ß - êàê âñå, ÿ îáû÷íàÿ æåíùèíà â âîçðàñòå. Ïðèãëóøàÿ òîíà, ÿ, íàâåðíîå, âñêîðîñòè Ïåðåñòàíó ïèñàòü, çà ñòðîêó çàäåâàÿ ñòðîêîé, Î òåáå, î ñåáå - íåïóò¸âîé òàêîé. È òóäà, ãäå òû õîäèøü äîðîãàìè òîðíûìè, ß ïîøëþ òåáå âåñòü ñî ñëîâàìè, êîòîðûìè Âñ¸ ðàâíî íå ñìîãó (èáî, íåò òàêèõ ñëîâ â ñëîâàðå) Ðàññêàçàòü, êàê çàì¸ðç, êàê çàñòûë â äåêàáðå Ìîé íåñáûâø

Asesinos Alien?genas

Asesinos Alien?genas Stephen Goldin Glendys Dahl TEKTIME S.R.L.S. UNIPERSONALE Deborah Rabinowitz es una agente literaria. Ella viaja a mundos alien?genas mediante realidad virtual y vende los derechos para publicar libros terrestres en otros planetas. Pero cuando un alien?gena es asesinado justo ante sus ojos, no hay forma en la que ella pueda evitar involucrarse y resolver el asesinato. Luego, cuando una vieja amiga es acusada de homicidio en un mundo diferente, Deborah debe resolver ese homicidio tambi?n. ASESINOS ALIEN?GENAS por Stephen Goldin Publicado por Parsina Press (http://www.parsina.com/) Traducci?n publicada por Tektime (http://www.traduzionelibri.it/) Asesinos Alien?genas, Copyright © 2009 por Stephen Goldin. Todos los Derechos Reservados. T?tulo original: Alien Murders Traducci?n: Glendys Dahl La Cumbre de la Intriga, Copyright © 1994 por Stephen Goldin. Todos los Derechos Reservados. Publicado originalmente en Analog Magazine. La Espada Intacta, Copyright © 1998 por Stephen Goldin. Todos los Derechos Reservados. Publicado originalmente en Analog Magazine. Copyright de la imagen en portada: Steve Johnson | Dreamstime Stock Photos. Tabla de Contenidos La Cumbre de la Intriga (#u96c8bbb0-b5b8-528c-92a7-48628e74334d) La Espada Intacta (#litres_trial_promo) Acerca de Stephen Goldin (#litres_trial_promo) (#litres_trial_promo)Contactar con Stephen Goldin (#litres_trial_promo) (#litres_trial_promo)LA CUMBRE DE LA INTRIGA Rabinowitz ni siquiera hab?a abierto sus ojos cuando el tel?fono son?. “Alguien es endemoniadamente maleducado,” murmur?, y luego dijo m?s fuerte, “Tel?fono: s?lo suena. ?Hola?” Una voz masculina poco familiar le dijo “?Es usted la se?orita Debra Rabinowitz?” “D?-BOR-ah,” dijo ella instintivamente. “La difunta Deborah Rabinowitz. ?Hay alg?n problema, Inspector?” Hubo una pausa. “?C?mo lo supo?...” “oh, porque ingres? en su c?digo p.” “Muy astuta, se?ora.” “Los cumplidos s?lo deber?n enviarse por la entrada de la servidumbre. Espero que esta llamada merezca anular el c?digo de privacidad de un contribuyente ordinario.” “Bueno, creo que as? es, se?ora. ?Le importar?a si paso por su casa?” “?F?sicamente?” “S?, en persona, eso es lo que estaba pensando.” “Llame de nuevo dentro de doce horas. Estoy segura que mi cad?ver ya se habr? despertado para ese momento.” “Pensaba m?s bien en algo como en unos cinco minutos. Justo ahora estoy cruzando la Bah?a.” “?Cinco minutos? ?Tiene una autorizaci?n?” “Bien, ver? usted, esperaba evitar una relaci?n antag?nica en esta fase del proceso.” Hizo una pausa. “?Necesitar? una autorizaci?n?” “Cinco minutos,” suspir? Rabinowitz. “Tel?fono: apagado.” Estruj? sus ojos para forzarlos a abrirse, luego volte? su cabeza para mirar el reloj. 2:14 PM. No era una hora descabellada para quienes se apegan a los horarios locales de la Tierra. “La zombie se mueve,” dijo con otro suspiro, al tiempo que rodaba su cuerpo quejoso hacia afuera de su cama de agua. Se tambale? desnuda hacia el ba?o, orin?, y luego pas? un cepillo por su cabello casta?o, afortunadamente corto. Mir? hacia la caja de maquillaje y se encogi? de hombros. “Sin maquillaje. Las zombies no usan maquillaje; va contra las normas de la uni?n.” Hubo m?s tambaleos al regresar a su habitaci?n. Abri? la puerta del armario. Mir? fijamente hacia el armario durante tres minutos sin moverse. El timbre son?. “Puntualidad. El duende maligno de las peque?as mentes. No, es la coherencia. Intercomunicador: s?lo sonido, puerta frontal. S?lo un minuto. Le atender? en un momento. Intercomunicador: apagado.” Tom? un recatado vestido amarillo y blanco y lo desliz? sobre su cuerpo, que de otra manera hubiese quedado desnudo. Casi desnuda, baj? por las escaleras apoyada fuertemente sobre la baranda y murmurando, “?Aqu? de verdad hay golpes de puerta! Si un hombre fuese portero de la puerta del infierno, debi? haber pasado la llave.” En el momento en que ella lleg? al final de las escaleras, present? una justa imitaci?n de conciencia. Abri? la puerta para confrontar a un hombre excesivamente prolijo, que luc?a un traje de fina hechura. Puede haber tenido treinta y pocos a?os, pero era dif?cil decirlo en un asi?tico. A pesar de la brisa vespertina, ni un cabello de su cabeza estaba fuera de lugar. “?Srta. Rabinowitz?” pregunt? ?l, vi?ndola con una mirada muy apreciativa. “S?. Eso establece una de nuestras identidades.” “Disculpe, se?ora. Soy el detective William Hoy. ?Puedo entrar?” “?Ser?a de poca categor?a insistir en pedirle alguna identificaci?n formal primero?” “En lo absoluto. Fue de mala educaci?n por mi parte no hab?rsela ofrecido en primer lugar.” Su mano se desliz? con un movimiento natural adentro del bolsillo interno de su chaqueta y emergi? con una tarjeta de identificaci?n y una credencial. Rabinowitz tuvo que entrecerrar sus ojos para leerla en el sol brillante de la tarde. “?Interpol?” Levant? una ceja con curiosidad. “Correcto, se?ora. ?Puedo pasar?” “S?lo si promete no llamarme ‘se?ora’ de nuevo. Me siento suficientemente anciana esta ma… tarde.” “Est? bien.” El detective Hoy entr?. “Me gustar?a agradecerle por atenderme con tan poca antelaci?n.” “Usted me dio la sutil impresi?n de yo que ten?a pocas opciones. S?game, por favor. Espero me disculpe por el estado de las cosas. Las personas rara vez me visitan personalmente.” “No trabajo en la revista Casas Glamurosas. Sin embargo, su casa es bastante ostentosa desde afuera.” “Gracias. Tiene mucho m?s de doscientos a?os de antig?edad. A la elite del San Francisco victoriano le gustaba construir sus viviendas de verano aqu? en Alameda.” Lo condujo hacia la sala de estar y le ofreci? tomar asiento. ?l se sent? en el sill?n de la izquierda mientras ella se acomod? detr?s del amplio escritorio antiguo. El escritorio, al menos, no estaba demasiado desordenado. ?l observ? con aprecio los estantes que lo rodeaban. “No creo haber visto tantos libros impresos juntos en un mismo lugar.” “Ll?mele afectaci?n. Escuche, normalmente soy genial en conversaciones breves, pero la fatiga me hace at?picamente impaciente. S?lo he tenido dos horas de sue?o tras haber girado por toda la galaxia durante las anteriores treinta y seis horas. Usted no vino aqu? para discutir sobre mi casa o sobre mi biblioteca. Ninguna de las dos es asunto de la Interpol. Por favor, d?game para qu? est? aqu?.” Hoy sonri?. “Y dijeron que usted era dif?cil. ‘Es hija de un diplom?tico, llena de evasiones y medias verdades.’ Me gusta una persona que comparte sus pensamientos.” “Hablar? much?simo m?s sobre eso si no llega al punto.” “Seg?n la compa??a telef?nica, usted ha girado muchas veces hacia el planeta Jenithar en los cuatro meses anteriores. Particularmente a la oficina de Path–Reynik Levexitor.” Agit? su cabeza. “Chico, seguramente eso es un trabalenguas.” ?l mir? a Rabinowitz. “Bien, eso es cierto, ?no es as??” “Soy estadista, aunque amiga de la verdad. Est? lejos de m? el discutir la veracidad de la compa??a telef?nica. Levexitor y yo hemos estado negociando un trato multilateral para derechos sobre libros en Jenithar. Todo perfectamente l?cito, puedo agregar. Levexitor es un ciudadano de alto nivel en su mundo.” “Los ciudadanos de alto nivel se han escapado antes,” apunt? Hoy. “As? es como puede ser,” dijo Rabinowitz. “Mis negocios con ?l han sido honestos.” “?S?lo vende trabajos bajo propiedad intelectual?” “Principalmente. Me gusta ser mi propia jefa, no una empleada de las Naciones Unidas. Ocasionalmente he mediado algunos negocios para la OLM—” “Su deber patri?tico, por supuesto.” “Por una comisi?n—pero la Tierra se ha beneficiado de cada uno de los negocios.” “?As? que no le gustan los piratas literarios?” “?Me lo pregunta o me lo est? diciendo?” “Por favor, s?game la corriente, Srta. Rabinowitz.” “La respuesta es no. El arte y las ideas son nuestra ?nica moneda en los mercados interestelares. Ser?a capaz de cortar mi propia garganta con tal de socavar eso.” “Eso suena como una forma muy pr?ctica de patriotismo.” “Oh, lo siento, debe haber estado buscando a Deborah Rabinowitz, la idealista. Ella vive a unas doce horas de sue?o de aqu?. Le dir? que usted estuvo por aqu?.” Hoy ri?. Fue una buena risa, c?ndida. “Usted es divertida, ?lo sabe? Me place haber viajado hasta ac?.” “As? que, en eso coincidimos. Mi ‘patriotismo pr?ctico’ se est? acabando y no me estoy divirtiendo en lo absoluto.” “Entonces ir? directo al punto. Tengo razones para creer que su amigo Levexitor est? intentando comprar algo de material de dominio mundial a trav?s del mercado negro.” Rabinowitz se inclin? hacia adelante. “?Eso no pondr?a a ese asunto en la jurisdicci?n de la CPI en lugar de la Interpol?” “Bien, tras el hecho, s?. Estamos intentando evitar que llegue tan lejos.” “Mantenerlo todo en la familia de las Naciones Unidas,” sugiri? Rabinowitz. “Algo as?,” asinti? Hoy animadamente. “?Alguna vez ha tenido usted que negociar con la CPI?” Rabinowitz hizo una mueca. “Un par de veces.” “Entonces lo sabe.” Se levant? de su silla y comenz? a examinar las estanter?as de libros. “Digo, creo que tuve que leer algunos de estos en la escuela.” “Detective, ?Se me considera oficialmente sospechosa?” ?l se dio la vuelta y la mir?. “Oh, detesto usar la palabra ‘sospechosa’ tan pronto en un caso. Le da ideas equivocadas a la gente.” Mir? de nuevo a la estanter?a pensativamente, luego sac? un libro del lugar donde estaba y lo volvi? a colocar dos t?tulos hacia la derecha. “Disculpe, ese estaba fuera del orden. Eso me irrita mucho. Usted los ordena alfab?ticamente, ?no?” “Gracias. Si?ntase libre de venir a sacudirles el polvo cuando desee. Si no soy una sospechosa—” “S?lo digamos que usted es alguien a quien realmente yo quer?a conocer, y con quien de verdad quer?a hablar. Tampoco estoy decepcionado. Usted es tan hermosa como cautivadora. M?s hermosa que en su foto de archivo, inclusive.” “Mi d?a est? completo. Ahora, si usted—” “?Sabe? Algunas personas pueden ser toda una decepci?n. Piensas que deben ser fascinantes y te aburren hasta llorar. Pero no usted. Usted—” Rabinowitz se levant? detr?s de su escritorio. “Si no tiene m?s preguntas—” Hoy se rehus? a captar el mensaje. “Bien, una o dos. ?Alguien m?s de la Tierra estaba involucrado en su negocio con Levexitor?” Rabinowitz se sent? nuevamente. “No. Estuve mediando en representaci?n de la Agencia Adler, pero yo era la ?nica persona representando los intereses humanos en este negocio.” Hoy asinti? con la cabeza. “?Levexitor mencion? alg?n otro nombre, contactos humanos?” “No que yo recuerde.” “?Alguna otra negociaci?n en la cual haya estado ?l trabajando?” “No, ?Por qu? deber?a? No soy su socia. Yo tampoco le cont? sobre otras negociaciones en las cuales estoy trabajando.” “Comprendo. Bien, es todo lo que tengo por ahora.” Hoy se levant? y le sonri?. “Fue genial conocerla, Srta. Rabinowitz. Un placer diferente. Si recuerda cualquier otra cosa, puede contactarme en la oficina local, justo al cruzar la Bah?a.” Rabinowitz se levant? de su silla para mostrarle la salida. “Claro, que si usted resulta estar involucrada en la venta en el mercado negro,” continu? Hoy, “debe estar segura que la llevar? a la c?rcel durante un largo tiempo. Pero si no es usted a quien estoy buscando, ?cenar?a usted conmigo alguna vez? Despu?s que el caso est? solucionado, por supuesto.” “Lo siento. Yo nunca como,” dijo mientras cerraba la puerta detr?s de ?l. *** Mientras la puerta se cerraba, ella se volte?, se desplom? contra ella, cerr? sus ojos y suspir?, “Muy hostigada por este tipo pedante.” Lo pr?ximo que supo fue que ella se estaba sacudiendo, al notar que su barbilla tocaba su pecho. Se enderez? y abri? sus ojos deliberadamente. Las escaleras que conduc?an a su habitaci?n estaban directamente frente a ella. Adem?s de las escaleras, el sal?n se extend?a hacia la cocina en la parte trasera de la casa. Los comentarios de Hoy acerca de cenar hab?an elevado el inter?s de su est?mago. “Necesito m?s dormir,” murmur?, “pero est?n todas esas escaleras.” Camin? lentamente hacia la cocina, teniendo la seguridad de que si se mov?a muy r?pido caer?a y se quedar?a dormida antes del llegar al piso. Encontr? dos barras almidonadas que probablemente eran panes, puso alg?n relleno inidentificable entre ellas y devor? este conglomerado antes de que pudiese examinarlo muy de cerca. Desafortunadamente, mientras que esto llenaba su est?mago, la dej? con la sensaci?n de estar demasiado despierta como para dormir. Y hab?a una trampa esper?ndola antes de que pudiera regresar a las escaleras. Se detuvo al lado de la puerta abierta de la sala de giro. Mir? hacia adentro. “Ma?ana me arrepentir? de esto,” murmur?. “Diablos, me arrepiento esto justamente ahora.” Diciendo esto, entr?. “Girando: Jenithar, oficina de Path–Reynik Levexitor. “Con algo de suerte,” se dijo a s? misma, “no estar? all?.” Se encontr? en un vest?bulo en el espacio de giro justamente afuera de la oficina de Levexitor. Se top? con dos grandes puertas de madera, carentes de ornamento alguno. El simple hecho de que ella estuviese all? significaba que la unidad de giro de Levexitor estaba encendida y que su llegada le hab?a sido anunciada. “Srta. Rabinowitz,” dijo la voz inmaterial de Levexitor. “No era de esperarse que me visitara nuevamente tan pronto.” “Si le importuno, Mayor, le ruego me disculpe. Puedo regresar en otro momento.” Hubo una pausa extra?amente larga antes de que ?l respondiera. “No veo raz?n por la cual no debi?ramos discutir nuestros asuntos ahora. No es como si estuviese ocupado con cualquier otra cosa. Puede entrar.” Rabinowitz camin? hacia la puerta virtual que estaba en frente de ella. Esta se desliz? hacia adentro para permitirle pasar hacia la realidad que Levexitor escogi? para mostrar a sus visitantes. Algunas personas eran criaturas elegantes, quienes creaban h?bitats virtuales de ex?ticos dise?os. Los jenitharpios no se encontraban entre estas personas. La oficina de Levexitor se ve?a exactamente igual cada vez que ella la visitaba durante los pasados cuatro meses. Las paredes eran marrones con part?culas doradas, mientras que el piso era pulido y gris pizarra. Hab?a dos puertas—la puerta por donde ella entr? y una al otro extremo de la sala—y no hab?a ventanas. La luz era difundida desde fuentes no espec?ficas. La sala era peque?a; alguien as? de importante en la Tierra hubiese tenido una oficina espaciosa. Era una sala sombr?a y triste, casi como una cueva con muy pocos muebles—pero entonces, el propio Levexitor era escasamente el Sr. Personalidad. Contra la pared posterior hab?a un banco de trabajo de baja altura, donde Chalnas, el asistente de Levexitor, generalmente se paraba. Chalnas era alg?n tipo de empleado que pasaba su tiempo garabateando en una libreta. Rabinowitz no pod?a recordarlo pronunciando cinco palabras consecutivas, e inclusive eso era netamente para pedir una aclaratoria sobre alg?n punto. En ese momento, Chalnas no estaba de pie all?. Era una de esas personas que escasamente se notan cuando est?n all?, pero su ausencia se sent?a extra?a. Al centro de la sala, en su propio escritorio de trabajo, se encontraba Path–Reynik Levexitor. Los jenitharpios eran b?pedos, pero humanoides s?lo por una definici?n liberal del t?rmino. Eran cilindros peludos, cubiertos por un plumaje un poco similar al de un marab?. Sus dos brazos muy largos iban conectados al cuerpo a la altura de lo que debe haber sido la cintura; pod?an alcanzar el tope de sus cabezas, ligeramente protuberantes, as? como las plantas de sus anchos pies con igual facilidad. Sus ojos estaban mejor escondidos que los de un pastor ingl?s y sus voces parec?an resonar desde todo su cuerpo. La proyecci?n de Levexitor en su espacio de giro era muy alta, una cabeza completa m?s alta que Rabinowitz. Su marab? estaba te?ido con lavanda, mucho m?s elegante que el marr?n plebeyo de Chalnas. Era tan noble, que escasamente necesitaba moverse. No hab?a sillas en la sala. Rabinowitz estaba de pie, Levexitor estaba de pie, Chalnas—cuando estaba all?—estaba de pie. El acto de hacerse a s? mismo deliberadamente m?s peque?o al frente de los dem?s obviamente era indecible en Jenithar. Si Rabinowitz no hubiese sido capaz de sentarse en su silla de extensi?n en casa, al mismo tiempo que permanec?a “de pie” en el espacio de giro de Levexitor, algunas de sus largas sesiones de negocios no pudieran haber salido tan bien como salieron. “Bienvenida, Srta. Rabinowitz. No esperaba pararme con usted tan pronto de nuevo.” “Me disculpo profundamente por mi intromisi?n, Mayor. Hubo un par de peque?os detalles que falt? resolver y pens? que podr?amos dejarlos descansar de una vez por todas... pero si Chalnas no se encuentra para registrarlos—” “Es el d?a de descanso de Chalnas, pero puedo recordar bastante bien lo que dijimos. Por favor, contin?e.” Rabinowitz pas? los siguientes diez minutos discutiendo definiciones exactas de derechos teatrales submarinos de las tres novelas de Tenger y la duraci?n exacta de las opciones. Al tiempo que este fue un ejercicio insulso, le dio una excusa leg?tima para estar all?. Hubo pausas at?picamente largas en las respuestas de Levexitor, y parec?a m?s intranquilo. Obviamente hab?a alguna tarea en su espacio real que preocupaba al menos parte de su mente. Cuando Rabinowitz coment? que preferir?a negociar con asuntos locales y recuperarse, ?l desestim? eso sin pensarlo dos veces y prosigui? con la discusi?n. Cuando entr? en materia m?s profundamente de lo necesario, Rabinowitz dijo, “Mayor, dudo en traer un asunto tan delicado frente a una persona tan alta, pero algo me ha molestado tanto que siento que debo hablar con usted al respecto.” “Por favor, si?ntase libre de hablar abiertamente,” dijo Levexitor. “Muy bien, Mayor,” dijo Rabinowitz. “He o?do rumores en la Tierra de que elementos criminales est?n intentando contrabandear parte de nuestra literatura hacia mercados rec?nditos. No he escuchado nombres, pero s?lo nuestros m?s bajos hombres recurrir?an a tales actividades.” “Es curioso que usted deba mencionar tal asunto justamente ahora, Srta. Rabinowitz. Por favor, contin?e.” “S? que usted, por supuesto, est? por encima de esas cosas. Sin embargo, como amiga, me preocupaba que usted pudiese ser, involuntariamente, conducido por estos astutos criminales a realizar actos que ciertamente le perjudicar?an. Tambi?n pienso que usted deber?a saber c?mo advertirle a sus colegas m?s cercanos, algunos de los cuales podr?an sucumbir a esta gran tentaci?n. Estos criminales, no tienen escr?pulos, y perjudicar?an a cualquier persona que negocie con ellos.” “De hecho,” dijo Levexitor. “Puedo entender demasiado bien c?mo alguien, incluso el m?s alto de nosotros, pudiera ser tentado en alg?n momento por esos otros, especialmente si vienen de fuentes altas.” Hubo otra pausa larga. “S?,” finalmente prosigui?, “y tambi?n puedo comprender la ?ltima disminuci?n que usted mencion?. Para decirlo claramente, Srta. Rabinowitz—” Levexitor interrumpi? repentinamente lo que estaba diciendo y se volte?. Su cabeza se inclin? hacia atr?s y hacia arriba. Luego, emitiendo un peque?o grito, se abalanz? contra su mesa de trabajo y se qued? muy, muy quieto. “?Mayor? ?Mayor?” La habitaci?n estaba totalmente en silencio. Nada se mov?a, nada hac?a ruido. Rabinowitz mir? a su alrededor. No hab?a nadie en la sala virtual, a excepci?n de Levexitor y ella. Y Levexitor no se mov?a. Rabinowitz camin? hacia adelante hasta estar justamente en frente del gran extraterrestre. Alcanz? a tocarlo. Hab?a solidez, era como tocar un ?rbol usando gruesos guantes de goma, pero sin m?s sensaci?n que esa. El cuerpo proyectado de Levexitor era tan real como las paredes—y no estaba m?s animado que ellas. Camin? lentamente por la sala. Sus pasos no hac?an ruido. Levexitor no hac?a ruido. Lo ?nico que ella escuch? fue su propio pulso fluyendo por sus orejas y su respiraci?n, que intentaba regular. No ser?a buena idea gritar o preguntar si alguien m?s estaba all?. En este espacio virtual s?lo estaba su proyecci?n y la de Levexitor. Alguien o algo pudo haber ingresado al espacio real de Levexitor y, de hecho, a?n podr?a estar all?, pero ella no pod?a verlo. Se debe notificar a alguien. Ella mir? alrededor de la sala escasamente amoblada para algunos dispositivos de comunicaciones. No parec?a que hubiese alguien. El escritorio de Chalnas estaba vac?o y sin cambio alguno. Algunos controles digitales estaban sobre la mesa de Levexitor, pero ?l se encontraba extendido sobre ellos y ella no pod?a moverlo. Incluso si pudiese, los controles no habr?an sido intuitivos. El cuerpo de Levexitor se sacudi? de la mesa, repentinamente. No era un movimiento conscientemente controlado. Mientras Rabinowitz observaba, unas manos no visibles jugaban con el panel de control sobre el escritorio. Entonces, la oficina del alien?gena desapareci? repentinamente, y ella se encontr? de vuelta en su propia sala de giro. Cruz? sus brazos fuertemente, y se sent? sobre su silla de extensi?n, temblando como una hoja. Sus dientes realmente casta?eaban; no pod?a recordar hacer eso desde cuando ley? “El Coraz?n Delator” por primera vez, a los catorce a?os. Cerr? sus ojos e intent? regular sus repentinos jadeos para respirar. Lentamente, muy lentamente, retom? el control. Forz? a sus temblorosos labios a decir, “Tel?fono: San Francisco, Interpol, detective Hoy.” En unos instantes, el rostro sonriente del detective apareci? ante ella. “Qu? placentera sorpresa, Srta. Rabinowitz,” dijo. “No cre? que volver?a a hablar con usted tan pronto.” “No es placentera,” dijo. “Para nada. Tendr? que contactar a las autoridades en Jenithar. Acaba de sucederle algo a Levexitor. Creo que fue asesinado.” *** “Me siento tan est?pida,” dijo Rabinowitz. “Me llen? de p?nico como una tonta adolescente. Yo no estaba en peligro. No pudo haberme tocado—” “Usted estuvo presente cuando la vida de alguien termin? de forma violenta,” dijo Hoy c?modamente desde el otro lado del escritorio parlante. “O al menos, se encontraba telepresente. Creo que no ser?a natural que usted no hubiese entrado en shock.” “?l estaba justo all? conmigo,” prosigui? Rabinowitz. “El asesino. No pude verlo, no pude escucharlo, pude tocarlo. Pero estuvo all?, sin embargo. Se encontraba en el mundo real y yo en el virtual, pero ten?amos un enlace en com?n—Levexitor. ?Cree usted que me vio?” Hoy hizo una pausa. “Bien, pudo haber monitoreado el computador de Levexitor sin encontrarse en el espacio. ?Su imagen proyectada es igual a la real?” “B?sicamente. Estoy bastante satisfecha con mi imagen.” “Estoy totalmente de acuerdo con usted.” Dijo Hoy con una amplia sonrisa. “Gracias, detective. Cada vez que pienso que usted tiene mucha determinaci?n, me decepciona educadamente. Supongo que no importa si ?l me vio o no. Levexitor dijo mi nombre con suficiente frecuencia. El asesino debe haber estado all? todo ese tiempo. Eso explica las extra?as pausas de Levexitor. Por lo menos esto significa que estoy fuera de la lista de sospechosos.” “Bien, lamento decepcionarle, pero no. Usted pudo haber asesinado a Levexitor para cubrir sus pistas al saber que yo sospechaba de usted.” “Usted tiene una mente realmente paran?ica.” “Es mi trabajo. Aunque usted se ha movido m?s abajo en la lista.” “Gracias.” Rabinowitz lo mir? directamente hacia los ojos. “?Qui?n m?s est? en ese listado? ?Qu? clase de compa??a estoy llevando?” “No necesita preocupar su linda cabecita con eso.” “Si uno de los sospechosos asesin? a Levexitor y sabe qui?n soy yo, puede intentar silenciarme. Debo protegerme. Sigo siendo un testigo, incluso si no vi nada.” Hoy estaba pensativo. “Bien, si es culpable, esta no ser? ninguna gran sorpresa para usted. Jivin Rashtapurdi definitivamente se encuentra en alguna parte del plan.” “?El g?ngster?” “No, el tendero. Y estamos buscando a otro agente llamado Peter Whitefish. ?Lo conoce?” “He hecho algunos negocios con ?l.” “?Y su opini?n sobre ?l?” “?l representa a sus clientes en el modo que ?l cree mejor para sus intereses.” “?Eso significa?” “Significa que hay algo como cortes?a profesional. ?Alguien m?s en la lista?” “Tambi?n hay algunas cosas que prefiero no decir.” “Es una lista corta.” “Las mujeres siempre dicen que lo importante es la calidad, no la cantidad.” “S?lo lo hacemos por l?stima. ?Alg?n nombre afuera de la Tierra?” “No investigo afuera de la Tierra, s?lo aqu?. Soy de la Interpol, no de la CPI, ?recuerda?” Rabinowitz se puso de pie. “Bien, estuvo bien de su parte el darme una mano durante mi peque?o ataque de p?nico—” “Desear?a realmente haber tomado su mano. Eso pudiera haber sido divertido.” “—pero de verdad s?lo tuve dos horas de sue?o durante las cuarenta y dos horas anteriores. Mi alarma de enojo se encender? dentro de unos siete minutos, y no querr? usted estar cerca cuando eso suceda. Hasta mi alarma pre-menstrual se queda corta en comparaci?n.” “Entonces intentar? atraparla cuando est? de un mejor humor. La puerta est? por aqu?, ?verdad?” “Est? aprendiendo. Es una se?al positiva.” Esta vez, Rabinowitz tuvo seis horas de sue?o antes de que un oficial de polic?a llamara. *** “S?lo deseo alquilar un cuerpo,” dijo Rabinowitz de manera gru?ona, “no estoy pidiendo un cr?dito bancario.” “Hay normas estrictas,” dijo el alien?gena. El jenitharpio no se acobard?, pero el gesto de su imagen virtual reflejaba vulnerabilidad frente a la burocracia. “Si por error yo le diese una talla corporal equivocada, perder?a mi licencia. Y mi gobierno tiene leyes estrictas que proh?ben a los criminales convictos telepresentarse en Jenithar. Por favor, responda todas las preguntas.” “Su polic?a me pidi? venir. Desean que yo inspeccione la escena de un homicidio.” “Entonces es mejor que llene el formulario r?pidamente.” “Me alegra no tener que hacer esto cada vez que visito Jenithar,” murmur? Rabinowitz. “Girar es mucho m?s civilizado.” Le entreg? su registro biogr?fico estelar est?ndar al funcionario y se asegur? de que las respuestas que introdujo se encontraban en los campos adecuados. “Nombre completo: Deborah Esther Rabinowitz. N?mero de identificaci?n: 5981–5523–5514–2769467–171723. Fecha de nacimiento: 17/46/3/22/54 interestelar. Educaci?n: diploma de primer nivel, Universidad de California en Los ?ngeles, Estudios Interestelares; diplomas de primer y segundo nivel, Instituto Policultural en Pna’Fath, Est?ndares Comerciales Gal?cticos y Din?micas Interculturales. Progenitores: Daniel Isaac Rabinowitz y B?rbara Samuelson Rabinowitz. Padre a?n vive, madre fallecida. Ocupaci?n de sus progenitores: padre, diplom?tico, nivel plenipotenciario, asignaciones generales; madre, profesora de comparativa de literatura mundial, Universidad de California en Los ?ngeles. Hermanos/as: ninguno. Descendientes: ninguno. Ocupaci?n: agente literario. Banco: Banco Mundial Takashiro. Ingresos: ...” Hizo una pausa. “Presumo que esto se mantiene confidencial.” “Ah, s?. Tenemos estrictas normas contra la divulgaci?n no autorizada.” Le dio la informaci?n solicitada, tanto sobre sus finanzas personales como las de sus negocios. Pero se frustr? cuando sigui? leyendo el cuestionario. “No soporto eso. Mire esta lista. ?Tiene el sujeto alguna sanci?n penal?; ?cu?l era la reputaci?n del individuo en la escuela?, ?cu?les t?tulos tiene el sujeto?, ?cu?les premios he ganado?, ?cu?les son los miembros de mi familia durante dos generaciones hacia adelante y hacia atr?s hasta mis primos terceros?, ?es alguno de ellos un criminal convicto?, ?qui?nes son mis socios de negocios y clientes?, ?cu?les son sus puntuaciones de estatus?... s?lo sigue y sigue. Pregunta por todo, excepto si mis clientes tienen sexo con sus mascotas. Verifique el listado de ?Qui?n es qui?n? de mi padre, si desea saber informaci?n sobre mis familiares, pero no le suministrar? informaci?n acerca de mis clientes.” “Debo calcular su rango exacto, as? podr? saber la talla de cuerpo que debe usted tener. Esto s?lo debe hacerse una vez. Despu?s de eso, su registro siempre estar? en el archivo.” “No esper?is la orden de vuestra salida. No me interesa... mire, s?lo d?me cualquier talla de cuerpo que desee. O d?game que no me atender? y me ir? donde uno de sus competidores.” “Probablemente yo pueda relacionar sus datos con otra informaci?n p?blica para obtener lo que necesito,” dijo el empleado de la tienda de alquileres. Mir? fijamente su computador durante varios segundos y luego continu?, “Creo, que posiblemente ya tenga lo suficiente como para analizar su estatura equivalente. Espere un momento mientras le asigno un cuerpo adecuado.” Rabinowitz esper? durante un rato mucho m?s largo que un momento. Entonces, el empleado le dijo, “Todo est? listo. Prep?rese para unirse.” Sin importar cu?ntas veces lo haya hecho—y ella lo ha hecho con m?s frecuencia que la mayor?a de los humanos—unirse con un cuerpo alien?gena siempre era desorientador. La gente de cada planeta construy? cuerpos mec?nicos de alquiler, tan parecidos a sus propios cuerpos como sea posible, lo cual los hace extra?os para cualquier persona cuyo cuerpo sea distinto. Algunas razas tienen m?s de dos brazos, y un ser humano s?lo pudiera dejar algunos de ellos colgando d?bilmente; algunos tienen menos brazos, y un ser humano se sentir?a discapacitado. Algunos ven en longitudes de onda incomprensibles para el ser humano, mientras que otros pueden o?r en frecuencias que los humanos no pueden alcanzar. Los peores de todos, sin embargo, son aquellos que son casi humanoides, como los jenitharpios. Ten?an dos brazos y dos piernas, pero sus brazos comenzaban en su cintura, a la mitad de su cuerpo, en una disposici?n articulada que de ninguna manera podr?a llamarse “hombros”. Las manos, dif?ciles de encontrar, estaban demasiado lejos de su cabeza. Se sent?a como si estuviese viviendo adentro de un espejo de feria. Rabinowitz se encontr? de pie al lado del empleado, mir?ndolo. “Le notifiqu? a la polic?a,” le dijo el empleado. “Llegar?n dentro de poco para escoltarla. Me indicaron que los espere aqu?.” “Bien. Prefiero pasar un poco de tiempo a solas con mi nuevo cuerpo, de manera que pueda aprender a utilizarlo.” “Si lo desea, ahora que ya tenemos su altura en el archivo, podemos prepararle un cuerpo permanente por un peque?o cargo adicional. Un cuerpo estar?a disponible permanentemente para usted y podr?a visitar Jenithar cada vez que lo desee, sin pasar nuevamente por estos inconvenientes.” “Gracias. Tendr? eso en mente si me veo obligada a hacer m?s negocios por aqu?.” El empleado se fue, dej?ndola sola. La habitaci?n estaba repleta de estantes con cuerpos de alquiler en todos los distintos rangos de altura—muchos eran m?s peque?os que el de ella, algunos otros eran considerablemente m?s altos. Su cuerpo se sent?a pesado. Muchas razas fabricaban sus cuerpos de visitante con pl?stico u otros materiales ligeros. Algunos incluso los creaban haciendo crecer tejidos org?nicos. Los jenitharpios elaboraban los suyos con metal rechinante e inc?modo. Este cuerpo estaba cubierto con un marab? falso verde-parduzco. Por su tama?o y color, ella aparentaba tener un rango decente. Rabinowitz coje? hasta un ?rea despejada cercana al centro de la habitaci?n, y comenz? a moverse de un lado a otro. Los movimientos de sus piernas no eran excesivamente malos si daba much?simos pasos s?per cortos, como si estuviese usando un kimono muy estrecho. Los brazos largos y delgados se sent?an in?tiles y colgantes; parec?an caer como mangueras de hule, y ella pr?cticamente deb?a dislocar sus hombros para moverlos. Eran m?s que brazos, tent?culos, sin verdaderas articulaciones. “Debes ser una bailarina balinesa para lograr que estas cosas se muevan bien,” murmur?. Quince minutos despu?s, se sinti? lo suficientemente c?moda como para no avergonzarse en exceso. Afortunadamente, nadie esperaba que un alien?gena en un cuerpo alquilado fuese elegante. Cada raza ten?a sus propios chistes sobre lo torpes que eran los visitantes de otros planetas. Un par de novatos ingres? a la habitaci?n, uno era un tanto m?s alto y m?s p?lido que el otro. No hab?a una forma inmediata de determinar sus sexos. “?Srta. Rabinowitz?” dijo el m?s alto, que segu?a siendo m?s bajo que ella. “Perm?tame presentarme. Soy Feffeti rab Dellor, oficial de tercer nivel. Me siento agradecido de que haya aceptado prestar su asistencia para nuestras investigaciones. Por favor, acomp??eme, visitaremos la escena del crimen.” Ni siquiera se molest? en presentarle a su compa?ero de menor tama?o. “Con?ctate, MacDuff,” respondi? Rabinowitz. El oficial hizo una pausa. “Disculpe. Eso no lo tradujo bien.” “No se preocupe. Era una alusi?n literaria. De todos modos, yo no deber?a estarlas regalando.” El oficial Dellor y su compa?ero condujeron a Rabinowitz por un pasillo repleto de gente hasta un elevador, donde la subieron a un veh?culo grande donde iban otras personas. Descendieron diecis?is pisos hasta que Dellor indic? que hab?an llegado a su nivel. Salieron y caminaron entre m?s multitudes hacia una parada de transporte p?blico. La gente les abr?a paso conforme ellos caminaban; posiblemente Dellor ten?a alguna insignia policial que Rabinowitz no pod?a reconocer, o quiz?s las personas respetaban su estatura, que era mayor a la de casi cualquier otra persona a su alrededor. Al parecer, hasta los funcionarios policiales usaban el transporte p?blico aqu?. Pidieron el pr?ximo taxi en la fila, pasando antes que cualquier otra persona que se encontraba esperando. Dellor le entreg? al conductor, quien era mucho m?s bajo, un c?digo policial de desactivaci?n y un destino, y el taxi aceler?. La ?nica experiencia anterior de Rabinowitz en Jenithar fue en el espacio de giro de Levexitor, as? que sus primeras “vistas” reales, le encantaron. El cielo estaba nublado, e inclusive a pesar de que su cuerpo artificial no pod?a diferenciar los rangos normales de temperatura o humedad, el clima se sent?a h?medo. El cielo brillaba a pesar de las nubes; Rabinowitz hab?a le?do que el sol de Jenithar era uno del tipo F, ligeramente m?s brillante que el de la Tierra. Los filtros de su cuerpo de alquiler limitaban la luz hacia un nivel adecuado, pero hac?an extra?os cambios a su manera de percibir la profundidad, adem?s, le hac?a ver los colores deste?idos y antinaturales. Esta regi?n en particular era una ciudad con suficientes rascacielos como para hacer sentir c?modo a un habitante de Manhattan, pero ese mismo neoyorquino pudiera gritar de sorpresa por lo limpio que se encontraba todo. Legiones de trabajadores municipales fueron contratadas ?nicamente para mantener los edificios y calles inmaculadamente pulcros y libres de basura. Rabinowitz pudo haber pensado que esto se derivaba de alg?n sentido de orgullo c?vico, eso si su lectura anterior no le hubiese explicado que era parte de un programa de empleo pleno. Hab?a gente en todos lados, en constante movimiento. Formaban largas filas de peatones a los lados de la calle, en filas ordenadas de acuerdo a sus estaturas, con cada acera dedicada al tr?fico peatonal de un sentido. Hab?a un remolino de colores y formas, pero sorpresivamente, hab?a pocos sonidos. Al estar forzados a vivir juntos tan cercanamente, los jenitharpios desarrollaron normas estrictas sobre la invasi?n de la privacidad ajena con sus propios ruidos. “Usted es un agente literario, ?correcto?” pregunt? Dellor mientras iban en camino. “S?. Jenithar sigue siendo un mercado muy abierto para la literatura de mi mundo.” “?Ha hecho negocios con el Mayor Levexitor durante mucho tiempo?” “S?lo durante los ?ltimos cuatro meses,” respondi? Rabinowitz. “Esperaba que fuera el inicio de una larga relaci?n de negocios, pero ahora parece que tendr? que hacer otros contactos.” “Declar? que cuando fue asesinado, usted se encontraba visitando a Levexitor.” “S?lo estaba girando. Hubo silencios extra?os en nuestra conversaci?n. Sospecho que alguien m?s estaba f?sicamente presente en ese mismo momento, pero esa persona no estaba conectada al espacio de giro, as? que no se qui?n fue.” “?Sobre qu? estaban conversando cuando sucedi? la muerte?” Rabinowitz dud?. “Negocios,” dijo. “Vine para hablar sobre los derechos teatrales submarinos de los trabajos que estuvimos negociando—” “No hay necesidad de extenderse,” interrumpi? Dellor. “No necesito saber los detalles ?ntimos sobre los asuntos de negocios del Mayor. ?Conoci? usted bien a Dahb Chalnas?” “?El asistente de Levexitor? En realidad, no. Generalmente ?l estaba en el entorno cuando el Mayor y yo nos reun?amos, pero rara vez hablaba.” “Sin embargo, ?l no estuvo all? en ese momento.” “En el espacio de giro, no. Levexitor me dijo que era su d?a libre.” El taxi hab?a llegado a un lugar distinto de la ciudad, mucho menos concurrido. Aqu? los edificios eran m?s peque?os y estaban separados uno del otro, y eventualmente su veh?culo lleg? a una parada en frente de una casa de dos plantas, con una pared baja a su alrededor y un jard?n con mini-huerto en el patio frontal. Rabinowitz la mir? con fascinaci?n; Levexitor era una de las personas m?s importantes en Jenithar, y su casa ten?a menos de dos tercios del tama?o que la de ella. “Todo es relativo,” murmur?, mientras sal?a del taxi con sus escoltas policiales. Los oficiales la condujeron hacia adentro de la casa, y ella mir? impactada mientras cruzaba el umbral. El hogar de Levexitor hac?a que la simple miseria se viera respetable. Montones de desechos cubr?an el piso, lo que hac?a dif?cil encontrar un camino despejado para caminar, y ella deb?a pisar con cuidado sobre peque?os riachuelos de fluido amarillo-verdoso. Las paredes exudaban gl?bulos grasientos de alg?n material viscoso no identificado. Rabinowitz estaba segura de que el hedor la habr?a dejado inconsciente si su cuerpo artificial pudiese transmitir un poco m?s los olores, en lugar de emitir una alarma contra humo o qu?micos corrosivos. “?Qui?n es el decorador?” pregunt? en voz alta. “?La Oficina Central de Alcantarillado?” Esta casa contrastaba mucho, tanto con la limpieza de las calles de la ciudad, como con la pulcritud del espacio de giro de Levexitor, era dif?cil creer que pertenec?an al mismo planeta. Pero sab?a que tambi?n much?sima gente en la Tierra ten?an un espacio de giro muy distinto a sus verdaderos hogares y oficinas. “Debe haber tenido un equipo muy incompetente,” continu?. “El Mayor Levexitor viv?a solo aqu?,” agreg? Dellor. “No ten?a personal, adem?s de su empleado, Dahb Chalnas.” “?Completamente solo? ?Sin personal? ?Un hombre tan alto e importante como el Mayor Levexitor?” “Una de las ventajas de ser tan alto,” dijo el oficial, “es que se lepermite vivir solo.” Rabinowitz asinti? pensativa, o al menos lo intent?; esta acci?n hizo que su pesado cuerpo met?lico se saltara inestablemente. “Supongo. Bien, mu?streme lo que quer?a que viera, para que pueda irme a devolver este cuerpo a la agencia. Querr?n darle un buen ba?o de ?cido antes de que alguien lo use de nuevo.” Dellor la condujo por varias habitaciones, una m?s desagradable que la otra, hasta que finalmente se detuvo y dijo, “Aqu? es donde el Mayor Levexitor fue asesinado.” Tanto como Rabinowitz pudo ver, la ?nica semejanza que esta habitaci?n ten?a con el espacio de giro de Levexitor era la mesa de trabajo alta con escritorio computarizado, similar a aqu?l donde se encontraba cuando falleci?. “Realmente no es nada como lo que vi.” “No esperaba eso. S?lo d?ganos qu? vio.” “El Mayor Levexitor estaba de pie en esta mesa, caminando hacia m?. Hubo pausas ocasionales; pudo haberse estado saliendo moment?neamente del espacio de giro para hablarle a alguien que se encontraba f?sicamente presente. A mitad de nuestra conversaci?n, mir? hacia arriba de repente, dio un peque?o grito y se derrumb? contra la mesa. Mir? a mi alrededor, pero no pude ver a ninguna otra persona en el espacio de giro. Luego, el cuerpo del Mayor se sacudi? en posici?n vertical—Supongo que el homicida hal? su cuerpo f?sico hacia arriba hasta llegar al set de giro—y vi que los controles estaban siendo manipulados por manos invisibles. Luego, la conexi?n se interrumpi? y regres? a mi verdadera casa.” Dellor guard? silencio durante un momento, y dijo, “Esto confirma nuestra teor?a. Acepte nuestras gracias por su cooperaci?n. Ahora le llevaremos de regreso a la agencia de alquileres.” “Espere un minuto. ?Se trata de esto? ?Corren con los gastos para traerme aqu?, me hacen pasar por toda la palabrer?a para alquilar este cuerpo y me llevan a esta cloaca infectada para pasar dos minutos mirando una mesa y cont?ndoles la misma historia que cont? por tel?fono?” “Eso es correcto.” “D?game, ?cu?l es su teor?a?” “En realidad, eso no es de su inter?s.” “Bien, me est? interesando.” Se par? al lado del oficial y estir? su cuerpo hasta su m?xima estatura, mir?ndolo hacia abajo con lo que ella esperaba que fuera helada prepotencia. “Y si usted alguna vez desease ser m?s alto, usted tambi?n lo har?a de mi inter?s.” Dellor hizo una pausa. “Es en realidad muy simple para que se moleste usted con eso. S?lo hay una persona que pudo haber cometido el crimen.” “D?game.” “S?lo pudo haber sido su asistente, Dahb Chalnas. Ya se encuentra detenido, y s?lo faltan breves momentos para que confiese.” “Bien. El mayordomo lo hizo. ?C?mo llegaron a esta sorprendente revelaci?n?” “No es dif?cil. Chalnas es la ?nica persona que ten?a acceso a la casa.” “?Acaso no pudo el Mayor haberle permitido entrar a alguien m?s?” “Al igual que la mayor?a de las personas de su altura, ?l valoraba demasiado su intimidad. No habr?a permitido la presencia f?sica de otra persona cuando simplemente pudo haberse comunicado con esa persona girando.” “A no ser que haya algo que no hubiese querido discutir a trav?s de canales,” reflexion? Rabinowitz. Dellor hizo una pausa. “?Tiene evidencia de alg?n asunto tan delicado?” “No. No tengo evidencia. Pero ?por qu? est?n tan convencidos de que ha sido Chalnas? Siempre me pareci? muy tranquilo, muy sumiso.” “Srta. Rabinowitz, usted es extranjera en Jenithar. No conoce nuestras maneras. Con frecuencia, personas tan bajas como Chalnas ocultan una venenosa envidia hacia sus superiores. Lo he visto suceder con demasiada frecuencia, una persona asesina a otra m?s alta que ella sin raz?n aparente m?s que la frustraci?n y el resentimiento. Posiblemente sea un comentario triste sobre nuestra civilizaci?n, pero es un hecho con el que debemos vivir.” “?Con qu? cosa lo golpe??” “?Disculpe?” “Si Chalnas era mucho m?s peque?o que Levexitor, sus manos vac?as probablemente no eran lo suficientemente fuertes para matarlo. ?Qu? us? como arma homicida?” El oficial no era el menos desconcertado. “Pudo f?cilmente usar alg?n objeto pesado en la habitaci?n y despu?s llev?rselo para deshacerse del mismo. Como puede ver, es imposible saber si algo se encuentra extraviado. Por favor, cr?ame, sin lugar a dudas, Chalnas es el culpable.” “Bueno, si est?n tan seguros... es su problema y su planeta, y no tengo derecho a decirles c?mo conducirlo. La pr?xima vez, s?lo hablen conmigo por tel?fono en lugar de llevarme por toda la galaxia s?lo para hacerme mirar un chiquero.” *** Rabinowitz se esforz? mucho en concentrarse cuando regres? a casa. Hab?a un ensayo en tan s?lo un par de d?as. Ten?a escenas que eliminar para Mac y Lady M. ya que ellos discutieron al planificar el destino de Duncan. Pero otras visiones se le interpon?an. Cuando no ve?a el desastre de la casa de Levexitor, pensaba sobre el tranquilo y servil Chalnas encarcelado por el homicidio de su jefe. El repique del tel?fono fue, en realidad, una interrupci?n bendita—especialmente cuando vio el identificador de llamadas antes de aceptar contestar. Êîíåö îçíàêîìèòåëüíîãî ôðàãìåíòà. Òåêñò ïðåäîñòàâëåí ÎÎÎ «ËèòÐåñ». Ïðî÷èòàéòå ýòó êíèãó öåëèêîì, êóïèâ ïîëíóþ ëåãàëüíóþ âåðñèþ (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=40210255&lfrom=688855901) íà ËèòÐåñ. Áåçîïàñíî îïëàòèòü êíèãó ìîæíî áàíêîâñêîé êàðòîé Visa, MasterCard, Maestro, ñî ñ÷åòà ìîáèëüíîãî òåëåôîíà, ñ ïëàòåæíîãî òåðìèíàëà, â ñàëîíå ÌÒÑ èëè Ñâÿçíîé, ÷åðåç PayPal, WebMoney, ßíäåêñ.Äåíüãè, QIWI Êîøåëåê, áîíóñíûìè êàðòàìè èëè äðóãèì óäîáíûì Âàì ñïîñîáîì.
Íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë Ëó÷øåå ìåñòî äëÿ ðàçìåùåíèÿ ñâîèõ ïðîèçâåäåíèé ìîëîäûìè àâòîðàìè, ïîýòàìè; äëÿ ðåàëèçàöèè ñâîèõ òâîð÷åñêèõ èäåé è äëÿ òîãî, ÷òîáû âàøè ïðîèçâåäåíèÿ ñòàëè ïîïóëÿðíûìè è ÷èòàåìûìè. Åñëè âû, íåèçâåñòíûé ñîâðåìåííûé ïîýò èëè çàèíòåðåñîâàííûé ÷èòàòåëü - Âàñ æä¸ò íàø ëèòåðàòóðíûé æóðíàë.