×òî æå åñòü ó ìåíÿ? Äûðû â äðàíûõ êàðìàíàõ, Òðè ìîðùèíû íà ëáó, Äà èñò¸ðòûé ïÿòàê... Íî íå æàëêî íè äíÿ- Ìíå ñóäüáîþ ïðèäàííûõ, Õîòü ïîðîé ÿ æèâó Ïîïîäàÿ â ïðîñàê. Âñ¸ ÷òî åñòü ó ìåíÿ: Ñîâåñòü, ÷åñòü è óìåíüå. ß îòäàì íå ñêóïÿñü- Ïðîñòî òàê çà ïóñòÿê. Çà ïîñòåëü ó îãíÿ, Äîáðîòó áåç ñòåñíåíüÿ. È çà òî, ÷òî ïðîñòÿñü, Íå çàáûòü ìíå íè êàê... Âñ¸ ÷

Antes De Que Atrape

Antes De Que Atrape Blake Pierce Un Misterio con Mackenzie White #9 De Blake Pierce, el autor de best-sellers como UNA VEZ DESAPARECIDO (un ?xito de ventas #1 con m?s de 900 cr?ticas de cinco estrellas), llega ANTES DE QUE RECE, el libro #9 de la trepidante serie de misterio Mackenzie White. La agente especial del FBI Mackenzie White est? boquiabierta. Est?n apareciendo v?ctimas muertas, irreconocibles, despu?s de que sus cuerpos sean arrojados desde las alturas m?s vertiginosas. Un asesino en serie trastornado, obsesionado con las alturas, est? matando a sus v?ctimas desde los lugares m?s elevados. La pauta parece ser casual. Pero ?acaso lo es?Solo adentr?ndose en los canales m?s oscuros de la mente del asesino puede Mackenzie empezar a entender cu?l es su motivaci?n – y d?nde atacar? de nuevo. En una caza mortal del gato y el rat?n, Mackenzie se fuerza hasta el l?mite para detenerle – y hasta entonces, puede que resulte demasiado tarde. Un thriller psicol?gico oscuro de suspense estremecedor, ANTES DE QUE RECE es el libro #9 en esta fascinante nueva serie – con un nuevo personaje entra?able – que le tendr? pasando p?ginas hasta altas horas de la madrugada. Entre otros libros de Blake Pierce, tambi?n est? disponible a la venta UNA VEZ DESAPARECIDO (Un Misterio con Riley Paige – Libro #1), un ?xito de ventas #1 con m?s de 900 cr?ticas de cinco estrellas – ?y una descarga gratuita! BLAKE PIERCE ANTES DE QUE ATRAPE Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com/) para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto por lo que permite la Ley de Copyright de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico tiene licencia para su disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede volver a ser vendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si est? leyendo este libro y no lo compr?, o no lo compr? solamente para su uso, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares, los acontecimientos y los incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright lassedesignen, utilizada con licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) PR?LOGO En una ocasi?n, cuando era una ni?a, Malory Thomas hab?a venido a este puente con un chico. Era la noche de Halloween y ella ten?a catorce a?os. Hab?an estado mirando hacia el fondo del agua a sesenta metros m?s abajo, en busca de los fantasmas de los que se hab?an suicidado tir?ndose desde el puente. Era una historia de fantasmas que hab?a circulado por su escuela, una historia que Malory hab?a o?do toda la vida. Dej? que ese chico le besara esa noche, pero alej? su mano cuando se la meti? debajo de la camisa. Ahora, trece a?os despu?s, pensaba en aquel gesto inocente mientras colgaba del mismo puente. Se llamaba el Puente de Miller Moon y era conocido por dos cosas: porque era un lugar escondido e incre?ble para que los adolescentes se enrollaran, y por ser el lugar m?s popular para suicidarse de todo el condado—quiz? de todo el estado de Virginia por lo que ella sab?a. En ese momento, sin embargo, a Malory Thomas no le importaban los suicidios. Lo ?nico en lo que pod?a pensar era en sujetarse al borde del puente como si le fuera la vida en ello. Estaba colgada de un lado con ambas manos, sus dedos enroscados en el borde de madera ?spera del lateral. No pod?a agarrarse con firmeza con la mano derecha debido al tornillo enorme que atravesaba la madera, fijando la viga del lateral a los ra?les de hierro que hab?a por debajo. Intent? mover la mano derecha para agarrarse mejor, pero ten?a la mano demasiado h?meda por el sudor. Le parec?a que solo con moverla una pulgada, pod?a perder su agarre y caerse hasta el fondo del agua. Y no hab?a mucha agua all?. Lo ?nico que le esperaba debajo eran rocas puntiagudas y un mont?n de monedas que los chiquillos est?pidos hab?an tirado desde el lateral del puente para pedir deseos insulsos. Mir? hacia arriba a los ra?les junto al extremo del puente, ra?les de caballete oxidados que parec?an antig?edades en la oscuridad de la medianoche. Vio la silueta del hombre que le hab?a tra?do hasta all?—a a?os luz de aquel valiente adolescente de hac?a trece a?os. No… este hombre era detestable y tenebroso. No le conoc?a bien pero s? lo suficiente como para saber con certeza que algo andaba mal con ?l. Estaba enfermo, no ten?a la cabeza del todo en su sitio, no estaba bien. “Su?ltate ya,” le dijo el hombre. Ten?a una voz que daba miedo, como entre Batman y un demonio. “Por favor,” dijo Malory. “Por favor… ayuda.” Ni siquiera le importaba estar desnuda, con su trasero al aire colgando del extremo del Puente de Miller Moon. Le hab?a desnudado del todo y hab?a tenido miedo de que la fuera a violar, pero no lo hab?a hecho. Solamente se le hab?a quedado mirando, pas?ndole la mano por algunos puntos, y despu?s le hab?a obligado a que se colgara del bordillo del puente. Pens? con desconsuelo en la ropa esparcida por las vigas de madera que hab?a por detr?s de ?l, y tuvo la certeza algo enfermiza de que nunca se las volver?a a poner. Con esa certeza, se le tens? la mano derecha mientras trataba de acostumbrarse a la forma del tornillo que ten?a debajo de ella. Grit? y sinti? c?mo todo su peso pasaba a la mano izquierda—la mano que se sent?a bastante m?s d?bil. El hombre se agach?, poni?ndose de rodillas y mir?ndola. Era como si supiera lo que ven?a a continuaci?n. Incluso antes de que ella supiera que hab?a llegado el final, ?l ya lo sab?a. Apenas pod?a distinguir sus ojos en la oscuridad, pero pod?a ver lo suficiente como para saber que estaba contento. Quiz? hasta emocionado. “Est? bien,” le dijo con esa extra?a voz. Y como si los m?sculos en sus dedos le estuvieran obedeciendo, su mano derecha cedi?. Malory sinti? una tirantez que le recorri? todo el antebrazo mientras su mano izquierda trataba de sostener sus sesenta y cinco kilos. Y as? sin m?s, ya no estaba colgando del puente. Estaba cayendo al vac?o. Su est?mago le dio una voltereta y sus ojos parecieron sacudirse en sus cuencas mientras intentaba encontrarle el sentido a lo r?pido que se alejaba el puente de ella. Por un momento, el viento que pas? velozmente junto a ella le pareci? hasta agradable. Intent? enfocarse todo lo que pudo en ello mientras se retorc?a en busca de alg?n tipo de plegaria que pronunciar en sus momentos finales. Solo se las arregl? para decir unas pocas palabras—Padre Nuestro, que est?s…—y entonces Malory Thomas sinti? como la vida sal?a de su cuerpo con un golpe agudo y devastador al tiempo que se estrellaba contra las rocas del fondo. CAP?TULO UNO Mackenzie White se hab?a adentrado en algo parecido a una rutina. Esto no le sentaba especialmente bien ya que no era la clase de mujer a la que le la rutina gustara demasiado. Si las cosas se manten?an sin cambios demasiado tiempo, le parec?a que necesitaba sacudirlas un poco. Solo unos pocos d?as despu?s de finalmente cerrar el largo y miserable cap?tulo del asesinato de su padre, hab?a regresado a su apartamento y hab?a ca?do en la cuenta de que, ahora, Ellington y ella viv?an juntos. No ten?a ninguna pega al respecto; hab?a estado dese?ndolo, a decir verdad. Sin embargo, hubo algunas noches durante esas primeras semanas en las que perdi? algunas horas de sue?o cuando cay? en la cuenta de que ahora su futuro parec?a estable. Por primera vez en mucho tiempo, no ten?a una raz?n genuina para dedicarse a nada en particular con todas sus fuerzas. Antes hab?a sido el caso de su padre, reconcomi?ndole desde el primer momento que tuvo una placa y un arma en Nebraska. Ahora eso estaba resuelto. Tambi?n hab?a sido la incertidumbre de saber hacia d?nde se dirig?a su relaci?n con Ellington. Ahora estaban viviendo juntos y casi enfermizamente felices. Estaba triunfando en el trabajo, gan?ndose el respeto de pr?cticamente todo el mundo en el FBI. Hasta McGrath parec?a finalmente estar convencido de su val?a. Todo parec?a inm?vil. Y en lo que se refer?a a Mackenzie, no pod?a evitar preguntarse si solo se trataba de la calma antes de la tormenta. Si el tiempo que hab?a pasado como detective en Nebraska y como agente del FBI le hab?a ense?ado algo, era que la vida ten?a la costumbre de arrebatarle cualquier tipo de comodidad o seguridad sin mucho aviso previo. Aun as?, la rutina no estaba tan mal. Despu?s de que Ellington se hubiera recuperado de sus heridas tras cerrar el caso que hab?a llevado ante la justicia al asesino de su padre, le hab?an ordenado que se quedara en casa y descansara. Le atendi? lo mejor que pudo, descubriendo que pod?a ser de lo m?s maternal cuando ten?a que serlo. Cuando Ellington se recuper? del todo, sus d?as se hicieron bastante regulares. Eran hasta agradables a pesar del horroroso grado de domesticaci?n que sent?a. Iba al trabajo y se deten?a en el campo de tiro antes de regresar a casa. Cuando llegaba a casa, una de dos cosas ten?a lugar: o Ellington hab?a preparado ya la cena y com?an juntos como un viejo matrimonio, o se iban directamente al dormitorio, como una pareja de reci?n casados. Todo esto le pasaba por la mente mientras Ellington y ella se preparaban para irse a la cama. Mackenzie estaba en su lado de la cama, leyendo un libro sin muchas ganas. Ellington estaba en su lado de la cama, escribiendo un email sobre un caso en el que hab?a estado trabajando. Hab?an pasado siete semanas desde que cerraron el caso de Nebraska. Ellington hab?a acabado de empezar a trabajar de nuevo y la rutina de la vida estaba comenzando a convertirse en una dura realidad para ella. “Voy a preguntarte algo,” dijo Mackenzie. “Y quiero que seas honesto.” “Muy bien,” dijo ?l. Termin? de escribir la frase en la que se encontraba y se detuvo, prest?ndole su m?xima atenci?n. “?Alguna vez te has encontrado en este tipo de rutina?” pregunt? Mackenzie. “?Qu? rutina?” Ella se encogi? de hombros, poniendo el libro a un lado. “La de estar domesticado. Estar atado. Ir al trabajo, volver a casa, cenar, ver algo de televisi?n, quiz? a veces hacer el amor, y despu?s irnos a dormir.” “Si eso es una rutina, me parece bastante genial. Sin embargo, quiz? no pongas el a veces delante de la parte del sexo. ?Por qu? lo preguntas? ?Te molesta la rutina?” “No es que me moleste,” dijo ella. “Es solo que… resulta extra?o. Hace que sienta que no estoy haciendo lo que me corresponde. Como que estoy siendo vaga o pasiva sobre… en fin, sobre algo que no puedo definir demasiado bien.” “?Crees que esto se debe al hecho de que por fin hayas terminado con el caso de tu padre?” le pregunt?. “Probablemente.” Hab?a algo m?s, pero no se trataba de algo que le pudiera contar. Sab?a que era bastante dif?cil herirle emocionalmente pero no quer?a arriesgarse. La idea que se reserv? era que ahora que se hab?an mudado juntos y eran felices y lo estaban manejando de maravilla, realmente solo quedaba un paso m?s que dar. No era un paso del que hubieran hablado y, honestamente, no era un paso del que Mackenzie quisiera hablar. El matrimonio. Esperaba que Ellington tampoco estuviera todav?a pensando en ello, la verdad. Y no es que no le quisiera, pero despu?s de ese paso… en fin, ?qu? m?s hab?a? “Deja que te haga una pregunta,” dijo Ellington. “?Eres feliz? Quiero decir ahora, en este preciso momento, sabiendo que ma?ana puede ser un duplicado exacto de hoy. ?Eres feliz?” La respuesta era simple pero aun as? le incomodaba. “S?,” dijo. “Entonces ?por qu? cuestionarlo?” Ella asinti?. Ten?a toda la raz?n y lo cierto es que hizo que se preguntara si estaba complicando demasiado las cosas. En unas semanas cumplir?a treinta a?os, as? que quiz? esto era lo que resultaba ser una vida normal. Una vez hab?a enterrado todos los demonios y los fantasmas del pasado, quiz? esto fuera lo que se supon?a que ten?a que ser la vida. Y eso estaba bien, supon?a Mackenzie. Pero algo acerca de todo ello parec?a estancado y hac?a que se preguntara si alguna vez se permitir?a realmente ser feliz. CAP?TULO DOS El trabajo no estaba haciendo nada por la monoton?a de lo que Mackenzie empezaba a denominar La Rutina—con L y R may?sculas. En los casi dos meses que hab?an pasado desde los acontecimientos de Nebraska, la carpeta de casos de Mackenzie hab?a consistido en vigilar a un grupo de hombres sospechosos de tr?fico de personas—pas?ndose sus d?as sentada en un coche o en edificios abandonados, escuchando conversaciones bastante vulgares que acabaron por no dar ning?n resultado. Tambi?n hab?a trabajado junto a Yardley y Harrison en un caso relacionado con una potencial c?lula terrorista en Iowa—que tampoco hab?a dado ning?n resultado. El d?a siguiente a su tensa conversaci?n sobre la felicidad, Mackenzie se encontraba sentada ante su escritorio, investigando a uno de los hombres que hab?a estado vigilando respecto al tr?fico de personas con objetivos sexuales. No formaba parte de ning?n complot de tr?fico sexual, pero estaba implicado casi con certeza en alg?n tipo de chanchullo depravado relacionado con la prostituci?n. Era dif?cil de creer que estaba cualificada para llevar un arma, atrapar asesinos y salvar vidas. Se estaba empezando a sentir como una empleada de pl?stico, alguien que no serv?a ninguna funci?n real. Frustrada, se levant? para hacerse una taza de caf?. Nunca hab?a sido de las que deseaba nada malo a nadie, pero se estaba preguntando si las cosas en el pa?s de verdad iban tan bien que sus servicios no pudieran necesitarse en alguna parte. Mientras caminaba hacia la peque?a zona de recepci?n donde se alojaban las cafeteras, divis? c?mo Ellington le pon?a la tapa a su propia taza. ?l la vio acercarse y la esper?, aunque pod?a decir por su postura que iba con prisas. “Espero que tu d?a haya sido m?s emocionante que el m?o,” dijo Mackenzie. “Quiz?s,” dijo ?l. “Preg?ntamelo de nuevo en media hora. McGrath me acaba de llamar para que vaya a su despacho.” “?Para qu??” pregunt? Mackenzie. “Ni idea. ?No te llam? tambi?n a ti?” “No,” dijo ella, pregunt?ndose de qu? se pod?a tratar. Aunque no hab?a tenido lugar ninguna conversaci?n directa al respecto con McGrath desde el caso de Nebraska, hab?a asumido que Ellington y ella seguir?an siendo compa?eros. Se pregunt? si a lo mejor el departamento hab?a acabado por decidir separarles debido a su relaci?n sentimental. Si era as?, entend?a la decisi?n, pero la idea no le gustaba en especial. “Me estoy hartando de estar sentada a mi escritorio,” dijo mientras se serv?a un caf?. “Hazme un favor y mira a ver si me puedes meter en lo que sea que te vaya a meter a ti.” “Lo har? encantado,” dijo ?l. “Te mantendr? informada.” Regres? caminando a su oficina, pregunt?ndose si acaso esta peque?a grieta en la normalidad era lo que hab?a estado esperando—la apertura que empezar?a a dilapidar los cimientos de la rutina que hab?a estado sintiendo. No suced?a a menudo que McGrath convocara solo a uno de los dos a su despacho—al menos no recientemente. Le hizo plantearse si a lo mejor le estabas sometiendo a alguna clase de evaluaci?n de la que no ten?a conocimiento. ?Estaba McGrath investigando m?s a fondo el ?ltimo caso de Nebraska para asegurarse de que hab?a seguido las normas en todo momento? Si as? era, podr?a encontrarse con problemas porque no cab?a duda de que no hab?a seguido el protocolo en todo. Tristemente, preguntarse de qu? se tratar?a la reuni?n entre Ellington y McGrath era lo m?s interesante que le hab?a pasado en la ?ltima semana m?s o menos. Era lo que le ocupaba la mente mientras se sent? de nuevo delante de su ordenador, de nuevo sinti?ndose como nada m?s que otro engranaje de la rueda. *** Escuch? unas pisadas quince minutos despu?s. Esto no era nada nuevo: trabajaba con la puerta de su oficina abierta y ve?a a gente que pasaba de un lado a otro de arriba abajo del pasillo durante todo el d?a. Pero hoy era diferente. Esto sonaba como varios pares de pisadas que caminaban al un?sono. Tambi?n hab?a una sensaci?n de silencio—una tensi?n apagada como el ambiente que hay justo antes de una violenta tormenta de verano. Curiosa, Mackenzie elev? la vista de su port?til. A medida que las pisadas se hicieron m?s sonoras, vio a Ellington. Le ech? una mirada r?pida a trav?s de la puerta, con el rostro tenso con una emoci?n que Mackenzie no pod?a ubicar del todo. Llevaba una caja en las manos y dos guardias de seguridad le segu?an de cerca. ?Qu? diablos? Mackenzie se levant? de un salto de su escritorio y sali? al pasillo. Justo en el momento en que estaba doblando la esquina, Ellington y los dos guardias se estaban metiendo al ascensor. Las puertas se cerraron y una vez m?s, Mackenzie apenas divis? esa expresi?n tensa en su rostro. Le han despedido, pens? Mackenzie. La idea era absolutamente rid?cula por lo que a ella concern?a, pero eso era lo que parec?a. Ech? a correr hacia la escalera, abriendo la puerta a toda prisa para descenderla. Baj? los escalones salt?ndolos de dos en dos, con la esperanza de salir afuera antes de que lo hicieran Ellington y los guardias. Baj? los tres tramos de escaleras sin pensar, y sali? por el lateral del edificio directamente junto al aparcamiento. Mackenzie sali? por la puerta al mismo tiempo que los guardias y Ellington sal?an del edificio. Ech? a correr a trav?s del c?sped para cortarles el paso. Los guardias parec?an tensos cuando la vieron acercarse, uno de ellos se detuvo por un instante y la encar? como si se tratara de una potencial amenaza. “?Qu? es lo que pasa?” pregunt? por encima del guardia, mirando a Ellington. Sacudi? la cabeza. “Ahora no,” dijo ?l. “Por ahora… olv?date de ello.” “?Qu? est? pasando?” le pregunt? ella. “Los guardias… la caja… ?te han despedido? ?Qu? diablos ha pasado?” Ellington volvi? a sacudir la cabeza. No hab?a ni rastro de desprecio o de crueldad en el gesto. Mackenzie pens? que ser?a lo mejor que pod?a hacer en esta situaci?n. Quiz? hab?a pasado algo de lo que ?l no pod?a hablar. Y Ellington, leal hasta la m?dula, no hablar?a si le hab?an pedido que mantuviera silencio. Odiaba hacerlo, pero dej? de presionarle. Si quer?a respuestas directas, solo hab?a un lugar donde conseguirlas. Con esto en mente, ech? a correr de vuelta al edificio. Esta vez tom? el ascensor, subiendo hasta el tercer piso y sin perder ni un segundo para dirigirse al final del pasillo al despacho de McGrath. Ni se molest? en saludar a la secretaria mientras se dirig?a hacia su puerta. Escuch? c?mo la mujer le llamaba por su nombre, tratando de detenerla, pero aun as? Mackenzie pas? al interior. No llam? a la puerta, simplemente entr? al despacho. McGrath estaba sentado a su escritorio, y era evidente que no le sorprend?a lo m?s m?nimo que Mackenzie estuviera all?. Se gir? hacia ella y la calma en su rostro le puso furiosa. “Haz el favor de mantener la calma, agente White,” dijo. “?Qu? ha pasado?” pregunt? ella. “?Por qu? acabo de ver a Ellington siendo escoltado del edificio con una caja con todas sus pertenencias?” “Porque ha sido relevado de su misi?n.” La simplicidad de la afirmaci?n no consigui? que fuera m?s f?cil de escuchar. Parte de ella segu?a pregunt?ndose si hab?a habido alg?n error gigante. O si todo esto era alguna broma pesada enorme. “?Por qu??” Entonces vio algo que no hab?a visto hasta ahora: McGrath desvi? la mirada, claramente inc?modo. “Es un asunto privado,” dijo ?l. “Entiendo la relaci?n que hay entre vosotros dos, pero esta es una informaci?n que legalmente no puedo divulgar debido a la naturaleza de la situaci?n.” Durante todo el tiempo que llevaba trabajando para McGrath, nunca hab?a escuchado tanta porquer?a legal saliendo de su boca al mismo tiempo. Se las arregl? para aplacar su ira. Despu?s de todo, esto no se trataba de ella. Por lo visto, algo pasaba con Ellington de lo que ella no ten?a ning?n conocimiento. “?Anda todo bien?” pregunt?. “?Me puedes decir al menos eso?” “Me temo que no me corresponde a m? responder a esa pregunta,” dijo McGrath. “Ahora, si me disculpas, la verdad es que estoy bastante ocupado.” Mackenzie hizo un leve gesto con la cabeza y sali? de la oficina, cerrando la puerta al salir. La secretaria desde detr?s de su propio escritorio le lanz? una mirada desagradable que Mackenzie ignor? por completo. Regres? caminando a su despacho y comprob? su correo para reconfirmar que el resto de su d?a no era m?s que un lento vac?o de nada. Entonces sali? corriendo del edificio, haciendo lo que pod?a para que no diera la impresi?n de que algo le estaba molestando. Lo ?ltimo que necesitaba era que la mitad del edificio se diera cuenta de que Ellington se hab?a marchado y de que ella estaba corriendo detr?s de ?l. Por fin se las hab?a arreglado para superar las miradas punzantes y los rumores casi legendarios de su pasado en su lugar de trabajo y de ninguna manera iba a crear otra raz?n para que el ciclo comenzara de nuevo. *** Sab?a con certeza que seguramente Ellington hab?a regresado a su apartamento. Cuando se conocieron al principio, ?l era el tipo de hombre que quiz? se fuera directamente a un bar en un intento de ahogar las penas. Sin embargo, hab?a cambiado durante el ?ltimo a?o m?s o menos—al igual que ella. Supon?a que se deb?an eso el uno al otro. Era una idea que mantuvo en la mente mientras abr?a la puerta de su apartamento (el apartamento de los dos, se record? a s? misma), esperando encontrarle en su interior. Y como pensaba, se lo encontr? en el dormitorio secundario que utilizaban como oficina. Estaba sacando las cosas que ten?a en su caja, esparci?ndolas al azar por encima del escritorio que compart?an. Levant? la vista cuando la vio entrar, pero la desvi? enseguida. “Lo siento,” dijo con la cabeza hacia el otro lado. “No me pillas precisamente en mi mejor d?a.” Ella se acerc? a ?l, pero se reprimi? las ganas de ponerle la mano sobre el hombro o de extender un brazo alrededor de su espalda. Nunca le hab?a visto tan disgustado. Le alarm? un poco, pero, m?s que nada, le hizo desear saber lo que pod?a hacer para ayudar. “?Qu? ha pasado?” le pregunt?. “Parece bastante evidente, ?verdad?” le pregunt? ?l. “Me han suspendido indefinidamente.” “?Por qu? diablos?” Entonces pens? en McGrath y en lo inc?modo que se hab?a puesto cuando le hab?a hecho esta misma pregunta. Por fin se gir? de nuevo hacia ella y al hacerlo, pudo ver la verg?enza en su rostro. Cuando le respondi?, le temblaba la voz. “Acoso sexual.” Durante un momento, las palabras no tuvieron mucho sentido. Esper? a que le sonriera y le dijera que solo estaba bromeando, pero eso no sucedi?. En vez de ello, se le qued? mirando fijamente a los ojos, esperando a su reacci?n. “?Qu??” pregunt? ella. “?Cu?ndo sucedi? esto?” “Hace unos tres a?os,” dijo Ellington. “Pero la mujer en cuesti?n hizo p?blicas sus acusaciones hace tres d?as.” “?Y es esa acusaci?n v?lida?” pregunt? Mackenzie. ?l asinti?, sent?ndose al escritorio. “Mackenzie, lo siento. Era un hombre diferente en aquel entonces, ?sabes?” Sinti? ira durante unos instantes, pero no estaba segura de hacia qui?n iba dirigida: si hacia Ellington o hacia la mujer. “?Qu? tipo de acoso?” le pregunt?. “Estaba entrenando a esta joven agente hace tres a?os,” dijo. “Lo estaba haciendo realmente bien as? que, una noche, unos cuantos agentes la sacaron de fiesta a celebrar. Todos tomamos unos cuantos tragos y ella y yo fuimos los ?ltimos que qued?bamos. En ese momento, la idea de proponerle algo ni siquiera me hab?a cruzado por la mente, pero me fui al cuarto de ba?o y cuando sal?, estaba all? esper?ndome. Me bes? y la cosa se puso caliente. Se ech? hacia atr?s—quiz? al darse cuenta de que era un error. Y entonces intent? volver a la carga. Me gustar?a creer que, de no haber estado bebiendo, al alejarse de m? yo lo hubiera dejado de intentar, pero no me detuve. Trat? de besarla de nuevo y no me di cuenta de que ella no me estaba correspondiendo hasta que me alej? de un empuj?n. Me empuj? para distanciarse y se me qued? mirando. Le dije que lo sent?a—y lo dec?a de verdad—pero ella sali? disparada. Y eso fue todo. Un triste encuentro entre cuartos de ba?o. Nadie forz? a nadie y no hubo nada de toqueteos ni otras malas conductas. Al d?a siguiente cuando llegu? al trabajo, ella se hab?a ido, con un traslado a Seattle, creo.” “?Y por qu? est? sacando ahora esto a colaci?n?” pregunt? Mackenzie. “Porque es lo que est? de moda en estos tiempos,” espet? Ellington. Entonces sacudi? la cabeza y suspir?. “Lo siento. Eso fue un comentario asqueroso.” “S? que lo fue. ?Me est?s contando la historia entera? ?Eso es todo lo que pas??” “Eso es todo,” dijo ?l. “Lo juro.” “Estabas casado, ?verdad? ?Cu?ndo sucedi??” Ellington asinti?. “No es uno de mis mejores momentos.” Mackenzie pens? en la primera vez que hab?a pasado una cantidad importante de tiempo con Ellington. Hab?a sido durante el caso del Asesino del Espantap?jaros en Nebraska. B?sicamente se le hab?a tirado encima mientras se encontraba en medio de uno de sus propios dramas personales. Pod?a haber asegurado que ?l estaba interesado, pero, al final, ?l hab?a rechazado sus avances. Se preguntaba cu?nto habr?a pesado en su mente el encuentro con esta mujer durante esa noche en que se le ofreci? por primera vez. “?De cu?nto tiempo es la suspensi?n?” pregunt?. Ellington se encogi? de hombros. “Depende. Si ella decide no montar un l?o enorme al respecto, podr?a ser solo de un mes. Pero si va a por todas, podr?a ser mucho m?s larga. Al final, podr?a llevar al despido definitivo.” Mackenzie se dio la vuelta en esta ocasi?n. No pod?a evitar sentirse un tanto ego?sta. Sin duda, estaba disgustada de que un hombre al que quer?a profundamente estuviera atravesando por algo como esto, pero al fondo de todo ello, le preocupaba m?s perder a su compa?ero de trabajo. Odiaba que sus prioridades fueran tan tendenciosas, pero as? era como se sent?a en ese momento. Eso y unos intensos celos que detestaba. No era el tipo celoso para nada… entonces, ?por qu? estaba tan celosa de la mujer que hab?a denunciado el supuesto acoso? Jam?s hab?a pensado en la mujer de Ellington con un gramo de celos, as? que ?por qu? con esta mujer? Porque est? haciendo que cambie todo, pens?. Esa rutina aburrida en la que me estaba metiendo y a la que me estaba acostumbrando est? empezando a derrumbarse. “?En qu? piensas?” pregunt? Ellington. Mackenzie sacudi? la cabeza y mir? a su reloj de pulsera. Solo era la una del mediod?a. Enseguida, empezar?an a notar su ausencia en el trabajo. “Estoy pensando que tengo que regresar al trabajo,” dijo. Y dicho esto, se dio la vuelta y sali? caminando de la habitaci?n. “Mackenzie,” grit? Ellington. “Espera.” “Est? bien,” le grit? ella de vuelta. “Te veo en un rato.” Se fue sin decir adi?s, sin un beso, ni un abrazo. Porque a pesar de que lo hab?a dicho, nada estaba bien. Si las cosas estuvieran bien, no estar?a reprimiendo las l?grimas que parec?an haber surgido de la nada. Si las cosas estuvieran bien, no seguir?a intentando alejar una ira que segu?a intentando ascender por dentro de ella, dici?ndole que era una idiota por pensar que la vida pod?a ir bien ahora, que finalmente le tocaba vivir una vida normal donde los fantasmas del pasado no influyeran en todo. Para cuando lleg? al coche, se las hab?a arreglado para detener las l?grimas del todo. Le son? el m?vil, y surgi? el nombre de Ellington en su pantalla. Lo ignor?, dio marcha al coche, y se dirigi? de vuelta a la oficina. CAP?TULO TRES El trabajo solo le proporcion? distancia durante unas pocas horas m?s. Incluso a pesar de que Mackenzie charlara con Harrison para asegurarse de que no necesitaba de su asistencia en un peque?o caso de fraude de env?os en el que estaba trabajando, hab?a salido del edificio para las seis. Cuando lleg? de vuelta al apartamento a las 6:20, se encontr? a Ellington delante de la cocina. No cocinaba a menudo y, cuando lo hac?a, sol?a deberse a que no ten?a nada entre manos ni nada mejor que hacer. “Hola,” le dijo ?l, elevando la vista de una cazuela con lo que parec?a ser alg?n tipo de salteado de verduras. “Hola,” dijo ella como respuesta, dejando la bolsa de su port?til sobre el sof? y entrando a la cocina. “Lamento haberme ido de esa manera.” “No hay por qu? disculparse,” dijo ?l. “Por supuesto que s?. Fue inmaduro. Y si te soy sincera, no s? por qu? me disgusta tanto.  Estoy m?s preocupada por perderte como compa?ero que por lo que esto le pueda hacer a tu trayectoria profesional. ?Est? muy mal eso o no?” Ellington se encogi? de hombros. “Tiene sentido.” “Deber?a tenerlo, pero no lo tiene,” dijo Mackenzie. “No puedo pensar en ti besando a otra mujer, especialmente no de esa manera. Incluso aunque estuvieras borracho y hasta si fue ella la que inici? las cosas, no te puedo ver de esa manera. Y hace que quiera matar a esa mujer, ?sabes?” “Lo siento de veras,” dijo ?l. “Es una de esas cosas de la vida que desear?a poder rectificar. Una de esas cosas que pens? que formaban parte del pasado y que ya hab?a terminado con ellas.” Mackenzie se acerc? por detr?s de ?l y titubeante, le rode? la cintura con los brazos. “?Est?s bien?” le pregunt?. “Solo enfadado. Y avergonzado.” Parte de Mackenzie se tem?a que estaba siendo deshonesto con ella. Hab?a algo en su postura, algo en eso de que no le pudiera mirar directamente a ella cuando hablaba de ello. Quer?a pensar que simplemente se deb?a a que no era f?cil ser acusado de algo como esto, que le recordaran a uno algo est?pido que hab?a hecho en el pasado. Si era honesta, la verdad es que no sab?a muy bien qu? creer. Desde el momento que le hab?a visto pasando por delante de la puerta de su oficina con la caja en las manos, sus pensamientos hacia ?l estaban mezclados y confusos. Estaba a punto de ofrecerse a ayudar con la cena, con la esperanza de que algo de normalidad les ayudara a volver al camino recto. Pero antes de que las palabras salieran de sus labios, son? su tel?fono m?vil. Se sorprendi? y se preocup? un poco al ver que era McGrath. “Lo siento,” le dijo a Ellington, mostr?ndole la pantalla. “Probablemente deber?a responder a esto.” “Seguramente quiera preguntarte si alguna vez te has sentido sexualmente acosada por m?,” le dijo sarc?sticamente. “Ya tuvo oportunidad esta ma?ana,” dijo ella antes de alejarse de los chisporroteos de la cocina para responder al tel?fono. “Al habla White,” dijo, hablando directamente y casi mec?nicamente, como sol?a hacer cuando respond?a a una llamada de McGrath. “White,” le dijo. “?Ya est?s en casa?” “S? se?or.” “Necesito que vuelvas a salir. Necesito hablar contigo en privado. Estar? en el aparcamiento. Nivel Dos, Fila D.” “Se?or, ?se trata de Ellington?” “Solo ven a reunirte conmigo, White. Llega tan r?pido como te sea posible.” Dicho esto, termin? la llamada, dejando a Mackenzie con una l?nea apagada en la mano. Se meti? el tel?fono al bolsillo con lentitud, y volvi? a mirar a Ellington. Estaba retirando la sart?n del fuego, dirigi?ndose a la mesa que hab?a en el peque?o comedor. “Tengo que llevarme algo conmigo,” dijo. “Maldita sea. ?Es sobre m??” “No me dijo nada,” dijo Mackenzie. “Pero creo que no. Se trata de algo diferente. Est? siendo de lo m?s discreto.” No sab?a muy bien a qu? se deb?a, pero se guard? las instrucciones de encontrarse con ?l en el aparcamiento. Si era honesta consigo misma, algo al respecto no le encajaba del todo. Aun as?, agarr? un cuenco de los armarios, se ech? algo de la cena de Ellington dentro de ?l, y le dio un beso en la mejilla. Ambos pod?an ver que resultaba mec?nico y forzado. “Mantenme informado,” dijo Ellington. “Y dime si necesitas algo.” “Por supuesto,” dijo ella. Cayendo en la cuenta de que ni siquiera se hab?a quitado de encima la pistolera y el Glock, se dirigi? derecha hacia la puerta. Y no fue hasta que estuvo de vuelta en el pasillo y en direcci?n a su coche que se dio cuenta de que la verdad es que se sent?a bastante aliviada de que le hubieran sacado de casa. *** Deb?a de admitir que eso de subir lentamente por el nivel 2 del aparcamiento subterr?neo enfrente de la central parec?a un tanto estereotipado. Las reuniones en aparcamientos subterr?neos eran cosas que pasaban en los dramas policiales de televisi?n de poca calidad. Y en esos dramas, las reuniones oscuras en esos aparcamientos sol?an desembocar en alg?n tipo de drama. Divis? el coche de McGrath y aparc? su propio coche a unos pocos espacios de distancia. Lo cerr? y se acerc? paseando hasta donde estaba McGrath esper?ndola. Sin ninguna invitaci?n formal a que lo hiciera, camin? hasta la puerta del copiloto, la abri?, y se mont? en el coche. “Muy bien,” dijo ella. “Tanto secreto me est? matando. ?Qu? es lo que anda mal?” “Nada anda mal en concreto,” dijo McGrath. “Pero tenemos un caso como a una hora de distancia en un pueblecito llamado Kingsville. ?Lo conoces?” “Me suena de algo, pero nunca he estado all?.” “Es tan rural como te puedas imaginar, apostado en medio de la nada antes del movimiento de las interestatales de DC,” dijo McGrath. “Lo cierto es que puede que no sea un caso en absoluto. Eso es lo que necesito que averig?es.” “Est? bien,” dijo ella. “?Pero por qu? no pod?amos tener esta reuni?n en tu despacho?” “Porque la v?ctima es el sobrino del vicedirector. Veintid?s a?os. Parece que alguien le tir? por un puente. El departamento de la polic?a local de Kingsville dice que probablemente no se trate m?s que de un suicidio, pero el vicedirector Wilmoth quiere asegurarse.” “?Tiene alguna raz?n para pensar que ha sido un asesinato?” pregunt? ella. “Bueno, es el segundo cad?ver que se ha hallado al fondo de ese puente en los ?ltimos cuatro d?as. Seguramente sea un suicidio, si quieres saber mi opini?n, pero me han hecho llegar la orden hace una hora, directamente del director Wilmoth. Quiere saberlo con certeza. Tambi?n quiere que le informemos en cuanto sea posible y que se mantenga en secreto. De ah? la petici?n de reunirnos aqu? en vez de en mi oficina. Si nos viera alguien a ti y a m? fuera de horas de trabajo, asumir?an que se trata de lo que est? pasando con Ellington o de que tengo alguna tarea especial para ti.” “As? que… ?voy a Kingsville, averiguo si esto fue un suicidio o un asesinato, y te pongo al d?a?” “S?. Y debido a los ?ltimos acontecimientos respecto a Ellington, ir?s t? sola. Lo que no deber?a ser ning?n problema porque espero que est?s de vuelta esta misma noche dici?ndome que fue un suicidio.” “Entendido. ?Cu?ndo salgo para all??” “Ahora mismo,” dijo ?l. “No hay momento como el presente, ?verdad?” CAP?TULO CUATRO Mackenzie descubri? que McGrath no hab?a exagerado en lo m?s m?nimo al describir Kingsville, Virginia, como un lugar en medio de la nada. Era un pueblecito que, en cuesti?n de identidad, se encontraba atrapado en alguna parte entre Deliverance y Amityville. Ten?a un tenebroso ambiente rural, pero con ese encanto r?stico de pueblecito que la mayor?a de las personas se esperaba de los pueblos sure?os. La noche ya hab?a ca?do por completo para cuando lleg? a la escena del crimen. EL puente apareci? en lontananza lentamente mientras conduc?a su coche por una pista estrecha de gravilla. La carretera en s? misma no era una de las que manten?a el estado, aunque tampoco estuviera completamente cerrada al p?blico. Sin embargo, cuando se acerc? a menos de cincuenta metros del puente, vio que el departamento de polic?a de Kingsville hab?a colocado una hilera de caballetes para evitar que nadie fuera m?s all?. Aparc? junto a unos cuantos coches de la polic?a local y despu?s hizo pie dentro de la noche. Hab?an preparado unos cuantos focos, que alumbraban la empinada ribera que hab?a a la derecha del puente. A medida que se acercaba al punto de la acci?n, un polic?a de aspecto juvenil sali? de uno de los coches. “?Eres la agente White?” pregunt? el hombre, dejando que su acento sure?o le atravesara el cuerpo como una cuchilla. “Lo soy,” respondi? ella. “Muy bien. Puede que te resulte m?s f?cil caminar al otro lado del puente y bajar por el otro lado de la ribera. Este lado est? muy empinado.” Agradecida por el consejo, Mackenzie cruz? el puente. Tom? su peque?a linterna Maglite e inspeccion? la zona mientras la cruzaba. El puente era bastante antiguo, probablemente clausurado hac?a ya tiempo para cualquier clase de finalidad pr?ctica. Sab?a que hab?a gran n?mero de puentes esparcidos por Virginia y Virginia Occidental que eran muy similares a este. Este puente, llamado Puente de Miller Moon seg?n la r?pida investigaci?n que se hab?a arreglado para realizar en las paradas de sem?foros por el camino, hab?a sido erigido en 1910 y se hab?a cerrado al p?blico en 1969. Y aunque esa fuera la ?nica informaci?n que hab?a sido capaz de obtener sobre el lugar, su investigaci?n actual estaba revelando m?s detalles. No hab?a mucho grafiti a lo largo del puente, pero s? que hab?a una considerable cantidad de basura. Tirados por los extremos del puente hab?a botes de cerveza, latas de refrescos, y bolsas vac?as de patatas fritas, todas apiladas contra el borde met?lico que sosten?a los ra?les de hierro. El puente no era muy largo tampoco; ten?a unos veinticinco metros de largo, lo justo como para conectar las riberas empinadas y sobrepasar el r?o que hab?a debajo. Resultaba robusto bajo los pies, pero su misma estructura era casi endeble de alguna manera. Era muy consciente de que estaba caminando sobre unos tableros de madera y unas vigas de soporte que se elevaban casi setenta metros en el aire. Camin? hasta el final del puente, donde comprob? que el oficial de polic?a ten?a raz?n. El terreno era mucho m?s manejable a este otro lado. Con ayuda de su Maglite, vio un sendero pateado que se adentraba a trav?s de hierbajos altos. La ribera descend?a en un ?ngulo cercano a los noventa grados, pero hab?a claros de tierra y rocas esparcidas por aqu? y por all? que hac?an bastante m?s f?cil el descenso. “Espera un momento,” dijo una voz masculina por detr?s suyo. Mackenzie mir? hacia delante, hacia el brillo de los focos, y vio una sombra que surg?a y se dirig?a hacia ella. “?Qui?n anda ah??” pregunt? el hombre. “Mackenzie White, del FBI,” dijo ella, buscando su placa. El due?o de la sombra se hizo visible unos momentos despu?s. Era un hombre mayor con una enorme barba hirsuta. Llevaba un uniforme de polic?a, mientras que la placa sobre su pecho indicaba que se trataba del alguacil de Kingsville. Por detr?s de ?l, pod?a ver las siluetas de otros cuatro agentes de polic?a. Uno de ellos estaba sacando fotos y movi?ndose lentamente entre las sombras. “Oh, vaya,” dijo ?l. “Eso fue r?pido.” Esper? a que Mackenzie se acercara m?s y entonces le extendi? la mano. Le dio un firme apret?n y dijo, “Soy el alguacil Tate. Encantado de conocerte.” “Igualmente,” dijo Mackenzie mientras llegaba al final de la ribera para encontrarse en un terreno llano. Se dio unos momentos para examinar la escena, perfectamente iluminada por los focos que se hab?an colocado a lo largo de las dos riberas del r?o. Lo primero que not? Mackenzie es que el r?o apenas lo era en absoluto—al menos no en este lugar debajo del Puente de Miller Moon. Hab?a lo que parec?an unos charcos serpenteantes de agua estancada abraz?ndose a los laterales y los bordes afilados de rocas y pe?ascos que ocupaban la zona por la que deber?a pasar el r?o. Uno de los pe?ascos entre los escombros era enorme, seguramente del tama?o de un par de coches. Estrellado sobre ese pe?asco estaba el cad?ver. El brazo derecho estaba claramente roto, doblado de manera imposible por debajo del resto del cuerpo. Una corriente de sangre descend?a por el pe?asco, mayormente seca pero todav?a lo bastante h?meda como para que diera la impresi?n de que estaba circulando. “Menuda vista, ?eh?” pregunt? Tate, de pie detr?s de ella. “La verdad es que s?. ?Qu? puedes decirme con certeza en este momento?” “Pues bien, la v?ctima es un hombre de veintid?s a?os. Kenny Skinner. Por lo que tengo entendido, es familiar de alguien de arriba en tu jerarqu?a.” “S?. El sobrino del vicedirector del FBI. ?Cu?ntos hombres de los que est?n aqu? en este momento saben eso?” “Solo yo y mi ayudante,” dijo Tate. “Ya hablamos con tus colegas en Washington. Sabemos que hay que mantener esto en secreto.” “Gracias,” dijo Mackenzie. “?Tengo entendido que se descubri? otro cad?ver aqu? mismo hace unos cuantos d?as?” “Hace tres ma?anas, s?,” dijo Tate. “Una mujer llamada Malory Thomas.” “?Alg?n signo de ataque sexual?” “Bueno, estaba desnuda. Y encontramos su ropa all? arriba sobre el puente. Por lo dem?s, no hab?a nada. Se asumi? que se trataba de otro suicidio.” “?Tienen muchos de esos por aqu??” “S?,” dijo Tate con una sonrisa nerviosa. “Podr?a decirse que s?. Hace tres a?os, se mataron seis personas saltando de este maldito puente. Fue alg?n tipo de r?cord para el lugar en todo el estado de Virginia. Al a?o siguiente, hubo tres m?s. El a?o pasado, fueron cinco.” “?Eran todos locales?” dijo Mackenzie. “No. De esos catorce, solo cuatro de ellos viv?an en un radio de cincuenta millas.” “Y que usted sepa, ?hay quiz? alg?n tipo de leyenda urbana o de razonamiento para que esta gente se quitara la vida saltando de este puente?” “Oh, sin duda, hay historias de fantasmas,” dijo Tate. “Claro que hay alguna historia de fantasmas asociada con pr?cticamente cada puente clausurado del pa?s. No s?. Yo culpo a esos dichosos abismos generacionales. Los chicos de hoy en d?a se sienten ofendidos por algo y creen que quitarse del medio es la respuesta. Es muy triste.” “?Y qu? me dice de homicidios?” pregunt? Mackenzie. “?Qu? porcentaje tienen en Kingsville?” “El a?o pasado hubo dos. Y hasta el momento, solo uno este a?o. Es un pueblo tranquilo. Todo el mundo se conoce y si alguien no te cae bien, uno simplemente se mantiene alejado de esa persona. ?Por qu? lo preguntas? ?Te inclinas por el asesinato en este caso?” “Todav?a no lo s?,” dijo Mackenzie. “Dos cad?veres en cuesti?n de cuatro d?as, en el mismo lugar. Creo que merece la pena investigarlo. ?Sabe por casualidad si Kenny Skinner y Malory Thomas se conoc?an entre ellos?” “Probablemente. Pero no s? c?mo de bien. Como ya he dicho… todo el mundo se conoce aqu? en Kingsville. Pero si me est?s preguntando si acaso Kenny se mat? porque Malory lo hizo, lo dudo mucho. Hay una diferencia de cinco a?os de edad entre ellos y no andaban con la misma gente que yo sepa.” “?Le importa que eche un vistazo?” pregunt? Mackenzie. “Adelante,” dijo Tate, alej?ndose al instante de ella para unirse a los otros agentes que estaban estudiando la escena. Mackenzie se acerc? al pe?asco y al cad?ver de Kenny Skinner con aprensi?n. Cuanto m?s se acercaba al cad?ver, m?s consciente se hac?a del da?o que se hab?a hecho. Hab?a visto algunas cosas espeluznantes en su l?nea de trabajo, pero esta estaba entre las peores. El ribete de sangre proven?a de una zona donde parec?a que la cabeza de Kenny se hab?a estrellado contra la roca. Ni se molest? en examinarlo de cerca porque el negro y el rojo iluminado por los focos no era algo que quer?a que le regresara a su imaginaci?n m?s tarde. La fractura masiva en la parte de atr?s de su cabeza afect? al resto del cr?neo, distorsionando las facciones del rostro. Tambi?n observ? c?mo su t?rax y su tripa parec?an haberse inflado desde dentro. Hizo lo que pudo para pasar esto por alto, examinando la ropa de Kenny y la piel a la vista en busca de signos de algo m?s depravado. Bajo la potente pero aun as? ineficaz luz de los focos, era dif?cil estar segura pero despu?s de varios minutos, Mackenzie no pudo encontrar nada. Cuando se alej?, sinti? que empezaba a relajarse. Por lo visto, se hab?a puesto tensa mientras observaba el cad?ver. Regres? donde estaba el alguacil Tate, que estaba hablando con otro agente. Sonaban como si estuvieran haciendo planes para notificar a la familia. “Alguacil, ?cree que podr?a encargarse de hacer que alguien re?na los historiales de esos catorces suicidios de los ?ltimos tres a?os para m??” “Claro, puedo hacer eso. Har? una llamada en un segundo y me asegurar? de que est?n esper?ndote en comisar?a. Y sabes qu?… hay alguien a quien puede que quieras llamar. Hay una se?ora en el pueblo, trabaja desde casa como psiquiatra y profesora de ni?os con necesidades especiales. Me ha estado dando la lata el a?o pasado sobre c?mo todos esos suicidios en Kingsville no pueden ser simplemente suicidios. Puede que te ofrezca algo que no encuentres en los informes.” “Eso estar?a genial.” “Har? que incluyan su informaci?n de contacto en los informes. ?Est?s bien aqu??” “Por ahora, s?. ?Me puedes dar tu n?mero de tel?fono para contactar m?s f?cilmente?” “Claro, pero este maldito aparato me falla a veces, necesito actualizarme. Deber?a haberlo hecho hace unos cinco meses. As? que, si me llamas y la llamada va directamente al buz?n de voz, no es que te est? ignorando. Te llamar? de inmediato. Odio los tel?fonos m?viles de todos modos.” Despu?s de su perorata sobre la tecnolog?a moderna, Tate le dio su n?mero de m?vil y Mackenzie lo guard? en su tel?fono. “Te veo por ah?,” dijo Tate. “Por ahora, el forense est? de camino. Estar? realmente contento cuando podamos mover ese cad?ver.” Parec?a algo insensible que decir, pero cuando Mackenzie volvi? a mirarlo y vio el estado ensangrentado y fracturado del cad?ver, no pudo evitar sentir que estaba totalmente de acuerdo. CAP?TULO CINCO Eran las 10:10 cuando entr? a la comisar?a. El lugar estaba absolutamente muerto, el ?nico movimiento proven?a de una mujer de aspecto aburrido que estaba sentada a un escritorio—que Mackenzie asumi? hac?a las veces de servicios de emergencia del Departamento de Polic?a de Kingsville—y dos agentes que hablaban animadamente de pol?tica en un pasillo detr?s del escritorio de la mujer. A pesar del aspecto dejado del lugar, parec?a estar bien llevado. La mujer en el centro de servicios de emergencia ya hab?a copiado los informes que hab?a mencionado el alguacil Tate y los ten?a en una carpeta esperando a que llegara Mackenzie. Mackenzie le dio las gracias y entonces le pregunt? por alg?n hotel en la zona. Por lo visto, solo hab?a un motel en Kingsville, a menos de dos millas de distancia del departamento de polic?a. Diez minutos despu?s, Mackenzie estaba abriendo la puerta de su habitaci?n en el Motel 6. Sin duda alguna, se hab?a alojado en sitios peores durante su periodo como agente del FBI, pero no era probable que este fuera a recibir comentarios espectaculares en Yelp o en Google. Le prest? poca atenci?n al estado minimalista de la habitaci?n, dejando los archivos sobre la mesita que hab?a junto a la cama individual y sin perder ni un minuto para ponerse a repasarlos. Hizo algunas anotaciones propias mientras le?a los archivos. Lo primero y quiz? m?s alarmante que descubri? fue que de los catorce suicidios que hab?an tenido lugar en los ?ltimos tres a?os, once hab?an tenido lugar en el Puente de Miller Moon. Los otros tres inclu?an dos suicidios por arma de fuego y un solo caso de alguien que se hab?a colgado de la viga de un ?tico. Mackenzie sab?a lo bastante sobre pueblos peque?os como para entender el atractivo de un hito rural como el Puente de Miller Moon. Su historia y el misterio general de su abandono eran atrayentes, sobre todo para los adolescentes. Y, como mostraban los informes enfrente de ella, seis de los catorce suicidios hab?an sido de chicos menores de veinti?n a?os. Ech? una ojeada a los informes; aunque no eran tan detallados como le hubiera gustado, estaban por encima de lo que cab?a esperar de los departamentos de polic?a locales de pueblos peque?os. Anot? varias cosas, creando una lista exhaustiva de detalles que le pudieran ayudar a llegar al fondo de las m?ltiples muertes que estaban asociadas con el Puente de Miller Moon. Tras una hora m?s o menos, ten?a lo suficiente como para fundamentar algunas opiniones generales. En primer lugar, de los catorce suicidios, exactamente la mitad hab?an dejado notas. Las notas dejaban claro que hab?an tomado la decisi?n de terminar con sus vidas. Cada informe ten?a una fotocopia de la carta y todas ellas expresaban lamentaciones de alguna u otra forma. Dec?an a sus seres queridos que los quer?an y expresaban desgracias que no hab?an podido superar. Los otros siete casi pod?an ser considerados como cl?sicos casos de sospecha de asesinato: cuerpos que se descubrieron de repente, en muy mal estado. Uno de los suicidios, una chica de diecisiete a?os, hab?a mostrado pruebas de actividad sexual reciente. Cuando hallaron el DNA de su pareja en su cuerpo, ?l hab?a proporcionado pruebas en forma de mensajes de texto de que ella hab?a venido a su casa, hab?an tenido relaciones sexuales, y despu?s se hab?a marchado. Y por lo que parec?a, ella se hab?a tirado desde el Puente de Miller Moon unas tres horas despu?s. El ?nico caso de los catorce que pod?a entender que hubiera provocado alg?n tipo de investigaci?n m?s a fondo era el triste y desafortunado suicidio de un chico de diecis?is a?os. Cuando le hab?an encontrado sobre esas rocas ensangrentadas debajo del puente, hab?a moratones en su pecho que no encajaban con ninguna de las heridas que hubiera podido sufrir debido a la ca?da. En unos pocos d?as, la polic?a hab?a descubierto que el chico hab?a recibido palizas habituales de su padre alcoh?lico que, tristemente, hab?a tratado de suicidarse tres d?as despu?s del descubrimiento del cad?ver de su hijo. Mackenzie termin? su sesi?n de investigaci?n con el informe reci?n recopilado sobre Malory Thomas. Su caso destacaba un poco de los dem?s debido a que la hab?an encontrado desnuda. El informe mostraba que hab?an hallado sus ropas en una pila bien ordenada sobre el puente. No hab?a signos de abusos, ni de actividad sexual reciente, o de juego sucio. Por una u otra raz?n, simplemente parec?a que Malory Thomas hab?a decidido dar ese salto como vino al mundo. Eso resulta raro, pens? Mackenzie. Fuera de lugar, la verdad. Si te vas a quitar la vida, ?por qu? querr?as estar as? de expuesta cuando encontraran tu cad?ver? Lo consider? por un momento y entonces se acord? de la psiquiatra que hab?a mencionado Tate. Claro que, como ya era casi medianoche, era demasiado tarde para llamarle por tel?fono. Medianoche, pens?. Mir? su tel?fono, sorprendida de que Ellington no hubiera tratado de contactar con ella. Se imagin? que estaba actuando de manera inteligente—y que no quer?a molestarle hasta que creyera que se encontraba en un buen punto emocional. Y honestamente, ella no estaba segura de d?nde se encontraba. As? que ?l hab?a cometido un error en su vida mucho antes de conocerla… ?por qu? diablos deber?a enfadarse tanto por algo as?? No estaba segura, pero sab?a que lo estaba… y en ese momento, eso era todo lo que realmente importaba. Antes de prepararse para irse a dormir, mir? la tarjeta de visita que la mujer de comisar?a hab?a colocado dentro del archivo. Ten?a el nombre, el n?mero, y la direcci?n de email de la psiquiatra local, la doctora Jan Haggerty. Con la intenci?n de estar tan preparada como fuera posible, Mackenzie le envi? un email, dici?ndole a la doctora Haggerty que estaba en el pueblo, por qu? estaba aqu?, y pidi?ndole que se reunieran en cuanto fuera posible. Mackenzie pens? que, si no hab?a recibido una llamada de Haggerty para las nueve de la ma?ana, le llamar?a ella misma. Antes de apagar las luces, pens? en llamar a Ellington, solo para ver c?mo estaba. Le conoc?a muy bien; seguramente estaba d?ndose una fiesta de autocompasi?n, tom?ndose varias cervezas con planes de quedarse frito en el sof?. Pensar en ?l en este estado le facilit? mucho m?s la decisi?n. Apag? las luces y, en la oscuridad, empez? a sentir que se encontraba en un pueblo que era m?s tenebroso que los dem?s. El tipo de pueblo que escond?a algunas cicatrices horrendas, condenadas a la oscuridad eterna no debido al ambiente rural sino gracias a cierto hito que hab?a en una pista de gravilla a unas seis millas de donde reposaba su cabeza en este preciso instante. Y a pesar de que hizo lo que pudo para despejar la mente, se qued? dormida con im?genes de adolescentes suicid?ndose, saltando desde lo alto del Puente de Miller Moon. CAP?TULO SEIS Mackenzie se despert? sobresaltada por el sonido de su tel?fono m?vil. El reloj de la mesita le inform? de que eran las 6:40 cuando extendi? la mano para agarrarlo. Vio el nombre de McGrath en la pantalla, tuvo solo el tiempo suficiente para desear que hubiera sido Ellington en vez de ?l, y entonces lo respondi?. “Aqu? la Agente White.” “White, ?d?nde estamos en lo que se refiere al caso del sobrino del director Wilmoth?” “Pues bien, en este momento parece que sea un suicidio bastante claro. Si todo sale como creo que va a salir, deber?a estar de regreso en DC esta tarde.” “?Nada de juego sucio?” “Por lo que puedo ver, no. Si no le importa que le pregunte… ?est? buscando el director Wilmoth juego sucio?” “No, pero seamos realistas… un suicidio en la familia de un hombre de su posici?n no va a tener buena pinta. Solo quiere los detalles antes de que los obtenga el p?blico.” “Mensaje recibido.” “White, ?acaso te he despertado?” le pregunt? bruscamente. “Por supuesto que no, se?or.” “Mantenme informado sobre todo esto,” dijo antes de terminar la llamada. Maldita manera de despertarse, pens? Mackenzie mientras sal?a de la cama. Se fue a la ducha y cuando termin?, envuelta en una toalla, sali? del cuarto de ba?o al escuchar que sonaba su tel?fono de nuevo. No reconoci? el n?mero, as? que lo respondi? de inmediato. Con el pelo todav?a h?medo, respondi?: “Al habla la agente White.” “Agente White, soy Jan Haggerty,” dijo una voz de tono sombr?o. “Acabo de leer su email.” “Gracias por responderme tan deprisa,” dijo Mackenzie. “Ya s? que es mucho pedir para alguien con su profesi?n, pero ?hay alguna manera de que nos pudi?ramos reunir para charlar en alg?n momento del d?a?” “Eso no es ning?n problema,” dijo Haggerty. “Mi consulta est? en mi casa y hoy no tengo mi primera cita hasta las nueve y media de la ma?ana. Si me da media hora m?s o menos para prepararme para el d?a, puedo verla esta misma ma?ana. Preparar? algo de caf?.” “Suena estupendo,” dijo Mackenzie. Haggerty le dio a Mackenzie su direcci?n y termin? la llamada. Con media hora por delante, Mackenzie decidi? hacer lo m?s adulto y llamar a Ellington por tel?fono. No les har?a ning?n bien a ninguno de los dos esconderse del asunto que ten?an entre manos y simplemente esperar que el otro se olvidara de ello o que lo pudiera barrer debajo de la alfombra sin m?s. Cuando le respondi? a la llamada, sonaba cansado. Mackenzie asumi? que le hab?a despertado, lo que no era del todo sorprendente ya que sol?a dormir hasta tarde cuando estaba libre. Pero tambi?n estaba bastante segura de que detectaba algo de esperanza en su voz. “Hola,” le dijo. “Buenos d?as,” dijo ella. “?C?mo est?s?” “No lo s?,” dijo Ellington casi al instante. “Malhumorado ser?a la mejor manera de describirlo, pero sobrevivir?. Cuantas m?s vueltas le doy, m?s seguro estoy de que esto se acabar? desvaneciendo. Tendr? una peque?a mancha en mi historial, pero siempre y cuando pueda volver al trabajo, creo que me las arreglar?. ?Qu? hay de ti? ?C?mo va tu caso super secreto?” “Pr?cticamente terminado, creo,” dijo ella. Cuando le hab?a llamado la noche anterior de camino a Kingsville, no hab?a compartido demasiada informaci?n con ?l, dici?ndole solo que no se trataba de un caso en el que ella corriera ning?n peligro. Tambi?n tuvo cuidado de no divulgar demasiada informaci?n por ahora. A veces esto sol?a pasar entre agentes cuando un caso estaba cerrado o a punto de concluirse. “Bien,” dijo ?l. “Porque no me gusta como terminaron las cosas entre nosotros cuando te fuiste. Yo… en fin, no s? por qu? necesito disculparme. Pero sigo creyendo que te he hecho un flaco favor con todo este asunto.” “Es lo que hay,” dijo Mackenzie, odiando el sonido de un clich? como este saliendo de sus labios. “Deber?a estar de regreso esta noche. Podemos hablar de ello despu?s.” “Suena bien. Ten cuidado.” “T? tambi?n,” dijo ella con una risa forzada. Terminaron la llamada y aunque se sent?a un poco mejor despu?s de hablar con ?l, no pod?a negar la tensi?n que todav?a sent?a. Sin embargo, no se permiti? tomarse un tiempo para considerarlo. Se dirigi? hacia Kingsville en busca de algo que comer para pasar el tiempo que le quedaba antes de ir a casa de la doctora Haggerty. *** La doctora Haggerty viv?a sola en una casa de dos plantas de estilo colonial. Estaba asentada en el centro de un hermoso jard?n delantero. Un grupo frondoso de encinas y robles en el patio de atr?s rodeaban la casa por detr?s como si se tratara de una sombra provista por la propia naturaleza. La doctora Haggerty se encontr? con Mackenzie en la puerta principal con una sonrisa y el aroma de caf? fuerte reci?n hecho que ven?a de la cocina. Parec?a tener cincuenta y muchos, con una melena de cabello que todav?a se las arreglaba para mantener la mayor?a de su casta?o claro. Sus ojos le escudri?aron a Mackenzie desde detr?s de un par de peque?as gafas. Cuando invit? a Mackenzie a pasar adentro, hizo gestos a trav?s de la puerta con sus brazos raqu?ticos y una voz que apenas era m?s alta que un susurro. “Gracias de nuevo por quedar conmigo,” dijo Mackenzie. “S? que le avis? con poco tiempo.” “No se preocupe en absoluto,” dijo ella. “Entre usted y yo, espero que podamos encontrar razones suficientes como para que hagamos que el alguacil Tate le d? la lata al condado para que derriben ese maldito puente.” Haggerty sirvi? una taza de caf? a Mackenzie y las dos mujeres se sentaron a la mesita en un pintoresco rinc?n de desayuno adyacente a la cocina. Un ventanal al lado de la mesa daba a esos robles y encinas del patio de atr?s. “?Presumo que ya le han informado de las noticias de ayer por la tarde?” pregunt? Mackenzie. “As? es,” dijo Haggerty. “Kenny Skinner. De veintid?s a?os, ?no es cierto?” Mackenzie asinti? mientras le daba un sorbito al caf?. “Y tambi?n Malory Thomas varios d?as antes. Entonces… ?puede decirme por qu? ha estado d?ndole la lata al alguacil sobre ese puente?” “Bueno, Kingsville tiene muy poco que ofrecer. Y aunque nadie en los pueblos peque?os guste de admitirlo, lo cierto es que estos pueblos no ofrecen nada a los adolescentes y a los adultos j?venes. Y cuando eso sucede, estos hitos morbosos como el Puente de Miller Moon se hacen ic?nicos. Si echa un vistazo a los historiales del pueblo, ha habido gente que se ha quitado la vida en ese puente desde 1956, cuando todav?a estaba abierto al tr?nsito. Los chicos de hoy en d?a est?n expuestos a tanta negatividad y problemas de autoestima que algo tan ic?nico como ese puente se puede acabar convirtiendo en mucho m?s. Los ni?os que est?n buscando una salida del pueblo van al extremo y ya no se trata de escapar del pueblo… sino de escapar de la vida.” “Entonces… ?usted cree que el puente les da a los ni?os suicidas una salida f?cil?” “No una salida f?cil,” dijo Haggerty. “Es casi como una luz para ellos. Y todos los que han saltado del puente previamente les han abierto el camino. Ese puente ya ni siquiera es un puente. Es una plataforma de suicidio.” “Anoche, el alguacil Tate tambi?n dijo que le parece dif?cil de creer que todos estos suicidios sean simplemente suicidios. ?Me lo puede explicar mejor?” “S?… y creo que puedo utilizar a Kenny Skinner como ejemplo. Kenny era un chico popular. Entre usted y yo, seguramente no iba a llegar a hacer nada extraordinario. Probablemente estar?a perfectamente bien pas?ndose el resto de su vida aqu?, trabajando en la Tienda de Repuestos de Tractores y Neum?ticos de Kingsville. Pero ten?a una buena vida aqu?, ?sabe? Por lo que yo s?, era un chico bastante popular con el sexo opuesto y en un pueblo como este—diablos, en un condado como este—eso pr?cticamente garantiza algunos fines de semana bastante divertidos. Habl? personalmente con Kenny el mes pasado cuando pas? con el coche por encima de una punta. ?l lo arregl? para m?. Era amable, estaba ri?ndose todo el tiempo, un chico con buenos modales. Me resulta dif?cil de creer que se matara de tal manera. Y si regresa a la lista de personas que han saltado de ese puente en los ?ltimos tres a?os, hay al menos uno o dos que me resultan de lo m?s sospechoso… gente a la que jam?s hubiera imaginado suicid?ndose.” “As? que ?usted cree que hubo juego sucio en esos casos?” pregunt? Mackenzie. Haggerty se tom? un momento antes de responder. “Es una sospecha que tengo, pero no me sentir?a c?moda diciendo algo como eso con absoluta certeza.” “?Y asumo que esa sensaci?n se basa en su opini?n profesional y no solo se trata de alguien apenado porque haya tantos suicidios en su pueblecito?” pregunt? Mackenzie. “Eso es correcto,” dijo Haggerty, pero pareci? hasta un tanto ofendida por la naturaleza de la pregunta. “Por casualidad, ?acaso atendi? en alguna ocasi?n a Kenny Skinner o a Malory Thomas como clientes?” “No. Ni a ninguna de las otras v?ctimas desde al menos 1996.” “Entonces, ?ha conocido al menos a una de las personas que se han suicidado en el puente?” “S?, en una ocasi?n. Y en ese caso, lo vi venir. Hice todo lo que pude para convencer a la familia de que ella necesitaba ayuda. Sin embargo, para cuando me las arregl? para conseguir que lo pensaran, se tir? del puente. Ver?… en este pueblo, el Puente de Miller Moon es sin?nimo con suicidio. Y por eso me gustar?a que el condado lo derribara.” “?Porque le parece que b?sicamente atrae a cualquiera que tenga pensamientos suicidas?” “Exactamente.” Mackenzie percibi? que la conversaci?n hab?a terminado. Y eso le parec?a bien. Pod?a decir de inmediato que la doctora Haggerty no era la clase de persona que exagerara las cosas solo para que le escucharan. Aunque hab?a tratado de quitarle importancia por miedo a equivocarse, Mackenzie estaba bastante segura de que Haggerty cre?a firmemente que al menos algunos de los casos no eran suicidios. Y ese atisbo de escepticismo era todo lo que necesitaba Mackenzie. Si hab?a incluso la m?s leve posibilidad de que cualquiera de los ?ltimos dos cad?veres fueran asesinatos y no suicidios, quer?a saberlo con certeza antes de regresar a DC. Termin? con el caf?, le dio las gracias a la doctora Haggerty por su tiempo, y se dirigi? de vuelta a la calle. De camino al coche, mir? al bosque que bordeaba la mayor parte de Kingsville. Mir? hacia el oeste, donde se escond?a el Puente de Miller Moon al fondo de una serie de carreteras secundarias y una pista de gravilla que parec?a indicar que todos los que la transitaban estaban llegando al final de algo. Mientras pensaba en esas rocas manchadas de sangre al fondo del puente, la comparaci?n le provoc? un escalofr?o en el coraz?n. La alej? de s?, dando marcha al motor y sacando el tel?fono m?vil. Si iba a obtener una respuesta definitiva sobre todo esto, necesitaba tratarlo como si fuera un caso de asesinato. Y con esa mentalidad, se imagin? que necesitaba empezar a hablar con los familiares de los recientemente fallecidos. CAP?TULO SIETE Antes de visitar a la familia de Kenny Skinner, Mackenzie telefone? a McGrath para obtener permiso expl?cito. Su respuesta fue breve, clara y concisa: No me importa si tienes que hablar con alguien del maldito equipo de b?isbol de la Liga Infantil, solo que averig?es lo que pasa. Esa confirmaci?n le empuj? a la residencia de Pam y Vincent Skinner. Por lo que McGrath le hab?a explicado, Pam Skinner sol?a llamarse Pam Wilmoth. Hermana mayor del director Wilmoth, trabajaba desde casa como especialista en propuestas para una agencia del medio ambiente. Por lo que se refer?a a Vincent Skinner, era el propietario de la Tienda de Repuestos de Tractores y Neum?ticos de Kingsville, y hab?a empleado a su hijo Kenny desde que ten?a quince a?os. Cuando Mackenzie llam? a la puerta, ninguno de los Skinner sali? a recibirla. En vez de ellos, sali? el pastor de la Iglesia Presbiteriana de Kingsville. Cuando Mackenzie le mostr? su placa y le dijo por qu? estaba all?, la dej? pasar y le pidi? que esperara en el recibidor. La familia Skinner viv?a en una bonita casa en una esquina de lo que asumi? se consideraba como el centro urbano de Kingsville. Pod?a oler a algo que se estaba cocinando, cuyo aroma sal?a de un largo pasillo. En alguna otra parte de la casa, pod?a escuchar c?mo sonaba un tel?fono m?vil. Tambi?n escuchaba la voz apagada del pastor, mientras les dec?a a Pam y a Vincent Skinner que hab?a llegado una se?ora del FBI para hacerles unas cuantas preguntas sobre Kenny. Llev? unos cuantos minutos, pero finalmente, sali? Pam Skinner a saludarla. La mujer ten?a el rostro enrojecido de llorar y daba la impresi?n de que no hab?a pegado ojo la noche anterior. “?Es usted la agente White?” le pregunt?. “As? es.” “Gracias por venir,” dijo Pam. “Mi hermano me dijo que vendr?a en alg?n momento.” “Si es demasiado pronto, puedo—” “No, no, quiero cont?rselo ahora,” dijo ella. “?Est? su marido en casa?” “Ha optado por quedarse en la sala de estar con el pastor. Vincent se lo tom? realmente mal. Se desmay? dos veces anoche y atraviesa estos momentos en que simplemente se niega a creer lo que ha pasado y—” Como si llegara de la nada, un enorme sollozo se escap? de la garganta de Pam y se apoy? contra la pared. Detuvo su respiraci?n y reprimi? lo que Mackenzie pod?a asegurar era su pena que trataba de salir a la superficie. “Se?ora Skinner… puedo volver m?s tarde.” “No. Ahora, por favor. Me he tenido que mantener entera toda la noche para Vincent. Puedo arregl?rmelas para hacerlo unos cuantos minutos m?s para usted. Pero… venga a la cocina.” Mackenzie sigui? a Pam Skinner por el pasillo hasta la cocina, donde Mackenzie empez? a reconocer el aroma que hab?a percibido antes. Por lo visto, Pam hab?a metido unos bollos de canela al horno, quiz? en un intento de seguir posponiendo su sufrimiento por su marido. Pam los ech? un vistazo con pocas ganas mientras Mackenzie se sentaba en un taburete junto a la barra de la cocina. “Habl? con la doctora Haggerty por la ma?ana,” dijo Mackenzie. “Ha estado presionando para que derriben el Puente de Miller Moon. El nombre de su hijo surgi? en la conversaci?n, Dijo que le parece muy dif?cil de creer que Kenny se hubiera quitado la vida.” Pam asinti? con firmeza. “Y tiene toda la raz?n. Kenny nunca se hubiera quitado la vida. La idea es absolutamente rid?cula.” “?Tiene alguna raz?n v?lida y contundente para sospechar que alguien quisiera hacerle da?o a su hijo?” Pam sacudi? la cabeza, tan furiosamente como hab?a asentido hac?a unos instantes. “He pensado en ello toda la noche. Y me trajo a la mente algunas verdades desagradables sobre Kenny, por supuesto. Hay unos cuantos chicos que no le aprecian demasiado porque Kenny sol?a quitarles la novias a muchos de ellos. Pero nunca lleg? a nada serio.” “Y las ?ltimas semanas, ?no le ha o?do decir algo a Kenny o quiz? le ha visto actuar de cierta manera que pudiera indicar que estaba teniendo pensamientos de hacerse da?o?” “No. Nada de eso. Incluso cuando Kenny estaba de mal humor, se las arreglaba para iluminar una habitaci?n. Rara vez se enfadaba por nada. No era un chico perfecto, pero por Dios santo, no creo que hubiera ni una onza de odio o de ira dentro de ?l. Simplemente me resulta m?s all? de lo comprensible pensar que se haya quitado la vida.” Se le escap? otro sollozo de la garganta entre las palabras quitado y la vida. “?Sabe si ten?a alg?n tipo de v?nculo con ese puente?” pregunt? Mackenzie. “No m?s que otros adolescentes y adultos j?venes del pueblo. Estoy segura de que en ocasiones bebi? o flirte? all? abajo, pero nada fuera de lo normal.” Mackenzie pod?a percibir c?mo el dique estaba a punto de romperse dentro de Pam Skinner. Un minuto o dos m?s y ella se derrumbar?a. “Una pregunta m?s, y por favor sepa que he de hacerla. ?C?mo de segura est? de que conoc?a bien a su hijo? ?Cree que pueda haber alguna clase de secretos de una vida oculta que estuviera manteniendo a escondidas de usted y de su marido?” Se qued? pensativa por un instante mientras le corr?an las l?grimas por las mejillas. Lentamente, dijo: “Supongo que todo es posible, pero si Kenny estaba escondiendo una segunda vida de nosotros, lo estaba haciendo con la pericia de un esp?a. Y aunque era un gran chico, no se compromet?a mucho con las cosas. Que hubiera escondido algo como esto…” “La entiendo,” dijo Mackenzie. “Le voy a dejar para que procese esto ahora, pero por favor, si se le ocurre cualquier otra cosa en los pr?ximos d?as, ll?meme de inmediato.” Dicho eso, Mackenzie se puso en pie y coloc? su tarjeta de visita sobre el mostrador. “Lamento much?simo su p?rdida, se?ora Skinner.” Mackenzie sali? deprisa pero no de manera grosera. Pod?a sentir el peso de la p?rdida familiar hasta que estuvo afuera, con la puerta cerrada detr?s suyo. Incluso entonces, de camino al coche, pod?a escuchar los sonidos de Pam Skinner finalmente entreg?ndose a su pesar. Era incre?blemente abrumador y le rompi? un poco el coraz?n a Mackenzie. Hasta cuando ya estaba en la salida a la carretera, el ruido de los sollozos de Pam Skinner le recorr?a la mente como una brisa de oto?o azotando las hojas muertas en una calle abandonada. CAP?TULO OCHO No hab?a un solo forense en todo el condado. Lo que es m?s, la oficina del examinador m?dico se encontraba a una hora y media de Kingsville, en Arlington. En vez de conducir de regreso a DC para probablemente acabar regresando a Kingsville, Mackenzie volvi? a su habitaci?n de motel y realiz? una serie de llamadas. Diez minutos m?s tarde, estaba llamando para comenzar una sesi?n en Skype con el forense que hab?a supervisado los cad?veres de Malory Thomas y Kenny Skinner. El cad?ver de Kenny Skinner todav?a no estaba completamente preparado y listo para ser evaluado lo cual dificultaba las cosas todav?a m?s. Aun as?, Mackenzie comenz? la llamada y esper? a la respuesta. El hombre que le respondi? era alguien con quien Mackenzie hab?a trabajado unas pocas veces en otros casos, un hombre de mediana edad con pelo canoso enervado llamado Barry Burke. Era agradable ver un rostro familiar despu?s de la ma?ana que hab?a pasado. Todav?a no se hab?a quitado del todo de encima los sonidos de la p?rdida que hab?an salido de Pam Skinner mientras ella dejaba la casa. “Hola, agente White,” dijo Burke. “Hola. Me dicen que todav?a no hay gran cosa que podamos decir del cad?ver de Kenny Skinner, ?no es cierto?” “Me temo que s?. A riesgo de sonar algo bestia, es algo realmente horrible. Si me dices lo que est?s buscando lo puedo poner a la cabeza de la lista de prioridades.” “Cualquier ara?azo o morat?n reciente. Cualquier signo de que pudiera haberse metido en una pelea.” “Muy bien, lo har?. Y entonces… entiendo que necesitas saber lo mismo sobre Malory Thomas, ?verdad?” “As? es. ?Tienes alguna cosa?” “Pues mira por donde, puede que s?. Odio decirlo, pero cuando recibimos un cad?ver qu? obviamente es de alguien que se ha suicidado, hay ciertas cosas que al instante van al fondo de nuestra lista de prioridades. Y s?…  encontramos algo en Malory Thomas que, honestamente, podr?a no tratarse de nada, pero si est?s buscando ara?azos…” “?Qu? es lo que tienes?” “Dame un segundo y te env?o una foto,” le dijo. ?l puls? unas cuantas veces y entonces surgi? el icono del sujetapapeles en la ventana de Skype. Mackenzie hizo clic en ?l y se abri? un JPEG en su pantalla. Estaba mirando la parte inferior de la mano derecha de Malory Thomas. Mackenzie ampli? la foto y al instante vio a lo que se refer?a Burke. Entre el primero y el segundo nudillo de 3 de sus dedos hab?a cortes y laceraciones muy claras. Los cortes eran de aspecto desigual y aunque no estaban ensangrentados resultaban espeluznantes y crudos. Hab?a dos ara?azos muy grandes en la parte superior de la palma de su mano que tambi?n parec?an ser bastante recientes. Por ?ltimo, parec?a haber alg?n tipo de muesca leve en la carne de la mano, justo por encima de la palma en forma de un peque?o semic?rculo. Por alguna raz?n, esta destacaba entre todas las dem?s. Resultaba extra?a, y por lo general eso quer?a decir que se trataba de la pista que andaba buscando. “?Te ayuda esto en algo?”  dijo Burke. “Todav?a no lo s?,” dijo Mackenzie. “Pero es m?s de lo que ten?a hace un minuto.” “Tambi?n puede que esto sea importante…  un segundo.” Burke se alej? de su escritorio durante unos 10 segundos y entonces regres? de nuevo frente a la pantalla. Llevaba en la mano una peque?a bolsa de pl?stico. Dentro de ella hab?a lo que parec?a ser un trozo de corteza de ?rbol. Lo sostuvo frente a la c?mara. Mackenzie vio un pedazo de madera de una pulgada de ancho y pulgada y media de largo. “Esto estaba en su cabello,” dijo Burke. “Y la ?nica raz?n por la que nos result? interesante es porque fue la ?nica pieza que encontramos en su cabello. Normalmente, cuando se encuentra algo as? en un cad?ver, hay una gran cantidad. Esquirlas de madera, gravilla cosas as?, pero este era el ?nico trozo.” “Pregunta extra?a para ti,” dijo Mackenzie. “?Puedes tomar una foto de eso y envi?rmela por email?” “Uf, esa es una de las peticiones menos extra?as que he recibido esta semana. Privilegios de la profesi?n ya sabes.” “Gracias por la reuni?n,” dijo Mackenzie. “?Tienes idea de cu?ndo vas a poder echar un vistazo m?s a fondo a Kenny Skinner?” “Espero que en unas pocas horas.” “Espero estar de regreso en DC esta noche. Te llamar? cuando regrese y ojal? pueda pasarme por all?.” Tras acordar estos planes, concluyeron la llamada. Mackenzie envi? por email la foto de la mano de Malory Thomas a su tel?fono m?vil y entonces sali? de casa. Pensaba en los ara?azos y en esa muesca apenas visible en la mano de la mujer, adem?s de la pieza de madera. Sin duda alguna, todo esto significaba algo… pod?a sentir como trataba de encajar dentro de su cabeza. En vez de devanarse los sesos en el motel, pens? que no habr?a mejor lugar para repasarlo que la misma escena del supuesto crimen. Su ?nica esperanza era que el puente de Miller Moon fuera menos sombr?o y siniestro a la luz del d?a. *** Cuando llego al desv?o que llegaba a la pista de gravilla que acababa en el Puente de Miller Moon, se alegr? de ver un coche de la polic?a del condado aparcado al volver del puente. El agente de aspecto aburrido levant? la vista cuando ella aparc? su coche. Le mostr? su placa y ?l le hizo una se?al con la mano despu?s de hacer un esfuerzo para mirarla de lejos. Despu?s de unos 400 metros se encontr? con una se?al que dec?a: FIN DE MANTENIMIENTO ESTATAL. Era en ese punto en que la pista se hac?a poco m?s que un camino de gravilla. Se lo tom? con calma, escuchando los crujidos de los pedruscos debajo del coche que iba levantando polvo a su paso. Despu?s de otra milla, se hicieron visibles los puntales blancos del Puente de Miller Moon, que se elevaban ligeramente en el aire en ?ngulo diagonal. Dobl? una curva y entonces vio el puente entero que se expand?a por encima del abismo debajo del cual corr?a un lecho de r?o muy seco. Aunque no parec?a tan escalofriante a la luz del d?a, sin duda alguna la estructura mostraba su antig?edad. Aparc? a varios metros de distancia de donde comenzaban los tablones de madera. Trat? de imaginarse c?mo hubiera sido conducir un coche hasta el otro lado de este puente hace 30 o 40 a?os y el mero pensamiento le aterroriz?.  Cuando puso el pie en los tableros mir? hacia el otro lado. Hab?a dos barreras de cemento que ser?an de poco m?s de un metro de largo entre el final del puente y el principio de una carretera que claramente ya no estaba en uso. Parec?a literalmente que estuviera poniendo el pie en el mism?simo fin del mundo donde todo llegaba a su final. Mientras caminaba lentamente por el puente, busc? la foto de la mano de Malory. Tambi?n abri? el archivo adjunto que le hab?a enviado Burke por email despu?s de su conversaci?n en Skype. Abri? la imagen de la pieza de madera, para tener las dos a la vista. No ten?a ni idea de lo que estaba buscando, pero sent?a la confianza de que sabr?a lo que era cuando sus ojos lo vieran. Y resulta que no tard? mucho en hacerlo. Camin? como unos tres metros por el puente cuando not? la disposici?n de las vigas y los puntales que recorr?an los laterales del puente. Por supuesto, todos ellos iban por debajo para hacer de soporte, pero al otro lado de los ra?les blancos que separaban el puente del espacio abierto que le segu?a, hab?a un puntal de hierro que sobresal?a unos 60 cent?metros del puente. Era lo bastante ancho como para que alguien se pusiera all? de pie. Ech? un vistazo al resto del puente y cont? tres puntales distintos. Se acerc? al ra?l y se agach? para echar un vistazo m?s de cerca. El puntal que hab?a delante de ella soportaba otros 5 puntales m?s peque?os que pasaban por debajo del puente. Los m?s peque?os estaban unidos a los m?s grandes con tornillos grandes, y los tornillos estaban cubiertos de lo que parec?an ser unas cubiertas de metal lisas, gastadas y oxidadas por el tiempo. Mackenzie mir? la foto de la palma de la mano de Malory, ampliando la muesca que hab?a en la piel. Ligeramente circulares, las curvas se asemejaban mucho a la circunferencia de las cubiertas met?licas en los puntales. Pas? el dedo con cuidado por la cubierta met?lica. Sin duda, estaba alisada—y seguramente la hab?an colocado all? para ocultar el borde m?s ?spero del tornillo industrial que hab?an utilizado para enganchar los puntales—pero los extremos de las cubiertas estaban ?speros en los bordes. Mackenzie se puso de pie y lentamente camin? un poco m?s all? del fondo. Vio la misma disposici?n, una y otra vez. Cinco tornillos, cuyos extremos estaban cubiertos por esas cubiertas lisas de hierro. Entonces hab?a una apertura en la disposici?n de las cubiertas y despu?s hab?a otras cinco. Cont? 3 grupos de 5 en el primer puntal de hierro, y despu?s 5 en el siguiente. Sin embargo, no lleg? al tercer puntal de hierro de la ?ltima parte del puente. Cuando estaba a mitad de camino por el puente, lleg? junto a donde la base de madera del marco del puente sobresal?a solamente un poquito por debajo del puntal de hierro. No demasiado… quiz?s 3 pulgadas, pero esto fue suficiente para que Mackenzie se diera cuenta de que las vigas y los puntales por debajo del puente estaban parcialmente hechos de madera—quiz?s se tratara solamente del marco original o de una construcci?n adicional. Se puso de nuevo de rodillas y se inclin? un poco sobre los ra?les de seguridad. Pas? su mano por el trozo de madera que estaba a la vista. Era viejo y estaba descascarillado, pero resultaba bastante duro. Compar? el color y la textura de la madera con la pieza que Burke le hab?a mostrado. Incluso con el brillo de su tel?fono, pod?a afirmar que se trataba de los mismos. Claro que, si ella salt?, ?c?mo diablos lleg? a su cabello? Estaba bastante segura de que la foto de la palma de la mano de Malory responder?a a esa pregunta. Y si la marca de una de esas cubiertas estaba en la palma de su mano, es porque ella no salt?. Estaba colgada del puente… quiz? tratando de salvarse a s? misma. Y el trozo de madera en su cabello… si estaba colgada de este mismo punto, no es dif?cil de creer que un peque?o trozo de esta madera tan vieja hubiera acabado en su cabello mientras ella trataba de agarrarse con m?s fuerza. Desliz? su dedo sobre las 5 cubiertas en el puntal que ten?a delante, una por una. Cuando lleg? a la pen?ltima, not? una aspereza en el borde de la cubierta. Sin duda era lo bastante como para hacer esas marcas tan leves en la mano de Malory. Con el coraz?n salt?ndole en el pecho, Mackenzie mir? por encima de los ra?les. Las rocas que hab?an acabado matando a Malory Thomas y Kenny Skinner aguardaban all? abajo. Hasta desde esta altura, pod?a ver la descoloraci?n donde hab?a habido sangre hac?a menos de 12 horas. Estoy justo donde ellos estuvieron, pens? Mackenzie. Estuvieron aqu? mismo de pie unos momentos antes de morir. Entonces volvi? a mirar la foto de la muesca en la palma de la mano de Malory, y volvi? a mirar las cubiertas de los tornillos. Y corrigi? ese pensamiento: Estuvieron aqu? mismo de pie unos momentos antes de ser asesinados. CAP?TULO NUEVE Mackenzie no ten?a recepci?n en el tel?fono hasta que regres? a la pista de gravilla, por lo que no pudo llamar a McGrath para darle las noticias hasta diez minutos despu?s. Su secretaria le dijo que se encontraba fuera de su despacho y que no respond?a al tel?fono. Decidi? no dejarle ning?n mensaje y, en vez de ello, llam? al alguacil Tate. Tate tampoco le respondi?, pero cuando le sali? el buz?n de voz, se acord? de que le hab?a dicho que su tel?fono desfasado estaba comport?ndose mal. Colg?, frustrada, pero antes de que le diera tiempo a enfadarse, Tate le llam? directamente de vuelta. “Ya te lo dije,” dijo ?l. “Este maldito tel?fono. De todos modos, ?qu? puedo hacer por ti, agente White?” “?Con que rapidez nos podemos encontrar en la comisar?a con algunos de tus mejores hombres?” “Estoy en la comisar?a ahora mismo. Y si se refiere a Kenny Skinner, entonces la ?nica otra persona que lo sabe es mi ayudante, como te dije anoche. Puedo hacer que regrese aqu? en unos veinte minutos. ?Por qu?? ?Qu? pasa?” “Hay unas cuantas cosas de las que te quiero informar.” “?Encontraste algo?” le pregunt?, con curiosidad instant?nea. Tambi?n sonaba un tanto excitado y Mackenzie no supo muy bien c?mo tom?rselo. “La verdad es que prefiero esperar hasta que nos veamos all?. A prop?sito… ?tienes alguna manera de que pueda llamar a DC?” “Solo tenemos un viejo tel?fono de botones. Podemos poner una conferencia con alguien si hace falta.” Se sinti? un poco consentida cuando esto le decepcion?. Sin embargo, le dio las gracias y termin? la llamada. Se encontraba a cinco minutos de distancia de la comisar?a de Kingsville cuando le llam? McGrath de vuelta. Despu?s de repasar los detalles de lo que hab?a descubierto, ?l se qued? en silencio un momento. Finalmente, en el momento en que estaba a punto de meterse al aparcamiento de la comisar?a, le habl?. “?Est?s segura de eso?” le pregunt?, “Estoy lo bastante segura como para afirmar que sin duda se merece una investigaci?n.” “Con eso me basta. Encuentra la manera de tenerme en esa reuni?n que est?s a punto de tener. Quiero mantenerme cerca en este caso.” “As? lo har?. Dame unos cuantos minutos.” Aparc? y entr? a la comisar?a. El alguacil Tate estaba sentado detr?s de la zona de patio, esper?ndola. Cuando entr? a la recepci?n, ?l se acerc? r?pidamente para saludarla. Mientras la escoltaba hacia la parte de atr?s del peque?o edificio, le habl? en susurros. “Me las arregl? para que uno de mis chicos se figurara la manera de que pudieras realizar una llamada de video desde uno de nuestros port?tiles. Estoy seguro que no ser? de la misma calidad t?cnica a la que est?s acostumbrada en DC, pero es todo lo que tenemos aqu?.” “Est? bien, eso deber?a ser suficiente.” Tate le gui? a la sala de conferencias donde hab?a un MacBook bastante antiguo sobre una mesa de madera. Hab?a otro hombre sentado al final de la mesa, que le salud? con la mano cuando entr?. Entonces se puso de pie y le ofreci? su mano. “Ayudante Andrews,” le dijo. “Encantado de conocerte, agente White.” Se trataba de un hombre bajito y fornido, m?s bien gordito, con esa clase de duro encanto sure?o que pod?a resultar encantador o un tanto desagradable. Por el momento, Mackenzie no pod?a decidirse por cu?l de ambos encajaba con Andrews. “En fin, esto es lo mejor que podemos hacer,” dijo Tate, girando el MacBook en direcci?n a ella. “Mi colega se acaba de asegurar de que podamos utilizar FaceTime con ?l. Esto, para Kingsville, es alta tecnolog?a.” Sac? el n?mero de McGrath de su lista de contactos y lo introdujo. Al realizar la llamada, tard? unos momentos en conectarse. Cuando apareci? el rostro de McGrath en la pantalla, Tate y Andrews se colocaron detr?s de Mackenzie. Hicieron una r?pida ronda de presentaciones—mera formalidad, para ser honestos, ya que estaba segura de que a McGrath le interesaban muy poco los agentes de la polic?a de Kingsville. “Para asegurarme de que estamos todos al d?a,” dijo Mackenzie. “Voy a repasarlo una vez m?s. Hab?a unas laceraciones muy leves en la mano izquierda de Malory Thomas. Adem?s, hab?a una ligera muesca, como si se hubiera estado agarrando a algo momentos antes de su muerte. Tras visitar el Puente de Miller Moon por la ma?ana, fui capaz de determinar que la muesca ten?a exactamente la misma forma que las cubiertas que hay sobre los tornillos a lo largo de los puntales al extremo del puente. “Adicionalmente, se encontr? un pedazo de madera en su cabello—que al forense le result? extra?o porque era el ?nico pedazo. Resulta que la madera en su cabello es exactamente la misma que tienen los soportes de madera a lo largo y por debajo del puente, hasta del mismo tono y textura. Si a eso le a?adimos el hecho de que estaba desnuda y que se encontr? su ropa sobre el puente, me hace pensar que no salt?. M?s bien parece que estaba colgada del extremo del puente. Con bastante fuerza, puedo a?adir, a juzgar por esa muesca. Y si se iba a quitar a vida, ?por qu? se esforzar?a por sujetarse del borde?” “Tiene sentido, creo yo,” dijo Tate. “S? que lo tiene,” dijo McGrath. “Pero entonces esto nos lleva a m?s preguntas. ?Fue solamente Malory la que puede que haya sido asesinada? ?Podemos tambi?n a?adir a Skinner en el mismo barco? Y si es as?, ?por qu? no a todos los dem?s que han saltado desde ese puente?” “Estuve hablando con la doctora Jan Haggerty, una psiquiatra que vive en el pueblo. Me dijo que, en base a lo que sab?a sobre Skinner, no hay manera de que se suicidara. Y sin duda, su madre tambi?n est? de acuerdo con eso. Y si miramos las fechas de los suicidios, han pasado casi dos a?os desde que se encontrara un cad?ver en las rocas que hay debajo del puente. Ahora, dos a?os despu?s, tenemos a dos en cuesti?n de cuatro d?as. Creo que podemos asumir con certeza que tambi?n merece la pena investigar la muerte de Kenny Skinner como un posible asesinato. Las fechas son demasiado cercanas como para que se trate de una coincidencia.” “Alguacil Tate, ya hemos hablado de la importancia del chico de Skinner,” dijo McGrath. “Le pido que en los pr?ximos d?as tenga la consideraci?n de proporcionarle a la agente White cualquier cosa que necesite. Y le ruego que le deje liderar este caso. Es una de mis mejores agentes y conf?o en ella por completo. ?Puede hacer esto por m??” “Sin duda alguna. No tienes m?s que decirme en qu? te podemos ayudar.” “Agente White, ?tienes alguna pista que investigar en este momento?” “Nada robusto todav?a,” dijo ella. “Pero supongo que no debe de ser dif?cil encontrar a alguna gente con la que hablar sobre las vidas de las v?ctimas. Me est?n diciendo continuamente que este es uno de esos pueblos donde todo el mundo se conoce entre s?. Cuando habl? con la madre de Kenny Skinner, se me ocurrieron algunas ideas.” “Muy bien. Ponte a ello, y mantenme informado. Alguacil Tate, gracias de nuevo por su cooperaci?n.” “Sin prob—” Pero McGrath ya hab?a colgado. La pantalla titil? por un momento y entonces se termin? la conexi?n. “No te lo tomes personalmente,” dijo Mackenzie. “A m? me lo hace todo el tiempo.” Con un gesto de indiferencia, Tate pregunt?, “Y entonces, ?qu? necesitas de nosotros?” Mackenzie lo pens? por un momento, intentando determinar el mejor curso de acci?n. “?Puedes conseguirme los informes policiales de algunas de las personas que se han suicidado en ese puente durante los ?ltimos cinco a?os m?s o menos? “Puedo hacer eso por ti,” dijo Tate. “Aunque no creo que haya mucho que mirar.” “Est? bien, solo—” Le son? el tel?fono, interrumpi?ndola. Lo respondi? y escuch? la voz sombr?a de Pam Skinner al otro lado. “?Agente White? ?Todav?a sigue en Kingsville?” “As? es.” “?Cree que podr?a pasarse de nuevo por mi casa? Finalmente, mi marido se ha calmado un poco y quiere hablar con usted.” “Desde luego. Deme unos cuantos minutos.” Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693647&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.