas manos, antes de que llegara otra r?faga de viento. "?Mi se?ora!", grit? Steffen. ?l se arrodill? sobre ella, y luego baj? la mano, la tom? de los hombros y tir? de ella con todas sus fuerzas. Gwen comenz? a destrabarse de las tablas, pero cuando estaba a punto de liberarse, resbal? de su sujeci?n helada y volvi? a caer donde estaba, yendo todav?a m?s adentro. De repente, una segunda tabla debajo de Gwendolyn se rompi? y ella grit? mientras sent?a c?mo empezaba a caer en picado. Gwendolyn estir? la mano y sujet? la cuerda con una mano y la mu?eca de Steffen con la otra. Sinti? como si sus hombros se estuvieran desgarrando de sus cavidades, mientras ella colgaba al aire libre. Steffen colgaba ahora tambi?n, inclinado sobre el borde, con sus piernas enredadas detr?s de ?l, arriesgando su vida para evitar la ca?da de ella; las cuerdas rotas detr?s de ?l eran lo ?nico que los manten?a a flote. Hubo un gru?ido y Krohn salt? hacia adelante y hundi? sus colmillos en la piel del abrigo de Gwen y tir? de ella con todas sus fuerzas, gru?endo y lloriqueando. Lentamente, Gwen fue elevada, cent?metro a cent?metro, hasta que finalmente pudo sujetarse de las tablas del puente. Se arrastr? hacia arriba y qued? all?, de bruces, agotada, respirando con dificultad. Krohn lami? la cara de ella una y otra vez, y respir?, muy agradecida con ?l y con Steffen, quien ahora estaba a su lado. Estaba feliz de estar viva, de salvarse de una muerte horrible. Pero Gwendolyn de repente oy? un ruido de algo rompi?ndose y sinti? que todo el puente se mov?a. Se le hel? la sangre en las venas cuando ella se volvi? y mir? hacia atr?s: una de las cuerdas que sujetaba el puente del Ca??n se rompi?. Todo el puente se sacudi?, y Gwen observ? con horror como el otro, pendiendo de un hilo, tambi?n se romp?a. Todos gritaron cuando de repente, la mitad del puente se separ? de la pared del Ca??n; el puente los columpiaba a todos tan r?pido, que Gwen casi no pod?a respirar, mientras volaban por el aire, yendo a la velocidad de la luz hacia el otro extremo del muro del Ca??n. Gwen mir? hacia arriba y vio el muro de roca yendo hacia ellos de manera borrosa, y sab?a que en momentos, todos morir?an por el impacto, sus cuerpos ser?an aplastados, y que todo lo que quedara de ellos caer?a a las profundidades de la tierra. "?Piedra, cede el paso! ?TE LO ORDENO!", grit? una voz llena de autoridad instintiva, una voz que Gwen nunca hab?a escuchado. Vio a Alistair agarrando la cuerda, extendiendo una mano, con la mirada fija y sin temor, al acantilado con el que estaban a punto de chocar. De la palma de la mano de Alistair emanaba una luz amarilla, y al acercarse a toda velocidad al muro del Ca??n, mientras Gwendolyn se preparaba para el impacto, se qued? sorprendida por lo que sucedi? despu?s. Ante sus ojos, la roca s?lida del Ca??n se convirti? en nieve – mientras todos chocaban, Gwendolyn no sinti? el chasquido de huesos que esperaba. En cambio, sinti? todo su cuerpo inmerso en un muro de luz y nieve suave. Hac?a mucho fr?o, y la cubri? totalmente, entrando en sus ojos, nariz y o?dos – pero no le doli?. Estaba viva. Todos colgaban ah?, la cuerda colgaba de la parte superior del Ca??n, inmersos en el muro de nieve, y Gwendolyn sinti? una mano fuerte agarrando su mu?eca. Era de Alistair. Su mano era extra?amente c?lida, a pesar del fr?o congelante. Alistair, ya hab?a sujetado tambi?n a los dem?s, de alguna manera, y pronto, todos, incluyendo a Krohn fueron tirados por ella, mientras sub?a la cuerda como si nada. Finalmente, llegaron a la cima, y Gwen se derrumb? en tierra firme, al otro lado del Ca??n. En el segundo que ocurri?, las cuerdas restantes se rompieron, y lo que quedaba del puente se desplom?, cayendo en la niebla, en las profundidades del Ca??n. Gwendolyn estaba ah? tirada, respirando con dificultad, muy agradecida de estar en tierra firme, pregunt?ndose qu? acababa de pasar. El suelo estaba helado, cubierto de hielo y nieve, sin embargo, era tierra firme. Estaba fuera del puente, y estaba viva. Lo hab?an logrado. Gracias a Alistair. Gwendolyn se dio vuelta y mir? a Alistair con un nuevo sentido de admiraci?n y respeto. Ella estaba m?s que agradecida de tenerla a su lado. Realmente sent?a que era la hermana que nunca hab?a tenido, y Gwen ten?a la sensaci?n de que ella a?n no hab?a comenzado a ver la profundidad de la energ?a de Alistair. Gwen no ten?a ni idea de c?mo regresar?an a tierra firme del Anillo cuando hubieran terminado lo que iban a hacer aqu? – si es que lo terminaban, si es que alguna vez encontraban a Argon y volv?an. Y cuando se asom? al muro de nieve cegadora delante de ella, en la entrada al Mundo de las Tinieblas, tuvo un mal presentimiento de que los obst?culos m?s dif?ciles todav?a estaban por llegar. CAP?TULO DOS Reece estaba parado en La Traves?a del Este del Ca??n, agarr?ndose a la barandilla del puente de piedra y mirando hacia el precipicio, horrorizado. Apenas pod?a respirar. Todav?a no pod?a creer lo que hab?a presenciado: la Espada del Destino, alojada en una roca, ca?a al precipicio en picado, dando volteretas y siendo tragada por la niebla. Hab?a esperado y esperado, tratando de escuchar que se estrellara, sentir el tremor bajo sus pies. Pero para su sorpresa, el ruido nunca lleg?. ?Era un ca??n sin fondo? ?Los rumores eran ciertos? Finalmente, Reece solt? la barandilla, ten?a sus nudillos blancos, solt? la respiraci?n y se volvi? y mir? a sus compa?eros de La Legi?n. Todos estaban all? parados – O'Connor, Elden, Conven, Indra, Serna y Krog – tambi?n mirando, horrorizados. Los siete estaban paralizados en su lugar, ninguno era capaz de comprender lo que hab?a pasado. La Espada del Destino; la leyenda con la que hab?an crecido todos; el arma m?s importante en el mundo; propiedad de los reyes. Y era lo ?nico que quedaba que manten?a activado el Escudo. Se hab?a resbalado de sus manos, estrell?ndose hacia la nada. Reece sinti? que hab?a fracasado. Sinti? que hab?a defraudado no s?lo a Thor, sino a todo el Anillo. ?Por qu? no pudieron haber llegado all? unos minutos antes? Tan solo unos pocos metros m?s, y ?l la habr?a salvado. Reece se volvi? y mir? al otro lado del Ca??n, al lado del Imperio y se prepar?. Ya sin la Espada, ?l esperaba que el Escudo se desactivara, esperaba que todos los soldados del Imperio estuvieran alineados al otro lado, para que de repente corrieran en estampida y cruzaran el Anillo. Pero sucedi? algo curioso: mientras ?l observaba, ninguno de ellos entr? al puente. Uno de ellos lo intent? y fue aniquilado. De alguna manera, el Escudo segu?a arriba. ?l no lo entend?a. "No tiene sentido", dijo Reece a los otros. "La Espada est? fuera del Anillo. ?C?mo puede seguir el Escudo activado?". "La Espada no ha dejado el Anillo", sugiri? O'Connor. "No ha cruzado todav?a el otro lado del Anillo. Cay? hasta el fondo. Est? atrapada entre dos mundos". "Entonces ?qu? pasar? con el Escudo si la Espada no est? ni aqu? ni all??", pregunt? Elden. Se miraron unos a otros, at?nitos. Nadie ten?a la respuesta; ?ste era un territorio sin explorar. "No podemos irnos as? nada m?s", dijo Reece. "El Anillo est? a salvo con la Espada de nuestro lado – pero no sabemos qu? puede ocurrir si la Espada permanece all? abajo”. "Mientras no est? a nuestro alcance, no sabremos si puede terminar en el otro lado", agreg? Elden, estando de acuerdo. "No es un riesgo que podamos tomar", dijo Reece. El destino del Anillo depende de eso. No podemos regresar con las manos vac?as, como fracasados”. Reece se volvi? y mir? a los dem?s, decidido. "Debemos recuperarla", concluy?. "Antes de que alguien m?s lo haga”. "?Recuperarla?", pregunt? Krog, asustado. "?Eres tonto? ?C?mo piensas hacer eso?". Reece se dio vuelta y mir? a Krog, quien tambi?n lo mir?, desafiante, como siempre. Krog se hab?a convertido en una verdadera espina clavada en el costado de Reece, desafiando sus ?rdenes en todo momento, ret?ndolo para tener el poder en cualquier situaci?n. Reece estaba perdiendo la paciencia con ?l. "Lo haremos", insisti? Reece, "bajaremos hasta el fondo del Ca??n”. Los dem?s jadearon y Krog levant? sus manos a sus caderas, haciendo muecas. "Est?s loco", dijo. "Nunca nadie ha descendido hasta el fondo del Ca??n”. "Nadie sabe si tiene fondo", intervino Serna. "Hasta donde sabemos, la Espada baj? en una nube, y sigue descendiendo en este momento". "Tonter?as", respondi? Reece. "Todo debe tener una base. Incluso el mar”. "Bueno, aunque el fondo existiera", replic? Krog, "?de qu? nos servir? si est? tan abajo que no podemos ni verlo ni o?rlo? Nos podr?a tomar varios d?as llegar a ?l – varias semanas". "Adem?s de que no es una caminata relajada", dijo Serna. "?No has visto los acantilados?". Reece se dio vuelta y observ? los acantilados, los muros de roca antigua del Ca??n, parcialmente ocultos en los remolinos de niebla. Eran rectos, verticales. ?l sab?a que ten?an raz?n; no ser?a f?cil. Pero tambi?n sab?a que no ten?an elecci?n. "Se pondr? peor", argument? Reece. "Esas paredes tambi?n son resbaladizas, con niebla. Y aun cuando lleguemos a la parte inferior, tal vez no podamos subir”. Todos ellos lo miraban, perplejos. "?Entonces tambi?n est?s de acuerdo en que es una locura intentarlo?", dijo Krog. "Estoy de acuerdo en que es una locura", dijo Reece, con una voz retumbando con autoridad y confianza. "Pero nacimos para hacer locuras. No somos simples hombres; no somos simples ciudadanos del Anillo. Somos una raza especial: somos soldados. "Somos guerreros. Somos hombres de La Legi?n. Hicimos una promesa, un juramento. Juramos que nunca huir?amos de una misi?n por ser demasiado dif?cil o peligrosa, que nunca dudar?amos de hacer un esfuerzo que pudiera provocarnos da?os personales. S?lo los d?biles se esconden y se encogen de miedo —pero no nosotros. Eso es lo que nos hace guerreros. Es la esencia de la gallard?a: uno se embarca en una causa m?s grande que uno mismo porque es lo correcto, lo honorable, aunque pueda ser imposible. Despu?s de todo, no es la victoria lo que hace que algo sea valeroso, sino el intentarlo. Es m?s grande que nosotros. Esto es lo que somos. Hubo un silencio pesado, mientras el viento azotaba y los dem?s consideraban sus palabras. Finalmente, Indra dio un paso adelante. "Concuerdo con Reece", dijo ella. "Yo tambi?n", agreg? Elden, avanzando. "Y yo", agreg? O'Connor, caminando al lado de Reece. Conven caminaba en silencio al lado de Reece, agarrando la empu?adura de su espada, d?ndose vuelta para ver a los dem?s. "Por Thorgrin", dijo, "voy a los confines de la tierra”. Reece se sent?a envalentonado teniendo a sus miembros de La Legi?n dignos de confianza a su lado, estas personas que se hab?an vuelto tan cercanas a ?l como si fueran familia, que se hab?an aventurado con ?l hasta los confines del Imperio. Los cinco se quedaron all? y miraron a los dos nuevos miembros de La Legi?n, Krog y Serna, y Reece se pregunt? si iban a unirse a ellos. Necesitaban ayuda adicional; pero si quer?an regresar, entonces que as? fuera. ?l no se los preguntar?a dos veces. Krog y Serna estaban all? parados, mirando hacia atr?s, inseguros. "Soy mujer", les dijo Indra, "como se han burlado de m? antes. Y sin embargo, aqu? estoy, lista para el desaf?o de un guerrero – mientras que ustedes est?n ah?, con todos sus m?sculos, burl?ndose y con miedo". Serna refunfu??, molesto, peinando hacia atr?s su largo cabello casta?o de sus anchos y estrechos ojos y dando un paso hacia adelante. "Ir?", dijo, "pero s?lo por el bien de Thorgrin”. Krog fue el ?nico que se qued? all? parado, con la cara roja, desafiante. "Ustedes son unos malditos tontos", dijo. "Todos ustedes". Pero aun as?, avanz?, uni?ndose a ellos. Reece, satisfecho, se volvi? y los llev? al borde del Ca??n. No hab?a tiempo que perder. * Reece se mantuvo a un costado del acantilado mientras bajaba poco a poco, y los dem?s iban varios metros arriba de ?l, haciendo dif?cil el descenso, como hab?a sido durante horas. El coraz?n de Reece lat?a aceleradamente mientras se abr?a paso tratando de mantener el equilibrio, con sus dedos en carne viva y entumecidos de fr?o, con sus pies desliz?ndose sobre la roca resbaladiza. ?l no hab?a pensado que fuera tan dif?cil. Hab?a mirado hacia abajo y hab?a estudiado el terreno, la forma de la piedra y hab?a notado que en algunos lugares, la roca iba directamente hacia abajo, era perfectamente lisa, imposible de subir; en otros lugares estaba cubierta de un denso musgo; y en otros, ten?a una pendiente serrada, marcada, con agujeros, con espacios peque?os y remotos donde uno pudiera poner los pies y las manos. Incluso hab?a visto una cornisa ocasional en donde descansar. Sin embargo, la escalada hab?a demostrado que era m?s dif?cil de lo que parec?a. La niebla oscurec?a constantemente su vista, y mientras Reece tragaba saliva y miraba hacia abajo, estaba teniendo cada vez m?s dificultad en encontrar puntos de apoyo. Sin mencionar que, incluso despu?s de todo ese tiempo escalando, el fondo, aunque existiera, permanec?a fuera de la vista. Por dentro, Reece sent?a un temor creciente, una sequedad en la garganta. Una parte de ?l se preguntaba si hab?a cometido un grave error. Pero no se atrev?a a mostrar su temor a los dem?s. No estando Thor, ahora ?l era su l?der, y deb?a dar el ejemplo. Tambi?n sab?a que permitirse temer, no le har?a ning?n bien. Necesitaba mantenerse fuerte y permanecer concentrado; ?l sab?a que el miedo solamente esconder?a sus habilidades. Las manos de Reece temblaban, mientras se controlaba. Se dijo a s? mismo que ten?a que olvidar lo que se encontraba debajo y concentrarse s?lo en lo que hab?a delante de ?l. Un paso a la vez, se dijo a s? mismo. Se sinti? mejor al pensar de esa forma. Reece encontr? otro punto de apoyo y dio otro paso hacia abajo, luego otro, y se encontr? empezando a recuperar el ritmo. "?CUIDADO!", grit? alguien. Reece se prepar? mientras peque?os guijarros ca?an de repente a su alrededor, rebotando en su cabeza y hombros. Mir? hacia arriba y vio una gran roca cayendo; la esquiv? y casi le peg?. “?Lo siento!”, grit? O'Connor. "?Roca suelta!". El coraz?n de Reece lat?a aceleradamente mientras miraba hacia abajo e intentaba mantener la calma. Mor?a por saber d?nde estaba el fondo; estir? una mano y agarr? una peque?a roca que hab?a aterrizado en su hombro y, mirando hacia abajo, la lanz?. Observ?, esperando ver si hac?a alg?n ruido. Nunca se escuch?. Su corazonada fue mayor. Todav?a no sab?a d?nde terminaba el Ca??n. Y con sus manos y pies temblando, no sab?a si podr?an lograrlo. Reece trag? saliva, todo tipo de pensamientos corr?an por su mente mientras continuaba. ?Qu? pasar?a si Krog hab?a estado en lo cierto? ?Qu? pasar?a si no ten?a ning?n fondo? ?Qu? pasar?a si ?sta era una misi?n suicida imprudente? Mientras Reece daba otro paso, bajando de prisa varios metros, ganando impulso otra vez, repentinamente escuch? el sonido de un cuerpo raspando la roca y luego oy? que alguien gritaba. Hubo una conmoci?n a su lado, y al mirar vio a Elden, empezando a caer, resbalando por delante de ?l. Reece instintivamente extendi? una mano y logr? asir la mu?eca de Elden mientras resbalaba. Afortunadamente Reece ten?a un agarre firme en el acantilado con la otra mano y fue capaz de sostener a Elden con firmeza, impidi?ndole resbalar hasta abajo. Pero Elden colgaba, incapaz de encontrar el equilibrio. Elden era demasiado grande y pesado, y Reece sinti? que su fuerza se le escapaba. Indra apareci?, escalando hacia abajo r?pidamente y estir? la mano y sujet? la otra mu?eca de Elden. Elden se movi? r?pidamente, pero no pudo encontrar el equilibrio. "?No encuentro de d?nde asirme!", grit? Elden, con p?nico en su voz. Pate? salvajemente, y Reece temi? que tambi?n perder?a su sujeci?n y caer?a con ?l. Pens? r?pidamente. Reece record? la cuerda y rez?n que O'Connor le hab?a mostrado antes de su descenso, la herramienta que sol?an usar para escalar paredes durante un asedio. En caso de necesitarse, dijo O'Connor. "?O'Connor, tu cuerda!", grit? Reece. "?Arr?jala!". Reece mir? hacia arriba y vio a O'Connor quitando la cuerda de su cintura, reclin?ndose y empalando el gancho en un rinc?n de la pared. Lo hundi? con todas su fuerzas, lo prob? varias veces, luego lo arroj? hacia abajo. La soga colgaba m?s all? de Reece. No pudo haber sido m?s oportuno. La palma de la mano resbaladiza de Elden se deslizaba de la mano de Reece, y cuando ?l empez? a retirarla, Elden extendi? la mano y agarr? la cuerda. Reece sostuvo su aliento, rezando para que lo sujetara. Lo hizo. Elden lentamente tir? de s? mismo hacia arriba, hasta que finalmente encontr? una base fuerte. ?l estaba parado en una cornisa, respirando con fuerza, recuperando su equilibrio. Tuvo un suspiro profundo de alivio, al igual que Reece. Hab?a estado demasiado cerca. * Ellos subieron y subieron, Reece no sab?a cu?nto tiempo hab?a pasado. El cielo se volvi? m?s oscuro y Reece goteaba sudor a pesar del fr?o, sintiendo como si cualquier momento podr?a ser el ?ltimo. Sus manos y pies se agitaban violentamente, y el sonido de su propia respiraci?n llen? sus o?dos. Se pregunt? cu?nto m?s podr?a aguantar. ?l sab?a que si no encontraban el fondo pronto, todos tendr?an que parar y descansar, en especial porque estaba anocheciendo. Pero el problema era que no hab?a ning?n lugar para parar y descansar. Reece no pod?a evitar preguntarse que si todos llegaban a estar demasiado cansados, si podr?an comenzar a caer, uno a uno. Hubo un gran clamor de roca y luego una peque?a avalancha, toneladas de piedras cayeron, aterrizando en la cabeza, cara y ojos de Reece. Su coraz?n se detuvo cuando escuch? un grito – diferente esta vez, un grito de muerte. Con el rabillo del ojo vio c?mo iba cayendo delante de ?l, casi m?s r?pido de lo pod?a procesar, un cuerpo. Reece extendi? una mano para atraparlo, pero pas? muy r?pido. Todo lo que pudo hacer fue girar y ver c?mo Krog era llevado por el aire, agit?ndose, chillando, cayendo de espaldas directamente hacia la nada. CAP?TULO TRES Kendrick estaba sentado a horcajadas sobre su caballo, al lado de Erec, Bronson y Srog, delante de sus miles de hombres, mientras enfrentaban a Tirus y al Imperio. Hab?an ca?do en una trampa. Hab?an sido vendidos por Tirus, y Kendrick se dio cuenta, demasiado tarde, que hab?a sido un gran error confiar en ?l. Kendrick mir? arriba y a su derecha y vio a 10 mil soldados del Imperio en la cresta del valle, con las flechas preparadas; a su izquierda vio a otros tantos. Ante ellos estaban parados muchos m?s. Los pocos miles de hombres de Kendrick, posiblemente nunca podr?an vencer a ese n?mero de soldados. Ellos ser?an asesinados con tan solo intentarlo. Y con todos esos arcos preparados, el m?s m?nimo movimiento resultar?a en la masacre de sus hombres. Geogr?ficamente, estar en la base de un valle, tampoco ayudaba. Tirus hab?a elegido bien su lugar para la emboscada. Mientras Kendrick estaba ah? sentado, indefenso, con su rostro ardiendo de rabia e indignaci?n, mir? hacia Tirus, quien estaba sentado en lo alto de su caballo con una sonrisa de satisfacci?n. Junto a ?l estaban sentados sus cuatro hijos, y al lado de ellos, un comandante del Imperio. "?El dinero es tan importante para ti?", pregunt? Kendrick a Tirus, apenas a tres metros de distancia, con su voz tan fr?a como el acero. "?Vender?as a tu propia gente, a tu propia sangre?" Tirus no mostr? ning?n remordimiento; ?l sonri? de oreja a oreja. "Tu gente no es de mi sangre, ?recuerdas?", dijo ?l. "Es por ello que no tengo derecho, seg?n tus leyes, al trono de mi hermano". Erec aclar? su garganta, enojado. "Las leyes MacGil pasan el trono al hijo – no al hermano”. Tirus mene? la cabeza. "Ahora todo es intrascendente. Sus leyes ya no importan. El poder siempre triunfa sobre la ley. Son aquellos con poder quienes dictan la ley. Y ahora, como puedes ver, yo soy m?s fuerte. Lo que significa que de ahora en adelante, yo dicto la ley. Las generaciones venideras no recordar?n ninguna de sus leyes. Todo lo que recordar?n es que yo, Tirus, fui el rey. No t? ni tu hermana”. "Los tronos tomados de manera ileg?tima nunca perduran", contraatac? Kendrick. "Podr?s matarnos, incluso podr?s convencer a Andr?nico que te conceda un trono. Pero t? y yo sabemos que no gobernar?s por mucho tiempo. Ser?s traicionado con la misma alevos?a que nos infundiste”. Tirus se qued? all? sentado, sin inmutarse. "Entonces saborear? esos breves d?as en mi trono el tiempo que dure – y aplaudir? al hombre que me pueda traicionar con tanta habilidad como la que yo utilic? para traicionarlos”. "?Basta de hablar!", gritaron los comandantes del Imperio. "?R?ndanse ahora o sus hombres morir?n!". Kendrick los mir?, furioso, sabiendo que deb?a rendirse pero sin querer hacerlo. "Bajen las armas", dijo Tirus tranquilamente, con su voz tranquilizadora, y "los tratar? justamente, de un guerrero a otro. Ser?n mis prisioneros de guerra. Tal vez no comparta sus leyes, pero honro el c?digo de batalla de un guerrero. Les prometo que no ser?n da?ados estando bajo mi supervisi?n”. Kendrick mir? a Bronson, a Srog y a Erec, quienes tambi?n lo miraron. Todos estaban ah? sentados, orgullosos guerreros, con los caballos haciendo cabriolas debajo de ellos, en silencio. "?Por qu? deber?amos confiar en ti?", pregunt? Bronson a Tirus. "Ya nos has demostrado que tu palabra no significa nada. Tengo la mentalidad de morir en el campo de batalla, s?lo para quitarte esa sonrisa engre?da de tu cara". Tirus se dio vuelta y frunci? el ce?o a Bronson. "Hablas cuando ni siquiera eres un MacGil. Eres un McCloud. No tienes derecho a interferir en asuntos de los MacGil". Kendrick defendi? a su amigo: "Bronson es tan MacGil ahora como cualquiera de nosotros. Habla con la voz de nuestros hombres". Tirus apret? los dientes, claramente molesto. La decisi?n es tuya". Mira a tu alrededor y ver?s a nuestros miles de arqueros en ristre. Ustedes han sido aventajados. Si tan siquiera llegaran a tocar sus espadas, tus hombres caer?an muertos en el acto. Seguramente hasta t? puedes darte cuenta. Hay tiempos de lucha y tiempos para rendirse. Si quieres proteger a tus hombres, har?s lo que har?a cualquier buen comandante. Depongan sus armas”. Kendrick apret? su mand?bula varias veces, ardiendo por dentro. Aunque odiaba admitirlo, ?l sab?a que Tirus ten?a raz?n. ?l ech? un vistazo y supo en un instante que la mayor?a, si no es que todos sus hombres, iban a morir aqu?, si trataban de luchar. Aunque quer?a pelear, ser?a una decisi?n ego?sta; y aunque despreciaba a Tirus, present?a que estaba diciendo la verdad y que sus hombres no ser?an perjudicados. Mientras vivieran, siempre podr?an luchar otro d?a, en otro lugar, en alg?n otro campo de batalla. Kendrick mir? a Erec, un hombre con el que hab?a luchado en infinidad de ocasiones, el campe?n de Los Plateados y sab?a que estaba pensando lo mismo. Era diferente ser un l?der que ser un guerrero: un guerrero pod?a pelear con temerario desenfreno, pero un l?der ten?a que pensar primero en los dem?s. "Hay un tiempo para las armas y un tiempo para rendirse", grit? Erec. "Confiaremos en tu palabra de guerrero de que todos nuestros hombres no ser?n da?ados, y con esa condici?n, depondremos nuestras armas. Pero si incumples con tu palabra, que Dios guarde tu alma, voy a volver del infierno para vengar a todos y cada uno de mis hombres". Tirus asinti?, satisfecho, y Erec extendi? la mano y dej? caer su espada y su vaina al suelo. Aterrizaron con un sonido met?lico. Kendrick hizo lo mismo, al igual que Bronson y Srog, cada uno de ellos reacios, pero sabiendo que era lo prudente. Detr?s de ellos se oy? el sonido met?lico de miles de armas, todas cayendo por el aire y aterrizando en el suelo de invierno, todos Los Plateados y los MacGil y los silesios se rindieron. Tirus sonri? de oreja a oreja. "Ahora, bajen de sus caballos", orden?. De uno en uno desmontaron, delante de sus caballos. Tirus mostr? una amplia sonrisa, disfrutando su victoria. "Durante todos estos a?os en que estuve exiliado en las Islas Superiores, envidi? la Corte del Rey, a mi hermano mayor, todo su poder. Pero ahora, ?qui?n de los MacGil tiene todo el poder?". "El poder de la traici?n no es ning?n poder", dijo Bronson. Tirus frunci? el ce?o y asinti? con la cabeza a sus hombres. Se abalanzaron y ataron a cada una de sus mu?ecas con cuerdas gruesas. Todos comenzaron a ser arrastrados, miles de ellos fueron hechos prisioneros. Mientras arrastraban a Kendrick, de repente record? a su hermano, Godfrey. Todos se hab?an ido juntos, sin embargo, no lo hab?a visto ni a ?l ni a sus hombres desde entonces. Se preguntaba si de alguna manera hab?a logrado escapar. Rez? para que hubiese encontrado un mejor destino que ellos. De alguna manera, ?l era optimista. Con Godfrey, uno nunca sab?a. CAP?TULO CUATRO Godfrey iba delante de sus hombres, flanqueado por Akorth, Fulton y su general silesio, y cabalgando al lado del comandante del Imperio a quien hab?a sobornado generosamente. Godfrey cabalgaba con una amplia sonrisa en su rostro, m?s que satisfecho, cuando vio a la divisi?n de los hombres del Imperio, varios miles de soldados fuertes, junto a ellos, uni?ndose a su causa. Reflexion? con satisfacci?n en el soborno que les hab?a dado a ellos; en las interminables bolsas de oro, record? las miradas en sus caras y estaba feliz de que su plan hubiese funcionado. No hab?a estado seguro hasta el ?ltimo momento, y por primera vez, respir? tranquilo. Exist?an muchas maneras de ganar una batalla, despu?s de todo, y acababa de ganar una sin derramar una gota de sangre. Tal vez eso no lo hac?a tan caballeroso o valiente como a los otros guerreros. Pero, aun as?, lo hac?a exitoso. Y finalmente, ?no era ?se el objetivo? ?l prefer?a mantener a todos sus hombres vivos con un poco de soborno, que ver a la mitad de ellos asesinados en alg?n acto imprudente de hidalgu?a. As? era ?l. Godfrey hab?a trabajado duro para lograrlo. Hab?a utilizado todas sus conexiones del mercado negro de los burdeles, callejones y tabernas, para averiguar qui?n hab?a estado durmiendo con qui?n, qu? burdeles frecuentaban los comandantes del Imperio en el Anillo, y qu? comandante del Imperio estaba abierto al soborno. Godfrey ten?a m?s contactos il?citos que la mayor?a – de hecho, hab?a pasado toda su vida acumul?ndolos – y ahora le hab?an sido ?tiles. Tampoco hab?a causado da?o el haber sobornado tan bien a cada uno de sus contactos. Finalmente, le hab?a dado buen uso al oro de su pap?. Aun as?, Godfrey no hab?a estado seguro si ellos eran confiables, hasta el ?ltimo momento. No hab?a nadie que te vendiera como ladr?n, y ten?a que aprovechar la oportunidad que se le estaba presentando. Sab?a que era como lanzar una moneda al aire; que esta gente era tan confiable como el oro que les fue pagado. Pero les hab?a pagado con muy, pero muy buen oro, y resultaron ser m?s confiables de lo que pens?. Por supuesto, no sab?a cu?nto tiempo permanecer?a fiel esta divisi?n de las tropas del Imperio. Pero al menos se hab?an zafado de una batalla, y por ahora, los ten?a de su lado. "Me equivoqu? contigo", dijo una voz. Godfrey se dio vuelta para ver al general silesiano acerc?ndose a ?l con una mirada de admiraci?n. "Dud? de ti, lo admito", continu? diciendo. "Te ofrezco disculpas. No podr?a haber imaginado el plan que ten?as bajo la manga. Fue ingenioso. No volver? a dudar de ti otra vez”. Godfrey sonri?, sinti?ndose reivindicado. Todos los generales, todos los militares, hab?an dudado ?l toda su vida. En la Corte de su padre, una Corte de guerreros, siempre se le hab?a mirado con desd?n. Ahora, finalmente, estaban viendo que, a su manera, pod?a ser tan competente como ellos. "No te preocupes", dijo Godfrey. "Yo tambi?n dudaba de m? mismo. Voy aprendiendo. Yo no soy un comandante y no tengo un plan maestro que no sea sobrevivir, de cualquier manera posible". "?Y ahora ad?nde vamos?", pregunt? el general. "A reunirnos con Kendrick, Erec y los otros y hacer lo que podamos para ayudarlos en su causa”. Los miles de ellos cabalgaron, en una alianza peligrosa e inc?moda entre los hombres del Imperio y Godfrey, subiendo y bajando por las llanuras, a trav?s de las largas, secas y polvorientas planicies, yendo hacia el valle donde Kendrick les hab?a dicho que se encontrar?an. Mientras cabalgaban, un mill?n de pensamientos corrieron por la mente de Godfrey. Se pregunt? c?mo le habr?a ido a Kendrick y a Erec; se pregunt? qu? tan superados en n?mero estar?an; y se pregunt? c?mo le ir?a en la pr?xima batalla, una batalla real. Ya no se pod?a evitar; ya no ten?a m?s trucos bajo la manga, no hab?a m?s oro. Trag? saliva, nervioso. Sent?a que ya no ten?a el mismo nivel de valor que todos los dem?s parec?an tener, con el que parec?an haber nacido. Todo el mundo parec?a tan valiente en la batalla e incluso en la vida. Pero Godfrey tuvo que admitir que ten?a miedo. Cuando llegara el momento, en el fragor de la batalla, ?l sab?a que no podr?a eludirlo. Pero era torpe y delicado; ?l no ten?a las habilidades de los dem?s, y no sab?a cu?ntas veces ser?a salvado por los dioses de la suerte. A los dem?s no parec?a importarles si mor?an – todos parec?an estar dispuestos a dar su vida por la gloria. Godfrey hab?a valorado la gloria. Pero ?l amaba m?s a la vida. ?l amaba su cerveza y amaba su comida, e incluso ahora, sinti? un rugido en su est?mago, unas ganas de estar de vuelta en la seguridad de una taberna en alg?n lugar. La vida de batalla no era para ?l. Pero Godfrey pensaba en Thor, quien estaba en alguna parte, prisionero; pensaba en toda su gente luchando por la causa, y sab?a que aqu? era donde su honor, aunque estuviera mancillado, lo obligaba a estar. Ellos cabalgaron y cabalgaron y, finalmente, llegaron a la cima y tuvieron la oportunidad de tener una vista extensa del valle que estaba abajo. Se detuvieron y Godfrey entrecerr? los ojos hacia el sol cegador, tratando de ajustar la mirada, para dar sentido a lo que ten?a frente a ?l. Levant? una mano para proteger sus ojos y mir?, confundido. Entonces, para su horror, todo qued? claro. El coraz?n de Godfrey se detuvo: abajo, miles de los hombres de Kendrick y de Erec y de Srog, eran arrastrados para ser prisioneros. ?sta era la fuerza de combate con la que supuestamente deb?a reunirse. Estaban completamente rodeados por diez veces m?s la cantidad de soldados del Imperio. Iban a pie, con las mu?ecas atadas, todos estaban siendo llevados como prisioneros. Godfrey sab?a que Kendrick y Erec nunca se rendir?an, a menos que hubiera habido una buena raz?n. Parec?a como si les hubieran puesto una trampa. Godfrey se congel?, lleno de p?nico. Se preguntaba c?mo pudo haber pasado esto. ?l hab?a estado esperando encontrarlos en el fragor de una batalla en iguales condiciones, hab?a esperado reunirse a sus fuerzas. Pero ahora, en cambio, iban desapareciendo en el horizonte, con medio d?a de camino de ventaja. El general del Imperio se acerc? al lado de Godfrey y se burl?. "Parece que tus hombres han perdido", dijo el general del Imperio. "Eso no era parte del trato". Godfrey se volvi? hacia ?l y vio cu?n ansioso parec?a estar el general. "Te pagu? bien", dijo Godfrey, nervioso pero reuniendo su voz m?s segura al sentir que su trato ca?a en pedazos. "Y prometiste unirte a mi causa". Pero el general del Imperio mene? la cabeza. "Te promet? acompa?arte en la batalla – no en una misi?n suicida. Mis pocos miles de hombres no se enfrentar?n contra todo el batall?n de Andr?nico. Nuestro trato ha cambiado. Puedes pelear por tu cuenta – y me quedar? con tu oro". El general del Imperio se dio vuelta y grit?, mientras pateaba su caballo y se iba en direcci?n contraria, con sus hombres pis?ndole los talones. Pronto desaparecieron abajo, al otro lado del valle. "??l tiene nuestro oro!", dijo Akorth. "?Debemos perseguirlo?". Godfrey movi? la cabeza, mientras los ve?a irse cabalgando. "?Y de qu? servir?a eso? El oro es oro. No voy a arriesgar nuestras vidas por ello. Deja que se vayan. Siempre hay m?s”. Godfrey se dio vuelta y vio en el horizonte, al grupo de hombres de Kendrick y de Erec desapareciendo, lo cual le preocupaba m?s. Ahora ya no ten?a refuerzos, y estaba a?n m?s aislado que antes. Sent?a sus planes desmoron?ndose a su alrededor. "?Y ahora qu??", pregunt? Fulton. Godfrey se encogi? de hombros. "No tengo idea", dijo. "No puedes decir eso", dijo Fulton. "Ahora eres el comandante”. Pero Godfrey simplemente se encogi? de hombros otra vez. "Digo la verdad". "Esto de ser guerrero es dif?cil", dijo Akorth, rasc?ndose la barriga, mientras se quitaba el casco. "Parece que no funcion? como esperabas, ?verdad?" Godfrey se qued? sentado en su caballo, sacudiendo la cabeza, reflexionando sobre qu? hacer. Le hab?a tocado una baraja que no esperaba, y no hab?a ning?n plan de contingencia. "?Debemos regresar?", pregunt? Fulton. "No", Godfrey se escuch? diciendo, sorprendi?ndose incluso a s? mismo. Los dem?s se volvieron y lo miraron, sorprendidos. Otros se acercaron para escuchar sus ?rdenes. "Tal vez no sea un gran guerrero", dijo Godfrey, "pero esos de ah? son mis hermanos. Se los est?n llevando. No podemos regresar. Aunque eso signifique nuestra muerte”. "?Est?s loco?", pregunt? el general de Silesia. "Todos esos buenos guerreros de Los Plateados, de los MacGil, de las silesios — todos ellos juntos, no pudieron luchar contra los hombres del Imperio. ?C?mo crees que unos cuantos miles de nuestros hombres bajo tu mando, lo har??" Godfrey se volvi? hacia ?l, molesto. Estaba cansado de que dudaran de ?l. "Nunca dije que ganar?amos", respondi? ?l. "Yo digo solamente que es lo correcto que debemos hacer. No les abandonar?. Ahora que si quieres darte la vuelta y volver a casa, puedes hacerlo. Yo mismo voy a atacarlos”. "Eres un comandante sin experiencia", dijo, frunciendo el ce?o. "No tienes idea de lo que est?s diciendo. Guiar?s a todos estos hombres a una muerte segura”. "Lo har?", dijo Godfrey. "Es cierto. Pero prometiste no volver a dudar de m?. Y yo no voy a darme la vuelta”. Godfrey cabalg? varios metros hacia adelante y hacia arriba de una loma para que pudiera ser visto por todos sus hombres. "?SE?ORES!", grit?, subiendo la voz. "S? que no me conoces como comandante digno de confianza, como Kendrick o Erec o Srog. Y es cierto, no tengo sus habilidades. Pero tengo coraz?n, al menos en ocasiones. Y ustedes tambi?n. Lo que s? es que son nuestros hermanos los que fueron capturados. Y yo prefiero no vivir, que vivir para ver c?mo se los llevan ante nuestros ojos, que regresar como perros a nuestras ciudades y esperar al Imperio para que venga a matarnos, tambi?n. Tengan por seguro esto: nos matar?n alg?n d?a. Todos podemos morir ahora, de pie, luchando, persiguiendo al enemigo como hombres libres. O podemos morir avergonzados y deshonrados. La elecci?n es suya". Vengan conmigo y vivos o no, ?cabalgar?n hacia la gloria!”. Hubo un grito de sus hombres, uno tan entusiasta, que sorprendi? a Godfrey. Todos levantaron sus espadas por lo alto, y eso le dio valor. Tambi?n hizo que Godfrey se diera cuenta de la realidad de lo que acababa de decir. ?l no hab?a pensado bien sus palabras antes de pronunciarlas; s?lo se dej? llevar por el momento. Ahora se daba cuenta de que estaba comprometido con ello, y se sorprendi? un poco por sus palabras. Su propia valent?a era abrumadora, incluso para ?l. Mientras los hombres hac?an cabriolas en sus caballos, preparaban sus armas y se alistaban para su ataque final, Akorth y Fulton aparecieron junto a ?l. "?Quieres beber algo?", pregunt? Akorth. Godfrey mir? hacia abajo y lo vio llegar con una bota de vino, y ?l la arrebat? de la mano de Akorth; ech? la cabeza hacia atr?s y bebi? y bebi?, hasta que casi hab?a bebido todo, apenas parando para recuperar el aliento. Finalmente, Godfrey limpi? la parte posterior de su boca y devolvi? la bota. ?Qu? he hecho? se pregunt?. Se hab?a comprometido ?l mismo y a los dem?s, a una batalla que no podr?a ganar. ?Hab?a estado pensando claramente? "No pens? que ten?as ese valor", dijo Akorth, d?ndole palmadas de manera brusca en la espalda, mientras eructaba "Fue un gran discurso. ?Mejor que el teatro!". "?Deber?amos haber vendido las entradas!", intervino Fulton. "Creo que te no equivocaste en nada", dijo Akorth. "Es mejor morir de pie, que sobre nuestras espaldas". "Aunque de espaldas no estar?a nada mal, si fuera en la cama de un burdel", a?adi? Fulton. "?Eso, eso!", dijo Fulton. "?O qu? tal morir con una jarra de cerveza en nuestros brazos y con la cabeza reclinada?”. "Eso estar?a bien, sin duda alguna", dijo Akorth, bebiendo. "Pero supongo que despu?s de un rato, ser?a aburrido", dijo Fulton. "?Cu?ntos tarros puede beber un hombre, con cu?ntas mujeres puede acostarse un hombre en una cama?". "Pues, muchas, si lo piensas bien", dijo Akorth. "Aun as?, supongo que ser?a divertido morir de una manera diferente. No tan aburrida”. Akorth suspir?. "Bueno, si sobrevivimos a todo esto, por lo menos tendr?amos un motivo para tener que beber realmente. Por primera vez en nuestras vidas, ?nos lo habremos ganado!". Godfrey se alej?, intentando desconectarse de las conversaciones continuas de Akorth y Fulton. Necesitaba concentrarse. Hab?a llegado el momento de que se convirtiera en hombre, de dejar atr?s las ingeniosas bromas y chistes de taberna; de tomar decisiones reales que afectaban a los hombres de verdad del mundo real. Sent?a una pesadez sobre ?l; no pod?a evitar preguntarse si esto era lo que su padre hab?a sentido. De alguna extra?a manera, aunque odiaba al hombre, estaba empezando a simpatizar con su padre. Y tal vez, para su horror, a ser como ?l. Olvidando el peligro ante ?l, Godfrey sinti? un aumento repentino de confianza. De pronto, pate? su caballo y con un grito de batalla, cabalg? precipitadamente por el valle. Detr?s de ?l lleg? el grito de batalla inmediato de miles de hombres, y las pisadas de sus caballos llenaron sus o?dos mientras sal?an corriendo detr?s de ?l. Godfrey ya se sent?a mareado, con el viento en su pelo, el vino se le fue a la cabeza, mientras corr?a hacia una muerte segura y se pregunt? en qu? se hab?a metido. CAP?TULO CINCO Thor estaba sentado sobre su caballo, su padre estaba a su lado, McCloud por el otro, y Rafi cerca. Detr?s de ellos estaban sentados docenas de miles de soldados del Imperio, la principal divisi?n del ej?rcito de Andr?nico, disciplinados y pacientemente a la espera del comando de Andr?nico. Todos estaban sentados en la cima de una colina, mirando la zona monta?osa, con sus picos cubiertos de nieve. En la cima de la zona monta?osa, estaba la ciudad de McCloud, Highlandia, y Thor se puso tenso al mirar a miles de tropas salir de la ciudad y cabalgar hacia ellos, prepar?ndose para la batalla. ?stos no eran los hombres de MacGil; tampoco eran los soldados del Imperio. Llevaban una armadura que Thor apenas reconoci?; pero mientras apretaba la empu?adura de su nueva espada, no estaba seguro exactamente de qui?nes eran ellos, o por qu? atacaban. "Los McCloud. "Mis ex soldados”, explic? McCloud a Andr?nico. "Todos los buenos soldados McCloud. Todos los hombres a los que entren? alguna vez y con los que combat?”. "Pero ahora se han vuelto en tu contra", observ? Andr?nico. "Vienen a encontrarse contigo en una batalla". McCloud frunci? el ce?o, le faltaba un ojo, la mitad de su rostro estaba marcado con el sello del Imperio, ten?a un aspecto grotesco. "Lo siento, mi se?or", dijo ?l. "No es mi culpa. Es el trabajo de mi hijo, Bronson. Volvi? a mi propia gente en mi contra. Si no fuera por ?l, todos ellos se unir?an a m? ahora, por tu gran causa”. "No es culpa de tu hijo", corrigi? Andr?nico, con la voz de acero, girando hacia ?l. "Es porque eres un comandante d?bil y un padre m?s d?bil. El fracaso de tu hijo es el fracaso que hay en ti. Deb? haber sabido que ser?as incapaz de controlar a tus propios hombres. Deber?a haberte matado hace mucho tiempo”. McCloud trag? saliva, nervioso. "Mi Se?or, t? tambi?n podr?as considerar que no s?lo est?n luchando contra m?, sino contra ti. Quieren deshacerse del Anillo del Imperio". Andr?nico mene? la cabeza, acariciando su collar de cabezas reducidas. "Pero ahora est?s de mi lado", dijo ?l. "As? que pelear contra m? es luchar contra ti, tambi?n". McCloud sac? su espada, conmocionado por el ej?rcito que se acercaba. "Pelear? y matar? a todos y cada uno de mis hombres", declar?. "S? que lo har?s", dijo Andr?nico. "Si no lo haces, te matar? yo mismo. No es que necesite que me ayudes. Mis hombres har?n mucho m?s da?o del que podr?s imaginar – especialmente si van al mando de mi hijo, Thornicus". Thor estaba sentado en su caballo, oyendo d?bilmente sus conversaciones, pero al mismo tiempo, no escuchando nada de ellas. ?l estaba aturdido. Su mente se llen? de pensamientos extra?os que no reconoc?a, pensamientos que lat?an en su cerebro y continuamente le recordaba la lealtad que le deb?a a su padre, su deber de luchar por el Imperio, su destino como el hijo de Andr?nico. Los pensamientos se arremolinaban sin descanso en su mente, y aunque lo intentaba, era incapaz de despejar su mente, de tener pensamientos propios. Era como si hubiera sido tomado como reh?n en su propio cuerpo. Mientras Andr?nico hablaba, cada una de sus palabras se convert?a en una sugerencia en la mente de Thor, luego en una orden. Entonces, de alguna manera, se convirtieron en sus propios pensamientos. Thor luchaba, una peque?a parte de ?l trataba de liberar su mente de esos sentimientos invasivos para llegar a un punto de claridad. Pero cuanto m?s luchaba, era m?s dif?cil. Mientras estaba sentado ah? en su caballo, viendo al ej?rcito entrante galopando a trav?s de las llanuras, sinti? fluir la sangre en las venas, y en lo ?nico que pod?a pensar era en su lealtad a su padre, en su necesidad de aplastar a cualquiera que se interpusiera en el camino de su padre. En su destino para gobernar el Imperio. "Thornicus, ?me o?ste?", dijo Andr?nico. "?Est?s preparado para demostrar lo que vales en combate, por tu padre?". "S?, padre m?o", respondi? Thor, mirando hacia adelante. "Luchar? contra cualquiera que combata contra ti". Andr?nico esboz? una amplia sonrisa. Se dio vuelta y enfrent? a sus hombres. "?SE?ORES!", dijo ?l. "Ha llegado el momento de enfrentar al enemigo, de eliminar del Anillo a sus rebeldes sobrevivientes de una vez por todas. Comenzaremos con estos hombres de McCloud que se atreven a desafiarnos. Thornicus, mi hijo, nos guiar? en la batalla. Le seguir?n como si me siguieran a m?. Dar?n su vida por ?l como lo har?an por m?. Si lo traicionan a ?l, ?me traicionan a m?!". "?THORNICUS!", grit? Andr?nico. "?THORNICUS!", se escuch? el eco de un coro de diez mil tropas del Imperio detr?s de ellos. Thor, envalentonado, levant? su espada nueva por lo alto, la espada del Imperio, la que le hab?a regalado su amado padre. Sinti? un poder manando de ?l, el poder de su linaje, de su pueblo, de todo lo que ?l deb?a ser. Finalmente hab?a vuelto a casa, hab?a vuelto con su padre, una vez m?s. Por su padre, Thor har?a lo que fuera. Incluso lanzarse a la muerte. Thor solt? un gran grito de guerra, mientras pateaba su caballo y sali? apresuradamente hacia el valle, siendo el primero en la batalla. Detr?s de ?l se oy? un gran grito de guerra, mientras decenas de miles de hombres le segu?an, todos ellos preparados para seguir a Thornicus hacia sus muertes. CAP?TULO SEIS Mycoples estaba acurrucada, enredada dentro de la inmensa red Akron, incapaz de estirarse, de batir sus alas. Ella estaba sentada en el tim?n del barco del Imperio y aunque luchaba, no pod?a levantar la barbilla, mover sus brazos, extender sus garras. Nunca se hab?a sentido peor en su vida, nunca sinti? tal falta de libertad, de fuerza. Ella estaba acurrucada en bola, parpadeando lentamente, abatida, m?s por Thor que por ella misma. Mycoples pod?a sentir la energ?a de Thor, incluso desde esta gran distancia, incluso mientras su barco navegaba por el mar, subiendo y bajando las olas monstruosas, su cuerpo se elevaba y descend?a mientras las olas se estrellaban en la cubierta. Mycoples pod?a sentir a Thor cambiando, convirti?ndose en otra persona, no era el hombre que conoci? una vez. Se sinti? descorazonada. Ella no pudo evitar sentir que de alguna manera lo hab?a decepcionado. Ella trat? de luchar una vez m?s, ten?a muchas ganas de ir con ?l, de salvarlo. Pero simplemente no pod?a liberarse. Una ola gigante se estrell? en la cubierta, y las aguas espumosas del Tartuvio se deslizaban debajo de su red, haciendo que resbalara y se golpeara la cabeza con el casco de madera. Se encogi? de miedo y gru??, no teniendo el esp?ritu o fuerza que sol?a tener. Se hab?a resignado a su nuevo destino, sabiendo que se la estaban llevando para ser asesinada, o peor a?n, para vivir una vida en cautiverio. No le importaba lo que pasara con ella. Ella s?lo quer?a que Thor estuviera bien. Y quer?a una oportunidad, una ?ltima oportunidad para vengarse de sus atacantes. "?Ah? est?! ?Se desliz? hasta la mitad de la cubierta!", grit? uno de los soldados del Imperio. Mycoples sinti? el dolor repentino de un pinchazo en las escalas sensibles de su cara, y vio a dos soldados del Imperio con lanzas de nueve metros de largo, pic?ndola, a una distancia segura a trav?s de la red. Ella intent? abalanzarse a hacia ellos, pero sus limitaciones se lo imped?an. Ella gru?? mientras la pinchaban una y otra vez, riendo, evidentemente se estaban divirtiendo. "Ella no es tan aterradora ahora, ?verdad?", le pregunt? uno al otro. El otro rio, pinchando su lanza cerca de su ojo. Mycoples se alej? en el ?ltimo segundo, evitando dejarla ciega. "Es como una mosca, inofensiva", dijo uno. "Dicen que van a ponerla en exhibici?n en la nueva capital de Imperio". "No es lo que supe", dijo el otro. "Me dijeron que van a cortarle las alas y torturarla por todo el da?o que le hizo a nuestros hombres”. "Ojal? pudiera estar all? para ver eso". "?Realmente tenemos que llevarla intacta?", pregunt? uno. "Son las ?rdenes". "Pero no veo por qu? nosotros no podamos al menos mutilarla un poco. Despu?s de todo, realmente no necesita ambos ojos, ?verdad?". El otro se rio. "Pues ahora que lo dices, supongo que no", respondi?. "Adelante. Divi?rtete". Uno de los hombres se acerc? y levant? una lanza por lo alto. "No te muevas, peque?a”, le dijo el soldado. Mycoples se encogi?, indefenso, mientras el soldado iba hacia adelante, prepar?ndose para sumir su larga lanza en su ojo. De repente, otra ola se estrell? en la proa; el agua sac? las piernas del soldado y se fue resbalando hacia la cara de ella, con los ojos abiertos de par en par, de terror. Con un enorme esfuerzo, Mycoples logr? levantar una garra lo suficientemente alto como para permitir que el soldado se deslizara por debajo de ella; al hacerlo, ella la hizo caer sobre ?l y la clav? en su garganta. ?l chill? y la sangre se derram? por todas partes, mezclada con agua, mientras mor?a debajo de ella. Mycoples sinti? una peque?a satisfacci?n. El soldado del Imperio restante se dio vuelta y corri?, gritando por ayuda. En pocos momentos, una docena de soldados del Imperio se acercaron, todos portando largas lanzas. "?Maten a la bestia!", grit? uno de ellos. Todos se acercaron a matarla, y Mycoples estaba segura de que lo lograr?an. Mycoples sinti? una repentina furia ardiendo a trav?s de ella, como nunca hab?a sentido. Ella cerr? los ojos y or? a Dios para que le diera una r?faga final de fuerza. Lentamente, sinti? un gran calor surgir dentro de su vientre y bajar por la garganta. Levant? su boca y solt? un rugido. Para su sorpresa, sali? un mont?n de llamas. Las llamas viajaron por la red, y aunque no destruy? el Akron, una pared de fuego envolvi? a la docena de hombres que se acercaron a ella. Todos gritaron mientras sus cuerpos ard?an en llamas; la mayor?a se derrumb? en la cubierta, y aquellos que no murieron al instante, corrieron y saltaron por la borda al mar. Mycoples sonri?. Docenas m?s de soldados aparecieron,  esgrimiendo mazas y Mycoples trat? de invocar al fuego otra vez. Pero esta vez no funcion?. Dios hab?a contestado sus oraciones y le hab?a dado la gracia una sola vez. Pero ahora, ya no hab?a nada m?s que pudiera hacer. Estaba agradecida, al menos, por lo que hab?a tenido. Decenas de soldados descendieron sobre ella, golpe?ndola con mazas, y lentamente, Mycoples sinti? que se hund?a, m?s y m?s abajo, con sus ojos cerr?ndose. Ella se acurruc?, resignada, pregunt?ndose si su tiempo en este mundo hab?a llegado a su fin. Pronto, su mundo se llen? de oscuridad. CAP?TULO SIETE R?mulo estaba parado en el tim?n de su enorme barco, con el casco pintado de negro y oro y ondeando la bandera del Imperio, un le?n con un ?guila en su boca, batiendo las alas con audacia en el viento. Se qued? all? con las manos en las caderas; con su estructura muscular a?n m?s amplia, como si estuviera enraizado a la cubierta y mir? hacia el vaiv?n de las olas luminiscentes del Ambrek. A lo lejos, apareciendo a la vista, estaba la orilla del Anillo. Por fin. El coraz?n de R?mulo renaci? con ilusi?n, al mirar al Anillo por primera vez. En su barco navegaban sus mejores hombres elegidos cuidadosamente, varias docenas de ellos y detr?s navegaban miles de los mejores barcos de Imperio. Una gran armada, llenando el mar, todos navegando con la bandera del Imperio. Ellos hab?an hecho una larga traves?a, rodeando el Anillo, decididos a llegar en el lado de McCloud. R?mulo planeaba entrar a hurtadillas de su antiguo jefe, Andr?nico, y asesinarlo cuando menos lo esperara. Sonri? ante ese pensamiento. Andr?nico no ten?a ninguna idea de la fuerza o la astucia de su hombre n?mero dos al mando, y estaba a punto de aprenderlo de mala manera. Nunca debi? haberlo subestimado. Hubo enormes olas, y R?mulo se deleitaba con el fr?o roc?o que ca?a en su cara. En su brazo agarr? el manto m?gico que hab?a obtenido en el bosque, y sinti? que iba a funcionar, que iba a llevarlo al otro lado del Ca??n. Sab?a que cuando se lo pusiera, ser?a invisible, ser?a capaz de penetrar el Escudo, de cruzar solo el Anillo. Su misi?n requerir?a sigilo y astucia y sorpresa. Sus hombres no pod?an seguirlo, por supuesto, pero no necesitaba a ninguno de ellos: una vez que estuviera adentro, encontrar?a a los hombres de Andr?nico – a los hombres del Imperio – y los reunir?a para su causa. ?l los dividir?a y crear?a su propio ej?rcito, su propia guerra civil. Despu?s de todo, los soldados del Imperio quer?an a R?mulo tanto como ellos a Andr?nico. Usar?a a los hombres de Andr?nico contra ?l. R?mulo entonces encontrar?a a un MacGil, lo llevar?a al otro lado del Ca??n, como exig?a el manto, y si era cierta la leyenda, el Escudo ser?a destruido. Con el Escudo desactivado, convocar?a a todos sus hombres y toda su flota entrar?a y aplastar?an al Anillo para siempre. Entonces, finalmente, R?mulo ser?a el ?nico gobernante del universo. Respir? profundo. Ya casi pod?a saborearlo. ?l hab?a estado luchando toda su vida por este momento. R?mulo mir? hacia el cielo rojo intenso, el segundo sol se estaba poniendo, era una enorme bola en el horizonte, emitiendo un brillo azul claro, a esta hora del d?a. Era la hora del d?a en que R?mulo rogaba a sus dioses, el dios de la Tierra, el dios del Mar, el dios del Cielo, el dios del viento – y sobre todo, el dios de la guerra. ?l sab?a que necesitaba apaciguarles a todos. Estaba preparado: hab?a tra?do muchos esclavos para sacrificarlos, sabiendo que su sangre derramada le dar?a poder. Las olas chocaban a su alrededor mientras se acercaban a tierra. R?mulo no esper? a que los otros bajaran las cuerdas, sino que prefiri? saltar del casco tan pronto como la proa toc? la arena, cayendo unos seis metros y aterrizando sobre sus pies, hasta su cintura, en el agua. ?l ni siquiera parpade?. R?mulo se acerc? a la orilla como si fuera due?o de ella, dejando sus pesadas huellas en la arena. Detr?s de ?l, sus hombres bajaron las cuerdas y todos comenzaron a bajar de la embarcaci?n, mientras llegaba un barco tras otro. R?mulo observ? toda su obra, y sonri?. Estaba oscureciendo y ?l hab?a llegado a tierra en el momento perfecto para presentar un sacrificio. ?l sab?a que ten?a que agradecer a los dioses por esto. Se dio vuelta y enfrent? a sus hombres. "?FUEGO!", grit? R?mulo. Sus hombres se apresuraron para construir una enorme fogata, de cuatro metros y medio de altura, hab?a una enorme pila de madera lista, esperando ser encendida, dispersa y en forma de estrella. R?mulo asinti? con la cabeza, y sus hombres arrastraron hacia adelante a una docena esclavos, atados unos a otros. Estaban amarrados a lo largo de la madera de la hoguera, con sus cuerdas aseguradas a ella. Miraban fijamente, con los ojos abiertos de par en par, llenos de p?nico. Gritaban aterrorizados, viendo las antorchas listas y d?ndose cuenta de que estaban a punto de ser quemados vivos. “?NO!", grit? uno de ellos. “?Por favor! ?Se lo ruego! Esto no. ?Cualquier cosa menos esto!". R?mulo los ignor?. En cambio, volvi? la espalda a todo el mundo, dio varios pasos adelante, abri? sus brazos ampliamente y estir? el cuello hasta los cielos. "?OMARUS!", grit?. "?Danos la luz para ver! Acepta mi sacrificio esta noche. Acomp??ame en mi viaje al Anillo. Dame una se?al. ?D?jame saber si voy a tener ?xito! R?mulo baj? sus manos, y al hacerlo, sus hombres se abalanzaron hacia adelante y lanzaron sus antorchas a la madera. Se escucharon horribles gritos, mientras todos los esclavos eran quemados vivos. Salieron chispas por todos lados, mientras R?mulo estaba all? parado, con el rostro radiante, observando el espect?culo. R?mulo asinti? con la cabeza, y sus hombres acercaron a una anciana, sin ojos, con su cara arrugada, con su cuerpo jorobado. Varios hombres la llevaban en un carro, y ella se inclin? hacia adelante, hacia las llamas. R?mulo la observ?, paciente, esperando su profec?a. "Tendr?s ?xito", dijo ella. "A menos que veas los soles converger". R?mulo sonri? ampliamente. ?Los soles convergen? Eso no ha pasado en mil a?os. Estaba euf?rico, un sentimiento de calidez inundaba su pecho. Eso era todo lo que necesitaba saber. Los dioses estaban con ?l. R?mulo agarr? su manto, mont? en su caballo, lo pate? con fuerza, empezando a galopar solo, a trav?s de la arena, hacia el camino que lo llevar?a a la Traves?a del Este, por el Ca??n, y pronto, al centro mismo del Anillo. CAP?TULO OCHO Selese camin? a trav?s de los restos de la batalla, con Illepra a su lado, cada una de ellas revisando cuerpo por cuerpo, buscando se?ales de vida. Hab?a sido un largo y duro viaje desde Silesia, mientras las dos estaban juntas, siguiendo al grupo principal del ej?rcito y atendiendo a los heridos y a los muertos. Se separaron de los otros curanderos y se hab?an convertido en amigas ?ntimas, unidas a trav?s de la adversidad. Ellas se sent?an atra?das naturalmente una a la otra, eran de la misma edad, se parec?an entre ellas, y quiz? lo m?s importante, era que cada una estaba enamorada de un chico MacGil. Selese amaba a Reece; e Illepra, aunque reacia a admitirlo, amaba a Godfrey. Hicieron su mejor esfuerzo para ir al parejo del grupo principal del ej?rcito, abri?ndose paso en zigzag de los campos y bosques y caminos fangosos, buscando constantemente a heridos MacGil. Por desgracia, encontrarlos no fue dif?cil; llenaban el paisaje en abundancia. En algunos casos, Selese fue capaz de curarlos; pero en muchos casos, lo mejor que Illepra y ella pod?an hacer era tapar sus heridas, quitarles el dolor con sus el?xires y permitirles una muerte tranquila. Era desgarrador para Selese. Habiendo sido una curandera en una peque?a ciudad toda su vida, nunca hab?a tratado con algo de esta escala o gravedad. Estaba acostumbrada a manejar raspaduras menores, cortes y heridas o quiz? la picadura ocasional de un Forsyth. Pero no estaba acostumbrada a tal derramamiento de sangre y muerte, a tal gravedad de las heridas y heridos. Le entristec?a profundamente. En su profesi?n, Selese anhelaba curar a la gente y verlos bien; sin embargo, desde que se hab?a embarcado en Silesia, no hab?a visto nada m?s que un rastro interminable de sangre. ?C?mo pod?an los hombres hacerse eso unos a otros? Los heridos eran todos hijos de alguien; padres, maridos. ?C?mo pod?a ser tan cruel la humanidad? Selese estaba m?s descorazonada a?n,  por su falta de capacidad para ayudar a cada persona que encontraba. Sus provisiones estaban limitadas a lo que pod?a cargar, y dada su larga caminata, no era mucho. Los otros curanderos del reino estaban dispersos por todo el Anillo; eran un ej?rcito en s? mismo, pero abarcaban poco y los suministros eran muy pocos. Sin suficientes carruajes, caballos y un equipo de ayudantes, era poco lo que ella pod?a transportar. Selese cerr? los ojos y respir? profundamente mientras caminaba, viendo las caras de los heridos destellar ante ella. Ella hab?a atendido demasiadas veces a soldados heridos mortalmente, gritando de dolor, hab?a visto sus ojos vidriosos y les hab?a dado Blatox. Era un analg?sico eficaz y un tranquilizante efectivo. Pero ?ste no pod?a sanar heridas que supuraban, ni detener la infecci?n. Sin todas sus provisiones, era lo mejor que pod?a hacer. Le daban ganas de llorar y gritarle al mundo al mismo tiempo. Selese e Illepra se arrodillaron junto a un soldado herido, a pocos metros de distancia una de la otra, cada una ocupada suturando una herida con aguja e hilo. Selese hab?a sido forzada a usar esta aguja demasiadas veces, y deseaba tener alguna limpia. Pero no ten?a otra elecci?n. El soldado grit? de dolor cuando ella cosi? una herida vertical, larga, en su b?ceps, que parec?a no querer permanecer cerrada, supurando continuamente. Selese presion? una mano hacia abajo, tratando de contener el flujo sangu?neo. Pero era una batalla perdida. Si tan s?lo hubiese llegado a este soldado un d?a antes, todo hubiese estado bien. Pero ahora su brazo estaba verde. Ella trataba de prevenir lo inevitable. "Va a estar bien", le dijo Selese. "No, no es as?", dijo ?l, con una mirada de la muerte hacia ella. Selese hab?a visto esa mirada demasiadas veces. "D?game”. ?Voy a morir?". Selese respir? hondo y contuvo la respiraci?n. No sab?a qu? responder. Odiaba ser deshonesta. Pero no pod?a soportar dec?rselo. "Nuestros destinos est?n en manos de nuestros creadores", dijo. "Nunca es demasiado tarde para cualquiera de nosotros. Beba", dijo ella, tomando un peque?o frasco de Blatox de la cartera de pociones que llevaba en su cintura, poni?ndolo en sus labios y acariciando su frente. ?l puso sus ojos en blanco, y suspir?, tranquilo por primera vez. "Me siento bien", dijo. Momentos m?s tarde, sus ojos se cerraron. Selese sinti? rodar una l?grima por su mejilla y r?pidamente la limpi?. Illepra termin? con sus heridos y cada una de ellas se levant?, agotada, y continuaron caminando juntas hacia el interminable sendero, pasando cad?ver tras cad?ver. Se dirigieron, inevitablemente, hacia el Este, siguiendo al grupo principal del ej?rcito. "?Acaso estamos haciendo algo aqu??", pregunt? finalmente Selese, tras un largo silencio. "Por supuesto", respondi? Illepra. "No parece ser as?", dijo Selese. "Hemos salvado a tan pocos y perdido a tantos otros". "?Y qu? hay de esos pocos?", pregunt? Illepra. "?No valen nada?". Selese pens?. "Por supuesto que s?", dijo ella. "?Y qu? hay de los otros?". Selese cerr? los ojos e intent? pensar en ellos; pero ahora solamente eran caras borrosas. Indra mene? la cabeza. "Est?s pensando de manera equivocada. Eres una so?adora. Muy ingenua. No puedes salvar a todo el mundo. Nosotros no empezamos esta guerra. S?lo la seguimos”. Siguieron caminando en silencio, yendo cada vez m?s al Este, pasando campos de cad?veres. Selese estaba feliz, al menos, por la compa??a de Illepra. Se hac?an compa??a mutuamente y se daban consuelo y hab?an compartido conocimientos y remedios en el camino. Selese estaba asombrada por la amplia gama de hierbas de Illepra, que ella no hab?a conocido; Illepra, a su vez, se sorprend?a continuamente por las extraordinarias pomadas que Selese hab?a descubierto en su peque?o pueblo. Se complementan bien una a la otra. Mientras caminaban, examinando una vez m?s a los muertos, Selese dirigi? sus pensamientos hacia Reece. A pesar de todo lo que hab?a a su alrededor, no pod?a sacarlo de su mente. Ella hab?a viajado todo el camino a Silesia para encontrarlo, para estar con ?l. Pero el destino los hab?a separado demasiado pronto, esta est?pida guerra los mandaba en diferentes direcciones. Se preguntaba a cada momento si Reece estaba a salvo. Se preguntaba exactamente en qu? campo de batalla estaba. Y a cada cad?ver que ve?a, r?pidamente le miraba la cara con un sentimiento de temor, esperando y rezando para que no fuera Reece. Sent?a un nudo en el est?mago con cada cuerpo al que se acercaba, hasta que lo volteaba y le ve?a la cara y notaba que no era ?l. Con cada uno, suspiraba de alivio. Sin embargo, cada paso que daba la hac?a sentir al borde, siempre temiendo encontrarlo con los heridos – o peor a?n, con los muertos. No sab?a si podr?a seguir adelante, si as? fuera. Estaba decidida a encontrarlo, vivo o muerto. Ella hab?a viajado hasta aqu?, y no volver?a hasta saber el destino de ?l. "No he visto ninguna se?al de Godfrey", dijo Illepra, pateando piedras conforme caminaban. Illepra hab?a hablado de Godfrey intermitentemente desde que se hab?an ido, y era obvio que tambi?n estaba enamorada de ?l. "Ni yo", dijo Selese. Era un di?logo constante entre las dos, cada uno embelesada por los dos hermanos, Reece y Godfrey, dos hermanos que no pod?an ser m?s diferentes uno del otro. Selese no pod?a entender lo que Illepra ve?a en Godfrey, personalmente. Para ella era s?lo un borracho, un hombre tonto, que no deb?a ser tomado en serio. Era divertido y gracioso y sin duda, ingenioso. Pero no era el tipo de hombre que quer?a Selese. Selese quer?a a un hombre sincero, serio, pasional. Anhelaba tener a un hombre que tuviera caballerosidad, honor. Reece era el indicado para ella. "No s? c?mo pudo ?l haber sobrevivido a todo esto", dijo Illepra tristemente. "Lo amas, ?verdad?", pregunt? Selese. Illepra enrojeci? y se dio vuelta. "Nunca dije nada acerca del amor", dijo ella, defensivamente. "Solamente estoy preocupada por ?l. Es s?lo un amigo". Selese sonri?. "?En serio? Entonces, ?por qu? no paras de hablar de ?l?". "?Eso hago?", pregunt? Illepra, sorprendida. "No me hab?a dado cuenta". "S?, constantemente". Illepra se encogi? de hombros y guard? silencio. "Supongo que me saca de quicio, de alguna manera. A veces me pone furiosa. Constantemente estoy sac?ndolo a rastras de las tabernas. Me promete todo el tiempo, que nunca volver?. Pero siempre lo hace”. Es exasperante, realmente. Lo destruir?a, si pudiera”. "?Es por eso que est?s tan ansiosa por encontrarlo?", pregunt? Selese. "?Para destruirlo?". Ahora fue turno de Illepra sonre?r. "Tal vez no", dijo ella. "Tal vez tambi?n quiero darle un abrazo". Ellas rodearon una colina y se encontraron con un soldado, de Silesia. Estaba debajo de un ?rbol, gimiendo, con su pierna evidentemente rota. Selese pod?a verlo desde aqu?, con su ojo de experta. Cerca de all?, atado al ?rbol, estaban dos caballos. Fueron corriendo a su lado. Mientras Selese atend?a sus heridas, una profunda cuchillada en el muslo, no pudo evitar preguntarle lo mismo que a todos los soldados que encontraba. "?Han visto a alguien de la familia real?", pregunt? ella. ?Han visto a Reece?". Todos los otros soldados se hab?an dado vuelta y negaron con la cabeza y apartaron la mirada, y Selese estaba tan acostumbrada a la decepci?n, que  ya esperaba una respuesta negativa. Pero, para su sorpresa, este soldado asinti? con la cabeza. "No he cabalgado con ?l, pero s? lo he visto, s?, se?ora". Los ojos de Selese se abrieron de par en par de emoci?n y esperanza. “?Est? vivo? ?Est? herido? ?Sabe d?nde est??", pregunt? ella, con el coraz?n acelerado, agarrando la mu?eca del hombre. ?l asinti?. “S?. Est? en una misi?n especial. Recuperar la Espada". "?Qu? espada?". Pues la Espada del Destino. Ella lo mir? con asombro. La Espada del Destino. La espada de la leyenda. "?D?nde?", pregunt? ella, desesperada. "?D?nde est? ?l?" "Se fue a la Traves?a del Este". La Traves?a del Este, pens? Selese. Eso estaba lejos, muy lejos. No hab?a manera de llegar a pie. No a este ritmo. Y si Reece estaba ah?, seguramente estaba en peligro. Seguramente, necesitaba de ella. Cuando termin? de atender al soldado, not? los dos caballos atados al ?rbol. Dada la pierna rota de este hombre, no hab?a forma de que ?l pudiera montarlos. Esos dos caballos no le servir?an a ?l. Y pronto morir?an, si no se les atend?a. El soldado se dio cuenta de que ella los miraba. "T?melos, se?ora", le dijo. "No los necesito”. "Pero son suyos", dijo ella. "No puedo montarlos. No estando as?. Usted les dar? buen uso. T?melos y encuentre a Reece. Es un largo camino desde aqu? y no podr? llegar a pie. Me ha ayudado enormemente. No morir? aqu?. Tengo comida y agua para tres d?as. Los hombres vendr?n por m?. Todo el tiempo hay patrullas aqu?. T?melos y vaya”. Selese estrech? la mu?eca de ?l, rebosante de gratitud. Se volvi? hacia Illepra, decidida. "Debo ir y encontrar a Reece. Lo siento. Hay dos caballos aqu?. Puedes tomar el otro e ir a donde necesites. Tengo que cruzar el Anillo, para ir a la Traves?a del Este. Lo siento. Pero tengo que dejarte”. Selese mont? su caballo y se sorprendi? cuando Illepra se abalanz? y mont? el que estaba al lado de ella. Illepra extendi? la mano con su espada corta y cort? la cuerda que ataba a los caballos al ?rbol. Ella se dirigi? a Selese y sonri?. "?Realmente pensaste que despu?s de todo lo que hemos pasado, te dejar?a ir sola?", pregunt? ella. Selese sonri?. "Supongo que no", respondi? ella. Las dos patearon sus caballos, y se fueron, corriendo por el camino, yendo todav?a m?s al Este, al lugar, or? Selese, donde estaba Reece. CAP?TULO NUEVE Gwendolyn se hizo ovillo, bajando su barbilla contra el viento y la nieve, mientras caminaba por el interminable campo blanco, con Alistair, Steffen y Aberthol a su lado, Krohn a sus pies. Los cinco hab?an estado caminando durante horas, desde que hab?an cruzado el Ca??n y entrado en el Mundo de las Tinieblas, y Gwen estaba agotada. Sus m?sculos y est?mago le dol?an, sent?a dolores agudos disparando a trav?s de ella, cuando el beb? se mov?a. Era un mundo de nieve blanca, cayendo implacablemente, azotando en sus ojos, el horizonte no ofrec?a respiro. No hab?a nada que rompiera la monoton?a del paisaje; Gwen sent?a como si estuviera caminando hasta los confines de la tierra. Tambi?n hab?a m?s fr?o, y a pesar de sus pieles, Gwendolyn sent?a el fr?o penetrando en sus huesos. Sus manos ya estaban entumecidas. Ella vio a los dem?s temblando, tambi?n, todos luchando contra el fr?o, y empez? a preguntarse si hab?a cometido un grave error al venir aqu?. Aunque Argon estuviera aqu?, sin alg?n indicador de alg?n tipo en el horizonte, ?c?mo podr?a encontrarlo? No hab?a ning?n rastro, ning?n camino, y Gwen sent?a una sensaci?n de desesperaci?n, ya que no ten?a ni idea de hacia d?nde se dirig?an. Todo lo que sab?a era que iban lejos del Ca??n, m?s al norte. Incluso aunque encontraran a Argon, ?c?mo podr?an liberarlo? ?Podr?a ser liberado? Gwen sinti? que hab?a viajado a un lugar que no era para los seres humanos, a un lugar sobrenatural, exclusivo para hechiceros y druidas y fuerzas misteriosas de la magia, que ella no comprend?a. Sent?a que estaba invadiendo. Gwen sinti? otro dolor agudo en su est?mago y sinti? que el beb? se daba vuelta dentro de ella una y otra vez. ?ste era tan intenso, que casi se qued? sin aliento, y se tambale? por un momento. Ella sinti? una mano reconfortante que sujetaba su mu?eca y la estabilizaba. "Mi se?ora, ?se encuentra bien?", pregunt? Steffen, llegando r?pidamente a su lado. Gwen cerr? los ojos, respir? profundo, ten?a los ojos llorosos por el dolor y asinti? con la cabeza. Ella se detuvo un momento y coloc? una mano sobre su est?mago y esper?. Su beb? claramente no estaba feliz de estar aqu?. Tampoco lo estaba ella. Gwen se qued? ah? unos instantes, respirando profundamente, hasta que finalmente pas? el dolor. Se pregunt? otra vez si se hab?a equivocado al venir aqu?; pero ella pens? en Thor, y su deseo de salvarlo superaba todo lo dem?s. Empezaron a caminar de nuevo, y como el dolor continuaba, Gwendolyn no solo tem?a por su beb?, sino tambi?n por los dem?s. En estas condiciones, no sab?a cu?nto podr?an durar; ella no sab?a ni siquiera si podr?an dar marcha atr?s en este punto. Estaban atorados. Todo era territorio inexplorado, sin ning?n mapa y sin fin a la vista. El cielo estaba te?ido de una luz p?rpura, todo te?ido en ?mbar y violeta, haci?ndola sentir a?n m?s desorientada. No se sab?a si era de d?a o de noche aqu?. Era una marcha interminable hacia la nada. Aberthol hab?a estado en lo cierto: esto era realmente otro mundo, un abismo de nieve y vac?o, el lugar m?s desolado que hab?a visto en su vida. Gwendolyn hizo una pausa por un momento para recobrar el aliento y al hacerlo, sinti? una mano c?lida, tranquilizadora en su est?mago y le sorprendi? el calor. Se volvi? para ver a Alistair parada a su lado, poniendo una mano sobre su est?mago, mir?ndola con preocupaci?n. "Est?s embarazada", dijo. Fue m?s una afirmaci?n que una pregunta. Gwendolyn la mir?, sorprendida de que ella lo supiera, especialmente porque su est?mago a?n se ve?a plano. Sin embargo, ya no ten?a la fuerza para mantenerlo en secreto, y ella asinti?. Alistair tambi?n asinti? con la cabeza. "?C?mo lo supiste?", pregunt? Gwen. Pero Alistair simplemente cerr? los ojos y respir? profundo, manteniendo su mano en el est?mago de Gwen. Gwen se sinti? reconfortada y sinti? un calor curativo difundi?ndose a trav?s de ella. "Es un ni?o muy fuerte", dijo Alistair, con los ojos todav?a cerrados. "Tiene miedo. No est? enfermo. Estar? bien. Le estoy quitando sus temores ahora”. Gwendolyn sent?a ondas de luz y calor corriendo a trav?s de ella. Pronto se sinti? totalmente recuperada. Gwen estaba llena de gratitud y amor hacia Alistair; inexplicablemente se sinti? apegada a ella. "No s? c?mo darte las gracias", dijo Gwendolyn mientras se levantaba, sinti?ndose casi normal otra vez, mientras Alistair quitaba su mano. Alistair baj? su cabeza humildemente. "No hay nada que agradecerme", contest?. “Es mi trabajo”. "No me dijo que estaba embarazada, mi se?ora", dijo Aberthol con seriedad. "Si lo hubiera sabido, nunca le habr?a aconsejado hacer este viaje". "Mi se?ora, no ten?a idea", dijo Steffen. Gwendolyn se encogi? de hombros, supersticiosa, no queriendo toda esa atenci?n hacia su beb?. "?Y qui?n es el padre?", pregunt? Aberthol. Gwen tuvo un profundo sentido de ambivalencia, al decir la palabra: "Thorgrin”. Gwen se sent?a desgarrada. Sent?a oleadas de culpa por lo que le hab?a hecho a Thor, por c?mo se hab?an despedido; tambi?n ten?a sentimientos encontrados acerca del linaje del ni?o. Ella imaginaba la cara de Andr?nico y se estremec?a. Aberthol asinti? con la cabeza. "Es de un excelente linaje", dijo. "Lleva a un guerrero dentro de usted". "Mi se?ora, dar?a mi vida para proteger a su hijo", dijo Steffen. Krohn se acerc?, inclin? su cabeza en su est?mago y lo lami? varias veces, lloriqueando. Gwen estaba abrumada por la amabilidad de ellos y se sinti? apoyada. De repente, Krohn se dio vuelta y sorprendi? a todos al gru?ir con sa?a. Dio varios pasos hacia adelante en la nieve cegadora, con los pelos de punta. ?l se asom? en la nieve, ignor?ndolos. Gwen y los dem?s se miraban, perplejos. Gwen se asom? en la nieve, pero no pudo ver nada. Nunca hab?a o?do a Krohn gru?ir as?. "?Qu? pasa, Krohn?", pregunt? ella, nerviosa. Krohn continu? gru?endo, avanzando lentamente, y Gwen, nerviosa, baj? su mano a la daga que estaba en su cintura, mientras los dem?s tambi?n pon?an sus manos sobre sus armas. Ellos esperaron y estuvieron alertas. Por ?ltimo, de la nieve cegadora surgi? una docena de criaturas. Eran aterradoras, totalmente blancas, con enormes ojos amarillos y cuatro colmillos largos, amarillos, m?s grandes que los lobos. Eran m?s grandes que Krohn, y cada uno ten?a dos cabezas con largos colmillos, descendiendo casi treinta cent?metros. Emit?an un ruido bajo, constante, salvaje, cuando se acercaron al grupo, esparcidos en un amplio semic?rculo. Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697031&lfrom=688855901) на ЛитРес. 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