×òî æå åñòü ó ìåíÿ? Äûðû â äðàíûõ êàðìàíàõ, Òðè ìîðùèíû íà ëáó, Äà èñò¸ðòûé ïÿòàê... Íî íå æàëêî íè äíÿ- Ìíå ñóäüáîþ ïðèäàííûõ, Õîòü ïîðîé ÿ æèâó Ïîïîäàÿ â ïðîñàê. Âñ¸ ÷òî åñòü ó ìåíÿ: Ñîâåñòü, ÷åñòü è óìåíüå. ß îòäàì íå ñêóïÿñü- Ïðîñòî òàê çà ïóñòÿê. Çà ïîñòåëü ó îãíÿ, Äîáðîòó áåç ñòåñíåíüÿ. È çà òî, ÷òî ïðîñòÿñü, Íå çàáûòü ìíå íè êàê... Âñ¸ ÷

Una Vez A?orado

Una Vez A?orado Blake Pierce Un Misterio de Riley Paige #6 ?Una obra maestra del g?nero de thriller y misterio! El autor hizo un buen trabajo desarrollando a los personajes psicol?gicamente. Los describe tan bien que crees que est?s en sus mentes, sientes sus temores y te alegras por sus ?xitos. La trama es muy inteligente y el libro te mantendr? entretenido de principio a fin. Este libro te mantendr? pasando p?ginas hasta bien entrada la noche debido a sus giros inesperados. Opiniones de libros y pel?culas, Roberto Mattos (Una vez desaparecido) UNA VEZ A?ORADO es el libro #6 de la serie exitosa de misterio de Riley Paige, que comienza con UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) . Hombres y mujeres est?n apareciendo muertos en las afueras de Seattle, envenenados por una sustancia misteriosa. Cuando se descubre un patr?n, y queda claro que un retorcido asesino en serie est? a la caza, el FBI llama a su mejor agente: Riley Paige. Riley es exhortada a regresar a su deber, pero est? reacia a volver, a?n conmovida por los ataques a su familia. Sin embargo, cada vez hay m?s asesinatos, y cada vez son m?s inexplicables, as? que Riley sabe que no tiene otra opci?n. El caso lleva a Riley al inquietante mundo de asilos, hospitales, cuidadores sin rumbo y pacientes psic?ticos. Cuando Riley se adentra m?s en la mente del asesino, se da cuenta que est? cazando al asesino m?s terrible de todos: uno cuya locura no tiene l?mites, y que sin embargo puede parecer una persona com?n y corriente. Un thriller psicol?gico oscuro con suspenso emocionante, UNA VEZ A?ORADO es el libro #6 de una nueva serie fascinante, con un nuevo personaje querido, que te dejar? pasando p?ginas hasta bien entrada la noche. El Libro #7 de la serie de Riley Paige estar? disponible pronto. U N A V E Z C O N S U M I D O (UN MISTERIO DE RILEY PAIGE—LIBRO 6) B L A K E P I E R C E Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio de RILEY PAIGE que cuenta con seis libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con tres libros), de AVERY BLACK (que cuenta con tres libros) y de la nueva serie de misterios de KERI LOCKE. Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com) para saber m?s y mantenerte en contacto. Derechos de autor © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto seg?n lo permitido bajo la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n podr? ser reproducida, distribuida, transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n, sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico est? disponible solo para tu disfrute personal. Este libro electr?nico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustar?a compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si est?s leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regr?salo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginaci?n del autor o se emplean como ficci?n. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de GongTo, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ CONGELADO (Libro #8) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) SERIE DE MISTERIO AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) CAUSA PARA CORRER (Libro #2) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) CONTENIDO PR?LOGO (#u6a602a28-c3fc-588a-bc08-6fd0a84b2123) CAP?TULO UNO (#ub471e999-a980-5f4c-a8d9-89da63b9a030) CAP?TULO DOS (#u0d070e42-4ff2-5418-89e3-e0cca31b69f8) CAP?TULO TRES (#u3b101b87-4fa1-5c85-a795-c16b57ee29fb) CAP?TULO CUATRO (#u43a8d6d9-606e-5306-a876-c25c37c5d0ce) CAP?TULO CINCO (#u3f50cf81-89b3-5d00-accd-b368e1f0f553) CAP?TULO SEIS (#u992c7546-2cb0-5239-b088-0d89d20a0053) CAP?TULO SIETE (#ud83923e5-6eab-5a88-a9de-eb70ae5a6106) CAP?TULO OCHO (#ua3049b31-bd51-5b2b-a766-1a9a09d7cf26) CAP?TULO NUEVE (#u8b4d04e6-6dab-587f-a7cf-093ba5f387e9) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y CINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SEIS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y SIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y OCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO CUARENTA Y UNO (#litres_trial_promo) EP?LOGO (#litres_trial_promo) PR?LOGO La fisioterapeuta le sonri? amablemente a su paciente, Cody Woods, luego de apagar la m?quina. “Creo que es suficiente por hoy”, le dijo cuando su pierna dej? de moverse. La m?quina hab?a estado moviendo su pierna lenta y pasivamente durante un par de horas, ayud?ndolo a recuperarse de su cirug?a de reemplazo de rodilla. “Casi me hab?a olvidado de que estaba en la m?quina, Hallie”, dijo Cody, soltando una risita. Ella sinti? una punzada agridulce. Le gustaba ese nombre, Hallie. Era el nombre que hab?a utilizado para trabajar aqu? en el Centro de Rehabilitaci?n Signet como fisioterapeuta freelance. Era una pena que Hallie Stillians fuera a desaparecer ma?ana, como si jam?s hubiera existido. Sin embargo, as? ten?an que ser las cosas. Y adem?s, ten?a otros nombres que tambi?n le gustaban. Hallie tom? la m?quina de movimiento pasivo continuo de la cama y la coloc? en el piso. Enderez? la pierna de Cody cuidadosamente y lo arrop? con las s?banas. Finalmente acarici? el cabello de Cody, un gesto ?ntimo que ella sab?a que la mayor?a de los terapeutas evitar?a. Pero a menudo hac?a peque?as cosas como esa, y a ninguno de sus pacientes les hab?a importado. Ella sab?a que proyectaba una cierta calidez y empat?a y, sobre todo, sinceridad. Tocar inocentemente era perfectamente apropiado viniendo de ella. Nadie lo hab?a malentendido. “?Tienes dolor?”, pregunt?. Cody hab?a estado teniendo un poco de hinchaz?n e inflamaci?n inusual despu?s de su operaci?n. Esa era la raz?n por la cual hab?a permanecido aqu? unos tres d?as m?s y no se hab?a ido a casa a?n. Tambi?n era la raz?n por la cual Hallie hab?a sido llamada para trabajar su magia curativa especial. El personal del centro estaba familiarizado con el trabajo de Hallie. Le agradaba tanto al personal como a los pacientes, as? que la llamaban a menudo en situaciones como esta. “?El dolor?”, dijo Cody. “Casi me hab?a olvidado del dolor. Tu voz lo hizo desaparecer”. Hallie se sinti? halagada, m?s no sorprendida. Hab?a estado ley?ndole un libro mientras estaba en la m?quina, un thriller de espionaje. Sab?a que su voz ten?a un efecto calmante, casi como un anest?sico. No importaba si le le?a Dickens, alguna novela o el peri?dico. Los pacientes no necesitaban de muchos analg?sicos cuando estaban bajo su cuidado, el sonido de su voz era suficiente casi todas las veces. “?As? que es cierto que puedo volver a casa ma?ana?”, pregunt? Cody. Hallie vacil? solo un segundo. No estaba completamente segura c?mo su paciente se sentir?a ma?ana. “Eso es lo que me dijeron”, dijo. “?C?mo se siente saberlo?”. El rostro de Cody estaba entristecido. “No lo s?”, dijo. “En solo tres semanas operar?n mi otra rodilla. Pero no estar?s aqu? para ayudarme durante el proceso”. Hallie tom? su mano. Lamentaba que ?l se sintiera as?. Hace un tiempo le hab?a contado una larga historia sobre su supuesta vida, una historia algo aburrida, pero a ?l le hab?a fascinado. Finalmente le hab?a contado que su marido, Rupert, estaba a punto de retirarse de su carrera como contador p?blico. Su hijo menor, James, estaba en Hollywood tratando de convertirse en guionista. Su hijo mayor, Wendell, estaba aqu? en Seattle ense?ando ling??stica en la Universidad de Washington. Ahora que los chicos ya no viv?an en casa, ella y Rupert se mudar?an a un encantador pueblo colonial en M?xico, donde planeaban pasar el resto de sus vidas. Saldr?an para all? ma?ana. A ella le parec?a una historia encantadora. Sin embargo, nada de eso era cierto. Ella viv?a en su casa sola. Completamente sola. “Mira, tu t? se enfri?”, dijo. “Voy a calent?rtelo”. Cody sonri? y dijo: “S?, por favor. Eso ser?a genial. Y s?rvete un poco para ti tambi?n. La tetera est? ah? en el mostrador”. Hallie sonri? y dijo: “Por supuesto”, como siempre hac?a cada vez que repet?an esta rutina. Se levant? de su silla, tom? la taza de t? tibio de Cody y la llev? al mostrador. Pero esta vez rebusc? dentro de su cartera que estaba al lado del microondas. Sac? un peque?o envase pl?stico para medicinas y vaci? el contenido en el t? de Cody. Lo hizo r?pida y sigilosamente, estaba segura de que no la hab?a visto. A?n as?, su coraz?n estaba latiendo un poco m?s r?pido. Luego se sirvi? su propio t? y coloc? ambas tazas en el microondas. “No puedo equivocarme”, se record? a s? misma. “La taza amarilla para Cody, la azul para m?”. Mientras el microondas andaba, se sent? al lado de Cody de nuevo y lo mir? sin decir nada. Le parec?a que ten?a un rostro amable. Pero ?l le hab?a contado sobre su propia vida, y ella sab?a que ?l estaba triste. Llevaba mucho tiempo triste. Hab?a sido un atleta galardonado durante la escuela secundaria, pero se hab?a herido sus rodillas jugando f?tbol americano, acabando con sus sue?os de convertirse en un profesional. Esas mismas lesiones condujeron a su necesidad de operarse para reemplazar sus rodillas. Su vida desde entonces hab?a sido marcada por la tragedia. Su primera esposa muri? en un accidente automovil?stico, y su segunda esposa lo dej? por otro hombre. ?l ten?a dos hijos, pero no le hablaban. Tambi?n sufri? un ataque al coraz?n hace unos a?os. Ella admiraba el hecho de que no se ve?a ni un poco amargado. De hecho, parec?a estar lleno de esperanza y optimismo sobre el futuro. Pensaba que era dulce, pero ingenuo. Sab?a que su vida no iba a mejorar. Era demasiado tarde para eso. La campana del microondas la sac? de su ensue?o. Cody estaba mir?ndola con ojos bondadosos y expectantes. Le dio unas palmaditas a su mano, se levant? y camin? al microondas. Sac? las tazas, que ahora estaban calientes al tacto. Se record? a s? misma una vez m?s. “La amarilla para Cody, la azul para m?”. Era importante no confundirlas. Ambos tomaron su t? sin decir mucho. Hallie consideraba que estos momentos eran de compa?erismo. Le entristec?a un poco el hecho de que estos momentos hab?an llegado a su fin. Despu?s de unos d?as, este paciente ya no la necesitar?a. Cody estaba qued?ndose dormido. Hab?a mezclado el polvo con somn?feros para asegurarse de que lo hiciera. Hallie se levant? y tom? sus pertenencias para irse. Y luego empez? a cantar una canci?n que hab?a conocido desde que ten?a memoria: “Lejos de casa, Tan lejos de casa, Este peque?o beb? est? lejos de casa. Te consumes cada vez m?s D?a tras d?a Demasiado triste para re?r, demasiado triste para jugar. No hay porqu? llorar, Duerme profundamente. Entr?gate a los brazos de Morfeo. No m?s suspiros, Solo cierra tus ojos Y te ir?s a casa en tus sue?os”. Cody ten?a los ojos cerrados, y ella acarici? su pelo amorosamente. Luego, con un suave beso en la frente, se puso de pie y se fue. CAP?TULO UNO La agente del FBI Riley Paige se encontraba preocupada mientras caminaba por la pasarela del Aeropuerto Internacional de Phoenix Sky Harbor. Hab?a estado ansiosa durante el vuelo del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington. Hab?a venido a toda prisa porque se hab?a enterado de que la ni?a adolescente Jilly estaba desaparecida. Riley se sent?a muy protectora hacia ella. Estaba decidida a ayudar a la ni?a e incluso estaba considerando adoptarla. A lo que Riley atraves? la puerta de salida caminando apresuradamente, levant? la mirada y se sorprendi? al ver a la chica parada junto con el agente del FBI Garrett Holbrook de la oficina de campo de Phoenix. La chica de trece a?os Jilly Scarlatti estaba parada junto a Garrett, parpadeando, claramente esper?ndola. Riley estaba confundida. Garrett era quien la hab?a llamado para decirle que Jilly hab?a huido y que no estaba por ninguna parte. Antes de que Riley pudiera hacer cualquier pregunta, Jilly se le abalanz? y se ech? en sus brazos, sollozando. “Ay Riley, lo siento. Disc?lpame. Jam?s lo volver? a hacer”. Riley abraz? a Jilly consoladoramente, mirando a Garrett como si estuviera pidi?ndole una explicaci?n. La hermana de Garrett, Bonnie Flaxman, hab?a intentado adoptar a Jilly. Pero Jilly se hab?a rebelado y hab?a huido. Garrett sonri? un poco, una expresi?n inusual en un hombre normalmente taciturno. “Ella llam? a Bonnie poco despu?s de que salieras de Fredericksburg”, dijo. “Dijo que solo quer?a despedirse de una vez por todas. Pero Bonnie le dijo que estabas en camino para llev?rtela a casa contigo. Se emocion? mucho y nos dijo d?nde estaba”. Mir? a Riley. “Tu venida la salv?”, concluy?. Riley solo se qued? parada all? por un momento, sinti?ndose extra?amente torpe e impotente. Jilly a?n estaba sollozando en sus brazos. Jilly susurr? algo que Riley no pudo o?r. “?Qu??”, pregunt? Riley. Jilly levant? la mirada hacia Riley, sus ojos marrones llenos de l?grimas. “?Mam??”, dijo en una voz t?mida y llena de emoci?n. “?Puedo llamarte mam??”. Riley la abraz? de nuevo, abrumada por una avalancha de emociones confusas. “Por supuesto”, dijo Riley. Luego se volvi? a Garrett. “Gracias por todo lo que has hecho”. “Me alegra haber podido ayudar, al menos un poco”, contest?. “?Necesitas un lugar para alojarte mientras est?s aqu??”. “Ya apareci? Jilly, as? que no hace falta. Tomaremos el siguiente vuelo a casa”. Garrett estrech? su mano. “Espero que esto funcione para las dos”. Luego se fue. Riley mir? a la adolescente que todav?a estaba aferrada a ella. Sinti? una mezcla extra?a de alegr?a por haberla encontrado y preocupaci?n por lo que podr?a depararles el futuro. “Vamos a comernos una hamburguesa”, le dijo a Jilly. * Estaba nevando ligeramente durante el viaje a casa del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington. Jilly estaba sentada en silencio mirando por la ventana mientras Riley conduc?a. Su silencio era un gran cambio despu?s del vuelo de m?s de cuatro horas de Phoenix. Jilly hab?a pasado todo el vuelo hablando. Nunca hab?a estado en un avi?n antes y sent?a curiosidad por todo. “?Por qu? est? tan callada ahora?”, se pregunt? Riley. Se le ocurri? que la nieve deb?a ser una vista inusual para una chica que hab?a vivido toda su vida en Arizona. “?Has visto la nieve antes?”, pregunt? Riley. “Solo en la televisi?n”. “?Te gusta?”, pregunt? Riley. Jilly no contest?, y esto hizo que Riley se sintiera intranquila. Record? la primera vez que hab?a visto a Jilly. La muchacha hab?a huido de un padre abusivo. Hab?a decidido convertirse en prostituta debido a su desesperaci?n. Hab?a ido a una parada de camiones que era conocida como un lugar de encuentro para prostitutas. Riley hab?a ido all? para investigar una serie de asesinatos de prostitutas. Encontr? a Jilly escondida en la cabina de un cami?n, esperando venderse a s? misma al conductor cuando volviera. Riley hab?a llevado a Jilly a Servicios de Protecci?n al Menor y hab?a permanecido en contacto con ella. La hermana de Garrett hab?a tomado a Jilly como una ni?a de acogida, pero Jilly eventualmente huy? de nuevo. Riley decidi? llev?rsela a casa en ese momento. Pero ahora estaba empezando a preguntarse si hab?a cometido un error. Ten?a que cuidar de su propia hija de quince a?os de edad, April, quien pod?a ser dif?cil. Hab?an atravesado unas experiencias traum?ticas juntas desde la disoluci?n del matrimonio de Riley. ?Y qu? tanto sab?a de Jilly? ?Riley ten?a alguna idea de cu?n profundamente traumatizada podr?a estar? ?Estaba siquiera un poco preparada para lidiar con los desaf?os que Jilly podr?a presentar? Y aunque April hab?a estado de acuerdo con todo el asunto, ?c?mo se llevar?an las dos adolescentes? De repente, Jilly habl?. “?D?nde voy a dormir?”. Riley se sinti? aliviada al o?r su voz. “Tendr?s tu propia habitaci?n”, dijo. “Es peque?a, pero creo que es perfecta para ti”. Jilly se qued? callada por otro momento. Entonces dijo: “?Era la habitaci?n de alguien m?s?”. Jilly sonaba preocupada. “No desde que yo he vivido all?”, dijo Riley. “Trat? de usarla como oficina, pero era demasiado grande. As? que mud? mi oficina a mi dormitorio. April y yo te compramos una cama y una c?moda pero, cuando tengamos tiempo, puedes escoger unos p?ster y una colcha”. “Mi propio cuarto”, dijo Jilly. Riley pens? que sonaba m?s aprensiva que alegre. “?D?nde duerme April?”, pregunt? Jilly. Riley quer?a decirle a Jilly que esperara a que llegaran a casa para que viera todo por s? misma. Pero le parec?a que la chica necesitaba un poco de reconfirmaci?n justo en ese mismo momento. “April tiene su propia habitaci?n”, dijo Riley. “Sin embargo, ustedes compartir?n un ba?o. Yo tengo el m?o”. “?Qui?n limpia? ?Qui?n cocina?”, pregunt? Jilly. Luego a?adi? ansiosamente: “No cocino tan bien”. “Nuestra ama de llaves, Gabriela, se encarga de todo eso. Ella es de Guatemala. Ella vive con nosotros, en su propio apartamento en el s?tano. La conocer?s pronto. Cuidar? de ti cuando no est? en casa”. Hubo otro momento de silencio. Jilly pregunt?: “?Gabriela me golpear??”. Riley qued? pasmada por la pregunta. “No. Claro que no. ?Por qu? pensar?as eso?”. Jilly no respondi?. Riley intent? comprender lo que quer?a decir. Intent? decirse a s? misma que esto no deber?a sorprenderle. Record? lo que Jilly le hab?a dicho luego de haberla encontrado en la cabina del cami?n y le hab?a dicho que necesitaba irse a casa. “No me ir? a casa. Mi pap? me golpear? si regreso”. Servicios sociales en Phoenix ya hab?a retirado a Jilly de la tutela de su padre. Riley sab?a que la madre de Jilly hab?a desaparecido hace mucho tiempo. Jilly ten?a un hermano en alg?n lugar, pero nadie hab?a sabido algo de ?l en un rato. Le parti? el alma a Riley darse cuenta de que Jilly podr?a estar esperando recibir un trato similar en su nuevo hogar. Parec?a que la pobre chica apenas pod?a imaginar algo mejor de la vida. “Nadie va a golpearte, Jilly”, dijo Riley, su voz temblando un poco de la emoci?n. “Eso no volver? a suceder jam?s. Cuidaremos bien de ti. ?Entiendes?”. Jilly se qued? callada de nuevo. Riley deseaba que solo respondiera que s? entend?a, y que cre?a lo que Riley le estaba diciendo. En cambio, Jilly cambi? de tema. “Me gusta tu carro”, dijo. “?Puedo aprender a conducir?”. “Claro, cuando seas mayor”, dijo Riley. “Ahora vamos a acomodarte en tu nueva vida”. * Todav?a estaba nevando un poco cuando Riley estacion? su carro frente a su casa y ella y Jilly se bajaron. El rostro de Jilly se retorci? un poco cuando los copos de nieve tocaron su piel. No parec?a que esta nueva sensaci?n la agradara. Y empez? a temblar por el fr?o. “Tengo que comprarle ropa de fr?o inmediatamente”, pens? Riley. A medio camino entre el carro y la puerta principal, Jilly se detuvo de golpe. Mir? la casa fijamente. “No puedo hacer esto”, dijo Jilly. “?Por qu? no?”. Jilly se qued? callada por un momento. Se ve?a como un animal asustado. Riley sospech? que el pensar en vivir en un lugar tan agradable la abrumaba. “Me interpondr? en el camino de April, ?verdad?”, dijo Jilly. “Es su ba?o”. Parec?a estar buscando excusas y razones por las cuales esto no funcionar?a. “No te interpondr?s en el camino de April”, dijo Riley. “Ahora vamos”. Riley abri? la puerta. Adentro estaban esper?ndolas April y el ex esposo de Riley, Ryan. Sus rostros estaban sonrientes y acogedores. April corri? hacia Jilly enseguida y le dio un fuerte abrazo. “Yo soy April”, dijo. “Me alegra que est?s aqu?. Te gustar? mucho vivir con nosotros”. A Riley le sorprendi? la diferencia entre las dos chicas. Siempre hab?a considerado que April era bastante delgada y desgarbada. Pero se ve?a muy robusta al lado de Jilly, quien se ve?a flaca en comparaci?n. Riley supuso que Jilly hab?a pasado hambre en su vida. “Muchas cosas que a?n no s?”, pens? Riley. Jilly sonri? nerviosamente a lo que Ryan se present? y la abraz?. Gabriela vino corriendo desde abajo de repente, introduci?ndose a s? misma con una enorme sonrisa. “?Bienvenida a la familia!”, exclam? Gabriela antes de darle a Jilly un abrazo. Riley not? que la piel de la vigorosa mujer guatemalteca solo era un poco m?s oscura que la tez oliva de Jilly. “?Vente!”, dijo Gabriela, llevando a Jilly de la mano. “Subamos. ?Te mostrar? tu habitaci?n!”. Pero Jilly alej? su mano y se qued? parada all? temblando. L?grimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Se sent? en las escaleras a llorar. April se sent? junto a ella y puso su brazo alrededor de sus hombros. “Jilly, ?qu? te pasa?”, pregunt? April. Jilly neg? con la cabeza miserablemente. “No s?”, dijo. “Es solo... No s?. Esto es demasiado”. April sonri? dulcemente y le dio unas palmaditas en la espalda. “Yo s?, yo s?”, dijo. “Subamos. Te sentir?s en casa en un santiam?n”. Jilly se levant? obedientemente y sigui? a April por las escaleras. A Riley le complaci? lo bien que April estaba manejando la situaci?n. Obviamente April siempre hab?a dicho que quer?a una hermana menor. Pero April tambi?n hab?a tenido unos a?os dif?ciles, y hab?a sido severamente traumatizada por delincuentes deseosos de vengarse de Riley. “Tal vez April ser? capaz de entender a Jilly mejor que yo”, pens? Riley. Gabriela mir? a las dos chicas con compasi?n. “?Pobrecita!”, dijo. “Espero est? bien”. Gabriela baj? las escaleras de nuevo, dejando a Riley y Ryan a solas. Ryan estaba parado mirando las escaleras, vi?ndose un poco aturdido. “Espero no est? dudando”, pens? Riley. “Voy a necesitar su apoyo”. Mucho hab?a ocurrido entre ella y Ryan. Durante los ?ltimos a?os de su matrimonio, hab?a sido un marido infiel y un padre ausente. Se hab?an separado y divorciado. Pero Ryan parec?a un hombre cambiado ?ltimamente y estaban pasando m?s tiempo juntos. Hab?an hablado del desaf?o de traer a Jilly a sus vidas. Ryan hab?a parecido estar entusiasmado con la idea. “?A?n te parece bien esto?”, le pregunt? Riley. Ryan la mir? y dijo: “S?. Sin embargo, s? que ser? dif?cil”. Riley asinti?. Luego vino una pausa inc?moda. “Creo que es mejor que me vaya”, dijo Ryan. Riley se sinti? aliviada. Lo bes? ligeramente, y ?l se puso su abrigo y sali? por la puerta. Riley se sirvi? un trago y se sent? sola en la sala de estar. “?En qu? nos he metido?”, se pregunt?. Esperaba que sus buenas intenciones no destrozaran a su familia otra vez. CAP?TULO DOS Riley se despert? a la ma?ana siguiente con un coraz?n lleno de aprehensi?n. Este ser?a el primer d?a de Jilly en su casa. Ten?an mucho por hacer hoy y Riley esperaba que no hubiera problemas. Anoche se hab?a dado cuenta de que la transici?n de Jilly a su nueva vida ser?a dura para todos. Pero April hab?a colaborado y hab?a ayudado a Jilly a acomodarse. Hab?an escogido ropa para ella para el d?a de hoy, no de las escasas posesiones que Jilly hab?a tra?do consigo en una bolsa de supermercado, sino de las cosas nuevas que Riley y April hab?an comprado para ella. Jilly y April finalmente se hab?an ido a dormir. Riley tambi?n, pero pas? la noche inquieta y preocupada. Se levant?, se visti? y se dirigi? directamente a la cocina, donde April estaba ayudando a Gabriela a preparar el desayuno. “?D?nde est? Jilly?”, pregunt? Riley. “No se ha levantado a?n”, dijo April. Riley comenz? a preocuparse. Fue a la base de las escaleras y grit?: “Jilly, es hora de levantarse”. No oy? ninguna respuesta. Sinti? una oleada de p?nico. ?Jilly hab?a huido durante la noche? “Jilly, ?me oyes?”, grit?. “Tenemos que registrarte en la escuela esta ma?ana”. “Voy”, respondi? Jilly. Riley suspir? de alivio. El tono de Jilly era taciturno, pero al menos estaba cooperando. En los ?ltimos a?os, Riley hab?a o?do ese tono taciturno a menudo de April. Parec?a haberlo superado, pero todav?a reca?a de vez en cuando. Riley se pregunt? si realmente estaba preparada para criar a otra adolescente. En ese momento alguien toc? la puerta principal. Cuando Riley abri?, vio que era su vecino, Blaine Hildreth. Riley se sorprendi? al verlo, pero tambi?n se alegr?. Era un par de a?os m?s joven que ella, un hombre encantador y atractivo que tambi?n era el due?o de un restaurante de la ciudad. De hecho, sent?a una atracci?n mutua con ?l que sin duda confund?a el asunto de posiblemente volver a conectarse con Ryan. Lo m?s importante era que Blaine era un vecino maravilloso y sus hijas eran mejores amigas. “Hola, Riley”, dijo. “Espero que no sea demasiado temprano”. “Para nada”, dijo Riley. “?C?mo est?s?”. Blaine se encogi? de hombros con una sonrisa algo triste. “Pens? que deb?a venir a despedirme”, dijo. La boca de Riley se abri? de sorpresa. “?Qu? quieres decir?”, pregunt?. ?l vacil?, y antes de que pudiera contestar, Riley vio un enorme cami?n estacionado frente a su casa adosada. Un servicio de mudanza estaba metiendo los muebles de la casa de Blaine en el cami?n. Riley jade?. “?Te vas a mudar?”, pregunt?. “Me pareci? una buena idea”, dijo Blaine. Riley casi dijo: “?Por qu??”. Pero era f?cil adivinar el por qu?. Vivir al lado de Riley hab?a demostrado ser peligroso y aterrador, tanto para Blaine como para su hija, Crystal. El vendaje que todav?a estaba en su rostro era un duro recordatorio. Blaine hab?a sido gravemente herido cuando hab?a intentado proteger a April del ataque de un asesino. “No es lo que est?s pensando”, dijo Blaine. Pero Riley pod?a notar por su expresi?n que s? era exactamente lo que estaba pensando. “Resulta que este lugar no es conveniente”, continu?. “Queda demasiado lejos del restaurante. Encontr? un lugar agradable que queda mucho m?s cerca. Estoy seguro de que lo entiendes”. Riley se sinti? demasiado confundida y molesta como para responder. Los recuerdos del terrible incidente le llegaron de golpe. Hab?a estado en el norte de Nueva York trabajando en un caso cuando se hab?a enterado de que un asesino brutal estaba suelto. Su nombre era Orin Rhodes. Diecis?is a?os atr?s, Riley hab?a matado a su novia en un tiroteo y lo hab?a enviado a la c?rcel. Cuando Rhodes finalmente fue liberado de Sing Sing, quiso vengarse de Riley y de todas las personas que ella amaba. Antes de que Riley pudiera llegar a casa, Rhodes hab?a invadido su casa y atacado a April y a Gabriela. Blaine hab?a o?do todo y se hab?a acercado para ayudar. Probablemente hab?a salvado la vida de April. Pero hab?a sido gravemente herido en el proceso. Riley lo hab?a visitado dos veces en el hospital. La primera vez fue devastadora. Hab?a estado inconsciente por sus lesiones y hab?a tenido una v?a intravenosa en cada brazo y una m?scara de ox?geno. Riley se hab?a culpado por lo que le hab?a sucedido. Pero su pr?xima visita hab?a sido m?s alentadora. Blaine hab?a estado alegre y alerta, y hab?a bromeado un poco sobre su temeridad. Record? lo que ?l le hab?a dicho a ella en ese entonces... “No hay mucho que no har?a por ti y por April”. Claramente hab?a reconsiderado eso. El peligro de vivir al lado de Riley era demasiado para ?l y ahora se iba. No sab?a si sentirse lastimada o culpable. Sin duda se sent?a decepcionada. Los pensamientos de Riley fueron interrumpidos por la voz de April detr?s de ella. “?Dios m?o! Blaine, ?t? y Crystal se van a mudar? ?Crystal a?n est? all??”. Blaine asinti? con la cabeza. “Tengo que ir a despedirme”, dijo April. April sali? por la puerta y se dirigi? a la casa de al lado. Riley a?n estaba lidiando con sus emociones. “Lo lamento”, dijo. “?Qu? lamentas?”, pregunt? Blaine. “T? sabes”. Blaine asinti? con la cabeza. “No fue tu culpa, Riley”, dijo en una voz suave. Riley y Blaine se quedaron mir?ndose el uno al otro por un momento. Finalmente, Blaine forz? una sonrisa. “No nos vamos de la ciudad”, dijo. “Podemos vernos cada vez que queramos. Las chicas tambi?n. Y a?n estar?n en la misma escuela secundaria. Ser? como si nada hubiera cambiado”. Riley sinti? un sabor amargo en la boca. “Eso no es cierto”, pens?. “Todo ha cambiado”. La desilusi?n estaba comenzando a darle paso a la ira. Riley sab?a que no deb?a sentirse enojada. No ten?a derecho a hacerlo. Ni siquiera sab?a por qu? se sent?a de esa manera. Lo ?nico que sab?a era que no pod?a evitarlo. ?Y qu? deb?an hacer ahora mismo? ?Abrazarse? ?Darse la mano? Supuso que Blaine sent?a la misma incomodidad e indecisi?n. Se las arreglaron para intercambiar unas despedidas concisas. Blaine volvi? a su casa, y Riley entr? de nuevo a la suya. Encontr? a Jilly desayunando en la cocina. Gabriela hab?a colocado su desayuno sobre la mesa, as? que se sent? a comer con Jilly. “?Te sientes emocionada por el d?a de hoy?”. Riley espet? la pregunta antes de darse cuenta de lo est?pida que sonaba. “Supongo”, dijo Jilly, tocando sus panqueques con un tenedor. Ni siquiera levant? la mirada. * Un rato m?s tarde, Riley y Jilly entraron a la Escuela Intermedia Brody. El edificio era atractivo, con casilleros de colores brillantes en los pasillos y arte estudiantil colgando por todas partes. Una estudiante agradable y educada les ofreci? su ayuda y las dirigi? hacia la oficina principal. Riley le dio las gracias y continu? por el pasillo, empu?ando la documentaci?n de Jilly en una mano y sosteniendo la mano de Jilly con la otra. Antes de eso se hab?an registrado en la oficina central. Hab?an tomado los materiales que Servicios Sociales de Phoenix hab?a recopilado: registros de vacunaci?n, expedientes educacionales, acta de nacimiento y una declaraci?n que estipulaba que Riley era la tutora designada de Jilly. Jilly hab?a sido retirada de la custodia de su padre, aunque ?l hab?a amenazado con impugnar esa decisi?n. Riley sab?a que el camino para finalizar y legalizar la adopci?n no ser?a r?pido ni f?cil. Jilly apret? la mano de Riley con fuerza. Riley sinti? que la muchacha se sent?a extremadamente inc?moda. No era dif?cil imaginar el por qu?. Aunque su vida en Phoenix hab?a sido dura, ese era el ?nico lugar en el que Jilly hab?a vivido. “?Por qu? no puedo ir a la escuela con April?”, pregunt? Jilly. “El a?o que viene estar?s en la misma escuela secundaria”, dijo Riley. “Primero tienes que terminar octavo grado”. Encontraron la oficina principal y Riley le mostr? los documentos a la recepcionista. “Queremos hablar con alguien para inscribir a Jilly en la escuela”, dijo Riley. “Necesitan verse con la orientadora acad?mica”, dijo la recepcionista con una sonrisa. “Vengan por aqu?”. “Ambas necesitamos un poco de orientaci?n”, pens? Riley. La orientadora era una mujer treinta?era con pelo rizado marr?n. Su nombre era Wanda Lewis y ten?a una sonrisa muy c?lida. Riley se encontr? pensando que podr?a ser de gran ayuda. Seguramente una mujer en un trabajo como este hab?a tratado con otros estudiantes con pasados tumultuosos. La Srta. Lewis les dio un tour de la escuela. La biblioteca era ordenada y estaba bien surtida de libros y computadoras. En el gimnasio hab?an chicas jugando baloncesto. La cafeter?a estaba limpia y brillante. Todo le parec?a absolutamente encantador. Durante todo el tour, la Srta. Lewis le hizo muchas preguntas a Jilly sobre d?nde hab?a ido a la escuela antes y sobre sus intereses. Pero Jilly casi ni respond?a, ni tampoco hac?a sus propias preguntas. Pareci? animarse un poco cuando le ech? un vistazo a la sala de arte. Pero tan pronto como avanzaron, volvi? a portarse igual. Riley se preguntaba qu? podr?a estar pasando por la cabeza de la ni?a. Sab?a que sus notas recientes hab?an sido malas, pero que las de a?os anteriores hab?an sido sorprendentemente buenas. La realidad era que Riley no sab?a mucho acerca de la experiencia escolar de Jilly. Quiz?s hasta odiaba la escuela. Esta nueva escuela deb?a ser abrumadora ya que no conoc?a a nadie. Y, por supuesto, no iba a ser f?cil ponerse al d?a con los estudios ya que solo faltaban un par de semanas para el final del trimestre. Al final del tour, Riley logr? persuadir a Jilly a que le diera las gracias a la Srta. Lewis por mostrarles todo. Acordaron que Jilly comenzar?a clases al d?a siguiente. Luego Riley y Jilly salieron al aire fr?o de enero. Una fina capa de la nieve del d?a de ayer cubr?a todo el estacionamiento. “?Qu? opinas de tu nueva escuela?”, pregunt? Riley. “Es bonita”, dijo Jilly. Riley no pod?a descifrar si Jilly estaba siendo taciturna o simplemente estaba aturdida por todos los cambios que enfrentaba. Mientras se acercaron al carro, not? que Jilly estaba temblando mucho y que sus dientes rechinaban. Llevaba una chaqueta pesada de April, pero el fr?o realmente la estaba molestando. Entraron en el carro y Riley encendi? el motor y la calefacci?n. Jilly no dej? de temblar, no siquiera cuando el carro se calent? un poco. Riley no sali? del estacionamiento. Hab?a llegado el momento de averiguar qu? era lo que estaba molestando a esta ni?a que estaba bajo su cuidado. “?Qu? te pasa?”, pregunt?. “?Hay algo de la escuela que te molesta?”. “No es la escuela”, dijo Jilly, su voz temblando ahora. “Es el fr?o”. “No hay fr?o en Phoenix”, dijo Riley. “Esto debe ser extra?o para ti”. Los ojos de Jilly se llenaron de l?grimas. “Hace fr?o a veces”, dijo. “Especialmente de noche”. “Por favor dime qu? te pasa”, dijo Riley. L?grimas comenzaron a correr por sus mejillas. Habl? con una voz conmovida. “El fr?o me hace recordar...”. Jilly se qued? en silencio. Riley esper? pacientemente que continuara. “Mi pap? siempre me culpaba por todo”, dijo Jilly. “Me culp? por el hecho de que mi mam? y mi hermano se fueran, y hasta me culpaba cada vez que lo desped?an de los trabajos en los que lo contrataban. Me echaba la culpa por todo lo que sal?a mal”. Jilly estaba sollozando un poco ahora. “Contin?a”, dijo Riley. “Una noche me dijo que quer?a que me fuera de la casa”, dijo Jilly. “Dijo que era peso muerto, que no lo estaba dejando surgir y que estaba harto de m?. Me bot? de la casa. Trab? las puertas y no pude volver a entrar”. Jilly trag? grueso ante la memoria. “Nunca sent? tanto fr?o en mi vida”, dijo. “Ni siquiera ahora en este clima. Encontr? un gran desag?e en una zanja, y era lo suficientemente grande para m?, as? que pas? la noche all?. Fue demasiado aterrador. A veces pasaban personas por all?, pero yo no quer?a que me encontraran. No parec?an personas dispuestas a ayudarme”. Riley cerr? los ojos, imagin?ndose a la ni?a escondida en el desag?e oscuro. “?Y qu? pas? despu?s?”, murmur?. Jilly continu?: “Simplemente me qued? all? toda la noche. No dorm? nada. La ma?ana siguiente volv? a casa y toqu? la puerta y le supliqu? a pap? que me dejara pasar. ?l me ignor?, como si ni siquiera estuviera all?. All? es cuando fui a la parada de camiones. No hab?a fr?o y hab?a comida. Algunas de las mujeres fueron buenas conmigo y pens? que har?a lo que fuera necesario para quedarme all?. Y esa es la noche en la que me encontraste”. Jilly se calm? luego de terminar de contar su historia. Parec?a estar aliviada por haberlo hecho. Pero ahora Riley estaba llorando. Apenas pod?a creer lo que esta pobre chica hab?a vivido. Puso su brazo alrededor de Jilly y la abraz? con fuerza. “Nunca m?s”, dijo Riley entre sus sollozos. “Jilly te prometo que jam?s te volver?s a sentir as?”. Era una gran promesa, y Riley se sent?a peque?a, d?bil y fr?gil ahora mismo. Esperaba poder cumplirla. CAP?TULO TRES La mujer segu?a pensando en el pobre Cody Woods. Estaba segura de que ya estaba muerto. Lo sabr?a a ciencia cierta luego de leer el peri?dico. Aunque estaba disfrutando de su t? caliente y granola, esperar obtener noticias estaba poni?ndola de mal humor. “?Cu?ndo va a llegar el peri?dico?”, se pregunt?, mirando el reloj de la cocina. Parec?a que cada vez lo estaban trayendo m?s tarde. Obviamente no tendr?a este problema con una suscripci?n digital. Pero no le gustaba leer las noticias en su computadora. Le gustaba sentarse en una silla c?moda y disfrutar de la sensaci?n agradable del peri?dico en sus manos. Incluso le gustaba la forma en la que el papel a veces se pegaba a sus dedos. Pero el peri?dico ya ten?a quince minutos de retraso. Si las cosas segu?an empeorando, tendr?a que llamar y poner una queja. Ella odiaba hacerlo. Siempre dejaba un sabor amargo en su boca. De todos modos, el diario era realmente la ?nica forma que ten?a de averiguar qu? hab?a pasado con Cody. Obviamente no pod?a llamar al Centro de Rehabilitaci?n Signet para preguntar por ?l. Eso ser?a muy sospechoso. Adem?s, el personal pensaba que ya estaba en M?xico con su esposo, con ning?n plan de volver a la ciudad. Mejor dicho, Hallie Stillians estaba en M?xico. Le entristec?a un poco que jam?s podr?a ser Hallie Stillians de nuevo. Se hab?a encari?ado con ese alias particular. Que el personal del Centro de Rehabilitaci?n Signet la sorprendiera con un pastel en su ?ltimo d?a de trabajo hab?a sido un gesto bastante amable de su parte. Ella sonri? ante el recuerdo. El pastel hab?a sido decorado con sombreros y un mensaje: ?Buen Viaje, Hallie y Rupert! Rupert era el nombre de su esposo imaginario. Extra?ar?a hablar maravillas de ?l. Termin? su granola y sigui? bebi?ndose su t? casero delicioso, una antigua receta familiar… Una receta distinta a la que hab?a compartido con Cody, y obviamente no conten?a los ingredientes especiales que hab?a agregado para ?l. Comenz? a cantar... “Lejos de casa, Tan lejos de casa, Este peque?o beb? est? lejos de casa. Te consumes m?s y m?s D?a tras d?a Demasiado triste para re?r, demasiado triste para jugar”. ?A Cody le hab?a encantado esa canci?n! En realidad, a todos sus pacientes les hab?a gustado. Y a sus pacientes futuros tambi?n les encantar?. Ese pensamiento reconfortaba su esp?ritu. Justo en ese momento oy? un golpe en la puerta principal. Se apresur? para abrirla y mirar fuera. El peri?dico matutino estaba all? en la escalera de entrada. Temblando de emoci?n, ella cogi? el peri?dico, corri? a la cocina y lo abri? a las esquelas. Efectivamente, all? estaba: SEATTLE — Cody Woods, 49, de Seattle… Se detuvo por un momento. Eso era extra?o. Podr?a haber jurado que ?l le hab?a dicho que ten?a cincuenta. Luego ley? el resto... ...en el Hospital South Hills, Seattle, Washington; Servicios Funerarios y de Cremaci?n Sutton-Brinks, Seattle. Eso era todo. Era concisa, incluso para una simple esquela. Esperaba leer un obituario amable en los pr?ximos d?as. Pero estaba preocupada de que tal vez no hubiera uno. ?Qui?n iba a escribirlo, despu?s de todo? Hab?a estado solo en el mundo, o al menos eso es lo que le hab?a dicho. Su primera esposa estaba muerta, la otra lo hab?a dejado y sus dos hijos no le hablaban. No le hab?a hablado de amigos, familiares, ni de compa?eros de trabajo. “?A qui?n le importaba ?l?”, se pregunt?. Sinti? una rabia amarga y familiar en su garganta. Rabia contra todas las personas en la vida de Cody Woods que no les importaba si estaba vivo o muerto. Rabia contra el personal sonriente del Centro de Rehabilitaci?n Signet, fingiendo que extra?ar?an a Hallie Stillians. Rabia contra las personas de todas partes, con sus mentiras y secretos y mezquindad. Como lo hac?a a menudo, se imagin? volando sobre el mundo con alas negras, matando y destruyendo a los malvados. Y todas las personas eran malvadas. Todo el mundo merec?a morir. Incluso Cody Woods era malvado y mereci? morir. Porque ?qu? clase de hombre hab?a sido realmente por haber dejado este mundo sin nadie que lo amara? Un hombre terrible, seguramente. Terrible y odioso. “Bien merecido”, gru??. Trat? de calmar su rabia. Se sinti? avergonzada de haber dicho tal cosa en voz alta. Despu?s de todo, no lo dec?a en serio. Record? que lo ?nico que sent?a era amor y buena voluntad hacia absolutamente todo el mundo. Adem?s, casi era hora de ir a trabajar. Hoy iba a ser Judy Brubaker. Al mirarse al espejo, se asegur? de que la peluca estaba en su sitio y que el flequillo colgaba naturalmente sobre su frente. Era una peluca costosa y nadie se hab?a percatado de que no era su propio pelo hasta ahora. Debajo de la peluca, el pelo rubio corto de Hallie Stillians hab?a sido te?ido marr?n oscuro y recortado en un estilo diferente. No quedaba nada de Hallie, ni su ropa ni sus manierismos. Tom? un par de anteojos para leer y los colg? de un cord?n brillante alrededor de su cuello. Sonri? con satisfacci?n. Hab?a sido inteligente invertir en los accesorios adecuados, y Judy Brubaker merec?a lo mejor. Todo el mundo amaba a Judy Brubaker. Y todo el mundo amaba esa canci?n que Judy Brubaker cantaba a menudo, una canci?n que cantaba en voz alta mientras se vest?a para ir a trabajar... “No hay porqu? llorar, Duerme profundamente. Entr?gate a los brazos de Morfeo. No m?s suspiros, Solo cierra tus ojos Y te ir?s a casa en tus sue?os”. Estaba repleta de paz, suficiente paz como para compartirla con todo el mundo. Le hab?a dado paz a Cody Woods. Y pronto le dar?a paz a alguien m?s que la necesitaba. CAP?TULO CUATRO El coraz?n de Riley lat?a con fuerza y sus pulmones le dol?an por la forma r?pida y fuerte en la que estaba respirando. No pod?a sacarse una melod?a familiar de la cabeza. “Sigue el camino de ladrillos amarillos...”. Aunque estaba muy cansada, Riley no pudo evitar sentirse entretenida. Era una ma?ana fr?a, y estaba corriendo la pista de obst?culos al aire libre de 6 millas en Qu?ntico. La pista era apodada ‘El camino de ladrillos amarillos’. Hab?a sido llamada as? por los infantes de marina que la hab?an construido. Ellos hab?an colocado ladrillos amarillos para marcar cada milla. Los alumnos del FBI que sobreviv?an la pista recib?an un ladrillo amarillo como recompensa. Riley se hab?a ganado su ladrillo amarillo hace a?os. Pero cada cierto tiempo corr?a la pista de nuevo, solo para asegurarse de que a?n pod?a hacerlo. Despu?s de la tensi?n emocional de los ?ltimos d?as, Riley necesita actividad f?sica para despejarse. Hasta ahora, hab?a superado una serie de obst?culos y hab?a pasado tres ladrillos amarillos en el camino. Hab?a subido paredes improvisadas, atravesado vallas y saltado por ventanas simuladas. Hace solo un momento hab?a subido por una roca con una cuerda, y ahora estaba de bajada. Cuando lleg? al suelo, levant? la mirada y vio a Lucy Vargas, una agente joven brillante con la que le gustaba trabajar y entrenar. Lucy hab?a estado encantada de ser la pareja de entrenamiento de Riley esta ma?ana. Estaba jadeando en la base de la roca, mirando a Riley. Riley le dijo: “?No puedes con este vejestorio?”. Lucy se ech? a re?r. “Me lo estoy tomando con calma. No quiero que te excedas, no a tu edad”. “Oye, no te reprimas por m?”, le respondi? Riley. “Da todo de ti”. Riley ten?a cuarenta a?os, pero nunca hab?a dejado de entrenar y mantenerse en forma. Poder actuar con rapidez y golpear a alguien fuertemente podr?a ser crucial al momento de enfrentar monstruos humanos. La pura fuerza f?sica hab?a salvado vidas, incluyendo la suya, m?s de una vez en el pasado. A?n as?, no se sinti? nada alegre a lo que vio el pr?ximo obst?culo, un charco de agua congelada y lodosa con un alambre de p?as colgando sobre ?l. Las cosas estaban a punto de ponerse muy duras. Estaba bien vestida para el invierno y llevaba una parka impermeable. A?n as?, arrastrarse por el barro la dejar?a empapada y congelada. “Aqu? voy”, pens?. Se tir? al barro. El agua helada envi? una descarga por todo su cuerpo. A?n as?, se oblig? a empezar a gatear, y se arrastr? a lo que sinti? las p?as raspar su espalda un poco. Comenz? a sentirse entumecida, desencadenando un recuerdo no deseado. Riley estaba en un s?tano de poca altura debajo de una casa. Acababa de escaparse de una jaula donde hab?a sido atormentada por un psic?pata con una antorcha de propano. En la oscuridad, hab?a perdido la noci?n del tiempo y no sab?a cu?ntos d?as llevaba en cautiverio. Pero hab?a logrado forzar la puerta de la jaula, y ahora se arrastraba a ciegas en busca de una salida. Hab?a llovido recientemente, y el barro por debajo de ella era pegajoso, fr?o y profundo. A medida que su cuerpo se entumec?a m?s por el fr?o, sinti? una profunda desesperaci?n. Estaba d?bil del hambre y la falta de sue?o. “No puedo hacerlo”, pens?. Ten?a que sacarse esas ideas de su mente. Ten?a que seguir arrastr?ndose y buscando. Si no lograba salir, eventualmente la matar?a, tal y como hab?a matado a sus otras v?ctimas. “Riley, ?est?s bien?”. La voz de Lucy sac? a Riley del recuerdo de uno de sus casos m?s desgarradores. Fue un calvario que jam?s olvidar?a, sobre todo porque su hija se convirti? luego en una cautiva del mismo psic?pata. Se preguntaba si se librar?a de los flashbacks en alg?n momento. ?Y April? ?Se librar?a de sus recuerdos devastadores? Riley estaba en el presente una vez m?s, y se dio cuenta de que se hab?a quedado inm?vil bajo el alambre de p?as. Lucy estaba justo detr?s de ella, esperando que terminara este obst?culo. “Estoy bien”, le respondi? Riley. “Siento frenarte”. Se oblig? a comenzar a arrastrarse de nuevo. En la orilla, se puso de pie e intent? recuperar su ingenio y energ?a. Luego sali? corriendo por el sendero arbolado, segura de que Lucy no estaba muy lejos de ella. Sab?a que su pr?xima tarea ser?a subir una red de carga. Despu?s de eso, a?n faltaban unas dos millas y unos obst?culos muy dif?ciles de superar. * Al final de la pista de seis millas, Riley y Lucy caminaban tomadas del brazo, jadeando y riendo y felicit?ndose mutuamente por su triunfo. A Riley le sorprendi? ver a su compa?ero esper?ndola al final del sendero. Bill Jeffreys era un hombre fuerte y robusto de la edad de Riley. “?Bill!”, exclam? Riley, a?n respirando con dificultad. “?Qu? est?s haciendo aqu??”. “Vine a buscarte”, dijo. “Me dijeron que podr?a encontrarte aqu?. Apenas cre? que quer?as hacer esto y ?menos en invierno! ?Eres masoquista o qu??”. Riley y Lucy se echaron a re?r. Lucy dijo: “Tal vez yo soy la masoquista. Espero poder seguir la pista de ladrillos amarillos como Riley cuando tenga su edad”. Riley le dijo a Bill burlonamente: “Oye, estoy lista para hacerlo de nuevo. ?Quieres acompa?arme?”. Bill neg? con la cabeza y solt? una risita. “No”, dijo. “Todav?a tengo mi viejo ladrillo amarillo en casa, y lo uso como un tope. Uno es suficiente para m?. Sin embargo, estoy pensando en intentar ganarme el ladrillo verde. ?Quieres acompa?arme en eso?”. Riley se ech? a re?r de nuevo. El llamado “ladrillo verde” era un chiste en el FBI, un premio otorgado a cualquier persona que pudiera fumarse treinta y cinco cigarros en treinta y cinco noches sucesivas. “No gracias”, dijo. La expresi?n del Bill se volvi? seria de repente. “Estoy trabajando en un nuevo caso, Riley”, dijo. “Y te necesito. Espero que no tengas problema con esto. S? que no ha pasado tanto tiempo desde nuestro ?ltimo caso”. Bill ten?a raz?n. Para Riley, parec?a que hab?an arrestado a Orin Rhodes apenas ayer. “Sabes que apenas traje a Jilly a casa. Estoy tratando de que se instale en su nueva vida. Nueva escuela... Nuevo todo”. “?C?mo est??”, pregunt? Bill. “Es err?tica, pero realmente est? intent?ndolo. Est? muy feliz de formar parte de una familia. Creo que ella va a necesitar mucha ayuda”. “?Y April?”. “Se ha portado a la altura. Todav?a me sorprende como haber peleado con Rhodes la hizo m?s fuerte. Y ya est? muy encari?ada con Jilly”. Despu?s de una pausa, pregunt?: “?Qu? tipo de caso tienes, Bill?”. Bill se qued? callado por un momento. “Estoy en camino para reunirme con el jefe sobre el caso”, dijo. “Realmente necesito tu ayuda, Riley”. Riley mir? directamente a su amigo y socio. Su expresi?n era una de profunda angustia. Cuando hab?a dicho que necesitaba su ayuda, realmente lo hab?a dicho en serio. Riley se preguntaba por qu?. “D?jame ducharme y ponerme ropa seca”, dijo. “Te veo en la oficina central en un rato”. CAP?TULO CINCO El jefe de equipo Brent Meredith no era un hombre que perd?a tiempo con sutilezas. Riley lo sab?a por experiencia. As? que cuando entr? en su oficina despu?s de su carrera, no esperaba charlar ni tampoco que le hiciera preguntas corteses sobre su salud, hogar y familia. Pod?a ser amable y c?lido, pero esos momentos eran raros. Hoy ir?a directo al grano, y sus asuntos siempre eran urgentes. Bill ya hab?a llegado. Todav?a se ve?a muy ansioso. Esperaba entender la raz?n pronto. Tan pronto como Riley se sent?, Meredith se inclin? sobre su escritorio hacia ella, su gran rostro angular afroamericano tan abrumador como siempre. “Lo primero es lo primero, agente Paige”, dijo. Riley esper? que dijera otra cosa, que hiciera una pregunta o le diera una orden. En cambio, simplemente la mir? fijamente. Solo le tom? a Riley un momento comprender lo que Meredith quer?a decirle. Meredith no quer?a hacer esa pregunta en voz alta. Riley apreciaba su discreci?n. Un asesino todav?a andaba suelto, y su nombre era Shane Hatcher. ?l hab?a escapado de Sing Sing, y la asignaci?n m?s reciente de Riley hab?a sido atraparlo. Ella hab?a fallado. En realidad, realmente no lo hab?a intentado, y ahora otros agentes del FBI hab?an sido asignados para detener a Hatcher. Hasta ahora no hab?an tenido ?xito. Shane Hatcher era un genio criminal que se hab?a convertido en un experto en Criminolog?a respetado durante sus largos a?os en prisi?n. Por esta raz?n es la que Riley lo hab?a visitado en prisi?n a veces para que la asesorara en sus casos. Lo conoc?a lo suficientemente bien como para sentirse segura de que no era un peligro para la sociedad ahora mismo. Hatcher ten?a un estricto c?digo moral bastante extra?o. Hab?a matado a un solo hombre desde su fuga, un viejo enemigo que tambi?n hab?a sido un criminal peligroso. Riley se sent?a segura de que no matar?a a nadie m?s. Ahora Riley entendi? que Meredith necesitaba saber si se hab?a comunicado con Hatcher. Era un caso de alto perfil, y parec?a que Hatcher se estaba convirtiendo r?pidamente en una especie de leyenda urbana: un famoso genio criminal capaz de cualquier cosa. Apreciaba la discreci?n de Meredith en no plantear su pregunta en voz alta. Pero la verdad era que Riley no sab?a nada sobre las actividades actuales de Hatcher o su paradero. “No hay nada nuevo, se?or”, dijo en respuesta a la pregunta t?cita de Meredith. Meredith asinti? y pareci? relajarse un poco. “Est? bien”, dijo Meredith. “Ir? directo al grano. Enviar? al agente Jeffreys a Seattle a trabajar en un caso. ?l te quiere como compa?era. Necesito saber si est?s disponible para ir con ?l”. Riley necesitaba decir que no. Ten?a tanto con que lidiar en su vida ahora mismo que tomar un caso en una ciudad distante parec?a imposible. Ocasionalmente reca?a en el TEPT que hab?a sufrido desde su cautiverio. Su hija, April, hab?a sufrido en manos del mismo hombre, y ten?a sus propios demonios con los que lidiar. Y ahora Riley ten?a una nueva hija que hab?a atravesado sus propios traumas terribles. Si tan solo pudiera quedarse por un tiempo y dar unas clases en la Academia, quiz?s pudiera estabilizar su vida un poco. “No puedo hacerlo”, dijo Riley. “No en este momento”. Se volvi? hacia Bill. “T? sabes con lo que estoy lidiando”, dijo. “Yo s?, solo esperaba...”, dijo con una expresi?n suplicante en los ojos. Lleg? el momento de averiguar cu?l era el asunto. “?Pueden explicarme de qu? trata el caso?”, pregunt? Riley. “Ha habido al menos dos envenenamientos en Seattle”, dijo Meredith. “Parece ser un caso de asesinato en serie”. En ese momento, Riley entendi? por qu? Bill estaba conmovido. Su madre hab?a sido envenenada hace muchos a?os, cuando ?l hab?a sido solo un ni?o. Riley no sab?a los detalles, pero sab?a que su asesinato hab?a sido una de las razones por las cuales se hab?a convertido en un agente del FBI. Lo hab?a atormentado durante a?os. Este caso abr?a viejas heridas para ?l. Por eso es que, cuando le hab?a dicho que la necesitaba en el caso, realmente lo hab?a dicho en serio. Meredith continu?: “Hasta los momentos, sabemos de dos v?ctimas, un hombre y una mujer. Pueden haber habido otras, y quiz?s hayan m?s”. “?Por qu? fuimos llamados?”, pregunt? Riley. “Hay una oficina de campo del FBI en Seattle. ?No pueden encargarse ellos?”. Meredith neg? con la cabeza. “La situaci?n all? es bastante disfuncional. Parece que el FBI local y la polic?a local no pueden acordar nada sobre este caso. Es por eso que son necesitados all?, lo quieran ellos o no. ?Puedo contar contigo, agente Paige?”. De repente, la decisi?n de Riley parec?a perfectamente clara. A pesar de sus problemas personales, realmente era necesitada para este caso. “Cuentas conmigo”, dijo finalmente. Bill asinti? con la cabeza y suspir? de alivio y gratitud. “Excelente”, dijo Meredith. “Viajar?n a Seattle ma?ana por la ma?ana”. Meredith tamborile? los dedos sobre la mesa por un momento. “Pero no esperen una bienvenida acogedora”, a?adi?. “Ni la polic?a ni los federales estar?n encantados de verlos”. CAP?TULO SEIS Riley tem?a llevar a Jilly a su primer d?a en su nueva escuela, casi tanto como hab?a temido algunos casos. La adolescente se ve?a bastante triste, y Riley se preguntaba si incluso podr?a hacer una escena en el ?ltimo momento. “?Ella est? lista para esto?”, se pregunt? Riley a s? misma una vez m?s. “?Yo estoy lista para esto?”. Adem?s, el momento no era nada oportuno. Le preocupaba a Riley el hecho de que ten?a que volar a Seattle esta ma?ana. Pero Bill necesitaba su ayuda, y eso decid?a el asunto para ella. Jilly pareci? estar bien cuando discutieron el asunto en casa, pero Riley no sab?a realmente qu? esperar ahora. Afortunadamente, no ten?a que llevar a Jilly a la escuela sola. Ryan se hab?a ofrecido a conducir, y Gabriela y April tambi?n hab?an venido para ofrecer apoyo moral. Cuando todos se bajaron del carro en el estacionamiento de la escuela, April tom? a Jilly de la mano y camin? con ella directamente hacia el edificio. Las dos muchachas esbeltas vest?an jeans, botas y chaquetas calientes. Riley las hab?a llevado de compras ayer y hab?a dejado que Jilly escogiera una chaqueta nueva, junto con una colcha, p?steres y algunas almohadas para personalizar su dormitorio. Riley, Ryan y Gabriela siguieron a las ni?as y Riley se sinti? reconfortada al verlas. Despu?s de a?os de malhumor y rebeli?n, April repentinamente parec?a incre?blemente madura. Riley se preguntaba si tal vez esto era lo que April hab?a necesitado todo este tiempo, alguien a quien cuidar. “M?ralas”, le dijo Riley a Ryan. “Est?n creando v?nculos emocionales”. “Maravilloso”, dijo Ryan. “En realidad parecen hermanas. ?Es eso lo que te atrajo a ella?”. Era una pregunta interesante. Cuando Riley trajo a Jilly a casa, realmente se sorprendi? a lo que se dio cuenta de lo diferentes que eran. Pero ahora estaba cada vez m?s consciente de las semejanzas. April era la m?s p?lida de las dos, con ojos color avellana como los de su mam?, mientras que Jilly ten?a ojos marrones y una tez oliva. Pero ahora mismo se parec?an bastante, con su pelo oscuro movi?ndose en sus espaldas mientras se acercaban a la escuela. “Tal vez s?”, dijo, respondiendo la pregunta de Ryan. “Ni siquiera pens? en eso. Lo ?nico que sab?a era que estaba en serios problemas, y que tal vez podr?a ayudarla”. “Probablemente le salvaste la vida”, dijo Ryan. Riley sinti? un nudo en la garganta. Esa posibilidad no se le hab?a ocurrido y era un pensamiento aleccionador. Estaba euf?rica y aterrorizada por esta nueva sensaci?n de responsabilidad. Toda la familia fue directo a la oficina de la orientadora acad?mica. C?lida y sonriente como siempre, Wanda Lewis salud? a Jilly y le dio un mapa de la escuela. “Te llevar? directamente a tu sal?n hogar”, dijo la Srta. Lewis. “Puedo ver que este es un buen lugar”, le dijo Gabriela a Jilly. “Estar?s bien aqu?”. Ahora Jilly se ve?a nerviosa, pero feliz. Los abraz? a todos y luego sigui? a la Srta. Lewis por el pasillo. “Me gusta esta escuela”, le dijo Gabriela a Ryan, Riley y April en camino al carro. “Me alegra”, dijo Riley. Lo dec?a en serio. Gabriela era mucho m?s que un ama de llaves. Era un verdadero miembro de la familia. Era importante que ella se sintiera bien con las decisiones familiares. Todos se metieron en el carro, y Ryan prendi? el motor. “?Ad?nde vamos ahora?”, Ryan pregunt? alegremente. “Tengo que ir a la escuela”, dijo April. “Directo a casa despu?s de eso”, dijo Riley. “Tengo que tomar un avi?n en Qu?ntico”. “Listo”, dijo Ryan, saliendo del estacionamiento. Riley observ? el rostro de Ryan mientras conduc?a. Se ve?a muy feliz, feliz de ser parte de las cosas y feliz de tener un nuevo miembro de la familia. ?l no hab?a sido as? durante la mayor parte de su matrimonio. Realmente parec?a un hombre cambiado. Y, en momentos como este, se sent?a agradecida con ?l. Se dio la vuelta y mir? a su hija, quien estaba en el asiento trasero. “Est?s manejando todo esto muy bien”, dijo Riley. April se ve?a sorprendida. “Estoy intentando”, dijo. “Me alegra que lo hayas notado”. Esto sorprendi? a Riley. ?Hab?a estado ignorando a su hija por la preocupaci?n de hacer a Jilly sentirse en casa? April se qued? callada por un momento y luego dijo: “Mam?, a?n me alegra que la hayas tra?do a casa. Supongo que todo es m?s complicado de lo que pensaba, esto de tener una nueva hermana. Le han pasado cosas terribles y a veces no es f?cil hablar con ella”. “No quiero dificultarte las cosas”, dijo Riley. April sonri? d?bilmente. “Yo te dificult? las cosas”, dijo. “Soy lo suficientemente fuerte como para afrontar los problemas de Jilly. Y la verdad es que me est? empezando a gustar esto de ayudarla. Estaremos bien. Por favor no te preocupes por nosotras”. Tranquilizaba a Riley el saber que estaba dejando a Jilly bajo el cuidado de tres personas en las que pod?a confiar: April, Gabriela y Ryan. De todas formas, le molestaba tener que irse ahora mismo. Esperaba que no fuera por mucho tiempo. * Riley se asom? por la ventana del peque?o jet de la UAC. El avi?n sobrevol? las nubes para volar al noroeste del Pac?fico. El vuelo durar?a unas seis horas. En pocos minutos, Riley pudo ver el paisaje debajo de ellos. Bill estaba sentado a su lado. Dijo: “Volar al otro lado del pa?s siempre me hace pensar en el pasado, cuando la gente ten?a que caminar o andar en caballos o carretas”. Riley asinti? y sonri?. Era como si Bill hubiera le?do sus pensamientos. A menudo sent?a eso con ?l. “El pa?s debi? haber parecido enorme en ese entonces”, dijo. “Les llevaba a los colonos meses cruzar el pa?s”. Un silencio c?modo y familiar se estableci? entre ellos. Con los a?os, ella y Bill hab?an tenido sus desacuerdos e incluso hab?an peleado, y a veces parec?a que su relaci?n hab?a llegado a su fin. Pero ahora se sent?a a?n m?s cercana a ?l debido a esos momentos dif?ciles. Le confiaba su vida, y sab?a que ?l le confiaba la suya. En momentos como este, estaba feliz de que ella y Bill no se hab?an entregado a su atracci?n mutua. Se hab?an acercado a hacerlo bastantes veces. “Hubiera arruinado todo”, pens? Riley. Hab?an sido inteligentes en no hacerlo. Perder su amistad hubiera sido demasiado dif?cil, ni siquiera se lo pod?a imaginar. ?l era su mejor amigo en el mundo. Despu?s de unos momentos, Bill dijo: “Gracias por venir, Riley. Realmente necesito tu ayuda esta vez. No creo que pudiera manejar este caso con cualquier otro compa?ero. Ni siquiera con Lucy”. Riley lo mir? y se qued? callada. No ten?a que preguntarle lo que ten?a en mente. Sab?a que finalmente iba a decirle la verdad sobre lo que le hab?a sucedido a su madre. Entonces entender?a cu?n importante e inquietante este caso realmente era para ?l. ?l mir? hacia adelante, perdido en sus recuerdos. “Te he hablado de mi familia”, dijo. “Te dije que mi pap? fue profesor de matem?ticas de la escuela secundaria, y que mi mam? trabaj? como cajera de un banco. Con tres hijos, est?bamos c?modos, aunque tampoco ?ramos ricos. Fue una vida muy feliz para todos nosotros. Hasta que...”. Bill paus? por un momento. “Sucedi? cuando ten?a nueve a?os”, continu?. “Justo antes de Navidad, el personal del banco en el que trabajaba mi mam? organiz? su fiesta anual de Navidad, intercambiando regalos y comiendo torta y todo lo dem?s. Cuando mam? lleg? a casa esa tarde, supimos que se hab?a divertido bastante y que todo estaba bien. Pero comenz? a comportarse rara esa noche”. Bill hizo una mueca ante la triste memoria. “Se mare?, estaba confundida y estaba balbuceando. Era casi como si estuviera borracha. Pero mam? nunca beb?a mucho y, adem?s, no hab?an servido alcohol en la fiesta. Nosotros no ten?amos ni la menor idea de lo que estaba sucediendo. Las cosas empeoraron r?pidamente. Empez? a sentir n?useas y a vomitar. Pap? la llev? r?pidamente a la sala de emergencias. Nosotros fuimos con ellos”. Bill se qued? en silencio de nuevo. Riley pod?a notar que se le estaba haciendo cada vez m?s dif?cil contar lo que hab?a sucedido. “Cuando llegamos al hospital, ten?a taquicardia y estaba hiperventilando, y su presi?n sangu?nea estaba muy elevada. Entonces cay? en coma. Sus ri?ones comenzaron a fallar, y tuvo insuficiencia card?aca congestiva”. Los ojos de Bill estaban cerrados y su rostro estaba anudado de dolor. Riley se preguntaba si tal vez ser?a mejor si no le contaba el resto de su historia. Pero sinti? que interrumpirlo no ser?a lo correcto. Bill dijo: “A la ma?ana siguiente, los m?dicos descifraron lo que estaba mal. Sufr?a de un envenenamiento severo con etilenglicol”. Riley neg? con la cabeza. La sustancia sonaba familiar, pero no pod?a recordar exactamente qu? era. Bill le explic? r?pidamente: “Alguien le hab?a agregado anticongelante al ponche de la fiesta”. Riley jade?. “?Dios m?o!”, dijo. “?C?mo es posible? Digo, el sabor no...”. “Es que la mayor?a de los anticongelantes son dulces”, explic? Bill. “Es f?cil de mezclar con bebidas azucaradas sin que nadie lo note. Es terriblemente f?cil de usar como veneno”. Riley estaba luchando por entender lo que estaba oyendo. “Pero si el ponche estaba contaminado, entonces las dem?s personas tambi?n fueron envenenadas, ?cierto?”, dijo. “Esa es la cosa”, dijo Bill. “Nadie m?s fue envenenado. No envenenaron todo el recipiente para ponche. El anticongelante solo fue a?adido a las bebidas de mam?. Alguien espec?ficamente quiso matarla a ella”. Se qued? callado de nuevo por otro momento. “Para ese entonces ya era demasiado tarde”, dijo. “Permaneci? en coma y muri? en Nochevieja. Estuvimos con ella hasta el final”. Bill logr? no romper en llanto. Riley supuso que ya hab?a llorado bastante por eso a lo largo de los a?os. “No ten?a sentido”, dijo Bill. “Mam? le agradaba a todo el mundo. No ten?a un enemigo en el mundo. La polic?a investig? y lleg? a la conclusi?n que ninguno de los trabajadores del banco eran responsables. Pero varios compa?eros recordaron a un hombre extra?o en la fiesta. Parec?a amable, y todo el mundo asumi? que ?l era el invitado de alguien, un amigo o un pariente. Se fue antes de que se acabara la fiesta”. Bill neg? con la cabeza amargamente. “El caso se enfri?. Sigue as?. Supongo que siempre lo estar?. Despu?s de tantos a?os, nunca ser? resuelto. Fue terrible nunca descubrir qui?n lo hizo, nunca llevar a la persona ante la justicia. Pero lo peor fue jam?s descubrir el por qu?. Parec?a tan cruel. ?Por qu? mam?? ?Qu? hizo para que alguien le hiciera algo tan horrible? O tal vez ella no hizo nada. Tal vez fue solo una especie de broma cruel. No saberlo fue una tortura. Lo sigue siendo. Y, por supuesto, esa es una de las razones por las que decid?...”. No termin? su oraci?n. No necesitaba hacerlo. Riley se hab?a enterado hace mucho tiempo que el misterio no resuelto de la muerte de su madre era la raz?n por la cual Bill hab?a decidido trabajar en esto. “Lo siento mucho”, dijo Riley. Bill se encogi? de hombros d?bilmente, como si tuviera un peso enorme sobre sus hombros. “Fue hace mucho tiempo”, dijo. “Adem?s, t? bien sabes c?mo se siente, creo que m?s que cualquiera”. Las palabras de Bill conmocionaron a Riley. Sab?a exactamente lo que quer?a decir con eso. Y ten?a raz?n. Le hab?a contado su historia hace mucho tiempo, as? que no era necesario repetirla ahora. ?l ya lo sab?a. Pero eso no hac?a que el recuerdo doliera menos. Riley ten?a seis a?os, y mam? la hab?a llevado a una tienda de dulces. Riley estaba emocionada y pidiendo todos los dulces que ve?a. A veces mam? la reprend?a por actuar as?. Pero hoy mam? estaba siendo amable con ella y la estaba consistiendo, compr?ndole todos los dulces que quisiera. Justo cuando estaban en la fila de la caja registradora, un hombre extra?o camin? hacia ellas. Llevaba algo en su cara que aplanaba su nariz, labios y mejillas y lo hac?a ver c?mico y aterrador a la vez, como un payaso de circo. Le tom? a Riley un momento darse cuenta de que llevaba una media de nailon sobre su cabeza, las mismas que mam? llevaba en sus piernas. Sosten?a un arma. La pistola parec?a enorme. Estaba apuntando a mam? con ella. “Dame tu cartera”, dijo. Pero mam? no lo hizo. Riley no entendi? el por qu?. Sab?a que mam? ten?a miedo, tal vez demasiado miedo como para hacer lo que el hombre le estaba pidiendo que hiciera, y probablemente Riley tambi?n deber?a estar asustada, as? que lo estuvo. Le dijo algunas malas palabras a mam?, pero a?n no le entreg? su cartera. Todo su cuerpo estaba temblando. Entonces vino una explosi?n y un flash, y mam? cay? al suelo. El hombre dijo m?s malas palabras y huy?. El pecho de mam? estaba sangrando, y ella abri? la boca y se retorci? por un momento antes de quedarse completamente inm?vil. La peque?a Riley comenz? a gritar. Sigui? gritando por mucho tiempo. El toque suave de la mano de Bill trajo a Riley de nuevo al presente. “Lo siento”, dijo Bill. “No quise hacerte recordar todo eso de nuevo”. Obviamente hab?a visto la l?grima en su mejilla. Ella apret? su mano. Estaba agradecida por su comprensi?n y preocupaci?n. Pero la verdad era que Riley nunca le hab?a contado a Bill sobre una memoria que la atormentaba a?n m?s. Su padre hab?a sido coronel de la infanter?a, un hombre severo, cruel, insensible e implacable. Durante todos los a?os que siguieron, hab?a culpado a Riley por la muerte de su madre. No le importaba que solo hab?a tenido seis a?os de edad. “Es como si le hubieses disparado t? misma. No la ayudaste en nada”, le hab?a dicho. Hab?a muerto el a?o pasado sin haberla perdonado. Riley se limpi? la mejilla y mir? el paisaje por la ventana. Entr? en cuenta de nuevo de todo lo que ella y Bill ten?an en com?n, y cu?n atormentados estaban por tragedias e injusticias pasadas. Durante todos los a?os que hab?an sido compa?eros, ambos hab?an sido motivados por demonios similares, atormentados por fantasmas similares. Riley ahora sab?a que tomar este caso junto a Bill hab?a sido lo correcto, a pesar de sus preocupaciones con Jilly y su vida familiar. Cada vez que trabajaban juntos, su v?nculo se afianzaba m?s. Esta vez no ser?a la excepci?n. Resolver?an estos asesinatos, Riley estaba segura de ello. Pero ?qu? ganar?an o perder?an en el proceso? “Tal vez ambos sanaremos un poco”, pens? Riley. “O quiz?s nuestras heridas se abran y duelan m?s”. Se dijo a s? misma que no importaba. Siempre trabajaban juntos para cerrar casos, sin importar lo duro que fuera. Ahora podr?an estar enfrent?ndose a un crimen particularmente siniestro. CAP?TULO SIETE Cuando el avi?n de la UAC aterriz? en el Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma, estaba lloviendo bastante. Riley mir? su reloj. Eran las dos de la tarde en su casa ahora, pero aqu? eran las once de la ma?ana. Les dar?a tiempo para avanzar un poco en el caso hoy. Cuando ella y Bill se acercaron a la salida, el piloto sali? de su cabina y les entreg? un paraguas a cada uno de ellos. “Los necesitar?n”, dijo con una sonrisa. “El invierno es el peor momento para estar en este rinc?n del pa?s”. Cuando llegaron a la parte superior de las escaleras, Riley vio que ten?a raz?n. Le alegraba el hecho de que tuvieran paraguas, pero deseaba haberse colocado ropa m?s caliente. Era fr?o y lluvioso. Un VUD se detuvo en el borde de la pista. Dos hombres con impermeables se apresuraron hacia el avi?n. Se presentaron como los agentes Havens y Trafford de la oficina de campo del FBI en Seattle. “Los llevaremos a la oficina del m?dico forense”, dijo el agente Havens. “El l?der del equipo de esta investigaci?n est? esper?ndolos all?”. Bill y Riley se metieron en el carro, y el agente Trafford comenz? a conducir a trav?s de la lluvia. Riley apenas pudo ver los hoteles que estaban cerca del aeropuerto, y m?s nada. Sab?a que hab?a una ciudad vital por ah?, pero era pr?cticamente invisible. Se pregunt? si siquiera iba a conocer Seattle mientras estuviera aqu?. * El minuto en el que Riley y Bill se sentaron en la sala de conferencias del edificio del m?dico forense de Seattle, sinti? que se avecinaban problemas. Intercambi? miradas con Bill, y ella not? que ?l tambi?n sent?a la tensi?n. El l?der de equipo Maynard Sanderson era un hombre grande con una mand?bula sobresaliente y una presencia como la de un oficial del ej?rcito y un predicador evang?lico al mismo tiempo. Sanderson estaba estudiando a un hombre corpulento cuyo bigote de morsa grueso lo hac?a parecer como si siempre estuviera frunciendo el ce?o. Se hab?a introducido como Perry McCade, el jefe de polic?a de Seattle. El lenguaje corporal de los dos hombres y los lugares que hab?an tomado en la mesa dec?an mucho. Por cualquier raz?n, lo ?ltimo que quer?an era estar en la misma sala juntos. Y tambi?n se sent?a segura de que ambos hombres especialmente odiaban tener a Riley y a Bill aqu?. Record? lo que Brent Meredith les hab?a dicho antes de salir de Qu?ntico. “Pero no esperen una bienvenida acogedora. Ni la polic?a ni los federales estar?n encantados de verlos”. Riley se preguntaba en qu? clase de campo minado hab?an entrado. Hab?a tremenda lucha de poder, y ni hac?a falta que nadie dijera ni una sola palabra. Y, en pocos minutos, sab?a que se volver?a verbal. Por el contrario, el m?dico forense Prisha Shankar se ve?a c?moda y despreocupada. La mujer de piel oscura y pelo negro era m?s o menos de la edad de Riley y parec?a ser estoica e imperturbable. “Ella est? en su territorio, despu?s de todo”, concluy? Riley. El agente Sanderson se tom? la libertad de comenzar la reuni?n. “Agentes Paige y Jeffreys, me alegra que hayan podido venir de Qu?ntico”, les dijo a Riley y a Bill. Su voz helada le dijo a Riley que lo opuesto era la verdad. “Encantados de poder servirles”, dijo Bill, sonando un poco inseguro. Riley solo sonri? y asinti? con la cabeza. “Caballeros, estamos todos aqu? para investigar dos asesinatos”, dijo Sanderson, ignorando la presencia de las dos mujeres. “Un asesino en serie podr?a estar haciendo de las suyas aqu? en Seattle. Tenemos que detenerlo antes de que mate otra vez”. El jefe de la polic?a McCade gru?? audiblemente. “?Tienes alg?n comentario, McCade?”, pregunt? Sanderson bruscamente. “No es un asesino en serie”, dijo McCade. “Y no es un caso del FBI. Mis polic?as tienen esto bajo control”. Riley estaba empezando a entender las cosas. Record? que Meredith les hab?a dicho que las autoridades locales estaban luchando con este caso. Y ahora pod?a ver el por qu?. No estaban en sinton?a, y tampoco lograban ponerse de acuerdo. McCade estaba enojado por el hecho de que el FBI estaba trabajando en un caso de asesinato local. Y a Sanderson le molestaba que el FBI hab?a enviado a Bill y a Riley de Qu?ntico para enderezarlos a todos. “La tormenta perfecta”, pens? Riley. Sanderson se volvi? hacia el m?dico forense y dijo: “Dra. Shankar, quiz?s quieras resumir lo que actualmente sabemos”. Aparentemente al margen de las tensiones subyacentes, la Dra. Shankar hizo clic en un control remoto para que apareciera una imagen en la pantalla de la pared. Era una foto de la licencia de conducir de una mujer con pelo liso color marr?n. Shankar dijo: “Hace mes y medio, una mujer llamada Margaret Jewell falleci? en su casa de lo que pareci? ser un ataque al coraz?n. Hab?a estado quej?ndose el d?a anterior de dolores en las articulaciones, pero, seg?n su esposa, eso no era inusual. Ella sufr?a de fibromialgia”. Shankar hizo clic en el control remoto de nuevo. Apareci? otra foto de un hombre de mediana edad con un rostro bondadoso, pero melanc?lico. Ella dijo: “Hace un par de d?as, Cody Woods fue al Hospital South Hill, quej?ndose de dolores en el pecho. Tambi?n se quej? de dolores en las articulaciones, pero eso tampoco era sorprendente. Hab?a tenido artritis, y se hab?a sometido a una cirug?a de reemplazo de rodilla una semana antes. Luego de horas en el hospital, ?l tambi?n muri? de lo que pareci? ser un ataque al coraz?n”. “Muertes totalmente desconectadas”, murmur? McCade. “?As? que ahora est?s diciendo que ninguna de esas muertes fue asesinato?”, dijo Sanderson. “La de Margaret Jewell, probablemente”, dijo McCade. “Cody Woods, ciertamente no. Estamos dejando que su muerte sea una distracci?n. Estamos enredando las cosas. Si nos dejaran las cosas a nosotros, lo solucionar?amos en un santiam?n”. “Llevan mes y medio en el caso de Jewell”, dijo Sanderson. La Dra. Shankar sonri? algo misteriosamente cuando McCade y Sanderson siguieron discutiendo. Luego hizo clic en el control remoto de nuevo. Dos fotos m?s aparecieron en la pantalla. Toda la sala qued? en silencio, y Riley sinti? una sacudida de sorpresa. Los hombres en ambas parec?an ser del Oriente Medio. Riley no reconoci? a uno de ellos, pero al otro s?. Era Saddam Hussein. CAP?TULO OCHO Riley se qued? mirando la imagen en la pantalla. ?Para qu? estaba mostrando una foto de Saddam Hussein? El l?der destituido de Irak hab?a sido ejecutado en 2006 por cr?menes contra la humanidad. ?Cu?l era su relaci?n con un posible asesino en serie en Seattle? La Dra. Shankar habl? de nuevo luego de un rato. “Estoy segura de que todos reconocemos al hombre de la izquierda. El hombre de la derecha era Majidi Jehad, un disidente chi? que estaba en contra del r?gimen de Saddam. En mayo de 1980, Jehad obtuvo un permiso para viajar a Londres. Cuando lleg? a una estaci?n de polic?a en Bagdad para recoger su pasaporte, alguien le ofreci? un vaso de jugo de naranja. Sali? de Irak, aparentemente sano y salvo. ?l muri? pronto despu?s de llegar a Londres”. La Dra. Shankar coloc? muchas fotos m?s. “Estos hombres tuvieron destinos similares. Saddam acab? con cientos de disidentes de la misma forma. Cuando algunos de ellos fueron excarcelados, fueron ofrecidos bebidas para celebrar su libertad. Ninguno de ellos vivi? por mucho tiempo”. El jefe McCade asinti? con comprensi?n. “Envenenamiento con talio”, dijo. “As? es”, dijo la Dra. Shankar. “El talio es un elemento qu?mico que puede transformarse en un polvo soluble incoloro, inodoro e ins?pido. Era el veneno favorito de Saddam. Pero ?l no fue quien invent? la idea de asesinar a sus enemigos con ?l. A veces es llamado el ‘veneno del envenenador’ porque act?a lentamente y produce s?ntomas que pueden resultar en una causa de muerte err?nea luego de una autopsia”. Toc? un bot?n del control remoto y aparecieron otros rostros m?s, incluyendo el del dictador cubano Fidel Castro. “En 1960, el servicio secreto franc?s utiliz? el talio para matar al l?der rebelde de Camer?n F?lix-Roland Moumi?”, dijo. “Y se cree que la CIA intent? usar talio en uno de sus muchos atentados fallidos contra su vida. El plan era poner polvo de talio en el calzado de Castro. Si la CIA hubiera tenido ?xito, la muerte de Castro hubiera sido humillante, lenta y dolorosa. Hubiera perdido su barba ic?nica antes de morir”. Hizo clic de nuevo, y los rostros de Margaret Jewell y Cody Woods aparecieron otra vez. “Les estoy diciendo todo esto para que entiendan que estamos tratando con un asesino muy sofisticado”, dijo la Dra. Shankar. “Encontr? rastros de talio en los cuerpos de Margaret Jewell y Cody Woods. Para m? no cabe duda que ambos fueron envenenados por el mismo asesino”. La Dra. Shankar mir? a todos en la sala. “?Alg?n comentario hasta ahora?”, pregunt?. “S?”, dijo el jefe McCade. “Todav?a no creo que las muertes est?n conectadas”. A Riley le sorprendi? el comentario, pero la Dra. Shankar no se ve?a nada sorprendida. ?Por qu? no, jefe McCade?”, pregunt?. “Cody Woods fue un plomero”, dijo McCade. “?No pudo haberse expuesto al talio en el ejercicio de su profesi?n?”. “Es posible”, dijo la Dra. Shankar. “Los plomeros tienen que tener cuidado y evitar sustancias peligrosas, incluyendo asbesto y metales pesados como el ars?nico y el talio. Pero no creo que esto fue lo que sucedi? en el caso de Cody Woods”. Riley estaba cada vez m?s intrigada. “?Por qu? no?”, pregunt?. La Dra. Shankar hizo clic en el control remoto, y aparecieron los informes de toxicolog?a. “Estas muertes parecen ser envenenamientos por talio, pero con una diferencia”, dijo. “Las v?ctimas no mostraron ciertos s?ntomas cl?sicos: p?rdida de cabello, fiebre, v?mitos, dolor abdominal. Como dije antes, tuvieron dolor en las articulaciones, pero m?s nada. Las muertes fueron r?pidas, y parecieron simples ataques al coraz?n. No fueron lentas en absoluto. Si mis empleados no hubieran estado pendientes, quiz?s ni se hubiesen dado cuenta de que eran casos de envenenamiento por talio”. Bill se ve?a igual de fascinado que Riley. “?Entonces con qu? estamos lidiando, una mezcla de talio?”, pregunt?. “Algo as?”, dijo la Dra. Shankar. “Mi personal a?n est? tratando de descifrar la composici?n qu?mica del c?ctel. Pero uno de los ingredientes es definitivamente ferrocianuro pot?sico, una sustancia qu?mica conocida como el colorante azul de Prusia. Es extra?o, porque el azul de Prusia es el ?nico ant?doto conocido para el envenenamiento por talio”. El gran bigote del jefe McCade empez? a retorcerse. “Eso no tiene sentido”, gru??. “?Por qu? un envenenador administrar?a un ant?doto junto con el veneno?”. Riley intent? adivinar el por qu?. “?Podr?a haber sido para disimular los s?ntomas del envenenamiento por talio?”. La Dra. Shankar asinti? con la cabeza. “Esa es mi teor?a. Los otros qu?micos que encontramos habr?an interactuado con el talio de un modo complejo que a?n no entendemos, pero probablemente ayudaron a controlar la naturaleza de los s?ntomas. La persona que ide? la mezcla sab?a lo que estaba haciendo. Tiene amplios conocimientos de farmacolog?a y qu?mica”. El jefe McCade estaba pasando sus dedos sobre la mesa. “No me convence”, dijo. “Los resultados de la segunda v?ctima de seguro fueron sesgados por los resultados de la primera. Encontraste lo que estabas buscando”. Por primera vez, la Dra. Shankar se vio un poco sorprendida. Riley tambi?n estaba sorprendida por la audacia del jefe de polic?a en cuestionar los conocimientos de Shankar. “?Qu? te hace decir eso?”, pregunt? la Dra. Shankar. “Ya tenemos un sospechoso seguro para el asesinato de Margaret Jewell”, dijo. “Ella estaba casada con otra mujer llamada B?rbara Bradley, quien se hace llamar Barb. Los amigos y vecinos de la pareja dicen que estaban teniendo problemas y que ten?an peleas fuertes que despertaban a los vecinos. Bradley hasta tiene antecedentes por agresi?n criminal. La gente dice que tiene mal car?cter. Ella lo hizo. Estamos casi seguros de ello”. “?Por qu? no la han tra?do a la comisar?a?”, exigi? el agente Sanderson. Los ojos del jefe McCade se abrieron defensivamente. “La interrogamos en su casa”, dijo. “Pero es astuta, y todav?a no hemos conseguido suficiente evidencia para arrestarla. Estamos construyendo un caso. Eso toma tiempo”. El agente Sanderson hizo una mueca y gru??. “Bueno, mientras ustedes han estado ocupados construyendo su caso, parece que su sospechoso ‘seguro’ ha matado a alguien m?s”, dijo. “Tienen que acelerar el ritmo. Podr?a estar prepar?ndose para hacerlo de nuevo”. El jefe McCade estaba rojo de la rabia. “Est?s equivocado”, dijo. “Te estoy diciendo que el asesinato de Margaret Jewell fue un incidente aislado. Barb Bradley no ten?a ning?n motivo para matar a Cody Woods, o a cualquier otra persona, hasta donde sabemos”. “Hasta donde saben”, agreg? Sanderson en un tono burl?n. Riley pod?a sentir las tensiones subyacentes emergiendo a la superficie. Esperaba que la reuni?n terminara sin una pelea. Mientras tanto, su cerebro estaba trabajando a toda marcha, tratando de darle sentido a lo poco que sab?a hasta ahora. “?Jewell y Bradley estaban en buena posici?n econ?mica?”, le pregunt? al jefe McCade. “Para nada”, dijo. “Clase media baja. De hecho, nos parece que la tensi?n financiera podr?a haber sido parte del motivo”. “?Qu? hace Barb Bradley para ganarse la vida?”. “Ella hace entregas para un servicio de lencer?a”, dijo McCade. Una teor?a se estaba formado r?pidamente en su mente. Pens? que era probable que un asesino que utilizaba veneno para matar fuera mujer. Y, como una que hac?a entregas, probablemente podr?a haber tenido acceso a diversas instalaciones de salud. Definitivamente se trataba de alguien con quien quer?a hablar. “Quiero la direcci?n de Barb Bradley”, dijo. “El agente Jeffreys y yo debemos ir a entrevistarla”. El jefe McCade la mir? como si estuviera loca de remate. “Te acabo de decir que ya hicimos eso”, dijo. “Por lo visto, no lo suficientemente bien”, pens? Riley. Pero sofoc? las ganas de decirlo en voz alta. “Estoy de acuerdo con la agente Paige”, agreg? Bill. “Debemos ir a hablar con Barb Bradley”. El jefe McCade obviamente se sent?a insultado. “No lo permitir?”, dijo. Riley sab?a que el l?der del equipo del FBI, el agente Sanderson, podr?a desautorizar a McCade si quisiera hacerlo. Pero cuando mir? a Sanderson como para pedirle apoyo, estaba mir?ndola con furia. Se sinti? desalentada. Entendi? la situaci?n inmediatamente. Aunque Sanderson y McCade se odiaban mutuamente, eran aliados en su resentimiento de Riley y Bill. Para ellos, los agentes de Qu?ntico no deb?an siquiera estar aqu? en su territorio. Sus egos eran m?s importantes que el caso en s?. “?C?mo haremos para poder trabajar y avanzar en el caso?”, se pregunt?. Por el contrario, la Dra. Shankar se ve?a igual de calmada. “Me gustar?a saber por qu? es tan mala idea que Jeffreys y Paige entrevisten a Barb Bradley”. A Riley le sorprendi? la audacia de la Dra. Shankar. Despu?s de todo, estaba sobrepasando sus l?mites descaradamente. “?Porque estoy llevando a cabo mi propia investigaci?n!”, grit? McCade. “?Podr?an arruinarla por completo!”. La Dra. Shankar sonri? inescrutablemente de nuevo. “Jefe McCade, ?realmente est?s cuestionando la competencia de dos agentes de Qu?ntico?”. Luego, volvi?ndose al l?der del equipo del FBI, a?adi?: “Agente Sanderson, ?qu? quisieras decir al respecto?”. McCade y Sanderson miraron a la Dra. Shankar boquiabiertos. Riley se percat? de que la Dra. Shankar estaba sonri?ndole a ella. No pudo evitar devolverle una sonrisa de admiraci?n. Aqu? en su propio edificio, Shankar sab?a c?mo proyectar una presencia autoritaria. No importaba que los dem?s pensaban que estaban a cargo. Era una mujer ardua. El jefe McCade neg? con la cabeza en resignaci?n. “Est? bien”, dijo. “Aqu? tienen la direcci?n”. “Pero quiero que algunos de mis agentes vayan con ustedes”, a?adi? el agente Sanderson r?pidamente. “Me parece justo”, dijo Riley. McCade escribi? la direcci?n y se la entreg? a Bill. Sanderson dio por finalizada la reuni?n. “Dios, jam?s he conocido a personas tan idiotas como esos dos”. Bill le dijo a Riley mientras caminaban hacia su carro. “?C?mo diablos avanzaremos en el caso?”. Riley no respondi?. La verdad era que no ten?a ni idea. Sinti? que este caso ser?a muy dif?cil, y que la pol?tica del poder local complicar?a las cosas a?n m?s. Ella y Bill ten?an que trabajar r?pidamente antes de que otra persona terminara muerta. CAP?TULO NUEVE Hoy su nombre era Judy Brubaker. Disfrutaba ser Judy Brubaker. A la gente le agradaba Judy Brubaker. Estaba movi?ndose r?pidamente por la cama vac?a, enderezando y acomodando las s?banas. Mientras lo hac?a, le sonre?a a la mujer que estaba sentada en el sill?n c?modo. Judy no hab?a decidido si matarla o no. “El tiempo se acaba”, pens? Judy. “Tengo que decidirme”. El nombre de la mujer era Amanda Somers. Judy le parec?a que era una criatura t?mida, extra?a y ratonil. Hab?a estado bajo el cuidado de Judy desde ayer. Judy comenz? a cantar. “Lejos de casa, Tan lejos de casa, Este peque?o beb? est? lejos de casa”. Amanda comenz? a cantar con ella con su voz suave y aflautada. “Te consumes m?s y m?s D?a tras d?a Demasiado triste para re?r, demasiado triste para jugar”. Judy estaba un poco sorprendida. Amanda Somers no hab?a mostrado ning?n inter?s real en la canci?n hasta ahora. “?Te gusta esa canci?n?”, pregunt? Judy Brubaker. “Supongo”, dijo Amanda. “Es triste, y creo que va con mi humor”. “?Por qu? est?s triste? Ya acabamos con tu tratamiento y te vas a casa. La mayor?a de los pacientes se sienten felices de que volver?n a casa”. Amanda suspir? y no dijo nada. Uni? sus manos como si fuera a orar. Manteniendo los dedos juntos, alej? sus palmas. Repiti? el movimiento un par de veces. Era un ejercicio que Judy le hab?a ense?ado para ayudar al proceso de cicatrizaci?n despu?s de la cirug?a de t?nel carpiano de Amanda. “?Estoy haciendo esto bien?”, le pregunt? Amanda. “Casi”, dijo Judy, agach?ndose junto a ella y tocando sus manos para corregir sus movimientos. “Necesitas mantener los dedos alargados para que arqueen hacia fuera. Recuerda que las manos deben parecer una ara?a haciendo flexiones en un espejo”. Amanda lo estaba haciendo bien ahora. Ella sonri?, vi?ndose orgullosa de s? misma. “Realmente siento que est? ayudando”, dijo. “Gracias”. Judy observ? a Amanda mientras sigui? haciendo el ejercicio. Judy realmente odiaba la cicatriz peque?a y fea que se extend?a a lo largo de la parte inferior de la mano derecha de Amanda. “Cirug?a innecesaria”, pens? Judy. Los m?dicos se hab?an aprovechado de la confianza y credulidad de Amanda. Estaba segura de que unos tratamientos menos dr?sticos hubiesen funcionado igual de bien, o incluso hasta mejor. Tal vez una f?rula, o unas inyecciones de corticosteroides. Judy hab?a visto a muchos m?dicos insistir en cirug?as, sin importar si eran necesarias o no. Eso siempre la hac?a enojar. Pero hoy Judy no estaba enojada solo con los m?dicos. Se sent?a impaciente con Amanda tambi?n. Ella no estaba segura del por qu?. “Esta ser? dif?cil”, pens? Judy antes de sentarse en el borde de la cama. Durante todo su tiempo juntas, Judy era la ?nica que hab?a hablado. Judy Brubaker ten?a un mont?n de cosas interesantes de las que hablar, por supuesto. Judy no era nada parecida a la Hallie Stillians ahora desaparecida, quien hab?a tenido la personalidad de una t?a cari?osa. Judy Brubaker era a la vez m?s extravagante y m?s sencilla, y normalmente llevaba un traje para correr en lugar de ropa m?s convencional. Le encantaba contar historias sobre sus aventuras: parapente, paracaidismo, buceo, alpinismo, entre otros. Hab?a hecho autoestop por toda Europa y gran parte de Asia. Por supuesto, ninguna de esas aventuras realmente sucedieron. Pero eran historias maravillosas. A la mayor?a de las personas les agradaba Judy Brubaker. Las personas que podr?an encontrar a Hallie un poco empalagosa disfrutaban de la personalidad m?s directa de Judy. “Tal vez a Amanda no le cae muy bien Judy”, ella pens?. Por alguna raz?n, Amanda casi no le hab?a dicho nada sobre s? misma. Ella era cuarentona, pero nunca le hab?a hablado de su pasado. Judy a?n no sab?a qu? hac?a Amanda para ganarse la vida, o si siquiera hac?a algo en absoluto. No sab?a si Amanda hab?a estado casada, aunque la ausencia de un anillo de boda indicaba que no estaba casada ahora. Judy estaba consternada por c?mo iban las cosas. Y se le estaba acabando el tiempo. Amanda podr?a levantarse e irse en cualquier momento. Y aqu? estaba Judy, a?n intentando decidir si la envenenar?a o no. Parte de su indecisi?n era simple prudencia. Las cosas hab?an cambiado mucho durante los ?ltimos d?as. Sus dos ?ltimos asesinatos estaban en las noticias. Parec?a que alg?n m?dico forense inteligente hab?a detectado talio en los cad?veres. Era bastante preocupante. Ella ten?a una bolsita de t? preparada con una receta modificada que utilizaba un poco m?s de ars?nico y un poco menos de talio. Pero le preocupaba el poder ser detectada. No ten?a ni la menor idea si las muertes de Margaret Jewell y Cody Woods hab?an sido remontadas a sus estancias en centros de rehabilitaci?n o a sus cuidadores. Este m?todo de asesinar se estaba volviendo m?s arriesgado. Pero el problema real era que todo el asunto simplemente no le parec?a correcto. Ella no sent?a ninguna conexi?n con Amanda Somers. Sent?a que ni siquiera la conoc?a. Brindar por la salida de Amanda con una taza de t? se sentir?a forzado, incluso vulgar. De todos modos, la mujer todav?a estaba aqu?, ejercitando sus manos, mostrando ninguna inclinaci?n de querer irse a casa a?n. “?No quieres irte a casa?”, pregunt? Judy. La mujer suspir?. “Bueno, sabes que tengo otros problemas f?sicos. Mi espalda, por ejemplo. Est? empeorando a medida que envejezco. Mi doctor dice que necesito una operaci?n. Pero no s?. Sigo pensando que tal vez terapia es todo lo que necesito para mejorar. Y eres tan buen terapeuta”. “Gracias”, dijo Judy. “Pero yo no trabajo aqu? a tiempo completo. Yo soy freelance, y hoy es mi ?ltimo d?a aqu?. Si te quedas aqu? m?s tiempo, no estar?s bajo mi cuidado”. A Judy le sorprendi? la expresi?n nost?lgica de Amanda ya que rara vez hab?a hecho contacto visual con ella como ahora. “No sabes c?mo se siente”, dijo Amanda. “?C?mo se siente qu??”, pregunt? Judy. Amanda se encogi? de hombros un poco, todav?a mirando a Judy a los ojos. “Estar rodeada de personas en las que no puedes confiar por completo. Las personas parecen preocuparse por ti, y tal vez en realidad lo hagan, pero, por otra parte, tal vez no. Tal vez solo quieren algo de ti. Te usan. Toman cosas de ti. Muchas de las personas en mi vida son as?. No tengo familia, y no s? qui?nes son mis amigos. No s? en qui?n puedo confiar y en qui?n no”. Con una peque?a sonrisa, Amanda a?adi?: “?Entiendes lo que te estoy diciendo?”. Judy no estaba segura. Amanda a?n hablaba en acertijos. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693783&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.