*** Твоей Луны зеленые цветы… Моей Луны беспечные рулады, Как светлячки горят из темноты, В листах вишневых сумрачного сада. Твоей Луны печальный караван, Бредущий в даль, тропою невезенья. Моей Луны бездонный океан, И Бригантина – вера и спасенье. Твоей Луны – печальное «Прости» Моей Луны - доверчивое «Здравствуй!» И наши параллельные пути… И З

Encontrada

Encontrada Morgan Rice Diario de un Vampiro #8 En ENCONTRADA (Libro # 8 del Diario del vampiro), Caitlin y Caleb despiertan en el a?o 33 dC, en el antiguo Israel, y se sorprenden al encontrarse en la ?poca de Cristo. El antiguo Israel es un lugar de lugares sagrados, de antiguas sinagogas y de reliquias perdidas. Es el lugar m?s cargado de espiritualidad en el universo-y en el a?o 33 dC, el a?o de la crucifixi?n de Cristo, es la ?poca con la mayor carga de espiritualidad. En el centro de su capital, Jerusal?n, se encuentra el Templo Sagrado de Salom?n, en cuyo interior se encuentra el Santo de los Santos y el Arca de Dios. Y en estas calles, Cristo dar? sus pasos finales para ser crucificado. Jerusal?n est? llena de gente de todas las religiones y creencias, bajo la atenta mirada de los soldados romanos y su prefecto, el poder de Poncio Pilato. La ciudad tambi?n tiene un lado oscuro, con sus calles laber?nticas y callejuelas que conducen a sus secretos ocultos y a sus templos paganos. Finalmente, Caitlin ahora tiene las cuatro llaves pero a?n debe encontrar a su padre. Su b?squeda la lleva a Nazaret, a Capernaum, a Jerusal?n, siguiendo un sendero m?stico de secretos y pistas tras las huellas de Cristo. Tambi?n, la lleva al antiguo Monte de los Olivos, a Aiden y su cofrad?a, y los secretos y reliquias m?s poderosos que nunca antes hab?a visto. Con cada movimiento, su padre est? s?lo a un paso de distancia. Pero el tiempo es clave: Sam se volvi? hacia el lado oscuro, y tambi?n ha aterrizado en esta ?poca para unirse con Rexius, el l?der de la cofrad?a malvada, y ambos buscar?n ganarle Escudo a Caitlin. Rexius no se detendr? ante nada para destruir a Caitlin y a Caleb y, con Sam de su lado y un nuevo ej?rcito, las probabilidades est?n a su favor. Para empeorar las cosas, Scarlet ha llegado sola, separada de sus padres. Vaga solo con Ruth por las calles de Jerusal?n, y mientras comienza a descubrir sus propios poderes, tambi?n se encuentra en un grave peligro como nunca antes. Sobre todo cuando descubre que ella tambi?n guarda un gran secreto. ?Caitlin encontrar? a su padre? ?Encontrar? el antiguo escudo de los vampiros? ?Se reencontrar? con su hija? ?Su propio hermano tratar? de matarla? ?Y su amor por Caleb sobrevivir? este ?ltimo viaje de regreso en el tiempo? morgan rice Encontrada (libro #8 del Diario del Vampiro) Acerca de Morgan Rice Morgan Rice es la escritora de bestsellers # 1 de LOS DIARIOS DE LA VAMPIRESA, una serie para j?venes adultos que comprende once libros (y contando) ; la serie bestseller # 1 LA TRILOGIA DE LA SUPERVIVENCIA, un thriller post-apocal?ptico que comprende dos libros (y contando) ; y la serie de fantas?a ?pica bestseller # 1 EL ANILLO DEL BRUJO, que comprende trece libros (y contando). Los libros de Morgan est?n disponibles en audio e impresos, y han sido traducidos al alem?n, franc?s, italiano, espa?ol , portugu?s, japon?s, chino, sueco, holand?s, turco, h?ngaro, checo y eslovaco (y en m?s idiomas pr?ximamente). A Morgan le encantar? saber de ustedes, por favor no dude en visitar www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirse a la lista de correos electr?nicos, recibir un libro gratis, regalos gratis, descargar la aplicaci?n gratuita, recibir las ?ltimas noticias exclusivas, conectarse en Facebook y Twitter, y ?estar en contacto! Aclamada por EL DIARIO DEL VAMPIRO "Rice hace un gran trabajo arrojando a los lectores en la historia desde el principio, demostrando una gran calidad descriptiva que trasciende la mera recreaci?n del ambiente … La novela est? muy bien escrita y es extremadamente r?pida de leer."     Cr?ticas –Black Lagoon (sobre Convertida) "Una historia ideal para los j?venes lectores. Morgan Rice ha hecho un buen trabajo d?ndole un giro interesante … es refrescante y ?nica. La serie se centra en torno a una chica … ?una chica extraordinaria! … Es f?cil de leer, con un ritmo extremadamente r?pido … Calificaci?n PG ".     --The Romance Reviews (sobre Convertida) "Me llam? la atenci?n desde el principio y no pod?a dejar de leerla … .Esta historia es una aventura incre?ble con un ritmo r?pido y llena de acci?n desde el principio. No hay oportunidad para aburrirse."     --Paranormal Romance Guild (sobre Convertida) "Est? repleta de acci?n, romance, aventura y suspenso. ?Ponga sus manos en este libro y enam?rese nuevamente."     --vampirebooksite.com (sobre Convertida) "Una gran trama y, sobre todo, es la clase de libro que tendr? problemas para dejar de leer por la noche. El final cre? un suspenso tan espectacular que inmediatamente voy a querer comprar el siguiente libro, s?lo para saber c?mo sigue.”.     --The Dallas Examiner (sobre Amada) "Un libro que rivaliza con TWILIGHT y con VAMPIRE DIARIES, y ?uno que te har? querer seguir leyendo hasta la ?ltima p?gina! Si te gusta la aventura, el amor y los vampiros, ?este libro es para ti! "     --Vampirebooksite.com (sobre Convertida) "Morgan Rice prueba de nuevo que es una narradora de gran talento … .Este apelar?a a una amplia variedad de p?blicos, incluyendo a los aficionados m?s j?venes del g?nero de vampiros / fantas?a. Termina con un suspenso inesperado que te dejar? conmocionado ".     --The Romance Reviews (sobre Amada) Libros de Morgan Rice EL ANILLO DEL BRUJO UNA B?SQUEDA DE H?ROES (Libro # 1) UN MARZO DE REYES (Libro # 2) EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro # 3) UN GRITO DE HONOR (Libro n ? 4) UN VOTO DE GLORIA (Libro n ? 5) UNA CARGA DE VALOR (Libro # 6) UN RITO DE ESPADAS (Libro n ? 7) UNA CESI?N DE ARMAS (Libro # 8) UN CIELO DE HECHIZOS (Libro n ? 9) UN MAR DE ESCUDOS (Libro # 10) UN REINADO DE ACERO (Libro # 11) UNA TIERRA DE FUEGO (Libro n ? 12) UNA REGLA DE REINAS (Libro n ? 13) LA TRILOG?A DE LA SUPERVIVENCIA ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro # 1) ARENA DOS (Libro # 2) LOS DIARIOS DE LA VAMPIRESA CONVERTIDA (Libro # 1) AMADA (Libro # 2) TRAICIONADA (Libro # 3) DESTINADA (Libro # 4) DESEADA (Libro # 5) COMPROMETIDA (Libro # 6) JURADA (Libro # 7) ENCONTRADA (Libro # 8) RESUCITADA (Libro # 9) DESEADA (Libro # 10) DESTINADA (Libro # 11) ?Descarga los libros de Morgan Rice ahora mismo! ?Escucha la serie del Diario del Vampiro en formato de audio libro! Derechos Reservados © 2012 Morgan Rice Todos los derechos reservados. Ninguna porci?n de este libro podr? ser reproducida, almacenada en alg?n sistema de recuperaci?n, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio o ser guardado en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin la autorizaci?n previa del autor. Este libro electr?nico est? disponible s?lo para su disfrute personal. Este libro electr?nico no puede ser re- vendido o regalado a otras personas. Si usted desea compartir este libro con otra persona, por favor adquiera una copia adicional para cada destinatario. Si usted est? leyendo este libro y no lo compr? , o no lo compr? s?lo para su uso individual, por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Muchas gracias por respetar el trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes , empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o han sido usados como ficci?n. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es total coincidencia. Modelo de la portada: Jennifer Onvie. Fotograf?a de la portada: Adam Luke Studios, New York. Maquillista de la modelo: Ruthie Weems. Si deseas ponerte en contact con estos artistas, comun?cate con Morgan Rice. HECHO: Aunque aun se desconoce la fecha exacta de la muerte de Jes?s, muchos creen que muri? el 3 de abril del a?o 33 DC HECHO: La sinagoga de Cafarna?m (Israel), una de las m?s antiguas del mundo, es uno de los pocos lugares que quedan donde Jes?s imparti? sus ense?anzas. Tambi?n es all? donde san? a un hombre "que ten?a el esp?ritu de un demonio inmundo." HECHO: La actual Iglesia actual del Santo Sepulcro en Jerusal?n, una de las iglesias m?s sagradas del mundo, fue construida en el lugar donde Jes?s fue crucificado y supuestamente resucit?. Pero, parad?jicamente, antes de que se construyera esta iglesia, en los primeros 300 a?os despu?s de su crucifixi?n, este lugar fue ocupado por un templo pagano REALIDAD: Despu?s de la ?ltima Cena, Jes?s fue traicionado por Judas en el antiguo jard?n de Getseman? HECHO: Tanto el juda?smo como el cristianismo sostienen que habr? un Apocalipsis, el fin de los d?as, cuando un Mes?as llegar?, y quienes han muerto podr?n resucitar. El juda?smo sostiene que cuando el Mes?as llegue, los primeros en ser resucitados ser?n quienes fueron enterrados en el Monte de los Olivos "Voy a besar tus labios; Por ventura alg?n veneno a?n cuelgue de ellos, Para restaurar la muerte. O daga feliz! "     --William Shakespeare, Romeo y Julieta CAP?TULO UNO Nazareth, Israel (Abril, 33 A.D.) Sue?os perturbadores inundaban la mente de Caitlin. Su mejor amiga Polly ca?a por un precipicio extendiendo la mano tratando de tomar la suya, pero Caitlin no lograba agarr?rsela. Tambi?n vio a su hermano Sam que hu?a de su lado atravesando un campo sin fin; ella lo persegu?a pero, por m?s r?pido que corriera, no lograba alcanzarlo. Vio a Kyle y a Rynd sacrificar, ante sus ojos, a los miembros su cofrad?a, los cortaban en pedazos y rociaban la sangre sobre ella. La sangre se transformaba en una puesta de sol color rojo sangre, que se cern?a sobre la ceremonia de su boda con Caleb. Pero, ellos eran las dos ?nicas personas que restaban en la boda, los ?ltimos que quedaban en el mundo, y estaban de pie en el borde de un acantilado contra un cielo rojo sangre. Y entonces vio, a la deriva en aguas turbulentas, a su hija, Scarlet, sentada en un peque?o barco de madera, sola en un mar vast?simo. Scarlet sosten?a las cuatro llaves que Caitlin necesitaba para encontrar a su padre. Pero mientras Caitlin la observaba, Scarlet levant? la mano y las dej? caer en el agua. "Scarlet" Caitlin trat? de gritar. Pero su voz no sali? y, mientras miraba, Scarlet se alejaba cada vez m?s de ella, hacia mar adentro mientras enormes nubes de tormenta se juntaban en el horizonte. “?Scarlet!" Caitlin Paine se despert? gritando. Se sent? respirando con dificultad y mir? a su alrededor tratando de orientarse. Estaba oscuro y la ?nica luz entraba por una peque?a abertura a unos veinte metros de ella. Parec?a que estaba en un t?nel. O tal vez en una cueva. Caitlin sinti? algo duro debajo de ella y se dio cuenta de que estaba acostada sobre un piso de tierra, encima de rocas peque?as. Hac?a calor y estaba lleno de polvo. Dondequiera que estuviera, no era Escocia. Se sent?a caluroso y seco como si estuviera en un desierto. Caitlin se sent? frot?ndose la cabeza y entrecerrando los ojos en la oscuridad mientras trataba de distinguir entre el sue?o y la realidad. Sus sue?os eran tan v?vidos y su realidad tan surrealista que se le hac?a m?s y m?s dif?cil distinguir la diferencia. A medida que recuperaba su respiraci?n y se sacud?a los malos pensamientos, Caitlin empez? a darse cuenta de que hab?a regresado en el tiempo. Estaba viva en alguna parte. En alg?n otro lugar y en otra ?poca. Sinti? capas de suciedad en su piel, en el pelo, los ojos, y necesitaba ba?arse. Hac?a tanto calor all? dentro que le era dif?cil respirar. Caitlin sinti? un bulto familiar en su bolsillo y rod? sobre ella; con alivio vio que su diario hab?a viajado tambi?n. Inmediatamente palp? su otro bolsillo y sinti? las cuatro llaves, y luego levant? la mano y toc? su collar. Todo hab?a viajado. Eso la alivi?. Entonces, ella se acord?. Inmediatamente, se dio vuelta para verificar si Caleb y Scarlet hab?an regresado con ella. En la oscuridad, distingui? una silueta acostada que no se mov?a y, primeramente, se pregunt? si era un animal. Pero, a medida que sus ojos se adaptaban a la oscuridad, se dio cuenta de que ten?a forma humana. Se levant? lentamente, sent?a su cuerpo dolorido y r?gido despu?s de haber estado acostada sobre las rocas, y se acerc? al bulto. Atraves? la cueva, se arrodill?, y empuj? suavemente el hombro de la forma de gran tama?o. Ya sab?a quien era: no necesitaba que ?l se volteara. Hab?a podido sentirlo desde el otro lado de la cueva. Era, lo sab?a aliviiada, su ?nico amor. Su marido. Caleb. Mientras ?l rodaba sobre su espalda, ella or? para que ?l hubiera regresado en buen estado de salud. Que se acordara de ella. Por favor, rog?. Por favor. S?lo una ?ltima vez. Deja que Caleb haya sobrevivido el viaje. Cuando Caleb se dio vuelta, ella se sinti? aliviada al comprobar que sus facciones estaban intactas. No ve?a ning?n signo de lesi?n. Al mirar m?s de cerca, la tranquiliz? ver que ?l respiraba, su pecho sub?a y bajaba lentamente, y sus p?rpados temblaban. Dej? escapar un gran suspiro de alivio cuando Caleb abri? los ojos. “?Caitlin?", ?l le pregunt?. Caitlin se ech? a llorar. Su coraz?n se dispar? mientras se inclinaba sobre ?l y lo abrazaba. Hab?an regresado juntos. ?l estaba vivo. Eso era todo lo que necesitaba. No ped?a nada m?s al mundo. ?l la abraz?, y ella lo sostuvo durante mucho tiempo, sintiendo sus m?sculos ondular. Se sent?a muy aliviada. Lo amaba m?s de lo que pudiera decir. Hab?an regresado en el tiempo juntos tantas veces y a tantos lugares, hab?an visto juntos muchas cosas, hab?an tenido buenos y malos momentos, hab?an sufrido mucho y hab?an celebrado tambi?n. Pens? en todas las veces que casi se perdieron el uno del otro, la vez cuando ?l no la recordaba, cuando lo envenenaron … Los obst?culos para estar juntos parec?an no tener fin. Y ahora, por fin, lo hab?an logrado. Otra vez estaban juntos en ?ste, el ?ltimo viaje de regreso. ?Quer?a decir que estar?an juntos para siempre? Caitlin se pregunt?. Lo deseaba con cada fibra de su ser. No m?s viajes de regreso al pasado. Esta vez, estar?an juntos para siempre. Mientras Caleb le devolv?a la mirada, ella not? que ?l parec?a tener m?s edad. Mir? sus brillantes ojos marrones y pudo sentir el amor fluir de ?l. Ella sab?a que ?l estaba pensando lo mismo que ella. Mientras ella lo miraba a los ojos, todos los recuerdos le vinieron de golpe. Record? su ?ltimo viaje, Escocia. Todo regres? como si fuera un sue?o horrible. Al principio, hab?a sido muy hermoso. El castillo, encontrarse con todos sus amigos. La boda. Mi Dios, la boda. Era la m?s hermosa que jam?s hubiera so?ado. Baj? la vista y mir? su dedo; ah? estaba el anillo. Todav?a estaba all?. El anillo hab?a viajado tambi?n. Esta muestra de su amor hab?a sobrevivido al viaje. Casi no pod?a creerlo. Ella se hab?a casado realmente. Y con ?l. Ella lo tom? como una se?al: si el anillo hab?a podido retroceder en el tiempo, entonces su amor tambi?n podr?a. Ver el anillo en su dedo realmente la llen? de ilusi?n. Caitlin se puso a pensar c?mo se sent?a ser una mujer casada. Se sent?a diferente. M?s s?lida, m?s segura. Ella siempre hab?a amado a Caleb, y sab?a que ?l tambi?n la amaba. Siempre hab?a sentido que su uni?n ser?a para siempre. Pero ahora que era oficial, se sent?a diferente. Sent?a que los dos eran realmente uno. Entonces, Caitlin pens? y record? lo que hab?a sucedido despu?s de la boda: que debieron dejar a Scarlet, y Sam, y Polly. Hab?a encontrado a Scarlet en el mar, hab?a visto a Aiden y esuchado la terrible noticia. Polly, su mejor amiga, estaba muerta. Sam, su ?nico hermano, se hab?a alejado de ella para siempre y se hab?a vuelto hacia el lado oscuro. Sus compa?eros de cofrad?a hab?an sido sacrificados. Era demasiado para que ella lo pudiera soportar. No pod?a imaginar el horror, o vivir sin Sam- ni Polly cerca. Con una sacudida, sus pensamientos se dirigieron a Scarlet. De repente, presa del p?nico, se apart? de Caleb y empez? a buscar en la cueva mientras se preguntaba si la ni?a hab?a podido regresar tambi?n. Caleb debi? estar pensando lo mismo porque sus ojos se abrieron enormemente. "?D?nde est? Scarlet?", ?l le pregunt?, como siempre leyendo su mente. Caitlin se volvi? y corri? por todos los rincones de la cueva, buscando en las grietas oscuras por una silueta, alguna forma, alguna se?al de Scarlet. Pero no encontr? nada. Busc? fren?ticamente, cruzando la cueva con Caleb y examinando cada cent?metro. Pero Scarlet no estaba all?. No estaba. El coraz?n de Caitlin se hundi?. ?C?mo pod?a ser posible? ?C?mo era posible que ella y Caleb hab?an regresado pero Scarlet no? ?El destino pod?a ser tan cruel? Caitlin volvi? y corri? hacia la luz del sol, a la salida de la cueva. Ten?a que salir a la calle, para ver lo que hab?a all?, para ver si hab?a alguna se?al de Scarlet. Caleb corri? a su lado, y los dos corrieron hacia el sol y se pararon en la entrada de la cueva. Caitlin se detuvo en seco justo a tiempo: una peque?a plataforma sobresal?a de la cueva y luego ca?a hacia la ladera empinada de una monta?a. Caleb se detuvo a su lado. Permanecieron de pie sobre la estrecha cornisa mirando hacia abajo. Por alguna raz?n, de nuevo hab?an aterrizado a cientos de metros de altura, en el interior de una cueva en la monta?a. No hab?a manera de ir hacia arriba o hacia abajo. Y si daban un paso m?s, caer?an en picada cientos de metros hacia abajo. Debajo, se extend?a un valle enorme, que llegaba hasta el horizonte tan lejos como alcanzaba la mirada. Era un paisaje rural, desierto, salpicado de formaciones rocosas y una que otra palmera. A lo lejos hab?a colinas y, debajo hab?a un pueblo con casas de piedra y calles de tierra. Hac?a a?n m?s calor bajo el sol, que era insoportablemente brillante y caliente. Estaban en un lugar y un clima muy diferente al de Escocia. Y por lo rudimentario que se ve?a el pueblo, tambi?n estaban en una ?poca muy diferente. Intercalados entre el polvo y la arena y la roca, hab?a campos sembrados, parches de verde aqu? y all?. Algunos estaban cubiertos de vi?edos que crec?an en filas sobre laderas empinadas y entre ellos hab?a ?rboles que Caitlin no lograba reconocer: ?rboles peque?os de aspecto antiguo con ramas retorcidas y hojas de plata que brillaban bajo el sol. "Olivos", dijo Caleb, leyendo su mente otra vez. ?Olivos? Caitlin se pregunt?. ?D?nde diablos estamos? Ella mir? a Caleb, sintiendo que ?l podr?a reconocer el lugar y la ?poca. Caleb ten?a los ojos muy abiertos; reconoc?a el lugar y eso lo ten?a sorprendido. Se qued? mirando como si estuviera contemplando a un amigo que hab?a perdido hac?a mucho tiempo. "?D?nde estamos?", ella pregunt?, casi con miedo de saber. Caleb inspeccion? el valle frente a ellos y, finalmente, se volvi? y la mir?. Suavemente, ?l dijo: "Nazaret". Hizo una pausa, observ?ndolo todo. "A juzgar por ese pueblo, estamos en el siglo I", dijo, volvi?ndose y mir?ndola con asombro, con los ojos encendidos de emoci?n. "De hecho, creo que podr?amos estar en la ?poca de Cristo.” CAP?TULO DOS Scarlet sinti? que una lengua le lam?a el rostro y abri? los ojos a la luz cegadora del sol. La lengua no se deten?a y, antes de que mirara, sab?a que era Ruth. Abri? un poco los ojos: Ruth estaba inclinada sobre ella gimiendo, la loba se entusiasm? aun m?s cuando Scarlet abri? los ojos. Scarlet sinti? una punzada de dolor cuando trat? de abrir los ojos a?n m?s; la luz cegadora del sol llen? de l?grimas sus ojos que sinti? m?s sensibles que nunca. Ten?a un fuerte dolor de cabeza, se dio cuenta que estaba tendida sobre una calle de adoquines en alguna lugar. La gente corr?a y caminaba junto a ella, era evidente de que estaba en medio de una ciudad bulliciosa. Las personas se apresuraban de aqu? para all?, la calle estaba llena de gente en todas direcciones; Scarlet pod?a o?r el estruendo de la multitud al mediod?a. Mientras Ruth se quejaba y se quejaba, Scarlet se sent? mientras trataba de recordar, de averiguar d?nde estaba. Pero no ten?a ni idea. Antes de que Scarlet pudiera tener en claro lo que hab?a ocurrido, de repente sinti? un pie en las costillas. “?Mu?vete!" dijo una voz profunda. "No puedes dormir aqu?." Scarlet vio una sandalia romana cerca de su cara. Levant? la vista y vio a un soldado romano vestido con una t?nica corta y un cintur?n alrededor de su cintura, de la que colgaba una espada corta de pie junto ella. Llevaba un peque?o casco de lat?n con plumas. El soldado se inclin? y la movi? de nuevo con el pie. La estaba lastimando en el est?mago. "?Escuchaste lo que dije? Mu?vete o te encierro.” Scarlet quer?a escucharlo, pero cuando abr?a aun m?s los ojos, el sol los lastimaba, y ella se sent?a muy desorientada. Trat? de ponerse de pie pero sent?a como si todo se estuviera moviendo en c?mara lenta. El soldado se hizo hacia atr?s para patearla con fuerza en las costillas. Scarlet lo vio venir e, incapaz de reaccionar con la suficiente rapidez, se prepar? para recibir la patada. Scarlet escuch? un gru?ido y vio a Ruth, con su cabello en su espalda erizado, lanzarse al soldado. Ruth captur? el tobillo del soldado en el aire y le hundi? sus afilados colmillos con todas sus fuerzas. El soldado empez? a gritar; sus gritos llenaban el aire mientras la sangre brotaba de su tobillo. Ruth no lo soltaba y lo sacud?a con todas sus fuerzas mientras el soldado r?pidamente perd?a su anterior altivez y se llenaba de miedo. Entonces, se agach? y extrajo su espada. La levant? en lo alto, iba a hundirla en la espalda de Ruth. Fue entonces cuando Scarlet la sinti?. Era como una fuerza que controlaba su cuerpo, como si una potencia extra?a, otra entidad, emergiera en su interior. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, Scarlet estall? en acci?n. No pod?a controlarse y no entend?a lo que le estaba pasando. Con el coraz?n palpitante por la adrenalina, Scarlet se levant? de un salto y agarr? la mu?eca del soldado en el aire en el momento en que bajaba su espada. Mientras sosten?a el brazo del soldado, Scarlet sinti? el poder correr por ella, un poder que nunca antes hab?a sentido. A?n usando todas sus fuerzas, el soldado no pod?a moverse. Ella le apret? la mu?eca, y lo hizo con tanta fuerza que, en estado de shock, por fin ?l dej? caer su espada. La espada aterriz? sobre el empedrado con un sonido met?lico. “Todo est? bien, Ruth," Scarlet dijo en voz baja, y poco a poco Ruth fue soltando el tobillo. Scarlet permaneci? all?, sosteniendo la mu?eca del soldado; lo manten?a encerrado en su abrazo mortal. "Por favor, d?jame ir," ?l le suplic?. Scarlet sinti? el poder fluir a trav?s de ella y supo que, si quer?a, podr?a lastimarlo mucho. Pero no quer?a hacerlo. S?lo quer?a que la dejaran tranquila. Poco a poco, Scarlet lo solt? y lo dej? ir. Con miedo en los ojos, como si acabara de encontrarse con un demonio, el soldado dio media vuelta y huy? sin molestarse siquiera en recuperar su espada. "Vamos a Ruth", dijo Scarlet; sintiendo que podr?a volver con m?s soldados, no quer?a quedarse. Un momento despu?s, las dos corr?an hacia la multitud. Se apresuraron a trav?s de los callejones estrechos y serpenteantes hasta que Scarlet encontr? un rinc?n a la sombra. Sab?a que los soldados no las encontrar?an all?, y quer?a un minuto para pensar y averiguar d?nde estaban. Ruth jadeaba junto a ella, mientras Scarlet tambi?n respiraba con dificultad por el calor. Scarlet estaba asustada y sorprendida de sus propios poderes. Sab?a que hab?a algo diferente, pero no lograba entender lo que le estaba pasando; y tampoco sab?a d?nde estaban los dem?s. Hac?a mucho calor all?, y adem?s estaba en una ciudad llena de gente que no conoc?a. No se parec?a en nada a la Londres donde ella hab?a crecido. Se puso a mirar a toda la gente que pasaba vestida con t?nicas, togas, sandalias, llevando grandes cestas con higos y d?tiles sobre la cabeza y los hombros; algunos llevaban turbantes. Vio antiguos edificios de piedra, callejones serpenteantes, calles estrechas y empedradas, y se pregunt? donde podr?a estar. Eso no era Escocia. Todo se ve?a muy primitivo, sent?a que hab?a regresado miles de a?os en el tiempo. Scarlet miraba por todos lados, con la esperanza de distinguir a su mam? y su pap?. Escudri?? todos los rostros que pasaban, esperando, deseando que alguien se parara y se volteara hacia ella. Pero ellos no se ve?an por ninguna parte. Y con cada cara que pasaba junto a ella, m?s sola se sent?a. Scarlet estaba empezando a entrar en p?nico. No entend?a por qu? hab?a regresado sola. ?C?mo pudieron abandonarla? ?D?nde podr?an estar? ?Ellos tambi?n hab?an regresado? ?Acaso ella no les importaba lo suficiente como para encontrarla? Cuanto m?s tiempo Scarlet se quedaba all?, observando, esperando, m?s se daba cuenta de su situaci?n. Estaba sola. Completamente sola, en una ?poca y un lugar extra?os. Incluso si ellos hab?an regresado en el tiempo, Scarlet no ten?a idea d?nde buscarlos. Scarlet mir? su mu?eca, el antiguo brazalete con la cruz que colgaba y le hab?an dado justo antes de salir de Escocia. Mientras hab?an estado parados en el patio de ese castillo, uno de esos hombres viejos vestidos de blanco se le hab?a acercado y se lo hab?a puesto en la mu?eca. Ella cre?a que era un brazalete muy bonito, pero no sab?a qu? era ni qu? significaba. Ten?a la sensaci?n de que podr?a ser alg?n tipo de pista, pero no ten?a idea de qu?. Sinti? a Ruth frotarse contra su pierna, y ella se arrodill?, le bes? la cabeza y la abraz?. Ruth se quej? en su o?do mientras la lam?a. Al menos ten?a a Ruth. Ruth era como su hermana, y Scarlet estaba tan agradecida de que hubiera regresado con ella y que la hubiera protegido de ese soldado. No hab?a nadie a quien quisiera m?s. Cuando Scarlet de nuevo se puso a pensar en el soldado y en su encuentro con ?l, se dio cuenta de que sus poderes deb?an ser m?s grandes de lo que cre?a. No lograba entender c?mo ella, una ni?a peque?a, lo hab?a podido someter. Sent?a que estaba cambiando, o ya hab?a cambiado, para ser alguien totalmente in?dito. Record? que en Escocia su mam? se lo hab?a explicado. Pero todav?a no acababa de entenderlo. Solo deseaba que todo terminara. S?lo quer?a ser normal, quer?a que las cosas fueran normales, que volvieran a como estaban. S?lo quer?a estar con su mam? y su pap?; quer?a cerrar los ojos y estar de vuelta en Escocia, en ese castillo, con Sam, y Polly, y Aiden. Quer?a regresar a la ceremonia de la boda; quer?a que todos en el mundo se sintieran bien. Pero cuando abri? los ojos, todav?a segu?a all?, sola con Ruth en esa extra?a ciudad y en esa ?poca extra?a. No conoc?a a nadie. Nadie se ve?a amable. Y no ten?a idea a d?nde ir. Hasta que Scarlet ya no lo pudo soportar m?s. Ten?a que seguir adelante. No pod?a estar escondi?ndose y esperando para siempre. Su mam? y su pap? deb?an estar por ah?, en alguna parte. Sinti? una punzada de hambre y oy? a Ruth lloriquear, sab?a que tambi?n ten?a ganas de comer. Ten?a que ser valiente, se dijo. Ten?a que salir y tratar de encontrar a sus padres y tambi?n comida para las dos. Scarlet sali? al bullicioso callej?n, estaba atenta a los soldados; a lo lejos, vio un grupos de ellos patrullando las calles, pero no parec?an estar busc?ndola. Scarlet y Ruth empujaron su paso entre las masas mientras se dirig?an por las callejuelas serpenteantes. Estaba tan lleno all? que hab?a gente por todas direcciones. Pas? junto a vendedores con carritos de madera vendiendo frutas y verduras, panes, botellas de aceite de oliva y vino. Los vendedores estaban uno al lado del otro, hacinados en los callejones, y gritaban para atraer clientes. La gente regateaba con ellos a m?s no poder. Como si no estuviera lo suficientemente lleno, tambi?n hab?a animales -camellos y asnos y ovejas y todo tipo de ganado, conducidos por sus propietarios. Entre ellos corr?an pollos salvajes, gallos y perros. Ol?an terriblemente, y con sus rebuznos constantes, balidos y ladridos contribu?an a elevar el nivel de ruido del mercado. Scarlet sab?a que Ruth tendr?a aun m?s hambre al ver esos animales, entonces se arrodill? y la agarr? por el cuello, para frenarla. “?No Ruth!", Scarlet dijo firmemente. Ruth obedeci? a rega?adientes. Scarlet se sinti? mal por ella pero no quer?a que Ruth matara a esos animales y causara una gran conmoci?n en esa multitud. "Voy a encontrar comida para ti, Ruth", dijo Scarlet. “Te lo prometo." Ruth se quej? de nuevo y Scarlet sinti? una punzada de hambre tambi?n. Scarlet se apresur? para dejar atr?s a los animales y condujo a Ruth por m?s callejones que se retorc?an y giraban, pasando junto a m?s vendedores y m?s callejones. Parec?a que este laberinto nunca terminar?a, y Scarlet casi no pod?a ver el cielo desde all?. Finalmente, Scarlet encontr? un vendedor con un enorme pedazo de carne asada. Pod?a olerla desde lejos, el olor se filtraba por todos sus poros; vio a Ruth mirar la carne mientras se lam?a los labios. Se detuvo mirando la carne boquiabierta. “?Quiere comprar una pieza?" El vendedor, un hombre grande con una bata cubierta de sangre, le pregunt?. Scarlet quer?a un pedazo m?s que cualquier otra cosa. Pero cuando puso la mano en sus bolsillos, no encontr? nada de dinero. Sinti? su brazalete, y se lo habr?a quitado para vend?rselo a ese hombre a cambio de comida. Pero se oblig? a no hacerlo. Sent?a que era algo importante, y entonces us? toda su fuerza de voluntad para contenerse. En cambio, lentamente, tristemente neg? con la cabeza. Agarr? a Ruth y la alej? del hombre. Ruth lloriqueaba y protestaba pero no ten?a otra opci?n. Siguieron adelante y, finalmente, el laberinto se abri? en una plaza luminosa y soleada. A Scarlet le sorprendi? ver el cielo abierto. Despu?s de haber caminado por todos esos callejones, sent?a que, con miles de personas dando vueltas en su interior, la plaza era el espacio m?s amplio y abierto que jam?s hab?a visto. En el centro hab?a una fuente de piedra, y una inmensa pared de piedra que se elevaba cientos de metros rodeando la plaza. Cada piedra era tan ancha que era diez veces su tama?o. Contra esta pared, hab?a cientos de personas de pie, que se lamentaban y rezaban. Scarlet no ten?a idea por qu?, o d?nde estaba, pero sinti? que estaba en el centro de la ciudad, y que este era un lugar muy sagrado. "?Eh, t?!" le lleg? una voz desagradable. Scarlet sinti? que se le pon?an los pelos de punta y poco a poco se volvi?. Un grupo de cinco chicos, sentados sobre una formaci?n rocosa, la estaban mirando fijamente. Estaban todos sucios de pies a cabeza y estaban vestidos con harapos. Eran adolescentes, tal vez de 15 a?os, y Scarlet vio la maldad en sus rostros. Ellos estaban buscando problemas y hab?an ubicado a su pr?xima v?ctima; Scarlet se pregunt? si era tan evidente que estaba sola. Con ellos hab?a un perro salvaje, enorme, rabioso, era dos veces el tama?o de Ruth. "?Qu? est?s haciendo por aqu? sola?" el chico que parec?a el l?der le pregunt? burlonamente mientras los otros cuatro se re?an por lo bajo. Era musculoso y ten?a una mirada est?pida, labios grandes y una cicatriz en la frente. Mientras lo miraba, Scarlet sinti? que adquir?a un nuevo sentido, uno que nunca hab?a experimentado antes: un fuerte sentido de intuici?n. No sab?a qu? le estaba pasando pero, de repente, pudo leer claramente los pensamientos del chico, sentir sus sentimientos y saber sus intenciones. Era claro como el d?a, y sinti? que esos chicos no quer?an nada bueno. Quer?an hacerle da?o. Ruth gru?? a su lado. Scarlet supo que estaban a punto de enfrentarse -que era exactamente lo que quer?a evitar. Ella se inclin? y le indic? a Ruth que necesitaban retirarse. "Vamos a Ruth", Scarlet le dijo mientras empezaba a girar y alejarse. “?Hey, chica, te estoy hablando a ti!", el muchacho grit?. Mientras se alejaba, Scarlet mir? por encima de su hombro y vio a los cinco saltar de la piedra y caminar tras ella. Scarlet se ech? a correr por los callejones, tratando de alejarse lo m?s posible de esos chicos. Pens? en su confrontaci?n con el soldado romano y por un momento se pregunt? si deb?a detenerse y tratar de defenderse. Pero no quer?a pelear. No quer?a hacerle da?o a nadie. O correr ning?n riesgo. S?lo quer?a encontrar a su mam? y pap?. Scarlet dobl? en un callej?n vac?o. Mir? hacia atr?s y vio el grupo de chicos perseguirla. No estaban muy lejos y r?pidamente estaban ganando velocidad. Demasiado r?pidamente. Su perro corr?a con ellos y Scarlet se dio cuenta de que pronto la alcanzar?an. Ten?a que hacer algo para poder perderlos. Scarlet se volvi? en otra esquina, esperando encontrar una manera de evadirlos. Pero su coraz?n se detuvo. Era un callej?n sin salida. Scarlet se volvi? lentamente con Ruth a su lado lista para enfrentar a los chicos. Ahora estaban a quiz?s diez pies de distancia. Los chicos se acercaron lentamente, tom?ndose su tiempo, saboreando el momento. Se quedaron all? ri?ndose, llenos de crueldad. "Parece que se te ha acabado tu suerte, ni?a," dijo el chico que era el l?der. Scarlet estaba pensando exactamente lo mismo. CAP?TULO TRES Sam se despert? con un terrible dolor de cabeza. Se agarraba la cabeza con las dos manos, tratando de que el dolor desapareciera. Pero no hab?a caso. Sent?a como si el mundo entero estuviera cayendo sobre su cr?neo. Sam trat? de abrir los ojos para averiguar d?nde estaba pero el dolor era insoportable. La cegadora luz solar rebotaba en la roca del desierto y lo obligaba a protegerse los ojos y bajar la cabeza. Sinti? que estaba acostado sobre el rocoso suelo de un desierto, sent?a el calor seco y el polvo en la cara. Se acurruc? en posici?n fetal y sostuvo su cabeza con m?s fuerza, tratando de que el dolor desapareciera. De golpe, empez? a recordar. En primer lugar, se acord? de Polly. Record? la noche de bodas de Caitlin. La noche cuando le propuso matrimonio. Ella le dec?a que s?. Ve?a la alegr?a en su rostro. Record? el d?a siguiente. Iba a cazar. Estaba entusiasmado por la noche por venir. Luego, la encontraba. En la playa. Estaba muriendo. Ella le dec?a de su beb?. Olas de dolor lo invadieron. Era m?s de lo que pod?a soportar. Era como una pesadilla terrible que viv?a una y otra vez y no pod?a detenerla. Sent?a que le hab?an arrebatado todo lo que ten?a por vivir para, todo en un momento. Polly. El beb?. La vida tal como la conoc?a. Dese? haber muerto en ese momento. Entonces se acord? de su venganza. Su rabia. Ten?a que matar a Kyle. Y el momento cuando todo cambi? para ?l. Record? cuando el esp?ritu de Kyle lo penetr?. Record? la indescriptible sensaci?n de rabia mientras el esp?ritu, el alma y la energ?a de otra persona lo invad?a, posey?ndolo por completo. Cuando Sam dej? de ser quien era. Cuando se convirti? en otra persona. Sam abri? completamente los ojos y percibi? lo que ya sab?a, que brillaban con un color rojo brillante. Sab?a que no eran suyos. Sab?a que ahora eran de Kyle. Sinti? el odio de Kyle, sinti? su poder correr a trav?s de ?l, a trav?s de cada onza de su cuerpo, de sus dedos de los pies, a trav?s de las piernas, los brazos, hasta la cabeza. Sent?a el deseo de Kyle de destruir pulsar a trav?s de cada onza de su ser, como si fuera un ser viviente, como algo pegado en su cuerpo que no se pod?a quitar. Sent?a que ya no estaba en control de s? mismo. Una parte de ?l extra?aba al viejo Sam, qui?n hab?a sido. Pero otra parte de ?l sab?a que ya nunca iba a volver a ser esa persona. Sam oy? un silbido y abri? los ojos. Su cara estaba sobre las rocas del desierto y, al levantar la vista, vio una serpiente de cascabel a pocos cent?metros de distancia. Los ojos de la serpiente miraban a Sam, como si estuviera en comuni?n con ?l y compartiera su energ?a. La rabia de la serpiente era igual a la suya y estaba a punto de atacarlo. Pero Sam no ten?a miedo. Por el contrario, sinti? una una rabia no s?lo igual a la de la serpiente sino mayor. Y con mejores reflejos. En la fracci?n de segundo en que la serpiente se preparaba para atacar, Sam se le adelant?: extendi? su mano, agarr? en el aire a la serpiente por la garganta y evit? que lo mordiera a tan una pulgada de distancia de su rostro. Sam sostuvo los ojos de la serpiente frente a los suyos, mir?ndola de tan cerca que pod?a oler su aliento, sus largos colmillos estaban a s?lo una pulgada de distancia, muri?ndose por entrar en la garganta de Sam. Pero Sam la someti?. La apret? m?s y m?s hasta que le quit? la vida. La v?bora qued? inerte en su mano, aplastada, muerta. ?l se hizo hacia atr?s y lo arroj? por el desierto. Sam se puso de pie y observ? el entorno. Todo a su alrededor era tierra y rocas, un desierto interminable. Se volvi? y se dio cuenta de dos cosas: en primer lugar, hab?a un grupo de ni?os peque?os, vestidos con harapos que lo miraban con curiosidad. Cuando gir? hacia ellos, los ni?os se dispersaron y corrieron como si un animal salvaje estuviera emergiendo de una tumba. Sam sinti? que la rabia de Kyle lo atravesaba y tuvo ganas de matarlos. Pero luego not? hizo algo que lo hizo cambiar de parecer. La muralla de una ciudad. Un inmensa muro de piedra que se elevaba cientos de metros y se extiende sin fin. Entonces Sam se dio cuenta: se hab?a despertado a las afueras de una ciudad antigua. Ante ?l hab?a una enorme puerta arqueada por la que entraban y sal?an decenas de personas vestidas con ropa sencilla. Se ve?an como si estuvieran en la ?poca romana, vestidos con t?nicas simples. El ganado tambi?n, entraba y sal?a apresuradamente, y Sam lograba sentir la intensidad y el ruido de las multitudes tras las paredes. Sam dio unos pasos hacia la puerta mientras los ni?os se alejaban de ?l como si fuera un monstruo. Se pregunt? c?mo se ver?a que daba miedo. Pero no le import?. Quer?a entrar en esa ciudad para averiguar por qu? hab?a aterrizado all?. Pero a diferencia del viejo Sam, no sent?a la necesidad de explorarla: m?s bien ten?a la necesidad de destruirla. De romper esa ciudad en pedazos. Una parte de ?l trat? de sacudirse esa idea y recuperar al viejo Sam. Se forz? a pensar en algo que pudiera traerlo de vuelta. Trat? de pensar en su hermana, Caitlin. Pero la imagen era muy borrosa y, por mucho que lo intent?, no pudo convocar su cara. Trat? de recordar sus sentimientos por ella, su misi?n compartida, su padre. En el fondo, sab?a que quer?a protegerla, quer?a ayudarla. Pero esa peque?a parte pronto fue eclipsada por la nueva parte viciosa. Apenas pod?a reconocerse a s? mismo. Y el nuevo Sam lo oblig? a abandonar esos pensamientos y seguir adelante a la ciudad. Sam entr? por las puertas de la ciudad dando codazos a la gente. Una anciana, que cargaba una canasta sobre su cabeza, se acerc? demasiado, y ?l la golpe? con fuerza en el hombro haci?ndola volar golpeando su cesta y desparramando las frutas por todas partes. "?Hey!", un hombre grito. “?Mira lo que hiciste! ?P?dele una disculpa!" El hombre se dirigi? a Sam y est?pidamente, extendi? su mano y agarr? su abrigo. El hombre debi? haberse dado cuenta de que el abrigo ce?ido, negro y de cuero no era com?n. El hombre debi? haberse dado cuenta de que la ropa de Sam era de otro siglo, y que Sam era el ?ltimo hombre con quien quer?a meterse. Sam mir? la mano del hombre como si fuera un insecto, y luego le agarr? la mu?eca y, con la fuerza de un centenar de hombres, se la dio vuelta. El hombre abri? sus ojos con miedo y dolor, mientras Sam segu?a torciendo su mu?eca. Finalmente, el hombre se volvi? de lado y cay? sobre sus rodillas. Sin embargo, Sam sigui? retorci?ndosela hasta que oy? un crujido repugnante, y el hombre grit? por el brazo roto. Sam se inclin? hacia atr?s y pate? al hombre con fuerza en la cara, dej?ndolo inconsciente sobre el suelo. Un peque?o grupo de transe?ntes que hab?a estado observando se apart? de Sam d?ndole todo el espacio para que siguiera su camino. Nadie quer?a estar cerca de ?l. Sam sigui? caminando hacia la multitud y pronto estaba rodeado por m?s y m?s gente. Se mezcl? con una corriente interminable de humanos. No sab?a qu? camino seguir, pero lo abrum? un nuevo deseo. Lo inund? el deseo de alimentarse. Quer?a sangre. Quer?a carne fresca. Sam se dej? llevar por sus sentidos que lo condujeron por un callej?n. Al descender m?s y m?s, el callej?n se hizo estrecho, m?s oscuro, m?s alto y aisl?ndose del resto de la ciudad. Era una parte s?rdida de la ciudad, y la multitud se ve?a m?s marginal. Mendigos, borrachos y prostitutas llenaban las calles, y Sam pas? junto a varios hombres gordos, p?caros, sin afeitar, sin algunos dientes, que se tropezaban al caminar. Sam se inclinaba y chocaba con ellos, envi?ndolos volando en todas direcciones. Sabiamente, ninguno se detuvo a desafiarlo, aparte de gritar un indignado "?Hey" Sam sigui? su camino y de pronto se encontr? en una peque?a plaza. De pie en el centro, de espaldas a ?l, hab?a un c?rculo de una docena de hombres, vitoreando. Sam se acerc? y se abri? paso para ver qu? estaban vitoreando. En medio del c?rculo hab?a dos gallos quit?ndose pedazos, estaban cubiertos de sangre. Sam vio a los hombres hacer sus apuestas, intercambiando monedas antiguas. Peleas de gallos. El deporte m?s antiguo del mundo. Hab?an pasado muchos siglos, y sin embargo, nada hab?a cambiado. Sam ya hab?a visto suficiente. Se estaba poniendo ansioso y sinti? la necesidad de crear algo de caos. Entr? al centro del anillo, hasta donde estaban los dos p?jaros. La multitud estall? en un grito de indignaci?n. Sam no les hizo caso. Agarr? a uno de los gallos por su garganta, lo levant? y lo hizo girar sobre su cabeza. Hubo un crujido, hasta que el animal se afloj? en su mano con el cuello roto. Los colmillos de Sam se alargaron y los hundi? en el cuerpo del gallo. Su boca se llen? de sangre que se derram? corriendo por la cara y sus mejillas. Insatisfecho, arroj? el p?jaro. El otro gallo corri? tan r?pido como pudo. Claramente sorprendida, la multitud se qued? mirando a Sam. Pero ?stos eran tipos rudos que no se asustaban f?cilmente. Lo miraron enfurecidos, iban a enfrentarlo. “?Arruinaste nuestro deporte!", uno de ellos protest?. “?Vas a pagar por esto!" grit? otro. Varios hombres corpulentos sacaron pu?ales cortos y se lanzaron sobre Sam, quer?an acuchillarlo. Sam apenas se estremeci?. Vio como todo suced?a en c?mara lenta. Con sus reflejos un mill?n de veces m?s r?pidos, simplemente extendi? la mano, agarr? en el aire la mu?eca del hombre y se la retorci? con el mismo movimiento, rompiendo su brazo. Luego se inclin? hacia atr?s y le dio una patada en el pecho, mand?ndolo volando de regreso al c?rculo. Cuando otro hombre se acerc?, Sam se lanz? hacia adelante y lo golpe?. Se acerc? y, antes de que el hombre pudiera reaccionar, hundi? sus colmillos en su garganta. Sam bebi? profundamente, la sangre se chorreaba por todas partes mientras el hombre gritaba de dolor. En unos momentos, Sam le succion? vida, y el hombre se desplom? inconsciente sobre el suelo. Llenos de terror, los dem?s miraron. Era claro de que estaban frente a un monstruo. Sam dio un paso hacia ellos, y todos se volvieron y salieron corriendo. Desaparecieron como moscas y, en unos segundos, Sam era el ?nico que quedaba en la plaza. Los hab?a vencido. Pero no le era suficiente. No hab?a satisfacci?n a la sangre y la muerte y la destrucci?n que ansiaba. Quer?a matar a todos los hombres de esa ciudad. Ni siquiera eso ser?a suficiente. No poder encontrar satisfacci?n lo frustraba infinitamente. Se ech? hacia atr?s, mir? al cielo, y rugi?. Era el grito de un animal que hab?a sido liberado. Su grito de angustia se dispar? en el aire y reverber? en las paredes de piedra de Jerusal?n, m?s fuerte que las campanas, m?s fuerte que los rezos. Por unos momentos, el rugido sacudi? las paredes y abarc? la totalidad de la ciudad, de uno a otro extremo mientras sus habitantes se detuvieron, escucharon y aprendieron a temer. En ese momento, supieron que hab?a un monstruo suelto en la ciudad. CAP?TULO CUATRO Caitlin y Caleb caminaban por la empinada ladera de la monta?a hacia la aldea de Nazaret. El terreno era rocoso, y se resbalaban m?s que caminaban por la ladera empinada, levantando tierra. A medida que avanzaban, el terreno comenz? a cambiar, la roca dio paso a matas de maleza y alguna palmera, y luego a hierba. Finalmente, llegaron a un olivar y caminaron en medio de hileras de olivos, mientras continuaban hacia la ciudad. Caitlin mir? de cerca las ramas y vio miles de peque?as aceitunas que brillaban en el sol, y se maravill? de lo bonitas que eran. Cuanto m?s se acercaban a la ciudad, los ?rboles eran m?s verdes. Caitlin mir? hacia abajo y desde ese punto pudo tener una vista de p?jaro del valle y la ciudad. Como un peque?o pueblo enclavado en medio de enormes valles, Nazaret apenas pod?a considerarse una ciudad. No parec?a tener m?s de unos pocos cientos de habitantes y unas pocas docenas de edificios peque?os de un solo piso construidas de piedra. Varios parec?an estar construidos con una piedra caliza blanca y, a lo lejos, Caitlin vio a aldeanos machacar las enormes canteras de piedra caliza que rodeaban la ciudad. O?a el eco de su martillos y ve?a el polvo de piedra caliza flotar en el aire. Nazaret estaba rodeada por un sinuoso muro bajo de piedra de tal vez de diez metros de altura, que se ve?a antiguo, aun en esa ?poca. En el centro hab?a una amplia puerta arqueada abierta. Nadie hac?a guardia en la puerta, y Caitlin supuso que no ten?an ninguna raz?n; despu?s de todo, se trataba de un peque?o pueblo en el medio de la nada. Caitlin se pregunt? por qu? hab?an despertado en esa ?poca y en ese lugar. ?Por qu? Nazaret? Pens? de nuevo y trat? de recordar lo que sab?a de Nazaret. Recordaba haber aprendido una vez algo al respecto, pero no pod?a recordarlo. ?Y por qu? el primer siglo? Hab?a sido un salto espectacular desde la Escocia medieval, y de pronto extra?aba Europa. Este nuevo paisaje, con sus palmeras y el calor del desierto, era muy extra?o. M?s que nada, Caitlin se pregunt? si Scarlet estaba detr?s de esas paredes. Esperaba -rez?- para que estuviera all?. Ten?a que encontrarla. No estar?a tranquila hasta dar con ella. Llena de expectativa, Caitlin atraves? con Caleb la puerta de la ciudad. Su coraz?n lat?a con fuerza ante la expectativa de encontrar a Scarlet-y averiguar por qu? hab?an sido enviados a ese lugar, para empezar. ?Estar?a su pap? all?, esper?ndola? Cuando entraron a la ciudad, le impresion? su vitalidad. Las calles estaban llenas de ni?os corriendo, gritando, jugando. Los perros corr?an libremente, al igual que los pollos. Las ovejas y los bueyes deambulaban por las calles, y afuera de las casa hab?a un burro o camello atado a un poste. Vistiendo t?nicas primitivas y t?nicas, los pobladores caminaban tranquilamente, llevando cestas de mercanc?as sobre los hombros. Caitlin sent?a que hab?a entrado en una m?quina del tiempo. Mientras caminaban por las calles estrechas y pasaban junto a las casas peque?as casas donde las ancianas lavaban la ropa a mano, la gente se deten?a para mirarlos. Caitlin se dio cuenta de que deb?an verse fuera de lugar caminando por estas calles. Llevaba su moderno traje ajustado de batalla de cuero- y se pregunt? qu? estar?an pensando esas personas. Quiz?s que era un extranjero que hab?a ca?do del cielo. No los culpaba. Frente a cada casa hab?a alguien preparando la comida, vendiendo o trabajando en su oficio. Pasaron varias familias de carpinteros, el hombre estaba sentado fuera de la casa, serruchando, martillando, construyendo marcos para una cama, aparadores y ejes de madera para arados. En una casa, hab?a un hombre construyendo una enorme cruz de varios metros de espesor y diez pies de largo. Caitlin se dio cuenta de que era una cruz donde alguien ser?a crucificado. La idea la estremeci? y mir? hacia otro lado. Al doblar por otra calle, toda la cuadra estaba llena de herreros. Por todas partes volaban yunques y martillos, y se escuchaba el clang del metal, cada herrero parec?a hacer el eco del otro. Tambi?n, hab?a pozos de barro con grandes llamas en su interior donde se calentaban trozos de metal al rojo vivo con el que se forjaban herraduras, espadas y todo tipo de piezas de metal. Sentados junto a sus padres, los ni?os, con sus rostros negros de holl?n, observaban trabajar a sus padres. Caitlin se sinti? mal de ver trabajar a los ni?os a una edad tan peque?a. Caitlin buscaba por todas partes alguna se?al de Scarlet, de su padre, alguna pista de por qu? estaban all?, pero no vio nada que pudiera orientarla. Doblaron por otra calle que estaba llena de ceramistas. All?, los hombres esculp?an enormes bloques de piedra caliza para producir estatuas, vasijas y enormes prensas planas. Al principio, Caitlin no supo para qu? eran. Caleb se acerc? y se?al?. "Son prensas para vino," le dijo, como siempre leyendo su mente. "Y para las aceitunas. Los usan para aplastar las uvas y las aceitunas y as? extraer el vino y el aceite. ?Ver las manivelas?” Caitlin los mir? de cerca y admir? la destreza de los artesanos, las largas losas de piedra caliza, el intrincado trabajo del metal de los engranajes. Le sorprendi? lo sofisticada que era su maquinaria, incluso para esa ?poca y ese lugar. Tambi?n le sorprendi? una antigua nave de elaboraci?n de vino. All? estaba, miles de a?os en el pasado, y la gente todav?a estaba haciendo botellas de vino y botellas de aceite de oliva al igual que en el siglo 21. Y mientras las miraba, se dio cuenta de que se parec?an a las botellas de oliva y vino que conoc?a. Un grupo de ni?os corri? junto a ella persigui?ndose unos a otros y riendo, levantando nubes de polvo que cubrieron los pies de Caitlin. Las carreteras no estaban pavimentadas en este pueblo que, probablemente, pens?, era demasiado peque?o para que se invirtiera en carreteras pavimentadas. Sin embargo, sab?a que Nazaret hab?a sido famosa por algo, y le molestaba no poder recordar de qu?. Una vez m?s, le molestaba no haber prestado m?s atenci?n en su clase de historia. "Es el pueblo donde vivi? Jes?s," dijo Caleb, leyendo su mente. Caitlin se puso roja toda vez que ?l pudo leer tan f?cilmente los pensamientos. Ella no le ocultaba nada, pero a?n as?, no quer?a que leyera lo mucho que ella lo amaba. La apenaba. "?l vive aqu??", ella pregunt?. Caleb asinti?. "Si hemos llegado en la ?poca en que vivi? aqu?," dijo Caleb. "Es claro que estamos en el siglo uno. Lo s? por la forma de vestir y por la arquitectura. Estuve aqu? una vez. Es muy dif?cil olvidar esta ?poca y este lugar.” Los ojos de Caitlin se abrieron ante la posibilidad. "?De verdad crees que podr?a estar aqu? y ahora? ?Jes?s? ?Caminando por aqu?? ?Aqu? y ahora? ?En este pueblo? " Caitlin no pod?a hacerse a la idea. Trat? de imaginarse doblando en la esquina y encontr?ndose con Jes?s en la calle. No lo pod?a concebir. Caleb frunci? el ce?o. "No lo s?", dijo. "No estoy sintiendo que ?l est? aqu? y ahora. Tal vez ya se fue.” Caitlin no sab?a qu? decir. Mir? a su alrededor totalmente asombrada. ??l podr?a estar aqu?? se pregunt?. Estaba sin habla y sinti? que su misi?n era aun m?s importante. "Podr?a estar aqu?, en esta ?poca," dijo Caleb. "Pero no necesariamente en Nazaret. El viaj? mucho. Bel?n. Nazaret. Capernaum y Jerusal?n, por supuesto. No s? a ciencia cierta si estamos en la ?poca exacta. Pero si lo estamos, ?l podr?a estar en cualquier lugar. Israel es un lugar muy grande. Si ?l estuviera aqu?, en esta ciudad, lo percibir?amos.” "?Qu? quieres decir?", pregunt? Caitlin, con curiosidad. "?Qu? se siente?" "No puedo explicarlo. Pero t? sabes. Es su energ?a. No se parece a nada de lo que hayas experimentado antes.” De repente, un pensamiento cruz? la mente de Caitlin. "?Lo conociste?", le pregunt?. Caleb sacudi? lentamente la cabeza. "No, no de cerca. Una vez, yo estaba en la misma ciudad y en la misma ?poca. Y la energ?a era abrumadora. A diferencia de cualquier otra cosa que hubiera sentido antes." Una vez m?s, a Caitlin le sorprendieron todas las cosas que Caleb hab?a visto, todas las tiempos y lugares en que hab?a estado. "S?lo hay una manera de averiguarlo", dijo Caleb. "Necesitamos saber qu? a?o es. Pero el problema es, por supuesto, que nadie comenz? a contar los a?os, como lo hacemos nosotros, hasta mucho tiempo despu?s de que Jes?s muri?. Despu?s de todo, nuestro calendario se basa en el a?o de su nacimiento. Y cuando ?l viv?a, nadie contaba los a?os a partir del nacimiento de Jes?s, ?la mayor?a de la gente ni siquiera sab?a qui?n era! As? que si le preguntamos a la gente qu? a?o es, pensar?n que estamos locos.” Caleb, al igual que Caitlin, mir? a su alrededor buscando alguna pista. “Puedo percibir que est? en esta ?poca", dijo Caleb lentamente. "S?lo que no en este lugar." Caitlin examin? el pueblo con mayor respeto. "Pero este pueblo," ella dijo, “se ve tan peque?o, tan humilde. No es como un gran ciudad b?blica, como las he imaginado. Se ve como cualquier otra ciudad en el desierto.” "Tienes raz?n", respondi? Caleb, "pero aqu? es donde vivi?. No era un gran lugar. Fue aqu? donde estuvo, entre estas personas.” Siguieron caminando y cuando doblaron en una esquina, llegaron a una peque?a plaza en el centro de la ciudad. Era una peque?a y simple plaza alrededor de la cual hab?a peque?os edificios, y en el centro hab?a un aljibe. Unos hombres de edad avanzada estaban sentados bajo la sombra, sosten?an bastones y miraban la plaza polvorienta y vac?a. Caminaron hasta el aljibe. Caleb volvi? la manivela oxidada y poco a poco la cuerda gastada subi? un cubo de agua. Caitlin tom? el agua fr?a con las manos y salpic? su rostro. Se sent?a muy fresca con ese calor. Salpic? su rostro de nuevo y luego su pelo largo, pasando sus manos por ?l. Estaba lleno de tierra y grasiento, el agua fr?a se sent?a como el cielo. Habr?a dado cualquier cosa por ducharse. Se inclin?, tom? un poco m?s de agua con las manos y la bebi?. Su garganta estaba reseca. Caleb hizo lo mismo. Finalmente, se inclinaron contra el aljibe y observaron la plaza. No hab?a ning?n edificio especial ni ninguna pista que pudiera indicarles d?nde estaban. "Entonces, ?a d?nde vamos?", ella pregunt? finalmente. Caleb mir? a su alrededor, entrecerrando los ojos protegi?ndolos del sol con las manos. Parec?a tan perdido como ella. "No lo s?", dijo rotundamente. “No s? me ocurre nada." "En otras ?pocas y lugares", continu?, "las iglesias y los monasterios siempre parec?an guardar nuestras pistas. Pero en este per?odo, no hay iglesias. No hay cristianismo. No hay cristianos. Despu?s de que Jes?s muri?, la gente comenz? a crear una religi?n con su nombre. En esta ?poca, s?lo hay una religi?n. La religi?n de Jes?s: el juda?smo. Despu?s de todo, Jes?s era jud?o.” Caitlin trat? de procesarlo todo. Todo era muy complejo. Si Jes?s era jud?o, pens?, eso significaba que ?l deb?a haber rezado en una sinagoga. De repente, se le ocurri? algo. "Entonces, tal vez el mejor lugar para buscar es donde Jes?s or?. Tal vez deber?amos buscar una sinagoga.” "Creo que tienes raz?n," dijo Caleb. "Despu?s de todo, la otra pr?ctica religiosa de ese tiempo, si se puede llamar as?, era el paganismo -la adoraci?n de los ?dolos. Y estoy seguro de que Jes?s no rezar?a en un templo pagano.” Caitlin mir? alrededor de la ciudad entrecerrando los ojos, buscaba alg?n edificio que se asemejara a una sinagoga. Pero no vio ninguno. Todas eran modestas moradas. "No veo nada", ella dijo. "Todos los edificios tienen el mismo aspecto. S?lo son peque?as casas.” "Yo tampoco," dijo Caleb. Quedaron en silencio mientras Caitlin trataba de procesarlo todo. Su mente corr?a con varias posibilidades. "?Crees que mi pap? y el escudo tienen alg?n tipo de conexi?n con todo esta lugar?", pregunt? Caitlin. "?Crees que si visitamos los lugares donde Jes?s estuvo eso nos llevar? con mi padre?" Caleb entrecerr? los ojos mientras pensaba en lo que Caitlin estaba diciendo. “No lo s?," dijo finalmente. "Pero es claro que tu pap? est? guardando un gran secreto. Un secreto no s?lo para la raza de los vampiros, sino para toda la humanidad. Un escudo o un arma que cambiar? para siempre la naturaleza de toda la raza humana. Debe ser algo muy poderoso. Y me parece que quien est? destinado a conducirnos con tu padre, necesita ser alguien muy poderoso. Como Jes?s. Tendr?a mucho sentido. Tal vez, para encontrar a uno, tenemos que encontrar antes al otro. Despu?s de todo, tu cruz abri? muchos cerrojos y nos condujo hasta aqu?. Y encontramos casi todas nuestras pistas en las iglesias y en los monasterios.” Caitlin trat? de pensar en todo. ?Era posible que su pap? conociera a Jes?s? ?Era uno de sus disc?pulos? La idea era impresionante aumentando el misterio en torno a su padre. Ella se sent? sobre el borde del aljibe y mirando la aldea que parec?a dormida, y no sab?a qu? hacer. No ten?a idea de por d?nde empezar a buscar. Nada llamaba su atenci?n. Y adem?s, se sent?a cada vez estaba m?s desesperada por encontrar a Scarlet. S?, quer?a encontrar a su pap? m?s que nunca; las cuatro llaves le quemaban en el bolsillo. Pero no ve?a ninguna manera de usarlas, y era dif?cil concentrarse en su padre cuando estaba preocupada por Scarlet. La idea de que estaba sola por ah? le desgarraba el coraz?n. ?Qui?n sab?a si estaba a salvo? Pero, tampoco ten?a ninguna idea de d?nde buscar a Scarlet. Se sent?a m?s y m?s desesperanzada. De repente, seguido de su reba?o de ovejas, un pastor entr? por la puerta y camin? lentamente hacia la plaza. Llevaba una larga t?nica blanca, y una capucha proteg?a su cabeza del sol; se dirigi? hacia ellos, sosteniendo un bast?n. Al principio, Caitlin pens? que estaba caminando directamente hacia ellos. Pero entonces se dio cuenta: el aljibe. Solamente quer?a algo de beber, y ellos estaban en el camino. Mientras caminaba, las ovejas pululaban a su alrededor llenando la plaza, todas se dirig?an hacia el pozo. Deb?an saber que hab?a agua cerca. R?pidamente, Caitlin y Caleb estaban en el medio de la manada que los empujaba fuera de su paso. El balido impaciente de las ovejas llenaba el aire, mientras esperaban que el pastor las guiara. Caitlin y Caleb se hicieron a un lado cuando el pastor se acerc? al pozo, gir? la manivela oxidada, y subi? lentamente el cubo. Entonces, ?l se sac? la capucha. Caitlin se sorprendi? al ver que era joven. Ten?a una gran mata de pelo rubio, una barba rubia y ojos azules brillantes. ?l sonri? revelando las l?neas de sol en su cara alrededor de sus ojos, y Caitlin sinti? el calor y la bondad irradiar de ?l. Tom? el cubo lleno de agua, y, a pesar del sudor en su frente y de que ten?a sed, se volvi? y verti? el primer cubo de agua en la pila en la base del pozo. Las ovejas se reunieron alrededor mientras beb?an agua. Caitlin tuvo la extra?a sensaci?n de que tal vez ese hombre sab?a algo, que tal vez lo hab?an puesto en su camino por una raz?n. Si Jes?s viv?a en esa ?poca, pens?, tal vez ese hombre hab?a o?do hablar de ?l. Caitlin sinti? una punzada de nerviosismo en el est?mago mientras se aclaraba la garganta. "?Perd?n?", le pregunt?. El hombre se volvi? y la mir?, y ella sinti? la intensidad de sus ojos. "Estamos buscando a alguien. Quiz?s sepas si ?l vive aqu?.” El hombre entrecerr? los ojos, y Caitlin sinti? como si ?l estuviera viendo a trav?s de ella. Era algo muy extra?o. “?l vive”, respondi? el hombre como si estuviera leyendo su mente. "Pero ya no est? aqu?." Caitlin casi no lo pod?a creer. Era cierto. “?A d?nde se fue?", pregunt? Caleb. Caitlin percibi? el inter?s su voz, y se dio cuenta que quer?a saber desesperadamente. El hombre desvi? la mirada hacia Caleb. “Pues a la Galilea," el hombre respondi?, como si fuera algo obvio. "Al mar." Caleb entrecerr? los ojos. “?Capernaum?", pregunt? Caleb tentativamente. El hombre asinti? con la cabeza. Los ojos de Caleb se abrieron reconociendo el lugar. “Mucha gente lo est? siguiendo", dijo el hombre cr?pticamente. "B?squenlo y lo hallar?n.” De pronto, el pastor baj? la cabeza, se volvi? y comenz? a alejarse, con las ovejas detr?s. Se dirig?a al otro lado de la plaza. Caitlin no pod?a dejarlo ir. Todav?a no. Ten?a que averiguar m?s. Sent?a que ?l estaba ocultando algo. "?Espera!" ella grit?. El pastor se detuvo, se volvi? y la mir? fijamente. "?Conoces a mi padre?", ella le pregunt?. Para sorpresa de Caitlin, el hombre lentamente asinti? con la cabeza. "?D?nde est??", pregunt? Caitlin. “T? debes encontrarlo", dijo. “Eres quien carga las llaves." "?Qui?n es ?l?", pregunt? Caitlin, desesperada por saber. Poco a poco, el hombre neg? con la cabeza. “No soy m?s que un pastor en el camino." “?Pero no s? por d?nde buscar!" Caitlin respondi? desesperadamente. "Por favor. Tengo que encontrarlo.” El pastor abri? lentamente su boca en una sonrisa. "Siempre, el mejor lugar para buscar es donde te encuentras," ?l respondi?. Entonces, se cubri? la cabeza, dio media vuelta y cruz? la plaza. Atraves? la puerta arqueada y, un momento m?s tarde, se hab?a ido junto con sus ovejas. Siempre el mejor lugar para buscar es d?nde te encuentras. Sus palabras resonaron en la mente de Caitlin. De alguna manera, sinti? que era algo m?s que una alegor?a. Cuanto m?s lo pensaba, m?s sent?a que era literal. Como si le hubiera dicho que hab?a una pista all?, donde ella estaba. De repente, Caitlin se volvi? y busc? en el aljibe, el lugar donde hab?an estado sentados. Ahora, sent?a algo. Siempre el mejor lugar para buscar es d?nde te encuentras. Caitlin se arrodill? y pas? las manos por la antigua pared lisa de piedra. La palp?, estaba cada vez m?s segura de que hab?a algo all?, que el pastor la hab?a guiado a una pista. "?Qu? est?s haciendo?", Caleb le pregunt?. Caitlin busc? fren?ticamente, examinando las grietas de todas las piedras, sab?a que estaba por buen camino. Finalmente, a mitad de camino alrededor del pozo, se detuvo. Encontr? una grieta que era un poco m?s grande que las dem?s. Era lo suficientemente grande como para que pudiera meter su dedo. La piedra alrededor era un poco m?s suave, y la grieta era levemente m?s grande. Caitlin meti? la mano y trat? de abrirla. De pronto, la piedra empez? a ceder, y luego a moverse. La piedra se solt? de la base del pozo. Caitlin se asombr? de encontrar un peque?o escondite detr?s. Caleb se acerc? acurruc?ndose sobre su hombro mientras ella se agachaba en la oscuridad. Sinti? algo fr?o y met?lico en la mano y lo sac? lentamente. Caitlin levant? la mano hacia la luz y abri? lentamente la palma. Y no pudo creer lo que hab?a agarrado. CAP?TULO CINCO Scarlet estaba de espaldas contra la pared al final del callej?n sin salida con Ruth a su lado, mientras observaba con temor al grupo de matones soltar su perro hacia ella. El enorme perro salvaje se lanz? gru?endo directamente a su garganta. Todo estaba ocurriendo tan r?pidamente que Scarlet no sab?a c?mo reaccionar. Antes de que pudiera hacer algo, de repente Ruth gru?? y se lanz? hacia el perro. Salt? en el aire y a mitad de camino lo encontr? y hundi? sus colmillos en la garganta del perro. Ruth aterriz? sobre el animal y lo inmoviliz? contra el suelo. El perro deb?a ser dos veces el tama?o de Ruth, pero Ruth lo sujetaba sin hacer mayor esfuerzo y no lo dejaba levantarse. Apret? los colmillos con todas sus fuerzas hasta que el perro dej? de luchar, estaba muerto. “?Eres una peque?a perra!" grit? el muchacho que era l?der, estaba furioso. ?l se dirigi? directamente hacia Ruth. Levant? un palo afilado en un extremo como una punta de lanza, y lo baj? hacia la espalda de Ruth. Scarlet respondi? a sus instintos y se lanz? a la acci?n. Sin siquiera pensarlo, corri? hacia el chico, levant? la mano y caz? el palo en el aire, justo antes de que tocara a Ruth. Luego, lo jal? hacia ella, se inclin? hacia atr?s y le dio una patada en las costillas. ?l se desplom?, y ella lo pate? de nuevo, d?ndole una patada giratoria, esta vez en la cara. ?l se dio vuelta y cay? de bruces sobre la piedra. Ruth se dio vuelta y se lanz? hacia el grupo de chicos. Salt? en el aire y hundi? sus colmillos en el cuello de uno de ellos, aplast?ndolo contra el suelo. Eso dejaba a s?lo tres. Scarlet se qued? parada frente a ellos y, de repente, un nuevo sentimiento se apoder? de ella. Ya no sent?a miedo; ya no quer?a huir de esos muchachos; ya no quer?a correr y esconderse; ya no quer?a que su mam? y pap? estuvieran all? para protegerla. Algo cambi? en su interior mientras cruzaba una l?nea invisible, un punto de inflexi?n. Por primera vez en su vida, sinti? que no necesitaba a nadie. Solo se necesitaba a s? misma. En lugar de tener miedo, estaba disfrutando el momento. Scarlet sinti? que la rabia la invad?a y se elevaba desde los dedos de sus pies y le atravesaba el cuerpo, hasta su cuero cabelludo. Era una emoci?n el?ctrica que no lograba entender y que nunca hab?a experimentado antes. Ya no quer?a huir de esos chicos. Tampoco quer?a dejarlos ir. Ahora, quer?a vengarse. Mientras los tres chicos se quedaron parados mir?ndola en estado de shock, Scarlet se lanz? sobre ellos. Todo sucedi? tan r?pido, que apenas pudo pensar lo que estaba haciendo. Sus reflejos eran mucho m?s r?pidos que los de ellos, parec?a que los chicos se estaban moviendo en c?mara lenta. Scarlet salt? en el aire, m?s alto de lo que jam?s lo hab?a hecho, y le dio una patada al ni?o en el centro, poniendo los dos pies sobre su pecho. Lo mand? volando a trav?s del callej?n como si fuera una bala hasta que el chico se estrell? contra la pared y se desplom?. Antes de que los otros dos pudieran reaccionar, ella gir? y le dio un codazo a cada uno en la cara, luego se dio vuelta y le dio una patada al otro en el plexo solar. Ambos se derrumbaron, estaban inconscientes. Scarlet se qued? junto a Ruth, respirando con dificultad. Mir? a su alrededor a los cinco muchachos tirados alrededor de ellas, ninguno se mov?a. Y entonces, se dio cuenta: ella los hab?a vencido. Ya no era la Scarlet de antes. * Durante horas, Scarlet vag? por los callejones con Ruth a su lado, alej?ndose de los chicos lo m?s que pudo. Bajo el calor, dobl? en callej?n tras callej?n hasta perderse en el laberinto de las estrechas callejuelas de la vieja ciudad de Jerusal?n. El sol del mediod?a ca?a a plomo sobre ella, y estaba empezando a sentirse exhausta; tambi?n por la falta de comida y agua. Mientras serpenteaban por entre la multitud, Ruth jadeaba a su lado y tambi?n estaba sufriendo. Un ni?o pas? junto a Ruth y acarici? su espalda, tirando de ella juguetonamente, pero con demasiada fuerza. Ruth se volvi? y reaccion?, gru?endo y mostr?ndole los colmillos. El ni?o grit?, llor?, y se fue corriendo. No era propio de Ruth comportarse de esa manera; por lo general, era muy tolerante. Pero el calor y el hambre la estaban afectando. Tambi?n estaba canalizando la rabia y la frustraci?n de Scarlet. Por mucho que lo intentara, Scarlet no sab?a c?mo calmar la rabia que aun sent?a. Era como si algo en su interior se hubiera desatado, y no pudiera controlarlo. Sent?a c?mo sus venas palpitaban y su ira aumentaba y, al pasar junto a los vendedores que ofrec?an todo tipo de comida que ella y Ruth no pod?an darse el lujo de comer, su ira crec?a. Tambi?n se daba cuenta de que lo que estaba experimentando, sus intensos dolores del hambre, no eran por el hambre t?pico. Era otra cosa. Era algo m?s profundo, m?s primario. No s?lo quer?a comida. Quer?a sangre. Necesitaba alimentarse. Scarlet no sab?a lo que le estaba pasando y no sab?a c?mo manejarlo. Ol?a un pedazo de carne y se met?a entre la gente solo para mirarlo. Ruth se apretaba a su lado. Scarlet se estaba abriendo paso a codazos cuando un hombre en la multitud la empuj?. “?Hey chica, mira por d?nde caminas!", espet?. Sin siquiera pensarlo, Scarlet se volvi? y empuj? al hombre. ?l era m?s de dos veces su tama?o, pero sali? volando derribando varios puestos de fruta cuando cayo al suelo. ?l se puso de pie, conmocionado, y observ? a Scarlet, tratando de entender c?mo una ni?a peque?a hab?a podido golpearlo de esa manera. Luego, con una mirada de miedo, prudentemente se volvi? y se alej?. El vendedor frunci? el ce?o a Scarlet, intu?a que provocar?a problemas. "?Quieres carne?", espet?. “?Tienes dinero para pagar?" Pero Ruth no pudo contenerse. Se lanz? hacia adelante, hundi? sus colmillos en el pedazo enorme de carne, arranc? un trozo, y se la trag?. Antes de que alguien pudiera reaccionar, se lanz? de nuevo hacia otro trozo. Esta vez, el vendedor baj? su mano lo m?s fuerte que pudo para golpear a Ruth en la nariz. Pero Scarlet lo vio venir. De hecho, algo le estaba sucediendo a su sentido de la velocidad, su sentido de la oportunidad. Mientras la mano del proveedor comenzaba a descender, Scarlet se vio levantando su propia mano y agarrando la mu?eca del vendedor antes de que tocara a Ruth. Con los ojos bien abiertos, el vendedor mir? a Scarlet, sorprendido de que una ni?a tan peque?a pudiera agarrarlo con tanta fuerza. Scarlet apret? la mu?eca del hombre hasta que todo su brazo empez? a temblar. Incapaz de controlar su rabia, Scarlet lo miraba con furia. "No te atrevas a tocar mi lobo," Scarlet gru?? al hombre. "Yo… lo siento," dijo el hombre, agitando el brazo del dolor, con los ojos abiertos de miedo. Finalmente, Scarlet lo solt? y se alej? del puesto con Ruth a su lado. Mientras se alejaba, oy? un silbido detr?s de ella, y luego los gritos de la gente llamando a los guardias. “Vamos, Ruth!" Scarlet dijo, y las dos se fueron corriendo por el callej?n, perdi?ndose en la multitud. Al menos Ruth hab?a comido. Pero Scarlet ten?a un hambre abrumadora, y no cre?a poder contenerla por m?s tiempo. No sab?a lo que le estaba pasando, pero mientras caminaba por calle tras calle, se encontr? observando la garganta de las personas. Se enfocaba en sus venas, ve?a el pulso de la sangre. Se lam?a los labios, deseando -necesitando hundir sus dientes all?. La abrumaba la idea de beber su sangre e imaginaba lo que podr?a sentir cuando la sangre corriera por su garganta. No lograba entenderlo. ?Ya no era para nada humana? ?Se estaba convirtiendo en un animal salvaje? Scarlet no quer?a hacerle da?o a nadie. Racionalmente, trat? de detenerse. Pero f?sicamente, algo se estaba apoderando de ella. Estaba creciendo, desde los dedos de sus pies, las piernas, a trav?s de su torso, hasta la coronilla de la cabeza y hasta la punta de sus dedos. Era un deseo. Un deseo insaciable e imparable. Estaba controlando sus pensamientos, dici?ndole qu? pensar, c?mo actuar. De repente, Scarlet detect? algo: a lo lejos, detr?s de ella, un grupo de soldados romanos la estaba persiguiendo. Su o?do, ahora hiper-sensible, la alert? con el sonido de sus sandalias golpeando la piedra. Lo sab?a a pesar de que estaban a unas cuadras de distancia. El sonido de sus sandalias golpeando contra la piedra la irrit? a?n m?s; el ruido se mezclaba en su cabeza con el sonido de los gritos de los vendedores, los ni?os riendo, los perros ladrando .... Era demasiado para ella. Su o?do se estaba volviendo demasiado fuerte y le molestaba la cacofon?a del ruido. El sol tambi?n se sent?a m?s fuerte, como si estuviera brillado justo encima de su cabeza. Todo era demasiado. Sent?a como si estuviera bajo el microscopio del mundo, y estaba a punto de explotar. Rebosante de rabia, Scarlet se recost? y, de repente, sinti? una nueva sensaci?n en sus dientes. Sinti? que su dos dientes incisivos crec?an y le sobresal?an unos colmillos afilados cada vez m?s grandes. No sab?a lo que estaba experimentando, pero sab?a que estaba cambiando a algo que no pod?a reconocer ni controlar. De repente, vio a un hombre gordo, grande, borracho, tambalearse por el callej?n. Scarlet supo que ten?a que alimentarse, o morir?a. Y algo dentro de ella quer?a sobrevivir. Cuando Scarlet se escuch? gru?ir, se sorprendi?. Por lo primigenio, el ruido la asombr? con creces. Sent?a que estaba fuera de su cuerpo mientras se abalanzaba y saltaba por el aire directamente hacia el hombre. Vio en c?mara lenta como ?l se volv?a hacia ella con los ojos muy abiertos por el miedo. Y sinti? cuando sus dos dientes delanteros se hundieron en la carne, en las venas de su garganta. Y un instante despu?s, sinti? la sangre caliente del hombre vertirse en su garganta llenando sus venas. Oy? el grito hombre, que dur? s?lo un momento. Un segundo m?s tarde, ?l cay? sobre el suelo, ella estaba encima de ?l, chupando toda su sangre. Poco a poco, empez? a sentir una nueva vida, una nueva energ?a fluir por su cuerpo. Quer?a detenerse y soltar al hombre. Pero no pod?a. Lo necesitaba. Lo necesitaba para sobrevivir. Necesitaba alimentarse. CAP?TULO SEIS Ardiendo de rabia, Sam corr?a gru?endo por las callejuelas de Jerusal?n. Quer?a destruir, destrozar todo a la vista. Cuando pas? junto a una fila de vendedores, se acerc? y derrib? sus stands que cayeron uno sobre otro como si fueran fichas de domin?. Golpeaba a la gente a prop?sito, tan fuerte como pod?a, y los enviaba volando en todas direcciones. Se lanz? por el callej?n como una bola de demolici?n fuera de control, derribando todo a su paso. Sobrevino el caos; se escuchaban m?s y m?s gritos. No bien la gente se daba cuenta, hu?a para salir de su camino. Era como un tren de destrucci?n. El sol lo estaba volviendo loco. Ca?a a plomo sobre su cabeza como si fuera un ser vivo, aumentando su rabia. Nunca hab?a sabido lo que era la verdadera rabia hasta ahora. Nada parec?a satisfacerlo. Vio un hombre alto y delgado y se lanz? sobre ?l, hundiendo los colmillos en su cuello. Lo hizo en una fracci?n de segundo, succion? la sangre, y luego se apresur? a hundir los colmillos en el cuello de otra persona. Iba de persona en persona, hundiendo sus colmillos y chup?ndoles la sangre. Se mov?a tan r?pidamente que nadie ten?a tiempo para reaccionar. Uno tras otro ca?a al suelo, y Sam iba dejando un rastro a su paso. ?l estaba en un frenes? por alimentarse y sent?a como su cuerpo comenzaba a hincharse de sangre. A?n as?, no le era suficiente. El sol lo estaba llevando al borde de la locura. Necesitaba sombra, y r?pido. Vio un gran edificio a lo lejos, un elaborado palacio construido de piedra caliza, con pilares y enormes puertas arqueadas. Sin pensarlo, se lanz? al otro lado de la plaza y abri? las puertas de una patada. All? estaba fresco y Sam pudo respirar. Que ya no sintiera el sol sobre su cabeza era toda una diferencia. Pudo abrir los ojos que lentamente se adaptaron a la luz. Decenas de personas lo miraban con sus rostros asustados. La mayor?a estaba sentada en el interior de peque?as piscinas y ba?os individuales mientras que otros caminaban descalzos sobre el piso de piedra. Todos estaban desnudos. Sam se dio cuenta que estaba en una casa de ba?os. Una casa de ba?os romana. Los techos eran altos y arqueados y dejaban entrar la luz, y hab?a grandes columnas arqueadas por todos lados. Los pisos eran de m?rmol brillante y estaba lleno de peque?as piscinas. La gente holgazaneaba relaj?ndose. Es decir, hasta que lo vieron. R?pidamente se levantaron y sus expresiones de tranquilidad se transformaron en una de temor. Sam no soportaba ver a esas personas -esos ricos ociosos, descansando como si no les importara el mundo. Los har?a pagar. Ech? la cabeza hacia atr?s y rugi?. La mayor?a de la gente tuvo el buen tino de irse y apresurarse a tomar sus toallas y batas para tratar de salir tan pronto como pod?an. Pero Sam no les dio tiempo para huir. Sam se lanz? hacia ellos, se abalanz? sobre la mujer m?s cercana, y hundi? los dientes en su cuello. Chup? la sangre y ella cay? al suelo rodando en un ba?o, ti??ndolo de rojo. Sam hizo lo mismo una y otra vez, saltando de una a otra v?ctima, hombres y mujeres por igual. Pronto la casa de ba?os se llen? de cad?veres, los cuerpos flotaban por todas partes y las piscinas se te??an de rojo. Se escuch? algo en la puerta, y Sam gir? para ver de qu? se trataba. All?, en la puerta, hab?a docenas de soldados romanos. Vest?an los uniformes t?picos -t?nicas cortas, sandalias romanas, cascos emplumados y llevaban escudos y espadas cortas. Otros sosten?an arcos y flechas. Las sacaron y apuntaron a Sam. “?Qu?date donde est?s!", el l?der grit?. Sam gru?? mientras se volv?a, se irgui? revelando toda su estatura, y comenz? a caminar hacia ellos. Los romanos hicieron fuego. Decenas de flechas volaron por el aire hacia ?l. Sam las vio moverse en c?mara lenta, sus relucientes puntas de plata se dirig?an hacia ?l. Pero ?l fue m?s r?pido que sus flechas. Antes de que pudieran llegar hasta ?l, Sam estaba en el aire, saltando por sobre todos ellos. F?cilmente cubri? toda la habitaci?n de unos cuarenta pies – incluso antes de que los arqueros relajaran sus manos. Sam baj? con los pies delante y golpe? al soldado en el centro de la formaci?n en el pecho con tanta fuerza que ?ste golpe? a los dem?s que cayeron como una fila de fichas de domin?. Una docena de soldados se desplomaron. Antes de que los dem?s pudieran reaccionar, Sam arrebat? dos espadas de las manos de dos soldados. Gir? y los atac? en todas direcciones. Su punter?a era perfecta. Cort? cabeza tras cabeza, luego se volvi? y clav? la espada en el coraz?n de los sobrevivientes. Se mov?a a trav?s de la multitud como si fuera mantequilla. En cuesti?n de segundos, decenas de soldados estaban sobre el suelo, sin vida. Sam se dej? caer de rodillas y hundi? sus colmillos en el coraz?n de cada uno, bebi? y bebi?. Se arrodill? en cuatro patas y, encorvado como una bestia, se hart? de sangre, tratando de saciar su rabia que no ten?a l?mites. Sam termin?, pero a?n no estaba satisfecho. Sent?a como si necesitara pelear con ej?rcitos enteros, matar a masas de humanos de una sola vez. Necesitaba atiborrarse durante semanas. Y aun as?, no ser?a suficiente. “?SANSON!" grit? una extra?a voz femenina. Congelado en seco, Sam se detuvo. Era una voz que no hab?a escuchado en siglos. Era una voz que casi hab?a olvidado, una que nunca hab?a esperado o?r de nuevo. S?lo una persona en este mundo lo llamaba Sans?n. Era la voz de su creador. All?, de pie junto a ?l, mirando hacia abajo con una sonrisa en su hermoso rostro, estaba el primer amor verdadero de Sam. Era Samantha. CAP?TULO SIETE Caitlin y Caleb volaban por el cielo claro y azul del desierto hacia el norte de Israel, hacia el mar. Debajo, se extend?a la tierra y Caitlin observaba los cambios en el paisaje. Hab?a enormes extensiones de desierto, de tierra quemada por el sol, rocas, piedras, monta?as y cuevas. Casi no hab?a gente, excepto por alg?n pastor vestido de pies a cabeza de blanco con una capucha que le cubr?a la cabeza para protegerse del sol, su reba?o lo segu?a de cerca. Pero m?s al norte, el terreno empez? a cambiar. El desierto dio paso a colinas, y el color cambi? tambi?n, pasando de un marr?n seco y polvoriento a un verde vibrante. Los olivares y vi?edos salpicaban el paisaje. Pero a?n as?, se ve?an pocas personas. Caitlin pens? en lo que hab?a descubierto en Nazaret. En el interior del aljibe, le hab?a sorprendido encontrar un objeto que ahora aferraba en su mano: una estrella de David de oro del tama?o de la palma de su mano. A lo largo hab?a grabada una peque?a inscripci?n antigua con una sola palabra: Capernaum. Era claro que era un mensaje que les indicaba d?nde ir. Pero, ?por qu? Cafarnaum? Caitlin se pregunt?. Caleb le hab?a dicho que Jes?s hab?a pasado un tiempo all?. ?Significaba que los estaba esperando? ?Y su padre tambi?n estar?a all?? ?Y, posiblemente Scarlet? Caitlin escudri?? el paisaje debajo. Le sorprendi? lo poco poblado que Israel estaba en esa ?poca. Volaba sobre una que otra casa ya que las viviendas eran muy pocos y estaban separadas entre si. Todav?a era una tierra vac?a con mucho campo. Las ?nicas ciudades se parec?an a pueblos y se ve?an primitivas, con edificios de arquitectura sencilla de uno o dos pisos y construidos de piedra. Tampoco se ve?a ning?n camino pavimentado. Mientras volaban, Caleb se puso a su lado y estir? su mano. Era agradable sentirlo tan cerca. Caitlin se preguntaba por en?sima vez, por qu? hab?an aterrizado en esa ?poca y en ese lugar. Tan atr?s en el tiempo. Tan lejos. En un lugar tan diferente a Escocia y a todo lo que sab?a. Pod?a sentir que esta era la ?ltima parada en su viaje. All?. Israel. Era un lugar y una ?poca tan poderosos, que sent?a la energ?a irradiar de todo. Todo parec?a dirigirse espiritualmente hacia ella, como si estuviera caminando y viviendo y respirando dentro de un campo de energ?a gigante. Sab?a que la estaba esperando algo trascendental. Pero no sab?a qu?. ?Estaba su padre all?? ?Podr?a encontrarlo alguna vez? Era muy descorazonador. Ten?a las cuatro llaves. ?l deber?a estar all?, Caitlin pens?, esper?ndola. ?Por qu? ten?a que seguir buscando? Lo que m?s le preocupaba era Scarlet. Miraba hacia abajo por todos los lugares que pasaban, buscando alg?n rastro de ella y de Ruth. Por un momento se pregunt? si no hab?a logrado regresar, pero r?pidamente sac? esa idea de su mente, evitando tener esos malos pensamientos. No pod?a concebir su vida sin Scarlet. Si supiera que Scarlet ya no estaba con ella, sab?a que no tendr?a la fuerza para seguir adelante. Caitlin sent?a la estrella de David arder en su mano, y volvi? a pensar en el lugar a d?nde se dirig?an. Deseaba saber m?s sobre la vida de Jes?s; deseaba haber le?do la Biblia m?s cuidadosamente durante su ni?ez. Trat? de recordar algo, pero solamente sab?a lo b?sico: Jes?s hab?a vivido en cuatro lugares: Bel?n, Nazaret, Cafarna?n, y Jerusal?n. Ellos acababan de abandonar Nazaret y ahora estaban en camino a Capernaum. Ella no pod?a evitar preguntarse si al seguir sus huellas, iban tras el tesoro, si tal vez ?l ten?a alguna pista, o si alguno de sus seguidores ten?a alguna idea de d?nde estaba su padre y tambi?n el escudo. De nuevo se pregunt? c?mo podr?an estar conectados. Pens? en todas las iglesias y monasterios que hab?a visitado a lo largo de los siglos, y sent?a que todo se conectaba. Pero no sab?a c?mo. Lo ?nico que sab?a de Capernaum era que se trataba de un peque?o pueblo de pescadores humildes en la Galilea sobre la costa noroeste de Israel. Pero no hab?an pasado ning?n pueblo en horas -de hecho no hab?a ni un alma a la vista, y no hab?a ninguna se?al de un mar- y mucho menos agua. Entonces, justo cuando lo estaba pensando, volaron sobre la cima de una monta?a, y ante ella se abri? el otro lado del valle. La vista le quit? el aliento. All?, se extend?a un mar brillante. Era del azul m?s profundo que jam?s hab?a visto en su vida, y brillaba bajo la luz del sol, parec?a el cofre de un tesoro. Lo bordeaba una magn?fica costa de arena blanca, y las olas se estrellaban contra la costa que parec?a interminable. Caitlin sinti? un estremecimiento de emoci?n. Se dirig?an en la direcci?n correcta; la costa deb?a llevarlos a Cafarna?m. "All?," dijo la voz de Caleb. Entrecerrando los ojos hacia el horizonte, ella miro hacia donde ?l se?alaba, y apenas pudo distinguirlo: a lo lejos se ve?a un peque?o pueblo. No era una ciudad, casi ni un pueblo. Tal vez, hab?a dos docenas de casas y una gran estructura junto a la costa. A medida que se acercaban, Caitlin entrecerr? los ojos para observar con mayor precisi?n pero no vio a a nadie: s?lo unos pocos aldeanos caminaban por las calles. Se pregunt? si era por el sol del mediod?a, o porque el pueblo estaba deshabitado. Caitlin mir? hacia abajo buscando alguna se?al del mism?simo Jes?s pero no vio nada. M?s importante a?n, no lo percib?a. Si lo que le hab?a dicho Caleb era cierto, ella podr?a sentir su energ?a desde lejos. Pero no percib?a ninguna energ?a fuera de lo com?n. Una vez m?s, comenz? a preguntarse si estaban en la ?poca y el lugar adecuados. Tal vez ese hombre hab?a estado equivocado: tal vez Jes?s hab?a muerto muchos a?os antes. O tal vez ni siquiera hab?a nacido. De repente, Caleb se lanz? hacia abajo, hacia el pueblo y Caitlin lo sigui?. Encontraron un lugar escondido fuera de la muralla, en un bosque de olivos. Luego, atravesaron la puerta de la ciudad Caminaron por la peque?a aldea polvorienta, hac?a mucho calor, el sol lo quemaba todo. Los pocos aldeanos que deambulaban apenas los notaban; s?lo parec?an interesados en encontrar una sombra o en abanicarse. Una anciana se acerc? al aljibe, levant? una cuchara grande, bebi?, y luego se limpi? el sudor de la frente con la mano. Por las callejuelas, el lugar parec?a completamente desierto. Caitlin observaba con cuidado buscando alguna se?al, cualquier cosa que pudiera conducirlos a alguna pista, una se?al de Jes?s, o su padre, o el escudo, o Scarlet, pero no ve?a nada. Se volvi? hacia Caleb. "?Y ahora qu??", le pregunt?. Caleb la mir? sin responder. Estaba tan perdido como ella. Caitlin se volvi? para observar las paredes del pueblo, su arquitectura humilde y, cuando mir? a trav?s de la ciudad, not? un camino estrecho, muy transitado que descend?a hacia el mar. Al seguir su rastro a trav?s de una puerta de la ciudad, a lo lejos vio el brillo del mar. Le dio un codazo a Caleb, y ?l tambi?n lo vio y la sigui? mientras sal?an de la ciudad. Al acercarse a la costa, Caitlin vio tres peque?os botes de pesca de colores brillantes, gastados medio varados en la arena, flotando en las olas. Hab?a un un pescador sentado en uno, y junto a los otros dos hab?a dos pescadores de pie con el agua hasta los tobillos. Eran hombres de edad avanzada con barba y cabello de color gris, sus rostros se ve?an tan gastados como sus barcos, estaban bronceados y llenos de arrugas. Vest?an t?nicas blancas y capuchas blancas para protegerse del sol. Mientras Caitlin los observaba, dos elevaron una red de pesca y la arrastraron lentamente hacia las olas. La jalaban mientras luchaban con las olas, y un ni?o peque?o salt? de uno de los barcos y corri? hacia ellos para ayudarlos a jalar la red. Cuando regresaron a la orilla, Caitlin vio que hab?an capturado decenas de peces que se retorc?an y tiraban contra el suelo. El ni?o gritaba de alegr?a mientras que los ancianos permanec?an serios. Caitlin y Caleb se hab?an acercado en silencio -sobre todo por el romper de las olas- y los pescadores no se hab?an dado cuenta de que estaban all?. Caitlin se aclar? la garganta para no asustarlos. Todos se dieron vuelta y los miraron, se ve?an sorprendidos. Ella no los culpaba: deb?an dar un espect?culo impactante, los dos vestidos de negro de pies a cabeza, con cuero y equipo de batalla. Deb?an verse como si hubieran ca?do del cielo. "Lamentamos molestarlos," comenz? Caitlin, “pero, ?es aqu? Cafarnaum?", le pregunt? al hombre que ten?a m?s cerca. ?l la mir? y luego a Caleb, y nuevamente a ella. ?l asinti? lentamente con la cabeza. "Estamos buscando a alguien", continu? Caitlin. "?Y a qui?n?", pregunt? el otro pescador. Caitlin estaba a punto de decir "mi padre", pero luego se detuvo, d?ndose cuenta de que no servir?a. ?C?mo iba a describirlo? Ni siquiera sab?a qui?n era o qu? aspecto ten?a. As? que, en su lugar, nombr? a la ?nica persona que se le vino a la mente, la ?nica persona que ellos podr?an reconocer: "Jes?s." Casi esperaba que se burlar?an de ella, se reir?an y la mirar?an como si estuviera loca, como si no tuviera idea de qui?n era Jes?s. Pero, para su sorpresa, su pregunta no pareci? sorprenderlos; la tomaron en serio. "Se fue hace dos semanas", dijo uno de ellos. El coraz?n de Caitlin dio un vuelco. Entonces. Era cierto. ?l estaba realmente vivo. Estaban en su misma ?poca. Y realmente ?l hab?a estado all?, en ese pueblo. "Y todos sus seguidores", dijo el otro. "S?lo los viejos como nosotros y los ni?os no lo seguimos." “?As? que ?l es real?", pregunt? Caitlin, en estado de shock. Todav?a pod?a creerlo; era demasiado para que pudiera comprenderlo. El chico se levant? y se acerc? a Caitlin. “?l cur? la mano de mi abuelo", dijo el muchacho. "M?ralo. ?l era un leproso. Ahora ha sanado. Mu?strale abuelo ", dijo el muchacho. El anciano se volvi? lentamente y ech? la manga hacia atr?s. Su mano se ve?a perfectamente normal. De hecho, cuando Caitlin mir? de cerca, vio que la mano se ve?a mucho m?s joven que la otra. Era extra?o. Ten?a la mano de un muchacho de 18 a?os. Rosada, color de rosa y de aspecto saludable, era como si le hubieran dado una mano nueva. Caitlin no lo pod?a creer. Jes?s era real. Realmente sanaba a las personas. Al ver la mano de ese hombre, ese hombre que hab?a sido un leproso, perfectamente curado, sinti? un escalofr?o por la espalda. Todo se hizo uno. Por primera vez, tuvo la esperanza de que realmente lo podr?a encontrar, y tambi?n a su padre y el Escudo. Y que podr?an conducirla con Scarlet. "?Sabe a d?nde se fue?", pregunt? Caleb. “A Jerusal?n, por lo que o?mos," otro pescador grit? por sobre el sonido de las olas. Jerusal?n, pens? Caitlin. Sent?a que estaba muy lejos. Hab?an volado hasta all?, a Cafarna?m. Y ahora sent?a que hab?a sido una b?squeda in?til. Despu?s de todo eso, tendr?an que regresarse e irse con las manos vac?as. Pero ella sent?a la estrella de David quem?ndole la mano, y estaba segura de que hab?a una raz?n por la que los hab?an enviado a Cafarna?m. Sent?a que hab?a algo m?s, algo que necesitaban encontrar. "Uno de sus disc?pulos est? todav?a aqu?", dijo un pescador. "Pablo. Puedes preguntarle. Puede ser que sepa exactamente a d?nde fueron.” "?D?nde est??", pregunt? Caitlin "Donde todos pasan el tiempo. En la antigua sinagoga ", dijo el hombre. Se dio vuelta y se?al? por encima del hombro con su pulgar. Caitlin se volvi? y mir? por encima de su hombro, y all?, sobre una colina, mirando el mar, vio un hermoso templo peque?o de piedra caliza. Incluso en esa ?poca, se ve?a antiguo. Adornado con columnas intrincados, miraba hacia el mar. Incluso desde esa distancia, Caitlin sinti? de que se trataba de un lugar sagrado. “Era la sinagoga de Jes?s," uno de los hombres dijo. “Era donde pasaba todo el tiempo." "Gracias", dijo Caitlin, comenzando a caminar hacia all?. El hombre se acerc? y la agarr? del brazo con su nueva mano, la mano sana. Caitlin se detuvo y lo mir?. Pudo sentir la energ?a pulsar a trav?s de su mano, en el brazo. No se parec?a a nada de lo que jam?s hab?a sentido. Era una energ?a que curaba, consolaba. “No eres de aqu?, ?verdad?", pregunt? el hombre. Caitlin sinti? c?mo el la miraba a los ojos, y estaba segura que estaba sintiendo algo. Se dio cuenta de que no ten?a sentido mentirle. Lentamente, ella neg? con la cabeza. "No, no lo soy." ?l la mir? por un largo tiempo, y luego asinti? lentamente con la cabeza, satisfecho. "Vas a encontrarlo," ?l le dijo. "Puedo sentirlo." * Caitlin y Caleb caminaron hasta la orilla, las olas romp?an junto a ellos, el olor pesado de la sal se sent?a en el aire. Las brisas eran refrescantes, sobre todo despu?s de haber estado tanto tiempo en el calor del desierto. Se volvieron y subieron una peque?a colina, en la cima estaba la antigua sinagoga. Caitlin alz? la vista mientras se acercaban: estaba construida de una piedra caliza desgastada, parec?a como si hubiera estado all? durante miles de a?os. Pod?a sentir la energ?a emerger del lugar; era un lugar sagrado, pod?a afirmarlo. Su gran puerta arqueada estaba entreabierta y cruji? mientras se balanceaba con el viento, mecida por la brisa del mar. A medida que caminaban por la colina, pasaron macizos de flores silvestres que crec?an aparentemente de la roca, en la gama de colores brillantes propia del desierto. Eran las flores m?s hermosas que Caitlin jam?s hab?a visto en su vida, tan inesperadas, tan improbables en ese lugar desolado. Llegaron a la cima de la colina y caminaron hasta la puerta. Caitlin sent?a la estrella de David quem?ndole dentro su bolsillo y supo que era el lugar indicado. Caitlin levant? la vista y sobre la puerta vio una gran estrella de David de oro incrustada en la piedra y rodeada de letras hebreas. Era incre?ble pensar que ella estaba a punto de entrar en un lugar donde Jes?s hab?a pasado tanto tiempo. De alguna manera, hab?a esperado entrar a una iglesia pero, por supuesto, como lo hab?a pensado, no ten?a sentido porque las iglesias no se construyeron hasta despu?s de su muerte. Parec?a extra?o pensar en Jes?s en una sinagoga pero, despu?s de todo, ?l hab?a sido jud?o y un rabino, as? que ten?a todo el sentido. Pero, ?qu? importancia ten?a todo esto para la b?squeda de su padre? ?Para encontrar el escudo? Cada vez m?s, sent?a que todo estaba conectado, todos los siglos y las ?pocas y los lugares, toda la b?squeda por todos los monasterios e iglesias, todas las llaves, todos los cruces. Sinti? que hab?a un hilo conductor all?, justo delante de sus ojos. Sin embargo, a?n no sab?a qu? era. Era evidente que hab?a algo sagrado, espiritual en lo que fuera que ten?a que encontrar. Lo que tambi?n le pareci? extra?o porque, despu?s de todo, ?ste era un mundo de vampiros. Pero, mientras lo pensaba, se dio cuenta de esta tambi?n era una guerra espiritual entre las fuerzas sobrenaturales del bien y el mal, los que quer?an proteger a la raza humana y los que quer?an perjudicarla. Y claramente, lo que fuera a encontrar tendr?a enormes consecuencias no s?lo para la raza de los vampiros sino tambi?n para la raza humana. La puerta estaba entreabierta y Caitlin se pregunt? si s?lo deb?an entrar. "?Hola?" Caitlin llam?. Esper? unos segundos, su voz hizo eco. No hubo ninguna respuesta. Ella mir? a Caleb. ?l asinti? con la cabeza, tambi?n sent?a que estaban en el lugar correcto. Ella levant? la mano, apoy? la palma de la mano sobre la antigua puerta de madera, y la empuj? suavemente. La puerta cruji? cuando se abri?, y los dos entraron al edificio que estaba a oscuras. Hac?a m?s fr?o en el interior protegido del sol, y le tom? a Caitlin un momento para que sus ojos se acostumbraran. Poco a poco, pudo ver con claridad y observar la habitaci?n ante ella. Era magn?fica, muy diferente a todo lo que hab?a visto antes. No era magn?fica, como las dem?s iglesias en las que hab?a estado; en realidad era un edificio humilde, construido de m?rmol y piedra caliza, adornado con columnas y tallas intrincadas en el techo. No hab?a bancos, no hab?a donde sentarse, era s?lo un gran espacio abierto. En el otro extremo, hab?a un altar sencillo pero en vez de una cruz encima, hab?a una gran estrella de David. Detr?s, hab?a un peque?o armario de oro con im?genes de dos grandes volutas talladas en ella. S?lo unas pocas peque?as ventanas arqueadas se alineaban a lo largo de las paredes, y aunque la luz del sol entraba a raudales en algunos lugares, todav?a estaba oscuro. Este lugar era muy silencioso, muy tranquilo. Caitlin o?a s?lo el estruendo lejano de las olas. Caitlin y Caleb intercambiaron miradas y luego caminaron lentamente por el pasillo, hacia el altar. Mientras caminaban, sus pasos resonaban en el m?rmol, y Caitlin no pudo evitar tener la sensaci?n de que los estaban observando. Llegaron al final del pasillo y se pararon frente al gabinete de oro. Caitlin estudi? los diagramas grabadas en el oro: eran tan detallados, tan intrincados, que le recordaba a la iglesia en Florencia, en el Duomo, sus puertas de oro. Parec?a como si alguien hubiera pasado toda una vida tall?ndola. Adem?s de las im?genes de las volutas, hab?a letras hebreas a su alrededor. Caitlin se pregunt? lo que hab?a dentro. "La Tor?", dijo una voz. Caitlin gir?, sorprendida de escuchar otra voz. No entend?a c?mo alguien pudo haberse movido tan despacio arregl?ndoselas para que ella no pudiera detectarlo, y, sobre todo, leer su mente. S?lo una persona muy especial podr?a hacerlo. Ya sea un vampiro, o una persona santa, o ambos. Un hombre que llevaba una t?nica blanca, con la caperuza hacia atr?s, con el pelo largo y casta?o claro despeinado y barba caminaba hacia ellos. Ten?a unos hermosos ojos azules y una cara compasiva iluminada con una sonrisa. Se ve?a atemporal, tal vez de unos 40 a?os, y se dirig?a hacia ellos con una leve cojera, sosten?a un bast?n. "Son los pergaminos del Antiguo Testamento. Los cinco libros de Mois?s. Eso es lo que hay detr?s de esas puertas de oro.” Sigui? acerc?ndose hasta unos pocos metros de distancia, y se detuvo ante Caitlin y Caleb. Se qued? mir?ndola, y Caitlin pudo sentir la energ?a que sal?a de ?l. Era evidente de que no era una persona com?n y corriente. "Yo soy Pablo", dijo, sin extender su mano, que descansaba sobre su bast?n. "Yo soy Caitlin, y ?l es mi marido, Caleb", respondi? ella. ?l sonri? con gusto. "Lo s?", respondi?. Caitlin se sinti? como una tonta. Ese hombre, que era capaz de leer su mente tan f?cilmente, sab?a mucho m?s sobre ella que lo que sab?a ella de ?l. Era una sensaci?n extra?a de que todas estas personas, en todos estos siglos y lugares, sab?a acerca de ella y la hab?an estado esperando. La hac?a sentir aun m?s que ten?a un prop?sito, una misi?n. Pero tambi?n la frustraba porque no sab?a lo que era, ni a d?nde ir. “Lo siento por haber entrado as?", dijo Caleb. "Pero nos dijeron que Jes?s or? en este lugar. Que estuvo aqu? recientemente. ?Es cierto?" El hombre asinti? lentamente con la cabeza, manteniendo los ojos fijos en Caitlin. "Partieron a Jerusal?n hace alg?n tiempo", dijo. "Si fueran de las personas que llegan para ser sanados, es demasiado tarde. Pero, de nuevo, s? que ustedes no han venido para eso. No. Tienen un prop?sito muy diferente, ?no? ", les pregunt?, sin dejar de mirar a Caitlin. Caitlin asinti?, sintiendo que ese hombre ya lo sab?a todo. Y por primera vez en su vida, tuvo otro sentimiento: este hombre estaba cerca de su padre. ?l sab?a d?nde estaba. La sensaci?n le hizo sentir un escalofr?o por todo el cuerpo. Nunca antes se hab?a sentido tan cerca de ?l. Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». 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