×òî æå åñòü ó ìåíÿ? Äûðû â äðàíûõ êàðìàíàõ, Òðè ìîðùèíû íà ëáó, Äà èñò¸ðòûé ïÿòàê... Íî íå æàëêî íè äíÿ- Ìíå ñóäüáîþ ïðèäàííûõ, Õîòü ïîðîé ÿ æèâó Ïîïîäàÿ â ïðîñàê. Âñ¸ ÷òî åñòü ó ìåíÿ: Ñîâåñòü, ÷åñòü è óìåíüå. ß îòäàì íå ñêóïÿñü- Ïðîñòî òàê çà ïóñòÿê. Çà ïîñòåëü ó îãíÿ, Äîáðîòó áåç ñòåñíåíüÿ. È çà òî, ÷òî ïðîñòÿñü, Íå çàáûòü ìíå íè êàê... Âñ¸ ÷

Antes De Que Se Lleve

Antes De Que Se Lleve Blake Pierce Un Misterio con Mackenzie White #4 De Blake Pierce, el autor de ?xitos de ventas como ONCE GONE (un ?xito de ventas #1 con m?s de 800 cr?ticas de 5 estrellas), llega el libro #4 en la excitante serie de misterio Mackenzie White. En ANTES DE QUE SE LLEVE (Un Misterio con Mackenzie White – Libro 4), la reci?n graduada agente del FBI Mackenzie White recibe ?rdenes para encargarse de un nuevo y angustioso caso. En los campos de Iowa est?n desapareciendo mujeres, y empieza a surgir una pauta. Se teme que haya un asesino en serie haciendo de las suyas, con un ritmo ascendente. Dados sus or?genes en el Medio Oeste, Mackenzie es elegida como la candidata ideal. No obstante, Mackenzie se resiste a regresar al Medio Oeste, en esta ocasi?n a un escenario seriamente rural que le recuerda demasiado a su propia infancia, a sus propios fantasmas del pasado. Tambi?n busca al asesino de su propio padre, encontr?ndose con que la oscuridad le quiere invadir en cada recodo de su viaje. Sumergida de lleno en un mundo de granjas, graneros, y mataderos, de largas distancias de autopistas vac?as, a Mackenzie le da la impresi?n de que est? recayendo en los recesos de su propia alma, y en las pesadillas que siempre tuvo miedo de enfrentar. En el mortal juego del gato y el rat?n, por fin se da cuenta de la psicosis del asesino al que se enfrenta, y acaba d?ndose cuenta de que la tierra en la que creci? oculta horrores incluso m?s oscuros y retorcidos que los que ella pod?a imaginar. Un oscuro thriller psicol?gico lleno de suspense y emoci?n, ANTES DE QUE SE LLEVE es el libro #4 de una nueva serie – con una nueva y adorable protagonista – que le tendr? pasando p?ginas hasta altas horas de la noche. El Libro #5 de la serie de misterio Mackenzie White estar? pronto disponible a la venta. Tambi?n est? disponible el libro de Blake Pierce ONCE GONE (Un misterio con Riley Paige – Libro #1), un ?xito de ventas #1 con m?s de 800 cr?ticas de cinco estrellas – ?y una descarga gratuita! A N T E S D E Q U E S E L L E V E (UN MISTERIO CON MACKENZIE WHITE—LIBRO 4) B L A K E P I E R C E TRAducido al espa?ol por Asun Henares Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com/) para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto por lo que permite la Ley de Copyright de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico tiene licencia para su disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede volver a ser vendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si est? leyendo este libro y no lo compr?, o no lo compr? solamente para su uso, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares, los acontecimientos y los incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright lassedesignen, utilizada con licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) CONTENIDOS PR?LOGO (#ufa41689c-042f-5cc4-b094-e4b0457edeaf) CAP?TULO UNO (#ucc558270-7625-5800-9c59-4365b62a6429) CAP?TULO DOS (#uce2652f4-5bfa-5dd0-a011-61039445098e) CAP?TULO TRES (#ub41ccd5d-a0ec-599b-a804-8624fcf1f8cd) CAP?TULO CUATRO (#u988d5094-a98f-5884-bf1b-2be5e0916f55) CAP?TULO CINCO (#u40a4837f-e3cf-5644-9b4e-217ddaba9909) CAP?TULO SEIS (#u3d4e2c98-9e23-5944-a315-385379eafa7c) CAP?TULO SIETE (#u7e441b5d-f5f2-5623-b11a-ca027ca4f197) CAP?TULO OCHO (#u01d9be54-4680-59d1-8fe1-437aa658d7f1) CAP?TULO NUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIEZ (#litres_trial_promo) CAP?TULO ONCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DOCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TRECE (#litres_trial_promo) CAP?TULO CATORCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO QUINCE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTID?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTITR?S (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIS?IS (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo) CAP?TULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo) CAP?TULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo) PR?LOGO Esta iba a ser la ?ltima vez que promocionaba uno de sus libros en un pueblo ?nfimo del que nadie hab?a o?do hablar jam?s. Ten?a que hablar con su director de publicidad y decirle que solo porque un pueblo contara con una librer?a, eso no lo convert?a en una metr?polis. Puede que pedir tal cosa le hiciera parecer una diva llena de exigencias, pero lo cierto es que no le importaba. Eran las 10:35 de la noche y Delores Manning iba conduciendo por una carretera de doble sentido en alg?n lugar de Iowa dejado de la mano de Dios. Era perfectamente consciente de que hab?a tomado una curva equivocada unas diez millas atr?s porque hab?a sucedido poco tiempo despu?s de que su GPS le hubiera dejado tirada. No hab?a ninguna se?al. Por supuesto. Era la guinda en el pastel de lo que hab?a sido un fin de semana terrible. Delores hab?a permanecido en este tramo de carretera al menos diez minutos. No hab?a visto ninguna se?al de parada, ni casas, nada de nada. Solamente ?rboles y un cielo nocturno sorprendentemente hermoso encima de su cabeza. Estaba pensando seriamente en pararse en medio de la carretera y darse la vuelta. Cuanto m?s pensaba en ello, mejor idea le parec?a. Estaba a punto de pisar el freno para detenerse cuando el sonido de un revent?n invadi? el coche. Delores chill? de miedo y sorpresa, pero su grito fue apagado por el repentino paf del coche cuando descendi? varias pulgadas y se vir? hacia la izquierda bruscamente. Se las arregl? para m?s o menos enderezar el rumbo del coche pero se dio cuenta de que no pod?a luchar contra ello—el coche se quedaba atr?s. Renunciando a la lucha, se las arregl? para dirigir el coche a un lado de la carretera, aparcando m?s de la mitad del coche fuera del asfalto. Encendi? sus luces intermitentes y dej? salir un hondo suspiro. “Mierda,” dijo. Eso sonaba como un neum?tico, pens? para s?. Y si es as?… diablos, ni siquiera recuerdo si tengo uno de repuesto en el maletero. Esto me pasa por ir a todas partes en esta trampa mortal de coche. Est?s a punto de convertirte en una escritora importante, chica. Puedes gastarte algo de dinero en aviones y coches de alquiler de vez en cuando, ?no? Desbloque? la puerta del maletero, abri? su portezuela, y sali? del coche en medio de la noche. Hab?a un frescor en el ambiente, ya que el invierno se cern?a sobre el Medio Oeste, entrando a hurtadillas tras el oto?o. Se ci?? el abrigo alrededor del cuerpo y despu?s sac? su tel?fono m?vil. No le sorprendi? lo m?s m?nimo encontrarse con que no ten?a cobertura; hab?a visto el mismo mensaje durante los ?ltimos veinte minutos m?s o menos, desde el momento en que su GPS hab?a dejado de funcionar. Ech? una ojeada a sus neum?ticos y vio que los neum?ticos delantero y trasero del lado del conductor hab?an pinchado. Es m?s, estaban aplastados. Divis? algo que centelleaba en el neum?tico delantero y se agach? para ver de qu? se trataba. Cristal, pens?. ?En serio? ?C?mo es posible que un cristal me pinchara los neum?ticos? Mir? a la rueda de atr?s y vio que hab?a varias esquirlas de cristal sobresaliendo de ella. Volvi? la vista hacia la carretera y no vio se?ales de nada, claro que eso no significaba gran cosa porque la luna estaba m?s bien oculta detr?s de las copas de los ?rboles y la noche era oscura como el carb?n. Se fue hacia el maletero, sabiendo de sobra que dar?a igual lo que se pudiera encontrar. Hasta en el caso de que all? atr?s hubiera un neum?tico de reemplazo, necesitaba dos. Furiosa y un tanto asustada, dio un portazo al maletero, sin molestarse en mirar. Agarr? su tel?fono y, sinti?ndose como una idiota, se encaram? sobre el maletero. Elev? el tel?fono con el brazo, con la esperanza de que mostrara al menos una barra de cobertura. Nada. Que no te entre el p?nico, pens?. Es cierto, est?s en medio de ninguna parte, pero alguien aparecer? en alg?n momento. Todos los caminos llevan a alg?n lugar, ?no es cierto? Incapaz de creer c?mo hab?a transcurrido este fin de semana, regres? al interior de su coche, donde la calefacci?n todav?a segu?a realizando su tarea. Posicion? su espejo retrovisor para poder ver las luces de unos focos aproxim?ndose por detr?s y entonces mir? hacia delante para estar al tanto de los que pudieran venir por delante. Mientras reflexionaba sobre la fallida promoci?n de su libro, la leve confusi?n del departamento de publicidad, y su problema m?s reciente de los dos neum?ticos pinchados a un lado de la carretera, divis? unos focos que se aproximaban por delante de ella. Solo hab?a estado esperando siete minutos, as? que se dio por afortunada. Abri? su portezuela, y encendi? la luz de techo para que se uniera a las luces intermitentes de emergencia. Sali? del coche y se qued? cerca de ?l, haciendo se?ales con las manos al cami?n que se acercaba para que se detuviera. Se sinti? aliviada de inmediato cuando vio que se estaba deteniendo. Se desvi? hacia su carril y aparc? con el morro frente al morro de su coche. El conductor encendi? sus luces de emergencia y entonces sali? del veh?culo. “Qu? hay,” dijo el hombre de cuarenta y tantos a?os que se hab?a bajado del cami?n. “Hola,” dijo Delores. Ella le examin?, todav?a demasiado molesta por la situaci?n como para tomar precauciones frente a un desconocido cualquiera que se hab?a detenido para ayudarle a estas horas de la noche. “?Problemas con el coche?” pregunt? ?l. “Millones de ellos,” dijo Delores, se?alando a sus neum?ticos. “Dos ruedas pinchadas a la vez. ?Puede creerlo?” “Oh, eso es terrible,” dijo ?l. “?Ya ha llamado a Triple A o a un taller o algo as??” “No tengo cobertura,” dijo ella. Estuvo a punto de a?adir No es que sea exactamente de por aqu?, pero decidi? no hacerlo. “Bueno, puede utilizar el m?o,” dijo ?l. “Aqu? por lo general tengo al menos dos barras.” El dio un paso hacia delante, buscando el tel?fono en su bolsillo. Solo que no fue un tel?fono lo que sac?. Ella estaba realmente muy confundida por lo que ten?a delante de sus ojos. No ten?a sentido. No se pod?a imaginar de qu? se trataba y— De repente, ven?a hacia su rostro, a toda velocidad. Una d?cima de segundo antes de que le golpeara, pudo ver la forma y el brillo de lo que se hab?a puesto encima de sus dedos. Manoplas de hierro. Escuch? el sonido que hicieron al golpearle en la frente, sinti? una punzada de dolor, al instante le fallaron las rodillas, y sinti? como se derrumbaba en el duro asfalto. Lo ?ltimo de lo que fue consciente fue de c?mo el hombre extend?a su mano hacia ella casi con afecto, con los faros todav?a cegando su vista, antes de que el mundo ennegreciera del todo. CAP?TULO UNO Mackenzie White estaba en pie debajo un paraguas mientras observaba c?mo colocaban el ata?d en la fosa y la lluvia arreciaba hasta convertirse en una llovizna constante. Los sollozos de los participantes estaban casi enmudecidos por las gotas de lluvia que ca?an en el cementerio y en las l?pidas cercanas. Lo observ? con una punzada de dolor mientras su antiguo compa?ero pasaba sus ?ltimos momentos en el mundo de los vivos. El ata?d penetraba en la tumba sobre los ra?les de acero en los que hab?a estado apoyado durante la ceremonia mientras los seres m?s cercanos a Bryers lo presenciaban. La mayor parte de la procesi?n se hab?a dispersado tras las palabras finales del pastor, pero los m?s cercanos a ?l se hab?an quedado. Mackenzie permaneci? de pie a un lado, a dos filas de distancia. Le dio por pensar que a pesar de que Bryers y ella hubieran confiado sus vidas el uno al otro en varias ocasiones, realmente no le hab?a conocido demasiado bien. Lo probaba el hecho de que no tuviera ni idea de qui?nes eran las personas que se hab?an quedado para ver c?mo le met?an a la tumba. Hab?a un hombre que parec?a tener treinta y tantos a?os, y dos mujeres arrimadas bajo la lona negra, disfrutando de su ?ltimo momento con ?l. Cuando Mackenzie se dio la vuelta, not? la presencia de una mujer mayor que estaba de pie una fila m?s atr?s, sujetando su propio paraguas. Iba completamente vestida de negro y parec?a bastante atractiva de pie bajo la lluvia. Ten?a el pelo totalmente canoso, atado en un mo?o, pero de alg?n modo ten?a un aspecto juvenil. Mackenzie le asinti? con la cabeza cuando pas? a su lado. “?Conoc?a a Jimmy?” pregunt? la mujer de repente. ?Jimmy? Tard? un momento en darse cuenta de que la mujer estaba hablando de Bryers. Mackenzie solo hab?a escuchado su nombre de pila en una o dos ocasiones. Para ella, siempre hab?a sido solamente Bryers. Quiz? no fu?ramos tan ?ntimos como yo pensaba. “As? es,” dijo Mackenzie. “Hemos trabajado juntos. ?Qu? hay de usted?” “Ex-mujer,” dijo ella. Con un suspiro tembloroso, a?adi?: “Era un hombre muy bueno.” ?Ex-mujer? Dios, la verdad es que no le conoc?a. Aun as?, en las bambalinas de su mente, pod?a recordar una conversaci?n durante uno de sus largos trayectos en coche en que hab?a mencionado que hab?a estado casado en el pasado. “S? que lo era,” dijo Mackenzie. Quer?a contarle a la mujer todas las veces que Bryers le hab?a guiado en su carrera profesional y que hasta le hab?a salvado la vida, pero imagin? que deb?a de haber una raz?n para que la mujer se hubiera distanciado de las tres siluetas api?adas bajo la lona. “?Eras ?ntima amiga suya?” pregunt? la ex mujer. Pensaba que lo era, dijo Mackenzie, mirando a la tumba de nuevo con arrepentimiento. Sin embargo, su respuesta fue m?s simple. “No mucho.” Entonces se dio la vuelta tras sonre?r con pesadumbre a la mujer y se dirigi? hacia su coche. Pens? en Bryers… su sonrisa taciturna, la manera en que apenas se re?a pero cuando lo hac?a, era casi explosivo. Entonces pens? en c?mo iba a cambiar el trabajo ahora. Sin duda, era ego?sta por su parte, pero no pod?a evitar preguntarse c?mo iba a ser alterado su entorno laboral ahora que su compa?ero, el hombre que esencialmente le hab?a acogido bajo su protecci?n, estaba muerto. ?Tendr?a un nuevo compa?ero? ?Cambiar?a su posici?n y la pondr?an detr?s de un escritorio o en alg?n otro trabajo cutre sin un prop?sito genuino? Cielos, deja de pensar en ti misma, pens?. La lluvia segu?a golpeteando el paraguas. Era tan ensordecedora que Mackenzie casi no escuch? c?mo sonaba su tel?fono dentro del bolsillo de su abrigo. Lo sac? diestramente de su bolsillo mientras abr?a la portezuela del coche, dejaba dentro el paraguas, y entraba para protegerse de la lluvia. “Al habla White.” “White, soy McGrath. ?Est?s en la ceremonia en el cementerio?” “Saliendo en este momento,” dijo ella. “Lo siento de verdad por Bryers. Era un buen hombre. Y un agente incre?ble tambi?n. “S? que lo era,” dijo Mackenzie. Mas cuando mir? una vez m?s a trav?s de la lluvia hacia la tumba, le pareci? que realmente no hab?a conocido a Bryers en absoluto. “Odio interrumpir, pero te necesito de vuelta aqu?. P?sate por mi oficina, ?de acuerdo?” Su coraz?n pareci? detenerse por un instante. Sonaba a algo serio. “?De qu? se trata?” pregunt? ella. ?l hizo una pausa, como si estuviera debatiendo consigo mismo si era buena idea dec?rselo, y finalmente dijo: “Un nuevo caso.” *** Cuando lleg? al recibidor de la oficina de McGrath, Mackenzie vio a Lee Harrison sentado en la zona de espera. Le recordaba como el agente que le hab?an asignado como compa?ero temporal cuando Bryers se puso enfermo. Se hab?an estado conociendo durante las ?ltimas semanas pero realmente no hab?an tenido aun la oportunidad de trabajar juntos. ?l parec?a un agente decente—quiz? un poco precavido de m?s para el gusto de Mackenzie. “?Tambi?n te llam? a ti?” pregunt? Mackenzie. “S?,” dijo ?l. “Parece que puede que tengamos nuestro primer caso juntos. Pens? en esperar a que llegaras antes de llamar a la puerta.” Mackenzie no estaba segura de si hab?a hecho eso por respeto hacia ella o por miedo a McGrath. Fuera como fuera, pensaba que hab?a sido una decisi?n sabia. Ella llam? a la puerta y fue respondida con un r?pido “Entrad” desde el otro lado. Hizo una se?al a Harrison para que se acercara y entraron juntos al despacho. McGrath estaba sentado detr?s de su escritorio, tecleando algo en su port?til. Hab?a dos carpetas colocadas a la izquierda, como si estuvieran esperando a que las reclamaran. “Tomen asiento, agentes,” dijo ?l. Mackenzie y Harrison se sentaron en las dos sillas que hab?a delante del escritorio de McGrath. Mackenzie vio que Harrison estaba sentado bien r?gido y que sus ojos estaban abiertos de par en par… no llenos de temor del todo pero sin duda llenos de nerviosismo y emoci?n. “Tenemos un caso en la Iowa rural,” comenz? ?l. “Como es el lugar donde creciste, pens? que ser?as ideal para este caso, White.” Ella se aclar? la garganta, inc?moda. “Crec? en Nebraska, se?or,” le corrigi?. “Es todo lo mismo, ?no es cierto?” dijo ?l. Ella sacudi? la cabeza; estaba claro que los que no eran del Medio Oeste jam?s lo entender?an. Iowa, pens?. Sin duda, no era Nebraska, pero estaba lo bastante cerca, y la sola idea de regresar a aquellos lares le hac?a sentir inc?moda. Sab?a que no hab?a raz?n para temer al lugar; despu?s de todo, hab?a llegado a Quantico y se hab?a convertido en alguien. Hab?a logrado su sue?o de conseguir un puesto en el FBI. Entonces ?por qu? le alteraba con tal rapidez la idea de regresar all? por un caso? Porque todo lo malo que ha habido en tu vida est? all?, pens?. Tu infancia, tus antiguos compa?eros de trabajo, los misterios que rodeaban la muerte de su padre… “Ha habido una serie de desapariciones, todas mujeres,” continu? McGrath. “Y por el momento parece que se las est?n llevando de la misma carretera en estos tramos solitarios de la autopista. Anoche se llevaron la ?ltima. Encontraron su coche en la cuneta junto a la carretera con dos ruedas pinchadas. Hab?a una cantidad exagerada de cristal en la carretera, lo que hizo que el departamento de polic?a local asumiera que hab?a habido complicaciones.” Desliz? una de las carpetas hacia donde estaba Mackenzie y ella le ech? un vistazo. Hab?a varias fotos del coche, sobre todo de los neum?ticos. Tambi?n vio que el tramo de carretera estaba sin duda aislado, rodeado de ?rboles alargados por ambos lados. Una de las fotograf?as tambi?n mostraba los contenidos del coche de la ?ltima v?ctima. Dentro hab?a un abrigo, una peque?a caja de herramientas atornillada a un lateral, y una caja de libros. “?Por qu? tantos libros?” pregunt? Mackenzie. “La ?ltima v?ctima era una escritora. Delores Manning. Google me cuenta que acaba de publicar su segundo libro. Una de esas novelas de basura rom?ntica. No es una autora conocida en absoluto, as? que no deber?amos tener interferencias de los peri?dicos… por el momento. El departamento de transportes estatal ha cortado la carretera y ha establecido desv?os. Por tanto, White, necesito que te montes en un avi?n cuanto antes sea posible para salir de aqu?. Rural o no, obviamente el estado no quiere mantener esa carretera cerrada por mucho tiempo.” Entonces McGrath redirigi? su atenci?n a Harrison. “Agente Harrison, hay algo que quiero que entiendas. La Agente White tiene v?nculos con el Medio Oeste, as? que en este caso no hubo mucho que pensar. Y a pesar de que te he nombrado como su compa?ero, en este caso quiero que te quedes aqu?. Quiero que est?s en la central trabajando detr?s del tel?n. Si la Agente White te llama para pedirte que investigues algo, quiero que te encargues de ello. Adem?s, Delores Manning tiene una agente y un publicista y todo eso. Si no solucionamos esto deprisa, los peri?dicos se nos echar?n encima. Quiero que te encargues de esa faceta del asunto. Mant?n la calma y la discreci?n en la central si las cosas se ponen feas. No es por ofender, pero quiero a una agente con m?s experiencia en esto.” Harrison asinti?, pero era imposible no ver la decepci?n en su mirada. “No es ninguna ofensa, se?or. Estar? encantado de ayudar en lo que pueda.” Oh no, pens? Mackenzie. No un pelota. “?Entonces voy a hacer esto sola?” pregunt? Mackenzie. McGrath le sonri? y sacudi? la cabeza. Era casi un gesto l?dico que le demostraba lo lejos que hab?a llegado con McGrath desde sus primeras reuniones inc?modas que bordeaban la hostilidad. “De ninguna manera te voy a enviar all? a ti sola,” dijo ?l. “He organizado las cosas para que el Agente Ellington trabaje en este caso contigo.” “Oh,” dijo ella, algo conmocionada. No estaba segura de c?mo sentirse al respecto. Hab?a una extra?a qu?mica entre Ellington y ella—siempre la hab?a habido desde la primera vez que le conoci? mientras trabajaba como detective en los campos de Nebraska. Le hab?a gustado trabajar con ?l durante ese breve periodo pero ahora que las cosas hab?an cambiado… en fin, ser?a cuando menos un caso interesante. La verdad es que no hab?a nada de qu? preocuparse. Ten?a la confianza de que podr?a separar con facilidad cualquier sentimiento personal que tuviera por ?l de los meramente profesionales. “?Puedo preguntar por qu??” pregunt? Mackenzie. “Tiene un breve historial de trabajar con los agentes de campo locales de la zona, como ya sabes. Tambi?n tiene un historial impresionante en lo que se refiere a casos de desapariciones. ?Por qu??” “Solo por preguntar, se?or,” dijo ella, recordando con facilidad la primera vez que Ellington y ella se hab?an conocido cuando ?l hab?a venido para ayudar con el caso del Asesino del Espantap?jaros mientras ella todav?a trabajaba para el departamento de polic?a. “?Acaso ?l… en fin, le pidi? trabajar conmigo en esto?” “No,” dijo McGrath. “Se trata simplemente de que ambos sois perfectos para este caso—?l por sus conexiones y t? por tu pasado.” McGrath se levant? de su silla, con lo que dio por terminada la conversaci?n. “Deber?as recibir los emails sobre tu vuelo en unos pocos minutos,” dijo McGrath. “Creo que estar?s despegando a las once cincuenta y cinco.” “Pero eso es solo en una hora y media,” dijo ella. “Entonces sugiero que empieces a moverte.” Sali? a toda prisa de la oficina, mirando atr?s solo una vez para ver al Agente Harrison todav?a sentado en su silla como un cachorro perdido, inseguro de qu? hacer o ad?nde ir. Pero ahora no ten?a tiempo de preocuparse por su orgullo herido. Ten?a que pensar en c?mo iba a hacer la maleta y llegar al aeropuerto en menos de hora y media. Y adem?s de eso, ten?a que pensar por qu? le aterraba la idea de trabajar con Ellington en un caso. CAP?TULO DOS Mackenzie lleg? al aeropuerto corriendo, con apenas suficiente tiempo para llegar a su puerta de embarque. Embarc? en el avi?n apresuradamente cinco minutos despu?s de que hubieran comenzado el embarque y se movi? por el pasillo ligeramente ahogada, frustrada y descentrada. Por un momento se pregunt? si Ellington habr?a llegado a tiempo pero, para ser sinceros, ya estaba contenta de no haberse perdido el vuelo. Ellington ya era un chico mayor y pod?a cuidar de s? mismo. Su pregunta fue respondida cuando localiz? su asiento. Ellington ya estaba dentro del avi?n, c?modamente sentado en el asiento contiguo al suyo. Le sonri? desde su posici?n en el asiento junto a la ventana, haciendo un peque?o gesto con la mano. Ella sacudi? la cabeza y suspir? con pesadumbre. “?Mal d?a?” pregunt? ?l. “Veamos… empez? con un funeral y despu?s tuve una reuni?n con McGrath,” dijo Mackenzie. “Despu?s tuve que irme a casa a toda prisa para hacer la maleta y recorrer Dulles a todo correr para tomar el vuelo por los pelos. Y ni siquiera es mediod?a a?n.” “As? que las cosas solo pueden mejorar,” brome? Ellington. Mientras presionaba su bolsa de mano dentro del compartimento para equipajes, Mackenzie dijo: “Ya veremos. Oye, ?no tienen aviones privados en el FBI?” “S?, pero solo para los casos verdaderamente urgentes. Y para agentes super estrella. Este caso no es urgente y nosotros sin duda alguna no somos agentes super estrella.” Cuando por fin se acomod? en su asiento, se tom? un momento para relajarse. Ech? una ojeada a Ellington y vio que estaba hojeando una carpeta que era id?ntica a la que hab?a visto en el despacho de McGrath. “?Qu? piensas de este caso?” pregunt? Ellington. “Creo que es demasiado pronto como para especular,” dijo ella. ?l le volte? la mirada y le frunci? el ce?o con actitud juguetona. “Tienes que tener alg?n tipo de reacci?n inicial. ?Cu?l es?” Aunque no quer?a compartir sus pensamientos para acabar estando equivocada m?s tarde, apreciaba el esfuerzo por no perder ni un segundo en atacar el asunto. Eso le demostraba que ?l era sin duda el trabajador concienzudo y comprometido del que McGrath hablaba siempre—el mismo tipo de trabajador que hasta ella hab?a esperado que fuera. “Creo que el hecho de que les est?n llamando desapariciones en vez de asesinatos nos da algo de esperanza,” dijo ella. “Pero teniendo en cuenta que se han llevado a las v?ctimas de carreteras rurales tambi?n indica que este tipo es de aqu? y conoce el terreno al dedillo. Podr?a estar secuestrando a las mujeres y mat?ndolas despu?s, ocultando sus cad?veres en alguna parte del bosque o en cualquier otro escondite que solo conoce ?l.” “?Ya le?ste esto a fondo?” pregunt?, asintiendo hacia la carpeta. “No. No tuve tiempo.” “Adelante,” dijo Ellington, pas?ndosela. Mackenzie ley? la escasa informaci?n mientras las azafatas de vuelo repasaban las instrucciones de seguridad. Segu?a estudi?ndola unos momentos despu?s cuando el avi?n despeg? con destino a Des Moines. No hab?a mucha informaci?n en el archivo, pero s? la suficiente como para que Mackenzie dise?ara el enfoque a tomar cuando llegaran all?. Delores Manning era la tercera mujer cuya desaparici?n se hab?a denunciado en los ?ltimos nueve d?as. La primera mujer era una habitante local y su hija hab?a denunciado su desaparici?n. Naomi Nyles, de cuarenta y siete a?os de edad, tambi?n abducida de una cuneta en la carretera. La segunda era una mujer de Des Moines llamada Crystal Hall. Ten?a cierto historial, mayormente relacionado con asuntos de promiscuidad durante su juventud, pero nada serio. Cuando fue secuestrada, hab?a estado visitando una granja de ganado local en la zona. El primer caso no hab?a dejado ni rastro de juego sucio—solamente un coche abandonado en la cuneta. El segundo veh?culo abandonado era una peque?a camioneta con un neum?tico pinchado. Hab?an descubierto la camioneta en medio de un cambio de neum?ticos, con el gato todav?a debajo del eje y la rueda pinchada apoyada contra el lateral de la camioneta. Los tres sucesos parec?an haber tenido lugar durante la noche, en alg?n momento entre las 10 de la noche y las 3 de la ma?ana. Hasta el momento, nueve d?as despu?s de que se diera el primer secuestro, no hab?a ni un solo rastro de pruebas y absolutamente cero pistas. Como hac?a usualmente, Mackenzie repas? la informaci?n en varias ocasiones, haciendo lo que pod?a por memorizarla. No era dif?cil en este caso, ya que no hab?a gran cosa que memorizar. Segu?a regresando a las fotograf?as de los parajes rurales—las carreteras secundarias que serpenteaban a trav?s de los bosques como una enorme culebra sin ning?n lugar al que ir. Tambi?n se permiti? adentrarse en la mente del asesino utilizando esas carreteras y la noche como refugio. Ten?a que ser paciente. Y debido a la oscuridad, ten?a que estar acostumbrado a estar a solas. La oscuridad no le preocupar?a. Quiz? hasta prefer?a trabajar en la oscuridad, no solo por el refugio que le proporcionaba sino por la sensaci?n de soledad y aislamiento. Seguramente este tipo era una especie de lobo solitario. Se las estaba llevando de la carretera, aparentemente de distintas situaciones de estr?s. La reparaci?n de un coche, ruedas pinchadas. Eso significaba que probablemente ?l no estaba metido en esto por el deporte de matar. Simplemente quer?a a las mujeres, pero… ?por qu?? ?Y qu? hab?a de la ?ltima v?ctima, Delores Manning? Quiz? fuera una habitante del pueblo que hab?a vivido antes en la zona, pens? Mackenzie. Se trataba de eso o la mujer era realmente valiente para conducir por esas carreteras secundarias a esas horas… No me importa lo bueno que sea un atajo, eso es bastante arriesgado. Esperaba que as? fuera. Esperaba que la mujer fuera realmente valiente. Porque con frecuencia el valor, da igual c?mo se interprete, ayuda a la gente a lidiar con situaciones de tensi?n. Era m?s que una simple medalla de honor, era una caracter?stica profunda que ayudaba a la gente a enfrentarse a la vida. Trat? de imaginarse a Delores Manning, la escritora del momento, conduciendo por esas carreteras de noche. Valiente o no, la verdad es que no era una imagen bonita. Cuando Mackenzie termin?, le devolvi? la carpeta a Ellington. Entonces mir? m?s all? de ?l y de la ventana a los mechones de nubes blancas que pasaban a la deriva. Cerr? los ojos por un momento y regres? de vuelta al pasado, no a Iowa sino a la vecina Nebraska. Un lugar donde hab?a campos abiertos y bosques alt?simos en vez de tr?fico congestionado y edificios elevados. La verdad es que no lo echaba en falta, pero descubri? que la idea de regresar all?, aunque fuera por razones de trabajo, le resultaba emocionante de una manera que no consegu?a comprender del todo. “?White?” Ella abri? los ojos al escuchar su nombre. Se dio la vuelta hacia Ellington, un tanto avergonzada de que le hubiera pillado en la inopia. “?S??” “Te quedaste en blanco por un momento. ?Est?s bien?” “S?,” dijo ella. Y lo m?s chocante es que estaba realmente bien. Las primeras seis horas del d?a hab?an sido f?sica y emocionalmente agotadoras, pero ahora que estaba sentada, suspendida en el aire con un inveros?mil compa?ero temporal, se encontraba bien. “Deja que te haga una pregunta,” dijo Mackenzie. “Dispara.” “?Hiciste una solicitud para trabajar conmigo en este caso?” Ellington no le respondi? de inmediato. Ella pod?a ver sus engranajes girando detr?s de su mirada antes de responder y se pregunt? por qu? podr?a tener alguna raz?n para mentirle. “En fin, o? hablar del caso y, como ya sabes, tengo una relaci?n laboral con la oficina de campo en Omaha. Y como esa es la oficina de campo m?s cercana a nuestro objetivo en Iowa, me present? para la tarea. Cuando ?l me pregunt? si me importaba trabajar contigo en este caso, no discut?.” Ella asinti?, empezando a sentirse casi culpable por preguntarse si ?l ten?a otras razones para querer el trabajo. A pesar de que ella hab?a albergado alg?n tipo de sentimientos hacia ?l (que nunca hab?a estado segura de si eran estrictamente f?sicos o en cierto modo emocionales), ?l nunca le hab?a dado razones para asumir que ?l sent?a lo mismo. Era demasiado f?cil recordar c?mo le hab?a hecho una proposici?n la primera vez que se conocieron en Nebraska para despu?s ser rechazada. Esperemos que ?l se haya olvidado de eso, pens? ella. Ahora soy una persona diferente, ?l est? demasiado ocupado como para preocuparse de m?, y estamos trabajando juntos. Es agua pasada. “?Y qu? hay de ti?” pregunt? ella. “?Cu?les son tus primeras impresiones?” “Creo que no tiene intenci?n de matar a las mujeres,” dijo Ellington. “No hay pistas, no es presuntuoso, y como t?, creo que tiene que tratarse de un habitante de la zona. Creo que quiz? las est? coleccionando… con qu? finalidad, no voy a especular, pero eso me preocupa si tengo raz?n.” Tambi?n le preocupaba a Mackenzie. Si hab?a alguien suelto secuestrando a mujeres, con el tiempo se le acabar?a el espacio. Y quiz? el inter?s… lo cual significaba que tendr?a que detenerse m?s tarde o m?s temprano. Y mientras que esto era en teor?a algo positivo, tambi?n significaba que su rastro se enfriar?a sin la existencia de m?s escenas donde pudiera dejar pruebas. “Creo que tienes raz?n sobre lo de coleccionarlas,” dijo ella. “Viene a por ellas cuando son vulnerables—mientras trajinan con coches o ruedas pinchadas. Significa que se aproxima discretamente en vez de afrontarlas directamente. Seguramente es t?mido.” ?l esboz? una sonrisa y dijo, “Bueno, esa es una buena observaci?n.” Su esbozo se convirti? en una sonrisa de la que ella tuvo que alejar la vista, consciente de que hab?an desarrollado la costumbre de alargar las miradas entre ellos un poco de m?s. En vez de ello, volvi? la mirada al cielo azul y a las nubes mientras el Medio Oeste se acercaba r?pidamente por debajo de ellos. *** Con muy poco equipaje entre los dos, Mackenzie y Ellington atravesaron el aeropuerto sin ning?n problema. Durante la parte final del vuelo, Ellington inform? a Mackenzie de que ya se hab?an concertado ciertos planes (supuestamente mientras ella hab?a ido a su apartamento a toda prisa para ir despu?s al aeropuerto). Ellington y ella se iban a encontrar con dos agentes de campo locales y a trabajar con ellos para solucionar el caso tan r?pido como fuera posible. Sin la necesidad de detenerse junto a la cinta transportadora de equipajes, pudieron encontrar a los agentes sin ninguna pega. Se reunieron en uno de los incontables Starbucks que hab?a en el aeropuerto. Ella dej? que Ellington llevara la voz cantante porque era evidente que McGrath le ve?a a ?l como el agente encargado del caso. ?Por qu? otra raz?n dejar?a a Ellington a cargo de saber d?nde encontrarse con los agentes de campo? ?Por qu? otra raz?n le hab?a dado a Ellington un aviso adecuado, con tiempo de sobra para llegar c?modamente a tomar su vuelo a tiempo? De ninguna manera el tipo ten?a m?s de veinticuatro a?os. Su compa?ero parec?a m?s endurecido y mayor—seguramente a punto de cumplir los cincuenta en cualquier momento. Ellington se dirigi? directamente hacia ellos y Mackenzie le sigui?. Ninguno de los agentes se levant?, pero el m?s mayor ofreci? su mano a Ellington cuando se acercaron a la mesa. “?Agentes Heideman y Thorsson, supongo?” pregunt? Ellington. “Culpables,” dijo el hombre m?s maduro. “Soy Thorsson, y mi compa?ero es Heideman.” “Encantado de conoceros,” dijo Ellington. “Soy el Agente Especial Ellington y esta es mi compa?era, la Agente White.” Todos se dieron las manos de una manera que casi se hab?a hecho tediosa para Mackenzie desde que se uniera al Bureau. Era casi una formalidad, un asunto inc?modo que ten?a que hacerse para ponerse manos a la obra. Ella not? que cuando Heideman le dio la mano, su agarre era endeble y sudoroso. No parec?a tan nervioso como a lo mejor algo t?mido e introvertido. “?As? que a qu? distancia se encuentran las escenas?” pregunt? Ellington. “La m?s cercana est? como a una hora de distancia,” dijo Thorsson. “Las dem?s est?n a entre diez y quince minutos de distancia entre ellas.” “?Ha habido alguna novedad desde primeras horas de la ma?ana?” pregunt? Mackenzie. “Zero,” dijo Thorsson. “Esta es una de las razones por las que os llamamos a vosotros. Hasta el momento, este tipo se ha llevado tres mujeres y no podemos generar ni un amago de pista. Es tan terrible que el estado est? pensando en usar c?maras a lo largo de la autopista. El obst?culo de eso, sin embargo, es que no es tan f?cil poner bajo c?maras de vigilancia setenta y cinco kil?metros de carreteras secundarias.” “En fin, t?cnicamente se puede,” dijo Heideman. “Aunque son un mont?n de c?maras y un buen pu?ado de monedas. Por eso algunos agentes a nivel estatal solo lo consideran como un ?ltimo recurso.” “?Entonces podemos ponernos en marcha y ver la primera escena?” pregunt? Ellington. “Sin duda,” dijo Thorsson. “?Ten?is que encargaros primero de hoteles y cosas as??” “No,” dijo Mackenzie. “Pong?monos a trabajar por ahora. Si dec?s que hay tanta carretera que recorrer, no podemos perder el tiempo.” Mientras Thorsson y Heideman se levantaban, Ellington le mir? de manera peculiar. Ella no estaba segura de si estaba impresionado con la dedicaci?n que mostraba al querer ir a la primera escena tan r?pido como fuera posible o si le parec?a divertido que ella no le estuviera dejando tomar las riendas del todo en esto. Lo que ella esperaba que no pudiera percibir era que la idea de acercarse a un hotel con Ellington le hac?a sentir demasiadas emociones a la vez. Salieron del Starbucks en algo parecido a una fila india. A Mackenzie le emocion? ligeramente que Ellington la esperara, asegur?ndose de que no se quedara la ?ltima de la fila. “Sab?is,” dijo Thorsson, mirando por encima de su hombro. “Me alegro de que quer?is salir a la escena de inmediato. Hay un mal presentimiento circulando sobre todo este asunto. Se puede sentir cuando hablas con las fuerzas de polic?a locales y est? empezando a afectarnos tambi?n a nosotros.” “?Qu? tipo de presentimiento?” pregunt? Mackenzie. Thorsson y Heideman intercambiaron una mirada de aprensi?n antes de que los hombros de Thorsson descendieran un poco y respondiera: “De que no va a solucionarse. Jam?s he visto algo como esto. No hay ni una sola pista para empezar. El tipo es como un fantasma.” “Bien, esperamos poder ayudar con eso,” dijo Ellington. “Eso espero,” dijo Thorsson. “Porque por el momento, el sentimiento generalizado entre todos los que trabajan en el caso es que puede que nunca encontremos a este tipo.” CAP?TULO TRES Mackenzie estaba bastante sorprendida de que la oficina local hubiera provisto a Thorsson y Heideman con un todoterreno. Comparado con su propia chatarra de coche y los coches de alquiler ordinarios con los que hab?a estado funcionando los ?ltimos meses, le parec?a que estaba viajando a todo lujo desde el asiento de atr?s junto a Ellington. Sin embargo, para cuando llegaron a la primera escena una hora y diez minutos m?s tarde, casi se alegr? de salir del veh?culo. No estaba acostumbrada a tales privilegios con su posici?n y le hac?a sentir un poco inc?moda. Thorsson aparc? junto a la cuneta de la Ruta Estatal 14, una carretera b?sica de dos carriles que se adentraba serpenteando en los bosques de la Iowa rural. La carretera estaba bordeada de ?rboles a ambos lados. Durante las pocas millas que hab?an discurrido por esta carretera, Mackenzie hab?a visto unas cuantas carreteras que parec?an estar olvidadas de la mano de Dios, y que estaban bloqueadas por un cable atado a dos postes a los lados de las pistas. Adem?s de esas peque?as aperturas, no hab?a nada m?s que ?rboles. Thorsson y Heideman les hicieron pasar junto a unos cuantos polic?as locales que les saludaron con gestos manuales mec?nicos mientras pasaban. Delante de los dos coches patrulla aparcados, hab?a un peque?o Subaru rojo. Las dos ruedas del lado del conductor estaban totalmente pinchadas. “?C?mo es el cuerpo de polic?a por aqu??” pregunt? Mackenzie. “Peque?o,” dijo Thorsson. “La localidad m?s cercana a aqu? es un peque?o lugar llamado Bent Creek. Con una poblaci?n de unos novecientos. El cuerpo de polic?a consiste de un alguacil—que est? all? atr?s con esos dos tipos—dos ayudantes, y siete oficiales. Llegaron unos cuantos de traje de Des Moines, pero cuando aparecimos nosotros, se retiraron del asunto. Ahora es un problema del FBI. Ese tipo de cosas.” “?As? que, en otras palabras, se alegran de que estemos aqu??” pregunt? Ellington. “Oh, sin ninguna duda,” dijo Thorsson. Se acercaron al coche y lo rodearon entre todos por un momento. Mackenzie volvi? la mirada hacia los oficiales. Solo uno de ellos parec?a leg?timamente interesado en lo que estaban haciendo los agentes del FBI que hab?an llegado de visita. Por lo que a ella concern?a, eso le parec?a bien. Le hab?a tocado tratar con unos cuantos agentes de polic?a local entrometidos que hac?an las cosas m?s dif?ciles de lo que ten?an que ser. Estar?a bien realizar un trabajo sin tener que andar de puntillas para no herir las sensibilidades y el orgullo de la polic?a local. “?Ya han espolvoreado el coche en busca de huellas?” pregunt? Mackenzie. “S?, esta ma?ana temprano,” dijo Heideman. “Adelante.” Mackenzie abri? la portezuela del copiloto. Un breve vistazo le dijo que, aunque hubieran espolvoreado el coche en busca de huellas, no se hab?an llevado nada para etiquetarlo como prueba. Todav?a hab?a un tel?fono m?vil en el asiento del copiloto. Hab?a un paquete de chicles sobre unas cuantas cuartillas de papel dobladas que estaban esparcidas por el salpicadero. “Este es el coche de la escritora, ?correcto?” pregunt? Mackenzie. “As? es,” dijo Thorsson. “Delores Manning.” Mackenzie continu? con su examen del coche. Encontr? las gafas de sol de Manning, una agenda de direcciones b?sicamente vac?a, unas cuantas copias de La Casa de Hojalata esparcidas por el asiento de atr?s, y unas cuantas monedas por aqu? y por all?. El maletero solo conten?a una caja con libros. Hab?a dieciocho copias de un libro llamado Amor Bloqueado escrito por Delores Manning. “?Comprobaron todo esto de atr?s en busca de huellas?” pregunt? Mackenzie. “No, creo que no,” dijo Heideman. “No es m?s que una caja con libros, ?no es cierto? “S?, pero faltan algunos.” “Ella ven?a de una promoci?n,” dijo Thorsson. “Hay bastantes posibilidades de que vendiera o regalara unos cuantos.” No era nada que mereciera la pena discutir as? que lo pas? por alto. Aun as?, Mackenzie hoje? dos de los libros. Ambos hab?an sido firmados por Manning en la p?gina del t?tulo. Coloc? los libros de vuelta en la caja y despu?s empez? a estudiar la carretera. Camin? junto a la cuneta, en busca de cualquier marca donde se hubiera preparado algo para pinchar las ruedas. Mir? hacia Ellington y le complaci? ver que ya estaba examinando las ruedas pinchadas. Desde donde ella estaba de pie, pod?a ver las esquirlas centelleantes de cristal sobresaliendo de los neum?ticos. Hab?a m?s cristal adelante en la carretera. El asomo de luz natural que se las arreglaba para penetrar a trav?s de las ramas de los ?rboles por encima de sus cabezas se reflejaba sobre ellos de un modo que era escalofriantemente bello. Camin? hacia all? y se agach? para echar una ojeada. Era obvio que el cristal se hab?a colocado all? a prop?sito. Se encontraba principalmente junto a la l?nea amarilla intermitente en el centro de la carretera. Estaba esparcido por aqu? y por all? como arena, pero la principal concentraci?n hab?a sido diseminada para garantizar que cualquiera que condujera por all? pasara directamente por encima. Unas cuantas esquirlas grandes permanec?an en la carretera; aparentemente, el coche se las hab?a saltado, porque no las hab?a pulverizado. Recogi? una de esas piezas m?s grandes y la estudi?. A primera vista, el cristal era oscuro, pero cuando Mackenzie ech? un vistazo con m?s cuidado, vio que lo hab?an pintado de negro. Para evitar que brille cuando se aproximan los focos delanteros de un coche, pens?. Alguien que viniera conduciendo de noche ver?a el cristal con sus focos… pero no si estuviera pintado de negro. Seleccion? unas cuantas piezas de los restos y se puso a rascar unos cuantos trozos grandes con la u?a. El cristal que hab?a debajo era de dos colores diferentes: la mayor?a era transparente, pero parte de ?l ten?a un tinte ligeramente verde. Era demasiado grueso como para provenir de alguna botella de bebida o frasco com?n. Ten?a la consistencia de algo que un ceramista pudiera construir. Una parte de ello parec?a medir f?cilmente hasta cuatro cent?metros de ancho incluso despu?s de haber sido pulverizado por el coche de Delores Manning. “?Alguien se dio cuenta de que este cristal ha sido rociado de pintura?” pregunt?. A lo largo de la cuneta, los oficiales se miraron entre ellos confundidos. Hasta Thorsson y Heideman intercambiaron una mirada de perplejidad. “Eso significa que no,” dijo Thorsson. “?Ya han metido algo de esto en bolsas y lo han analizado?” pregunt? Mackenzie. “Meterlo en bolsas, s?,” dijo Thorsson. “Analizarlo, no, pero hay un equipo haci?ndolo ahora mismo. Deber?amos obtener algunos resultados en unas cuantas horas. Supongo que nos hubieran acabado diciendo lo del spray de pintura.” “Y este cristal no estaba en ninguna de las otras escenas, ?correcto?” “S?, as? es.” Mackenzie se puso en pie, mirando al cristal mientras empezaba a pintar una imagen del tipo de sospechoso que pod?an estar buscando. No hab?a cristal en las escenas anteriores, pens?. Eso quiere decir que el sospechoso ten?a intenci?n de atrapar a esta mujer en concreto. ?Por qu?? Quiz? las dos primeras desapariciones fueran mera coincidencia. Quiz? el sospechoso simplemente hubiera estado en el lugar adecuado en el momento justo. Y si as? era, se trataba sin duda de un habitante local—un asesino rural y no uno urbano. Es inteligente y calculador. No est? realizando sus tareas de una manera improvisada. Ellington se acerc? a ella e inspeccion? el cristal por s? mismo. Sin mirar hacia ella, le pregunt?: “?Alguna impresi?n inicial?” “Unas cuantas.” “?C?mo qu??” “Se trata de un tipo rural. Probablemente un habitante de la zona, como ya pensamos. Tambi?n creo que este fue planeado. Las ruedas pinchadas… lo hizo a prop?sito. Si no hab?a presencia de cristal en las otras escenas, ?l lo prepar? solo en esta ocasi?n. Me hace pensar que no ten?a control sobre las otras dos. Fue solo cuesti?n de suerte. Pero en este caso… tuvo que esforzarse por ello.” “?Crees que merece la pena hablar con la familia?” pregunt? Ellington. Ella no pod?a asegurar si la estaba cuestionando de alguna manera extra?a como hab?a hecho Bryers en su d?a o si estaba aut?nticamente interesado en su metodolog?a y enfoque. “Puede que sea la manera m?s r?pida de conseguir respuestas por ahora,” dijo ella. “Incluso si no conseguimos nada, es una tarea completada.” “Suenas como un robot parlante,” dijo Ellington con una sonrisa. Ignor?ndole, Mackenzie camin? de vuelta al coche donde Thorsson y Heideman les hab?an estado observando. “?Sabemos d?nde vive Delores Manning?” pregunt? ella. “S?, vive en B?falo, New York,” dijo Thorsson. “Pero tiene familia cerca de Sigourney.” “Eso est? tambi?n en Iowa, ?no es cierto?” “As? es,” dijo Thorsson. “Su madre vive a unos diez minutos a las afueras del pueblo. El padre ha fallecido. Nadie les ha informado todav?a sobre la desaparici?n. Por lo que podemos decir, solo ha estado desaparecida unas veintis?is horas m?s o menos. Y aunque no podemos confirmarlo, no podemos evitar preguntarnos si hizo una visita a la familia mientras estaba tan cerca debido a la promoci?n de su libro en Cedar Rapids.” “Creo que seguramente deber?an ser informados,” dijo Mackenzie. “Lo mismo digo,” dijo Ellington, uni?ndose a ellos. “Adelante, pues,” brome? Thorsson. “Sigourney est? como a una hora y quince minutos de distancia. Nos encantar?a acompa?aros,” a?adi? sarc?sticamente, “pero eso no formaba parte de nuestras instrucciones.” Cuando dijo esto, se les uni? uno de los polic?as. La placa que llevaba puesta indicaba que era el alguacil de la zona. “?Necesit?is que nos quedemos para algo?” pregunt?. “No,” dijo Ellington. “Quiz? solo para darnos el nombre de un hotel decente en la zona.” “Solamente hay uno en Bent Creek,” dijo el alguacil. “As? que es el ?nico que realmente puedo recomendar.” “En fin, entonces supongo que tomaremos tu recomendaci?n. Y tambi?n necesitamos otra para un alquiler de coches en Bent Creek.” “Puedo arreglar eso,” dijo el alguacil, dej?ndolo estar. Con la ligera impresi?n de que le hab?an dejado de lado, Mackenzie regres? de vuelta al todoterreno y tom? su asiento en la parte de atr?s. Mientras los otros tres agentes se montaban en el coche, Mackenzie empez? a pensar en esas pistas de tierra que sal?an de la Ruta Estatal 14. ?Qui?n era el due?o de esa propiedad? ?A d?nde llevaba los senderos? A medida que se dirig?an a Bent Creek, las carreteras rurales parec?an plantear cada vez m?s preguntas en la mente de Mackenzie… algunas eran irrelevantes, pero otras parec?an m?s urgentes. Las memoriz? todas mientras pensaba en el cristal roto en la carretera. Intent? imaginarse a alguien pintando ese cristal con la clara intenci?n de provocar que el coche de alguien se averiara. Indicaba algo m?s que mera intenci?n. Indicaba una cuidadosa planificaci?n y un conocimiento del flujo del tr?fico en la Ruta Estatal 14 a esa hora de la noche. Nuestro tipo es inteligente de una manera ciertamente peligrosa, pens?. Tambi?n es un planificador y parece estar solo interesado en mujeres. Empez? a bosquejar un perfil para dicho sospechoso y de inmediato comenz? a sentir la presi?n… de la necesidad de moverse deprisa. Sinti? que ?l estaba en alguna parte de este peque?o agujero rural de ?rboles y carreteras serpenteantes, rompiendo m?s cristales, roci?ndolos con pintura. Y planeando la captura de otra v?ctima. CAP?TULO CUATRO Delores Manning estaba pensando en su madre cuando abri? los ojos. Su madre, que viv?a en una porquer?a de parque para casas m?viles a las afueras de Sigourney. La mujer era muy orgullosa, muy testaruda. El plan era que Delores iba a visitarla despu?s de hacer la promoci?n de su libro en Cedar Rapids. Como acababa de firmar un contrato para escribir tres libros m?s con su editorial actual, Delores hab?a firmado un cheque por 7000 d?lares, esperando que su madre lo aceptara y lo usara con inteligencia. Quiz? era algo pretencioso por su parte, pero Delores se sent?a avergonzada de que su madre viviera de la beneficencia, de que tuviera que usar cupones de comida para hacer la compra. Hab?a sido as? desde que muriera su padre y— Los pensamientos difusos sobre su madre se alejaron mientras sus ojos se empezaban a acostumbrar a la oscuridad en la que se encontraba. Estaba sentada con su espalda presionada contra algo que era muy duro y casi fresco al tacto. Lentamente, se puso de pie. Al hacerlo, se golpe? la cabeza con algo que parec?a ser del mismo material que la superficie en la que se estaba apoyando. Confundida, levant? los brazos y no pudo extenderlos demasiado lejos. A medida que el p?nico empezaba a atenazarla, sus ojos cayeron en la cuenta de que hab?a unas peque?as l?neas de luz atravesando la oscuridad. Directamente enfrente de ella hab?a tres barras rectangulares de luz. Y esas barras fueron las que le informaron de su situaci?n. Estaba dentro de alg?n tipo de contenedor…. estaba bastante segura de que estaba hecho de acero o de alg?n otro tipo de metal. El contenedor ten?a poco m?s de un metro de alto, con lo que no pod?a ponerse del todo en pie. Parec?a tener algo m?s que un metro de profundidad y aproximadamente la misma anchura. Comenz? a tomar respiraciones r?pidas, sinti?ndose claustrof?bica al instante. Se apoy? con fuerza en la pared frontal del contenedor y aspir? aire fresco a trav?s de las aperturas rectangulares. Cada apertura med?a unos quince cent?metros de alto y quiz? unos ocho de ancho. Cuando aspir? el aire fresco por la nariz, detect? un olor a tierra y a algo dulce pero desagradable. En alguna parte m?s alejada, tan tenues que pod?an haber estado en otro mundo, pens? que pod?a escuchar alg?n tipo de chillidos. ?Maquinaria? ?Quiz? alg?n tipo de animal? S?, era un animal… pero no ten?a ni idea de cu?l. ?Cerdos, quiz?s? Ahora que su respiraci?n se estaba estabilizando, dio un paso atr?s desde su posici?n en cuclillas y entonces mir? a trav?s de las aperturas. Afuera, vio lo que parec?a ser el interior de un cobertizo o alg?n otro viejo edificio de madera. Como a unos siete metros por delante de ella, pod?a ver la puerta del cobertizo. La turbia luz natural entraba a trav?s del marco deformado por donde la puerta no encajaba bien. Aunque no pod?a ver mucho, pod?a ver lo suficiente como para calcular que seguramente se encontraba en un l?o muy serio. Era evidente en el extremo de la puerta atornillada que apenas pod?a vislumbrar a trav?s de las aperturas en el contenedor. Se apalanc? y empuj? con fuerza la parte delantera del contenedor. No dio resultado—ni siquiera provoc? un crujido. Sinti? como el p?nico le invad?a de nuevo y entonces supo que ten?a que echar mano de las pocas neuronas l?gicas y calmadas que ahora pose?a. Pas? las manos por la parte baja de la puerta del contenedor. Esperaba encontrar bisagras, quiz? algo con tornillos o tuercas que pudiera aflojar con algo de tiempo. Ella no era demasiado fuerte, pero si uno de los tornillos estuviera suelto o torcido… Una vez m?s, no encontr? nada. Intent? lo mismo en la parte trasera y tampoco all? encontr? nada. En un acto de absoluta desesperaci?n, le dio una patada a la puerta con toda la fuerza de la que fue capaz. Cuando eso no obtuvo resultados, se fue a la parte de atr?s del contenedor y tom? carrerilla para lanzar su hombro derecho contra la puerta. Lo ?nico que consigui? fue salir despedida y caerse hacia atr?s. Se golpe? la cabeza con el lateral del contenedor y cay? bruscamente hacia atr?s. Un grito surgi? en su garganta, pero no estaba segura de que eso fuera la mejor idea. Pod?a recordar claramente al hombre de la camioneta en la carretera y c?mo le hab?a atacado. ?De verdad quer?a que viniera corriendo hacia ella? No, la verdad es que no. Piensa, se dijo a s? misma. Utiliza ese cerebro creativo que tienes y busca la manera de salir de esta. Pero no consegu?a que se le ocurriera nada. As? que, aunque fue capaz de ahogar el grito que quer?a salir, fue incapaz de aguantarse las l?grimas. Le dio patadas a la parte delantera del contenedor y despu?s se cay? en la esquina trasera. Solloz? lo m?s silenciosamente que pudo, meci?ndose de adelante hacia atr?s desde su posici?n sentada y mirando a los rayos de luz polvorienta que se derramaban a trav?s de las aperturas. Por ahora, era lo ?nico que se le ocurr?a hacer. CAP?TULO CINCO A Mackenzie no le hac?a ninguna gracia que su mente conjurara docenas de estereotipos mientras Ellington y ella aparcaban en la entrada del Parque para Casas M?viles de Sigourney Oaks. Todas las casas m?viles ten?an el aspecto polvoriento de las que est?n en las ?ltimas. Los veh?culos aparcados enfrente de la mayor?a de ellas estaban en el mismo estado. En el patio yermo de una de las caravanas que pasaron de largo, hab?a dos hombres desnudos de cintura para arriba sentados en sillas de jard?n. Hab?a un frigor?fico para cerveza colocado entre ellos, adem?s de varias latas vac?as y aplastadas… a las 4:35 de la tarde. La casa de Tammy Manning, la madre de Delores Manning, estaba justo en medio del parque. Ellington aparc? el coche de alquiler detr?s de una vieja y magullada camioneta de reparto Chevy. El coche de alquiler ten?a mejor aspecto que los veh?culos del parque, pero no por mucho. La selecci?n en Smith Brothers Auto era muy limitada y hab?an acabado seleccionando un Ford Fusion del 2008 que estaba pidiendo a gritos una mano de pintura y neum?ticos nuevos. Mientras sub?an los escalones quejumbrosos que llevaban a la puerta principal, Mackenzie hizo un examen r?pido del lugar. Hab?a unos cuantos ni?os empujando coches de juguete por la tierra. Una ni?a de unos 10 a?os caminaba sin mirar sus pasos con los ojos pegados a su tel?fono m?vil, su tripa expuesta a trav?s de la camisa sucia que llevaba puesta. Un hombre mayor dos caravanas m?s abajo estaba tumbado en el suelo, escudri?ando debajo de una cortadora de c?sped con una llave en la mano y aceite en los pantalones. Ellington llam? a la puerta y la respondieron casi al instante. La mujer que abri? la puerta era hermosa de manera sencilla. Parec?a tener unos cincuenta y tantos y los mechones de pelo gris en su pelo mayormente negro sobresal?an de un modo que les hac?an parecer decoraci?n en vez de signos de vejez. Parec?a cansada pero el aroma que sali? de su boca cuando dijo “?Qui?nes son ustedes?” le dijo a Mackenzie con bastante certeza que hab?a estado bebiendo. Ellington respondi?, pero se asegur? de no ponerse delante de Mackenzie al hacerlo. “Soy el Agente Ellington y esta es la Agente White, del FBI,” dijo. “?FBI?” pregunt? ella. “?Por qu? diablos?” “?Es usted Tammy Manning?” pregunt? ?l. “Lo soy,” dijo ella. “?Podemos pasar adentro?” pregunt? Ellington. Tammy les mir? de una manera que no indicaba desconfianza sino algo m?s cercano a la incredulidad. Asinti? con la cabeza y dio un paso atr?s, dej?ndoles pasar al interior. En el instante que pasaron adentro, el intenso olor del humo de tabaco les envolvi?. El aire estaba lleno de ?l. Un cigarrillo solitario se consum?a en un cenicero lleno de colillas apagadas sobre una vieja mesita de caf?. Hab?a otra mujer sentada en el sof? al extremo opuesto de la mesita de caf?. Parec?a estar algo inc?moda. Mackenzie pens? que lo cierto es que parec?a asqueada de estar sentada all?. “Si tiene compa??a,” dijo Mackenzie, “quiz? deber?amos hablar afuera.” “No es compa??a,” dijo Tammy. “Es mi hija Rita.” “Hola,” dijo Rita, poni?ndose en pie para estrecharles la mano. Era evidente que esta era la hermana menor de Delores Manning por unos tres o cuatro a?os. Ten?a un aspecto muy similar al de la foto de Delores que Mackenzie hab?a visto en la contraportada de Amor Bloqueado. “Oh, ya veo,” dijo Ellington. “Bueno, quiz? sea buena cosa que t? tambi?n est?s aqu?, Rita.” “?Por qu??” pregunt? Tammy, acerc?ndose a su hija m?s joven. Agarr? el cigarrillo del cenicero y tom? una calada honda. “Anoche encontraron el coche de Delores Manning abandonado con dos ruedas pinchadas en la Ruta Estatal 14. Nadie la ha visto ni ha sabido de ella desde entonces. Ni su agente, ni sus amigos, nadie. Est?bamos esperando que usted supiera d?nde est?.” Antes de que Ellington terminara, Mackenzie obtuvo su respuesta en la mirada conmocionada que hab?a en la cara de Rita Manning. “Oh, Dios m?o,” dijo Rita. “?Est? segura de que se trataba de su coche?” “Estamos seguros,” dijo Ellington. “Estaba completo con media caja de su ?ltima novela en el maletero. Acababa de salir de una sesi?n promocional en Cedar Rapids.” “Claro,” dijo Rita. “Estaba… seguramente de camino hacia aqu?. Ese era el plan de todos modos. Cuando lleg? la medianoche y no apareci?, me imagin? que hab?a decidido alojarse en un motel en alguna otra parte.” “?Hab?an hecho planes para que pasara la noche aqu??” pregunt? Mackenzie. Estaba mirando a Tammy mientras se lo preguntaba, pero Tammy parec?a m?s interesada en disfrutar de su cigarrillo. “M?s o menos,” dijo Tammy. “Me llam? la semana pasada y me dijo que iba a estar en Cedar Rapids. Dijo que quer?a venir a hacerme una visita, as? que le dije que me parec?a bien. Se lo dije a Rita y ella lleg? aqu? ayer despu?s de comer. Como por sorpresa.” “Conduje todo el camino desde Texas A y M,” dijo Rita. “?Cu?ndo fue la ?ltima vez que hablaste con Delores?” le pregunt? Ellington a Rita. “Hace unas tres semanas. Por lo general, nos las arreglamos bien para estar en contacto.” “?Cu?l era su estado de ?nimo la ?ltima vez que hablasteis?” pregunt? Mackenzie. “Oh, estaba por las nubes. Acababa de firmar un contrato para escribir otros tres libros m?s con su editorial. Hicimos planes para salir por el pueblo a tomar algo la pr?xima vez que pasara por Texas.” “?Y t? eres una estudiante, supongo?” pregunt? Ellington. “S?, en el ?ltimo a?o.” “Se?ora Manning,” dijo Mackenzie, asegur?ndose de que la madre supiera que le estaban hablando a ella y no a su hija, “espero que no le importe que se lo diga, pero no parece muy molesta por todo esto.” Ella se encogi? de hombros, exhal? una bocanada de humo, y despu?s aplast? la colilla en el cenicero a rebosar. “?Supongo que alguien del FBI sabe m?s que yo sobre c?mo deber?a sentirme acerca de algo como esto?” “No quer?a decir eso, se?ora,” dijo Mackenzie. “Mira… estamos hablando de Delores aqu?. Tiene la cabeza sobre los hombros. Estoy segura de que llam? a Triple A o a cualquier otro cuando se le pincharon las ruedas. Seguramente ya est? a mitad de camino a New York en estos momentos. Ganando dinero, viajando por el pa?s. Si estuviera en alg?n tipo de apuro, hubiera llamado.” “?As? que no le hubiera dado verg?enza llamar para pedirle su ayuda?” Tammy pens? en esto durante un minuto. “Seguramente no. Hubiera llamado pidiendo ayuda y despu?s se hubiera puesto como loca cuando le hiciera incluso una pregunta. As? es como es ella.” El resentimiento en su voz era casi tan grueso como el humo que llenaba el aire de la peque?a caravana. “?As? que no tiene ni idea de d?nde puede estar?” pregunt? Ellington. “Ninguna. Donde sea que est?, no se molest? en llamarme para informarme sobre ello. Aunque eso no me resulte sorprendente. Nunca me cuenta mucho de todas maneras.” “Ya veo,” dijo Ellington. Mir? alrededor de la habitaci?n con el ce?o fruncido. Mackenzie pod?a adivinar que estaba pensando lo mismo que ella: Este viaje de hora y diez minutos ha sido tiempo perdido. Mackenzie mir? directamente hacia Rita, que en este momento estaba algo molesta por la falta de colaboraci?n de Tammy. “Tenemos al departamento de polic?a de Bent Creek trabajando en ello, adem?s de agentes de dos oficinas distintas. Por lo que sabemos, ha estado desaparecida unas veintinueve horas. Nos pondremos en contacto en el momento que descubramos algo.” Rita respondi? con un gesto de afirmaci?n y un d?bil “Gracias.” Tanto Mackenzie como Ellington hicieron una breve pausa para darle a Tammy la oportunidad de a?adir cualquier cosa. Cuando ella no hizo m?s que encender otro cigarrillo y buscar el control remoto de la televisi?n sobre la mesita de caf?, Mackenzie se puso a caminar hacia la puerta. Cuando lleg? afuera, respir? profundamente el aire fresco y camin? directamente al coche. Ya estaba abriendo la portezuela del copiloto cuando Ellington acababa de bajar los escalones. “?Est?s bien?” le pregunt? mientras se acercaba al coche. “Estoy bien,” dijo ella. “Simplemente no puedo tragar a la gente que no siente ninguna preocupaci?n en absoluto por la seguridad de sus propios hijos.” Estaba a punto de entrar al coche cuando se abri? la puerta principal de la caravana de Tammy Manning. Ambos observaron c?mo Rita bajaba por las escaleras a la carrerilla. Se acerc? al coche y solt? un suspiro tembloroso. “Oh Dios m?o, siento much?simo todo eso,” dijo. Mackenzie vio que tambi?n Rita parec?a respirar con mucha m?s facilidad ahora que estaba fuera. “Las cosas entre mam? y Delores no han estado muy bien desde que muri? pap?. Y despu?s cuando Delores se convirti? en esta escritora pr?spera, algo acerca de ello casi ofendi? a mam?.” “No tienes por qu? explicar problemas personales,” dijo Ellington. “Lo vemos de vez en cuando.” “Sed honestos conmigo… este asunto con Delores… ?cree que la encontrar?n? ?Creen que pueda estar muerta en alguna parte?” “Es demasiado pronto como para decirlo,” dijo Mackenzie. “?Hubo… en fin, hubo alg?n tipo de juego sucio?” Mackenzie se acord? del cristal rociado de pintura. Estaba bastante segura de que todav?a conservaba algunas de las virutas de pintura negra debajo de las u?as. Pero era demasiado pronto en la progresi?n de acontecimientos para dar tal informaci?n a los parientes—no hasta que se pudiera obtener m?s informaci?n. “Una vez m?s, todav?a no podemos saber con certeza,” dijo ella. Rita asinti?. “En fin, gracias por dec?rnoslo. Cuando descubran algo, ll?menme directamente. Olv?dense de mam? por ahora. No s? cu?l es su problema. Ella est?… no lo s?. Es una mujer envejecida que dej? que la vida le diera una paliza y no tuvo las agallas para volverse a levantar.” Les dio su n?mero y despu?s subi? lentamente las escaleras. Les hizo un gesto de despedida con la mano mientras Ellington sacaba el coche del aparcamiento y volv?a a atravesar el parque para caravanas. “?Qu? te parece?” pregunt? Ellington. “?Fue este viaje una p?rdida de tiempo?” “No. Creo que ahora sabemos lo bastante acerca de Delores como para tener la certeza de que hubiera llamado si sus planes fueran alterados y pudiera haber llamado.” “?C?mo sabes eso con certeza?” “No lo s? con certeza. Pero por lo que he entendido hablando con Tammy y Rita, Delores estaba tratando de reconectar con su familia. Rita dijo que ten?an una relaci?n tensa. No creo que Delores se hubiera molestado en llamar para preguntar si pod?a venir de visita si no hubiera esperanza de reconciliaci?n. Y si ese es el caso, seguramente hubiera llamado si sus planes hubieran cambiado.” “Quiz? cambio de opini?n.” “Lo dudo. Hijas y madres… cuando se enfadan… es duro. Delores no hubiera tomado la decisi?n de llamar para luego echarse atr?s.” “Est?s analizando esto como un psiquiatra,” dijo Ellington. “Es impresionante.” Mackenzie apenas not? el cumplido. Estaba pensando en su propia madre—una mujer con la que no hab?a hablado en largo tiempo. Era f?cil estropear una relaci?n que se supon?a hab?a de ser tan crucial en la vida de toda mujer. Ten?a su experiencia personal de madres que dejan abandonados a sus hijos, por lo que se sent?a identificada con Delores. Se pregunt? si Delores Manning estaba pensando en su madre en su momento de desesperaci?n. Eso, claro est?, si Delores Manning segu?a todav?a con vida. CAP?TULO SEIS Mackenzie sab?a que la oficina de campo m?s cercana a Bent Creek estaba en Omaha, Nebraska. La idea de volver a Nebraska en capacidad oficial resultaba intimidante, aunque al mismo tiempo era casi adecuado. Aun as?, se sinti? m?s que aliviada cuando Heideman les llam? para decirles que la actual base de operaciones para el caso estaba en la comisar?a de polic?a de Bent Creek. Ellington y Mackenzie llegaron poco m?s de las seis de la tarde. Mientras caminaba hacia la puerta principal de la comisaria con Ellington, le invadieron sensaciones de cuando trabajaba como una mujer en las fuerzas de seguridad del Medio Oeste. Estaban en la manera casi mis?gina en que le miraban algunos de los hombres de uniforme. Por lo visto, el cambio de atuendo y el t?tulo no hab?an cambiado nada. Los hombres todav?a la iban a considerar como un ser inferior. La ?nica diferencia ahora era que a ella le importaba un bledo ofender a alguien o herir sus sentimientos. Ven?a aqu? enviada por el Bureau para ayudar a una fuerza policial peque?a y enclenque a averiguar qui?n pod?a estar secuestrando mujeres de sus carreteras secundarias. Y no le iban a tratar de la misma manera que le hab?an tratado la primera vez que trabajara en el Medio Oeste como detective para la Polic?a Estatal de Nebraska. Descubri? r?pidamente que parte de sus suposiciones al entrar a comisar?a estaban equivocadas. Quiz? el cambio de t?tulo y de estatura significaran algo despu?s de todo. Cuando les escoltaron de vuelta a la sala de conferencias, vio que la polic?a local hab?a pedido comida china para ellos. Estaba esparcida por una peque?a barra americana al fondo de la sala, junto con unas cuantas botellas de dos litros de refrescos y algunos aperitivos. Thorsson y Heideman ya estaban dando cuenta de la cena de cortes?a, sirvi?ndose porciones de fideos mein y pollo a la naranja en sus platos. Ellington se encogi? de hombros y le mir? con aspecto de preguntarse ?qu? le vamos a hacer? Mientras se dirig?a tambi?n hacia la mesa. Ella hizo lo mismo mientras unas cuantas personas m?s entraban y sal?an de la habitaci?n. Mientras estaba sentada a la mesa de conferencias con una porci?n de pollo al s?samo y un cangrejo rangoon, uno de los agentes que hab?a visto en la cuneta de la Ruta Estatal 14 se acerc? a ella y extendi? su mano. Una vez m?s, ella vio su placa y le reconoci? como el alguacil. “Agente White, ?verdad?” pregunt? ?l. “Lo soy.” “Encantado de conocerte. Soy el alguacil Bateman. Me han dicho que t? y tu compa?ero hab?is subido a Sigourney para hablar con la madre de la v?ctima m?s reciente. ?Ning?n resultado?” “Nada. Solo es una fuente potencial de informaci?n que podemos borrar de la lista. Y una confirmaci?n bastante firme de que esto no se trata de una hija que simplemente decidi? no llamar a su madre cuando cambiaron sus planes.” Claramente decepcionado con ello, Bateman asinti? y se gir? hacia la parte delantera de la sala donde dos agentes manten?an una conversaci?n. Cuando Ellington tom? asiento junto a Mackenzie, ambos miraron al frente de la sala. Un hombre que se hab?a identificado con anterioridad como el ayudante del alguacil Wickline estaba colocando fotograf?as y hojas impresas en una pizarra de borrado en seco con la ayuda de imanes. Otra agente—la ?nica otra agente femenina en la sala—escrib?a una serie de notas a lo largo del otro extremo de la pizarra. “Parece que est? todo bajo control por aqu?,” dijo Ellington. Ella hab?a estado pensando en la misma cosa. Ella hab?a entrado asumiendo que ser?a algo como un circo que se monta de manera chapucera igual que hab?a sido con el departamento de polic?a de Nebraska cuando ella hab?a trabajado all?. Pero hasta el momento, estaba impresionada por la organizaci?n del asunto por parte del departamento de polic?a de Bent Creek. Varios minutos despu?s, el Alguacil Bateman intercambi? unas palabras con los agentes en la pizarra y les escolt? hasta la puerta de salida. La agente se qued? y se sent? a la mesa. Bateman cerr? la puerta y se fue a la parte frontal de la sala. Mir? alrededor a los cuatro agentes del FBI y los tres agentes que se hab?an quedado en la sala. “Pedimos algo de cenar porque no tenemos ni idea de cu?nto tiempo vamos a estar aqu?,” dijo. “Por lo general, no recibimos muchas visitas del Bureau en Bent Creek as? que esto es nuevo para m?. Por tanto, agentes, decidme si hay algo que podamos hacer para facilitaros las cosas. Por ahora, dejar? que os encargu?is de esto.” Tom? asiento, dejando que Ellington y Thorsson intercambiaran una rauda mirada de perplejidad. Thorsson esboz? una sonrisa y gesticul? hacia el frente de la sala, pas?ndoles la responsabilidad a los agentes de DC. Ellington golpe? ligeramente a Mackenzie por debajo de la mesa mientras dec?a: “S?, as? que la Agente White nos har? un repaso de la informaci?n que tenemos hasta el momento, adem?s de las teor?as actuales que tenemos.” Sab?a que ?l estaba tratando de picarla al ponerle en un aprieto de esa manera, pero no le importaba. De hecho, una peque?a parte ego?sta de ella deseaba estar al frente de la sala. Quiz?s hab?a algo de fantas?a vengativa de chiquilla en regresar a esta parte del pa?s y dirigir una conferencia de una manera que jam?s se le hab?a permitido hacer en Nebraska. Fuera por la raz?n que fuera, se fue al frente de la sala y ech? un r?pido vistazo a la pizarra de borrado en seco que hab?an estado preparando. “El trabajo que hicieron sus agentes aqu?,” dijo ella, se?alando a la pizarra, “sirve muy bien para contar la historia. La primera v?ctima era una residente de Bent Creek. Naomi Nyles, de cuarenta y siete a?os de edad. Su hija denunci? su desaparici?n y se la vio por ?ltima vez hace dos semanas. Se encontr? su coche en la cuneta de una carretera sin ning?n signo aparente de estar averiado. Creo que algunos agentes de este mismo edificio pudieron arrancar el coche sin problemas y traerlo de vuelta a comisar?a.” “Eso es correcto,” dijo el ayudante del alguacil Wickline. “El coche sigue en el aparcamiento del dep?sito municipal, de hecho.” “La segunda persona desaparecida fue Crystal Hall de veintis?is a?os. Trabaja para Wrangler Beef en Des Moines y han confirmado que la enviaron a una granja de ganado a las afueras de Bent Creek. El granjero confirma que Crystal apareci? para una reuni?n planeada y que sali? de la propiedad poco despu?s de las cinco de la tarde. Su historial de la tarjeta de cr?dito muestra que cen? algo en el Subway de Bent Creek a las cinco y cincuenta y dos minutos.” Apunt? al lugar en el que uno de los agentes ya hab?a anotado la informaci?n en la pizarra. “La pregunta que se plantea,” dijo Bateman, “es cu?ndo fue secuestrada. No descubrieron su coche hasta la una y media de la madrugada. Para que nadie viera su coche o al menos informara de ello, incluso en la Ruta Estatal 14, significa que hay muchas posibilidades de que estuviera en alguna otra parte del pueblo antes de dirigirse de vuelta a casa. Dudo seriamente de que alguien tuviera las agallas de atraparla entre las seis y media y las siete y media. Y si fueron tan audaces…” Cay? en el silencio al decir esto, como si no le gustara la manera en que ten?a que terminar el comentario. As? que Mackenzie se tom? la libertad de terminarlo en su lugar. “Entonces significa que ser?a alguien familiarizado con la zona,” dijo ella. “En especial con las pautas del tr?fico en la Ruta Estatal 14. Sin embargo, el perfil para este tipo de hombre no encaja con lo de ser audaz. No hay nada evidente sobre este tipo.” Bateman asinti? a esto, con los ojos abiertos de par en par y una sonrisa en su rostro. Ella ya hab?a visto esa mirada antes. Era la mirada de un hombre que no solo estaba impresionado con su manera de pensar, sino que la apreciaba. Vio la misma mirada en el rostro del agente femenino y de un hombre con exceso de peso al final de la mesa, que segu?a disfrutando de la cena gratuita. El ayudante Wickline estaba asintiendo ante su comentario, garabateando unas notas en un bloc de oficio. “Alguacil,” dijo Ellington, “?tenemos alguna idea de la cantidad media de tr?fico que circula por esa ruta a esas horas del d?a?” “Un informe de 2012 de un monitor de tr?fico aprobado por el estado estima que, entre las seis de la tarde y la medianoche, hay una media de unos ochenta veh?culos que pasan por la Ruta Estatal 14. Realmente no es una carretera muy transitada. Pero tened en cuenta que las ?nicas que se han llevado de la 14 han sido a la escritora y a Crystal Hall. La primera persona desaparecida; Naomi Nyles, fue secuestrada de la carretera del condado 664.” “?Y c?mo es el tr?fico por all? a esas horas del d?a?” pregunt? Mackenzie. “Casi inexistente,” dijo Bateman. “Creo que el n?mero exacto ronda los veinte o treinta veh?culos. Ayudante Wickline, ?sabes si no es as??” “A m? eso me suena bien,” dijo Wickline. “Y hablando de la escritora,” continu? Mackenzie. “Delores Manning, treinta y dos a?os de edad. Vive en B?falo, pero tiene familia a las afueras de Sigourney. Sus ruedas fueron pinchadas por fragmentos de cristal que hab?a en la carretera. El cristal es bastante grueso y hab?a sido parcialmente pintado de negro para evitar el resplandor que provocar?an los focos delanteros al aproximarse. Su agente la denunci? como desaparecida una media hora despu?s de que su coche fuera descubierto por un cami?n que pasaba por all? a las dos de la ma?ana. El Agente Ellington y yo hablamos hoy con su madre y su hermana y no pudieron proporcionar pistas s?lidas. De hecho, parece que no hay pistas s?lidas en absoluto en ninguna de estas desapariciones. Y desgraciadamente, eso es todo lo que tenemos.” “Gracias, Agente White,” dijo Bateman. “?Entonces cu?l es nuestro siguiente paso?” Mackenzie sonri? con cierto sarcasmo y asinti? mirando la comida china en la mesa de atr?s. “Bueno, est? bien que hay?is planeado con antelaci?n. Creo que el mejor lugar por el que podemos empezar es repasando todas las desapariciones sin resolver en un radio de cien millas a la redonda de los ?ltimos diez a?os.” Nadie se opuso, pero las miradas en las caras de Bateman, Wickline, y los dem?s agentes eran todo un poema. La agente se encogi? de hombros con aire de derrota y levant? la mano como una ni?a obediente. “Puedo ir al archivo y conseguir todo eso,” dijo. “Eso suena muy bien, Roberts,” dijo Bateman. “?puedes obtener resultados para nosotros en una hora? Ll?vate algunos de los que est?n sentados a la mesa ah? delante para que te ayuden.” Roberts se levant? y sali? de la sala de conferencias. Mackenzie not? que Bateman la miraba un poco m?s a ella que a los otros hombres en la sala. “Agente White,” dijo Bateman. “?Por casualidad tienes algunas ideas sobre el tipo de sospechoso al que deber?amos buscar? En un pueblo tan peque?o como Bent Creek, cuanto antes podamos descartar a la gente, m?s r?pidamente podemos indicarle el tipo de persona que est? buscando.” “Sin ning?n tipo de pistas, ser?a dif?cil de definir,” dijo Mackenzie. “Pero por el momento, hay ciertas cosas que podemos dar por sentadas. Agente Ellington, ?te gustar?a tomar el relevo para esta parte?” ?l la sonri? mientras le daba un bocado a un rollo de primavera. “Por favor, sigue adelante. Lo est?s haciendo perfectamente.” Era un extra?o toma y daca entre ellos que ella esperaba que no fuera demasiado obvio para los dem?s en la sala. Hab?a intentado mostrar respeto—mostrarle que no estaba intentando liderar el caso. Pero ?l, por su parte, lo hab?a ignorado. Por el momento, parec?a que casi agradec?a que ella estuviera tomando las riendas. “En primer lugar,” dijo ella, haciendo todo lo que pod?a por no perder el hilo, “el sospechoso es casi con certeza un habitante local. Su capacidad para estudiar las pautas de tr?fico de esas carreteras secundarias muestra una clase rigurosa de paciencia que nos facilita en cierto modo la creaci?n de un perfil. Si el sospechoso se ha tomado tantas molestias para secuestrar a esas mujeres, entonces los casos antiguos de secuestro y rapto sugieren que no se lleva a esas mujeres para matarlas. Como he dicho, parece que es precavido. Todo lo que sabemos sobre ?l—que las ataca cuando son vulnerables y est?n a oscuras, y aparentemente planeando sus actos—se?alan a un hombre que no tiene tendencias violentas. Despu?s de todo, ?qu? sentido tiene tramar un rapto al detalle para acabar matando a la v?ctima unos minutos despu?s? Esto indica que colecciona estas mujeres, por falta de un t?rmino m?s apropiado.” “S?,” dijo Roberts, la mujer polic?a. “?Pero coleccion?ndolas para qu?, exactamente?” “?Es terrible asumir que se trata de algo sexual?” pregunt? el Ayudante Wickline. “En absoluto,” dijo Mackenzie. “De hecho, si nuestro sospechoso es t?mido, esa es una caja m?s que marcamos en el perfil. Por lo general, los hombres t?midos que atacan a las mujeres de esa manera son demasiado retra?dos o socialmente ansiosos como para conquistar a las mujeres. Suele ser el caso con los violadores que hacen todo lo que pueden para no hacer da?o a las mujeres.” Recibi? unas cuantas miradas m?s de admiraci?n por toda la sala. Claro que teniendo en cuenta el tema que estaban tratando, no lo pudo agradecer. “?Pero no podemos saberlo con certeza?” pregunt? Bateman. “No,” dijo Mackenzie. “Y ah? est? la presi?n que tenemos encima. Este no es solo un asesino que esperamos que no ataque de nuevo. Este hombre es psic?tico y peligroso. Cuanto m?s tardemos en encontrarle, m?s tiempo tendr? para hacer lo que le venga en gana con esas mujeres.” CAP?TULO SIETE Saciados con la comida china y la pl?tora de informaci?n sobre las tres mujeres raptadas, Mackenzie y Ellington se marcharon del departamento de polic?a de Bent Creek a las 9:15. El ?nico motel en el pueblo—un Motel 6 que parec?a que no hab?an pintado, redecorado o contemplado dos veces desde los a?os 80—estaba a cinco minutos. No les sorprendi? encontrar dos habitaciones libres, que reservaron para pasar la noche. Cuando salieron de comisar?a y se adentraron de nuevo en la oscuridad de la noche, Mackenzie ech? una ojeada al aparcamiento. Bent Creek era un pueblo peque?o de verdad. Esto se hac?a evidente en el hecho de que hubiera un peque?o bar al otro lado del aparcamiento del Motel 6. Ten?a sentido, pens? Mackenzie. Era probable que cualquiera que tuviera que quedarse en un motel en Bent Creek quisiera tomar un trago. Sin duda, ella podr?a tomarse algo. Ellington le dio una palmada en la espalda y empez? a caminar en esa direcci?n. “Yo invito,” dijo. A ella le estaba empezando a hacer gracia el humor negro y bastante b?sico que hab?a entre ellos. Ambos sab?an que hab?a una incomodidad cambiante entre ellos, pero la hab?an enterrado. Para superarla, hab?an creado una amistad tentativa basada en sus trabajos—que insist?an en que pensaran con l?gica y enfocaran los asuntos con una actitud sensata. Hasta el momento, estaba funcionando bastante bien. Ella se uni? a ?l mientras cruzaban el aparcamiento y cuando entraron al bar—no muy originalmente nombrado Bar Bent Creek—la oscuridad de la noche fue sustituida por un crep?sculo humeante y h?medo que solamente exist?a en los bares de los pueblos y en los tugurios de mala muerte. Una antigua canci?n de Travis Tritt sonaba en una polvorienta gramola que hab?a en un rinc?n mientras ellos tomaban asiento al final de la barra. Los dos pidieron cerveza y, como si esa rutina de la visita al bar hubiera sido su se?al, Ellington volvi? de inmediato a su postura profesional. “Creo que merece la pena investigar esas carreteras que salen de la Ruta Estatal 14,” dijo. “Lo mismo digo,” dijo ella. “Me parece extra?o que no lo mencionaran en las abundantes notas que la polic?a puso en esa pizarra.” “Quiz? simplemente conozcan la geograf?a del lugar mejor que nosotros,” sugiri? Ellington. “Por lo que sabemos, podr?a tratarse de simples pistas de tierra que no llevan a ninguna parte. ?Hay alguna raz?n por la que no les preguntaste sobre ello cuando estabas dirigiendo la sala de conferencias?” “Estuve a punto de hacerlo,” dijo ella. “Pero lo hab?an colocado todo tan bien… que no quer?a fastidiar a nadie. Todo este asunto de contar con un departamento de polic?a colaborativo que hace todo lo posible por nosotros es algo nuevo para m?. Lo har? ma?ana. Si fuera crucial o importante, ellos ya las hubieran investigado o al menos nos las hubieran mencionado.” Ellington asinti? y dio un buen trago a su cerveza. “Diablos, casi se me olvida,” dijo. “Lo sent? de veras cuando escuch? lo de Bryers. Solo trabaj? con ?l en unas cuantas ocasiones y no de manera muy ?ntima, pero parec?a ser un buen hombre de verdad. Y un agente de primera, tambi?n, por lo que tengo o?do.” “S?, era bastante incre?ble,” dijo Mackenzie. “No s? si querr?s saber esto o no,” dijo Ellington, “pero hubo algo de controversia sobre emparejarte con ?l cuando llegaste. Bryers era como un producto de lujo. Uno de los mejores. Pero cuando le dieron la idea, ?l se entusiasm? con ello. Creo que, en el fondo, siempre quiso ser un mentor. Y creo que consigui? hacerlo muy bien para ser su primera vez.” “Gracias,” dijo ella. “Pero no me parece que todav?a me haya probado a m? misma.” “?Por qu? no?” “En fin… no lo s?. Quiz? me llegue cuando pueda solucionar un caso sin que McGrath acabe furioso conmigo por alg?n u otro detalle.” “Solo lo hace porque espera mucho de ti. Cuando llegaste, era como si fueras un detonador en una barra de dinamita que ya han encendido.” “?Es por eso que me ha emparejado contigo ahora?” “No. Creo que solo me quer?a en esto debido a mi conexi?n con la oficina de campo en Omaha. Y entre t? y yo y nadie m?s, quiere que triunfes en este caso. Quiere que lo saques adelante. Conmigo a bordo, no podr?s recurrir a uno de esos finales en solitario t?picos de ti a los que tienes tanta tendencia.” Ella quer?a discutir ese punto, aunque sab?a que ?l ten?a toda la raz?n. En vez de ello, dio un trago a su cerveza. Desde la gramola sonaba una canci?n de Bryan Adams y de alg?n modo, se vio pidiendo una segunda cerveza. “As? que dime,” dijo Mackenzie. “Si yo no estuviera contigo en esto, ?c?mo lo estar?as manejando? ?Con qu? enfoques?” “Los mismos que t?. Trabajar de cerca con el departamento de polic?a y tratar de hacer amigos. Tomando notas, dise?ando teor?as.” “?Y tienes alguna?” pregunt? ella. “Ninguna que t? no hayas explicado ya en esa sala de conferencias. Creo que tenemos algo… pensar en este tipo como en una especie de coleccionista. Un solitario vergonzoso. Creo estar bastante seguro de que no est? llev?ndose a estas mujeres simplemente para matarlas. Creo que tienes toda la raz?n en todos esos puntos.” “Lo que me tiene preocupada,” dice Mackenzie, “es pensar en todas las dem?s razones por las que est? secuestrando y coleccionando mujeres.” “?Notaste que el alguacil Bateman mantuvo a esa mujer agente en la sala todo el tiempo?” pregunt? Ellington. “Claro. Roberts. Supuse que era para mantener la conversaci?n centrada en los hechos y no en especulaciones. Especulaciones acerca de por qu? estar?a el sospechoso conservando a las mujeres. Hablar de violaci?n y de abusos sexuales es algo m?s f?cil cuando no hay una mujer presente.” “?Te molestan ese tipo de cosas?” pregunt? Ellington. “Lo sol?an hacer. Tristemente, me he vuelto casi insensible a ello. Ya no me molesta.” Esto no era del todo cierto, pero no quer?a que Ellington lo supiera. Lo cierto del asunto es que a menudo eran cosas como estas las que le motivaban para dar lo mejor posible de s? misma. “Es un fastidio, ?no es cierto?” pregunt? ?l. “Esa parte de tu humanidad que se vuelve impasible ante cosas como esta?” “S? que lo es,” dijo ella. Se ocult? detr?s de su cerveza durante un instante, algo sorprendida de que Ellington hubiera dado tal paso. Hab?a sido un peque?o paso para ?l, pero tambi?n mostraba un grado de vulnerabilidad. Termin? su cerveza y la desliz? hacia el extremo de la barra. Cuando se acerc? el camarero, ella le hizo un gesto para que le dejara en paz. “Estoy bien,” dijo. Entonces, volvi?ndose hacia Ellington, dijo: “Dijiste que pagabas t?, ?no es cierto?” “S?, me encargo yo. Espera un momento y te acompa?o hasta tu habitaci?n.” La ligera emoci?n que sinti? al o?r ese comentario le result? embarazosa. Para detenerlo del todo antes de siquiera plante?rselo, sacudi? la cabeza. “No es necesario,” dijo ella. “Puedo cuidar de m? misma.” “Ya s? que puedes,” dijo ?l, deslizando su propio vaso hacia el extremo de la barra. “Otra para m?,” le dijo al camarero. Mackenzie le salud? con la mano al salir. A medida que caminaba por el aparcamiento, esa peque?a y entusiasmada parte de ella no pudo evitar preguntarse c?mo ser?a volver al motel con Ellington junto a su lado, sinti?ndose empujados hacia delante por la incertidumbre que les esperaba una vez se cerraran las puertas y se bajaran las persianas. *** Tard? menos de veinte minutos en conseguir que se disipara el pinchazo de la lujuria. Como de costumbre, utiliz? el trabajo para distraerse de tales tentaciones. Abri? su ordenador port?til y se fue derecha a su email. All? se encontr? con varios mensajes que le hab?a enviado el departamento de polic?a de Bent Creek en la ?ltima mitad del d?a—otra de las maneras en que estaban empezando a consentirle, la verdad. Le hab?an enviado mapas de la zona, los informes sobre las ?nicas cuatro personas desaparecidas en la zona en los ?ltimos diez a?os, el an?lisis de tr?fico realizado por el estado de Iowa en 2012, y hasta una lista de todos los arrestos realizados en los ?ltimos cinco a?os que estuvieran relacionados con sujetos con un historial de agresi?n. Mackenzie examin? todo ello, tom?ndose algo de tiempo extra para repasar los cuatro casos de personas desaparecidas. Se hab?a dado por sentado que dos de ellos se trataban de personas que se hab?an escapado de casa y tras leer los informes, Mackenzie estaba de acuerdo. Podr?an utilizarse como modelo de adolescente angustiado que estaba harto de la vida de pueblo, y que se hab?a ido de casa antes de lo que hubieran deseado sus padres. Una de ellas era una chica de catorce a?os que de hecho se hab?a puesto en contacto con su familia hac?a dos a?os para decirles que estaba viviendo con bastante comodidad en Los Angeles. Sin embargo, los otros dos eran algo m?s dif?ciles de entender. Uno de los casos se refer?a a un chico de diez a?os que hab?an raptado del patio de juego de una iglesia. Estuvo desaparecido durante tres horas antes de que alguien sospechara que pasaba algo. Los chismorreos del pueblo apuntaban a que la abuela se lo hab?a llevado debido a una situaci?n familiar dif?cil. El drama familiar, m?s el g?nero y edad de la v?ctima, hicieron que Mackenzie dudara de que hubiera ninguna conexi?n con los secuestros actuales. El cuarto caso era m?s prometedor, pero todav?a parec?a endeble. La primera se?al de alarma era que ten?a que ver con un accidente de coche. En el 2009, Sam y Vicki McCauley se salieron de la carretera durante una tormenta de granizo. Cuando llegaron la polic?a y la ambulancia, la vida de Sam colgaba de un hilo y acab? muriendo de camino al hospital. ?l les hab?a rogado para saber c?mo estaba su mujer. Por lo que pod?an decir, Vicki McCauley hab?a salido despedida del veh?culo, pero nunca encontraron su cuerpo. Mackenzie repas? el informe dos veces y no pudo encontrar ninguna descripci?n de lo que hab?a provocado que el coche se saliera de la carretera. Se utilizaba en varias ocasiones el t?rmino heladas en la carretera y aunque esta fuera una buena raz?n, Mackenzie pens? que ser?a buena idea profundizar un poco m?s. Repas? el informe varias veces y despu?s reley? el informe sobre Delores Manning. El hecho de que hubiera un accidente de coche de alg?n tipo parec?a ser la ?nica conexi?n entre ambos casos. Entonces cambi? de t?ctica y trat? de meter a las tres v?ctimas actuales en esas situaciones. Sin embargo, era casi imposible. Se daba por sentado que los dos casos sin resolver eran j?venes que se hab?an escapado de cada y a pesar de que ambas eran chicas, dejaba demasiadas opciones abiertas. Adem?s, las tres v?ctimas actuales fueron raptadas de sus coches. Quiz? porque quedarse tirado en la carretera era un suceso bastante frecuente. Estaba muy lejos de echarle el guante a un adolescente que se hab?a escapado de casa. Simplemente no encajaba. Este tipo no quer?a adolescentes problem?ticos que hab?an salido corriendo para darles un disgusto a pap? y mam?. Va a por mujeres. Mujeres que, por una raz?n u otra, est?n en sus coches por la noche. Quiz? se da cuenta de la esperanza que inspira el desconocido amable en la gente—especialmente en las mujeres. La otra cara de esa moneda, sin embargo, era el hecho de que ella sab?a que la mayor?a de las mujeres asumir?an lo peor de un hombre desconocido en la cuneta de una carretera. Sobre todo, cuando era de noche y sus coches se hab?an averiado. Quiz? le conozcan, entonces… Eso tambi?n requer?a demasiada imaginaci?n. Por la informaci?n que hab?an recopilado de Tammy y Rita Manning, era probable que Delores no conociera a nadie en Bent Creek. Regres? al caso de los McCauley, principalmente porque era el ?nico con el m?s m?nimo asomo de similitud. Abri? su cuenta de email y puls? en el email m?s reciente que le hab?an enviado de la comisar?a de Bent Creek. Ella respondi? y escribi?: Muchas gracias por la ayuda. Me preguntaba si podr?a conseguir unas cuantas cosas m?s en cuanto sea posible. Me gustar?a obtener una lista de los parientes de los McCauleys que vivan en un radio de cincuenta millas, junto con sus detalles de contacto. Si ten?is el n?mero de la agente de Delores Manning, tambi?n estar?a muy bien. Se sinti? casi indolente al solicitar la informaci?n de tal manera. Pero si le estaban ofreciendo su ayuda con tanto gusto, quer?a utilizar al departamento de polic?a de Bent Creek como recurso todo lo que pudiera. Cuando termin? con esto, Mackenzie abri? otro archivo… un archivo que se las hab?a arreglado para dejar de lado y para que no le obsesionara durante casi tres semanas. Lo abri?, circul? a trav?s de los documentos, y sac? una sola fotograf?a. Se trataba de una tarjeta de visita con el nombre de su padre garabateado en la parte de atr?s. En el otro lado, exhibido en otra foto, estaba el nombre de la empresa en negrita: Antig?edades Barker: Objetos de Colecci?n Antiguos o Raros. Y eso era todo. Ya sab?a que dicho lugar no exist?a—al menos por lo que ella y el FBI pudieran decir—lo que hac?a todo mucho m?s frustrante. Ech? un vistazo a la tarjeta y sinti? un tir?n en el coraz?n. Se encontraba a dos horas y media del lugar en que hab?a muerto su padre y quiz? a tres horas de donde se hab?a hallado la tarjeta de visita en la fotograf?a—casi veinte a?os despu?s de la muerte de su padre. No era su caso… realmente no. McGrath le hab?a concedido algo as? como un pase de extranjis para ayudar en lo que pudiera, pero por el momento, el caso segu?a estando fr?o. Pens? en Kirk Peterson, el detective que hab?a descubierto las nuevas pistas que hab?an servido para reabrir el caso de su padre. Estuvo a punto de llamarle, pero se dio cuenta de que le hab?an dado las 11:45. Y, adem?s, ?de qu? iban a hablar m?s que del silencio relativo a los casos actuales y reabiertos? Aun as?, ten?a que llamarle. Quiz? despu?s de este caso, cuando pudiera prestarle a Peterson y al caso su atenci?n completa. Ya iba siendo hora de que se quitara ese mono de encima. Se prepar? para irse a dormir, cepill?ndose los dientes y poni?ndose un par de pantalones de deporte finos y una camiseta. Justo antes de que se metiera a la cama, mir? su tel?fono una vez m?s para comprobar si hab?a llegado alg?n otro email tard?o. Vio que la solicitud que hab?a hecho por email a la comisar?a de Bent Creek ya hab?a sido respondida, y que hab?a llegado en solo diecisiete minutos despu?s de que ella la enviara. Anot? la informaci?n en sus archivos y dise?? un horario mentalmente para el d?a siguiente. Finalmente se permiti? apagar las luces e irse a dormir. No le gustaba terminar el d?a y apagar las luces con preguntas sin responder. Era una sensaci?n desasosegante a la que supon?a que nunca se acostumbrar?a. Pero se hab?a adaptado hac?a mucho tiempo, encontrando la manera de dormir unas cuantas horas en condiciones al tiempo que dejaba que sus preguntas pulularan en la oscuridad de la noche, a una distancia c?modamente fuera de su alcance. CAP?TULO OCHO Cuando Mackenzie acababa de vestirse, alguien llam? a la puerta de su habitaci?n de motel. Ech? un vistazo a trav?s de la mirilla y vio a Ellington de pie al otro lado. Sosten?a una cajita de cart?n con dos tazas de caf? encima de ella. Abri? la puerta para dejarle pasar, sin saber muy bien c?mo sentirse respecto al hecho de que ?l estuviera listo para empezar el d?a antes que ella. Lo cierto es que siempre se hab?a enorgullecido de su sentido de la urgencia y de su tendencia a llegar temprano. Ahora parec?a que iba a tener algo de competencia en ese aspecto. “?Estoy interrumpiendo el complicado proceso matutino de una mujer arregl?ndose?” brome? mientras colocaba la caja y los caf?s en la mesita junto a su cama ya hecha. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693671&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.