*** Òâîåé Ëóíû çåëåíûå öâåòû… Ìîåé Ëóíû áåñïå÷íûå ðóëàäû, Êàê ñâåòëÿ÷êè ãîðÿò èç òåìíîòû,  ëèñòàõ âèøíåâûõ ñóìðà÷íîãî ñàäà. Òâîåé Ëóíû ïå÷àëüíûé êàðàâàí, Áðåäóùèé â äàëü, òðîïîþ íåâåçåíüÿ. Ìîåé Ëóíû áåçäîííûé îêåàí, È Áðèãàíòèíà – âåðà è ñïàñåíüå. Òâîåé Ëóíû – ïå÷àëüíîå «Ïðîñòè» Ìîåé Ëóíû - äîâåð÷èâîå «Çäðàâñòâóé!» È íàøè ïàðàëëåëüíûå ïóòè… È Ç

Amores

Amores Morgan Rice Diario de un Vampiro #2 AMORES es el Libro #2 de la saga del Bestseller #1 DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), seguido del Libro #1, TRANSFORMACI?N, que es un libro de descarga ?GRATUITA! En AMORES , Caitlin y Caleb se embarcan juntos en su b?squeda para encontrar el objeto que puede detener al inminente vampiro y la guerra humana: la espada perdida. Un objeto de conocimiento tradicional de los vampiros; hay serias dudas acerca de su existencia. Si hay alguna esperanza de encontrarla, primero tienen que rastrear el linaje de Caitlin. ?Es realmente la Elegida? Su b?squeda comienza con el padre de Caitlin. ?Qui?n era ?l? ?Por qu? la abandon?? Cuando la b?squeda se ampl?a, se sorprenden al descubrir qui?n es ella en realidad. Pero ellos no son los ?nicos en busca de la legendaria espada. El Aquelarre Marea Negra la quiere tambi?n y est?n cerca de la pista de Caitlin y Caleb. Peor a?n, el hermano peque?o de Caitlin, Sam, sigue obsesionado con encontrar a su pap?. Pero Sam pronto se encuentra a s? mismo muy intimidado, justo en medio de una guerra de vampiros. ?Pondr? en peligro la b?squeda de ellos? El viaje de Caitlin y Caleb los lleva a un torbellino de lugares hist?ricos -- del Valle del Hudson, a Salem y al coraz?n de la hist?rica ciudad de Boston, el mismo lugar donde las brujas fueron colgadas en la colina del Boston Common. ?Por qu? son tan importantes para la raza de los vampiros esos lugares? Y ?qu? tienen que ver con el linaje de Caitlin y en quien se est? transformando? Pero es posible que no lo logren. El amor que se tienen entre s? Caitlin y Caleb, est? floreciendo Y su romance prohibido puede destruir todo lo que se han propuesto alcanzar. Aunque AMORES es la secuela de TRANSFORMACI?N, tambi?n destaca como una novela independiente. AMORES tiene 51.000 palabras. "AMORES, segundo libro de la saga Diario de un Vampiro (Vampire Journals), es igual de estupendo que el primer libro TRANSFORMACI?N y repleto de acci?n, romance, aventura y suspenso. Este libro es una maravillosa adici?n a esta saga y usted se quedar? con ganas de leer m?s libros de Morgan Rice. Si le gust? el primer libro, ponga las manos en ?ste y vuelva a enamorarse de nuevo. Este libro se puede leer como la secuela, pero Rice lo escribe de una manera que no es necesario conocer el primer libro para leer esta maravillosa entrega". --Vampirebooksite.com "La saga de DIARIO DE UN VAMPIRO (The Vampire Journals) ha tenido una gran trama y AMORES es especialmente el tipo de libro que le dar? problemas para dejar de leer por la noche. El final de m?ximo suspenso es tan espectacular que inmediatamente va a querer comprar el siguiente libro, solo para ver qu? sigue. Como puede ver, este libro fue un gran paso adelante en la saga y recibe una calificaci?n de diez". --The Dallas Examiner amores (Libro #2 del Diario de un Vampiro) Morgan Rice ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LAS OBRAS DE MORGAN RICE "Me llam? la atenci?n desde el principio y no dej? de leerlo… Esta historia es una aventura incre?ble, de ritmo r?pido y llena de acci?n desde su inicio. No hay un momento aburrido". --Paranormal Romance Guild {con respecto a Turned} "Tiene una trama estupenda y es un libro que le costar? trabajo dejar de leer en la noche. El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querr? comprar el siguiente libro, solamente para ver qu? sigue". --The Dallas Examiner {referente a Loved} "Es un libro equiparable a Twilight y The Vampire Diaries, (Diario de un Vampiro), y har? que quiera seguir leyendo ?hasta la ?ltima p?gina! Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ?este libro es para usted!" --vampirebooksite.com {con respecto a Turned} "Es una historia ideal para los lectores j?venes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante a lo que pudo haber sido un t?pico cuento de vampiros. Innovador y singular, tiene los elementos cl?sicos que se encuentran en muchas historias paranormales para adultos j?venes". --Rese?a de The Romance {referente a Turned} "Rice hace un gran trabajo para captar su atenci?n desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va m?s all? de la simple descripci?n de la ambientaci?n… Bien escrito y sumamente r?pido de leer, es un buen comienzo para una nueva serie sobre vampiros, que seguramente ser? un ?xito entre los lectores que buscan una historia ligera pero entretenida". --Rese?a de Black Lagoon {respecto a Turned} "Lleno de acci?n, romance, aventura y suspenso. Este libro es una maravillosa adici?n a esta serie y lo dejar? deseando m?s de Morgan Rice". --vampirebooksite.com {respecto a Loved} "Morgan Rice se demuestra a s? misma una vez m?s, que es una narradora de gran talento… Esto atraer? a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados m?s j?venes, del g?nero de los vampiros y de la fantas?a. El final de suspenso inesperado lo dejar? estupefacto". --RESE?AS DE THE ROMANCE {respecto a Loved} Acerca de Morgan Rice Morgan es la escritora n?mero uno de bestsellers de las series para adultos j?venes de THE VAMPIRE JOURNALS, (DIARIO DE UN VAMPIRO) que comprende ocho libros, que han sido traducidos a seis idiomas. Morgan tambi?n es autora del libro bestseller #1: ARENA UNO y ARENA DOS, que son los primeros dos libros de la TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA, una novela de suspenso, de acci?n apocal?ptica, ambientada en el futuro. Morgan tambi?n es autora de la serie de fantas?a, bestseller # 1 de THE SORCERER’S RING, (EL ANILLO DEL HECHICERO), (GRATIS) que comprende seis libros, y siguen sum?ndose. A Morgan le encantar?a tener comunicaci?n con usted, as? que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com) para mantenerse en contacto. Libros de Morgan Rice THE SORCERER’S RING (EL ANILLO DEL HECHICERO) A QUEST OF HEROES (Libro #1 del Anillo del Hechicero) A MARCH OF KINGS (Libro #2 del Anillo del Hechicero) A FEAST OF DRAGONS (Libro #3 del Anillo del Hechicero) A CLASH OF HONOR (Libro #4 del Anillo del Hechicero) A VOW OF GLORY (Libro #5 del Anillo del Hechicero) A CHARGE OF VALOR (Libro #6 del Anillo del Hechicero) A RITE OF SWORDS (Libro #7 del Anillo del Hechicero) A GRANT OF ARMS (Libro #8 del Anillo del Hechicero) A SKY OF SPELLS (Libro #9 del Anillo del Hechicero) A SEA OF SHIELDS (Libro #10 del Anillo del Hechicero) A REIGN OF STEEL (Libro #11 del Anillo del Hechicero) THE SURVIVAL TRILOGY (LA TRILOG?A DE SUPERVIVENCIA) ARENA ONE (ARENA UNO): SLAVERUNNERS (TRATANTES DE ESCLAVOS) (Libro #1 de la Trilog?a de Supervivencia) ARENA TWO (ARENA DOS) (Libro #2 de la Trilog?a de Supervivencia) THE VAMPIRE JOURNALS (DIARIO DE UN VAMPIRO) TURNED (Libro #1 del Diario de un Vampiro) LOVED (Libro #2 del Diario de un Vampiro) BETRAYED (Libro #3 del Diario de un Vampiro) DESTINED (Libro #4 del Diario de un Vampiro) DESIRED (Libro #5 del Diario de un Vampiro) BETROTHED (Libro #6 del Diario de un Vampiro) VOWED (Libro #7 del Diario de un Vampiro) FOUND (Libro #8 del Diario de un Vampiro) RESURRECTED (Libro #9 del Legado de un Vampira) CRAVED (Libro #10 of del Legado de un Vampiro) ?Escucha! Amazon (http://www.amazon.com/Turned-Book-1-Vampire-Journals/dp/B006M6VYJM/ref=tmm_aud_title_0) Audible (http://www.audible.com/pd/ref=sr_1_1?asin=B006LAKL34&qid=1323958119&sr=sr_1_1) iTunes (http://itunes.apple.com/WebObjects/MZStore.woa/wa/viewAudiobook?id=489725251&s=143441) Derechos Reservados © 2012 por Morgan Rice Todos los derechos reservados. A excepci?n de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU de 1976, ninguna parte de esta publicaci?n puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en un sistema de base de datos o de recuperaci?n de informaci?n, sin la autorizaci?n previa de la autora. Este libro electr?nico est? disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electr?nico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si usted desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir una copia adicional para cada beneficiario. Si usted est? leyendo este libro y no lo compr? o no se compr? solamente para su uso, por favor devu?lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficci?n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaci?n de la autora o son usados ficticiamente. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia. Jacket image ©iStock.com/© Ivan Bliznetsov No se permite la reproducci?n total o parcial de este libro ni su incorporaci?n a un sistema inform?tico, ni su transmisi?n en cualquier forma o por cualquier medio, sea ?ste electr?nico, mec?nico, por fotocopia, por grabaci?n u otros m?todos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracci?n de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del C?digo Penal). HECHO: En Salem, en 1692, doce chicas adolescentes conocidas como “las afligidas” sufrieron de una misteriosa enfermedad que las condujo a un comportamiento hist?rico y a asegurar con vehemencia que en la comunidad hab?a brujas que las atormentaban. Lo anterior dio origen a los juicios de Salem. Hasta la fecha no se ha podido explicar la misteriosa enfermedad que aquej? a las j?venes. Esta noche so?? que vio mi estatua, Cual fuente de cien bocas, pura y roja Sangre manar, y que despu?s vinieron Numerosos romanos eminentes All? risue?os a ba?ar sus manos. Y todo esto cual aviso juzga De inminentes peligros... —William Shakespeare, Julio C?sar UNO Valle del Hudson, Nueva York (D?a de hoy) Caitlin Paine se sinti? tranquila por primera vez en semanas. Sentada c?modamente en el suelo del peque?o establo, se apoy? en una paca de heno y exhal?. En la chimenea de piedra, a unos tres metros de distancia, ard?a un fuego encrespado; acababa de arrojar otro le?o y el chisporroteo de la madera le brindaba tranquilidad. Marzo a?n no terminaba y aquella noche hab?a sido particularmente helada. La ventana en el muro m?s alejado ofrec?a una vista del cielo nocturno y de la nieve que no dejaba de caer. Como el establo no ten?a calefacci?n, se sent? cerca de la chimenea para que las llamas calmaran un poco su fr?o. Estaba muy c?moda y los p?rpados comenzaban a pesarle. El aroma del fuego invad?a el lugar, y cuando se reclin? un poco m?s, sus hombros y piernas se relajaron. Pero por supuesto, sab?a que la verdadera raz?n por la que sent?a paz no era ni el fuego, ni el heno; ni siquiera el resguardo que le brindaba el establo. Era por ?l, por Caleb, a quien contemplaba desde donde estaba sentada. Caleb se reclin? y se mantuvo inm?vil frente a ella, a unos cinco metros de distancia. Dorm?a. Caitlin aprovech? la oportunidad para estudiar su rostro, sus rasgos inmaculados, su piel p?lida y transl?cida. Nunca hab?a visto un rostro creado con tanta perfecci?n. Era tan irreal como contemplar una escultura. No comprend?a c?mo era posible que tuviera tres mil a?os de vida. Ella, a sus dieciocho, ya luc?a m?s grande que ?l. Sin embargo, hab?a algo m?s all? de sus rasgos. Era cierto esp?ritu; la sutil energ?a que transpiraba. Una profunda sensaci?n de paz. Cuando estaba cerca de ?l, sab?a que todo estar?a bien. Le hac?a feliz verlo ah?, con ella; hasta se atrevi? a desear permanecer juntos. Pero cuando apenas lo estaba pensando, se reprendi? a s? misma porque sab?a que se estaba buscando problemas. Sab?a que los hombres como ?l no se quedan por mucho tiempo. Sencillamente no estaban hechos para eso. A Caitlin le era dif?cil asegurar si continuaba dormido porque su sue?o era tan perfecto, que apenas se notaba su respiraci?n. Caleb hab?a regresado m?s relajado; cargaba una pila de le?os y hab?a encontrado la manera de sellar la puerta del establo para que no entrara la fr?a corriente de la nieve. Encendi? la chimenea, y ahora que estaba dormido, ella atizaba el fuego para mantenerlo vivo. Caitlin se estir?, alcanz? su vaso y bebi? otro sorbo de vino tinto; sinti? c?mo el tibio l?quido la relajaba poco a poco. La botella la hab?a sacado de un ba?l escondido debajo de una paca de heno; estaba en ese lugar desde la ocasi?n en que Sam, su hermanito, la dej? ah? por capricho varios meses antes. Ella nunca beb?a, pero le pareci? que no hab?a nada malo en tomar un poco, en especial, despu?s de lo que hab?a vivido. Ten?a su diario abierto sobre el regazo; con una mano sosten?a una pluma, y con la otra, el vaso con vino. Llevaba veinte minutos as? porque no sab?a por d?nde comenzar. Nunca antes le hab?a costado trabajo escribir, pero ahora era diferente. Los sucesos de los ?ltimos d?as hab?an sido demasiado dram?ticos, demasiado dif?ciles de asimilar. Esa era la primera vez que se pod?a sentar y relajar, que se sent?a remotamente segura. Decidi? que lo mejor ser?a comenzar por el principio; narrando lo que hab?a sucedido. Por qu? estaba ah? y qui?n era. Necesitaba procesarlo porque ya ni siquiera estaba segura de conocer las respuestas. La vida fue bastante normal, hasta la semana pasada. Me estaba empezando a gustar Oakville, pero luego lleg? mam? un d?a y nos anunci? que nos mudar?amos. Otra vez. La vida se volteaba de cabeza, como siempre suced?a gracias a ella. Sin embargo, era peor en esa ocasi?n. No nos mudar?amos a otro suburbio, sino a Nueva York. S?, a la ciudad. Escuela p?blica, una existencia de concreto… y un vecindario peligroso. Sam tambi?n estaba molesto. Hablamos sobre no mudarnos, pensamos en escapar, pero la verdad era que no ten?amos a d?nde ir, as? que le seguimos la corriente. No obstante, ambos juramos en secreto que, si no nos gustaba, nos ir?amos. Encontrar?amos alg?n lugar, cualquiera. Tal vez hasta podr?amos tratar de encontrar otra vez a pap?, aunque en el fondo, los dos sab?amos que eso no suceder?a. Y luego, pas? todo lo dem?s. Fue demasiado r?pido. Mi cuerpo mut?, cambi?. Todav?a no entiendo lo que sucedi? ni en qui?n me convert?. S?lo s? que ya no soy la misma persona. Recuerdo aquella fat?dica noche que comenz? todo. El Carnegie Hall, mi cita con Jonah, y luego… el intermedio. ?Me… aliment??, ?asesin? a alguien? A?n no puedo recordarlo; s?lo s? lo que me dijeron. S? que hice algo aquella noche, pero s?lo es un recuerdo borroso. Cualquier cosa que haya sido, todav?a me produce la sensaci?n de un hoyo en el est?mago. Jam?s quise hacerle da?o a alguien. Al d?a siguiente me di cuenta de que hab?a cambiado. Definitivamente me estaba volviendo m?s fuerte y m?s sensible a la luz. Tambi?n pod?a percibir aromas; los animales actuaban de forma extra?a cuando estaban cerca de m?, y yo, cuando estaba cerca de ellos. Y lo que sucedi? con mam?: me confes? que no era mi madre biol?gica y luego fue asesinada por aquellos vampiros, los que me hab?an estado persiguiendo. Habr?a deseado jam?s verla sufrir de esa manera; todav?a creo que fue mi culpa. Pero al igual que con todo lo dem?s, es un problema que no puedo regresar a solucionar. Ahora tengo que enfocarme en lo que tengo frente a m?, en lo que s? est? en mis manos. Tambi?n me capturaron esos espantosos vampiros. Luego escap? y apareci? Caleb. Estoy segura de que si no hubiera sido por ?l, me habr?an asesinado… o algo peor. La Cofrad?a de Caleb, su gente. Era muy distinta a ?l a pesar de que, de todas maneras, todos eran vampiros. Territoriales, celosos, suspicaces. Me exiliaron y, a ?l, no le dieron ninguna prerrogativa. Pero Caleb eligi?. A pesar de su situaci?n me eligi? a m?. Arriesg? todo para volver a salvarme. Por eso lo amo; mucho m?s de lo que jam?s podr? imaginarse. Tengo que ayudarlo a volver; ?l cree que soy la elegida, una especie de mes?as de los vampiros o algo as?. Est? convencido de que lo conducir? hasta donde se encuentra una espada perdida que impedir? la guerra entre los vampiros y salvar? a todo mundo. Yo, en lo personal, no lo creo. Su propia gente no lo cree, pero s? que tiene gran fe en ello y que significa mucho para ?l. Adem?s se arriesg? por m?, as? que, es lo menos que puedo hacer. A mi parecer, ni siquiera tiene que ver con la espada; es s?lo que no quiero que se vaya. Es por eso que har? todo lo posible por ayudarlo. De cualquier manera siempre he querido encontrar a mi pap? y saber qui?n es en realidad. Tambi?n quiero saber qui?n soy yo, si en verdad soy medio vampira o medio humana, o lo que sea. Necesito respuestas, y si no logro investigar mucho m?s, por lo menos necesito saber en qu? me estoy convirtiendo… * —?Caitlin? La chica despert? aturdida y volte? hacia arriba; vio que Caleb estaba al frente y que hab?a apoyado las manos con suavidad sobre sus hombros. Sonre?a. —Creo que te quedaste dormida —dijo. Ella mir? alrededor, vio el diario abierto sobre su regazo y lo cerr? de un golpe. Las mejillas se le hab?an encendido; esperaba que Caleb no hubiera le?do nada, en especial, la parte en que describ?a sus sentimientos hacia ?l. Se sent? y tall? sus ojos. Todav?a era de noche y el fuego a?n los calentaba a pesar de que ya casi s?lo quedaban cenizas. Caleb tambi?n debi? haberse despertado. ?Cu?nto tiempo habr?a permanecido dormida?, se pregunt?. —Lo siento —dijo—, es la primera vez que concilio el sue?o en d?as. Caleb volvi? a sonre?r y atraves? el cuarto hasta la chimenea. Arroj? varios le?os m?s que crujieron y sisearon al alimentar la llama. El calor le lleg? a Caitlin hasta los pies. ?l se qued? parado mirando el fuego y su sonrisa se desdibuj? poco a poco hasta que se hundi? profundamente en sus pensamientos. A la luz de la llamas, un c?lido resplandor iluminaba su rostro, haci?ndolo lucir a?n m?s atractivo, si acaso eso era posible. Sus grandes ojos color avellana, estaban bien abiertos; y mientras ella lo contemplaba, se tornaron verde claro. Caitlin se enderez? y vio que su vaso de vino segu?a lleno. Tom? un sorbo y, con eso, entr? en calor. Como llevaba alg?n tiempo sin comer, el vino se le subi? de inmediato a la cabeza. Vio el otro vaso de pl?stico y record? sus buenos modales. —?Quieres que te sirva un poco? —pregunt?, y luego, a?adi? con nerviosismo— es decir, no s? si en realidad bebas… Calebse carcaje?. —S?, los vampiros tambi?n bebemos vino —dijo sonriente y se acerc? para tomar el vaso en que ella le hab?a servido. Estaba sorprendida. No por sus palabras sino por la risa. Era dulce y elegante, y parec?a desvanecerse con ligereza en la atm?sfera del lugar. Como todo lo dem?s en ?l, su risa estaba llena de misterio. Caleb llev? el vaso hasta sus labios y ella lo observ? con la esperanza de que ?l le correspondiera. Y lo hizo. Entonces ambos desviaron la mirada al mismo tiempo y Caitlin sinti? que el coraz?n le palpitaba con m?s velocidad. Caleb regres? a su sitio, se sent? sobre la paja que ah? hab?a y, reclin?ndose, volte? hacia donde estaba ella. Ahora parec?a que era ?l quien estudiaba sus rasgos y eso la cohibi?. Sin darse cuenta, Caitlin desliz? la mano por su ropa y pens? que le habr?a gustado estar mejor vestida. Pens? a toda velocidad y record? que, en alg?n momento, no sab?a cu?ndo con exactitud, se detuvieron en una tienda de ropa de segunda mano en un pueblo y ella consigui? ah? algunas prendas para cambiarse. Mir? temerosa hacia abajo y ni siquiera pudo reconocerse. Llevaba unos jeans rotos y deslavados, tenis de una talla m?s grande que la suya, camiseta y un su?ter. Encima de todo, se hab?a puesto un viejo saco marinero color morado al que le faltaba un bot?n y que tambi?n le quedaba demasiado grande. Sin embargo, le brindaba calor, y en ese momento, era lo ?nico que necesitaba. Caitlin se sinti? apenada. ?Por qu? ten?a que verla ?l as?? Era pura mala suerte: la primera vez que conoc?a a un chico que en realidad le agradaba, y ni siquiera ten?a la oportunidad de arreglarse. En el establo no hab?a un ba?o en el que pudiera arreglarse, y de todas maneras, no llevaba sus cosm?ticos. Avergonzada, mir? hacia otro lado. —?Dorm? mucho tiempo? —pregunt?. —No estoy seguro; yo tambi?n acabo de despertar —le respondi? Caleb mientras se recargaba y se pasaba la mano por el cabello. —Me aliment? temprano esta noche y eso me agot?. —Expl?came eso —le pidi? mientras lo observaba. ?l no contest? de inmediato. —Alimentarse —a?adi? ella—, ?c?mo funciona? ?t?… matas gente? —No, jam?s —le contest? mientras trataba de ordenar sus pensamientos en silencio. —Como todo lo dem?s acerca de la raza de los vampiros, es un asunto complicado —le contest?—. Depende del tipo de vampiro que seas y de la cofrad?a a la que pertenezcas. Yo s?lo me alimento de animales, por ejemplo. Venados, casi siempre. Hay una sobrepoblaci?n de venados, as? que no hay problema. Los humanos incluso los cazan y ni siquiera para comerlos. Su gesto se torn? melanc?lico. —Pero hay otras cofrad?as que no tienen tanto tacto. Se alimentan de humanos. De los indeseables, por lo general. —?Indeseables? —Indigentes, vagos, prostitutas… la gente a la que nadie extra?ar? si desaparece; el objetivo es no atraer mucho la atenci?n. As? ha sido siempre. Los vampiros que se alimentan de esa forma, son vampiros impuros. Pero a mi cofrad?a, a mi raza, se le considera de sangre pura: aquello de lo que te alimentas… te infunde su energ?a. Caitlin se qued? sentada pensando. —?Y qu? hay de m??, ?por qu? s?lo me dan ganas de alimentarme en momentos espec?ficos? Caleb frunci? el ce?o. —No estoy seguro; creo que contigo sucede algo diferente. Eres una mestiza y eso es algo muy raro. S?lo s? que est?s madurando. Otros cambian de la noche a la ma?ana, pero en tu caso, debe haber un proceso. Tal vez te tome alg?n tiempo atravesar por todos los cambios que te esperan para, despu?s de un tiempo, estabilizarte. Caitlin record? las punzadas de hambre que hab?a sentido, la forma en que la abrumaron sin que ella se lo esperara. La hab?an imposibilitado para pensar en otra cosa que no fuera alimentarse. Fue una experiencia horrible y ten?a mucho miedo de que se volviera a presentar. —?Pero c?mo puedo saber cu?ndo suceder? de nuevo? —No puedes saberlo. —Es que no quiero volver a matar a un humano —agreg? ella—. Jam?s. —No tienes que hacerlo; puedes alimentarte de animales. —?Y qu? pasar? si el hambre me ataca mientras estoy atrapada en alg?n lugar? —Vas a tener que aprender a controlarla. Se necesita pr?ctica y fuerza de voluntad; no es sencillo pero s? posible. T? puedes llegar a dominarla, todos los vampiros pasan por eso. Caitlin pens? en lo que ser?a capturar a un animal vivo y alimentarse de ?l. Sab?a que ahora era mucho m?s r?pida de lo que hab?a sido jam?s, pero no estaba segura de que eso fuera suficiente para cazar. Adem?s, ni siquiera se cre?a capaz de cazar un venado. Volte? a ver a Caleb. —?T? me ense?ar?s? —le pregunt? esperanzada. ?l le correspondi? la mirada y ella volvi? a sentir que su coraz?n se aceleraba. —La alimentaci?n es algo sagrado en nuestra raza, es una actividad que siempre se debe llevar a cabo a solas —le dijo con suavidad en un tono de disculpa. —A menos de que… —?A menos de que qu?? —le pregunt?. —En las ceremonias matrimoniales, cuando se une a los c?nyuges. Caleb volte? hacia otro lado y Caitlin percibi? un cambio en su humor. Por otra parte, a ella le corri? la sangre con prisa hasta las mejillas, y de repente, crey? que la temperatura del lugar, sub?a. La chica decidi? cambiar el tema. No estaba hambrienta en ese momento, por lo que pens? que podr?a enfrentar ese problema cuando se presentara. S?lo deseaba que Caleb estuviera a su lado entonces. Adem?s, muy en el fondo, ni siquiera le importaba mucho alimentarse; tampoco los vampiros ni las espadas. Lo que en realidad quer?a era saber m?s sobre ?l. O, en realidad, lo que sent?a por ella. Ten?a muchas preguntas que quer?a hacerle. ?Por qu? arriesgaste todo por m??, ?fue s?lo para encontrar la espada o hubo algo m?s?, ?seguir?s a mi lado despu?s de que la encuentres? Est? prohibido tener un romance con una humana, ?te atrever?as a romper esa regla por m?? Pero como ten?a miedo, lo ?nico que dijo, fue: —Espero que encuentres tu espada. Qu? tonta, pens?, ?eso fue lo m?s interesante que pudiste decir?, ?qu? nunca vas a tener el valor para expresar lo que realmente piensas? Pero la energ?a de Caleb era demasiado intensa y a ella le costaba trabajo pensar con claridad siempre que ?l estaba cerca. —Yo tambi?n —contest? Caleb—. Es un arma muy especial; nuestra raza la ha codiciado durante siglos. Corren rumores de que es el ejemplo m?s fino que jam?s se forj?, de una espada turca, y que est? fabricada con un metal que puede matar a cualquier vampiro. Ser?amos invencibles si la consigui?ramos, pero si no… Fue bajando el volumen de su voz. Al parecer, tem?a enunciar las consecuencias. Caitlin dese? que Sam estuviera ah?, que pudiera ayudarlos a encontrar a su padre. Volvi? a escudri?ar el establo pero no vio rastros recientes de ?l. Otra vez dese? no haber perdido el celular en el camino; le habr?a hecho la vida mucho m?s sencilla. —Sam sol?a venir a dormir a este establo con frecuencia —dijo. Cre? que lo encontrar?amos aqu?. A pesar de todo, ahora estoy segura de que s? se encuentra en este pueblo. No ir?a a otro lugar. Ma?ana iremos a la escuela y hablar? con mis amigos para averiguar d?nde est?. Caleb asinti?. —?Crees que ya sabe en d?nde est? tu padre? —le pregunt?. —No… lo s? —contest? ella. Pero ?l tiene m?s informaci?n al respecto que yo. Lo ha tratado de encontrar desde siempre. Si alguien sabe algo sobre mi padre, es Sam. Caitlin record? todas aquellas ocasiones que hab?a pasado con Sam. ?l se la pasaba investigando, mostr?ndole nuevas pistas y desilusion?ndose. Suced?a lo mismo cada noche que sub?a a su habitaci?n y se sentaba en el borde de la cama. El deseo que Sam ten?a de ver a su padre se hab?a vuelto abrumador; era como si un ser vivo se hubiera apoderado de ?l. A pesar de que Caitlin tambi?n ten?a mucha curiosidad, ?sta no igualaba a la de Sam. Por alguna raz?n, le hab?a sido muy dif?cil ver a su hermano tan decepcionado. Tambi?n record? la desordenada infancia que tuvieron y todo de lo que les hab?a hecho falta vivir. De pronto, la emoci?n se apoder? de ella y las l?grimas comenzaron a fluir de sus ojos. Apenada, las sec? con rapidez. Esperaba que Caleb no lo hubiese notado. Pero s? lo hizo; la observ? con intensidad. Luego se levant? lentamente y se sent? junto a ella. Estaba tan cerca que Caitlin percibi? su energ?a; fue algo muy profundo e hizo que su coraz?n latiera con fuerza. Caleb recorri? con ternura el cabello de Caitlin con su dedo, y le retir? algunos mechones del rostro. Luego dibuj? el contorno de su ojo hasta llegar a la mejilla. Caitlin permaneci? inm?vil. Sent?a sobre s? la mirada de Caleb, pero no se atrev?a a verlo de frente. —No te preocupes —la tranquiliz? con su voz suave y profunda—. Encontraremos a tu padre, lo haremos juntos. Pero lo que a ella le preocupaba no era su padre, sino ?l, Caleb. Quer?a saber cu?ndo la abandonar?a. Se preguntaba si, de tenerla cerca, la besar?a. Se mor?a por sentir el toque de sus labios. Pero tem?a voltear a donde ?l estaba. Sinti? que pasaron horas antes de que lograra reunir el valor para hacerlo. Y cuando lo hizo, ?l ya no estaba cerca. Se hab?a reclinado con suavidad contra el heno y ahora ten?a los ojos cerrados. Estaba dormido con una tenue sonrisa en el rostro alumbrado por la luz que el fuego brindaba. Caitlin se desliz? hasta estar cerca de ?l, se ech? para atr?s y dej? que su cabeza reposara a unos cuantos cent?metros del hombro de Caleb. Estaban a punto de tocarse. Ese “a punto” era suficiente para ella. DOS Caitlin desliz? la puerta del establo y entrecerr? los ojos para ver al mundo cubierto de nieve. La blanca luz del sol se reflejaba en todo. Se cubri? los ojos con las manos porque sinti? un dolor que jam?s hab?a experimentado antes. La luz la estaba matando. Caleb sali? y se par? a su lado. Estaba terminando de cubrir sus brazos y cuello con un material muy ligero. Se parec?a al pl?stico con el que se envuelven los alimentos, pero en este caso, la textura parec?a disolverse al contacto con su piel. Era imposible asegurar que hubiera algo ah?. —?Qu? es eso? —Cubierta de piel —le dijo mientras continuaba envolvi?ndose los brazos y hombros—. Es lo que nos permite salir durante el d?a. Si no la tuvi?ramos, nos quemar?amos— Volte? a ver a Caitlin—. Pero t? no la necesitas… a?n. —?C?mo lo sabes? —pregunt? ella. —Cr?eme —contest? con una sonrisa—, ya nos habr?amos dado cuenta. Luego meti? la mano a su bolsillo y sac? un frasquito de gotas. Se ech? hacia atr?s y se puso varias en cada ojo. Volte? y la mir?. Seguramente se dio cuenta de que a ella le dol?an los ojos porque, con mucho cuidado le puso la mano en la frente y presion? hacia atr?s. —Recl?nate —le dijo. Ella se hizo hacia atr?s. —Abre los ojos. Cuando Caitlin los abri?, ?l dej? caer una gota en cada ojo. Le quemaron horriblemente. Cerr? los p?rpados y baj? la cabeza. —?Ay! —se quej? y continu? tall?ndose—. Si est?s molesto conmigo, mejor s?lo d?melo. Caleb sonri?. —Lo siento. Al principio queman, pero ya te acostumbrar?s. En unos segundos perder?s la sensibilidad y dejar? de doler. Caitlin parpade? y sigui? tall?ndose. Despu?s de un rato mir? hacia arriba y volvi? a sentirse bien. Ten?a raz?n, el dolor hab?a desaparecido. —Si no hay alguna raz?n de peso, la mayor?a de los vampiros no se atreve a salir durante el d?a. Somos m?s vulnerables que en la noche. El problema es que a veces es necesario hacerlo. Volvi? a mirarla. —?Queda muy lejos la escuela de Sam? —pregunt? Caleb. —S?lo tenemos que caminar un poco —contest? ella al mismo tiempo que lo tomaba del brazo y lo conduc?a por el c?sped cubierto de nieve—. Es la preparatoria Oakville. Yo tambi?n estudiaba ah? hasta hace unas semanas. Alguno de mis amigos debe saber en d?nde se encuentra Sam. * La preparatoria Oakville luc?a exactamente como Caitlin la recordaba. Parec?a un sue?o estar de vuelta. Al ver el edificio sinti? como si s?lo hubiera tomado unas breves vacaciones y ahora estuviera regresando a su vida normal. Por un segundo, incluso crey? que todo lo que hab?a sucedido en las semanas recientes, era tan s?lo parte de un sue?o demencial. Se permiti? fantasear y creer que todo estaba volviendo a la normalidad, que todo ser?a igual otra vez. Era una sensaci?n agradable. Pero cuando gir? y vio a Caleb, supo que todo hab?a cambiado, y si acaso hab?a algo m?s irreal que volver a su pueblo, era haberlo hecho con Caleb a su lado. Entrar?a a su antigua escuela acompa?ada de un hombre guapo de m?s de m?s de un metro ochenta, con hombros amplios y vestido completamente de negro. El cuello alto de su gabardina negra le cubr?a el cuello y se escond?a un poco detr?s de su largo cabello. Parec?a reci?n salido de la portada de alguna de esas populares revistas para adolescentes. Caitlin imagin? la reacci?n que tendr?an las otras chicas cuando la vieran con ?l y sonri?. Nunca hab?a sido muy popular que digamos y los chicos jam?s le prestaron mucha atenci?n. Tampoco pod?a decir que fuera una marginada porque, en realidad, ten?a varios buenos amigos. En general, nunca fue el alma de las fiestas; supuso que le gustaba permanecer en un punto medio. Por otra parte, recordaba que algunas de las chicas m?s populares la hab?an despreciado. Eran de aquellas que siempre andan en grupo, que caminan por los pasillos con su naricita respingada e ignoran a cualquiera que no sea tan perfecto como ellas. Tal vez ahora, la notar?an. Caitlin y Caleb subieron por las escaleras y cruzaron las amplias puertas de vaiv?n que estaban a la entrada de la escuela. Ella mir? el enorme reloj. 8:30. Perfecto. Los estudiantes estaban a punto de salir de la primera clase y comenzar?an a llenar los pasillos en cualquier momento. Eso les ayudar?a a pasar un poco desapercibidos, y as?, ella no tendr?a que preocuparse por la seguridad o por conseguir un pase. La campana son? a tiempo, y en unos segundos, los pasillos comenzaron a llenarse. Lo bueno de Oakville era que no se parec?a en nada a la espantosa preparatoria de Nueva York. Aqu?, aunque los pasillos estuvieran llenos de gente, siempre quedaba bastante espacio para maniobrar. En todas las paredes hab?a grandes ventanales que permit?an ver el cielo y dejaban entrar la luz. Adem?s, hab?a ?rboles en casi todos lados. Eso era casi todo lo que bastaba para extra?arla. Casi. Pero Caitlin ya estaba harta de la escuela. T?cnicamente le faltaban s?lo unos cuantos meses para graduarse, pero le parec?a obvio que, en las semanas recientes, su educaci?n hab?a sido mucho m?s intensa de lo que habr?a sido si se hubiera quedado sentada unos meses m?s a esperar que le dieran un certificado. Le encantaba aprender, pero la idea de no volver nunca m?s a la escuela, le agradaba todav?a m?s. Caminaron por el pasillo y Caitlin trat? de detectar alg?n rostro conocido. Sin embargo casi todos los estudiantes eran de los primeros grados y le fue imposible encontrar a alguno de los muchachos mayores. Por otra parte, le sorprendi? ver la reacci?n de todas las chicas: pr?cticamente todas voltearon a ver a Caleb, y ninguna hizo el intento de ocultar su inter?s o, siquiera, de mirar en otra direcci?n. Era incre?ble. Era como si paseara con Justin Bieber por la escuela. En ese momento, Caitlin volte? hacia atr?s y se dio cuenta de que todas las chicas se hab?an detenido y no dejaban de contemplar a su acompa?ante. Algunas incluso murmuraban entre ellas. Volte? de nuevo para verlo a ?l y se pregunt? si se habr?a dado cuenta. De ser as?, no mostraba ninguna se?al y, adem?s, parec?a no importarle. —?Caitlin? —se escuch? la voz de una chica evidentemente conmocionada. Caitlin volte? y vio a Luisa. Era una chica que hab?a sido su amiga antes de que se mudara. —?Oh, Dios m?o! —a?adi? Luisa con emoci?n y se arroj? con los brazos abiertos para darle un gran abrazo. Antes de que Caitlin pudiera reaccionar, ya ten?a a su vieja amiga encima y tuvo que corresponder el gesto. Era agradable ver un rostro conocido. —?Qu? te pas?? —le pregunt? Luisa hablando a toda velocidad. Su acento latino se hizo evidente; hab?a llegado de Puerto Rico apenas unos a?os antes. —?Estoy muy confundida! ?No te hab?as mudado? Te envi? mensajes de textos y correos electr?nicos pero nunca me respondiste. —Lo lamento —dijo Caitlin—. Perd? mi tel?fono y no he tenido la oportunidad de usar una computadora, y adem?s... Luisa no estaba escuchando. Acababa de notar a Caleb y se hab?a quedado contempl?ndolo embelesada. Estaba boquiabierta. —?Qui?n es tu amigo? —pregunt? al fin, casi en un murmullo. Caitlin sonri?; jam?s hab?a visto tan nerviosa a su amiga. —Luisa, te presento a Caleb —dijo. —Es un placer —agreg? Caleb sonriendo con la mano extendida. Luisa s?lo continu? mir?ndolo. Levant? la mano poco a poco; estaba aturdida y, obviamente, demasiado sorprendida para hablar. Mir? a su amiga sin comprender c?mo hab?a podido ligarse a un chico as?. La ve?a de una manera distinta, casi como si no la reconociera. —Um... —comenz? Luisa a decir con los ojos bien abiertos— um... y... como que... y ustedes, eh, ?d?nde se conocieron? Caitlin se qued? pensando un momento c?mo responder?a a esa pregunta. Imagin? que le dec?a a Luisa toda la verdad, y la mera idea la hizo sonre?r. No, no funcionar?a. —Nos conocimos despu?s de un concierto —dijo Caitlin. De cierta forma era verdad. —Ay, Dios m?o, ?cu?l concierto?, ?en la ciudad?, ??el de los Black Eyed Peas?! —pregunt? con premura— ?Qu? envidia! ?Me muero por verlos! Caitlin sonri? al imaginar a Caleb en un concierto de rock. Por alguna raz?n le parec?a imposible que eso llegara a suceder. —No... no exactamente —a?adi? Caitlin—. Escucha, Luisa, disculpa que te interrumpa pero tengo poco tiempo. Necesito saber en d?nde est? Sam. ?Lo has visto? —Por supuesto, todo mundo lo ha visto. Volvi? la semana pasada; se ve?a muy raro. Le pregunt? en d?nde estabas y cu?les eran sus planes, pero no me dijo nada. Tal vez se est? quedando en ese establo que tanto le gusta. —No, no est? ah? —dijo Caitlin—. Ya fuimos a buscarlo. —?En serio? Lo siento, entonces no s?. Como est? en otro grado, en realidad casi no nos vemos. ?Ya trataste de enviarle un correo? Siempre est? en Facebook. —Es que no tengo mi tel?fono —comenz? a explicar Caitlin. —Toma el m?o —la interrumpi? Luisa. Y antes de que terminara la frase, la chica le hab?a puesto el celular a Caitlin en la mano. —Ya est? abierto Facebook, s?lo ingresa y env?a el mensaje. Claro, pens? Caitlin. ?Por qu? no se me ocurri? eso antes? Entr? a Facebook, escribi? el nombre de usuario de Sam en el campo de b?squeda, fue a su perfil y eligi? el bot?n para enviar mensajes. Al principio vacil? porque no sab?a exactamente qu? escribir, pero luego, comenz?. “Sam, soy yo, estoy en el establo, ven a buscarme de inmediato. Puls? Enviar y le devolvi? el celular a Luisa. Entonces escuch? barullo y volte?. Un grupo de las chicas m?s populares del ?ltimo grado ven?an caminando por el pasillo directamente hacia ellos. Todas murmuraban y no dejaban de ver a Caleb. Caitlin sinti? que la embargaba una nueva emoci?n: celos. En los ojos de aquellas chicas que nunca antes le hab?an prestado atenci?n, pod?a ver que ahora estar?an encantadas de robarle a Caleb en un instante. Eran el tipo de mujeres que pod?a influir sobre cualquiera en la escuela; sab?an que pod?an tener a cualquier muchacho que desearan. No importaba si ya andaba con alguien o no. Lo ?nico que te quedaba por hacer era cruzar los dedos para que no se fijaran en tu novio. Y ahora, todas ten?an la mirada fija en Caleb. Caitlin esperaba, no, m?s bien ped?a al cielo que Caleb fuera inmune a sus poderes; que siguiera interesado en ella. Pero mientras m?s lo pensaba, m?s dudaba que lo hiciera. Ella era com?n y corriente, as? que, ?por qu? habr?a de quedarse a su lado, cuando chicas como aquellas se mor?an por tenerlo? Or? en silencio para que el grupito se siguiera de largo, por una vez en la vida. Pero, claro, no fue as?. El coraz?n le palpit? con fuerza cuando se detuvieron y se dirigieron a ellos. —Hola, Caitlin —le dijo una de las chicas con un falso tono amistoso. Tiffany. Alta, cabello lacio y rubio, ojos azules, delgada como popote. Vestida con ropa de dise?ador de pies a cabeza. —?Qui?n es tu amigo? —Caitlin no sab?a qu? decir. Tiffany y sus amigas nunca le hab?an dirigido la palabra; antes, ni siquiera volteaban a verla. Le impact? darse cuenta de que sab?an de su existencia y hasta conoc?an su nombre. Y ahora, quer?an entablar una conversaci?n. Por supuesto, sab?a bien que no ten?a nada que ver con ella. Quer?an a Caleb. Lo suficiente para descender de sus tronos y hablar con ella. Y eso no le daba buena espina. Seguramente Caleb se dio cuenta de la incomodidad de Caitlin porque se acerc? m?s a ella y la abraz?. Jam?s se hab?a sentido tan agradecida con alguien por tener un gesto as?. Armada de una confianza reci?n descubierta, Caitlin habl?. —Caleb —dijo respondiendo a la pregunta de Tiffany. —Y... ?qu? est?n haciendo por aqu?, chicos? —pregunt? otra de ellas. Era Bunny, la versi?n morena de Tiffany—. Pens? que te hab?as ido o algo as?. —Pues ya regres? —a?adi? Caitlin. —?Entonces t?, eres nuevo aqu?? —le pregunt? Tiffany a Caleb— ?Est?s en ?ltimo a?o? ?l sonri?. —S?, soy nuevo aqu? —respondi? con algo de misterio. Los ojos de Tiffany se iluminaron porque crey? que Caleb se refer?a a la escuela. —Genial —dijo—. Esta noche habr? una fiesta; tal vez quieras venir. Es en mi casa. S?lo ser? una reuni?n entre amigos y nos encantar?a que fueras. Y... eh, bueno, supongo que t? tambi?n est?s invitada —dijo Tiffany mirando a Caitlin, quien sinti? c?mo crec?a la furia en su interior. —Les agradezco la invitaci?n, se?oritas —dijo Caleb—, pero temo informarles que Caitlin y yo ya tenemos un compromiso muy importante para esta noche. El coraz?n de Caitlin estaba a punto de estallar. Victoria. Nunca antes se sinti? tan validada como cuando vio que la ilusi?n en el rostro de las chicas se desplomaba; una por una, como fichas de domin?. Entonces, todas respingaron la nariz y se escabulleron. Caitlin, Caleb y Luisa se quedaron solos. Caitlin pudo respirar al fin. —?Dios m?o! —dijo Luisa— Esas chicas no le hablan a nadie que no consideren de su nivel y tampoco invitan a cualquiera a sus fiestas. —Lo s? —dijo Caitlin, quien todav?a no se recuperaba del impacto. —?Caitlin! —dijo de repente Luisa jal?ndola del brazo— Acabo de recordar. Susan; ella mencion? algo sobre Sam la semana pasada. Dijo que se estaba quedando con la familia Coleman. Lo siento, acabo de recordarlo, tal vez te sea de ayuda. Con los Coleman, claro, ah? lo encontrar?a. —Adem?s —continu? Luisa apresuradamente—esta noche nos vamos a reunir todos en la casa de los Frank. ?Tienes que venir! Te extra?amos mucho. Ah, y por supuesto, lleva a Caleb; va a ser una fiesta genial y asistir? la mitad del grupo. Tienes que estar ah?. —Pues… no lo s?. La campana volvi? a sonar. —?Debo irme! Me da mucho gusto que hayas vuelto; te quiero. Ll?mame, ?Bye! —dijo Luisa; luego se despidi? de Caleb, dio la vuelta y se fue corriendo por el pasillo. Caitlin se dio el lujo de imaginar que volv?a a su vida normal, que sal?a con todos sus amigos, iba a fiestas, estudiaba en la escuela como siempre, y estaba a punto de graduarse. Le gustaba esa sensaci?n. Durante un momento se esforz? mucho por sacar de su mente todos los sucesos de la semana anterior. Imagin? que nada hab?a sucedido. Pero luego volte? y vio a Caleb, y entonces, la realidad volvi? a apoderarse de ella. Su vida hab?a cambiado para siempre y nunca podr?a ser igual de nuevo. Era algo que, sencillamente, tendr?a que aceptar. Y eso, sin mencionar el hecho de que hab?a asesinado a alguien, que la polic?a la buscaba y que s?lo era cuesti?n de tiempo antes de que la atraparan en alg?n lugar. O el hecho de que una raza completa de vampiros la estaba cazando para matarla. O que la espada que buscaba podr?a salvar a muchas personas. Definitivamente la vida ya no era lo que sol?a ser y nunca habr?a marcha atr?s. La ?nica opci?n que le quedaba era aceptar su realidad del presente. Caitlin tom? del brazo a Caleb y lo condujo hasta las puertas del frente. Los Coleman. Sab?a d?nde viv?an, y adem?s, era l?gico que Sam estuviera qued?ndose con ellos. Si no estaba en la escuela en ese momento, probablemente estar?a en la casa de aquella familia. Ah? era adonde tendr?an que ir a buscar a su hermano. Salieron de la escuela y percibieron de inmediato el aire fresco. Caitlin se maravill? de lo bien que se sent?a salir caminando de la preparatoria una vez m?s, y esta vez, para siempre. * Caitlin y Caleb atravesaron el jard?n de los Coleman; la nieve cruj?a bajo sus pies. La casa no era muy imponente; en realidad, era un modesto rancho junto a una carretera rural. Pero detr?s de la construcci?n principal, al fondo de la propiedad, hab?a un establo. Sobre el c?sped, Caitlin vio estacionadas en desorden varias camionetas viejas, as? como huellas en el hielo y la nieve; entonces supo que, poco antes, hubo mucho movimiento para entrar al establo. Eso era lo que hac?an los chicos en Oakville: pasaban el rato en los establos de otras familias. Oakville era una comunidad rural pero tambi?n suburbana, lo cual les brindaba a los j?venes la oportunidad de quedarse en alg?n lugar suficientemente alejado de la casa de sus padres para que estos no se enteraran o no les importara lo que sus hijos hac?an. El establo era mucho mejor que ocultarse en un s?tano porque, adem?s, tus padres no se enteraban de nada, y ten?as tu propia entrada. Y salida. Caitlin respir? hondo, se dirigi? al establo y desliz? la pesada puerta de madera. Lo primero que percibi? fue el olor. Era mariguana. Las nubes de humo cubr?an el aire. A eso, hab?a que sumar el aroma a cerveza rancia. Demasiada. Pero lo que m?s le impact?, fue el hedor que percibi? de un animal. Sus sentidos se hab?an desarrollado tanto, que la presencia del aquel ser, los invadi? por completo. Fue como si hubiera inhalado amoniaco. Caitlin volte? a su lado derecho y enfoc? la mirada. En la esquina hab?a un Rottweiler grande que se sent? lentamente, la mir? y le gru??. El gru?ido se torn? en un grave sonido gutural. Ahora lo recordaba. Era Butch, el nefasto perro de los Coleman. Como si una familia as? de desastrosa, necesitara un siniestro animal que se sumara a la foto. Los Coleman siempre hab?an sido problem?ticos. Eran tres hermanos de 17, 15 y 13 a?os. En alg?n momento, Sam se hab?a hecho amigo de Gabe, el hermano de en medio. Cada uno era peor que el siguiente. Su padre los hab?a abandonado tiempo atr?s para irse Dios sabe a d?nde. Su madre nunca los cuidaba. Se podr?a decir que se criaron solos. A pesar de sus edades, siempre estaban borrachos, drogados o de pinta. A Caitlin le molestaba que Sam se juntara con ellos; era una amistad que no podr?a aportarle nada bueno. Se escuchaba m?sica en el fondo. Era Pink Floyd. Wish You Were Here. Gente, pens? Caitlin. A pesar de que afuera era un d?a muy lindo, dentro del establo estaba muy oscuro. Le llev? algo de tiempo acostumbrarse a la poca luz. Ah? estaba Sam, sentado en medio de un sof? viejo y rodeado de unos doce muchachos. Ten?a a Gabe de un lado y a Brock del otro. Estaba agachado sobre una pipa de agua. Estaba terminando de inhalar; solt? la pipa, se ech? hacia atr?s y contuvo el aliento para dar el golpe. Fue demasiado tiempo, al final, exhal?. Gabe lo estaba filmando. Sam volte? hacia arriba y fij? la borrosa mirada en Caitlin. Ten?a los ojos rojos. Un espantoso dolor le atraves? el est?mago a la chica. Eso iba m?s all? de la desilusi?n. Pens? que todo era su culpa y record? la ?ltima vez que se vieron en Nueva York, el d?a que discutieron. Pens? en la brusquedad de sus ?ltimas palabras: ?Entonces vete!, le hab?a gritado. ?Por qu? ten?a que decir cosas as??, ?por qu? no hab?a tenido la oportunidad de retractarse? Ahora era demasiado tarde. Si hubiera elegido otras palabras, tal vez las cosas ser?an distintas en ese momento. Tambi?n estaba furiosa. Con los Coleman, con todos los chicos en aquel establo que estaban sentados en sof?s viejos, sillas y pacas de heno; fumando y bebiendo, tirando sus vidas a la basura. Ten?an la libertad de hacerlo, pero no de arrastrar a Sam con ellos. ?l era mejor persona, s?lo le hab?a hecho falta una gu?a. Nunca tuvo una imagen paterna ni recibi? amor de su madre. Era un gran chico y ella sab?a que podr?a ser el mejor de su clase si tan s?lo hubiera tenido la oportunidad de vivir en un hogar medianamente estable. Pero lleg? a un punto del que ya no pudo volver. Todo hab?a dejado de importarle. Caitlin dio varios pasos hacia ?l. —?Sam? —pregunt?. ?l la contempl? sin decir una sola palabra. Era dif?cil definir lo que hab?a en su mirada. ?Eran las drogas?, ?estaba fingiendo indiferencia?, ?o en verdad no le importaba nada? La apat?a en su rostro fue lo que la lastim? m?s que nada. Hab?a imaginado que estar?a feliz al verla, que se levantar?a y le dar?a un gran abrazo. Pero no se esperaba nada de esto; de la indiferencia. Era como si fueran desconocidos. ?Estar?a actuando para verse cool frente a sus amigos?, ?o tal vez ella lo hab?a arruinado todo y para siempre? Pasaron varios segundos y luego Sam desvi? la mirada. Le pas? la pipa a uno de los otros muchachos os e ignor? a su hermana. —?Sam! —dijo Caitlin con m?s fuerza. Ten?a las mejillas encendidas por el enojo— ?Te estoy hablando! Escuch? las risas de sus amigos los perdedores y sinti? que la ira le invad?a el cuerpo. Tambi?n percibi? algo nuevo dentro de s?; era un instinto animal. El enojo estaba llegando a tal punto de ebullici?n, que, en unos minutos m?s, ser?a incontrolable. Entonces le dio miedo pensar que estaba a punto de cruzar la l?nea. Ya no era algo humano sino animal. Aquellos chicos eran muy corpulentos, pero el poder que ahora corr?a por sus venas le indic? que podr?a acabar con cualquiera de ellos en un instante. Le estaba costando demasiado trabajo contener la furia, pero esperaba tener la fuerza suficiente para hacerlo. En ese momento, el Rottweiler contuvo el gru?ido y comenz? a acercarse a ella poco a poco. Era como si hubiera sentido que algo se avecinaba. Entonces Caitlin not? que alguien le tocaba el hombro con suavidad. Era Caleb; segu?a ah?. Se hab?a dado cuenta de que estaba punto de perder el control; era el instinto animal que exist?a entre ambos. Trat? de apaciguarla, le dijo que se calmara, que contuviera sus deseos. Su presencia reconfort? a la chica, pero no fue f?cil. Sam volte? a verla. Hab?a un aire de desaf?o en su mirada, segu?a molesto. Era obvio. —?Qu? quieres? —le pregunt? con brusquedad. —?Por qu? no est?s en la escuela? —fue lo primero que ella se escuch? decir. No estaba segura de por qu? lo hab?a preguntado, en particular, habiendo tantas otras cosas que deseaba saber. Pero el instinto maternal surgi? y eso fue lo ?nico que se le ocurri? decir. M?s risitas. El enojo de Caitlin aument?. —?Y a ti qu? te importa? —contest? Sam— ?Me dijiste que me fuera? —Lo siento —dijo ella—, no quise hacerlo. Le dio gusto tener la oportunidad de decirlo. Pero eso no pareci? convencerlo. Sigui? mir?ndola. —Sam, necesito hablar contigo en privado —agreg? Caitlin. Quer?a sacarlo de aquel ambiente y llevarlo a tomar aire fresco para estar solos, a alg?n lugar en donde pudieran hablar de verdad. No s?lo quer?a saber sobre su padre, tambi?n quer?a hablar con ?l como sol?an hacerlo. Quer?a darle la noticia sobre la muerte de su madre. Con delicadeza. Pero se dio cuenta de que las cosas no podr?an ser as?. Todo se desplomaba en una espiral interminable. La energ?a que hab?a en aquel oscuro establo era demasiado maligna y violenta. Ella estaba a punto de perder el control porque, a pesar de la mano de Caleb, no ser?a capaz de contener lo que se estaba apoderando de su ser. —Ya estoy instalado aqu? —dijo Sam. Una vez m?s, Caitlin escuch? las risas de los muchachos. —?Por qu? no te relajas? —le pregunt? uno de ellos— Est?s demasiado tensa; ven, si?ntate y date un toque. El chico le ofreci? la pipa de agua. Ella volte? y lo fulmin? con la mirada. —?Por qu? no te metes esa pipa por el trasero? —dijo, rechinando los dientes. Los dem?s interrumpieron la conversaci?n con comentarios molestos. —?Auch, ZAPE! —grit? uno de ellos. El muchacho que le hab?a ofrecido la pipa era un tipo grande y musculoso a quien, Caitlin sab?a, hab?an echado del equipo de futbol americano. Se puso de pie. Estaba rojo del coraje. —?Qu? me dijiste, perra? —dijo. Ella mir? hacia arriba. Era mucho m?s alto de lo que recordaba; med?a casi dos metros. Caleb estruj? su hombro, pero ella no sab?a si era porque la instaba a conservar la calma o porque ?l tambi?n estaba alerta. El ambiente del lugar se tens? much?simo. El Rottweiler se acerc? m?s; ahora estaba a s?lo unos treinta cent?metros de distancia y gru??a como loco. —Rel?jate, Jimbo —le dijo Sam al jugador de americano. Ah? estaba Sam, el protector. A pesar de todo, la proteg?a a ella. —Caitlin es como un dolor de muelas pero estoy seguro de que no quiso decir eso. Adem?s, no deja de ser mi hermana. S?lo c?lmate. —?Claro que quise decir eso! —grit? Caitlin, m?s enojada que nunca— ?Ustedes creen que son muy cool porque drogaron a mi hermano? Son s?lo un mont?n de perdedores que no se dirige a ning?n lado. Si quieren echar a perder sus vidas, adelante, ?pero no involucren a Sam! Como si fuera posible, Jim se enoj? a?n m?s y dio unos cuantos pasos amenazantes hacia ella. —Vaya, vean qui?n es. La se?orita maestra, se?orita mam? que vino a decirnos qu? hacer. Se escuch? un coro de risas. —?Por qu? t? y tu noviecito de juguete no vienen aqu? a darme mi merecido? Jimbo dio un paso m?s y empuj? a Caitlin con su enorme mano que m?s bien parec?a pata de felino. Mala idea. La ira estall? dentro de la chica y le fue imposible controlarla. En cuanto Jimbo la toc?, ella se movi? a toda velocidad, lo sujet? de la mu?eca y se la torci? hacia atr?s. S?lo se escuch? un escandaloso crujido, como si se la hubiera fracturado. Luego, Caitlin lo giro, le puso la mu?eca en lo alto de la espalda, y lo empuj? de cara hasta el suelo. En menos de un segundo, estaba tirado bocabajo sobre la tierra, y sin poder incorporarse. Ella dio un paso, le puso el pie en el cuello y lo mantuvo pegado al suelo con firmeza. El chico grit? de dolor. —?Dios m?o, mi mu?eca, mi mu?eca! ?Maldita perra! ?Me rompi? la mu?eca! Sam se puso de pie como todos los dem?s y mir? impactado a Jimbo. No lo pod?a creer. No ten?a idea de c?mo, su hermanita, hab?a podido someter de esa forma a un tipo tan grande. —Ofr?ceme una disculpa —le gru?? Caitlin a Jimbo. A ella misma le asustaba el gutural y animalesco sonido de su voz. —?Lo siento, lo siento! ?Lo siento! —grit? Jimbo lloriqueando. Caitlin s?lo quer?a dejarlo ir y terminar con ese asunto, pero hab?a algo en ella que no se lo permit?a. La ira la hab?a invadido de forma muy inesperada y con demasiada fuerza. No pod?a terminar con todo as? nada m?s. En su interior, el enojo segu?a fluyendo, creciendo. Quer?a matar a aquel chico. Era rid?culo pero en verdad quer?a hacerlo. —?Caitlin! —grit? Sam; y ella percibi? el miedo en su voz —?Por favor! Pero Caitlin no pod?a ceder; en verdad iba a asesinar al muchacho. En ese momento escuch? un gru?ido, y por el rabillo del ojo, alcanz? a ver al perro. De pronto dio un enorme salto con la boca abierta y los colmillos preparados para morderle el cuello. Ella reaccion? de inmediato. Solt? a Jimbo, y con un solo movimiento, atrap? al perro en el aire. Lo carg?, lo sujet? del vientre y lo avent?. El animal sali? volando a tres, a seis metros de distancia. Lo arroj? con tal fuerza que surc? el lugar y atraves? la pared del establo. Al golpear con ella, la madera cruji?, y volaron astillas por todas partes; el perro aull? y sali? despedido hasta el otro lado. Todo mundo mir? a Caitlin en silencio. Nadie era capaz de asimilar lo que acababan de presenciar. Hab?a sido, obviamente, un acto de fuerza y velocidad sobrehumanas, y no exist?a explicaci?n viable para justificarlo. Se quedaron boquiabiertos. A Caitlin le abrumaron sus sentimientos. Emoci?n, ira, tristeza. Ya no sab?a lo que sent?a y, adem?s, no pod?a confiar en ella misma. Le era imposible hablar. Ten?a que salir de ah?. Sab?a que Sam no la acompa?ar?a porque era una persona muy diferente ahora. Y ella, tambi?n. TRES Caitlin y Caleb caminaron sin prisa a lo largo de la ribera. Ese lado del r?o Hudson estaba descuidado; contaminado por las f?bricas abandonadas y los dep?sitos de combustible para los que ya no hab?a uso. Era una zona desolada pero tranquila. Caitlin se asom? al r?o y vio enormes trozos de hielo que se resquebrajaban ese d?a de marzo y flu?an con la corriente. Su delicado y sutil crujido, llenaba el aire. La imagen de los trozos era sobrenatural y reflejaba la luz de una manera muy peculiar, como el paciente roc?o lo hace sobre la rosa. De pronto anhel? caminar hasta uno de aquellos bloques de hielo, sentarse en ?l y permitir que la llevara a donde ?ste quisiera. Caitlin y Caleb continuaron en silencio; cada uno en su propio mundo. Ella estaba avergonzada por haber hecho gala de tanta furia; le apenaba haber perder los estribos y mostrarse as? de violenta. Tambi?n le apenaba que su hermano hubiera actuado de aquella forma, que estuviera con ese mont?n de perdedores. Nunca lo hab?a visto actuar as?. Habr?a querido ahorrarle a Caleb la pena de presenciar aquello. No fue el mejor momento para presentarle a la familia; seguramente la opini?n que ahora ten?a acerca de ella, era muy mala, y eso era lo que m?s le afectaba. A?n peor: ten?a miedo de pensar a d?nde ir?an despu?s de lo sucedido. Sam hab?a sido su mayor esperanza en lo que se refer?a a encontrar a su padre. Y ahora, se hab?a quedado sin ideas; si lo hubiera buscado ella misma, ya habr?a dado con ?l desde a?os atr?s. No sab?a qu? decirle a Caleb. ?Se ir?a de su lado? Por supuesto. Ella no le era de utilidad y, adem?s, ten?a que encontrar una espada. ?Qu? raz?n habr?a para que se quedara? Caminaron en silencio y Caitlin sinti? que el nerviosismo la invad?a. Supuso que Caleb s?lo esperaba el momento adecuado y que estaba eligiendo las palabras indicadas para avisarle que se ir?a. Como toda la gente de su vida lo hab?a hecho antes. —Lo lamento —dijo ella con ternura—. Me apena la forma en que me comport?. Lo siento, perd? el control. —No te preocupes, no hiciste nada malo. Eres muy poderosa y apenas est?s aprendiendo. —Tambi?n me siento avergonzada por la forma en que se comport? mi hermano. Caleb sonri?. —Si hay algo que he aprendido a trav?s de los siglos, es que no se puede controlar a la familia. Siguieron caminando en silencio. Caleb volte? hacia el r?o. —?Y entonces? —pregunt? Caitlin— ?Ahora qu?? Se detuvo y la mir?. —?Te vas a ir? —le pregunt? ella vacilante. ?l se ve?a imbuido en sus pensamientos. —?Se te ocurre otro lugar en donde pueda estar tu padre? ?Recuerdas a alguien que lo haya conocido? ?Alg?n dato? Ya hab?a intentado recordar antes, pero no encontr? nada, absolutamente nada. Neg? con la cabeza. —Debe haber algo —dijo ?l con ?nfasis—. Esfu?rzate m?s. ?Tienes alg?n recuerdo? Caitlin trat? de nuevo. Cerr? los ojos y dese? recordar con todas sus fuerzas. Ya se hab?a preguntado lo mismo en varias ocasiones. Hab?a so?ado tanto con su padre, que ya no distingu?a entre los sue?os y la realidad. Pod?a recordar cada una de las ocasiones en que ?l se le hab?a aparecido mientras dorm?a. Era siempre el mismo sue?o. Caitlin corr?a por el campo, lo ve?a a lo lejos y luego ?l se alejaba a medida que ella se acercaba. Pero no era ?l en realidad. Era s?lo parte de un sue?o. Eran im?genes, recuerdos de cuando era ni?a, el deseo de haberse ido con ?l a alg?n sitio. Era verano, pens?. Recordaba el oc?ano y su profunda calidez. Pero, como siempre, no estaba segura si aquella imagen era real. La l?nea se desdibujaba cada vez m?s y no pod?a recordar con precisi?n d?nde estaba esa playa. —Lo siento —dijo—. Desear?a tener algo, si no por ti, al menos por m?. Pero no es as?. No tengo idea de d?nde pueda estar ni de c?mo encontrarlo. Caleb mir? al r?o. Respir? hondo y observ? el hielo. Sus ojos cambiaron de color una vez m?s; en esta ocasi?n, se tornaron color gris. Caitlin crey? que hab?a llegado el momento, que de pronto voltear?a y le dar?a la noticia: se iba porque ella ya no le serv?a de nada. Hasta le dieron ganas de inventar algo, una mentira acerca de su padre, alg?n indicio que le permitiera mantener a Caleb cerca. Pero sab?a que eso era algo que no deb?a hacer. Estaba a punto de llorar. —No lo entiendo —dijo ?l con suavidad mientras contemplaba el r?o—. Estaba seguro de que t? eras la elegida. Se qued? en silencio. A Caitlin la espera se le hac?a eterna. —Y hay algo m?s que no comprendo —agreg? y volte? a verla; sus grandes ojos eran hipn?ticos. —Cuando estoy contigo, percibo algo. Cierta oscuridad. Con otros, siempre puedo ver lo que hemos compartido, las veces que se han cruzado nuestros caminos en las encarnaciones del pasado; pero contigo, todo tiene un velo encima. No puedo ver y eso nunca me hab?a sucedido antes. Es como si alguien me estuviera impidiendo ver m?s all?. —Tal vez no tuvimos un pasado juntos —dijo Caitlin. ?l sacudi? la cabeza. —Eso tambi?n lo podr?a ver. Pero contigo es imposible. Tampoco puedo ver nuestro futuro juntos. Nunca me hab?a sucedido, nunca, en tres mil a?os. Sin embargo, en el fondo, me parece que te recuerdo, que estoy a punto de verlo todo. Est? ah?, en alg?n lugar de mi mente, pero no fluye. Me est? volviendo loco. —Bien, entonces —dijo Caitlin— tal vez no hay nada. Tal vez s?lo tenemos el presente, quiz? nunca hubo nada m?s y tal vez nunca lo habr?. Se arrepinti? de inmediato de lo haber dicho eso. Ah? estaba de nuevo; nada m?s abr?a la boca y dec?a estupideces sin pensarlo. ?Por qu? hab?a tenido que hablar de esa manera? Era precisamente lo contrario de lo que pensaba y sent?a. Lo que en realidad hab?a querido expresar, era: S?, yo tambi?n siento como si hubiera estado contigo por siempre y que seguiremos juntos toda la vida. Pero no; como siempre, todo tuvo que salirle todo mal. Era porque estaba nerviosa; y lo peor era que ya no hab?a manera de retractarse. A pesar de todo, las palabras de Caitlin no detendr?an a Caleb. Se acerc? a ella, levant? una mano y la pos? con suavidad sobre su mejilla para retirar su cabello. La mir? directamente a los ojos y estableci? un v?nculo demasiado fuerte. A ella le palpit? el coraz?n y la temperatura comenz? a subirle. Ten?a la sensaci?n de haberse perdido. ?Estar?a ?l tratando de recordar?, ?se preparaba para decir adi?s? ?O tal vez estaba a punto de besarla? CUATRO Si acaso hab?a algo que Kyle odiaba m?s que a los humanos, era a los pol?ticos. No soportaba sus poses, su hipocres?a, su mojigater?a. Detestaba esa arrogancia sin fundamentos. La mayor?a de ellos hab?a vivido, si acaso, un siglo; ?l ten?a cinco mil a?os de edad. Por eso le repateaba cuando los pol?ticos hablaban de su “experiencia del pasado”. Fue el destino lo que lo oblig? a interactuar con ellos, a verlos cada noche cuando se levantaba de su sue?o y sal?a a la ciudad a trav?s del edificio del Ayuntamiento. Varios siglos atr?s, la Cofrad?a de Blacktide se hab?a establecido debajo del Ayuntamiento de la ciudad de Nueva York, y adem?s, hab?a mantenido una estrecha relaci?n de trabajo con los pol?ticos. De hecho, la mayor parte de ellos, de los que abarrotaban el lugar, en realidad pertenec?a en secreto a su cofrad?a y ejecutaba sus ?rdenes por toda la ciudad y el estado. Involucrarse y tener tratos con ellos, era un mal necesario. Sin embargo, la cantidad de pol?ticos que todav?a eran humanos, era suficiente para causarle escalofr?os al ambicioso vampiro. No soportaba dejarlos entrar en aquel edificio. En particular le molestaba que se acercaran demasiado a ?l. Camin? e inclin? su hombro para golpear con fuerza a uno de ellos. “?Hey! Le grit? el hombre, pero Kyle sigui? caminando; rechin? la mand?bula y se dirigi? a las enormes puertas abatibles al final del corredor. Si pudiera, los matar?a a todos. Pero no le estaba permitido. Su cofrad?a a?n ten?a que rendirle cuentas al Consejo Supremo, y por alguna raz?n, ?ste todav?a se negaba a terminar con ellos. Estaban esperando el momento indicado para exterminar a la raza humana para siempre. A pesar de ese inconveniente, en la historia de los vampiros se pod?an encontrar algunos momentos muy bellos en los que tuvieron luz verde y estuvieron muy cerca de actuar. En 1350 en Europa, por ejemplo, alcanzaron un consenso y diseminaron la Peste Negra. Fueron muy buenos tiempos; Kyle sonri? al recordarlos. Hubo otros momentos bastante afortunados, como la Edad Media, cuando a los vampiros se les permiti? hacer la guerra sin cuartel por toda Europa, matar y violar a millones. La sonrisa de Kyle se hizo m?s amplia. Aquellos fueron algunos de los mejores siglos de su vida. Pero en los ?ltimos cien a?os, el Consejo Supremo se hab?a debilitado y convertido en una burla. Era casi como si les temieran a los humanos. La Segunda Guerra Mundial no hab?a estado nada mal, pero fue un suceso limitado y breve. Kyle deseaba mucho m?s. Desde entonces no hab?a surgido ninguna plaga importante y tampoco conflictos b?licos genuinos. Daba la impresi?n de que los vampiros estaban paralizados, temerosos de la forma en que se hab?a incrementado la cantidad y el poder de los seres humanos. Ahora, las cosas por fin se estaban poniendo en su lugar. Kyle sali? pavone?ndose por las puertas del frente, baj? los escalones, sali? del edificio del Ayuntamiento y camin? con gracia. Avanz? con m?s ah?nco al pensar en el recorrido que realizar?a al Puerto de South Street. Ah? le esperaba un cargamento inmenso. Decenas de miles de cajas llenas de peste bub?nica intacta y modificada gen?ticamente. La hab?an almacenado en Europa los ?ltimos cien a?os; fue preservada desde la ?ltima epidemia y recientemente, modificada para ser resistente a los antibi?ticos. Ahora le pertenec?a a Kyle y pod?a hacer con ella lo que le viniera en gana. Como desencadenar una nueva guerra en el Continente Americano; su territorio. Lo recordar?an durante los pr?ximos siglos. S?lo de pensarlo, comenz? a re?r en voz alta, pero debido a su expresi?n facial, aquella risa parec?a m?s un gru?ido. Por supuesto, tendr?a que reportarle a su Rexius, es decir, al l?der de su cofrad?a, pero ?se era s?lo un pormenor t?cnico. En la pr?ctica, ser?a Kyle quien dirigir?a la maniobra. Los miles de vampiros de su propia cofrad?a y de las comunidades vecinas, tendr?an que reportarle a ?l, y eso lo har?a m?s poderoso que nunca. Kyle ya sab?a c?mo propagar?a la peste: primero soltar?a un cargamento en Penn Station, otro en Grand Central, y el ?ltimo en Times Square. Todos estar?an programados para liberar la peste al mismo tiempo: la hora pico. Eso calentar?a bastante el ambiente. Seg?n sus c?lculos, la mitad de Manhattan estar?a infectada en unos cuantos d?as, y una semana despu?s, la enfermedad habr?a atacado a toda la poblaci?n. Esa peste se propagaba con facilidad porque hab?a sido dise?ada para funcionar como los virus de transmisi?n a?rea. Los pat?ticos humanos acordonar?an la ciudad, por supuesto. Cerrar?an los puentes y t?neles, as? como el tr?fico a?reo y fluvial. Eso era exactamente lo que ?l quer?a. De esa forma se estar?an encerrando para recibir al terror que a?n les esperaba. Cuando los humanos estuvieran atrapados y muriendo por la peste, Kyle y sus miles de secuaces desencadenar?an una guerra de vampiros jam?s vista antes. En unos cuantos d?as exterminar?an a todos los neoyorquinos. Y entonces la ciudad les pertenecer?a. No s?lo la parte subterr?nea, sino la de la superficie tambi?n. Ser?a el principio, la llamada para que todas las cofrad?as, de todas las ciudades, en todos los pa?ses, los imitaran. Estados Unidos ser?a suyo en unas cuantas semanas, o incluso el mundo entero. Y Kyle habri? sido el instigador. Lo recordar?an como aqu?l que sac? a la raza de los vampiros del mundo subterr?neo para siempre. Por supuesto que encontrar?an la manera de explotar a los humanos que quedaran vivos. Podr?an esclavizarlos y almacenarlos en enormes granjas de cultivo; a Kyle le encantaba la idea. Se asegurar?a de engordarlos para que, cada vez que a su raza le dieran ganas de comer, contaran con una infinita variedad de alimentos para elegir. Comida madura. S?, los humanos serv?an para ser esclavos, y si se les criaba de la manera adecuada, tambi?n pod?an convertirse en un exquisito alimento. Kyle saliv? s?lo de imaginarlo. Le esperaban grandes tiempos, y ahora, nada se interpondr?a en su camino. Nada, excepto la maldita Cofrad?a Blanca que se resguardaba bajo Los Claustros. S?, esos vampiros iban a ser un dolor de cabeza, pero no tendr?a que ser algo irremediable. Bastar?a con encontrar a esa horrible chica, Caitlin; y a Caleb, el traidor renegado. Ellos lo conducir?an hasta la espada. Entonces, la Cofrad?a Blanca quedar?a desprotegida y ya nada le impedir?a destruirla. Kyle se encendi? de furia cuando pens? en aquella est?pida muchachita que se hab?a logrado escapar y lo hab?a dejado en rid?culo. Dio la vuelta en Wall Street, y un transe?nte, un hombre fornido y vestido con un elegante traje, tuvo la mala suerte de toparse con ?l. Cuando sus caminos se cruzaron, Kyle empuj? al peat?n en el hombro con toda su fuerza. El hombre cay? un par de metros hacia atr?s y se estrell? contra una pared. Molesto, el hombre grit?: —Oye, ?cu?l es tu problema? Pero Kyle lo mir? con desprecio y eso bast? para que cambiara su actitud. A pesar de su tama?o, se dio vuelta con rapidez y sigui? caminando. Buena decisi?n. Haber empujado a aquel hombre hizo que Kyle se sintiera un poco mejor; sin embargo, segu?a col?rico. Atrapar?a a la chica y la matar?a poco a poco. Pero a?n no hab?a llegado el momento. Primero ten?a que aclarar su mente y atender asuntos m?s importantes; como ir al embarcadero y recibir el cargamento. S?. Respir? hondo y, poco a poco, volvi? a sonre?r. Su pedido estaba a unas cuantas cuadras de distancia. Ser?a como su regalo de Navidad. CINCO Sam despert? con una espantosa jaqueca. Abri? un ojo y se dio cuenta de que se hab?a quedado dormido en el suelo del establo, sobre la paja. Hac?a fr?o; ninguno de sus amigos se hab?a tomado la molestia de atizar el fuego la noche anterior porque todos estaban demasiado drogados. Lo peor era que el lugar segu?a dando vueltas. Sam levant? la cabeza, se sac? un trozo de paja de la boca y sinti? un espantoso dolor en las sienes. Se hab?a quedado dormido en una mala posici?n, y ahora el cuello le dol?a al moverlo. Se tall? los ojos para tratar de quitarse las laga?as, pero no fue sencillo. Realmente se le hab?a pasado la mano la noche anterior. Se acordaba de la pipa de agua. Luego, de que hab?a bebido cerveza; licor de whiskey. Y luego, m?s cerveza. Despu?s vomit?. Fum? un poco m?s de mota para estabilizarse, y entonces, perdi? el conocimiento en alg?n momento de la noche. A qu? hora o en d?nde, era algo que no pod?a recordar. Ten?a n?useas pero estaba hambriento al mismo tiempo. Le daba la impresi?n de que podr?a comerse una pila de hot-cakes y una docena de huevos; pero tambi?n, de que vomitar?a en cuanto terminara de ingerirlos. De hecho, en ese momento supo que estaba a punto de vomitar otra vez. Trat? de poner en orden los detalles que recordaba del d?a anterior. Hab?a visto a Caitlin, eso era indiscutible. En realidad, eso era lo que lo hab?a vuelto loco. Verla ah?. Verla someter a Jimbo de esa manera. El perro. ?Qu? diablos hab?a sucedido? ?Todo eso pas? en verdad? Volte? y vio el agujero en la pared lateral; por ah? hab?a pasado el perro. Sinti? de pronto un escalofr?o y se dio cuenta de que todo hab?a sido real, s?lo que no sab?a c?mo explicarlo. ?Y qui?n era ese tipo que la acompa?aba? Aunque estaba demasiado p?lido, podr?a pasar por apoyador de la NFL. Parec?a como acabado de salir de Matrix. Ni siquiera hab?a podido calcular su edad. Lo m?s raro de todo era que ten?a la sensaci?n de que lo conoc?a de alg?n lugar. Mir? alrededor y vio a todos sus amigos. Se hab?an quedado inconscientes en distintas posiciones y la mayor?a roncaba. Recogi? su reloj del suelo y vio que eran las once de la ma?ana. Seguir?an durmiendo por un buen rato. Luego atraves? el establo y tom? una botella de agua. Estaba a punto de beber cuando se fij? bien y se dio cuenta de que estaba llena de colillas de cigarro. Asqueado, la dej? donde la hab?a encontrado y busc? otra. Por el rabillo del ojo alcanz? a ver en el piso una jarra de agua medio vac?a. La recogi? y bebi? de ella. No se detuvo hasta que casi se la acababa. Ten?a la garganta muy reseca y el agua lo hizo sentir mejor. Respir? hondo y se toc? una sien con la mano. El establo segu?a girando, y adem?s, apestaba. Ten?a que salir de ah?. Sam camin? hasta la puerta y la desliz? para abrirla. El fr?o aire de la ma?ana era muy agradable, y por fortuna, el cielo estaba nublado. Aunque no lo suficiente: tuvo que entrecerrar los ojos. El clima no pintaba tan mal; nevaba otra vez. Incre?ble. M?s nieve. A Sam le fascinaba la nieve, en especial, cuando le daba un buen pretexto para no ir a la escuela. Record? cuando iba con Caitlin a la cima de la colina y juntos se deslizaban en tobog?n casi todo el d?a. Pero en la actualidad, casi nunca iba a clases, as? que la nieve ya no hac?a una gran diferencia. M?s bien se hab?a convertido en un tremendo inconveniente. Meti? la mano a su bolsillo y sac? una cajetilla de cigarros arrugada. Se puso uno en la boca y lo encendi?. Sab?a que no deb?a fumar, pero todos sus amigos lo hac?an y la presi?n sobre ?l era demasiada. Despu?s de un tiempo, dijo, ?por qu? no? As? que comenz? a hacerlo unas semanas antes; ahora hasta hab?a empezado a gustarle. Tos?a mucho m?s y ya le dol?a el pecho, pero pensaba, ?y qu? diablos? Sab?a que lo matar?a, pero de cualquier manera, no se ve?a viviendo muchos a?os. Nunca lo hizo. Por alguna raz?n, la noci?n de que no durar?a m?s de veinte a?os, siempre le hab?a rondado la cabeza. Sus pensamientos comenzaban a aclararse, as? que volvi? a recordar el d?a anterior. Caitlin. Se sent?a mal por lo que hab?a sucedido con ella, muy mal. En verdad la quer?a, y mucho. Hab?a ido hasta all? a verlo. ?Pero por qu? siempre le hac?a preguntas sobre su padre? ?O lo habr?a imaginado? Tambi?n le costaba trabajo creer que ella estuviera ah?. Tal vez su madre hab?a armado un esc?ndalo cuando Caitlin tambi?n se fue de la casa. Era lo m?s seguro. Apostar?a a que, en ese preciso momento, tambi?n estaba haciendo alharaca. Tal vez hasta los estaba buscando a los dos. Pero, por otra parte, quiz?s no. ?A qui?n le importaba? Los hab?a obligado a mudarse tantas veces… Pero Caitlin. Ella era diferente. No debi? haberla tratado de esa forma; debi? ser m?s amable. El problema era que hab?a estado demasiado drogado en ese momento; de cualquier manera, estaba arrepentido. En el fondo deseaba que las cosas volvieran a ser como antes, sin importar lo que eso significara; y Caitlin representaba para ?l, lo m?s cercano a la normalidad que hab?a conocido. ?Por qu? habr?a vuelto? ?Se habr?a mudado a Oakville? Eso ser?a incre?ble; tal vez podr?an encontrar un lugar para vivir juntos. S?, entre m?s pensaba Sam en ello, m?s le agradaba la idea. Quer?a hablar con ella. Sam sac? el celular de prisa y vio una luz roja parpadeando. Oprimi? el bot?n y se dio cuenta que ten?a un mensaje nuevo en Facebook. Era de Caitlin; estaba en el viejo establo. Perfecto, ir?a de inmediato. Sam se estacion? y camin? por el terreno hacia el viejo establo. El “viejo establo”; eso era lo ?nico que ten?an que decir porque ambos sab?an a qu? se refer?an. Era el lugar a donde siempre iban cuando viv?an en Oakville. Estaba en la parte trasera de una propiedad en donde hab?a una casa vac?a que hab?a estado a la venta durante muchos a?os. La casa siempre estuvo ah?, desocupada. Ped?an demasiado dinero por ella; y por lo que ?l y Caitlin sab?an, nunca hab?a ido alguien a verla. En la parte trasera de la propiedad, muy al fondo, estaba aquel incre?ble establo. Ah? solo, completamente disponible. Sam lo descubri? un d?a y se lo ense?? a Caitlin; a ninguno de los dos le pareci? que pasar tiempo ah? causar?a alg?n da?o. Adem?s, ambos odiaban la diminuta casa rodante en donde se sent?an atrapados con su madre. Una noche se desvelaron hablando y asando malvaviscos en la incre?ble chimenea del establo; luego, se quedaron dormidos ah?. Despu?s de eso, visitaban el lugar cada vez que pod?an, en especial cuando su situaci?n se tornaba demasiado pesada en la casa rodante. Al menos le estaban dando alg?n uso a aquel espacio; despu?s de varios meses, comenzaron a sentir que era el hogar que les pertenec?a. Sam iba dando saltitos por la emoci?n de volver a ver a Caitlin. Ya casi no le dol?a la cabeza gracias al vaso grande de caf? de Dunkin’ Donuts que se hab?a bebido en el camino. Sab?a que no deber?a manejar porque apenas ten?a quince, pero s?lo le faltaban un par de a?os para obtener su licencia y prefer?a no esperar. Adem?s sab?a conducir bien y nunca lo hab?an detenido. As? que, ?para qu? esperar? Sus amigos le prestaban la camioneta, y para ?l, bastaba con eso. Cuando estuvo m?s cerca del establo, se pregunt? si aquel grandul?n estar?a con ella. Hab?a algo en ?l que Sam no lograba identificar; y tampoco entend?a qu? hac?a con Caitlin. ?Ser?an novios? Ella siempre le contaba todo, ?c?mo era posible que no se lo hubiera mencionado antes? ?Y por qu? estar?a ella de repente preguntando acerca de su padre? Sam estaba muy molesto consigo mismo porque, en realidad, s? ten?a noticias sobre ?l. Fue algo que sucedi? unos d?as antes. Por fin obtuvo respuesta de una de las solicitudes que envi? en Facebook. Era su padre, en verdad era ?l. Dec?a que los extra?aba y que quer?a verlos. Finalmente, despu?s de todos esos a?os. Sam le respondi? de inmediato y ya hab?an comenzado a comunicarse otra vez. Su padre quer?a verlo; a ambos. ?Por qu? no le hab?a dicho eso a Caitlin? Bueno, lo har?a ahora. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43691975&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.