Êàêîå, â ñóùíîñòè, íåëåïîå çàíÿòèå ïèñàòü ñòèõè: ......................è "ãëàç ëóíû", è "ñîëíöà äèñê" êàê ìèð ñòàðû. ............................Äóøè øèðîêèå îáúÿòèÿ òîëïå íàâñòðå÷ó ðàñïàõíóòü... - ................................................ïîäîáíûé ðèñê ê ÷åìó òåáå? - ........................Ãëóõîé ñòåíîé - íåïîíèìàíèå; ðàçäàâëåí òÿæåñòüþ

Antes De Que Cace

Antes De Que Cace Blake Pierce Un Misterio con Mackenzie White #8 De Blake Pierce, el autor de ?xitos de ventas como UNA VEZ DESAPARECIDO (un #1 con m?s de 900 cr?ticas de cinco estrellas), llega el libro #8 en la trepidante serie de misterio con Mackenzie White como protagonista. En ANTES DE QUE CACE (Un Misterio con Mackenzie White – Libro 8), est?n apareciendo v?ctimas asesinadas en el estado natal de la agente especial del FBI Mackenzie White – todas ellas de un tiro en la nuca, y todas con la tarjeta de visita de Antig?edades Barker al lado. La misma tarjeta que el asesino de su padre dej? sobre su cad?ver hace ya a?os. Con una repentina urgencia en el momento presente, por fin ha llegado el momento de que Mackenzie se enfrente a sus fantasmas, para encarar su pasado m?s oscuro, y encontrar al asesino de su padre. Pero puede que su viaje al callej?n de los recuerdos le lleve hasta lugares que preferir?a no tener que ver, y a descubrimientos que preferir?a no hacer. Mackenzie se encuentra en medio de un juego del gato y el rat?n con un asesino m?s siniestro de lo que se pod?a imaginar, y con su mente fr?gil a punto de colapsar, este caso, entre todos los casos, puede resultar siendo el que acabe con ella. Un thriller psicol?gico de suspense trepidante, ANTES DE QUE CACE es el libro #8 de una nueva e impactante serie – con una nueva protagonista – que le ver? pasando p?ginas hasta altas horas de la noche. Tambi?n escrito por Blake Pierce, UNA VEZ DESAPARECIDO (Un Misterio con Riley Paige – Libro #1), un #1 ?xito de ventas con m?s de 900 cr?ticas de cinco estrellas – ?y una descarga gratuita! BLAKE PIERCE ANTES DE QUE CACE Blake Pierce Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce tambi?n es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicol?gico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicol?gico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros). Blake Pierce es un ?vido lector y fan de toda la vida de los g?neros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, as? que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com (http://www.blakepierceauthor.com/) para saber m?s y mantenerte en contacto. Copyright © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto por lo que permite la Ley de Copyright de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ning?n medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperaci?n sin el permiso previo del autor. Este libro electr?nico tiene licencia para su disfrute personal solamente. Este libro electr?nico no puede volver a ser vendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si est? leyendo este libro y no lo compr?, o no lo compr? solamente para su uso, entonces por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares, los acontecimientos y los incidentes son producto de la imaginaci?n del autor o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright lassedesignen, utilizada con licencia de Shutterstock.com. LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1) EL TIPO PERFECTO (Libro #2) LA CASA PERFECTA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO PSICOL?GICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE AL LADO (Libro #1) LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2) CALLEJ?N SIN SALIDA (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE SI ELLA SUPIERA (Libro #1) SI ELLA VIERA (Libro #2) SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE VIGILANDO (Libro #1) ESPERANDO (Libro #2) ATRAYENDO (Libro #3) SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1) UNA VEZ TOMADO (Libro #2) UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) UNA VEZ ATRA?DO (Libro #4) UNA VEZ CAZADO (Libro #5) UNA VEZ A?ORADO (Libro #6) UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7) UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8) UNA VEZ ACECHADO (Libro #9) UNA VEZ PERDIDO (Libro #10) UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11) UNA VEZ ATADO (Libro #12) UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13) SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE ANTES DE QUE MATE (Libro #1) ANTES DE QUE VEA (Libro #2) ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3) ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4) ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5) ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6) ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7) ANTES DE QUE CACE (Libro #8) ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9) ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10) SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK CAUSA PARA MATAR (Libro #1) UNA RAZ?N PARA HUIR (Libro #2) UNA RAZ?N PARA ESCONDERSE (Libro #3) UNA RAZ?N PARA TEMER (Libro #4) UNA RAZ?N PARA RESCATAR (Libro #5) UNA RAZ?N PARA ATERRARSE (Libro #6) SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1) UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2) UN RASTRO DE VICIO (Libro #3) UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4) UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5) CAP?TULO UNO El avi?n le estaba llevando de vuelta a Nebraska. Mackenzie pesta?e?, incapaz de sacudirse el pensamiento de la mente. En general, no ten?a problema para quedarse dormida en un avi?n, aunque este vuelo era diferente. Le daba la impresi?n de que hubiera algo al oeste que estuviera literalmente tirando del avi?n hacia s? como si se tratara de un im?n. Y no iba a regresar a Washington DC hasta que hubiera resuelto un caso actual que estaba vinculado con asuntos que pasaron hace casi veinte a?os—apuntando a la muerte de su padre. Se trataba de un caso que llevaba a?os esper?ndola. Hab?a hecho lo imposible para probarse a s? misma, y por fin McGrath le estaba dejando que se encargara de ello. Ya no se trataba solamente del asesinato de su padre hac?a diecisiete a?os; ahora estaban teniendo lugar asesinatos similares, todos ellos conectados por una misteriosa pista que nadie hab?a descifrado todav?a. Tarjetas de visita presentando a un negocio que no exist?a con el nombre de Antig?edades Barker. Mackenzie pensaba en esas tarjetas de visita mientras miraba por la ventanilla. El cielo de la tarde estaba despejado. M?s all? de un conjunto disperso de nubes blancas y esponjosas, apenas pod?a divisar la estructura de aspecto venoso de las carreteras que labraban el Medio Oeste que ten?a por debajo. Nebraska ya estaba cerca, sus maizales y sus largas llanuras empezar?an a asomarse en unos cuarenta y cinco minutos m?s. “?Todo bien?” Mackenzie pesta?e? y desvi? la mirada de la ventanilla, gir?ndose hacia su derecha. Ellington ocupaba el asiento junto al suyo. Ella sab?a que ?l tambi?n estaba nervioso. Ellington sab?a lo que este caso significaba para ella y se estaba presionando de manera innecesaria. Incluso ahora, estaba rompiendo pedacitos de la tapa de la taza de cart?n de la que hab?a bebido un ginger ale hac?a diez minutos. “S?, todo bien,” dijo ella. “Si te soy sincera, estoy deseando empezar.” “?Tienes alg?n plan en mente?” le pregunt? ?l. “As? es,” dijo ella. A medida que Mackenzie esbozaba su plan de ataque, se daba cuenta de que esta era una de las razones por las que se hab?a enamorado de ?l. Ellington pod?a percibir que ella necesitaba hablar a coraz?n abierto de todo ello pero que se bloquear?a si se lo preguntaba directamente. As? que, en vez de preguntarle por su estado emocional, utilizaba la fachada del trabajo para indagar. Ella se daba cuenta del truco, pero le parec?a bien. ?l sab?a c?mo operar alrededor de sus defensas de una manera que resultaba encantadora y cari?osa. As? que Mackenzie le explic? su plan de ataque. Todo empezaba por reunirse con la polic?a local y con el peque?o equipo de agentes del FBI que hab?a estado trabajando en el caso. Mackenzie tambi?n ten?a pensado implicar a Kirk Peterson, el detective privado que hab?a trabajado en el caso durante un tiempo, centr?ndose en ello. A pesar de que se encontraba en un estado penoso la ?ltima vez que lo hab?a visto, ten?a m?s ideas que ofrecer que nadie. A partir de ah?, quer?a encontrar y hablar con un hombre llamado Dennis Parks. Hab?an encontrado sus huellas dactilares en Gabriel Hambry, un hombre al que hab?an utilizado estrat?gicamente como maniobra de distracci?n hac?a una semana. Era perfectamente consciente de que Parks podr?a no ser m?s que otra t?ctica de distracci?n, pero el hecho de que Dennis Parks fuera un viejo conocido de su padre lo hac?a m?s interesante. La conexi?n era d?bil—ten?an un conocido en com?n ya que Parks hab?a trabajado como agente de polic?a durante un a?o antes de dejarlo y meterse en el negocio de los bienes ra?ces. Su padre, despu?s de todo, parec?a ser la primera v?ctima en una cadena de asesinatos aparentemente desconectados que se hab?an extendido a lo largo de casi dos d?cadas. Despu?s de reunirse con Dennis Parks, quer?a reunirse con la familia de un hombre al que hab?an matado hac?a varios meses—un hombre llamado Jimmy Scotts. Scotts hab?a muerto de una manera casi id?ntica a la de su padre y hab?a sido el asesinato que hab?a acabado provocando la reapertura del caso de su padre. Detuvo ah? el relato de sus planes, aunque sab?a que hab?a m?s en todo ello, porque se trataba de algo con lo que todav?a no pod?a enfrentarse—mucho menos verbalizarlo delante de Ellington. En alg?n momento, iba a tener que enfrentarse con su pasado. Hab?a estado antes all?, caminando de puntillas por la casa donde pas? su infancia, aunque hab?a sido pasajero. En el momento no se hab?a dado cuenta, pero le hab?a aterrorizado. Era como caminar voluntariamente dentro de una casa donde uno sabe que le van a acosar los fantasmas, encerrarse dentro de ella, y despu?s arrojar la llave muy lejos. Tendr?a que enfrentarse con ello en esta ocasi?n. Ya era bastante duro admit?rselo a si misma sin preguntarse lo que podr?a pensar Ellington al respecto. ?l asinti? en todos los momentos correctos mientras Mackenzie le contaba los detalles de su enfoque paso por paso. Hab?an hablado brevemente de sus respectivos papeles en una reuni?n con McGrath mientras reservaban su viaje a Nebraska. Un elemento a?adido a este caso de m?ltiples niveles era el asesinato reciente de varios vagabundos. El recuento de cad?veres llegaba ya hasta cuatro, cada uno de ellos con una de esas tarjetas de visita de Antig?edades Barker. Ellington se hab?a ofrecido voluntario para hacer lo que le fuera posible por poner en orden esa parte del caso mientras que Mackenzie se quedar?a m?s cerca del centro del asunto—las muertes de su padre y de Jimmy Scotts, y la muerte m?s reciente de Gabriel Hambry. “Sabes una cosa,” le dijo Ellington cuando termin?. “Si podemos solucionar esto, creo que tu carrera en DC puede llegar hasta la estratosfera. Ya eres una de las mejores agentes de campo que tiene el bureau. Espero que te guste manejar todas esas patra?as burocr?ticas y sentarte detr?s de un escritorio, porque eso es lo que te consigue un historial estelar en el bureau. “?Es eso cierto?” pregunt? ella. “Entonces, ?por qu? no est?s t? apostado detr?s de un escritorio?” Ellington le sonri? con sarcasmo. “Eso duele, White.” Extendi? el brazo y tom? su mano. Aunque Mackenzie pod?a sentir la tensi?n en su apret?n, tambi?n estaba all? el grado habitual de consuelo que ten?a su tacto. Ella estaba agradecida de que ?l estuviera aqu? con ella. Aunque en general no tuviera problema en afrontar las cosas por su cuenta, hasta ella deb?a admitir que iba a necesitar el apoyo moral y emocional que solo Ellington le pod?a ofrecer si ten?a la m?s m?nima esperanza de solucionar este caso. Se agarr? a su mano mientras el Medio Oeste continuaba rodando por debajo de ellos. Nebraska se acercaba cada vez m?s, y el avi?n era atra?do por ese tir?n magn?tico que el pasado de Mackenzie parec?a ejercer sobre ella. CAP?TULO DOS La oficina de campo de Omaha era agradable a la vista. Era m?s peque?a que las oficinas centrales en DC, lo que significaba que hab?a menos parloteo. Tampoco hab?a esa sensaci?n de tensi?n como si siempre estuviera a punto de pasar algo importante, una caracter?stica que, por lo general, impregnaba las oficinas de DC. Este lugar estaba calmado. Mientras estaban registr?ndose en recepci?n, Mackenzie not? que un hombre se dirig?a directamente hacia ellos. Caminaba con determinaci?n, y una leve sonrisa en su rostro. Su cara resultaba familiar pero no se le ocurr?a ni de lejos cu?l podr?a ser su nombre. “Agente White, me alegro de verte de nuevo,” dijo el hombre a medida que se aproximaba. Med?a cerca de uno noventa y ten?a una buena planta. Era bastante delgado, pero, aun as?, conservaba un aspecto intimidante. Su sofisticado cabello negro peinado hacia atr?s le hac?a parecer algo m?s mayor de lo que probablemente era. “Igualmente,” dijo ella, estrechando la mano que le estaban extendiendo. Agradeci? que Ellington se acordara de su nombre, y que lo utilizara cuando los dos hombres se saludaron. “Agente Penbrook,” dijo ?l. “Encantado de verle.” Entonces se acord?; el agente Darren Penbrook hab?a estado al cargo del caso cuando ella vol? hasta aqu? con la esperanza de arrestar a Gabriel Hambry—para acabar descubriendo en menos de una hora que le hab?an asesinado. “Venid conmigo,” dijo Penbrook. “No es que vayamos a tener una reuni?n formal, pero hay unos cuantos detalles de los que creo que deber?ais estar al tanto… algunos de ellos bastante recientes.” “?C?mo de recientes?” pregunt? Mackenzie. “De las ?ltimas veinticuatro horas.” Mackenzie ya sab?a c?mo funcionaban las cosas en la mayor?a de los niveles del bureau y asumi? que no ser?an tan diferentes en Omaha de lo que lo eran en DC. No servir?a de nada hacer preguntas en ese momento. Por eso, durante el trayecto en el ascensor hasta la segunda planta y un breve paseo por un pasillo que llevaba a una sala de conferencias sin salida, los tres se pasaron el tiempo hablando de cosas irrelevantes: el vuelo, el clima, el ajetreo que siempre hab?a en DC. No obstante, se deshicieron de todas esas formalidades en el momento que Penbrook les llev? a la sala de conferencias. Cerr? la puerta detr?s suyo, y se quedaron los tres en la amplia sala con una mesa de conferencias elegante y delicadamente abrillantada. Ya estaba preparado el proyector, listo para ser utilizado en el centro de la mesa. “?Y a qu? clase de novedades te estabas refiriendo?” pregunt? Mackenzie. “Pues bien, ya sab?is lo del cuarto vagabundo asesinado, ?no es cierto?” les pregunt?. “S?. Sucedi? ayer, ?verdad? ?En alg?n momento por la tarde?” “As? es,” dijo Penbrook. “Le mataron con el mismo modelo de arma con que mataron a los dem?s. Esta vez, sin embargo, el asesino hab?a colocado la tarjeta de visita entre los labios de la v?ctima. Hicimos que examinaran la tarjeta y no hab?a huellas dactilares. El vagabundo no era de por aqu?. La ?ltima direcci?n que tenemos de ?l es de California y eso fue hace cuatro a?os. La b?squeda de familiares o de otra gente que haya trabajado con ?l no ha dado m?s resultados que una caza del fantasma. Y as? ha sucedido con la mayor?a de estos vagabundos. Lo que si hicimos, no obstante, es encontrar a su hermano. Tambi?n es un vagabundo y seg?n sus informes, puede que est? ligeramente delirante.” “?Algo m?s?” pregunt? Ellington. “S?, y esto es realmente jodido. Lo cierto es que nos ha puesto a dar vueltas y en este momento, es donde el caso est? atascado. Record?is las huellas que conseguimos en el cuerpo de Gabriel Hambry, ?verdad?” “S?,” dijo Mackenzie. “Pertenec?an a un hombre llamado Dennis Parks—un hombre que ten?a un historial con mi padre.” “Exactamente. Sonaba a pista prometedora, ?a que s??” “?Entiendo que la pista result? fallida?” pregunt? Mackenzie. “No hab?a nada que hacer. Encontraron a Dennis Parks muerto en su cama esta ma?ana. De un tiro en la nuca. A su mujer tambi?n la mataron. Por lo que podemos decir, tambi?n la mataron en la cama, pero trasladaron su cuerpo al sof?.” Tanto Penbrook como Ellington miraron en direcci?n a Mackenzie. Sab?a lo que estaban pensando. El asesino lo prepar? todo para que fuera exactamente igual a la escena del asesinato de Jimmy Scotts… igual que el asesinato de mi padre. Penbrook aprovech? este momento para mostrarles una diapositiva de la escena del crimen. Era una foto de Dennis Parks, tumbado boca abajo sobre la cama con la nuca desgarrada. Su posici?n resultaba casi escalofriante para Mackenzie. Si no llega a saber la identidad de la v?ctima, podr?a haber pensado sin ning?n problema que estaba mirando a una foto de la escena del crimen de su padre hac?a todos esos a?os. Entonces la diapositiva dio lugar a una imagen de la esposa. Estaba en el sof?, con su mirada muerta fija en el techo. Hab?a sangre reseca a un lado de su cara. “?Hab?a una tarjeta de visita en la escena?” pregunt? Mackenzie. “S?,” respondi? Penbrook. “En la mesita de noche. Y, para que entiendas el alcance de todo ello, aqu? tienes una foto de la ?ltima escena con un vagabundo.” Cambi? de diapositiva y ahora Mackenzie vio a un hombre tumbado sobre el pavimento de una ciudad. El lateral de su cabeza estaba totalmente ensangrentado, en casi perfecto contraste con la tarjeta de visita blanca que le hab?an medio metido a la fuerza entre los labios. “Parece como si el asesino estuviera divirti?ndose a estas alturas,” dijo Ellington. “Es de locos.” Ten?a raz?n. Mackenzie estaba convencida de que hab?a algo de car?cter casi l?dico en la manera en que hab?an colocado la tarjeta en la boca de la v?ctima. A?ade eso al hecho de que el asesino parec?a estar colocando huellas dactilares en las tarjetas y otras v?ctimas para llevarles a callejones sin salida y eso quer?a decir que te las estabas viendo con un asesino decidido, inteligente y macabro. Se cree muy gracioso, pens? Mackenzie mientras miraba la fotograf?a de la v?ctima. “?Entonces por qu? est? escogiendo matar a vagabundos?” pregunt? Mackenzie. “Si ha regresado para matar a m?s despu?s de tanto tiempo tras matar a mi padre, ?por qu? los sin techo? ?Y hay alguna conexi?n entre estos vagabundos y Jimmy Scotts o Gabriel Hambry?” “Ninguna que hayamos encontrado,” dijo Penbrook. “As? que quiz? solo nos lo est? restregando por las narices,” dijo Mackenzie. “Quiz? sepa que las muertes de los vagabundos no van a tener el mismo nivel de prioridad que si estuviera matando a ciudadanos de los de siempre. Y, si ese es el caso, entonces realmente est? haciendo esto casi como un acto l?dico.” “Eso sobre la comunidad de vagabundos,” dijo Ellington. “Si hacemos unas preguntas por ah?, ?crees que podr?amos obtener alguna clase de informaci?n de los dem?s vagabundos de la zona?” “Oh, ya lo intentamos,” dijo Penbrook. “Pero no quieren hablar. Tienen miedo de que quienquiera que sea el autor de la matanza vendr? a por ellos a la pr?xima si dicen algo.” “Necesitamos hablar con el hermano de la ?ltima v?ctima,” dijo Mackenzie. “?Alguna idea sobre d?nde puede estar? ?Vive en los alrededores?” “Algo as?,” dijo Penbrook. “al igual que su hermano, est? viviendo en las calles. Bueno, estaba. En este momento, est? en una instalaci?n correccional. No consigo recordar debido a qu?, pero quiz? por intoxicaci?n en p?blico. Su historial est? repleto de peque?os delitos que le llevan a la c?rcel durante una o dos semanas cada vez. Sucede a menudo, saben. Algunos de ellos solo lo hacen para tener un techo gratis durante unos cuantos d?as.” “?Tienes alg?n problema en que vayamos a verle?” pregunt? Mackenzie. “En absoluto,” dijo Penbrook. “Har? que alguien les llame para decirles que vais para all?.” “Gracias.” “Creo que soy yo el que deber?a daros las gracias,” dijo Penbrook. “Estamos emocionados de que por fin est?s aqu? trabajando en este asunto.” Por fin, pens? Mackenzie. Sin embargo, no dijo nada y lo dej? estar ah?. Porque lo cierto era que ella tambi?n estaba emocionada. Estaba emocionada de tener por fin la oportunidad de solventar un caso realmente extra?o que estaba removiendo cosas de su infancia y que apuntaba directamente de vuelta a su padre. CAP?TULO TRES La Instalaci?n Correccional Delcroix estaba escondida a la salida de la autopista en un terreno que era soso y sin car?cter. Era el ?nico edificio en una franja de unos quinientos acres de terrenos—no una c?rcel en s? misma, pero sin duda tampoco era un lugar en que cualquier persona regular de la calle querr?a pasar ninguna cantidad importante de su tiempo. Desde el puesto de seguridad que hab?a a la entrada, les hicieron gestos a Mackenzie y Ellington para dirigirles a que aparcaran en la zona de personal al extremo trasero de la propiedad. Desde all?, les registraron en la recepci?n principal de seguridad y les escoltaron a una peque?a zona de espera donde ya hab?a una mujer esper?ndoles. “?Agentes White y Ellington?” pregunt?. Mackenzie estrech? su mano en primer lugar cuando hicieron las presentaciones. El nombre de la mujer era Mel Kellerman. Era bastante bajita y ligeramente regordeta, pero, aun as?, ten?a los ademanes de una mujer que las hab?a pasado moradas y se hab?a re?do de sus tribulaciones. Mientras Kellerman les guiaba afuera de la zona de espera, les hizo un breve resumen sobre el lugar. “Trabajo como Administradora de Seguridad,” dijo. “Como tal, puedo deciros que el hombre al que hab?is venido a ver no supone ninguna amenaza. Se llama Bryan Taylor. Tiene cincuenta a?os y es un adicto a la hero?na en recuperaci?n. A veces tiene conversaciones con gente que no est? presente. Su historial es menor, pero le tenemos vigilado porque este es el cuarto delito menor que ha cometido este a?o. Creemos que solo lo hace para conseguir una habitaci?n y comida gratis.” “?Y cu?l fue su ?ltimo delito?” pregunt? Mackenzie. “Se puso a mear en el neum?tico trasero de un autob?s urbano a plena luz del d?a.” Ellington se ech? a re?r. “?Estaba ebrio?” “Para nada,” dijo Kellerman. “Solo dijo que ten?a que ponerse a evacuar.” Les gui? por un peque?o recibidor y despu?s por un pasillo todav?a m?s estrecho. Al final, llegaron a una puerta que Kellerman abri? para ellos. La sala solo conten?a una mesa y cinco sillas. Un hombre de aspecto desali?ado ocupaba una de las sillas mientras que un hombre vestido con un uniforme de seguridad ocupaba otra. El guarda se gir? cuando entraron y se levant? de su asiento de inmediato. “?Os est? dando alg?n problema el se?or Taylor?” pregunt? Kellerman al guarda. “No, pero est? de perorata. Otra vez con los rusos y Trump.” “Ah, una de mis favoritas,” dijo Kellerman. Se gir? hacia Mackenzie y Ellington. “Estar? en la habitaci?n de al lado si me necesit?is. Aunque creo que no tendr?is problemas.” Dicho esto, Kellerman y el otro guarda salieron de la sala, dej?ndoles a solas con Bryan Taylor. “Hola, Taylor,” dijo Mackenzie mientras tomaba asiento al otro lado de la mesa. “?Te dijeron por qu? ven?amos a verte?” Taylor asinti? con tristeza. “Claro. Quer?is saber algo sobre mi hermano—sobre c?mo muri?.” “Eso es correcto,” dijo Mackenzie. “Lamento mucho tu p?rdida.” Taylor solo se encogi? de hombros. Estaba tamborileando sus dedos sobre la mesa y alternaba la mirada entre Mackenzie y Ellington. “Bueno, yo soy la agente White y este es mi compa?ero, el agente Ellington,” dijo Mackenzie. “Claro, ya lo s?. Del FBI.” Volvi? la vista al cielo al decir esto. “Taylor… dime… ?Ten?a alg?n enemigo tu hermano? ?Alguna gente que pudiera tener algo en contra de ?l?” Taylor apenas pens? en ello antes de responder. “No. Solo nuestra madre, y ya lleva muerta siete a?os.” “?Ten?as confianza con tu hermano?” “No ?ramos los mejores amigos del mundo ni nada por el estilo,” dijo Taylor. “Pero supongo que nos llev?bamos bien. Aunque ?l andaba con algunos cabrones de mala reputaci?n. Relacionados con los Illuminati. Lo cierto es que no me sorprendi? enterarme de que hab?a muerto. Esos monstruos Illuminati tienen algo en contra de los sin techo. Los famosos, tambi?n. Saben que mataron a Kennedy, ?verdad?” “Algo de eso escuch?,” dijo Ellington, sin poder contener una sonrisa sarc?stica. Mackenzie le piso el pie por debajo de la mesa e hizo lo que pudo para seguir avanzando. “?Tienes alg?n otro amigo que haya sido asesinado hace poco?” pregunt?. “Creo que no, pero la verdad es que no ando con la misma gente con frecuencia. En las calles, tener m?s amigos solo significa m?s gente que te puede timar.” “Solo otra pregunta, Taylor,” dijo Mackenzie. “?Has o?do hablar alguna vez de una empresa llamada Antig?edades Barker?” Tampoco se pens? mucho la respuesta. “No. No puedo decir que as? sea. Nunca puse el pie en una tienda de antig?edades. No tengo el dinero como para gastarlo en viejas reliquias polvorientas. Gente rica de mierda lleva sitios como ese. Compran all?, tambi?n.” Mackenzie asinti? y solt? un leve suspiro. “Bueno, gracias por tu tiempo y tu cooperaci?n, Taylor. Por favor, te pido que si se te ocurre algo m?s sobre tu hermano que pueda ayudarnos a entender qui?n le ha podido matar, se lo digas a alguien que trabaja aqu? para que nos puedan pasar la informaci?n.” “Oh, claro. Sabes… pod?as ir a Nevada. Apuesto a que hay algunas respuestas all?.” “?Nevada?” pregunt? Mackenzie. “?Por qu? all??” “?rea 51. Groom Lake. No son los Illuminati, pero todo el mundo sabe que esos lugares de alto secreto del gobierno han estado echando el guante a los sin techo durante siglos. Hacen experimentos y pruebas con ellos all? en el desierto.” Mackenzie se dio la vuelta antes de que Taylor pudiera ver su sonrisa de duda. Basada en lo que sab?a sobre ?l, sab?a que no pod?a evitarlo—que le faltaban unos cuantos tornillos. Ellington, por otra parte, no fue capaz de mantener tan bien la profesionalidad. “Buen consejo, Taylor. Sin duda lo investigaremos.” Mientras llegaban hasta la salida, Mackenzie le dio un codazo y se inclin? lo bastante cerca de ?l como para susurrar. “Eso ray? en la crueldad,” dijo ella. “?Lo crees as?? Solo trataba de hacerle sentir que hab?a hecho una contribuci?n leg?tima a la investigaci?n.” “Vas a ir al infierno,” le dijo ella, sonriendo. “Oh, ya lo s?. Junto con todos los Illuminati, sin duda alguna.” *** Mientras regresaban al coche, Mackenzie ya hab?a empezado a figurarse su siguiente paso. Parec?a s?lido, y al mismo tiempo, pod?a entender por qu? era una avenida que el bureau todav?a no hab?a explorado apropiadamente. “Sabes una cosa, Taylor dijo una cosa que ten?a sentido,” dijo Mackenzie. “?S??” pregunt? Ellington. “Debo de hab?rmela perdido.” “Habl? de c?mo algunas de esas comunidades de los sin techo est?n bastante unidas. Creo que el bureau ha estado tan preocupado pensando en c?mo estaban conectados los vagabundos entre s? que no han considerado seriamente c?mo pod?an estar conectados con ellos Jimmy Scotts y Gabriel Hambry.” Se montaron en el coche, y esta vez Ellington opt? por sentarse al volante. “Ya, pero eso no es verdad. Se ha contactado con las casas de acogida y los comedores comunitarios para ver si alguno de esos hombres ten?a alguna afiliaci?n con ese tipo de lugares.” “Exactamente,” dijo Mackenzie. “Se asumi? que hab?an estado conectados con los vagabundos de manera que les enfoc? totalmente en investigar a los vagabundos. Quiz? haya algo m?s ah?.” “?C?mo qu?? ?Crees que Scotts y Hambry pueden haber sido personas sin techo en alg?n momento?” “NI idea, pero digamos que lo han sido. Eso nos da una conexi?n suficientemente buena y nos dir?a que este tipo est?, por alguna u otra raz?n, yendo solo a por vagabundos.” “Merece la pena considerarlo,” dijo Ellington. “Claro que eso deja a un lado una pregunta muy importante: ?Por qu??” “Bien, primero, asegur?monos de que no me estoy pasando demasiado de lista.” “?C?mo?” “Por lo que he le?do en los informes, Gabriel Hambry no tiene ning?n familiar. La ?nica familia que ha dejado son un par de abuelos que viven en Maine. Pero Jimmy Scotts tiene una mujer y dos hijos en Lincoln.” “?Y quieres ir hacia all??” pregunt? Ellington. “Bueno, teniendo en cuenta que el lugar al que quiero ir despu?s est? a seis horas de distancia, claro… creo que deber?amos empezar por all?.” “?Seis horas de distancia? ?D?nde diablos quieres ir? ?Al otro lado del estado?” “Lo cierto es que s?. Al condado de Morrill. Una peque?a localidad llamada Belton.” “?Y qu? hay all??” Suprimiendo un escalofr?o, Mackenzie contest?: “Mi pasado.” CAP?TULO CUATRO Se pasaron todo el trayecto hasta Lincoln comparando diferentes teor?as posibles. ?Por qu? matar a vagabundos? ?Por qu? matar a Ben White, el padre de Mackenzie? ?Hubo otros antes de Ben White que simplemente no hab?an sido hallados? Hab?a demasiadas preguntas y b?sicamente, cero respuestas. Y aunque por lo general, a Mackenzie no le gustaba especular, en ocasiones era la ?nica herramienta que se pod?a utilizar cuando el mundo real no te ofrec?a nada m?s. Parec?a incluso m?s necesario ahora que estaba de regreso en Nebraska. Era un estado mucho m?s grande de lo que parec?a a simple vista y sin pistas s?lidas que seguir, la especulaci?n era todo lo que ten?an por el momento. Bueno, hab?a una pista, pero parec?a ser un fantasma: unas tarjetas de visita con el nombre de una compa??a que no exist?a escrito en ellas. Lo que no les serv?a de gran cosa. Mackenzie sigui? pensando en la tarjeta de visita mientras se acercaban a Lincoln. Ten?a que tener alg?n sentido, incluso aunque no fuera m?s que un rompecabezas elaborado que el asesino les estaba pidiendo que montaran. Sab?a que hab?a unas cuantas personas en DC que hab?an estado tratando de descifrar dicho c?digo (si realmente hab?a uno que descifrar) de manera consistente pero que no hab?an obtenido ning?n resultado hasta el momento. Las tarjetas de visita en todos los cad?veres que hab?an aparecido hasta el momento apuntaban a una conclusi?n provocativa: el asesino quer?a que supieran que cada uno de esos asesinatos era obra suya. Quer?a que las autoridades llevaran la cuenta, que supieran de qu? era responsable. Esto indicaba un asesino que se enorgullec?a no solo de lo que estaba haciendo, sino del hecho de que estaba mareando al FBI mientras trataban de encontrarle. Esta frustraci?n ocupaba la mente de Mackenzie mientras Ellington aparcaba delante de la residencia de los Scotts. Viv?an en una casa de clase media alta en el tipo de vecindario donde todas las casas se hab?an construido para que se parecieran las unas a las otras. Los c?spedes delanteros estaban perfectamente mantenidos, y hasta mientras se apeaban del coche y se dirig?an a la puerta frontal de los Scotts, Mackenzie divis? a dos personas paseando a sus perros mientras repasaban el contenido de sus tel?fonos al hacerlo. En base a los archivos del caso, Mackenzie sab?a lo esencial sobre la esposa de Jimmy Scotts, Kim. Trabajaba desde casa como editora t?cnica para una compa??a de software y sus hijos iban a la escuela cada d?a hasta las 3:45. Se hab?a mudado a Lincoln un mes despu?s de la muerte de Jimmy, declarando que todo lo que rodeaba al condado de Morrill no era m?s que un devastador recordatorio de la vida que en su d?a hab?a vivido con su marido. Eran las 3:07 cuando Mackenzie llam? a la puerta. Le encantar?a poder hacer lo que ten?a que hacer sin tener que hacer pasar a los ni?os por una conversaci?n llena de recuerdos de su padre fallecido. Seg?n los informes, la mayor de las dos chicas, una novicia prometedora en la escuela secundaria, se hab?a tomado especialmente mal la muerte de su padre. Una mujer de mediana edad sorprendentemente hermosa respondi? a la puerta. Parec?a confundida al principio, pero entonces, quiz? despu?s de comprobar su atuendo, pareci? entender qui?n estaba en su puerta y por qu? estaban aqu?. Frunci? ligeramente el ce?o antes de preguntar: “?Puedo ayudarles?” “Soy la agente White, y este es el agente Ellington, del FBI,” dijo Mackenzie. “Disc?lpeme, pero esper?bamos que pudiera responder a unas cuantas preguntas sobre su marido.” “?En serio?” pregunt? Kim Scotts. “He dejado todo eso atr?s. Tambi?n lo han hecho mis hijas. Lo cierto es que preferir?a no volver a hablar de ese asunto si pudiera evitarlo. As? que gracias, pero no.” Comenz? a cerrarles la puerta en las narices, pero Mackenzie extendi? el brazo, impidiendo que les cerrara la puerta, aunque sin emplear mucha fuerza. “Entiendo que ha estado haciendo lo posible por dejar esto atr?s,” dijo. “Desgraciadamente, el asesino no lo ha hecho. Al menos ha matado ya a otras cinco personas desde que asesinara a su marido.” Casi incluye el hecho de que hab?a muchas posibilidades de que el asesino tambi?n hubiera matado a su padre hace casi veinte a?os, pero decidi? guard?rselo para sus adentros. Kim Scotts volvi? a abrir la puerta. No obstante, en vez de invitarles a pasar al interior, sali? al porche. Mackenzie ya hab?a visto este enfoque antes. Kim estaba eligiendo mantener toda conversaci?n sobre su marido fallecido fuera de las cuatro paredes de su casa. “?Entonces qu? es lo que creen que les pueda ofrecer?” pregunt? Kim. “Ya repas? esto al menos tres veces despu?s de que muriera Jimmy. No tengo ninguna informaci?n nueva.” “Bueno, el bureau s?,” dijo Mackenzie. “Para empezar, despu?s de su marido y otro hombre m?s, el asesino parece haber tomado un inter?s por los vagabundos. Ya ha matado a cuatro que nosotros sepamos. ?Sabe si hab?a alguna conexi?n que Jimmy pudiera tener con la comunidad de los sin techo?” La pregunta pareci? dejarla perpleja. La expresi?n en su rostro era de confusi?n y disgusto. “No. Lo m?s cerca que ha podido estar de los sin techo fue cuando llevaba la ropa de la que se hab?a cansado al Ej?rcito de Salvaci?n. Lo hacemos dos veces al a?o para hacer espacio en los armarios.” “?Y qu? hay de la gente con la que trabajaba? ?Sabe si alguno de ellos pudiera haber tenido alguna conexi?n con gente sin techo o quiz? solo con los m?s necesitados?” “Lo dudo. Estaba solamente ?l con otros dos hombres dirigiendo una peque?a compa??a de marketing. No se equivoque… Jimmy siempre fue un hombre compasivo, pero ?l nunca—ninguno de los dos, para ser honestos, llegamos a implicarnos en servicios comunitarios.” Mackenzie busc? y rebusc? en pos de su siguiente pregunta, pero no le ven?a a la mente. Ahora ya estaba bastante segura de que Jimmy Scotts hab?a sido un objetivo al azar. Ni raz?n, ni motivo, solo la mala pata de haber sido visto y aparentemente seguido por el asesino. Esto tambi?n le hizo pensar que quiz? las muertes de Gabriel Hambry, Dennis Parks, y de su padre tambi?n lo fueran. En fin, quiz? no. Hay una conexi?n entre mi padre y Dennis Parks. As? que, si sus muertes no fueron fortuitas, ?por qu? lo ser?an las dem?s? “?Qu? hay de sus hijas?” pregunt? Ellington, retomando el hilo de la conversaci?n. “?Participan ellas en alg?n proyecto de compromiso con la comunidad de la escuela o algo as?? “No,” dijo Kim. El aspecto de su cara dejaba claro que no le gustaba nada en absoluto pensar en que sus hijas pudieran estar relacionadas de ninguna manera con este asesino. “Ha mencionado que su marido trabajaba con unos cuantos amigos en una empresa de marketing. ?Sabe si alguna vez tuvieron clientes que pudieran haber estado vinculados con alg?n tipo de compromiso con la comunidad?” “Eso no lo s?. De ser cierto, se hubiera tratado de un proyecto peque?o. Jimmy solo me hablaba de los grandes proyectos. Claro que, si quieren, tengo copias de todos los albaranes. No s? c?mo acabaron llegando a mis manos cuando muri?. Los puedo traer para que los vean si lo desean.” “Eso ser?a ?til,” dijo Mackenzie. “Un momento, por favor,” dijo Kim. Regres? al interior de la casa, cerrando la puerta al hacerlo y sin invitarles todav?a a pasar. “Buena idea lo de los clientes,” dijo Ellington. “?Crees que saldr? algo de todo ello?” Mackenzie se encogi? de hombros. “No vendr? mal.” “Podr?a requerir mucha investigaci?n,” se?al? Ellington. “Sin duda, pero eso nos dar? algo que hacer durante ese trayecto de seis horas hasta el condado de Morrill.” “Genial.” Kim volvi? a salir al porche con cinco carpetas enormes apiladas y sostenidas en su sitio con unas anillas y una goma enorme. “Sinceramente,” dijo ella, “me alegro de deshacerme de ello. Pero, si no es mucho pedir, ?podr?an decirme algo si encuentran alguna cosa? Puede que haya intentado poner esta muerte a mis espaldas, pero eso no significa que el misterio de todo este asunto no me vuelva loca a veces.” “Sin duda alguna,” dijo Mackenzie. “Se?ora Scotts, gracias por su tiempo y su cooperaci?n.” Kim les lanz? un breve gesto de asentimiento y se qued? all? de pie mientras ellos descend?an por los escalones y se dirig?an de vuelta al coche. Mackenzie pod?a sentir la mirada de la viuda sobre ella, asegur?ndose de que no se hiciera menci?n de su marido muerto dentro de su casa. Kim no relaj? la postura hasta que tanto Mackenzie como Ellington estuvieron dentro del coche. “Pobre mujer,” dijo Ellington. “?Crees que realmente ha dejado esto atr?s?” “Quiz?s. Dice que lo ha dejado atr?s pero no estaba por la labor de dejarnos entrar a su casa. No quer?a que se mencionara su muerte all? dentro.” “Pero, al mismo tiempo,” dijo Ellington, levantando las carpetas que les hab?a entregado, “pareci? contenta de librarse de todo esto.” “Quiz? tambi?n quiera deshacerse de los recordatorios que haya en la casa de ?l,” dijo. Sacaron el coche de su aparcamiento, en direcci?n a la interestatal. Los dos guardaron silencio, un silencio casi respetuoso por la viuda doliente con la que acababan de hablar. *** Estaban de regreso en la oficina de campo justo en el momento que los oficinistas estaban disponi?ndose a terminar su jornada. Mackenzie se pregunt? c?mo ser?a eso de que un reloj organizara tu tiempo en vez de que lo hicieran las preocupaciones acuciantes que sol?an llegar con los macabros casos que le sol?an asignar. No cre?a que pudiera manejarlo. Ellington y ella se reunieron con Penbrook en la misma sala de conferencias que hab?an visitado por la ma?ana. Hab?a sido una larga jornada, que el vuelo tempranero desde DC hab?a hecho comenzar muy temprano. No obstante, sabiendo cu?l era el siguiente paso en el proceso, Mackenzie se sent?a revitalizada y preparada para ponerse de nuevo en marcha. Pusieron al d?a a Penbrook cont?ndole su conversaci?n con Kim Scotts y les llev? alg?n tiempo revisar los albaranes que les hab?a dado. Lo hicieron con rapidez, casi como un ejercicio obligado. “?Qu? hay por aqu? en el frente local?” pregunt? Ellington. “?Alguna novedad?” “Ninguna,” dijo Penbrook. “Con toda honestidad, me encantar?a escuchar lo que ten?is vosotros. Entiendo que este caso te toca de cerca, agente White. ?Cu?l es nuestro siguiente paso?” “Quiero ir al condado de Morrill. All? es donde mataron tanto a mi padre como a Jimmy Scotts. Y como parece que la muerte de mi padre parecer haber sido la primera de esta serie, creo que es el mejor lugar por donde empezar.” “?En busca de qu?, exactamente?” pregunt? Penbrook. “Todav?a no lo s?.” “Pero no te dejes enga?ar por eso,” le dijo Ellington. “Consigue algunos de sus mejores resultados cuando entra a por ello sin ninguna idea de lo que est? buscando.” Mackenzie le lanz? una sonrisa maliciosa y volvi? su atenci?n hacia Penbrook. “Crec? en un pueblo que se llama Belton. Voy a empezar por all?. Sabr? cu?l es el siguiente paso cuando se presente.” “Si eso es lo que quieres hacer, no intentar? disuadirte,” dijo Penbrook. “Pero el condado de Morrill est? a cu?nto… ?seis horas de distancia?” “No me importa conducir,” dijo Mackenzie. “Estar? bien.” “?Cu?ndo vas a salir hacia all??” “Quiz? pronto. Si puedo salir de aqu? para las seis, eso me colocar?a en Belton para la medianoche.” “En fin, feliz viaje entonces,” dijo Penbrook. Parec?a decepcionado y un poco disgustado. Mackenzie asumi? que eso se deb?a a que ten?a la impresi?n de que Ellington y ella iban a estar a su lado hasta que se solucionara este caso. Sin pretender ocultar sus sentimientos en lo m?s m?nimo, Penbrook se dirigi? hacia la puerta. Mirando de soslayo por encima de su hombro a donde estaban ellos, les hizo un gesto mec?nico. “Hacednos saber si necesit?is cualquier cosa.” Cuando Penbrook ya hab?a cerrado la puerta al salir, Mackenzie solt? un suspiro. “Guau,” dijo. “No se tom? eso nada bien, ?no es cierto?” Ellington se tom? un momento para pensar en una respuesta. Cuando por fin dijo algo, su tono de voz era bajo y comedido. “Creo que entiendo a lo que se refiere, la verdad.” “?C?mo dices?” pregunt? Mackenzie. “Todas las muertes m?s recientes han tenido lugar alrededor de Omaha. Irse hasta el otro extremo del estado parece una tarea innecesaria.” “Todo empez? all?,” dijo ella. “Simplemente tiene sentido.” Pod?a asegurar que ?l quer?a salir de su asiento y acercarse a ella—quiz? para abrazarla o tomar sus manos entre las suyas. No obstante, ?l hab?a trabajado de firme para trazar una l?nea entre lo profesional y su vida amorosa. Por tanto, se qued? en su asiento. “Mira,” dijo ?l. “Entiendo lo mucho que este caso significa para ti. Y te conozco lo suficiente como para saber que no te detendr?s hasta que se acabe todo. Y si quieres ir hasta Belton, entonces creo que deber?as hacerlo. Pero… creo que quiz?s necesite quedarme por aqu?.” Mackenzie ni siquiera hab?a considerado la posibilidad de ir ella sola a su pueblo natal. Lo hab?a hecho hace poco m?s de un a?o, pero eso hab?a sido distinto. Por aquel entonces, no hab?a podido contar con el apoyo de Ellington. Aparentemente, su dolor y decepci?n se pod?an ver en su cara porque entonces Ellington sali? de su asiento. Se acerc? a ella y se puso directamente delante suyo. Tom? una de sus manos, apret?ndola ligeramente. “Quiero ir, de veras que s?, pero ya hemos cometido este error antes. Nos vamos de viaje a alguna parte que no es central en la investigaci?n para acabar d?ndonos cuenta a nuestro regreso de que ha sucedido algo monumental. En este caso, no creo que podamos permitirnos hacer eso. Si te sientes impulsada a ir al condado de Morrill, entonces hazlo, pero creo que tengo que quedarme aqu? en la oficina de campo. A riesgo de sonar como un imb?cil… este caso no se trata solamente de tu padre. Tambi?n hay varios cuerpos sin vida aqu? en Omaha. Cuerpos recientes.” Y por supuesto que tiene raz?n, pens? Mackenzie. Pero, al mismo tiempo… ?por qu? abandonarme cuando m?s le necesito? Sin embargo, asinti?. No iba a montarle todo un drama en este momento. O nunca, si pod?a evitarlo. Adem?s… ?por qu? deber?a enfadarse con ?l por separar satisfactoriamente su relaci?n profesional de la emocional? Sin duda, ella no lo estaba haciendo demasiado bien en este momento. “Eso tiene sentido,” dijo ella. “Quiz? puedas empezar a peinar las calles y a hablar con los dem?s vagabundos.” “Yo estaba pensando lo mismo. Pero mira, Mac… si me quieres a tu lado…” “No,” dijo ella. “Estoy bien. Tienes raz?n. Hag?moslo a tu manera.” Odiaba el hecho de que se le notara la decepci?n en la voz. Sab?a que ?l no dudaba de sus instintos y tambi?n sab?a que su enfoque de trabajar por separado ser?a el m?s beneficioso para el caso. Claro que ella iba a regresar a su hogar natal para enfrentarse a unos demonios que solo hab?a conseguido ignorar pero que nunca hab?a superado del todo. Esta era la primera oportunidad de ponerse a la altura de las circunstancias y mostrarle el tipo de hombre que pod?a ser para ella. Sin embargo, ?l estaba optando por ser mejor agente que compa?ero sentimental. Mackenzie lo entend?a y, cielos, hasta le hac?a enamorarse de ?l un poquito m?s. “No soy est?pido, Mac,” le dijo. “Est?s enfadada. Puedo ir contigo. No es para tanto.” “No estoy enfadada… no contigo. Es solo que odio la manera en que este caso consigue hacerme sentir como dos personas diferentes. Pero t? tienes raz?n. Necesitas quedarte aqu?.” Le dio un besito al extremo de los labios y se dirigi? hacia la puerta. “?Y te vas as? sin m?s?” “Es mejor que prolongarlo y disgustarme todav?a m?s, ?no es cierto? Te llamo cuando consiga una habitaci?n.” “?Est?s segura de que esto es lo que quieres?” pregunt?. No s? lo que quiero, pens? Mackenzie. Y ese es el problema. En vez de ello, solo dijo: “S?, es la opci?n m?s inteligente y con mejores probabilidades. Hablo contigo alrededor de la medianoche.” Dicho eso, sali? de la sala de conferencias. Le cost? Dios y ayuda no darse la vuelta y explicarle que no ten?a ni idea de por qu? le molestaba tanto su sugerencia de trabajar por separado. En vez de ello, continu? hacia delante. Mantuvo la vista en el suelo, sin desear hablar con nadie, mientras se dirig?a hasta el mostrador de AR para hacerse con un coche. CAP?TULO CINCO En retrospectiva, Mackenzie acab? deseando que se hubiera quedado a pasar la noche en Omaha y que hubiera venido al condado de Morrill con la luz del nuevo d?a. Atravesar la peque?a localidad de Belton a las 12:05 de la medianoche le dejaba a uno sin aliento. Apenas hab?a otro coche por la carretera y las ?nicas luces que se pod?an vislumbrar eran las farolas que hab?a en la calle principal y unos cuantos signos de ne?n en los ventanales de los bares y el lugar que Mackenzie estaba buscando, el ?nico motel del pueblo. Belton ten?a una poblaci?n de algo m?s de dos mil habitantes. Estaba formada principalmente de granjeros y trabajadores de una f?brica textil. Los negocios familiares eran la esencia del lugar porque no hab?a empresas m?s grandes que se atrevieran a probar suerte en esta parte del estado. Cuando ella era ni?a, un McDonald’s, un Arby’s, y un Wendy’s intentaron hacer negocio en la calle principal, pero cada uno de ellos hab?a desaparecido en menos de tres a?os. Consigui? una habitaci?n de hotel tras recibir una mirada lujuriosa no demasiado sutil del brusco anciano que estaba empleado en la recepci?n. Una vez desempac? su ?nica bolsa y cuando el d?a ya le hab?a agotado, llam? a Ellington antes de apagar las luces. Como siempre atento, respondi? al segundo tono. Sonaba tan cansado como se sent?a. “Por fin llegu?,” dijo ella, sin molestarse en decir ni hola. “Muy bien,” respondi? Ellington. “?C?mo te encuentras?” “Asustad?sima. Supongo que es un lugar extra?o que visitar de noche.” “?Sigues pensando que esta fue la mejor manera de manejarlo?” “Claro. ?Y t??” “No lo s?. He tenido algo de tiempo para pensar en ello. Quiz? hubiera debido ir contigo. Esto es m?s que un simple caso para ti. Tambi?n est?s intentando desprenderte de parte de tu pasado. Y si te quiero, y as? es, deber?a estar all? en esta ocasi?n.” “Pero, primeramente, se trata de un caso,” dijo ella. “Antes de nada tienes que ser un buen agente.” “Claro, me digo eso a m? mismo una y otra vez. Suenas agotada, Mac. Duerme algo. Es decir, si todav?a puedes dormir sola.” Mackenzie sonri?. Hac?a casi tres meses desde que hab?an empezado a compartir una cama de manera habitual. “Habla por ti,” dijo ella. “Acabo de ser avasallada por la mirada de un empleado de recepci?n particularmente ajado.” “Utiliza protecci?n,” dijo Ellington con una carcajada. “Buenas noches:” Mackenzie colg? el tel?fono y se desnud?, qued?ndose en ropa interior. Durmi? encima de las mantas, neg?ndose a arriesgarse a dormir entre las s?banas de un motel en Belton. Pens? que le llevar?a siglos quedarse dormida, pero antes de que la soledad y el silencio del pueblo al otro lado de la ventana tuvieran suficiente tiempo para aterrarla de verdad, le sobrevino el sue?o y se la llev? hasta sus profundidades. *** Su alarma interna le despert? a las 5:45 pero la ignor? y volvi? a cerrar los ojos. No ten?a ninguna agenda que la presionara y, adem?s de eso, no pod?a recordar la ?ltima vez que se hab?a permitido quedarse remoloneando en la cama. Se la arregl? para volver a quedarse dormida y cuando despert? de nuevo, eran las 7:28. Sali? rodando de la cama, se duch? y se visti?. Ya estaba saliendo por la puerta para las ocho y, al instante, dedicada a la caza de un caf?. Pill? una taza junto con una galleta con salchicha en un peque?o restaurante de carretera que llevaba en pie m?s tiempo del que pod?a recordar. Lo hab?a frecuentado con sus amigos cuando iba a la escuela secundaria, sorbiendo batidos de leche hasta que cerraba el garito a las nueve todas las noches. Ahora el lugar no parec?a m?s que un vertedero grasiento, una mancha sobre c?mo ella recordaba su adolescencia. No obstante, el caf? era intenso y delicioso, el tipo apropiado de combustible para empujarla por la Autopista 6 hacia una franja de tierra donde en cierto momento hab?a residido. A medida que se aproximaba, se dio cuenta de que pod?a recordar con facilidad la ?ltima vez que hab?a pasado por aqu?. Hab?a venido en compa??a de Kirk Peterson, el ahora amargado investigador privado que se hab?a tropezado con el caso de su padre cuando hab?an matado a Jimmy Scotts. Por eso, cuando la casa apareci? en su campo de visi?n al entrar al patio del garaje, no le sorprendi? demasiado lo que vio. Un techo en deterioro parec?a amenazar con tirar abajo toda la pared de atr?s. Los hierbajos alrededor del lugar lo hab?an invadido todo y el porche delantero se parec?a a algo que hubieran sacado de una pel?cula de miedo. La casa de los vecinos tambi?n estaba vac?a. Parec?a encajar que no hubiera otra cosa a los lados de las casas m?s que bosque. Quiz? alg?n d?a el bosque acabara por penetrar m?s adentro y se tragara las viejas casas abandonadas. No me molestar?a en absoluto, pens? Mackenzie. Aparc? su coche en el fantasma de patio del garaje y se ape? del coche al aire de la ma?ana. Con la autopista a sus espaldas y los bosques por delante, el lugar estaba en silencio y serenidad. Pod?a escuchar los c?nticos de los p?jaros en los ?rboles y el tintineo del motor de su coche mientras se enfriaba. Atraves? el silencio, hasta llegar a la puerta principal. Sonri? al ver que la hab?an tirado de una patada. Recordaba haberlo hecho cuando vino aqu? con Peterson. Tambi?n pod?a recordar la maliciosa clase de satisfacci?n que hab?a obtenido del acto. En el interior, todo estaba igual que lo hab?a encontrado hace poco m?s de un a?o. Sin muebles, ni pertenencias, ni gran cosa en absoluto. Grietas en las paredes, moho en la alfombra, el olor a viejo y a desidia. Aqu? no hab?a nada para ella. Nada nuevo. Entonces ?por qu? demonios estoy aqu?? Sab?a la respuesta. Sab?a que era porque entend?a que ser?a la ?ltima vez que la ver?a. Despu?s de este viaje, jam?s se volver?a a permitir molestarse por esta maldita casa. Ni en sus recuerdos, ni en sus sue?os, y sin duda alguna, tampoco en su futuro. Camin? con lentitud por la casa, echando una ojeada a cada habitaci?n. La sala de estar, donde su hermana, Stephanie, y ella, hab?an visto Los Simpsons y hab?an acabado pr?cticamente obsesionadas con los Expedientes X. La cocina, donde su madre rara vez hab?a servido nada que valiera la pena excepto por la lasa?a de la que hab?a encontrado la receta en un paquete de pasta. Su dormitorio, donde hab?a besado a un chico por primera vez y hab?a dejado a otro que le desnudara por primera vez. Hab?a cuadrados en sus paredes que estaban ligeramente descoloridos respecto al resto de la pintura; ah? era donde hab?an estado colgados en su d?a sus posters de Nine Inch Nails, Nirvana, y PJ Harvey. El cuarto de ba?o, donde hab?a llorado un poquito despu?s de tener su primer periodo. El diminuto lavadero, donde hab?a tratado de quitarse de la blusa el olor a cerveza derramada una noche que hab?a vuelto muy tarde a casa cuando solo ten?a quince a?os. Al final del pasillo estaba el dormitorio de sus padres—un dormitorio que le hab?a estado acechando en sue?os durante demasiado tiempo. La puerta estaba abierta, la habitaci?n esper?ndola. No obstante, ni siquiera entr? a la habitaci?n. Se qued? de pie en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho mientras miraba al interior. Con el sol de la ma?ana penetrando por las ventanas agrietadas y polvorientas, la habitaci?n parec?a tener una cualidad et?rea. Era muy f?cil imaginarse que el lugar estaba encantado o maldito, aunque ella sab?a que nada de eso era cierto. Un hombre hab?a muerto en esta habitaci?n, su sangre segu?a en la moqueta. Pero lo mismo se pod?a afirmar de muchas otras innumerables habitaciones por todo el mundo. Esta no era m?s especial que aquellas habitaciones. ?Por qu? deber?a tener tanto peso en su vida? Puedes pensar que eres dura y cabezota si quieres, habl? alguna parte m?s sabia dentro de ella. Pero si no solucionas este caso en esta ocasi?n, esta habitaci?n te perseguir? por siempre. Ser? mejor que te pegues al suelo y que levantes una verja de c?rcel a su alrededor. Dej? ese umbral y sali? afuera. Camin? alrededor de la casa hasta la parte trasera, donde estaba la ?nica entrada a la bodega. Encontr? la vieja puerta retorcida en su marco y f?cil de abrir. Pas? al interior y casi grita cuando vio una serpiente verde desliz?ndose por una de las esquinas. Se ri? de sus temores y entr? al polvoriento espacio. Apestaba a tierra vieja y a cosas extra?as y amargas. Era un lugar olvidado con telas de ara?a y polvo acumulado por todas partes. Tierra, polvo, moho, ?xido. Era dif?cil de imaginar que este era el mismo lugar donde en cierto momento se hab?a sentido emocionada de aventurarse cuando llegaba la hora de sacar su bicicleta en primavera y de andar con ella por el patio. Hab?a sido donde su padre guardaba la cortadora de c?sped y la desbrozadora, donde su madre guardaba todos los frascos de vidrio para hacer sus mermeladas y sus gelatinas. Abrumada por los recuerdos y el olor a rancio, Mackenzie volvi? a salir afuera. Se puso de camino a su coche, pero fue incapaz de irse por el momento. Como un fantasma aburrido, volvi? a entrar a acechar el espacio. Camin? hasta el final del pasillo, de vuelta a la habitaci?n de sus padres. Se qued? mirando fijamente a la habitaci?n, poco a poco comenzando a entender la ruta que hab?a que tomar. Hab?a estado m?s cerca de ella la noche anterior, cuando entraba con el coche a Belton y solo quer?a que se acabara el viaje. Esta vieja habitaci?n vac?a no guardaba para ella nada m?s que recuerdos macabros.  SI quer?a hacer progresos de verdad en el caso, iba a tener que hacer algo de espeleolog?a. Iba a tener que lanzarse a las calles del pueblo del que, de adolescente, se hab?a temido que jam?s pudiera escapar. *** Se hab?a mantenido tan alejada de Belton una vez consigui? un trabajo con la polic?a estatal a los veintitr?s a?os que los a?os le hab?an sustra?do el conocimiento. No ten?a ni idea de qu? negocios seguir?an a?n abiertos. Tampoco ten?a ni idea de qui?n hab?a muerto y qui?n se las hab?a arreglado para llegar a sus a?os dorados de la vejez. Por supuesto, hac?a menos de doce a?os que estaba alejada de Belton, pero un solo a?o ten?a una manera curiosa de causar caos en un pueblecito—ya fueran las finanzas, los bienes ra?ces, o las muertes. Pero tambi?n sab?a que los pueblecitos tend?an a mantenerse arraigados en la tradici?n. Y esa es la raz?n de que Mackenzie condujera al almac?n local de provisiones de granja al extremo oriental del pueblo. El lugar se llamaba Atkins Provisiones para Granjas y Tractores y en cierto momento, mucho antes de que hubiera nacido Mackenzie, hab?a sido el centro de negocios del pueblo. Al menos esa era una de las historias que le hab?a contado su padre. Ahora, la verdad, era un fantasma de su antiguo esplendor. Cuando Mackenzie era una ni?a, el lugar ofrec?a pr?cticamente todos los cultivos que pudiera desear un granjero (especializ?ndose en ma?z como la mayor?a de los lugares en Nebraska). Tambi?n hab?a vendido equipo de granja, accesorios, y mercanc?as para el hogar. Cuando entr? a ?l quince minutos despu?s de estar de pie en el umbral de la habitaci?n en la que hab?a muerto su padre, Mackenzie se sinti? casi triste por los propietarios. La parte de atr?s, que en su d?a albergara los cultivos y las provisiones de jardiner?a, hab?a sido destripada completamente. Ahora hab?a all? aposentada una mesa de billar llena de ara?azos. En cuesti?n de la tienda en s?, todav?a vend?a cultivos, pero la selecci?n no era gran cosa que mencionar. La secci?n m?s grande del lugar, de hecho, era una exhibici?n de semillas de plantas y flores. Un peque?o refrigerador en la parte de atr?s conservaba el cebo para pesca (pescados y lombrices, seg?n dec?a el letrero escrito a mano) mientras que la recepci?n frontal se erig?a delante de una exhibici?n muy polvorienta de ca?as y aparejos de pesca. Hab?a dos viejos de pie detr?s del mostrador. Uno estaba revolviendo una taza de caf? mientras el otro pasaba las p?ginas de un libro de proveedores. Mackenzie se acerc? al mostrador, no muy segura de qu? enfoque tomar: el de la habitante local que acaba de regresar tras una larga ausencia o el de la agente del FBI que estaba investigando los hechos de un caso antiguo. Pens? que tendr?a que ponerlo a prueba cont?ndoselo a alguien. Ambos hombres le miraron al mismo tiempo, cuando ella ya estaba a un par de metros del mostrador. Reconoci? a los dos hombres de los a?os en que hab?a vivido en Belton, pero solo sab?a el nombre del hombre que hojeaba el cat?logo. “?Se?or Atkins?” pregunt?, sabiendo al instante que podr?a ejercer los dos roles y obtener alguna informaci?n honesta—si acaso hab?a alguna que obtener. El hombre con el cat?logo en sus manos mir? a Mackenzie. Wendell Atkins ten?a doce a?os m?s que la ?ltima vez que le hab?a visto Mackenzie, pero parec?a que hubiera envejecido al menos veinte. Mackenzie asumi? que ten?a que tener al menos setenta a?os en la actualidad. ?l le sonri? y se?al? con la cabeza hacia un lado. “Pareces familiar, pero no s? si el nombre me va a venir a la mente,” dijo. “Va a ser mejor que me lo digas porque podr?a estar aqu? intentando adivinarlo todo el d?a.” “Soy Mackenzie White. Viv? en Belton toda la vida hasta que cumpl? dieciocho a?os.” “White… ?era tu madre Patricia?” “S?, se?or, esa soy yo.” “En fin, cielos” dijo Atkins. “No te he visto en mucho tiempo. Lo ?ltimo que escuch? era que estabas trabajando con la polic?a del estado o algo as?, ?verdad?” “Fui detective con ellos durante una temporada,” dijo ella. “Pero acab? en Washington, DC. Ahora trabajo para el FBI.” Mackenzie sonri? para sus adentros porque sab?a que, en el momento que saliera de la tienda, Wendell Atkins le hablar?a a todo el mundo en el pueblo de la visita que acaba de tener de Mackenzie White, la chiquilla que se fue a DC y se convirti? en agente federal. Y si se corr?a el rumor, se imaginaba que alguna gente pod?a empezar a hablar de lo que le sucedi? a su padre. En los pueblos peque?os, as? es como se pasaba la informaci?n entre la gente. “?Es eso cierto?” dijo Atkins. Hasta su amigo elev? la vista de su caf?, con aspecto muy interesado. “S?, se?or. Y esa es la raz?n de que est? aqu?. Ten?a que venir a Belton a echar un vistazo a un viejo caso. El caso de mi padre, para hablar claro.” “Oh no,” dijo Atkins. “Es cierto… jam?s hallaron a los que le hicieron eso, ?verdad?” “No, no lo hicieron. Y ?ltimamente, ha habido numerosos asesinatos en Omaha que creemos est?n vinculados con el de mi padre. Ahora, he venido aqu? porque, francamente, recuerdo que pap? ven?a aqu? ocasionalmente cuando yo era peque?a. Era ese tipo de sitios donde los hombres tend?an a sentarse a pasar el tiempo tomando caf? y hablando de sus cosas, ?no es cierto?” “Eso es cierto… aunque no siempre era caf? lo que beb?amos,” dijo Wendell con una risita ronca. “Me preguntaba si podr?a decirme cualquier cosa que recuerde despu?s de enterarse de que hab?an matado a mi padre. Incluso si piensa que eran rumores o cotilleos, me gustar?a saberlo.” “En fin, agente White,” dijo con buen humor, “Odio decirte que parte de ello no es muy agradable.” “No espero que lo sea.” Atkins hizo un sonido inc?modo dentro de su garganta mientras se inclinaba sobre el mostrador.  Su amigo pareci? percibir que se avecinaba una conversaci?n delicada; agarr? su taza de caf? y desapareci? por detr?s de las filas de inventario y de aparejos de pesca que hab?a detr?s del mostrador. “Algunos dicen que fue tu madre,” dijo Atkins. “Y solo te digo esto porque me lo has preguntado. De lo contrario, no me atrever?a a comentar algo as?.” “Est? bien, se?or Atkins.” “Cuenta la leyenda que ella lo prepar? todo para que pareciera un asesinato. El hecho de que ella… en fin, que m?s o menos tuviera un ataque de nervios despu?s de lo sucedido, le pareci? demasiado conveniente a alguna gente.” Mackenzie ni siquiera pod?a enfadarse ante tal acusaci?n. Ella misma se hab?a planteado esa teor?a, pero simplemente no encajaba. Tambi?n significar?a que ella era responsable por las muertes de los vagabundos, de Gabriel Hambry, y de Jimmy Scotts. Y su madre pod?a ser muchas cosas, pero no era una asesina en serie. “Otra historieta cuenta que tu padre estaba liado con algunos hombres malos de M?xico. Un c?rtel de drogas de alguna clase. Un trato sali? mal o tu padre les sac? la pasta de alguna manera y ah? se acab? todo.” Esta era otra teor?a con la que se hab?a especulado mucho tiempo. El hecho de que, Jimmy Scotts tambi?n hab?a estado supuestamente implicado con un c?rtel de drogas—el suyo en Nuevo M?xico—proporcionaba un enlace, pero, como hab?a comprobado una larga investigaci?n, no hab?a conexi?n alguna. Claro que el padre de Mackenzie hab?a sido polic?a y era del domino p?blico que hab?a detenido a unos cuantos traficantes de drogas locales, con lo que esa suposici?n era f?cil de hacer. “?Algo m?s?” pregunt?. “No. Cree lo que t? quieras, pero francamente, yo no fisgo demasiado. Odio el cotilleo. Ojal? tuviera m?s que contarte.” “Est? bien. Gracias se?or Atkins.” “Sabes,” dijo ?l, “puede que quieras hablar con Amy Lucas. ?Te acuerdas de ella?” Mackenzie trat? de escarbar en su memoria, pero no le vino nada a la mente. “El nombre me suena un poco, pero no… no la recuerdo.” “Vive all? en la calle Dubl?n… la casa blanca con el viejo Cadillac encima de unos bloques en el patio del garaje. Ese maldito bulto lleva ah? desde siempre.” Tristemente, ese era todo el recordatorio que necesitaba Mackenzie. Aunque ella no conociera personalmente a Amy Lucas, s? que recordaba la casa. El Cadillac en cuesti?n era de los a?os 60. Llevaba colocado encima de unos bloques ni Dios sab?a cu?nto tiempo, Mackenzie se acordaba de haberlo visto durante la ?poca que pas? en Belton. “?Qu? hay de ella?” pregunt? Mackenzie. “Tu madre y ella fueron como u?a y carne durante una temporada. Amy perdi? a su marido por un c?ncer hace tres a?os. No es que se le haya visto mucho por el pueblo como de costumbre desde aquello. Pero me acuerdo de ella con tu madre, siempre saliendo juntas. Siempre estaban en el bar, o jugando a las cartas en el porche frontal de Amy.” “Como si el se?or Atkins hubiera tocado un interruptor en alguna parte, Mackenzie se acord? de pronto de m?s que lo que hab?a recordado hasta ahora. Apenas pod?a ver el rostro de Amy Lucas, resaltado por un cigarrillo que le colgaba de entre los labios. Esa es la amiga por la que mam? y pap? ten?an tantas discusiones, pens? Mackenzie. Las noches que mam? ven?a borracha a casa o que no andaba por all? un s?bado, estaba con Amy. Yo era demasiado joven como para pensar ni un minuto sobre ello. “?Sabe d?nde trabaja?” pregunt? Mackenzie. “En ninguna parte. Te apuesto lo que sea a que est? en su casa ahora mismo. Cuando muri? su marido, le dej? con un bonito nido lleno de huevos. Se queda sentada en su casa y camina arriba abajo todo el d?a. Pero por favor, si vas a verla, por amor de todo lo m?s sagrado, no le digas que yo te envi? all?.” “No lo har?. Gracias de nuevo, se?or Atkins.” “Claro, espero que encuentres lo que sea que est?s buscando.” “Yo tambi?n.” Volvi? a salir afuera y camin? hasta su coche. Mir? arriba y abajo al tranquilo tramo de la calle principal y se empez? a preguntar: ?Qu? es exactamente lo que estoy buscando?” Se mont? al coche y empez? a circular hacia la calle Dubl?n, esperando encontrar all? algo parecido a una respuesta. CAP?TULO SEIS La calle Dubl?n era un tramo asfaltado de dos carriles que serpenteaba a trav?s del bosque. Coronada por ?rboles a ambos lados de la carretera, Mackenzie fue escoltada hasta la residencia de Amy Lucas. Sent?a c?mo si le estuvieran transportando a trav?s del tiempo, especialmente cuando lleg? a la casa y divis? ese viejo Cadillac, apostado sobre unos bloques de cemento al extremo opuesto del patio de gravilla del garaje. Aparc? detr?s del ?nico otro coche que hab?a all?, un Honda mucho m?s actual, y se baj?. Mientras entraba al porche, pens? en Atkins habl?ndole de su madre y de Amy jugando a las cartas en este mismo espacio. Hacerse consciente de que su madre hab?a ocupado este porche en otro tiempo le provoc? un escalofr?o que le recorri? el cuerpo entero. Mackenzie llam? a la puerta y la respondieron de inmediato. La mujer que estaba en pie al otro lado era un fantasma del recuerdo que ten?a Mackenzie. Amy Lucas parec?a tener unos cincuenta y tantos a?os y el tipo de mirada que siempre parece estar sintiendo desconfianza de alguien. La mayor parte de su cabello casta?o hab?a encanecido. Estaba peinado hacia atr?s con firmeza para revelar una frente llena de viejas cicatrices de acn?. Ten?a un cigarrillo entre los dedos de su mano derecha, y el humo se deslizaba de vuelta al interior de la casa. “?Se?ora Lucas?” pregunt? Mackenzie. “?Amy Lucas?” “Esa soy yo,” dijo ella. “?Y qui?n eres t??” Mackenzie mostr? su placa y repas? la misma rutina de siempre. “Mackenzie White, del FBI. Esperaba poder preguntarle—” “?Mac!?Madre m?a! ?Qu? est?s haciendo en el pueblo?” El hecho de que esta mujer pareciera recordarle desequilibr? un poco a Mackenzie, pero se las arregl? para conservar la compostura. “Lo cierto es que estoy trabajando en un caso y esperaba que pudieras ser de alguna ayuda.” “?Yo?” Entonces se ech? a re?r con el tipo de carcajada que ya hac?a tiempo que se hab?a convertido en el sonido de incontables cigarrillos trabajando en contra de sus pulmones. “Bueno, se trata del caso de mi padre. Y con toda franqueza, mam? y yo ya no tenemos la mejor relaci?n del mundo. Esperaba que pudieras ayudarme a arrojar algo de luz sobre unas cuantas cosas.” Esa mirada desconfiada se achin? durante un momento antes de que Amy asintiera con la cabeza y se echara a un lado. “Pasa adentro,” dijo. Mackenzie pas? al interior y le recibi? como una bofetada la peste a humo de cigarrillo. Era casi como una nube visible colgando de la casa. Amy le gui? a trav?s de un peque?o recibidor hacia el interior de la sala de estar, donde tom? asiento en una vieja butaca deshilachada. Mientras Mackenzie se sentaba al extremo de un sof? en la pared m?s alejada, hizo lo que pudo para ocultar el hecho de que estaba intentando no toser debido a todo el humo de cigarrillos. “Me enter? de lo de su marido,” dijo Mackenzie. “Le acompa?o en el sentimiento.” “S?, fue un d?a triste, pero sab?amos que estaba de camino. El c?ncer puede ser muy cabr?n. Pero… ?l ya estaba listo para irse. El dolor fue terrible casi al final. “ No hab?a manera de hacer una transici?n sencilla y, como Mackenzie nunca hab?a considerado el arte de la conversaci?n como su punto m?s fuerte, hizo lo que pudo por ir al grano sin parecer grosera. “Por eso he regresado al pueblo, para intentar encontrar m?s detalles sobre el asesinato de mi padre. El caso se qued? paralizado durante much?simo tiempo, pero otra serie de asesinatos en otra parte del estado nos han hecho volver a abrirlo. Quer?a hablar contigo porque parece que eras buena amiga de mi madre. Me preguntaba si hay algo que me puedas decir sobre el estado en el que pudiera haber estado los d?as justo antes y despu?s de la muerte de mi padre.” Amy le dio una calada a su cigarrillo y se volvi? a sentar en su sill?n. Ya no ten?a aspecto desconfiado, sino bastante triste. “Maldita sea, echo en falta a tu madre. ?C?mo anda ella?” “No lo s?,” dijo Mackenzie. “No hemos hablado en m?s de un a?o. Hay algunos asuntos por resolver entre nosotras, como puedes imaginar.” Amy asinti?. “?Lleg? a salir alguna vez de esa… residencia?” Quiere decir del pabell?n psiqui?trico, pens? Mackenzie. “S?. Y entonces se busc? un apartamento en alguna parte y empez? a vivir su vida por su cuenta. Como que nos dej? a Stephanie y a m? de lado.” “Cuando muri? tu padre, fue muy duro para ella,” dijo Amy. “El hecho de que ella estuviera all? mismo, en el sof?, cuando sucedi? todo—pudo con ella.” S?, tambi?n me dej? bastante hecha polvo a m?, pens? Mackenzie. “S?, todos pasamos por eso. ?Alguna vez te dijo mam? algo sobre aquella noche? ?Quiz? cosas que vio o que escuch??” “No que yo recuerde. S? que le acosaba la idea de que la puerta deb?a haber estado abierta—que la persona que entr? y mat? a tu padre entr? sin problemas a la casa. Le asustaba much?simo lo que hubiera podido sucederte a ti o a tu hermana.” “Y as? fue,” dijo Mackenzie. “Todos los dem?s est?bamos sanos y salvos. El asesino solo quer?a a mi padre. ?Alguna vez comparti? mi madre contigo cosas acerca de mi padre que pensaste que eran extra?as? ?Quiz? razones por las que alguien quisiera verle muerto?” “Francamente, tu madre solamente hablaba de lo guapo que estaba vestido con el uniforme de polic?a. Le hicieron un detective casi al final, ?verdad?” “As? es. Entonces… ?a mam? le gustaba el hecho de que fuera un polic?a o le pon?a inc?moda?” “Un poco de ambas cosas, creo yo. Estaba muy orgullosa de ?l, pero siempre estaba preocupada. Es la raz?n de que bebiera tanto. Siempre estaba preocupada de que le iban a hacer da?o y la bebida era su manera de manejar el estr?s.” “Ya veo…” “Mira, ya s? que algunos de los rumores que corren por el pueblo no son muy bonitos, pero lo cierto es que tu madre amaba a tu padre. Le quer?a mucho. ?l se desvivi? por apoyarla. Al principio cuando se hizo polic?a y apenas les daba para pagar gastos, consigui? un pr?stamo y compr? este diminuto edificio de apartamentos fuera del pueblo. Trat? de ser un casero durante unos dos a?os y aquello no era para ?l. Aunque los ingresos eran suficientes como para mantenerles a flote.” “?Cu?ndo fue esto?” pregunt?. “Antes de que llegaras t?, desde luego,” dijo Amy. “?ramos todos tan j?venes entonces. Dios, no puedo creer que se me olviden algunas de esas cosas con tanta facilidad…” Mackenzie no pudo evitar sonre?r. As? sin m?s, se acababa de enterar de algo nuevo sobre su padre. Sin duda, quiz? ?l y su madre hab?an mencionado esta peque?a actividad de casero de pasada, pero si lo hab?an hecho, ella nunca se hab?a dado por enterada. “Amy, ?cu?ndo fue la ?ltima vez que hablaste con mi madre?” “El d?a antes de que se marchara a esa residencia. No es por restregarlo, pero hasta entonces creo que ya estaba enfadada contigo, aunque nunca me diera una buena raz?n del por qu?.” “?Y dijo algo acerca de mi padre?” “Dijo que sucedi? como en una pesadilla. Dijo que fue su culpa y que deber?a haber sido capaz de detenerlo. Me imagin? que solo se trataba de culpabilidad por haber estado dormida y no despertarse cuando por lo visto alguien entr? a la casa con un arma.” “?Alguna otra cosa m?s en la que puedas pensar?” pregunt? Mackenzie. Hasta mientras Amy consideraba su respuesta, Mackenzie se hab?a quedado pegada a una cosa que hab?a dicho Amy. Deber?a haber sido capaz de detenerlo. Parece algo extra?o que decir a la luz de lo que sucedi?. Sabe algo. Siempre lo ha sabido y yo he estado demasiado asustada como para preguntarle… Mierda. Tengo que llamarla. Finalmente, Amy le respondi?: “No, nada que pueda recordar, pero ahora has revuelto mis recuerdos del pasado. Si se me ocurre cualquier otra cosa, no dudes que te lo har? saber.” “Te lo agradecer?a,” dijo Mackenzie, entregando a Amy una de sus tarjetas de visita. Sali? de la casa, perfectamente feliz de poder volver a respirar el aire fresco. Se dirigi? de vuelta a su coche, consciente de que apestaba a humo de cigarrillos, pero todav?a contemplando el nuevo pedazo de informaci?n que hab?a obtenido acerca de su padre. Un casero, pens?. ?No me encaja para nada! Me pregunto si Stephanie lo sab?a… Pero a la cola de este, hab?a otro pensamiento. Voy a tener que visitar a mi madre. No puedo retrasarlo m?s. Este reconocimiento le puso nerviosa al instante. Mientras sacaba el coche de nuevo a la calle Dubl?n, el mero pensamiento de ver a su madre le puso a la defensiva. Parec?a como si un peso se estuviera asentando en su est?mago de camino al pueblo, intentando pensar en algo que pudiera hacer para retrasar la inevitable visita a su madre. CAP?TULO SIETE Ten?a otra tarea leg?tima que llevar a cabo antes de atormentarse con m?s pensamientos sobre su madre. Ech? una ojeada a los archivos del caso y sac? la informaci?n sobre la autopsia de su padre. Encontr? el nombre del forense que hab?a escrito el informe original y se dispuso a localizarle. Fue bastante f?cil. Aunque el forense en cuesti?n se hubiera jubilado hac?a dos a?os, el condado de Morrill era el tipo del lugar que parec?a un agujero negro. Era imposible escaparse de ?l. Esa era la raz?n de que hubiera tantas caras familiares en las calles. A nadie se le hab?a ocurrido largarse, irse a alg?n otro lugar para ver qu? les ten?a preparado la vida. Llam? por tel?fono al agente Harrison en DC para conseguir la direcci?n de Jack Waggoner, el forense que hab?a trabajado en el caso de su padre. Obtuvo la direcci?n en unos cuantos minutos y se puso a conducir hasta otro pueblecito llamado Denbrough. Denbrough estaba a cuarenta millas de Belton, dos puntitos en el mapa de lo que era el Condado de Morrill. Jack Waggoner viv?a en una casa que se encontraba junto a un prado. Postes de vallas viejas derruidas y cables de p?as indicaban que, en su d?a, aqu? se hab?an dedicado a la crianza de caballos. Cuando aparc? su coche en el patio del garaje de una hermosa mansi?n colonial de dos plantas, vio a una mujer quitando las malas hierbas de un jard?n de flores que bordeaba todo el porche. La mujer la divis? desde el momento que Mackenzie entr? al callej?n con su coche hasta que lo aparc?. “Hola,” dijo Mackenzie, deseando interactuar con la mujer cuanto antes posible antes de que su mirada insistente empezara a irritarle. “Qu? hay,” dijo la mujer. “?Y qui?n puedes ser t??” Mackenzie le mostr? su placa y se present? de la manera m?s agradable que pudo. De inmediato, los ojos de la mujer se iluminaron, y le dej? de mirar con desconfianza. “?Y qu? trae al FBI hasta Denbrough?” pregunt? la mujer. “Esperaba poder hablar con el se?or Waggoner,” dijo Mackenzie. “Jack Waggoner. ?Est? en casa?” “As? es,” dijo la mujer. “Yo me llamo Bernice, por cierto. Su esposa desde hace treinta y un a?os. A veces recibe llamadas del gobierno, siempre sobre gente muerta a la que examin? en el pasado.” “S?, esa es la raz?n de que haya venido. ?Podr?a decirle que estoy aqu??” “Te llevar? donde ?l est?,” dijo Bernice. “Est? en medio de un proyecto.” Bernice invit? a Mackenzie a entrar en la casa. Estaba limpia y parcamente decorada, lo que la hac?a parecer mucho m?s grande de lo que era en realidad. La disposici?n del lugar le hizo pensar de nuevo en que el enorme campo que hab?a fuera hab?a albergado ganado en otro tiempo—un ganado que hab?a ayudado a pagar por esta casa. Bernice le hizo descender hasta un s?tano remodelado. Cuando llegaron al final de las escaleras, lo primero que vio Mackenzie fue una cabeza de ciervo en la pared. Entonces, cuando doblaron la esquina, vio a un perrito embalsamado—un perro de verdad que hab?an embalsamado despu?s de muerto. Estaba apoyado en el rinc?n sobre una plataforma algo extra?a. En la esquina opuesta del s?tano, hab?a un hombre inclinado sobre una mesa de trabajo. Una l?mpara de mesa iluminaba algo en lo que estaba trabajando, algo que estaba oculto por los hombros y la espalda encorvados del hombre. “?Jack?” dijo Bernice. “Tienes una visita.” Jack Waggoner se dio la vuelta y escudri?? a Mackenzie desde detr?s de un par de gafas gruesas. Se las quit?, parpade? de manera casi c?mica, y se levant? lentamente de su sill?n. Cuando se movi?, Mackenzie pudo ver en qu? estaba trabajando. Vio el cuerpo de lo que parec?a ser un peque?o lince. Taxidermia, pens?. Parece que no pudo alejarse de los cad?veres despu?s de retirarse. “No creo que nos conozcamos,” dijo Jack. “No nos conocemos,” dijo ella. “Soy Mackenzie White del FBI. Esperaba hablar con usted sobre un cad?ver que usted examin? y con el que ayud? hace unos diecisiete a?os.” Jack silb? y se encogi? de hombros. “Demonios, apenas puedo recordar los cad?veres que examin? durante mi ?ltimo a?o—y eso que solo fue hace dos a?os. Diecisiete a?os puede ser demasiado pedir.” “Fue un caso bastante prioritario,” dijo. “Un polic?a… un detective, para ser exactos. Un hombre llamado Benjamin White. Era mi padre. Le dispararon a quema—” “A quemarropa en la nuca,” dijo Jack. “Con una Beretta 92, si la memoria no me falla.” “As? fue.” “Claro, ese s? que lo recuerdo. Y… en fin, supongo que encantado de conocerte. Lamento lo de tu padre, por supuesto.” Bernice suspir? y se puso a caminar hacia las escaleras. Le lanz? a Mackenzie una sonrisita y un gesto de la mano como disculp?ndose y se retir?. Jack le sonri? a su mujer a medida que se dirig?a hacia las escaleras. Cuando sus pisadas se silenciaron, Jack volvi? a mirar a la mesa de trabajo. “Te dar?a la mano, pero… en fin, no s? si querr?s que lo haga.” “La taxidermia parece una afici?n apropiada para un hombre con su historial laboral,” dijo Mackenzie. “Me ayuda a pasar el tiempo. Y los ingresos adicionales no vienen mal tampoco. De todas maneras… me estoy yendo por las ramas. ?Qu? puedo responder acerca del caso de Ben White?” “Francamente, solo estoy buscando cualquier cosa fuera de lo normal. He le?do los informes del caso m?s de cincuenta veces, sin duda. Me los s? de arriba abajo. No obstante, tambi?n soy consciente de que suele haber detalles m?nimos que solo son percibidos por una o dos personas—detalles que en el momento no parece que merezcan la pena ser incluidos—que no acaban en el informe oficial. Estoy buscando cosas de esas.” Jack se tom? un momento para pensar en ello, pero Mackenzie pod?a asegurar por la mirada de decepci?n en sus ojos que no se le estaba ocurriendo nada. Tras unos momentos, ?l sacudi? la cabeza. “Lo siento, pero en lo que se refiere al cad?ver, no hab?a nada fuera de lo normal. Obviamente, el medio que caus? la muerte estaba claro. Por lo dem?s, sin embargo, su cuerpo hab?a estado en buena forma.” “Entonces, ?por qu? lo recuerda tan bien?” “Debido a la propia naturaleza del caso. Siempre me result? de lo m?s sospechoso. Tu padre era un polic?a de buena reputaci?n. Alguien entr? a tu casa, le dispar? en la nuca, y se las arregl? para salir sin que nadie viera qui?n lo hizo. No es que una Beretta 92 sea incre?blemente ruidosa, pero s? lo suficiente como para despertar a una casa.” “Me despert? a m?,” dijo Mackenzie. “Mi habitaci?n estaba directamente junto a la suya. Lo escuch?, pero no estaba segura de qu? se trataba. Entonces escuch? pisadas cuando alguien pas? junto a mi habitaci?n. La puerta de mi dormitorio estaba cerrada, algo que yo nunca hac?a de ni?a. Siempre la dejaba un poco entreabierta. Pero alguien la hab?a cerrado, El mismo alguien, asumo, que dispar? a mi padre.” “Eso es correcto. Le encontraste t?, ?verdad?” Mackenzie asinti?. “Y no pod?an haber pasado m?s de dos o tres minutos tras el disparo. En todo ese tiempo, no se me ocurri? que algo andaba mal. Entonces fue cuando sal? de la cama y fui a ver qu? pasaba a la habitaci?n de mis padres.” “Ya te digo… me gustar?a tener algo m?s para ti. Y te ruego que me perdones por decirlo, pero hay algo de la historia oficial que no encaja. ?Has hablado con tu madre sobre algo de esto?” “No. No en profundidad. No es que seamos las mejores amigas.” “Estaba hecha un desastre los d?as antes del funeral. Nadie le pod?a decir ni una palabra. Pasaba de llorar desconsoladamente a ataques de rabia en un abrir y cerrar de ojos.” Mackenzie asinti?, pero guard? silencio. Pod?a recordar perfectamente los ataques de rabia de su madre. Fue uno de los factores cruciales para que la ingresaran en un hospital psiqui?trico m?s adelante. “?Hubo alg?n tipo de confidencialidad cuando lleg? el cad?ver a la morgue?” pregunt?. “No por lo que puedo recordar. Ning?n asunto sospechoso por lo que yo s?. Solo se trataba de otro cuerpo rutinario que llegaba. Aunque sabes… recuerdo a un polic?a que siempre andaba por all?. Estaba con ellos cuando entregaron el cad?ver y se qued? en la oficina del forense un rato, como si estuviera esperando por algo. Estoy bastante seguro de que tambi?n le divis? en el funeral. Pero, en fin, Benjamin White era un hombre muy respetado… especialmente por los dem?s agentes del cuerpo. Claro que este agente… estaba all? todo el tiempo. Si la memoria no me traiciona, creo que se qued? por all? despu?s del funeral, como si necesitara de alg?n tiempo a solas para procesar las cosas o algo as?. Pero esto fue hace mil a?os, enti?ndeme. Diecisiete a?os es mucho tiempo. Los recuerdos empiezan a disiparse cuando llegas a mi edad.” “?Por casualidad sabe cu?l es el nombre de ese polic?a?” pregunt? Mackenzie. “No lo s?, aunque estoy bastante seguro de que firm? algunos papeles en alg?n momento. ?A lo mejor puedes echar mano de los archivos del caso original?” “Quiz?s,” dijo Mackenzie. Est? diciendo la verdad y siente l?stima por m?, pens? Mackenzie. No hay nada m?s que conseguir aqu?… excepto quiz? adquirir alguna formaci?n en taxidermia. “Gracias por su tiempo, se?or Waggoner,” dijo ella. “Por supuesto,” dijo ?l, escolt?ndola de vuelta al piso superior. “Realmente espero que puedas solucionar este caso. Siempre pens? que hab?a algo extra?o en ello. Y aunque no conoc?a a tu padre demasiado bien, no escuch? m?s que cosas buenas sobre ?l.” “Se lo agradezco,” dijo Mackenzie. D?ndole las gracias por ?ltima vez, Mackenzie se dirigi? de vuelta a la calle con Jack a su lado. Le salud? a Bernice, que hab?a regresado a sus malas hierbas en el jard?n de flores, y se mont? en el coche. Eran las tres de la tarde, pero le daba la impresi?n de que fuera mucho m?s tarde. Imagin? que el vuelo de DC a Nebraska, seguido casi de inmediato de un trayecto en coche de seis horas, le estaba empezando a pasar factura. No obstante, era demasiado pronto para dar el d?a por terminado. Se imagin? que pod?a terminar su d?a visitando el lugar donde siempre crey? que acabar?a, pero en el que jam?s hab?a pisado antes: la comisar?a de polic?a de Belton. CAP?TULO OCHO La comisar?a de polic?a de Belton le recordaba un poco de m?s a la comisar?a en la que se hab?a pasado tanto tiempo como agente y detective en el sur de Nebraska antes de que el bureau viniera a darle un toque. Era m?s peque?a, pero parec?a tener la misma clase de aire sofocante. Literalmente, era como dar un gigantesco paso atr?s hacia su pasado. Despu?s de que una mujer en el mostrador de recepci?n le respondiera al timbre y le dejara pasar al ?rea principal, Mackenzie camin? a una salita en la parte trasera del edificio. Un letrero junto al marco de la puerta dec?a REGISTROS. Resultaba casi devastador ver lo ab?lico de todo el proceso. Le hab?a mostrado la placa a la mujer en la recepci?n frontal. Hab?a hecho una llamada, recibido luz verde, y entonces le hab?an dejado pasar. Y eso era todo. De camino a la sala de registros, dos agentes que caminaban por los pasillos le hicieron un gesto de asentimiento y le echaron unas miradas algo extra?as, pero eso fue todo. Nadie le detuvo ni le pregunt? qu? se tra?a entre manos. Francamente, eso le parec?a bien. Cuantas menos distracciones, m?s r?pidamente podr?a salir de aqu?. La sala de registros consist?a de una peque?a mesa de roble en el centro de la sala, enmarcada por dos sillas a los extremos. El resto de la sala estaba llena de armarios que cubr?an las paredes, entre los que hab?a algunos que parec?an antiguos y desgastados, mientras que otros parec?an mucho m?s nuevos. A Mackenzie le sorprendi? lo organizado de los archivos en este lugar, los armarios m?s antiguos albergaban archivos que databan hasta 1951. Por pura curiosidad y por su agradecimiento por los registros y archivos bien conservados, abri? uno de estos cajones y ech? un vistazo al interior. En su interior, p?ginas bien desgastadas, carpetas, y otros materiales descansaban en orden, aunque era evidente debido al aroma a papel viejo y al tufillo a polvo que nadie los hab?a hojeado en much?simo tiempo. Cerr? el caj?n y entonces examin? las etiquetas delante de los otros armarios hasta que encontr? el que necesitaba. Sac? el caj?n y lo abri? y empez? a hojear entre los archivos. Lo bueno de ser una agente de polic?a en un lugar tan peque?o era que, por lo general, no se daban muchos casos que mereciera la pena registrar. Cuando empez? a investigar el caso de su padre, Mackenzie descubri? que el a?o que ?l hab?a muerto solo hab?a habido dos homicidios en todo Belton. Debido a esto, le result? muy sencillo encontrar el archivo de su padre. Lo sac? de su lugar, frunciendo el ce?o al ver lo delgadito de la carpeta. Hasta volvi? a mirar de nuevo en el caj?n para comprobar que no se hab?a pasado ning?n archivo por alto, pero no hab?a nada m?s. Resignada a la ?nica y delgada carpeta, Mackenzie se sent? a la mesita que hab?a en el centro de la sala y comenz? a repasar los contenidos de la carpeta. Hab?a varias fotograf?as de la escena del crimen, y ya las hab?a visto todas. Tambi?n volvi? a leer las notas sobre el caso. Tambi?n las hab?a visto antes; hasta ten?a fotocopias de ellas en su propia colecci?n de registros del caso. Claro que, ver los documentos originales—tenerlos en la mano—parec?a que, de alguna manera, le diera m?s realidad a todo. Hab?a unos cuantos documentos en el archivo de los que Mackenzie no ten?a copias personales. Entre ellos estaba una copia del informe del forense, completo con el nombre de Jack Waggoner y su firma en la parte inferior. La repas?, consider? que tanto el trabajo como las notas eran satisfactorias, y continu? a la siguiente p?gina. No estaba segura de lo que estaba buscando, pero no hab?a nada nuevo que ver. Sin embargo, cuando lleg? a la parte de atr?s del archivo, se encontr? con la p?gina dos del informe final, donde una nota afirmaba que el caso quedaba por resolver. En la parte inferior, hab?a dos firmas garabateadas, junto con el nombre impreso de ambos. Uno de ellos era Dan Smith. El otro era Reggie Thompson. Mackenzie volvi? a hojear el informe del forense para ver los nombres de los agentes que tambi?n hab?an firmado all?. Solamente hab?a un nombre all?: Reggie Thompson. El nombre de Thompson en ambos documentos era una buena indicaci?n de que este era el agente que parec?a haber estado manteni?ndose al tanto del caso, hasta en la oficina del forense. Hoje? los archivos una vez m?s para asegurarse de que no se hab?a perdido nada. Como hab?a sospechado, no hab?a nada. Coloc? el archivo de vuelta en el armario y sali? de la sala. Cuando camin? de regreso al pasillo, se tom? su tiempo. Mir? los letreros que cubr?an las paredes junto a cada entrada. La mayor?a de las puertas estaban abiertas, y no hab?a nadie ocupando los escritorios adentro. No fue hasta que lleg? al final de pasillo, casi de regreso a la peque?a ?rea de corralillo y el mostrador de recepci?n junto al mismo, que encontr? una oficina desocupada. Llam? a la puerta parcialmente abierta y le respondieron con un alegre “Adelante.” Mackenzie entr? a la oficina donde le salud? una mujer regordeta que estaba sentada detr?s de un escritorio. Estaba tecleando algo en su ordenador, sin detenerse incluso cuando elev? la vista hacia Mackenzie. “?Puedo ayudarle?” le pregunt? la se?ora. “Estoy buscando a un agente llamado Reggie Thompson,” dijo Mackenzie. Esto pareci? ganarse la atenci?n de la mujer. Dej? de teclear y elev? la vista hacia Mackenzie con el ce?o fruncido. Sabiendo lo que se avecinaba, Mackenzie le mostr? su placa a la se?ora y le dijo su nombre. “Ah, ya veo,” dijo la se?ora. “En ese caso, lamento decir que el agente Thompson se retir? el a?o pasado. Aguant? todo lo que pudo, pero en cierto momento tuvo que dejarlo. Le diagnosticaron con c?ncer de pr?stata. Por lo que tengo o?do, lo est? combatiendo, pero le ha pasado factura.” “?Sabe si le apetecer? que le hagan visitas? Esperaba poder hacerle unas cuantas preguntas acerca de un caso en el que trabaj? hace tiempo.” “Estoy bastante segura de que eso le encantar?a, la verdad. Nos llama al menos una vez por semana solo para ponerse al d?a… para ver qu? clase de casos se est? perdiendo. Pero, si yo fuera usted, esperar?a hasta ma?ana.  Por lo que me cuenta su mujer, se excede en sus actividades por las ma?anas y al principio de las tardes, con lo que est? acabado para las dos o las tres de la tarde.” “Entonces, esperar? hasta ma?ana,” dijo Mackenzie. “Gracias por su ayuda.” Mackenzie dej? la comisar?a con el mismo nivel de actividad del que hab?a experimentado al entrar. En total, hab?a pasado all? una media hora y aunque todav?a le quedaba una peque?a parte de la tarde a su disposici?n, estaba cansada. Y como Reggie Thompson prefer?a cuidar de sus asuntos por la ma?ana, eso no le dejaba con ninguna opci?n. Sali? de la comisar?a y regres? al motel. Por el camino, le son? el tel?fono y se alegr? al ver que se trataba de Ellington. Aunque no estuvieran t?cnicamente en medio de una pelea, le segu?a resultando extra?o que estuvieran malhumorados. Est? haciendo lo correcto, se dijo a s? misma. Deja respirar al pobre hombre. Respondi? a la llamada con un r?pido: “Hola. ?C?mo est?s?” “Hoy ya he hablado al menos con una docena de vagabundos distintos. Tengo toda una nueva perspectiva y un gran aprecio por lo que tienen que atravesar, pero tambi?n he llegado a la conclusi?n de que no son las fuentes m?s confiables del mundo. ?Qu? hay de ti?” “Haciendo progresos,” dijo ella, aunque le sonara a mentira. “He hablado con unos cuantos de los lugare?os que me dieron algunas nociones sobre el caso—cotilleos de pueblo peque?o, la verdad, aunque, por lo general, suele haber alg?n grano de verdad entre tanto enredo. Habl? con el forense que trat? con el cad?ver de mi padre y despu?s me pas? por la comisar?a local para mirar los archivos. Consegu? el nombre de un agente que parece estar conectado con el caso y voy a hablar ma?ana con ?l.” “Sin duda alguna, hiciste bastante m?s que yo,” dijo Ellington. “?Cu?nto tiempo m?s crees que vas a estar por all??” “No lo s?. Depende de lo que pase ma?ana—tanto aqu? como en Omaha. ?Cu?l es el estado de ?nimo general por all??” Ellington titube? antes de responder. “Si te digo la verdad, est? tenso. Penbrook est? disgustado de que decidieras darte un viajecito al oeste tan casualmente. Me est? ayudando en todo lo que puede, pero me est? diciendo en t?rminos muy claros que no est? contento.” “?Y t??” “Lo mismo de anoche. Ojal? estuviera all? contigo… y estuvieras t? aqu? conmigo. Pero lo de dividir para conquistar fue la mejor estrategia. Creo que hasta Penbrook se da cuenta de ello. Pero, si te soy honesto, el consenso general aqu? en Omaha es que est?s utilizando esto como una visita a tu localidad natal para revisitar el pasado.” “Ese consenso es est?pido,” dijo ella. Odiaba que lo de su regreso a casa sonara tan pueril. “Tienes que entender lo que parece a simple vista,” le discuti? ?l. “Estuviste aqu? menos de un d?a y saliste corriendo hacia el condado de Morrill, por tu cuenta. As? es c?mo lo est?n considerando de todas maneras.” “Esto no es una visita l?dica a mi localidad natal. No obtengo ning?n tipo de placer de nada de esto.” “Lo s?, pero Penbrook y sus colegas no te conocen tan bien como yo. Entienden que sea personal, pero no lo entienden.” Hizo una pausa aqu? y a?adi?: “No me vengas con bobadas, Mac. ?C?mo lo est?s llevando?” “Estoy cansada y ansiosa, y francamente, desear?a que alg?n pir?mano le hubiera prendido fuego a la casa de mi infancia hace ya mucho tiempo.” “Si enciendes la cerilla, no se lo dir? a nadie.” “No me tientes. Hablamos m?s tarde.” Termin? la llamada, solt? un suspiro tembloroso, y tir? el tel?fono sobre el asiento del copiloto. Condujo a trav?s de Belton, recordando c?mo hab?a sido lo de ser la t?pica adolescente angustiada, enfadada con su madre, su hermana, con la polic?a por no encontrar al asesino de su padre—por lo visto, con todo el mundo. Y a pesar de que hab?a crecido significativamente desde aquel entonces, hab?a una parte de ella que entend?a que un lugar como Belton pudiera provocar el crecimiento y la fermentaci?n de ese tipo de angustia. Solamente hab?a iglesias, bares, y tiendas de ultramarinos. Oh, y ?rboles y ma?z, y enormes extensiones de terreno que parec?an no tener final. Mackenzie estaba volviendo a sentir esa angustia de nuevo mientras entraba al aparcamiento del motel y aparcaba su coche. Y lo m?s triste es que la echaba de menos. Ya fuera por el pueblo, por estar tan cerca del caso de su padre de nuevo, o una combinaci?n de las dos cosas, Mackenzie pod?a sentir c?mo se enfadaba cada vez m?s sin ninguna raz?n en particular y c?mo se permit?a acoger la experiencia. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43693639&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.