Êàêîå, â ñóùíîñòè, íåëåïîå çàíÿòèå ïèñàòü ñòèõè: ......................è "ãëàç ëóíû", è "ñîëíöà äèñê" êàê ìèð ñòàðû. ............................Äóøè øèðîêèå îáúÿòèÿ òîëïå íàâñòðå÷ó ðàñïàõíóòü... - ................................................ïîäîáíûé ðèñê ê ÷åìó òåáå? - ........................Ãëóõîé ñòåíîé - íåïîíèìàíèå; ðàçäàâëåí òÿæåñòüþ

Un Rastro de Asesinato

Un Rastro de Asesinato Blake Pierce Un Misterio Keri Locke #2 Una historia din?mica que atrapa desde el primer cap?tulo y no te deja ir. Midwest Libro Review, Diane Donovan (en torno a Una vez ido) Del autor de misterio, #1 en ventas, Blake Pierce viene una nueva obra maestra de suspenso psicol?gico. En UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2 en la serie de misterio Keri Locke), Keri Locke, Detective de Personas Desaparecidas en la Divisi?n de Homicidios del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles, sigue acosada por el rapto de su propia hija. Alentada por la nueva pista encontrada, la primera en a?os, la sigue con todo lo que tiene, determinada a encontrar a su hija y traerla de regreso con vida. Pero Keri, al mismo tiempo, recibe una llamada telef?nica de un esposo desesperado, un afamado cirujano pl?stico de Beverly Hills, quien denuncia la desaparici?n de su esposa desde hace dos d?as. Siendo una opulenta dama de sociedad, sin enemigos, y con pocas razones para abandonar su vida, ?l teme lo peor con respecto a su esposa. Keri toma el caso, si?ndole asignada una nueva pareja a quien ella detesta, mientras Ray todav?a se recupera en el hospital. Su investigaci?n la lleva a lo profundo del mundo de ?lite de Beverly Hills, con sus ricos holgazanes, los encuentros con amas de casa solitarias, y aquellas vidas vac?as, de compras compulsivas. Keri, en este mundo incomprensible para ella, se siente cada vez m?s confundida por las se?ales contradictorias: ?Esta mujer, con un secreto pasado de acoso y seducci?n, se larg?, o fue secuestrada?O, ?es que algo m?s siniestro sucede?Un oscuro thriller psicol?gico con un suspenso que acelerar? tus latidos, UN RASTRO DE ASESINATO es el libro #2 en una nueva serie que atrapa al lector – y un nuevo y adorable personaje – que te dejar? leyendo hasta altas horas de la noche. ?Una obra maestra de suspenso y misterio! El autor hizo un trabajo magn?fico desarrollando personajes con un lado psicol?gico tan bien descrito que percibimos el interior de sus mentes, seguimos sus miedos y aplaudimos sus ?xitos. La trama es muy inteligente y te mantendr? entretenido a lo largo del libro. Lleno de giros, este libro te mantendr? despierto hasta llegar a la ?ltima p?gina. Libros and Movie Reviews, Roberto Mattos (en torno a Una Vez Ido) El libro #3 en la serie Keri Locke pronto estar? disponible. UN RASTRO DE ASESINATO (UN MISTERIO KERI LOCKE — LIBRO 2) B L A K E P I E R C E Blake Pierce Blake Pierce es autor de la exitosa serie de misterio RILEY PAGE, que incluye hasta ahora seis libros. Blake Pierce es asimismo el autor de la serie de misterio MACKENZIE WHITE, compuesta hasta la fecha por tres libros; de la serie de misterio AVERY BLACK, tres libros publicados hasta la fecha; y de la nueva serie de misterio KERI LOCKE. ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y suspenso, Blake quisiera saber de ti, as? que visita cuando quieras www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com) para saber m?s y estar en contacto. Copyright © 2017 by Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto como est? permitido bajo la U.S. Copyright Act of 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma y por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico est? licenciado solo para su entretenimiento personal. Este libro electr?nico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre por favor una copia adicional para cada destinatario. Si usted est? leyendo este libro y no lo compr?, o no fue comprador para su uso exclusivo, entonces por favor regr?selo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Nombre, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son, o producto de la imaginaci?n del autor o son usados en forma de ficci?n. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. La imagen de portada Copyright PhotographyByMK, usada bajo licencia de Shutterstock.com. BOOKS BY BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO RILEY PAIGE UNA VEZ IDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ SEDUCIDO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ ASIGNADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ FR?O (Libro #8) SERIE DE MISTERIO MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE TOME (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) SERIE DE MISTERIO AVERY BLACK MOTIVO PARA MATAR (Libro #1) MOTIVO PARA CORRER (Libro #2) MOTIVO PARA ESCONDER (Libro #3) MOTIVO PARA TEMER (Libro #4) SERIE DE MISTERIO KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) CONTENIDO CAP?TULO UNO (#u6e43ac83-9196-506d-8737-6521a4a55f05) CAP?TULO DOS (#u19b16f7d-b8b9-5e66-b56c-8488a907da11) CAP?TULO TRES (#u9ab10246-6b88-519f-8989-68dff54e94d2) CAP?TULO CUATRO (#u321e515b-2072-526c-b809-b210ca1d27ba) CAP?TULO CINCO (#u5750fc1e-7e59-5d33-a7c6-9d0e2b2e3a86) C?PITULO SEIS (#u6c19637c-536c-5f10-8c41-78013fd954b9) CAP?TULO SIETE (#u58c50c16-d4e7-5d87-9633-1945bb5fce2e) CAP?TULO OCHO (#uf7d08535-dfb1-5026-9316-d80cd7ea739e) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISEIS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIDOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SEIS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y OCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO UNO El largo corredor estaba en penumbras. Incluso con la linterna encendida, a Keri se le hac?a dif?cil ver m?s all? de los tres metros. Ignor? la punzada de miedo en su est?mago y continu?. Con la linterna en una mano y con la otra sosteniendo su pistola, avanz? poco a poco. Acab? llegando a la puerta del s?tano. Todo en ella le dec?a que hab?a encontrado el sitio. Aqu? era donde hab?an tenido a la peque?a Evie. Keri empuj? la puerta y puso un pie en el primer y desvencijado escal?n de madera. La oscuridad aqu? era m?s sobrecogedora que en el corredor. A medida que bajaba lentamente por las escaleras, pens? de repente en lo dif?cil que era hallar una casa con s?tano en el sur de California. Esta era la primera que hab?a encontrado. Entonces escuch? algo. Sonaba como un ni?o llorando—una peque?a ni?a, quiz?s de ocho. Keri la llam? y una voz le respondi?. —?Mami! —No te preocupes, Evie. ?Mami est? aqu?!—grit? Keri en respuesta, al tiempo que se daba prisa en bajar los escalones. Mientras lo hac?a, algo la recom?a por dentro, avis?ndole que algo que no encajaba. No fue sino hasta que su tobillo se enganch? en un escal?n y perdi? el equilibrio, para a continuaci?n caer al vac?o, cuando supo qu? era lo que hab?a estado molest?ndola. Evie hab?a estado desaparecida durante cinco a?os. ?C?mo pod?a seguir sonando igual? Pero era demasiado tarde para hacer algo al respecto mientras atravesaba el aire en direcci?n al suelo. Se prepar? entonces para absorber el impacto. Mas no lo hubo. Para su horror, se dio cuenta que hab?a ca?do a un pozo sin fondo, donde el aire se hac?a cada vez m?s g?lido, mientras ululaba sin cesar alrededor de ella. De nuevo le hab?a fallado a su hija. Keri despert? de golpe, y se enderez? con rapidez dentro del auto. Tom? solo instante entender qu? era lo que estaba sucediendo. No estaba en un pozo sin fondo. Tampoco se hallaba en un s?tano asqueroso. Estaba en su traqueteado Toyota Prius, en el estacionamiento de la estaci?n de polic?a, y se hab?a quedado dormida mientras com?a su almuerzo. El fr?o que hab?a sentido ven?a de la ventanilla abierta. El sonido ululante pertenec?a a la sirena de una patrulla que sal?a del estacionamiento en respuesta a una llamada. Estaba empapada de sudor y su coraz?n lat?a con rapidez. Pero nada de eso era real. Era otra horrible y desesperanzadora pesadilla. Su hija, Evelyn, segu?a desaparecida. Keri sacudi? las telara?as de su mente, tom? un sorbo de la botella de agua, y se dirigi? de vuelta a la estaci?n, record?ndose a s? misma que ya no era solo una mam?: tambi?n era una detective de Personas Desaparecidas para el Departamento de Polic?a de Los ?ngeles. Sus m?ltiples lesiones la obligaban a andar con cuidado. Hac?a apenas dos semanas de su brutal encuentro con un violento secuestrador de ni?as. Pachanga, al menos, hab?a recibido lo que merec?a cuando Keri rescat? a la hija del senador. Pensar en ello hac?a m?s tolerables los agudos dolores que sent?a por todo su cuerpo. Los doctores le hab?an quitado el protector acolchado de la cara hac?a apenas unos pocos d?as, luego de haber determinado que la cuenca fracturada de su ojo se hab?a recuperado lo suficiente. Todav?a llevaba su brazo en cabestrillo pues Pachanga le hab?a roto la clav?cula. Le hab?an dicho que pod?a quit?rselo pasada otra semana, pero le resultaba tan fastidioso que estaba considerando deshacerse de ?l antes de tiempo. No hab?a nada que hacer en cuanto a sus costillas rotas, m?s all? de colocarse un relleno protector. Eso le fastidiaba tambi?n, porque la hac?a ver como si tuviera cinco kilos por encima de los sesenta de su acostumbrado peso de combate. Keri no era una mujer vanidosa. Pero a los treinta y cinco, le agradaba que todav?a se volteasen a mirarla. Con las almohadillas que abultaban bajo su blusa a la altura de la cintura y algo m?s arriba de sus pantalones de trabajo, dudaba que provocase ese efecto. Gracias al tiempo de reposo que se le hab?a concedido para su recuperaci?n, sus ojos caf? no estaban tan inyectados de cansancio como era lo usual, y su cabello rubio cenizo, agarrado hacia atr?s en una simple cola de caballo, hab?a sido lavado con champ?. Pero el hueso fracturado de la cuenca orbital hab?a dejado en ese lado de la cara un enorme cardenal, ya amarillento, que solo ahora comenzaba a desvanecerse, y el cabestrillo no la hac?a m?s atrayente. Probablemente no era el momento para salir en una primera cita. El pensar en citas le hizo acordarse de Ray. Su pareja durante el ?ltimo a?o y amigo desde hac?a seis, que todav?a estaba recuper?ndose en el hospital tras recibir un tiro en el est?mago a manos de Pachanga. Por fortuna, estaba reaccionando lo suficientemente bien como para reci?n haber sido trasladado del hospital cercano al lugar del tiroteo hasta el Centro M?dico Cedars-Sina? en Beverly Hills. Estaba a solo veinticinco minutos en auto desde la estaci?n, as? que Keri pod?a visitarlo con frecuencia. Con todo, en ning?n momento de esas visitas ninguno de los dos se hab?a referido a la creciente tensi?n rom?ntica que ella sab?a ambos estaban sintiendo. Keri aspir? con fuerza antes de emprender la familiar pero estresante caminata por el interior de la estaci?n. Se sent?a como el d?a de su regreso. Todav?a sent?a los ojos fijos en ella. Cada vez que pasaba delante de sus colegas, sent?a sus miradas furtivas, como dardos, y se preguntaba qu? estar?an pensando. ?Todav?a pensaban que ella era una impredecible rompedora de normas? ?Aunque fuese a rega?adientes se hab?a ganado su respeto por haber eliminado a un secuestrador y asesino de ni?as? ?Por cu?nto tiempo ser la ?nica mujer detective en el escuadr?n la har?a sentirse como una forastera permanente? Mientras pasaba junto a ellos en medio del traj?n de la estaci?n y se deslizaba en su escritorio, Keri trat? de controlar el c?mulo de resentimiento que se agitaba en su pecho para concentrarse solo en su trabajo. Al menos el lugar estaba tan repleto y ca?tico como siempre, y desde ese punto de vista, tan tranquilizador, nada hab?a cambiado. La estaci?n estaba abarrotada con civiles poniendo denuncias, perpetradores que eran fichados, detectives al tel?fono siguiendo alguna pista. Keri hab?a sido limitada, desde su regreso, a cumplir turnos de escritorio. Y su escritorio estaba lleno. Desde que hab?a regresado, viv?a ahogada en un mar de papeles. Hab?a docenas de reportes de arrestos por revisar, ?rdenes de registro por solicitar, declaraciones de testigos por evaluar, y reportes de evidencia por examinar. Sospechaba que, debido a que a?n no le estaba permitido llevar casos afuera, todos sus colegas estaban dej?ndole las tareas fastidiosas. Afortunadamente, se supon?a que retornar?a a las actividades de campo ma?ana. Y lo que nadie sab?a es que, en realidad, a ella no le importaba quedarse en la oficina por una raz?n: los archivos de Pachanga. Cuando los polic?as registraron su casa tras el incidente, encontraron una computadora port?til. Keri y el Detective Kevin Edgerton, gur? tecnol?gico del precinto, hab?an descubierto la clave de acceso de Pachanga, y logrado abrir sus archivos. La esperanza de ella era que los archivos la condujeran al descubrimiento de muchas ni?as extraviadas, incluyendo talvez su propia hija. Desafortunadamente, hab?a resultado dif?cil entrar a lo que al principio hab?a parecido una mina de informaci?n sobre m?ltiples secuestros. Edgerton hab?a explicado que los archivos encriptados solo pod?an ser abiertos con la clave de descifrado, cosa que no pose?an. Keri hab?a pasado la ?ltima semana aprendiendo todo lo que pod?a sobre Pachanga con la esperanza de hallar la clave. Pero hasta ahora, no ten?a nada. Mientras permanec?a sentada revisando archivos, los pensamientos de Keri regresaron a algo que la hab?a estado rondando desde que hab?a retomado el trabajo. Cuando Pachanga secuestr? a la hija del Senador Stafford Penn, Ashley, lo hab?a hecho a pedido del hermano del senador, Payton. Los dos hombres hab?an estado comunic?ndose a trav?s de la red oscura durante meses. Keri no pod?a dejar de preguntarse c?mo el hermano de un senador se las hab?a arreglado para contactar a un secuestrador profesional. No era que pertenecieran al mismo c?rculo. Pero ten?an una cosa en com?n. Ambos eran representados por un abogado llamado Jackson Cave. La oficina de Cave estaba ubicada en las alturas de un rascacielos del centro, pero muchos de sus clientes se mov?an m?s a ras de tierra. Adem?s de su trabajo corporativo, Cave ten?a una larga historia representando a violadores, secuestradores, y ped?filos. Si Keri lo ve?a con indulgencia, sospechaba que simplemente lo hac?a porque pod?a cobrarles honorarios exorbitantes a tan desagradables clientes. Pero una parte de ella pensaba que en realidad eso le excitaba. En cualquier caso, lo despreciaba. Si Jackson Cave hab?a puesto en contacto a Payton Penn con Alan Pachanga, era razonable suponer que ?l tambi?n sab?a c?mo ingresar a esos archivos encriptados. Keri estaba segura que en alg?n lugar de ese sofisticado despacho de rascacielos se hallaba la clave que ella necesitaba para descifrar el c?digo y descubrir detalles de todas esas ni?as extraviadas, incluyendo quiz?s la suya. Hab?a resuelto que, de una u otra forma, de manera legal o ilegal, entrar?a en ese despacho. Mientras pensaba en c?mo podr?a lograrlo, Keri prest? atenci?n a una oficial uniformada de veintitantos a?os que caminaba lentamente hacia ella. La llam? con la mano. —?Me dices de nuevo tu nombre?—pregunt? Keri, sin estar segura de que se lo hubiesen dicho antes. —Soy la Oficial Jamie Castillo —contest? la joven oficial de cabellos oscuros—. Acabo de salir de la academia. Me reasignaron aqu? en la semana en que estuvo en el hospital. Originalmente estaba en la Divisi?n Los ?ngeles Oeste. —?Eso quiere decir que no debo sentirme mal por no saber qui?n eres? —As? es, Detective Locke—dijo Castillo con firmeza. Keri estaba impresionada. La chica ten?a confianza en s? misma y hab?a una agudeza en sus ojos oscuros que apuntaba a una inteligencia despierta. Se ve?a adem?s como alguien que pod?a cuidar de s? misma. Con uno setenta por lo menos de estatura, y una constituci?n atl?tica y fibrosa, no ser?a prudente buscarle pelea. —Bien. ?Qu? puedo hacer por ti?—pregunt? Keri, intentando no sonar intimidante. No hab?a muchas mujeres polic?as en la Divisi?n Pac?fico y Keri no quer?a ahuyentar a ninguna. —He estado cubriendo durante las ?ltimas semanas las llamadas que ofrecen informaci?n. Como supondr?, un mont?n de ellas est?n relacionadas con su encuentro con Alan Pachanga y con la declaraci?n que hizo acerca de tratar de encontrar a su hija.” Keri asinti?, recordando. Despu?s que hubo rescatado a Ashley, el departamento organiz? una gran rueda de prensa para celebrar el feliz resultado. Todav?a confinada a una silla de ruedas, Keri hab?a elogiado a Ashley y a su familia antes de aprovechar la rueda de prensa para mencionar a Evie. Hab?a mostrado una foto de ella y hab?a rogado a las personas que brindaran cualquier informaci?n que pudiera ayudar en la b?squeda. Su supervisor inmediato, el Teniente Cole Hillman, se hab?a enfadado a tal punto con ella por usar la victoria del departamento como una herramienta en su cruzada personal, que Keri pens? que ?l la habr?a despedido de inmediato de haber podido. Pero como era una hero?na en silla de ruedas, despu?s de haber rescatado a una adolescente, no pod?a hacerlo. Estando todav?a hospitalizada, los pajaritos le dijeron a Keri que ?l se hab?a molestado cuando el departamento comenz? a verse inundado con cientos de llamadas diarias. —Siento que est?s atada a esa asignaci?n—dijo Keri—. Apuesto a que solo quer?as aprovechar al m?ximo la oportunidad y no pensaste en qui?n tendr?a que v?rselas con los efectos colaterales. Supongo que todas las llamadas terminaron en nada. Jamie Castillo vacil?, como si se preguntara si estaba tomando la decisi?n correcta. Keri pod?a ver los engranajes dando vueltas en la mente de la joven. La observ? ponderar cu?l ser?a la movida correcta y no pudo evitar simpatizar con ella. Era como si mirara una versi?n m?s joven de s? misma. —Buenol—dijo Castillo finalmente—, la mayor?a pod?an ser desestimadas sin m?s porque eran de gente inestables o simplemente bromistas. Pero esta ma?ana hubo una llamada que era algo distinta. Era tan concreta que me hizo tomarla m?s en serio. Casi al punto, la boca de Keri se sec? y su coraz?n comenz? a correr. Tranquil?zate. Probablemente no sea nada. No te exaltes. —?Puedo escucharla?—pregunt? con una calma que no hubiera cre?do posible. —Ya se la he reenviado —dijo Castillo. Keri mir? el tel?fono y vio la luz titilante indicando que ten?a un correo de voz. Intentando no parecer desesperada, levant? con lentitud la bocina y escuch?. La voz del mensaje era ?spera, casi met?lica y dif?cil de comprender, haci?ndolo a?n m?s complicado un golpeteo al fondo. —Te vi en TV hablando de tu hija—dec?a—. Quiero ayudar. Hay un almac?n abandonado en Palms, cruzando la Estaci?n de Generaci?n Piedmont. Rev?salo. Eso era todo lo que hab?a—solo una cavernosa voz masculina dando una vaga pista. Entonces, ?por qu? en las yemas de sus dedos hab?a un hormigueo de adrenalina? ?Por qu? ten?a problemas para tragar? ?Por qu? de s?bito sus pensamientos eran destellos de im?genes de c?mo se ver?a Evie en la actualidad? Quiz?s era porque la llamada no se o?a para nada en los detalles como la t?pica llamada falsa. No intentaba atraer la atenci?n, lo que claramente hab?a llamado la atenci?n de Castillo. Y ese mismo elemento —su serena franqueza—era el aspecto que estaba haciendo correr gotas de sudor por la espalda de Keri. Castillo permanec?a a la expectativa. —?Cree que es leg?tima?—pregunt?. —Dif?cil decirlo—respondi? Keri calmadamente, a pesar de su coraz?n acelerado, mientras ubicaba la estaci?n de generaci?n en Google Maps—. Revisaremos m?s tarde d?nde se origin? la llamada y haremos que los t?cnicos traten de limpiar el mensaje para ver qu? m?s se puede averiguar de la voz y el sonido de fondo. Pero dudo que sean capaces de hallar gran cosa. Quienquiera que haya hecho esta llamada fue cuidadoso. —Eso pens? yo tambi?n—convino Castillo—. No dio su nombre, y es obvio que intent? enmascarar la vozcon un sonido de distracci?n al fondo. Solo se sent?a…distinto de los dem?s. Keri escuchaba a medias mientras observaba el mapa de su pantalla. La estaci?n de generaci?n estaba localizada en National Boulevard, justo al sur de la Autopista 10. Al chequear la imagen de sat?lite, verific? que hab?a un almac?n cruzando la calle. Si estaba abandonado, eso no lo sab?a. Pero voy a averiguarlo. Mir? a Castillo y sinti? una corriente de gratitud hacia ella —y tambi?n algo que no hab?a sentido en mucho tiempo por un compa?ero oficial: admiraci?n. La ve?a con buenos ojos, y se alegraba de que estuviera all?. —Buen trabajo, Castillo—le dijo por fin a la joven oficial, que tambi?n estaba observando la pantalla—. Es tan bueno esto que creo que voy chequearlo. —?Necesita compa??a?—pregunt? Castillo esperanzada, mientras Keri se incorporaba y recog?a sus cosas para dirigirse al almac?n. Pero antes de que pudiera responder, Hillman sac? su cabeza del despacho y con un grito que cruz? toda la estancia la llam?. —Locke, te necesito en mi oficina ahora —le lanz? una mirada fulminante—. Tenemos un nuevo caso. CAP?TULO DOS Keri se qued? paralizada donde estaba. La consum?a un flujo de emociones encontradas. T?cnicamente, esas eran buenas noticias. Parec?a que la pondr?an en el campo un d?a antes, una se?al de que Hillman, a pesar de sus problemas con ella, la sent?a lista para volver a asumir sus responsabilidades normales. Pero una parte de ella quer?a ignorarlo e ir directo en ese instante al almac?n. —Es para hoy, por favor—exclam? Hillman, sac?ndola en un tris de su moment?nea indecisi?n. —Voy, se?or —dijo. Volteando entonces a Castillo con una media sonrisa, a?adi?—. Continuar?. Al poner un pie en la oficina de Hillman, not? que su t?pico ce?o fruncido estaba m?s arrugado que nunca. Cada uno de sus cincuenta a?os era visible en su rostro. Su cabello entrecano estaba revuelto como siempre. Keri nunca pod?a asegurar si era que ?l no se daba cuenta o era que no le importaba. Ten?a puesta una chaqueta, pero la corbata estaba floja y su camisa mal entallada no pod?a ocultar su peque?a panza. Sentado en el viejo y maltrecho sof? en la pared opuesta, se hallaba el Detective Frank Brody. Brody ten?a cincuenta a?os y estaba a seis meses de su retiro. Todo en su apariencia lo reflejaba, desde sus apenas competentes intentos para mostrar urbanidad,pasando por su camisa arrugada y manchada de ketchup, con los botones a punto de saltar gracias a su formidable barriga, a sus mocasines descosidos, que parec?an a punto de deshacerse. Brody nunca le hab?a dado la impresi?n a Keri de que fuera el m?s dedicado y trabajador de los detectives, y ?ltimamente parec?a m?s interesado en su precioso Cadillac que en casos por resolver. Normalmente trabajaba en Robos y Homicidios pero hab?a sido reasignado a la Unidad de Personas Desaparecidas, corta de personal debido a las lesiones de Keri y Ray. El traslado le hab?a sumido de manera permanente en un humor de perros, reforzado por el abierto desd?n hacia la posibilidad de tener que trabajar con una mujer. En verdad era un hombre que pertenec?a a otra generaci?n. En realidad, ella una vez le hab?a escuchado decir, “Prefiero trabajar con panelas de droga y mojones de mierda, que con chicas y viejas”. El sentimiento, aunque pod?a ser expresado en una forma ligeramente distinta, era mutuo. Hillman orden? a Keri que se sentara en una silla plegable de metal delante de su escritorio, activ? entonces el altavoz del tel?fono y habl?. —Dr. Burlingame, me encuentro aqu? junto con dos detectives. Voy a enviarlos para que se re?nan con usted. Los detectives Frank Brody y Keri Locke est?n en l?nea. Detectives, estoy hablando con el Dr. Jeremy Burlingame. ?l est? preocupado por su esposa, con quien no ha tenido contacto por m?s de veinticuatro horas. Doctor, ?puede por favor repetir lo que me dijo? Keri sac? su bol?grafo y libreta para tomar notas. Entr? de inmediato en sospechas. En todo caso de esposa desaparecida, el primer sospechoso era siempre el marido, y quer?a escuchar el timbre de su voz la primera vez que hablara. —Por supuesto—dijo el doctor—. Conduje hasta San Diego ayer por la ma?ana para ayudar en una cirug?a. La ?ltima vez que habl? con Kendra fue antes de irme. Anoche llegu? a casa muy tarde y termin? durmiendo en el cuarto de hu?spedes para no despertarla. Esta ma?ana segu? durmiendo porque no ten?a pacientes que atender. Keri no sab?a si Hillman estaba grabando la conversaci?n as? que garrapateaba furiosamente, tratando de no perderse de nada mientras el Dr. Burlingame continuaba. —Cuando fui al dormitorio, ella se hab?a ido. La cama estaba hecha. Supuse que hab?a salido de casa poco antes de yo levantarme, as? que le envi? un mensaje de texto. No tuve respuesta—lo que tampoco era inusual. Vivimos en Beverly Hills y mi esposa asiste a muchos actos y eventos de caridad, por lo que suele silenciar su tel?fono cuando est? en ellos. A veces olvida subirle el volumen de nuevo. Keri apunt? todo, evaluando la veracidad de cada comentario. Hasta ahora nada de lo que hab?a escuchado hab?a hecho sonar las alarmas, pero eso no quer?a decir nada. Cualquiera parec?a de una pieza estando al tel?fono. Ella quer?a ver su comportamiento cuando fuese confrontado en persona por detectives del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles. —Me fui a trabajar y ya de camino la llam? de nuevo—segu?a sin responder—continu?—. Ser?a la hora de almorzar cuando ya comenc? a sentirme algo preocupado. Ninguno de sus amigos sab?a nada de ella. Llam? a nuestra mucama, Lupe, quien dijo que no hab?a visto a Kendra ni ayer ni hoy. Ah? fue cuando empec? a preocuparme de verdad. As? que llam? al nueve-uno-uno. Frank Brody se inclin? hacia adelante y Keri crey? que iba a intervenir. Dese? que no lo hiciera pero no hab?a nada que pudiera hacer para detenerlo. Generalmente, ella prefer?a dejar que el entrevistado se extendiera todo lo que quisiera. A veces se sent?an c?modos y comet?an errores. Pero, aparentemente Brody no compart?a su filosof?a. —Dr. Burlingame, ?por qu? su llamada no fue redirigida al Departamento de Polic?a de Beverly Hills?—pregunt?. Su tono ?spero no albergaba ning?n sentimiento de simpat?a. A Keri le son? como si ?l se preguntase c?mo es que se hab?a involucrado en este caso. —Creo que es porque les estoy llamando desde mi oficina, que est? Marina del Rey. ?Importa eso realmente?—pregunt?. Sonaba perdido. “No, por supuesto que no —le asegur? Hillman—. Estamos felices de ayudar. Y nuestra unidad de personas desaparecidas probablemente habr?a sido llamada de todas formas por el Departamento de Polic?a de Beverly Hills. ?Por qu? no regresa a su casa? Mis detectives se reunir?n con usted como a la una y treinta. Tengo la direcci?n de su residencia. —Okey—dijo Burlingame—. Voy saliendo. Despu?s de colgar, Hillman mir? a los dos detectives. —?Pensamientos iniciales?—pregunt?. —Ella probablemente se escap? al Cabo con algunas de sus amigas y olvid? decirle—dijo Brody sin vacilar—. Es eso o que ?l la asesin?. Despu?s de todo, casi siempre es el esposo. Hillman mir? a Keri. Ella pens? por un segundo antes de hablar. Al aplicar las reglas acostumbradas a este sujeto hab?a algo que no encajaba, pero no pod?a apuntarlo con su dedo. —Me siento tentada a estar de acuerdo—dijo finalmente—. Pero quiero mirar a este sujeto en la cara antes de llegar a alguna conclusi?n. —Bueno, est?s por tener esa oportunidad—dijo Hillman—. Frank, puedes marcharte. Necesito hablar por un minuto con Locke. Al salir, Brody lanz? hacia ella una mirada maliciosa, como si ella hubiera quedado detenida y ?l de alguna manera se hubiese escapado. Hillman cerr? la puerta tras ?l. Keri se prepar?, ciertamente fuera lo que fuera lo que ven?a no pod?a ser bueno. —Podr?s marcharte en un momento—dijo ?l, con un tono m?s suave que ?l que ella hab?a esperado—. Pero quer?a recordarte unas pocas cosas antes de que te vayas. Primero, creo que sabes que no me hizo muy feliz tu intervenci?n en la conferencia de prensa. Pusiste tus necesidades personales por encima del departamento. Entiendes eso, ?correcto? Keri asinti?. —Dicho eso—continu?—, me gustar?a que tuvi?ramos un nuevo comienzo. S? que estabas en mala forma en ese momento y viste esto como una oportunidad para proyectar una luz sobre la desaparici?n de tu hija. Puedo respetar eso. —Gracias, se?or—dijo Keri, ligeramente aliviada pero sospechando que un mazazo estaba por caer. —Aun as? —a?adi?—, solo porque la prensa te ama no quiere decir que no voy a patear tu trasero si sacas tu acostumbrada mierda de lobo solitario. ?Estamos claros?” —S? se?or. —Bien. Por ?ltimo, por favor, t?malo con calma. Hace menos de una semana que saliste del hospital. No hagas nada que te lleve de vuelta hasta all?, ?okey? Ret?rate. Keri dej? la oficina, medianamente sorprendida. Hab?a estado esperando una reprimenda, pero no se hab?a preparado para la ligera muestra de preocupaci?n por su bienestar. Busc? a Brody en los alrededores antes de darse cuenta que ya ?l deb?a haberse ido. Aparentemente no quer?a ni siquiera compartir el auto con una mujer detective. Normalmente ella estar?a molesta pero hoy era una bendici?n disfrazada. Mientras se dirig?a a su veh?culo, sofoc? una sonrisa. ?Vuelvo a las tareas de campo! No fue sino hasta que le fue asignado un nuevo caso que se dio cuenta lo mucho que lo extra?aba. La familiar excitaci?n y anticipaci?n comenzaban a envolverla, e incluso el dolor en sus costillas parec?a desvanecerse ligeramente. La verdad era que, a menos que estuviera resolviendo casos, Keri sent?a como si una parte de ella le faltara. Ella no pod?a sino sonre?r con respecto a otra cosa —que ya estaba planeando violar dos de las ?rdenes de Hillman. Estaba a punto de ir como lobo solitario y, al mismo tiempo, no se lo tomar?a con calma. Porque iba a hacer una parada t?cnica camino de la casa del doctor. Iba a chequear ese almac?n abandonado. CAP?TULO TRES Con la sirena en el techo de su destartalado Prius, Keri maniobr? a trav?s del tr?fico, con las manos firmes en el volante, y la adrenalina a mill?n. El almac?n en Palms estaba en el camino a Beverly Hills, m?s o menos. As? era como Keri justificaba darle prioridad a la b?squeda de su hija, quien la semana pasada hab?a cumplido cinco a?os desaparecida, en lugar de localizar a una mujer que se hab?a ido hac?a menos de un d?a. Pero ten?a que llegar r?pido. Brody llevaba la delantera en la ruta hasta la casa de Burlingame, as? que ella pod?a llegar despu?s que ?l. Pero si se aparec?a mucho m?s tarde, era seguro que Brody la acusar?a con Hillman. ?l se valdr?a de cualquier excusa para evitar el trabajar junto con ella. Y decirle al jefe que ella hab?a retrasado una investigaci?n al llegar tarde a la entrevista de un testigo era lo que ?l necesitaba. Eso le dejaba solo unos minutos para revisar el almac?n. Aparc? en la calle y se dirigi? al port?n principal. El almac?n estaba entre un lugar de autoalmacenaje y un local para rentar U-Haul. El zumbido de la estaci?n de generaci?n que estaba al frente era excesivamente ruidoso. Keri se pregunt? si se arriesgaba a desarrollar alg?n tipo de c?ncer solo por pararse all?. El almac?n estaba rodeado por una cerca barata dise?ada para impedir el ingreso de vagos y de adictos, pero no fue dif?cil para Keri deslizarse por una abertura que hab?a entre las puertas pobremente aseguradas. Mientras se aproximaba a la puerta principal del complejo, not? el letrero del lugar tirado en el suelo, cubierto de polvo. En ?l se le?a Preservaci?n de Objeto Invaluable. No hab?a nada invaluable dentro del almac?n vac?o, cavernoso. De hecho, no hab?a nada adentro excepto unas pocas sillas plegables de metal patas arriba y algunos montones de yeso desmoronado. Todo el lugar hab?a sido vaciado. Keri camin? por todo el complejo, buscando cualquier pista que pudiera estar relacionada con Evie, pero no pudo encontrar ninguna. Se arrodill?, esperando que una perspectiva diferente pudiera ofrecerle algo nuevo. Nada apareci? ante ella, aunque hab?a algo ligeramente extra?o en el otro extremo del almac?n. Una silla plegable de metal estaba al derecho con pedazos de yeso en el asiento, apilados de manera delicada hasta una altura de treinta cent?metros. Parec?a improbable que se hubieran agrupado de esa manera sin ayuda. Keri camin? hacia all? y la observ? m?s de cerca. Sent?a como si estuviera buscando conexiones donde no las hab?a. Aun as?, hizo la silla a un lado, haciendo caso omiso de los yesos que temblaron brevemente antes de caer al piso. La sorprendi? el sonido que hicieron al golpear el concreto. En lugar del golpe sordo que hab?a esperado, escuch? un profundo eco. Sintiendo que su coraz?n comenzaba a latir con mayor rapidez, Keri apart? con el pie los escombros y pate? el punto donde hab?an ca?do—otro sonido de eco profundo. Pas? su mano por el piso y descubri? que el punto que hab?a estado debajo de la silla plegable de metal no era en realidad de concreto sino de madera pintada de gris para confundirla con el resto del piso. Intentando controlar su respiraci?n, desliz? sus dedos por la pieza de madera hasta sentir una peque?a protuberancia. La oprimi?, escuch? el sonido de un pestillo abri?ndose, y sinti? que un lado de la pieza de madera saltaba. La agarr? por debajo y hal? el pedazo cuadrado de madera, como del tama?o de la cubierta de un pozo, de su ranura estriada. Debajo hab?a un espacio de unos veinticinco cent?metros de profundidad. No hab?a nada adentro. Ni papeles, ni equipo. Era demasiado peque?o para contener a una persona. A lo m?s, pudo haber alojado una peque?a caja fuerte. Keri palp? los rincones buscando otro bot?n oculto pero no hall? nada m?s. No estaba segura de qu? pudo haberse hallado all? pero ahora ya no estaba. Se sent? en el concreto junto al agujero, sin saber qu? hacer a continuaci?n. Mir? su reloj. Era la 1:15. Se supon?a que ten?a que estar en Beverly Hills en quince minutos. Incluso si se iba ahora, casi llegar?a a tiempo. Frustrada y molesta, r?pidamente coloc? la cubierta de madera como estaba, corri? la silla hasta donde hab?a estado, y dej? el edificio, ech?ndole una vez m?s un vistazo al letrero en el suelo. Preservaci?n de Objeto Invaluable. ?Es el nombre del negocio alg?n tipo de pista o solo estoy siendo burlada por alg?n cruel imb?cil? ?Est? alguien dici?ndome que tengo que preservar a Evie, mi m?s preciado objeto? El ?ltimo pensamiento hizo que a Keri la atravesara una ola de ansiedad. Sinti? que las rodillas no la sosten?an y cay? con torpeza al suelo, tratando de impedir un da?o adicional a su brazo izquierdo, in?til por estar recogido en el cabestrillo que cruzaba su pecho. Us? su brazo derecho para frenar el desplome. As? doblada, con una nube de polvo que se levantaba a su alrededor, Keri cerr? sus ojos con fuerza y trat? de alejar los siniestros pensamientos que se cern?an sobre ella. Una breve visi?n de su peque?a Evie se abri? paso en su cerebro. En su visi?n, ella todav?a ten?a ocho, sus colitas rubias se agitaban sobre su cabeza, su rostro estaba p?lido de terror. Ella era arrojada en una van blanca por un hombre rubio con un tatuaje en el lado derecho de su cuello. Keri escuch? el ruido sordo que provoc? el choque de su diminuto cuerpo con la pared de la van. Vio al hombre rubio apu?alar a un adolescente que trat? de detenerlo. Vio a la van arrancar y salir hacia la carretera, dej?ndola a ella muy atr?s mientras iba en su persecuci?n con los pies descalzos, ensangrentados. Todo segu?a siendo muy v?vido. Keri refren? sus l?grimas mientras hac?a a un lado los recuerdos, oblig?ndose a regresar al presente. Despu?s de unos instantes recuper? el control. Aspir? varias veces, profunda y lentamente. Su visi?n se aclar? y se sinti? lo suficientemente fuerte como para incorporarse. Este era el primer recuerdo recurrente que ten?a en semanas, desde el encuentro con Pachanga. Parte de ella hab?a albergado la esperanza de que se hab?an ido para siempre, pero no hab?a tenido esa suerte. Sinti? un dolor en su clav?cula a causa del golpe, cuando extendi? el brazo al caer. Frustrada, se quit? el cabestrillo. Era m?s un impedimento que una ayuda a estas alturas. Adem?s, no quer?a verse d?bil de manera alguna cuando se reuniera con el Dr. Burlingame. La entrevista con Burlingame—?Debo irme! Se las arregl? para ir tambaleando de regreso a su auto y al tr?fico, esta vez sin sirena. Necesitaba silencio para la llamada que estaba por hacer. CAP?TULO CUATRO Keri sinti? un vac?o nervioso en su est?mago al pulsar el n?mero de la habitaci?n del hospital donde estaba Ray y aguardar mientras repicaba. Oficialmente, no hab?a raz?n para que se sintiera nerviosa. Despu?s de todo, Ray Sands era su amigo y su pareja en la Unidad de Personas Desaparecidas de la Divisi?n Pac?fico del Departamento de Polic?a de Los ?ngeles. Mientras el tel?fono continuaba sonando, su mente se remont? al tiempo en el que a?n no eran pareja, cuando ella era profesora de criminolog?a en la Universidad Loyola Marymount y se desempe?aba como consultora del departamento, ayud?ndole en alg?n que otro caso. Hicieron buenas migas de inmediato y ?l le devolv?a los favores profesionales hablando en ocasiones a sus estudiantes. Luego que Evelyn fue raptada, Keri cay? en el agujero negro de la desesperaci?n. Su matrimonio naufrag?, y ella se puso a beber en exceso y a acostarse con varios estudiantes de la universidad. Al final la echaron. No mucho despu?s, estando casi quebrada, embriagada, y viviendo en una ruinosa y vieja casa bote en la marina, ?l apareci? de nuevo. La convenci? de ingresar a la academia de la polic?a, como ?l mismo lo hab?a hecho cuando su vida se hab?a hecho pedazos. Ray le hab?a arrojado un salvavidas, una v?a para reconectarse con el mundo y encontrarle un significado a su vida. Ella lo tom?. Despu?s de graduarse y servir como oficial uniformada, fue promovida a detective. Pidi? entonces ser asignada a la Divisi?n Pac?fico, que cubr?a buena parte de Los ?ngeles Oeste. All? era donde ella viv?a y era la zona que conoc?a mejor. Era tambi?n la divisi?n de Ray. ?l la solicit? como pareja y hab?an estado trabajando juntos por un a?o cuando el caso Pachanga les puso a ambos en el hospital. Pero no era el estatus de la recuperaci?n de Ray lo que hac?a sentir nerviosa a Keri. Era el estatus de su relaci?n. Algo m?s que una amistad se hab?a desarrollado en el ?ltimo a?o, en la medida en que hab?an estado trabajando tan juntos. Ambos lo sent?an pero ninguno de los dos estaba dispuesto a reconocerlo en voz alta. Keri sent?a punzadas de celos cuando llamaba al apartamento de Ray y una mujer contestaba. ?l era un notorio e impenitente mujeriego, as? que no deb?a ser una sorpresa para ella, pero el sentimiento de envidia segu?a all?, a pesar de sus mejores esfuerzos. Y ella sab?a que ?l sent?a de la misma manera. Hab?a visto c?mo sus ojos relampagueaban cuando estaban en un caso y un testigo hac?a alg?n avance con ella. Casi pod?a sentir la tensi?n de ?l junto a ella. Incluso habiendo estado ?l tan cerca de morir despu?s de recibir un tiro, ninguno de ellos hab?a estado dispuesto a tocar el tema. Una parte de Keri consideraba inapropiado centrarse en esas trivialidades mientras ?l se recuperaba de lesiones que amenazaban su vida. Pero otra parte de ella estaba simplemente aterrada ante lo que suceder?a si esas cosas sal?an a relucir. As? que ambos le hac?an caso omiso. Y como ninguno estaba acostumbrado a ocultarle cosas al otro, el asunto se estaba volviendo inc?modo. Al escuchar c?mo repicaba el tel?fono en la habitaci?n de Ray, ella se debat?a entre la esperanza de que ?l contestara, y la esperanza de que no lo hiciera. Necesitaba hablar con ?l sobre la llamada an?nima y lo que hab?a descubierto en el almac?n. Pero no sab?a c?mo iniciar la conversaci?n. Al final result? irrelevante. Despu?s de repicar diez veces, colg?. No hab?a buz?n de voz en el tel?fono del hospital, lo que significaba que Ray probablemente no estaba en cama. Decidi? no probar con el celular de ?l. Probablemente estaba en el ba?o o en una sesi?n de fisioterapia. Sab?a que estaba ansioso por volver a la actividad y hab?a conseguido el visto bueno para comenzar hac?a dos d?as. Ray era un antiguo profesional del boxeo y Keri estaba segura de que aprovechar?a cada momento disponible en trabajar para regresar en forma al combate, o al menos al trabajo Incapaz de compartir sus pensamientos con su pareja, Keri se oblig? a sacar de su cabeza el viaje al almac?n y centrarse en el caso presente: la desaparecida Kendra Burlingame. Con un ojo en el camino y otro en el GPS de su tel?fono, Keri r?pidamente serpente? por el camino a trav?s de las retorcidas calles de Beverly Hills, hasta ascender a la apartada comunidad que se elevaba sobre la ciudad. Mientras m?s alto sub?a, m?s sinuosa se volv?a la carretera y m?s retirados de la calle se ve?an los hogares. A lo largo del camino, repas? lo que hasta el momento sab?a del caso. No era mucho. Jeremy Burlingame, a pesar de su profesi?n y del lugar donde viv?a, prefer?a mantener un perfil bajo. Requiri? algunas indagaciones entre los colegas de la estaci?n enterarse que el hombre de cuarenta y un a?os era un reconocido cirujano pl?stico, conocido tanto por hacer trabajos cosm?ticos, como por ofrecer cirug?as gratuitas a ni?os con deformidades faciales. Kendra Burlingame, de treinta y ocho, alguna vez hab?a sido una publicista de Hollywood. Pero despu?s de casarse con Jeremy, hab?a puesto toda su energ?a en una organizaci?n sin fines de lucro llamada Solo Sonrisas, que recaudaba dinero para cirug?as infantiles y coordinaba todo el cuidado pre y post operatorio. Hab?an estado casados por siete a?os. Ninguno ten?a registros de arrestos. No hab?a un historial de discordias conyugales, ni de abuso de drogas o alcohol. En el papel al menos, eran la pareja perfecta. Keri entr? en sospechas de inmediato. Despu?s de equivocarse en varios cruces, se detuvo finalmente junto a la casa al final de Tower Road a las 1:41, once minutos tarde. Llamarla casa era inexacto. Era m?s bien un complejo en medio de una propiedad que cubr?a varios acres. Desde su privilegiada vista, pod?a admirarse toda la ciudad de Los ?ngeles extendida a sus pies. Keri se tom? un momento para hacer algo raro en ella—aplicarse maquillaje extra. Quitarse el cabestrillo hab?a mejorado su apariencia, pero el amarillento cardenal cerca de su ojo todav?a se notaba. As? que esparci? algo de corrector hasta que se hizo casi invisible. Satisfecha, puls? el timbre junto al port?n de seguridad. Mientras aguardaba que le respondieran, divis? el Cadillac marr?n y blanco del Detective Frank Brody estacionado en la rotonda. Una voz femenina se dej? o?r en el intercomunicador. —?Detective Locke? —S?. —Soy Lupe Veracruz, la mucama de los Burlingames. Por favor, entre y estacione junto a su pareja. Voy hasta usted para llevarla adentro con ?l y el Dr. Burlingame. El port?n se abri? y Keri ingres?, estacionando junto al inmaculado y bien mantenido auto de Frank. El Caddy era su beb?. Luc?a oscuro con su anticuada combinaci?n de colores, su pobre relaci?n entre kilometraje y gasolina, su tama?o de ballena. ?l lo llamaba un cl?sico. Para Keri, ese coche, al igual que su due?o, era un dinosaurio. Al abrir la portezuela del veh?culo, una mujer hispana de cuarenta y tantos, diminuta y de agradable presencia, vino a su encuentro. Keri sali? del auto con rapidez, porque no quer?a que la mujer la viera luchar mientras maniobraba con su hombro derecho lesionado. A partir de este momento, Keri se consideraba en territorio enemigo y en una potencial escena del crimen. No quer?a ser percibida como d?bil por Burlingame o cualquiera de su c?rculo. —Por aqu?, Detective —dijo Lupe, yendo directo al grano mientras con sus tacones se daba la vuelta, para despu?s guiar a Keri a lo largo del sendero empedrado, rodeado por unos inmaculadamente cuidados macizos de flores. Keri procur? no retrasarse mientras daba pasos cuidadosos. Con las lesiones en su ojo, hombro, costillas, todav?a se sent?a insegura en terrenos irregulares. Pasaron junto a una enorme piscina con dos trampolines y un carril. Junto a ella hab?a un gran hoyo, con un cerro de tierra junto a ?l. Una excavadora Bob permanec?a inactiva en las cercan?as. Lupe advirti? su curiosidad. —Los Burlingames quieren poner un jacuzzi. Pero el pedido de azulejos marroqu?es que ordenaron est? suspendido, as? que todo el proyecto est? retrasado. —Tengo el mismo problema—dijo Keri. Lupe no se ri?. Al cabo de varios minutos, llegaron a una entrada lateral de la casa principal, que se abr?a a una espaciosa y aireada cocina. Keri pod?a escuchar voces masculinas muy cerca de all?. Lupe la hizo cruzar por una esquina hasta lo que luc?a como el sal?n de desayuno. El Detective Brody estaba de pie, d?ndole la cara, hablando con un hombre que le daba la espalda a ella. El hombre pareci? sentir su llegada y se volte? antes de que Lupe tuviera oportunidad de anunciarla. Keri, en una onda investigativa, se enfoc? en los ojos de ?l en tanto la miraba. Eran pardos y c?lidos, algo enrojecidos hacia los bordes. O hab?a sufrido una fuerte alergia o hab?a estado llorando recientemente. Puso una sonrisa forzada en su rostro, aparentemente atrapado entre sus obligaciones como anfitri?n y la ansiedad de la situaci?n. Era un hombre de aspecto simp?tico, no demasiado atractivo pero con un rostro amigable, abierto, que le daba un aire juvenil y entusiasta. A pesar de su chaqueta deportiva, Keri pod?a asegurar que estaba en forma. No era demasiado musculoso pero ten?a la constituci?n magra, nervuda, de un atleta de resistencia, un maratonista quiz?s, o un triatleta. Era de estatura promedio, uno ochenta tal vez, y alrededor de setenta y cinco kilos. Su cabello casta?o, muy corto, mostraba las primeras, apenas perceptibles, se?ales de gris. —Detective Locke, gracias por venir—dijo, avanzando y extendiendo su mano—. He estado hablando con su colega. —Keri—dijo Frank Brody, inclinando la cabeza con brusquedad—. Todav?a no hemos entrado en detalles. Quer?a esperar a que llegaras. Era una sutil indirecta con respecto a su retraso, bajo la m?scara de lo que parec?a cortes?a profesional. Keri, simulando no haberlo notado, se mantuvo enfocada en el doctor. —Encantada de conocerlo, Dr. Burlingame. Siento que sea bajo tan dif?ciles circunstancias. Si no le importa, ?por qu? no comenzamos de una vez? En un caso de personas desaparecidas, cada minuto es crucial. Con el rabillo del ojo, Keri vio a Brody con el ce?o fruncido, claramente molesto de que ella hubiera tomado la iniciativa. A ella en realidad le importaba un carajo. —Por supuesto—dijo Burlingame—. Por d?nde debemos comenzar? —Usted nos dio por tel?fono un resumen cronol?gico a grandes l?neas. Pero me gustar?a que lo revisara para nosotros con mayor detalle, si puede. ?Por qu? no comenzar con la ?ltima vez que vio a su esposa? —Okey, fue ayer en la ma?ana y est?bamos en el dormitorio... Keri intervino. —Siento interrumpirlo, pero ?puede llevarnos all?? Me gustar?a estar en el cuarto mientras describe los eventos que all? ocurrieron. —S?, por supuesto. ?Lupe debe venir tambi?n? —Hablaremos con ella por separado—dijo Keri. Jeremy Burlingame asinti? y encabez? la subida por la escalera hasta el dormitorio. Keri continuaba observ?ndolo cuidadosamente. Su interrupci?n de hac?a un momento se debi? solo en parte a la raz?n que dio. Ella tambi?n quer?a calibrar c?mo un doctor poderoso y de tanto prestigio reaccionaba cuando recib?a ?rdenes de una mujer. Al menos, hasta ahora, eso no pareci? perturbarlo. Luc?a dispuesto a hacer o decir lo que ella le pidiera si eso ayudaba. Mientras caminaba, ella lo acribill? con preguntas adicionales. —En circunstancias normales, ?d?nde estar?a su esposa en este momento? —Aqu? en la casa, me imagino, prepar?ndose para la recaudaci?n de fondos de esta noche. —?Qu? recaudaci?n de fondos es esa?—pregunt? Keri, simulando ignorancia. —Tenemos una fundaci?n que financia cirug?a reconstructiva, principalmente para ni?os con irregularidades faciales, pero en ocasiones tambi?n para adultos que se recuperan de quemaduras o accidentes. Kendra dirige la fundaci?n y celebra dos galas importantes al a?o. Una estaba fijada para esta noche en Hotel Pen?nsula. —?Est? su auto aqu? en la casa?—pregunt? Brody mientras empezaban a subir por un largo tramo de la escalera. —Honestamente no lo s?. No puedo creer que no se me ocurriera revisar. D?jeme preguntarle a Lupe. Tom? su celular y emple? lo que parec?a una funci?n walkie-talkie. —Lupe, ?sabes si el auto de Kendra est? en el garaje? —la respuesta fue casi inmediata. —No, Dr. Burlingame. Revis? cuando usted llam? m?s temprano. No est? all?. Adem?s, cuando colgaba unas ropas, not? que uno de sus bolsos de viajes peque?os no estaba en su closet. Burlingame se ve?a perplejo. —Esto es raro—dijo. —?Qu? es?—pregunt? Keri. —No veo qu? raz?n pudo haber tenido ella para tomar un bolso de viaje. Tiene un duffel que usa cuando va al gimnasio, y usa un portatrajes si planea cambiarse a un vestido de noche en el mismo lugar de la gala. Solo usa los bolsos de viajes como equipaje de mano cuando estamos viajando. Despu?s de subir el tramo de la escalera y cruzar un largo corredor, llegaron al dormitorio principal. Brody, jadeando por el largo trayecto, puso sus manos en las caderas, sac? el pecho, y respir? con fuerza. Keri examin? la habitaci?n. Era enorme, m?s grande que toda su casa bote. La cama de cuatro postes tama?o king estaba hecha. Un gr?cil baldaqu?n la cubr?a, haci?ndola lucir como una nube cuadrada. El amplio balc?n, con su puerta totalmente abierta, se orientaba hacia el oeste, ofreciendo una vista del Oc?ano Pac?fico. Un gigantesco televisor de plasma, de por lo menos setenta y cinco pulgadas, colgaba de una pared. Las otras paredes estaban decoradas con gusto con cuadros y fotos de una feliz pareja. Keri avanz? para contemplar una. Parec?an estar de vacaciones, en alg?n lugar c?lido con un oc?ano al fondo. Jeremy vest?a una camisa rosada, suelta, desabotonada y sin arrugas, junto con shorts ajustados de cuadros. Ten?a colocadas unas gafas de sol y su sonrisa era ligeramente tonta y forzada, como la de un hombre que le incomoda ser retratado. Kendra Burlingame llevaba un vestido veraniego color turquesa con sandalias trenzadas de tac?n grueso que envolv?an sus tobillos. Su piel bronceada hac?a contraste con su vestido. Su cabello negro estaba recogido en una floja cola de caballo, y sus gafas de sol descansaban sobre su cabeza. Mostraba una amplia sonrisa, como si se hubiera estado riendo y a duras penas se las hubiera arreglado para contenerla. Era tan alta como su marido, con piernas largas, y ojos azul verdoso que combinaban con el agua que estaba detr?s de ella. Estaba inclinada hacia ?l, y ?ste, con su brazo rodeaba de manera casual la cintura de ella. Era asombrosamente hermosa. —?As? que la ?ltima vez que vio a su esposa fue cu?ndo?—pregunt? ella. Estaba de espaldas a Burlingame pero pod?a ver el reflejo en el vidrio del portarretrato. —Aqu?—dijo ?l, con una cara de preocupaci?n que no escond?a nada que ella pudiera ver—. Fue ayer por la ma?ana. Ten?a que irme temprano a San Diego para supervisar un procedimiento complicado. Estaba todav?a en cama cuando me desped? de ella con un beso. Eran probablemente alrededor de las seis cuarenta y cinco. —?Estaba despierta cuando usted se fue?—pregunt? Brody. —S?. Ten?a la TV encendida. Estaba mirando las noticias locales para saber c?mo estar?a el clima en la gala de la noche. —?Y esa fue la ?ltima vez que la vio, ayer por la ma?ana?—pregunt? Keri de nuevo. —S?, Detective—dijo, sonando por primera vez ligeramente molesto—. He contestado esa pregunta varias veces. ?Puedo hacer una pregunta? —Por supuesto. —S? que tenemos que revisar todo aqu? de manera met?dica. Pero entretanto, ?puede por favor hacer que su gente chequee el GPS en el tel?fono de Kendra y en el auto? Puede que eso ayude a localizarla. Keri hab?a estado esperando que ?l hiciera esa pregunta. Por supuesto que en el momento en que se encargaron del caso, Hillman hab?a ordenado a los t?cnicos all? en la estaci?n que iniciaran ese proceso. Pero ella hab?a estado callando ese detalle hasta este mismo momento. Quer?a calibrar la reacci?n de ?l a su respuesta. —Es una buena idea, Dr. Burlingame —dijo—, es por eso que ya lo hemos hecho. —?Y qu? encontraron?—Burlingame pregunt? esperanzado. —Nada. —?Nada? ?C?mo as? que nada? —Pareciera que tanto en el tel?fono como en el auto, el GPS ha sido apagado. Keri, totalmente alerta, observ? detenidamente la reacci?n de Burlingame. ?l la contempl? asombrado. —?Apagado? ?C?mo puede ser eso posible? —Es solo posible si fue hecho de manera intencional, por alguien que no quer?a que ni el auto ni el tel?fono fuera encontrado. —?Eso significa que fue un secuestrador que no quer?a que la encontraran? —Es posible —contest? Brody—. O podr?a ser que ella no quiere ser hallada. La expresi?n de Burlingame cambi? del asombro a la incredulidad. —?Est? sugiriendo que mi esposa se fue por su cuenta e intentaba ocultar ad?nde iba? —No ser?a la primera vez —dijo Brody. —No. Eso no tiene sentido. Kendra no es el tipo de persona que hace eso. Adem?s, ella no tiene razones para hacerlo. Nuestro matrimonio est? bien. Nos amamos el uno al otro. Ella ama su trabajo en la fundaci?n. Ama a esos chicos. Ella simplemente no se levantar?a y abandonar?a todo eso. Yo sabr?a si algo andaba mal. Lo sabr?a. Para los o?dos de Keri, ?l sonaba casi como si suplicara, como un hombre que trata de convencerse a s? mismo. Se ve?a completamente perdido. —?Est? seguro de eso, Doctor?—pregunt? ella— A veces ocultamos secretos, incluso a los que amamos. ?Hay alguien m?s en el que ella confiara, aparte de usted? Burlingame no pareci? escucharla. Se sent? en el borde de la cama, meneando su cabeza lentamente, como si eso pudiera sacar las dudas de su mente. —?Dr. Burlingame? pregunt? Keri de nuevo con delicadeza. —Hmm, s? —dijo, levant?ndose—. Su mejor amiga es Becky Sampson. Se conocen desde la escuela. Fueron juntas a una reuni?n de la secundaria hace un par de semanas y Kendra pareci? un tanto agitada a su regreso, pero no puedo decir por qu?. Ella vive por Robertson. Quiz?s Kendra le mencion? algo a ella. —Correcto, la contactaremos —le asegur? Keri—. Mientras tanto, vamos a hacer que venga hasta ac? un equipo de escena del crimen para que haga un reporte detallado de su casa. Seguiremos la ?ltima localizaci?n conocida del auto y el tel?fono de su esposa antes de que el GPS fuera desactivado. ?Me est? escuchando, Dr. Burlingame? El hombre parec?a haber entrado en estupor paralizante, mirando con fijeza al frente. Al sonido de su nombre, parpade? y pareci? regresar. —S?, equipo de escena del crimen, revisi?n de GPS. Comprendo. —Necesitamos tambi?n verificar todo acerca de su paradero el d?a de ayer, incluyendo e tiempo pasado en San Diego —dijo Keri—. Necesitaremos contactar a todos con los que trat? por all?. —Tenemos que hacer esto con la debida diligencia —a?adi? Brody, en un torpe intento por ser diplom?tico. —Comprendo. Estoy seguro de que el marido es por lo general el principal sospechoso cuando una mujer desaparece. Tiene sentido. Har? una lista de todos con los que interactu? y les dare sus n?meros. ?Lo necesitan ahora? —Mientras m?s pronto mejor —dijo Keri—. No quiero parecer dura, pero tiene raz?n, Doctor—el esposo es t?picamente el principal sospechoso. Y mientras m?s pronto podamos eliminarlo como tal, con m?s rapidez podremos pasar a otras teor?as. Vamos a hacer que algunos oficiales vengan y aseguren toda el ?rea. Entretanto, apreciar?a si usted y Lupe pudieran acompa?arnos al patio donde el Detective Brody y yo estacionamos. Esperaremos all? hasta que pueda llegar apoyo y la Unidad de Escena del Crimen pueda comenzar a procesar la escena. Burlingame asinti? y se arrastr? fuera de la habitaci?n. Entonces, de repente, irgui? la cabeza e hizo una pregunta. —?Qu? tanto tiene ella, Detective Locke, asumiendo que se la llevaron? S? que el tiempo cuenta en estas cosas. ?Cu?nto tiempo realmente piensa que ella tiene? Keri lo mir? de frente. No hab?a segundas intenciones en su expresi?n. Parec?a que en verdad trataba de agarrarse a algo racional y f?ctico. Era una buena pregunta, una que necesitaba responderse a s? misma. Hizo un r?pido c?lculo mental. Los n?meros que obtuvo no eran buenos. Pero no pod?a ser as? de franca con el esposo de una v?ctima potencial. As? que lo suaviz? un poco sin mentirle. —Mire, Doctor. No voy a mentirle. Cada segundo cuenta. Pero todav?a tenemos una par de d?as antes de que el rastro de evidencias comience a enfriarse. Y vamos a volcar recursos importantes para encontrar a su esposa. Todav?a hay esperanza. Pero internamente, el c?lculo era menos alentador. Usualmente, setenta y dos horas era el l?mite m?ximo. As? que asumiendo que ella hubiese sido llevada en alg?n momento, ayer por la ma?ana, ten?an poco menos de cuarenta y ocho horas para encontrarla. Y eso siendo optimistas. CAP?TULO CINCO Keri avanz? por el corredor del Centro M?dico Cedars-Sina?, tan r?pido como pod?a permit?rselo su cuerpo adolorido. La casa de Becky Sampson estaba a solo cuadras del hospital, as? que Keri no se sent?a demasiado culpable por hacer una r?pida parada t?cnica para ver c?mo estaba Ray. Pero al aproximarse a la habitaci?n, pod?a sentir c?mo ese nuevo y familiar nerviosismo comenzaba a batir sus entra?as. ?C?mo iban a ser de nuevo normales las cosas entre ellos, existiendo este silencioso secreto que compart?an pero no pod?an reconocer? Al llegar a su habitaci?n, Keri se decidi? por lo que esperaba ser?a una soluci?n temporal. Fingir?a. La puerta estaba abierta y pudo ver que Ray estaba dormido. No hab?a m?s nadie en la habitaci?n. El ?ltimo contrato laboral firmado con la ciudad estipulaba que los oficiales hospitalizados ocuparan habitaciones privadas siempre que estuviesen disponibles, as? que dispon?a ?l de una, bellamente dulce. La habitaci?n ten?a una vista de Hollywood Hills y un gran TV de plasma, que estaba encendido pero sin volumen. Una vieja pel?cula con Sylvester Stallone compitiendo en un campeonato de pulso llenaba la pantalla. No era de sorprender que se hubiera quedado dormido. Keri avanz? y estudi? a su dormida pareja. Acostado en la cama, con una suelta vestimenta floral de hospital sobre su cuerpo, Ray Sands se ve?a mucho m?s fr?gil de lo acostumbrado. Normalmente, su constituci?n afro-americana de uno noventa y tres, y ciento cuatro kilos, era intimidante, al igual que su cabeza completamente calva. Ten?a m?s que ganado su sobrenombre de Big. Con los ojos cerrados, no se notaba su ojo derecho de vidrio, el que hab?a perdido en un combate de boxeo hac?a a?os. Nadie hubiera adivinado que el hombre de cuarenta a?os que ahora estaba acostado en una cama de hospital con un taza intacta de gelatina roja junto a ?l, hab?a sido alguna vez Ray —The Sandman— Sands, un medallista ol?mpico de bronce y un contendor profesional de peso pesado, considerado alguna vez favorito para ganar el t?tulo. Por supuesto, eso fue antes de que un zurdo infravalorado, con un gancho izquierdo brutal, le hubiera destruido el ojo y acabado de un solo golpe su carrera, a la edad de veintiocho. Despu?s de vueltas y revueltas, Ray se top? con la carrera policial y ascendi? en el departamento hasta convertirse en uno de los m?s preciados investigadores de Personas Desaparecidas. Con el retiro inminente de Brody, estaba a la espera de ocupar su puesto en Robos y Homicidios. Keri ech? un vistazo a las distantes colinas, pregunt?ndose cu?l ser?a la situaci?n de ambos en seis meses, cuando ya no fueran pareja ni estuvieran en la misma unidad. Desech? el pensamiento, reacia a imaginar la vida sin esa constante influencia en su vida desde que se hab?an llevado a Evie. De pronto sinti? que era observada. Baj? la vista y vio que Ray estaba despierto, contempl?ndola en silencio . —?C?mo te va, Smurfette?—pregunt? juguetonamente. Adoraban hacer burla el uno del otro debido a su ostensible diferencias de estatura. —Okey, ?c?mo te sientes hoy, Shrek? —Un poco cansado, para ser honesto. Tuve una larga sesi?n de ejercicios hace un rato. Camin? todo el corredor de ida y vuelta. Cuidado, LeBron James, te estoy pisando los talones. —?Te dieron un cronograma donde diga cu?ndo te dejan salir?—pregunt? ella. —Dijeron que quiz?s para el final de la semana, si las cosas contin?an progresando. Vendr?n entonces dos semanas guardando cama en casa. Si todo va bien, me permitir?n que haga turno de escritorio de manera limitada. Suponiendo que no me haya pegado un tiro de puro aburrimiento antes de que llegue ese momento. Keri guard? silencio por un instante, sopesando qu? decir a continuaci?n. Parte de ella quer?a decirle a Ray que se lo tomara con calma, que no se presionara demasiado para regresar al trabajo. Por supuesto, decirle eso ser?a hip?crita, porque era exactamente lo que ella hab?a hecho. Y sab?a que ?l se lo echar?a en cara. Pero ?l hab?a recibido un tiro mientras ayudaba a salvarle la vida a ella. Eso la hac?a sentir responsable. Sent?a que deb?a protegerlo. Y sent?a otras cosas sobre las que no estaba totalmente dispuesta a pensar por el momento. Finalmente decidi? que darle algo en que distraerse podr?a resultar mejor que sermonearlo. —A lo largo de esas etapas, podr?as ser de ayuda en un caso que acaba de tocarme. ?Dispuesto a mezclar un poco de an?lisis con tu gelatina?—pregunt? ella. —Primero que nada, felicidades por regresar al servicio de campo. Segundo, ?qu? tal si saltamos la gelatina y vamos directo al caso? —Okey. Este es lo fundamental. Kendra Burlingame, es una mujer de alta sociedad de Beverly Hills y esposa de un exitoso cirujano pl?stico, de la que no se sabe nada desde ayer en la ma?ana... —?Qu? d?a era ayer?—interrumpi? Ray—Los supresores de dolor me desorientan un poco, cuando se trata, ya sabes, de d?as de la semana. —Ayer era lunes, Sherlock —dijo Keri con un poco de mordacidad—. Su esposo dice que la vio por ?ltima vez a las seis cuarenta y cinco a.m. antes de irse a San Diego a supervisar una cirug?a. Ahora mismo son las dos y cuarenta del martes en la tarde, as? que tiene alrededor de veintid?s horas desaparecida. —Suponiendo que el esposo est? diciendo la verdad. Conoces la primera regla cuando se trata de esposas desaparecidas: el marido lo hizo. A Keri le molestaba que todos, incluyendo su aparentemente iluminada pareja, parecieran record?rselo constantemente. Al responder, no pudo evitar que hubiera sarcasmo en el tono de su voz. —?En verdad, Ray, es esa la primera regla? D?jame anotarlo porque es la primera vez que lo escucho. ?Alguna otra perla de sabidur?a que quieras ofrecer, oh, sabio maestro? ?Quiz?s que el sol est? caliente? O, ?que esa col sabe a papel de aluminio? —Solo digo... —Cr?eme, Ray, lo s?. Y el hombre es en la actualidad el sospechoso n?mero uno. Pero tambi?n ella pudo simplemente haber huido. Pienso, como profesional de la ley, que podr?a valer la pena seguir otras pistas, ?no lo crees? —Lo creo. De esa forma, tendr?s una pierna sobre la cual puedas sostenerte de pie cuando lo arrestes. —Es agradable verte haciendo un uso tan entusiasta de tus habilidades investigativas en lugar de simplemente saltar a conclusiones infundadas —dijo Keri en plan de burla, intentando no sonre?r. —As? es como me muevo. Entonces, ?qu? sigue en la agenda? —Voy a ver a la mejor amiga de Kendra cuando salga de aqu?. Su residencia est? a la vuelta de la esquina. El esposo dijo que Kendra estaba actuando de manera extra?a luego que regresaron de una reuni?n de secundaria. —?Alguien est? chequeando lo del viaje del doctor a San Diego? —Brody est? yendo para all? ahora. —?Te pusieron de pareja a Frank Brody?—dijo Ray, intentando no re?rse—No es de extra?ar que prefieras gastar tu tiempo con un inv?lido. ?C?mo va eso? —?Por qu? crees que no objet? cuando se ofreci? a ir a San Diego? Los chicos de all? pod?an f?cilmente hacer ese seguimiento, pero ?l insisti? y me imagin? que eso le mantendr?a a ?l y a esa atrocidad marr?n de auto fuera de mi camino por un rato. Adem?s, prefiero gastar tiempo en compa??a de un agotado, debilucho, encamado y triste saco como t? que un d?a cualquiera con Brody. Todo el cotorreo hab?a relajado a Keri hasta hacerla sentir tan confortable que se dio cuenta, demasiado tarde, que su ?ltimo comentario la hab?a enviado de vuelta a una situaci?n inc?moda. Ray guard? silencio por un momento, abri? entonces su boca para decir algo pero Keri se adelant?. —Como sea, debo irme. Se supon?a que estar?a reunida con la amiga de Kendra ahora mismo. M?s tarde vengo a ver c?mo est?s. T?malo con calma, ?okey? Sali? sin esperar respuesta. Mientras se apresuraba por el pasillo para tomar el ascensor, se repet?a una palabra, una y otra vez. Idiota. Idiota. Idiota. C?PITULO SEIS Sinti?ndose todav?a ruborizada por lo embarazoso de la situaci?n, Keri hizo el corto trayecto hasta la casa de Becky Sampson. Vislumbr? su rostro ruborizado en el espejo retrovisor y apart? la mirada con rapidez, tratando de pensar en cualquier cosa que no fuera c?mo hab?an quedado las cosas con Ray. Le pas? por la cabeza que al haberse ido con tanta precipitaci?n, hab?a olvidado contarle acerca de la llamada an?nima que ten?a que ver con Evie, y de su visita al almac?n abandonado. En este caso, Keri. Mant?n tu mente en este caso. Consider? entonces llamar al Detective Kevin Edgerton, el experto en tecnolog?a que rastreaba la ?ltima localizaci?n conocida del GPS de Kendra, para ver si hab?a tenido suerte. A una parte de ella le molestaba hacer que Edgerton trabajara en ello, pues lo apartaba de la tarea de descifrar el c?digo de la port?til de Alan Pachanga. De nuevo la frustraci?n la recorr?a por dentro, mientras recordaba c?mo en principio hab?an cre?do haber ingresado a toda una red de secuestradores, para solo golpear muro tras muro. Keri estaba segura de que el c?digo que necesitaba se hallaba en alguna parte de los archivos del abogado de Pachanga, Jackson Cave. Sin importar c?mo fuese el caso, decidi? hacer ese mismo d?a una visita a Cave. Mientras se hac?a esa promesa, lleg? a la morada de Becky Sampson. Momento de hacer a un lado a Cave, por ahora. Kendra Burlingame necesita mi ayuda. Mantente concentrada. Sali? del auto y admir? la urbanizaci?n, mientras caminaba hasta la puerta principal del complejo de apartamentos. Becky Sampson viv?a en un edificio de tres pisos estilo Tudor. La calle entera, North Stanley Drive, estaba bordeada por complejos similares con falsos ornamentos. Esa parte de Beverly Hills, justo al sur de Cedars-Sina? y Burton Way, y la oeste de Robertson Boulevard, se hallaba t?cnicamente dentro de los l?mites de la ciudad. Pero estaba rodeada de distritos comerciales, y el limitar con la ciudad de Los ?ngeleshac?a que la renta fuese significativamente inferior a la de otras secciones de la urbe. A?n as?, la direcci?n de correos dec?a Beverly Hills y eso ten?a sus beneficios. Keri oprimi? el timbre del apartamento de Becky y la entrada se abri? para ella. Una vez dentro, se hizo obvio que el c?digo postal era la principal ventaja del lugar. No lo era ciertamente el edificio. Al caminar por el pasillo hasta el ascensor, Keri not? lo descascarado de la pintura color rosa p?lido de las paredes y la alfombra gruesa, llena de manchas. Todo hed?a a moho. El ascensor ol?a a?n peor, como que hab?a sufrido m?ltiples incidentes vomitorios a lo largo de los a?os y ya no era posible ocultar el hedor. El aparato se sacudi? hacia arriba hasta llegar al tercer piso, y las puertas se abrieron con un traqueteo. Keri sali?, decidida a bajar por las escaleras, aunque su hombro y sus costillas la odiaran por ello. Toc? la puerta con el n?mero 323, desabroch? la funda de su arma, apoy? su mano abierta en esta, y aguard?. El sonido de unos platos colocados sin gran ceremonia en un fregadero fue f?cil de identificar, as? como tambi?n, el golpe sordo de cosas que, regadas por el suelo, eran arrojadas al closet. Ahora se est? viendo en un espejo cercano a la puerta principal. Hay una sombra en la mirilla mientras me chequea y la puerta debe abrirse en tres, dos… Keri oy? el giro de una llave y la puerta se abri? para presentar a una mujer delgada y agobiada. Ser?a de la misma edad de Kendra si hab?an ido juntas a una reuni?n, pero ella se ve?a mucho m?s vieja, m?s cerca de los cincuenta que de los cuarenta. Su cabello era de un casta?o ratonil, te?ido a todas luces, y sus ojos pardos estaban tan enrojecidos como estaban usualmente los de Keri. La palabra que de inmediato vino a su mente fue, nerviosa. —?Becky Sampson? —pregunt? por protocolo, aunque la foto de la licencia de conducir que le hab?an enviado cuando iba de camino claramente coincid?a. Su diestra continu? descansando sobre la cacha de la pistola. —S?. ?Detective Locke? Pase. Keri puso un pie dentro, manteniendo algo de distancia entre ella y Becky. Incluso las delgad?simas aspirantes de Beverly Hills pod?an hacer da?o si bajabas la guardia. Trat? de no fruncir la nariz ante el olor a rancio que dominaba el lugar. —?Se le ofrece algo?—pregunt? Becky. —Me encantar?a una vaso de agua —contest? Keri, menos por querer uno que por poder examinar el apartamento de manera exhaustiva mientras su anfitriona estaba en la cocina. Con las ventanas cerradas y las persianas echadas, el apartamento luc?a sofocante. Todo parec?a tener una capa de polvo, desde las mesillas al sof?, pasando por las estanter?as de libros. Keri camin? hasta la sala de recibo y se dio cuenta que estaba equivocada. Una parte de la mesa de caf? estaba brillante, como si fuera usada de manera constante. En el piso, en frente de ese punto, Keri descubri? varias motas de lo que se ve?a como polvo blanco. Se arrodill?, ignorando el aullante dolor de sus costillas, y ech? un vistazo bajo la mesa. Pod?a ver un billete de un d?lar enrollado a medias, cubierto con un residuo blanquecino. Escuch? el cierre del grifo de agua y se incorpor? antes de que Becky entrara de nuevo en la habitaci?n con dos vasos de agua. Claramente sorprendida al ver a su invitada tan lejos de la puerta principal, Becky le lanz? una mirada de sospecha antes de echar un vistazo involuntario al claro sobre la mesa. —?Le importa si me siento?—pregunt? Keri de manera casual—Tengo una costilla rota y me duele si permanezco de pie mucho tiempo. —Seguro —dijo Becky, aparentemente aliviada—. ?C?mo sucedi?? —Un secuestrador de ni?as me dio una paliza. Los ojos Becky se abrieron impactados. —Oh, no se preocupe —Keri la tranquiliz?—. Lo mat? a tiros despu?s de eso. Confiando ahora en que Becky hab?a bajado la guardia, fue directo al punto. —Le dije por tel?fono que necesitaba hablar con usted sobre Kendra Burlingame. Ella est? desaparecida. ?Alguna idea de d?nde podr?a estar? Aunque parec?a imposible, los ojos de Becky se agrandaron a?n m?s. —?Qu?? —No se ha sabido de ella desde ayer en la ma?ana. ?Cu?ndo fue la ?ltima vez que habl? con ella? Becky intent? responder, pero comenz? a toser y a respirar con dificultad. Al cabo de unos instantes, se recuper? lo suficiente como para hablar. —Fuimos de compras el s?bado por la tarde. Ella estaba buscando un vestido nuevo para la gala ben?fica de esta noche. ?Est? realmente segura de que ella est? desaparecida? —Estamos seguros. ?C?mo se comport? el s?bado? ?Parec?a ansiosa acerca de algo? —Realmente no—contest? Becky,mientras resoplaba y buscaba un pa?uelo desechable—. Quiero decir, estaba lidiando con unas peque?as dificultades relacionadas con la recaudaci?n de fondos, las llamadas a los proveedores de catering y todo lo dem?s. Pero no eran cosas con las que ella no hubiera lidiado un mill?n de veces. No parec?a demasiado agobiada. —?C?mo era para usted, Becky, escucharla hacer esas llamadas sobre una gala fabulosa mientras se compraba un costoso vestido? —?Qu? quiere decir? —Quiero decir, t? eres su mejor amiga, ?correcto? Becky asinti?. —Por casi veinticinco a?os —dijo. —Y vive en una mansi?n all? arriba, en las colinas, y t? est?s en este apartamento de un solo dormitorio. ?Nunca te sientes celosa? Observ? detenidamente a Becky mientras respond?a. La otra mujer tom? un sorbo de agua, pero tosi? como si se le hubiera ido hacia los pulmones. Al cabo de unos segundos, respondi?. —A veces me siento celosa. Lo admito. Pero no es culpa de Kendra que las cosas no hayan ido tan bien para m?. A decir verdad, es dif?cil enfadarse alguna vez con ella. Es la persona m?s agradable que conozco. Me las he tenido que ver con algunas… dificultades y ella siempre ha estado all? cuando las cosas se han puesto dif?ciles. Keri sospechaba cu?les pod?an ser esas —dificultades—pero no dijo nada. Becky continu?. —Adem?s, ella es muy generosa sin hacerme sentir menos por ello. Esa es una l?nea muy delgada. De hecho me compr? vestido que voy a usar en la gala de esta noche, suponiendo que se vaya a celebrar. ?Sabe si ser? as?? —No lo s?—replic? Keri con brusquedad—. Cu?ntame de su relaci?n con Jeremy. ?C?mo era su matrimonio? —Era bueno. Son grandes socios, un equipo realmente efectivo. —Eso no suena muy rom?ntico. ?Es un matrimonio o una corporaci?n? —No creo que alguna vez hayan sido una pareja superapasionada. Jeremy es de un tipo muy conservador y realista. Y Kendra pas? en sus veintes por su etapa sexy, de chicos salvajes. Yo creo que ella era feliz al tener a un chico dulce, estable, con el que pudiera contar. Yo s? que le ama. Pero no es Romeo y Julietani nada de eso, si eso es a lo que se refiere. —Okey, entonces, ?alguna vez anhel? esa pasi?n? ?Pudo haber ido en su busca, digamos en el viaje de reuni?n de la secundaria? —pregunt? Keri. —?Por qu? pregunta eso? —Jeremy dijo que ella luc?a un poco agitada a su regreso de tu reuni?n. —Oh, eso—dijo Becky, resoplando otra vez antes del inicio de otro ataque de tos. Mientras trataba de controlarse, Keri vio a una cucaracha escurrirse por el piso e intent? ignorarla. Cuando Becky se hubo recuperado, continu?. —Cr?ame, ella no estaba tonteando en el viaje. De hecho, fue lo contrario. Un ex-novio de ella, un chico llamado Coy Brenner, se la pas? haciendo avances con ella. Ella fue educadapero muy firme. —?C?mo firme? —Hasta el punto de sentirse inc?moda. ?l era uno de los chicos salvajes que le mencion?. En cualquier caso, ?l no se conformaba con un no. Al final de la reuni?n, dijo algo de buscarla all? en la ciudad. Yo creo que realmente la encontr?. —?Vive ?l aqu?? —Vivi? en Phoenix por largo tiempo. Donde se hizo la reuni?n. Todos crecimos all?. Pero ?l mencion? algo de que se hab?a mudado a San Pedro recientemente, dijo que estaba trabajando all? en el puerto. —?Hace cu?nto fue la reuni?n? —Dos semanas—dijo Becky—?Realmente piensa que ?l tuvo algo que ver con esto? —No lo s?. Pero lo investigaremos. ?D?nde puedo encontrarte si necesito contactarte de nuevo? —Trabajo en una agencia de casting en Robertson, frente a The Ivy. Est? a diez minutos caminando desde aqu?. Pero siempre cargo mi celular. Por favor, no vacile en llamar. Cualquier cosa que pueda hacer para ayudar, solo p?dalo. Ella es como una hermana para m?. Keri mir? severamente a Becky Sampson, tratando de decidir si deb?a mencionar el elefante que ten?a en la habitaci?n. La tos y el resoplido constante, su negligencia para mantener un hogar decente, el residuo blanco y el billete enrollado en el suelo, todo suger?a que la mujer estaba hundida en la adicci?n a la coca?na. —Gracias por tu tiempo —dijo finalmente, habiendo decidido dejarlo por ahora. La situaci?n de Becky podr?a resultar ?til m?s adelante. Pero todav?a no hab?a necesidad de usarla, porque no daba ninguna ventaja t?ctica. Keri abandon? el apartamento y baj? las escaleras, a pesar de las chirriantes punzadas en su hombro y costillas. Se sinti? ligeramente culpable por guardar el problema de Becky con la coca?na como una carta potencial a usar en el camino. Pero la culpa se desvaneci? con rapidez al dejar el edificio y aspirar el aire fresco. Ella era una detective de la polic?a, no una consejera de drogas. Cualquier cosa que pudiera ayudarla a resolver el caso era juego limpio. Mientras se incorporaba al tr?fico y enfilaba a la autopista, llam? a la oficina. Necesitaba todo lo que ten?an sobre el agresivamente interesado ex-novio de Kendra, Coy Brenner. Estaba por hacerle una visita no anunciada. CAP?TULO SIETE Keri procur? mantenerse serena aunque sent?a que su tensi?n arterial estaba subiendo. La hora punta estaba entrando en su apogeo, mientras avanzaba hacia el sur por la 110 rumbo al Puerto de Los ?ngeles en San Pedro. Eran las cuatro de la tarde pasadas, e incluso circulando por el canal para veh?culos de alta ocupaci?n y con la sirena encendida, era poco lo que avanzaba. Finalmente sali? de la autopista y, conduciendo por complicadas vueltas y revueltas, lleg? al edificio administrativo en la Calle Palos Verdes. Se supon?a que all? se encontrar?a con el enlace policial del puerto, quien le asignar?a dos oficiales como respaldo cuando entrevistara a Brenner. La participaci?n de la polic?a portuaria era necesaria puesto estaba en la jurisdicci?n de ellos. Normalmente a Keri le irritaba este tipo de requerimientos burocr?ticos, pero por una vez no le pareci? mal tener respaldo. Por lo general, se sent?a confiada cuando iba a por un posible sospechoso, entrenada como estaba en Krav Maga y habiendo incluso recibido algunas lecciones de boxeo por parte de Ray. Pero con su hombro chueco y sus costillas magulladas, no estaba tan segura como siempre. Y Brenner no sonaba como un pelele. De acuerdo al Detective Manny Su?rez quien, all? en el precinto, hizo para Keri un chequeo de los antecedentes mientras estaba en camino, Coy Brenner era toda una pieza. Hab?a sido arrestado media docena de veces en los pasados a?os, dos por conducir ebrio, una por robo, dos por asalto, y la m?s grave por fraude, que le hab?a valido su estad?a m?s larga tras las rejas, seis meses. Eso hab?a sido hac?a cuatro a?os y desde entonces se le hab?a prohibido salir del estado por cinco, as? que, t?cnicamente, hab?a violado su libertad bajo palabra. Ahora era estibador en el muelle 400. Aunque hab?a dado a entender a Becky y a Kendra que acababa de mudarse a San Pedro hac?a unas pocas semanas, los registros mostraban que hab?a estado viviendo en un apartamento de Long Beach por m?s de tres meses. El enlace de la polic?a portuaria, el Sargento Mike Covey, y sus dos oficiales, la estaban aguardando cuando lleg?. Covey era un cuarent?n, alto y con algo de calvicie, refractario a las necedades. Ella le inform? por tel?fono y ?l, obviamente, hab?a hecho lo propio con sus hombres. —El turno de Brenner concluye a las cuatro y treinta—le dijo Covey despu?s de hacer las presentaciones—. Como ya son las cuatro y cuarto, llam? al gerente del muelle y le ped? que no dejara salir temprano al personal. Es sabido que as? lo hace. —Aprecio eso. Me parece que debemos ir ahora mismo. Quiero echar un vistazo al sujeto antes de entrevistarlo. —Comprendido. Si quiere, podemos hacer que su auto vaya de primero para levantar menos sospechas. Los oficiales Kuntsler y Rodr?guez pueden seguirla aparte en la patrulla. Recorremos los muelles constantemente, as? que tenerlos en el ?rea no le parecer? extra?o a su sospechoso. Pero si ve salir un rostro poco familiar de uno de nuestros veh?culos, ello podr?a hacerle levantar las cejas. —Eso suena bien—coincidi? Keri, agradecida de no est?rselas viendo con una disputa territorial. Sab?a que ello se deb?a posiblemente a que la polic?a portuaria detestaba la publicidad negativa. Ellos estar?an felices de deshacerse de esta cosa en silencio, incluso si ello significaba ceder autoridad a otra agencia. Keri sigui? las instrucciones del Sargento Covey para llegar al muelle 400: cruzar el Puente Vincent Thomas y el ?rea del estacionamiento para visitantes. Le tom? a Keri m?s tiempo del que hab?a supuesto y lleg? a las 4:28. Covey hablaba por radio, dici?ndole al gerente que pod?a dejar salir al personal. —Brenner debe pasar en cualquier instante por delante de nosotros en direcci?n al estacionamiento de los empleados —dijo. Mientras hablaba, la patrulla, pas? junto a ellos e inici? un lento y largo viraje a lo largo del camino que circundaba el muelle. Luc?a completamente normal. Keri observ? a los estibadores salir del almac?n del muelle. Un tipo se dio cuenta de que hab?a dejado su casco de seguridad y regres? trotando a buscarlo. Otros dos corrieron a trav?s de la amplia explanada, compitiendo entre s? por llegar de primero a sus respectivos autos.El resto caminaba en grupo, aparentemente sin prisa. —Ah? est? su hombre—dijo Covey, se?alando con la cabeza en direcci?n al sujeto que caminaba en solitario. Coy Brenner guardaba un ligero parecido con el hombre de la foto del prontuario, desde su arresto en Arizona hac?a cuatro a?os. Aquel hombre ten?a un aspecto flaco y demacrado, con el pelo casta?o largo, desgre?ado, adem?s de una barba incipiente. El sujeto que ahora se mov?a con pesadez por el estacionamiento hab?a subido casi diez kilos en los a?os intermedios. Su cabello era corto, y de incipiente su barba hab?a pasado a ser muy poblada. Vest?a blue jeans y camisa estilo le?ador; caminaba adem?s cabizbajo con una mueca pintada en su rostro. No le dio la impresi?n de que Coy Brenner fuera un hombre feliz con lo que le hab?a tocado en la vida. —?Puede quedarse aqu?, Sargento Covey? Quiero ver c?mo reacciona cuando sea confrontado a solas por una mujer polic?a. —Seguro. Por los momentos me ir? al almac?n. Dir? a los muchachos que se mantengan al margen tambi?n. H?ganos una se?al cuando quiera que nos sumemos. —Lo har?. Keri sali? de su auto, se puso un blazer para ocultar su arma, y sigui? a Brenner desde lejos, pues todav?a no quer?a delatar su presencia. ?l parec?a ignorarla, perdido en sus propios pensamientos. Para cuando lleg? a su vieja camioneta pickup, ella ya estaba casi junto a ?l. Sinti? vibrar su tel?fono y se puso tensa. Pero ?l obviamente no lo escuch?. —?Qu? tal, Coy? —pregunt? ella con coqueter?a. ?l se dio la vuelta, claramente tomado por sorpresa. Keri se quit? las gafas de sol, le brind? una amplia sonrisa, y puso su mano en la cadera de manera juguetona. —?Hola? —pregunt? m?s bien ?l. —No me digas que no me recuerdas. Solo han sido como quince a?os. T? eres Coy Brenner, de Phoenix, ?correcto? —S?. ?Fuimos juntos al colegio o algo as?? —No. Nuestro tiempo juntos fue educativo, en cierto modo, pero no en una escuela, si sabes a lo que me refiero. Empiezo a sentirme un poco ofendida. Me estoy dando demasiado bombo. Puede que haya perdido mi toque. Pero el rostro de Coy se suaviz? y Keri pudo afirmar que hab?a dado en el blanco. —Lo siento… largo d?a y muchos a?os—dijo ?l—. Me encantar?a volver a relacionarme. ?Me puedes decir tu nombre de nuevo? —parec?a genuinamente perplejo. —Keri. Keri Locke. —Estoy realmente sorprendido de no poder ubicarte, Keri. Pareces el tipo de chica que yo recordar?a. ?Qu? est?s haciendo aqu?, en todo caso? —No puedo soportar el calor de Arizona. Trabajo para la ciudad ahora. Estudio de antecedentes familiares… es algo aburrido. ?Qu? hay de ti? —Est?s viendo lo que hago. —Un chico del desierto que termina trabajando junto al agua. ?Qu? hizo que eso sucediera? ?Buscando aparecer en las pel?culas? ?Quer?as aprender a surfear? ?Siguiendo a una chica? Manteniendo el tono ligero observ? detenidamente la reacci?n de ?l a la ?ltima pregunta. Su expresi?n de desconcierto desapareci? de s?bito, reemplazada por una de cautela. —Realmente tengo dificultades para ubicarte, Keri. ?Me puedes recordar de nuevo d?nde pas?bamos el rato? —Hab?a en su voz un tono cortante, inexistente hasta ese momento. Keri percibi? que su ardid se deshac?a y decidi? puyarlo de manera m?s agresiva. —Puede que no me recuerdes porque no luzco como Kendra. ?Es eso, Coy? ?Solo tienes ojos para ella? Esos ojos pasaron r?pidamente de cautelosos a col?ricos y ?l avanz? un paso. Keri observ? que sus pu?os se cerraban sin querer. Ella no retrocedi?. —?Qui?n diablos eres? —pregunt?—?De qu? se trata esto? —Solo estoy conversando, Coy. ?Por qu? te pones rudo tan de repente? —No te conozco—dijo, ahora abiertamente hostil—. ?Qui?n te envi?, su marido? ?Eres alguna especie de investigadora? —?Qu? hay si lo fuera? ?Habr?a algo que investigar? ?Hay algo que quieras sacarte del pecho, Coy? ?l avanz? otro paso hacia ella. Sus rostros estaban ahora separados por unos pocos cent?metros. En lugar de encogerse, Keri enderez? sus hombros y levant? su barbilla de manera desafiante. —Creo que ha cometido un terrible error viniendo hasta aqu?, se?ora—gru?? Coy—. Le daba la espalda a la patrulla, que lentamente hab?a rodado detr?s de ?l y permanec?a ahora a unos seis metros de distancia. Por el rabillo del ojo, Keri vio al Sargento Covey caminar cautelosamente desde el almac?n, teniendo al mismo tiempo cuidado de permanecer a espaldas de Coy. Sinti? ella una s?bita urgencia de hacerles se?as pero se contuvo. Es ahora o nunca. —?Qu? le hiciste a Kendra, Coy? —pregunt?, ahora sin rastro de gracia en su voz.Le contempl? con dureza, acariciando de nuevo con la mano la cacha de su pistola, lista para lo que fuera. Ante la pregunta, los ojos de ?l pasaron del enfado a la sorpresa. Pod?a asegurar que ?l no ten?a idea de qu? le estaban hablando. Retrocedi? un paso. —?Qu?? Sinti? de inmediato que ?l no era el sujeto, pero sigui? presionando por si acaso. —Kendra Burlingame ha desaparecido y escuch? que t? eres su acosador personal. As? que si le has hecho algo, ahora mismo podr?a ser el momento de confesar. Si cooperas, puedo ayudarte. Si no, esto podr?a resultar muy malo para ti. Coy la contemplaba pero no parec?a comprender del todo lo que ella hab?a dicho. No se hab?a dado cuenta de que el Sargento Covey se hab?a estado acercando y estaba a unos pocos pasos detr?s de ?l. La mano del veterano oficial descansaba sobre la cadera, junto a la pistola. No parec?a un gatillo alegre, solo era precavido. —?Kendra est? desaparecida? —pregunt? Coy, sonando como un chico que acaba de enterarse que su perro ha sido puesto a dormir. —?Cu?ndo fue la ?ltima vez que la viste, Coy? —En la reuni?n… le dije que la buscar?a ac? en Los ?ngeles. Pero podr?a asegurar que ella no quer?a ni un poco de m?. Se ve?a avergonzada a causa de m?. No quer?a ver de nuevo esa mirada en su rostro, as? que renunci?. —?No quer?as castigar a la mujer que te hizo sentir as?? —Ella no me hizo sentir de esa manera. Siento verg?enza por esta cosa en la que me he convertido sin que ella haya tenido algo que ver. Pude ver qu? tan bajo hab?a ca?do desde su punto de vista… ?sabe?, eso realmente me abri? los ojos. Hace tiempo que me he estado enga?ando a m? mismo acerca de ser un tipo genial, rudo. Con Kendra delante de m?, me vi como el perdedor que realmente soy. La mir? con desesperaci?n, con la esperanza de hallar alguna clase de conexi?n. Pero Keri no estaba inclinada a explorar los demonios internos de este sujeto. Ten?a suficiente verg?enza a cuestas como para querer tratar con la de otra persona. —?Puedes dar cuenta de tu paradero en el d?a de ayer, Coy? —pregunt? ella, cambiando el tema. ?l, d?ndose cuenta de que no iba a conseguir simpat?a alguna de parte de ella, asinti?. —Estuve aqu? todo el d?a. Estoy seguro de que mi jefe puede verificarlo. —Podemos chequear eso—dijo el Sargento Covey. Coy se sobresalt? ligeramente ante la inesperada voz a sus espaldas. Se volte?, sorprendido al ver a Covey a cent?metros de ?l, y la patrulla, con Kuntsler y Rodr?guez no mucho m?s lejos. —As? que, ?entonces eres polic?a? —dijo Coy, con aspecto oprimido. —Lo soy… Departamento de Polic?a de Los ?ngeles Personas Desaparecidas. —Espero que la encuentren. Kendra es una gran chica. El mundo es un lugar mejor gracias a ella y merece ser feliz. Siempre estuve enamorado de ella. Pero sab?a que ella estaba fuera de mi alcance, as? que nunca me ilusion? demasiado. Si hay alguna otra cosa que pueda hacer para ayudar, p?dalo. —Detective Locke —intervino el Sargento Covey—, a menos que tenga preguntas adicionales, estar? feliz de chequear su coartada. S? que tiene otras l?neas de investigaci?n que querr? explorar. Adem?s, necesitamos hacer algo de papeleo para procesar al Sr. Brenner por despido. Minti? en su solicitud acerca de su libertad bajo palabra y eso es causa de terminaci?n de contrato. Keri vio que el rostro de Brenner se hundi? a?n m?s. Era verdaderamente pat?tico. Y ahora, encima de eso, estaba desempleado. Trat? de sacudirse la sensaci?n de que era en parte responsable de ello. —Aprecio eso, Sargento.Necesito regresar y esto luce como una calle ciega. Gracias por su ayuda. Mientras Covey y los oficiales se llevaban a Coy Brenner de vuelta al almac?n para ser interrogado, Keri se subi? a su auto y revis? el texto que hab?a recibido antes. Era de Brody. Dec?a: LA GALA SIGUE EN PIE. GRAN OPORTUNIDAD PARA ENTREVISTAS. TE VEO ALLI. V?STETE SEXY. Brody continuaba asombr?ndola con su falta de perspicacia y profesionalismo. Aparte de ser un sexista impenitente, no parec?a entender que una recaudaci?n de fondos cuya anfitriona estaba desaparecida, no era el sitio ideal para que los amigos y colegas de ella desnudaran sus almas. Adem?s, no tengo siquiera algo que ponerme. Por supuesto, no era esa la ?nica raz?n. Si estaba siendo honesta consigo misma, Keri ten?a que admitir que parte de su terror era debido a que este era exactamente el tipo de evento al que iba todo el tiempo cuando era una respetada profesora, esposa de un exitoso agente de talentos, y la madre de una adorable peque?a. Ir a esta cosa ser?a un brillante, luminoso, y doloroso recordatorio de su vida antes de perder a Evie. A veces odiaba su trabajo. CAP?TULO OCHO El est?mago de Keri, sentada en la sala de espera del bufete de Jackson Cave, era un agitado hoyo de ansiedades. ?l ya la hab?a hecho esperar por lo menos veinte minutos, tiempo suficiente para que pensara y repensara si esta era una buena decisi?n. Iba en el camino de vuelta desde San Pedro, calculando cu?nto le llevar?a llegar a la casa bote para ponerse un traje de noche, e ir entonces a Beverly Hills para la recaudaci?n de fondos de Solo Sonrisas. Pero mientras se dirig?a al norte, vio los rascacielos del centro de Los ?ngeles en la distancia y una poderosa urgencia se adue?? de ella. Se encontr? a s? misma conduciendo hasta la oficina de Cave, sin ning?n tipo de plan de retirada. En el trayecto hasta all?, llam? a Brody para que pudieran informarse mutuamente. Luego de empaparle sobre el callej?n sin salida de Coy Brenner, ?l le cont? sobre San Diego. —La coartada de Jeremy Burlingame ha sido verificada. Estuvo en cirug?a todo el d?a de ayer. Aparentemente estaba supervisando a algunos doctores por all?, ense??ndoles un nuevo procedimiento de reconstrucci?n facial. —Correcto, escucha, el tr?fico est? realmente complicado por aqu?—dijo Keri. En parte era verdad, pero era tambi?n una excusa para detenerse donde Cave—. As? que si llegas a la gala antes que yo, revisa por favor el lugar. No comiences a interrogar a la gente. —?Me est?s diciendo c?mo hacer mi trabajo, Locke? —No, Brody. Pero estoy sugiriendo que entrar como un toro en una tienda de porcelana podr?a ser contraproducente. Algunas de estas mujeres de sociedad podr?an abrirse m?s a otra chica en traje de noche que a un tipo cuya relaci?n m?s larga ha sido con su auto. —Vete al diablo, Locke. Hablar? con quien yo quiera—dijo Brody indignado. Pero ella pudo percibir en su voz las dudas sobre lo buena que pod?a ser esa idea. —Haz como quieras—replic? Keri—. Te veo all?. Ahora, media hora m?s tarde, todav?a no hab?a entrado a ver a Cave. Eran casi las 5:30.Decidi? aprovechar el momento de calma para mirar a su alrededor.Camin? hasta el escritorio de la recepci?n. —?Sabe por cu?nto tiempo m?s estar? ocupado el Sr. Cave? —pregunt? a la secretaria, que movi? su cabeza a modo de disculpa—?Puede decirme entonces d?nde est? el ba?o, por favor? —Al final del pasillo, a la izquierda. Keri se dirigi? hacia all?, con los ojos alertas a cualquier detalle que pudiera darle ventaja. Directamente enfrente del ba?o de mujeres hab?a una puerta marcada Salida. La empuj? y vio que se abr?a al mismo corredor por el que ella hab?a pasado para llegar a la entrada principal de la firma. Mirando a su alrededor y viendo que no hab?a nadie en el corredor, sac? un pa?uelo desechable de su bolso y lo meti? en el hueco del pestillo de tal manera que no se cerrara autom?ticamente. Luego fue un instante al ba?o en aras de la apariencia. Cuando regres? al recibidor, una atractiva mujer en impecable traje de negocios la aguardaba para conducirla al despacho de Jackson Cave. Mientras segu?a a la mujer, luchaba por impedir que el coraz?n se le saliera del pecho. Estaba a punto de encontrarse con el hombre que pod?a tener la llave para obtener informaci?n crucial sobre el paradero de Evie y ella no ten?a una estrategia. La ?nica vez antes de esa que se hab?a reunido con Jackson Cave hab?a sido en una estaci?n policial de un peque?o pueblo de monta?a. ?l hab?a venido para intentar sacar bajo fianza a su cliente, Payton Penn, el hermano del Senador de California, Stafford Penn. Al final, ella descubri? que Penn hab?a contratado a Alan Pachanga para que secuestrara a su sobrina, Ashley. Las cosas se hab?an desenvuelto a su favor all?, en ese pueblo de monta?a, pero ahora estaba en territorio enemigo y pod?a sentirlo. Jackson Cave era ampliamente conocido en gran parte de la ciudad por su reputaci?n como representante de varios e importantes clientes corporativos. Pero para la polic?a, su trabajo gratuito defendiendo a violadores, ped?filos y raptores de ni?os era su declaraci?n de infamia. Keri sospech? inmediatamente de tal hombre. Una cosa era defender a un sospechoso de homicidio en un caso que entra?ase pena de muerte, o a alg?n sujeto desesperado que hubiese robado un banco para sostener a su familia. Pero representar exclusivamente y de manera entusiasta a los peores perpetradores de violencia sexual que la ciudad pod?a exhibir, sin costo alguno, le chocaba por ser una extra?a elecci?n. De cualquier forma, Keri aspiraba a sacar ventaja del trabajo hecho por ?l. Sab?a que en alg?n lugar y en posesi?n de Cave, deb?a estar la clave para descifrar el c?digo de la computadora de Alan Pachanga. Si ella pudiera encontrarla, eso la conducir?a a informaci?n sobre toda la red de secuestradores por encargo. Podr?a incluir algo sobre el hombre que se hab?a llevado a Evie, un hombre que, ella as? lo cre?a, respond?a al nombre de —El Coleccionista. Todo en el lugar estaba dise?ado para intimidar. La firma ocupaba todo el piso diecisiete de los setenta y tres de la US Bank Tower. Hab?a ventanas panor?micas por todas partes, que se asomaban a la vastedad de Los ?ngeles. Car?simas obras de arte cubr?an las paredes. Todo el mobiliario era de cuero y caoba. Llegaron finalmente a una oficina sin letreros al final del corredor; la mujer la hizo entrar. Estaba vac?a. Keri fue llevada hasta una lujosa silla frente al escritorio de Cave, inmaculado. Ahora sola, mir? a su alrededor, tratando de deducir algo relativo al hombre a partir de su entorno. No hab?a fotos personales en su escritorio ni en su estanter?a. Sobre la pared hab?a algunas fotos de Cave con personas influyentes y l?deres de opini?n como el alcalde, varios concejales de la ciudad, y unas pocas celebridades. Sus diplomas de la Universidad (USC) y la escuela de leyes (Harvard) se exhib?an tambi?n. Pero nada que arrojara luz sobre el hombre o sus pasiones. Antes de que Keri pudiera seguir estudiando la habitaci?n, Jackson Cave entr?. Ella se puso de pie r?pidamente. ?l estaba justo como lo recordaba desde la ?ltima reuni?n. Su cabello negro como el carb?n estaba peinado hacia atr?s con brillantina, al igual que Gordon Gekko en Wall Street. Sus dientes, de un blanco enceguecedor, llenaban una boca que se torc?a para mostrar una sonrisa falsa, pl?stica. Su piel bronceada reluc?a bajo el traje azul marino de Michael Kors. Y sus penetrantes ojos azules chispeaban con una fiereza que recordaba a un ?guila cazando a su presa. Y entonces, en un instante, supo ella cu?l deb?a ser su curso de acci?n. Jackson Cave, con sus fotos personales junto a personajes de poder, y su apariencia cuidada e inmaculada, era un hombre que se preocupaba por c?mo era percibido. Se ganaba la vida convenciendo a la gente: pol?ticos, jurados, medios. Y Keri sab?a que quer?a seducirla a ella tambi?n. Era su naturaleza. Tengo que debilitar ese objetivo.Tengo que ir hasta ?l r?pido y directo, derribar sus expectativas, sacarlo de su centro. La ?nica manera de perforar su armadura y hacer que cometa un error es golpearlo lo suficiente. Quiz?s entonces dir? algo sin querer que pudiera conducirme a descifrar la clave. Si pod?a descomponerlo, o al menos molestarlo, puede que cometiese una equivocaci?n y sin querer revelase algo importante. Considerando que ya despreciaba al hombre, no era demasiado dif?cil. Solo ten?a que emplearse a fondo y buscar grietas en su perfecta fachada. Ella no estaba segura de cu?les podr?an ser esas grietas, pero si se manten?a alerta, estaba segura de que encontrar?a algo. —Detective Keri Locke —dijo mientras pasaba junto a ella camino de su lado del escritorio—, qu? sorpresa tan inesperada. Hace solo unas semanas que estuvimos charlando en medio del aire fresco de la monta?a. Y ahora se ha dignado visitarme en la jungla de concreto. ?A qu? debo el honor? Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693871&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.